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SUMARIO - Editorial Sal Terrae

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ST 96 (2008)<strong>SUMARIO</strong>ESTUDIOS• Creer y recordar. Dios e Israel en el desiertoEnrique SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . .• La espiritualidad del desierto,una propuesta para hoyDiego M. MOLINA, SJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .• Atravesar el desierto en las etapas de la vidaPatxi ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJ . . . . . . . . . . . . . . . . . .• <strong>Sal</strong> de la ciudad, ve al desierto y permanece en élAlexis BUENO, SJ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .813825839853RINCÓN DE LA SOLIDARIDAD• Igualdad desde las basesLucía ARANA IRUARRÍZAGA («Alboan») . . . . . . . . . . . . . 865«PALABRAS INCOMPRENDIDAS»• «Abnegación». La abnegación,o la importancia del otroInmaculada SOLER GIMÉNEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 869LOS LIBROS• Recensiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .883sal terraeNoviembre 2008 Tomo 96/10 (n. 1.128)


PRESENTACIÓNESPIRITUALIDAD DEL DESIERTOQuizá no son muchos los pasajes bíblicos que se refieren al desierto,esa etapa que recorre el pueblo de Israel durante casi 40 años de suexistencia. Sí son, sin embargo, particularmente importantes para laSagrada Escritura, especialmente para el Antiguo Testamento. Así, porejemplo, los capítulos 15-18 del libro del Éxodo, que narran diversosy problemáticos episodios de la vida de Israel, después de salir deEgipto y abandonar la esclavitud allí vivida. Igualmente, en los profetasJeremías y Oseas hay textos en los que el desierto se presenta comoun lugar emblemático: recuérdese, por ejemplo, el pasaje de Os2,4ss, que titula este número de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>. Y no habría que olvidar elconocido pasaje de las tentaciones de Jesús, presente al comienzo delos evangelios sinópticos, donde se recoge y retoma la conocida frasedel Deuteronomio «no sólo de pan vive el hombre».Éste es el punto de partida de este nuevo número de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, quepretende, por una parte, explorar el sentido y significado bíblicos deltérmino «desierto» y la espiritualidad que de él se puede desprender.Igualmente, acercarse a la imagen y metáfora del desierto: a lo que ellapuede evocar y a lo que de ella se puede aprender. Un número que sepublica precisamente unas semanas antes de que celebremos el Adviento,un tiempo litúrgico lleno de referencias al desierto.Enrique Sanz se acerca a los textos paradigmáticos del AntiguoTestamento, donde se presenta el desierto como lugar de carencia, decarestía, de dificultad, de ausencia de todo, de debilidad e impotencia;lugar que es al mismo tiempo el paradigma de la confianza en Dios,quien allí da a su pueblo el pan, la vida y la palabra. El desierto es,sal terrae


812 PRESENTACIÓNpues, un lugar paradójico, en el que nada se puede cultivar, pero en elque Israel no muere de hambre, porque Dios lo alimenta con el manáy porque la vida allí perdura.¿Cómo acercarse a Dios y estar con él en el desierto? ¿Cómo hablarcon el Dios que parece guardar allí silencio y qué espiritualidadcultivar? Convencido de que «hay algo en la metáfora del desierto quehoy es vital recuperar: el abandono en Dios aun en momentos de dificultad,de no ver», Diego Molina utiliza la imagen del desierto que nosllega para ofrecer claves para cultivar la citada espiritualidad tanto ennuestra vida de fe como en la situación actual que vivimos en laIglesia.El adolescente intenta descubrir su auténtico rostro, la persona ensu adultez despliega las posibilidades de su humanidad y engendra vida,y posteriormente saborea la existencia y deja paso a otros a tiempo.Patxi Álvarez de los Mozos acuña esta terminología en «Atravesarel desierto en las etapas de la vida» para referirse a las distintas etapasde la vida del ser humano, en las que el desierto adquiere característicasy formas propias y que están, sin embargo, unidas por un único hiloconductor: salir de sí y de las propias inclinaciones y deseos.No es fácil en nuestros tiempos salir de la ciudad y caminar haciael desierto para permanecer en él. Consciente de ello, Alexis Buenoafirma, sin embargo, que hoy más que nunca hay que ir al desierto paradisponerse a escuchar la Voz y para encontrar allí a Dios, que nos invitaa visitar dicho lugar. En su artículo presenta los obstáculos inicialespara abandonar la ciudad, se pregunta por las condiciones requeridaspara ir al desierto y permanecer en él e indica los principales frutosque pueden alcanzarse en el desierto.sal terrae


ST 96 (2008) 813-823ESTUDIOSCreer y recordar.Dios e Israel en el desiertoEnrique SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJ*«La mujer huyó al desierto,donde tiene un lugar preparado por Diospara ser allí alimentadadurante mil doscientos sesenta días»(Apocalipsis 12,6)Hace poco tiempo, volví a reencontrarme en Madrid con unos buenosamigos tailandeses con los que trabajé a comienzos de los años 90 enla frontera camboyano-tailandesa. Exactamente, entre 1990 y 1992,cuando formábamos parte de un equipo internacional del SJR (ServicioJesuita a Refugiados) que se ocupaba de atender y ayudar a refugiadoscamboyanos que vivían en durísimas condiciones de vida en unconocido campo de refugiados llamado «Site 2» 1 . Juntos recordamosmultitud de curiosas anécdotas y divertidos momentos vividos en esosaños. A ellos les expresé, una vez más, que mi estancia en un lugar taninfernal para cientos de miles de seres humanos ocupa un imborrablelugar en mi memoria, y que ello se puede entender mejor si se leen algunospasajes bíblicos en los que se cuenta la estancia de Israel en eldesierto.* Director de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>. Profesor de Sagrada Escritura en la Universidad PontificiaComillas (Madrid). .1. El SJR (www.jesref.org/home.php) fue fundado a comienzos de los años 80 porel siempre querido y recordado Pedro Arrupe, SJ.sal terrae


814 ENRIQUE SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJEn concreto, Dt 8, Jr 2,1-19 y Os 2,4-25, donde se evocan los cuarentaaños del desierto como un tiempo de vida plena para Israel, comoun tiempo memorable que marcó de manera definitiva la existenciadel pueblo que acababa de dejar atrás la dura y servil existencia enEgipto: «el tiempo de aprender que no sólo de pan vive el hombre, sinode todo lo que sale de la boca del Señor» (Dt 8,3).1. «Recuerda, no olvides el desierto»Es probable que muchas y muchos lectores de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong> estén ya familiarizadoscon las palabras que titulan este apartado, tomadas del librodel Deuteronomio, que es quizás –así lo afirma un destacado investigadorbíblico– uno de los más importantes del Antiguo Testamento:«el Deuteronomio es el centro del Antiguo Testamento, unasíntesis de las tradiciones de fe contenidas en la Torá» 2 .Son muchos los pasajes del quinto libro del Pentateuco que utilizanlos verbos «recordar» y «no olvidar». Uno de ellos es Dt 8,1-6:«Poned en práctica todos los mandamientos, que yo os prescribohoy. De esta manera viviréis, os multiplicaréis y entraréis a tomarposesión de la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestrosantepasados.Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrerdurante estos cuarenta años a través del desierto, con el fin de humillartey probarte, para ver si observas de corazón sus mandatoso no. Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre; te ha alimentadocon el maná, un alimento que no conocías, ni habían conocidotus antepasados, para que aprendieras que no sólo de pan viveel hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. No segastaron tus vestidos ni se hincharon tus pies durante esos cuarentaaños. Reconoce, pues, en tu corazón que el Señor tu Dios tecorrige como un padre corrige a su hijo. Guarda los mandamientosdel Señor tu Dios, siguiendo sus caminos y respetándole».Es éste, sin duda, un texto decisivo para comprender el sentido deltérmino «desierto» que en esta colaboración queremos presentar y los2. G. BRAULIK, «Das Buch Deuteronomium», en (E. Zenger u.a.) Einleitung in dasAlte Testament, KStTh 1,1, Stuttgart - Berlin - Köln 1998 3 , 125-141, esp. 137.sal terrae


CREER Y RECORDAR815aspectos teológicos en él englobados, a los que nos vamos a acercar deteniday atentamente.Señalaba al comienzo de este artículo que en muchas ocasiones lalectura de Dt 8,1-6 me ayuda a recordar no sólo el desierto que muchasy muchos camboyanos vivieron en «Site 2» y otros «campos de lamuerte», sino también a valorar la importancia que posee el recuerdopara los seres humanos.Somos seres del tiempo, y nuestra vida forma una unidad temporal.Nuestro pasado, presente y futuro, siendo distintos, guardan unamuy estrecha relación. Una relación quizás atravesada y conducida porun motor especialmente activo: cuanto más nos volvamos hacia nuestropasado y tratemos de comprenderlo, tanto más capacitados estaremospara vivir las inmensas posibilidades que nos ofrecen el presentey el futuro, abiertos y aún por llegar. Dicho de otro modo: recordar elpasado no tiene por qué conducir a una nostalgia plana, triste y cerrada,sino que puede llevarnos a identificar mejor lo que marca y muevenuestra vida en el hoy y mañana de nuestro presente y futuro.Este mensaje recorre muchas páginas bíblicas. Como señala A.M.Pelletier, «el recuerdo es lo más importante para el Éxodo, el Deuteronomioy los profetas. No un recuerdo para salvar el pasado del olvido(como Heródoto), ni tampoco para guardar o hacer memoria de lo importante(como Tucídides), sino para aclarar el misterio de la presenciade Dios en el presente... De manera que el trabajo de relectura delpasado está menos enfocado a preservar del naufragio una memoria yuna identidad que a liberar y desplegar un sentido al que el presenteconcede acceso e importancia. Más que tener una conciencia negativadel tiempo como el que cava una fosa entre el presente y el pasado, hayque pensar en la fecundidad de la duración» 3 .Pues bien, precisamente la exhortación a acordarse y recordar elcomienzo de los versículos que nos ocupan subraya la fecundidad dela duración, lo fértil que puede ser para Israel recordar el tiempo deldesierto, hacer memoria de los difíciles cuarenta años transcurridos entrela salida de Egipto y la entrada en la tierra prometida.Según el libro del Deuteronomio, en el momento en que Israel seencuentra a punto de entrar en Canaán, Moisés le dirige una serie de3. «Temps et histoire au prisme de l’écriture prophétique» en ACFEB (ed.)Comment la Bible saisit-elle l’histoire?, LeDiv 215, Paris 2007, 87-114.sal terrae


816 ENRIQUE SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJdiscursos en los que le recuerda los elementos más singulares y nuclearesde su existencia en Dios, sucedidos en el tiempo pasado. Todosellos pueden hacer fecundos el presente y el futuro de Israel en la tierraprometida, esa tierra «buena, de torrentes, de fuentes, de aguas, tierraque produce trigo y cebada, viñas, higueras y granados, tierra deolivos, aceite y miel, que dará a Israel el pan en abundancia para queno carezca de nada» (Dt 8,7-9). Todos ellos pueden hacerle vivir comovivió, por ejemplo, en el desierto, haciendo visible todo lo aprendido yrecibido en ese tiempo tan decisivo para el existir de Israel.Si el recordar tiene su importancia en Dt 8,1-6, también la tiene elcontenido de lo que se exhorta a recordar: todo lo que le sucedió aIsrael durante los 40 años en que permaneció en el desierto, tal comoaparece formulado por Dt 8,2-4, citado precedentemente.Lo primero que se dice en Dt 8,2 es que el desierto forma parte dela historia de salvación de Israel. En ocasiones se afirma que la accióngratuita y salvífica de Dios en favor de su pueblo consta de dos elementosprincipales: la liberación de Egipto y el don de la tierra prometida.Pues bien, en el Antiguo Testamento se puede leer en más deuna ocasión que no son dos, sino tres, las acciones que manifiestan másclaramente la salvación, el mayor de los dones que Dios ofrece a supueblo: hacer salir a Israel de Egipto / hacerle caminar por el desierto/hacerle entrar en la tierra prometida.Interesante es que el sujeto de las tres acciones mencionadas essiempre Dios. Igualmente, que ellas están expresadas por una formacausativa (hifil, en hebreo) que expresa con gran profundidad que sóloDios es la causa de la salvación de Israel, cuya plena recepción se realizacuando Israel entra en la tierra que Dios le ha dado.Una referencia, esta última, que está, sin embargo, ausente en lamención del desierto de Dt 1-2, donde éste aparece como «lugar inmensoy terrible» (Dt 1,19). Por eso, y tal como señalan varios autores,digno de destacar es que tanto en Dt 8,2 como en Dt 8,15 el temadel desierto aparece iluminado por la luz de la salvación, aparece alumbradopor la luz histórico-salvífica, ya que Dios salva allí a Israel haciéndolecaminar por un lugar de soledad, de aridez, de muerte 4 .4. P. BOVATI, Il libro del Deuteronomio (1-11, Guide Spirituali all’AnticoTestamento, Roma 1994, 108-109; R. GOMES DE ARAUJO, Theologie der Wüstesal terrae


CREER Y RECORDAR817El segundo aspecto destacable tiene en cuenta un dato textual queno conviene olvidar: existe entre Dt 8,2 y Dt 8,3 una separación (gap)que permite subrayar dos aspectos complementarios, a la vez que aclararmejor uno de ellos. Por un lado, que en el desierto Dios prueba aIsrael y quiere saber lo que hay en su corazón; por otro, que en el desiertoDios concede de manera gratuita a Israel el alimento que necesitapara vivir (el maná). Si no se establece la citada separación, se puedellegar a la no acertada conclusión de considerar el don del maná comoexpresión del cumplimiento de los preceptos por parte de Israel,manifestando así el principio de retribución deuteronomista, tambiénpresente en otros libros bíblicos (la literatura sapiencial). Por el contrario,si se considera el dato textual indicado, se puede caer en la cuentade que el comienzo de Dt 8,3 clarifica la particularidad de esa pruebaa la que Dios somete a Israel.Sí, ciertamente el desierto es para éste último una prueba humillante.Lo es, en primer lugar, por la humillación del hambre: «te ha humilladoy te ha hecho sentir hambre; te ha alimentado con el maná, unalimento que no conocías, ni habían conocido tus antepasados, paraque aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo quesale de la boca del Señor» (Dt 8,3).Así pues, allí siente físicamente Israel su impotencia, su debilidad,su miseria, entrando de esta manera en la muerte; allí comprende quelo que le hace vivir no es el pan, el fruto de la tierra y del trabajo costosodel hombre: al fin y al cabo, en «ese inmenso y terrible desierto,que está lleno de serpientes venenosas y escorpiones y que es tierra sedientay sin agua» (Dt 8,15), todo su esfuerzo es inútil y estéril, y todosu trabajo no le permite obtener lo necesario para comer y vivir.Ahora bien, en palabras frecuentemente repetidas por el siemprerecordado L. Alonso Schökel, el desierto es un lugar en el que no se estádesocupado. Como expresa bellamente la imagen que aparece en Dt8,3, en el desierto Israel puede abrir la boca para recibir lo que Dios leda. Sin pan, sin medios, sin posibilidades de acción, puede remitirse yreligarse al origen de la vida, pues lo que realmente le concede dichaim Deuteronomium, OBS 17, Frankfurt am Main 1999, 142-143; F. ROSSI DEGASPERIS – A. CARFAGNA, Prendi il Libro e mangia. Dalla creazione alla TerraPromessa, Bibbia e Spiritualità, Bologna 1997, 276-277.sal terrae


818 ENRIQUE SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJvida es la relación de dependencia con el Señor, la aceptación de su palabra:«ese lugar para nada romántico, inhóspito, en el que no se puededecir ni “yo” ni “mío”, en el que Israel experimenta su pequeñez,inconsistencia e insuficiencia, puede ser el lugar donde aprenda a relacionarsecon Dios como el Otro, el Todo, aquel de quien todo recibe yde quien depende en grado sumo» 5 .Un dato más. Como acabamos de señalar, también en el desiertoDios ofrece gratuitamente a Israel el don del maná. Un don, un alimento,que aparece mencionado por primera vez en Ex 16,14-15:«Cuando se evaporó el rocío, observaron sobre la superficie deldesierto una cosa menuda, granulada y fina, parecida a la escarcha.Al verlo, se dijeron unos a otros:– Man hu –es decir, ¿qué es esto?Pues no sabían lo que era.Moisés les dijo:– Éste es el pan que os da el Señor como alimento».Como los hebreos no sabían qué era dicho alimento, por eso preguntaron«man hu», que en hebreo significa «qué es». El maná, el alimentoque Dios concede a Israel, es, pues, desconocido para ellos.¿Cómo entender entonces la mención del maná de Dt 8,3 en elmarco de referencia de Dt 8,2-3, donde, como se ha señalado, se habladel desierto como lugar humillante de prueba? Recordando lo que señalanalgunos autores, se puede decir que, mientras el hombre se alimentade pan, no puede percibir que no es el pan el que le da la vida;sólo cuando carece de pan, del pan conocido, entiende que puede vivirobedeciendo a lo que sale de la boca del Señor, ya que es nutrido demanera milagrosa por un alimento celeste, misterioso, divino. Esto es,pues, lo paradójico del desierto: un lugar donde nada se puede cultivar,pero donde Israel no muere de hambre, porque Dios lo alimenta con elmaná; un lugar donde no es el pan el que asegura su existencia, sino laprovidencia divina. En definitiva, el desierto es una prueba para elhombre de Israel, pero una prueba acompañada y confortada por lapresencia de Dios, que atiende de manera amorosa las necesidades delhombre: es una situación de precariedad, de dificultad, de oscuridad,5. P. BOVATI, op. cit., 112-117; F. ROSSI DE GASPERIS – A. CARFAGNA, op. cit.,278-279.sal terrae


CREER Y RECORDAR819de peligro, acompañada, sin embargo, de los medios simples y necesariospara superar dicha prueba. Es un vivir sin tierra, sin bienes, sin recursos,apoyado únicamente en la fe en Dios, acogiendo su palabra yaceptando el maná que él otorga 6 .2. El desierto en Jeremías y OseasRecuerdo como si hubiera sido ayer los primeros días que pasé enCamboya, después de mi larga estancia en los campos de refugiados dela frontera camboyano-tailandesa. Entre otras cosas, por el ajuste quetuve que hacer entre el camboyano que había aprendido en «Site 2» yotros campos de refugiados cercanos y la lengua que se hablaba en elpaís con el que tantas veces había soñado. Muchas de las palabras y expresionesque yo había aprendido se utilizaban en el desierto (camposde refugiados), pero no en la tierra (Camboya), pues el contexto de ambosera ciertamente muy diverso.La misma dificultad tenían muchos niños y muchas niñas que habíannacido en los citados campos, pues nunca habían estado en elpaís de sus antepasados. Estando en «Site 2», no se podían imaginar labelleza de la geografía camboyana; en particular, la de sus grandesarrozales, de un precioso color verde durante muchos meses del año.Al fin y al cabo, los campos de refugiados, tan cercanos al desierto,eran más bien un lugar de muerte, donde ni el arroz ni ninguna otra cosapodía cultivarse y crecer.Confieso que recuerdo en numerosas ocasiones este último aspectocuando leo un conocido texto del profeta Oseas: Os 2,4-25.Dos son las menciones del desierto en él presentes. La primera subrayael aspecto de muerte, desamparo, carencia, abandono y soledadde dicho lugar:«Que quite de su rostro los signos de su prostitución, y de entre sussenos las marcas de su adulterio; porque, si no, la dejaré desnuda,como el día de su nacimiento; la dejaré hecha un desierto, la convertiréen una tierra reseca y la haré morir de sed» (Os 2,4-5).6. P. BOVATI, op. cit., 112-117; M. WEINFELD, Deuteronomy 1-11. A New Translationwith Introduction and Commentary, AncB 5, New York 1991, 389.sal terrae


820 ENRIQUE SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJLa segunda, seguramente muy conocida y utilizada por los lectoresy las lectoras de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, es Os 2,16-17:«Pero yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón.Le devolveré sus viñedos, haré del valle de Acor una puertade esperanza, y ella me responderá allí como en los días de sujuventud, como el día en que salió de Egipto».En un contexto en el que Dios (esposo) acusa y ataca a Israel (esposa)por haberse alejado de él y haberlo abandonado, el primero va arevelarse nuevamente al segundo; y lo va a hacer en un lugar de muerte,maldito: el desierto.Así, llevándole al desierto, Dios consigue seducir, animar y convencera Israel de que hay salida en dicha difícil situación (eso es loque significa hablar al corazón). Dios elimina, pues, la ruptura y la separaciónexistentes y busca y alcanza la reconciliación. Oseas empleados referencias destacadas para manifestar dicho aspecto: por un lado,la referencia a Acor, lugar con claro sentido de fracaso y muerte (Jos7,24-26), que se convierte, sin embargo, en Os 2 en lugar de esperanza,de nueva vida; por otro, el don de las viñas en el desierto, máximaexpresión de fecundidad y alegría en un lugar en el que abundan lamuerte, el caos y la tristeza.Oseas afirma también que en el desierto Israel vivirá un nuevo nacimiento,parecido al que sucedió el día en que salió de Egipto. Y queen dicho lugar Israel responderá a Dios, es decir, se vinculará y religarácon él. Lo importante e interesante del texto de Oseas no es el hechode que Israel cambie de actitud por haber sido conducido al desierto,sino que su transformación se produce por el don de la vida y lafecundidad imposibles (que se den viñas en el desierto), es decir, porla gratuidad y justificación de Dios.Son varios los exegetas bíblicos que han estudiado y desarrolladola influencia del libro de Oseas en el libro de Jeremías (G. Fischer, J.Ferry). Quizá sea Jr 2 donde mejor se puede apreciar dicho aspecto, yespecialmente la importancia que en él tiene Os 1-3.En Jr 2,6 se puede encontrar una e importante referencia al desierto:«No preguntaban: “¿Dónde está el Señor que nos sacó de Egipto,que nos condujo a través del desierto, tierra árida y agrietada, tierrade sequía y de tinieblas, tierra por donde nadie pasa y en dondenadie vive?”»sal terrae


CREER Y RECORDAR821Una referencia que está ciertamente en estrecha conexión con lasmenciones del desierto anteriormente presentadas (Dt 8 y Os 2): es unlugar de muerte, de falta de agua (vida), de oscuridad, intransitable, inhóspitoe inhabitable.Jr 2,6 evoca igualmente los cuarenta años pasados por Israel en eldesierto, donde Dios le hizo caminar por semejante lugar de muerte.Como sucede en Dt 8,2, Jr 2,6 utiliza la forma verbal causativa para indicarque Dios es el causante de la salvación recibida por Israel en eldesierto.Estas dos referencias mencionadas son utilizadas –recordadas, diríamosnosotros– por Jr 2 para transmitir la interpelación que Dios dirigea Israel por su falta de respeto y fidelidad a Dios en el pasado y en elpresente. Como hemos escrito con más detalle en otro lugar, en Jr 2,1-19 Dios aparece como el salvador de Israel en dos momentos particularmenteimportantes de su existencia: en su marcha por el desierto (Jr2,6) y en su caminar a Egipto o Asur en busca de otras aguas que noconceden la vida, es decir, en busca de otras divinidades distintas delDios «fuente de agua viva» (Jr 2,13). En ambos, Dios hace caminar a supueblo, es decir, le causa la vida, la salvación y la liberación. Especialmenteimportante en Jr 2,1-19 es quizá «que en ese hacer andar a supueblo por uno u otro camino parece estar también el don mayor queDios concede a su pueblo. Por eso, Israel, en vez de alejarse de Dios yabrirse camino en dirección a otros dioses, puede quizás esperar a queDios le haga ponerse en marcha, caminar y dirigirse hacia delante. Ésaes, tal vez, la revelación más clara y transparente de Dios. De ahí quetodo lo que le queda por hacer a Israel sea únicamente facilitar dicha acciónde Dios, es decir, dejar a Dios que le mueva, empuje y haga andar,y recibir en esas acciones la manifestación de Dios. No le hace falta entoncesni ponerse en movimiento ni salir a buscar a Dios a otro lugar enel que Éste se haya revelado; sólo le hace falta recibir la citada manifestaciónde Dios y poder seguir a Dios estando parado» 7 .7. E. SANZ GIMÉNEZ-RICO, «Encontrar a Yahveh sin salir a buscarlo. El comienzodel libro de Jeremías (Jr 2,1-19)»: EE 82 (2007) 461-490.sal terrae


822 ENRIQUE SANZ GIMÉNEZ-RICO, SJ3. Recordar y creer, creer y recordarTanto las últimas referencias mencionadas como otras anteriores parecenser el fundamento de un tipo de espiritualidad que puede caracterizarse,entre otros, por este rasgo: a Dios se le puede encontrar sin salira buscarlo. No es éste, sin embargo, nuestro principal cometido; sí,en cambio, el de la siguiente colaboración de este monográfico, que loslectores y lectoras de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong> pueden encontrar a continuación.A lo largo de nuestro recorrido, hemos centrado nuestra atenciónen un destacado aspecto del desierto, evocado por la cita delApocalipsis que encabeza nuestra colaboración y que aparece en diversostextos del Antiguo Testamento: tierra no bendecida por Dios, sinagua, inhóspita, llena de demonios y bestias (Gn 2; Lv 16; Dt 1; 8; Is6; 13; Jr 2; Os 2), en donde Dios hace vivir. No es ciertamente el únicoque caracteriza esos cuarenta años tan importantes para la vida deIsrael; recuérdese, por ejemplo, el motivo desarrollado por Ex 32 y Dt9, donde se menciona, entre otros, el conocido episodio de la construccióndel becerro de oro: el desierto como lugar de infidelidad deIsrael, donde éste se muestra infiel y rebelde con Dios.Es, sin embargo, en ese aspecto del desierto en el que ciertamentehoy más creo. Se ha señalado en más de una ocasión que para los hebreoscreer es recordar, es decir, «vincularse a una historia con devoción.Creer no es, pues, un acto exclusivamente personal, interior y solitario,sino conectar con la historia de un pueblo para identificarse personalmentecon ella. Creer es recordar a Dios, que sacó a su pueblo deEgipto y se vinculó con él en el Sinaí. Creer es bendecirlo precisamentepor eso que realizó y encontrar en ese recuerdo, en esa memoria,el fundamento de una esperanza insustituible para el futuro, seacual sea el presente» 8 .No exagero si digo que, cuanto más pasan los años y más lejanosquedan los veinte largos meses pasados en la frontera camboyano-tailandesa,tanto más recuerdo aquel tiempo. No, ciertamente, por lo queyo pude hacer, organizar o decidir en alguno de los campos de refugiadoscitados, en aquellos lugares de muerte, de caos, de falta de vida,de desierto... Sí, en cambio, por todo lo allí recibido, vivido y com-8. F. ROSSI DE GASPERIS – A. CARFAGNA, op. cit., 160.sal terrae


CREER Y RECORDAR823partido. En particular, por esa palabra refrescante de Dios, que calmabaconstantemente mi sed en medio del desierto. Una sed que, en numerosasocasiones, ansiaba y anhelaba no tanto al Dios vivo (<strong>Sal</strong> 42),sino a otro «dios»: el de la triple y conocida obsesión a la que se refiereSan Ignacio en los Ejercicios Espirituales (obsesión por la vida, portener y por valer).Una sed y unas obsesiones que siguen estando muy presentes en mivida. Creo poder decir, sin embargo, que ahora, cuando esa triple amenazaintenta atacarme y acorralarme con toda su brusquedad, encuentroen más de una ocasión un modo medicinal y terapéutico de contrarrestarla:recordando los dones recibidos de Dios en el desierto de«Site 2». Un recuerdo al que suele acompañar, orientar y redimensionaruna parte de una conocida oración e invocación del llorado PedroArrupe, que ayudan a que mi recuerdo sea un recuerdo creyente, es decir,a que mi recordar sea un creer, y mi creer un recordar:«Que aprenda de Ti, como lo hizo San Ignacio,tu modo de comer y de beber;cómo tomabas parte en los banquetes,cómo te portabas cuando tenías hambre y sed,cuando sentías cansancio tras las caminatas apostólicas,cuando tenías que reposar y dar tiempo al sueño.Enséñame a ser compasivo con los que sufren;con los pobres, con los leprosos,con los ciegos, con los paralíticos.Muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimashasta derramar lágrimas...Y, sobre todo, quiero aprender el modocomo manifestaste aquel dolor máximo en la cruz,sintiéndote abandonado del Padre».sal terrae


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADJOSÉ I. GONZÁLEZ FAUSEtty Hillesum.Una vida que interpela152 págs.P.V.P. (IVA incl.): 9,00 €Etty Hillesum, la muchacha judía que murió en Auschwitz a los 28años, es ejemplo de un encuentro con Dios que rebosa hasta proporcionarun sentido a su vida en medio del mayor sinsentido de la historiay que la convierte (en expresión suya) en «bálsamo derramado sobretantas heridas». Sus reflexiones sobre el amor, sobre la mujer, sobrelas relaciones humanas y sobre las posibilidades latentes en la profundidadde todos los seres humanos hacen que el lector de su Diariose identifique con ella y se pregunte cómo pudo darse una evolución tanasombrosa en tan poco tiempo.


ST 96 (2008) 825-837La espiritualidad del desierto,una propuesta para hoyDiego M. MOLINA, SJ*IntroducciónNo es infrecuente en estos tiempos leer noticias e informes alarmantesacerca de la progresiva desertización del planeta. Parece que amenaza,aproximadamente, a una tercera parte de la superficie terrestre, y afectaa las vidas de 850 millones de personas. Y, en alguna manera, se hahecho familiar y próxima a los habitantes de latitudes donde tradicionalmenteno se conocían los desiertos.La desertización, el avance de los desiertos existentes, pero tambiénla desertificación, la degradación de las tierras, los humedales yecosistemas, que se acercan y se instalan entre nosotros calladamente,se erigen en metáfora de una experiencia espiritual antigua, sólida y fecunda:la espiritualidad, precisamente, del desierto.En la tradición bíblica, como se puede leer en el artículo anteriorde Enrique Sanz, el desierto tiene una fuerza simbólica tremenda: aldesierto se sale, por el desierto se camina, a través del desierto se conquistala tierra...Entre los cristianos de los primeros siglos, como entre los piadososjudíos de la época de los Macabeos (1 Mac 2,29), salir al desierto seconvirtió en un gesto para manifestar la ruptura, la denuncia y el deseode renovación del cristianismo.* Miembro del Consejo de Redacción de <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>. Profesor de Teología en laFacultad de Teología de Granada. .sal terrae


826 DIEGO M. MOLINA, SJPero ¿qué pasa cuando la desertización y la desertificación se plantanentre nosotros? ¿Que pasa cuando, sin salir al desierto, éste avanzahacia nosotros y ocupa nuestra existencia? ¿Qué pasa cuando nuestravida se deteriora, se degrada? ¿Qué perfiles adquiere entonces la experienciaespiritual del desierto? Porque el experto en desiertos que fueCh. de Foucauld se atrevió a decir: «El desierto no sostiene al débil; loaplasta. El que gusta del esfuerzo y la lucha, ése puede sobrevivir».El desierto que fue«Si quieres ser perfecto,anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres...»(Mt 19,21)El nacimiento de la vida eremítica, de la vida separada de las ciudades,que hasta ese momento habían sido el modelo del imperio romano,se debió a diversas causas y puede ser enjuiciado de maneras diferentes1 . El monacato es un fenómeno variopinto en el que intervienenmuchas variables. Nació en Egipto y tiene el símbolo más preclaroen San Antonio Abad, que se retiró al desierto alrededor del año270, cuando contaba dieciocho años de edad. La marcha al desiertonació como respuesta a un deseo de radicalidad en el seguimiento deCristo y suponía una crítica radical a los valores urbanos, a los que sehabía asimilado el cristianismo de principios del siglo IV. Fue una reaccióncontracultural frente a los valores imperantes en la Roma delsiglo IV, pero también contra las corrientes que pretendían cristianizarla cultura pagana, colocando como máxima el texto evangélico citandoal comienzo de este epígrafe y concretándolo en una ascesis rigurosaen todos los aspectos de la vida. Suponía también un rechazo delas dignidades (también del sacerdocio ministerial) e independenciadel poder civil y eclesiástico.¿Qué ocurre en el desierto?1. Interesante es el artículo de J.A. MARÍN, «Rutilio y San Jerónimo de frente almonasticismo»: Teología y Vida 39 (1998) 353-363.sal terrae


LA ESPIRITUALIDAD DEL DESIERTO, UNA PROPUESTA PARA HOY827a) El desierto es el lugar donde Dios está más cerca, porque no haynadie más. En los apotegmas de los Padres del Desierto se lee:«Un obispo, llamado Apphy, mientras fue monje estuvo sometido auna disciplina de vida muy austera. Luego, cuando llegó a obispo, quiso,incluso en el mundo, someterse a la misma austeridad, pero susfuerzas le habían abandonado. Entonces, prosternándose ante Dios, ledijo: “¿Es que a causa de mi episcopado tu gracia se alejará de mí?” Yobtuvo esta revelación: “No, pero antes estabas en el desierto y, ya queno había nadie, Dios acudía en tu ayuda. Ahora, en cambio, estás en elmundo, y en el mundo están los hombres”» 2 .Si bien es verdad que Dios ayuda siempre, también lo es que aparecede forma más clara donde más se le necesita. Como dice Gregoriode Nisa, al que se encuentra en una situación extrema, le parecen pequeñaslas ayudas que Dios les ha ido dando, y entonces tiene lugar lamanifestación del Ser trascendente, «que se muestra de un modo enque pueda ser captado por quien lo recibe» 3 . Ningún otro lugar existeen el que las tentaciones se presenten de forma tan clara como el desierto;ninguno en el que nuestra fe se ponga a prueba de manera tanclara; y ninguno en el que los asideros posibles hayan desaparecido tanpalpablemente.b) El desierto es el lugar de la libertad total, en el que surge la tentacióny la lucha.El pueblo de Israel sale de la esclavitud de Egipto y marcha al desierto.Pablo deja su antigua vida y se mete en la extensión del desierto.Jesús va a comenzar su misión, y antes va al desierto. Frente a las ataduras,internas y externas, que todo ser humano tiene, el desierto sepresenta como el lugar sin fronteras en el que la libertad total puede serexperimentada.Es ahí donde se puede vivir lo que Casaldáliga expresó en su poema«Mi soledad» 4 :2. Apotegmas de los padres del desierto, Sígueme, <strong>Sal</strong>amanca 1986, 43.3. Cf. GREGORIO DE NISA, Sobre la vida de Moisés, Ciudad Nueva, Madrid 1993,149-152; aquí, 151.4. P. CASALDÁLIGA, El tiempo y la espera, <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, Santander 1986, 67.sal terrae


828 DIEGO M. MOLINA, SJ«Mi soledad soy yo.No hay compañíaque me acompañe todo.En honda gran medidavivir es andar solo».Esta experiencia de vida a fondo perdido pone de manifiesto tambiénla multitud de obstáculos que tiene esta vida (la vida) para el serhumano. El lugar sin límites posibilita así la vivencia de los límites quetodos tenemos para soportar tal libertad. Los Padres del desierto experimentaronfuertemente las dificultades de este camino, a través de lasnumerosas tentaciones que tuvieron que soportar. Las rigurosas penitencias,el control de los deseos, la tosquedad del paisaje... y la soledaden la que se encontraban eran obstáculos por los que había que pasarpara experimentar la libertad y, en definitiva, a Dios 5 .c) El desierto es lugar de encuentro, de intimidad...es noche estrellada.Nadie marchó al desierto para luchar consigo mismo y con sus demonios.La meta de la fuga era el encuentro con Dios, sin que hubieraotras realidades que pertubaran al corazón. En este sentido, el desiertose transfigura en una metáfora del paraíso perdido, en un nuevo jardíndel Edén, que exige nuevos ojos y un profundo proceso de liberacióninterior para poder ser disfrutado, pero que está ahí a la espera... En eldesierto el tiempo se «ralentiza»; la prisa y la agitación dejan paso a lacontemplación pausada; la multitud de imágenes se reducen a la pesadezcreadora de un yermo que esconde oasis; el habla se convierte enescucha... 65. Cf. la carta de San Jerónimo a Eustoquia (Carta 22,7), en la que el santo describetodas sus tribulaciones. Cf. F. MORENO, San Jéronimo. La espiritualidaddel desierto, BAC, Madrid 2007, sobre todo, 17-31.6. Desde otra perspectiva, a partir de las leyendas que hay sobre las madres deldesierto, cf. M. FORMAN, OSB, Orar con las Madres del desierto, Mensajero,Bilbao 2007, 59-71.sal terrae


LA ESPIRITUALIDAD DEL DESIERTO, UNA PROPUESTA PARA HOY829El desierto que nos llega«Alguien estaba allí, y pude ver su silueta,aunque no el aspecto que tenía. Todo era silencio...»(Job 4, 16)No vivimos hoy la experiencia del desierto como los Padres antiguos.No escapamos hoy al desierto para allí encontrarnos con nuestras luchas,nuestros miedos y nuestro Dios. Hoy, más bien, el desierto vienea nosotros. De la misma manera que asistimos atónitos al avance de losdesiertos, nos encontramos de pronto, en la vida, arrojados a experienciasde desierto que presentan variados matices. El desierto, el desiertopuro que no tolera ni la vida, acampa cuando experimentamos el sufrimientoy dolor inocente, la enfermedad destructora, la traición nuncasospechada, la muerte escandalosa... Son experiencias, muchas veces,de fracaso, pérdida, silencio y abandono, ultrajes a la vida que desbordacada día en nuestras luchas, conquistas, disfrutes y goces.En Cien años de soledad, cuando el gitano Melquíades regresa aMacondo, el narrador explica: «El gitano iba dispuesto a quedarse en elpueblo. Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porqueno pudo soportar la soledad» 7 . Para la vida actual es muy importantevolver a recuperar la conexión que hay entre fe y soledad radical,entre fe y muerte, entre la experiencia de Dios y la experiencia que seha llamado la «noche oscura» y que tiene que ver con el desierto, ya quelas explicaciones dadas durante mucho tiempo ya no satisfacen.A lo largo de la historia, la experiencia cristiana ha querido profundizaren Dios a partir de buscarlo, comprenderlo y entenderlo.Una de las preguntas sobre las que pensadores, filósofos y teólogoshan dado vueltas es: ¿quién es Dios? Es también una de las preguntasfundamentales de los creyentes y, en definitiva, de todo ser humanodesde siempre. Muchas han sido las respuestas a esta pregunta, pero alser respondida nos encontramos continuamente con que las diferentesrespuestas, o bien acaban en abstracción («Dios es aquel ser por encimadel cual nadie puede ser pensado», como diría San Anselmo), obien se refugian en las diferentes acciones que atribuimos a la divini-7. G. GARCÍA MÁRQUEZ, Cien años de soledad, Cátedra, Madrid 2007 17 , 142.sal terrae


830 DIEGO M. MOLINA, SJdad (Dios es el que liberó a los israelitas de Egipto; Dios es el que mecuró de tal o cual enfermedad).Cuando la pregunta «¿quién es Dios?» no encuentra una respuestaconvincente, entonces se pasa a la pregunta «¿dónde está Dios?». Ladificultad para determinar la esencia de Dios anima la búsqueda deaquellos lugares donde Dios habita. Pero tampoco contamos hoy conla certeza acerca del lugar donde Dios se encuentra. Y ello, porque todoslos lugares donde alguna vez pareció habitar han resultado falsoso, al menos, problemáticos:Durante mucho tiempo, la Iglesia había sido el lugar donde Dios seencontraba; pero han sido tantas las acciones realizadas en nombre deDios, también por la institución eclesial, que su explicación recurriendoa la cultura de la época sirve para justificar las diferentes accioneshumanas, pero no para seguir manteniendo que Dios actuó en esas acciones.A los que en la actualidad quieren hacernos ver que Dios vivedel lado de los victoriosos, de los poderosos de la tierra que decidensobre política internacional, guerras preventivas... habría que recordarlesque desde que Bartolomé de las Casas denunció las atrocidades cometidasdurante la conquista de América, se rompió la idea de queaquellos que decían conocer al verdadero Dios actuasen también en sunombre. Galileo nos sustrajo a la ilusión de localizar a Dios por encimade la tierra, en un cielo donde habitara; desde él, la interacción entreel cosmos y lo divino se tornó problemática, y Dios volvió a quedarsesin un lugar en el que estar.Cuando se capta que es difícil encontrar el lugar (o los lugares)donde Dios habita, se replantea la cuestión y se pregunta: ¿cuándo encontramosa Dios en nuestra historia? Se piensa que encontrar a Diosen la historia es más fácil que encontrarlo en un lugar determinado. Esasí como los «signos de los tiempos» han ganado importancia en nuestraépoca, especialmente desde que la Gaudium et Spes tomara esta expresióncomo una de las ideas rectoras del documento. Esta también esuna respuesta insuficiente, como las otras, porque supone que el silenciode Dios no es más que una manera de hablar y que, en el fondo,Dios sí aparece actuando a través de los diversos acontecimientos históricos,ya sean movimientos sociales, políticos... ante los que hay queestar atento para poder discernir su presencia. Sin embargo, con estono hacemos más que subrayar la imposibilidad objetiva para determinardónde habita Dios, en qué lugar y cuándo lo podemos encontrar.sal terrae


LA ESPIRITUALIDAD DEL DESIERTO, UNA PROPUESTA PARA HOY831Estos intentos han manifestado nuestra resistencia a aceptar el misterioque entraña el desierto que nos llega.Porque los creyentes afirmamos que hay un Dios, un Dios bueno,que existe desde siempre –¿cómo podría ser de otra manera?– y que estáal comienzo y al final de todo lo que existe, ofreciendo salvacióndesde el comienzo mismo del mundo y del ser humano. Que el mundoes algo creado y que, por tanto, no es la mera consecuencia de una casualidadmaravillosa. Los cristianos narramos la historia de un Diosque ha estado siempre a la búsqueda del hombre y a la búsqueda de unpueblo. Es la historia de todas las maneras y veces en que Dios ha idocomo ensayando intentos de encuentro total con la humanidad. Loscristianos afirmamos, en fin, que al comienzo y al final de la vida detodo hombre, al comienzo y al final de este mundo, se encuentra Dios,un Dios al que hemos conocido «definitivamente» en Jesús de Nazaret.Sin embargo, la realidad es tozuda. A pesar de esta presentacióndel cristianismo que acabamos de realizar; a pesar de que ese Dios seha manifestado en Jesucristo de forma definitiva, el hecho es que a lolargo de la historia, la historia del mundo y la historia propia de cadauno, Dios se ha ido escapando, Dios ha ido emigrando, conservandosiempre su cualidad de misterio, de inefabilidad, de insondabilidad.Nuestra época es una época en la que las anteriores cuestiones yrespuestas se han agostado. Es por eso por lo que creemos que Dios seha eclipsado, que la sociedad ha vuelto la espalda a Dios. El hombresumiso de la cristiandad desapareció, y con él la importancia social deDios; y hoy, después de que ha desaparecido también el hombre prepotentede la modernidad, nos encontramos con el hombre escéptico,que, sin embargo, sigue queriendo encontrar el sentido de su vida, yquizá es el momento oportuno para presentar con arrojo una espiritualidaddel desierto.Esta espiritualidad ha de servir tanto a nivel personal como comunitario,ya que también la comunidad cristiana está viviendo una situaciónde exilio, de peregrinación por el desierto, de invierno... Las causasson muchas, pero la realidad es palpable en todos los niveles 8 .8. Cf., entre la numerosa bibliografía que hay sobre este punto, el número «Iglesiay cristianismo en Europa» de esta revista: <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, enero-febrero 2006.sal terrae


832 DIEGO M. MOLINA, SJLa espiritualidad para afrontar el desierto«Porque para entrar en esta riqueza de sabiduríala puerta es la cruz, que es angosta»(San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual,Canción XXXVI, Declaración)En nuestra vida de feEl desierto es una oportunidad, que exige hacer un proceso no siemprefácil. Es necesaria una pedagogía para vivir nuestra fe en tiempos enlos que a Dios no se le entiende ni se le encuentra ni se le comprendecon facilidad.Hay algo en la metáfora del desierto que hoy es vital recuperar: elabandono en Dios aun en momentos de dificultad, de no ver... Tenemosque recuperar la importancia y la bondad de las crisis, de las noches oscuras(pequeñas o grandes), de las luchas espirituales para poder encontrarnoscon Dios. Tenemos que desarrollar ojos nuevos para comprenderque el desierto no es una losa que imposibilita toda salida, sinoun camino que lleva a la tierra de promisión.Frente a la idea de que la vida de Jesús fue un camino triunfal haciauna meta que ya era conocida por él desde el principio, creo que esbueno subrayar que toda la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta sumuerte, fue una entrega hasta el final desde un amar a fondo perdido;y lo hizo basándose únicamente en una fe pura en la fuerza y en la verdaddel amor como lo que da el sentido a la propia vida y, sobre todo,basándose en la fe pura en el Amor que tiene (que es) su Padre.En la vida de Jesús van a aparecer dos elementos que siempre estánindisolublemente unidos y que se muestran más claramente cuandola experiencia de la noche oscura se hace más densa en su vida, algoque ocurre durante su pasión y su muerte:– Por una parte, la experiencia del silencio y de la «lejanía» deDios: el Dios callado ante el fracaso de la predicación de Jesúsy, por ello, ante el fracaso del propio plan divino; el Dios ausenteante la traición de aquellos que lo habían dejado todo paraseguirle; el Dios invisible durante la gran prueba de la cruzque vivió Jesús.sal terrae


LA ESPIRITUALIDAD DEL DESIERTO, UNA PROPUESTA PARA HOY833– Por otra parte, el que el Padre, el que Dios sigue siendo aquela quien el Hijo se entrega en confianza filial.Decir «fe pura» supone, por eso, decir confianza sin límite, y suponetambién decir ausencia de apoyos sin límite; y estas dos realidadesal mismo tiempo. Jesús vive y muere sintiendo muchas veces elabandono y el silencio de Dios, pero también entregándose totalmentea ese Padre, que se ha eclipsado por entero en ciertos momentos.Para Jesús, en definitiva, como para nosotros, la experiencia deDios significó en gran medida un precipitarse en la nada, un perder todoapoyo sobre el que fundar su propio existir, hasta perder incluso elapoyo del Padre, y desde ese abismo abandonarse confiadamente enmanos de Dios, «por ser Dios quien es».Y ante este misterio, que es la manera como Dios se presenta antenosotros y como lo experimentamos de forma aguda en los momentosde desierto, lo que nos queda es la adoración, porque Dios siempre vaa ocultar su rostro cuando intentemos desvelar quién es o qué es; siempreva a escapar cuando queramos determinar dónde vive; y siempre vaa huir cuando lo queramos utilizar para explicar el sufrimiento o queramoshacer componendas fáciles sobre temas difíciles (como son eldolor, su lejanía o la muerte).El desierto nos invita, más que a explicar, a testimoniar, a ser testigosde Dios, algo que exige pasar inevitablemente por una etapa de desierto9 . Si somos capaces, en medio del yermo que muchas veces es hoynuestra experiencia de fe, de confiar, como Jesús, hasta el final, de esperarcontra toda esperanza, entonces estará empezando a surgir en nosotrosuna nueva relación con Dios. En el fondo, no se trata de creerapoyados en nuestra experiencia, de tener fe por lo que hemos sentido,sino de dejar que Dios sea Dios en nosotros. Se trata de sentir hasta loshuesos un «vacío posibilitador», a fuerza de silencio y de escondimientode Dios, para dar lugar a que nuestra fe no se apoye tanto en las imágenesde Dios que ya tenemos y se apoye un poco más en Dios mismo.El desierto de nuestras vidas nos dice que la ausencia de Dios es,por una parte, apariencia, ya que Dios habla aun a través de ese silen-9. De difícil y provechosa lectura es el libro de M. REYES MATE, Memoria deAuschwitz. Actualidad moral y política, Trotta, Madrid 2003, especialmente laspáginas dedicadas a la autoridad del testigo (167-216).sal terrae


834 DIEGO M. MOLINA, SJcio, y, por otra parte, es totalmente real, ya que Dios no se deja atraparpor nuestras explicaciones, ni siquiera por nuestras experiencias. Diosaparece y está presente siempre al ser humano como silencio y comoescondimiento; es el silencio y el escondimiento de un Dios que dejaque la creación siga su curso y que el mundo se convierta en hogar detanta masacre y destrucción, pero que se implica en un diálogo con elser humano que muchas veces nos resulta incomprensible, pero que esel camino para entrar en la auténtica revelación de quién es elInsondable.La vida y la muerte de Jesús, nuestra vida y nuestra muerte, nos invitana comprender que Dios no es manipulable; nos obligan a aceptarque Dios es como es y que no puede ser hecho a medida humana; y nosfuerzan a contemplar el misterio de Dios, no para entenderlo, sino paradejarnos embargar por él, para que podamos decir a ese Dios: creo aunqueno te entiendo; creo aunque no te veo; creo aunque no te encuentro.La experiencia profunda de fe, entonces, puede abrirse a los oasis queestán presentes en toda nuestra vida, aunque aparezcan escondidos.Ante la situación de la IglesiaAnte el hoy de la comunidad cristiana podemos tomar varias posturas:desde la catastrofista hasta la ilusoria. Cuando las estadísticas presentandatos nada halagüeños, cuando nuestras iglesias se van quedando vacías,cuando las fuerzas más activas de la comunidad eclesial se van reduciendo...podemos retirarnos a los cuarteles de invierno y esperar allípasivamente el tan deseado vuelco de la situación, o podemos vivir estaexperiencia como una etapa de crecimiento tanto de la propia comunidadeclesial como de nuestra relación con la Iglesia. Ante esta situación,descrita con profusión en multitud de libros y artículos, deberíamosdesarrollar una serie de actitudes que posibilitasen vivir el desiertocomo momento de purificación eclesial y de encuentro con Dios:– Espiritualidad del empequeñecimiento 10 : como en los primerossiglos de la Iglesia, la situación espiritual de la comunidad cris-10. Tomo esta idea de J. CHITTISTER, El fuego en estas cenizas. Espiritualidad dela vida religiosa hoy, <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, Santander 1998, 99. La autora lo aplica a laVida Religiosa, pero es fácilmente trasladable a la vida cristiana en general.sal terrae


LA ESPIRITUALIDAD DEL DESIERTO, UNA PROPUESTA PARA HOY835tiana en general rebosa acomodación con los valores del mundoen el que vive. La conversión de la Iglesia en una empresade servicios, a la que la sociedad ha asignado un papel determinadoen el mundo, y la pérdida del papel social de la Iglesia,que ya no determina los valores del mundo occidental, no esuna derrota en la misión de la Iglesia, sino una llamada a seraquello que siempre quiso ser: signo y profecía, comunidadcontracultural frente a las pretensiones de todas las ofertas desalvación que no van más allá de los límites intramundanos. LaIglesia se está empequeñeciendo en número, en poder, en influencia...,cuestiones todas que no conforman el centro de sumensaje. Triste sería que este empequeñecimiento llevara a tomarderroteros que redujesen el mensaje, para seguir manteniendoel estatus anterior; más triste aún que confudiésemosempequeñecimiento con inutilidad del mensaje evangélico. Lacomunidad cristiana debe re-conocer al Dios que renunció alpoder y que se situó como «uno de tantos» en medio de la historia,y debe poner en práctica lo que ya proclamó en el VaticanoII: es compañera de camino de todos los hombres y mujeresque trabajan por que este mundo sea más el mundo de Dios. Lacomunidad cristiana debe potenciar los lugares en los que secomparte y se vive la fe, en los que se comparten los bienes yse practica la hospitalidad... Muchas comunidades así ya hansurgido y son los oasis que, en medio del yermo, nos recuerdanque el desierto es un lugar donde la vida sigue 11 .– Esperar contra toda esperanza: los problemas intraeclesialesson numerosos y deben ser resueltos. Con todo, la Iglesia siguesiendo un instrumento querido por Dios para que la salvaciónsiga actuando en esta historia. La pertenencia a la Iglesia tienetambién su grado de cruz, de incomprensión ante la manera comoDios decidió seguir presente entre nosotros. Aun cuando nohay que justificarlas, no habría que escandalizarse tanto por lasdinámicas poco evangélicas que a veces se encuentran en la ins-11. Pienso en comunidades del tipo de San Egidio y en los numerosos grupos decristianos que viven su cristianismo de forma más anónima en la multitud depequeñas comunidades en parroquias, movimientos apostólicos, colegios...sal terrae


836 DIEGO M. MOLINA, SJtitución eclesial, ni habría que extrañarse por la falta de coherenciade aquellos que tienen (o tenemos) la misión de entregarla vida por todos. Son muchos los ejemplos de grandes cristianosen el siglo XX que han vivido períodos de su pertenenciaeclesial como una noche oscura y han seguido esperando, contratoda esperanza, que Dios cumpla con la Iglesia lo que dijopor boca del profeta Oseas: «La llevaré al desierto y hablaré asu corazón» (2,16).Algunos aprendizajes sobre el desiertoComo ya hemos dicho, no vivimos tiempos en los que salir al desiertosea para nosotros una urgencia, un deseo, una necesidad para ahondary mejorar la vida que vivimos. <strong>Sal</strong>ir al desierto es, en todo caso, un turismode aventura, un reto... 12 Quizá deberíamos recuperar el gusto poradentrarnos en todo lo que el desierto como metáfora sugiere: abrir espaciosde soledad y silencio; ejercitar una sana sobriedad; afrontar retos;lidiar con nuestros instintos más básicos...Podría ser bueno también que discerniéramos, como lo hacemos enlo que al cambio climático se refiere, el por qué de los desiertos quenos llegan. En las reglas de discernimiento de la primera semana de losEjercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola plantea al ejercitante las«tres causas principales porque nos hallamos desolados» [EE 322], yle provoca para que rastree en su vida las conductas, actitudes o inerciasque han podido favorecer la experiencia de desolación. Porque, sibien es cierto que Dios calla, no es menos cierto que, en muchas ocasiones,somos nosotros los que le condenamos al silencio.Conviene recordar también que el desierto es un espacio sin fronterasque, en su infinitud aparente, provoca, en primera instancia, una12. Podemos recordar la denuncia, y en alguna manera profecía, del escritor A.VÁZQUEZ FIGUEROA en Los ojos del tuareg, Plaza & Janés, Barcelona 2003, 44:«La auténtica locura estriba en correr como posesos a través de los pedregalesy las dunas, sin respetar la propia vida ni la de cuantos encuentran en su camino.Locura es robar y envenenar un agua sin la que estamos condenados a morir,o amenazar con un arma a quien te ha recibido con los brazos abiertos. Y siha aceptado tomar parte en semejante estupidez, debe aceptar que en un momentodeterminado su estupidez le arrastre».sal terrae


LA ESPIRITUALIDAD DEL DESIERTO, UNA PROPUESTA PARA HOY837experiencia de radical libertad que nos enfrenta con discursos aprendidos,frases estereotipadas 13 .Esa radical libertad de tanta palabra repetida es, además, una invitacióna una búsqueda de Dios menos pretenciosa. El Dios que se comunicaen silencio reclama de nosotros renunciar a la gratificación inmediata,a la fidelidad condicionada, al seguimiento con éxito garantizado...El desierto es, entonces, una oportunidad para la «fe pura».Como dice Santa Teresa:«Vienen tiempos en el alma, que no hay memoria deste huerto, todoparece está seco y que no ha de haber agua para sustentarle, niparece hubo jamás en el alma cosa de virtud. Pásase mucho trabajo,porque quiere el Señor que le parezca al pobre hortelano quetodo el que ha tenido en sustentarle, y regalarle, va perdido. Entonceses el verdadero escardar, y quitar de raíz las yerbecillas,aunque sean pequeñas, que han quedado malas, con conocer nohay diligencia que baste, si el agua de la gracia nos quita Dios: ytener en poco nuestro nada, y aun menos que nada. Gánase aquímucha humildad, tornan de nuevo a crecer las flores» 14 .Por último, el desierto entraña un peligro muy particular: el espejismo,esa particular ilusión óptica que quiere esconder y rechazar lospeligros. No por hablar de las bondades del desierto, de su particularespiritualidad, de sus oportunidades, debemos olvidar las palabras deCh. de Foucauld que citábamos al principio de este artículo: «El desiertono sostiene al débil; lo aplasta. El que gusta del esfuerzo y la lucha,ése puede sobrevivir». Atenuar las dificultades, ignorar la necesidadde un guía y olvidar los pertrechos no son signo de mayor osadíay valentía, sino todo lo contrario: de una escasa valoración de lo que eldesierto significa, de sus oportunidades y riesgos, de la necesidad deprepararse para cuando llega.13. P. CASALDÁLIGA, El tiempo y la espera, <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, Santander 1986, 14: «Cuantomenos Te encuentro, más Te hallo, / libres los dos de nombre y de medida. /Dueño del miedo que Te doy vasallo, / vivo de la esperanza de Tú vida».14. SANTA TERESA DE JESÚS, Vida, Cap. XIV, 6.sal terrae


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADMICHEL RONDET, SJLa Trinidad narrada168 págs.P.V.P. (IVA incl.): 10,00 €Lo que aquí se nos propone es un viaje sorprendente por la historia dela fe trinitaria que no pretende ser una simple curiosidad histórica. Conel tiempo, la reflexión sobre la Trinidad se ha encerrado en fórmulasque, sin perder su valor, se han revelado extrañas a un mundo que haido cambiando. Es preciso acercarse al misterio trinitario sobre nuevasbases que permitan ir más allá en puntos esenciales: fidelidad al rostrotrinitario del Dios de la revelación cristiana, unidad divina comprendidacomo comunión, impacto de la fe trinitaria en la vida de los creyentesy de las comunidades.


ST 96 (2008) 839-851Atravesar el desiertoen las etapas de la vidaPatxi ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJ*La vida cristiana transcurre por parajes variados: a veces toma formasexuberantes, llenas de colorido y frescor; en ocasiones se muestramontaña rocosa y escarpada o cañada oscura y fatigosa; también tienealtos en el camino, lugares de solaz y descanso; con frecuencia es senderofirme, suave y prolongado. También atraviesa paisajes desérticosdonde escasea el alimento, el sofoco ahoga a mediodía, y el frío entumeceal caer la tarde, donde la soledad aprieta y el cielo nocturno invitaa dialogar más allá de las estrellas.Para los autores bíblicos el desierto constituyó una fuente de inspiración.El desierto palestino ofrece un mayor parecido a lo que nosotrosdenominamos «estepa». A lo largo del año se presenta seco y árido,pero no faltan algunos pozos que alivian la sed de las personas ydel ganado. Tras las lluvias del invierno, y por unas semanas, reverdecenlos arbustos y el suelo se cubre de fina hierba y de un mosaico deflores multicolor. Es lugar de prueba donde experimentar la desnudezde la existencia y su resistencia cuando todo lo superfluo desaparece ysólo permanece la fuerza de lo esencial. En la tradición del Éxodo, eldesierto toma la forma de encrucijada en la que optar por la muerte ola vida, la esclavitud o la liberación. Se configura así a veces como extravío,y otras como encuentro salvador con el Dios de la promesa 1 .* Trabaja en la ONGD «Alboan». Bilbao. .1. Cf. Florentino DÍEZ, «El desierto en la Biblia»: Revista Tierra Santa, 1978.sal terrae


840 PATXI ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJEs por eso que podemos ver nuestra biografía atravesada por dimensionesde desierto, en su doble expresión de austeridad y florecimiento,de incomunicación y compañía, de perdición y encuentro, comouna transición necesaria de la prueba a la redención que fuera necesariapara el despliegue de todo crecimiento auténtico. En cada etapade nuestro recorrido vital este símbolo del desierto adquiere formaspropias, y son éstas las que trataremos de describir en este artículo 2 .1. Descubrir nuestro auténtico rostro«Mirad que realizo algo nuevo;ya está brotando, ¿no lo notáis?Abriré un camino por el desierto,ríos en el yermo»(Isaías 43,19)La voluntad de ser yo, una persona única e irrepetible, no una mera réplicade nuestros semejantes nos zarandea con agitación durante laadolescencia: «¿quién soy yo?» es la gran pregunta que se hace entoncesel ser humano. Aún parecemos niños, pero ya apuntamos a adultos.Tal vez por eso los emulamos: porque deseamos alcanzar la imagenque aún sólo asoma torpe, deforme y, a veces, vanamente.La biología nos sacude con sus leyes para que nuestros cuerpos,aún infantes, adquieran su forma de hombre o de mujer. Nuestros perfilescobran nuevos contornos, la piel se transforma, el vello brota, lavoz se altera. Y en medio de esa erupción de vida, nuestro interior buscasu identidad profunda. Así como el ave pequeña trata afanosamente,intento tras intento, de elevar su canto maduro, así nosotros buscamosa tientas la expresión acabada de lo que aún sólo somos de formaincipiente. Estamos envueltos en una crisálida, encorvados sobre nosotrosmismos, necesitados de búsqueda interior. Nunca antes fuimostan difíciles de comprender; y si el proceso de transformación resultaexitoso, nunca después lo seremos tampoco.2. Una buena aproximación al ciclo vital en las distintas etapas de desarrollo delser humano se puede encontrar en Erik ERIKSON, El ciclo vital completado,Paidós, Barcelona 2007.sal terrae


ATRAVESAR EL DESIERTO EN LAS ETAPAS DE LA VIDA841La persona en su adolescencia descubre que sus sueños de niño, enapariencia tan reales, se volvieron espejismo, y que los modelos deadulto de sus progenitores, antes tan atractivos, se han convertido en elobjeto preferido de su rebeldía. Los hitos en el camino, que se mostrabandiáfanos años atrás, han quedado sumergidos en la niebla. Las balizaspierden consistencia, y los consejos credibilidad. Escasean losinstrumentos, pero hay que navegar.La adolescencia es una etapa de exploración constante en la que seprueban experiencias para gustar su sabor. Es precisamente el gustoque deja el que guía. Se compara con los modelos previos, de los queno nos fiamos del todo, para juzgar y apuntalar lentamente el camino.El deseo de comunicación, de superar el propio aislamiento y de profundizaren la amistad se hace intenso. Ayudan más los amigos, ellostambién desorientados pero decididos a indagar, que los adultos con suvivir detenido y sus respuestas gastadas.Es crisis de identidad, convulsa y turbulenta, incómoda y desasosegada,que necesitamos franquear para continuar creciendo. El desiertose hace solitario, ofrece pocas orientaciones. Hay que gustar corazónadentro. También el Señor está allí, pero a duras penas se le ve.Se confunde con las voces ya tenues del pasado. Este desierto aísla yangustia, se hace largo y penoso.El Señor acompaña, pero su presencia se transforma. La identidadno se va configurando en un solipsismo cerrado. Al contrario, las referenciasmás importantes nos las proporcionan las personas junto a lasque vamos construyendo lazos. Ellas nos devuelven nuestra imagenauténtica para que unas veces optemos por distanciarnos de ella, otraspor aceptarla, y unas más por transformarla. Son personas elegidas, yano son cualesquiera. Son las que nosotros queremos y a las que vamosqueriendo. Por eso adquirimos compromisos con ellas. El Señor nossale al encuentro en este desierto regalándonos amistades y llamándonosa la generosidad y la entrega. Va creciendo en nosotros un sentidode pertenencia y compromiso en el que descubrimos nuestro auténticorostro. El patito feo, solo y acomplejado, se convierte en cisne, seguroy acompañado.Este desierto también nos hace mirar lejos, otear el horizonte y soñarotro mundo. Aspiramos a lo más grande, lo más elevado, lo mejor.Es también entonces cuando el Señor va dibujando allí, en el interiorsal terrae


842 PATXI ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJcreyente, el boceto del Reino como imagen de todo lo deseable, aúnpor construir.El tiempo transcurre lento, pero la persona, poco a poco, se va fundandoa sí misma. La crisálida comienza a abrirse. Brota nueva, fresca,joven. El abismo sobre el que se suspendía comienza a cubrirse y ahacerse suelo. Hay lugares firmes donde apoyar el pie y sostener laexistencia. Las ganas de vivir aumentan. Y las aspiraciones de un mundomejor, también.La adolescencia termina. Antes la física que la existencial. De hecho,hoy en día esta etapa adolescente se prolonga. Se han multiplicadolas opciones. El miedo a equivocarse aumenta y, con él, la exploraciónse alarga. Cuesta más comprometerse y optar por algunapertenencia. En el camino, las opiniones de los demás siguen contandodemasiado.Pero finalmente la crisis de identidad, básicamente, finaliza.Volverá en otros recodos de la existencia, pero ya no adquirirá contornostan dramáticos. Aunque seguirá habiendo bifurcaciones, el paisajepersonal interior será, en lo fundamental, el mismo.2. Desplegar las posibilidades de nuestra humanidad«Rezuman los pastos del desierto,y las colinas se orlan de alegría»(<strong>Sal</strong>mo 65,13)Traspasado el umbral que separa la adolescencia de la juventud, la personaalcanza un momento de mayor estabilidad en la vida, en lo que asu identidad se refiere. Esto significa que dispondrá ahora de referentesmás claros a la hora de afrontar decisiones y de tomar opciones, altiempo que irá haciendo camino, dando paso tras paso sobre un mismosendero. Podríamos decir que esta etapa se extiende hasta rondar los 40años, si bien puede variar según los individuos.La persona se encuentra aquí en su plenitud de capacidades físicasy mentales. Es capaz de llevar a cabo grandes esfuerzos y sacrificios,tiene interés e ilusión por las cosas y las personas, capacidad deaprendizaje, juventud, salud, atractivo. A día de hoy, los códigos debelleza humana de nuestras sociedades están copados por esta franjasal terrae


ATRAVESAR EL DESIERTO EN LAS ETAPAS DE LA VIDA843de edad, y cada ser humano parece capaz de realizar todo aquello quese proponga.Según van transcurriendo los años, es habitual que las personas adquieranalgunos compromisos definitivos: en un matrimonio, con elnacimiento de los hijos, en la vida religiosa... Van así desplegando todaslas posibilidades de su humanidad. Es una etapa de crecimiento sinprecedentes, donde cada vez brillan más las potencialidades que supersonalidad, sólo unos años atrás, únicamente apuntaba. La personava apareciendo en toda la riqueza que encerraba.En esta etapa vital se cobra conciencia de algunas limitaciones importantes.Algunos caerán en la cuenta de cómo les vence la ira; aotros, la timidez, o el miedo, o el deseo de controlarlo todo, o el perfeccionismo,o... Se va adquiriendo mayor conocimiento de lo que unoes, de los condicionamientos internos que uno tiene y de las debilidadespersonales. Algunas de estas limitaciones comenzarán a manejarse,de modo que no dominen la vida. Otras de ellas irán quedando ahí,sin posibilidad de atajarse, dejando una cierta sensación de fracaso yabriendo la vía de la aceptación.También es tiempo en que se echa la vista atrás y se descubre el valorde la infancia, la familia, sus valores, los acontecimientos del pasadoque han marcado la existencia actual y que han traspasado refractariosla rebeldía adolescente que parecía haber acabado con su influencia.Nos percibimos hijos de nuestro tiempo y de nuestra concreta historiavital. Hay así una creciente asunción de las pasividades de la vida.Es también tiempo de lucha. Se gastan muchas energías en el terrenode la autoafirmación como ser valioso y digno de amor y cariño.Algunos se volcarán en el terreno profesional, donde tratarán de mostrarsus capacidades personales, buscando el éxito y el aplauso de lasgentes, o de sus autoridades internas. Otros procurarán el cariño de laspersonas. Parece que los hombres estamos más inclinados a la necesidadde ser reconocidos como valiosos, y las mujeres como dignas deamor. Hay aún una inseguridad profunda sobre las últimas capacidadesy sobre la propia dignidad humana. Es como si aún hubiera que ganársela,como si hubiera que demostrar que la tenemos.La vida en esta etapa comienza a dar sus frutos en la forma de unafamilia, de logros profesionales, de un estatus social y un reconocimiento,de unos amigos estables... Y la persona se va entregando enella, sabiendo que es lo que es en un marco social en el que se sitúa.sal terrae


844 PATXI ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJLa dimensión de desierto de la vida adquiere nuevas formas, en lasque el Señor va saliendo a nuestro encuentro en medio de las tentacionesde echarnos atrás. En este campo arenoso se nos harán cada vezmás patentes nuestras limitaciones personales, y descubriremos condolor las heridas que los acontecimientos del pasado nos dejaron.Sentiremos cómo esas llagas sangran a cada rato hasta caer en la cuentade que nosotros no las podemos curar. A veces, ni siquiera acertaremosa saber de dónde proceden, y tocaremos una vez más el misteriode nuestras personas. Por último, también se nos hará patente nuestropecado, es decir, nuestro egoísmo, nuestra mezquindad, nuestro miedo,el afán por dominar o triunfar.En el desierto lloraremos por no ser tan reconocidos como querríamoso tan amados como aspirábamos a serlo. Es necesario ser conscientesde ese dolor para darnos cuenta de que la vida no se cifra en ganarnosaplausos ni cariños, espacios de control ni ámbitos de poder.También en él nos confrontaremos con la tentación de no seguir adelante,de conformarnos con lo que ya tenemos, de arrojar la toalla y noseguir creciendo con esfuerzo. El Señor sale entonces a cada momento,mostrándonos nuestra dignidad de hijos. Nos ayudará a reconciliarnoscon nuestras limitaciones personales, a ser generosos con nuestro esfuerzoy entrega, a darnos cuenta de que la valía y el amor no tienen necesidadde ser demostrados ni de que nos los expresen de continuo.El fruto de esta etapa es una persona ya hecha, perfilada en la mayorparte de sus rasgos, cabal, que conoce sus valores y defectos. Lapersona cristiana que realiza este recorrido se percibirá, en su fragilidady sus potencialidades, acogida por el Padre; se sabrá querida y valiosapor encima de las palabras o las percepciones de los demás; serágenerosa en su entrega y en el desarrollo de su personalidad; estarácomprometida con el crecimiento y el bienestar de las personas juntoa las que traza los hilos de su vida. En el proceso de seguimiento cristiano,la persona se reconocerá hecha para los demás.3. Anselm GRÜN comenta que hay algunas formas preferidas para huir de la crisisque se abre en este momento. En primer lugar, estarían las reformas exteriores;en segundo lugar, aferrarse a lo externo; y en tercer lugar, la asunción denuevas formas de vida. Todo para evitar el largo camino hacia el interior, quesería la única vía para salir de esta crisis de crecimiento: La mitad de la vidacomo tarea espiritual, Narcea, Madrid 2005.sal terrae


ATRAVESAR EL DESIERTO EN LAS ETAPAS DE LA VIDA8453. Engendrar vida«La llevaré al desiertoy le hablaré al corazón...Allí me responderá como en su juventud,como cuando salió de Egipto»(Oseas 2, 6-17)En el entorno de los cuarenta años, la vida va adquiriendo nuevas formas.La juventud ya ha quedado atrás, como el propio estado físicopermite adivinar. Las fuerzas ya no son las de antes, ni la resistencia,ni la agilidad. Han podido surgir los primeros achaques o incluso algunaenfermedad. Más relevante que esto es que la persona siente que,muy posiblemente, ha traspasado el «ecuador» de su existencia y que,si una primera y larga etapa ha sido de despliegue y crecimiento, ahoracomenzará otra en la que algunos aspectos irán, poco a poco, caminandohacia un suave declive.Se hace ahora consciente de que hay algunas facetas personalesque difícilmente cambiarán. Si hasta este momento había abrigado laesperanza de ver transformaciones milagrosas, ya se va dando cuentade que éstas no serán posibles. De manera que algunas de las ilusionesde la juventud se desvanecen mansamente.Asimismo, percibe que algunas decisiones clave en su vida fuerontomadas sin suficiente conocimiento de causa. Tal vez incluso sientaque se equivocó o desee rehacerlas. En el comienzo de esta etapa, noson pocas las personas que aún consideran que pueden volver atrás yrevivir su biografía. No pocos matrimonios se deshacen en este momentopara experimentar una segunda oportunidad; igualmente los religiososabandonan a veces la congregación y prueban otro recorrido.En ocasiones, se trata sencillamente de apurar el sorbo de la libertad, afin de paladear otras vivencias.Esta etapa nos confronta de nuevo con nuestra identidad, aunqueahora lo haga de modos nuevos. Es tiempo de renovación y confirmación.Cuando se desvanecen las ilusiones, y parecen ocluirse las sendasde un mayor despliegue de la persona, ya no es posible el crecimientopor expansión y adquisición de nuevos espacios, sino que sehace necesario otro distinto de profundización. No se trata ya de llegara más, sino de ir más adentro 3 .sal terrae


846 PATXI ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJUno de los riesgos de esta etapa consiste en no haber cerrado adecuadamentela anterior, pues en ese caso los fantasmas de aquélla nosperseguirán en ésta. De particular importancia resultará que la personano sienta la necesidad de demostrar constantemente su valía y su dignidadde ser querida. Si no es así, continuará demandando cariño y reconocimientode una manera excesiva. Y si no los recibe –cosa bastanteprobable–, desarrollará un cierto victimismo y amargura que afectaráa sus relaciones y a su capacidad de darse con gratuidad.Pues el fruto de esta etapa reside precisamente en la capacidad deentregarse gratuitamente, de dar sin esperar a cambio, en una opciónpor la vida que va más allá de la propia. Darse para que otros crezcan,engendrar vida. Entonces la persona se va haciendo verdaderamentemadre o padre: nutre, acoge, perdona, alienta, promueve.El desierto aparece aquí al tener que asumir que la existencia yacomenzó su declive, que la juventud quedó atrás. También se trata entoncesde reconocer que las cosas no son primariamente para mí, sinopara los demás, y esto demanda desprendimiento. Es tiempo de purificación.El Señor aparece entonces serenando nuestros afectos, haciéndonosmás libres y generosos; se nos representa mejor con la imagende Padre con entrañas de Madre que nos invita a asemejarnos más a él.En este proceso, en que se rehace el compromiso, igualmente seprofundiza en la pertenencia y, así también, se reformula la identidad.La persona sabe a quién se debe, y se entrega sin esperar nada a cambio.En el fondo, es una refundación del amor primero. El amor no senecesita ya tanto por lo que da a la persona, sino por lo que a través deél ella se da. Es un amor que une y que da sentido a lo que ella es. Sevive plenamente como persona con los demás.Desaparecen los protagonismos. Lo primordial ya no es aparecer,sino que el Reino de Dios y los pobres brillen y ocupen los primerospuestos. Eso es lo que genera alegría y plenitud. En el camino se vanaquilatando otras virtudes: la paciencia, la serenidad, la escucha, laperseverancia, la prudencia... Ya no se pide tanto a la vida. Es la vidala que se lo merece todo.sal terrae


ATRAVESAR EL DESIERTO EN LAS ETAPAS DE LA VIDA8474. Saborear la existencia«Una voz grita:¡en el desierto despejad el camino de Yahvé!»(Isaías 40,3)Pasados los años, aguarda un nuevo codo en el sendero de la propiabiografía. Podría situarse de modo simbólico en la sesentena, donde unacontecimiento jurídico –la jubilación laboral– altera las circunstanciaspersonales. El abandono del trabajo puede resultar traumático paraaquellos que se han entregado plenamente a él y se han identificadocon su profesión. De pronto, aparece un vacío que no se sabe muy biencómo llenar. De la noche a la mañana, se da el paso que va, de la celebraciónde reconocimiento por décadas de dedicación, a la soledadprofesional. Es necesario vivir un duelo más o menos largo para asumirla nueva condición. Tal vez a las personas que no han desempeñadoun trabajo remunerado esta transición se les haga más sencilla.A este abandono laboral se superponen las limitaciones físicas, quesólo aumentan con el paso de los años. La energía no acompaña igualque antes, ni los reflejos, ni la salud, que cada vez demanda más atenciones.El médico comienza a ser un buen conocido.El desierto se hace más penoso. Hay que apartarse, pero cuesta lavida. Cuando se ha alcanzado una serenidad y prudencia que ha llevadodécadas de esfuerzo y tropiezos conseguir, se nos pide la lucidez dedejar paso a otras generaciones que aún nadie sabe de lo que son capaces.Muchas veces, ni siquiera sintonizamos con ellas, con su sensibilidad,con sus modos de ver la realidad o con sus posturas vitales.Pero es su hora, como es la nuestra, sólo que de distinto signo. Aquí senos pide dejar paso a tiempo.El sofoco del desierto se hace mayor, tal vez de modo especial en lavida religiosa, porque, como nuestro lugar de trabajo es también el devida, se es testigo de todo, sin ya poder decidir sobre nada. La personacomienza a ver cómo se toman orientaciones que no le gustan, por personasque llevan un estilo que rechaza; incluso, a veces, percibe en peligrola obra que le ha costado años construir. Se requiere aquí muchodesprendimiento interior para vivir esta realidad sin amargura. El pro-sal terrae


848 PATXI ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJceso es aún más difícil para quien ha tenido mayores responsabilidades.No son infrecuentes los casos de quien se resiste, se interpone o critica.Y es que también hace más frío. Ya no se es tan necesario, pues sonotras personas más jóvenes las que realizan la mayor parte de las tareas,con facilidad y resueltamente. La persona se percibe ahora prescindibley, junto a ello, corre el riesgo de creer que con ello disminuyesu importancia. En otras culturas, a la persona mayor se la venera; entrenosotros, ser anciano es poco menos que una desgracia 4 .Sin embargo, el Señor sigue acompañándonos en el proceso de hacernoscada vez más a su imagen. El desprendimiento se hace imprescindible.Hay que soltar lo superficial, para quedarse con lo esencial:dejar atrás la demostración constante de que aún seguimos siendo jóvenes;permitir que lo vivido adquiera definitivamente su condición depasado y se distancie poco a poco, como la estela de un barco, para dejarque la historia siga su curso; superar la tentación de culpar a los demásde que el presente sea distinto de un ayer idealizado; abandonar latentación de pensar que somos el ombligo del mundo 5 .Por el contrario, se abre un espacio para el cultivo de valores esenciales6 : la sabiduría, es decir, el discernimiento lúcido de lo que de verdadvale la pena y lo que sólo es vano y «caza de viento». La aperturaal propio interior para descubrir en el corazón los latidos más noblesde la humanidad y el eco constante de la voz de Dios en los huecos dela propia alma. La gratuidad y el servicio desinteresado, pues ahora todoslos esfuerzos deben estar encaminados a servir a los demás, susproyectos de vida y sus aspiraciones, ya no las nuestras. Esto es expresarcon la propia existencia que hay algo más grande que la efectividady la productividad; que el propio yo no es más importante quelos semejantes. El gozo de los pequeños placeres de la vida: la alegríacompartida, el silencio, la contemplación, la serenidad, la paz de la4. ¿Quién se reconoce hoy como anciano? Es fácil nombrar la etapa; pero, así comoes muy aceptado por cualquier persona el ser llamada «joven», apenas haypersonas que admitan ser «ancianas» o, sencillamente, pertenecientes a la «terceraedad». Si la juventud es un hoy un título honorífico, la ancianidad es unestigma.5. Vicky IRIGARAY, Vivir a fondo. El último tramo de la vida, Colección Frontera– Hegian, n. 58, Instituto Teológico de Vida Religiosa en Euskal Herria,Gasteiz-Vitoria 2007, pp. 15-17.6. José Antonio PAGOLA, Envejecer con dignidad, Idatz, Donostia 2005, pp. 19ss.sal terrae


ATRAVESAR EL DESIERTO EN LAS ETAPAS DE LA VIDA849conciencia... ¿No son estos valores centrales en el seguimiento cristiano?¿No son nuestros hermanos mayores quienes se hallan en mejorescondiciones para practicarlos y ayudarnos a todos a vivirlos? 75. Soltar amarras«No se haga, Señor, mi voluntad, sino la tuya»(Lucas 22,42)El arco que inicia su trazo en las tentaciones de Jesús en el desierto seclausura en la oración del Señor en el huerto. Allí desaferra sus brazosde la vida y los extiende hacia el Padre, para que sea éste quien lesujete.La vida tiene una etapa final en la que se siente llegar el únicoacontecimiento seguro de nuestra biografía desde que somos llamadosa la existencia: la muerte. Hoy en día, esta etapa final tiende a prolongarsecomo nunca antes. En lo exterior suele estar marcada por la luchade la vida por eludir este desenlace inevitable. Batalla denodada,pero decidida de antemano.Las pasividades de disminución se apoderan definitivamente denosotros, arrastrándonos hacia abajo. Nos arrancan la salud, la confianza,la capacidad de tomar decisiones. Volvemos a la niñez, pero vemosgirar hacia atrás las manecillas del reloj. Es tiempo de tinieblas,más oscuras aún si esta etapa toma la delantera a las anteriores, sumiéndonosen el desconcierto. Entre sombras oscuras, esta fase finaldespliega todo su potencial destructor, su capacidad de ofuscación, sumayor apertura a la blasfemia que al abandono 8 . La desesperanza, elmiedo o la resistencia son el signo del desierto en esta etapa.Ha llegado la ocasión de perdonar definitivamente todo lo que pasóy cuánto sufrimiento nos causaron 9 ; dejar atrás las rencillas y dis-7. Dolores ALEIXANDRE, en Las puertas de la tarde; envejecer con esplendor, <strong>Sal</strong><strong>Terrae</strong>, Santander 2007, presenta un bello panorama de las posibilidades abiertasen esta etapa de la vida.8. José Antonio GARCÍA, «Las pasividades de disminución»: Revista Manresa 70(1997).9. Piet VAN BREEMEN, El arte de envejecer. La ancianidad como tarea espiritual,<strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, Santander 2004, pp. 65ss.sal terrae


850 PATXI ÁLVAREZ DE LOS MOZOS, SJputas de la vida; aflojar el juicio y sentirse, definitivamente, sencilla,frágil y doliente carne humana, polvo de la tierra cristalizado en concienciaque vuelve al hogar insensible de sus formas primitivas originales.Olvidando todo cuanto nos hicieron, podemos esperar misericordiasobre lo que hicimos. Entonces sobrevienen la serenidad y laconfianza.Tal vez duela no haber alcanzado la fusión con ningún ser humano,tan buscada a lo largo de la existencia. Ahora se puede comprendermejor que la soledad sólo se salva tendiendo puentes con los semejantescon lazos de cariño y no doblegando la libertad ajena. Estamos solos...,pero unidos en un amor que nos envuelve a todos.La vida nos ofrece su última requisitoria al abandono, a fin de quenos entreguemos al misterio. Ya no hay más preguntas que hacerse,más planes que proponerse, más empeños que perseguir... Basta conextender los brazos y dejar que el Padre nos rescate de la negrura. Esteejercicio es un milagro. Es la conquista final de la esperanza en su expresiónmás radical.Un apunte final: salir de sí, el único hilo conductor«Lo que uno retiene para síes lo que se corrompe dentro de nosotroscomo agua encharcada.Lo que uno deja pasar hacia los otroses lo que lava nuestra intimidadcomo agua que corre»(Benjamín González Buelta)En las grandes tradiciones religiosas, y no menos en el cristianismo, laverdadera autoposesión es desposesión. Lo cual es poco menos que decirque, en el acerbo de la humanidad, nuestro crecimiento se cifra enel propio desprendimiento entendido en clave de autodonación.Ese salir de uno mismo adquiere formas distintas en las etapas dela vida, como hemos tenido ocasión de ver. En las iniciales se configuracomo generosidad, flexibilidad, apertura, capacidad de aprendizaje.Más adelante, en el curso central de nuestra existencia, se con-sal terrae


ATRAVESAR EL DESIERTO EN LAS ETAPAS DE LA VIDA851vierte en ofrecimiento desinteresado de uno mismo para que otros vivan.Finalmente, se hace abandono –aceptado o forzado– en las leyesde la vida y en el regazo del Padre.Por eso el crecimiento tiene siempre algo de doloroso. A su vez, enese salir de nuestras inclinaciones y deseos se nos ofrece la posibilidadde experimentar el significado de la gracia que nos acoge, nos potenciay relanza. Así, toda la existencia se configura en su entrega comoespacio privilegiado de encuentro con el Señor de la vida, hasta que definitivamenteentremos en su gloria.sal terrae


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADGREG GARRETTEl Evangeliosegún Hollywood232 págs.P.V.P. (IVA incl.): 16,00 €Al hilo de largometrajes tan dispares como Qué bello es vivir (1946),Campo de sueños (1989), American Beauty (1999) o Pulp Fiction(1994), Greg Garrett, autor de dos novelas y varios ensayos aclamadospor la crítica, analiza de qué modo abordan las producciones deHollywood la existencia de Dios, la naturaleza de la fe, el bien y el mal,la redención y la justicia. Como él mismo escribe, recordando la primeravez que vio Pulp Fiction, las películas pueden tener un profundoefecto espiritual, aun cuando no sea ésa su intención.


ST 96 (2008) 853-864<strong>Sal</strong> de la ciudad, ve al desiertoy permanece en élAlexis BUENO, SJ*«Para venir a lo que no sabes, has de ir por dondeno sabes (...) para venir a lo que no eres, has de irpor donde no eres».(SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida al Monte Carmelo)Introducción: hay que ir al desierto* Collegi St. Ignasi-Sarrià. Barcelona. .Nuestra era rechaza el desierto con todas sus fuerzas. Nunca ha vividoel hombre tan de espaldas al silencio y a la soledad. El nuestro es eltiempo de la ultra-conexión y de la hiper-estimulación: televisión,Internet, zapping, publicidad... En la ciudad ultramoderna vivimos rodeadosde imágenes, ruidos, publicidad, información... Hay que mantenerel ritmo, la audiencia, la velocidad, la novedad... Nuestros jóvenestienen hoy enormes dificultades para desconectarse de este mundoespectáculo.Los hemos convertido en discapacitados para el silencio yla soledad...Los imperativos que dan título a nuestro artículo marcan dos acentos.En primer lugar, hoy más que nunca, hay que ir al desierto. No hayotro lugar donde disponerse a escuchar la Voz. En segundo lugar, sólonos adentramos en el desierto siguiendo una invitación que es casi unimperativo: si quieres encontrar a Dios, ve al desierto.Elías descubre a Dios en la brisa suave del Horeb, la montaña deDios. Pero antes, huyendo de la ciudad, ha tenido que atravesar el desalterrae


854 ALEXIS BUENO, SJsierto, donde ha estado a punto de morir (1 Re 19). Y esto es de capitalimportancia. Nuestros grandes testigos de la fe se han forjado en eldesierto. Moisés hacía de pastor en el desierto cuando fue llamado (Ex3); justo antes de iniciar su vida pública, Jesús es arrastrado al desiertopor el Espíritu (Mc 1,12); Pablo marcha a Arabia justamente despuésde su conversión (Ga 1,15-17); evidentemente también Mahomaes alcanzado en el desierto por la palabra imperativa de Dios; Ignaciode Loyola tuvo su experiencia de desierto en Manresa... Unos buscaronel desierto, otros llegaron a él huyendo de la ciudad. De entrada,nadie va allí por gusto. Se dice que en el desierto nos espera la luchacontra el diablo y sus (nuestros) demonios, como le ocurrió a SanAntonio de Egipto. El evangelio de Mateo es bien claro: «Entonces elEspíritu condujo a Jesús al desierto para que el diablo lo tentase».1. «ABANDONA LA CIUDAD»: los obstáculos iniciales1.1. La ciudad, espacio de los hombresEl lugar donde viven los hombres es la ciudad. Allí se sienten en casa.El hombre siempre ha temido al desierto, y con razón. Éste se define,de entrada, por lo que nos niega: no hay vegetación, no hay agua, nohay comida ni compañía... Sus pobladores naturales son los animalessalvajes y los bandidos.El desierto es el lugar de las pruebas y de la crisis. Sin crisis nohay posibilidad de crecimiento ni de maduración. Pero estamos aferradosa nuestras seguridades y a nuestros esquemas, a nuestros pequeñosequilibrios y a nuestros pactos con la mediocridad: «más valemalo conocido...».En la tradición bíblica, el desierto no tiene nada de romántico ni desagrado. Dios se manifiesta en la Montaña. El desierto es lugar de maldición:los cuarenta años de Israel por el desierto son un castigo por suincredulidad (Nm 14,30ss). Dios parece conducir a los hombres al desiertoúnicamente porque no tiene más remedio. Ése es el único lugardonde el hombre puede disponerse a escuchar. El único lugar donde elhombre se encuentra con quien es diferente, más que él, el Otro que lesupera absolutamente. En la ciudad, todo está hecho a nuestra medida.sal terrae


SAL DE LA CIUDAD, VE AL DESIERTO Y PERMANECE EN ÉL855La ciudad es el espacio de la vida intensa y ruidosa de los hombres,de su comercio y su política. En el desierto ronda la muerte. Es el reinode la soledad y del silencio. Silencio exterior, condición necesariapara el silencio interior. En el desierto, la multiplicidad de voces quearrastramos desde la ciudad se van posando y decantando. A través deellas, la Única voz puede ser entonces escuchada, entendida y respondida.¿Dónde, sino en el desierto, podía Israel escuchar la voz de Dios?Allí le fue comunicado el Shemá, la oración judía por antonomasia:«Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es el Único.Ama al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, contodas tus fuerzas» (Dt 6,4-5).1.2. La sospecha modernaLa ciudad es el lugar de las luces deslumbrantes, donde el hombre controlay domina la naturaleza. Allí se siente seguro, y por eso no quiereabandonarla. Rechaza instintivamente todo lo que no puede dominar nicontrolar. Saint-Exupéry, en El Principito, retrata bien al hombre modernobajo la figura del adulto: verdadero minusválido en el terreno delas cosas esenciales, que son invisibles a los ojos. El hombre modernoexperimenta una verdadera parálisis cuando intenta entrar en un caminode oración. Por el ruido que le rodea habitualmente y, más aún, porla sospecha.La Modernidad no acepta la trascendencia. No conoce más que hechos,probados o por probar, controlados ya por la ciencia o aún porcontrolar. Pero nada que nos pueda superar absoluta y definitivamente.Feuerbach abrió la brecha: tanto desea el hombre a Dios que se lo inventa.Los maestros de la sospecha constatan un hecho: el hombre deseaa Dios con todas sus fuerzas. Y denuncian una posible deformación:en la imagen que se hace de Dios pone el hombre los trazos desu propio deseo de Dios. Seria advertencia... y una ayuda para purificarnuestra imagen de Dios. Pero la sospecha no tiene la última palabra.Podrá acompañarnos, como la duda, a lo largo de todo nuestro itinerariocreyente. Nos permitirá no confundir al Dios vivo y verdaderocon el «dios» conformado por nuestros propios deseos e intereses.Pero, repetimos, el que sospecha no puede tener la palabra definitiva,pues se mantiene fuera, nada afirma y acaba por no vivir.sal terrae


856 ALEXIS BUENO, SJ1.3. La reflexividad postmodernaTambién la «reflexividad», esa hija postmoderna de la sospecha, seconstituye en obstáculo para el hombre de hoy en su acceso a la oración.Esa «segunda naturaleza» que le mantiene en un continuo análisisde lo que está haciendo. Conciencia refleja que, entrando en el ejerciciode la oración, le hace preguntarse: ¿Qué es lo que hago cuandorezo?, en lugar de entregarse a ella en cuerpo y alma.Como la teoría sociológica del rol pone de manifiesto, el hombrepostmoderno sabe que el mundo es un teatro y un juego, y que su acciónes «actuación». Hace de padre, de ciudadano, de empresario, devotante, de amante... y no acaba de identificarse del todo con ningunode los roles que desempeña. Juega a ser una cosa u otra. Su identidades fluctuante, «líquida», depende de los ambientes y lugares... Nadaparece ser permanente. Y se pregunta: ¿Qué juego es este de la oración?Y, efectivamente, la oración es juego: tiene sus reglas y requiereinvertir en él las propias energías. Por ello habrá que recordar aquellode la «seriedad del jugador». El fruto en la oración sólo se consigue sise juega de veras, si se baja a la arena. El espectador que se queda detrásde la barrera captará algunas cosas, pero no las mismas que vive eljugador. Paralizado por su hiperreflexividad, sin acabar de darse porentero, el postmoderno se arriesga a quedarse en la superficie de las cosas.Se parapeta detrás de su sospecha y de su análisis, para que no lepase nada. Y ésa será precisamente su condena: no le pasará nada.Ninguna transformación podrá operarse en él.Abandonar la ciudad postmoderna implica, pues, lanzarse a viviren primera persona, confiando plenamente en quien nos invita a la experiencia.El único verdadero daño que pueden hacernos la duda y lareflexividad es el de paralizarnos, impidiéndonos salir de casa y de laciudad. Entonces la palabra del maestro será decisiva: confía, ponte enmarcha. Vive lo que se te propone, lánzate a la experiencia. Es necesarioque dejes la ciudad y vengas al desierto.sal terrae


SAL DE LA CIUDAD, VE AL DESIERTO Y PERMANECE EN ÉL8572. «VE AL DESIERTO»: las condiciones requeridas2.1. El «subiecto»Únicamente invitaremos a entrar en el desierto a aquel que pueda soportarla prueba. En términos ignacianos, a alguien que tenga subiecto.Con deseo e inquietud suficientes como para lanzarse a una aventura.Con recursos interiores para afrontar una crisis. Debemos tener garantíassuficientes de que su vitalidad le permitirá aguantar en el silencio,mantenerse en la soledad, sobreponerse a la lucha y a la frustración.2.2. Una palabra de autoridad que invitaLa segunda condición es que la persona acepte el desafío. Sólo afrontalas dificultades del desierto quien lo cree verdaderamente necesario.Y lo cree porque alguien con autoridad se lo dice: «ve al desierto, venal desierto». De entrada, sólo puede creer en la palabra de quien invita.Pasará tiempo y dificultades antes de que lo pueda comprobar porpropia experiencia. Esto es de máxima importancia, y hoy más quenunca, dadas las resistencias ambientales. Los itinerarios espiritualesempiezan así: alguien se hace merecedor de nuestra plena confianza ynos invita a transitar caminos impensados. Nos ponemos a caminar yaguantamos en ese camino mucho antes de poder constatar por nosotrosmismos su belleza y sus beneficios.2.3. Un guía y maestroTercera condición: que haya un guía, un acompañante para la travesía.El desierto es un lugar peligroso. Para sobrevivir en él, alguien debeconocer dónde están los pozos de agua y qué hay que evitar. Alguiendebe ayudarnos a distinguir entre el oasis y los espejismos. Además desu propia experiencia, la gran ventaja del que acompaña es precisamenteque está fuera del que se ejercita: puede detectar mucho mejorlos engaños y confusiones de los que es víctima el que está en plenocombate.Allá donde lo buscado es la transformación personal, el acompañantedebe ser maestro, y no mero transmisor de conocimientos ode técnicas; alguien que pone al discípulo en contacto con los grandesmisterios de la vida y de la muerte. La travesía del desierto es unsal terrae


858 ALEXIS BUENO, SJviaje iniciático: se atraviesa siempre alguna forma de muerte y de renacimiento.La crisis en el desierto es querida y buscada, pero es una crisis«controlada». Con un marco, con unas balizas claras. Con medios y canalespara que el que atraviesa la crisis pueda comunicar lo que le pasa,expresar lo que siente. Para que no se quede en la crisis, sino que lapueda precisamente pasar.Entre acompañante y acompañado debe darse un entendimiento yun acuerdo suficientes. Sus roles son asimétricos: uno es guía, y el otroes guiado. El guía está para guiar, y el guiado debe tener entera confianzaen su guía. Deberá tener capacidad de transparencia para transmitirfielmente lo que piensa, lo que le pasa, lo que le duele... Condiciónindispensable para que pueda ser guiado adecuadamente.2.4. Verdadero desiertoSe requiere un auténtico desierto, y no basta un «espacio de silencio»en medio de la ciudad. Los «espacios verdes», como alguien los definióbellamente, en medio del vértigo y del ruido de la ciudad, son biennecesarios para nuestra supervivencia espiritual, pero no son propiamenteel desierto.En el desierto desaparecen las distracciones, desaparece la posibilidadde conectarse o ser conectado por «amigos y conocidos».Desaparece todo aquello que en la ciudad nos permitía evitar las preguntasmás molestas, las ineludibles, las importantes: ¿qué quiero?,¿qué busco?, ¿por qué o por quién estoy dispuesto a dar la vida?,¿adónde voy?, etcétera.En el verdadero desierto llega un momento en que el hombre sepierde. Entra en lo desconocido, desaparecen las señalizaciones del camino.El silencio y la soledad son suficientes como para permitir unamuerte y un renacimiento: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere...»(Jn 12,24).3. «PERMANECE EN EL DESIERTO»: las tentacionesAl que va entrando en el desierto el acompañante le recordará las bellaspalabras del maestro del libro del Eclesiástico:sal terrae


SAL DE LA CIUDAD, VE AL DESIERTO Y PERMANECE EN ÉL859«Hijo mío, si te propones servir al Señor, prepárate para la prueba.Levanta el corazón, sé valiente y no te asustes en los momentos difíciles.Aférrate al Señor, no te apartes de Él, y al final serás enaltecido.Acepta todo lo que venga y sé paciente cuando te veas humillado;porque como en el fuego se prueba el oro, en el horno dela humillación son probados los escogidos» (Sirácida 2,1-5).El desierto es el lugar de la prueba y la tentación. Superándolas,encuentra el discípulo sucesivas ocasiones de crecimiento y maduración.Quien no esté dispuesto a luchar, que no vaya al desierto.3.1. Solo y desnudo ante mí mismoEn el desierto nos encontramos solos con nosotros mismos. En la ciudadnuestra mirada y nuestro pensamiento se alimentaban de lo exterior.El desierto nos pone frente a la desnudez de nuestro pobre yo: sin elvestido de nuestros roles, nuestras máscaras, nuestras medallas, nuestrosméritos... La mirada se hace por fuerza más lúcida, más directa. Valemoslo que valemos, y eso se hace patente en el desierto. Pero la experienciapuede ser terriblemente dura. Como decía T.S. Eliot, los humanosno somos capaces de soportar demasiada dosis de realidad. Hayque mantenerse sin ceder a la tentación de abandonar. Por duro que sea,no hay otra manera de que nos sea revelada nuestra realidad más honda.Es lo que descubre Israel en su travesía del desierto:«El Señor se ha enamorado de vosotros y os ha escogido entre todoslos pueblos, no porque fueseis un pueblo más numeroso quelos otros, cuando de hecho sois el más pequeño de todos, sino porqueos ama y se mantiene fiel al juramento hecho a vuestros padres»(Dt 7,7-8)La constatación de nuestra propia pobreza personal nos pone antela pista del mejor tesoro que nos ofrece el desierto: Dios y su amor gratuitopor nosotros.3.2. Oscilación entre el aburrimiento y la sensualidadEnseguida aparecerá un extraño vaivén entre el aburrimiento y las tentacionesmás groseras. El aburrimiento: nuestra civilización parececonstruida toda ella para protegernos de él. Nada nos resguarda en elsal terrae


860 ALEXIS BUENO, SJdesierto. Acostumbrados al bombardeo de nuestros sentidos, el silencioy la soledad producen un desinfle que enseguida nos sabe a muerte.No encontramos nada con que alimentar la avidez de nuestra mente.El tedio se instala, y nos adormecemos: ¿por qué aguantar en estelugar, donde no hay nada?Aturdido, sin estímulos exteriores, la tentación abierta y explícitale ataca por la vía de los sentidos. La imaginación le pone delante loque dejó atrás en la ciudad: todo tipo de placeres sensuales que le recuerdenlo dulce que era su vida anterior. El que entra en el desierto seespanta de la virulencia de estos «ataques» por la vía de la fantasía ydel deseo sexual. Recordamos los cuadros barrocos que nos pintan aSan Antonio combatiendo contra el demonio de la lascivia en forma demujer desnuda.El acompañante deberá animar al que es así combatido. Es el momentode mantenerse fiel a la intención primera y de creer en la promesarecibida: Dios te hablará en el desierto.3.3. Pruebas de la afectividad y de la razónEn los inicios de su tiempo de desierto en Manresa, Ignacio de Loyolase ve asaltado por unas desconcertantes variaciones y altibajos en suemotividad. Y exclama: «¿Qué nueva vida es esta que ahora comenzamos?»1 . Es experiencia típica del desierto. A los momentos de gran alegríay plenitud suceden otros de incomprensible tristeza y oscuridad.Ganas de comerse el mundo, de darlo todo por un ideal, y poco después,estado de profunda apatía y desazón 2 .Se trata de una experiencia de perpleja fragilidad: las emocionesson contradictorias y se suceden en nosotros ajenas a nuestro control.1. Autobiografía, n. 21.2. Ignacio nos ofrece una verdadera fenomenología de estos movimientos en sus«reglas de discernimiento de espíritus» (EE 313-336). Llama Ignacio «consolación»al movimiento interior que lleva al alma a sentir amor hacia su Creador.En definitiva, se trata de «Todo aumento de esperanza, fe y caridad; toda alegríainterna [...] aquietando y pacificando el alma en su Criador y Señor» (EE316). La desolación, en cambio es: «Oscuridad del ánima, turbación en ella,moción a las cosas bajas y terrenas; inquietud de varias agitaciones y tentaciones.Moviendo a falta de fe, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa,tibia, triste, y como separada de su Criador y Señor» (EE 317).sal terrae


SAL DE LA CIUDAD, VE AL DESIERTO Y PERMANECE EN ÉL861Algo más peligroso que el desánimo aflora entonces: el espejismo, laconfusión y el engaño. El hombre nunca está solo cuando está solo. Todossus fantasmas interiores, sus demonios, le acompañan y entran endiálogo con él. El tentador esperó cuarenta días antes de asaltar a Jesúsen el desierto. Y lo hizo con la máxima refinación: ¡citando la sagradaEscritura! A la sospecha inicial que nos impedía dejar la ciudad se añadenahora las argumentaciones más sutiles. A las pruebas en la regiónde la sensibilidad le suceden las tentaciones por la vía de la razón. SanIgnacio es consciente del vínculo que se establece entre la dimensiónafectiva y la racional:«Porque así como la consolación es contraria a la desolación, dela misma manera los pensamientos que salen de la consolaciónson contrarios a los pensamientos que salen de la desolación»(EE 317).El terreno de la «consolación», cuando la afectividad se inunda desentimientos positivos y luminosos, genera pensamientos que construyen,que confirman en el proyecto iniciado, con claridad, certeza y optimismo.En el terreno de la «desolación», cuando los sentimientos negativosy tristes dominan, crece toda clase de objeciones, dudas, confusiones,argumentos tendentes a la retirada, al pesimismo... Al amparode esta oscuridad, nos visitan el crudo materialismo, el escepticismopenetrante y el cinismo más ácido y destructivo: «déjalo estar...»; «¿noves que no vale la pena?»; «¿qué diablos estás haciendo aquí?»; «estono sirve de nada...»; «eres más útil a Dios haciendo algo que aquí sinhacer nada»...La regla que Ignacio de Loyola propone en las mismas páginas esfamosa: «En tiempo de desolación, nunca hacer mudanza, mas estarfirme y constante en los propósitos y determinación en que estaba eldía antecedente a la tal desolación». La razón es clara:«Así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu,así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemostomar camino para acertar» (EE 318).Aplicando un esquema espacial, a las tentaciones de la afectividad,«por abajo», suceden las tentaciones racionales, «por arriba». Habríaque recordar entonces el consejo de aquel padre espiritual: «Aférrate atus convicciones cuando las sensaciones son turbadoras. Aférrate a tupaz de fondo cuando los razonamientos se te enredan».sal terrae


862 ALEXIS BUENO, SJA la afectividad removida o deprimida no podemos oponerle unsentimiento, ya que no lo tenemos a mano. Y cuando la tentación seviste de espíritu raciocinante, entrar en debate con ella es precisamentehacerle el juego. Su pretensión es precisamente distraer al que avanza,bloquearle, mantenerle alejado de la confianza y de la entrega aDios, por medio de debates interminables, y de la búsqueda de una seguridadracional que nunca tendrá. De nuevo, el diálogo con el acompañantese revela de vital importancia.3.4. La desesperaciónEl peligro mortal del desierto es la desesperación. Ignacio de Loyola lovivió de la manera más cruda en Manresa (hasta la tentación del suicidio3 ). En el desierto desaparecen muchas de nuestras antiguas certezas.Nos acercamos a la desesperación cuando nos mantenemos obstinadamenteen el empeño de fundar en nosotros mismos nuestra propia seguridad.Una vía impracticable, un paraje óptimo para la angustia. Nopodemos evitar la desolación ni darnos a nosotros mismos la consolación.Menos aún podemos controlar nuestro futuro ni preservar nuestravida del mal o del dolor. La filosofía denomina «contingencia» a estacaracterística de de la existencia humana: no tenemos en nosotrosmismos nuestro propio fundamento. Nadie llega a la existencia por supropia voluntad, y nadie se mantiene en ella por sus propias fuerzas.Habrá que animar mucho al que vive esta angustia para que no huya.Nada hay en nosotros que pueda asegurarnos la vida, pero Dios sípuede. Ésa es la única roca sólida sobre la que fundar nuestra existencia.Pero este descubrimiento es «pura gracia». Don gratuito que nopodemos exigir; sólo pedirlo con humildad.En la travesía de estos pasajes angostos, el maestro recordará aldiscípulo que sólo Aquel que lo trajo hasta aquí tiene el poder de sacarloadelante: «Espera en el Señor. Sé valiente. Que tu corazón nodesfallezca. Espera en el Señor» (Ps 27). Sólo una gran dosis de confianzale hará salir del empeño por asegurar su vida con sus propiasfuerzas.3. Autobiografía, n. 24.sal terrae


SAL DE LA CIUDAD, VE AL DESIERTO Y PERMANECE EN ÉL863Conclusión: los frutos del desiertoEl que regresa a la ciudad sabe qué frutos cosechó en el desierto. Sabetambién que sólo allí se dan. Nadie se lo podía asegurar de antemano.Se aventuró fiándose de una palabra que con autoridad le invitaba, quecasi le ordenaba. Se mantuvo en el desierto por fidelidad a la palabradada y recibida. Pasó la prueba, sufrió la soledad. Y ésta no era tal.Sólo al final se le ha hecho patente lo que fue verdad durante todo eltrayecto:«Durante todo el camino que habéis hecho por el desierto hastallegar a aquí, el Señor, vuestro Dios, os ha llevado en brazos comoun padre lleva a su hijo» (Dt 1,31).Ahora sabe algunas cosas por sí mismo. Y éste es el primer frutoque le regaló el silencio. Antes conocía muchas cosas, de manera superficialy acumulativa. Ahora sabe unas pocas, pero éstas son verdaderamenteimportantes para su vida. Las ha sabido y gustado (en elsentido ignaciano) por dentro a un precio muy alto. Son las que no seolvidan. Al iniciar el viaje, deslumbrado por la multiplicidad de vocesy colores de la ciudad, no sabía que una sola cosa es necesaria: ese regaloque recibimos y del cual respondemos con nuestra vida. Aquellaverdad que se convierte en única y personal. A la cual no podemos sinoser fieles durante el resto de nuestra vida. Es la rosa del Principito:nos hacemos responsables de aquello que ha «domesticado» nuestrocorazón.Del Señor es propio realizar lo inaudito, lo impensable. Por esosuele actuar allá donde el hombre no puede confiar más en sí mismo.Él es capaz de hacer del desierto un lugar pletórico de vida. Así lo gritaIsaías: «Haré una nueva gesta, que ya empieza a despuntar. ¿No loveis? Abriré en el desierto un camino y convertiré la estepa en un río»(Is 43,19). Lo decisivo del desierto no es nuestra sensación momentáneao deportiva de pequeñez o debilidad. El que regresa recuerda cómoen los parajes que lindan con la desesperación vivió una ciertamuerte y un cierto renacimiento. Más allá y más hondo que su fragilidady que su pecado, descubrió la verdad de su filiación. De maneratan infinita como gratuita, es amado desde toda la eternidad y parasiempre por Aquel que le ha hecho juramento de Alianza: «Yo nunca teabandonaré».sal terrae


864 ALEXIS BUENO, SJÉsta es la experiencia radical de Pablo, que se inicia «tumbativamente»en su camino de Damasco, pero que necesitó de un largo tiempode desierto para ser comprendida y asimilada. Somos salvados porla pura iniciativa gratuita de Dios, no por nuestros méritos ni por elcumplimiento de la Ley: «Dios ha dado pruebas del amor que nos tiene:Cristo murió por nosotros cuando éramos pecadores» (Rm 5,8).Juan lo expresa así en su carta insuperable:«El amor consiste en esto: no somos nosotros los que hemos amadoa Dios, sino que Él nos ha amado primero y ha enviado a suHijo como víctima que expía nuestros pecados» (1 Jn 4,10).Y esto difícilmente se descubre en la ciudad, donde el hombre estáparapetado por tantas seguridades, donde el hombre todavía confíaen su propias fuerzas. Por eso, el Dios que quiere hacer alianza perpetuacon el hombre, el Dios que se hace esposo, se ve obligado a llevara Israel-esposa al desierto: «Yo la seduciré, la llevaré el desierto y lehablaré al corazón» (Os 2,16).sal terrae


ST 96 (2008) 865-868RINCÓN DE LA SOLIDARIDADIgualdad desde las basesLucía ARANA IRUARRÍZAGA*La variedad de contextos que alberga un país como la India, con susmás de 1.200 millones de habitantes, resulta en cierta forma infinita.Un mosaico de religiones, culturas, lenguas, tradiciones, razas y personashace de este país un auténtico universo de realidades, donde elpasado, el presente y el futuro conviven normalmente de forma armónica,para sorpresa de Occidente, aunque a veces esta convivencia pacíficase torne en conflicto.Dentro de este inmenso mosaico de realidades, quisiera destacar enestas líneas el papel que la sociedad india otorga a las mujeres y la luchadiaria de muchas de ellas por alcanzar el protagonismo de su propiaexistencia.Frente a una imagen de la India como un país emergente, mercadode oportunidades para las empresas internacionales y futuro referenteeconómico mundial, se nos presenta una realidad donde millones demujeres son relegadas a un papel secundario, sin ningún protagonismosocial, por causa de la tradición, el sistema de castas o incluso la propiaglobalización.En la década de los noventa, el economista y premio Nobel deEconomía Amartya Sen lanzaba una voz de alarma con la publicación* De «Alboan». Bilbao.sal terrae


866 LUCÍA ARANA IRUARRÍZAGAdel estudio «Faltan mas de cien millones de mujeres en Asia», dondealertaba de las tremendas consecuencias ocasionadas por la discriminaciónsexual, cuyo máximo exponente era el infanticidio femeninoque se estaba practicando en China, Pakistán, Bangladesh y la India.Las causas que subyacen a estos abortos selectivos de niñas, quetienen consecuencias directas en el «ratio» de hombres y mujeres en lasociedad india y que previsiblemente tendrán importantes efectos enlas vidas de las generaciones futuras, las encontramos enraizadas en laspropias tradiciones del país.El papel que la tradición hinduista –asimilada como tradición india–otorga a las mujeres queda recogido en el Código Manu, antiguocódigo moral que constituye la base de la moral popular actual. En élse hace alusión explícita a la posición de subordinación y dependenciaque debe ocupar la mujer con respecto al hombre, privando a aquéllade toda independencia y dignidad como persona durante todas las etapassu vida.Además, en muchos casos, a la tradicional subordinación de lasmujeres se le une otro tipo de estigmas que ahondan en su discriminación,como es el caso de las mujeres de castas bajas (dalits, antes llamadas«intocables») o aborígenes sin casta (adivasis), las mujeres viudas,las mujeres de entornos rurales o las mujeres pobres.En la India, como en muchas otras partes del mundo, el paso haciaun proceso de liberación de las personas, hombres y mujeres, pasa porun proceso de deconstrucción. Resulta necesario iniciar un proceso dedesaprendizaje de las tradiciones y de las pautas culturales y de socializaciónaprendidas, que son las que construyen las identidades ycrean ideales de persona fuertemente definidos. Este paso resulta fundamentalpara poder construir nuevos modelos, nuevas formas de entendernosy de entender nuestras relaciones sociales que tengan comoeje la participación de todas las personas desde una perspectiva de justiciae igualdad.En estos procesos de construcción de nuevos horizontes destaca eltrabajo llevado a cabo por multitud de organizaciones de base y de movimientossociales, que trabajan de forma silenciosa para lograr que lasmujeres indias, dálits, adivasis, viudas, campesinas y pobres cobrenprotagonismo y tengan voz y participen en los órganos de decisión localesde sus aldeas y pueblos.sal terrae


IGUALDAD DESDE LAS BASES867Organizaciones como la Federación de Mujeres adivasis «HangatiTrust», del estado de Gujarat, son un claro ejemplo del trabajo y la luchade las mujeres de los entornos rurales en la búsqueda de la igualdad.A través de programas de concienciación, de formación, y decampañas de denuncia, Hangati Trust contribuye a la dignificación delas mujeres –en su mayoría adivasis– de las aldeas cercanas y al cambiode los roles tradicionales asignados históricamente a hombres ymujeres.Sin embargo, este tipo de iniciativas necesitan complementarse conuna decidida apuesta gubernamental que tenga su reflejo en partidaspresupuestarias dedicadas al trabajo por la igualdad. Lamentable-mente,el papel que el gobierno indio desempeña a día de hoy con respectoal trabajo con grupos de mujeres se limita al fomento e impulso degrupos de ahorro y crédito. Si bien podemos rescatar algunos aspectosimportantes de estos grupos, sobre todo en lo relativo a la promocióndel papel de la mujer en el ámbito de la comunidad (más allá del ámbitodoméstico), no podemos dejar de mencionar el limitado impactoque estas políticas están teniendo con respecto a la construcción de laigualdad.La partida del presupuesto nacional con que se dota a estos programasconvierte a los grupos en meros agentes de recepción de microcréditos.A corto plazo, este hecho puede paliar una situación de extremanecesidad, pero a largo plazo tiene un escaso efecto multiplicadoren cuanto al cambio de roles y a la percepción que de las mujeresse tiene en la sociedad india. Aunque el acceso al dinero puede contribuira que las mujeres alcancen una posición social más igualitaria, esnecesario acompañar este tipo de medidas con otras de carácter más estructural,que ahonden en las raíces de la exclusión.En este sentido, resultan muy interesantes algunas iniciativas localescomo la del observatorio Social de Tamil Nadu (Social Watch-TamilNadu), que dedica sus esfuerzos al análisis de los presupuestos del estadode Tamil Nadu, al sureste del país, desde la perspectiva de las minoríasy de los grupos desfavorecidos. En su último estudio publicado,titulado «Presupuestos con perspectiva de género», realizan una claradenuncia del escaso compromiso mostrado por el gobierno en relacióncon la promoción y el fomento de políticas destinadas a erradicar ladiscriminación estructural que sufren las mujeres.sal terrae


868 LUCÍA ARANA IRUARRÍZAGAEstudios como éste suponen una excelente herramienta que permitea las organizaciones de base, como Hangati Trust, presionar a losgobiernos para lograr presupuestos que atiendan por igual a las necesidadesde hombres y de mujeres, De esta manera, lograremos avanzarun paso más hacia el sueño de alcanzar una sociedad donde todaslas personas puedan desarrollar sus potencialidades en igualdad decondiciones.ALBOANC/Padre Lojendio, 248008 BilbaoTfno.: 94 415 11 35www.alboan.orgsal terrae


«PALABRAS INCOMPRENDIDAS»ST 96 (2008) 869-880«Abnegación».La abnegación, o la importancia del otroInmaculada SOLER GIMÉNEZ*¿Hay alguien que no quiera vivir «a tope», con intensidad, con plenitud?¿Hay alguien que no quiera ser feliz? Todos hambreamos la felicidad,a veces serenamente, a veces devorando la vida: pero ¿cuál es elsecreto?; ¿cómo conseguirla?; ¿por qué la respuesta que el Evangelionos ofrece nos resulta tan paradójica?: «El que quiera venirse conmigo,que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si unoquiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí la encontrará»(Mt 16,24-25).Parece que algo estamos haciendo mal: o el Evangelio ha dejado deser Buena Noticia para nosotros y no creemos, en el fondo, en la felicidadque nos promete (una felicidad crucificada), o hemos devaluadoel don, incapaces de acogerlo, asfixiados en nosotros mismos.En esta sociedad nuestra, donde casi todo se vende y la publicidady el «marketing» tienen un papel tan importante, ¿también nosotrostendremos que «rebajar» el Evangelio para que lo compren?Más allá de nuestro ombligo«Muy poca gente sabe que los demás existen», dice Simone Weil consus provocadoras palabras. Estamos tan centrados en nosotros mismosque... ¡no nos enteramos! Ya el profeta nos lo advertía: «no te cierres atu propia carne» (Is 58,7).sal terrae


870 INMACULADA SOLER GIMÉNEZEn esta cultura narcisista, consumista, hedonista, de sobreabundancia...,¡nos morimos de hambre! Da vergüenza decirlo cuando tantos niñosmueren de verdad por inanición cada día. Tenemos de todo, pero nonos saciamos. ¿Quién nos sacará de nosotros mismos? Vivimos llenosde deseos de felicidad, con hambre de Dios (aunque no se le llame así)y hambre del otro. ¿Quizás está ahí la clave?: dejar a Dios ser Dios, yal otro otro. O convertirlo en alguien a quien devorar, a quien utilizo segúnmi conveniencia y que participa de mi vida en la medida en que mellena, me cae bien, «me pone», como dirían algunos jóvenes hoy, mientras«sienta algo por él o por ella», «no me moleste ni me cree problemas»,mientras «me deje vivir en paz» y «no se meta en mi vida».Todoestá en función de mí, incluso el amor... «mientras dure».El Diccionario dice que «abnegación» es el sacrificio que uno hacede su voluntad, de sus afectos o de sus intereses en servicio de Dios opara bien del prójimo. Parece que la palabra no está muy de moda; perosi miramos bien la realidad, veremos cuánto sacrificio hay, entre jóvenesy no tan jóvenes, bajo promesas de éxito, libertad, felicidad o reconocimiento.No se hacen ayunos, pero sí hay dietas para adelgazar yconseguir el preciado 90-60-90; no hay cilicios, pero sí gimnasios y accesoriosdesengrasantes; no se plantea la conversión, pero sí el «cambioradical», programa de televisión que se hizo famoso en poco tiempo; nose hacen colas ni hay largas esperas en los actos religiosos (la misa, queno pase de 20 minutos) ni se hacen vigilias largas..., pero se puede estaruna noche entera a la intemperie esperando conseguir una entradapara el concierto de algún cantante de moda; no hay tiempo para cuidarlo importante y a aquellos que nos importan, pero se trabaja horas y horaspara tener el coche que ofrecen en la tele... Sacrificio hay, y mortificación,y renuncia..., ¡pero sin salir de nuestro ombligo!A veces andamos por la vida como «superpetroleros». Cuando tanclavada tenemos en nuestra retina la imagen de los cayucos que llegana nuestras costas, a lo mejor puede ayudar a cuestionarnos este relato,y con él la imagen que se descubre de nosotros mismos y de la sociedaden que vivimos.«Se acordó de una cosa terrible que había leído una vez en un periódicosobre la vida en un superpetrolero: los barcos se habíanido haciendo más grandes, mientras las tripulaciones eran cadavez menos numerosas, y todo se manejaba a base de tecnología.Programaban un ordenador en el Golfo, o donde fuera, y el buquesal terrae


«ABNEGACIÓN»871prácticamente se gobernaba sólo hasta Londres o Sydney. Era muchomejor para los armadores, que se ahorraban un montón de dinero,y mucho mejor para la tripulación, que sólo tenía que preocuparsepor matar el aburrimiento. La mayor parte del tiempo lopasaban sentados bajo cubierta bebiendo cerveza, como Greg, porlo que pudo deducir. Bebiendo y viendo vídeos. Había una cosaque nunca podría olvidar de aquel artículo. Decía que en los viejostiempos siempre había alguien arriba, en la torre de vigía o enel puente, vigilando. Pero, hoy en día, en los buques grandes ya nohabía vigía, o por lo menos el vigía era un hombre que miraba decuando en cuando una pantalla llena de puntos luminosos móviles.En los viejos tiempos, si estabas perdido en el mar, a bordo deuna balsa o de un bote de goma o algo así, y un barco pasaba cerca,tenías muchas posibilidades de que te rescataran. Agitabas losbrazos y gritabas y disparabas cualquier cohete que tuvieras; poníastu camisa en lo alto del mástil, y siempre había gente vigilandoy atenta a localizarte. Ahora puedes estar semanas a la derivaen el océano, y al final se acerca un superpetrolero y pasa delargo. El radar no te detecta, porque eres demasiado pequeño, y espura suerte si hay alguien inclinado sobre la barandilla vomitando.Había habido muchos casos de náufragos que en otros tiemposhabrían sido salvados y a los que ahora nadie recogió; e inclusoincidentes de personas a las que atropellaron los barcos queellos creían que venían a rescatarlos. Trató de imaginar lo espantosoque sería, la terrible espera, y luego la sensación cuando elbarco pasa de largo y no puedes hacer nada, porque todos los gritosquedan ahogados por el ruido de los motores. Eso es lo maloque le pasa al mundo, pensó. Hemos renunciado a los vigías. Nopensamos en salvar a otras personas, navegamos hacia adelanteconfiando en nuestras máquinas. Todo el mundo está en cubierta,tomándose una cerveza con Greg» 1 .En este ambiente en el que prima el individualismo, la autorrealización,el principio del placer, y en el que existe gran dificultad para* De la Comunidad «Villa Teresita». Trabaja en marginación. Madrid..1. Julian BARNES, Una historia del mundo en diez capítulos y medio, Anagrama,Barcelona 1994, pp 115-116.sal terrae


872 INMACULADA SOLER GIMÉNEZvivir la alteridad, para mirar el rostro del que tenemos enfrente..., cualquierinvitación a descentrarse, a salir, es un atrevimiento.Vidas negadasNo sé si abnegadas, pero sí negadas. ¡Cuántas vidas con escasas posibilidadesde afirmarse, de crecer y desarrollarse...! «Deberían dejar–dice Roland Holst– que al menos por un minuto se hiciera un gran silencio,y escuchar los llantos de todos los que lloran en el mundo: loshambrientos, los pobres, los que soportan las guerras, los enfermos, lospresos... ¿Quién podría soportar tantos clamores?».¡Abrir bien los ojos, los oídos, los sentidos! Andamos muchas vecescomo adormecidos, «a nuestra bola», como dirían algunos jóvenes;tan a lo nuestro que podemos pisotear por el camino a otros y nodarnos cuenta. «Debajo del puente hay un mundo de gente», dice lacanción de Pedro Guerra, y arriba del puente nos llegan las noticiaspor la tele, por Internet, pero no nos afectan, no nos tocan. Nos lo advirtióya Jesús cuanto contó la historia de aquellos hombres que andabantan ocupados en sus cosas («aunque fueran buenas») que dieronun rodeo ante el que estaba «tirado en la cuneta» y pasaron de largo(Lc 10,25-37).¡Si nos atreviéramos a salir...! ¡Hay tantas vidas que nos pueden interpelar...!Recuerdo mi primer cumpleaños en «Villa Teresita». Hacíapocos meses que había entrado en la comunidad, dejando que Diosconsagrara mi vida entre los más pobres, ¡Todo era nuevo! Cumplimosaños a la vez Esther y yo. Ella vivía en la casa de acogida con su niña.Las dos empezábamos a vivir, estrenábamos los 19, pero ¡qué vidas tandistintas...! Juntas lo preparamos todo al estilo de Esther (yo era laaprendiz: tenía que educar mi sensibilidad para no escandalizar a lospequeños, para poder estar cerca y compartir). Fuimos al «super» ycompramos papas, aceitunas, pan de molde para untar, refrescos...Estuvimos en la fiesta tres hermanas de la comunidad, otras cuatro chicasy los niños, mis padres y mis dos hermanos. ¡Éramos la familia ylos amigos! Para algunas de ellas era la primera vez en mucho tiempoque se celebraba su vida.Esther y yo. Entre su vida y la mía había un abismo; digo «había»,porque se ha ido entretejiendo, con el tiempo, un puente de fraternidadsal terrae


«ABNEGACIÓN»873y cariño. Ella, con una infancia marcada por el abandono, por el entornode un barrio hostil: droga y prostitución. Yo, criada en un pueblode montaña, marcada por el cariño y la naturalidad, con problemas familiarescomo parte de la vida, pero sostenida en un entorno de afectoy de oportunidades para el futuro... Ella sobreviviendo sola, con unaniña de un chico que la había «dejado preñada» (como era natural enel barrio), su madre en la cárcel, y una hermana, «Caty», enganchadaa las drogas y a la que mataron en el barrio a los pocos días de nuestrocumpleaños.A mis 19 años, podía plantearme qué hacer con mi vida: si entregarlao no. El hacerlo no dejaba de ser un ejercicio de «ensimismamiento».Podía darme a manos llenas o dosificando mi entrega, en gratuidado buscando continuamente gratificaciones; pero había algo previoque no podía poner en duda, y es que existencialmente estaba endeuda.¿Qué tienes que no hayas recibido? (1 Co 4,7)Ahora que están tan de moda los «piercings» y los tatuajes, no está malreconocer en nuestro cuerpo las señales de la vida recibida, y quizás elombligo nos pueda servir de recordatorio (de los que no se borran conel paso de los años).Desde el principio, alguien se abnegó por nosotros para darnos lavida. Dependimos de otros desde los primeros días y necesitamos quealguien nos cuidara de día y de noche: leche, cambio de pañales, cambiosde postura, abrazos y besos...: alguien veló. Más tarde, otros nosenseñaron a leer y a escribir... Y así toda la vida.Lo importante de la vida lo hemos recibido. No se puede comprarni está en venta. Algunos lo expresan así: «Podemos comprar placer,pero no amor; diversiones, pero no alegría; bienestar, pero no felicidad;un esclavo, pero no un amigo...». Reconocer lo recibido, hasta lomás básico: tener una casa, agua corriente, comida, medicinas, un lugardonde descansar, alguien que se preocupa de nuestra vida y nosquiere... nos tendría que llevar a ser más agradecidos. ¡Somos privilegiados!¡Disfrutamos de posibilidades y experiencias que muchas criaturasde Dios sólo rozarán o soñarán! El agradecimiento nos pone ennuestro lugar («es de bien nacidos ser agradecidos») y nos hace expe-sal terrae


874 INMACULADA SOLER GIMÉNEZrimentar que no somos propietarios de nada: «gratis lo habéis recibido:¡dadlo gratis!» (Mt 10,8).Cuando caemos en la cuenta de tanto bien y amamos al otro concretoque Dios ha puesto en nuestra vida, sobre todo cuando éste ha sidovulnerado en sus derechos, en su dignidad, en su infancia, en susposibilidades de desarrollarse como persona, cualquier gesto de privacióny entrega, vivido con amor, forma parte de una deuda contraída,deuda de agradecimiento. Habrá abnegación suave y a veces dolorosa,pero el peso no estará en lo que se niega, sino en lo que se afirma. Elpeso lo lleva el amor. En el movimiento de ida, negaremos algo «nuestro»para afirmar algo en el otro; y en el de vuelta (que sólo podremosrecibir como un regalo, cuando ya la mano derecha no se acuerde de loque hizo la izquierda), percibiremos que hemos recibido mucho más delo que hemos dado.Sin agradecimiento profundo, difícilmente entenderemos la lógicade la abnegación ni la del amor. Ni entenderemos tampoco la dinámicanatural de darnos, de compartir y sacrificarnos por el otro. Sin esteagradecer, la abnegación puede ser un ejercicio ensayado, un conjuntode esfuerzos y buenas intenciones que «pasen factura a los demás», ycorreremos el peligro de pensar que todos están en deuda con nosotros,de que «todo se nos debe», y estaremos tan centrados en nosotros mismosque olvidaremos dónde estamos y dónde están los otros, los cercanosy los lejanos. Puede que confundamos tanto la realidad que creamosque somos abnegados porque «sacamos la basura todos los días».Tomar conciencia de lo recibido es reconocer rostros, nombres. Esaprender a dar gracias y sabernos entrelazados unos con otros, dependientes,parte de la misma familia. Es sentir que el otro forma parte demí, «carne de mi misma carne». Al menos, eso es lo que afirmamoscuando nos atrevemos a llamar a Dios «Padre Nuestro». La abnegación,la ayuda, la solidaridad que brotan de ahí nos hermanan, porqueno nacen del heroísmo del fuerte, del que está por encima, del que dapero no recibe, sino de la acogida del otro, de la experiencia de la propiadebilidad y la necesidad que tenemos unos de otros para alimentarnosy sostenernos. Etty Hillesum, en el primer campo de concentracióndonde estuvo detenida, expresa así su agradecimiento por un vasode agua: «Me sentó tan bien aquel trago que pensé: ¡ojalá pudieracaminar por ahí para dar un trago de agua a algunas gentes, a las quemás lo necesiten, las que están amontonadas a miles».sal terrae


«ABNEGACIÓN»875Lo recibido, si lo retenemos, se pudre como el agua cuando se estanca.Se hace necesario reconocerlo para poder vivir dándolo, para noromper la cadena, una «cadena de favores», como la preciosa película.Dar hasta que duelaHemos asistido en el verano pasado a los Juegos Olímpicos de Pekín.¡Cuánta abnegación y sacrificio...! Como diría Pablo, «para conseguiruna corona que se marchita»... Y nosotros, ¿cuál es nuestra corona? Senos entrena para el Triunfo: «Operación Triunfo», «Fama», etc. Denuevo, ¡cuántas privaciones y sacrificios...! Pero ¿para qué?; ¿cuál esla carrera en que nos jugamos la vida y la felicidad?En uno de sus estudios sobre los jóvenes, Javier Elzo escribe:«En muchos de los jóvenes de hoy existe un hiato, una falla, entrelos valores finalistas y los instrumentales: los jóvenes de hoyapuestan e invierten afectiva y racionalmente en los valores finalistas(pacifismo, tolerancia, ecología, exigencia de lealtad...), a lapar que presentan, sin embargo, grandes fallas en los valores instrumentales,sin los cuales todo lo anterior corre el gran riesgo deser un discurso bonito. Son los déficits que presentan en valorescomo el esfuerzo, la autorresponsabilidad, el compromiso, la participación,la abnegación, la aceptación del límite... La escasa articulaciónentre valores finalistas y valores instrumentales está poniendoal descubierto la continua contradicción de muchos jóvenespara mantener un discurso y una práctica con una determinadacoherencia y continuidad temporal allí donde se precisa un esfuerzocuya utilidad no sea inmediatamente percibida» 2 .¿Hay algo en la vida que valga la pena y no cueste? ¿Quién nos entrenarápara el servicio, para dar la vida, para el amor en la vida cotidiana,para vivir con los cinco sentidos, poniendo en juego la vida entera?Nos llenamos de deseos porque queremos vivir grandes emociones,amores apasionados... ¡de película! En el fondo, vivimos para elfin de semana, y mientras tanto nos perdemos el amor en el día a día,en la vida real. ¿Quién nos enseñará?: los buenos días al que tiene ca-2. Jóvenes y valores, la clave para la sociedad del futuro, Fundación La Caixa,Barcelona 2006.sal terrae


876 INMACULADA SOLER GIMÉNEZra de recién levantado; el ser amables cuando nos preguntan; el acogeral que llega; el escuchar la historia que repite cien veces el mayor dela casa; el «echar una mano» en lo que podamos; el hacer la vida agradablea los que están cerca; el ver el canal de tele que no nos apetece,para dar gusto a otro; el reciclar lo que ensuciamos... El amor sin abnegaciónes un amor sin consistencia, líquido, condenado a esfumarse.La abnegación es uno de los nombres del amor en la vida cotidiana.Decía la Madre Teresa: «hay que dar hasta que duela»; y duele loque supone algún sacrificio, lo que nos afecta. «Dar solamente aquelloque te sobra nunca fue compartir, sino dar limosna, amor. Si no lo sabestú, te lo digo yo», canta la letra de «Corazón partío», de Alejan-droSanz. Todo movimiento de dar vida, de entrega, toda vocación, suponeabnegación. Si no, preguntemos a las madres, a las abuelas. La publicidadnos engaña muchas veces, enmascara y oculta parte de la realidad(el dolor, el conflicto, la muerte, la enfermedad... como parte de la vida,como lugar donde el amor se muestra y es probado), y juega connuestros deseos de felicidad, todo sin esfuerzo, sin espera, sin renuncia,todo con fecha de caducidad. «En una cultura de consumo como lanuestra, partidaria de los productos listos para uso inmediato, las solucionesrápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieranesfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contratodo riesgo..., la promesa de aprender el arte de amar es la promesafalsa, engañosa de lograr “experiencia en el amor” como si se tratarade cualquier otra mercancía» 3 . ¿Y es que se puede amar sin dolor,sin renuncia? Jesús no nos engaña con falsas promesas, no endulza nienmascara las dificultades; sólo preguntará o dirá: «¿también vosotrosqueréis marcharos?» (Jn 6,67); «si el grano de trigo no muere...» (Jn12,24); «era necesario que el Hijo del hombre...» (Mc 8,31); «felices lospobres...» (Lc 6,20); «cuando la mujer va a dar a luz...» (Jn 16,21).¿Se puede amar sin autodonación, sin negar algo de lo mío a favordel otro?; ¿no será que vivimos «amores a medias»? «Si vuestro miedoos hace buscar sólo la paz y el placer del amor, entonces sería mejorque cubrierais vuestra desnudez y os alejarais de sus umbrales haciaun mundo sin estaciones, donde reiréis, pero no con toda vuestra3. Zygmunt BAUMAN, Amor Líquido, Fondo de Cultura Económica, Madrid 2005p. 22.sal terrae


«ABNEGACIÓN»877risa; donde lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas» 4 . El amorde verdad, como dice la Palabra, «es paciente, es amable, el amor noes envidioso ni fanfarrón, no es orgulloso ni destemplado, no busca suinterés, no se irrita, no apunta las ofensas, no se alegra de la injusticia,se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera,todo lo soporta. El amor nunca acabará» (1 Co 13,4ss).Así oraba Francisco de Asís: «Oh, Señor, que no me empeñe tantoen ser consolado como en consolar; en ser comprendido como en comprender;en ser amado como en amar; porque dando se recibe; olvidandose encuentra; perdonando se es perdonado; muriendo se resucitaa la vida».En un mundo tan cambiante, donde todo –afirma ZygmuntBauman– parece líquido, necesitamos entrenadores y entrenadoras quecon su vida y acompañamiento nos enseñen la naturalidad de darse,nos enseñen a ser fieles, a permanecer en el amor cuando no hay «subidón»,cuando «no se siente nada», cuando «todo es gris»... y, misteriosamente,tener paz y alegría. Que nos enseñen a no devolver mal pormal, a des-centrarnos, a tener en el otro nuestro centro: el Otro (aprendiendoa buscar Su Voluntad como secreto de la felicidad) y los otrosconcretos, especialmente los no queridos, los despreciados, los excluidos.No nos sirve cualquier entrenador. Seguro que todos conocemosen nuestra familia, en nuestro barrio a alguno bueno; posiblemente,ellos ni lo saben, pero los demás sí disfrutamos y sabemos del buen saborque nos deja su vida, su compañía, su mera presencia.Vidas que dejan buen saborLos jóvenes, en general todos, rechazamos «aquello que huela a muerte,a rancio»; por eso, más allá de nuestros discursos (bien formulados),están nuestras caras y el sabor que transmite nuestra vida.¿A qué sabe nuestra vida? A esta pregunta sólo pueden responderlos demás, los que viven a nuestro alrededor. ¿Se vive a gusto con nosotros?¿Generamos vida o dejamos rigideces, durezas, tensiones,amargura...? «He venido para que tengan vida, y vida abundante».4. Gibran Jalil GIBRAN, El profeta / El loco / El vagabundo, Akal bolsillo, Madrid1980, p 17.sal terrae


878 INMACULADA SOLER GIMÉNEZ¡Nuestro Dios es un Dios de vivos! Y Él nos envía a crear condicionesde vida digna y justa para todos, a luchar, a hacer la vida agradable aquienes viven con nosotros, a abajarnos para poder levantar, a aliviarsufrimientos, a aligerar el peso: «Aprended de mí, que soy manso y humildede corazón..., porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera»(Mt 11,28ss). Sabemos que en lo cotidiano las grandes luces se esconden,y se nos invita a alumbrar en lo pequeño, a avivar la esperanza quevacila, a cuidar la vida que germina, a caminar con humildad, con laverdad nuestra y la de los otros.Comentan de Santa Teresa que andaba con tanto agradecimientopor los caminos que todos gustaban de acompañarla. La abnegación vaunida al agradecimiento y a la alegría. Por eso, difícilmente podremoshablar de abnegación a los jóvenes si no amamos la vida, si no se nosnota en la cara, si no transmitimos un mensaje con sabor a Buena Noticia.Javier Garrido afirma que «donde no hay capacidad de gozo, todarenuncia es patológica» 5 . Por lo tanto, difícilmente el que no sabegozar de la vida podrá abnegarse evangélicamente.¡Hay que ser muy libres para vivir abnegadamente! «Nadie me quitala vida» (Jn 10,18), nos dice Jesús. Necesitamos una dosis alta de libertadpara amar bien. Libertad para tomar la vida en las propias manosy libertad para elegir vivir dándola, no siendo el centro, no buscandoel propio interés, descendiendo (Flp 2,5ss).El otro, que es mi mayor regalo y mi responsabilidad, me salva. Elamor abnegado saca lo mejor de nosotros mismos y nos hace más humanos;comestibles; alimento para los demás; eucaristía: «Como mazorcasde maíz os recogerá, Os desgranará hasta dejaros desnudos. Oscernerá hasta libraros de vuestro pellejo. Os molerá hasta conseguirla indeleble blancura. Os amasará para que lo dócil y lo flexible brotede vuestra dureza. Y os destinará luego al fuego sagrado, para quepodáis convertiros en el sagrado pan para el sagrado festín de Dios.Todo eso hará el amor con vosotros, para que conozcáis los secretosde vuestro propio corazón y así lleguéis a convertiros en un fragmentodel corazón de la Vida» 6 .5. Javier GARRIDO, Proceso humano y gracia de Dios, <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong>, Santander 1996,p 416.6. Gibran Jalil GIBRAN, op. cit., p 17.sal terrae


«ABNEGACIÓN»879¿Cuál es el secreto?El secreto no es algo, sino Alguien: Aquel que nos amó primero. LaVida que nadie ni nada nos puede quitar. Él es el gran secreto, el tesoroescondido, la perla preciosa, la Felicidad que se nos regala. El quese hizo pobre para enriquecernos se abaja para levantarnos, se niegapara afirmarnos, se desvive cada día para alimentarnos y saciarnos consu cuerpo y su palabra y se presenta ante nosotros desnudo, hambriento,sin techo... Él es quien nos invita a seguirle, a vivir con Él, a desvivirnoscomo Él.La lógica de la abnegación es la que está detrás de la felicidad delReino: morir para vivir; ser pobre para ser rico; abajarse para ser levantado;ser último, esclavo, servidor..., para ser el primero; vender loque se tiene para conseguir el mayor tesoro; hacerse pequeño para sergrande; perder la vida para encontrarla... La negación de nuestro proyecto,de nuestro querer... para buscar lo que Dios quiere de nosotros(nuestra felicidad) es lo que rezamos cada día en el Padre nuestro: «quese haga tu voluntad». En el intento de responder a lo que intuimos queÉl quiere, se juega toda nuestra vida y la felicidad que buscamos ¿Nosatreveremos a abrirnos a ella?Se nos ha regalado una semilla que no está en las tiendas ni se puedecomprar por Internet; es como un tesoro escondido en el interior decada uno; es la Vida de Dios, que pide nuestro consentimiento para seracogida. ¿Se lo daremos? ¿La dejaremos crecer?«Por encima de la finitud, del espacio y del tiempo, el amor infinitamenteinfinito de Dios viene y nos toma. Llega justo a su hora.Tenemos la posibilidad de aceptarlo o de rechazarlo. Si permanecemossordos, volverá una y otra vez como un mendigo; pero,también como un mendigo, llegará el día en que ya no vuelva.Si aceptamos, Dios depositará en nosotros una semillita y se irá.A partir de ese momento, Dios no tiene que hacer nada más, nitampoco nosotros, sino esperar. Pero sin lamentarnos del consentimientodado, del “sí” nupcial. Esto no es tan fácil como parece,pues el crecimiento de la semilla en nosotros es doloroso. Además,por el hecho mismo de aceptarlo no podemos dejar de destruirlo que le molesta; tenemos que arrancar las malas hierbas,cortar la grama. Y, desgraciadamente, esta grama forma parte denuestra propia carne, de modo que esos cuidados de jardinero sonsal terrae


880 INMACULADA SOLER GIMÉNEZuna operación cruenta. Sin embargo, en cualquier caso la semillacrece sola. Llega un día en que el alma pertenece a Dios, en queno solamente da su consentimiento al amor, sino en que, de formaverdadera y afectiva, ama. Debe entonces, a su vez, atravesar eluniverso para llegar hasta Dios. El alma no ama como una criatura,con amor creado. El amor que hay en ella es divino, increado,pues es el amor de Dios hacia Dios que pasa por ella. Sólo Dioses capaz de amar a Dios. Lo único que nosotros podemos hacer esrenunciar a nuestros propios sentimientos para dejar paso a eseamor en nuestra alma. Esto significa negarse a sí mismo. Sólo paraeste consentimiento hemos sido creados» 7 .7. S. WEIL, A la espera de Dios, Movimiento Cultural Cristiano, Madrid 1993,pp. 53ss.sal terrae


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADTERESA DE JESÚSEscritos esencialesIntroducción y edición:Alfonso Ruiz, OCD296 págs.P.V.P. (IVA incl.): 15,00 €Estas páginas, que resumen los escritos esenciales de Teresa de Jesús,no son un simple florilegio al uso, al hilo de unos temas determinados,sino que van siguiendo la secuencia completa de su pensamiento en cadauno de sus Libros, que, además de ofrecernos el eco de sus vivencias,nos invitan a repetir su experiencia de oración y de búsqueda deun Dios-Amigo, siempre amoroso y cercano. A decir verdad, si algopretenden estas páginas es «engolosinar» al lector, suscitar en él el deseode conocer y saborear en su totalidad los escritos teresianos y dejarseguiar por su jugosa espiritualidad.


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADJOSÉ CARLOS BERMEJORegálame más cuentoscon salud128 págs.P.V.P. (IVA incl.): 7,50 €«Hace unos años, en esta misma <strong>Editorial</strong>, hice una selección de cuentosque fueron publicados con el título Regálame la salud de un cuento,confesando, como lo hago de nuevo ahora, que no son míos, que setrata solamente de una recopilación. He aquí una nueva selección. Soncuentos para todos. Por eso, éste es un libro para todos: grandes y pequeños.Tiene salud. Da salud. Porque los cuentos provocan; llaman alcorazón de quien los lee; reclaman, con su moraleja, esa dimensión éticacapaz de hacernos mejores personas, más felices».


ST 96 (2008) 883-893LOS LIBROSRecensionesCard. MARTINI, SJ, Carlo M. – SPORSCHILL, SJ, Georg, Coloquiosnocturnos en Jerusalén. Sobre el riesgo de la fe, San Pablo, Madrid2008, 194 pp.«Este libro está escrito a cuatro manos».Así explica el Cardenal Martiniel proceso de composición de estaobra surgida de las conversacionesentre él y el jesuita austríaco GeorgSporschill –conocido (y reconocido)por su premiada labor con los niñosde la calle en Moldavia y Rumanía–,donde los jóvenes y sus preguntasmarcan la pauta de las reflexiones,convirtiéndose también en auténticosprotagonistas.El sugerente título da cuenta detres puntos importantes que marcanel estilo de esta pequeña joya: en primerlugar, el hecho de tratarse de uncoloquio subraya la importancia nosólo de las respuestas del Cardenal,sino de las preguntas. Porque no setrata de una entrevista, sino de unaconversación en la que el lector, juntoa la presencia activa de Martini ySporschill, se encuentra con los jóvenes,el mundo, la Iglesia y Dios.En segundo lugar, el trasfondo nocturnoen que se dieron estas conversacionesmarca un clima de silenciosososiego que la obra escrita mantieney transmite. Las palabras brotantranquilas, fluyen sin estorbos,ayudando al lector a meterse en unambiente de meditación. Eso favoreceque las críticas no causen violencia,sino que ayuden a pensar. Loimportante no es estar o no de acuerdocon las reflexiones, sino escucharactivamente, dejarse interpelar, empaparsede las palabras dichas, gustarlas,contribuir a ellas con respuestaspropias... Y, en tercer lugar, Jerusaléncomo símbolo. Allí se inicióla historia de los cristianos, allí viveen la actualidad Martini después dedejar su cargo y su palacio arzobispalde Milán, y en esa ciudad llenade historia, la ciudad de su «primersal terrae


884 LOS LIBROSamor», encuentra concentradas lascontradicciones de la existencia ylos retos con que el creyente se topaen el camino de la fe: las raíces y lamodernidad, la paz y la guerra, lanobleza y la ambición, la sabiduríaancestral y la banalidad del mundo.«El Concilio se expuso con valentíaa las preguntas de la época»,dice Martini; y eso mismo es lo quehace él en este libro, que algunosconsideran ya su testamento espiritual.No hay inquietudes que no tengancabida en este modo de conversaramigable que confía en la riquezade cada interlocutor (sean los jóvenes,las grandes religiones o la indiferenciade muchos hombres ymujeres de nuestro mundo). Todostienen algo que aportar y que decir.Es necesario escuchar.El cardenal no esquiva las preguntaspersonales (¿Cómo experimentausted a Dios? ¿Qué preguntale haría usted a Jesús si tuviese laposibilidad de hacerlo? ¿Cómoaprendió usted a orar? ¿Tiene miedoa la muerte? ¿Cómo hizo usted amigospersonalmente?), las teológicas(¿De dónde proviene el mal? ¿Quédistingue el amor de Jesús?), lasuniversales y cotidianas (¿Cómo esque hay personas que tienen una vidahermosa, y otras no? ¿Cómo podemosvivir con el sufrimiento y ladesgracia? ¿Dónde están los peligrospara los jóvenes?), hasta lasmás polémicas y controvertidas(¿Cuál sería el verdadero significadode la conciencia? ¿Cómo es quelos sacerdotes no se casan? ¿Qué tareaespecial se le presenta entre nosotrosa la Iglesia frente al Islam?¿No es soberbia que los partidos sedenominen cristianos?).De este modo, a lo largo de estaspreguntas vitales y humanas se lograun retrato de la actualidad, de la humanidady del propio Cardenal, paraquien la fuerza de la juventud, laapertura al mundo, el coraje de la fe,la práctica de la justicia y la ternurade la amistad con los hombres y conel Señor son pilares para transmitiresperanza.Mª Dolores López Guzmánsal terrae


RECENSIONES885MADRIGAL, Santiago, Eclesialidad, reforma y misión. El legado teológicode Ignacio de Loyola, Pedro Fabro y Francisco de Javier,San Pablo-Universidad Pontificia Comillas, Madrid 2008, 334 pp.La celebración de los aniversariosignacianos entre los años 2005 y2006 sirve de oportunidad a este libroque quiere presentar el legado teológicodel fundador de la Compañíay de dos de sus primeros compañeros(Pedro Fabro y Javier).Con un estilo claro y ameno, alque ya nos tiene acostumbrados elautor, el libro se estructura en cincopartes: las tres centrales correspondena los tres personajes estudiados,mientras la primera es una presentaciónhistórica de los comienzos de laCompañía o, mejor, de las dificultadescon que los jesuitas se encontraronen sus inicios (concentradas enla crítica realizada por el dominicoMelchor Cano), y la última es unaapertura al futuro, a partir de conectarlas «dimensiones de la vida en elEspíritu y de la misión en la Iglesiaen el corazón de la inspiración trinitariadel carisma ignaciano» (22). Deestas cinco partes, sólo la cuarta, dedicadaa Francisco Javier, es una primicia,ya que las otras cuatro han sidopublicadas con anterioridad, sibien es verdad que todas están reelaboradaspara dar unidad al conjunto.Santiago Madrigal es teólogo y,como él mismo señala, se sitúa anteestos autores desde esa perspectiva.Quiere descubrir el legado teológicode estos tres primeros compañerosdel grupo inicial de la Compañía paraacomodarlo creativamente altiempo actual. Esta pretensión se enfrentadesde el comienzo con dificultadesclaras: ninguno de los autoresestudiados se dedicó a la teologíani escribió un tratado teológico, porlo que este intento supone enfrentarsea un conjunto de fuentes diversas,de las que hay que destilar lo quepueda ayudar para entender cuál essu visión teológica.El hilo conductor elegido por elautor en el caso de Ignacio es «la pasiónignaciana por lo eclesial» (60),tal como aparece especialmente ensus Ejercicios Espirituales y en las«Reglas para sentir con la Iglesia»que cierran este libro. En mi opinión,la elección realizada por Madrigales muy acertada, no sólo porlo necesario que es para el tiempoactual, sino, sobre todo, porque es unpunto central de la teología de Ignacio,que posibilita al mismo tiempoprofundizar en otros aspectos fundamentales(cómo se produce la experienciainmediata de Dios; qué relaciónhay entre la fe y la Iglesia; etc.).Fabro es presentado como el peregrino,tanto a nivel interior como exterior,que supo desarrollar un «ecumenismoespiritual» ante la reformasal terrae


886 LOS LIBROSprotestante. Y Javier, como el primermisionero y, por lo tanto, como elprimer eslabón de una cadena de diálogoentre los jesuitas y las religionesno cristianas. Madrigal subraya enestos dos últimos la apropiación personalde los Ejercicios Espiritualesde san Ignacio, por lo que la continuidadentre los tres autores presentadosse hace más patente.Este libro nos ofrece páginas esclarecidasen las que sucintamentese presenta «lo más teológico» delos tres autores: en especial, la lecturaeclesiológica del libro de losEjercicios (73-100), los principiosteológicas de un ecumenismo espiritual(196-206) y la reflexión acercade los presupuestos del método misionerode Javier (286-294). El últimocapítulo, que sirve de conclusióna todo el libro, describe la eclesiologíade misión que subyace a la aventurade los jesuitas. Esta eclesiologíano aparece en las reflexiones eclesiológicaspropiamente dichas de losprimeros jesuitas (algo comprensible,ya que en el siglo XVI el temade la misión y de las misiones no eraobjeto de los tratados sobre laIglesia), pero sí se puede rastrear apartir de las experiencias fundacionalesde Ignacio y a través de la praxisde los primeros compañeros.Un acierto de la obra que presentamoses el intento de «actualizar» alos autores estudiados, estableciendopuentes entre su problemática y lanuestra, entre sus reflexiones y suspuntos de vista a nivel teológico ylos temas que hoy se están debatiendoen el mundo teológico. Este intentosiempre tiene el peligro de sobreinterpretara aquellos a los que seestudia. A mi entender, el profesorMadrigal soslaya esta dificultad,acotando bien lo que se puede concluirde las fuentes que tenemos y loque es ya interpretación (cf. la reflexiónacerca de la idea de Iglesia jerárquicaen Ignacio: pp. 95-99; o laponderada presentación de las ideasde Javier sobre la salvación de losinfieles: pp. 291-298). Queda algúnpunto, en este tema de la actualizaciónde los autores estudiados, quehabríamos deseado fuese más profundizado,en concreto cómo surgede la analogía entre la Compañía deJesús y la Iglesia primitiva una eclesiologíade comunión (p. 327).El libro de Santiago Madrigal, enfin, se lee con gusto y provecho y esun digno colofón a los libros que sehan publicado para conmemorar loscentenarios ignacianos.Diego Molina, SJsal terrae


RECENSIONES887MARTÍNEZ, SJ, Julio Luis, Ciudadanía, migraciones y religión. Undiálogo ético desde la fe cristiana, San Pablo-UniversidadPontificia Comillas, Madrid 2007, 618 pp.El tema es pertinente, actual, apasionantey de gran calado. Pocas personasestán tan cualificadas como elautor para abordar estas cuestionescon la profundidad, la claridad y elrigor requeridos. La formación y trayectoriadel autor facilita, además, unenfoque interdisciplinar imprescindiblepara comprender adecuadamentela complejidad de los asuntos abordados.Filósofo y teólogo; director delos institutos universitarios de bioéticay de migraciones; buen conocedorde tradiciones dialogantes, como lasde Rawls, Habermas o Murray; profesorde moral social y voluntario enla pastoral de inmigrantes..., JulioMartínez es la persona adecuada paraguiarnos por el análisis crítico delas relaciones entre ciudadanía, migracionesy religión.La primera parte, que toma prestadode David Tracy su sugerente título«Nombrar el presente», presentala migración como la cara humanade la globalización (capítulo 1) yanaliza los cambios en la ciudadaníaante las transformaciones sociales(cap. 2), el impacto de la globalizaciónpolítica (cap. 3) y la sociedadmulticultural (cap. 4). Señalo tan sólodos relevantes matices lingüísticos:el autor habla correctamente de«migración» y no de inmigración,porque estamos ante un fenómenoglobal y complejo que ni comienzaen nuestras fronteras ni se puede mirarsólo desde la óptica de las sociedadesreceptoras. Segunda precisiónterminológica: es imprescindibleconsiderar la distinción entre lo«multicultural», como realidad descriptivade sociedades plurales, y lo«intercultural», como apuesta e ideala construir creativamente. Estadistinción, introducida ya en el capítulo4, se retomará con más detalleen la tercera parte de la obra.El segundo bloque del libro abordalos diversos modelos de ciudadaníavigentes en el debate contemporáneoe implícitos en la praxis cotidianade nuestras sociedades. Sucesivamentevan apareciendo los modelosliberal de Rawls y otros (cap.5), comunitarista de Taylor, Walzer yKymlicka (cap. 6), republicano dePhilip Pettit y John C. Murray (cap.7), comunicativo de Habermas (cap.8) y de la doctrina social de la Iglesia(cap. 9). Dos son las virtudes destacadasde la exposición de JulioMartínez en este apartado: primero,la claridad expositiva y la valoraciónponderada de los diversos modelos;segundo, la introducción de propues-sal terrae


888 LOS LIBROStas que, siendo importantes, nosiempre se consideran en otros textosgenerales. En este sentido, cabedestacar la presentación de la doctrinasocial católica, que abre al horizonteético de la ciudadanía mundial.El profesor Martínez hace unaaportación relevante, porque últimamenteabundan presentaciones similares,pero que empiezan a sonar atópicos manidos, pues no siempreconocen bien el debate planteado nilos matices a considerar.La tercera parte del libro introduce,en tres capítulos, las perspectivaséticas del diálogo intercultural.De nuevo, se agradece la consistenciaintelectual del autor, que, másallá de modas pasajeras, reflexionasobre cuestiones de envergadura encoherencia con su discurso argumental.No es sólo que «toque» hablarde interculturalidad, sino queestamos ante un asunto central denuestro tiempo que, por un lado, pidebuscar una ubicación ética parael pluralismo cultural (cap. 10) y,por otro, requiere construir una éticaintercultural (cap. 11). Sólo desdeahí se valora en sus justos términosla relevancia y la importancia éticade la educación intercultural (cap.12). A lo largo de estas páginas destacala apuesta del autor por una deliberaciónética que incluye tantoprocedimientos correctos como sustanciamoral (pp. 338, 345, 351) y elrecurso a la ciudadanía como categoríamediadora y como marco en elque insertar la construcción de la sociedadintercultural (pp. 365, 385).Con la cuarta parte, el libro seadentra explícitamente en las cuestionesreligiosas, analizando el retode ser ciudadanos y creyentes encontextos de diversidad cultural y religiosa.Un primer paso (cap. 13), decorte más sociológico, describe elnuevo rostro de la religión en elmundo contemporáneo y plantea algunasde las cuestiones nuclearesque debemos estudiar (pp. 433-435).Desde aquí, Julio Martínez se dedicaa repensar el puesto político o públicode la religión (cap. 14), señalandoque la separación Iglesia-Estado nose opone a la cooperación con lasconfesiones religiosas y optando poruna «neutralidad benevolente». Comoun ejemplo visible, en el cap. 15analiza el espacio de los símbolosreligiosos (concretamente, el asuntodel velo islámico en Francia) comoconcreción de las relaciones entreciudadanía y laicidad. Una vez más,el autor defiende el diálogo cívico yla concordia razonable entre religiones,apostando por el diálogo interreligiosocomo cultura, expresiónsugerente que debería explorarseulteriormente.Como se ve, este planteamientoes todavía general y se apoya en lasreflexiones de la filosofía política,sal terrae


RECENSIONESpor lo que debe complementarse conla quinta y última parte, que concretalo anterior analizando la presenciade la Iglesia católica en una sociedadpluralista. Aquí el planteamiento setorna más específico y sustentado enla reflexión teológica. El capítulo16, casi introductorio de este bloque,sitúa la relación entre Iglesia y críticasocial. Destaca, a continuación, elpapel de la Iglesia católica como comunidadmundial, como actor global-local,como sacramento de unidaden un mundo globalizado (cap.17). La respuesta de la doctrina socialde la Iglesia al desafío de la migraciónconstituye el núcleo del cap.18, que ofrece una presentación claray ponderada que ayudará a conocer,valorar y aplicar este espléndido«corpus doctrinal» que se apoya en ylanza a una praxis comprometida alservicio de las personas migrantes.El balance final (pp. 591-617) noes simplemente un resumen de lo anterior,sino un decantado conclusivoque plantea cuestiones de fondo ylanza nuevos retos. Destaco tres: lavinculación entre ciudadanía y participación,con el reto de plasmar verdaderasprácticas de participación889ciudadana. La relación entre ciudadaníay el espacio público de la religión,con el reto de superar los límitesde la razón pública de la democracialiberal y favorecer así una plena,creativa y plural integración socialde los migrantes. Y, finalmente,algunos acentos de la propuesta moralcatólica, con el reto de encarnarlade manera consistente y creíble.Como no podía ser de otra manera,dada la importancia y complejidaddel tema, estamos ante un librovoluminoso. Sin embargo, sus másde 600 páginas no deberían asustar aningún lector, ya que el texto fluyecon soltura, y los contenidos se articulancon claridad. El libro será deutilidad para investigadores y especialistas,para estudiantes y personasinteresadas en estas cuestiones, paraprofesionales técnicos y voluntariosimplicados directamente en la atencióna los migrantes. Entre otras muchascosas, a los creyentes les ayudaráa comprender la complejidad delos asuntos, y a quienes se acerquena las migraciones desde una ópticamás secular les ayudará a integrar elelemento religioso en su análisis yactuación.Daniel Izuzquiza, SJsal terrae


890 LOS LIBROSBURGUEÑO, José Manuel, El Libro de la Navidad, Luna Books,Valencia 2008, 228 pp.Es curioso comprobar cómo el obisposan Nicolás de Bari, que vivióallá por el siglo IV, ha acabado convirtiéndoseen Papá Noel. O que losReyes Magos no siempre han sidotres; ni siquiera el rey Baltasar ha sidosiempre negro. O que Jesucristoposiblemente nació unos años «antesde Cristo», caprichos del calendario.El Libro de la Navidad es un trabajodocumentado, tremendamentecuidado y minucioso, que realiza unrepaso de los orígenes y la evoluciónde muchas de las tradiciones navideñas.Todos estamos acostumbrados aconvivir con elementos como el árbolde Navidad, los calendarios deAdviento, el acebo, las velas... Pero¿conocemos el significado de todosestos símbolos? ¿Sabemos de dóndeproceden y a qué responden estastradiciones?José Manuel Burgueño, el autor,es periodista y escritor. Y una de suscualidades más envidiables es la capacidadque tiene para contar las cosasde manera sencilla, entretenida ydivulgativa. La lectura de este libronos sumerge en el mundo de la Navidad,nos ayuda a conocer muchísimosaspectos que llenan de sentidola celebración navideña, que devuelvenel contenido a una festividadque, con el paso del tiempo, cada vezestá más alejada de su simbolismosal terraeoriginal y más dedicada al ocio, ladiversión, el consumo, incluso losexcesos... Porque, como dice el autor,«no es malo que haya fiestas,que celebremos banquetes con la familia,que intercambiemos regalos,que disfrutemos de tiempo libre.Pero existe un riesgo real de quedarseen esas cosas y perderse lo mejor».Devolver el sentido a la Navidad:ése es el objetivo del libro.Han sido muchos años de recopilaciónde información, de consulta,de lectura, de acumulación de datos...Y tras toda esa investigación, latarea de organización de ese materialfue igual de importante. No es fácilsintetizar, estructurar y condensarsemejante cantidad de informaciónen poco más de 200 páginas. PeroJosé Manuel Burgueño no sólo lo haconseguido, sino que además lo hahecho con naturalidad, con fluidez.El libro se lee solo, sin esfuerzo. Setrata de una lectura amable, relajada,amena y, además, plagada de curiosidadesy descubrimientos.El Libro de la Navidad está divididoen 11 grandes bloques temáticos:«El Núcleo de la Navidad» hablade aspectos básicos de la celebración,como la procedencia de lapropia palabra «Navidad», la fechadel nacimiento de Jesús, el lugar, lascelebraciones en los distintos luga-


RECENSIONESres del mundo...; en «El Adviento»se explica el sentido de este tiempo,así como tradiciones ligadas al mismo,como las coronas de Adviento,las novenas del mismo nombre o lospropios calendarios de ventanitas;«El Belén» repasa los elementos máscaracterísticos de estas representacionesartísticas; en «El Árbol» secuenta cómo se originó esta costumbre,cómo evolucionó, qué sentidotiene...; y en «Decoración y Adornos»tienen cabida elementos comolas campanillas, los zuecos, las herraduras,el bastoncillo de caramelo,las velas, el acebo, el muérdago, laflor de Pascua, el laurel, etcétera.El libro también incluye cuatrobloques dedicados a las costumbrespropiamente dichas: «Usos y Tradiciones»;«Música» –merece menciónespecial la leyenda del villancicomás cantado del mundo, «Nochede Paz» («Stille Nacht», en alemán)–;«Gastronomía» y «Regalos».Los dos últimos capítulos están dedicadosa «Los Reyes Magos» y a«Papá Noel». Si los anteriores sonbuenos, éstos tienen la carga emotivaañadida de retrotraernos a nuestrainfancia. La obra se completa conunos apéndices en los que se incluyencuriosidades, records, efemérides...relacionados con la Navidad.Desde el trabajo y la constancia,el autor ha dado forma a un trabajo891absolutamente redondo, completo ybien rematado. Es un libro que naciósin pretensiones, pero que, desde lahumildad del trabajo bien hecho, haacabado convirtiéndose en una obraúnica. La calidad de la edición (tapadura, sobrecubierta con barnices yrelieves, diseño elegante, papel dealto gramaje) hace que el aspectoformal no desmerezca el enorme valordel contenido. Y ese esfuerzo hayque agradecérselo a la empresa editora,Luna Books.José Manuel Bargueño (Madrid,1965), doctor en Ciencias de la Informaciónpor la Universidad Complutensede Madrid, es, efectivamente,periodista y escritor. Pero, sobretodo, un gran comunicador. Y quedasobradamente demostrado en estetrabajo, en el que pone todas sus dotesal servicio del lector. Ha trabajadoen medios de comunicación como«ABC», «La Gaceta de los Negocios»o «Cinco Días», y ha obtenidoalgunos de los premios de periodismomás prestigiosos, como el«J&B Joven y Brillante de PeriodismoEconómico», el «Premio Vodafonede Periodismo de Telecomunicaciones»o el «Premio EnerClub deInformación de Energía». Es, además,autor de otro libro, La invenciónen el periodismo infomativo(UOC Press, 2008)Javier Serrano Palaciosal terrae


892 LOS LIBROSGONZÁLEZ DE CARDEDAL, O., Confirmarse. Para llegar a ser cristiano,San Pablo, Madrid 2008, 96 pp.La obra que presentamos en estemomento puede prestarse a error. Sureducido tamaño y sus característicasformales (número de páginas, estilode letra, etc.) darían la impresiónde que nos encontramos ante un «librode bolsillo», «de divulgación».Y, ciertamente, en parte lo es. Peroes mucho más: nos encontramos anteuna obra «de firma». Estas brevespáginas contienen una carta a Carmeny Ramón, dos jóvenes amigosque van a recibir el sacramento de laconfirmación. ¿Y qué decir de lacarta que un teólogo como Gonzálezde Cardedal escribe con este motivo?Efectivamente, es un auténticoprecipitado teológico, más aún, «sapiencial»,que un hombre experimentadoofrece a quienes se inicianpor los caminos de una existenciacreyente.La obra que comentamos, aúndentro de su concisión, se estructuraen once capítulos breves: «El encuentro»,«La vida cristiana», «Laexperiencia de la gracia», «El cultivode la vida espiritual», «Sacramentosy oración», «Miembros de una comunidad»,«La Iglesia», «Búsquedade la verdad», «El ideal cristiano»,«Alegría y amistad» y «Epílogo».Sus títulos ponen de manifiesto quenos encontramos ante una exposición–en rápidos trazos– de algunosde los grandes temas de la vida cristiana.La densidad y la precisión delas reflexiones realizadas nos sitúanante un particular «catecismo» en elque unas veces prima la palabra del«amigo y hermano mayor»; otras,las del teólogo; otras, las del creyenteque «hace camino al andar», comotodos. La diversidad planteada de tiposde diálogo constituye una plataformaespecialmente adecuada paraestablecer una «conversación», unasveces más «formativa»; otras, más«instructiva»; otras, más «vivencial»,en la que se comparte la propiaexperiencia de fe.Carta dirigida a «Carmen y Ramón»,universitarios, los destinatariosúltimos no son únicamente losjóvenes que se van a confirmar, pormás que esto sea lo que se afirma enel mismo título, sino cuantos quierentomarse en serio su vida cristiana ylas implicaciones que de ello se derivan.Con todo, no podemos por menosde preguntarnos cuántos denuestros jóvenes en grupos de confirmaciónpodrían acceder a una lecturade estas características.Como botón de muestra, nos permitimosrecoger una de las invitaciones,tan pastorales, que nos hace elautor: «Yo siempre he dicho a misalumnos que hay que saberse diezsalmos y diez poesías de memoria.sal terrae


RECENSIONES¿Y para qué? Para que cuando nuestrocorazón, saturado de angustia oherido por la desgracia, se quede reseco,no sepa o no tenga fuerzas paraorar profiriendo ante Dios el doloro la alegría, la súplica o la acción degracias con palabras propias, entonceslo haga con las palabras de losdemás, que de memoria conserva ensus entrañas, y que le aflorarán a loslabios como el agua que rebosa del893borde de la fuente. Al corazón hayque darle vuelo [...]. Y para eso estánlos poetas y los santos» (pp. 49s).Cualquiera de nosotros y nosotras,al hilo de estas páginas, podríarecordar, esto es, actualizar de lamano de Cardedal, qué significa viviral aire del Espíritu, en clave de«confirmación».Mª Ángeles Gómez-Limónsal terrae


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADELIZABETH A. JOHNSONLa búsquedadel Dios vivo.Trazar las fronterasde la teología de Dios296 págs.P.V.P. (IVA incl.): 18,00 €Desde mediados del siglo XX, hemos asistido a la floración de nuevasformas de ver a Dios en la tradición cristiana. No es que se haya descubiertoa un Dios diferente del Dios en el que han creído las generacionespasadas. La fe cristiana no cree en un nuevo Dios, sino que, alencontrarse en nuevas situaciones, busca la presencia de Dios en ellas.Aspectos largo tiempo olvidados se incluyen en la nueva forma de relacionarsecon los acontecimientos actuales, y se aprecia de modos hastaahora ni siquiera imaginados la profundidad de la compasión divina.


STEDITORIALApartado 77 39080 Santander ESPAÑANOVEDADJOSÉ Mª R. OLAIZOLALa alegría,también de noche112 págs.P.V.P. (IVA incl.): 8,00 €Todos aspiramos a la felicidad. ¿Es este deseo una quimera insensata oun anhelo legítimo? Es posible una alegría profunda, hecha de risas ylágrimas, capaz de vivirse en los momentos de euforia y fiesta, perotambién en las horas más oscuras. Es posible un gozo con raíces hondas,que se disfruta en los días radiantes, pero que no se apaga sin másante la dificultad o la zozobra. Es posible, en fin, una felicidad liberadade la tiranía de sentirse bien a toda costa, una alegría tejida entre lo cotidianoy lo novedoso, llena de nombres, de esperanzas, de historias yde rostros.

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