12.07.2015 Views

El viento me pertenece un poco - Enrique González Rojo

El viento me pertenece un poco - Enrique González Rojo

El viento me pertenece un poco - Enrique González Rojo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

2Tianguis de LibrosPara Leer en LibertadENRIQUEGONZÁLEZ ROJOARTHUREL VIENTO MEPERTENECE UNPOCOANTOLOGÍA DEPOEMAS(1972-2008)


3BIENVENIDA E INCITACIÓN ALLECTORAndrés Cisneros de la CruzTiene usted en las manos no sólo <strong>un</strong>a antología de poesía de <strong>Enrique</strong><strong>González</strong> <strong>Rojo</strong>, sino también <strong>un</strong> plano, <strong>un</strong> mapa para seguir la pista de lo que es lapoesía <strong>me</strong>xicana hasta donde la conocemos. Si seguimos al conejo de lacuriosidad, nos guiará por túneles que desembocan a finales del siglo XIXcuando la poesía nacional empezaba a dar formas propias, a gestarse cornoresultado de <strong>un</strong> contexto geográfico y cultural, y no como herencia a secas de<strong>un</strong>a Europa barroca, realista, romántica, o ya en el siglo XX, surrealista.<strong>Enrique</strong> <strong>González</strong> <strong>Rojo</strong> nace en 1.928, en plena consolidación de lapoesía en México, ci<strong>me</strong>ntada en el modernismo de autores como Salvador DíazMirón, Arriado Nervo y <strong>Enrique</strong> <strong>González</strong> Martínez, quien más adelante dio pauta apoetas más jóvenes como Ramón López Velarde, y el denominado grupo sin grupo,que se inclinó en <strong>un</strong> principio a imitar la escuela europea, Los Contemporáneos.<strong>González</strong> <strong>Rojo</strong> propuso j<strong>un</strong>to con tres poetas más, alrededor de 1950, <strong>un</strong>ateoría en torno a la forma de pergeñar poemas. No sólo <strong>un</strong>a máquina hacedora deversos como la de Machado, sino <strong>un</strong>a forma lógica implícita, a<strong>un</strong>que noexplorada, en el poeta de concebirlos. Esta teoría es sólo la p<strong>un</strong>ta de lanzade todo <strong>un</strong> pensamiento prof<strong>un</strong>do y agudo que existe detrás de cada letraescrita por <strong>un</strong> poeta que no se conforma con ver la escritura corno el acto.donde necesidad se entiende corno hambre; sino donde necesidad se entiendecorno urgencia de existir, donde humanismo es raíz para formar la posibilidad deseres autogestivos, es decir, que puedan construirse a ellos mismos.Rafael Xalteno López escribe en <strong>un</strong> ensayo sobre la condición humanaen la obra de <strong>González</strong> <strong>Rojo</strong>, que "no puede rotularse su producciónintelectual, corno resultado del trabajo del filósofo, político, poeta ocientífico, frag<strong>me</strong>ntaria<strong>me</strong>nte concebidos [sino que] hay <strong>un</strong>a <strong>un</strong>idadindisoluble; <strong>un</strong>idad compleja (...) que nos obliga a intentar <strong>un</strong> atisbo a la obra de<strong>un</strong> pensador original cuya mirada es <strong>un</strong>iversal. Si la poesía gonzalezrojanahumaniza su cientificidad rigurosa, su filosofía da el matiz humanista alconj<strong>un</strong>to de la obra".<strong>Enrique</strong> <strong>González</strong> <strong>Rojo</strong> es <strong>un</strong> poeta que desde la trinchera de la palabra,resultado del pensamiento y ejercicio de la inteligencia, ha consolidado labrecha que abrieron a principios del siglo XX los poetas que sembraron el árbolque ahora camina cantando con notas frutales y da color a <strong>un</strong>a poesía, quepor mo<strong>me</strong>ntos temían los poetas, fuese a ser simple que resultado delmodernismo anglosajón o el surrealismo francés, o de cualquier bellainiciativa de poetas europeos o latinoa<strong>me</strong>ricanos. Su manera de ejercer el


lenguaje coloquial, acentúa el simbolismo de cada palabra escrita en el aro defuego que es <strong>un</strong> poema, y nos da como resultado textos que parecieran tapicesarrancados de esta, nuestra realidad mutable; lienzos capturados por <strong>un</strong> ojoreflexivo, y trazados a manera de parábola o lección de vida.Esta antología recopila obra de las diferentes etapas del poeta a partir de1970. No aborda su pri<strong>me</strong>ra época, donde en su poemario Di<strong>me</strong>nsión imaginaria,apareciera <strong>un</strong> bosquejo de la teoría poeticista, que an<strong>un</strong>ciaba ya la fir<strong>me</strong>intención de influir en las letras de forma permanente; los argu<strong>me</strong>ntospoéticos no ap<strong>un</strong>taban a ser <strong>un</strong> pincelazo para disimular las ojeras, o retoque delabial para dar color al hambre. Tam<strong>poco</strong> era la intención de <strong>González</strong> <strong>Rojo</strong> la dehacer fanfarrias etílicas o enarbolar banderas para ensalzar <strong>un</strong> "movimiento"como se ha denominado a los sucesos que cambian el sentido o el fondo de laconcepción de la vida. <strong>González</strong> <strong>Rojo</strong> concebía en ese pri<strong>me</strong>r libro <strong>un</strong> estilo quese ha desarrollado a tal grado que su obra hoy es resultante del proceso depergeñar la poesía desde <strong>un</strong>a lógica que responde al m<strong>un</strong>do interior enconflicto con la vida, es decir, lo que fuera de él existe como resultado de símismo. En este libro que sostiene usted hay golpes de pensamiento, puñoscargados de emociones intensas. Encontrará <strong>un</strong> laberinto al cual se lepueden borrar muros para generar entradas a otros sitios; también encontrarámonstruos que son mariposas sobre su espalda.Pequeños detalles, que si es observador, seguro harán que su <strong>me</strong>nte vea cosas queantes no había visto, ni sentido. Tener ideas que no había pensado.Tiene usted en las manos <strong>un</strong> libro que guarda puertas, pasadizos secretos,preg<strong>un</strong>tas a quema ropa, luces que dan vida a la oscuridad, y puede ser que depronto, entre los muros de las páginas, en las ventanas que son letras, vea al conejoque huye para esconder el secreto del truco que permite a usted disfrutar y porsupuesto sufrir el acto de magia que es la poesía. En esta antología lleva usted <strong>un</strong>antídoto, que tendrá que buscar, aquí, en la casa interna, en este jardín, digamos,de <strong>un</strong> poeta que no sólo embelesa, hipnotiza o convence llana<strong>me</strong>nte al lector de<strong>un</strong>a verdad; no, sino que incita. provoca, llama a dudar; clama por la duda comopan de existencia. Luego empuja a sentir (pues como buen filósofo nos involucra entoda <strong>un</strong>a teoría para practicar la inteligencia, y encaminarnos en marchafantástica (oh, paradoja) hacia la concreción, en donde el humano, siente,quiere, duda, luego existe. Y existe, luego siente, quiere, duda. <strong>González</strong> <strong>Rojo</strong>concibe la creación poética como <strong>un</strong> engranaje (secreto, mas no divino) deldiscernimiento humano; la lógica poética como <strong>un</strong> argu<strong>me</strong>nto para desarticularlatantas veces evadida responsabilidad del poeta, y el humano, no sólo con su tiempo ysus letras, sino consigo mismo. Y de ese modo ovular la célula embrionaria de <strong>un</strong>asociedad posible. en donde ahora sí, los poetas, conscientes del peso de su palabra yde sus actos, no vuelvan a ser expulsados de la República de las Ideas.4


5Bienvenido.Tras de mi nacimiento,saltando con mis células, creciendo,pude ascender al p<strong>un</strong>toen que oyendo las voces del camino,los murmurios finísimos de <strong>un</strong> polvoque empezó ya a <strong>me</strong>dir<strong>me</strong> la jornada,<strong>me</strong> solté a caminar de muy pequeño.Recibiendo regalos de estaturacada vez que <strong>un</strong> cumpleaños celebraba,estuve mucho tiemposin aprender a hablar, hasta que <strong>un</strong> díapude al fin colocar los explosivosde mi pri<strong>me</strong>r vocablo en el recintode todo mi silencio y desde entonceshablo hasta por los codos de mi pluma.Para espigar mi sueñomis padres pretendían arropar<strong>me</strong>con canciones de c<strong>un</strong>a;mas yo era tan <strong>me</strong>lómano que todas,<strong>me</strong> acababan <strong>me</strong>ciendoirre<strong>me</strong>diable<strong>me</strong>nte en el insomnio.Poco antes del ocaso<strong>me</strong> aguardaban los cuentos,que escuchaba embebidoEL ENTIERRO DEL ÁNGELCUSTODIOSé muy bien que jugar era nuestro únicomandamiento.Pessoa


6sin que <strong>me</strong> pestañeara la atención,hasta que <strong>me</strong> volvíaa escuchar de la almohada «había <strong>un</strong>a vez»y entregar<strong>me</strong> al pausado parpadeodel acto de dormir y despertar.A veces <strong>me</strong> sentíatriste, sin protección, como si hubieraasistido al entierrode mi ángel de la guarda.Otras veces <strong>me</strong> hallaba tan alegreque <strong>me</strong> iba a repartir a domiciliopedazos de alborada,poemas de Neruda,alcancías repletas de miradaspara que fueran rotas al mo<strong>me</strong>ntoen que brota el crepúsculo.Si estaba fastidiado,no sabiendo qué hacer del tiempo vivo,sacaba de mi caja de juguetesla espada de madera, las canicas,alg<strong>un</strong>a vez <strong>un</strong> osodel tamaño de Dios,a quien le dije todo, en la confianzade que la indiscreción no es de peluche,o también el cuaderno, mi perpetuoastillero de naves que bogabancon su tripulación hecha de tinta,o fábrica de avionesque arrojados al aire,en propulsión de mano,hacían que planeara la bellezahasta que aterrizaba a la mitadexacta de mi júbilo;tornaba los soldados, las batallas,el trompo y su mareada cantinela,los coches de latón, las travesuras.Mas debo confesar que las sacabacon temor, porque n<strong>un</strong>ca olvidaré


7que al nacer asfixiado, la pri<strong>me</strong>rade todas mis maldades,<strong>me</strong> dio la comadronami cuota de nalgadas correctivas.Cuando el viejo maestro-que en mi palma <strong>me</strong>día, con su regla,cualquier incumplimiento- <strong>me</strong> arrojabaa la tarde leprosa de <strong>un</strong>a eternatarea, <strong>me</strong> sentía desterrado,teniendo por grilletes los rinconesde la alcoba de estudio en que llorabade la pluma a los ojos,en <strong>un</strong> país de verbos, capitales,y la raíz cuadrada de mi tedio,país de la aritmética y su exactasustracción estadística del hombre.Mejor era ir al parque,colocarse a la sombra de algún juego,sorprenderle sus nidos al fastidioy cambiar m<strong>un</strong>iciones y agonías.O llamar a aquel hombreque iba con su majadade algodones de azúcar -como nubesque nos hacían lluvia ya la bocay ataba sus corderos de colorescada <strong>un</strong>o de <strong>un</strong>a estacapara ser trasquilados a mordidas.Cuando cumplí dos lustrosdejé de musitar esas palabrasque se hallan de rodillas,como pri<strong>me</strong>ra piedra de algún templo;comprendí que la fe no es otra cosaque clavar en la tierra <strong>un</strong> espejismo,para que n<strong>un</strong>ca pueda evaporarseal calor de los pies que traen consigola esperanza insolada.


8A partir de ese instanteno pude ya creer en otro m<strong>un</strong>do:adentro de mi cráneo, los milagrosde Jesucristo fueron también crucificados;y no entendí hasta entoncesque no hay en las obleas más deidadesque el envinado dios de la cajetao que el agua potablees el agua bendita cierta<strong>me</strong>nte.Llegué a esa conclusiónjugando a las vencidas con la duda,hasta que ya después, sobre mi torre,a campanada en cuello repicando,llamé, con cierto gozo, a misa negra,y tuvo el Anticristo de la nadasu más seguro fiel en mi persona.Yo ignoraba, de niño, que son sábanaslo que tan sólo batenal volar las cigüeñas.Pero la pubertad, con mi nodriza,provocaron en míla resuelta erección de <strong>un</strong> nuevo m<strong>un</strong>do.No pude conformar<strong>me</strong>, desde entonces,con brindar mis caricias al estanquedonde alg<strong>un</strong>as mujeres se bañaran,y buscar codicioso, a toda mano,el rebaño de senos del oleaje.En fin, entre las fotosde mi álbum familiar, <strong>un</strong>a conservo,ilustración perfecta de esa época,de los frecuente<strong>me</strong>nte extravertidossenos de mi niñera.La más dulce lección de geo<strong>me</strong>tríaque en mi vida he tenido, se la deboa que ella, cierta tarde, tacto a tacto,


9pasó a confidenciarle sus caderasal más pequeño <strong>Enrique</strong>.No he de decirlo todo; pero creoque hay que sacar a veces los trapitosal <strong>me</strong>nos a la l<strong>un</strong>a.EL PÉNDULOHa tri<strong>un</strong>fado otro ayVallejoExplicarque al mo<strong>me</strong>ntode encontrar<strong>me</strong>haciendo el inventario de mis llagas,<strong>me</strong> regalas presentes imprevistoscomo el radar que opera detectandoel vuelo de los ángeles,o el elefante aquel, color de niño,que juega pisoteando las cajas de pandora.Relatarque al hallar<strong>me</strong> feliz,calculandolos millones de célulasde tu cuerpo,de que soy propietario;feliz hasta creerque debiera amarrarmé a <strong>un</strong>a sirenaal escuchar el canto de los mástiles,entonces <strong>me</strong> regalas <strong>un</strong> desiertoy <strong>me</strong> robas el aguahaces que <strong>me</strong> circulen hormigas por las venas,que mi cuerpo se vuelva el paraísodonde nacela pri<strong>me</strong>ra pareja de alacranes,que mis órganos gruñan convertidoscada <strong>un</strong>o en <strong>un</strong>a bestia diferente.


10Pero entoncescaminas a tu armarioy tomas el estuche donde guardasla <strong>me</strong>jorde todas las caricias.Y otra vez en la luz, sin parpadeos,sin <strong>un</strong> solo relámpago de sombra,a dos manos tomado del orgasmo.Hasta que de repente <strong>me</strong> conducesa tu nueva mansión edificadaen <strong>un</strong> fraccionamiento construidoa mitad del carajo.En el flujo y reflujo de este péndulo(que en su inconstancia empujami corazón <strong>me</strong>tálico de izquierdaa derecha en la entraña)navego exacta<strong>me</strong>nte en el sentidocontrario al que olfatea el viejo lobode mar de toda brújula.¿He de ser prisionerode este vaivén sin fin hasta el instanteen que ya la agoníadesanudela luz de mis pestañasy epitafie el recuerdomi irre<strong>me</strong>diable ausencia que se inicia?No sé. Pero al llegar a estos renglonesabandono la pluma porque ayer,habiendo ya fletado<strong>un</strong> carro de mudanzapara todos los sueñosque <strong>me</strong> fueron creciendo aquí a tu lado,todo cambió de prontoy corro hacia tus ojosdesempacando besos y caricias.


11NO ES POSIBLE ENTRAR DOSVECES EN EL MISMO RIONo es posible derramar dos veces el mismo lloro.Los ojos peregrinan, con el tiempo bajo el brazo,hasta ser <strong>un</strong> asilo de dos niñasancianas.Centellean su eterna distinción con el pretérito,tomándole instantáneas a la nadacada vez que al pestañear nos dejan verañicos de la muerte.Eterna<strong>me</strong>nte nuevas, las lágrimasredondean seg<strong>un</strong>dospara hacer <strong>un</strong>a clepsidra de aflicciones.Hasta es factible a vecesoír el delicado tic tac del parpadeo.Imposible vivir dos veces en la misma carne.Y esto lo sabe bien el que, a<strong>un</strong>que no es <strong>un</strong> anciano,sí es <strong>un</strong> hombre de cierta edad,entrado ya en nostalgias.Y también el que carga la inscripción en cada palmade tan prolongada línea de la vidaque desborda la mano y se le enmarañaen todas las arrugas.Las manos habitadas empiezan a inquietarsey su tranquilidad se les llena de hormigas.<strong>El</strong> viejo sólo empuña fir<strong>me</strong><strong>me</strong>nte,como <strong>un</strong> pez apresado,<strong>un</strong> temblor incesanteque resulta incapaz de sacudirsela pátina numérica del tiempo.


12No es posible besar dos veces la misma boca:hasta Penélope,que tejía su fidelidad todas las noches,que, al sustraer su cuerpo en mil manerasal tacto pretendiente,recorría asimismo su odisea,y obtenía en su lecho,abrazada a la ausencia de su esposo,el orgasmo espiritual de cumplir con la palabraempeñada,le entregó a Ulises,cuando éste pudo tornar al fina la Itaca más íntima de la boca conyugal,diferentes labios, sonrisas extranjeras,senos acuñados en distintos moldes,piernas que envejecieron no sólo en las rodillas.No podemos cantar dos veces la misma copla.Ni el disco se nos raya en algún p<strong>un</strong>to,como <strong>un</strong>a idea fija de sonidos,para trazar en élel signo circularde lo perpetuo.No es posible cantar la misma copla.No es posible acariciar dos veces los mismos pechos.Ni acurrucarnos en sus círculospensando que nuestra eternidadtiene pezones.Si se exigiera hacer su biografía,desde el p<strong>un</strong>to en que les ponen las manos del deseosus corpiños de tacto,cuando hay alguien que sufredos senos de temperatura,al día en que la leche se les curvay ponen en la encía de su niñola dentición licuada de lo blanco,tendría que decirse:cuando niña,


13a la mujer se le diluyenen la indistinción de sexos de su tórax;adolescente,salen en busca del tactoy abandonanla <strong>un</strong>idad de su pecho de pequeñaa favor del dualismo que adivinaque las caricias se hacen a dos manos.Cuando anciana, advendrá<strong>un</strong> deshielo de senoscomo alforjas despojadas ya de todos los años porvenir.Y eso nos hace verque no es posible acariciar dos veces idéntico placersi sabemosque el tiempo está palpando la epidermis,esculpiendo su vejez a fuerza de caricias.No podemos jugar dos veces al mismo juego.Yo no pude lograrloal jugar, cuando niño, al escondite,juego en que <strong>me</strong> escondía hasta perder<strong>me</strong>.Ni pude conseguirlocon aquella peonza que giraba en la palma de mi manocomo <strong>un</strong>a paloma en torbellinoque picoteaba ahí su equilibrio.Ni lo alcancé tam<strong>poco</strong>cuando, en el ajedrez, que se rodeade <strong>un</strong>a atmósfera que huele a pensamiento,advierto que de prontosoy <strong>un</strong> alfil más inteligente que tú,tiendo republicanas trampas a tu reinaen el tablero de batalla,y salgo tri<strong>un</strong>fante en <strong>un</strong>a luchaen que la <strong>me</strong>ditaciónfue mi pólvora.<strong>El</strong> hombre que frente al relojrecuerda su trayecto,se lanza la <strong>me</strong>moria a las espaldas,


14se desanda a sí mismo hasta que adviertela raízde esa flor de tic tac que es el presente,sabe que no podemos entrar dos veces en el mismorío.Nuevas aguas ahogan las pasadas,del pretérito oleaje ya no quedasino <strong>un</strong> débil recuerdo, en vías de esfumarse,prendido como náufrago a la astillaque perdura del barco su<strong>me</strong>rgido.Dos veces no podemos.No existe <strong>un</strong>a sola ancla, con su puñado de tierra fir<strong>me</strong>,frente al fluir del tiempolas cuentas de no acabar de su rosario.Y en el caso de haberlano sería dos veces la misma ancla,pues el reloj desbordasólo mo<strong>me</strong>ntos irrepetiblesque dejan la grabación efí<strong>me</strong>ra en el <strong>viento</strong>de sus huellas digitales.No es posible entrar dos veces en el ríoporque, con sólo mojarse,mi cuerpo es <strong>un</strong>os seg<strong>un</strong>dosmás viejo que antes era,y siento que, fugaz,la espuma a mi cabello lo deja encanecido.Dos veces no es posible entrar al aguaa<strong>un</strong>que el reloj, mojado, se nos parefingiendo <strong>un</strong>a escultura de lo eterno.Ni es posible tam<strong>poco</strong>porque cuando despuésel baño se abandona,la arrugada vejez que hay en las yemasmuestra que hemos su<strong>me</strong>rgido las manos en eltiempo.No es posible leer dos veces al mismo Heráclito.


15No es verdad que el espaciosirva como lugar en que se citanoquedades, rendijas, intersticioscelebrando el congreso de la nada.No es el telón de fondodonde hay algo que salta y representaademanes de ser, gestos de cuerpo.No es tam<strong>poco</strong> <strong>un</strong> vacío donde aflore,con el solo habitante de la asfixia,el único rincón en que la historiano puede respirar.VIDA Y OBRA DEL ESPACIOHay espacios que nacen, que gateancon sus tres di<strong>me</strong>nsiones. Espacios que se yerguen,sumándole agujeros a su hueco,hasta la edad madura del abismo-donde está siempre el vértigo asomadoohasta esbozar <strong>un</strong> ámbito que abarquedesde tu boca abierta hasta los cráteresque se abren en la l<strong>un</strong>a.Hay espacios amantes, cuyo coito-logrado al presentar el pasaporteque goza de la visa de la entregaextraditasus límites y acabacon el crónico mal del que adolecenlas naciones, enfermas de frontera.Hay espacios ya graves: el derrumbeque a<strong>me</strong>naza la mina lo demuestra.Hay espacios que nacen, viven, crecen:se reciben de tiempo. Son espacios ancianos,a <strong>un</strong> paso ya muy niño de la muerte.Modelado de historia y de materia,el espacio requiere de su biógrafoque arroje las leyendas y lo tratecorno hermano de todos en el tiempo,nativo del ger<strong>un</strong>dio y compatriota


16de todo lo que se halla,si olvidarnos la efí<strong>me</strong>ra existencia,a <strong>un</strong>a c<strong>un</strong>a tan sólo del sepulcro.PREMAMUTARIOPara Carlos IllescasEn el tiempo primario,antes de que, trinando, ese llamarioconvirtiera la rama en ramarada;antes de que en su lomo el jorobariocargara agua estancadapara esperar la sed que se renuevade cuando en vez en <strong>me</strong>dio de la cueva;antes de que transfor<strong>me</strong>el hombre a ese murciélago inocente(al temor yugular que ante él se siente)en el sangriro enor<strong>me</strong>,enor<strong>me</strong> y repelente,que gusta continuar con dos hilillosrojos la brevedad de sus colmillos;antes de que la hurtaca, que conspirapor hacerse de vidrios, de carretes,cáscaras de limones, rehiletesen que el color, mareado se retira,transformara su nido fuerte,donde está toda suertede cosas que convierten en más ricoeste pájaro que otros por <strong>un</strong> pico;antes de que la mano, con su caña,realizara la hazañade pescar los más grandes tiburones,y a cuchillo, con saña,


17haciéndolos jirones,al agua los tirara nueva<strong>me</strong>nteformando en cada trozo <strong>un</strong>a piraña,brizna de tiburón que hinca su dienteen la miedosa carne de la gente.Antes de que en el campo y en el monte,si vamos desde atrás hacia adelante,se hallara el vastodonte,la fuente primordial de esos raudalesde genes colosales,padre del elefanteque irá en la evolución de los trompales-e<strong>me</strong>fante, enefante y esefante-,sin dejar de ser n<strong>un</strong>ca el grandefantehaciendo, a la pisada con que yerra,que retiemble en sus centros nuestra tierra.Antes de que luzigres de Bengalasirvieran de pacíficos tapetesa mitad de la salay la pared realcela percha para asombros del cuernalce.Antes de que nacieran asconetes,floriposas, chispiérnagas, muerderros,que plagaran los campos y los cerrosde Indonesia, de México o de Italiade toda la animaliaque supo imaginar naturalezay arrojarla a los bosques, la llanura,las estepas perdidas, la malezaen que gruñe lo verde en la espesura,la gota, en fin, la gota de agua pura.Sólo cosas había en los umbralesdel m<strong>un</strong>do. La materiasufría en aquel tiempo <strong>un</strong>a miseriacompleta de animales.La bestia hoy enjaulada


18en el parque zoológico,tenia, de abuelárbol genealógico,el roble de la nada,brillante no de flores sino ausencia.Si se hubiera instalado(corno p<strong>un</strong>to final de la presenciadel m<strong>un</strong>do inanimado)de «la blonda avecilla» el cuerpo alado(la abeja en los panales de Ronsard)en <strong>me</strong>dio de las cosas, en la desobedienciade la ley natural,brotara en todas partes el escándalo,la infracción promovida por el vándaloque hubiera, con su caos, invadidoel imperio romano dominante,y c<strong>un</strong>diera al instante,la sorpresa, el sinsentido,si en las cosas la <strong>me</strong>nte hubiera sido.Sólo cosas había. Sólo cosas.Sólo cosas lucía ese mo<strong>me</strong>nto.Tierrañas que se erguían impetuosastratando de llegar al nuba<strong>me</strong>nto;jugones que introvierten como cuitassu milagrio de perlas exquisitas;bellísimos tierrajesque cambian de estaciones y de trajescomo el que con su prisase monda fácil<strong>me</strong>nte la camisa;blancatraces de luengas, amarillas,ancestrales historias tan sencillascomo aquella que cuenta la consejade que, si se le deja,esta flor que se excita y que se turbaen su dorado rayo se masturba.Aquí no hay quien cerebre lo que ocurre,no hay abiertos mirárpados al cieloo al pequeño friachueloque discurresus inéditas aguas en el suelo.


19Aquí no hay ojos, manos ni noticiasde futuras tacticiasque dejarán la piel embelesada.Aquí no está a dos pies encaramadala preg<strong>un</strong>ta por todo,la inquisición consciente por el lodo,la esbella titilante,lag<strong>un</strong>a vez el agua vacilante.Aquí no hay quien cerebre el <strong>un</strong>iverso,ni siquiera ha nacido el pri<strong>me</strong>r verso.


20HORMIGA Y APARTEEn <strong>El</strong> origen de las especies de Charles Darwin,London, 1859, p.374, podernos leer este pasaje:las hormigas,marchando en fila india,recuperan los p<strong>un</strong>tos que conforman <strong>un</strong>a línea.Una hormiga roja,abandona, de repente, la fila,su instinto,la ley natural.Y al hallarse sola,descubre las paredes y ventanas del yo.¿Qué soy? se preg<strong>un</strong>ta,y en el lenguaje nervioso de las hormigas rojasdice: soy <strong>un</strong> yo.Yo, entonces, se acerca a <strong>un</strong>a lag<strong>un</strong>apara contemplar la carade alguien que es, al fin,consciente de sí misma.Una hormiga negra,negra como la lágrima de <strong>un</strong> ciego,pequeña,emperifollada con el moño de su sexo,abandona también su fila,el trocito de ciencia en que vivía,se dirige al mismo estanquey descubre en la mirada de Yo su nombre.Se llama Tú.Tú y Yo,tomados de la mano,se empiezan a dar obsequios:briznas, raíces, letras,el ensayo fugaz de <strong>un</strong>a sonrisa,hasta sienten el deseode darse entera<strong>me</strong>ntedemoliendo los muros que protegena los pronombres.


21Abajo de <strong>un</strong>a hoja seca hallan su pri<strong>me</strong>r besoy el principio de identidad...Y en eso están, así, cuando de prontollega el oso hormigueroy el idilio, carajo, se devora.LA ALTERNATIVATan sencillo como esto:vivir indigna<strong>me</strong>nte entre algodones(que llegan al oídopara tapiar al yo, para dejarlosin nexos con el m<strong>un</strong>do),con la cuota de besos de la madre,los hijos y la esposa,con los pulmones llenos del inciensode la gloria oficial,o vivir digna<strong>me</strong>nte en la tortura,en la persecución, en la zozobra,con la tinta azul cólera en la pluma.Tan sencillo como esto:ser Martín Luis Guzmán o ser Revueltas.


22PREHISTORIA DEL PUÑOEn <strong>un</strong> tiempo yo fui, lo que podríallamarse <strong>un</strong>a personadecente.Buena educación.Eructos clandestinos.Modales aprendidos con <strong>me</strong>trónomo.Y <strong>un</strong> cajón rebosante de dieces en conducta.Pero <strong>un</strong> día,ante los golpes de culata,las ráfagas de párpados vencidos,el furor lacrimógeno,<strong>me</strong> nació <strong>un</strong> inesperado«hijos de puta».Se trataba de mi pri<strong>me</strong>r arma,de <strong>un</strong> odio que a dos piescargaba la sorpresa de su propio nacimiento.A partir de entonces,dentro de mi gramática irac<strong>un</strong>da,dentro del diccionario en que mi cólerase encontraba en <strong>un</strong> orden alfabético,disparaba palabras corrosivas,malignas expresiones que eran áspidescon la letra final emponzoñada.Pero yo <strong>me</strong> encontraba insatisfecho.Ningún hijo de putacorría hacia su casa, ante mi grito,para zurcir el sexo de su madre.Mis alaridos eran inocentes,inofensivos erancomo besos que Judas ofreciesetan sólo a sus amantes.Ante eso,pasé de <strong>un</strong> insatisfecho «cabrones »


23-pólvora hu<strong>me</strong>decida por mi propia salivaa<strong>un</strong>a pequeña piedra,el pedestal perfecto de mi furia,la lápida mortuoria que encerrabala pretensión guerrera de mi lengua.Y ahora, en la guerrilla,mientras limpio mi rifle.recuerdo cuando yo era, camaradas,lo que podría llamarse <strong>un</strong>a personadecente.


24LA CLASE OBRERA VA ALPARAISOUna vez <strong>me</strong> enamoré de <strong>un</strong>a trotskista,Me gustaba estar con ellaporque <strong>me</strong> hablaba de Marx,de Engels, de Lenin,y, desde luego, de León Davidovich.Pero, más que nadaporque estaba en verdad como quería.Tenia las piernas más hermosas de todo elmovimiento com<strong>un</strong>ista <strong>me</strong>xicano.Sus senos <strong>me</strong> invitabana mantener con ellos actitudesfraccionales.Las caderas, que eran pequeñas, redondas,trazadas por no sé qué geo<strong>me</strong>tría lujuriosalucían ese movimiento binarioque forma cataclismos en las calles populosas.Un día, cuando<strong>me</strong> platicaba que:«Lenin había visto con lucidezque la época de los dos poderes llegaba a su fin»,yo le tomé la mano;ella continuó:«pero el problema básicoera la concientización de los soviets».Yo no despegaba los ojos de sus senos.Un botón de audacia -<strong>me</strong>ditabay<strong>me</strong> vuelvo <strong>un</strong> hombre rico.Y ella proseguía:«había que reforzar el papel de la vanguardia».No <strong>me</strong> pude contenery la estreché a mi cuer<strong>poco</strong>n la boca de cada poro míobuscando otros iguales en su carne.Y ella: «Lenin había previsto que...»Y yo ataqué el botón de su camisay <strong>me</strong> puse a jugar con la blancura.Y mi trotskista, con la voz excitada:


«los <strong>me</strong>ncheviques estabanen minoría ya en los consejos».Y yo, con decisión,le fui subiendo <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong> la falda,como quien deja de hablarle de usted a <strong>un</strong> ángel.Se hizo <strong>un</strong> silencio.Un silencio para disfrutardel pequeño burgués abrazoque abre la toma del poder por el orgasmo.25


26EN PIE DE LUCHAEduardo. Guillermo, Jai<strong>me</strong>¿recuerdan cuando fuimos terroristasy armábamos el delicado <strong>me</strong>canismode explosivas <strong>me</strong>ntadas de madrepara ponerlas en lugares clavesdel sistema?¿Recuerdan cuando, con Pepe,con la boca cosida por el mismo propósito,levantamos <strong>un</strong>a barricada de hambre?¿Recuerdan nuestra fiebre clandestina,el salir a <strong>un</strong>a j<strong>un</strong>taponiéndonos el traje, la bufanda y el seudónimo?¿Recuerdan nuestros puños-opuestos siempre al ascodiscutiendopor las nocheshasta el advenimiento del nuevo día,hasta que los arroces de la penumbraeran picoteados por los gallos?¿Han olvidado acaso las re<strong>un</strong>iones,las órdenes del díaen que el sueño era el Presidente de debates?Se dice que tan sólola sangre juvenil es subversiva,o que la adolescencia,con su chorro de tiempo tan exiguo,no moja aún la pólvoradel furor; pero dícese que ello es transitorio,que ha de venir el díaen que sienten cabeza las neuronasimpulsivas;se dice que la edad,con su telaraña de canas,toma preso y devorael tábano rebelde de otro tiempo.Se habla de ingenuidad,de muchachos utópicos y anémicosque formaban brigadas o círculos o célulasde glóbulos blancos.


Se habla de castillosformados con la arena de fantasmasque a la incredulidad se desmoronan.Se citala escasez la<strong>me</strong>ntable de mazmorrasque hay en los manicomios.Pero Eduardo y Guillermo.Pero Jai<strong>me</strong>.No quiero,no, no quiero la cordura.En vísperas de ser por las arrugasinvadido,no quiero, mis amigos, encontrar<strong>me</strong>con los pies muy bien puestos en la tierrade la lógica.Sueño, mis camaradas,que hasta el último instante,mi vol<strong>un</strong>tad aún halle la forma(contra mí, mis arrugas, mi cansancio)de levantarse en armas.27


281Ayer, amada mía, pecho adentrote enterré en la rotondade mis sueños ilustres.2Hoy <strong>me</strong> despertécrudo, mujeroso.3No digas n<strong>un</strong>cade esta mujer no beberé.4¿Recordartecuando <strong>me</strong> dejastetan mal sabor de alma?5La poesía sucia se lava en casa.EPIGRAMARIO6A <strong>un</strong>a alumna,llamada Alicia,la llamo yo,al verla tan hermosa, tan deseable,Alicia en el país de sus propias maravillas.7En el castillo, amada, levantadopor los dos, tengo miedodel triángulo que formamosnosotros y el fantasma.8En esta América nuestra, poetas,hay que hacerhasta canciones de c<strong>un</strong>a de protesta.


299Mujer: todo salió a pedir de tacto.Mas desde hoy nos veremossólo de vez en boca.l0Sin volver la mirada, te fuiste lenta<strong>me</strong>nte,enfermando de cáncer el espacio.De reojo logré verte por últimoescupiendo las letras de mi nombre.VA DE PASION EN FONDO PORLAS CALLESVa de pasión en fondo por las callesalineada la masa. Pasa en ellassu tráfico irac<strong>un</strong>do. Cada gentehace <strong>un</strong> mínimo cráneo con su manopara poner en élsu incipiente conciencia proletaria.Avanza cada frentecon su breve pancarta de coraje.A<strong>un</strong>que en <strong>me</strong>dio del río.pretendo ser la gota que conservala conciencia de sí,<strong>me</strong> <strong>un</strong>o al coro de voces que da formaa ese canto que luce final<strong>me</strong>nteborradas las fronteras de los himnosnacionales. Los gritos y las porrasnos hablan de <strong>un</strong>a isla,de <strong>un</strong> territorio libre en la esperanza,de <strong>un</strong> descubrir aquí en el Nuevo M<strong>un</strong>dode nuevo el Nuevo M<strong>un</strong>do.En <strong>me</strong>dio de esta turba,donde <strong>un</strong> furioso verso es cada hilera,cada grupo <strong>un</strong>a estrofa,


la manifestación <strong>un</strong>a poesíade Neruda, Llik<strong>me</strong>t o Maiakovski,que ha ganado la calle,<strong>me</strong> pongo a recordar, y se <strong>me</strong> vienea la <strong>me</strong>moria el tren, el tren de carga-atestado de espíritu rebeldedemanifestaciones ferroviariasque le daban al zócalo el carácterde estación terminal. Y se <strong>me</strong> vieneal recuerdo la masade estudiantes, maestros, que soñabanque <strong>un</strong>a bandera roja,con audacia alpinista.sobre la Catedral se enseñoreara.Y se <strong>me</strong> viene aquí, justo a la angustia,la célula con Pepe, con Eduardo,el breve caracol en el que pude sintonizar <strong>un</strong> díael rumor del Mar <strong>Rojo</strong> que se acerca.Y entonces se <strong>me</strong> vienetodo el sesenta y ocho a la cabeza.La manifestación hecha en silencio,en que sólo podían descubrirselos puños en voz alta.La manifestación que se diríaguardaba ya minutos de silenciopor las futuras víctimas. RecuerdoTlatelolco. Recuerdomis amigos y alumnos y recuerdoel permanente mitin de sus tumbas.Y en <strong>me</strong>dio del recuerdo caigo en cuentaque quizás a la vuelta de la esquinapuede encontrarse el monstruo,el monstruo lacrimógeno, la fiestade las balas del monstruo. Pobre México,invadido de Díaz y de Díaz,presas de hordas de Díaz. Pobre México.En tu bandera luce<strong>un</strong> monstruo devorando <strong>un</strong>a serpiente.30


31PROGRAMA DE VIDANacer prof<strong>un</strong>da<strong>me</strong>nte irritado.Gritar de tal maneraque todos se vuelvan hacia el gritobuscándole su pedestalde lobo.Hacer que por los labios entreabiertosse fugue del pulmón en llamasla vocal militante.Ensayar muy pronto los pri<strong>me</strong>ros pasospara aprender a pisotear los insectosque lanzan pequeñas tarascadas a los talones.Concebir en la c<strong>un</strong>a nuestro pri<strong>me</strong>r proyectosubversivo.No dormir en la almohada (donde anidan los más tibiosademanes maternos)sino acurrucamos en nuestro propio puño.Apachurrar las lágrimasentre el dedo pulgar y el índice.Hallarse preparada en todo mo<strong>me</strong>ntopara desenf<strong>un</strong>dar nuestra <strong>me</strong>jor injuria,cortar cartucho y pasear los ojospor <strong>un</strong> jardín de pulsos extraviados.Buscarle la espinilla a los dioses.Poner,desde pequeños,a nuestro oído en guardiacontra todocanto de sirena y variaciones.Desoír la varita de virtud,sus tristes erecciones.Rechazar el noviazgo que nos ponelas pri<strong>me</strong>ras esposas en las manos.Luchar a sangre y sexo.Escribir <strong>un</strong> epigrama que generecuarteaduras en los murosdel partido gobernante.Pero no confiar demasiadoen las virtudes catastróficas de la lira,


en la toma del poder por los endecasílabos.Buscar paciente<strong>me</strong>nte en cada cuerpoel p<strong>un</strong>to en que se esconde la ternura.Darle piel abierta a la caricia.Organizar <strong>un</strong>a manifestaciónque corra, tumultuosa,a escuchar en el zócalo <strong>un</strong> recitalde poesía.Contemplarse las manos,a la hora de morir,y pensar en las obrasfirmadas por sus huellas digitales.No tener temor a la muerte.Enseñar a los cojones a deletrear el infinito.Morir tranquilo, en fin, tranquilo.En paz, serena<strong>me</strong>nte,si se está convencidode haber colaboradocon <strong>un</strong> grano de pólvoraal bendito desorden que se acerca.32


33PREPARA YA LA CÁRCELPara Alicia Zende jasY <strong>me</strong> dije:hazle señales de humo con incienso,extiende, con la red,el amargo panal de la emboscada.Súbete, pero ya. Llega a la alturaen que pastan las nubesla vecindad hojosa de la tierra.Colócate <strong>un</strong>a antena por si acasoviene con los disfraces de la músicao con las variacionesen que el tema inicial fuera el silencio.No olvides los cordones.Prepara ya la cárcel. Toma. Bajala mano hasta alcanzar (haz <strong>un</strong> esfuerzo)la colección de muros del candado.¿Qué pasa? Salta, muévete.Por favor no te quedes con los brazostan ciegos como <strong>un</strong> nudo.¿Que la red se encontraba agujereada?¿Que pasó a <strong>un</strong>a distancia desdeñosa?Se trataba, carajo,del ángel de las siete y treinta y cincoque se había salido de su ruta.


34EN LA ORDEN DEL DÍAQue ya no puedes más, que ya tus hombrosno soportan el bulto del cansancio?Ni modo, camarada, hay que seguir.¿Que están, dentro de ti, desmoronándosetus músculos más fir<strong>me</strong>scorno <strong>un</strong> reloj inserto en las entrañas?Ni modo, camarada, hay que seguir.¿Que te invade la sed, que sufres hambrey tu estómago empieza a enloquecer,a tañer su campana de vacíopara llamar a <strong>me</strong>sa y a mantelesque digan pan al pan y al vino vino?Ni modo, camarada, hay que seguir.¿Que te<strong>me</strong>s la tortura?¿<strong>El</strong> duelo de la sangre y las ideas?¿Que se acerque el esbirroa buscar en tu piel planes y sueños?¿En tu alarido el nombre de tu hermano?¿Alg<strong>un</strong>a dirección en tus testículos?Ni modo, camarada, hay que seguir.Hay que ser partidarios de la tesisdel odio permanente.Hay que hallarse sin treguacon la irac<strong>un</strong>dia al hombropara estar algún día en pie de paz.Ni modo, camarada.Cansancio, hambre, temor, qué significanpara el que ha decidido,con su cincel en mano,levantar la escultura de su grano de arena.


35EL HEREJEEn <strong>un</strong> tiempo fui partede la fracción eróticadel Partido Com<strong>un</strong>ista.Era <strong>un</strong> partido dentro del partidocomo <strong>un</strong> ciego que se esconde en <strong>un</strong>a gruta,<strong>un</strong> águila en el águila del <strong>viento</strong>o <strong>un</strong>os labios cerrados en mitad del camposanto.Ho<strong>me</strong>naje a W ReichTodos mis docu<strong>me</strong>ntos.clandestinos,disfrazados de puertas clausuradas,concluían:«¡Proletarios y proletarias de todos los países, <strong>un</strong>íos! »,y den<strong>un</strong>ciaban las razones neuróticaspor las que a vecesla hoz no se acostaba con el martilloo gusanos generados en el lechodevoraban la manzanade los puños.Mis principios:que las bocas dispersas(que hacen <strong>un</strong>a antecámarade besos suspensivos) cierren filas,trituren el espacio mojigato.Que al avanzar la piel, levante vuelola parvada de corpiños te<strong>me</strong>rosos;que nadie note, no,la militancia reservadade tus malas intenciones;que sea tu estrategia conquistar,en <strong>me</strong>dio de las sábanas,el frente <strong>un</strong>ido,tu táctica formar en la epidermis<strong>un</strong>a asamblea de poros excitados,<strong>un</strong> mitin en que el sexo se levantey to<strong>me</strong> la palabra.


36Se reparó en mis actos fraccionales,en mi pasar<strong>me</strong> los días amueblandocatacumbas.Se <strong>me</strong> buscó de arriba(como si preg<strong>un</strong>tara alg<strong>un</strong>a cúpulapor <strong>un</strong>o de sus sótanos)para contar<strong>me</strong> cómo Giordano Br<strong>un</strong>o-la verdad convertida en laberintoterminópor ser pastode <strong>un</strong> hambriento rebaño luminoso.Tras <strong>un</strong>a fatigosa discusión,se insistió en que debía retractar<strong>me</strong>,y que en el árbol de la noche tristede mi arrepentimientose ahorcaran mis palabras.Sin esperar al Congresose decretó la expulsión de la libido...Y yo,sin mi carnet,como si dijeraque se le sale a <strong>un</strong>o de la bolsala identidad, salí a buscar <strong>un</strong> buitre enamoradode mis entrañas.IITambién fui yo colegade ese tipo de médicos que tienena neuróticos espermatozoidespor pacientes.Los ilustres doctores(barbas, lentes, sentadosen el muelle sillón de la ortodoxia)hablaron de espionaje, murmuraronque no era mi monóculo otra cosaque <strong>un</strong> ojo en su corsé de cerradura,den<strong>un</strong>ciaron mis escritos


37como, por lo <strong>me</strong>nos,el relincho del caballo de Troyao <strong>un</strong> puñal que flirtea con la espalda.Yo hablabade que el enemigo principalera el sexo reprimido,tapiado en su bragueta moralista;le hablé directa<strong>me</strong>nte a los testículos;invité a discutir a los ovarios.La solución (decía,sembrando el descontento en mis colegas)no se halla en el sofá sino en la cama,Es <strong>un</strong>a estupidez (grité furioso)permitir que tu sexodoblegue la cerviz en la impotenciao que haya en este siglo todavíavirginidad de orgasmos.Algo esencial:hurtarle los secretos a la cama,dominar el amor desde el iniciohasta el final feliz;no sólo el arma de la crítica debe convertirseen la crítica de las armas,sino el principio del placeren el placer del principio.Todo debe empezar con algún besoque al haber estallado a quemarropaderrita la camisa y el corpiñoo que deje en los pies que se haga <strong>un</strong> charcode pantalones.También se decidió pedir<strong>me</strong> cuentas.Se <strong>me</strong> exigió asimismo desdecir<strong>me</strong>y desandar cada <strong>un</strong>o de mis libros.Con la espada flamígera del dogma,desollando la piel de cualquier duda,se <strong>me</strong> mostró el camino hacia la puerta.Sin perder los ideales, sin perderlos,


38<strong>me</strong> sentí como Adáncuando. expulsado, no pudo retener el paraísosino tan sólo el cuerpode su amada.EL VIENTO ME PERTENECE UNP OCOJurídica<strong>me</strong>nte hablando,yo no soy dueño de ning<strong>un</strong>a de las luciérnagas.Y a<strong>un</strong> mi derecho sobre las mariposas resultadiscutible.No tiene sentidoque alguien <strong>me</strong> pida(regalado o prestado) <strong>un</strong> crepúsculoporque carece de ellosmi patrimonio familiar.Se puede creer, sin embargo,que, en sociedad con mis oídos,soy al <strong>me</strong>nos propietario de alg<strong>un</strong>a <strong>me</strong>lodía(las variaciones, digamos, sobre <strong>un</strong> tema del <strong>viento</strong>);pero si <strong>un</strong>a cosa debe afirmarse de míes que soy pobre de música,<strong>me</strong>nesteroso de Bach, harapiento de Mozart.En mis arcas no existe <strong>un</strong> solo aroma.N<strong>un</strong>ca he guardado en mi caja fuerteel sabor a vainilla.N<strong>un</strong>ca he poseído <strong>un</strong>a alacenaolorosa a compota de duraznoni mi ropaha estado n<strong>un</strong>ca planchada y dobladapor las manos de <strong>un</strong> jabónque conduzca majadas de perfu<strong>me</strong>.


39Mas llegas tú. Y el <strong>viento</strong> <strong>me</strong> <strong>pertenece</strong> <strong>un</strong> <strong>poco</strong>.Hasta puedo enviar por correode regaloalg<strong>un</strong>a brisa.Me llevo por alg<strong>un</strong>as horas el mar a mi departa<strong>me</strong>ntode la misma forma en que lo hice en la página 65del antiguo relato de <strong>un</strong>a de mis pesadillas.De <strong>un</strong> tallo de dos o tres rosalespende <strong>un</strong>a tarjeta con mis señas.Y he dado instrucciones a las espinas(los demonios custodios del perfu<strong>me</strong>)para poner en su sitio a quien olvidela propiedad ajena.Mas llegas tú, y la soledadsale corriendohacia las fronteras que tengo con la nada.<strong>El</strong> abrazo nocturno nos conf<strong>un</strong>de.Sólo el galloque enciende <strong>un</strong>a cerilla con su música,despierta nueva<strong>me</strong>nte nuestros límites.Mas nos tomarnos entonces de la manocon la intenciónde que no deje de haber n<strong>un</strong>calitigios fronterizos entre nuestros pronombres.Me ayudas a armar el rompecabezas de <strong>un</strong> ángel.Hallamos agua, sol, edad derruida,damos con la pasiónque desentu<strong>me</strong> piernas, mueve brazos,y devora también, oso hormiguero,la infinidad de p<strong>un</strong>tos agitadosen las extremidades que se duer<strong>me</strong>nen su inmovilidad de soltería.Mas después de gozarel placer sedentario de los besosy las caricias lentas (las tortugasafectivas que cruzan por tu vientre)decidimos partir,darle cuerda al zapato, correr m<strong>un</strong>do.


40Construir <strong>un</strong> astilleroy empezar a forjar fetos de navesque crecen hasta hacerseaudacia de madera,<strong>un</strong> sueño con su popa y con su proa.La aventura que sabe recortarlelas espinas a la rosa de los <strong>viento</strong>s.PenélopeDigámoslo: Penélope no se queda en la casa.No permanece aquí para cuidar la hortaliza.Para lavar la cara sucia de los pepinos,peinar a los elotes, plancharle a las lechugaslos puños y los cuellos. No se queda en la casa,al frente de la escoba que al moverse reparte<strong>un</strong> infarto en cada <strong>un</strong>o de los granos de polvo.No teje la calceta de su matar el tiempo.No le zurce a la ropa sus corrientes de frío.No se halla en la cocina todo el día incrustadamirando cómo hierve <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong> su tedio,probando a qué le sabe su propia servidumbrecuando el dedo le pasa su información al gusto,ordeñándole rayos de sol a las naranjas,tomando de la mano diferentes saboresque van, endomingados, a orna<strong>me</strong>ntar la <strong>me</strong>sa.No aletea, pelando cebollas y recuerdos,el pañuelo custodio. No lava los pañales.No cuelga en <strong>un</strong> alambre la exposición completade todo su fastidio, frustración, amarguraencarnada en manteles, calcetines, calzones«y camisas que lloran lentas lágrimas sucias».No teje <strong>un</strong>a pro<strong>me</strong>sa que desteje en la nochecomo el flujo y reflujo de <strong>un</strong> océano de estambre


en que está a la deriva su destino acosadopor la piel pretendiente. No se entierra en la casa.También sale de viaje. También forja su propiaodisea Penélope. No se queda en la casa.Se va haciendo camino. Pisa distintas piedras.Halla flores e insectos que aún no tienen nombre,que escapan a las fauces de todo diccionario.Acumula países, aventuras, crepúsculos.Con su experiencia al hombro va adelante Penélope.Es cierto que en el viaje, <strong>me</strong> vive en su concienciacomo yo <strong>me</strong> la adentro también en el espíritu:en verdad mi equipaje tiene excedido el pesopor cargar sus caricias, sus ojos, su <strong>me</strong>moria.Pero nos separamos. Con <strong>un</strong> mapa distintocada quien en los dedos. En barcos diferentesque ni <strong>un</strong>a sola gota del mismo mar comparten.Digámoslo: Penélope no se queda en la casa.41


42YO SIGO MI CAMINOPongo el motor a calentarse, a <strong>me</strong>ditar camino. Le doy <strong>un</strong> terrón de azúcar acada <strong>un</strong>o de sus caballos de fuerza. Meto pri<strong>me</strong>ra en mi apetito de espacio.So<strong>me</strong>to bajo mis pies, a pisotones, la velocidad. <strong>El</strong> automóvil sale hecho <strong>un</strong>aestampida, generando la feroz cabalgata de paisajes en sentido opuesto. Yo voyal volante. Llevo <strong>un</strong> haz de caminos en la palma de mi mano. Ríos, montañas,pueblos están dentro del auto. En su atmósfera se hallan las tierras másdistantes. Puedo doblar aquí, y escuchar las voces de mi mano derecha. Opuedo, aconsejado por mi corazón, girar hacia la izquierda. Tengo la geografíaen el bolsillo. No hay <strong>un</strong> solo semáforo capaz de detener mi odisea.Yo soy el maquinista. <strong>El</strong> que va a la cabeza de la sierpe, el que está ali<strong>me</strong>ntandola caldera con pedazos de noche, el que jala el silbato para darse <strong>un</strong> duchazo desonidos. Como <strong>un</strong> torpe pastor que condujera sus corderos a la boca dellobo, soy quien acarrea la humareda hacia el hambriento túnel. Soy el que, sobretantos y tantos durmientes, va desplegando el sueño de llegar hasta eltérmino del viaje. Yo soy el maquinista, Ulises de overol que estáempeñado en <strong>un</strong> viaje redondo por sí mismo.La línea más corta entre dos p<strong>un</strong>tos es perderle el temor y comprarse <strong>un</strong> boletode ida y vuelta para viajar en ángel. Soy <strong>un</strong> piloto con diez mil horas de rascarlelos pies a las estrellas. Mis señales de tránsito son las <strong>me</strong>táforas gongorinas delos signos del zodíaco. Soy el piloto de <strong>un</strong>a nave que lleva a la prisa como suviajero permanente. Doctorado en nubes, sé del cielo y sus atajos de aire como laquiromanciana conoce la palma de todos sus secretos. Consciente de que mimuerte sería <strong>un</strong> salir<strong>me</strong> de mi ruta para entrar a <strong>un</strong> crepúsculo, <strong>me</strong> so<strong>me</strong>top<strong>un</strong>tual<strong>me</strong>nte al itinerario, a la travesía en hexá<strong>me</strong>tros que <strong>me</strong> fija la homéricaepopeya.Yo sigo mi camino, sin oír el canto de sirenas de las anclas. Amarro los oídosa grandes mástiles de silencio. Soy el timonel, el radar que percibe elhormigueo de mis plantas. Enlazo los caminos y corro a no sé cuántos nudospor hora. Podría pasar<strong>me</strong> los <strong>me</strong>ses en el océano Pacífico o embarcar<strong>me</strong> enalg<strong>un</strong>a de mis lágrimas. Podría... Mas voy, con mi jauría de <strong>me</strong>dios, tras misfines. Itaca es el lugar de donde vengo y es también el lugar al que camino.La odisea, digámoslo, es sola<strong>me</strong>nte <strong>un</strong> círculo (<strong>un</strong> futuro mordiéndole lacola a su pasado) que parte y que termina, no en el beso y seguido de Nausica ode Circe, sino en ese p<strong>un</strong>to de eternidad en el espacio en que mis labios y loslabios de Penélope hacen que sus palabras se desnuden (para hacer el amor) y


43queden <strong>me</strong>tamorfoseadas en los besos que han prescindido ya de la prendainterior de toda letra.ODA A LA GOMA DE BORRARGran cosa es tener la capacidad de retractarse.Poseer el combustible necesario para dar marchaatrás.Lucir la valentía de desdecirse,humillar la petulanciade pretender hablar desde el púlpito de la tinta,con <strong>un</strong> ademán autocríticoque transforma los dogmaslos yerrosla retóricaen <strong>un</strong> rebaño de virutas perfumadas.Para desandar el caminoy darle nueva<strong>me</strong>nte la palabra a la página en blanco,se requiere de <strong>un</strong> delicado instru<strong>me</strong>ntoque es, como la ruedalos grandes aeroplanosy la caricia de la mujer amadacuando la soledad nos cala hasta los huesos,invento inapreciable.¡Oh fe de erratas de mi lápiz!Cernidor entre el trino y el resuello,la palabra veraz y la que hilvanalas letras enmieladas del engaño.¡Oh gran antologista de vivencias!Yo te debo la astucia de anularle adjetivosa las emociones sustantivas.Te soy deudor de mi capacidadde co<strong>me</strong>nzar y co<strong>me</strong>nzarnueva<strong>me</strong>nte desde cero.Cuando vuelvo los ojos a la plumaal lápiza la máquina


y después hacia ti<strong>me</strong> quedo <strong>me</strong>ditativoy piensoque el poetael verdaderoel grandeel prof<strong>un</strong>do poetadebe saber oír más las palabras de su gomaque las del artefacto con que escribeporque los dioses están más cerca del silencioque del barullo.44


45CONFIDENCIAS DE UN ÁRBOLPara Marcela BrizCansado de que el <strong>viento</strong> <strong>me</strong> sacudiera con irac<strong>un</strong>diade que se enseñoreara sobre mídecidí <strong>un</strong>a madrugadasoltar deliberada<strong>me</strong>nte <strong>un</strong>a de mis hojas.Llevé todas mis energíasmi corajemi saviahacia el ramaje.Y <strong>me</strong> deshice de <strong>un</strong>a hoja verde y p<strong>un</strong>tiaguda.En realidad acabé por sacudír<strong>me</strong>ladespués de <strong>un</strong> gran esfuerzo.Nadie fue testigo de la proeza.<strong>El</strong> <strong>viento</strong> atravesaba entre mis ramas en ese mismoinstantey como desprendió varias de mis hojasnadie podría haberlo imaginadoen el caso de haberlo vistoque <strong>un</strong>a de ellasentre las doce que perdí ese díaencarnabamuy verde aúnla forma pri<strong>me</strong>ra de mi libre arbitrio.Decidí descansar, reponer mi fuerzatener frías, muy frías las sienes<strong>me</strong>ditar mi hazaña:<strong>me</strong> sentí frente a los otros árbolescomo el ángel que aletea orgullosa<strong>me</strong>ntesu diferencia con los hombres.Pero al paso del tiemposentí la necesidad de obsequiarle a la botánicacon <strong>un</strong>a nueva toma de decisiónotra avería.Fue ya en la primavera.Mis ramas se doblegaban de tan llenas de flores.Mas advertí que entre <strong>un</strong>a flor y otra en <strong>un</strong>a de mis ramas


46había <strong>un</strong>a distancia grande<strong>un</strong> sitio desaprovechado.Y <strong>me</strong> puse a pujar y pujarhasta que de repente <strong>me</strong> brotó<strong>un</strong>a pequeña flormás purablancay tiernaque las otras.Mi felicidad fue mayúsculay se llenó de gozo el corazónsi se puede hablar de corazónen <strong>un</strong> ser que n<strong>un</strong>ca se ha excitadoni con las caricias eróticas del <strong>viento</strong>.No soy<strong>me</strong> dije<strong>un</strong> árbol al que le acaecen floressino que decide flores.Los pasos siguientes fueron más sencillos.Que se <strong>me</strong> ocurría crecer por ejemplo.Me concentraba.Pensaba en las nubesy conquistaba <strong>un</strong>o o dos centí<strong>me</strong>tros.En la noche cuando no había ningún curiosocreaba frutoslos destruía<strong>me</strong> los pasaba de <strong>un</strong>a rama a otra.Y hasta descubrí la manerade hincarles el diente.Llegó el mo<strong>me</strong>ntoen que todo o casi todoera producto de mi libertadde mi opcióno de mi juego.Soy <strong>un</strong> árbol que ha creadosu tronco


su ramajesu clorofilasus nidossus avessus gorjeosy su sombra.Pero nadie lo advierte porquesi decido crecerse piensaque la germinación <strong>me</strong> obliga a ello.Si opto por florecerpor repujar mis ramas de pequeñísimos milagrosque la botánica es la responsable.Aún más.Creo que cuando to<strong>me</strong> mi principal decisiónno dejará de haber <strong>un</strong> leñador a mi veraque hacha en manohaga pensar a todosque fui vulgar<strong>me</strong>nte derribadoy no quehambriento de rumbosconcentré mis fuerzasapreté los músculosy dimi pri<strong>me</strong>r paso.47


48EN EL MERCADOEntre el puesto de dulcesy el de verdurasse coloca el vendedorde palabras.Después de ordenar la <strong>me</strong>sa de sus productostender el toldo contra el soly acercarse la sillase pone a pregonar:¡Pase a comprar su palabra preferida!¡Palabras narcotizantes para combatirel dolor de muelas!¡Palabras para la nostalgia crónica!¡Palabras para escudarse de la agresiónde otras palabras!Si <strong>un</strong> cliente se interesa por la <strong>me</strong>rcancíael vendedor aprehende con <strong>un</strong>as pinzasla palabra seleccionadala desempolvala envuelvey la entrega al compradoracompañada de <strong>un</strong>as instruccionespara su uso.Hay vocablos en efectoque deben ser dichos <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong>como deletreando la fugade la emoción saboreada.Otros deben salir de golpe a la intemperiecon su breve bufanda de saliva al cuello.Cuando termina el díael <strong>me</strong>rcader levanta su negocio.Se echa su morral de vocablos a la espalday parte en busca de otros pueblos.Por las noticias que nos han llegadose puede asegurar


49que este vendedoren <strong>un</strong>os <strong>poco</strong>s <strong>me</strong>ses ha ido destruyendop<strong>un</strong>to por p<strong>un</strong>topoblación tras poblacióngrandes comarcas de silencio.DISCURSO DE JOSÉ REVUELTAS ALOS PERROS DEL PARQUEHUNDIDOCompañeros canes:Aprovecho esta concentraciónpara tomar por asalto la palabray decirles mi desdén, mi resistencia, mi furiapor la vida de perrosa que se les ha so<strong>me</strong>tidoy que ustedes aceptansumisa<strong>me</strong>ntecon <strong>un</strong>a larga, peluda y roñosacobardía entre las patas(animación en el parque).Camaradas perros callejeros:¿Van a continuar luchando <strong>un</strong>os con otros?¿Van a rodear el huesoel pobre hueso conquistado,con la cerca de púasdel gruñido?¿Y lanzarse a dentelladascontra el que también vive las manos del hambrecerrándose en su cuello?Ah mis pinchesmis bonitos perros:¿qué pasó con la táctica?


50¿dónde sus olfateos de dialéctica?Cada <strong>un</strong>o de ustedes ha acabado por ser el ámbitoen que sólo las pulgas están organizadasautogestiva<strong>me</strong>nte.Alg<strong>un</strong>os(ya los conozco)pretenden lucharpara que el nú<strong>me</strong>ro de Sociedades Protectorasde Animalesau<strong>me</strong>nte al mismo ritmodel crecimiento demográficode los perros.Canallas.Otrospor el <strong>me</strong>jor trabajode los veterinarios.Sinvergüenzas.Unos másporque las vac<strong>un</strong>as antirrábicasse repartan a pasto.Farsantes.(murmullos de aprobación).Camaradas perros:Ustedes lo saben <strong>me</strong>jor que yo.Lo espío ya en sus ojos:hay que hacer a <strong>un</strong> lado la perrera egoístao el árbol por la individuación hu<strong>me</strong>decido.Desenterrar el hueso colectivo del atreverse.Darle existencia histórica a las faucesy soltar las tarascadasen el nú<strong>me</strong>ro preciso requeridopara el tri<strong>un</strong>fo.Yo lo he soñado así.En mi puño mi fuero interno mis lágrimasclandestinasyo he pensado que llegará <strong>un</strong> díacamaradasen que por fin no sea


51el perro hombre del perro(ladridos entusiastas).Mas quiero algo decirles.En esta lucha.En este joderse.En esta pasiónno vaya a ser que otros les coman el mandado.No vaya a ser que los perros guardianes.No vaya a ser que los perros de presao los perros policía.No vaya a ser que los canes cultivadoslos que cuelgan su rosal de ladridosen <strong>me</strong>dio de los jardines.No vaya a ser que los advenedizoslos que sólo hasta ahora <strong>me</strong>rodeana sus propias mandíbulas y dientes.No vaya a ser.No vaya a ser que aquelloscuando ustedes destruyan este m<strong>un</strong>dose erijan en los nuevos mandarineschorreantes de colmillosy que ustedes se quedensufriendo nueva<strong>me</strong>ntesu existencia de perros(aullidos exaltados).José guardó silencio.Bajó del montículo que le servía de estrado.Y <strong>un</strong>a insinuante perra que atravesó la callele dio en la madre al mitina la pálida flor de la justiciaa la solemnidad del crepúsculoy a la conciencia de claseque fugazse había encendidoen esta efí<strong>me</strong>ra concentraciónde perros callejeros.


52INVITACIÓNCon la caña en las manos, la carnadade la paciencia puesta entre las sienes,pesco dentro de mí, pesco en el lagode mi vida interior, mi ser de niño.Lo saco lenta<strong>me</strong>nte. Lo contemploroto, enlamado, viejo.Le doy respiración artificial.Lucho por conquistarlo,le preg<strong>un</strong>to a las fosas nasales de su pulso.Se anima <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong>. Poco a <strong>poco</strong>.Lo acorralo en sus sílabas pri<strong>me</strong>ras.Entiendo su dolor. Oigo su grito.Hojeo lenta<strong>me</strong>nte sus sonrisas.Me aprendo de <strong>me</strong>moria la secuenciade sus respiraciones.Hoy hay fiesta en mi pecho.Se invita a los adultosque gustan del deporte de la pesca.


53ANTESALATras el asedio y el asalto al cielofue la sentencia y la deidad vencidapor <strong>un</strong>a ráfaga sin fin de tiempo.Perfecto cri<strong>me</strong>n, que instaló al deicidiocomo <strong>un</strong>a más entre las bellas artes.Es necesario interrogarse ahorasabuesa<strong>me</strong>nte por el asesino,y darse cuenta que se hallaba ocultoen <strong>un</strong> resquicio de su propia astucia.No fue la tierra. Ni tam<strong>poco</strong> el <strong>viento</strong>.No la campiña, ni la luz, ni el agua.No fue ning<strong>un</strong>a de las leyes físicas.Ningún gruñido resultó culpable.Por obra y gracia de los hombres;pero de los rebeldes, de los siempre audaces,de los dispuestos a retar a dueloal infinito mismo, Dios fue roto.destruido sin piedad, diezmadohasta volverlo nada, casi nada;polvo divino disipado luego.La humanidad se despobló la frentede la confianza, de la sed, del sueñode que hay detrás de nuestras manos, otras,blancas y finas, que comandan siemprenuestra conducta, nuestro obrar constante.Pueblo sin Dios, de libertad preñado:cada sujeto ya no carga en hombrosde su creencia (su objetivo templo)el campanario de estruendosos dogmas.Hoy las palabras, al orar, persiguenno a la invisible beatitud teológica,no al crucifijo en que se vio clavadoel Infort<strong>un</strong>io colectivo <strong>un</strong> día,sino a las manos, al cerebro en llamas,al corazón que está pasando listaa sus virtuales decisiones. Pueblosin Dios que busca derrotar sus montruos,abrirse paso entre el caudal de furias


que lo a<strong>me</strong>nazan, a<strong>me</strong>drentan, hieren.Abrirse paso destruyendo todaslas telarañas que cobija el cráneoo las serpientes que a los pies colocanla zancadilla del veneno.Largamarcha será la que su pie transitepara llegar a la promisa tierra:el porvenir confiscará los pasosde la incansable procesión, y <strong>un</strong> díaren<strong>un</strong>ciaremos al dolor de bestiaspara empezar a padecer como hombres.54


55EL POETAEn la sala de mi casa dormitan varios muebles.También hay muchos besos y palabras <strong>un</strong>tados en losmuros.Hay <strong>un</strong>a vieja lámpara, que carraspea resplandores,y se pone a hablar del día a las altas horas del poema.En mi sala, los retratos familiaresponen aquí y allá sobre el bargueño,las repisas y los taburetes,toda <strong>un</strong>a galería de cromosomasensartados por <strong>un</strong> aire de familia.Y lo diré también: mi sala está amuebladapor mi propio desorden.Tiene sillas libreros: sillas en donde Góngoraduer<strong>me</strong> sobre Sor Juana a pierna suelta.Y en que Marx alza en hombros a Bak<strong>un</strong>in.Una <strong>me</strong>sa en que mi angustiabusca, con su pesada sien, en la madera<strong>un</strong> urgente regazo.Un piano compasivo que <strong>me</strong> tomade los dedos, que tocaalg<strong>un</strong>a breve y extraña <strong>me</strong>lodíasobre mis uñas, y <strong>me</strong> llevaa las noches en los jardines de mí mismo.En mi sala hay tantas cosas.Pero lo decisivo es el teléfono.Oh nido de palomas <strong>me</strong>nsajeras.Almacén de los espacios.Aeroplano doméstico.Pista de aterrizaje del aliento.Juguete de los niños que sienten cosquilleosde saltar a ser Dios.Arriesgo, con el teléfonomis pri<strong>me</strong>ros pasos de ubicuidad.Mi sala está habitada, de pronto, por <strong>un</strong> timbre.Corno si se encendiera <strong>un</strong>a bombilladentro de cada sueño,vuelve toda mi sala a sus cabales.


56<strong>El</strong> cuarto, electrizado,se convierte en ademán imperativode mi presencia rápida.¿Qué se oye? Es la sirenade <strong>un</strong> pequeño vapor que está arribandoal puerto de mi mar de incertidumbres,o acaso <strong>un</strong>a ambulancia, <strong>un</strong> carro enfermo,cáncer en estampida,que aúlla adoloridopor las calles de Dios o por las calles,seamos más exactos, de la nada...<strong>El</strong> monstruo, en fin, de la sorpresaque quién sabe por qué pudo enterarsedel nú<strong>me</strong>ro que tiene,caja fuerte del alma, mi teléfono.La campanilla de larga distancia es intermitente,distinta, inconf<strong>un</strong>dible,como <strong>un</strong> grillo irritado, tartamudo.Salva montañas. ríos, continentes.Recorre el mapam<strong>un</strong>di en <strong>me</strong>nos del cantarde <strong>un</strong> parpadeo.Hace jíbaros de agua,al convertir en charcos los océanos,el mural espumoso en miniaturadonde sólo <strong>un</strong> gusano de burbujasaletea.En veces, en mi teléfono,suena <strong>un</strong> timbre de infinita distancia.No trae la llamada de <strong>un</strong>a alcoba citadina.Ni tam<strong>poco</strong> de alg<strong>un</strong>a provincianacon el acento de su propia lejanía.No <strong>me</strong> arroja tam<strong>poco</strong><strong>un</strong>a parte de Europa hacia mi sala.Viene del infinito.Y se an<strong>un</strong>cia con <strong>un</strong> timbre singular,como si le dieraluz verde a alg<strong>un</strong>a ráfaga inauditade sonidos armónicos.


57Cuando suena el timbre de infinita distancia,levanto el audífonoy alguien o algo <strong>me</strong> dicta estos poemas.Oh musa telefónica.Yo traigo mi papel y ruego que no cuelguen.Y así por inter<strong>me</strong>dio del teléfono,de su timbre de infinita distancia,de este juguete, en fin, de ubicuidad,deletreo <strong>un</strong> poema, ya se sabe,que es de n<strong>un</strong>ca acabar, de n<strong>un</strong>ca serlo.Pero a veces <strong>me</strong> ocurreque salto hacia el teléfonocon hambre de <strong>me</strong>táforas y <strong>un</strong>a extrañasensación de vacío de infinito en el estómagoy tan sólo puedo com<strong>un</strong>icar<strong>me</strong> con mí mismoporque ni suena el timbre de otro m<strong>un</strong>doni quiere el infinito dar<strong>me</strong> línea.


58A ORFEO SE LE ACABÓ UN DÍA ELTIEMPOA Orfeo se le acabó <strong>un</strong> día el tiempo.Cuando quiso tomarse el pulsocomprobó que la nada carece de latidos.Hizo <strong>un</strong>a larga caminataa través de sus párpados cerradoshasta dar con los Hades.Llegó a los Campos <strong>El</strong>íseosy buscó a Eurídice por los cuatro p<strong>un</strong>tos cardinalesde la eternidad.A todo m<strong>un</strong>do preg<strong>un</strong>taba:¿Han visto a mi amada?¿Hay <strong>un</strong> lugar de este espaciodonde la soledad no ejerza su monarquía?Todos se alzaban de hombros.Pero Her<strong>me</strong>s, que venía departiendo con Eros,le espetó: pero ¿ignoras que Eurídicefue resucitada?Y otra vez la misma historia.Cuando Orfeo vivía, Eurídice se hallabaarropada en la mortaja.Cuando Orfeo murió, Eurídice fuereintegrada a la vida.Un suplicio más.Producto de la falta de puenteentre el m<strong>un</strong>do de los vivosy el m<strong>un</strong>do de los muertos.Y Orfeo, mirando la frontera,gemía: ¿cómo salvar al grosorde lo imposible?


59EN UN HOTELEn <strong>un</strong> hotel de mala muertepuede ocurrir <strong>un</strong> milagro.Puede <strong>un</strong> poeta <strong>un</strong> gran poetatomar a Beatriz del tallepagar <strong>un</strong>a módica suma por <strong>un</strong> cuartosubir los escalones respirar muy hondoy entrar al cielo.En <strong>un</strong> hotel de mala muertepueden Dante y Beatrizdestruir a dentelladas el amor platónicopueden llenarse de insectos azulísimos los ojossalir a cazar tacto salvajey sentir la noche oscura del cuerpoincendiada de cocuyos.Pueden hacer a <strong>un</strong> lado la historia los tercetos elcristianismopueden verse provocativa<strong>me</strong>ntecorrer a toda velocidad hacia sus manoslanzarse al precipicio de la cama.En la silla la ropa descarnada de los dosse conf<strong>un</strong>de.Las mangas de la camisarozan lujuriosas el corpiño y las <strong>me</strong>dias.La camiseta enredada en las bragasalcanza <strong>un</strong>a alta cifra de excitacióny en los pantalones que cabalgan en las faldases posible escucharlos jadeos de la tela.Beatriz siente de pronto en la epidermisen el cuello en las piernas en la corteza cerebralque a la vuelta de la sábanatropieza con Ulises.Que el beso incandescenteque le inflama los bordes del asombrola convierten en Helena o Deyanira.Que la eyaculación galáctica proviene de Hércules.


Que ella es Dulcineao que él es Quetzalcóatlo que ambos o que ning<strong>un</strong>oo que todosestán en esa camaviviendo y encarnando los amoresterrenalesde Dante y de Beatrizque en <strong>un</strong> hotel de mala muertepudierontras de pagar <strong>un</strong>a módica suma por <strong>un</strong> cuartosubir los escalonesrespirar muy hondoy entrar al cielo.60


61ESTE PUÑO SÍ SE VEQuiero hacer<strong>me</strong> a la calle a protestar.A<strong>un</strong>que sea <strong>un</strong>a marcha de <strong>un</strong>a sola persona,<strong>un</strong>a conspiración minúscula,la perfecta<strong>me</strong>nte ridícula guerrillade mi furor casero.Avanzaré con el puño en alto,coreando, solo, consignas incendiariascontra el imperio, la explotación ambiente,las turgentes banderasdonde se ha desteñido la esperanzay el rojo se agazapa en el rosado.Avanzaré, resuelto,la pancarta adolorada de mi frente,yendo desde mi audacia al mismo zócalo,desdeñando la zarpa granaderaque <strong>me</strong> puede arrojar a promover<strong>un</strong> plantón energú<strong>me</strong>node lágrimas forzadas.Haré al final <strong>un</strong> mitin rapidísimodonde hablará <strong>un</strong> relámpago.Y <strong>me</strong> iré a recoger allá en mi alcoba.allá en mi soledad,allá en la madriguera, en fin, del yo,para depositar sobre la almohadala destrucción del m<strong>un</strong>do.


62BALADAEn nuestra América, donde los murossirven para inscribir<strong>un</strong> rechinar de dientes,el gruñir de las rodillas en el polvo,<strong>un</strong>a injuria expansiva de n<strong>un</strong>ca acabar,los mueras y los vivas que son gritos,callados por la piedra, pero gritos.Donde, a la vuelta de la callenos hallamos paredesen que el asco pintó sus acuarelaso el coraje, logrado al exprimir los puños,proyectó sus murales.En nuestra América,donde a la mitad de <strong>un</strong> encaladoaúllan a la l<strong>un</strong>a los estómagos vacíos.Cortan cartucho las ojeraso se lleva al paredón por lo <strong>me</strong>nos el nombre del tirano,hallamos a veces <strong>un</strong> imprevisto: «Te amo, Teresa»o «Guadalupe, n<strong>un</strong>ca te olvidaré».Y ante este espectáculo hay que interrogarse:¿por qué alg<strong>un</strong>os necesitanexponer a los ojos de toda la ciudadlos tatuajes de su alma?¿Por qué alg<strong>un</strong>os,en <strong>me</strong>dio de los fogonazos de las pasiones civiles,entonan, en pri<strong>me</strong>ra persona de ternura, <strong>un</strong>a balada,<strong>un</strong> hilillo musical que nace en la boca del yopara escudriñar en el túel bendito agujero de la oreja?Y la respuesta no tarda en presentarse:si hojeamos las paredes de la ciudadvemos que no sólo hay muros violentos,argamasa y pintura salpicada de entrañaso sílabas leprosas de impotencia,sino paredes líricasque quieren aletear con sus letreros.No sólo hay odios, demandas de justicia, barricadas,sino citas, ensueños,


63y hasta alg<strong>un</strong>os suspirosque intentan, con su granito de aire,ayudarle por lo <strong>me</strong>nos al <strong>viento</strong>a limpiar el smog allá en las nubes.EL REGRESOHay quien saca a pasear al parquea su perro, su gato, su nostalgia.Tú y yo, en cambio, ayer por la nochesacamos a pasear al nosotros.Iba j<strong>un</strong>to a los dos,sin conf<strong>un</strong>dirse ni contigo ni conmigo.A decir verdad era <strong>un</strong> nosotros,con muy <strong>poco</strong> de tiempo gateando en sus entrañaspequeño, torpe, tartamudo,que apenas sabía dar <strong>un</strong>os pasosy difícil<strong>me</strong>nte nos seguía.A veces se tomaba de mis dedosy cuando <strong>me</strong> sentía distraído<strong>me</strong> jalaba de la manga,de los bordes de la atención,para que volviera hacia él,enredada en las pestañas,la mirada solícita.Otras veces se iba j<strong>un</strong>to a titraduciendo sus pasosen carreras y carreraspara ir a la par de tu odiopor las tortugas.Al <strong>poco</strong> tiempo,el nosotros empezó a crecer,a echar vida,a multiplicar sus exigencias.Entonces lo cargamos,lo colocamos entre los dos,nos lo pusimos,


64y al tornar del parque, hacia la madrugada,ya no éramos <strong>un</strong> tú y <strong>un</strong> yoque sacan al nosotros a pasearsino simple<strong>me</strong>nte éramos nosotrosque regresábamos a casa.ARS POETICAEn el jardín,las flores no compiten <strong>un</strong>as con otras.<strong>El</strong> jardinero no se anda organizandoconcursos de belleza.La rosa no luce <strong>un</strong>a vitrina plagada de trofeos.ni cuelga, en alg<strong>un</strong>a de sus espinas,la <strong>me</strong>dalla del pri<strong>me</strong>r lugar,el privilegio de sentarse a la diestra del infinito.La gardenia no lanza bravatas de perfu<strong>me</strong>,parada de p<strong>un</strong>tas en su <strong>me</strong>galomanía,contra las violetas y sus pobres vestidos de percal.La magnolia no vive en <strong>un</strong> superlativo.Ni su perfu<strong>me</strong> es <strong>un</strong> inciensopor fin canonizado.Los azahares no pretendenlanzar el do de pecho de <strong>un</strong> aromasintonizado en lo perfecto.En el jardín,no hay <strong>un</strong>a sola flor monárquica:ning<strong>un</strong>a tiene el atrevimiento, la soberbiade pensarse «la belleza soy yo»,«soy <strong>un</strong>a coartada para entrever el paraíso»,«soy <strong>un</strong> <strong>poco</strong> de Dios que ha germinado».En el jardín nadie pretendehacer juegos florales,ni jugar a las vencidas con sus pétaloso sus perfu<strong>me</strong>s.Nadie carga en hombros al narciso.No se le pagan horas extras al hueledenoche.


65No se le levanta <strong>un</strong> brazo al heliotropo.No se le da <strong>un</strong> diploma de perfeccióna la azucena virgeny su congregación de hostias.No hay <strong>un</strong>a mafia de mastuerzos, magnolias y pet<strong>un</strong>iaspara encumbrarse sobre las margaritasy los girasoles.En el jardíncada flor tiene su espacio, su terreno,su pedazo de estética.La fresca calidad que la hace única.La maceta es <strong>un</strong> nido donde aprendena dejar de volar todas las avesy a soltar sus gorjeos de perfu<strong>me</strong> inédito.No hay en el jardín<strong>un</strong> par de musculaturas que midan sus fuerzas.No hay, como en el estadio, dos luchadores quebusquen,como par de estrellas esgrimiendo rayos,y en la enredadera de su lucha libre,la flor cuantitativa de su tri<strong>un</strong>fo.Seguro de ganar, el discóbolo graba el tarareode su cantar victoria en cada disco.Sueños hay de victoriaque, débiles, se pierdenen cualquier vericueto de la anemia,mientras que otros se formancon <strong>un</strong> cerrar más fuerte de los párpados.La lucha, la competencia,el «a ver quien llega pri<strong>me</strong>ro al crepúsculo»o el «corramos de tal modoque no pueda esfumarse <strong>un</strong> espejismo»son, en el estadio,la ley, la lógica, la vida,el m<strong>un</strong>do de los rápidos, los fuertes, los hábiles,los que quieren aventajar al otro,ganarle por <strong>un</strong> sueño,y sentir que su yo, su pobrecito,se transforma en <strong>un</strong> héroe:


66salta desde la mosca hasta la araña,desde el miedo hasta el ogro,desde el tiempo arrodillado en el espaciohasta el Señor que dicelas leyes naturales.<strong>El</strong> arte es <strong>un</strong> jardín.No <strong>un</strong> ámbito de lucha de todos contra todosdonde la flor es loba de la flor.En él no hay vencedores ni vencidos.Por lo que más se quiera, no se sigapensando en <strong>un</strong> hipódromo de ráfagascuando hablamos del arte.Cada creaciónemprende, allá en su tiesto o su parcela,su manera muy propia, incomparable,de andar por este m<strong>un</strong>do,de repartir belleza a domicilio,a nostalgia de luz,a niña de ojos.


67EL DILUVIOHo<strong>me</strong>naje a Hegel<strong>El</strong> diluvio se inició hacia la madrugada.Los pri<strong>me</strong>ros indicios de la aurora nacieronanegados.<strong>El</strong> agua tuvo la pretensión de sustituir a laatmósfera.En las fosas nasales empezaron a germinar florecillassilvestres.Entre el palo mayor y el ancla,el viejo dio los últimos retoques a su te<strong>me</strong>ridad.Y con su voz de bajo bíblicoconminó a todos los seres a penetrar en parejas a suarca.Entraron el día y la noche.La izquierda y la derecha.<strong>El</strong> arriba y el abajo.Tú y yo.Él y ella.Nosotros y ustedes.<strong>El</strong>los y ellas.Nuestro hombrelogró salvar del diluvio la dialéctica.


68EPÍLOGOEn el archivo de las sienesre<strong>un</strong>í las pruebasy los testimonios irrefutables:hice, de estados de ánimo, <strong>un</strong> jurado,inicié el juicio,coloqué mis hemisferios cerebralesen los platillos de la balanza,y dictécontra quien se empequeñecía en el banquillo de los sospechososla sentencia a muerte.Era el m<strong>un</strong>do.<strong>El</strong> m<strong>un</strong>do de los nombres y pronombres.<strong>El</strong> mapam<strong>un</strong>di del asco.Los cinco continentes del apocalipsis.La caja de Pandorade la liberación de <strong>un</strong>a energíaputrefacta.Mi sentencia fue a muerte.Y el m<strong>un</strong>do fue ejecutadoayer en el crepúsculo.Por eso, queridos lectores,ustedes y yo,hemos perdido tierra,sentimos los bolsillos retacados de nubes,y gravitamos en <strong>me</strong>diode la atmósfera espectralde la poesía.


69CUANDO ADVIENE LAINCREDULIDAD¡Qué derrumbe!¡Qué aguacero de dioses!¡Qué lodazal formadocon el agua irac<strong>un</strong>dadel Diluvio!¡Qué cielocon los pies de barro!Nos revolcamos en el lechola culpa, tú y yo.¡Qué intercambio, amor mío,de fronteras!Durante horastiene lugarla lucha carne a carneentre el pudory la audacia.De pronto<strong>un</strong>os zapatos se alejan corriendo<strong>un</strong> adiós se <strong>un</strong>ta en las paredesla prisa se transforma en portazoy yo <strong>me</strong> quedo en el lechorevolcándo<strong>me</strong> con la culpa.TRIÁNGULO


70UNA COMPARACIÓNMateria, estás en insondable desventajacon la divinidad.N<strong>un</strong>ca has enviado a <strong>un</strong> hijo tuyo a redimirnos.N<strong>un</strong>ca has sido crucificada.N<strong>un</strong>ca serás <strong>un</strong> laboratorio de milagros.No hay <strong>un</strong>a sola iglesia en el globo terráqueodedicada a glorificarteni a ensartar, flechadora del cielo,las preces en los tímpanos escurridizosde la pri<strong>me</strong>ra causa.No existen plegarias con pulmones de n<strong>un</strong>ca acabarpara invocar tu nombre.En ningún púlpito se leen versículosde <strong>El</strong> origen de las especies.No hay <strong>un</strong> solo canto gregorianoque hable de los trilobiteso del ácido desoxirribonucleico.En las pilas de agua benditan<strong>un</strong>ca hay agua de mar. N<strong>un</strong>ca hay oleaje.En los órganos, ahítos de Divina Providencia,jamás se escucha la música de los astrosy el ruido y sus armónicosdel vendaval que derrota al follaje y al silencio.No nos pro<strong>me</strong>tes otra vida,tener, de corazón, <strong>un</strong> ave Fénix.ni liberar al tiempo que se encuentraen el p<strong>un</strong>to final acurrucado.Estás en insondable desventajacon el Señor de los ápices y las galaxiasporque tu pesebre está perpetua<strong>me</strong>nte crucificado.Pero tienes ganada la partida,pues, ¿qué puede el Rey de Reyes,el ser que padece delirio de absoluto,el ente que presu<strong>me</strong> conocer la ecuación de loperfecto,


71frente a ti que, siendo la clave para descifrar todoenigma,siendo el campo de batalla de las huestes de Heráclito,te deslizas o corres, sudando eternidad,sin dar n<strong>un</strong>ca de brucesen <strong>un</strong>a dilución o <strong>un</strong> epitafio?Como <strong>un</strong>a dura exhalación volantecruza del aeroplano la silueta.Baja <strong>un</strong> paracaídas y <strong>un</strong> poetay prosigue su ruta trashumante.<strong>El</strong> lírico despojo, luz <strong>me</strong>diante,el derrumbe del ángel reinterpreta.Caída al lodazal de este planetadesde <strong>un</strong> altivo gesto desafiante.Yo soy ese poeta, y es mi abismola sentencia sin fin; mas soy <strong>un</strong> bardorebelde sin cesar en mi ostracismo.Rebelde, con la furia en los nudillos,porque <strong>me</strong> di en poner y ahora guardo<strong>me</strong>nudencias de cielo en los bolsillos.VICENTE HUIDOBR0


72Después de descifrar el hi<strong>me</strong>nsajeque puvislumbra el ojo cuando espíala intihu<strong>me</strong>dad caliente de tu estría,<strong>me</strong> sé <strong>me</strong>dicorrecto en blanco traje.Receto pomamadas y masaje,dulzocitorios tibios y sangríay ante la paridez, la cirugíaque convierta el follar en <strong>un</strong> follaje.Preparo el bisturí. Lo erectotomo.Desinsecto mis manos y <strong>me</strong> asomoa tu camiyacente gozaltante.Y al cuchillido. abierta a los deseos,huracamando el mar de tus <strong>me</strong>neossufres mi opiernación orgasmojante.LA OPERAMADA


73METAFÍSICA URBANALlegué, como todas las mañanas, todos los días, a la pinche terminal de losautobuses para co<strong>me</strong>nzar mi recorrido, mi chamba de <strong>un</strong> día sí y otrotambién. Agarré con las manos entu<strong>me</strong>cidas el volante desde las cinco o anteso eso parecía por la oscuridad.Calenté el motor y salí como alma que lleva el diablo. Dentro de <strong>un</strong> rato elpasaje ojete va a llenar el camión. Y tengo que manejar y cobrar y cobrar ymanejar. Dentro de <strong>un</strong> rato, maldita sea, esta nave va a ir atiborrada de gentecomo <strong>un</strong> mitin ambulante. No voy a poder respirar. Me puse a pensar en <strong>un</strong>abufanda. De esas calientitas de colores chillantes. Palabra que vendería mi almapor <strong>un</strong>a bufanda. Nadie en la esquina. Disminuí la velocidad. Si al <strong>me</strong>nos el cafécon leche no hubiera estado frío, pero la canija Chole siempre a destiempo, sinatenderlo a <strong>un</strong>o. Di vuelta a la derecha. Aplasté el acelerador. En la esquina no<strong>me</strong> esperaba ni <strong>un</strong> alma. Empecé a canturrear. Privilegio de la soledad eshacerle <strong>un</strong> rato al Jorge Negrete, al Pedro Infante, al Javier Solís. Atravesé no sécuántas cuadras sin que <strong>un</strong> solo pasajero <strong>me</strong> hiciera la parada. A eso de las5.15 la cosa <strong>me</strong> empezó a llamar la atención. ¿Qué mosca le picó al pasaje?¿A todo m<strong>un</strong>do se le pegaron las sábanas? Me puse a caminar lenta<strong>me</strong>nte, casia vuelta de rueda, y a pensar en el regaño de mi viejo, y dar<strong>me</strong> de nuevocoraje porque se entro<strong>me</strong>te en mis cosas y qué carajos le importa que yo <strong>me</strong>pase hablando muchas horas con la vecina. A lo lejos, a la mitad de la avenida,se distinguía el p<strong>un</strong>to. Era <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to que movía la cola y caminaba distraída<strong>me</strong>nte.Bajé la velocidad. Pisé el freno suave<strong>me</strong>nte. <strong>El</strong> p<strong>un</strong>to fue engordando, por<strong>un</strong>o de sus poros soltó <strong>un</strong> ladrido y le pude ver los ojos azorados ysuicidas. Frené violenta<strong>me</strong>nte. <strong>El</strong> perro salió hecho <strong>un</strong>a estampida dejandoa sus espaldas el espectro de su espanto. Me detuve en la esquina con ladoble intención de reponer<strong>me</strong> del susto y de esperar al pasaje. Pero nadie seacercaba a mi jet. Ya había gente en la calle. Ya <strong>un</strong> periodiquero le estabasalpicando los canes a <strong>un</strong>a criada tempranera que iba al pan. Ya <strong>un</strong>os niños,con las narices rojas, marchaban en fila india hacia la escuela. Un hombre,trasnochado, cargaba con dificultad su máscara de alcohol, culpa yojeras. Después de esperar <strong>un</strong>o o dos minutos en la esquina, apachurré elacelerador. Y sentí que algo raro pasaba ese día. Todo parecía igual. <strong>El</strong> sol, enel horizonte, haciendo de las suyas. Los coches a mi lado, ruidosos, tensos yagresivos como siempre. Una poca de gente yendo y viniendo igual,exacta<strong>me</strong>nte igual que todos los días. La rutina como pan nuestro. Todo parecíalo mismo, pero, el que nadie subiera al camión, el que después de tantascuadras de la terminal, siguiera mi poderoso vacío, <strong>me</strong> pareció raro. Es algo


que sucede, <strong>me</strong> dije. Dejé de pensar en ello. Carajo, la vecina está corno quiere.Qué padre ayer en la noche. Voy a volver a pensar todo, con detalle, como sialguien <strong>me</strong> lo contara. Subí por la escalera. Desde el techo de mi casa vi suventana. La vi llegar. Se estuvo peinando o arreglando el pelo. Se desvistiódespacito. Qué chulas piernas. Y las chichis. N<strong>un</strong>ca hubiera imaginado lograndes, blancotas y duras que están. La canija apagó entonces la luz. Mimáquina, vacía, iba corriendo al par de <strong>un</strong> delfín atestado ya de pasajeros. <strong>El</strong>contraste <strong>me</strong> hizo recapacitar en que algo pasaba. Consulté el regalo decumpleaños de mi padre. Llevaba <strong>me</strong>dia hora de recorrido y nada. La cabeza<strong>me</strong> empezó a dar vueltas.En las sienes sentí el pulso de las arterias. <strong>El</strong> que <strong>un</strong> camión, a la cuartaparte de su travesía, fuera vacío, <strong>me</strong> empezó a parecer escandaloso. Era comosi <strong>un</strong> día amaneciera el Defe sin su catedral.Imagínate que te despiertas temprano. Te bajas en la parada del zócalo,buscas el reloj de la catedral y anda vete de catedral. O es como si empezara allover jugo de naranja y todas las señoras sacaran su vaso por la ventana alacercarse el desay<strong>un</strong>o. O es como si el presidente de la República amanecierasin el dedo que da el dedazo. Mi imaginación, mis comparaciones <strong>me</strong> distrajerony hasta <strong>me</strong> hicieron reír <strong>un</strong> <strong>poco</strong>. Pero cuando volví a la realidad, cuando caí encuenta de lo extraño y absurdo que resultaba ir al volante de <strong>un</strong> «camiónvacío» <strong>me</strong> volvió a sofocar la angustia. Afort<strong>un</strong>ada<strong>me</strong>nte <strong>un</strong> hombre en laesquina <strong>me</strong> hizo <strong>un</strong>a «parada».Todo volvió a serenarse. La normalidad ordenó nueva<strong>me</strong>nte las cosas. Lacatedral volvió a su sitio. <strong>El</strong> jugo de naranja fue ordeñado otra vez en sus tetasnaturales. <strong>El</strong> presidente de la República pudo con satisfacción contar en sumano cinco dedos. En la esquina estaba <strong>un</strong> hombre, con el brazo levantado, con<strong>un</strong> gesto tan seguro, tan tranquilizador, tan definitivo, que probable<strong>me</strong>nte hastalas ráfagas del <strong>viento</strong> pensarían en detenerse. Yo aplasté el freno como quienaplasta el gusano de <strong>un</strong>a velocidad enferma, de <strong>un</strong> movimiento repulsivo. Meacerqué lenta<strong>me</strong>nte a mi futuro pasajero. Se diría que mi nave empezó acoquetear con él. A abrirle los brazos. <strong>El</strong> sereno, seguro de sí mismo, congestos de gran resolución, subió el pri<strong>me</strong>r escalón de mi máquina. Pero en esemo<strong>me</strong>nto <strong>un</strong>a mujer, que venía corriendo hacia nosotros, gritó: ¡Rodolfo,Rodolfo! Bájate, quiero decirte <strong>un</strong>a cosa. ¡Rodolfo! por lo que más quieras...Mi pasajero se bajó precipitada<strong>me</strong>nte y se dirigió hacia la mujer. Yo, conf<strong>un</strong>dido,no pude <strong>me</strong>nos que acelerar. Y acelerar con mi camión vacío. Y cuadras ycuadras se <strong>me</strong> vinieron encima. Y fui devorando <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong> mi ruta. Entré alcentro y a las calles más populosas y transitadas. En las banquetas deambulaban,de <strong>un</strong> lado y otro, multitud de peatones. En las calles los autos, las camionetasy los autobuses se pisaban los talones, se gruñían, se lanzaban tarascadas. Todos74


iban repletos, colmados, estallando gente. Pero yo, mi nave, mi instru<strong>me</strong>nto detrabajo, íbamos, continuábamos yendo, vacíos, terrible, incomprensible,absurda<strong>me</strong>nte vacíos, como si se tratara de <strong>un</strong> camión apestado. Unasmujeres estaban en la próxima esquina. Respiré <strong>un</strong> instante. Pero empezaron acaminar hacia <strong>un</strong>a calle que no estaba en mi itinerario. Las seguí <strong>un</strong>a cuadra,dos... Me acerqué a ellas. Las invité a subir. «Las llevo a donde quieran», les dijelleno de esperanzas. Pero ellas se encabronaron. «Es el colmo, gruñó <strong>un</strong>a, ahorahasta nos siguen los choferes con todo y autobuses». Volví, cabizbajo, a mi ruta.Sentía mareos, con la frente encendida y las manos empapadas. Dos horas, tres.Es imposible. ¿Qué pasa? Virgencita de Guadalupe: haz que en la próximaesquina se suba alguien, a<strong>un</strong>que sea <strong>un</strong>a sola persona. Haz que vuelva locotidiano, lo normal, lo conocido. ¿Por qué nadie sube? ¿Por qué nadie <strong>me</strong>reintegra lo habitual? Y preso de ansiedades, como <strong>un</strong> mártir flechado depreg<strong>un</strong>tas, divisé a la distancia, con los brazos abiertos del buen puerto, por finmi terminal.75


76LA TORRE DE BABELAlbañil con delirio de grandezas.Constructor incansable de la torrede no acabar. Impulso que reúnesu <strong>me</strong>zcla de alma y cuerpo en cada adobe.Aeronave lentísima que escalapor terribles centí<strong>me</strong>tros al cielo,y en que hemos ido alzando, sediciosos,la pri<strong>me</strong>ra escalera hacia lo eterno.De repente <strong>un</strong> relámpago y sus quejasde timbal malherido, nos aturderugiéndonos que somos en pecadoque si el orgullo y la ambición discurrencon el turbión de sangre de las venas,acabarán por ser tan sólo <strong>un</strong> coágulode glóbulos blasfemos, <strong>un</strong> olvidodel dedo omnipresente del decálogo.Pero estoy, j<strong>un</strong>to a todos, mano a la obramás que para ascender, para que lo Altopueda por fin bajar hacia nosotrostrayendo el más allá bajo del brazo.Qué temor, al dejar anclado el suelo,cuando el mal de montaña o de infinitonos ahoga el propósito y nos vuelveen <strong>un</strong>a procesión de peregrinoscon los pies amarrados y los ojosviviendo <strong>un</strong>a zozobra de galaxias,subiendo, no subiendo, con el cuerpojugando a ser grillete de las almas.Los vocablos encuentran en su carnelos poros del aullido. Y hay personasque exigen <strong>un</strong> micrófono y se quedan


77en <strong>me</strong>dio de <strong>un</strong> desierto hablando a solas.Alguien pensó de pronto: lo que faltanson traductores: hombres empeñadosen arrancar la máscara a las frases(que ladran diferencias) de lo extraño.Pero los traductores, sorprendidos,ven la inutilidad de sus esfuerzoscuando, pasión en ristre, nos dan sólodiferentes versiones del silencio.Mi hermano, ya no entiendo lo que dices.Tu lengua amasa sílabas y gritosde chasquidos ignotos y sus letrasse escurren sin cesar de los oídos.En tu voz y en tus labios ya no adviertocuando estás frente a mí, sino tu espalda,la inquietud de tus pies, las estridenciasvolcadas a morder tu pentagrama.Ay, hermano, no escucho lo que gritas.Tu alma <strong>me</strong> es expropiada por la bulla.Me encuentro de rodillas, suplicandoque a la voz de mis tímpanos acuda<strong>un</strong> vocablo no más, pero <strong>un</strong> vocablofamiliar, cotidiano, tuyo, mío,para restablecer la especie humana,la hermandad de la oreja y el sonido.Amada mía, deja a mi cuidadotus palabras. Acércate. No escuchoqué murmuras. No capto sino estática,el ruido de los astros en su m<strong>un</strong>doinasible, lejano, en otro idioma,y desterrado siempre hacia el afuera.Hábla<strong>me</strong> con los ojos si no puedes


78tener apalabrada con tu lengua(cuando se halla mi oído arrodillado)tus <strong>me</strong>nsajes, tu código, nuestra hablaconfidencial, con sus misivas de airey sus letras que vuelan en bandada.Mujer ¿qué se ha interpuesto entre nosotros?¿Un alambre de púas o gruñidosque mastican su cólera y prohibenla entrada a tus recintos?y tam<strong>poco</strong> comprendo qué musitaeste poeta que anda aquí en mi pechoversificando estrépitos o ruidose impostando vocablos extranjeros.No sé lo que mascullo, y a<strong>un</strong>que instaloen todo lo que soy mi oído interno,advierto sordomudas mis entrañasy hablo con bocanadas de silencio.Poco a <strong>poco</strong> también se vuelve extrañoel lenguaje de Dios, roto, perdidoen <strong>un</strong> acento ignoto que le brindaa su predicación el infinito.Cuando suelta su voz, yo no le entiendo<strong>un</strong>a sola palabra al absoluto.A<strong>un</strong>que tengo <strong>un</strong>a antena para hacer<strong>me</strong>de pedazos de cielo, no disfrutode los versos que dicen que Dios forjaen sus mo<strong>me</strong>ntos de alegría plena.No doy con el canal de lo perfecto.Mi oído sólo advierte la cadenciade voces que se rompen, chocan, ruedanhasta formar <strong>un</strong> nudo de alaridosincoherentes, que bajan de la torrepara <strong>un</strong>tarse de polvo en los caminos


79<strong>El</strong> sordomudo altísimo del cieloenvuelve en mortecina luz su indicioYa el radar de la torre no registraningún aletear de lo divino.Tiembla de pronto. Todo se conmueve.¡Qué colapso! ¡Qué torpe ingeniería!Caen piedras y esfuerzos.Y prosiguela confusión en <strong>me</strong>dio de las ruinas.


80HAREM DE ESPERPENTOSDon Juan no supo cómo detenerel paso de los días.Ni donde guarecersede la lluvia torrencial de seg<strong>un</strong>dosque se le vino encima.Fue entonces que,espiando a izquierda y derecha,como si se cuidara de que nadie lo viese,entró con paso fir<strong>me</strong>a la terceraedad.A la tercera.Al principio, los cambios fueron irrelevantes:las arrugas de la frente,el archipiélago de manchas en las manosy la propensión a contar<strong>un</strong>a vez y otra y otrala misma anécdota—por ejemplo la de la te<strong>me</strong>ridad de accedera <strong>un</strong> balcón desdeñosocon la enredadera de <strong>un</strong>a serenata—…Pero después fueron incontableslas pinceladas de tiemporazadas en sus sienes,sus cejas,su barba,su bigote—que le daban el aspecto atractivo,cautivador,inolvidabledel que paso a pasologra introducirse en el huecode su propia estatua.Cuando Don Juan peinaba canas,rastros canosos de viejísimas caricias,


81también peinaba indicios indudablesde desmoronamientos o de rumorde ruinas.También vivía el inconfesable aire de fatigaque arrancaba de su voz.de sus gestos,de su mirada,y parecía demandar <strong>un</strong> lecho...Pero sólo como el sitiodonde poder dormir,desperezar nostalgias,destrozar a manotazos mariposas,tener la oport<strong>un</strong>idad de escalarcon sus manos de Sísifosiempre idéntico seno,besar todas y cada <strong>un</strong>a de las bocasque contiene la almohada,y sentir, a todo, las acogedoras manosde la temperatura;como el sitio donde poder dormiry dejar del lado de acá,en la vigilia,en la orilla del lecho,los años,la edad,los trabajos eróticosde Hércules,el ciclópeo curriculumde las resistencias fe<strong>me</strong>ninashipnotizadas por el péndulode <strong>un</strong> tiempo que corríaa favor del caballero.Ya desde su más lejana juventud.Don Juan se vio en la imposibilidadde acallar la voz internaque brotaba del hondón del cuerpo.Esta voz se hallaba siempre a todo volu<strong>me</strong>n:suscitada en el prurito insaciabledel tonel sin fondo.


82Las tensas ambiciones que sobrecogían de comúnsus entrañas,hubieran sido la causa de que Don juanviviese <strong>un</strong> prematuroinfierno,a no ser que sus exigenciassu tronar de nervios,hallaran siempre en su bello físico,su ars amatoria y su fama <strong>un</strong>iversal,los aliados perfectospara garantir la p<strong>un</strong>tual satisfacciónque le acarreabala n<strong>un</strong>ca <strong>me</strong>rmada maestría en la seducción.Si Don Juan ponía el ojo en alg<strong>un</strong>a fortaleza,ésta no podía dejar de sufrirel derrotismo de las cuarteaduras.De ahí que Leporello llevara el catálogo«de las bellas que amó mi patrón»como la fría estadísticaque realizan la envidia y el asombrode las aventuras del maestro en pezonesy doctor en caderas.¿Cómo iba a resistir <strong>un</strong>a mujera la que cubre tan sólo la túnica del escrúpulo,cuando toda resistencia es desabotonable?¿Cómo hacer que las damas,desprevenidas,dejaran de cambiarpor las cuentas de vidrio del reguerode refulgentes sílabas cautivadoras,el oro de la entrega?¿Cómo protegerse del caballo de Troyacuando la ciudad acumula en el fondo ansias decaballeriza?¿Cómo hacerle frente a <strong>un</strong> deseoque toma de la mano y levanta a otro deseo?Don Juan terminó por convertirseen el mayor coleccionista de concupiscenciasen lo que va del hombre.


83Pero no supo detener el tiempoo, si se quiere, no atinó a vac<strong>un</strong>arsecontra el ger<strong>un</strong>dio.Y ahora,con los ojos papujados,los pasos inseguros,la papada oscilante,se diría que las aspiraciones de Don Juanhan sido abandonadas,dejadas de la mano de Dioso a la deriva en los flancos oscurosde la brújula.Mas todavía disfrutade indudables riquezas en su haber.Es verdad que la prestancia de otros díasha sido victimada por la amnesia del espejoo también que la bellezase asfixia inexorable<strong>me</strong>nteen su caricatura.Sin embargoa pesar de las devastaciones que el relojha fraguado en sus dominios,su renombre,su experiencia y <strong>un</strong>a audacia que sabe arrinconar a los recelos,le permiten aún alg<strong>un</strong>os tri<strong>un</strong>fos.¿Quién iba a decir que la chiquilla de quince abrilesque hablaba el amargoso lenguaje del desdén,le abriría de par en par los huecos de la entrega?¿O que la joven esposa,que urdía ya en su vientre sus <strong>me</strong>ndrugos de niño,consistiera en calzarse,sin culpas de por <strong>me</strong>dio,su mal paso?Durante alg<strong>un</strong>os <strong>me</strong>ses.Don Juan salió a la pizca de milagros.A rogar a lo imposible,de rodillas,cesar en sus rigores.


84Mas después,<strong>poco</strong> a <strong>poco</strong>,se fue quedando a solascon el aire angustiado de sus manos vacías.Ni la ciencia de la seducción,ni el prestigio <strong>un</strong>iversal,le sirvieron.La lámpara de Aladino agotó sus virtudesy acabó por tener sólo la lucecilla miserablepara alumbrar su impotencia.La imaginación vino entonces en su ayuda.La cacería,tras amordazar la costumbre,cambió de blancoy el instituto sabueso remodelósu brújula olfativa:el Burlador decidió ir en pos de la muchacha gorda,de la tuerta,de la cojay de la enana.La imaginación vino entoncesen su ayuda.Hay quien afirma que en este desfiladero del ridículo.Don Juan proseguía sitiéndoseel amante perpetuo,el hombre que sabía forzar,con <strong>un</strong>a explosiva mirada de reojo.los rigores de <strong>un</strong>a puertao la duda asustadiza de <strong>un</strong> prejuicio.Después optó por incluir en su lista<strong>un</strong>a que otra mujer ya muy entrada en años.Y es que sin duda hay ancianasque, en <strong>me</strong>dio de las ruinas de su cuerpo,han podido conservar la soberbia a dos voces de sussenosHay mujeres que lo han perdido todo:la línea,la frescura,


85los escondrijos todos de lo bello.Pero tienen,guardado en la despensa del recato,el más hermoso pubis de la ciudad entera.Canoso, sí.Mas rizado por quién sabe qué dedos invisibles.Cálido y suave,como el <strong>me</strong>jor estado de ánimo del terciopelo.Y es que sin duda,a<strong>un</strong>que existen viejas arrúgadas.sin dientesy que pueden sola<strong>me</strong>nte desplazarsesi <strong>un</strong> bastón les da la mano,vistas de cerca,cara a cara,entre orejas hendidas y párpados hinchados,lucen <strong>un</strong>a mirada inmarcesible,impenetrable casi a esas sentencias de muerteque llevan al calcela firma del cronó<strong>me</strong>tro.Don Juan seguía insistiendo.La voz de su organismo palpitante,continuaba velando sus súplicas(de pesadas rodillas)con <strong>un</strong> ropaje de órdenesque se daba a sí mismo.Y él iba de <strong>un</strong>a cita a otra y otra,intercambiando visos se<strong>me</strong>jantesde derrumbe,<strong>me</strong>chones sin raíceso trozos de epidermis,con brujas,espantajos,adefesios.Y a<strong>un</strong>que al final tuviera-verdadero sultán en su harem de esperpentoslasmanos barnizadas de carroña,el prosiguió creyéndoseel perpetuo salteador


86de descuidos y virtudes.Don Juan seguía insistiendo...Cuando accedió por fin a su agonía,y cuando el convidado de piedra de la lápidapodía suponerse ya en camino,nadie supo decir si los sonidos que emitía su alientoeran estertores de muerteo jadeos de orgasmo.Pero tal vez Don Juan,seductor asimismo de la muerte,se imaginó que estaba,al fallecer,no rindiéndole cuentas al vacío,sino ampliando su lista interminablesólo con otro nombre.


87IEn la línea fronterizacon que mi identidad pinta su raya,te hallabas tú,encabezando la listade mis prohibiciones,el catálogo cruel y p<strong>un</strong>tillosode la moral madrastra.LA HERMANAPor aquellos díasno sólo pescaste al vuelo alg<strong>un</strong>a de las frasespron<strong>un</strong>ciadas por el sutil deletreode mis párpados.sino que terminaste por oír y comprenderel gruñir de mis órganos internos,las blasfemias coaguladas en mi sangreo el sollozo con que tartamudea mi ternura...Yo asimilé también aquí a tu veralas voces inaudibles que brotabande las partes pudendasde tus poros.No fui indiferente al clamor en sordinaque suelta en toda tú lo inconfesable,ni al instinto sepulto en las reconditeces de tu cuerpo,donde tu carne finge ser ya <strong>un</strong> trozode materia suicida.Supe entoncesque la fuente de mi inspiración-tomarle el pulso a los árboles,quedar<strong>me</strong> sin ojos tras el vuelo de las aves,cantar desgañitada<strong>me</strong>nte y al <strong>un</strong>ísono con los <strong>viento</strong>sdeno sé qué manera se f<strong>un</strong>díacon tus piernas, tus senos, tus caderas,con todo ese puñado de morbidecesque mantiene con la palma de mi mano<strong>un</strong> aire de familia insoslayable.


I IPero vayamos al lado oscuro del castillo.La soledad estaba siempre <strong>me</strong>rodeando.Meditaba en la forma de trocarse en ave de rapiñay arrojarse al aquí y al ahora de este grito.Rodeaba los cuerposde alambradas de carnepara frenar los pasosamorosos,la valentíadel aproximarse,la idea fija de las manosque conspiran, en pie de audacia,contra la satrapíade los límites.Gustaba echar a andaresa caja de música siniestraen que se <strong>me</strong> había acabado de convertirel tronido de los dedos.Coleccionaba caracolas.Pero de <strong>un</strong> género sólo:de aquellas en que se podía escuchar,eterno, majestuoso, inagotableel mar de incertidumbres;sabía cómo asaltar, en fin, al ímpetude libertad,atarlo y convertirloen <strong>un</strong> cero a la izquierda que como pequeño globose desinflay dejar al corazónrumiando entre sus venas su rosariode tarántulas.Pero nuestros padres, hermana,no sólo dieron a la luza este poeta que ha obtenidovarias veces el pri<strong>me</strong>r lugaren los concursos de migrañao a este mamíferoque está por editarsu pri<strong>me</strong>ra antología88


89de aullidos a la l<strong>un</strong>a,o también a esta mujerque advino al m<strong>un</strong>doen <strong>un</strong>a nave de velaempujada por <strong>un</strong> huracán de genespara ser musa,hermana de mis ojos,mis manos,mi sangre,perfu<strong>me</strong> de la más entrañable de las flores increadascriatura con toda la luz que requerimos para salvar lanocheen la palma de las manos.IIIMas la soledadse tendía entre nosotroscon pres<strong>un</strong>ciones de frontera,quemazón de salvoconductos,deslinde de amorosas confusiones.Le podaba las rosas a nuestra fantasía,enmarañaba la ilusiónde escapar final<strong>me</strong>ntedel mareo laberíntico,al transformarlaen laberinto de hilo,y dejaba en libertad los alacranesjugosos de veneno.Ahí estabas, hermana,en mi línea fronteriza,en la aduana de poros con que empieza el afuera.Ahí, para vendar<strong>me</strong> los gemidos.derramarte en mis heridasy ponerle a mis vocablos plañiderosla sordina de tu dedo en la boca.IVAhí estabas. Al alcance del deseo,de la mano desenguantada de prejuicios;sin vacilaciones,


90ni riendas,ni poquedades,ni la voz insidiosa y malolientedel escrúpulo.La distancia-que por más que restáramos, <strong>me</strong>díasiempre el mismo infinitofuehostigada por las faucesdel atrevimiento.Pero ahí permanecías,en el lugar exacto de lo otro.sitiada en tus aquíes,en tus aislantes células,por los amurallamientos del bautismo,por el principio de identidad que espolvorearanen toda tu epidermislas manos de los padres.Ay, nuestros padres.Nos dejaron de herenciaeste ser individuos,islas,mapa de células.Este vivir prisionerosa cuatro llaves,a cerradura ciega,dentro de <strong>un</strong> cuerpopor sí mismo acorralado.Nos acercamos <strong>un</strong>o al otrocon la te<strong>me</strong>ridad enredada entre los dedos,convencidos de que el tacto,vigía de la epidermis,halla siempre los pasadizos secretos,los puentes,los pedacitos de tierra de nadie,bajo la altanería de las diferencias.En ambos raya <strong>un</strong>a convicción:el amor sabría revolver


91los poros de lo mío y de lo tuyoa la busca de la cama promisadel nosotros.Ahí estábamos.Respirándonos mutua<strong>me</strong>nte los alientos.Dándonos <strong>un</strong>o al otro el golpea sus suspiros.Era preciso dar el paso.Mirar sobre los hombros del desdénlas convenciones,las consecuenciaso el sismo de principios y preceptos.Había que darlo.Y lo dimos.VNuestras fronteras fueron al cadalso.<strong>El</strong> principio de identidad se embarneció en <strong>un</strong> p<strong>un</strong>todel espacio.nuestra epidermis amordazólos monólogos obsesivos de sus orillas.Y fuimos <strong>un</strong>a carne,idéntica pulpa de manzana,el dulcísimo pronombre hermafrodita,la jadeante <strong>un</strong>idad de contrarios,las bocas conf<strong>un</strong>didas,las manos al garete.Qué felicidad, hermana.¿Lo recuerdas?Qué paraíso levantadoa fuerza de infracciones,de resoluciones perplejasy de saltos mortales.Qué manera de incinerar decálogos,hacerse oídos sordos al estruendoque se agolpa en el púlpitoo cortarle las alas a los cuervosque anidan en la parte


92oscura de las normas.Qué forma de gritar «ya basta» a los mandatosque usaban el canal de lo infinito.Qué paraíso terrenalcargaron en sus hombros ese díados valientes.¿Recuerdas?Qué júbilo indecible cuando barrimos del entornolas dudas,los temores,las letras de los nombres paternos,el morderse y remorderse el alma todao el curvo sentimiento de <strong>un</strong>a culpa,bajo la acusaciónde que todos,quién más quién <strong>me</strong>nos,habían hincado su diente en la pulpa moralista,la discordia azucaraday el rojo delincuentede la manzana fatídica.Qué satisfacción saber,hermana,de que aquí,en nuestro m<strong>un</strong>do,en este dar rienda suelta a lo que somos,se ha apostado <strong>un</strong> arcángelque blande y blande la línea fronterizade su espadaflamígera, filosa, imperturbableque además de vedar, con su aduana de fuego,el paso a los intrusos,nos esconde,protegey vela dulce<strong>me</strong>nte nuestra culpade las conspiraciones y a<strong>me</strong>nazasdel incienso.


93CANTATA DEL, ÁRBOL QUE CAMINA ISoy <strong>un</strong> poeta que habla de pájaros.Tambiénclarode otras cosasla l<strong>un</strong>a los hipogrifos violentoslos círculos viciososlas divinidadesy los campos de torturaPero hablar de pájarosy escribir subido a las ramas de losárboleslibros y libros de versoses mi obsesiónla rutina de mis ansiasUn amigo mío <strong>me</strong> dijo <strong>un</strong> día<strong>Enrique</strong> no hay que prestar tantosnidosde atención a los pájarosY entonces volví la vista a los árbolesa esos seres tristísimos que crecenpersiguiendo a su pronombrea esos fumaderos de oxígenoa esos astrónomos del parqueque gustan de escudriñar el cielocon los ojos de sus pájarosLos pájarosLos poemas del árbolSu estrategia para podarle la prosaque le creceLas aves queen diferentes p<strong>un</strong>tosse insertan al ramajey en él hallan los nidos de caobadonde olvidar sus alas


94<strong>me</strong>tamofosearse en frutosy esperar a que madure en sus entrañasel aleteante néctar del gorjeo<strong>Enrique</strong><strong>me</strong> dijo el amigo míoPon a la frivolidad en cuarentenay arroja los trinosque aletean en tus dedosa <strong>un</strong> diccionario de la rimacualquieraCambié de itinerarioAbrí mi caja fuerte para encerrar enellalos consejosMe volví<strong>un</strong> poeta que habla ya no de pájarossino de árboles hechos y derechosQue adivina el bosque en cada pinoo cada saucea sabiendas de que a todosnada arbóreocomo diría el clásicoles es ajenoUn poeta que los ve a la distancia o desde cercao desde abajoO encaramado en <strong>un</strong>a de sus ramaspara ser el agente de tránsitode los <strong>viento</strong>so de las palabras que corren por los airestocando la bocinade alg<strong>un</strong>a de sus vocalesVi los olmoslos cedroslos saucesLos divisécomo a nosotrosnegociando sus minutos con lamuerte


95Alzando en hombros el verdosobrochazo de su impulsoLevantando en la yema de su dedoalg<strong>un</strong>as de sus brisasPero también sufriendo el cansancio indeciblede cargar no sólo su muchedumbrede hojassino el frondaje completo del firma<strong>me</strong>ntoo padeciendo los jadeos invisiblesde su marchitarseAcaricié su troncoY por <strong>un</strong>o de sus nudoscicatriz de <strong>un</strong> hachazole recité poemasy hasta <strong>me</strong> puse a tararearle <strong>un</strong>a canción de c<strong>un</strong>apara sus partes niñasCreo que fue en Pascal donde hallé la imagen delhombrecorno <strong>un</strong> j<strong>un</strong>co o <strong>un</strong>a caña quea pesar del feroz ramalazo de latempestadafilada por los montesse sostienela quilla de la frentequebrando en dos al <strong>viento</strong>por las hondas raíces que lo clavan en tierraencantado por el juegode las leyes naturalesy planeando cada <strong>un</strong>a de sus conquistas cósmicasbajo tierraSi fuien el pasado<strong>un</strong> poeta quetras de hablar de pájarosdio recitales de poesía en los claros de la selvahizo marchar de diez en fondo a los árbolesen la calzada real de sus estrofasy escribió sus <strong>me</strong>jores <strong>me</strong>táforas en los troncos


96después terminé por sero sentir<strong>me</strong>o transformar<strong>me</strong>en <strong>un</strong> árbol que cantay dice confidenciasy busca <strong>me</strong>lodías en el lento desplazarsede su saviao en el céfiro que escudriña los nidos a la búsquedade residuos <strong>me</strong>lódicosUn sauce o <strong>un</strong>a encina quecon los álabes de su ramajecuentalas sílabas de sus versoso que emplea el <strong>me</strong>trónomo del ritmo de lavidapara decirdecirsedesdecirsecon <strong>un</strong> silencio que se desploma del frondajecomo la sombrao la hojarascaPero también fui <strong>un</strong> árbol que aúllagi<strong>me</strong>gimoteada arañazos al cielohasta darse en la gargantacon el amargo saborde la sordera ajenaEntoncescuando no sé qué director orquestal<strong>me</strong> daba la entradaescupía a los aires<strong>un</strong> fortísimo de bramidosy dejaba en la atmósferael escándalo de mis pulmonesFui en verdad <strong>un</strong> vegetal violentoerizado de injurias


97zozobrasy lianas malolientes de salivacolgadas como escarchaÁrbol blasfemoa las patadas con la Divina Providenciadedicado infatigable<strong>me</strong>ntea pisotear y embarrar en el suelotodo pres<strong>un</strong>to milagroy arrancar hojas y hojas a la Bibliacon la seguridadde llegar a tener entre manoslas Santas Escrituras de la nadaPero hoy ha sucedidoYa no estoy aquíanclado al suelo por <strong>un</strong>a raigambresedienta de negruray hambrienta de gusanosYa no estoy a la esperade la furia del destinoy su jauría de <strong>viento</strong>sNo estoy aquíYa noA mis espaldas haytan sólo <strong>un</strong> huecocavado por mi ausenciaque brama nacimientosy sangra independenciasSoy <strong>un</strong> árbolque ya está en el edén de su odiseaque encuentra pies y báculosy brújulas y prisasy hasta el camino mismoentre sus pertenenciasUn árbol que concibe su pri<strong>me</strong>r pasocon los doloresdel alumbramiento


98DEL BESO ROBADO Y OTRASINIQUIDADESLa seducción es <strong>un</strong>a forma atemperadade violación: fuerza a la resistencia fe<strong>me</strong>ninaa descobijar sus negaciones.Obliga a la indiferencia o al recatoa cubrirse de escrúpulos y titubeose inmolarse en la flamade la astucia masculina.La seducción llena de interrogaciones a la presa-¿será posible? ¡será verdad que...?-e inmoviliza los anticuerposdel escudo.La seducción, ay, produce <strong>un</strong> incendioEn alg<strong>un</strong>as vivencias inflamables.Introduce en la fortaleza, vía el oído,sus relinchos de madera.La seducción es <strong>un</strong>tada por el tactoa lo largo de la epidermis;se acumula en los ojos del ave de rapiñatitilantes de deseo,y vuela hacia su presacon aletear a<strong>me</strong>nazanteque se descubre buitre en la carroña.La seducción, en fin, sabe que el beso robado,al colocar <strong>un</strong>a libélula imprevistamitad de la boca,es llave que contradice las decisiones inquebrantablesde la puerta,genera vacilaciones en la duda,desenchufa la idea del pecadode la moral corriente,busca a lo largo y a lo ancho de la conciencia fe<strong>me</strong>ninael escondite del consentimiento.


99MODELOLa tercera edad hizo de las suyasexpropiándole <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong>piel a piella donosuraa la modelo.Preocupada por el avance del enemigola mujerentabló <strong>un</strong>a lucha a brazo partidocon los añosy su marcha ominosa y sin respiroa lo largo y a lo ancho de su orgullo.Con mascarillascremasafeites-de los que usan segura<strong>me</strong>nte los ángelesdemacradosintentabadetenerparar en secola implacable corriente de minutosde lo inexorable.Para potenciar su pugnase hizo de <strong>un</strong> espejohonradoclaridosoque a la <strong>me</strong>nor provocacióndecía sin quitarle <strong>un</strong>a coma la verdad.Y ella se pasaba(con su tejido de horas en la mano)acorralándolo con preg<strong>un</strong>tas y preg<strong>un</strong>tasy escuchandocontritatemblorosaincrédulasus respuestashirientesheladassin misericordia.


100La modeloen angustiosa carreratrataba infructuosa<strong>me</strong>ntede en<strong>me</strong>ndarle la planaa lo definitivo.Pero con el paso de los añosfue perdiendo la vistahasta quedarensimismadacon la niña de sus ojosamarrada a su miopía.<strong>El</strong> espejo también fue envejeciendode modo tal querotosucioderrotadoco<strong>me</strong>nzó a balbucirincoherencias.La alcoba de repentese llenó de <strong>me</strong>ntiras y <strong>me</strong>ntirasde la llora y la fa<strong>un</strong>ade <strong>un</strong>a alucinacióndesbocada.Dejó de serel pri<strong>me</strong>r círculo del infiernopara volverse el atriodelparaíso.


101ENVEJECIMIENTOSLas pertenencias de los ancianosenvejecenaycon ellos.<strong>El</strong> látigo del domadorya no sabe rugir más fuerte<strong>me</strong>nteque los leones.La pluma del poetaes ahora ganada por el pavor escénicoante la hoja en blanco.<strong>El</strong> avión del pilotocomo si le hubieran cortado las alaspicotea aquí y allá su se<strong>me</strong>janzacon <strong>un</strong> descom<strong>un</strong>al y grotescogallo <strong>me</strong>tálico.<strong>El</strong> cayado del viajeroextravíaen no sé qué recodo de su travesíala brújula de palode su sentido de orientación.La aguja de la costurerapadece quién sabe qué trastornos ocularesque le secuestranaquellas miradas de hiloque fotografían las más invisiblesroturas de la ropa.<strong>El</strong> barco tiburonero—hoy <strong>me</strong>droso hasta de las pirañas—prefiere dormitar en la arena—soñando en sus años mozos—a <strong>me</strong>ter de nuevolas narices de su proaen el salado riesgo de la pesca.Todas las pertenencias de los viejosenvejecense hacen de <strong>un</strong>a jorobabajo el peso de tantísimos cumpleaños.


Todas escuchan.Todas saben de qué se trata.No hay <strong>un</strong>a que no entiendael idioma <strong>un</strong>iversalel esperanto de la fatigade la decadenciao de lo efí<strong>me</strong>rocon el que hablan perfectacorrida<strong>me</strong>ntey sin acentolos relojes.102


103FOTOGRAFÍAMis dedoslevantando la fotografiaponen ante mis ojos<strong>un</strong> mar que carga a las espaldas todo el cielocomo Atlas sudoroso que intentasecargar el infinito.Allá lejostras <strong>un</strong>a negociación de azulesel cielo y el martrazan el horizonteel camposanto de miradas.<strong>El</strong> firma<strong>me</strong>nto con su desmanchado azul marinocasi venido a blanco(a blanco de los ojos)sufre inopia de nubespelícanosy pupilas en picada.<strong>El</strong> azul del mar no se anda con remilgoscon pequeñeces de caracoly se encarama a los peldaños del apasionamientoahoga timideces en su entrañay lanza su red azulísima hacia la costaa la pesca de bañistasy poetas.La diosa monotonía se adueñade la orilla del mary poniendo su hú<strong>me</strong>da insistenciabajo las órdenes del <strong>me</strong>trónomoconvierte el ondeoen <strong>un</strong> disco rayadoen que las olas llevando el aro de sus curvaturasjuegan siempre a lo mismo:a hacerse y más hacerse y más hacersehasta desvanecersecomo <strong>un</strong> oleaje en ruinas...


104De cuando en vez el silencioimpone su mo<strong>me</strong>nto espiritualsu <strong>me</strong>ndrugo de nada. y el mar por <strong>un</strong> instante se decidea morderse la lengua.Y es entonces cuando te veoerguidacaminandobañada por duchazos de soldándole la espalda al océano comoVenusque nace de su oleaje de se<strong>me</strong>n.Llevas en las manos<strong>un</strong> libro de versos que bate lenta<strong>me</strong>ntesus enor<strong>me</strong>s alas de negra mariposa.Tienes los ojos hipnotizadosy te quemas las pestañascon el sol y las letras.Por <strong>un</strong> seg<strong>un</strong>doel mar pierde su lucha con el cieloy se convierte en cielocielo embarcadociclo dejado a la derivaen alta mar.Dejado.Estás ensimismada.Quizás le estás siguiendosu pista de invisibles p<strong>un</strong>tos suspensivosa <strong>un</strong>a de mis <strong>me</strong>táforas.Tal vez estás oyendoen el ritmo de mis estrofasmis respiraciones y sus enigmasde aire.Soy <strong>un</strong> poeta privilegiado. Tengoesta fotografía de mi musa


105de mi amadade mi compañerade la luz con que escribo en las nochesde mi entraña.-Tú sabes- le digoquevamos a seguir j<strong>un</strong>tos toda la vida?¿Sabes quesiendo la confluencia de dos ríos-de evaporadas fronterasoiremos<strong>un</strong> día el rumor de las olasel canto gregoriano de la espumala hú<strong>me</strong>da fanfarria de gaviotasde nuestro destino?¿Y sabes que <strong>un</strong>o de los dosquedará frente al otropara cerrarle los ojosamortajar su pulsoy descifrar el jeroglíficode su último suspiro?


106FINAL<strong>El</strong> helicóptero vuelve a la tierra.Olfatea el lugar donde debe detenersey siente en su tren de aterrizajela tajada del planetaque le toca.<strong>El</strong> piloto trae su infor<strong>me</strong> bajo el brazoy halla en esta co<strong>me</strong>dia de la urbeel pasadizo secreto invisibleque va de la divinaa la co<strong>me</strong>dia humana.Fue testigo de todo-de las prisaslos besos encamados en la culpalos dúos de gemidos de serruchoy violín desafinado.Si algo se le quedó en el tinterofue por obra de la fatiga muscularde su propósito,de la dolencia de finitudque padece su brazoo la anemia perniciosaque corroe sus versos.Baja del helicópterobuscapara escondersela madrigueradel p<strong>un</strong>to finalel trampolín de la imaginacióno la matriz del silencioy se nos va <strong>poco</strong> a <strong>poco</strong> de las manosde los ojosdel oídoen busca de <strong>un</strong> nuevo yacimiento de palabrasque al parecer se encuentra en algún p<strong>un</strong>tode la capital,para perdersedevoradopor <strong>un</strong>a de las avenidas


callescallejonesvericuetosde nuestra ciudad.Se va regandono guijarrosno <strong>me</strong>ndrugos de pansino letrassignos de interrogaciónpalabraspara que vayamos tras élpara evitar que se pierda en cualquier bosqueque le salga al encuentro.Podemos perseguirloolisquear su pistaleerleerlos indicios que nos dejala polvareda en que termina por hacerseel polvo de que se hallaconstituido...Pero tarde o tempranodaremos con el p<strong>un</strong>to finalde sus escritosde sus pasosde sus respiracionesporque el p<strong>un</strong>to final no es otra cosaque el epitafiodel silencio.107


108EL SABI0 DE AGRIGENTOIIsla acariciada a dos manospor mar antiguo,añejo,de cosechas anteriores a Cristo.Olas que son música y poesía,versificadas por el firma<strong>me</strong>nto,preludios que le pisan los talonesa sus fugas,voces en clave de agua,solos de liracon cuerdas bocales.Tierra que,en cámara lentísima,huye perpetua<strong>me</strong>nteel p<strong>un</strong>tapié a<strong>me</strong>nazantedel destino.Acantilados que azotanfuriosos hexá<strong>me</strong>tros y trocaicosde suspirantes sílabascabalgados por las espumasel verso blanco.isla rica en valles, cordilleras,florestas, templos, moluscos(se<strong>me</strong>n arrojadopor los éxtasis del mar)y pactos con el cieloque atestiguan, efl<strong>me</strong>ras, las nubesy rubrican a su pasoparvadas de gaviotas.IIEn días antiquísimos,los griegos embarcaronsus navíos ligeros, sus naos y trirre<strong>me</strong>s,sus espadas, sus escudos,sus ojos incendiados de horizonte a la busca de miradasinéditas,


sus creencias y costumbres,su olimpo (comarca de palabras mayoresdonde Cronos fue excluido por el Hadode sus sucios negocios con lo efí<strong>me</strong>ro);sus arpas eólicas,sus cítaras,sus coros de cisnes morib<strong>un</strong>dos,sus flautas de jilgueros disecadosque enhebraban la música de fondode donde e<strong>me</strong>rgíanlas nueve maneras en que los humanos,en su parnaso anímico,se acercan, sedientos, a la belleza;también trajeron consigo la alcándarade palabras huidizas,símiles,epítetos,<strong>me</strong>táforas que son los cromosomasdel milagro,materia prima con que trabajaron Hornero,Hesíodo, Píndaro, Anacreonte,y supieron ahogar entre los brazoslos límites, olorosos a muerte,del espacio y el tiempo.Y al arribar a las playas de Siciliadescendieron con todo y carga<strong>me</strong>nto,desembarcaron parte de su historiay <strong>un</strong> pedazo de su patria.Lo bajaron todo-sin excluir la lluvia, los crepúsculos o el olor de suGreciahastahacer de esta isla<strong>un</strong>a de las provincias más prósperas del espírituy <strong>un</strong> espacio celestedonde el águila de Zeus,que re<strong>un</strong>ía en sus ojos toda la isla, gritaba,con ademanes de aire,lo que son sus alas...109


110HUMILDE RECONOCIMIENTO ALOS DEMIURGOSAl inicio de todo,cuando Dios estaba creando febril<strong>me</strong>ntesus Obras Completas:armadillos, orugas, tulipanes,tumores cancerosos, temblores de tierra.hoyos negros, dedos <strong>me</strong>ñiquesy tantas criaturas que no podrían entraren el Arca de Noé del.más ampliode los poemas.algo le resultó mal:las rosas, los crepúsculos y los acantilados.Las rosas nacieron desteñidas.en veces hechas jironesy sin otro atractivoque el aroma edulcoradode lo cursi.Los crepúsculos tenían como maestraa la monotoníay n<strong>un</strong>ca oyeron hablar de las palabras novedad,renovaciónsorpresa,por lo que día tras día,durante varias eternidades,se plagiaban a sí mismoscomo <strong>un</strong> actor que se resiste—y convierte en raíz su resistencia—a dejar el escenario.<strong>El</strong> error que acompaño a la creación de los acantiladosfue haberlos hecho j<strong>un</strong>tito al mar,lo que impedía verlos seguros,serenos, impasibles,porque si por <strong>un</strong> mo<strong>me</strong>nto así se hallaban,<strong>un</strong> instante despuésestaban chorreando agua,plagados de espumay despeinados.


111Dios envió a varios poetasa corregir los defectos, averías,malos acabados de sus hechuras.Unos se pusieron a re<strong>me</strong>ndar las rosas,a perfeccionar sus formas y colores,para dar carta abiertaa miradas deprimidas y <strong>me</strong>táforas audaces.Otros se encargaron de los crepúsculos,cambiaron el ritmo de aparicióndel allegro al lentísimo,combinaron atrevida<strong>me</strong>nte los brochazos de pintura,enloquecieron el espectro,.dejaron al caleidoscopiorumiando su envidiay hablando de gansos en el país de los cisnes.Unos más corrieron a los acantilados:les restaron mar y les añadieron tierray lograron, así,que a cada embate de las olasel peñasco se irguiesecomo <strong>un</strong> hombre que <strong>un</strong>a vez y otra y otratri<strong>un</strong>fa sobre el destinocomo florece <strong>un</strong> puñoa mitad del sojuzgamiento.Dios contempló su obra:le pareció aceptable.Los poetas eran sus correctores de estilo,su fe de erratas,los restauradores de sus viejas pinturashoy deterioradaso la gracia divina que a vecesse le escondía entre los dedos.Eran todo eso¿o acaso más?¿No serían sus usurpadores,sus deicidas?¿<strong>El</strong> infinito nú<strong>me</strong>ro de inspiradas pruebasde su inexistencia?


112LA PRISA / Re<strong>me</strong>dios VaroSeguida de su vieja institutriz,la muchacha lleva en la mano derecha<strong>un</strong> gran barco de papely en la izquierda <strong>un</strong> charco que se le va derramando.Camina casi corriendo,no vaya a ser que alguien se le adelanteen la creación del mar.LA PERFECCIÓN / Piet Mondrian<strong>El</strong> rectángulo --decía Mondrian--es mi forma geométrica preferida.Pero aquí predominan las curvas sensuales,los pezones alados,la explosión de cinturas,la orgía de las circ<strong>un</strong>ferencias.Los <strong>poco</strong>s rectángulos que están frente a nosotros,que se hallan viendo fija<strong>me</strong>nte las elipsis,tienen como utopía la cuadratura del circulo.


113Escúcha<strong>me</strong>: amo aquella poesíaque se escribe en las trincherasa la luz de los fogonazos del odio;aquella que, si pri<strong>me</strong>ronace como el aullarde lobeznos perdidos en el cosmos,madura al convertirse en lanzallamasde fonemas corrosivos;aquella que, tras de recibir instrucción militaren la poesía de Pablo de Rokha o de Neruda,hace que todos sus versos se encuentrena <strong>un</strong> veneno tan sólo de tornarse serpientes;aquella que, al soltar sus alaridos,se deshace de la bisuteríade la rima,aquella que, de la mano de la pólvora,tiene como blanco la destrucción,el estrago fec<strong>un</strong>do,el bendito borrón que parirácon dolor maternal la cuenta nueva,la luz recién nacida,la utopía en pañalesdonde por fin las ruinasalcen en hombros. victorioso, al humo.Pero oye bien lo que digo: temo, repudio,el «mucho ruido y pocas nueces»de lo panfletario.La poesía desfallece en el panfletocomo la luz se asfixia en la caverna,o la música de la verdaden la vocal desgañitada.Amo la poesía de den<strong>un</strong>cia-aquella que espera a los trabajadoresa la salida de la fábricapara intercambiar saludosy planear cataclismos,CONSEJOSAMI PLUMAPara Paloma Saiz


114aquella que si sabe cantar, también vomita;que si se anda en los aires pergeñando geraniostambién tiene gatillos en esperadel atrevimiento; aquella que...pero, mi pluma, dejas mucho que desear:vacilas, tropiezas con tus sílabas,y cuántas veces, ay, tartamudeas.Dejas mucho que desear y yo querría que dijeraslo que otras callan,que fueses veraz, indiscreta,que te <strong>me</strong>tieras en lo que no te importa,que supieses murmurar como los ademanesy gritar como los puños.Escúcha<strong>me</strong>: no te quiero recibiendo consejosde los brazos cruzados.Ni pasiva, pusiláni<strong>me</strong>,mirando las catástrofesdesde las galerías de tu olimpoo los binoculares de tu musa.No te quiero servil,dándole por su lado a la derechaque opone al ansia de avanzarla dureza fanática del y<strong>un</strong>que,o que, al son de sus gregorianosrechinados de dientes,busca <strong>me</strong>terle zancadillas a la historia;tam<strong>poco</strong> te deseo aplaudiendoa la izquierda moderna,(entregada, de tiempo completo, a su miopía)la izquierda que, peinadacon las comillas de la sospecha,mastica el bilingüe bocado de salivade la demagogia,o que tiene siempre a manola disculpa <strong>me</strong>ndaz, con su perfu<strong>me</strong>de magnolia podrida,ocultando sus traicionesen los pequeños juegos de artificio


115que organiza la astucia de la lenguaa flor de labio.Atiénde<strong>me</strong>: te sueño ágil, diestra.con la sensibilidad a piel de sueño:y blandiendo <strong>un</strong> fusil bendecido por el donde la buena p<strong>un</strong>tería:que donde pongas el ojopongas el epíteto corrosivo,la den<strong>un</strong>cia,el caos como pri<strong>me</strong>ra piedra del empeño,el se<strong>me</strong>n de la aurora.


116NUEVOS CONSEJOS A MI PLUMAA Paco Ignacio Taibo IITe quiero capaz de vislumbrar los pies de barrodel sistema y su compleja arquitectura de <strong>me</strong>ntiras,de salir a la intemperie, ferocidad al hombro,a desfacer entuertos y en<strong>me</strong>ndarle la plana a losrosalesque, pobrecitos, no saben redondearsino solo criaturas monocordes.Ven acá: te quiero capazde hacer que haya gatillos en tus frases,gatillos que, orientados por la miradel sapiente coraje,sorprendan a pupilas y entusias<strong>me</strong>n a tímpanoscon la deificación del ruido (en el estruendo)que extraerá de las ruinas otro m<strong>un</strong>docon las manchas de sangrede lo recién nacido.Escúcha<strong>me</strong> cabrona: que si hablas de Zapata,del Che Guevara, de Salvador Allendeo de tantos, tantísimos otros,que levantaron en armas a sus muinas,lo sepas hacer con las frases apropiadas,justas, militantes, que seduzcan la atencióny le pongan hormigas al descuido,con palabras inventadas desde hace siglossólo para cumplir su co<strong>me</strong>tido actualde develar artilugiosy realizar <strong>un</strong>a histórica masacrede máscaras, disfraces, fingimientoscon que forma el poder sus escondrijos.Mi pluma, como dejas mucho que desear,como eres iletrada, tímida, ingenua,y bastante torpe para hablar en público;como tienes, reconócelo,no sé qué debilidades por la retóricay crees que la <strong>me</strong>jor manera de sorprender al públicoes lanzar al firma<strong>me</strong>nto los fuegos de artificio


de tropos rutilantesy subir el volu<strong>me</strong>n de lo pregonadohasta la grandilocuencia,te voy a tener que so<strong>me</strong>tera <strong>un</strong>a fuerte y severa disciplina.Durante mucho tiempo, pluma,tú y yo, tomados de la mano,asistiremos a marchas,concentraciones y mítines.Saludarás de corazón a las adelitasy recogerás, para alg<strong>un</strong>o de tus poemas,las estrellas que arrancan del suelo los machetes.Yo te conduciré a las concentraciones para queaprendasa desgañitar la tintaque cargas en la garganta.Te llevaré, para que no te enamores,como Narciso,de ti misma,de lo que dices,de tu lengua formada de gér<strong>me</strong>nes de palabras,de tu forma tan personalde robarle parla<strong>me</strong>ntos al silencio.Te llevaré, carajo, para que estés en contacto con lagente,para que sepas del calvario,el vía crucis,la crucifixiónde todo humilde miembrode la especie.117


118INDICEPrólogo, de Andrés Cisneros de la Cruz………………………………………….3De Para deletrear el infinito 1(1972):<strong>El</strong> entierro del ángel custodio……………………………………………5<strong>El</strong> péndulo………………………………………………………………9No es posible entrar dos veces en el mismo Río……………………...11Vida y obra del espacio…………………………………………………...15De Para deletrear el infinito II (1985):Premamutario………………………………………………………….16Hormiga y aparte……………………………………………………….20La alternativa…………………………………………………………....21Prehistoria del puño……………………………………………………….22La clase obrera va al paraíso……………………………………………...24En pie de lucha………………………………………………………….26Epigramario……………………………………………………………28Va de pasión en fondo por las calles….………………………………...29De Para deletrear el infinito III (1988):Programa de vida……………………………………………………….31Prepara ya la cárcel………………………………………………………33En la orden del día …………………....………………………………..34<strong>El</strong> hereje………………………………………………………………...35<strong>El</strong> <strong>viento</strong> <strong>me</strong> <strong>pertenece</strong> <strong>un</strong> <strong>poco</strong>………………………………………..38Penélope………………………………………………………………40Yo sigo mi camino…………………………………………………….…42De Para deletrear el infinito IV (1998):Oda a la goma de borrar…………………………………………………..43Confidencias de <strong>un</strong> árbol ……………………………………………....45En el <strong>me</strong>rcado…………………………………………………………..48Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque H<strong>un</strong>dido …………49Invitación……………………………………………………………....52Antesala…………………………………………………………….....53<strong>El</strong> poeta…………………………………………………………………55A Orfeo se le acabó <strong>un</strong> día el tiempo……………………………………58En <strong>un</strong> hotel……………………………………………………………...59Este puño sí se ve………………………………………………………...61


119Balada………………………………………………………………...62<strong>El</strong> regreso………………………………………………………..…….63Ars poetica……………………………………………………………64<strong>El</strong> diluvio. Ho<strong>me</strong>naje a Hegel…………………………………………...67Epílogo………………………………………………………………...68Cuando adviene la incredulidad…………………………………………69Triángulo ……………………………………………………………69Una comparación……………………………………………………..70Vicente Huidobro……………………………………………………..71La operamada………………………………………………………...72Metafísica urbana………………………………………………………73De <strong>El</strong> j<strong>un</strong>co (1998):La torre de Babel……………………………………………………..76Harem de esperpentos………………………………………………….80La hermana…………………………………………………………...87De La cantata del árbol que camina (2000):Cantata del árbol que camina………………………………………93De Memoralia del sol (2002):Del beso robado y otras iniquidades…………………………………..98De Viejos (2002):Modelo…………………………………………………………….99Envejecimientos…………………………………………………....101De Venus en el laberinto (2005):Fotografía……………………………………………………………………..103De Co<strong>me</strong>dia Urbana (2005):Final………………………………………………………………..106De Empédocles (2006):<strong>El</strong> sabio de Agrigento I y II……………………………………….....108De Poeta en la ventana (2007):Humilde reconocimiento a los demiurgos………………………110


120De Galería de cuadros inexistentes (2008):La prisa, de Re<strong>me</strong>dios Varo …………………………………….112La perfección, de Piet Mondrian………………………………...112De Casa adentro (2008):Consejos a mi pluma………………………………………………..113Nuevos consejos a mi pluma……………………………………….116

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!