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Elementos Nº 53. AUTORES KR II - El Manifiesto

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“personalidad del pueblo” era el viejo puntode referencia que aludía al destino y alsacrificio, mientras que, por el contrario, elEstado nación era un engendro nacido de laIlustración y de la Revolución francesa.“Una vez más –enfatizaba Reck con toda suvehemencia-, queda dicho aquí aquello queen la actualidad no puede decirsesuficientemente alto en Alemania: que elprimer grito de Vive la Nation tuvo lugar conlas matanzas del septiembre francés, el díaen que se asfaltó Francia y se le amputaronsus paisajes: quede dicho una vez más que… no es el amor a la patria, es elnacionalismo lo que pertenece al amplioespectro del liberalismo francés, unnacionalismo que a la larga no puedesustentar por sí solo un Estado, ya que todaslas ideas de Estado dignas de ese nombreson intangibles, inconcebibles y nunca “deeste mundo”.La propagación y la dictadura delhombre masa, del negro blanco, le parecía aReck inseparable del desarrollo de la técnica.De ahí que la “crítica de la técnica” y lainsistencia en una vida “primigenia” fuerancentrales para él. Desde una perspectivaactual, quizá el elemento más destacable delpensamiento de este “desesperado”nostálgico de la Edad Media y de sumalestar, cuando no asco, por la“modernidad” en su conjunto, sea su actitudhacia la naturaleza. Con el vocabularioactual se le podría denominar, si dejamospor un momento a un lado su rechazo de lademocracia, como un “ecologista radical”.Reck no se contentaba con plantear lacuestión, ya habitual, de la supervivencia dela naturaleza, sino que la afilaba con suradicalismo acostumbrado, preguntándosesi “la técnica se limita a cambiarostensiblemente la faz de la tierra y aarrancar de raíz especies de animales y partede la flora”, puesto que desde hace yatiempo está en posición de adueñarse de susmismos creadores: “Hasta ahora, el hombreha dejado que asesinaran sus instintosnaturales sin protestar: sin protestar hadejado que acabaran con la periodicidad desu vida física, sin sus puntos de reposonaturales, y aparentemente sin protestarobserva como se va atrofiando su naturalezay como es conducido a ese estadio20insostenible en el que, por decirlohiperbólicamente, en vez de piernas ya sólopodrá presentar protuberancias atrofiadas alservicio de un embrague de automóvil. Lahumanidad ha soportado dócilmente y conpaciencia que todo esto le suceda, y todavíahoy tolera que la tecnología la indemnicecon sucedáneos del paraíso perdido”.La contradicción entre el simbolismo dela naturaleza y el romanticismo biológico,por un lado, y al mismo tiempo elensalzamiento del moderno progresotecnológico, por otro –contradicción queencarnaba la esencia de la ideología fascista-,era para Reck una de las tachas másinsoportables de la políticanacionalsocialista y sólo un signo más de sumendacidad. Detestaba las oraciones a losnuevos dioses, a las energías omnipotentesde maquinarias y motores –sin cuyaveneración no podía concebirse laprogresiva preponderancia política de laindustria, ni la República de Weimar, ni elTercer Reich-, las detestaba tanto como laconsiguiente “ubicuidad de los medioshoy anuestra disposición”. Su panfleto Das Endeder Termiten (<strong>El</strong> final de las termitas) –que, aligual que el diario, sólo fue publicadopóstumamente- es un singular escritopolémico contra estos medios decomunicación.Pero su aversión por la supremacía de latécnica y la economía y sus destructivasconsecuencias la fundamentaba no sólo enun nebuloso concepto de naturaleza, sinotambién sobre la base de una especie degeografía política, en el sentido máselemental del término. La política humana,en su opinión, debía derivarse del paisajesobre cuyos habitantes repercutía. “Serconservador no significa otra cosa queconsiderar la historia como función de unpaisaje dado. Pero como el paisaje es hoyprecisamente lo más perseguido, dejado yoprimido, y como quiera que los hoylegitimados bárbaros de Manchester nadaodian tanto como el paisaje, en lascondiciones actuales ser conservador esineludiblemente ser revolucionario”.Por ese motivo, Reck describía lospaisajes, en especial los de su Marusia natal,con una afinidad muy particular, distinta a

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