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Claustro JerónimoREVISTA DE ESPIRITUALIDAD JERONIMA CUADERNOS 8 - JUNIO 2006FR. JOSÉ DE SIGÜENZAEN EL 400 ANIVERSARIO DE SU MUERTEpor Fr. Andrés Gª Torralvo Osh
Claustro Jerónimo<strong>Cuadernos</strong> nº 8SUMARIOPRESENTACIÓN .......................................................................................... 2La vida del Fray José de Sigüenza .............................................................. 3Capítulo I .................................................................................................. 3Capítulo II ................................................................................................ 8Capítulo III ................................................................................................ 16Cuestiones a la vida del P. Sigüenza.......................................................... 251. El proceso inquisitorial ...................................................................... 252. Su figura intelectual y literariaen la historia de las letras españolas ................................................ 34La espiritualidad monástica que aflora en su gran obra,la Historia de la Orden de San jerónimo .................................................. 39Conclusión ...................................................................................................... 50EDITA:Monasterio de Santa María del Parral40003 - SEGOVIATeléf. 921 431 298 • Fax: 921 422 592Web: www3.plan<strong>alfa</strong>.es/msmparralE-mail: oshsmparral@plan<strong>alfa</strong>.esFOTOGRAFÍA PORTADA:Fray José de Sigüenza. Escuela española del s.XVII. Atribuida a Juan Pantoja de la Cruz y aAlonso Sánchez Coello.FOTOGRAFÍA CONTRAPORTADA:Biblioteca del Real Monasterio del Escorial.MAQUETA E IMPRIME:Gráficas CeydeDEPÓSITO LEGAL: Sg-56/2000
PRESENTACIONAnunciado estaba en la re vis -ta “Claus tro Jeróni mo” nº 21que, con motivo del 400 aniversariode la muerte de Fr. José deSigüenza, monje jerónimo, el“<strong>Cuadernos</strong>” de este año 2006 estaríadedicado íntegramente a sufigura. Así lo cumplimos.A la hora de redactarlo me haasaltado la duda de si reescribir suhistoria basándome en los datosque tenemos, especialmente en lasfuentes primarias: la del P. Bar to -lomé de Santiago, en sus MemoriasSepulcrales, y la vida que escribierael P. Fran cisco de los Santos. Op topor publicar el Resumen que aparececomo Prólogo de “Instrucción deMaestros, y escuela de novicios,arte de perfección religiosa y mo -nástica”, obra del mismo Si güenza,publicada en 1793.Hay en las páginas redactadas por el P. Santos algunas cues tiones, quequedan tan sólo insinuadas, y a las que la investigación posterior ha dadoluz y ampliado. A ello dedico la segunda parte de este “<strong>Cuadernos</strong>”.En un tercer apartado expongo algunas notas sobre el espíritu y la espiritualidadjerónima tal como la concibe el P. Sigüenza, y aparece palpablementeen su obra. Sin duda, es esto lo más característico de nuestramodesta publicación que tiene como objetivo transmitir los valores espiritualesjerónimos, que como nadie defendió nuestro egregio historiador.Fr. Andrés García Torralvo OSH2
LA VIDADELFRAY JOSE DE SIGUENZAResumen de la vida del V. P. Fr. José de Sigüenza, de la que escribió elIlmo. y Rmo. P. Fr. Francisco de los Santos en la Quarta parte de la Historia dela Orden de nuestro Padre San Gerónimo 1 .CAPÍTULO IEl V. P. Fr. José Si güenza, célebre Historiador de la Orden de SanJerónimo, varón de esclarecidas prendas en lo docto y en lo santo, insigneentre los que merecieron inmortal nombre en uno y en otro, nació en laciudad de Sigüenza (bien conocida en España) por los años de 1544, depadres nobles y virtuosos, que con inspiración particular determinaron sellamase José en el bautismo, que quiere decir aumento, como en pronósticode lo que había de au mentar los créditos de su pa tria, y de la naciónespañola con lo ilustre de sus escritos y virtudes. Asunto era el referirlaspara su talento, o para sus talentos, que todos los tuvo, y todos eranmenester para con tarlas como se debe, porque no formase quejas lo grandedel merecimiento de lo corto del estilo.Correspondieron con el nombre las inclinaciones desde su tierna edad;que la vir tud y las letras le llevaron siempre la atención. Cuando niño seholgaba ya de mano sear y hojear los libros que le daban. De doce añossabía la gramática, retórica y buenos principios de filosofía. Al paso de lasuficiencia crecía en él la devoción, y aun se adelantaba: en esos pocosaños le bullían ya en el pecho los deseos de ser religioso, dejar el mundo,y seguir a Cristo: en tan pe queña edad como la de doce años, se salió a1. Este Resumen de la vida del V. P. Josef de Sigüenza va como prólogo de la obra tituladaInstrucción de Maestros, y escuela de novicios, arte de perfección religiosa y monástica, compuestopor el V. P. Fr. José de Sigüenza, historiador de la Orden de San Gerónimo.3
El Padre Santos en el cuadro “LaSagrada Forma” de Claudio Coello (s.XVII).escondidas de la casa de suspadres, y tomó el camino para laciudad de Segovia, donde tenía untío religioso en el Convento delParral, que es de la Orden de SanJerónimo. En controse al subir elpuerto, que llaman de Malagosto,largo y difícil de andar, a unosarrieros que, en vez de tenerle lástima,trataron de en gañarle: dijéronlecon disimulo y ficción, que en loalto de él se ponía una Cruz, y porfalta de piedras cesaba la obra, quese cargase de ellas, que así lo hacíanotros cami nantes; y como al niño leto caron en punto tan de su de -voción, aunque a otras cosas leshabía respondido con vive za y gracia,a ésta se rindió luego sin replicarlesuna sola palabra. Cargó conlas piedras que pudo, y llevolas,hasta que en lo alto conoció el engaño.No halló la Cruz que le habíandicho, mas no por eso dejó de adorarla, descubriendo en las burlas lasveras de su cristiano espíritu, dejándole estam pado como monumentoeterno en aquellas piedras.Recibiole su tío con mu cho amor, y se alegraron de verle y comunicarlelos reli giosos. Decla roles la determinación que llevaba de tomar el santohábito y, aunque admi raron el ánimo del muchacho, y no menos la habilidady talento, repararon, y con razón, en su poca edad para llevar los trabajosde la Religión que, a la verdad, como él lo escribió después, no sonpara niños, como lo experimentan los muy hombres. Volviéronle a Si -güenza a casa de sus padres, para que saliesen del cuidado en que loshabía tenido, y él quedó contento con que más adelante se le cumplirían4
las esperanzas de sus intentos re -ligiosos.Prosiguió en aquella Uni ver -sidad los estudios y, como su ingenioera tan largo, tocó también enlas suavidades de la poesía y mú -sica, flores de la juventud, cuyoejercicio, to mado con moderación,es or nato; y sin ella puede ser deestorbo para lo más importante.Aunque en este claro va rón, podemosasegurar, fue provi dencia delSeñor, para que en riquecido deestos y otros muchos conocimientos,los hi ciese servir luego a laciencia principal e inteligencia delas Santas Escrituras, como delDoc tor Máximo lo canta la Iglesia.Era ya el año de 1565, ha llábaseen los 21 de edad, y algo olvidadode sus primeros propósitos. Ani -Algunos quieren ver en este pequeñoretrato en cobre de un joven jerónimo alP. Sigüenza a los 29 años, pero según lamayoría de los estudiosos no parece serauténtico.má banse por entonces muchos españoles a ir al socorro de Malta, a quientenía Soliman, hijo de Celín, cercada con trescientas velas. Pareciole anuestro mancebo era digna empresa de su noble espíritu conmutar porenton ces sus primeros intentos de religioso con los de soldado, y ser unode tantos como se alis taban para jornada tan honro sa. Partiose al reino deValen cia con un compañero suyo y, un día antes que llegase, había salidoya nuestra armada con toda la gente, caminando a la Italia para unirse conlas gale ras de Nápoles y Sicilia. Así solía decir él algunas veces que en unsolo día había estado la ventura de ser religioso. Enfermó allí gravemente,y de la enfermedad resultó el abrir los ojos al desengaño, Entró en consideracióndel estado en que se hallaba, fuera de su patria, frustradas lasesperanzas de pasar a Malta, herido de la enfermedad antes de ha ber llegadoa la pelea, y reco noció, como entendido, que estos sucesos podrían5
ser avi sos de que no era esta la jor nada que le convenía, ni la milicia quehabía de profesar, sino la que había comenzado cuando niño. Mal convalecido,se puso en camino para Casti lla, y le prosiguió hasta el Monasteriodel Parral de Sego via: volvió a pedir el hábito con humildad, y se le dieroncon tanta satisfacción y gusto de su alma, que con él recobró luegotambién la salud del cuerpo. Hizo un novicio aven tajado en todo, como sepodía esperar de sus grandes conoci mientos y desengaño. Abrazose con lahumildad y penitencia, y duráronle estas dos virtudes en su perfecciónhasta morir, en consideración que en el hombre ha de ser de por vida estabatalla. Profesó en el mismo día de la Santísima Tri nidad, en el cual tomóel san to hábito; y es cosa bien sin gular los acaecimientos que tuvo en estedía pues, en el mismo, cantó la primera misa, predicó la primera vez, lelibró el Señor milagrosamente, a la invocación de la Santísima Tri nidad,de un evidente riesgo de muerte, pasándole la rueda de un carro por lagarganta, y por último en este día se le lle vó el Señor a la Gloria.Enviáronle a proseguir los estudios al Real Colegio de San Lorenzo,que empezaba entonces, y fue el primer sacri ficio que hizo por la obedien -cia, pues su humildad le hacía querer ocultar sus talentos dentro de lasparedes del mo nasterio. Fue muy aprovechado, pues en estos años delnoviciado hizo mucha y varia lección, sin perder un punto del tiempo quele permitían los ejercicios religiosos. Procedió en los cursos de Artes yTeología con tanto lucimiento que le dieron la Pasantía o Maestría deEstudiantes, regentando muchas veces las cátedras por los maestros, congrande satisfacción y utilidad de los oyentes: no permitía en ellos un instantede ociosidad: proponíales en los ratos vacativos algunas cuestionesinge niosas, que los empeñasen con gusto, fecundando sus inge nios conexquisitas noticias, de mucho adorno y gracia para lo principal de los estudios.Empezó la carrera del púlpito y, desde luego, se mostró tan admirablecomo en la cátedra. A los niños del Colegio Semi nario les componíapoesías y autos llenos de religión, y conceptos santos, para que solemnizasenlas fiestas de Navidad y Corpus; y con esto de una vez habilitaba alos ni ños, solemnizaba las fiestas y regocijaba las Personas Reales, quegustaban en días tan alegres de este festejo y holgura. En estos y otros ejercicios,en que todos admiraban su habi lidad e ingenio, se mantenía él en6
la modestia y humildad que le eran ya como naturales. Era el dechado detodos, y se tenía por el menor. La lección, ora ción y meditación eran todosu empleo; en ellas digería y actuaba con el calor del espí ritu, lo que allápercibía con su grande entendimiento.Volvió a su monasterio enriquecido de virtudes y letras, dejando enSan Lorenzo, y en el Rey Fundador, ganada mucha estimación: llamoledespués muchas veces para que predicase, y eran notables la atención yconsuelo con que le oía tan grande Monarca. quisiera éste alhajar su Casacon tan rica prenda, mas sus hermanos, codiciándola para sí, le hicieronPrelado luego que pudieron. Sintió vivísimamente entrar en esta obligación,mas hiciéronle obedecer y, poniendo el hombro, hubo de admitir lacarga, rendido a la fuerza del mandato. Iba de lante con el ejemplo, jamásfaltó a punto alguno de comu nidad; con esto, y con la doc trina que vertíaen los capítu los y en las conversaciones, traía el Convento tan concerta do,que más parecía un remedo del cielo, que cosa de la tierra. Cerraba lapuerta a la ociosidad y, para traer ocupados a los religiosos, en las horasvacativas los leía dos lecciones cada día: la una de Sagrada Escritura, y laotra de Artes a los nuevos para que se fuesen habituando a las letras. Deesta manera a un mismo tiempo parecía el Monasterio Universidad deletras y de vir tudes. No por esto descuidaba un punto de lo temporal: co -Grabado del Monasterio de El Escorial.7
egía con blandura las faltas que hallaba, reprendía y llo raba a solas conlos culpados, que lo parecía él, haciendo demostraciones de grandísimacaridad y prudencia con los rebeldes y duros. Amonestaba una vez a unreligioso en su propia celda y, reconociendo que éste le oía con tibieza, sindar señas de arrepentimiento, el santo prelado, lleno de com pasión y decelo por aquella oveja, que daba trazas de per derse, desnudándose lasespal das, se dio tan cruel disciplina en su presencia, derramando a untiempo sangre y copiosas lágrimas, que el religioso, viendo semejante es -pectáculo, se dejó caer en tierra a los pies de su prelado, pidiéndole perdóncon mucha humildad y firme palabra de la enmien da de su vida, y asílo cumplió.Cuando el maestro de novicios hacía ausencia del mo nasterio, o enfermaba,no encomendaba a otro el andar con la Escuela; él tomaba este cuidado,ejercitándose en los oficios más humildes con los novicios y nuevos;enseñába los repetidas veces como se habían de postrar y besar los pies alos religiosos; hacíalo él primero hincándose de rodi llas delante de ellos;postrán dose y besándoles los pies con tanto rendimiento y devoción que,con el pretexto de la ense ñanza, no podía disimularse el ansia que teníadel ejercicio: tenía esta prenda de la humil dad muy dentro de su alma y,en conocimiento de su mucho valor, deseaba que todos se enriqueciesen yabrazasen con ella; bien entendido que, sobre este fundamento, asientanbien todas las virtudes, y que sin él no tienen alguna permanencia.CAPÍTULO IILos motivos que tuvo para irse a vivir al Real Monasterio de San Lorenzo,profesar en él, y lo que allí sucedió.Con este discurso de vida y con estos ejercicios dio fin a su priorato.Propuso en su ánimo hacer cuantas diligencias cupiesen dentro de su estadopara no volver a poner sobre sus hombros tan pesada carga. Con lafama que se extendió por la Orden de lo acertado de su gobierno en lo8
espiritual y temporal, en muchascasas, con una santa emulación, trataronde elegirle por su prelado:Mas el humilde varón ponía todosu estudio en estorbarlo; y para ha -cerlas iguales, buscó un asilo, a suparecer, muy seguro. Procuro queel Prior de San Lorenzo, que lo eraentonces el P. Fr. Miguel de Alaejos(varón observantísimo, y dig na -mente amado del Rey y de todos)supiese la intención que tenía deirse a vivir a aquella Real Casa. ElRey Felipe II, su fundador, gustabade que los monjes que en aquellosprincipios iban a vivir allí perseverasensin mudanza, y la Orden ayudabaa eso, no ocupándolos por en -tonces, pues lo estaban en cosa detanto lustre de la Religión. Queríale entrañablemente el Prior; alegrosesobremanera, y allanó la materia con grande gozo de la Comunidad, ymuy particular del Rey, que concedió la licencia con notable agrado, porsaber bien los muchos méritos del sujeto: Con esto se aprestó luego parael viaje; entró en San Lorenzo, donde fue muy bien recibido de todos,especialmente del Rey, que le mostró bien claro el mucho concepto que deél tenía.Estaba a la sazón dando asiento a aquella insigne Biblioteca, que detodas partes se juntaba, el doctor Benedicto Arias Montano, varón eruditísimo:Daba lección a muchos monjes de las lenguas hebrea y griega; leíalesmatemáticas, esfera y otras buenas artes, de que estaba enriquecido; ycon esta ocasión nuestro Sigüenza trabó con él amistad, y se hizo su discípuloen todo, y en todo salió gran maestro. Era él de ingenio aplicado yvivo, andaba sediento por saber, y aprovechose cuanto pudo de la ocasión;hubo quien discurriese que, entre las obras con que maravillosa-9
mente sirvió a la Iglesia católica Arias Montano, fue una la de dejar tal discípulo,en quien trasladó aquel gran lleno de su mucho saber. RetiradoBenedicto, quedó el discípulo haciendo las veces de su Maestro.Significáronle en esta ocasión el gusto del Rey Fundador de que hiciesesegunda profesión en San Lorenzo. Y como esto venía bien a sus intentosde huir de las prelacías y darse todo al ejercicio de las letras, lo ejecutó conmucha alegría suya y de todos. Se celebró con grande festividad el día 4de Mayo de 1590, que fue el de su segunda profesión: aquí renovó segundavez aquella voluntad de militar hasta morir, bajo la bandera de la Cruz,con tanto afecto, ternura y humildad, como si fuera un novicio.Hijo ya de aquella Real Casa, quisieran corriesen todos los oficios de sucuenta, pues para todos le sobraba caudal: encargáronle la cátedra deEscritura, y mostró bien el don de enseñar en el aprovechamiento de susoyentes. Predicaba con frecuencia, y disponía la doctrina para el Rey en talmanera, y la daba tanta eficacia y espíritu con sus palabras, que lograbaabundantes frutos. Encargose también por gusto de S. M. de la Biblioteca,para que sucediese en el empleo a Arias Montano, como le había sucedidoen el magisterio. Toda la idea de la pintura, o elección de las historiascon que está adornada noblemente dicha pieza, fue por ordenación suya;y los que entienden mucho de las artes liberales hallan que aprender entan hermosa distribución, como la supo dar este varón docto. Y como si lodicho fuera poco, tenía también a su cargo la formación de relicarios, y elexamen de las reliquias y de los testimonios con que venían a este RealMonasterio de todo el orbe cristiano. A todo satisfacía, porque su piedad,celo y talento le animaban para todo. No sacaba menos jugo de devociónde aquellos santos huesos, que de los libros que manejaba. Era consuelo,para los que llegaban y venían a adorar las santas reliquias, oír las amonestacionesy pasajes oportunos que traían de las vidas de los mismos santos.Refiere él (para confusión nuestra y de los herejes) que el Rey Felipeentraba cada día a verlas y adorarlas, o solo, o acompañado de sus hijos;y dícelo con unas palabras, que así como quiere, en ellas se infiera la devociónde tan santo Rey, podemos inferir la suya y su grande humildad:“Teniendo (dice) a mi cargo aquellos santos tesoros, me pedía S. M. algunasy aun muchas veces, le mostrase tal o tal reliquia y, cuando la tomaba10
en mis manos, antes que me pudiese prevenir de algún tafetán o lienzo, seinclinaba el piísimo Rey, y quitado el sombrero o gorra, la besaba con bocay con ojos en mis propias manos, y por ser algunas pequeñas, era fuerzabesármelas también mil veces. Y creo que con esto quería de un caminohacer dos obras santas, mostrando no estimar en menos las manos dondese consagra Jesucristo, que aquellos huesos, fundas un tiempo de almasque fueron aquí Templo del Espíritu Santo. Tras él, imitándole sus hijos,hacían lo mismo; donde muchas veces veía confundida mi tibieza, yaprendía en cuanto se ha de estimar lo uno y lo otro”.Esto dice que pasaba entre él y S. M. a sus solas y en secreto en aquellasanta Cuadra; allá se lo habían los dos, vaticinando de aquellos santoshuesos: preguntábale el Rey de algunos, cuyos eran, el nombre del santo,la patria, la vida, el martirio; y él, conociendo a lo que tiraba su celo, le respondíatan al punto, y tan doctamente, que acrecentaba con su plática losmotivos de la devoción: lo mismo acaecía con las otras personas reales yseñores de la Corte, que todos anhelaban por oír tan santas lecciones yemplearse en tan católicos ejercicios.Venían de cuando en cuando a este Real Monasterio ricas flotas deestas mercaderías del Cielo, y entonces era tanto el alborozo de este santovarón, que parecía salía fuera de sí, para darse todo al culto, decencia yrecibimiento de tan santas prendas. Mandole en una de estas ocasiones suPrelado, la tarde antes, que predicase. Y confiesa de sí que, habiéndolecogido tan de repente y tan alborozado con la fiesta, no sabe lo que se dijo,porque ni pudo escribirlo, ni aun meditarlo; que tomó por fundamento lodel Eclesiástico: Sapientiam Sanctorum narrent populi, et laudes eorum nuntietEcclesia. Y aun esto dice se lo advirtieron, que él no cayera en ello. Muchasotras veces le sucedió lo mismo de mandarle predicar sin alguna disposición.Y en todas ellas se manifestó el grande caudal de sabiduría y santidadde que estaba enriquecido.Debiose al cuidado de este gran siervo de Dios casi todo el aseo y disposicióncon que están las Sagradas Reliquias en aquel maravillosoTemplo, que es tal que (como él dice) al abrirse las puertas de los relicarios,le parecía descubrirse el Cielo, y que en tal caso se le espeluznabanlos cabellos y le temblaban las carnes: buena prueba de lo mucho que las11
veneraba en su espíritu. Ninguna de las ocupaciones que tenía en la lecciónde Escritura, en la Librería, en el Archivo (que de todo cuidaba) leestorbaba para esto, porque todos sus alivios y consuelos los tenía en tansanta compañía. Conocíasele bien el trato que había con los Santos por elejemplo, doctrina y escritos con que resplandecía. Y para que los imitasetambién en el padecer, permitió Dios le sucediesen grandes trabajos, yfuese perseguido del enemigo infernal con tal furia, como se vio en algunoscasos notables. En tres ocasiones le puso a riesgo de perder la vida,haciendo viaje por la obediencia, y el Señor le libertó milagrosamente,invocando en su ayuda a la Santísima Trinidad. No cesó el enemigo conhaber conspirado contra su vida; quiso también obscurecerle en su honra,para lo cual se valió de los instrumentos de la emulación y de la envidia,fiera pésima, que siendo José debía experimentar sus efectos, como el otroa quien vendieron sus hermanos en Egipto. Los ojos débiles y enfermos nopueden sufrir la mucha luz: Por esto algunos, cegándose con el resplandor,empezaron a notarle de desabrido, por no gustar del lenguaje de losvanos; juzgándole áspero de condición, cuando se mostraba celoso, y calificándolede ambicioso de honra, cuando le veían estimado del Rey y delos señores de su Corte. Leía la lección de Escritura con tanta inteligencia,magisterio y espíritu, que parecía otro Jerónimo en Belén, y esto los dabaen ojos. Escribía en este tiempo un Libro de Discursos sobre los doce capítulosdel Eclesiastés de Salmón, y la Historia del Rey de los Reyes, primeray segunda parte, que intituló: Jesus Christus heri, et hodie ipse el in saecula.Obras doctísimas originales llenas de erudición y de esplendor. Y estossus émulos, que debían no entenderlo, las tenían en poco; del mismomodo su doctrina y saber, cuando en todo era la admiración de los bienintencionados y libres de pasión tan envidiosa. En fin, como le veían revolvermanuscritos griegos, hebreos y rabinos, le tenían, o sospechaban, seríajudío: y por último, el enemigo común les cegó tanto que, de un golpe,quisieron acabar con él delatándole al Santo Oficio de la Inquisición.Padeció mucho con este impensado suceso. Y el Señor, para purificarlemás, como lo hace de ordinario con sus escogidos, le envió una molestaenfermedad, para que no sólo el ánimo, sino también el cuerpo padeciese.Hallose mal asistido y como abandonado de los suyos, por ser mirado12
Catedral de Sigüenza.como oprobio de toda la Orden: sólo en Dios, que le había puesto en semejantetribulación, hallaba consuelo, por el testimonio irrefragable de supropia conciencia.No hizo mella en su paciencia y en su constancia, un solo punto, tanrecio y duro golpe, confiando que el Señor le sacaría glorioso de los trabajos,que había permitido, para que imitase en el padecer a su Divino Hijo.Así sucedió: el Santo Tribunal le dio por libre, animándole a pasar adelantecon sus loables estudios, predicación y enseñanza. Y para más honrarle,mandaron predicase un sermón entre los dos Coros de la SantaIglesia Arzobispal [de Toledo]. Divulgose la noticia, acudieron a oírle, juntoseun auditorio muy numeroso y docto, y lo hizo tan a satisfacción detodos, con tanta abundancia de doctrina, persuadiendo al perdón de nuestrosenemigos, que quedó la Iglesia y la Ciudad con mucha alegría y edificaciónde ver tanta sabiduría junta con tanta caridad.13
Volviose a San Loren -zo sin más novedad en sutrato y persona, que elgozo de haber padecidoalguna cosa por Dios. Pro -cedió, como había pro -cedido; tornose a sus estudiosy al culto de Dios yde sus santos en la maneraque antes. A sus enemigos,ya con oraciones, yacon beneficios, los ayudabacuanto podía. El ReyFundador, entendiendo ellucimiento con que habíasalido de este lance tanpesado, le estimó muchomás que antes, viéndoseesto en la mayor frecuenciacon que le trataba,comunicándole de palabra y por escrito muchas cosas, y tomando su pareceren materias graves, seguro de que sería desinteresado y sin lisonja, enconsideración de su desasimiento y desengaño. Eligiéronle por entoncespara su Prior en dos casas principales de la Orden: San Jerónimo de Sevillay Santa Engracia de Zaragoza; y para esto sólo se valía del favor del Rey,que mostró quererle tener siempre a su lado.En su Casa de San Lorenzo le nombraron Procurador del CapítuloGeneral. Y en este Congreso le encomendaron escribiese la Historia de laOrden, esperando todos que aquella luz grande de su virtud, capacidad ysabiduría se hiciese más común, para gloria de Dios y provecho de lasalmas. Rindiose a esta obediencia, y la ejecutó con el acierto que se ve enlos tres tomos que sacó a luz en nuestro lenguaje castellano; cada uno bastantea dar fama inmortal a su nombre. Manifestó aquí la crecida afluenciade su ingenio en todo género de buenas letras, divinas y humanas,14
nobleza en el estilo, y buena elección de frases, nervio y fuerza en las razones,y una manera de decir tan ajustada y fácil, que a todos parece inimitable.Sembrolos de doctrinas sanas, de preceptos políticos, económicos,evangélicos, de estimables y recónditas noticias de las lenguas hebrea ygriega, sin perder de vista las rigurosas reglas históricas, con hermosavariedad en las sentencias, copia, erudición, gracia para enseñanza de losmonjes, educación de los príncipes, y para luz universal de los demás,mereciéndose, con aprobación común, el título de Grande entre los máscélebres Historiadores de España: dejando también un retrato valientesuyo en estas obras; por donde los que las leyeren con cuidado conoceránla sabiduría, espíritu y virtud del que las escribió que, para saber quienfue, no son menester otras noticias; asentó en ellas, a juicio de los mássabios, con invariable firmeza, los fundamentos de su perpetua celebridad.El año en que sacó a luz la primera parte (que contiene la vida, estudiosy escritos de nuestro P. San Jerónimo, asunto gravísimo que trató conexcelencia, y que le dio mucho crédito entre los hombres doctos) era yaRector del insigne Colegio de San Lorenzo, dignidad que admitió obligadodel precepto del superior, y por instancia del Rey Fundador. Gobernoleesta vez, y otra que después lo fue, con el acierto que se esperaba, experimentáronletodos maestro y padre en los ejercicios de letras y de virtud,sin saber en cual se excedía más, si en el espíritu de sus exhortaciones, pláticasy capítulos, o en la viveza y formalidad de sus argumentos.En esta primera ocasión que tuvo la Rectoría acabo una cosa muy deseadaantes, y de mucho honor para este Real Monasterio y lustre de toda laReligión. Alcanzó, pues, del Rey Fundador que, como fuesen acabando sulectura los catedráticos seglares, fuesen entrando monjes de la mismaOrden, hasta que quedasen con la regencia de todas las cátedras parasiempre. Guárdase en un Libro del Colegio una carta o representación queescribió sobre este punto, digna de su cabal juicio, llena de razones, todasde grande peso, en las cuales se echa de ver la veneración y aprecio quehacía de la Religión su Madre, y de todas las Religiones; el desinterés briosoy santo con que anduvo en este encuentro, que de la parte contrariatenía todas las calidades de fuerte. Victoria fue ésta de muy honoríficas15
consecuencias para la Religión. Mas no le salió barata al siervo de Dios,porque de este mismo hecho se le suscitaron nuevas emulaciones y sentimientosde los envidiosos, que interpretaban sus operaciones y actos másheroicos, como dirigidos a siniestros fines, no siendo otros los suyos queel servicio de Dios y honor de sus hermanos, como lo mostró en todo eldiscurso de su santa vida.CAPÍTULO IIIProsíguense los sucesos de la vidadel V. P. Fr. José de Sigüenza hasta su muerte.El celo y libertad santa de este venerable Padre, atendido el lleno de sucapacidad y virtud sólida, agradaba sobre manera al prudentísimo monarcaFelipe II. Nada quería se obrase en todos los ramos de aquella vastaFundación, que no pasase primero por la aprobación de Fr. José. Salió todotan al gusto del monarca que, así por esto como por tenerle por varón deDios, santo y sabio, era su real panegirista. Hablando de él en ocasionescon notable estimación de sus grandes prerrogativas, oyósele decir algunavez a S. M.: «Que los que venían a ver aquella maravilla del mundo, noveían lo principal que había en ella, si no veían a Fr. José de Sigüenza, yque según lo que merecía, duraría su fama más que el mismo edificio, aunquetenía tantas circunstancias de perpetuidad y firmeza».Otra vez, estando en su real presencia unos ministros hablando de esteinsigne varón, definiéndole unos a la luz de virtuoso, y otros a la de sabio,dijo el santo y prudente Rey: «¿Para qué os cansáis en eso? Decid lo queno es Fr. José, y lo que no sabe, y acabaréis más presto». Sentencia verdaderamentesuya, y merecedora de la celebridad que gozan otras muchas,originadas de caudal tan alto y majestuoso. En la misma opinión le teníanlos señores y cuantos le habían comunicado o leído sus escritos. Nada deesto le desvanecía un punto, ni levantaba su corazón; traíale siempre fijoen Dios, contemplaba su grandeza, la posesión eterna de sus coronas y16
premios, y esto le traía tan desengañado de las cosas del suelo, que enmateria alguna se le descubría apego, ni otro interés mundano. Se poníaúnicamente en los soberanos bienes y, levantando muchas veces los ojosal cielo, repetía con profundo sentimiento lo del Profeta Baruc: «Cuangrande es la Casa de Dios, grande el lugar de su posesión, grande es, y notiene fin, excelso e inmenso». A esta consideración seguía el continuo cuidadode mortificarse y humillarse, sabiendo que en la Casa del Señor y ensus Palacios eternos sólo son grandes, y admitidos a hacer Corte a tan altaMajestad, los limpios de corazón, humildes o pequeñuelos.Murió el prudentísimo Rey Felipe II en este año de 1598 y, entre los quefueron nombrados para la asistencia de su larga enfermedad y administraciónde Sacramentos, fue uno este santo varón. Y hasta el último puntose manifestó bien la satisfacción grande que hizo el piadoso Rey de su dictamen,haciendo muchas cosas, y todas muy saludables y acertadas, porsu consejo. Muerto el Rey le lloró tanto que, habiendo de predicar al séptimodía, no pudiendo reprimir el dolor de tan gran pérdida, lo hubo deencomendar a otro. Y harto predicó con eso, pues enseñó el modo y lasveras con que se debe sentir la falta de tales monarcas. Como testigo devista y exacto observador de todo lo que era digno de aprecio, escribiódespués, en la tercera parte, su enfermedad, tránsito y sucesos acaecidosen ella, tomando tan elevado vuelo sus plumas que aquí parece se excedióa sí mismo.No fue menos grato al nuevo Rey Felipe III, que lo había sido a suPadre. Antes bien, si la estimación de tan altas personas se hubiera dedecidir por estas cosas de afuera dijéramos que este Príncipe había excedidoen las honras con que distinguió a este venerable Padre. HízoleRector, luego Prior de aquel Real Monasterio; fue necesaria la fuerza de laobediencia para que lo admitiese: renunciolo a poco más de un año, puessu humildad era tanta, que le hacía ver lo que muchos no ven, que susfuerzas no bastaban para llevar el peso de tan grande carga. Sin embargo,en este poco tiempo cifró en su proceder las operaciones de muchos años.Acrecentó lo espiritual y temporal de aquella Real Fundación. Jamás dejóde asistir a los puntos de comunidad: “Porque donde está el Prior (decíaél) les da cuidado de no estar a los que deben estar».17
Era el primero en el Coro, y por este medio obligaba a los demás a quefuesen con la mayor puntualidad. Aprovechaba y movía tanto con las pláticasque hacía en los capítulos para la vida espiritual y reformación de lascostumbres de los religiosos, que era consuelo oírle y ver el hervor con quetodos, a su ejemplo, caminaban a la perfección. Persuadió al Rey Felipe IIIal cumplimiento de lo mandado por su gran Padre en su último codicilo,para que esta Fundación y Dotación Real quedase en la posesión, y gocede aquellas rentas y haciendas, que al tiempo de consagrarse la Iglesia sela habían señalado como dote digno de tan alto Rey. Habíanse pasadocinco años después de la muerte del santo Rey, y estas mandas no se cumplían;que no faltaban ministros que lo estorbasen, como después acá nohan faltado para querer turbar la posesión. Procuraban estos detener laentrega, o no acordarla al nuevo Rey, que hay quien tenga por política nohablarles a los reyes en cosas de difuntos; mas el santo Prior, en punto tangrave y tan escrupuloso, como lo es el no atender al debido cumplimientode las últimas voluntades, y de tener haciendas dedicadas a Dios, lesupo decir al Rey tales razones y tan eficaces, que luego S. M. mandó seentregase todo, y se ejecutó así con todas las solemnidades de derecho,quedando el Convento en posesión de cuanto contenía el codicilo; y desdeentonces se dio principio a la oración continua y a otras obligaciones delcontrato entre el Fundador y la Comunidad.El desvelo que puso en estas cosas y en otras muchas que hizo en tanbreve tiempo, mirando el servicio de Dios, al de los Reyes y al calor de laReligión, se ha tenido hasta hoy por maravilloso. Vivían los súbditos consumo consuelo en la sujeción de tal Prelado. Era padre para todos, porquesu amor era de perfecta caridad: no había para él míos ni tuyos, que teníaeso por peste de la fraternidad religiosa; procuraba la unión de todos,remediaba sus necesidades, y las de sus padres, para que así viviesen descuidados,y vacasen sólo a Dios. Humanábase en tanto grado que parecíaera él súbdito de los demás. Referían algunos que le habían servido en lacelda, que muchas veces se les ponía de rodillas, les besaba los pies conmuchas lágrimas y hacía otras acciones, que los dejaba confusos a vista desu abatimiento. A más de esto, continuaba con mayor rigor la oración, losayunos, disciplinas y otras mortificaciones en que siempre se había ejerci-18
tado desde los principios.Nombrole el Rey por Pre -sidente del Capítulo quese celebró para elegir Ge -ne ral, y vino en que re -nunciase el Priorato porlos muchos ruegos y cartascon que se lo habíapedido, exponiendo milrazones, que su humildady capacidad sabían disponer.Sin embargo la Re -ligión, sin atender a susexcusas, le compelió a quetomase la Visita generalde los Reinos de Castilla.Volvió a su Casa coneste disgusto y, hasta quellegase el tiempo de hacerla,se volvió a los ejerciciosde penitencia y mortificación,con tanto denuedo ybríos, como si entoncesRelieve de San Jerónimo, Altar de Santa Librada,Catedral de Sigüenza.empezase la carrera, y así le parecía, porque a los santos nunca les satisfacelo que hacen, mirando so la mente lo que les resta que hacer. LosMisterios de la Beatísima Trinidad, de la Encarnación del Verbo y Re pa -ración del hombre por Dios hecho hombre, eran la continua materia de sualtísima contemplación: el fuego divino que aquí se excitaba abrasaba sucorazón, y le hacía emprender aquellas resoluciones tan propias de lossantos y de los finos enamorados. En una de estas ocasiones propuso,lleno de amor y de agradecimiento, recibir tantos azotes como al mismoSeñor y Salvador nuestro, según la común opinión, le habían dado en suPasión Santísima. Así lo cumplió, sin embargo de la falta de salud y fuerzascon que ya andaba en este tiempo. Certificó un religioso, a quien tenía19
dada la obediencia, que serían los azotes que sufrió este siervo de Diosmás de cinco mil y quinientos, diciendo a cada uno en honor de la Santí -sima Trinidad: Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto, y que eran tan rigurosos,que de ninguno dejaba de salir sangre. De estos esmaltes y otros se -me jantes están hermoseadas las preciosas vidas de los santos.Llegose el tiempo de ir a la Visita general y, aunque muy quebrantadode salud, la hizo tan a satisfacción de todos los monasterios de Castillaque, discurriendo por ellos, llenó los deseos que tenían de ver y tratar a unvarón tan celebre en doctrina y santidad, de que quedaron alegres y edificados.Dio después a luz la tercera y última parte de la Historia de laOrden de San Jerónimo: refirió en ella, con aquel modo inimitable suyo, lafundación del Real Monasterio del Escorial, que poco menos había presenciadotoda, e hizo tal descripción de todo el edificio y sus partes, grandezasy adornos, con tan propios términos y tanta inteligencia en la materia,que a quien la lee, le parece no fuera posible significarlo así, sin haberaprendido todos los oficios y artes que se requieren, en sentir de Vitrubio,en los buenos arquitectos, y se ejecutaron en aquella Real Fábrica. Admi -rose mucho entre los entendidos esta parte de historia y, ponderando superfección, se hicieron muchas y muy cuerdas ponderaciones. Algunos delos Grandes dijeron que no había hecho menos la Orden de San Jerónimoen haber ofrecido al Rey Fundador tal Cronista para la descripción deaquella maravilla, que S. M. en haberla entregado a la Orden para habitaciónde sus hijos, haciendo el paralelo de cada cosa en su esfera. Otrosdecían que, como la Fundación manifestaba en su causa gran potencia ypiedad raras veces vista, la descripción no mostraba menos lo singular,raro y peregrino del ingenio del Autor, y de esta suerte discurrían otrascosas, maravillados del acierto con que trata tan nuevo y extraordinariosujeto. Señalose mucho el Rey en manifestar lo que le había agradado estetrabajo. Y durándole en la memoria lo que sucedió en el Capítulo privadode haberle compelido la Orden a tomar la Visita, no obstante su falta desalud, le tornó a nombrar ahora por Presidente del Capítulo general, quese iba a celebrar, y al mismo tiempo le nombraba también por Prior de SanLorenzo, convenido el Rey que podría serlo muy bien, pues había podidohacer la Visita general de Castilla.20
No es fácil de ponderar la pena que recibió este varón santo con estegolpe tan no esperado: no hacía sino llorar, y era tanta su aflicción y desconsuelo,que le ponía en todos los religiosos. Querían estos persuadirle aque admitiese por ser gusto y voluntad tan declarada del Rey y convenirasí al bien de la Casa y al servicio de Dios; mas no había remedio, que atodo respondía de suerte que los dejaba convencidos, y no sabían quehacerse. Duró esta porfía mucho, hasta que habiéndola sabido el religiosoa quien tenía dada obediencia, lastimado de la Comunidad, entró en suCelda y, usando de la autoridad que para entre los dos le había cometido,le dijo estas palabras que, hasta después de su muerte no se supieron:«Padre, no se excuse de hacer el oficio de Prior y, pues me tiene prometidaobediencia, en virtud de ella se lo mando de parte de Dios». Fue cosanotable que, apenas oyó la obediencia, se encogió de hombros y, humillado,respondió que obedecía, y que no podía hacer otra cosa.Concurrió al Capítulo general (que se celebró en el año 1606) con multiplicadostítulos y honores, que jamás en otro se han juntado tantos, porPresidente, por Visitador General de Castilla, por Procurador de su RealMonasterio, y nombrado Prior de él: de donde se ve que las dignidadessiguen a quien las huye, como la sombra al cuerpo, y que estas cosas seañaden a los que primero y principalmente buscan el Reino de Dios y sujusticia. En este Capítulo le concedió la Orden, en premio de sus trabajosy escritos con que tanto la había ilustrado, una vigilia y misa cantada entodos los monasterios para cuando muriese: atención que estimó mucho,y que tardó bien poco en lograrla.Volvió a su Casa y procedió en el Priorato tan santamente como la primeravez. Vivían todos en paz y llenos de verdadera alegría por su gobierno;recelosos sí, de que quisiese renunciar y los dejase presto. Pero no fueasí el dejarlos, que quiso Dios ordenarlo de otra manera, llevándosele parasí a gozar el premio de sus virtudes. Tuvo revelación de su muerte, quepor dos veces lo dio a entender, y pudieron advertirlo con bastante claridad.La una fue que, desde que entró al Priorato esta segunda vez, lesdecía frecuentemente que cuando menos pensasen le hallarían muerto. Enconsecuencia de esto veían que, si en todo tiempo, como siervo fiel y vigilante,había aguardado la venida de su Señor, en éste era notable y con21
Catedral de Sigüenza.exceso su cuidado: más frecuente en la oración, en el ejercicio de las virtudes,en el desvelo de ser el primero en todo, en el confesarse muy a menudoy, especialmente, en los suspiros y lágrimas con que celebraba la misa,ternura que ocasionaba a los que la oían, admirándola, no por nueva en él,sino por ventajosa: y de todo conjeturaban y temían ser verdad lo que lesdecía de su muerte tan repetidamente. La otra fue que, el tercer dia dePascua de Espíritu Santo, saliendo con los religiosos a la huerta despuésde Completas, se apartó con dos de ellos a distancia de los demás, y comoa más familiares suyos les dijo estas palabras: «Padres, ya es llegado eltiempo de mi muerte, yo tengo de morir con mucha brevedad, y de repente:mis buenos deseos os han obligado en algo, pagádmelo en ayudarmecon vuestras oraciones en un trance tan peligroso». Dicho esto, clavó los22
ojos al cielo, y le saltaron las lágrimas, y estuvo así suspenso un rato. Losreligiosos que le oyeron lo quedaron también con la novedad de tan sensibleanuncio, sin poder detener el llanto. Respondiéronle que confiabanen Dios no los desampararía en quitarles tal padre, sino que le daría lasalud y vida que deseaban. Volvioles a repetir con más fervor el mismoanuncio, cuya verificación experimentaron bien presto. Fueron estos dosreligiosos los Padres Maestros Fr. Pedro Rosales, profeso del Parral de Se -go via, y Fr. Francisco de San Juan, del de San Jerónimo de Sevilla, amboscatedráticos actuales del Colegio, y que después fueron Generales dignísimosde la Orden. De testigos tan abonados se supo este suceso.Anduvo aquella semana de Pascua muy retirado, cuidadoso, suspensoy dentro de sí, como hombre que trae un negocio de grande importancia,que no le puede haber mayor que el disponerse para bien morir. Y el viernes,dicha misa con devoción muy grande, tuvo Capítulo a la Comunidady habló en él tan maravillosamente del desengaño del mundo, de la brevedadde la vida, de lo infalible de la muerte, animando a los súbditos a laperseverancia en la carrera de las virtudes y de la observancia de los preceptosy consejos evangélicos, que si en semejantes lances siempre le habíanvisto grande en la doctrina, espíritu y eficacia, en éste se mostró mayor.Exhortolos a la caridad unos con otros, haciendo demostraciones tan tiernasde la que les tenía, y había tenido a todos, que fueron pocos los que nole correspondieron con lágrimas. Fue ésta la última plática que les hizo.Desde allí se fue a la celda, dispuso algunas cosas, dio orden para otras,pero lo principal fue tratar de su partida, como quien sabía se iba llegandoel plazo señalado. Estuvo recogido santamente aquella tarde, y al díasiguiente, sábado, víspera de la Santísima Trinidad por la mañana, cuandotocaban a Prima, entró el camarero, y salió luego avisando a los religiososle había hallado sin sentido. Acudieron todos llenos de dolor ysusto, y le hallaron arrebatado, la vista al cielo, transportado, y como enun éxtasis profundo. Los que sabían sus secretos, y reflexionaban que estoacaecía en la víspera del dia de su mayor devoción y meditación más profunda,que era el de la Santísima Trinidad, daban por acabada su vida. Losdos Maestros del Colegio no dudaron había ya llegado el cumplimiento desu vaticinio. Perseveró en este estado y en este transporte admirable toda23
la víspera y día de la Santísima Trinidad y, recibida la Santa Unción, pasóde esta vida a la eterna el lunes inmediato, que se contaban 22 de Mayoaño de 1606, diez y siete días después de la entrada segunda en su Prio ra -to, a las doce horas del día, que fue bien aciago para aquella Real Casa yaun para toda la Orden. Lloráronle tanto sus hermanos, que las lágrimasimpedían sus voces para cantar en el entierro. El Señor Rey Felipe III mostróen sus expresiones su sentimiento; y muchos de los Caba lleros de suCasa y Corte dijeron delante de S. M. : «Que era muerto el mejor hombrey más docto que, en el estado religioso, se conocía en aquellos días». Dur -mió sin duda en el Señor, el que continuamente velo aguardando su venida.Y para significarlo así, y que fue honor de la Dis ciplina Monástica, yquien dio a la Historia Cristiana el punto de perfección que se le debe, ypuede dar, grabaron algunos años después, en la piedra que cubre susepulcro, este epitafio.HIC DORMIT QUI SEMPER VIGILAVIT,R. P. FR. JOSEPH DE SIGUENZAHUJUS R. CENOBII P.DISCIPLINAE MONASTICAE DECUS:CHRISTIANA LUGET HISTORIA:QUID PLURA?SCRIPTA LEGE.OBIIT DIE XXII. MAII ANNO 1606.24
CUESTIONES A LA VIDA DEL P. SIGUENZAAcabáis de leer el Resumen de la vida de Fray José de Sigüenza, escrita porFray Francisco de los Santos. Ahora vamos, a detenernos en algunas cuestionesque esta biografía puede suscitar y sobre las que, analizando a nuestrobiografiado, han tratado distintos autores. Nos permitiremos algunasaportaciones a tales cuestiones, a la luz de nuevos documentos hallados.Nos ceñiremos a estas dos cuestiones:1. El proceso inquisitorial y los comentarios que se hacen acerca de sucarácter hosco y trato brusco, y su aparente ambición al querer residiren El Escorial desechando otros prioratos que se le ofrecieron.2. Su figura intelectual y literaria en la historia de las Letras Es pa -ñolas.1. EL PROCESO INQUISITORIALLeyendo de nuevo al P. Santos, sobre los aprietos en que se vio Si -güenza, nos encontramos con este texto:No cesó el enemigo con haber conspirado contra su vida; quiso tambiénobscurecerle en su honra, para lo cual se valió de los instrumentos de laemulación y de la envidia, fiera pésima, que siendo José debía experimentarsus efectos, como el otro á quien vendieron sus hermanos en Egipto.Los ojos débiles y enfermos no pueden sufrir la mucha luz: por estoalgunos, cegándose con el resplandor, empezaron á notarle de desabrido,por no gustar del lenguaje de los vanos; juzgándole áspero de condición,cuando se mostraba celoso; y calificándole de ambicioso de honra, cuándole veían estimado del Rey, y de los Señores de su Corte.Leía la lección de Escritura con tanta inteligencia, magisterio y espíritu,que parecía otro Jerónimo en Belén, y esto los daba en ojos. Escribía eneste tiempo un Libro de Discursos sobre los doce Capítulos del Eclesiastés25
de Salomón, y la “Historia del Rey de los Reyes”, primera y segunda parte,que intituló: “Jesus Christus heri, et hodie ipse el in saecula”. Obras doctísimas,originales, llenas de erudición y de esplendor y, estos sus émulos,que debían no entenderlo, las tenían en poco; del mismo modo su doctrinay saber, cuando en todo era la admiración de los bien intencionados y libresde pasión tan envidiosa. En fin, como le veían revolver manuscritos Grie -gos, Hebreos y Rabinos, le tenían ó sospechaban sería judío: y por último,el enemigo común les cegó tanto, que de un golpe quisieron acabar con él,delatándole al Santo Oficio de la Inquisición. Padeció mucho con esteimpensado suceso; y el Señor, para purificarle más, como lo hace de ordinariocon sus escogidos, le envió una molesta enfermedad, para que no soloel ánimo, sino también el cuerpo padeciesen. Hallose mal asistido y comoabandonado de los suyos, por ser mirado como oprobio de toda la Orden:sólo en Dios, que le había puesto en semejante tribulación, hallaba consuelo,por el testimonio irrefragable de su propia conciencia.Es cierto que en los historiadores jerónimos apenas se habla de los conflictosacaecidos en la vida del P. Sigüenza a que alude el párrafo anteriory, muy en especial, al desagradable incidente del proceso inquisitorial aque fue sometido.A la muerte del P. Sigüenza, el P. Bartolomé de Santiago, a la sazónvicario de El Escorial y, encargado de redactar su memoria sepulcral, dejaconstancia de este hecho y del motivo que lo causó: la envidia. Su relato esusado en lo sucesivo por todos aquellos que tocan este tema, como podemosver si cotejamos, por ejemplo, el relato del P. Santos y el del P. San tia -go que ahora reproducimos:Y porque los imitase [a los santos] en padecer algo por ellos, el mismoSeñor permitió le sucediese un trabajo notable, que con estas martilladas ygolpes se labran las piedras de la ciudad santa.Fue el caso que, como le veían predicar con tanta aceptación del Rey ycortesanos, favorecido y querido de ellos y bien quisto con los religiosos,entró la mala polilla de la envidia o, por mejor decir, la fiera pésima, y algunosde sus hermanos, que solamente lo eran en el nombre, le aborrecían yno le podían oír palabras de paz, como en otro tiempo los suyos a aquelgran patriarca que vendieron en Egipto.26
Tocaron al nuestro en lo más fino, que era la fe y doctrina que predicaba;denunciaron de él en el Santo Oficio de la Inquisición de Toledo; fueallá, y de esta vez le tuvieron recluso en el monasterio de la Sisla [Toledo]más de medio año; y como aquel tribunal mira las cosas con tanto acuerdo,tardaron muchos días; en éstos padeció allí una enfermedad grave, con pocoregalo y mucha descomodidad y trabajo.Iban despacio las informaciones y aquellos señores le mandaron venir [aEl Escorial]; hicieronlos y diéronle los cargos, que, a lo que se entiende, fuerondoce. Descargose y tan bien, que pasados algunos meses le mandaronllamar y dieron por libre, honrándole mucho en la sentencia; y el que escribeésto lo vio original, y los cargos y descargos de todo el negocio, que todoresultó para honra de nuestro santo, al cual aquellos señores inquisidoresanimaron a que prosiguiese en sus estudios y predicación y procuraron predicaseentre los dos coros de la Santa Iglesia [catedral], como lo hizo.Después que aquí vino, procedió como antes, sin mostrar género de sentimientocontra los que le habían hecho este daño, antes les hizo el bien quepudo, que es propio de santos dar bienes por males.No tiene de extrañar el silencio sobre este doloroso proceso, que nosólo afectaba al gran historiador, sino a la comunidad de El Escorial ya quetoda ella se veía involucrada.Aunque sus biógrafos dejan constancia del buen talante con que el P.Sigüenza recibió esta prueba, no por ello hubo de dejar de influir en suánimo; y las acusaciones que se le hacen de modales bruscos, carácterhosco y desabrido, pueden estar aquí fundamentadas. Incluso hay quienencuentra reflejado el fruncido ceño y la torva y abatida mirada en el lienzoque preside la Real Biblioteca de El Escorial, reproducido en la portadade este “<strong>Cuadernos</strong>”.Excede la intención de estas páginas el aportar todas las serias investigacionesque sobre el proceso de Fr. José de Sigüenza se han hecho. Apartede los ya citados, podríamos aportar las del P. Julián Zarco Cuevas, C. PérezPastor, J. A. Llorente, J.C. García, Pastor, H.Ch. Lea y M. Bataillón, que magníficamenteresume Gregorio de Andrés en su obra Proceso Inquisitorial delpadre Sigüenza 1 . Pero permitid que aporte el juicio que da Juan Antonio1. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1975.27
Llorente, secretario de la Inquisición en Toledo, en su Historia crítica de laInquisición de España, basado tal vez en el conocimiento que puedo tener delas actas que se guardaban en la capital del Tajo:El haber sido [el P. Sigüenza] uno de los mejores predicadores y el másagradable al Rey, le produjo persecución amarga. Los otros monjes, cuyossermones no conseguían tanto aplauso, lo delataron a la Inquisición deToledo, como sospechoso de la herejía luterana. Estuvo preso cerca de unFirma de Sigüenza y de los otros definidores del Capítulo General de 1604.28
año en el monasterio de su Orden, llamado de La Sisla, con obligación depresentarse al tribunal cuando se le avisara. Satisfizo a gusto de los calificadores;fue absuelto, y murió después siendo prelado de su propia comunidad.Del conocimiento de este proceso, como el de tantos otros, no se pudotener noticia hasta el siglo XIX, debido al celoso secreto que el Tribunalmantuvo de las actas en sus archivos hasta esas fechas en que se pudotener acceso a ellas. Podrían haberse tenido noticias a través de las muchaspersonas que declararon en este caso, mas el sigilo a que se les obligaba,bajo las más severas penas, hacía inviolable el secreto que prometían guardar.Incluso al mismo acusado, fuera absuelto o condenado, se le conminabaal silencio bajo esta advertencia: que no trate en ninguna parte de sunegocio ni de cosa que le toque ni de los testigos que han depuesto contra él en estacausa. Ante esta seria amonestación, al acusado sólo le restaba roer de porvida todo lo que había escuchado contra él, por muy absuelto que sehubiese visto de tales acusaciones.Digamos que el proceso, aunque no suscita el interés que otros de suépoca, pero sí atrae grandemente la atención por la personalidad del enjuiciadoy porque nos da datos de su vida, que se desconocían. Detengá mo -nos un momento en él.Como acabamos de decir, el proceso arroja luz sobre la biografía del P.Sigüenza, que tantos puntos oscuros encerraba: padres y demás familia,apellidos, estudios, maestros, disciplinas, estudios, cronología de su vidahasta 1598, cargos ocupados, su docencia y lugares de ésta. En momentostan graves de su vida, es el mismo Sigüenza, en sucinta autobiografía, elque los aporta en el documento de su propia mano que entregó a los inquisidoresde Toledo en julio de 1552, y al que tituló Genealogía.Sobre sus orígenes, este escrito nos da a conocer que había nacido en1544 y era natural de Sigüenza. Declara ser hijo natural del clérigo sochantrede la catedral de esta ciudad, Asensio Martínez. Su madre se llamabaFrancisca de Espinosa, siendo natural de Espinosa de los Monteros(Burgos), que estuvo casada con un tal Franca del que tuvo dos hijos Juany Pedro, el uno militar y el otro clérigo. Una vez viuda, tuvo otros doshijos naturales Isabel Fernández y Librada Hernández, sin que el mismo29
Sigüenza sepa el nombre del padre de estas dos hermanastras suyas. Sídeclara que del clérigo Asensio Martínez tuvo de su madre, aparte de él,otra hermana llamada Matea de Espinosa. Así pues, si Fr. José no siguiesela tradición jerónima de sustituir sus apellidos por el del lugar de nacimiento,se llamaría Fr. José Martínez de Espinosa aunque, siendo hijonatural, sólo llevaría el apellido de la madre: José de Espinosa.Este dato ha sido la punta del ovillo para poder desenmarañar la investigaciónde su vida docente: sus aficiones musicales, literarias, quienesfueron sus maestros, dónde y con quién cursó la lógica, la filosofía y la teología,cuándo y dónde y ante quién, y hasta la hora en que defendió el titulode bachiller, datos todos comprobados a través de las papeletas dematriculación y de las actas de los exámenes, en las que figura bajo elnombre de José de Espinosa.Otro dato controvertido, que aparece en sus biografías, es su reiteradanegativa a aceptar el priorato de diversos monasterios que le ofrecieron ala vista del éxito obtenido en los años que ejerció como tal en el Monas -terio de Santa María del Parral, donde iba a la par la exigencia en la piedady observancia y la formación intelectual de los monjes. De “Univer -sidad de letras y virtudes” la califica el P. Santos, como hemos podido leer.Para el biógrafo a que nos venimos refiriendo, el P. Santos, es el deseode un mayor recogimiento y dedicación al estudio y oración lo que lemotiva, creyendo que, en una casa como aquella, pasaría desapercibido,aparte de adquirir la estabilidad que ciertamente ansiaba, al cumplirse lareal voluntad que no permitía que los monjes de este Monasterio delEscorial tuviesen otros destinos. Pero hay quienes quieren ver en esterechazo y en el deseo de traslado al Real sitio de San Lorenzo la aspiraciónde medrar junto al Rey Fundador, Felipe II, poniendo la ambición intelectualy hasta cortesana como la motivación de su aspiración de incorporarseal emporio que se estaba formando en San Lorenzo del Escorial.El hecho es que lo logró en 1589, una vez obtenidos los permisos delRey y del Prior, a la sazón Fray Miguel de Alaejos. Allí, según la costumbre,hizo su segunda profesión el 4 de mayo de 1590 quedando definitivamenteincorporado al Real Sitio, donde ejerce la enseñanza en diversascátedras, el cuidado y mantenimiento de la Real Biblioteca, amén de la30
Mandato del Rey a Sigüenza para que presida el Capítulo General.dirección de su ornamentación, la calificación, guarda y cuidado de lasreliquias, más, y quizás sea el título en el que sobre todo destaca, ser designadohistoriador de la Orden de San Jerónimo. La fama que le precedía desu buen hacer como prior del Parral, y el favor con que le distinguía lamonarquía, hizo que por dos veces ostentase el cargo de prior de SanLorenzo del Escorial y fuese designado por Felipe III presidente de uncapitulo general.Su relación con Arias MontanoTal vez nos convenga dar a conocer algunos datos sobre Benito AriasMontano (1527-1598). Nacido en la villa extremeña de Fregenal de la31
Sierra realizó en Sevillaestudios de lingüística, gramática,retórica y filosofía,pasando después a la Uni -ver sidad de Alcalá de He -nares donde el año 1548alcanzó el titulo de bachilleren Artes, convirtiéndose,en 1552, en el primerpoeta laureado por tal Uni -ver sidad. De todo su saberes, sin duda, el conocimientode lenguas, en especialdel hebreo, lo que le hacedestacar.Tras finalizar su asistenciaal Con ci lio de Trento, seretiró a la Sie rra de la Ara -cena (Huel va) desde dondefue llamado por Felipe IIRetrato de Arias Montano.para ejercer la cátedra delenguas orientales y responsabilizarsede la extraordinariabiblioteca del mo nas terio. Es aquí donde tra ba amistad con Fr. Joséde Si güenza, en el que produce un cambio trascendental, materializado ensu predicación, que se inspira en el Evangelio, en lugar de fábulas y poesías,y en su valoración de la Biblia, llegando a afirmar: Como me dejen aArias Montano y la Biblia no se me da nada que me quiten los demás libros, demanera que llega a aconsejar a un monje que deje a un lado los libros deoración y se aplique a leer los Evangelios.En 1568, el propio Felipe II hizo responsable a Montano de la Bibliaquinquelingüe (latín, griego, hebreo, caldeo y siríaco) de Amberes, en laimprenta de <strong>Plan</strong>tino. Disertó ampliamente, cual otro Jerónimo, sobre lageografía bíblica, las medidas hebreas, la disposición del templo, las ves-32
tiduras de los sacerdotes y la interpretación de la lengua hebrea. Pero noeran años propicios para estos escarceos en los libros sagrados y esto hizoque Arias Montano y su Biblia fueran atacadas y puestas bajo sospechanada menos que por el mismísimo Tribunal de la Inquisición, que veía enella un rabinismo excesivo. No obstante, salió indemne del ataque, y laBiblia se editó en 1572.Aquí podemos ver el origen de la acusación que se hizo a Fr. José deSigüenza, sucesor de Arias Montano en la dirección de la Biblioteca y,como hemos dicho, ferviente admirador del trabajo bíblico del mismo. ElP. Sigüenza, siguiendo el espíritu de su maestro, realizó estudios basadosen la Sagrada Escritura, como La historia del Rey de los Reyes y Señor de losSeñores. Cristo Señor nuestro, y comentarios a los libros del Génesis, Deu te -ro nomio y Eclesiastés.Ya sabemos, por el P. Santos, el favor con que lo distinguía Felipe II ylas afirmaciones que en boca de éste se ponen: Los que vienen a ver estamaravilla del mundo [El Escorial], no ven la principal que hay en ella si no vena fray José de Sigüenza. O aquella otra en que, estando en presencia deFelipe II unos ministros elogiando al monje sin saber si era más virtuosoque sabio, intervino el Rey Prudente y les dijo: ¿Para qué os cansáis en eso?Decid lo que no es fray José y lo que no sabe, y acabareis más presto, Mas, a pesardel favor real, no pudo esquivar el ataque de la Inquisición a la que fuedenunciado anónimamente.No es lugar, esta modesta publicación para analizar los doce cargosque se lanzaron contra él, acusándolo de luteranismo y judaismo. Buenosería poder hacerlo, ya que quedaría patente su saber teológico, su talantebíblico y su buen ser de monje, al aceptar esta prueba con humildad,como mandato de la obediencia, y veríamos la caridad con que siguió tratandoa sus hermanos de comunidad que lo habían acusado.Concluyamos este tema del proceso inquisitorial con una contundentefrase de uno de sus biógrafos, Juan Catalina, que afirma que la acusaciónse debió a suspicacias de teólogos sutiles, envidias de claustro, o el torpe celo queen ocasiones ha cubierto con los negros vapores de la calumnia las grandes figurasde la Iglesia.33
2. SU FIGURA INTELECTUAL Y LITERARIA EN LA HISTORIADE LAS LETRAS ESPAÑOLASEsbozamos ahora su figura intelectual y literaria en las letras españolasrecogiendo un breve florilegio de testimonios sobre Fray José de Si -güenza, en los que se describen varios rasgos humanos y cualidades de surica formación, que nos ayudan a comprender más su personalidad y avalorar mejor su obra 2 .- ALAEJOS, Fr. L.: El P. Sigüenza, mi prelado y maestro, cuio pensamientosiempre fue dedicado a Dios, criado en la escuela de la Escritura, fundado engrande retiramiento y menosprecio del mundo; de ingenio singular y peregrino.Lengua discreta y dulce. Púlpito grave y severo; pluma cortada y cortadora. Vidareligiosa y sin querella. Conversación agradable y llena de sales; Bibliotecariomuchos años de esta librería real. Rector de este collegio insigne. Prior de esta casatan celebrada por el mundo. Todo lo tenía puesto debajo de aquella ánchora quesubía su pensamiento al cielo. Allá lo gozará todo por junto.- ALBORG, J. L.: ... Con su prosa severa y elegante, que es el más exacto equivalentedel estilo y sentido del edificio que describe, y a la vez del espíritu de sufundador, el P. Sigüenza se convierte en el noble admirador y el más impecableintérprete de todo un período histórico, que parece hallarse allí simbolizado.- ALVAREZ, F.: La Historia de la Orden de S. Gerónimo se mantendrá firmey clavada en sus raíces, a pesar de la tempestad que arrancó de cuajo y con soberbioímpetu las comunidades religiosas. El brazo colosal de la revolución puedereducir a polvo las instituciones de los hombres, igualar con el suelo los monumentosde la postrada civilización que naufraga al impulso de sus iras, convertirlos Monasterios en talleres; pero no le es dado borrar las endebles páginas de unlibro, cuando el libro se recomienda al estudio y a la meditación de las naciones.- CABRERA DE CÓRDOBA, L.: El padre fray Joseph de Sigüenza, priorque fue de aquel célebre y religioso convento [del Escorial], varón observante yeminente en todas letras y lenguas, y de no vulgar elocuencia en la española y lati-2. CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F. J., Estudio Preliminar, en “Historia de la Ordende san Jerónimo”, Valladolid, 2000, T. I., pp. 26-29.34
Jerónimos catalogando libros.na, como nos muestran sus escritos.- CATALINA GARCÍA, J.: Luz, calor y vida tiene la narración de Sigüenza.Aquel conjunto de generaciones y semblanzas monásticas tiene un colorido y unmovimiento semejante al colorido y movimiento de las grandes obras de la pinturade aquel siglo, como si los maestros que enviaban sus cuadros al Escorial o queallí pintaban ante los atentos ojos de nuestro escritor, le hubiesen en señado el artede dar realidad y vida a las imágenes del pasado. Reflexiones morales, avisos ydoc trina, censuras y elogios, que jas y esperanzas, rasgos de erudición y reflejos dela melancolía interna de los sucesos lejanos, son como toques de luz y de sombra,efectos de perspectiva y fulgores de expresión que completan la maravillosa pinturade hombres y sucesos.- FLÓREZ, R.: Hombre de formación escolástica, de cuyos contenidos yentramado terminará mofándose; autodidacta para comprender el alma renacentistade la que El Escorial era una esencia ejemplar, atiborrado de lecturas no siem-35
pre asimiladas, terminará salvándose interiormente en ese Santo refugio delbiblismo y de una religiosidad sincera en la línea de la “devotio moderna”, aunándolacomo pudo al fiel ceremonialismo de su Orden. El P. Sigüenza se mantuvoinhiesto entre vendavales, escuchando, a la vez, múltiples llamadas –el Convento,la Corte, la Cultura–. Será un ser escindido, como tantos de su hora, pero lograrámantener su unificación personal, gracias a la mirada atenta y a la capacidad decomprensión del sistema de necesidades de su tiempo. Por raro milagro, algunosaños después de su muerte, acertaron los monjes a poner una frase en su epitafioque le definirá íntegramente: “Hic dormit qui semper vigilavit”: aquí duermequien siempre estuvo alerta- MARAÑÓN, G.: El padre Sigüenza, el gran historiador de la Orden de losJerónimos, en su admirable español, todavía un poco rudo, un poco de fraile de laConquista, pero lleno de eficacia expresiva- MENÉNDEZ PELAYO, M.: Si se reunieran los juicios de pintores y decuadros esparcidos por la “Historia de la Orden de San Jerónimo” del P.Sigüenza, estilista incomparable, bajo cuya mano los secos anales de una Ordenreligiosa, enteramente española y no de las más históricas, se convirtieran en telade oro, digna de los Livios y Xenofontes, tendríamos un “Salón” no despreciableque quizá convidaría a muchos profanos a la lectura completa de este grande yolvidado escritor, quizá el más perfecto de los prosistas españoles después de Juande Valdés y de Cervantes... Las descripciones de algunos cuadros de Tiziano estánhechas de mano maestra, como por quien sabía ver y era sensible a la magia delcolor... La prosa del P. Sigüenza parece como que adquiere el número poéticocuando trata de cuadros.- MENÉNDEZ PIDAL, R.: Escribía con gran esmero, cosa poco acostumbradaentre sus contemporáneos, así que su lenguaje es de lo más puro y correctoque hay en castellano; notable por la elegancia, siempre sobria, que mantiene laalteza de la narración aun cuando ésta se emplee en las más pobres y humildesvidas en que por fuerza había de ocuparse a menudo .- PFANDL, L.: Su obra histórica aparece impregnada hasta lo más íntimo declasicismo, tal como lo entendía la época de Felipe II... Nada de adornos barrocos,ni en el lenguaje ni en el sentimiento; todo son líneas nobles, rigurosa calma,sagrada severidad y elevada emoción del más allá.- SEPÚLVEDA, Fr. J. de: Sigüenza pasó a Aranjuez, a sólo renunciar el prio-36
ato y suplicárselo al Rey y Duque [Felipe III y Lerma], sino que no quisieronadmitirle la renunciación, y esto no porque él no mereciese tan alta dignidad yotras muchas por sus muchas letras y púlpito y agudeza de ingenio, heredada desus padres, sino por su aspereza de condición y despego grande que tiene.- UNAMUNO, M.: Y a fe que apenas se encontrará [descripción del Es co -rial] en castellano estilo que mejor convenga al del Monasterio que el estilo literariode la obra del P. Sigüenza, obra que es una especie de Escorial de nuestraliteratura clásica -modelo de sencillez, de sobriedad, de majestad y de limpieza-.- UNAMUNO, M.: Uno de los más grandes escritores con que cuenta Es pa -ña -y en el respecto de la lengua si los otros le igualan no se puede decir que hayaquien le supere- es el P. Fr. José de Sigüenza... que en el año último del siglo XVIpublicó, estando en El Escorial, su “Historia de la Orden de San Jerónimo”, librede las pedanterías estilísticas y lingüísticas del siglo XVII, que es una de las obrasen que más sereno, más llano, más comedido, más regocijo y más grave y más castizodiscurre nuestro romancecastellano.- VILLALBA, L.: Clásico yretórico hasta los tuétanos... aplicótodas sus energías a hacermuestra del más bello y puro estiloen la expresión del sujeto quehabía tomado a su cuenta; con locual satisfacía a las aspiracionesde los contemporáneos suyos quedeseaban que la vida del eximiodoctor San Jerónimo y la historiade la orden que llevaba su nombrecorriera pura y limpia relatadaen un lenguaje elegante y rico,en frases bien concertadas y enuna forma que estuviese a la alturade la mejor que se escribía, yBiblioteca del Monasterio de El Escorial, cuyaorganización pictórica se debe al P. Sigüenza.pudiera competir con las másgallardas plumas que entonces37
lucían sus más claros y brillantes arreos.- XIMÉNEZ, Fr. A.: Escribía conaquella gallardía y natural elegancia, queadmiran en su Pluma los más bien templadosIngenios. Son todos los Escritos deeste Historiador insigne, un bello atadode flores de Erudición, que puestas a lavista de los instruidos, causan una suspensióngustosa. Supo hermanar condelicioso enlace, la propiedad y pureza deestilo, con la magestad y solidez en lasSentencias; logrando dispertar, con elgolpe de la agudeza de sus voces cultas, eloído y gusto de los Retóricos.Biblioteca del Monasterio de El Es co -rial con el retrato de Fray José de Si -güenza al fondo.BibliotecaNo quiero dejar de consignar lamagnifica labor de Sigüenza en laorganización de la biblioteca laurentina.El Rey fundador concibió El Es -corial como un gran centro humanísticoy bibliográfico español, y tuvo empeño, con el poder y extensión queposeía, de recoger los más bellos y ricos códices y manuscritos de su corte.Para eso concibió un bello salón decorado por frescos dónde, por indicacióndel P. Sigüenza, aparecen reflejadas las siete artes liberales.Pintaron los mejores artistas del momento, tanto en lo figurativo como enlos decorativos grutescos de tipo pompeyano, que sirven para recuadrarlas escenas y motivos pictóricos, y que tanto la embellecen. El conjunto nopuede ser más armónico y da idea, por las imágenes escogidas, del conocimientohumanístico de Fr. José que llega a afirmar: Toda la pieza hermosaporque desde el suelo a la cumbre está o pintada o cubierta de oro, aludiendo aque no sólo la decoración, sino los libros dispuestos en las estanterías,diseñadas por Herrera, permitía con su peculiar disposición tener los cortesdorados a la vista.38
LA ESPIRITUALIDAD MONASTICAQUE AFLORA EN SU GRAN OBRA,LA “HISTORIA DE LA ORDEN DE SAN JERONIMO”En sus escritos, especialmente en su gran obra: Historia de la Orden deSan Jerónimo, Fr. José de Sigüenza deja bien a las claras el concepto quetiene del monje jerónimo y las motivaciones que han de guiarle para vivircomo el santo monje de Belén. Seleccionamos los principales medios deque debe echar mano el monje jerónimo para conseguir alcanzar la meta.La fuga mundi, la soledad, el silencio, el recogimiento, el ocio santo dela contemplación, la plena dedicación a cantar las alabanzas divinas y lahospitalidad son los pilares sobre los que se construye la espiritualidadjerónima. A estos principiosno ha de faltarle la lecturay rumia de las Sa -gradas Escrituras, quealien tan y sostienen losfines principales de la Or -den Jerónima.Una sola cita, muy usa -da entre nosotros, ex pon -dría su ficientemente cómoera el pen samiento de Si -güen za: El fin de esta religión...es la contemplación ylas alabanzas divinas, aquíendereza toda su manera devida, sus leyes, constituciones,costumbres: para este fintiene señaladas cada día ochohoras en el co ro, sin otrasdeputadas pa ra la oraciónmental y ejercicios particulares:para esto es menester Coro del Monasterio de El Escorial.39
grande recogimiento, no sólo dentro del convento, sino dentro de la celda; paraesto se vive de ordinario en despoblados, donde en cuanto fuese posible no se sientael trato del siglo: para esto tiene rentas y haciendas moderadas quitando conellas la ocasión de mendigar y de las salidas, que tanto estorban y distraen de estefin, embarazan el alma y turban el sosiego (I, 357 [423-424]).Pero desmenucemos, muy resumidamente, el preciso articulo de Fr.Ignacio de Madrid publicado recientemente en “La Ciudad de Dios”,Homenaje al P. Fr. José de Sigüenza en el IV Centenario de su muerte(+1606).Vol. CCXIX, Enero-abril, 2006, pp. 29-58.Alabanzas divinas.Tan convencido está Sigüenza de que el canto sereno y meditativo dela Liturgia de las Horas es el fin primordial de la Orden Jerónima que llegaa escribir:Todas las demás religiones se hicieron para..., ésta para desvelarse en los looresy servicio divino... en este ejercicio amanece, aquí los halla el mediodía y aquíles toma la noche, y aquí se consume lo mejor de ella (I, 37 [92]).La principal y mayor parte de la vida ordenó esta religión para el coro y alabanzasdivinas... (I, 254 [317]).... por ser... esta ocupación... la principal y la más alta y, por decirlo de unavez, todo el blanco de la religión de San Jerónimo (I, 256 [319]).... ocupándose continuamente en las alabanzas divinas, recompensa de lasofensas que por otra parte se hacen: orando, cantando y llorando, servir a la Iglesiay aplacar la ira de Dios (I, 355 [421]).Podríamos seguir, pues este punto Sigüenza no se cansa de repetirlo deuno y otro modo; mas creo que con estas citas queda, más que expresada,su importancia.Contemplación - oraciónAhora bien, la contemplación es el fin al que está ordenada la liturgiay al que, efectivamente, debe conducir. Ella encuentra en la contemplaciónsu mejor coronamiento. Es más, la liturgia no es sólo preparación para lacontemplación, sino el mejor marco para su ejercicio actual.Nos habla de ello en muchas ocasiones. Basten unas citas:40
El fin de esta religión... es la contemplación y las alabanzas divinas, aquí enderezatoda su manera de vida, sus leyes, constituciones, costumbres. Para este fintiene señaladas cada día ocho horas en el coro, sin otras deputadas para la oraciónmental y ejercicios particulares... (I, 357 [423-4224]).Amad la celda y el recogimiento, hablad allí dentro con Dios, poned vuestroscorazones desnudos en su acatamiento y en sus manos, daos a la oración y al tratodel cielo, en tanto que os da lugar la obediencia... (I, 208 [268]).... Se enseñasen a tratar con Dios huyendo de los hombres, a levantar el almaa su Creador, saber entrar dentro de sí (I, 249 [311]).Y pone mucho celo en recomendarla: Encargose mucho y con muy santotérmino y sentimiento, que no hubiese descuido en la oración mental y que sepusiese gran cuidado en este ejercicio... (II, 146 [158]).Sagrada EscrituraY junto a la liturgia y su mayor coronación: la contemplación, tambiénla lectura y estudio de la Sagrada Escritura, alimento consustancial de quese nutre la contemplación, ayuda imprescindible para el monje en suascensión espiritual. Bien lo refleja Sigüenza. Fray Ignacio recoge 19 sustanciosascitas, resaltando en especial como muchos monjes se caracterizaronpor su aprecio a la Sagrada Escritura. Es una constante en Sigüenzael destacar en esta ciencia a legos y donados que llegaron a alcanzar mássabiduría con esta práctica asidua que otros con el estudio científico. Biensabe que no es conquista personal, sino don que hay que pedir al Señor,como bien dice al hablar de Fr. Pedro del Córdoba:En todo tiempo que le sobraba del coro y de estos ejercicios de obediencia, recogíaseen la celda, dábase mucho a la lección de la santa Escritura, alcanzó muchode ella, porque lo pedía de veras a Dios, y no la niega a nadie, con estas condiciones...(I, 389[457]).Y llega a afirmar, de más de un monje, que se sabían las Escrituras dememoria, como otros el Avemaría, siguiendo así la más sabia tradiciónmonástica que practicaban los padres del yermo.Soledad y clausura.Por imperativo de su vocación el monje jerónimo se retira a la soledad,para darse a la búsqueda exclusiva de Dios. Así lo ve también Sigüenza41
Retrato del Rey Felipe II42
mostrándose exigente en que se mantenga este ambiente esencial a la vidajerónima. Recoge las condiciones en que han de edificarse los monasteriosy cómo los priores han de cuidar y exigir su guarda con gran cuidado.Apunta que en un capitulo general reprendieron gravemente a todos los prioresque habían sido demasiado largos en dar licencias a sus súbditos para salir alas ciudades y pueblos vecinos sin mucha necesidad, pretendiendo tornar a ceñirdebajo del rigor antiguo la clausura tan alabada y tan necesaria en la Orden deSan Jerónimo, porque es imposible conservarse el espíritu en mucho recogimientosi los sentidos se derraman en cosas de afuera. (II, 139 [151]).Silencio.El silencio consuma la obra de la soledad, pues se puede vivir en eldesierto como en medio del mundo. Bastaría con admitir indiscriminadamentesus noticias y preocupaciones para perder los beneficios de la soledad.El P. Sigüenza llega a decir que el silencio y el recogimiento son los dosquicios sobre los que se resuelve todo el discurso de la vida monástica (I, 91 [148])y los califica de cosa tan propia de la Orden de San Jerónimo (I, 251 [314]).El silencio trae al monje muchos bienes: conserva la pureza del alma, fortificael corazón, cría la virtud de la paciencia, deshace la ira, corta el hilo de lasdisensiones, ataja los enojos (I, 152 [315]).Clausura de la celda.Bien imbuido estaba Sigüenza de la necesidad de la clausura de lacelda y, consecuentemente, trató de inculcarlo y lo dejó escrito reiteradamente:Amad la celda y el recogimiento, hablad allí dentro con Dios, poned vuestroscorazones desnudos en su acatamiento y en sus manos, daos a la oración y altrato del cielo, en tanto que os da lugar la obediencia... (I, 208 [268]).Ponían cuidado particular en que el nuevo religioso se enseñase a guardar elrecogimiento y clausura de la celda; que allí estuviesen bien ocupados; dos cosasbien importantes en la religión. Con la primera se enseñan a tratar con Dioshuyendo de los hombres, a levantar el alma a su creador, saber entrar dentro de sí;con la segunda, se ejercita el hombre para que no se entorpezca con el ocio, se amaestreen las obras de virtud, cierra la puerta a la curiosidad vana, madre de nopequeños males... (I, 249 [311]).43
Recoge la sabia tradición monástica desde los padres del desiertodiciendo que: llamaron a la celda oficina donde se hacen los santos: como en lasboticas se hallan los jarabes, emplastos, ungüentos, purgas; en las otras tiendascalzas, sayos, zapatos... así en la celda se labra la humildad, paciencia, obediencia,meditación, oración, silencio, lección, mortificación y otras tales joyas, que los quese adornan con ellas son santos, compañeros de los ángeles... (I, 249 [311]).Llega a poner la celda como prueba evidente de la vocación jerónimaal decir: No echa de sí el mar con tanta fuerza los cuerpos muertos, como la celday, aun la religión, a los ociosos (I, 250 [313]).Obediencia.Resplandecían en esta virtud de obediencia, entendiendo que entre las de losreligiosos es la esencial y primera, madre que encierra en sí las otras, y las parefelizmente... (I, 38 [93]). Y en otro lugar: la primera, pues, de todas las reglas, yen lo que se ha de asentar más firmemente que sobre una roca, es que se ha deentregar de todo punto en las manos de sus superiores, sin quedarle ningún resabio,propio parecer o sentimiento. Y que en esta perfecta resignación está la llavede esta puerta y del bien que viene a buscar... (I, 246 [309]).Compostura exteriorLa modestia y compostura exterior son otras de las notas que Sigüenzaapunta como características de un monje jerónimo. Es índice del recogimientointerior pues tiénese por cosa averiguada que, el que tiene derramada lavista por de fuera, no anda muy dentro de su corazón. (I, 253 [316]).TrabajoEn este ambiente de soledad, silencio y oración, el monje jerónimo trabajaporque con este ejercicio tengan de donde se sustenten. Sin olvidar el ejerciciode la caridad, al contribuir con el fruto del trabajo al provecho de lospobres, de la sociedad, de la Iglesia. En su Historia bien queda reflejadocomo: Vivían los santos varones del trabajo de sus manos… engáñase quien piensaque la vida contemplativa es ociosa, porque aunque en lo de dentro... en lo defuera no falta jamás el ejercicio corporal... (I, 68 [124]).Aparte de la construcción de los monasterios, en los que los mismosmonjes fueron mamposteros y peones, trazando, asentando, porteando los44
materiales y llevándolo todo a cuestas, en sus hombros, con sus brazos, con susfuerzas, o con las de la humildad, sin faltar por eso ni a la media noche a maitines,ni al amanecer a prima, y al anochecer a completas, y a la solemnidad de los demásoficios entre día: Cosa que jamás por otra ocupación se ha dejado, ni pospuesto... (I,250 [213]). Y a continuación nos habla de otros mil trabajos: misales escritosde mano en pergamino...Biblias con gran primor..., breviarios, Horas de NuestraSeñora... Otros sabían bordar delicadamente... muchos hermanos legos que erangrandes maestros en diversos oficios,unos labraban hierro, hicieron rejas,relojes y otras obras grandes, otros carpinteros,entalladores, plateros, pintores,…etc. (I, 251 [314]).Penitencia.La práctica de la penitencia nopodía dejar de ser distintivo deljerónimo como lo fue de nuestroPadre. Es, pues, otro de los imperativosdel monje. Así lo expresaSigüenza pidiendo al monje que hade tenerle [a San Jerónimo] siempredelante de sus ojos, como ejemplo vivode penitencia... (I, 25 [80]). Y... deseabanimitarle en la penitencia... (I, 21[75]).PobrezaY con la penitencia, la pobreza.Habla Sigüenza de los primerosermitaños: La comida hierbas, éstas lasmás veces crudas; el pan poco, pedidode limosna... la bebida agua clara... lacama paja y heno... algunos sarmientos,juncos, retamas... y al fin en el suelo...Vestían debajo junto a la carne, el másCaricatura del Padre Sigüenza publicadapor la librería Arias Montano.45
Relicario del retablo de San Jerónimo (Monasterio de El Escorial).46
delicado, una túnica gruesa de lana... Por de fuera, en lo de encima, una túnicamás grosera..., todo sin tintura y sin precio... En el contorno de las ermitas dondese recogían hacían unas celdillas pobres por sus manos... (I, l0 [63]). Hijos deestos austeros ermitaños fueron los monjes jerónimos de quienes dice: Elvoto santísimo de la pobreza fue, en aquellos siglos dorados de los primeros monjes,guardado con sumo rigor (I, 39 [94]).Humildad, pequeñez, sencillezQuedaría incompleta la imagen del jerónimo, que da el P. Sigüenza, si nohiciéramos mención de la humildad. Lo dice así de claro: Tiene determinadodesde sus principios ser pequeña, humilde, escondida y recogida... (I, 355 [421]).Y nos narra que al que ingresaba en el monasterio: le decían que segúnesto, convenía mucho (más, que era precisamente necesario) que se hiciese pequeñito,humilde, pobre y como niño, porque ningún grande de los que se tienen portales, pueden caber por puerta tan angosta, ni caminar por senda tan estrecha: ...yla pequeñez y pobreza consiste en desnudarse del hombre viejo, sus costumbres,apetitos, mañas aprendidas en el fausto y escuela de la vanidad del mundo, y vestirsede la pequeñez y abatimiento de Jesucristo, y en todo y por todo, imitar suejemplo... Dábanle... a conocer luego, cuanto podían y sabían, la gran fuerza yvalor de la humildad, madre y amparo de todas las virtudes (I, 246. 247 [309]).IgualdadNo admite distinciones y singularidades, que las considera ajenas a laOrden: En esto eran todos iguales; no permitían que ninguno se señalase: tantemprano fue aborrecida en esta religión la singularidad, tan desde el principio seamó la igualdad entre todos, que se conserva hasta hoy (I, 10 [63]).... y por no mostrar singularidad en el convento, cosa que aborrece siempreesta religión y aun la castiga (I, 225 [285-286]).... le pareció bien la de San Jerónimo, despertado a elegirla por ver la igualdady la llaneza que entre ellos se usaba... (II, 180 [195]).Hospitalidad.Buen hijo del monje de Belén, que funda junto a su monasterio unahospedería en la que él mismo, junto con Paula y Eustoquia, se afanaba en47
servir a los huéspedes, Sigüenza aconseja: Parezcamos a San Jerónimo enesto: no volvamos jamás el rostro a la hospitalidad y sea éste muy particular ejerciciode esta su religión, recibamos a todos los que quisieren nuestra compañía (I,46 [101]).Más adelante: Dejaron... dos cosas muy encargadas... La primera, que el oficiodivino se haga... Lo segundo, que se haga mucha caridad y humanidad con loshuéspedes sin diferencia alguna, que por esta causa han recibido de Dios grandesfavores y bienes (I, 151 [108]).Y hace notar como ha de realizarse sin excluir a nadie: La hospitalidadque en ella se ejercita... Es un común refugio de todos, pues no hay suerte algunani estado de gente que no se hospede sin asco en casa de San Jerónimo, ni hay casade San Jerónimo que cierre la puerta a ninguno (I, 37 [92]).Si acaso hubiese alguna preferencia sea: con los necesitados y pobres, mostrándolesalegría en el rostro y caridad en las almas, palabras y obras... (I, 387[454]).Santísima Virgen MaríaNo podía faltar la devoción a la Madre de Dios en la vida del jerónimo.En un texto redactado refiriéndose al tercer capitulo general, habido en1418, Sigüenza dejó magníficamente resumido este aspecto: Hicieron aquíotra cosa muy pía y digna de unas almas tan llenas de devoción, que fue encargarse esmerasen todos en el servicio de la Virgen nuestra Señora, encareciendo estocon palabras tiernas que mostraban bien el alma de donde salían. Sentíanse muyobligados a sus favores porque, allende de los generales con que se muestra madrepiadosísima de cuantos la invocan, con la Orden de san Jerónimo había mostradograndes señales de su amor y clemencia, así en las casas que se habían edificadopor sus favores y maravillas, como por lo que regalaba en particular a muchos religiosos,visitándoles y dándoles divinos consuelos... Ordenaron por estas consideracionesque en todas las casas de la Orden se hiciesen los sábados de todo el añofiesta doble en su memoria con oficio propio, que para ello se compusiese de nuevoo tomándolo de los que la Iglesia tiene recibidos.Mandaron también que en todas las casas la tuviesen por patrona singularísima,pues Ella no se desdeñaba recibirlos debajo de su amparo, mostrando con tanclaras señales cuán grata le era esta religión y lo que con ella se servía su Hijo y48
Rótulo de la calle dedicada al Padre Sigüenza en su ciudad natal.la corte celestial de sus santos. Asentóse esto luego porque halló bien dispuestoslos ánimos, ni pudo venir precepto de sus superiores que con mayor alegría fueserecibido. Hízose un oficio propio, devoto y de buena erudición, que se usó en todala Orden por más de ciento cuarenta años. Durara hasta el fin del mundo si la obedienciade la Iglesia (que es más hermosa en los ojos de Dios y de la Virgen quetodas nuestras alabanzas), con el nuevo rezado que se reformó por su pontífice, nomandara acomodarse a otro, aunque es muy poco diferente (I, 293 [357]).Podríamos aportar ahora los expresivos testimonios de numerosísimosmonjes que Sigüenza destaca por su devoción a María. Pero prefiero traeraquí el texto que redacta al hablar de la fundación del Monasterio deGuadalupe, que se le ofrecía a la comunidad de San Bartolomé deLupiana, y que se aceptó, a pesar de las dificultades que se veían, precisamentepor estar bajo una advocación mariana. Cuenta Sigüenza que elprior, fray Fernando Yáñez, y sus monjes respondieron con modestia, haciendogracia a su alteza y a su señoría por la confianza que hacían de ellos, más que eranegocio de consideración y así tenían necesidad de mirarlo para responder...Aquellos monjes de Lupiana no se osaban determinar, teniéndolo por dificultoso,49
cosa fuera de su intento y de su vocación, que era buscar soledad y alejarse de losruidos del mundo, recogimiento, silencio y sosiego para la meditación. A todo estoparecía contrario lo que imaginaban de aquel santuario, donde sabían que concurríatodo el mundo: frecuencia de gentes naturales y extranjeras, acoger peregrinos,oír confesiones, acudir a remediar necesidades..., propios ejercicios de la vidaactiva, profesando ellos el de la vida contemplativa y monástica... No hallabanrazón que les asentase para aceptar el partido, sino sola la devoción de la Virgen,y ésta era tanta que contrapesaba a todos los otros inconvenientes, y así se determinóel prior a que se propusiese en forma de capítulo... Después de haber encomendadoel negocio a nuestro Señor y vistas las razones de todos, salió la mayorparte de los votos en favor del servicio de la santa Virgen. Rogáronle con lágrimasque pues por sólo su amor se determinaban a una cosa tan fuera de sus intentos,tuviese por bien favorecerlos y alcanzarles gracia que por esto no desdijesen de loque pedía su hábito y profesión. (I, 86 [142]).Y valga como dato curioso el chauvinismo que aflora en Sigüenza alhablar de este tema cuando llega a afirmar: Y no falta quien añade que nuestrasoberana Reina y Señora jamás vistió otros colores [blanco y pardo]... Ycomenta: y no pareciera mal nuestra Virgen Madre con este hábito... (I, 30 [84]).Valga lo dicho para tener una idea de su espiritualidad pues, sin duda,al tiempo que la aconsejaba la vivía intensamente.CONCLUSIONTerminamos aquí este “<strong>Cuadernos</strong>” 8 dedicado a Fr. José de Sigüenza:su vida, el impacto de su obra en las letras españolas, dificultades quesufrió y su espiritualidad. Nos hemos encontrado con opiniones discutiblessobre algunos aspectos de su personalidad y de su modo de vivir yexpresar su religiosidad, como fue el proceso al que lo sometió laInquisición. Pero bien podemos decir que, tanto de las acusaciones personalescomo de las institucionales, salió victorioso nuestro Monje.Como broche final destaquemos el reconocimiento que sus hermanosde la Orden de San Jerónimo le hicieron en el capitulo general que él pre-50
Vista general del Monasterio de El Escorial.51
sidió, en el cual, con fecha 26 de abril de 1606, se tomó el siguiente acuerdo:Ítem mandamos que por lo mucho que ha trabajado el P. Fr. Joseph deSigüenza en la Crónicas de nuestra Orden, en muriendo se le diga en cada casauna misa cantada y vigilia, y esto se propuso a la Orden y vino en ello.Ni un mes se tardó en poner en cumplimiento este acuerdo. Comoqueda dicho, el día 22 de mayo, lunes inmediato a la Solemnidad de laSantísimo Trinidad, entregó su alma a Dios. Curioso es reseñar, comoapunta el P. Santos, la constante coincidencia que la fecha de esta celebracióntuvo en acontecimientos de su vida religiosa: Profesó en el mismo día dela Santísima Trinidad, en el cual tomó el santo hábito; y es cosa bien singular losacontecimientos que tuvo en este día pues, en el mismo, cantó la primera misa,predicó la primera vez, le libró el Señor milagrosamente, a la invocación de laSantísima Trinidad, de un evidente riesgo de muerte, pasándole la rueda de uncarro por la garganta, y por último en este día se le llevó el Señor a la Gloria.Esperamos que este modesto homenaje a la egregia figura de fray Joséde Sigüenza llegue a vuestras manos en torno a la solemnidad de la San -tí sima Trinidad, día 11 de junio, que como ya ha quedado reflejado, erauna fecha muy significativa para él, y además se celebra el día “ProOrantibus” jornada de oración por la vida contemplativa que este año nosofrece el lema: Los monasterios escuelas de fe en el corazón de la Iglesia y delmundo 1 . Os suplicamos una oración por este género de vida que el P.Sigüenza tanto amó y defendió en sus escritos.1. Vita consecrata, 6.52
SI DESEAS INFORMACION VOCACIONAL PONTE EN CONTACTO CON:Noviciado Orden de San Jerónimo. Monasterio de Santa María del Parral - 40003 SegoviaTeléf. 921 43 12 98 • E-mail: oshsmparral@plan<strong>alfa</strong>.es