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Denevi, Marco - Ceremonia secreta

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<strong>Marco</strong> <strong>Denevi</strong><strong>Ceremonia</strong> <strong>secreta</strong>Santos le prometió volver. Y ella la espera.La señorita Leonides no puede más. Se siente tremenda de amor. Grita:—¡Cecilia!Su grito se expande, rebota en las paredes del largo zaguán vacío, despierta laspalomas del eco.El nudo de piernas y de brazos se suelta como cortado por una cimitarra, lamendiga se pone de pie de un salto, gira en redondo, ve a Guirlanda, a Guirlandaque vuelve, que corre hacia ella, que tiene el peinado deshecho, las mejillas arreboladas,los ojos fosforescentes; a Guirlanda que parece una muchacha, que parece milaños más joven, que parece sana y ágil y hermosa. Una tienda (cerrada) a la derecha,otra tienda (cerrada) a la izquierda, enfrente el muro (dormido) de San Miguel Arcángel,nadie es testigo de cómo esos dos pobres seres se precipitan el uno hacia elotro, cómo se abrazan y lloran, y entran en la casa del número 78 y cierran tras de síla puerta, ni cómo los llamadores de bronce dulcifican sus fachas de gárgolas y parecensonreír. Leonides Arrufat, Anabelí Santos, Guirlanda Santos, las tres simultánea yalternativamente ríen y lloran y besan a Cecilia y exclaman:—¿A que no sabes a dónde he ido? A visitar a un médico famoso. ¿Y a que nosabes qué me ha dicho? Que estoy curada. ¿Comprendes, Cecilia? Ya no tendremosnecesidad de vivir siempre encerradas en este caserón. Ahora podremos salir, pasear,ir al cine y al teatro. Tomaremos el té en una confitería, cada día una diferente, dondehaya música. Y nos compraremos cosas, muchas cosas, todas las cosas que nos gusten.Pero, ¿qué tienes?, ¿qué hay? ¡Cecilia! ¡Cecilia!Cecilia vacila, su rostro se altera, parece dividirse en varios rostros iguales quese superponen sin coincidir. Doblándose en dos, vomita sobre la alfombra.La señorita Leónidas la carga en sus brazos (Guirlanda y Anabelí la ayudan), lalleva hasta el dormitorio, la deposita delicadamente sobre el lecho, la desviste, laacuesta, va a decirle que en lo sucesivo, en lo sucesivo... Pero Cecilia como fulminadapor una atroz fatiga, se ha dormido de un golpe.Guirlanda, Anabelí y Leonides contemplan pensativamente ese rostro leudado,esa cara como un pan que ha caído en el agua y se ha hinchado sin perder, no obstante,su forma.Repentinamente las tres han comprendido.48

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