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día 6

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Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), en su casa deMeudon en los años cincuenta. Foto: Roger Violletjuzgará la historia a Corneliu Codreanu(fundador de la Legión)…”. Y puedo muybien imaginarme a Manea en el Bard Collagede Nueva York, adonde llegó tambiénpor la ruta del exilio, leyendo porprimera vez estas frases del Eliade crepuscular,y preguntándose con incredulidad:“No sé cómo juzgará la Historia aCorneliu Codreanu”.Milan Kundera dedica unas páginas brillantesde su novela El libro de la risa y elolvido a la condena a muerte de un poetasurrealista checo, Závis Kalandra, durantelas purgas de los años cincuenta. Ese poetaera amigo de André Breton, el papa delmovimiento surrealista, y de Paul Éluard,que después de la Segunda Guerra Mundialhabía abandonado las filas del surrealismopara integrarse en las del comunismo. “AndréBreton no creyó que Kalandra hubieratraicionado al pueblo y a sus esperanzas, ydirigió un llamamiento en París a Éluard(en carta abierta del <strong>día</strong> 13 de junio de1950) para que protestase contra la absurdaacusación, e intentase salvar a su antiguoamigo praguense. Pero Éluard estabaen ese preciso momento bailando en uninmenso corro entre París, Moscú, Varsovia,Praga, Sofía, Gracia, entre todos los paísessocialistas y todos los partidos comunistasdel mundo, y en todas partes recitabasus hermosos versos sobre la alegría y lahermandad. Cuando leyó la carta de Bretondio dos pasos en el sitio, un paso haciadelante, negó con la cabeza, se negó a defendera un traidor al pueblo (en la revistaAction del 19 de junio de 1950) y en lugar deeso recitó con voz metálica:Vamos a colmar la inocenciaDe la fuerza que durante tanto tiempoNos ha faltadoNo estaremos nunca más solos…Huiremos del descanso, huiremos delsueño,Tomaremos a toda velocidad el alba y laprimaveraY prepararemos <strong>día</strong>s y estacionesA la medida de nuestros sueñosEl hombre, presa de la paz, siempre tieneuna sonrisaEl amor se ha puesto a trabajar y esinfatigable.dolor y la razón a Pablo Neruda, best sellermundial y permanente de la poesía en lenguaespañola gracias a sus Veinte poemas deamor y una canción desesperada: “Trotski,aún reciente el segundo atentado contra suvida (en el que su secretario americano fueasesinado por el luego célebre muralista DavidAlfaro Siqueiros, ayudado por el luegocélebre poeta, y premio Nobel, Pablo Neruda)…”,dice Brodsky. En su autobiografía,Me llamaban el coronelazo, David Alfaro Siqueirosreconoce su participación en el“asalto a la casa de Trotski” el 24 de mayo de1940. Lo que no dice es que él dirigió alfracasado escuadrón de sicarios, y por quémataron a su cómplice Robert Sheldon Harte.El relato que dejó Neruda, en Confiesoque he vivido (su autobiografía, redactadapoco antes del cuartelazo de Pinochet, delasesinato de Allende y de morir él mismo deenfermedad y pena), sobre sus tiempos comocónsul de Chile en México, es un alardede escamoteo de la verdad y de pánfilaautosatisfacción:“David Alfaro Siqueiros estaba entoncesen la cárcel. Alguien lo había embarcado enuna incursión armada a la casa de Trotski.Lo conocí en la prisión, pero, en verdad,también fuera de ella, porque salíamos conel comandante Pérez Rulfo, jefe de la cárcel,y nos íbamos a tomar unas copas por allí, endonde no se nos viera demasiado. Ya tarde,en la noche, volvíamos y yo despe<strong>día</strong> conun abrazo a David que quedaba detrás desus rejas”.“(…) Entre salidas clandestinas de la cárcely conversaciones sobre cuanto existe,El relato de Nerudasobre sus tiempos comocónsul de Chile enMéxico es un alarde deescamoteo de la verdad yde pánfila autosatisfaccióntramamos Siqueiros y yo su liberación definitiva.Provisto de una visa que yo mismoestampé en su pasaporte, se dirigió a Chilecon su mujer, Angélica Arenales…”.Cuando Norman Manea, disidente exiliadoen Estados Unidos, y el escritor rumanomás interesante de la actualidad, publicósu ensayo Felix culpa, a propósito de sucompatriota, el gran historiador de las religiones,el notable literato, el erudito, el sabioque buscaba y encontraba las manifestacionesde un espíritu primigenio y globalen mitos y atavismos y remotos ritos chamánicos,Mircea Eliade, le llamaron de todo,entre otras cosas “policía del espíritu”.El título de su ensayo alude a una anotaciónde Eliade en sus diarios, del 10 deoctubre de 1984: “Sigo pensando en lo quehubiera sufrido si me hubiera quedado enla patria, como profesor y escritor, y si nohubiese sido por aquella felix culpa: mi adoraciónpor Nae Ionescu y todas las consecuencias(en 1935-1940) de esa relación(…) Me hubiera quedado en la patria. En elmejor de los casos hubiera muerto de tuberculosisen una prisión”. Nae Ionescu (nadaque ver con el Ionesco de La cantantecalva), filósofo y profesor en la universidaddel Bucarest de entreguerras, fue el principalpropagandista en los medios intelectualesdel movimiento fascista rumano, la Legiónde San Miguel Arcángel o Guardia dehierro. Eliade era un sabio precoz y ayudantede cátedra de Ionescu, y escribía en laprensa: “Para aquellos que han sufrido tantoy han sido humillados durante siglos…,por los húngaros…, después de los búlgarosla gente más imbécil que haya existidonunca…, han anhelado una Rumanianacionalista, hiperactiva y chovinista, armaday vigorosa, implacable y vengativa”.Lo que Manea le reprocha es que —comoel filósofo Heidegger con su pasado nazi—nunca manifestase contrición ni reconocieraque su filiación al fascismo fue unerror juvenil: un paso al frente le parece aManea que hubiera sido muy beneficioso,en términos de didáctica social, sobre todoante el futuro inmediato en que las primerasgeneraciones poscomunistas, desorientadas,desinformadas y confusas y en buscade señales de identidad nacional y referentesideológicos, recuperan el magisterio deEliade y al mismo tiempo las tentacioneschovinistas y antisemitas. Muy al contrario,cuarenta años después de esa felix culpa,Eliade escribía en su diario: “No sé cómoLo mismo que movió a Kundera para inmortalizarcomo significativo ese episodiollevó a W. G. Sebald (aunque con menoshumor) a retratar, en Sobre la historia naturalde la destrucción, a Alfred Andersch comouna escoria, con una vida interior “plagadade ambición, egoísmo, resentimiento yrencor”, y hacer de él el paradigma de lacorrupción moral a la que puede llegar unescritor. Trabajo de inquisición semejante,aunque si cabe con una ferocidad mayor, ycontra un colega superior, hizo Stephen Vizinczey(En brazos de la mujer madura) enVerdad y mentiras en la literatura, con Gregorvon Rezzori (maravilloso autor de Memoriasde un antisemita, de Flores en la nieve,de Un armiño en Chernopol), a cuenta de Lamuerte de mi hermano Abel. Según Vizinczey,la frivolidad de Rezzori en esta “novelaestúpida y taimada” relativiza el bien y elmal, iguala a víctimas y verdugos, y esa operaciónhace de él un hombre “con la sensibilidadembotada, el cerebro pequeño y la pielgruesa de un cerdo”.¡Rezzori! Gustosamente seguiría yoañadiendo nombres a esta galería, paraagregar al tuyo y los de tantos ilustresmonstruos el mío, aunque fuera sólo porel expediente, tan claramente malvado,de escribir listas negras… (y leerlas). Peropor ahora basta y vale. La novela del adolescente miope. Mircea Eliade.Traducción y prólogo de Marian Ochoa. Impedimenta.Madrid, 2009. 520 páginas. 26 euros. Lagran trilogía: Un armiño en Chernopol, Memoriasde un antisemita, Flores en la nieve. Gregor vonRezzori. Traducción de Daniel Najmías, Juan Villoro,Joan Parra Contreras. Anagrama. Barcelona,2009. 904 páginas. 34 euros.EL PAÍS BABELIA 06.02.10 13

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