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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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EL LABERINTO DE HERMES<br />

de gente evitando cualquier tipo de caos. Se vestía completamente<br />

de negro, portando una de esas inusuales chaquetas de gangster<br />

que suelen alcanzar la pantorrilla.<br />

—¡Hey! Frederic, mira a ese joven de allí.<br />

—¿Cuál?<br />

—Aquel con el atuendo de pistolero —le señalé con el dedo.<br />

<strong>El</strong> muchacho continuaba caminando de punta a punta observándolo<br />

todo por encima de la multitud.<br />

—¡Oh! ¿Te refieres a Verjai? Era el técnico de mi ordenador.<br />

Vino a casa un par de veces —me respondió Frederic.<br />

—¿Técnico de ordenadores? Pues, no lo aparenta —agregué<br />

sorprendido por su inusitado atuendo; llamaba realmente la<br />

atención.<br />

—Así es, arregla ordenadores y al parecer entiende bastante.<br />

Sin ir más lejos, es casualmente el primo de Leslie.<br />

—¿<strong>El</strong> primo, dices? —exclamé asombrado. <strong>El</strong> mundo parecía<br />

ser verdaderamente pequeño.<br />

—No le prestes la más mínima atención, <strong>Danser</strong>. Ese muchacho<br />

es sumamente engreído —concluyó él, y nos posicionamos<br />

finalmente en la fila de jóvenes para comprar nuestras entradas.<br />

Continuaron llegando decenas de chicos y chicas todas vestidas<br />

de forma realmente provocativa; todas menos una en particular.<br />

Allí pude verla bajando de un taxi muy parecido al que habíamos<br />

tomado mi amigo y yo unos minutos antes.<br />

—¡Frederic, mira! Allí están Leslie y sus amigas —exclamé<br />

eufórico. Él, en cambio, ni siquiera se molestaba en observarlas.<br />

La muchacha llevaba puesto un pantalón de vaquero ajustado y<br />

una delgada campera azul. Se veía tan preciosamente intrigante;<br />

el brillo en su pelo recogido se destacaba por encima del resto de<br />

las personas. Le quedaba ciertamente hermoso su cabello amarrado,<br />

dejaba lucir aún más la suavidad de su rostro. Parecía conocer<br />

a muchas personas del lugar, comenzó a saludar a varias<br />

de ellas mientras Frederic y yo nos acercábamos cada vez más a<br />

la entrada de la discoteca.<br />

Cruzamos finalmente la puerta principal. La multitud se desplazaba<br />

amontonada entre las paredes de ese angosto pasillo mientras<br />

otros pagábamos la entrada para acceder al salón central.<br />

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