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12. Fundación e Imperio

Fundación e Imperio es la segunda novela del Ciclo de Trántor escrita por el norteamericano Isaac Asimov en 1952. Es el segundo libro de la Trilogía original de la Fundación.

Fundación e Imperio es la segunda novela del Ciclo de Trántor escrita por el norteamericano Isaac Asimov en 1952. Es el segundo libro de la Trilogía original de la Fundación.

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Y Barr habló por primera vez, suavemente -¿Tanta confianza tiene en la victoria final de<br />

la <strong>Fundación</strong>?<br />

El comerciante se volvió. Enrojeció levemente, mostrando la palidez de una vieja cicatriz<br />

que tenía en la sien.<br />

-Vaya, el socio silencioso. ¿Cómo ha deducido eso de mis palabras, doctor?<br />

Riose hizo a Barr una seña imperceptible, y el siwenniano prosiguió en voz baja:<br />

-Porque le molestaría la idea de que su mundo pudiera perder esta guerra y sufrir las<br />

tristes consecuencias de la derrota. Lo sé porque mi mundo las sufrió una vez, y aún las<br />

está sufriendo.<br />

Lathan Devers jugó con su barba, miró uno tras otro a sus interlocutores y rió<br />

brevemente. -¿Habla siempre así, jefe? Escuchen -añadió en tono grave-, ¿qué es la<br />

derrota? He visto guerras y he visto derrotas. ¿Qué pasa si el vencedor asume el<br />

gobierno? ¿A quién molesta? ¿A tipos como yo? -Meneó la cabeza con incredulidad-.<br />

Entiendan esto -añadió el comerciante hablando fuerte y animadamente-, siempre hay<br />

cinco o seis tipos gordos que gobiernan un planeta normal. Ellos son los que llevan las<br />

de perder, o sea que yo no voy a preocuparme en absoluto por su suerte. ¿Y el pueblo?<br />

¿Los hombres del montón? Claro, algunos mueren, y el resto paga impuestos<br />

extraordinarios durante un tiempo. Pero todo acaba arreglándose; las cosas se<br />

estabilizan. Y entonces vuelve a implantarse la misma situación, con otros cinco o seis<br />

tipos diferentes. Ducem Barr movió las aletas nasales, y los tendones de su mano<br />

derecha temblaron, pero no dijo nada.<br />

Los ojos de Lathan Devers se fijaron en él; nada les pasaba por alto. Añadió:<br />

-Mire, me paso la vida en el espacio para vender mis modestas mercancías y sólo recibo<br />

coces de los Monipodios. En casa -señaló por encima de los hombros con el pulgar- hay<br />

tipos corpulentos que se embolsan mis beneficios anuales, exprimiéndome a mí y a otros<br />

como yo. Supongamos que ustedes gobiernan la <strong>Fundación</strong>. Seguirían necesitándonos.<br />

Nos necesitarían más que los Monipodios porque se sentirían perdidos, y seríamos<br />

nosotros quienes traeríamos el dinero. Haríamos un trato mejor con el <strong>Imperio</strong>, estoy<br />

seguro; y lo digo como hombre de negocios. Si ello significa más ganancias, lo apruebo.<br />

Y se quedó mirándoles con burlona beligerancia. Reinó el silencio durante unos minutos,<br />

y entonces un nuevo cilindro asomó por la ranura del receptor. El general lo abrió, echó<br />

una ojeada a su contenido y lo conectó a los visuales.<br />

«Prepare plan indicando posición de cada nave. Espere órdenes manteniéndose a la<br />

defensiva.» Recogió su capa y, mientras se la ajustaba sobre los hombros, dijo a Barr<br />

con acento perentorio: -Dejo a este hombre a su cuidado. Espero resultados. Estamos en<br />

guerra y los fracasos se pagarán caros. ¡Recuérdelo!<br />

Se fue tras saludar militarmente a ambos. Lathan Devers le siguió con la mirada.<br />

-¡Vaya! Alguna mosca le ha picado. ¿Qué ocurre? -Una batalla, evidentemente -repuso<br />

ásperamente Barr-. Las fuerzas de la <strong>Fundación</strong> van a presentar su primera batalla. Será<br />

mejor que venga conmigo.<br />

Había soldados armados en la estancia. Su actitud era respetuosa, y sus rostros,<br />

herméticos. Devers salió de la habitación detrás del altivo patriarca siwenniano.<br />

Les condujeron a una estancia más pequeña e<br />

incompleta que la anterior. Contenía dos camas, una pantalla de video, ducha y otros<br />

servicios sanitarios. Los soldados se marcharon y la gruesa puerta se cerró con un ruido<br />

hueco.<br />

-¡Vaya! -Devers miró en torno suyo con desaprobación-. Esto parece permanente.<br />

-Lo es -dijo Barr con brevedad, volviéndole la espalda.<br />

El comerciante preguntó, irritado: -¿Cuál es su juego, doctor?<br />

-No juego a nada. Usted se halla a mi cuidado, eso es todo.<br />

El comerciante se levantó y se acercó al patricio, que se mantuvo inmóvil.<br />

-¿Esas tenemos? Pero está en esta celda conmigo, y cuando nos condujeron aquí las<br />

armas le apuntaban tanto a usted como a mí. Escuche, se ha enfurecido mucho con mis<br />

ideas sobre la guerra y la paz. -Esperó en vano-. Muy bien, déjeme preguntarle algo.<br />

Dijo usted que su país fue vencido una vez. ¿Por quién? ¿Por el pueblo de un cometa de<br />

las nebulosas exteriores?<br />

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