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SERMONES DE AVIVAMIENTO por R.M. McCheyne

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Sermones deR.M. <strong>McCheyne</strong>Era invierno. Sentados cerca del fuego, dos hombres estaban cincelando piedra en una canteravecina. De pronto, un desconocido se les acercó; bajó del caballo e inmediatamente pasó aconversar sobre el estado espiritual de sus almas. Sirviéndose de las flagrantes llamas de lahoguera como ilustración, el joven desconocido predicó verdades alarmantes. Con profundasorpresa los canteros exclamaron: "Usted no es un hombre como los demás". A lo que eldesconocía ---que no era otro que Roberto M. <strong>McCheyne</strong>--- respondió: "Sencillamente, soy unhombre como los demás".Parece ser que, tanto la lectura de los sermones de <strong>McCheyne</strong> como su biografía, hacenbrotar del corazón del lector la Misma exclamación de los canteros. Y es que, verdaderamente,Roberto <strong>McCheyne</strong> "no fue un hombre como los demás. Su ministerio, muy breve <strong>por</strong> cierto,vino a ser una de las luces más brillantes del evangelio en Escocia. Pureza doctrinal y fervorevangélico impregnaron <strong>por</strong> completo la predicación de este gran siervo de Dios. En <strong>McCheyne</strong>encontramos aquella característica tan sublime ---y no menos rara, <strong>por</strong> desgracia- de unaarmoniosa correspondencia entre predicación y vida. La vida de <strong>McCheyne</strong>, que «Alguiendefinió como "uno de los ejemplos más bellos de la obra del Espíritu Santo", vino caracterizada,<strong>por</strong> un alta grado de santidad y consagración.Roberto Murray <strong>McCheyne</strong> nació en Edímburgo el 29 de mayo de 1813, en una épocaen que los prímeros resplandores de un gran resurgimiento espiritual tenían lugar en Escocia.Entre los preparativos secretos con que Dios contaba para derramar sobre su pueblo días deverdadero y profundo refrigerio espiritual se hallaba el nacimiento del más joven de los cincohijos de Adam <strong>McCheyne</strong>.Ya desde su infancia Roberto dio muestras de poseer una naturaleza dulce y afable, a lapar que todos podían apreciar en él una mente despierta y una memoria prodigiosa. A la edad decuatro años, y mientras se reponía de cierta enfermedad, Roberto hizo del estudio del hebreo ydel griego su pasatiempo favorito. A los ocho años ingresó en la escuela superior, para pasaraños más tarde a la Universidad de Edimburgo. En ambos centros de enseñanza se distinguiócomo aventajado estudiante, de forma especial en los ejercicios poéticos. Se nos habla de élcomo de buena estatura, lleno de agilidad y de vigor; ambicioso--- aunque noble en sudisposición, evitando cualquier forma de engaño en su conducta. Algunos le consideraron comoposeyendo de forma innata todas las virtudes del carácter cristiano, pero, según su propiotestimonio, aquella pura moralidad externa <strong>por</strong> él exhibida, nacida de un corazón farisaico, y aligual que muchos de sus compañeros, él se afanaba en saciar su vida de los placeres mundanos.La muerte de su hermano David causó una profunda impresión en su alma. Su diariocontiene numerosas alusiones a este hecho. Años más tarde, escribiendo a un amigo, Robertodecía: "Ora <strong>por</strong> mí, para que pueda ser más santo y más sabio, menos como soy yo mismo, y máscomo es mi Señor... Hoy hace siete años que perdí a mi querido hermano, pero empecé aencontrar al hermano que no puede morir".

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