Revista Psicofarmacología 89
Sección de ética 05 | ¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica? Prof. Dr. Luis Allegro Artículos y revisiones 07 | Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología y terapéutica Dra. Emilce K Blanc 23 | Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío Scublinsky
Sección de ética
05 | ¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica?
Prof. Dr. Luis Allegro
Artículos y revisiones
07 | Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología
y terapéutica
Dra. Emilce K Blanc
23 | Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso
Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío
Scublinsky
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ISSN 1666 6690 // en línea 1851 8710<br />
REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOFARMACOLOGÍA Y NEUROCIENCIA // DIRECTOR: Prof. Dr. LUIS MARÍA ZIEHER AÑO 14 - N°<strong>89</strong> - Noviembre 2014
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
Sumario<br />
Sección de ética<br />
05 | ¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica?<br />
Prof. Dr. Luis Allegro<br />
Artículos y revisiones<br />
07 | Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología<br />
y terapéutica<br />
Dra. Emilce K Blanc<br />
Summary<br />
Section of Ethics<br />
05 | What are the special features of medical ethics?<br />
Prof. Dr. Luis Allegro<br />
Scientific Articles and Reviews<br />
07 | Antisocial Personality Disorder: Neurobiology and Therapeutics<br />
Dra. Emilce K Blanc<br />
23 | Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso<br />
Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío<br />
Scublinsky<br />
23 | Neuropsychiatric adverse effects of cardiovascular drugs<br />
Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío<br />
Scublinsky<br />
DIRECTOR<br />
Prof. Dr. Luis María Zieher<br />
Ex Profesor Regular Titular y Director del Curso de Médico Especialista en Farmacología,<br />
1 a Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Investigador Principal del CONICET.<br />
Director de la Maestría en Psiconeurofarmacología, Universidad Favaloro. Presidente del Comité<br />
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Doctor en Medicina (área Salud Mental), Facultad de Medicina, UBA. Docente Autorizado, Facultad<br />
de Medicina, UBA, Docente Investigador, categoría V, Facultad de Medicina, UBA. Especialista en<br />
Psiquiatría, Facultad de Medicina, UBA. Miembro del Grupo de Neuropsicofarmacología. Miembro<br />
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Society (Londres).<br />
Dra. Edith Mirta Serfaty<br />
Doctora en Ciencias Médicas (UBA), Médica Psiquiatra (UBA), Investigadora del Centro de<br />
Investigaciones Epidemiológicas, Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, Integrante<br />
Comité Técnico Asesor (SEDRONAR), Miembro fundador del Colegio Latinoamericano de<br />
Neuropsicofarmacología, Miembro del Collegiun Internationale Neuro-Psychopharmacologicum<br />
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Secretaria de Task Force for Adolescent Psychiatry-World Federation of Biological Soc.<br />
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Bióloga. Doctora de la UBA. Docente Autorizada en Farmacología. Investigadora Asociada UBA-<br />
CEFyBO-CONICET. Jefa de TP y Docente del Curso de Psiconeurofarmacología, 1 a<br />
Cátedra de<br />
Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Miembro del Comité Independiente de Ética para<br />
Ensayos en Farmacología Clínica, FEFYM. Docente de la Maestría en Psiconeurofarmacología de la<br />
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PSICOFARMACOLOGÍA<br />
<strong>Revista</strong> Latinoamericana de <strong>Psicofarmacología</strong> y Neurociencia. Frecuencia bimensual. Año 14, Número <strong>89</strong>, Noviembre 2014.<br />
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EDITORIAL SCIENS // 3
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
Trastorno antisocial<br />
de la personalidad,<br />
neurobiología<br />
y terapéutica<br />
Dra. Emilce K Blanc<br />
Médica especialista en Psiquiatría, Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />
Especialista en Medicina Legal UNSAM.<br />
Magister en Psiconeurofarmacología Fundación Favaloro.<br />
Jefe de sección Psiquiatría de Complejo Penitenciario Federal CABA.<br />
Fecha de recepción: 10 de septiembre de 2014<br />
Fecha de aceptación: 18 de noviembre de 2014<br />
Antisocial Personality Disorder:<br />
Neurobiology and Therapeutics<br />
Resumen<br />
Los rasgos de la personalidad son patrones que permiten percibir, pensar, relacionarse con uno mismo y el ambiente. Cuando<br />
se vuelven disfuncionales, desadaptativos e inflexibles adquieren categoría de trastorno.<br />
El trastorno antisocial de la personalidad (TAS) comparte con los demás desórdenes del Grupo B (DSM V), un patrón de violación<br />
de las normas sociales, impulsividad, emotividad excesiva - grandiosidad, conducta de externalización, comportamiento<br />
autoabusivo, arranques de ira. Se presenta en 3 % de varones y 1 % de mujeres en población general (DSM-IV-TR). En mujeres<br />
tendría mayor severidad, más complejidad en las comorbilidades y peor evolución.<br />
Muchos términos fueron homologados: desorden de personalidad antisocial, psicopatía, sociopatía, personalidad amoral. El<br />
desorden psicopático puede asociarse con TAS pero se distingue. El TAS psicopático sería una forma más severa, con mayor<br />
riesgo de violencia que el no psicopático.<br />
La etiología del TAS combina factores biológicos y psicosociales (de riesgo ambiental negativos- estresores que incrementan<br />
el riesgo psicopatológico y factores moderadores que lo atenúan). Anomalías en potenciales evocados P 300, pueden reflejar<br />
el proceso desinhibitorio. Estudios funcionales de neuroimágenes y neurocognitivos focalizan en características (comportamiento<br />
agresivo, reconocimiento facial de emociones, disfunciones neuropsicológicas) más que sobre la totalidad del trastorno.<br />
El tratamiento presenta poca adherencia y elevada tasa de abandono.<br />
El objetivo de esta revisión es abordar el concepto de trastorno antisocial de la personalidad (TAS). Para ello es importante recorrer<br />
las nociones de personalidad, diferenciar entre normalidad y trastorno, luego aproximarnos a la noción de este desorden en particular<br />
mediante un breve recorrido histórico, para finalmente acercar los correlatos biológicos y posibilidades terapéuticas.<br />
Palabras clave<br />
Trastorno antisocial – Impulsividad – Teoría de la mente – Psicopatía – Agresividad – Conducta violenta – Neurobiología – Tratamiento.<br />
Abstract<br />
Personality traits are a pattern that enable to perceive, think, relate with oneself and the environment. When they turn into dysfunctional,<br />
maladaptive or inflexible, they acquire the category of disorder.<br />
The Antisocial Personality disorder (APD) shares with the rest of the Group B personality disorders (DSM V), a pattern of infringement<br />
of social rules, impulsivity, excessive emotion, grandiosity, externalizing behavior, self-abusive behavior, anger flares. It is present in<br />
3% of men and 1% in women in the general population (DSM-IV-TR). Among women, it could have higher severity, more complexity<br />
in comorbilities and a worse evolution.<br />
Many terms have been homologated: antisocial personality disorder, psychopathy, sociopathy, abnormal personality. Psychopathic disorder<br />
may be associated with APD but it distinguishes itself. Psychopathic APD could be a more severe, with a higher violence risk<br />
than the non-psychopathic one.<br />
The etiology of APD combines biological and psychosocial factors (of negative-stressor risk that increase the psychopathological risk<br />
and moderating factors that soften it).<br />
Abnormalities in evocated potentials P 300 may reflect the disinhibiting process. Functional neuroimaging and neurocognitive studies focus on<br />
features (aggressive behavior, facial recognition of emotions, neuropsychological dysfunctions) rather than on the totality of the disorder.<br />
The treatment has low adherence and a high rate of abandonment.<br />
The goal of this review is to deal with the Antisocial Personality Disorder (APD). In order to do so, it is important to go over the notions<br />
of personality, to distinguish between what is normal and the disorder, to approach the notion of this disorder in particular through a<br />
brief historical review, so as to finally approach the biological correlates and the therapeutic possibilities.<br />
Keywords<br />
Antisocial Disorder – Impulsivity – Mind Theory – Psychopathy – Aggressiveness – Violent Behavior – Neurobiology – Treatment.<br />
Blanc Emilce K. “Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología y terapéutica”. <strong>Psicofarmacología</strong> 2014;<strong>89</strong>:7-20.<br />
Puede consultar otros artículos publicados por los autores en la revista <strong>Psicofarmacología</strong> en sciens.com.ar<br />
EDITORIAL SCIENS // 7
Dra. Emilce K Blanc<br />
Introducción<br />
El vocablo personalidad deriva del latín, persona, que significa<br />
máscara, la cual era utilizada por los actores en las obras<br />
teatrales de la civilización grecorromana. No existe una<br />
definición universalmente aceptada de personalidad, cada<br />
escuela psicológica defiende un modelo teórico. Para<br />
Theodore Millon se trata de un patrón complejo de características<br />
psíquicas profundamente enraizadas que se expresan<br />
en forma automática o en casi todas las áreas de la actividad<br />
psíquica, comprendiendo características biológicas, cognitivas,<br />
psicodinámicas e interpersonales (Stingo y col, .2005).<br />
Los rasgos de la personalidad son patrones que permiten<br />
percibir, pensar, relacionarse con uno mismo y el ambiente.<br />
Cuando estos rasgos se vuelven disfuncionales, desadaptativos<br />
e inflexibles adquieren la categoría de trastorno.<br />
Los trastornos de personalidad son definidos según el DSM V<br />
como desórdenes con las características que se detallan en<br />
la tabla 1.<br />
El CIE-10 categoriza ocho trastornos específicos principales<br />
codificados de F60.0 a F60.7, que no se excluyen mutuamente<br />
y que tienen sintomatología superpuesta (Tabla 2).<br />
El CIE 10 diferencia los trastornos de la personalidad de la<br />
TABLA 1<br />
A. un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de la cultura del sujeto<br />
en al menos dos de las siguientes áreas: cognición, afectividad, actividad interpersonal y control de los impulsos(desviación<br />
significativa respecto del individuo normal para una determinada cultura)<br />
B Este patrón persistente es inflexible y se extiende a una amplia gama de situaciones personales y sociales (rigidez)<br />
C. Este patrón persistente provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes<br />
de la actividad del individuo (provoca tensión subjetiva/ problemas/ desadaptación, es disfuncional)<br />
D. El patrón es estable y de larga duración y su inicio se remonta a la adolescencia o principio de la edad adulta (está profundamente<br />
arraigado)<br />
E. No es atribuible a una manifestación o consecuencia de otro trastorno mental<br />
F. No es debido a efectos fisiológicos directos de una sustancia ni enfermedad médica<br />
Grupo A<br />
Característica: patrón penetrante anormal de<br />
• cognición (por ej. sospecha),<br />
• expresión (ej. lenguaje extraño) y relación con otros (ej. aislamiento)<br />
Grupo B<br />
Característica: patrón penetrante de<br />
• violación de las normas sociales (ej. comportamiento criminal),<br />
• comportamiento impulsivo,<br />
• emotividad excesiva y grandiosidad.<br />
Presenta con frecuencia exteriorización de sus rasgos, comportamiento<br />
autoabusivo y arranques de ira.<br />
Grupo C<br />
Característica: patrón penetrante de temores anormales, incluyendo<br />
relaciones sociales, separación y necesidad de control<br />
Otros desórdenes de personalidad<br />
1. Trastorno paranoide de la personalidad, personalidad<br />
paranoide;<br />
2. Trastorno esquizoide de la personalidad, personalidad<br />
esquizoide;<br />
3. Trastorno esquizotípico de la personalidad, personalidad<br />
esquizotípica.<br />
1. Trastorno antisocial de la personalidad, personalidad<br />
antisocial;<br />
2. Trastorno límite de la personalidad, personalidad límite o<br />
borderline;<br />
3. Trastorno histriónico de la personalidad, personalidad<br />
histriónica;<br />
4. Trastorno narcisista de la personalidad, personalidad narcisista.<br />
1. Trastorno de la personalidad por evitación, personalidad<br />
fóbica;<br />
2. Trastorno de la personalidad por dependencia, personalidad<br />
dependiente;<br />
3. Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, trastorno<br />
anancástico de la personalidad o personalidad obsesiva-compulsiva.<br />
1. Cambio de personalidad debido a otra condición médica<br />
2. Otro trastorno de personalidad especificado (no reúne criterios<br />
completos de ningún trastorno, especificándose el por<br />
qué. Ej.: Rasgos mixtos de personalidad)<br />
3. Otro trastorno de personalidad no especificado (no reúne<br />
criterios completos de ningún trastorno no especificándose<br />
el por qué. Ej.: hay información insuficiente<br />
8 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
TABLA 2<br />
F60.0<br />
F 60.1<br />
F60.2<br />
F60.30<br />
F60.31<br />
F60.4<br />
F60.5<br />
F60.6<br />
F60.7<br />
F60.8<br />
F60.9<br />
Paranoide<br />
Esquizoide<br />
Disocial<br />
Inestabilidad emocional tipo impulsivo<br />
Inestabilidad emocional tipo límite<br />
Histriónico<br />
Anancástico (obsesivo-compulsivo)<br />
Ansioso (con conducta de evitación)<br />
Dependiente<br />
Otros<br />
Sin especificación<br />
transformación de la personalidad; esta última, surge en la<br />
adultez después de la recuperación clínica de una situación<br />
estresante grave (campos de concentración, secuestros,<br />
amenaza de asesinato, cautiverio) (F62-0) o de una enfermedad<br />
psiquiátrica (F62.1).<br />
TAS: Referencias históricas<br />
Zachias, en el siglo XVII, ya hablaba de individuos que no<br />
obran ni sienten como los demás. En los comienzos de<br />
1800 los clínicos intentaron comprender la mentalidad<br />
criminal, dado que las ofensas eran tan abominables que<br />
consideraron que estos sujetos debían ser insanos, pero sus<br />
evaluaciones clínicas no eran consistentes con síndromes<br />
mentales reconocidos. Philippe Pinel (1806) distinguía a<br />
individuos que padecían manía sin delirio: refriéndose a un<br />
estado de furor, como si solo estuviesen dañadas las facultades<br />
instintivas. James Cowles Pritchard (1835) fue el<br />
primero en utilizar el concepto de moral insanity (insania<br />
moral) definiendo el trastorno como “una afección de la<br />
conducta que se expresa sin delirio ni menoscabo intelectual”,<br />
señalando como “característica fundamental la discordancia<br />
entre la indemnidad intelectual y la alteración de la conciencia<br />
valorativa” (compromiso afectivo y volitivo). Allí las<br />
facultades intelectuales del individuo se hallaban intactas y<br />
los principios morales, “pervertidos o depravados”, dificultando<br />
la capacidad de conducirse a sí mismo “con decencia<br />
y propiedad...”. Se refiere en realidad a enfermedades sin<br />
características psicóticas y no a características psicopáticas,<br />
por ejemplo: enfermedad maniaco-depresiva, Morel<br />
(1850) realza como factor etiológico la herencia degenerativa:<br />
“la degeneración de un individuo se va transmitiendo<br />
a lo largo de las generaciones”, J. A. Koch en (1888) hace<br />
referencia a las “inferioridades psicopáticas”, término que<br />
sustituyó al de insania moral, definiéndolas como el resultado<br />
de una inferioridad cerebral congénita o adquirida.<br />
Kraepelin (1904) usa el término “personalidad psicopática<br />
“para referirse a personas no neuróticas y no psicóticas que<br />
chocan con los parámetro sociales, y cuyos defectos residen<br />
en la vida afectiva y la voluntad. Incluye la locura impulsiva,<br />
los embusteros, estados obsesivos, criminales congénitos.<br />
Dupré (1912) ya habla de una constitución psicopática. S.<br />
Freud señala que son enfermos cuya característica es repetir<br />
conductas, colocando el acento en que estos individuos<br />
“actúan en lugar de pensar”. Kurt Schneider (1923) incluye<br />
a las personalidades psicopáticas (PP) en las “variedades<br />
anómalas del modo de ser psíquico” y dentro de ellas como<br />
desalmados. Fue el verdadero precursor del concepto actual<br />
del TAP, que se incorpora a las clasificaciones actuales, utilizando<br />
como base conceptual sus principios rectores.<br />
Postulado trilógico de Kurt Schneider: 1) Son variaciones de<br />
la personalidad que se desvían de la norma del término<br />
medio del valor (principio normativo).<br />
2) Para que la anormalidad sea psicopática es necesario que<br />
haga padecer al sujeto o a la sociedad (principio valorativo de<br />
daño).<br />
3) Las personalidades psicopáticas no son enfermedades,<br />
sino tipos de accionar meramente descriptivos, donde se<br />
nominan las principales cualidades de la personalidad.<br />
Entiende a los “tipos de personalidad” solo como modelos<br />
esquemáticos útiles para medir y no dirigidos a establecer<br />
especies diagnósticas, sino a determinar cualidades o rasgos<br />
destacados de la personalidad. Considera que las personalidades<br />
psicopáticas (PP) no reconocen la presencia de “un<br />
proceso” en el sentido Jasperiano, (para Jaspers en el proceso<br />
hay ruptura de la unidad de la persona, surgen contenidos<br />
psíquicos nuevos inexplicables, la personalidad muta<br />
con detrimento de sus mecanismos psicológicos normales,<br />
restando una profunda cicatriz defectual en la dinámica personal<br />
y social del individuo, ej.: el síndrome esquizofrénico.Y<br />
en el “desarrollo” se mantiene la unidad de la persona, y los<br />
contenidos que surgen son relacionados con la personalidad<br />
previa. “Los rasgos caracterológicos son permanentes y progresan<br />
durante la vida psíquica del sujeto (factores genéticos,<br />
constitucionales, ambientales)”.<br />
EDITORIAL SCIENS // 9
Dra. Emilce K Blanc<br />
Por esto, las anomalías secundarias a alteraciones corporales,<br />
serían seudopsicopatías (ej.: traumatismos en la corteza orbitaria).<br />
Henderson (1939) estableció firmes fundamentos para el<br />
delineado moderno del desorden de personalidad antisocial<br />
definiendo individuos con “estados psicopáticos” como<br />
aquellos que se ajustan a un estándar intelectual pero con<br />
desórdenes en su conducta social. Harvey M. Cleckley<br />
(1941) establece el complejo nuclear del desorden antisocial<br />
de personalidad, centrándose en comportamientos de tipo<br />
antisocial, fundamentalmente en actos agresivos, trata de<br />
comprender la personalidad del psicópata describiendo su<br />
funcionalismo interno y su relación con el medio. Karpman<br />
(1961) describe en los psicópatas a los depredadores y a los<br />
parásitos. Henry Ey (1965) incluye las personalidades psicopáticas<br />
dentro de las enfermedades mentales crónicas,<br />
destaca como sus características básicas la impulsividad y la<br />
antisociabilidad. Joel Zac (1972), psiquiatra y psicoanalista<br />
argentino, describe los componentes psicológicos que caracterizan<br />
al psicópata. Robert Hare (1984) en un trabajo sumamente<br />
interesante modifica la lista de síntomas de Cleckley.<br />
Para Kernberg, la personalidad psicopática se presenta necesariamente<br />
aunada a la patología narcisista. Sin embargo,<br />
una conducta antisocial se puede presentar en otra caracteropatía<br />
no narcisista conllevando un menor grado de<br />
gravedad. La organización mundial de la salud la incluye en<br />
las clasificaciones CIE 10 (1992) como trastorno disocial de<br />
la personalidad. La escuela americana de psiquiatría la<br />
incluye en las clasificaciones DSM V (2013), como<br />
“trastorno antisocial de la personalidad” (Cabello, 2010;<br />
Marietan, 2005).<br />
Prevalencia<br />
La prevalencia del TAS varía según la metodología utilizada<br />
y los países estudiados. Según el DSM-IV-TR se presenta en<br />
el 3 % de varones y en el 1 % de mujeres de la población<br />
general. Otras fuentes coinciden con la prevalencia en hombres.<br />
Alguna evidencia sugiere que el desorden en mujeres<br />
tendría mayor severidad, más complejidad en las comorbilidades<br />
y peor evolución.<br />
El desorden es frecuente en prisiones. Fuentes en primer<br />
grado sufren del trastorno con más frecuencia que la observada<br />
en la población general.<br />
Aspectos clínicos y criterios diagnósticos actuales<br />
Se trata de personas con incapacidad para adaptarse a las<br />
normas sociales relacionadas con el cumplimiento de la ley,<br />
infringen las reglas para obtener ganancias personales, violan<br />
los derechos de los otros, utilizan las mentiras y el engaño,<br />
cometen actos que justifican reclusiones, se involucran en<br />
peleas y asaltos; hacen uso de nombres falsos o de la<br />
explotación de otros por placer o beneficio personal; expresan<br />
impulsividad, irritabilidad y agresividad, actuando con<br />
desconsideración temeraria por la seguridad propia y ajena,<br />
presentan incapacidad para realizar proyectos e irresponsabilidad<br />
reflejada en fracasos reiterados para mantener trabajos;<br />
carecen de remordimiento, mostrándose indiferentes o<br />
racionalizadores por los actos cometidos de robos y lesiones.<br />
Los disturbios interpersonales y sociales, se deben a una<br />
combinación de rasgos de impulsividad, emocionalidad negativa<br />
elevada y baja escrupulosidad. El comportamiento antisocial<br />
desde la niñez hasta la adultez, cursa prácticamente<br />
sin interrupciones. El desorden suele asociarse con ausentismo<br />
escolar, promiscuidad, agresión en la infancia y adolescencia,<br />
pobres logros educativos, abuso de sustancias, asociaciones<br />
delincuenciales y altas tasas de desempleo, inestabilidad<br />
en la vivienda y relaciones interpersonales poco consistentes<br />
en la adultez. Tal comportamiento crónico no es<br />
consecuencia de retraso mental, esquizofrenia o trastorno<br />
afectivo, aunque en algunos raros casos puede coexistir con<br />
discreto grado de deficiencia mental (Sánchez García, 1998)<br />
Muchos términos han sido utilizados para definir este<br />
cuadro: desorden de personalidad antisocial, psicopatía,<br />
sociopatía, personalidad amoral.<br />
La denominación en los principales sistemas clasificatorios<br />
actuales: es desorden disocial de la personalidad en la<br />
Clasificación Internacional de Enfermedades 10ª revisión,<br />
Organización Mundial de la Salud (OMS), 1992 (ICD-10) y<br />
trastorno antisocial de la personalidad, el Manual<br />
Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales, 5ª edición,<br />
Asociación Psiquiátrica Americana, 2013.<br />
El diagnóstico apunta a la detección, mediante la entrevista<br />
(también hay pruebas diseñadas con propósitos diagnósticos)<br />
del conjunto de dimensiones comprometidas (Sánchez García,<br />
1998).<br />
Criterios según DSM V para el diagnóstico de trastorno antisocial<br />
de la personalidad (TAS) de F60.2 (301.7)<br />
El factor edad: El diagnóstico es apropiado solo para los individuos<br />
que al menos tienen 18 años de edad, y cuya historia<br />
revela presencia de síntomas de conducta disocial desde<br />
antes de los 15 (trasgresión de las normas sociales, agresión<br />
a personas y animales, destrucción de la propiedad, engaño<br />
o robo, quebrantamiento de la ley). Siempre que no ocurra<br />
exclusivamente durante un episodio de esquizofrenia o<br />
maníaco. Se debe ser cuidadoso al momento de utilizar el<br />
diagnóstico de personalidad antisocial en niños y adolescentes,<br />
para lo cual deberá esperarse a verificar que la conducta<br />
agresiva y la delincuencia continúan en la adultez, y<br />
siempre que otros criterios diagnósticos se encuentren presentes;<br />
ya que muchos adolescentes tienen un comportamiento<br />
reactivo a estresores personales, familiares o de<br />
grupo, que pueden expresarse de muchas maneras sin que el<br />
10 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
TABLA 3<br />
A) Un patrón general de desprecio y violación de los derechos<br />
de los demás que se presenta desde la edad de 15 años, como<br />
lo indican tres (o más) de los siete ítems siguientes:<br />
B) El sujeto tiene al menos 18 años<br />
C) Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza<br />
antes de la edad de 15 años<br />
D) El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en<br />
el transcurso de una esquizofrenia o un episodio maníaco<br />
1. fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que<br />
respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar<br />
repetidamente actos que son motivo de detención<br />
2. deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar<br />
un alias, estafar (engaño) a otros para obtener un beneficio<br />
personal o por placer<br />
3. impulsividad o incapacidad para planificar el futuro<br />
4. irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas<br />
repetidas o agresiones;<br />
5. despreocupación imprudente por su seguridad o la de los<br />
demás<br />
6. irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad<br />
de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo<br />
de obligaciones económicas<br />
7. falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la<br />
justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros.<br />
sujeto desarrolle completamente el síndrome antisocial en la<br />
adultez. A veces debe esperarse varios años de observación<br />
continua para establecer el diagnóstico (Sánchez García,<br />
1998).<br />
Limitaciones del diagnóstico según el DSM<br />
Algunos puntos del diagnóstico basado en el DSM IV han sido<br />
motivo de crítica. 1) Hacer foco en el comportamiento y no<br />
en la estructuración de la personalidad, lo que puede generar:<br />
a) sobrediagnósticos en medios carcelarios y subdiagnóstico<br />
en el medio libre; b) superposición diagnóstica con otros<br />
desórdenes de personalidad, c) heterogeneidad entre individuos<br />
con el mismo diagnóstico; 2-El adulto diagnosticado<br />
requiere del antecedente de conducta antisocial cuando era<br />
niño o adolescente, lo que podría llevar a diagnósticos en<br />
momentos en que la personalidad no está totalmente desarrollada.<br />
A pesar de que hay evidencia creciente de la persistencia<br />
del comportamiento agresivo infantil en la adultez. 3-<br />
El diagnóstico no se relaciona en forma directa con opciones<br />
farmacoterapéuticas, por lo que debe hacerse foco en componentes<br />
específicos que puedan responder a estas medidas.<br />
Criterios según El CIE 10<br />
El CIE 10 utiliza el término desorden disocial de la personalidad<br />
y en comparación con el DSM se basa más en los déficit<br />
interpersonales (incapacidad para experimentar culpa, baja<br />
tolerancia a la frustración, predisposición a culpabilizar a<br />
otros) que en el trastorno del comportamiento. No requiere el<br />
antecedente de desorden conductual en la niñez. Ha sido criticada<br />
la inclusión de rasgos de personalidad agresivo/sádica.<br />
El TAS, un desorden de externalización<br />
Cuando el DSM IV se encontraba bajo revisión, se esperaba<br />
que en el DSM-V, se hiciera hincapié en el déficit interpersonal<br />
del trastorno más que en el comportamiento criminal.<br />
Krueger y South destacaban que si bien, las clasificaciones<br />
psiquiátricas del DSM IV TR y del ICD-10 logran una buena<br />
confiabilidad, la validez del diagnóstico médico está en gran<br />
parte relacionada con la comprensión etiológica. Los trastornos<br />
definidos actualmente son, por lo general, heterogéneos y de<br />
comorbilidad polimorfa, ya que son definidos sobre la base<br />
de consensos de expertos y no en términos de rasgos psicopatológicos<br />
nucleares que definan espectros coherentes de<br />
variación psicológica.<br />
En un intento de agrupar desórdenes mentales en base a<br />
etiología, habían sido propuestos cinco grupos. El quinto,<br />
corresponde a los desórdenes de externalización. El Grupo de<br />
Estudio de Task Force para el DSM V, propuso 11 criterios de<br />
validación para el espectro de los desórdenes de externalización,<br />
cuyo núcleo distintivo es la desinhibición de la personalidad.<br />
En los desórdenes que lo integran se encuentran el abuso de<br />
sustancias, el desorden antisocial de la personalidad y los<br />
trastornos en la conducta. Biomarcadores compartidos,<br />
comorbilidades y curso ofrecen adicional evidencia para la<br />
EDITORIAL SCIENS // 11
Dra. Emilce K Blanc<br />
validez de este grupo (Krueger y col. ,2009). El rasgo psicopatológico<br />
nuclear de los desórdenes de externalización es el<br />
estrés desinhibitorio. Según Caspi y col. (1996) características<br />
temperamentales emergentes ya alrededor de los 3 años<br />
de edad pueden predecir el desarrollo de trastornos de externalización<br />
en la edad adulta.<br />
col., 1987; Tennant y col., 1990; Livesley, 2007); el patrón<br />
de deseo inapropiado de controlar a los otros, la intensa<br />
necesidad de independencia de resistirse a “ser controlado”,<br />
y la posibilidad de utilizar la violencia para ello, el desapego<br />
a pesar de que puedan utilizar “maneras amigables”<br />
(Benjamin 1996).<br />
TAS y psicopatía<br />
Hare y col (2000) desarrollaron el inventario de Psicopatía<br />
(Psychopathy Checklist–Revised PCL-R; Hare, 1991) destacando<br />
dos factores descriptivos de comportamiento por<br />
separado: el primero más relacionado a una variante de tipo<br />
narcisista, y el segundo a un estilo de vida más antisocial<br />
asociado al comportamiento criminal. Trabajos más recientes<br />
desarrollaron un tercer y cuarto factor.<br />
Se lo ha homologado al diagnóstico de TAS, aunque es incorrecto<br />
(Tenconi, 2012).<br />
Según las fuentes, el desorden de tipo psicopático (psicopatía)<br />
en ocasiones se asocia con el trastorno de la personalidad<br />
antisocial pero se distingue de este: la mayoría de quienes<br />
puntúan alto en la evaluación de PCL-R también reunirían<br />
criterios para TAS, pero solo el 10 % de personas con TAp<br />
reunirían criterios para Psicopatía en el PCL-R.<br />
Según un estudio realizado en la unidad de Psiquiatría<br />
Forense del Instituto de Medicina Preventiva Wolfson, de la<br />
Universidad Queen Mary de Londres, el TAS psicopático sería<br />
una forma más severa y con mayor riesgo de violencia que el<br />
TAS no psicopático (Coid y col., 2010).<br />
La criminalidad<br />
Hay más en el trastorno de personalidad antisocial que el<br />
comportamiento criminal, y generalmente este es una consecuencia<br />
de disfuncionalidades previas, de lo contrario todos<br />
los condenados por un delito reunirían criterios para el<br />
trastorno de personalidad antisocial y un diagnóstico de<br />
trastorno de personalidad antisocial sería raro en aquellos sin<br />
antecedentes penales. Algunos autores encuentran que la<br />
prevalencia del trastorno de personalidad antisocial entre<br />
personas privadas de su libertad es ligeramente menor al 50<br />
% (Fazel y col., 2002; Hart y col., 19<strong>89</strong>; Singleton y col.,<br />
1998). Estos datos muestran, por tanto, que la relación entre<br />
trastorno antisocial de la personalidad y delincuencia no es<br />
tan clara.<br />
Los profesionales están más interesados en los rasgos de personalidad<br />
y mecanismos psíquicos que en el comportamiento<br />
criminal. Es decir, en la inestabilidad en los vínculos, la<br />
impulsividad, temeridad, la desestima de las consecuencias<br />
de sus actos, la falta de aprendizaje con la experiencia, la<br />
egocentricidad, el permanente quebrantamiento de la norma,<br />
el no tomar en consideración los sentimientos, comportamiento<br />
irresponsable, explotativo y fraudulento (Livesley y<br />
La etiología del trastorno, el origen<br />
Como la mayoría de los cuadros psiquiátricos, el desorden de<br />
personalidad antisocial presenta etiología compartida,<br />
existiendo en su etiología factores biológicos y psicosociales.<br />
Existe evidencia acerca de que los niños que exhiben tempranamente<br />
acciones de ofensa y lo hacen con gran carga de<br />
agresividad, poseen una incrementada heredabilidad para<br />
este comportamiento.<br />
Factores familiares y ambientales<br />
Cuando el sujeto interacciona con el entorno (selecciona e<br />
interpreta las experiencias), la posibilidad de expresión de su<br />
riesgo genético puede verse incrementada o disminuida<br />
según existan factores negativos (estresores) o positivos<br />
(moderadores) respectivamente; en esta interacción genentorno,<br />
el índice de riesgo es acumulativo: la sumatoria de<br />
factores negativos o estresores en períodos del desarrollo en<br />
múltiples dominios incrementaría la probabilidad de<br />
patología. (Hipótesis de riesgo acumulativo): Cuanto más factores<br />
de exposición, mayor posibilidad de comportamiento<br />
antisocial a comparación de la presencia de un factor simple<br />
aislado (Rutter, 1979; Deater-Deckard y col., 1998; Legrand<br />
y col., 1999; Sameroff, 2000; Appleyard y col., 2005;<br />
Miller-Lewis y col.,2006; Keyes y col., 2007; Reif y col.,<br />
2007; Krueger y col.,2009).<br />
Las personas con personalidad antisocial, frecuentemente<br />
crecen en familias fracturadas con conflicto parental y en<br />
donde la crianza es ruda e inconsistente y en ocasiones violenta<br />
y ya sea por dificultades del cuidado de los padres o por<br />
comportamientos problemáticos del niño la crianza suele<br />
interrumpirse y transferirse a agentes externos a la familia.<br />
Esto conlleva ausentismo escolar, abuso de sustancias y<br />
compañías delincuenciales; bajos logros en educación, elevadas<br />
tasas de desempleo, inestabilidad de vivienda y disfunción<br />
en relaciones interpersonales.<br />
Los factores de riesgo ambientales actúan como estresores o<br />
factores ambientales negativos incrementando el riesgo psicopatológico.<br />
Estos tienden a ser no específicos (maltrato,<br />
violencia, entre otros) es decir, producen un impacto en los<br />
desórdenes de las personas pero no en una determinada y<br />
específica forma o patología (Zucker, 2006) (Krueger y col.,<br />
2009). Son ejemplos de factores moderadores: un ambiente<br />
rural (Legrand y col., 2008), como entornos religiosos o el<br />
monitoreo parental.<br />
12 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
Algunos autores hablan de fracaso de la socialización a través<br />
de estos hogares caóticos trasladando el resentimiento y odio<br />
a la sociedad por falta de identificación paterna. Otros han<br />
observado que la privación afectiva temprana (falta de relaciones<br />
amorosas adecuadas o duraderas) genera pocas oportunidades<br />
de identificarse afectivamente. Se suman características<br />
socioculturales de la actualidad que muestran una<br />
tendencia hacia el individualismo, el egocentrismo, la violencia,<br />
el logro del placer inmediato, y el abuso de sustancias<br />
(Lopez Reyes, 2009). Esta interacción entre vulnerabilidad<br />
biológica y el crecer en un ambiente adverso, ha sido articulada<br />
por Dodge (2000), quien describe a un niño que nunca<br />
adquiere habilidades sociales ni mecanismos regulatorios<br />
necesarios para maniobrar en el mundo de la adolescencia.<br />
El niño falla en el aprendizaje de tomar en cuenta las señales<br />
sociales, realice atribuciones hostiles acerca de los otros,<br />
expresa respuestas agresivas en situaciones sociales ya sea<br />
porque selecciona estas modalidades por considerarlas adecuadas<br />
o porque no evalúa consecuencias de su acción.<br />
Ambiente y genes interaccionan moldeando los circuitos neurales<br />
y determinando futuras conductas. El ambiente que<br />
experimenta el niño, incide en su desarrollo. Las características<br />
de los niños influyen en el apego y actitudes de los<br />
padres y esta respuesta de los padres, a su vez, puede influir<br />
sobre la expresión del genoma del niño (Alvarez Sanguedolce,<br />
2010).<br />
Neurobiología. Aportes de la neurociencia. Factores hereditarios<br />
y constitucionales<br />
La comprensión de la biología del TAS está hoy, sujeta a limitaciones:<br />
1) la mayor parte de los estudios hacen foco en características<br />
como el comportamiento agresivo, el reconocimiento<br />
facial de emociones, o disfunciones neuropsicológicas, más<br />
que sobre la totalidad del trastorno. 2) Algunos estudios no<br />
discriminan factores que pueden confundir los resultados<br />
como abuso de sustancias y comorbilidades.<br />
Desde hace largo tiempo se ha reconocido la contribución<br />
genética al comportamiento de tipo antisocial. Este campo<br />
ha avanzado en esta última década. Hay evidencia de que los<br />
niños que presentan comportamiento ofensivo tempranamente<br />
y con mayor agresividad, tienen incrementada la<br />
heredabilidad para este comportamiento (Viding y col.<br />
2008). También se ha descripto que existe heterogeneidad<br />
en el comportamiento antisocial de los niños: un estudio<br />
demuestra que resultaron con mayor carga de heredabilidad<br />
aquellos que presentaban rasgos de crueldad y frialdad.<br />
A pesar de la carga genética, se reconocen diferentes tipos<br />
de mecanismos gen-entorno: los niños genéticamente vulnerables<br />
para el comportamiento antisocial, desencadenaran con<br />
el trato rudo y la crianza inconsistente, respuestas comportamentales<br />
negativas, en cambio el riesgo genético podría ser<br />
moderado si intervienen factores que lo reduzcan (como programas<br />
de entrenamiento en crianza, terapia multisistémica).<br />
“El sistema nervioso central es un sistema complejo, dinámico<br />
y abierto (Alvano, 2004) modificable por la experiencia<br />
“de forma única para cada individuo”. “La predisposición<br />
genética (muchos genes involucrados) interactúa con factores<br />
evolutivos (variables gestacionales), y con factores<br />
ambientales (profundos como los trascendentales vínculos<br />
tempranos y los correspondientes a las vivencias cotidianas<br />
influídas por el contexto sociocultural), produciéndose modificaciones<br />
epigenéticas del ADN, que sumado a mecanismos<br />
aleatorios, conducirán al desarrollo de diferentes tipos de<br />
conducta humana normal o patológica, alteraciones diversas<br />
en la salud mental o resiliencia, según sea el caso. La interacción<br />
gen-entorno se encuentra en el centro de la etiología”<br />
(Alvano, 2007). “La interacción gen-entorno, es fundamental<br />
para la generación de cambios genéticos y epigenéticos tanto<br />
en la ontogenia como en filogenia de los que resultan la conformación<br />
de endofenotipos conductuales”. Estos, más que<br />
la conducta en sí, marcan el modo de reacción del individuo<br />
que posee determinado fenotipo ante una situación del<br />
entorno, para generar una conducta determinada (Zieher,<br />
2008).<br />
Estudios genéticos:<br />
En los genes involucrados se encuentran: A- Estudios de asociación<br />
entre TAS y polimorfismos del gen del transportador<br />
de serotonina (SLC6A4 o 5-HTT): la asociación es controversial<br />
para 5-HTTLPR con trastornos de la personalidad (Patkar<br />
y col., 2002; Liao y col., 2004), surgiendo como candidato<br />
de interés para ser estudiado el polimorfismo del 5-HTTVNTR<br />
(10). A -El polimorfismo del gen C-521T del receptor<br />
dopaminérgico 4: fue relacionado con la búsqueda de<br />
novedades e impulsividad pero resultados de metaanálisis<br />
(Munafò y col., 2008) no demostraron asociación significativa<br />
con extroversión. C- La proteína SNAP 25 presináptica<br />
plasmática de membrana (synaptosomal-associated protein<br />
25) relacionada con el proceso de exocitosis mediada por<br />
calcio: Algunos autores encontraron asociación de genotipos<br />
DdeI y MnlI T/T del gen de la proteína, como factor de riesgo<br />
para comportamiento de tipo antisocial (Basoglu y col., 2011).<br />
La investigación genética en el espectro de externalización se<br />
basa en pruebas de coherencia fenotípica del espectro.<br />
Anomalías anatómicas:<br />
Tiihonen y col han descripto reducción del volumen de la<br />
amígdala en ofensores violentos con alto puntaje para psicopatía<br />
según PCL-R. Otros autores han señalado anomalías en<br />
otras estructuras límbicas (Ej.: reducido volumen hipocampal)<br />
pero los datos son poco consistentes (Coccaro y col.,<br />
EDITORIAL SCIENS // 13
Dra. Emilce K Blanc<br />
2011).<br />
Actualmente, se considera que las conductas no dependen<br />
de regiones específicas sino de complejos circuitos que abarcan<br />
varias áreas (Halsband, 2008).<br />
Anomalías funcionales:<br />
La agresividad – El control cognitivo:<br />
La agresión, se encuentra dentro de las conductas complejas.<br />
Violencia y agresividad, son comunes en todas las especies<br />
biológicas, pero el hombre posee conciencia reflexiva que le<br />
permite un registro sobre qué piensan y qué sienten los otros<br />
mediante la introspección. Esto modula la agresión impulsiva<br />
o no reflexiva y genera la posibilidad de la agresión premeditada.<br />
La Corteza Prefrontal (CPF) aporta la posibilidad de la<br />
evaluación cognitiva y el sistema límbico, (corteza cingulada<br />
anterior y sus conexiones con el núcleo accumbens) brinda el<br />
correlato emocional. El NAcc aporta la valencia hedónica a<br />
través de la descarga de dopamina (DA) por las terminales<br />
provenientes del área tegmental ventral (ATV).<br />
Estudios que comparan individuos con y sin comportamiento<br />
agresivo han demostrado robustas diferencias en respuestas<br />
fisiológicas, en la estructura cerebral y funcionalidad (revisado<br />
Patrick, 2008).<br />
Tradicionalmente se ha clasificado a la agresividad, en dos<br />
subtipos: 1) Agresividad impulsiva (o reactiva de Adams o<br />
con hiperactividad de Haller): Reacción rápida de “violencia<br />
explosiva”, generalmente defensiva, motivada por la ira o el<br />
miedo, la finalidad es la descarga (es un fin en sí misma) no<br />
se prevén las consecuencias. Se acompaña de activación<br />
somática o hiperarousal autonómico (aumento de tensión<br />
arterial, de frecuencia cardiaca y de conductancia eléctrica<br />
en la piel) y 2) Agresividad premeditada, proactiva, instrumental<br />
o controlada (u ofensiva de Adams o con hipoactividad<br />
de Haller): No es una reacción espontánea, es un medio<br />
para la obtención de un fin, la activación somática es mínima<br />
o nula (bajo arousal autonómico) y es predominantemente<br />
cognitiva (Vloet y col., 2010; Halsband y col., 2008).<br />
Ambas se diferencian en la fenomenología psicológica y en la<br />
neurobiología.<br />
En un estudio realizado por Raine y col. (2006), la agresión<br />
proactiva fue asociada: en un inicio muy temprano (7 años)<br />
con peleas, tácticas de mano dura, delincuencia, baja motivación<br />
escolar, pobres relaciones entre pares, situación<br />
monoparental, adversidad psicosocial, padres adictos, e<br />
hiperactividad; y a los 16 años con personalidad psicopática,<br />
afecto embotado, delincuencia que incluye grave violencia.<br />
La agresión reactiva, se caracterizó a los 16 años por impulsividad,<br />
hostilidad, ansiedad social, falta de amigos íntimos,<br />
experiencias perceptuales inusuales e ideas de referencia.<br />
La agresividad impulsiva, tiene un compromiso biológico más<br />
claro, y mayores posibilidades de un abordaje farmacológico<br />
(Halsband y col., 2008). Involucra circuitos subcorticales<br />
que incluyen regiones del tronco cerebral y amígdala (favorecen<br />
el surgimiento de impulsos agresivos), circuitos corticolímbicos<br />
incluyendo CPF OM y NACC rostral (favorecen la<br />
toma de decisiones y el procesamiento de información socialemocional)<br />
y regiones frontoparietales (involucradas en la regulación<br />
emocional y de los impulsos) (Coccaro y col., 2011).<br />
La agresividad premeditada posee poca expresión neurobiológica<br />
y suele quedar por fuera del alcance de los tratamientos<br />
farmacológicos (Halsband y col., 2008; Olivarez Diez y<br />
col., 2008) señalan que estaría regulada por el núcleo<br />
amigdalino y centros troncoencefálicos de control del sistema<br />
nervioso autónomo (SNA).<br />
Sobre la base de evidencia en estudios de lesión en animales<br />
y humanos se avanza en la detección de anomalías de conectividad<br />
y funcionalidad en los circuitos que median la agresividad<br />
en desórdenes caracterizados por elevada agresión<br />
como el trastorno borderline de personalidad y el TAS. Estas<br />
evidencias se están integrando con estudios en genética,<br />
desarrollo y neuroquímica de la agresión. Futuras investigaciones<br />
son necesarias para descubrir si estas anomalías de<br />
circuitos relacionados con la agresión y su regulación podrían<br />
ser tomadas como fenotipos intermedios para identificar<br />
aquellos con elevado riesgo de emplear un comportamiento<br />
agresivo y como biomarcadores para testear la efectividad de<br />
tratamientos existentes y desarrollo de nuevos dirigidos a la<br />
reducción de dicho comportamiento (Coccaro y col., 2011).<br />
Estudios funcionales en TAS encontraron respuestas<br />
amigdalinas atenuadas durante el aprendizaje condicionado,<br />
sugiriendo que los déficit en el aprendizaje emocional, especialmente<br />
aquellos que implican el castigo como consecuencia<br />
podrían ser fundamentales para este trastorno. Esta<br />
atenuación en la respuesta amigdalina y aprendizaje emocional,<br />
podría ser útil para distinguir formas de agresión: la<br />
de tipo instrumental asociada al TAS y psicopatía y la agresión<br />
reactiva, más característica del TBL y del Trastorno<br />
Explosivo Intermitente (Coccaro y col., 2011).<br />
Aunque un individuo con TAS suele padecer también de impulsividad,<br />
pudiendo presentar ambas formas de agresividad.<br />
Las respuestas de activación de la amígdala podrían ser más<br />
características de la agresión impulsiva y las respuestas<br />
amigdalinas atenuadas, más prevalentes en presencia de<br />
individuos con rasgos psicopáticos de personalidad más tendientes<br />
a la agresividad premeditada (Coccaro y col., 2011).<br />
Los individuos con TAS muestran deterioro en el proceso de<br />
refuerzo y son impulsivos pero la investigación en los correlatos<br />
neuronales del proceso neuropsicológico del TAS permanece<br />
limitada.<br />
Un estudio en individuos con TAS versus grupo control<br />
mostró en sus resultados diferencias en las pruebas de<br />
inhibición comportamental (uno de los componentes de la<br />
14 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
impulsividad) (Go/No Go task): las personas con TAS presentaron<br />
afectación de la CPFDL, y parietal durante las pruebas<br />
y activación bilateral de la corteza pre/subgenual del cíngulo<br />
(CCA). Estos resultados podrían reflejar, según los autores,<br />
un deterioro en el reclutamiento de los mecanismos ejecutivos<br />
frontales (déficit ejecutivo); un posible componente<br />
visuo-espacial atencional de la impulsividad y especulan que<br />
la activación del cíngulo se podría corresponder con una<br />
mayor experimentación de frustración en esta población.<br />
Sugiriendo así, que la desregulación emocional podría contribuir<br />
a la impulsividad.<br />
A su vez hallaron con un agonista serotonérgico mayor incremento<br />
de la activación en áreas del circuito de recompensa<br />
(COF, caudado y pálido ventral), respecto de los individuos<br />
sanos. Esto último, podría sugerir una supersensibilidad por<br />
deterioro de la función serotoninérgica presináptica que involucraría<br />
la función del receptor 5HT2C; esto abriría la posibilidad<br />
de que objetivos serotonérgicos puedan ser terapéuticos<br />
(Völlm y col., 2009).<br />
El rasgo principal de los trastornos del espectro de externalización,<br />
es la desinhibición comportamental. La investigación<br />
sugiere que la corteza prefrontal (CPF) juega un rol en<br />
su etiología (Patrick y col., 2006; Iacono y col., 2008). La<br />
CPF estaría involucrada en el control cognitivo: proceso de<br />
monitoreo de las propias acciones, evaluación de alternativas,<br />
e inhibición de impulsos o respuestas inapropiadas<br />
dirigida a metas y previamente recompensadas, (Miller y col.,<br />
2001). “Los sectores anatómicamente diferenciados de la<br />
CPF parecen tener funciones disociables en un contexto<br />
experimental (ej.: el cortex frontal inferior en hemisferio<br />
derecho estaría involucrado en detener una respuesta prepotente;<br />
Aron, 2007). Sin embargo, la CPF parece funcionar<br />
como una red de regiones interconectadas (Aron, 2008), y en<br />
la vida cotidiana es el funcionamiento y la coherencia general<br />
del sistema el que puede asignar más directamente el concepto<br />
de espectro de externalización de las diferencias individuales.<br />
En esta conexión, otras subestructuras de la CPF<br />
ampliada son también relevantes en relación a las tendencias<br />
de externalización, por ejemplo, el daño de la CPF orbitomedial<br />
está asociado con comportamiento agresivo e impulsivo<br />
(Damasio y col., 1994). Esta corteza es particularmente relevante<br />
en el control cognitivo sobre la activación emocional<br />
(Davidson y col., 2000), consistente con las conexiones<br />
extendidas entre CPF orbitomedial y estructuras límbicas. La<br />
CPF también se conecta a otras estructuras en redes más<br />
amplias mas notablemente a la corteza cingulada anterior<br />
(CCA), con funciones coordinadas entre ambas” (Krueger y<br />
col., 2009). En el TAS, al fallar el “control cognitivo” por<br />
deficiente activación de áreas de la CPF, el individuo se<br />
“insensibiliza” es decir, disminuye o pierde la capacidad de<br />
evaluación de las consecuencias de las conductas violentas<br />
para sí mismo y para los otros (Zieher, 2008).<br />
Algunos autores describen en individuos tendientes a la agresividad,<br />
un incremento de actividad de ondas lentas en el<br />
EEG, reducidos niveles de serotonina cerebral (Coccaro y<br />
col., 1996a; Dolan y col., 2001) y disfunción en regiones<br />
frontocorticales y límbicas que median el procesamiento<br />
emocional (Intrator y col., 1997; Raine y col., 2000, Blair y<br />
col., 2006).<br />
Electrofisiología<br />
Coles y Rugg (1995) definen a los potenciales evocados<br />
(PES) como fluctuaciones en el voltaje del electroencefalograma<br />
(EEG) provocadas por sucesos sensoriales, motores o<br />
cognitivos. Se considera que los PES son indicadores de procesos<br />
o subprocesos cognitivos (atención, procesamiento del<br />
lenguaje y las emociones) o perceptivos y pueden ser buenos<br />
candidatos para ayudarnos a comprender mejor el sistema<br />
cognitivo humano. Podrían encontrarse patrones de respuesta<br />
emocional diferentes reflejados en el comportamiento de<br />
los PES en pacientes que sufren algún tipo de patología psicológica<br />
(Nuñez Peña y col., 2004).<br />
En personas con riesgo de desórdenes de externalización, se<br />
han identificado anomalías electrofisiológicas en potenciales<br />
evocados P 300, que pueden reflejar el proceso desinhibitorio.<br />
Tanto en numerosos desordenes de externalización como<br />
en personas con elevados niveles de uso de sustancias se ha<br />
encontrado reducida la amplitud de la onda P 300 (P3AR), la<br />
que representa un indicador endofenotípico de riesgo global<br />
de externalización (Iacono y col., 2008; Krueger y col., 2009).<br />
ERN (Error Related Negativity) es un componente de potenciales<br />
evocados que aparece inmediatamente después de que<br />
una persona reacciona rápidamente ante la comisión de un<br />
error. La negatividad relacionada con error o ERN es predecible<br />
ante una amplia tendencia de externalización (Krueger y<br />
col., 2009; Fishman y col., 2013).<br />
Fishman encuentra en un estudio realizado (2013) que los<br />
ERNs producidos luego del castigo social ante el error fueron<br />
menores en extrovertidos que en introvertidos.<br />
Neurotransmisores, hormonas y agresividad<br />
En términos generales, en el hombre, los circuitos catecolaminérgicos<br />
y los andrógenos tienden a estimular la agresividad<br />
y los serotoninérgicos a inhibirla.<br />
Las neuronas glutamatérgicas corticales aferentes al cerebro<br />
límbico, vías receptores AMPA y NMDA serían capaces de<br />
controlar la impulsividad irreflexiva (Zieher, 2008).<br />
La dopamina (DA) es otro neuromodulador importante en las<br />
conductas agresivas. Un alelo en el gen que codifica para la<br />
MAO A de baja capacidad metabólica, se relaciona con conductas<br />
agresivas en el joven que se desarrolla en un ambiente<br />
con carencias afectivas, físicas o violento (Zieher, 2008).<br />
EDITORIAL SCIENS // 15
Dra. Emilce K Blanc<br />
La DA estaría vinculada en el desencadenamiento (iniciación<br />
y ejecución) del acto agresivo. Se han implicado a los receptores<br />
D1 y D2” (Halsband y col., 2008; Salaberri, 2012).<br />
La noradrenalina (NA) está vinculada a la irritabilidad facilitada<br />
por el estrés.<br />
El Ácido Gamma Amino Butírico (GABA) parece tener un<br />
efecto inhibitorio sobre la agresividad.<br />
La ocitocina, con sus receptores particularmente en amígdala<br />
y CPF, posee efecto bloqueante de las conductas violentas y<br />
favorecedor de las conductas maternantes (Zieher, 2008)<br />
A los opiáceos también se los ha relacionado con la agresividad.<br />
Su disminución en LCR se ha asociado con comportamientos<br />
autolesivos en pacientes con trastorno límite de la<br />
personalidad (Nuñez Peña y col., 2004).<br />
La vasopresina, mediante receptores V1a se vincula con<br />
estrés, agresión y violencia (Zieher, 2008).<br />
Las interleukinas IB y II, reguladoras del sistema inmunitario<br />
podrían estar vinculadas indirectamente en las conductas<br />
agresivas vía modulación de los sistemas gabaérgicos y serotonérgicos<br />
(Halsband y col, 2008).<br />
La serotonina se relacionó con la inhibición de conductas<br />
agresivas, actuando en la CPF (COF y CCA) mediante receptores<br />
5 HT2 fundamentalmente, modulando o suprimiendo la<br />
aparición de comportamientos agresivos (Salaberri, 2012).<br />
La serotonina inhibe la secreción de dopamina en el núcleo<br />
accumbens (NAcc) (Derito, 2012).<br />
Bajos niveles de 5-hidroxi-indolacético (5 HIHAA) en LCR<br />
han sido asociados con conducta violenta, criminales y actos<br />
agresivos, caracterizados como impulsivos y en individuos<br />
suicidas (Halsband y col., 2008).<br />
Según la teoría de Cloninger, los bajos niveles de serotonina<br />
se asocian con la tendencia a tomar riesgos y los altos a evitarlos<br />
(Derito, 2012).<br />
En las personalidades antisociales se ha observado una disminución<br />
del funcionamiento del sistema de inhibición comportamental<br />
mediado por la serotonina y una activación del<br />
sistema de activación comportamental mediado por dopamina<br />
relacionado con el NAcc. Son individuos que no inhiben<br />
las conductas de placer y minimizan la posibilidad del castigo.<br />
Se sienten atraídos por la “novedad” del estímulo. Son<br />
“buscadores de sensaciones que los estimulen” y “buscadores<br />
de riesgo”. Hay trabajos que vinculan al individuo<br />
“psicópata” con una baja respuesta fisiológica desde temprana<br />
edad (bajo gasto cardiaco, ondas lentas en el electroencefalograma<br />
y baja conductividad eléctrica en la piel)<br />
(Derito, 2012). Es decir, un bajo nivel de excitabilidad o baja<br />
reactividad autonómica a los estímulos externos (Tenconi,<br />
2012).<br />
Sentido moral / cognición moral / neurobiología<br />
La moralidad es el código de valores y costumbres que guían<br />
la conducta social. La moral descriptiva se refiere a los códigos<br />
que cada sociedad propone para los diversos aspectos<br />
más allá del no dañar (sobre: pureza, aceptación de la autoridad,<br />
lealtad empática hacia el grupo). La moralidad normativa<br />
consiste en un código universal de acciones morales y prohibiciones,<br />
independientemente del grupo social, como por<br />
ejemplo el no dañar. Estudios en simios y otros animales<br />
sociales describen a las emociones morales: gratitud, sentido<br />
de justicia, empatía (teoría de la mente), compasión, sentimiento<br />
de reciprocidad, consuelo, lealtad al grupo. En los<br />
humanos, la culpa, gratitud, orgullo, vergüenza, el temer ser<br />
evaluado negativamente por otros, la indignación por el trato<br />
injusto, es decir, estas emociones morales, son fuertes motivadores<br />
para actuar en un modo social favorable, comprender<br />
las implicaciones morales de las interacciones sociales y<br />
actuar para mejorar su reputación personal y la posibilidad<br />
de cooperación social en el futuro. Las emociones morales<br />
son manifestación de tendencias neuro-morales basadas en<br />
la evolución: no dañar, justicia, autoridad, pureza, comunidad<br />
(Méndez, 2009).<br />
A pesar de que los estudios son dispares (Méndez ,2009) la<br />
convergencia de la evidencia apoyaría la presencia de una<br />
red cerebral “neuromoral” (áreas del SNC vinculadas al control<br />
cognitivo moral), que en base a estudios de imágenes<br />
funcionales en sujetos normales, involucraría: (Ver tabla 4).<br />
Las “emociones morales o prosociales”, se encuentran al servicio<br />
de promover cohesión grupal y cooperación (necesario<br />
desde el punto de vista evolutivo) a través del no dañar,<br />
reforzar reglas morales al poder atribuir a otros, intenciones<br />
negativas y castigar a quien quiebra las reglas sociales. Este<br />
castigo (castigo altruista), es manifestación de la tendencia<br />
moral de equidad y justicia para el grupo, que se aplica<br />
aunque implique un costo personal. El establecimiento de<br />
los conceptos de moralidad y justicia, (cognición moral) se<br />
cimienta sobre la base de esquemas cognitivos de valoración<br />
(atribución de valencia positiva y negativa a las conductas)<br />
que se construyen e internalizan durante el aprendizaje.<br />
(Sánchez Toranzo y col., 2011; Zieher, 2008).<br />
Mientras se aprende, además de estos esquemas se incorporan<br />
conductas. Ambos esquemas cognitivos y conductas<br />
determinan normas de comportamiento que constituyen el<br />
andamiaje para la convivencia social. (Zieher, 2008).<br />
Existen diversos modos de aprendizaje: el aprendizaje pavloviano<br />
o condicionamiento clásico (CC), el aprendizaje instrumental<br />
u operante (CO) y el aprendizaje vicario u observacional.<br />
El CC se produce cuando un estímulo neutro (el que<br />
no trae consigo respuesta relevante alguna) se relaciona<br />
repetidas veces con un estímulo incondicionado que provoca<br />
una respuesta natural no entrenada. Después de varios<br />
apareamientos, el estímulo neutro comienza a provocar la<br />
16 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
misma respuesta que el estímulo incondicionado, convirtiendo<br />
al estímulo neutro en condicionado y la respuesta que se<br />
da a este, es condicionada. En el CO se fortalecen o debilitan<br />
respuestas (conductas) voluntarias dependiendo de sus consecuencias<br />
positivas o negativas. De este modo, el organismo<br />
opera en su entorno para obtener un resultado.<br />
De acuerdo con Bandura y col., el aprendizaje humano, en su<br />
mayor parte se basa en el aprendizaje vicario u observacional<br />
que consiste en el que se incorpora a través de la observación<br />
de un modelo. Allí, el individuo imita la acción del otro.<br />
El aprendizaje social se realiza en forma completa en la<br />
medida que el individuo pueda estimar frente a la conducta<br />
del otro, la intencionalidad que esta conlleva.<br />
Múltiples experimentos, en simios y humanos, confirmaron la<br />
sospecha de que las neuronas espejo se activan ante la sola<br />
percepción de una acción realizada por otro, lo que permitió<br />
arribar a la posibilidad de que el estado mental de una persona,<br />
resuene en otra, arribándose así a la teoría de la mente.<br />
(Sánchez Toranzo y col., 2011).<br />
La teoría de la mente (ToM) y la empatía son dos procesos cercanamente<br />
relacionados con la moralidad (Méndez, 2009).<br />
Teoría de la mente / reconocimiento facial / empatía<br />
La teoría de la mente o mentalización, implica la habilidad<br />
de representarse y de representarse e inferir, los estados mentales<br />
(cognitivos y afectivos) propios y de los otros respectivamente.<br />
El funcionamiento de ToM, es dependiente de la integridad<br />
de los sistemas dopaminérgico y serotoninérgico.<br />
Shamay-Tsoory y col., han descripto un novedoso modelo<br />
neurobiológico de ToM. En él se implican regiones corticales<br />
y subcorticales funcionalmente organizadas en redes que<br />
facilitan la representación de los estados mentales cognitivos<br />
y afectivos tanto propios como de los otros. El modelo<br />
sostiene que los aspectos cognitivo (inferir creencias) y afectivo<br />
(inferir emociones) de la ToM, presentan caminos disociables<br />
de redes prefrontales aunque intercomunicados<br />
(Salaberri, 2012; Shamay Tsoory, 2007) (Tabla 5).<br />
La CPFDL y CPFDM poseen pocas conexiones anatómicas<br />
directas con el sistema límbico relacionado con el procesamiento<br />
de estados emocionales, en cambio la CPFVM, COF<br />
y la corteza frontal lateral inferior (CFLI) presentan densas<br />
conexiones con la amígdala, que está fuertemente involucrada<br />
en el procesamiento afectivo de ToM.<br />
La representación de estados mentales propios y de los demás<br />
es procesada por diferentes regiones cerebrales de las redes<br />
de mentalización, pero la habilidad para distinguir estados<br />
propios y de otros es modulada por sistemas de atención y<br />
selección funcionalmente interactivos dorsales y ventrales,<br />
en la unión témporoparietal y corteza cingulada anterior<br />
(CCA) (AbuAkel y col., 2011).<br />
El modelo de Shammay Tsoory y col., sugiere que la ToM<br />
afectiva es parte del sistema cognitivo de empatía, sugiriendo<br />
que es la ToM afectiva y no la ToM cognitiva, la que<br />
predice significativamente las habilidades empáticas del<br />
individuo (Shamay Tsoory, y col., 2007; Shamay Tsoory, y<br />
TABLA 4<br />
La CPFVM (aéreas 10, 12,<br />
25 y 32 de Brodmann)<br />
La COFVL (áreas 47, parte<br />
de la 10,12, 25 y la44 VL<br />
de Brodmann)<br />
La amígdala<br />
La CPFDL<br />
Imprime valor emocional y moral a los eventos sociales, anticipa el desarrollo de eventos futuros,<br />
participa en la teoría de la mente, empatía, atribución de intención, y tareas relacionadas.<br />
Media respuestas aversivas, cambios de respuesta basados en el feedback, inhibe respuestas<br />
impulsivas o automáticas o amigdalinas.<br />
Media la respuesta a la amenaza, comportamiento social aversivo y aprendizaje moral.<br />
Puede anular esta red “neuromoral” a través de la aplicación de un análisis racional a situaciones<br />
morales.<br />
También se han implicado otras regiones (Modificado de Méndez, 2009).<br />
TABLA 5<br />
La red de ToM cognitiva involucraría principalmente a:<br />
• CPFDL<br />
• CPFDM<br />
• Corteza cingulada dorsal anterior (CCAd)<br />
• Polo temporal dorsal (PTd)<br />
• Estriado dorsal<br />
La red de ToM afectiva implicaría:<br />
• CPFVM<br />
• COF<br />
• Corteza frontal ínfero lateral (COIL)<br />
• Corteza cingulada ventral anterior (CCAv)<br />
• Polo temporal ventral( PTv)<br />
• Amígdala<br />
• estriado ventral<br />
EDITORIAL SCIENS // 17
Dra. Emilce K Blanc<br />
col., 2010).<br />
El procesamiento de la ToM afectiva o empatía, se apoya en<br />
estructuras de desarrollo temprano en la ontogenia y podría<br />
estar mediado por circuitos neurales más directos y automáticos<br />
que en la TOM cognitiva, y por ende podría ser más rápido<br />
(Kalbe y col., 2010).<br />
La afectación en teoría de la mente se ha descripto en una<br />
amplia gama de enfermedades psiquiátricas y neurológicas<br />
(hay más de 20 patologías mencionadas), entre ellas el<br />
autismo, la esquizofrenia y la enfermedad de Parkinson.<br />
Shammay Tsoory y col., describen sobre la base de un estudio<br />
realizado que en individuos delincuentes con diagnóstico<br />
de trastorno antisocial de personalidad con elevados rasgos<br />
de psicopatía (diagnóstico en base a DSM IV TR, Levenson<br />
Self Report Scale: Versión III (LSRP III) y Hare’s (1991) Self<br />
Report Psychopathy (SRP-II) scale), que estos no sufrirían de<br />
un deterioro general de la ToM, si no que es plausible que<br />
exhiban déficits en la ToM afectiva, patrón que parece caracterizar<br />
disfunciones de COF, lo que podría señalar un déficit<br />
en COF en la psicopatía (Shamay Tsoory y col., 2007).<br />
Biomarcadores / Sustratos neurales compartidos / anomalías<br />
en el procesamiento emocional y cognitivo<br />
“Existen aún muy pocos biomarcadores validados vinculados<br />
a los trastornos mentales, lo que limita la capacidad de incorporar<br />
a la neurociencia directamente en el diagnóstico<br />
psiquiátrico (Hyman, 2007). Las rúbricas clasificatorias<br />
podrían ayudar a guiar la investigación neurocientífica cuyos<br />
hallazgos, deberían a su vez, ajustar las clasificaciones. El<br />
espectro de externalización, que es la covariación entre los<br />
trastornos antisociales y relacionados con sustancias, ofrece<br />
una rúbrica útil para esta estrategia” (Krueger y col., 2009).<br />
Curso y pronóstico<br />
Es un curso crónico se han encontrado diferencias según el<br />
género: mayor persistencia de la conducta criminal en hombres<br />
que en mujeres a lo largo del tiempo (DSM IV TR,<br />
1995), pero a medida que avanza la edad, en hombres y<br />
mujeres se atenúan o desaparecen los síntomas, sobre todo<br />
alrededor de la cuarta década. Lo que tiende a desaparecer<br />
es la conducta criminal (menor reincidencia delictiva) mientras<br />
que la atenuación se observa para el resto del abanico de<br />
comportamientos antisociales como la impulsividad y consumo<br />
de drogas, aunque se observó persistencia de problemas<br />
interpersonales<br />
La comorbilidad con diversas condiciones en el eje I es elevada,<br />
fundamentalmente con el abuso de sustancias. El<br />
trastorno antisocial parece ser un moderador negativo para la<br />
respuesta al tratamiento de estas condiciones comórbidas<br />
El trastorno antisocial se asocia a un incremento en la mortalidad,<br />
debido a la elevada tasa de suicidio, abuso de drogas<br />
y agresión.<br />
Muchos individuos son detenidos por criminalidad, o mueren<br />
prematuramente como resultado de su comportamiento<br />
temerario aunque, también debe señalarse que la violación<br />
de los derechos de los demás no siempre implica criminalidad<br />
(Sánchez García, 1998).<br />
El tratamiento<br />
La psicoterapia requiere de mucha dedicación del paciente y<br />
el médico. Generalmente, los médicos muestran poca disposición<br />
para tratar este tipo de pacientes y éstos tampoco<br />
suelen tener disposición para emprender la tarea. En pocos<br />
hospitales especializados se tratan personalidades antisociales<br />
y delincuentes con el objetivo de cambiar las características<br />
de la personalidad (Sánchez García, 1998).<br />
Tratamiento psicofarmacológico:<br />
En los casos que se les administra tratamiento, generalmente,<br />
se debe a la presencia de otros trastornos psiquiátricos<br />
agregados (Sánchez García, 1998). Ya que la existencia<br />
de comorbilidades es frecuente entre TAS y desórdenes del<br />
eje I como trastornos del ánimo y de ansiedad, aunque es<br />
más frecuente el uso y abuso de sustancias (Khalifa y col.,<br />
2010).<br />
En 2007, dos revisiones sistemáticas de tratamientos psicológicos<br />
y psicofarmacológicos han podido localizar solamente<br />
cinco estudios que cumplieron criterios para estudios<br />
aleatorizados controlados (Duggan y col., 2007a, Duggan y<br />
col., 2007b).<br />
En ellos se examinó la efectividad de la intervención en<br />
relación a la reducción del abuso de sustancias, más que al<br />
abordaje del TAS en sí. Las dificultades más relevante que se<br />
identificaron fueron: la falla en adquirir un consenso en la<br />
definición de la población del ensayo y en los resultados que<br />
eran relevantes identificar (Duggan y col., 2007a, Duggan y<br />
col., 2007b) (Krueger y col., 2009).<br />
Una variada lista de medicamentos se les prescribe con frecuencia<br />
a personas con TAS, incluyendo antidepresivos, hipnóticos,<br />
ansiolíticos, antiepilépticos y estimulantes del sistema<br />
nervioso central. Muchos autores, han revisado la evidencia<br />
relativa al tratamiento de los desórdenes de personalidad<br />
(Dolan, 1993; Lieb, 2010; Stein, 1992; Warren,<br />
2001). Stein (1992) concluye que bajas dosis de antipsicóticos<br />
pueden aportar beneficios en el trastorno borderline y el<br />
esquizotípico. Dolan (1993) argumenta que la carbamazepina<br />
ha mostrado reducción de la hiperactividad, agresión<br />
y control de impulsos en TAS y psicopatía. También concluyen<br />
que el mantenimiento con carbonato de litio puede<br />
aportar beneficios a individuos explosivos e impulsivos,<br />
sosteniendo alguna esperanza para aquellos con TAS. Warren<br />
(2001) encuentra que los ISRS pueden mejorar síntomas de<br />
18 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
ansiedad e ira. La investigación, sobre lo justificado de estas<br />
intervenciones, es limitada debido a limitaciones metodológicas<br />
(Khalifa y col., 2010; Krueger y col., 2009).<br />
Soloff (1998) recomienda un abordaje orientado al síntoma<br />
más relevante: comportamiento impulsivo, percepción afectiva<br />
y cognitiva (por rasgos paranoides asociados). Se basa fundamentalmente<br />
en una revisión referida al trastorno borderline<br />
de la personalidad. Resta saber si los datos son extrapolables<br />
al TAS. Él encontró evidencia en favor de los<br />
inhibidores de receptación de serotonina (IRSS) y otros antidepresivos<br />
para la desregulación emocional, anti psicóticos a<br />
bajas dosis para anomalías perceptuales y cognitivas y<br />
agentes estabilizadores anímicos e ISRS para el manejo del<br />
control de impulsos (Krueger y col., 2009).<br />
En la práctica, hay reportes de mejorías en el control de los<br />
impulsos con carbonato de litio (Links 1990) antiepilépticos<br />
como carbamazepina (Cowdry, 19<strong>89</strong>), valproato de sodio<br />
(Stein, 1995), divalproato de sodio (Wilcox, 1995) y del uso<br />
de ISRS en la reducción del comportamiento impulsivo y<br />
agresivo (Bond, 2005) (Khalifa y col., 2010).<br />
En una revisión de Cochrane de 2010 se concluye que el<br />
cuerpo de evidencia obtenido en base al material revisado es<br />
insuficiente para arribar a conclusiones que se refieran al uso<br />
de psicofármacos en el tratamiento del TAS. Los estudios<br />
considerados difirieron en las medidas de resultado (los targets)<br />
tomadas como referencia y no hubo ningún estudio<br />
focalizado en el tratamiento del TAS específicamente. Se<br />
requiere investigación adicional para aclarar qué medicamentos<br />
son eficaces para el tratamiento de las principales<br />
características de este trastorno. Esta investigación se llevará<br />
a cabo mejor utilizando ensayos clínicos cuidadosamente<br />
diseñados que recluten un número suficiente de personas<br />
con TAS, sitúen las medidas de resultado de particular relevancia<br />
para este trastorno y no se centren en drogas que ya<br />
no se utilizan ampliamente (Khalifa y col., 2010).<br />
Tratamiento psicoterapéutico:<br />
Se destaca en los resultados de una revisión publicada por<br />
Cochrane que no hay evidencia suficiente para justificar el<br />
uso de algún tipo de intervención psicológica en particular<br />
para aquellas personas con un diagnóstico de TAS. Sin<br />
embargo, se reconoce que "la ausencia de prueba no es prueba<br />
de ausencia de efecto " y que este es un grupo con complejas<br />
necesidades (Kalbe y col., 2010). La base de evidencia<br />
para el tratamiento del TAS, permanece tan limitada<br />
como la de los abordajes psicofarmacológicos (Duggan y col.,<br />
2007), existiendo mayor evidencia para el abordaje del<br />
trastorno borderline de la personalidad (Kernberg, 1984;<br />
Linehan y Dimeff, 1997).<br />
Las intervenciones psicológicas para los desórdenes comórbidos<br />
están, en cambio, bien desarrolladas y son tan o más<br />
efectivas que los abordajes psicofarmacológicos para el<br />
común de los desórdenes mentales, de modo que se infiere<br />
que las personas con TAS comórbido también pueden beneficiarse.<br />
A pesar de que la evidencia es limitada para el abordaje total<br />
del TAS se han desarrollado herramientas para algunos de<br />
sus componentes, fundamentalmente para el manejo de la<br />
agresión. De todas formas, la intervención sobre el manejo de<br />
la ira (que no es un ítem diagnóstico del TAS) no asevera<br />
cambios en cuanto a la impulsividad y la agresividad, aunque<br />
se vinculen, ni en la violencia o el comportamiento delictivo<br />
en delincuentes con TAS. La relevancia del manejo de la ira<br />
en TAS permanece limitada, la mayor parte de los estudios<br />
están realizados en otras poblaciones. Hay desarrollada, en<br />
cambio, una amplia gama de intervenciones cognitivo conductuales<br />
referidas a la reducción del comportamiento delictivo.<br />
Hay entonces, una relativa robusta evidencia que indica<br />
que las intervenciones cognitivo conductuales son moderadamente<br />
efectivas en el TAS.<br />
En Inglaterra y Gales se dispone de un programa denominado<br />
DSPD Dangerous and Severe Personality Disorder Programme<br />
(Home Office & Department of Health, 2002) dedicado a la<br />
asistencia de hombres bajo alta seguridad (el 50 % en<br />
prisión y el otro 50 % en hospitales de alta seguridad).<br />
Personalidad severa y peligrosa (PSP) es un término genérico<br />
que agrupa a personas con un trastorno grave de la personalidad<br />
que presentan un riesgo significativo de daño grave a los<br />
demás. Es probable que muchas personas con PSP también<br />
cumplan los criterios de personalidad antisocial. El<br />
tratamiento consiste en programas cognitivo conductuales en<br />
dispositivos individuales y grupales dirigidos a la reducción<br />
de riesgo. En él, se dispone de una amplia gama de intervenciones:<br />
terapia dialectico-comportamental, terapia focalizada<br />
en esquemas, terapia cognitivo-analítica, programas de reducción<br />
de riesgo, etcétera (Home Office, 2005a). Estas intervenciones<br />
aun requieren ser evaluadas.<br />
La guía NICE puntualiza las siguientes recomendaciones de<br />
tratamiento para el comportamiento delincuencial del adulto:<br />
1- Para personas con TAS, incluso con problemática adictiva,<br />
en comunidad y servicios de salud mental, ofrecer tratamiento<br />
cognitivo conductual grupal dirigido a problemas como la<br />
impulsividad, dificultades interpersonales y comportamiento<br />
antisocial. 2- Para personas con historicidad de comportamiento<br />
antisocial con TAS, en comunidad o cuidado institucional,<br />
ofrecer tratamiento cognitivo conductual grupal<br />
dirigido a reducción del comportamiento delincuencial y<br />
otras conductas antisociales. Mientras se brindan las intervenciones<br />
terapéuticas: evaluar el nivel de riesgo para ajustar<br />
la intensidad y duración del programa, y proporcionar apoyo<br />
e incentivo para ayudar a los participantes a asistir y completar<br />
los programas. 3- Para personas en comunidad o settings<br />
EDITORIAL SCIENS // 19
Dra. Emilce K Blanc<br />
institucionales que cumplen criterio de psicopatía o PSP,<br />
considerar intervenciones cognitivo conductuales focalizadas<br />
en la reducción del comportamiento delincuencial y otras<br />
conductas antisociales, con sesiones de refuerzo ,seguimiento<br />
y monitoreo continuo.<br />
Intervenciones psicosociales<br />
El abordaje eficiente de los TAS requerirá de intervenciones<br />
interdisciplinarias a lo largo de la mayor parte de la vida del<br />
sujeto. Debe incluirse el sistema de salud mental, servicios<br />
sociales y el sistema de justicia penal. Existe más literatura<br />
disponible sobre intervenciones para el comportamiento reincidente<br />
del delincuente que para el TAS. Esta literatura presenta<br />
dos limitaciones: 1- El diagnóstico de ingreso a estos<br />
programas o estudios no requiere ser TAS. 2- El criterio de<br />
resultado se restringe a la presencia o ausencia de comportamiento<br />
reincidente. A pesar de ello pueden ser útiles en<br />
TAS, ya que algunas personas que delinquen presentan este<br />
diagnóstico (Krueger y col., 2009).<br />
Dificultades para el tratamiento<br />
Algunos obstáculos que presenta el abordaje del TAS son: a-<br />
El elevado costo que requiere dado que implica una compleja<br />
coordinación; b- La actitud de poca disposición de las personas<br />
con personalidad antisocial a ser tratados, suelen ser<br />
reacios a participar en un tratamiento, pueden ver a sus<br />
propias necesidades como signos de debilidad y minimizarlas<br />
o negarlas, y por extensión, tratar con desprecio a quienes<br />
intentan ayudarlos; c- El rechazo que por lo antedicho, suelen<br />
generar en los equipos de asistencia; d- El frecuente<br />
abandono del tratamiento (Incrementado por rasgos de la<br />
personalidad como un estilo atribucional hostil, impulsividad,<br />
bajo nivel educacional.<br />
El manejo de dicha contingencia, puede mejorar la resistencia<br />
al tratamiento característico en TAS y en los trastornos<br />
por abuso de sustancias (Gibbon y col., 2010); e- La creencia<br />
persistente de que estos trastornos existen de manera aislada,<br />
es decir, el no considerar que la presencia del TAS no<br />
excluye un diagnóstico comórbido en el eje I. Algunos enfermos<br />
mentales con un doble diagnóstico: trastorno antisocial<br />
de la personalidad y un trastorno psicótico, que cometieron<br />
homicidios, fueron rechazados en la consulta con el argumento<br />
de que "solo" tenía un trastorno de la personalidad, y<br />
por lo tanto, no estaban mentalmente enfermos (Krueger y<br />
col., 2009).<br />
El tratamiento psicopatológico no suele conceptualizarse en<br />
términos del espectro de externalización en general.<br />
En etapa de prevención primaria el tratamiento debería<br />
focalizarse en las tendencias desinhibitorias (con el objetivo<br />
de que estas personas realicen elecciones menos dañinas o<br />
reduciendo en forma directa, dichas tendencias, lo cual es<br />
menos realista actualmente, aunque puede variar de acuerdo<br />
con los avances en la genética y neurobiología de la desinhibición<br />
y los tratamientos farmacológicos venideros).<br />
Palmgreen y col. (1995) condujeron una campaña en los<br />
medios con el objetivo sobre personas con elevado nivel de<br />
búsqueda de sensaciones, acercándolos a contactarse con<br />
una línea telefónica en la que podían recibir información<br />
acerca de actividades excitantes que no incluían consumo de<br />
drogas. Este tipo de enfoque desmantela la conexión entre la<br />
desinhibición y su elevado costo social (por ejemplo, problemas<br />
de drogas), y es probable que tenga un amplio impacto<br />
en la reducción de la prevalencia y costos de tendencias de<br />
externalización.<br />
Si un paciente adulto se presenta con dependencia de sustancias<br />
como la principal preocupación, las consideraciones<br />
clínicas agudas corresponden a la desintoxicación, no a los<br />
procesos subyacentes de tipo desinhibitorio. La amplia evidencia<br />
de apoyo a la conceptualización de espectro externalización<br />
sugiere que el avance de estos procesos en adultos,<br />
conduce a una resultante de altos costos sociales, y es producto<br />
de una sumatoria de elecciones individuales, sesgadas<br />
en una dirección de externalización de los procesos generales<br />
desinhibitorios. (Krueger y col., 2009).<br />
Conclusión<br />
El TAS, es un desorden de curso crónico, clasificado en el<br />
cluster B de los trastornos de la personalidad del DSM V. El<br />
Grupo de Estudio de Task Force para el DSM V propuso su<br />
agrupación dentro de los desórdenes de externalización, cuyo<br />
rasgo psicopatológico nuclear es el estrés desinhibitorio. Su<br />
etiología combina factores psicosociales y biológicos. Para<br />
estos últimos, existen limitaciones como la comorbilidad elevada<br />
y la poca disponibilidad de estudios. Los datos acerca<br />
de anomalías en estructuras cerebrales son poco consistentes.<br />
Anomalías electrofisiológicas en potenciales evocados<br />
P 300, pueden reflejar el proceso desinhibitorio. Se relacionan<br />
genes de vulnerabilidad con rasgos biológicos. Estudios<br />
funcionales de neuroimágenes y pruebas neurocognitivas<br />
focalizan en características como el comportamiento agresivo,<br />
el reconocimiento facial de emociones, o disfunciones<br />
neuropsicológicas, más que sobre la totalidad del trastorno.<br />
La corteza prefrontal (CPF) participa en el control cognitivo:<br />
monitoreo de las propias acciones, evaluación de alternativas<br />
e inhibición de respuestas inapropiadas o impulsos. La CPF y<br />
subestructuras de la CPF ampliada jugarían un rol en la etiología<br />
de la desinhibición comportamental, funcionando como una red.<br />
Los desórdenes psiquiátricos caracterizados por elevada<br />
agresividad como el TBL y el TAS presentarían anomalías en<br />
la funcionalidad y los patrones de conectividad de los circuitos<br />
cerebrales implicados en la agresión.<br />
Estos Individuos no sufrirían deterioro general de la ToM<br />
20 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
general, si no, déficits en la ToM afectiva (patrón que parece<br />
caracterizar disfunciones de COF). La ToM afectiva, podría<br />
predecir significativamente las habilidades empáticas del<br />
individuo. ToM y empatía son dos procesos cercanamente<br />
relacionados con la moralidad (código de valores y costumbres<br />
que guían la conducta social). Las “emociones morales<br />
o prosociales” se encuentran al servicio de promover cohesión<br />
grupal y cooperación, necesario desde el punto de vista<br />
evolutivo, a través de no dañar y reforzar reglas morales al<br />
poder atribuir a otros intenciones negativas y castigar a quien<br />
quiebra las reglas sociales (castigo altruista). El establecimiento<br />
de los conceptos de moralidad y justicia se cimienta sobre<br />
la base de esquemas cognitivos de valoración que se construyen<br />
e internalizan. Hay autores que señalan la presencia de una<br />
red cerebral “neuromoral”, en sujetos normales. Durante el<br />
aprendizaje, además de estos esquemas, se incorporan conductas.<br />
Esquemas cognitivos y conductas determinan normas<br />
de comportamiento. A medida que el sujeto se desarrolla y<br />
crece se conjugan disposición genética, entorno, aprendizaje,<br />
conformando, el “basamento biológico” (estructura cerebral,<br />
“cableado funcional” neuroendocrino, neuroquímico, habilidades<br />
neuropsicológicas, etc.), de la expresión de la conducta<br />
humana. Las personas con personalidad antisocial, se caracterizan<br />
por no actuar de un modo social favorable, con un<br />
patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás,<br />
quebrantando las reglas, presentando falta de empatía,<br />
inestabilidad en los vínculos, impulsividad, temeridad y<br />
desestima de las consecuencias de sus actos.<br />
El tratamiento del TAS presenta grandes limitaciones, se<br />
trata de un trastorno complejo, con poca adherencia y elevada<br />
tasa de abandono. A pesar de la base de evidencia limitada<br />
para su abordaje total, se han desarrollado herramientas<br />
para algunos de sus componentes, fundamentalmente para el<br />
manejo de la agresión. El abordaje eficiente, requerirá de<br />
intervenciones interdisciplinarias a lo largo de la mayor parte<br />
de la vida del sujeto que incluya el sistema de salud mental,<br />
servicios sociales y el sistema de justicia penal.<br />
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22 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
Efectos adversos<br />
neuropsiquiátricos<br />
de drogas de uso<br />
cardiológico<br />
Neuropsychiatric adverse<br />
effects of cardiovascular drugs<br />
Dra. Lucía Carosella (1)<br />
Médica, docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />
Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />
Dra. Analía Guazzone (1, 2)<br />
Médica Cardióloga. Jefa de residentes del servicio de Cardiología Sanatorio Dr. Julio<br />
Méndez. docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />
Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />
Dr. Ezequiel Sagray (1, 3)<br />
Médico residente de Clínica Pediátrica, Hospital de Pediatría “Prof. Dr. Juan Pedro<br />
Garrahan, docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />
Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />
Dr. Darío Scublinsky (1, 4)<br />
Médico Doctor en Medicina (UBA). Reumatología y Enfermedades autoinmunes, Clínica<br />
Suizo Argentina; docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />
Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />
(1) Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires (UBA)<br />
(2) Servicio de Cardiología Sanatorio Dr. Julio Méndez<br />
(3) Hospital de Pediatría “Prof. Dr. Juan Pedro Garrahan”<br />
(4) Reumatología y Enfermedades autoinmunes, Clínica Suizo Argentina.<br />
Fecha de recepción: 28 de agosto de 2014<br />
Fecha de aceptación: 31 de octubre de 2014<br />
Resumen<br />
Como consecuencia del aumento en la prevalencia de enfermedad cardiovascular a nivel mundial, el uso de fármacos para el<br />
tratamiento de patologías cardiacas se ha incrementado en forma notable.<br />
Así mismo, existe una estrecha relación entre la enfermedad cardiovascular y diferentes afecciones cognitivo-neurológicas,<br />
debido tanto a los tratamientos instaurados como a la patología en sí misma.<br />
Dada la amplia utilización de dichos fármacos, se desarrollará en el siguiente trabajo, una revisión sobre los efectos adversos<br />
neuropsiquiátricos de las principales drogas en cuestión.<br />
Palabras clave<br />
Drogas cardiovasculares – Eventos adversos – Reacciones adversas – Efectos colaterales – Efectos neurológicos – Efectos<br />
psiquiátricos.<br />
Abstract<br />
Because of the increased prevalence of cardiovascular disease worldwide, the use of drugs for the treatment of heart diseases<br />
has increased dramatically.<br />
As they are widespread used medications, we´ll review their main neuropsychiatric adverse effects<br />
Keywords<br />
Cardiovascular Drugs – Adverse Events – Adverse Reactions – Side Effects – Neurological Effects – Psychiatric Effects.<br />
Carosella L, Guazzone A, Sagray E, Scublinsky D. “Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso cardiológico”. <strong>Psicofarmacología</strong> 2014;<strong>89</strong>:25-28.<br />
Puede consultar otros artículos publicados por los autores en la revista <strong>Psicofarmacología</strong> en sciens.com.ar<br />
Introducción<br />
En pacientes con patología cardiovascular, la diferenciación<br />
entre el desarrollo de enfermedades neurológicas o<br />
psiquiátricas, y la presentación secundaria a efectos adversos<br />
medicamentosos, resulta en muchas ocasiones una tarea<br />
laboriosa.<br />
El uso de drogas con efecto sobre el aparato cardiovascular<br />
es de amplia difusión, y es indiscutible la importancia y relevancia<br />
del conocimiento de sus efectos adversos, para el manejo<br />
por médicos clínicos, psiquiatras y psicólogos.<br />
En el presente artículo se describirán los efectos adversos<br />
neuropsiquiátricos asociados a los fármacos utilizados para el<br />
tratamiento de las patologías cardiovasculares.<br />
Se trata de una revisión actualizada, a través de una búsqueda<br />
ordenada basada en palabras claves, utilizando Medline y<br />
EMBase, así como en los registros de las autoridades regulatorias<br />
europea y norteamericana.<br />
Para una revisión más acabada del tema, las drogas a describir<br />
las agrupamos según su clasificación farmacológica en:<br />
EDITORIAL SCIENS // 25
Dra. Lucia Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío Scublinsky<br />
1. Nitrovasodilatadores<br />
2. Bloqueantes cálcicos<br />
3. Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina<br />
4. Antagonistas del receptor de angiotensina II<br />
5. Fármacos que modifican el tono arterial<br />
6. Antiarrítmicos.<br />
7. Diuréticos<br />
8. Inotrópicos.<br />
9. Beta bloqueantes.<br />
10. Estatinas.<br />
Efectos adversos neuropsiquiátricos<br />
Nitrovasodilatadores<br />
Dentro de este grupo farmacológico encontramos a los<br />
nitratos orgánicos, el nitroprusiato de sodio y las sidnoniminas<br />
(molsidomina).<br />
En referencia a los nitratos orgánicos se ha reportado la presencia<br />
de cefalea pulsátil, la cuál, es más común al comienzo<br />
del tratamiento (1-14). También se han descripto alucinaciones<br />
e ideación suicida en relación al uso de dinitrato de<br />
isosorbide (15).<br />
El nitroprusiato de sodio produce cefalea (16) y otros efectos<br />
adversos producidos por la toxicidad de los iones cianuro producto<br />
de su metabolismo. Éstos son, en su fase aguda convulsiones<br />
y vértigo; y en forma secundaria a su administración<br />
crónica pueden dar debilidad muscular, espasmos<br />
musculares, convulsiones, desorientación, psicosis y delirio<br />
(17-20).<br />
En cuanto al último grupo de las sidnoniminas, han tenido<br />
reportes de cefaleas al inicio del tratamiento (14).<br />
Bloqueantes cálcicos<br />
Se han reportado efectos adversos comunes a este grupo de<br />
fármacos tales como: cefalea, mareos, síncope, somnolencia,<br />
calambres, mialgias, dolor facial, fatiga y sedación asociada<br />
(14, 15, 21).<br />
Algunas publicaciones describen un aumento en la incidencia<br />
de depresión en pacientes que estén bajo tratamiento con<br />
bloqueantes cálcicos. No obstante, afirman la necesidad de<br />
mayores estudios, debido a que esta patología podría estar<br />
producida por las comorbilidades que presentan estos<br />
pacientes (22-25).<br />
En referencia a la amlodipina, se han reportado alteraciones<br />
del humor, ansiedad, depresión, insomnio, somnolencia,<br />
confusión, mareos, síncope, temblor, rigidez, fatiga,<br />
hipoestesias, parestesias, calambres, mialgias, neuropatía<br />
periférica, alteraciones del gusto, sequedad de boca,<br />
alteraciones visuales, zumbidos y diaforesis (21).<br />
Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina<br />
Se ha reportado que los fármacos en cuestión producirían<br />
alteraciones del gusto (14) y aumento de la incidencia de<br />
trastornos depresivos. Siendo éste último efecto adverso controversial<br />
y viéndose en necesidad de mayores estudios para<br />
su afirmación (26, 27).<br />
Para el lisinopril, droga patrón del grupo, además de los efectos<br />
comunes al grupo ya descriptos, se han reportado disturbios<br />
en el sueño, desórdenes mentales, cefaleas, mareos,<br />
vértigo y parestesias (21).<br />
Antagonistas de los receptores de la angiotensina II<br />
Se han reportado efectos adversos tales como cefaleas (14,<br />
21); raramente pueden producir psicosis y delirio (15) y se<br />
ha descripto un posible aumento del riesgo de suicidio (28).<br />
Para el telmisartán se han notificado efectos adversos tales<br />
como síncope, depresión, ansiedad, somnolencia, vértigo,<br />
mareos y calambres (21).<br />
Fármacos que modifican el tono arterial<br />
Hidralazina<br />
Se han reportado ocasionales efectos neuropsiquiatricos,<br />
como cefalea, fatiga y astenia, y más raramente aparición de<br />
depresión, disfunción eréctil (29), ansiedad, psicosis y delirio.<br />
Por otro lado, hidralazina es la causa más común de Lupus<br />
Eritematoso Sistémico inducido por fármacos. Sin embargo,<br />
LES inducido por fármacos presenta menor incidencia de<br />
eventos del SNC con respecto al idiopático (15).<br />
También han sido descriptas para esta droga polineuropatías<br />
y neuritis periférica (14).<br />
Clonidina<br />
Como síntomas neurológicos más destacados, se reportaron<br />
la sedación, la fatiga, disfunción eréctil, disminución de la<br />
libido (29).<br />
Otros efectos neuropsiquiátricos menos frecuentes incluyen<br />
alteraciones del sueño, con sueños vividos o pesadillas,<br />
alteraciones del humor, agitación o nerviosismo y depresión.<br />
Más raramente, ilusiones o alucinaciones, alteraciones cognitivas<br />
y delirium (14).<br />
Prazosín, doxazocina<br />
Se han asociado pocos efectos neuropsiquiatricos con estas<br />
drogas. El efecto más común es la fatiga (5-15%). Se han<br />
reportado otros efectos infrecuentes, como trastornos del<br />
sueño y ansiedad (15).<br />
Metildopa<br />
Los efectos neuropsiquiátricos más frecuentes son sedación,<br />
fatiga y trastornos del sueño (30). Se han reportado<br />
alteraciones en la memoria verbal (31), así como disminución<br />
en la concentración, disminución de la libido y la eyaculación<br />
(29), asi como también puede producir signos extrapiramidales<br />
(14), síntomas psicóticos y cuadros confusionales,<br />
siendo estos raros.<br />
Se ha reportado mayor incidencia de depresión con esta<br />
droga con respecto a otros antihipertensivos, posiblemente<br />
por una disminución en los niveles de Noradrenalina (15).<br />
Antiarrítmicos<br />
Quinidina<br />
Están descriptos casos de vértigo, cefalea y somnolencia en<br />
el 1% de los pacientes. Así como también se reportó ansiedad,<br />
26 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
depresión, desorientación, trastornos del sueño, estado confusional,<br />
alucinaciones (21, 32), disartria, parestesias, alteraciones<br />
visuales, y tinitus (21). Hay reportes de casos de hiperactividad<br />
psicomotriz, deterioro cognitivo y episodios de psicosis,<br />
luego de iniciar el tratamiento (32, 33).<br />
Procainamida<br />
Se han observado casos de psicosis en pacientes tratados<br />
con regímenes de bajas dosis (34-36).<br />
Lidocaína<br />
Se ha descripto cefalea como efecto adverso poco frecuente<br />
(21).<br />
Amiodarona<br />
Los efectos adversos descriptos hasta el momento son: neuropatía<br />
óptica, en un 20-40% ocurren fatiga, temblor,<br />
movimientos involuntarios, trastornos de la coordinación,<br />
neuropatía periférica. También están descriptos ataxia, mareos<br />
y parestesias (37, 38).<br />
En el 1-3% disminución de la libido, insomnio y cefalea<br />
(37).<br />
Ivabradina<br />
Se han reportado visión borrosa, cefalea y mareos (21).<br />
Metoprolol<br />
Se reportaron casos de fatiga, mareos, depresión, cefaleas,<br />
pesadillas, insomnio, y confusión (37).<br />
Dronedarona<br />
Se han observado trastornos del sueño (21).<br />
Diuréticos<br />
Espironolactona<br />
Entre los efectos neuropsiquiátricos se describen confusión<br />
mental, ataxia, cefalea, mareos y letargia (14).<br />
Furosemida<br />
Se reportaron mareos, parestesias, cefalea, vértigo y visión<br />
borrosa. (39).<br />
Diversos estudios demuestran que la furosemida produce<br />
deficiencia de Tiamina (Vitamina B1) de forma dosis dependiente,<br />
principalmente al aumentar la excreción urinaria de<br />
esta vitamina. De esta forma, se asociaría a encefalopatia de<br />
Wernicke (triada de confusión, oftalmoplejia y ataxia) (15, 40).<br />
Acetazolamida<br />
Se han reportado como efectos adversos más frecuentes: fatiga<br />
y sedación, especialmente al comienzo del tratamiento,<br />
seguidos por anorexia, depresión, pérdida de peso, disminución<br />
de la libido, somnolencia, y, muy raramente, delirium,<br />
en caso de insuficiencia renal aguda (15).<br />
Esta descripto un caso de Síndrome Confusional Agudo asociado<br />
a Síndrome Apnea Obstructiva del Sueño, agravado por<br />
la acidosis metabólica generada por esta droga (41).<br />
Inotropicos<br />
Digoxina<br />
Esta es la droga inotrópica positiva más usada en el<br />
tratamiento de la insuficiencia cardiaca de forma crónica. Se<br />
han descripto una amplia variedad de efectos adversos neuropsiquiatricos,<br />
tanto a niveles terapéuticos como en intoxicación.<br />
Los más frecuentes (hasta en un 80%) son los efectos<br />
cognitivos, como delirium. Se han reportado delirio y<br />
otros síntomas psicóticos como parte del cuadro de delirium,<br />
siendo rara la aparición de estos de forma aislada. Es importante<br />
recalcar que las alteraciones visuales, como alteración<br />
de la visión de los colores y visión borrosa, y alucinaciones<br />
son efectos relativamente comunes con el uso de esta droga.<br />
Se han reportado otros “disturbios mentales” hasta en un 5%<br />
de los pacientes.<br />
Otros efectos importantes son fatiga, depresión, malestar<br />
general y somnolencia (15, 42). La depresión se manifiesta<br />
más frecuentemente como fatiga importante, disminución<br />
del apetito y trastorno del sueño. También se ha descripto<br />
depresión como forma de enmascaramiento de una intoxicación<br />
digitálica (15).<br />
Es importante reconocer adecuadamente los síntomas neuropsiquiátricos<br />
y visuales mencionados, ya que la aparición<br />
de un síntoma nuevo o el agravamiento de uno ya existente<br />
es frecuentemente la forma de inicio de una intoxicación,<br />
con la aparición posterior de la clínica cardiológica.<br />
Dopamina<br />
Se han descripto cefalea y ansiedad (37).<br />
Beta bloqueantes<br />
Se ha asociado a este grupo de fármacos a un aumento en la<br />
incidencia de fatiga y sedación. Así mismo, se ha postulado<br />
que los fármacos más liposolubles del grupo (por ejemplo<br />
propranolol) tendrían mayor incidencia de efectos adversos<br />
neuropsiquiátricos que los fármacos más hidrosolubles (por<br />
ejemplo atenolol) debido a su mayor velocidad de pasaje a<br />
través de la barrera hematoencefálica.<br />
Históricamente, se ha asociado al propranolol con un aumento<br />
de la incidencia de depresión en los pacientes que se<br />
encuentran bajo tratamiento con el mismo. Aún hoy, se<br />
encuentran controversias con respecto a esta afirmación. (15).<br />
Se han descripto los efectos adversos del metoprolol, fármaco<br />
perteneciente a este grupo, en la sección de antiarrítmicos.<br />
Estatinas<br />
Pueden producir trastornos de memoria reversibles. Se ha<br />
postulado que los niveles séricos bajos de colesterol producidos<br />
por una terapia a largo plazo con estatinas podría tener<br />
una alteración en las funciones cognitivas. Si bien se han<br />
reportado efectos tales como: confusión y alteraciones de la<br />
memoria, siendo estos reversibles con la suspensión del fármaco.<br />
Los mismos fueron dosis independiente y no tenían correlación<br />
con la temporalidad del tratamiento (37 aclarar cita).<br />
Actualmente, es un tema controversial, los datos hasta ahora<br />
publicados no sugieren avalar esta asociación y enfatizamos<br />
EDITORIAL SCIENS // 27
Dra. Lucia Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío Scublinsky<br />
la necesidad de mayores estudios clínicos para realizar conclusiones<br />
inequívocas al respecto (43, 44, 45, 46).<br />
Conclusión<br />
Es relevante el poder diferenciar los efectos colaterales del<br />
tratamiento farmacológico, con respecto a la patología neurológica<br />
producida por la misma enfermedad cardiovascular<br />
de base. Teniendo en cuenta que las cefaleas, la depresión y<br />
trastornos cognitivos, son los más frecuentemente descriptos<br />
en la literatura.<br />
Resaltamos que la mayoría de los efectos adversos tienen<br />
una secuencia temporal correlativa al síntoma; manifestándose<br />
en el inicio del tratamiento o aumento de la dosis, revirtiendo<br />
con la suspensión y reapareciendo con la readministración<br />
del fármaco.<br />
Es por todo lo antedicho, que consideramos imprescindible<br />
el conocimiento, por parte del médico tratante, de los efectos<br />
y los síntomas neurológicos y/o psiquiátricos que puede<br />
desarrollar el paciente bajo el tratamiento instaurado.<br />
Destacamos la necesidad de contar con estudios originales<br />
de mayor peso, en lo que respecta a la frecuencia y cualidad<br />
de los efectos adversos.<br />
El presente artículo expone la información disponible hasta<br />
el momento, siendo necesaria una constante actualización de<br />
los contenidos.<br />
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28 // EDITORIAL SCIENS
<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />
Ética<br />
Prof. Dr. Luis Allegro<br />
Presidente de Honor de la Sociedad de Ética en Medicina, AMA. Miembro del<br />
Consejo Académico de Ética en Medicina, Academia Nacional de Medicina.<br />
Ex Profesor Titular de Psicopatología y Psiquiatría, Universidad de Rosario.<br />
Full Member of the International Psychoanalytic Association.<br />
¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica?<br />
Se espera que en los médicos se destaquen ciertos rasgos<br />
especiales como la capacitación científica, la identificación<br />
con el paciente y la autonomía para practicar su profesión.<br />
Capacitación<br />
La formación médica se realiza en un largo período que se<br />
mide por años. Por lo tanto, se necesita que logre un alto<br />
nivel de capacitación. Caso contrario las consecuencias de su<br />
práctica pueden ser fatales. Esto se complica más si se tiene<br />
en cuenta el rápido progreso tanto de los conocimientos<br />
médicos como de la tecnología. Los nuevos progresos incluidos<br />
los de la ética, obligan a mantener los conocimientos con<br />
la mayor actualización para que estén acordes a los cambios<br />
del medio social.<br />
Identificación<br />
La identificación con el paciente tanto en su preocupación<br />
como en su dolencia y padecimiento es de importancia capital<br />
en la práctica médica. Para poder solventar el tratamiento el<br />
médico debe desarrollar la capacidad para "ponerse en el<br />
lugar del enfermo" y captar emocionalmente -en forma controlada-<br />
sus vivencias en relación al sufrimiento, al dolor y al<br />
miedo a la muerte. Esto permite proporcionar una mejor<br />
ayuda y lograr una mayor respuesta al tratamiento. Lo que el<br />
paciente aprecia como muy importante es cuando percibe<br />
que el médico atiende tanto a la persona enferma como a la<br />
enfermedad propiamente dicha.<br />
Autonomía<br />
La autonomía del médico, que es su capacidad de autodeterminación,<br />
ocupa un valor central en la ética del médico. Esto<br />
ha venido cambiando con el transcurso del tiempo. El médico<br />
tradicional se manejaba con una amplia autonomía para<br />
tomar las decisiones de cómo tratar a sus pacientes, guiándose<br />
por un criterio de autoridad paternalista. Esto provocó<br />
una cantidad de errores médicos lamentables. Con el progreso<br />
de la ciencia y de la ética se ha promovido una evolución<br />
de mayor madurez tanto en el pensamiento médico como en<br />
la sociedad, la relación de autoridad paternalista de carácter<br />
vertical se ha venido transformando en una relación horizontal<br />
que lleva a compartir la toma de decisiones y, por lo tanto,<br />
la responsabilidad del tratamiento médico. A esto se agrega<br />
la aceptación de la autonomía del paciente y la creación, por<br />
parte de la sociedad, de organismos que regulan la actividad<br />
médica. También el Juramento Hipocrático que los médicos<br />
juran cuando reciben su título y muy especialmente la<br />
Declaración de Ginebra de la Asociación Médica Mundial que<br />
ha redactado un código que se profesa públicamente como<br />
un juramento.<br />
Cada país tiene su propia ética, pero los fundamentos, los<br />
códigos aunque varían se aproximan bastante entre si.<br />
Tienen características comunes: el interés por el paciente, la<br />
no discriminación por raza, religión, otros derechos humanos,<br />
la, confidencialidad, el secreto profesional, y la atención de<br />
toda persona que está pasando por una emergencia médica.<br />
¿Qué debe respetar la ética médica?<br />
Además de respetar los cuidados y abordajes de la patología<br />
del paciente, es fundamental que se respeten los derechos<br />
humanos. Los derechos humanos especialmente importantes<br />
para la ética médica son el derecho a la vida, a no ser discriminado,<br />
no sufrir tortura ni trato inhumano o degradante,<br />
libertad de opinión y expresión, derecho a acceso igualitario<br />
a los servicios públicos y en la atención médica.<br />
¿Quién establece la ética y lo que es ético?<br />
Durante siglos los médicos establecieron sus propias normas<br />
de conducta que a medida que iba transcurriendo el tiempo<br />
se fueron expresando en los códigos de ética. Luego fueron<br />
apareciendo los organismos locales, nacionales y mundiales<br />
que intervinieron en la elaboración de dichos códigos. La<br />
AMM ha desarrollado una serie de declaraciones éticas sobre<br />
las conductas de los médicos en forma general sin tener en<br />
cuenta particularidades regionales. Estas particularidades<br />
pueden ser de valor diferente según el país en el que son<br />
aplicadas. En algunos pueden llegar a tener fuerza de ley.<br />
En la mayoría de los países se han elaborado códigos de ética<br />
médica, que han sido elaborados con la participación importante<br />
de las sociedades de profesionales médicos. En nuestro<br />
país, la Asociación Médica Argentina con la participación<br />
especial de la Sociedad de Ética en Medicina -que es pionera<br />
en nuestro medio- ha elaborado su propio código de ética<br />
para el equipo de salud, incluyendo a todos los profesionales<br />
que participan en la atención de la salud: médicos, enfermeros,<br />
asistentes, entre otros.<br />
En la actualidad se han desarrollado otras sociedades de<br />
ética médica entre las que merece ser nombrada la Comisión<br />
Académica de Ética en Medicina -a la que pertenezco- dentro<br />
del ámbito de la Academia Nacional de Medicina. Además<br />
también es importante referir que prácticamente en todos los<br />
hospitales se han constituido los correspondientes Comités<br />
de Ética Médica, también promovidos por la Sociedad de<br />
Ética Medicina a la que también pertenezco.<br />
EDITORIAL SCIENS // 5