22.07.2015 Views

Revista Psicofarmacología 89

Sección de ética 05 | ¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica? Prof. Dr. Luis Allegro Artículos y revisiones 07 | Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología y terapéutica Dra. Emilce K Blanc 23 | Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío Scublinsky

Sección de ética
05 | ¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica?
Prof. Dr. Luis Allegro
Artículos y revisiones
07 | Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología
y terapéutica
Dra. Emilce K Blanc
23 | Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso
Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío
Scublinsky

SHOW MORE
SHOW LESS

¡Convierta sus PDFs en revista en línea y aumente sus ingresos!

Optimice sus revistas en línea para SEO, use backlinks potentes y contenido multimedia para aumentar su visibilidad y ventas.

ISSN 1666 6690 // en línea 1851 8710<br />

REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOFARMACOLOGÍA Y NEUROCIENCIA // DIRECTOR: Prof. Dr. LUIS MARÍA ZIEHER AÑO 14 - N°<strong>89</strong> - Noviembre 2014


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

Sumario<br />

Sección de ética<br />

05 | ¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica?<br />

Prof. Dr. Luis Allegro<br />

Artículos y revisiones<br />

07 | Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología<br />

y terapéutica<br />

Dra. Emilce K Blanc<br />

Summary<br />

Section of Ethics<br />

05 | What are the special features of medical ethics?<br />

Prof. Dr. Luis Allegro<br />

Scientific Articles and Reviews<br />

07 | Antisocial Personality Disorder: Neurobiology and Therapeutics<br />

Dra. Emilce K Blanc<br />

23 | Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso<br />

Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío<br />

Scublinsky<br />

23 | Neuropsychiatric adverse effects of cardiovascular drugs<br />

Dra. Lucía Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío<br />

Scublinsky<br />

DIRECTOR<br />

Prof. Dr. Luis María Zieher<br />

Ex Profesor Regular Titular y Director del Curso de Médico Especialista en Farmacología,<br />

1 a Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Investigador Principal del CONICET.<br />

Director de la Maestría en Psiconeurofarmacología, Universidad Favaloro. Presidente del Comité<br />

Independiente de Ética para ensayos en Farmacología Clínica, FEFYM.<br />

EDITORES<br />

Dr. Diego Cohen<br />

Doctor en Medicina (área Salud Mental), Facultad de Medicina, UBA. Docente Autorizado, Facultad<br />

de Medicina, UBA, Docente Investigador, categoría V, Facultad de Medicina, UBA. Especialista en<br />

Psiquiatría, Facultad de Medicina, UBA. Miembro del Grupo de Neuropsicofarmacología. Miembro<br />

Titular Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro Fundador Internarnational Nueropsychoanalisys<br />

Society (Londres).<br />

Dra. Edith Mirta Serfaty<br />

Doctora en Ciencias Médicas (UBA), Médica Psiquiatra (UBA), Investigadora del Centro de<br />

Investigaciones Epidemiológicas, Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, Integrante<br />

Comité Técnico Asesor (SEDRONAR), Miembro fundador del Colegio Latinoamericano de<br />

Neuropsicofarmacología, Miembro del Collegiun Internationale Neuro-Psychopharmacologicum<br />

(CINP), Integrante Comité Ejecutivo, Federación Internacional de Epidemiología Psiquiátrica,<br />

Secretaria de Task Force for Adolescent Psychiatry-World Federation of Biological Soc.<br />

Dra. María Zorrilla Zubilete<br />

Bióloga. Doctora de la UBA. Docente Autorizada en Farmacología. Investigadora Asociada UBA-<br />

CEFyBO-CONICET. Jefa de TP y Docente del Curso de Psiconeurofarmacología, 1 a<br />

Cátedra de<br />

Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Miembro del Comité Independiente de Ética para<br />

Ensayos en Farmacología Clínica, FEFYM. Docente de la Maestría en Psiconeurofarmacología de la<br />

Universidad Favaloro.<br />

CONSEJO CIENTÍFICO NACIONAL<br />

Dr. Sebastián Alejandro Alvano<br />

Dra. Paula Antúnez<br />

Dra. Luciana D´Alessio<br />

Dr. Flavio Devoto<br />

Dr. Daniel Fadel<br />

Dr. Natalio Fejerman<br />

Dra. Victoria Fernández Pinto<br />

Dr. Gustavo Finvarb<br />

Dra. Ana María Genaro<br />

Dr. Fernando Martín Gómez<br />

Dr. Rafael Groisman<br />

Dra. Laura Guelman<br />

Dr. Rubén Iannantuono<br />

Dr. Eduardo Leiderman<br />

Dr. Juan José López-Costa<br />

Prof. Dr. Jorge Medina<br />

Dra. Mariana Moncaut<br />

Dra. Adriana Sánchez Toranzo<br />

Dr. Héctor Alejandro Serra<br />

Dr. Juan Cristóbal Tenconi<br />

Dr. Norberto Zelaschi<br />

CORRECCIÓN DE ESTILO Y GRAMÁTICA<br />

Romina Olmos<br />

DISEÑO DE TAPA E INTERIOR<br />

DCV Leandro Otero<br />

CONSEJO CIENTÍFICO INTERNACIONAL<br />

Dr. Mohammed Amin (Pakistán)<br />

Dr. Erminio Costa (USA)<br />

Dr. Enrique Galli Silva (Perú)<br />

Dr. Peter Gaszner (Hungria)<br />

Dr. Sergio Gloger (Chile)<br />

Dr. David Healy (Inglaterra)<br />

Dr. Gerardo Heinze (México)<br />

Dr. Yul Iskandar (Indonesia<br />

Prof. Dr. Iván Izquierdo (Brasil)<br />

Dra. Verónica Larach Walters (Chile)<br />

Dr. Brian Leonard (Irlanda)<br />

Dr. Francisco López Muñoz (España)<br />

Dr. Elizaldo Luiz de Araujo Carlini (Brasil)<br />

Dr. Driss Moussaoui (Marruecos)<br />

Dr. Alfred Pletscher (Suiza)<br />

Dr. Stephen Sthal (USA)<br />

Dr. Pedro Téllez Carrasco (Venezuela)<br />

Dr. Herman Van Praag (Holanda)<br />

SECCIÓN ÉTICA<br />

Prof. Dr. Luis Allegro<br />

IMPRESIÓN<br />

Xetec print & design<br />

Miranda 5664 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires<br />

PSICOFARMACOLOGÍA<br />

<strong>Revista</strong> Latinoamericana de <strong>Psicofarmacología</strong> y Neurociencia. Frecuencia bimensual. Año 14, Número <strong>89</strong>, Noviembre 2014.<br />

SCIENS EDITORIAL<br />

F. Roosevelt 4957 12° “A” - (1431) CABA - Argentina. Tel/Fax. (54 11) 4524 9129 / sciens.com.ar - info@sciens.com.ar<br />

La revista <strong>Psicofarmacología</strong> es propiedad de Sciens SRL. // Indexada en Lilacs // ISSN 1666 6690 // en línea 1851 8710. Esta publicación es realizada con la colaboración de: Fundación de<br />

Estudios Farmacológicos y de Medicamentos (FEFYM). Docentes, investigadores y médicos asistenciales especializados en la Psiconeurofarmacología de entidades, publican sus trabajos de<br />

revisión o investigación en carácter individual e independiente. Los materiales publicados (trabajos, cartas al editor, comentarios) en la revista <strong>Psicofarmacología</strong> representan la opinión de sus<br />

autores; no reflejan necesariamente la opinión de la dirección o de la editorial de esta revista. La mención de productos o servicios en esta publicación no implica que el director o la editorial de<br />

la revista los aprueben o los recomienden, deslindando cualquier responsabilidad al respecto. Registro de propiedad intelectual N° 5.157.5<strong>89</strong> Ley 11.723.<br />

EDITORIAL SCIENS // 3


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

Trastorno antisocial<br />

de la personalidad,<br />

neurobiología<br />

y terapéutica<br />

Dra. Emilce K Blanc<br />

Médica especialista en Psiquiatría, Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />

Especialista en Medicina Legal UNSAM.<br />

Magister en Psiconeurofarmacología Fundación Favaloro.<br />

Jefe de sección Psiquiatría de Complejo Penitenciario Federal CABA.<br />

Fecha de recepción: 10 de septiembre de 2014<br />

Fecha de aceptación: 18 de noviembre de 2014<br />

Antisocial Personality Disorder:<br />

Neurobiology and Therapeutics<br />

Resumen<br />

Los rasgos de la personalidad son patrones que permiten percibir, pensar, relacionarse con uno mismo y el ambiente. Cuando<br />

se vuelven disfuncionales, desadaptativos e inflexibles adquieren categoría de trastorno.<br />

El trastorno antisocial de la personalidad (TAS) comparte con los demás desórdenes del Grupo B (DSM V), un patrón de violación<br />

de las normas sociales, impulsividad, emotividad excesiva - grandiosidad, conducta de externalización, comportamiento<br />

autoabusivo, arranques de ira. Se presenta en 3 % de varones y 1 % de mujeres en población general (DSM-IV-TR). En mujeres<br />

tendría mayor severidad, más complejidad en las comorbilidades y peor evolución.<br />

Muchos términos fueron homologados: desorden de personalidad antisocial, psicopatía, sociopatía, personalidad amoral. El<br />

desorden psicopático puede asociarse con TAS pero se distingue. El TAS psicopático sería una forma más severa, con mayor<br />

riesgo de violencia que el no psicopático.<br />

La etiología del TAS combina factores biológicos y psicosociales (de riesgo ambiental negativos- estresores que incrementan<br />

el riesgo psicopatológico y factores moderadores que lo atenúan). Anomalías en potenciales evocados P 300, pueden reflejar<br />

el proceso desinhibitorio. Estudios funcionales de neuroimágenes y neurocognitivos focalizan en características (comportamiento<br />

agresivo, reconocimiento facial de emociones, disfunciones neuropsicológicas) más que sobre la totalidad del trastorno.<br />

El tratamiento presenta poca adherencia y elevada tasa de abandono.<br />

El objetivo de esta revisión es abordar el concepto de trastorno antisocial de la personalidad (TAS). Para ello es importante recorrer<br />

las nociones de personalidad, diferenciar entre normalidad y trastorno, luego aproximarnos a la noción de este desorden en particular<br />

mediante un breve recorrido histórico, para finalmente acercar los correlatos biológicos y posibilidades terapéuticas.<br />

Palabras clave<br />

Trastorno antisocial – Impulsividad – Teoría de la mente – Psicopatía – Agresividad – Conducta violenta – Neurobiología – Tratamiento.<br />

Abstract<br />

Personality traits are a pattern that enable to perceive, think, relate with oneself and the environment. When they turn into dysfunctional,<br />

maladaptive or inflexible, they acquire the category of disorder.<br />

The Antisocial Personality disorder (APD) shares with the rest of the Group B personality disorders (DSM V), a pattern of infringement<br />

of social rules, impulsivity, excessive emotion, grandiosity, externalizing behavior, self-abusive behavior, anger flares. It is present in<br />

3% of men and 1% in women in the general population (DSM-IV-TR). Among women, it could have higher severity, more complexity<br />

in comorbilities and a worse evolution.<br />

Many terms have been homologated: antisocial personality disorder, psychopathy, sociopathy, abnormal personality. Psychopathic disorder<br />

may be associated with APD but it distinguishes itself. Psychopathic APD could be a more severe, with a higher violence risk<br />

than the non-psychopathic one.<br />

The etiology of APD combines biological and psychosocial factors (of negative-stressor risk that increase the psychopathological risk<br />

and moderating factors that soften it).<br />

Abnormalities in evocated potentials P 300 may reflect the disinhibiting process. Functional neuroimaging and neurocognitive studies focus on<br />

features (aggressive behavior, facial recognition of emotions, neuropsychological dysfunctions) rather than on the totality of the disorder.<br />

The treatment has low adherence and a high rate of abandonment.<br />

The goal of this review is to deal with the Antisocial Personality Disorder (APD). In order to do so, it is important to go over the notions<br />

of personality, to distinguish between what is normal and the disorder, to approach the notion of this disorder in particular through a<br />

brief historical review, so as to finally approach the biological correlates and the therapeutic possibilities.<br />

Keywords<br />

Antisocial Disorder – Impulsivity – Mind Theory – Psychopathy – Aggressiveness – Violent Behavior – Neurobiology – Treatment.<br />

Blanc Emilce K. “Trastorno antisocial de la personalidad, neurobiología y terapéutica”. <strong>Psicofarmacología</strong> 2014;<strong>89</strong>:7-20.<br />

Puede consultar otros artículos publicados por los autores en la revista <strong>Psicofarmacología</strong> en sciens.com.ar<br />

EDITORIAL SCIENS // 7


Dra. Emilce K Blanc<br />

Introducción<br />

El vocablo personalidad deriva del latín, persona, que significa<br />

máscara, la cual era utilizada por los actores en las obras<br />

teatrales de la civilización grecorromana. No existe una<br />

definición universalmente aceptada de personalidad, cada<br />

escuela psicológica defiende un modelo teórico. Para<br />

Theodore Millon se trata de un patrón complejo de características<br />

psíquicas profundamente enraizadas que se expresan<br />

en forma automática o en casi todas las áreas de la actividad<br />

psíquica, comprendiendo características biológicas, cognitivas,<br />

psicodinámicas e interpersonales (Stingo y col, .2005).<br />

Los rasgos de la personalidad son patrones que permiten<br />

percibir, pensar, relacionarse con uno mismo y el ambiente.<br />

Cuando estos rasgos se vuelven disfuncionales, desadaptativos<br />

e inflexibles adquieren la categoría de trastorno.<br />

Los trastornos de personalidad son definidos según el DSM V<br />

como desórdenes con las características que se detallan en<br />

la tabla 1.<br />

El CIE-10 categoriza ocho trastornos específicos principales<br />

codificados de F60.0 a F60.7, que no se excluyen mutuamente<br />

y que tienen sintomatología superpuesta (Tabla 2).<br />

El CIE 10 diferencia los trastornos de la personalidad de la<br />

TABLA 1<br />

A. un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de la cultura del sujeto<br />

en al menos dos de las siguientes áreas: cognición, afectividad, actividad interpersonal y control de los impulsos(desviación<br />

significativa respecto del individuo normal para una determinada cultura)<br />

B Este patrón persistente es inflexible y se extiende a una amplia gama de situaciones personales y sociales (rigidez)<br />

C. Este patrón persistente provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes<br />

de la actividad del individuo (provoca tensión subjetiva/ problemas/ desadaptación, es disfuncional)<br />

D. El patrón es estable y de larga duración y su inicio se remonta a la adolescencia o principio de la edad adulta (está profundamente<br />

arraigado)<br />

E. No es atribuible a una manifestación o consecuencia de otro trastorno mental<br />

F. No es debido a efectos fisiológicos directos de una sustancia ni enfermedad médica<br />

Grupo A<br />

Característica: patrón penetrante anormal de<br />

• cognición (por ej. sospecha),<br />

• expresión (ej. lenguaje extraño) y relación con otros (ej. aislamiento)<br />

Grupo B<br />

Característica: patrón penetrante de<br />

• violación de las normas sociales (ej. comportamiento criminal),<br />

• comportamiento impulsivo,<br />

• emotividad excesiva y grandiosidad.<br />

Presenta con frecuencia exteriorización de sus rasgos, comportamiento<br />

autoabusivo y arranques de ira.<br />

Grupo C<br />

Característica: patrón penetrante de temores anormales, incluyendo<br />

relaciones sociales, separación y necesidad de control<br />

Otros desórdenes de personalidad<br />

1. Trastorno paranoide de la personalidad, personalidad<br />

paranoide;<br />

2. Trastorno esquizoide de la personalidad, personalidad<br />

esquizoide;<br />

3. Trastorno esquizotípico de la personalidad, personalidad<br />

esquizotípica.<br />

1. Trastorno antisocial de la personalidad, personalidad<br />

antisocial;<br />

2. Trastorno límite de la personalidad, personalidad límite o<br />

borderline;<br />

3. Trastorno histriónico de la personalidad, personalidad<br />

histriónica;<br />

4. Trastorno narcisista de la personalidad, personalidad narcisista.<br />

1. Trastorno de la personalidad por evitación, personalidad<br />

fóbica;<br />

2. Trastorno de la personalidad por dependencia, personalidad<br />

dependiente;<br />

3. Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, trastorno<br />

anancástico de la personalidad o personalidad obsesiva-compulsiva.<br />

1. Cambio de personalidad debido a otra condición médica<br />

2. Otro trastorno de personalidad especificado (no reúne criterios<br />

completos de ningún trastorno, especificándose el por<br />

qué. Ej.: Rasgos mixtos de personalidad)<br />

3. Otro trastorno de personalidad no especificado (no reúne<br />

criterios completos de ningún trastorno no especificándose<br />

el por qué. Ej.: hay información insuficiente<br />

8 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

TABLA 2<br />

F60.0<br />

F 60.1<br />

F60.2<br />

F60.30<br />

F60.31<br />

F60.4<br />

F60.5<br />

F60.6<br />

F60.7<br />

F60.8<br />

F60.9<br />

Paranoide<br />

Esquizoide<br />

Disocial<br />

Inestabilidad emocional tipo impulsivo<br />

Inestabilidad emocional tipo límite<br />

Histriónico<br />

Anancástico (obsesivo-compulsivo)<br />

Ansioso (con conducta de evitación)<br />

Dependiente<br />

Otros<br />

Sin especificación<br />

transformación de la personalidad; esta última, surge en la<br />

adultez después de la recuperación clínica de una situación<br />

estresante grave (campos de concentración, secuestros,<br />

amenaza de asesinato, cautiverio) (F62-0) o de una enfermedad<br />

psiquiátrica (F62.1).<br />

TAS: Referencias históricas<br />

Zachias, en el siglo XVII, ya hablaba de individuos que no<br />

obran ni sienten como los demás. En los comienzos de<br />

1800 los clínicos intentaron comprender la mentalidad<br />

criminal, dado que las ofensas eran tan abominables que<br />

consideraron que estos sujetos debían ser insanos, pero sus<br />

evaluaciones clínicas no eran consistentes con síndromes<br />

mentales reconocidos. Philippe Pinel (1806) distinguía a<br />

individuos que padecían manía sin delirio: refriéndose a un<br />

estado de furor, como si solo estuviesen dañadas las facultades<br />

instintivas. James Cowles Pritchard (1835) fue el<br />

primero en utilizar el concepto de moral insanity (insania<br />

moral) definiendo el trastorno como “una afección de la<br />

conducta que se expresa sin delirio ni menoscabo intelectual”,<br />

señalando como “característica fundamental la discordancia<br />

entre la indemnidad intelectual y la alteración de la conciencia<br />

valorativa” (compromiso afectivo y volitivo). Allí las<br />

facultades intelectuales del individuo se hallaban intactas y<br />

los principios morales, “pervertidos o depravados”, dificultando<br />

la capacidad de conducirse a sí mismo “con decencia<br />

y propiedad...”. Se refiere en realidad a enfermedades sin<br />

características psicóticas y no a características psicopáticas,<br />

por ejemplo: enfermedad maniaco-depresiva, Morel<br />

(1850) realza como factor etiológico la herencia degenerativa:<br />

“la degeneración de un individuo se va transmitiendo<br />

a lo largo de las generaciones”, J. A. Koch en (1888) hace<br />

referencia a las “inferioridades psicopáticas”, término que<br />

sustituyó al de insania moral, definiéndolas como el resultado<br />

de una inferioridad cerebral congénita o adquirida.<br />

Kraepelin (1904) usa el término “personalidad psicopática<br />

“para referirse a personas no neuróticas y no psicóticas que<br />

chocan con los parámetro sociales, y cuyos defectos residen<br />

en la vida afectiva y la voluntad. Incluye la locura impulsiva,<br />

los embusteros, estados obsesivos, criminales congénitos.<br />

Dupré (1912) ya habla de una constitución psicopática. S.<br />

Freud señala que son enfermos cuya característica es repetir<br />

conductas, colocando el acento en que estos individuos<br />

“actúan en lugar de pensar”. Kurt Schneider (1923) incluye<br />

a las personalidades psicopáticas (PP) en las “variedades<br />

anómalas del modo de ser psíquico” y dentro de ellas como<br />

desalmados. Fue el verdadero precursor del concepto actual<br />

del TAP, que se incorpora a las clasificaciones actuales, utilizando<br />

como base conceptual sus principios rectores.<br />

Postulado trilógico de Kurt Schneider: 1) Son variaciones de<br />

la personalidad que se desvían de la norma del término<br />

medio del valor (principio normativo).<br />

2) Para que la anormalidad sea psicopática es necesario que<br />

haga padecer al sujeto o a la sociedad (principio valorativo de<br />

daño).<br />

3) Las personalidades psicopáticas no son enfermedades,<br />

sino tipos de accionar meramente descriptivos, donde se<br />

nominan las principales cualidades de la personalidad.<br />

Entiende a los “tipos de personalidad” solo como modelos<br />

esquemáticos útiles para medir y no dirigidos a establecer<br />

especies diagnósticas, sino a determinar cualidades o rasgos<br />

destacados de la personalidad. Considera que las personalidades<br />

psicopáticas (PP) no reconocen la presencia de “un<br />

proceso” en el sentido Jasperiano, (para Jaspers en el proceso<br />

hay ruptura de la unidad de la persona, surgen contenidos<br />

psíquicos nuevos inexplicables, la personalidad muta<br />

con detrimento de sus mecanismos psicológicos normales,<br />

restando una profunda cicatriz defectual en la dinámica personal<br />

y social del individuo, ej.: el síndrome esquizofrénico.Y<br />

en el “desarrollo” se mantiene la unidad de la persona, y los<br />

contenidos que surgen son relacionados con la personalidad<br />

previa. “Los rasgos caracterológicos son permanentes y progresan<br />

durante la vida psíquica del sujeto (factores genéticos,<br />

constitucionales, ambientales)”.<br />

EDITORIAL SCIENS // 9


Dra. Emilce K Blanc<br />

Por esto, las anomalías secundarias a alteraciones corporales,<br />

serían seudopsicopatías (ej.: traumatismos en la corteza orbitaria).<br />

Henderson (1939) estableció firmes fundamentos para el<br />

delineado moderno del desorden de personalidad antisocial<br />

definiendo individuos con “estados psicopáticos” como<br />

aquellos que se ajustan a un estándar intelectual pero con<br />

desórdenes en su conducta social. Harvey M. Cleckley<br />

(1941) establece el complejo nuclear del desorden antisocial<br />

de personalidad, centrándose en comportamientos de tipo<br />

antisocial, fundamentalmente en actos agresivos, trata de<br />

comprender la personalidad del psicópata describiendo su<br />

funcionalismo interno y su relación con el medio. Karpman<br />

(1961) describe en los psicópatas a los depredadores y a los<br />

parásitos. Henry Ey (1965) incluye las personalidades psicopáticas<br />

dentro de las enfermedades mentales crónicas,<br />

destaca como sus características básicas la impulsividad y la<br />

antisociabilidad. Joel Zac (1972), psiquiatra y psicoanalista<br />

argentino, describe los componentes psicológicos que caracterizan<br />

al psicópata. Robert Hare (1984) en un trabajo sumamente<br />

interesante modifica la lista de síntomas de Cleckley.<br />

Para Kernberg, la personalidad psicopática se presenta necesariamente<br />

aunada a la patología narcisista. Sin embargo,<br />

una conducta antisocial se puede presentar en otra caracteropatía<br />

no narcisista conllevando un menor grado de<br />

gravedad. La organización mundial de la salud la incluye en<br />

las clasificaciones CIE 10 (1992) como trastorno disocial de<br />

la personalidad. La escuela americana de psiquiatría la<br />

incluye en las clasificaciones DSM V (2013), como<br />

“trastorno antisocial de la personalidad” (Cabello, 2010;<br />

Marietan, 2005).<br />

Prevalencia<br />

La prevalencia del TAS varía según la metodología utilizada<br />

y los países estudiados. Según el DSM-IV-TR se presenta en<br />

el 3 % de varones y en el 1 % de mujeres de la población<br />

general. Otras fuentes coinciden con la prevalencia en hombres.<br />

Alguna evidencia sugiere que el desorden en mujeres<br />

tendría mayor severidad, más complejidad en las comorbilidades<br />

y peor evolución.<br />

El desorden es frecuente en prisiones. Fuentes en primer<br />

grado sufren del trastorno con más frecuencia que la observada<br />

en la población general.<br />

Aspectos clínicos y criterios diagnósticos actuales<br />

Se trata de personas con incapacidad para adaptarse a las<br />

normas sociales relacionadas con el cumplimiento de la ley,<br />

infringen las reglas para obtener ganancias personales, violan<br />

los derechos de los otros, utilizan las mentiras y el engaño,<br />

cometen actos que justifican reclusiones, se involucran en<br />

peleas y asaltos; hacen uso de nombres falsos o de la<br />

explotación de otros por placer o beneficio personal; expresan<br />

impulsividad, irritabilidad y agresividad, actuando con<br />

desconsideración temeraria por la seguridad propia y ajena,<br />

presentan incapacidad para realizar proyectos e irresponsabilidad<br />

reflejada en fracasos reiterados para mantener trabajos;<br />

carecen de remordimiento, mostrándose indiferentes o<br />

racionalizadores por los actos cometidos de robos y lesiones.<br />

Los disturbios interpersonales y sociales, se deben a una<br />

combinación de rasgos de impulsividad, emocionalidad negativa<br />

elevada y baja escrupulosidad. El comportamiento antisocial<br />

desde la niñez hasta la adultez, cursa prácticamente<br />

sin interrupciones. El desorden suele asociarse con ausentismo<br />

escolar, promiscuidad, agresión en la infancia y adolescencia,<br />

pobres logros educativos, abuso de sustancias, asociaciones<br />

delincuenciales y altas tasas de desempleo, inestabilidad<br />

en la vivienda y relaciones interpersonales poco consistentes<br />

en la adultez. Tal comportamiento crónico no es<br />

consecuencia de retraso mental, esquizofrenia o trastorno<br />

afectivo, aunque en algunos raros casos puede coexistir con<br />

discreto grado de deficiencia mental (Sánchez García, 1998)<br />

Muchos términos han sido utilizados para definir este<br />

cuadro: desorden de personalidad antisocial, psicopatía,<br />

sociopatía, personalidad amoral.<br />

La denominación en los principales sistemas clasificatorios<br />

actuales: es desorden disocial de la personalidad en la<br />

Clasificación Internacional de Enfermedades 10ª revisión,<br />

Organización Mundial de la Salud (OMS), 1992 (ICD-10) y<br />

trastorno antisocial de la personalidad, el Manual<br />

Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales, 5ª edición,<br />

Asociación Psiquiátrica Americana, 2013.<br />

El diagnóstico apunta a la detección, mediante la entrevista<br />

(también hay pruebas diseñadas con propósitos diagnósticos)<br />

del conjunto de dimensiones comprometidas (Sánchez García,<br />

1998).<br />

Criterios según DSM V para el diagnóstico de trastorno antisocial<br />

de la personalidad (TAS) de F60.2 (301.7)<br />

El factor edad: El diagnóstico es apropiado solo para los individuos<br />

que al menos tienen 18 años de edad, y cuya historia<br />

revela presencia de síntomas de conducta disocial desde<br />

antes de los 15 (trasgresión de las normas sociales, agresión<br />

a personas y animales, destrucción de la propiedad, engaño<br />

o robo, quebrantamiento de la ley). Siempre que no ocurra<br />

exclusivamente durante un episodio de esquizofrenia o<br />

maníaco. Se debe ser cuidadoso al momento de utilizar el<br />

diagnóstico de personalidad antisocial en niños y adolescentes,<br />

para lo cual deberá esperarse a verificar que la conducta<br />

agresiva y la delincuencia continúan en la adultez, y<br />

siempre que otros criterios diagnósticos se encuentren presentes;<br />

ya que muchos adolescentes tienen un comportamiento<br />

reactivo a estresores personales, familiares o de<br />

grupo, que pueden expresarse de muchas maneras sin que el<br />

10 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

TABLA 3<br />

A) Un patrón general de desprecio y violación de los derechos<br />

de los demás que se presenta desde la edad de 15 años, como<br />

lo indican tres (o más) de los siete ítems siguientes:<br />

B) El sujeto tiene al menos 18 años<br />

C) Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza<br />

antes de la edad de 15 años<br />

D) El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en<br />

el transcurso de una esquizofrenia o un episodio maníaco<br />

1. fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que<br />

respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar<br />

repetidamente actos que son motivo de detención<br />

2. deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar<br />

un alias, estafar (engaño) a otros para obtener un beneficio<br />

personal o por placer<br />

3. impulsividad o incapacidad para planificar el futuro<br />

4. irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas<br />

repetidas o agresiones;<br />

5. despreocupación imprudente por su seguridad o la de los<br />

demás<br />

6. irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad<br />

de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo<br />

de obligaciones económicas<br />

7. falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la<br />

justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros.<br />

sujeto desarrolle completamente el síndrome antisocial en la<br />

adultez. A veces debe esperarse varios años de observación<br />

continua para establecer el diagnóstico (Sánchez García,<br />

1998).<br />

Limitaciones del diagnóstico según el DSM<br />

Algunos puntos del diagnóstico basado en el DSM IV han sido<br />

motivo de crítica. 1) Hacer foco en el comportamiento y no<br />

en la estructuración de la personalidad, lo que puede generar:<br />

a) sobrediagnósticos en medios carcelarios y subdiagnóstico<br />

en el medio libre; b) superposición diagnóstica con otros<br />

desórdenes de personalidad, c) heterogeneidad entre individuos<br />

con el mismo diagnóstico; 2-El adulto diagnosticado<br />

requiere del antecedente de conducta antisocial cuando era<br />

niño o adolescente, lo que podría llevar a diagnósticos en<br />

momentos en que la personalidad no está totalmente desarrollada.<br />

A pesar de que hay evidencia creciente de la persistencia<br />

del comportamiento agresivo infantil en la adultez. 3-<br />

El diagnóstico no se relaciona en forma directa con opciones<br />

farmacoterapéuticas, por lo que debe hacerse foco en componentes<br />

específicos que puedan responder a estas medidas.<br />

Criterios según El CIE 10<br />

El CIE 10 utiliza el término desorden disocial de la personalidad<br />

y en comparación con el DSM se basa más en los déficit<br />

interpersonales (incapacidad para experimentar culpa, baja<br />

tolerancia a la frustración, predisposición a culpabilizar a<br />

otros) que en el trastorno del comportamiento. No requiere el<br />

antecedente de desorden conductual en la niñez. Ha sido criticada<br />

la inclusión de rasgos de personalidad agresivo/sádica.<br />

El TAS, un desorden de externalización<br />

Cuando el DSM IV se encontraba bajo revisión, se esperaba<br />

que en el DSM-V, se hiciera hincapié en el déficit interpersonal<br />

del trastorno más que en el comportamiento criminal.<br />

Krueger y South destacaban que si bien, las clasificaciones<br />

psiquiátricas del DSM IV TR y del ICD-10 logran una buena<br />

confiabilidad, la validez del diagnóstico médico está en gran<br />

parte relacionada con la comprensión etiológica. Los trastornos<br />

definidos actualmente son, por lo general, heterogéneos y de<br />

comorbilidad polimorfa, ya que son definidos sobre la base<br />

de consensos de expertos y no en términos de rasgos psicopatológicos<br />

nucleares que definan espectros coherentes de<br />

variación psicológica.<br />

En un intento de agrupar desórdenes mentales en base a<br />

etiología, habían sido propuestos cinco grupos. El quinto,<br />

corresponde a los desórdenes de externalización. El Grupo de<br />

Estudio de Task Force para el DSM V, propuso 11 criterios de<br />

validación para el espectro de los desórdenes de externalización,<br />

cuyo núcleo distintivo es la desinhibición de la personalidad.<br />

En los desórdenes que lo integran se encuentran el abuso de<br />

sustancias, el desorden antisocial de la personalidad y los<br />

trastornos en la conducta. Biomarcadores compartidos,<br />

comorbilidades y curso ofrecen adicional evidencia para la<br />

EDITORIAL SCIENS // 11


Dra. Emilce K Blanc<br />

validez de este grupo (Krueger y col. ,2009). El rasgo psicopatológico<br />

nuclear de los desórdenes de externalización es el<br />

estrés desinhibitorio. Según Caspi y col. (1996) características<br />

temperamentales emergentes ya alrededor de los 3 años<br />

de edad pueden predecir el desarrollo de trastornos de externalización<br />

en la edad adulta.<br />

col., 1987; Tennant y col., 1990; Livesley, 2007); el patrón<br />

de deseo inapropiado de controlar a los otros, la intensa<br />

necesidad de independencia de resistirse a “ser controlado”,<br />

y la posibilidad de utilizar la violencia para ello, el desapego<br />

a pesar de que puedan utilizar “maneras amigables”<br />

(Benjamin 1996).<br />

TAS y psicopatía<br />

Hare y col (2000) desarrollaron el inventario de Psicopatía<br />

(Psychopathy Checklist–Revised PCL-R; Hare, 1991) destacando<br />

dos factores descriptivos de comportamiento por<br />

separado: el primero más relacionado a una variante de tipo<br />

narcisista, y el segundo a un estilo de vida más antisocial<br />

asociado al comportamiento criminal. Trabajos más recientes<br />

desarrollaron un tercer y cuarto factor.<br />

Se lo ha homologado al diagnóstico de TAS, aunque es incorrecto<br />

(Tenconi, 2012).<br />

Según las fuentes, el desorden de tipo psicopático (psicopatía)<br />

en ocasiones se asocia con el trastorno de la personalidad<br />

antisocial pero se distingue de este: la mayoría de quienes<br />

puntúan alto en la evaluación de PCL-R también reunirían<br />

criterios para TAS, pero solo el 10 % de personas con TAp<br />

reunirían criterios para Psicopatía en el PCL-R.<br />

Según un estudio realizado en la unidad de Psiquiatría<br />

Forense del Instituto de Medicina Preventiva Wolfson, de la<br />

Universidad Queen Mary de Londres, el TAS psicopático sería<br />

una forma más severa y con mayor riesgo de violencia que el<br />

TAS no psicopático (Coid y col., 2010).<br />

La criminalidad<br />

Hay más en el trastorno de personalidad antisocial que el<br />

comportamiento criminal, y generalmente este es una consecuencia<br />

de disfuncionalidades previas, de lo contrario todos<br />

los condenados por un delito reunirían criterios para el<br />

trastorno de personalidad antisocial y un diagnóstico de<br />

trastorno de personalidad antisocial sería raro en aquellos sin<br />

antecedentes penales. Algunos autores encuentran que la<br />

prevalencia del trastorno de personalidad antisocial entre<br />

personas privadas de su libertad es ligeramente menor al 50<br />

% (Fazel y col., 2002; Hart y col., 19<strong>89</strong>; Singleton y col.,<br />

1998). Estos datos muestran, por tanto, que la relación entre<br />

trastorno antisocial de la personalidad y delincuencia no es<br />

tan clara.<br />

Los profesionales están más interesados en los rasgos de personalidad<br />

y mecanismos psíquicos que en el comportamiento<br />

criminal. Es decir, en la inestabilidad en los vínculos, la<br />

impulsividad, temeridad, la desestima de las consecuencias<br />

de sus actos, la falta de aprendizaje con la experiencia, la<br />

egocentricidad, el permanente quebrantamiento de la norma,<br />

el no tomar en consideración los sentimientos, comportamiento<br />

irresponsable, explotativo y fraudulento (Livesley y<br />

La etiología del trastorno, el origen<br />

Como la mayoría de los cuadros psiquiátricos, el desorden de<br />

personalidad antisocial presenta etiología compartida,<br />

existiendo en su etiología factores biológicos y psicosociales.<br />

Existe evidencia acerca de que los niños que exhiben tempranamente<br />

acciones de ofensa y lo hacen con gran carga de<br />

agresividad, poseen una incrementada heredabilidad para<br />

este comportamiento.<br />

Factores familiares y ambientales<br />

Cuando el sujeto interacciona con el entorno (selecciona e<br />

interpreta las experiencias), la posibilidad de expresión de su<br />

riesgo genético puede verse incrementada o disminuida<br />

según existan factores negativos (estresores) o positivos<br />

(moderadores) respectivamente; en esta interacción genentorno,<br />

el índice de riesgo es acumulativo: la sumatoria de<br />

factores negativos o estresores en períodos del desarrollo en<br />

múltiples dominios incrementaría la probabilidad de<br />

patología. (Hipótesis de riesgo acumulativo): Cuanto más factores<br />

de exposición, mayor posibilidad de comportamiento<br />

antisocial a comparación de la presencia de un factor simple<br />

aislado (Rutter, 1979; Deater-Deckard y col., 1998; Legrand<br />

y col., 1999; Sameroff, 2000; Appleyard y col., 2005;<br />

Miller-Lewis y col.,2006; Keyes y col., 2007; Reif y col.,<br />

2007; Krueger y col.,2009).<br />

Las personas con personalidad antisocial, frecuentemente<br />

crecen en familias fracturadas con conflicto parental y en<br />

donde la crianza es ruda e inconsistente y en ocasiones violenta<br />

y ya sea por dificultades del cuidado de los padres o por<br />

comportamientos problemáticos del niño la crianza suele<br />

interrumpirse y transferirse a agentes externos a la familia.<br />

Esto conlleva ausentismo escolar, abuso de sustancias y<br />

compañías delincuenciales; bajos logros en educación, elevadas<br />

tasas de desempleo, inestabilidad de vivienda y disfunción<br />

en relaciones interpersonales.<br />

Los factores de riesgo ambientales actúan como estresores o<br />

factores ambientales negativos incrementando el riesgo psicopatológico.<br />

Estos tienden a ser no específicos (maltrato,<br />

violencia, entre otros) es decir, producen un impacto en los<br />

desórdenes de las personas pero no en una determinada y<br />

específica forma o patología (Zucker, 2006) (Krueger y col.,<br />

2009). Son ejemplos de factores moderadores: un ambiente<br />

rural (Legrand y col., 2008), como entornos religiosos o el<br />

monitoreo parental.<br />

12 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

Algunos autores hablan de fracaso de la socialización a través<br />

de estos hogares caóticos trasladando el resentimiento y odio<br />

a la sociedad por falta de identificación paterna. Otros han<br />

observado que la privación afectiva temprana (falta de relaciones<br />

amorosas adecuadas o duraderas) genera pocas oportunidades<br />

de identificarse afectivamente. Se suman características<br />

socioculturales de la actualidad que muestran una<br />

tendencia hacia el individualismo, el egocentrismo, la violencia,<br />

el logro del placer inmediato, y el abuso de sustancias<br />

(Lopez Reyes, 2009). Esta interacción entre vulnerabilidad<br />

biológica y el crecer en un ambiente adverso, ha sido articulada<br />

por Dodge (2000), quien describe a un niño que nunca<br />

adquiere habilidades sociales ni mecanismos regulatorios<br />

necesarios para maniobrar en el mundo de la adolescencia.<br />

El niño falla en el aprendizaje de tomar en cuenta las señales<br />

sociales, realice atribuciones hostiles acerca de los otros,<br />

expresa respuestas agresivas en situaciones sociales ya sea<br />

porque selecciona estas modalidades por considerarlas adecuadas<br />

o porque no evalúa consecuencias de su acción.<br />

Ambiente y genes interaccionan moldeando los circuitos neurales<br />

y determinando futuras conductas. El ambiente que<br />

experimenta el niño, incide en su desarrollo. Las características<br />

de los niños influyen en el apego y actitudes de los<br />

padres y esta respuesta de los padres, a su vez, puede influir<br />

sobre la expresión del genoma del niño (Alvarez Sanguedolce,<br />

2010).<br />

Neurobiología. Aportes de la neurociencia. Factores hereditarios<br />

y constitucionales<br />

La comprensión de la biología del TAS está hoy, sujeta a limitaciones:<br />

1) la mayor parte de los estudios hacen foco en características<br />

como el comportamiento agresivo, el reconocimiento<br />

facial de emociones, o disfunciones neuropsicológicas, más<br />

que sobre la totalidad del trastorno. 2) Algunos estudios no<br />

discriminan factores que pueden confundir los resultados<br />

como abuso de sustancias y comorbilidades.<br />

Desde hace largo tiempo se ha reconocido la contribución<br />

genética al comportamiento de tipo antisocial. Este campo<br />

ha avanzado en esta última década. Hay evidencia de que los<br />

niños que presentan comportamiento ofensivo tempranamente<br />

y con mayor agresividad, tienen incrementada la<br />

heredabilidad para este comportamiento (Viding y col.<br />

2008). También se ha descripto que existe heterogeneidad<br />

en el comportamiento antisocial de los niños: un estudio<br />

demuestra que resultaron con mayor carga de heredabilidad<br />

aquellos que presentaban rasgos de crueldad y frialdad.<br />

A pesar de la carga genética, se reconocen diferentes tipos<br />

de mecanismos gen-entorno: los niños genéticamente vulnerables<br />

para el comportamiento antisocial, desencadenaran con<br />

el trato rudo y la crianza inconsistente, respuestas comportamentales<br />

negativas, en cambio el riesgo genético podría ser<br />

moderado si intervienen factores que lo reduzcan (como programas<br />

de entrenamiento en crianza, terapia multisistémica).<br />

“El sistema nervioso central es un sistema complejo, dinámico<br />

y abierto (Alvano, 2004) modificable por la experiencia<br />

“de forma única para cada individuo”. “La predisposición<br />

genética (muchos genes involucrados) interactúa con factores<br />

evolutivos (variables gestacionales), y con factores<br />

ambientales (profundos como los trascendentales vínculos<br />

tempranos y los correspondientes a las vivencias cotidianas<br />

influídas por el contexto sociocultural), produciéndose modificaciones<br />

epigenéticas del ADN, que sumado a mecanismos<br />

aleatorios, conducirán al desarrollo de diferentes tipos de<br />

conducta humana normal o patológica, alteraciones diversas<br />

en la salud mental o resiliencia, según sea el caso. La interacción<br />

gen-entorno se encuentra en el centro de la etiología”<br />

(Alvano, 2007). “La interacción gen-entorno, es fundamental<br />

para la generación de cambios genéticos y epigenéticos tanto<br />

en la ontogenia como en filogenia de los que resultan la conformación<br />

de endofenotipos conductuales”. Estos, más que<br />

la conducta en sí, marcan el modo de reacción del individuo<br />

que posee determinado fenotipo ante una situación del<br />

entorno, para generar una conducta determinada (Zieher,<br />

2008).<br />

Estudios genéticos:<br />

En los genes involucrados se encuentran: A- Estudios de asociación<br />

entre TAS y polimorfismos del gen del transportador<br />

de serotonina (SLC6A4 o 5-HTT): la asociación es controversial<br />

para 5-HTTLPR con trastornos de la personalidad (Patkar<br />

y col., 2002; Liao y col., 2004), surgiendo como candidato<br />

de interés para ser estudiado el polimorfismo del 5-HTTVNTR<br />

(10). A -El polimorfismo del gen C-521T del receptor<br />

dopaminérgico 4: fue relacionado con la búsqueda de<br />

novedades e impulsividad pero resultados de metaanálisis<br />

(Munafò y col., 2008) no demostraron asociación significativa<br />

con extroversión. C- La proteína SNAP 25 presináptica<br />

plasmática de membrana (synaptosomal-associated protein<br />

25) relacionada con el proceso de exocitosis mediada por<br />

calcio: Algunos autores encontraron asociación de genotipos<br />

DdeI y MnlI T/T del gen de la proteína, como factor de riesgo<br />

para comportamiento de tipo antisocial (Basoglu y col., 2011).<br />

La investigación genética en el espectro de externalización se<br />

basa en pruebas de coherencia fenotípica del espectro.<br />

Anomalías anatómicas:<br />

Tiihonen y col han descripto reducción del volumen de la<br />

amígdala en ofensores violentos con alto puntaje para psicopatía<br />

según PCL-R. Otros autores han señalado anomalías en<br />

otras estructuras límbicas (Ej.: reducido volumen hipocampal)<br />

pero los datos son poco consistentes (Coccaro y col.,<br />

EDITORIAL SCIENS // 13


Dra. Emilce K Blanc<br />

2011).<br />

Actualmente, se considera que las conductas no dependen<br />

de regiones específicas sino de complejos circuitos que abarcan<br />

varias áreas (Halsband, 2008).<br />

Anomalías funcionales:<br />

La agresividad – El control cognitivo:<br />

La agresión, se encuentra dentro de las conductas complejas.<br />

Violencia y agresividad, son comunes en todas las especies<br />

biológicas, pero el hombre posee conciencia reflexiva que le<br />

permite un registro sobre qué piensan y qué sienten los otros<br />

mediante la introspección. Esto modula la agresión impulsiva<br />

o no reflexiva y genera la posibilidad de la agresión premeditada.<br />

La Corteza Prefrontal (CPF) aporta la posibilidad de la<br />

evaluación cognitiva y el sistema límbico, (corteza cingulada<br />

anterior y sus conexiones con el núcleo accumbens) brinda el<br />

correlato emocional. El NAcc aporta la valencia hedónica a<br />

través de la descarga de dopamina (DA) por las terminales<br />

provenientes del área tegmental ventral (ATV).<br />

Estudios que comparan individuos con y sin comportamiento<br />

agresivo han demostrado robustas diferencias en respuestas<br />

fisiológicas, en la estructura cerebral y funcionalidad (revisado<br />

Patrick, 2008).<br />

Tradicionalmente se ha clasificado a la agresividad, en dos<br />

subtipos: 1) Agresividad impulsiva (o reactiva de Adams o<br />

con hiperactividad de Haller): Reacción rápida de “violencia<br />

explosiva”, generalmente defensiva, motivada por la ira o el<br />

miedo, la finalidad es la descarga (es un fin en sí misma) no<br />

se prevén las consecuencias. Se acompaña de activación<br />

somática o hiperarousal autonómico (aumento de tensión<br />

arterial, de frecuencia cardiaca y de conductancia eléctrica<br />

en la piel) y 2) Agresividad premeditada, proactiva, instrumental<br />

o controlada (u ofensiva de Adams o con hipoactividad<br />

de Haller): No es una reacción espontánea, es un medio<br />

para la obtención de un fin, la activación somática es mínima<br />

o nula (bajo arousal autonómico) y es predominantemente<br />

cognitiva (Vloet y col., 2010; Halsband y col., 2008).<br />

Ambas se diferencian en la fenomenología psicológica y en la<br />

neurobiología.<br />

En un estudio realizado por Raine y col. (2006), la agresión<br />

proactiva fue asociada: en un inicio muy temprano (7 años)<br />

con peleas, tácticas de mano dura, delincuencia, baja motivación<br />

escolar, pobres relaciones entre pares, situación<br />

monoparental, adversidad psicosocial, padres adictos, e<br />

hiperactividad; y a los 16 años con personalidad psicopática,<br />

afecto embotado, delincuencia que incluye grave violencia.<br />

La agresión reactiva, se caracterizó a los 16 años por impulsividad,<br />

hostilidad, ansiedad social, falta de amigos íntimos,<br />

experiencias perceptuales inusuales e ideas de referencia.<br />

La agresividad impulsiva, tiene un compromiso biológico más<br />

claro, y mayores posibilidades de un abordaje farmacológico<br />

(Halsband y col., 2008). Involucra circuitos subcorticales<br />

que incluyen regiones del tronco cerebral y amígdala (favorecen<br />

el surgimiento de impulsos agresivos), circuitos corticolímbicos<br />

incluyendo CPF OM y NACC rostral (favorecen la<br />

toma de decisiones y el procesamiento de información socialemocional)<br />

y regiones frontoparietales (involucradas en la regulación<br />

emocional y de los impulsos) (Coccaro y col., 2011).<br />

La agresividad premeditada posee poca expresión neurobiológica<br />

y suele quedar por fuera del alcance de los tratamientos<br />

farmacológicos (Halsband y col., 2008; Olivarez Diez y<br />

col., 2008) señalan que estaría regulada por el núcleo<br />

amigdalino y centros troncoencefálicos de control del sistema<br />

nervioso autónomo (SNA).<br />

Sobre la base de evidencia en estudios de lesión en animales<br />

y humanos se avanza en la detección de anomalías de conectividad<br />

y funcionalidad en los circuitos que median la agresividad<br />

en desórdenes caracterizados por elevada agresión<br />

como el trastorno borderline de personalidad y el TAS. Estas<br />

evidencias se están integrando con estudios en genética,<br />

desarrollo y neuroquímica de la agresión. Futuras investigaciones<br />

son necesarias para descubrir si estas anomalías de<br />

circuitos relacionados con la agresión y su regulación podrían<br />

ser tomadas como fenotipos intermedios para identificar<br />

aquellos con elevado riesgo de emplear un comportamiento<br />

agresivo y como biomarcadores para testear la efectividad de<br />

tratamientos existentes y desarrollo de nuevos dirigidos a la<br />

reducción de dicho comportamiento (Coccaro y col., 2011).<br />

Estudios funcionales en TAS encontraron respuestas<br />

amigdalinas atenuadas durante el aprendizaje condicionado,<br />

sugiriendo que los déficit en el aprendizaje emocional, especialmente<br />

aquellos que implican el castigo como consecuencia<br />

podrían ser fundamentales para este trastorno. Esta<br />

atenuación en la respuesta amigdalina y aprendizaje emocional,<br />

podría ser útil para distinguir formas de agresión: la<br />

de tipo instrumental asociada al TAS y psicopatía y la agresión<br />

reactiva, más característica del TBL y del Trastorno<br />

Explosivo Intermitente (Coccaro y col., 2011).<br />

Aunque un individuo con TAS suele padecer también de impulsividad,<br />

pudiendo presentar ambas formas de agresividad.<br />

Las respuestas de activación de la amígdala podrían ser más<br />

características de la agresión impulsiva y las respuestas<br />

amigdalinas atenuadas, más prevalentes en presencia de<br />

individuos con rasgos psicopáticos de personalidad más tendientes<br />

a la agresividad premeditada (Coccaro y col., 2011).<br />

Los individuos con TAS muestran deterioro en el proceso de<br />

refuerzo y son impulsivos pero la investigación en los correlatos<br />

neuronales del proceso neuropsicológico del TAS permanece<br />

limitada.<br />

Un estudio en individuos con TAS versus grupo control<br />

mostró en sus resultados diferencias en las pruebas de<br />

inhibición comportamental (uno de los componentes de la<br />

14 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

impulsividad) (Go/No Go task): las personas con TAS presentaron<br />

afectación de la CPFDL, y parietal durante las pruebas<br />

y activación bilateral de la corteza pre/subgenual del cíngulo<br />

(CCA). Estos resultados podrían reflejar, según los autores,<br />

un deterioro en el reclutamiento de los mecanismos ejecutivos<br />

frontales (déficit ejecutivo); un posible componente<br />

visuo-espacial atencional de la impulsividad y especulan que<br />

la activación del cíngulo se podría corresponder con una<br />

mayor experimentación de frustración en esta población.<br />

Sugiriendo así, que la desregulación emocional podría contribuir<br />

a la impulsividad.<br />

A su vez hallaron con un agonista serotonérgico mayor incremento<br />

de la activación en áreas del circuito de recompensa<br />

(COF, caudado y pálido ventral), respecto de los individuos<br />

sanos. Esto último, podría sugerir una supersensibilidad por<br />

deterioro de la función serotoninérgica presináptica que involucraría<br />

la función del receptor 5HT2C; esto abriría la posibilidad<br />

de que objetivos serotonérgicos puedan ser terapéuticos<br />

(Völlm y col., 2009).<br />

El rasgo principal de los trastornos del espectro de externalización,<br />

es la desinhibición comportamental. La investigación<br />

sugiere que la corteza prefrontal (CPF) juega un rol en<br />

su etiología (Patrick y col., 2006; Iacono y col., 2008). La<br />

CPF estaría involucrada en el control cognitivo: proceso de<br />

monitoreo de las propias acciones, evaluación de alternativas,<br />

e inhibición de impulsos o respuestas inapropiadas<br />

dirigida a metas y previamente recompensadas, (Miller y col.,<br />

2001). “Los sectores anatómicamente diferenciados de la<br />

CPF parecen tener funciones disociables en un contexto<br />

experimental (ej.: el cortex frontal inferior en hemisferio<br />

derecho estaría involucrado en detener una respuesta prepotente;<br />

Aron, 2007). Sin embargo, la CPF parece funcionar<br />

como una red de regiones interconectadas (Aron, 2008), y en<br />

la vida cotidiana es el funcionamiento y la coherencia general<br />

del sistema el que puede asignar más directamente el concepto<br />

de espectro de externalización de las diferencias individuales.<br />

En esta conexión, otras subestructuras de la CPF<br />

ampliada son también relevantes en relación a las tendencias<br />

de externalización, por ejemplo, el daño de la CPF orbitomedial<br />

está asociado con comportamiento agresivo e impulsivo<br />

(Damasio y col., 1994). Esta corteza es particularmente relevante<br />

en el control cognitivo sobre la activación emocional<br />

(Davidson y col., 2000), consistente con las conexiones<br />

extendidas entre CPF orbitomedial y estructuras límbicas. La<br />

CPF también se conecta a otras estructuras en redes más<br />

amplias mas notablemente a la corteza cingulada anterior<br />

(CCA), con funciones coordinadas entre ambas” (Krueger y<br />

col., 2009). En el TAS, al fallar el “control cognitivo” por<br />

deficiente activación de áreas de la CPF, el individuo se<br />

“insensibiliza” es decir, disminuye o pierde la capacidad de<br />

evaluación de las consecuencias de las conductas violentas<br />

para sí mismo y para los otros (Zieher, 2008).<br />

Algunos autores describen en individuos tendientes a la agresividad,<br />

un incremento de actividad de ondas lentas en el<br />

EEG, reducidos niveles de serotonina cerebral (Coccaro y<br />

col., 1996a; Dolan y col., 2001) y disfunción en regiones<br />

frontocorticales y límbicas que median el procesamiento<br />

emocional (Intrator y col., 1997; Raine y col., 2000, Blair y<br />

col., 2006).<br />

Electrofisiología<br />

Coles y Rugg (1995) definen a los potenciales evocados<br />

(PES) como fluctuaciones en el voltaje del electroencefalograma<br />

(EEG) provocadas por sucesos sensoriales, motores o<br />

cognitivos. Se considera que los PES son indicadores de procesos<br />

o subprocesos cognitivos (atención, procesamiento del<br />

lenguaje y las emociones) o perceptivos y pueden ser buenos<br />

candidatos para ayudarnos a comprender mejor el sistema<br />

cognitivo humano. Podrían encontrarse patrones de respuesta<br />

emocional diferentes reflejados en el comportamiento de<br />

los PES en pacientes que sufren algún tipo de patología psicológica<br />

(Nuñez Peña y col., 2004).<br />

En personas con riesgo de desórdenes de externalización, se<br />

han identificado anomalías electrofisiológicas en potenciales<br />

evocados P 300, que pueden reflejar el proceso desinhibitorio.<br />

Tanto en numerosos desordenes de externalización como<br />

en personas con elevados niveles de uso de sustancias se ha<br />

encontrado reducida la amplitud de la onda P 300 (P3AR), la<br />

que representa un indicador endofenotípico de riesgo global<br />

de externalización (Iacono y col., 2008; Krueger y col., 2009).<br />

ERN (Error Related Negativity) es un componente de potenciales<br />

evocados que aparece inmediatamente después de que<br />

una persona reacciona rápidamente ante la comisión de un<br />

error. La negatividad relacionada con error o ERN es predecible<br />

ante una amplia tendencia de externalización (Krueger y<br />

col., 2009; Fishman y col., 2013).<br />

Fishman encuentra en un estudio realizado (2013) que los<br />

ERNs producidos luego del castigo social ante el error fueron<br />

menores en extrovertidos que en introvertidos.<br />

Neurotransmisores, hormonas y agresividad<br />

En términos generales, en el hombre, los circuitos catecolaminérgicos<br />

y los andrógenos tienden a estimular la agresividad<br />

y los serotoninérgicos a inhibirla.<br />

Las neuronas glutamatérgicas corticales aferentes al cerebro<br />

límbico, vías receptores AMPA y NMDA serían capaces de<br />

controlar la impulsividad irreflexiva (Zieher, 2008).<br />

La dopamina (DA) es otro neuromodulador importante en las<br />

conductas agresivas. Un alelo en el gen que codifica para la<br />

MAO A de baja capacidad metabólica, se relaciona con conductas<br />

agresivas en el joven que se desarrolla en un ambiente<br />

con carencias afectivas, físicas o violento (Zieher, 2008).<br />

EDITORIAL SCIENS // 15


Dra. Emilce K Blanc<br />

La DA estaría vinculada en el desencadenamiento (iniciación<br />

y ejecución) del acto agresivo. Se han implicado a los receptores<br />

D1 y D2” (Halsband y col., 2008; Salaberri, 2012).<br />

La noradrenalina (NA) está vinculada a la irritabilidad facilitada<br />

por el estrés.<br />

El Ácido Gamma Amino Butírico (GABA) parece tener un<br />

efecto inhibitorio sobre la agresividad.<br />

La ocitocina, con sus receptores particularmente en amígdala<br />

y CPF, posee efecto bloqueante de las conductas violentas y<br />

favorecedor de las conductas maternantes (Zieher, 2008)<br />

A los opiáceos también se los ha relacionado con la agresividad.<br />

Su disminución en LCR se ha asociado con comportamientos<br />

autolesivos en pacientes con trastorno límite de la<br />

personalidad (Nuñez Peña y col., 2004).<br />

La vasopresina, mediante receptores V1a se vincula con<br />

estrés, agresión y violencia (Zieher, 2008).<br />

Las interleukinas IB y II, reguladoras del sistema inmunitario<br />

podrían estar vinculadas indirectamente en las conductas<br />

agresivas vía modulación de los sistemas gabaérgicos y serotonérgicos<br />

(Halsband y col, 2008).<br />

La serotonina se relacionó con la inhibición de conductas<br />

agresivas, actuando en la CPF (COF y CCA) mediante receptores<br />

5 HT2 fundamentalmente, modulando o suprimiendo la<br />

aparición de comportamientos agresivos (Salaberri, 2012).<br />

La serotonina inhibe la secreción de dopamina en el núcleo<br />

accumbens (NAcc) (Derito, 2012).<br />

Bajos niveles de 5-hidroxi-indolacético (5 HIHAA) en LCR<br />

han sido asociados con conducta violenta, criminales y actos<br />

agresivos, caracterizados como impulsivos y en individuos<br />

suicidas (Halsband y col., 2008).<br />

Según la teoría de Cloninger, los bajos niveles de serotonina<br />

se asocian con la tendencia a tomar riesgos y los altos a evitarlos<br />

(Derito, 2012).<br />

En las personalidades antisociales se ha observado una disminución<br />

del funcionamiento del sistema de inhibición comportamental<br />

mediado por la serotonina y una activación del<br />

sistema de activación comportamental mediado por dopamina<br />

relacionado con el NAcc. Son individuos que no inhiben<br />

las conductas de placer y minimizan la posibilidad del castigo.<br />

Se sienten atraídos por la “novedad” del estímulo. Son<br />

“buscadores de sensaciones que los estimulen” y “buscadores<br />

de riesgo”. Hay trabajos que vinculan al individuo<br />

“psicópata” con una baja respuesta fisiológica desde temprana<br />

edad (bajo gasto cardiaco, ondas lentas en el electroencefalograma<br />

y baja conductividad eléctrica en la piel)<br />

(Derito, 2012). Es decir, un bajo nivel de excitabilidad o baja<br />

reactividad autonómica a los estímulos externos (Tenconi,<br />

2012).<br />

Sentido moral / cognición moral / neurobiología<br />

La moralidad es el código de valores y costumbres que guían<br />

la conducta social. La moral descriptiva se refiere a los códigos<br />

que cada sociedad propone para los diversos aspectos<br />

más allá del no dañar (sobre: pureza, aceptación de la autoridad,<br />

lealtad empática hacia el grupo). La moralidad normativa<br />

consiste en un código universal de acciones morales y prohibiciones,<br />

independientemente del grupo social, como por<br />

ejemplo el no dañar. Estudios en simios y otros animales<br />

sociales describen a las emociones morales: gratitud, sentido<br />

de justicia, empatía (teoría de la mente), compasión, sentimiento<br />

de reciprocidad, consuelo, lealtad al grupo. En los<br />

humanos, la culpa, gratitud, orgullo, vergüenza, el temer ser<br />

evaluado negativamente por otros, la indignación por el trato<br />

injusto, es decir, estas emociones morales, son fuertes motivadores<br />

para actuar en un modo social favorable, comprender<br />

las implicaciones morales de las interacciones sociales y<br />

actuar para mejorar su reputación personal y la posibilidad<br />

de cooperación social en el futuro. Las emociones morales<br />

son manifestación de tendencias neuro-morales basadas en<br />

la evolución: no dañar, justicia, autoridad, pureza, comunidad<br />

(Méndez, 2009).<br />

A pesar de que los estudios son dispares (Méndez ,2009) la<br />

convergencia de la evidencia apoyaría la presencia de una<br />

red cerebral “neuromoral” (áreas del SNC vinculadas al control<br />

cognitivo moral), que en base a estudios de imágenes<br />

funcionales en sujetos normales, involucraría: (Ver tabla 4).<br />

Las “emociones morales o prosociales”, se encuentran al servicio<br />

de promover cohesión grupal y cooperación (necesario<br />

desde el punto de vista evolutivo) a través del no dañar,<br />

reforzar reglas morales al poder atribuir a otros, intenciones<br />

negativas y castigar a quien quiebra las reglas sociales. Este<br />

castigo (castigo altruista), es manifestación de la tendencia<br />

moral de equidad y justicia para el grupo, que se aplica<br />

aunque implique un costo personal. El establecimiento de<br />

los conceptos de moralidad y justicia, (cognición moral) se<br />

cimienta sobre la base de esquemas cognitivos de valoración<br />

(atribución de valencia positiva y negativa a las conductas)<br />

que se construyen e internalizan durante el aprendizaje.<br />

(Sánchez Toranzo y col., 2011; Zieher, 2008).<br />

Mientras se aprende, además de estos esquemas se incorporan<br />

conductas. Ambos esquemas cognitivos y conductas<br />

determinan normas de comportamiento que constituyen el<br />

andamiaje para la convivencia social. (Zieher, 2008).<br />

Existen diversos modos de aprendizaje: el aprendizaje pavloviano<br />

o condicionamiento clásico (CC), el aprendizaje instrumental<br />

u operante (CO) y el aprendizaje vicario u observacional.<br />

El CC se produce cuando un estímulo neutro (el que<br />

no trae consigo respuesta relevante alguna) se relaciona<br />

repetidas veces con un estímulo incondicionado que provoca<br />

una respuesta natural no entrenada. Después de varios<br />

apareamientos, el estímulo neutro comienza a provocar la<br />

16 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

misma respuesta que el estímulo incondicionado, convirtiendo<br />

al estímulo neutro en condicionado y la respuesta que se<br />

da a este, es condicionada. En el CO se fortalecen o debilitan<br />

respuestas (conductas) voluntarias dependiendo de sus consecuencias<br />

positivas o negativas. De este modo, el organismo<br />

opera en su entorno para obtener un resultado.<br />

De acuerdo con Bandura y col., el aprendizaje humano, en su<br />

mayor parte se basa en el aprendizaje vicario u observacional<br />

que consiste en el que se incorpora a través de la observación<br />

de un modelo. Allí, el individuo imita la acción del otro.<br />

El aprendizaje social se realiza en forma completa en la<br />

medida que el individuo pueda estimar frente a la conducta<br />

del otro, la intencionalidad que esta conlleva.<br />

Múltiples experimentos, en simios y humanos, confirmaron la<br />

sospecha de que las neuronas espejo se activan ante la sola<br />

percepción de una acción realizada por otro, lo que permitió<br />

arribar a la posibilidad de que el estado mental de una persona,<br />

resuene en otra, arribándose así a la teoría de la mente.<br />

(Sánchez Toranzo y col., 2011).<br />

La teoría de la mente (ToM) y la empatía son dos procesos cercanamente<br />

relacionados con la moralidad (Méndez, 2009).<br />

Teoría de la mente / reconocimiento facial / empatía<br />

La teoría de la mente o mentalización, implica la habilidad<br />

de representarse y de representarse e inferir, los estados mentales<br />

(cognitivos y afectivos) propios y de los otros respectivamente.<br />

El funcionamiento de ToM, es dependiente de la integridad<br />

de los sistemas dopaminérgico y serotoninérgico.<br />

Shamay-Tsoory y col., han descripto un novedoso modelo<br />

neurobiológico de ToM. En él se implican regiones corticales<br />

y subcorticales funcionalmente organizadas en redes que<br />

facilitan la representación de los estados mentales cognitivos<br />

y afectivos tanto propios como de los otros. El modelo<br />

sostiene que los aspectos cognitivo (inferir creencias) y afectivo<br />

(inferir emociones) de la ToM, presentan caminos disociables<br />

de redes prefrontales aunque intercomunicados<br />

(Salaberri, 2012; Shamay Tsoory, 2007) (Tabla 5).<br />

La CPFDL y CPFDM poseen pocas conexiones anatómicas<br />

directas con el sistema límbico relacionado con el procesamiento<br />

de estados emocionales, en cambio la CPFVM, COF<br />

y la corteza frontal lateral inferior (CFLI) presentan densas<br />

conexiones con la amígdala, que está fuertemente involucrada<br />

en el procesamiento afectivo de ToM.<br />

La representación de estados mentales propios y de los demás<br />

es procesada por diferentes regiones cerebrales de las redes<br />

de mentalización, pero la habilidad para distinguir estados<br />

propios y de otros es modulada por sistemas de atención y<br />

selección funcionalmente interactivos dorsales y ventrales,<br />

en la unión témporoparietal y corteza cingulada anterior<br />

(CCA) (AbuAkel y col., 2011).<br />

El modelo de Shammay Tsoory y col., sugiere que la ToM<br />

afectiva es parte del sistema cognitivo de empatía, sugiriendo<br />

que es la ToM afectiva y no la ToM cognitiva, la que<br />

predice significativamente las habilidades empáticas del<br />

individuo (Shamay Tsoory, y col., 2007; Shamay Tsoory, y<br />

TABLA 4<br />

La CPFVM (aéreas 10, 12,<br />

25 y 32 de Brodmann)<br />

La COFVL (áreas 47, parte<br />

de la 10,12, 25 y la44 VL<br />

de Brodmann)<br />

La amígdala<br />

La CPFDL<br />

Imprime valor emocional y moral a los eventos sociales, anticipa el desarrollo de eventos futuros,<br />

participa en la teoría de la mente, empatía, atribución de intención, y tareas relacionadas.<br />

Media respuestas aversivas, cambios de respuesta basados en el feedback, inhibe respuestas<br />

impulsivas o automáticas o amigdalinas.<br />

Media la respuesta a la amenaza, comportamiento social aversivo y aprendizaje moral.<br />

Puede anular esta red “neuromoral” a través de la aplicación de un análisis racional a situaciones<br />

morales.<br />

También se han implicado otras regiones (Modificado de Méndez, 2009).<br />

TABLA 5<br />

La red de ToM cognitiva involucraría principalmente a:<br />

• CPFDL<br />

• CPFDM<br />

• Corteza cingulada dorsal anterior (CCAd)<br />

• Polo temporal dorsal (PTd)<br />

• Estriado dorsal<br />

La red de ToM afectiva implicaría:<br />

• CPFVM<br />

• COF<br />

• Corteza frontal ínfero lateral (COIL)<br />

• Corteza cingulada ventral anterior (CCAv)<br />

• Polo temporal ventral( PTv)<br />

• Amígdala<br />

• estriado ventral<br />

EDITORIAL SCIENS // 17


Dra. Emilce K Blanc<br />

col., 2010).<br />

El procesamiento de la ToM afectiva o empatía, se apoya en<br />

estructuras de desarrollo temprano en la ontogenia y podría<br />

estar mediado por circuitos neurales más directos y automáticos<br />

que en la TOM cognitiva, y por ende podría ser más rápido<br />

(Kalbe y col., 2010).<br />

La afectación en teoría de la mente se ha descripto en una<br />

amplia gama de enfermedades psiquiátricas y neurológicas<br />

(hay más de 20 patologías mencionadas), entre ellas el<br />

autismo, la esquizofrenia y la enfermedad de Parkinson.<br />

Shammay Tsoory y col., describen sobre la base de un estudio<br />

realizado que en individuos delincuentes con diagnóstico<br />

de trastorno antisocial de personalidad con elevados rasgos<br />

de psicopatía (diagnóstico en base a DSM IV TR, Levenson<br />

Self Report Scale: Versión III (LSRP III) y Hare’s (1991) Self<br />

Report Psychopathy (SRP-II) scale), que estos no sufrirían de<br />

un deterioro general de la ToM, si no que es plausible que<br />

exhiban déficits en la ToM afectiva, patrón que parece caracterizar<br />

disfunciones de COF, lo que podría señalar un déficit<br />

en COF en la psicopatía (Shamay Tsoory y col., 2007).<br />

Biomarcadores / Sustratos neurales compartidos / anomalías<br />

en el procesamiento emocional y cognitivo<br />

“Existen aún muy pocos biomarcadores validados vinculados<br />

a los trastornos mentales, lo que limita la capacidad de incorporar<br />

a la neurociencia directamente en el diagnóstico<br />

psiquiátrico (Hyman, 2007). Las rúbricas clasificatorias<br />

podrían ayudar a guiar la investigación neurocientífica cuyos<br />

hallazgos, deberían a su vez, ajustar las clasificaciones. El<br />

espectro de externalización, que es la covariación entre los<br />

trastornos antisociales y relacionados con sustancias, ofrece<br />

una rúbrica útil para esta estrategia” (Krueger y col., 2009).<br />

Curso y pronóstico<br />

Es un curso crónico se han encontrado diferencias según el<br />

género: mayor persistencia de la conducta criminal en hombres<br />

que en mujeres a lo largo del tiempo (DSM IV TR,<br />

1995), pero a medida que avanza la edad, en hombres y<br />

mujeres se atenúan o desaparecen los síntomas, sobre todo<br />

alrededor de la cuarta década. Lo que tiende a desaparecer<br />

es la conducta criminal (menor reincidencia delictiva) mientras<br />

que la atenuación se observa para el resto del abanico de<br />

comportamientos antisociales como la impulsividad y consumo<br />

de drogas, aunque se observó persistencia de problemas<br />

interpersonales<br />

La comorbilidad con diversas condiciones en el eje I es elevada,<br />

fundamentalmente con el abuso de sustancias. El<br />

trastorno antisocial parece ser un moderador negativo para la<br />

respuesta al tratamiento de estas condiciones comórbidas<br />

El trastorno antisocial se asocia a un incremento en la mortalidad,<br />

debido a la elevada tasa de suicidio, abuso de drogas<br />

y agresión.<br />

Muchos individuos son detenidos por criminalidad, o mueren<br />

prematuramente como resultado de su comportamiento<br />

temerario aunque, también debe señalarse que la violación<br />

de los derechos de los demás no siempre implica criminalidad<br />

(Sánchez García, 1998).<br />

El tratamiento<br />

La psicoterapia requiere de mucha dedicación del paciente y<br />

el médico. Generalmente, los médicos muestran poca disposición<br />

para tratar este tipo de pacientes y éstos tampoco<br />

suelen tener disposición para emprender la tarea. En pocos<br />

hospitales especializados se tratan personalidades antisociales<br />

y delincuentes con el objetivo de cambiar las características<br />

de la personalidad (Sánchez García, 1998).<br />

Tratamiento psicofarmacológico:<br />

En los casos que se les administra tratamiento, generalmente,<br />

se debe a la presencia de otros trastornos psiquiátricos<br />

agregados (Sánchez García, 1998). Ya que la existencia<br />

de comorbilidades es frecuente entre TAS y desórdenes del<br />

eje I como trastornos del ánimo y de ansiedad, aunque es<br />

más frecuente el uso y abuso de sustancias (Khalifa y col.,<br />

2010).<br />

En 2007, dos revisiones sistemáticas de tratamientos psicológicos<br />

y psicofarmacológicos han podido localizar solamente<br />

cinco estudios que cumplieron criterios para estudios<br />

aleatorizados controlados (Duggan y col., 2007a, Duggan y<br />

col., 2007b).<br />

En ellos se examinó la efectividad de la intervención en<br />

relación a la reducción del abuso de sustancias, más que al<br />

abordaje del TAS en sí. Las dificultades más relevante que se<br />

identificaron fueron: la falla en adquirir un consenso en la<br />

definición de la población del ensayo y en los resultados que<br />

eran relevantes identificar (Duggan y col., 2007a, Duggan y<br />

col., 2007b) (Krueger y col., 2009).<br />

Una variada lista de medicamentos se les prescribe con frecuencia<br />

a personas con TAS, incluyendo antidepresivos, hipnóticos,<br />

ansiolíticos, antiepilépticos y estimulantes del sistema<br />

nervioso central. Muchos autores, han revisado la evidencia<br />

relativa al tratamiento de los desórdenes de personalidad<br />

(Dolan, 1993; Lieb, 2010; Stein, 1992; Warren,<br />

2001). Stein (1992) concluye que bajas dosis de antipsicóticos<br />

pueden aportar beneficios en el trastorno borderline y el<br />

esquizotípico. Dolan (1993) argumenta que la carbamazepina<br />

ha mostrado reducción de la hiperactividad, agresión<br />

y control de impulsos en TAS y psicopatía. También concluyen<br />

que el mantenimiento con carbonato de litio puede<br />

aportar beneficios a individuos explosivos e impulsivos,<br />

sosteniendo alguna esperanza para aquellos con TAS. Warren<br />

(2001) encuentra que los ISRS pueden mejorar síntomas de<br />

18 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

ansiedad e ira. La investigación, sobre lo justificado de estas<br />

intervenciones, es limitada debido a limitaciones metodológicas<br />

(Khalifa y col., 2010; Krueger y col., 2009).<br />

Soloff (1998) recomienda un abordaje orientado al síntoma<br />

más relevante: comportamiento impulsivo, percepción afectiva<br />

y cognitiva (por rasgos paranoides asociados). Se basa fundamentalmente<br />

en una revisión referida al trastorno borderline<br />

de la personalidad. Resta saber si los datos son extrapolables<br />

al TAS. Él encontró evidencia en favor de los<br />

inhibidores de receptación de serotonina (IRSS) y otros antidepresivos<br />

para la desregulación emocional, anti psicóticos a<br />

bajas dosis para anomalías perceptuales y cognitivas y<br />

agentes estabilizadores anímicos e ISRS para el manejo del<br />

control de impulsos (Krueger y col., 2009).<br />

En la práctica, hay reportes de mejorías en el control de los<br />

impulsos con carbonato de litio (Links 1990) antiepilépticos<br />

como carbamazepina (Cowdry, 19<strong>89</strong>), valproato de sodio<br />

(Stein, 1995), divalproato de sodio (Wilcox, 1995) y del uso<br />

de ISRS en la reducción del comportamiento impulsivo y<br />

agresivo (Bond, 2005) (Khalifa y col., 2010).<br />

En una revisión de Cochrane de 2010 se concluye que el<br />

cuerpo de evidencia obtenido en base al material revisado es<br />

insuficiente para arribar a conclusiones que se refieran al uso<br />

de psicofármacos en el tratamiento del TAS. Los estudios<br />

considerados difirieron en las medidas de resultado (los targets)<br />

tomadas como referencia y no hubo ningún estudio<br />

focalizado en el tratamiento del TAS específicamente. Se<br />

requiere investigación adicional para aclarar qué medicamentos<br />

son eficaces para el tratamiento de las principales<br />

características de este trastorno. Esta investigación se llevará<br />

a cabo mejor utilizando ensayos clínicos cuidadosamente<br />

diseñados que recluten un número suficiente de personas<br />

con TAS, sitúen las medidas de resultado de particular relevancia<br />

para este trastorno y no se centren en drogas que ya<br />

no se utilizan ampliamente (Khalifa y col., 2010).<br />

Tratamiento psicoterapéutico:<br />

Se destaca en los resultados de una revisión publicada por<br />

Cochrane que no hay evidencia suficiente para justificar el<br />

uso de algún tipo de intervención psicológica en particular<br />

para aquellas personas con un diagnóstico de TAS. Sin<br />

embargo, se reconoce que "la ausencia de prueba no es prueba<br />

de ausencia de efecto " y que este es un grupo con complejas<br />

necesidades (Kalbe y col., 2010). La base de evidencia<br />

para el tratamiento del TAS, permanece tan limitada<br />

como la de los abordajes psicofarmacológicos (Duggan y col.,<br />

2007), existiendo mayor evidencia para el abordaje del<br />

trastorno borderline de la personalidad (Kernberg, 1984;<br />

Linehan y Dimeff, 1997).<br />

Las intervenciones psicológicas para los desórdenes comórbidos<br />

están, en cambio, bien desarrolladas y son tan o más<br />

efectivas que los abordajes psicofarmacológicos para el<br />

común de los desórdenes mentales, de modo que se infiere<br />

que las personas con TAS comórbido también pueden beneficiarse.<br />

A pesar de que la evidencia es limitada para el abordaje total<br />

del TAS se han desarrollado herramientas para algunos de<br />

sus componentes, fundamentalmente para el manejo de la<br />

agresión. De todas formas, la intervención sobre el manejo de<br />

la ira (que no es un ítem diagnóstico del TAS) no asevera<br />

cambios en cuanto a la impulsividad y la agresividad, aunque<br />

se vinculen, ni en la violencia o el comportamiento delictivo<br />

en delincuentes con TAS. La relevancia del manejo de la ira<br />

en TAS permanece limitada, la mayor parte de los estudios<br />

están realizados en otras poblaciones. Hay desarrollada, en<br />

cambio, una amplia gama de intervenciones cognitivo conductuales<br />

referidas a la reducción del comportamiento delictivo.<br />

Hay entonces, una relativa robusta evidencia que indica<br />

que las intervenciones cognitivo conductuales son moderadamente<br />

efectivas en el TAS.<br />

En Inglaterra y Gales se dispone de un programa denominado<br />

DSPD Dangerous and Severe Personality Disorder Programme<br />

(Home Office & Department of Health, 2002) dedicado a la<br />

asistencia de hombres bajo alta seguridad (el 50 % en<br />

prisión y el otro 50 % en hospitales de alta seguridad).<br />

Personalidad severa y peligrosa (PSP) es un término genérico<br />

que agrupa a personas con un trastorno grave de la personalidad<br />

que presentan un riesgo significativo de daño grave a los<br />

demás. Es probable que muchas personas con PSP también<br />

cumplan los criterios de personalidad antisocial. El<br />

tratamiento consiste en programas cognitivo conductuales en<br />

dispositivos individuales y grupales dirigidos a la reducción<br />

de riesgo. En él, se dispone de una amplia gama de intervenciones:<br />

terapia dialectico-comportamental, terapia focalizada<br />

en esquemas, terapia cognitivo-analítica, programas de reducción<br />

de riesgo, etcétera (Home Office, 2005a). Estas intervenciones<br />

aun requieren ser evaluadas.<br />

La guía NICE puntualiza las siguientes recomendaciones de<br />

tratamiento para el comportamiento delincuencial del adulto:<br />

1- Para personas con TAS, incluso con problemática adictiva,<br />

en comunidad y servicios de salud mental, ofrecer tratamiento<br />

cognitivo conductual grupal dirigido a problemas como la<br />

impulsividad, dificultades interpersonales y comportamiento<br />

antisocial. 2- Para personas con historicidad de comportamiento<br />

antisocial con TAS, en comunidad o cuidado institucional,<br />

ofrecer tratamiento cognitivo conductual grupal<br />

dirigido a reducción del comportamiento delincuencial y<br />

otras conductas antisociales. Mientras se brindan las intervenciones<br />

terapéuticas: evaluar el nivel de riesgo para ajustar<br />

la intensidad y duración del programa, y proporcionar apoyo<br />

e incentivo para ayudar a los participantes a asistir y completar<br />

los programas. 3- Para personas en comunidad o settings<br />

EDITORIAL SCIENS // 19


Dra. Emilce K Blanc<br />

institucionales que cumplen criterio de psicopatía o PSP,<br />

considerar intervenciones cognitivo conductuales focalizadas<br />

en la reducción del comportamiento delincuencial y otras<br />

conductas antisociales, con sesiones de refuerzo ,seguimiento<br />

y monitoreo continuo.<br />

Intervenciones psicosociales<br />

El abordaje eficiente de los TAS requerirá de intervenciones<br />

interdisciplinarias a lo largo de la mayor parte de la vida del<br />

sujeto. Debe incluirse el sistema de salud mental, servicios<br />

sociales y el sistema de justicia penal. Existe más literatura<br />

disponible sobre intervenciones para el comportamiento reincidente<br />

del delincuente que para el TAS. Esta literatura presenta<br />

dos limitaciones: 1- El diagnóstico de ingreso a estos<br />

programas o estudios no requiere ser TAS. 2- El criterio de<br />

resultado se restringe a la presencia o ausencia de comportamiento<br />

reincidente. A pesar de ello pueden ser útiles en<br />

TAS, ya que algunas personas que delinquen presentan este<br />

diagnóstico (Krueger y col., 2009).<br />

Dificultades para el tratamiento<br />

Algunos obstáculos que presenta el abordaje del TAS son: a-<br />

El elevado costo que requiere dado que implica una compleja<br />

coordinación; b- La actitud de poca disposición de las personas<br />

con personalidad antisocial a ser tratados, suelen ser<br />

reacios a participar en un tratamiento, pueden ver a sus<br />

propias necesidades como signos de debilidad y minimizarlas<br />

o negarlas, y por extensión, tratar con desprecio a quienes<br />

intentan ayudarlos; c- El rechazo que por lo antedicho, suelen<br />

generar en los equipos de asistencia; d- El frecuente<br />

abandono del tratamiento (Incrementado por rasgos de la<br />

personalidad como un estilo atribucional hostil, impulsividad,<br />

bajo nivel educacional.<br />

El manejo de dicha contingencia, puede mejorar la resistencia<br />

al tratamiento característico en TAS y en los trastornos<br />

por abuso de sustancias (Gibbon y col., 2010); e- La creencia<br />

persistente de que estos trastornos existen de manera aislada,<br />

es decir, el no considerar que la presencia del TAS no<br />

excluye un diagnóstico comórbido en el eje I. Algunos enfermos<br />

mentales con un doble diagnóstico: trastorno antisocial<br />

de la personalidad y un trastorno psicótico, que cometieron<br />

homicidios, fueron rechazados en la consulta con el argumento<br />

de que "solo" tenía un trastorno de la personalidad, y<br />

por lo tanto, no estaban mentalmente enfermos (Krueger y<br />

col., 2009).<br />

El tratamiento psicopatológico no suele conceptualizarse en<br />

términos del espectro de externalización en general.<br />

En etapa de prevención primaria el tratamiento debería<br />

focalizarse en las tendencias desinhibitorias (con el objetivo<br />

de que estas personas realicen elecciones menos dañinas o<br />

reduciendo en forma directa, dichas tendencias, lo cual es<br />

menos realista actualmente, aunque puede variar de acuerdo<br />

con los avances en la genética y neurobiología de la desinhibición<br />

y los tratamientos farmacológicos venideros).<br />

Palmgreen y col. (1995) condujeron una campaña en los<br />

medios con el objetivo sobre personas con elevado nivel de<br />

búsqueda de sensaciones, acercándolos a contactarse con<br />

una línea telefónica en la que podían recibir información<br />

acerca de actividades excitantes que no incluían consumo de<br />

drogas. Este tipo de enfoque desmantela la conexión entre la<br />

desinhibición y su elevado costo social (por ejemplo, problemas<br />

de drogas), y es probable que tenga un amplio impacto<br />

en la reducción de la prevalencia y costos de tendencias de<br />

externalización.<br />

Si un paciente adulto se presenta con dependencia de sustancias<br />

como la principal preocupación, las consideraciones<br />

clínicas agudas corresponden a la desintoxicación, no a los<br />

procesos subyacentes de tipo desinhibitorio. La amplia evidencia<br />

de apoyo a la conceptualización de espectro externalización<br />

sugiere que el avance de estos procesos en adultos,<br />

conduce a una resultante de altos costos sociales, y es producto<br />

de una sumatoria de elecciones individuales, sesgadas<br />

en una dirección de externalización de los procesos generales<br />

desinhibitorios. (Krueger y col., 2009).<br />

Conclusión<br />

El TAS, es un desorden de curso crónico, clasificado en el<br />

cluster B de los trastornos de la personalidad del DSM V. El<br />

Grupo de Estudio de Task Force para el DSM V propuso su<br />

agrupación dentro de los desórdenes de externalización, cuyo<br />

rasgo psicopatológico nuclear es el estrés desinhibitorio. Su<br />

etiología combina factores psicosociales y biológicos. Para<br />

estos últimos, existen limitaciones como la comorbilidad elevada<br />

y la poca disponibilidad de estudios. Los datos acerca<br />

de anomalías en estructuras cerebrales son poco consistentes.<br />

Anomalías electrofisiológicas en potenciales evocados<br />

P 300, pueden reflejar el proceso desinhibitorio. Se relacionan<br />

genes de vulnerabilidad con rasgos biológicos. Estudios<br />

funcionales de neuroimágenes y pruebas neurocognitivas<br />

focalizan en características como el comportamiento agresivo,<br />

el reconocimiento facial de emociones, o disfunciones<br />

neuropsicológicas, más que sobre la totalidad del trastorno.<br />

La corteza prefrontal (CPF) participa en el control cognitivo:<br />

monitoreo de las propias acciones, evaluación de alternativas<br />

e inhibición de respuestas inapropiadas o impulsos. La CPF y<br />

subestructuras de la CPF ampliada jugarían un rol en la etiología<br />

de la desinhibición comportamental, funcionando como una red.<br />

Los desórdenes psiquiátricos caracterizados por elevada<br />

agresividad como el TBL y el TAS presentarían anomalías en<br />

la funcionalidad y los patrones de conectividad de los circuitos<br />

cerebrales implicados en la agresión.<br />

Estos Individuos no sufrirían deterioro general de la ToM<br />

20 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

general, si no, déficits en la ToM afectiva (patrón que parece<br />

caracterizar disfunciones de COF). La ToM afectiva, podría<br />

predecir significativamente las habilidades empáticas del<br />

individuo. ToM y empatía son dos procesos cercanamente<br />

relacionados con la moralidad (código de valores y costumbres<br />

que guían la conducta social). Las “emociones morales<br />

o prosociales” se encuentran al servicio de promover cohesión<br />

grupal y cooperación, necesario desde el punto de vista<br />

evolutivo, a través de no dañar y reforzar reglas morales al<br />

poder atribuir a otros intenciones negativas y castigar a quien<br />

quiebra las reglas sociales (castigo altruista). El establecimiento<br />

de los conceptos de moralidad y justicia se cimienta sobre<br />

la base de esquemas cognitivos de valoración que se construyen<br />

e internalizan. Hay autores que señalan la presencia de una<br />

red cerebral “neuromoral”, en sujetos normales. Durante el<br />

aprendizaje, además de estos esquemas, se incorporan conductas.<br />

Esquemas cognitivos y conductas determinan normas<br />

de comportamiento. A medida que el sujeto se desarrolla y<br />

crece se conjugan disposición genética, entorno, aprendizaje,<br />

conformando, el “basamento biológico” (estructura cerebral,<br />

“cableado funcional” neuroendocrino, neuroquímico, habilidades<br />

neuropsicológicas, etc.), de la expresión de la conducta<br />

humana. Las personas con personalidad antisocial, se caracterizan<br />

por no actuar de un modo social favorable, con un<br />

patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás,<br />

quebrantando las reglas, presentando falta de empatía,<br />

inestabilidad en los vínculos, impulsividad, temeridad y<br />

desestima de las consecuencias de sus actos.<br />

El tratamiento del TAS presenta grandes limitaciones, se<br />

trata de un trastorno complejo, con poca adherencia y elevada<br />

tasa de abandono. A pesar de la base de evidencia limitada<br />

para su abordaje total, se han desarrollado herramientas<br />

para algunos de sus componentes, fundamentalmente para el<br />

manejo de la agresión. El abordaje eficiente, requerirá de<br />

intervenciones interdisciplinarias a lo largo de la mayor parte<br />

de la vida del sujeto que incluya el sistema de salud mental,<br />

servicios sociales y el sistema de justicia penal.<br />

Bibliografía<br />

1. AbuAkel A; Shamay-Tsoory S. Neuroanatomical<br />

and neurochemical bases of theory of mind.<br />

Neuropsychologia 2011; (49)11: 2971-2984.<br />

2. Alvano SA. El Sistema Nervioso Central como<br />

sistema complejo, dinámico y abierto. La interacción<br />

gen-entorno en el centro de la etiología de<br />

diferentes trastornos psiquiátricos. En: Alvano S.<br />

Trastornos depresivos y de ansiedad. Aspectos<br />

neurobiológicos, clínicos y terapéuticos. Buenos<br />

Aires. Ed. Sciens 2007; p 63-68.<br />

3. Alvarez Sanguedolce AS. Neuroplasticidad en<br />

psiquiatría: algunos aspectos de utilidad teórica<br />

y práctica. <strong>Revista</strong> Latinoamericana de<br />

<strong>Psicofarmacología</strong> y neurociencia 2010; (61):<br />

29-36.<br />

4. American Psychiatric Association: Manual<br />

Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos<br />

Mentales, Cuarta Edición. Barcelona. Ed<br />

Masson 1995.<br />

5. American Psychiatric Association: Desk reference<br />

to the Diagnostic Criteria From DSM-5.<br />

Arlington, V A, American Psychiatric<br />

Association, 2013.<br />

6. Baron-Cohen S, Ring HA, Wheelwright S,<br />

Bullmore ET, Brammer MJ, Simmons A. Social<br />

intelligence in the normal and autistic brain: an<br />

fMRI study. European Journal of neuroscience1999;<br />

11:1<strong>89</strong>1-1<strong>89</strong>8.<br />

7. Basoglu C.; Oner O.; Ates A.; Algul A, Bez Y;<br />

Cetin M, et al. Synaptosomal-associated protein<br />

25 gene polymorphisms and antisocial personality<br />

disorder: Association With Temperament<br />

and Psychopathy Canadian Journal of Psychiatry<br />

- Revue Canadienne de Psychiatrie 2011; 56<br />

(6): 341-347<br />

8. Boeree C. G Albert Bandura1925 – presente.<br />

Traducción al castellano: Dr. Rafael Gautier.<br />

Teorías de La Personalidad. Disponible en:<br />

URL: http:// www.psicologia.on-line.com<br />

9. Cabello JO, Bruno AH. Cuadernos de medicina<br />

Forense. Año 3(2):83-92. Disponible en<br />

http://www.csjn.gov.ar/cmfcs/cuadernos/pdf/vol<br />

3_2_2004/11.pdf<br />

10. Coccaro EF, Sripada CS, Yanowitch RN,<br />

Phan, KL. Corticolimbic function in impulsive<br />

aggressive behavior. Biological Psychiatry<br />

2011; 69 (12): 1153-1159.<br />

11. Coid J, Ullrich S. Antisocial personality disorder<br />

is on a continuum with psychopathy.<br />

Comprehensive Psychiatry 2010. 51(4): 426–<br />

433.<br />

12. Derito NC. Epigénesis de la conducta violenta.<br />

Psiquiatría 2012; (20):12-20.<br />

13. Fishman I, Ng R. Error-related brain activity<br />

in extraverts: Evidence for altered response<br />

monitoring in social context. Biological<br />

Psychology. 2013; 93 (1): 225-230.<br />

14. Garcia LF, Aluja A.; Fibla J, Cuevas L,<br />

Garcia O. Incremental effect for antisocial personality<br />

disorder genetic risk combining 5-<br />

HTTLPR and 5-HTTVNTR polymorphisms.<br />

Psychiatry Research 2010; 177 (1-2 ): 161-<br />

166.<br />

15. Gibbon S, Duggan C, Stoffers J, Huband N,<br />

Völlm BA, Ferriter M et al. Psychological interventions<br />

for antisocial personality disorder<br />

.Cochrane database of systematic review. 2010;<br />

6 (6):7668-7668.<br />

16. Halsband S, Barenbaum R. Neurobiología<br />

de la agresividad. Papel del litio y los antidepresivos.<br />

En: Halsband S. (comp). Agresividad.<br />

Manifestaciones Clínicas y Tratamiento<br />

Psicofarmacológico. 1ªed. Buenos Aires. Ed<br />

Polemos. 2008.p 19-32.<br />

EDITORIAL SCIENS // 21


Dra. Emilce K Blanc<br />

17. Kalbe E, Schlegel M, Sack A, Nowak D,<br />

Dafotakis M, Bangard C et al. Dissociating cognitive<br />

from affective theory of mind: a TMS<br />

study. Cortex 2010; (46)6: 769-780.<br />

18. Khalifa N, Duggan C, Stoffers J, Huband N,<br />

Völlm B A, Ferriter M, Lieb K. Pharmacological<br />

interventions for antisocial personality disorder.<br />

Cochrane database of systematic review. 2010;<br />

8 (8): 7667-7667.<br />

19. Krueger R. F; South S. C. Externalizing disorders:<br />

Cluster 5 of the proposed meta-structure<br />

for DSM-V and ICD-11 Psychological Medicine<br />

2009; (39)12: 2061–2070. Cambridge<br />

University Press .<br />

20. López Reyes F. Diagnóstico y tratamiento de<br />

la psicopatía en la adolescencia. En: Innovación<br />

y experiencias educativas. <strong>Revista</strong> Digital.<br />

2009. Nº 23.Disponible enURL:http// www.csicsif.es/andalucia/modules/mod_ense/revista/pdf<br />

/Numero_23.<br />

21. Marietán Hugo. Personalidades Psicopáticas.<br />

En: Marchant, Néstor; Montchablon Espinoza.<br />

Tratado de Psiquiatría. Tomo I. 1a ed. Buenos<br />

Aires: Grupo Guía; 2005. P 193-214.<br />

22. Mendez MF. The neurobiology of moral<br />

behavior. Review and neuropsychiatric implications.CNS<br />

Spectr. 2009; 14 (11): 608-620.<br />

23. Munafò MR, Yalcin B, Willis-Owen SA, et al.<br />

Association of the dopamine D4 receptor (DRD4)<br />

gene and approach-related personality traits:<br />

meta-analysis and new data. Biol Psychiatry.<br />

2008 Jan; 63(2):197–206.<br />

24. National Clinical Practice Guideline<br />

Number 77. National Collaborating Centre for<br />

Mental Health. Antisocial Personality Disorder:<br />

The NICE Guideline on Treatment, Management<br />

and Prevention. British Psychological Society &<br />

Royal College of Psychiatrists. 2010.<br />

25. Navarro Cueva R, Arévalo MV. Del condicionamiento<br />

clásico a la Terapia Conductual<br />

Cognitiva: hacia un modelo de integración.En:<br />

Aprendizaje y comportamiento. Vol 10.<br />

Lima.A.L.A.M.O.C.1994. P 65-84.<br />

26. Núñez-Peña MI, Corral MJ. Potenciales evocados<br />

cerebrales en el contexto de la investigación<br />

psicológica: una actualización. Anuario<br />

de Psicología 2004; 35 (1): 3-21.<br />

27. Olivarez Diez JM, Rodríguez Martínez A,<br />

Cinos Galán C. Impulsividad y agresividad. En:<br />

Impulsividad. Una serie de casos clínicos. Ros<br />

Montalván S.Barcelona. Ars Medica. 2008. P<br />

119-130.<br />

28. Raine A, Dodge K, Loeber R, Gatzke-Kopp<br />

L, Lynam D, Reynolds C, Stouthamer-Loeber M,<br />

Liu J. The Reactive-Proactive Aggression<br />

Questionnaire: Differential Correlates of<br />

Reactive and Proactive Aggression in<br />

Adolescent Boys. Aggressive Behavior. 2006;<br />

32, (2): 159–171.<br />

29. Salaberri A. Fundamentos neurobiológicos<br />

de la agresividad y violencia humana.<br />

Psiquiatría. 2012; (20): 21-26.<br />

30. Sánchez García j. Trastornos de personalidad<br />

capítulo 20. En: Alberto Perales “Manual<br />

de psiquiatría Humberto Rotondo”. Universidad<br />

Nacional Mayor de San Marcos. Facultad de<br />

Medicina. 1998. 2da edición. Lima. p 3<strong>89</strong>-420<br />

(763 páginas en pantalla). Diponible en: URL:<br />

http://www.sisbib.unmsm.edu.p/bibvirtual<br />

/libros/psicologia/manual_psiquiatria.<br />

31. Sanchez Toranzo A; Hansen F. Regulación<br />

de la conducta humana: Castigo altruista.<br />

<strong>Revista</strong> Latinoamericana De <strong>Psicofarmacología</strong><br />

Y Neurociencia. 2011; (70): 9-16.<br />

32. ShamayTsoory, S.G.; Harari, H.; Aharon<br />

Peretz, J.; Levkovitz, Y. The role of the<br />

orbitofrontal cortex in affective theory of mind<br />

deficits in criminal offenders with psychopathic<br />

tendencies. Cortex 2010; 46 (5): 668 – 677.<br />

33. Shamay Tsoory,SG, Aharon Peretz, J.<br />

Dissociable prefrontal networks for cognitive<br />

and affective theory of mind: a lesion study.<br />

Neuropsychologia. 2007; (45)13:3054-3067<br />

34. Stingo, Néstor Ricardo; Zazzi, María<br />

Cristina. Personalidad Normal y Trastornos de la<br />

Personalidad. En: Marchant, Néstor;<br />

Montchablon Espinoza. Tratado de Psiquiatría.<br />

Tomo I. 1ª ed. Buenos Aires: Grupo Guía;<br />

2005.p 177-192.<br />

35. Tenconi JC. Trastornos de la Personalidad:<br />

En Suarez Richards M (comp). Introducción a la<br />

Psiquiatría. 4ª ed. Buenos Aires: Ed Polemos;<br />

2012. p 655-685.<br />

36. Vloet,TD, Konrad K, Herpertz SC, Matthias<br />

K, Polier GG, Herpertzdahlmann B.<br />

Development of Antisocial Disorders - Impact of<br />

the Autonomic Stress System 2012;<br />

Fortschritte der neurologie psychiatrie 2010; 78<br />

(3): 131-138.<br />

37. Völlm B, Richardson P, McKie S, Reniers R,<br />

Elliot R, Anderson IM, Williams S, Dolan M,<br />

Deakin B. Neuronal correlates and serotonérgico<br />

modulation of behavioural inhibition and reward<br />

in healthy and antisocial individuals. Psychiatry<br />

Research 2009; (44): 123-131.<br />

38. WHO (1992). The ICD-10 Classification of<br />

Mental and Behavioural Disorders: Clinical<br />

Descriptions and Diagnostic Guidelines.<br />

Geneva: WHO.<br />

39. Zieher LM. Prólogo. En: Halsband S.<br />

(comp). Agresividad. Manifestaciones Clínicas y<br />

Tratamiento Psicofarmacológico. 1ª ed. Buenos<br />

Aires. Ed Polemos. 2008.p 11-13.<br />

22 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

Efectos adversos<br />

neuropsiquiátricos<br />

de drogas de uso<br />

cardiológico<br />

Neuropsychiatric adverse<br />

effects of cardiovascular drugs<br />

Dra. Lucía Carosella (1)<br />

Médica, docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />

Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />

Dra. Analía Guazzone (1, 2)<br />

Médica Cardióloga. Jefa de residentes del servicio de Cardiología Sanatorio Dr. Julio<br />

Méndez. docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />

Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />

Dr. Ezequiel Sagray (1, 3)<br />

Médico residente de Clínica Pediátrica, Hospital de Pediatría “Prof. Dr. Juan Pedro<br />

Garrahan, docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />

Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />

Dr. Darío Scublinsky (1, 4)<br />

Médico Doctor en Medicina (UBA). Reumatología y Enfermedades autoinmunes, Clínica<br />

Suizo Argentina; docente de la Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina,<br />

Universidad de Buenos Aires (UBA).<br />

(1) Primera Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires (UBA)<br />

(2) Servicio de Cardiología Sanatorio Dr. Julio Méndez<br />

(3) Hospital de Pediatría “Prof. Dr. Juan Pedro Garrahan”<br />

(4) Reumatología y Enfermedades autoinmunes, Clínica Suizo Argentina.<br />

Fecha de recepción: 28 de agosto de 2014<br />

Fecha de aceptación: 31 de octubre de 2014<br />

Resumen<br />

Como consecuencia del aumento en la prevalencia de enfermedad cardiovascular a nivel mundial, el uso de fármacos para el<br />

tratamiento de patologías cardiacas se ha incrementado en forma notable.<br />

Así mismo, existe una estrecha relación entre la enfermedad cardiovascular y diferentes afecciones cognitivo-neurológicas,<br />

debido tanto a los tratamientos instaurados como a la patología en sí misma.<br />

Dada la amplia utilización de dichos fármacos, se desarrollará en el siguiente trabajo, una revisión sobre los efectos adversos<br />

neuropsiquiátricos de las principales drogas en cuestión.<br />

Palabras clave<br />

Drogas cardiovasculares – Eventos adversos – Reacciones adversas – Efectos colaterales – Efectos neurológicos – Efectos<br />

psiquiátricos.<br />

Abstract<br />

Because of the increased prevalence of cardiovascular disease worldwide, the use of drugs for the treatment of heart diseases<br />

has increased dramatically.<br />

As they are widespread used medications, we´ll review their main neuropsychiatric adverse effects<br />

Keywords<br />

Cardiovascular Drugs – Adverse Events – Adverse Reactions – Side Effects – Neurological Effects – Psychiatric Effects.<br />

Carosella L, Guazzone A, Sagray E, Scublinsky D. “Efectos adversos neuropsiquiátricos de drogas de uso cardiológico”. <strong>Psicofarmacología</strong> 2014;<strong>89</strong>:25-28.<br />

Puede consultar otros artículos publicados por los autores en la revista <strong>Psicofarmacología</strong> en sciens.com.ar<br />

Introducción<br />

En pacientes con patología cardiovascular, la diferenciación<br />

entre el desarrollo de enfermedades neurológicas o<br />

psiquiátricas, y la presentación secundaria a efectos adversos<br />

medicamentosos, resulta en muchas ocasiones una tarea<br />

laboriosa.<br />

El uso de drogas con efecto sobre el aparato cardiovascular<br />

es de amplia difusión, y es indiscutible la importancia y relevancia<br />

del conocimiento de sus efectos adversos, para el manejo<br />

por médicos clínicos, psiquiatras y psicólogos.<br />

En el presente artículo se describirán los efectos adversos<br />

neuropsiquiátricos asociados a los fármacos utilizados para el<br />

tratamiento de las patologías cardiovasculares.<br />

Se trata de una revisión actualizada, a través de una búsqueda<br />

ordenada basada en palabras claves, utilizando Medline y<br />

EMBase, así como en los registros de las autoridades regulatorias<br />

europea y norteamericana.<br />

Para una revisión más acabada del tema, las drogas a describir<br />

las agrupamos según su clasificación farmacológica en:<br />

EDITORIAL SCIENS // 25


Dra. Lucia Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío Scublinsky<br />

1. Nitrovasodilatadores<br />

2. Bloqueantes cálcicos<br />

3. Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina<br />

4. Antagonistas del receptor de angiotensina II<br />

5. Fármacos que modifican el tono arterial<br />

6. Antiarrítmicos.<br />

7. Diuréticos<br />

8. Inotrópicos.<br />

9. Beta bloqueantes.<br />

10. Estatinas.<br />

Efectos adversos neuropsiquiátricos<br />

Nitrovasodilatadores<br />

Dentro de este grupo farmacológico encontramos a los<br />

nitratos orgánicos, el nitroprusiato de sodio y las sidnoniminas<br />

(molsidomina).<br />

En referencia a los nitratos orgánicos se ha reportado la presencia<br />

de cefalea pulsátil, la cuál, es más común al comienzo<br />

del tratamiento (1-14). También se han descripto alucinaciones<br />

e ideación suicida en relación al uso de dinitrato de<br />

isosorbide (15).<br />

El nitroprusiato de sodio produce cefalea (16) y otros efectos<br />

adversos producidos por la toxicidad de los iones cianuro producto<br />

de su metabolismo. Éstos son, en su fase aguda convulsiones<br />

y vértigo; y en forma secundaria a su administración<br />

crónica pueden dar debilidad muscular, espasmos<br />

musculares, convulsiones, desorientación, psicosis y delirio<br />

(17-20).<br />

En cuanto al último grupo de las sidnoniminas, han tenido<br />

reportes de cefaleas al inicio del tratamiento (14).<br />

Bloqueantes cálcicos<br />

Se han reportado efectos adversos comunes a este grupo de<br />

fármacos tales como: cefalea, mareos, síncope, somnolencia,<br />

calambres, mialgias, dolor facial, fatiga y sedación asociada<br />

(14, 15, 21).<br />

Algunas publicaciones describen un aumento en la incidencia<br />

de depresión en pacientes que estén bajo tratamiento con<br />

bloqueantes cálcicos. No obstante, afirman la necesidad de<br />

mayores estudios, debido a que esta patología podría estar<br />

producida por las comorbilidades que presentan estos<br />

pacientes (22-25).<br />

En referencia a la amlodipina, se han reportado alteraciones<br />

del humor, ansiedad, depresión, insomnio, somnolencia,<br />

confusión, mareos, síncope, temblor, rigidez, fatiga,<br />

hipoestesias, parestesias, calambres, mialgias, neuropatía<br />

periférica, alteraciones del gusto, sequedad de boca,<br />

alteraciones visuales, zumbidos y diaforesis (21).<br />

Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina<br />

Se ha reportado que los fármacos en cuestión producirían<br />

alteraciones del gusto (14) y aumento de la incidencia de<br />

trastornos depresivos. Siendo éste último efecto adverso controversial<br />

y viéndose en necesidad de mayores estudios para<br />

su afirmación (26, 27).<br />

Para el lisinopril, droga patrón del grupo, además de los efectos<br />

comunes al grupo ya descriptos, se han reportado disturbios<br />

en el sueño, desórdenes mentales, cefaleas, mareos,<br />

vértigo y parestesias (21).<br />

Antagonistas de los receptores de la angiotensina II<br />

Se han reportado efectos adversos tales como cefaleas (14,<br />

21); raramente pueden producir psicosis y delirio (15) y se<br />

ha descripto un posible aumento del riesgo de suicidio (28).<br />

Para el telmisartán se han notificado efectos adversos tales<br />

como síncope, depresión, ansiedad, somnolencia, vértigo,<br />

mareos y calambres (21).<br />

Fármacos que modifican el tono arterial<br />

Hidralazina<br />

Se han reportado ocasionales efectos neuropsiquiatricos,<br />

como cefalea, fatiga y astenia, y más raramente aparición de<br />

depresión, disfunción eréctil (29), ansiedad, psicosis y delirio.<br />

Por otro lado, hidralazina es la causa más común de Lupus<br />

Eritematoso Sistémico inducido por fármacos. Sin embargo,<br />

LES inducido por fármacos presenta menor incidencia de<br />

eventos del SNC con respecto al idiopático (15).<br />

También han sido descriptas para esta droga polineuropatías<br />

y neuritis periférica (14).<br />

Clonidina<br />

Como síntomas neurológicos más destacados, se reportaron<br />

la sedación, la fatiga, disfunción eréctil, disminución de la<br />

libido (29).<br />

Otros efectos neuropsiquiátricos menos frecuentes incluyen<br />

alteraciones del sueño, con sueños vividos o pesadillas,<br />

alteraciones del humor, agitación o nerviosismo y depresión.<br />

Más raramente, ilusiones o alucinaciones, alteraciones cognitivas<br />

y delirium (14).<br />

Prazosín, doxazocina<br />

Se han asociado pocos efectos neuropsiquiatricos con estas<br />

drogas. El efecto más común es la fatiga (5-15%). Se han<br />

reportado otros efectos infrecuentes, como trastornos del<br />

sueño y ansiedad (15).<br />

Metildopa<br />

Los efectos neuropsiquiátricos más frecuentes son sedación,<br />

fatiga y trastornos del sueño (30). Se han reportado<br />

alteraciones en la memoria verbal (31), así como disminución<br />

en la concentración, disminución de la libido y la eyaculación<br />

(29), asi como también puede producir signos extrapiramidales<br />

(14), síntomas psicóticos y cuadros confusionales,<br />

siendo estos raros.<br />

Se ha reportado mayor incidencia de depresión con esta<br />

droga con respecto a otros antihipertensivos, posiblemente<br />

por una disminución en los niveles de Noradrenalina (15).<br />

Antiarrítmicos<br />

Quinidina<br />

Están descriptos casos de vértigo, cefalea y somnolencia en<br />

el 1% de los pacientes. Así como también se reportó ansiedad,<br />

26 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

depresión, desorientación, trastornos del sueño, estado confusional,<br />

alucinaciones (21, 32), disartria, parestesias, alteraciones<br />

visuales, y tinitus (21). Hay reportes de casos de hiperactividad<br />

psicomotriz, deterioro cognitivo y episodios de psicosis,<br />

luego de iniciar el tratamiento (32, 33).<br />

Procainamida<br />

Se han observado casos de psicosis en pacientes tratados<br />

con regímenes de bajas dosis (34-36).<br />

Lidocaína<br />

Se ha descripto cefalea como efecto adverso poco frecuente<br />

(21).<br />

Amiodarona<br />

Los efectos adversos descriptos hasta el momento son: neuropatía<br />

óptica, en un 20-40% ocurren fatiga, temblor,<br />

movimientos involuntarios, trastornos de la coordinación,<br />

neuropatía periférica. También están descriptos ataxia, mareos<br />

y parestesias (37, 38).<br />

En el 1-3% disminución de la libido, insomnio y cefalea<br />

(37).<br />

Ivabradina<br />

Se han reportado visión borrosa, cefalea y mareos (21).<br />

Metoprolol<br />

Se reportaron casos de fatiga, mareos, depresión, cefaleas,<br />

pesadillas, insomnio, y confusión (37).<br />

Dronedarona<br />

Se han observado trastornos del sueño (21).<br />

Diuréticos<br />

Espironolactona<br />

Entre los efectos neuropsiquiátricos se describen confusión<br />

mental, ataxia, cefalea, mareos y letargia (14).<br />

Furosemida<br />

Se reportaron mareos, parestesias, cefalea, vértigo y visión<br />

borrosa. (39).<br />

Diversos estudios demuestran que la furosemida produce<br />

deficiencia de Tiamina (Vitamina B1) de forma dosis dependiente,<br />

principalmente al aumentar la excreción urinaria de<br />

esta vitamina. De esta forma, se asociaría a encefalopatia de<br />

Wernicke (triada de confusión, oftalmoplejia y ataxia) (15, 40).<br />

Acetazolamida<br />

Se han reportado como efectos adversos más frecuentes: fatiga<br />

y sedación, especialmente al comienzo del tratamiento,<br />

seguidos por anorexia, depresión, pérdida de peso, disminución<br />

de la libido, somnolencia, y, muy raramente, delirium,<br />

en caso de insuficiencia renal aguda (15).<br />

Esta descripto un caso de Síndrome Confusional Agudo asociado<br />

a Síndrome Apnea Obstructiva del Sueño, agravado por<br />

la acidosis metabólica generada por esta droga (41).<br />

Inotropicos<br />

Digoxina<br />

Esta es la droga inotrópica positiva más usada en el<br />

tratamiento de la insuficiencia cardiaca de forma crónica. Se<br />

han descripto una amplia variedad de efectos adversos neuropsiquiatricos,<br />

tanto a niveles terapéuticos como en intoxicación.<br />

Los más frecuentes (hasta en un 80%) son los efectos<br />

cognitivos, como delirium. Se han reportado delirio y<br />

otros síntomas psicóticos como parte del cuadro de delirium,<br />

siendo rara la aparición de estos de forma aislada. Es importante<br />

recalcar que las alteraciones visuales, como alteración<br />

de la visión de los colores y visión borrosa, y alucinaciones<br />

son efectos relativamente comunes con el uso de esta droga.<br />

Se han reportado otros “disturbios mentales” hasta en un 5%<br />

de los pacientes.<br />

Otros efectos importantes son fatiga, depresión, malestar<br />

general y somnolencia (15, 42). La depresión se manifiesta<br />

más frecuentemente como fatiga importante, disminución<br />

del apetito y trastorno del sueño. También se ha descripto<br />

depresión como forma de enmascaramiento de una intoxicación<br />

digitálica (15).<br />

Es importante reconocer adecuadamente los síntomas neuropsiquiátricos<br />

y visuales mencionados, ya que la aparición<br />

de un síntoma nuevo o el agravamiento de uno ya existente<br />

es frecuentemente la forma de inicio de una intoxicación,<br />

con la aparición posterior de la clínica cardiológica.<br />

Dopamina<br />

Se han descripto cefalea y ansiedad (37).<br />

Beta bloqueantes<br />

Se ha asociado a este grupo de fármacos a un aumento en la<br />

incidencia de fatiga y sedación. Así mismo, se ha postulado<br />

que los fármacos más liposolubles del grupo (por ejemplo<br />

propranolol) tendrían mayor incidencia de efectos adversos<br />

neuropsiquiátricos que los fármacos más hidrosolubles (por<br />

ejemplo atenolol) debido a su mayor velocidad de pasaje a<br />

través de la barrera hematoencefálica.<br />

Históricamente, se ha asociado al propranolol con un aumento<br />

de la incidencia de depresión en los pacientes que se<br />

encuentran bajo tratamiento con el mismo. Aún hoy, se<br />

encuentran controversias con respecto a esta afirmación. (15).<br />

Se han descripto los efectos adversos del metoprolol, fármaco<br />

perteneciente a este grupo, en la sección de antiarrítmicos.<br />

Estatinas<br />

Pueden producir trastornos de memoria reversibles. Se ha<br />

postulado que los niveles séricos bajos de colesterol producidos<br />

por una terapia a largo plazo con estatinas podría tener<br />

una alteración en las funciones cognitivas. Si bien se han<br />

reportado efectos tales como: confusión y alteraciones de la<br />

memoria, siendo estos reversibles con la suspensión del fármaco.<br />

Los mismos fueron dosis independiente y no tenían correlación<br />

con la temporalidad del tratamiento (37 aclarar cita).<br />

Actualmente, es un tema controversial, los datos hasta ahora<br />

publicados no sugieren avalar esta asociación y enfatizamos<br />

EDITORIAL SCIENS // 27


Dra. Lucia Carosella, Dra. Analía Guazzone, Dr. Ezequiel Sagray, Dr. Darío Scublinsky<br />

la necesidad de mayores estudios clínicos para realizar conclusiones<br />

inequívocas al respecto (43, 44, 45, 46).<br />

Conclusión<br />

Es relevante el poder diferenciar los efectos colaterales del<br />

tratamiento farmacológico, con respecto a la patología neurológica<br />

producida por la misma enfermedad cardiovascular<br />

de base. Teniendo en cuenta que las cefaleas, la depresión y<br />

trastornos cognitivos, son los más frecuentemente descriptos<br />

en la literatura.<br />

Resaltamos que la mayoría de los efectos adversos tienen<br />

una secuencia temporal correlativa al síntoma; manifestándose<br />

en el inicio del tratamiento o aumento de la dosis, revirtiendo<br />

con la suspensión y reapareciendo con la readministración<br />

del fármaco.<br />

Es por todo lo antedicho, que consideramos imprescindible<br />

el conocimiento, por parte del médico tratante, de los efectos<br />

y los síntomas neurológicos y/o psiquiátricos que puede<br />

desarrollar el paciente bajo el tratamiento instaurado.<br />

Destacamos la necesidad de contar con estudios originales<br />

de mayor peso, en lo que respecta a la frecuencia y cualidad<br />

de los efectos adversos.<br />

El presente artículo expone la información disponible hasta<br />

el momento, siendo necesaria una constante actualización de<br />

los contenidos.<br />

Referencias bibliográficas<br />

1. Olesen J.. Nitric oxide-related drug targets in<br />

headache. Neurotherapeutics. 2010;7(2):183-90.<br />

2. Tvedskov JF IH, Olesen J, Tfelt-Hansen P.<br />

Nitroglycerin provocation in normal subjects is not a<br />

useful human migraine model? Cephalalgia.<br />

2010;30(8):928-32.<br />

3. Di Clemente L CG, Magis D, Gérardy PY, Fumal A,<br />

De Pasqua V, et al. Nitroglycerin sensitises in healthy<br />

subjects CNS structures involved in migraine pathophysiology:<br />

evidence from a study of nociceptive blink<br />

reflexes and visual evoked potentials. Pain.<br />

2009;144(1-2):156-61.<br />

4. Daugaard D TL, Iversen HK, Olesen J. Delayed<br />

migraine-like headache in healthy volunteers after a<br />

combination of acetazolamide and glyceryl trinitrate.<br />

Cephalalgia. 2009;29(12):1294-300.<br />

5. Tfelt-Hansen PC T-HJ. Nitroglycerin headache and<br />

nitroglycerin-induced primary headaches from 1846<br />

and onwards: a historical overview and an update.<br />

Headache. 2009;49(3):445-56.<br />

6. Cho SH JM, Sim DS, Hong YJ, Park HW, Kim JH, et<br />

al. Diagnostic Value of Nitroglycerin-Induced Headache<br />

as a Negative Predictor of Coronary Atherosclerosis.<br />

Chonnam Med J. 2011;47(1):14–9.<br />

7. Marsh N MA. A short history of nitroglycerine and<br />

nitric oxide in pharmacology and physiology. Clin Exp<br />

Pharmacol Physiol. 2000;27(4):313-9.<br />

8. J. B. Migraine with aura after administration of sublingual<br />

nitroglycerin tablets. Headache.<br />

2001;41(1):84-7.<br />

9. Sicuteri F DBE, Poggioni M, Bonazzi A. Unmasking<br />

latent dysnociception in healthy subjects. Headache.<br />

1987;27(4):180-5.<br />

10. Thomsen LL KC, Iversen HK, Olesen J. A nitric<br />

oxide donor (nitroglycerin) triggers genuine migraine<br />

attacks. Eur J Neurol. 1994 1(1):73-80.<br />

11. Afridi SK KH, Goadsby PJ. Glyceryl trinitrate triggers<br />

premonitory symptoms in migraineurs. Pain.<br />

2004;110(3):675-80.<br />

12. A. B. Studies on nitroglycerin and histamine provoked<br />

cluster headache attacks. Cephalalgia.<br />

1990;10(2):71-5.<br />

13. Zaproudina N NM, Lipponen JA, Tarvainen MP,<br />

Karjalainen PA, Karhu J, et al. Nitroglycerin-induced<br />

changes in facial skin temperature: 'cold nose' as a predictor<br />

of headache? Clin Physiol Funct Imaging.<br />

2013;33(6):409-17.<br />

14. Brunton LL CB, Knollmann BC. Goodman and<br />

Gilman's The Pharmacological Basis of Therapeutics.<br />

12th Edition ed2011.<br />

15. Huffman JC ST. Neuropsychiatric consequences of<br />

cardiovascular medications. Dialogues Clin Neurosci.<br />

2007;9(1):29-45.<br />

16. Guo S AM, Olesen J, Birk S. The effect of sodium<br />

nitroprusside on cerebral hemodynamics and headache<br />

in healthy subjects. Cephalalgia. 2013;33(5):301-7.<br />

17. Huang X HL, Tang J, Zhang Y, Chen F, Wang D.<br />

Central nervous system toxicity of sodium nitroprusside<br />

in treatment of patients with aortic dissection. J<br />

Huazhong Univ Sci Technolog Med Sci.<br />

2012;32(6):927-30.<br />

18. Moffett BS PJ. Evaluation of sodium nitroprusside<br />

toxicity in pediatric cardiac surgical patients. Ann<br />

Pharmacother. 2008;42(11):1600-4.<br />

19. Thomas C SL, Moffett BS. Sodium-nitroprussideinduced<br />

cyanide toxicity in pediatric patients. Expert<br />

Opin Drug Saf. 2009;8(5):599-602.<br />

20. Friederich JA BJt. Sodium nitroprusside: twenty<br />

years and counting. Anesth Analg 1995 Jul;81(1):152-<br />

62<br />

21. EMA: European Medicines Agency.<br />

22. Rathmann W HB, Roseman JM, Giani G.<br />

Cardiovascular drug prescriptions and risk of depression<br />

in diabetic patients. J Clin Epidemiol.<br />

1999;52(11):1103-9.<br />

23. Lindberg G BK, Ranstam J, Råstam L, Melander A.<br />

Use of calcium channel blockers and risk of suicide:<br />

ecological findings confirmed in population based<br />

cohort study. BMJ. 1998;316(7133):741-5.<br />

24. Stelfox HT CG, O'Rourke K, Detsky AS. Conflict of<br />

interest in the debate over calcium-channel antagonists.<br />

N Engl J Med. 1998;338(2):101-6.<br />

25. Gasse C DL, Vasilakis C, Jick H. Risk of suicide<br />

among users of calcium channel blockers: population<br />

based, nested case-control study. BMJ.<br />

2000;320(7244):1251.<br />

26. Patten SB WJ, Love EJ. Case-control studies of cardiovascular<br />

medications as risk factors for clinically<br />

diagnosed depressive disorders in a hospitalized population.<br />

Can J Psychiatry. 1996;41(7):469-76.<br />

27. Morimoto T GT, Fiskio JM, Seger AC, So JW, Cook<br />

EF, et al. An evaluation of risk factors for adverse drug<br />

events associated with angiotensin-converting enzyme<br />

inhibitors. J Eval Clin Pract. 2004;10(4):499-509.<br />

28. Callréus T AAU, Hallas J, Andersen M.<br />

Cardiovascular drugs and the risk of suicide: a nested<br />

case-control study. Eur J Clin Pharmacol.<br />

2007;63(6):591-6.<br />

29. Ferrario CM LP. Sexual Dysfunction in Patients<br />

With Hypertension: Implications for Therapy. J Clin<br />

Hypertens. 2002;4(6):424-32.<br />

30. Paykel ES FR, Watson JP. Psychiatric side effects<br />

of antihypertensive drugs other than reserpine. J Clin<br />

Psychopharmacol. 1982;2(1):14-39.<br />

31. Solomon S HE, Saravay SM, Bayer C, Ramsey P,<br />

Blum RS. Impairment of memory function by antihypertensive<br />

medication. Arch Gen Psychiatry.<br />

1983;40(10):1109-12.<br />

32. Johnson AG DR, Seldon WA. A functional psychosis<br />

precipitated by quinidine. Med J Aust.<br />

1990;153(1):47-9.<br />

33. Deleu D SE. Acute psychosis as idiosyncratic reaction<br />

to quinidine: report of two cases. Br Med J (Clin<br />

Res Ed). 1987;294(6578):1001-2.<br />

34. Bizjak ED NPJ, Brody EA, Galloway JM.<br />

Procainamide-induced psychosis: a case report and<br />

review of the literature. Ann Pharmacother.<br />

1999;33(9):948-51.<br />

35. L H. Procainamide-induced psychosis. Crit Care<br />

Nurse. 1993;13(6):70-2.<br />

36. Schubert DS GL, Hershey LA. Psychosis induced by<br />

sustained-release procainamide. Can Med Assoc J.<br />

1984;131(10):1188-90.<br />

37. FDA, Food And Drug Administration. Actualización<br />

de vigilancia de estatinas del 19/03/2014.<br />

38. Antiarrhythmic drugs and polyneuropathy. The<br />

Collaborative Group for the Study of Polyneuropathy. J<br />

Neurol Neurosurg Psychiatry. 1994;57(3):340-3.<br />

39. Furosemida. Prospecto aprobado por la FDA.<br />

Revisión de Septiembre de 2010.<br />

40. DA S. Loop diuretic therapy, thiamine balance, and<br />

heart failure. Congest Heart Fail. 2007;13(4):244-7.<br />

41. Miguel E GR, Antón A, Montiel JA, Mayos M. Acute<br />

confusional syndrome associated with obstructive sleep<br />

apnea aggravated by acidosis secondary to oral acetazolamide<br />

treatment. Arch Bronconeumol.<br />

2004;40(6):283-6.<br />

42. CN I. The contrast between digitalis intoxication in<br />

children and adults. J Natl Med Assoc. 1970;62(1):38-<br />

41.<br />

43. K. Richardson, M. Schoen, B. French, et al.,<br />

“Statins and cognitive function: a systematic review,”<br />

Annals of Internal Medicine, vol. 159, no. 10, pp.<br />

688–697, 2013.<br />

44. Corley J, Starr JM, Deary IJ. "Serum cholesterol<br />

and cognitive functions: the Lothian Birth Cohort<br />

1936." Int Psychogeriatric. 2014 Jul 15:1-15.<br />

45. Swiger KJ, Manalac RJ, Blumenthal RS, Blaha MJ,<br />

Martin SS. " Statins and cognition: a systematic review<br />

and meta-analysis of short- and long-term cognitive<br />

effects." Mayo Clin Proc. 2013 Nov;88(11):1213-21.<br />

46. Steenland K, Zhao L, Goldstein FC, Leyey AI.<br />

"Statins and cognitive decine in older adults with normal<br />

cognition or mild cognitive impairment." J Am<br />

Geriatr Soc. 2013 Sep;61(9): 1449-55.<br />

28 // EDITORIAL SCIENS


<strong>Psicofarmacología</strong> 14:<strong>89</strong>, Noviembre 2014<br />

Ética<br />

Prof. Dr. Luis Allegro<br />

Presidente de Honor de la Sociedad de Ética en Medicina, AMA. Miembro del<br />

Consejo Académico de Ética en Medicina, Academia Nacional de Medicina.<br />

Ex Profesor Titular de Psicopatología y Psiquiatría, Universidad de Rosario.<br />

Full Member of the International Psychoanalytic Association.<br />

¿Qué rasgos especiales tiene la ética médica?<br />

Se espera que en los médicos se destaquen ciertos rasgos<br />

especiales como la capacitación científica, la identificación<br />

con el paciente y la autonomía para practicar su profesión.<br />

Capacitación<br />

La formación médica se realiza en un largo período que se<br />

mide por años. Por lo tanto, se necesita que logre un alto<br />

nivel de capacitación. Caso contrario las consecuencias de su<br />

práctica pueden ser fatales. Esto se complica más si se tiene<br />

en cuenta el rápido progreso tanto de los conocimientos<br />

médicos como de la tecnología. Los nuevos progresos incluidos<br />

los de la ética, obligan a mantener los conocimientos con<br />

la mayor actualización para que estén acordes a los cambios<br />

del medio social.<br />

Identificación<br />

La identificación con el paciente tanto en su preocupación<br />

como en su dolencia y padecimiento es de importancia capital<br />

en la práctica médica. Para poder solventar el tratamiento el<br />

médico debe desarrollar la capacidad para "ponerse en el<br />

lugar del enfermo" y captar emocionalmente -en forma controlada-<br />

sus vivencias en relación al sufrimiento, al dolor y al<br />

miedo a la muerte. Esto permite proporcionar una mejor<br />

ayuda y lograr una mayor respuesta al tratamiento. Lo que el<br />

paciente aprecia como muy importante es cuando percibe<br />

que el médico atiende tanto a la persona enferma como a la<br />

enfermedad propiamente dicha.<br />

Autonomía<br />

La autonomía del médico, que es su capacidad de autodeterminación,<br />

ocupa un valor central en la ética del médico. Esto<br />

ha venido cambiando con el transcurso del tiempo. El médico<br />

tradicional se manejaba con una amplia autonomía para<br />

tomar las decisiones de cómo tratar a sus pacientes, guiándose<br />

por un criterio de autoridad paternalista. Esto provocó<br />

una cantidad de errores médicos lamentables. Con el progreso<br />

de la ciencia y de la ética se ha promovido una evolución<br />

de mayor madurez tanto en el pensamiento médico como en<br />

la sociedad, la relación de autoridad paternalista de carácter<br />

vertical se ha venido transformando en una relación horizontal<br />

que lleva a compartir la toma de decisiones y, por lo tanto,<br />

la responsabilidad del tratamiento médico. A esto se agrega<br />

la aceptación de la autonomía del paciente y la creación, por<br />

parte de la sociedad, de organismos que regulan la actividad<br />

médica. También el Juramento Hipocrático que los médicos<br />

juran cuando reciben su título y muy especialmente la<br />

Declaración de Ginebra de la Asociación Médica Mundial que<br />

ha redactado un código que se profesa públicamente como<br />

un juramento.<br />

Cada país tiene su propia ética, pero los fundamentos, los<br />

códigos aunque varían se aproximan bastante entre si.<br />

Tienen características comunes: el interés por el paciente, la<br />

no discriminación por raza, religión, otros derechos humanos,<br />

la, confidencialidad, el secreto profesional, y la atención de<br />

toda persona que está pasando por una emergencia médica.<br />

¿Qué debe respetar la ética médica?<br />

Además de respetar los cuidados y abordajes de la patología<br />

del paciente, es fundamental que se respeten los derechos<br />

humanos. Los derechos humanos especialmente importantes<br />

para la ética médica son el derecho a la vida, a no ser discriminado,<br />

no sufrir tortura ni trato inhumano o degradante,<br />

libertad de opinión y expresión, derecho a acceso igualitario<br />

a los servicios públicos y en la atención médica.<br />

¿Quién establece la ética y lo que es ético?<br />

Durante siglos los médicos establecieron sus propias normas<br />

de conducta que a medida que iba transcurriendo el tiempo<br />

se fueron expresando en los códigos de ética. Luego fueron<br />

apareciendo los organismos locales, nacionales y mundiales<br />

que intervinieron en la elaboración de dichos códigos. La<br />

AMM ha desarrollado una serie de declaraciones éticas sobre<br />

las conductas de los médicos en forma general sin tener en<br />

cuenta particularidades regionales. Estas particularidades<br />

pueden ser de valor diferente según el país en el que son<br />

aplicadas. En algunos pueden llegar a tener fuerza de ley.<br />

En la mayoría de los países se han elaborado códigos de ética<br />

médica, que han sido elaborados con la participación importante<br />

de las sociedades de profesionales médicos. En nuestro<br />

país, la Asociación Médica Argentina con la participación<br />

especial de la Sociedad de Ética en Medicina -que es pionera<br />

en nuestro medio- ha elaborado su propio código de ética<br />

para el equipo de salud, incluyendo a todos los profesionales<br />

que participan en la atención de la salud: médicos, enfermeros,<br />

asistentes, entre otros.<br />

En la actualidad se han desarrollado otras sociedades de<br />

ética médica entre las que merece ser nombrada la Comisión<br />

Académica de Ética en Medicina -a la que pertenezco- dentro<br />

del ámbito de la Academia Nacional de Medicina. Además<br />

también es importante referir que prácticamente en todos los<br />

hospitales se han constituido los correspondientes Comités<br />

de Ética Médica, también promovidos por la Sociedad de<br />

Ética Medicina a la que también pertenezco.<br />

EDITORIAL SCIENS // 5

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!