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Encarnar la Palabra

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Es muy distinto saber de memoria <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios, a que <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Diosnazca en uno mismo. Al contemp<strong>la</strong>r <strong>la</strong> escena de <strong>la</strong> Anunciación, pide <strong>la</strong> graciade acoger a Jesús en tu vida -es <strong>la</strong> progresiva transformación en Cristo-, y dedárselo al mundo -perspectiva de <strong>la</strong> evangelización, de <strong>la</strong> misión-. Lo profundo delmisterio que contemp<strong>la</strong>s es que <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios se hizo carne en María, hastael punto de que ésta pudo decir en un momento determinado: «Esta Pa<strong>la</strong>bra deDios es mi Hijo». Pide que <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios nazca en ti. Busca poder decircomo Pablo: «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20).Que, como María al gozo del saludo inicial, puedas responder desde <strong>la</strong> mismaalegría: «Hágase en mí según tu Pa<strong>la</strong>bra», según <strong>la</strong> realidad que me estásanunciando. Para Dios no hay nada difícil. Como María, ten también tú uncorazón que cree en <strong>la</strong> promesa divina, que <strong>la</strong> conserva y que espera confiado ensu cumplimiento. Esta actitud, tan querida para el espíritu marianista, te disponepara el instante de <strong>la</strong> gracia: <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mamos fe.50A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad deGalilea l<strong>la</strong>mada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre l<strong>la</strong>madoJosé, de <strong>la</strong> estirpe de David; <strong>la</strong> virgen se l<strong>la</strong>maba María.El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, elSeñor está contigo; bendita tú eres entre <strong>la</strong>s mujeres. El<strong>la</strong> se turbó anteestas pa<strong>la</strong>bras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: Notemas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tuvientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, sel<strong>la</strong>mará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre,reinará sobre <strong>la</strong> casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.Y María dijo al ángel: ¿Cómo será eso pues no conozco a varón? El ángelle contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y <strong>la</strong> fuerza del Altísimo tecubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se l<strong>la</strong>mará Hijo deDios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez ha concebidoun hijo, y ya está de seis meses <strong>la</strong> que l<strong>la</strong>maban estéril, porque para Diosnada hay imposible. María contestó: Aquí está <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>va del Señor, hágaseen mí según tu pa<strong>la</strong>bra.Y <strong>la</strong> dejó el ángel.5. Un tiempo para el carisma marianistaLa inspiración fundacionalLa vocación, raíz marianista. En el origen de nuestra historia están una visiónde <strong>la</strong> realidad y <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada que los Fundadores, a través de el<strong>la</strong>, recibieron delSeñor para emprender una misión evangelizadora. La siguiente carta deGuillermo José Chaminade al papa Gregorio XVI nos hab<strong>la</strong> tanto de «inspiración»como de «propósito». Nuestra vocación personal se apoya y se alimenta en estal<strong>la</strong>mada fundacional.

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