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VE-16 SEPTIEMBRE 2015

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Número <strong>16</strong> – Septiembre <strong>2015</strong>


Leben und Überleben von Fotos in Archiven<br />

Eine Veranstaltung des Rheinischen Archivs für Künstlernachlässe (RAK)<br />

in Zusammenarbeit mit der Deutschen Gesellschaft für Photographie (DGPh)<br />

und dem Von der Heydt-Museum, Wuppertal<br />

Freitag – 20. September 2013 – 11.00 bis 17.00 Uhr<br />

Von der Heydt-Museum – Turmhof 8 – 42103 Wuppertal<br />

Begrüßung:<br />

Dr. Gerhard Finckh, Von der Heydt-Museum, Wuppertal<br />

Prof. Dr. Gertrude Cepl-Kaufmann, Rheinisches Archiv für Künstlernachlässe<br />

Dr. Christiane E. Fricke, Deutsche Gesellschaft für Photographie<br />

Moderation:<br />

Dr. Christiane E. Fricke (DGPh), Dr. Hans M. Schmidt (RAK)<br />

Archiv<br />

Rheinisches Archiv für Künstlernachlässe<br />

Daniel Schütz<br />

Nachlass Eugen Batz der Sparda-Bank West<br />

Dr. Beate Eickhoff, Von der Heydt-Museum, Wuppertal<br />

Gesellschaft Photo-Archiv e.V., Bonn<br />

Dr. Adelheid Komenda<br />

Archiv künstlerischer Fotografie<br />

der rheinischen Kunstszene<br />

Kay Heymer, Museum Kunstpalast, Düsseldorf<br />

Archiv zur Geschichte des Lichtbildateliers Schafgans<br />

Boris Schafgans<br />

Netzwerk<br />

Deutsche Fotothek, Dresden und Stiftung F.C. Gundlach,<br />

Hamburg – Dr. Jens Bove und Sebastian Lux<br />

Netzwerke zur Erhaltung der Fotografie in der<br />

Schweiz – Elias Kreyenbühl, Staatsarchiv Basel-Stadt<br />

Wissenschaft und Praxis<br />

Heinz Hajek-Halke. Vom Vor- über den Nachlass<br />

zum Archiv<br />

Prof. Dr. Rolf Sachsse, Hochschule der Bildenden<br />

Künste Saar, Saarbrücken<br />

Zwischen Kulturgut, Content und Kommerz.<br />

Erlösmodelle in einem öffentlichen Archiv.<br />

Ein Praxisbericht<br />

Sabine Krell, Fotografische Sammlung und<br />

Dokumentation im Stadtarchiv Bonn<br />

Die Fotos sind im Archiv – und jetzt wird<br />

alles gut... Vom Aufwand und Nutzen der<br />

Fotokonservierung<br />

Klaus Pollmeier, Hochschule Anhalt, Dessau<br />

Fotos und Lichtbilder unter dem Aspekt des<br />

Urheber- und Leistungsschutzrechts<br />

Wolfgang Lorentz, Dipl. Wirtschaftsjurist<br />

Diskussion im Anschluss


Malas influencias… (Christine Carcosa) Pág. 67<br />

El ejército de los muertos (M.H. Heels) Pág. 71<br />

Sacerdote (Alejandro Ramos) Pág. 75<br />

La perversión (David Rubio) Pág. 77<br />

La estación (Concha García) Pág. 79


¡Aquí estamos!<br />

Hemos vuelto. Amenazábamos con hacerlo en nuestro extra de<br />

Julio-Agosto y hemos cumplido; dicen que el que avisa no es traidor…<br />

Algunos de nuestros colaboradores habituales se han tomado<br />

unas vacaciones más largas de lo previsto y olvidaron hacer los<br />

deberes. Pero no por eso vamos a tomar la matrícula ni pasar factura<br />

a nadie. Las puertas de la revista permanecerán siempre abiertas y<br />

quien quiera puede entrar, salir o ausentarse cuando le apetezca,<br />

precise o convenga. Así como nosotros no necesitamos justificaciones<br />

o pretextos, ellos tampoco necesitan perdones ni bendiciones.<br />

En este número tenemos el agrado de publicar por primera vez<br />

trabajos de Gladys Alonso, Belén Mateos y Concha Bonet, a quienes<br />

transmitimos nuestra cariñosa bienvenida. Además, nuestro<br />

compañero y amigo Adrián García nos regala una magnífica portada.<br />

Aprovechamos para informar a todos nuestros seguidores que<br />

el libro «Buffet Libre» ya está disponible, tanto en papel como en<br />

formato digital, en la plataforma Amazon.<br />

Y antes de concluir e invitaros a disfrutar con los poemas y<br />

relatos aquí reunidos, la frase del mes. En esta oportunidad, de mi<br />

admirado Oscar Wilde: «Con la libertad, las flores, los libros y la luna,<br />

¿quién no sería perfectamente feliz?». Apuesto que en esta<br />

endiablada sociedad ha de existir demasiada gente a la que todo eso<br />

(y mucho más) siempre le parecerá insuficiente. Ojalá no os contéis<br />

entre ellos y seáis bien felices.<br />

Paz y salud para todos. Nos leemos el mes que viene.<br />

Rafa Sastre<br />

1


Imagen sugerida por la autora<br />

Sleep my dear. The darkness is here – Natalia Deprina (Rusia)<br />

http://nataliadrepina.deviantart.com/<br />

2


El viaje<br />

Intentaba dormir, pero los pasajeros del bus no le daban tregua.<br />

Las voces se superponían por encima de sus sueños, de su necesario<br />

descanso. Incómoda, soñó con torturas, asfixias, mutilaciones… uno a<br />

uno, como moscas puñeteras, eran silenciados bajo el manto de su<br />

sopor. Su mente, una asesina despiadada.<br />

A la hora de llegar a su destino, sus ojos no comprendían lo que<br />

estaban viendo. Todos, a excepción del conductor, yacían muertos en<br />

sus asientos. El grito de su garganta rajó el cristal de su ventana<br />

cuando pudo ver que sus sueños se convirtieron en su peor pesadilla.<br />

Esther Moreno Morillas (Valencia)<br />

http://elcascabelalgato.blogspot.com.es/<br />

http://invisiblevoyeur.blogspot.com.es/<br />

3


Butterflies – Azra Halilovic (Suecia) http://enasni.deviantart.com/<br />

4


Los Vuelos<br />

Esa mañana de agosto mamá no se levantó. Papá dijo que tenía<br />

gripe, entonces preparamos el desayuno al abuelo entre todos.<br />

Después de saludar rápido, nos fuimos con la vecina a la escuela.<br />

Papá nos pasaría a buscar como siempre. La noche anterior había<br />

llovido mucho, las calles estaban inundadas, así que nos costó llegar.<br />

No me gustaban los días de lluvia porque debía quedarme encerrado.<br />

Una de mis tareas era poner baldes o fuentones en las goteras del<br />

techo y estar atento para vaciarlos. Toda la casa se llovía, menos la<br />

cocina. El abuelo contaba que hacía años que no pasaba esto.<br />

Mamá siguió acostada toda la semana, papá no dejaba que<br />

estuviéramos en su habitación porque debía descansar. Le<br />

ayudábamos al abuelo haciendo algún mandado y él cocinaba<br />

siempre lo mismo.<br />

Si no llovía a la mañana, era a la noche, pero los días se me<br />

hacían interminables. Ya no había recipiente que soportara más<br />

goteras.<br />

Mi hermano y yo andábamos como sonámbulos buscando en<br />

qué entretenernos. Ya nos habíamos agotado de las cartas y los<br />

juegos de mesa. El médico vino dos veces, pero yo creo que mamá<br />

prefería estar acostada con este tiempo.<br />

Un día escuché su voz con más ánimo. Había salido el sol.<br />

Despacio fui al dormitorio, me pidió corriera las cortinas y allí me las<br />

mostró. Había más de diez mariposas sobre el cielo raso. Unas más<br />

pequeñas que otras, todas de bordes marrones. Aparecían entre dos o<br />

tres flores, parecían calas grises.<br />

—Son preciosas estas mariposas —dijo mamá entusiasmada.<br />

5


Aprendí a reconocerlas con ella. La voladora, la petisa, la<br />

pintona, la gorda. Se delineaban bien en la claridad. Mamá se pasaba<br />

horas mirando el techo. Creo que cuando estaba sola ellas bajaban<br />

hasta su mano.<br />

La casa ya no era la misma. El abuelo estaba cada vez más<br />

desprolijo y cocinaba a regañadientes. Papá no tenía tiempo de<br />

mirarnos las tareas, para mí, mejor. Ya no encontraba mis medias y<br />

andaba con los pantalones de mi hermano. Por suerte no llovía y<br />

podía ir a charlar con mamá a la tarde.<br />

Ella estaba fascinada con sus mariposas, algunas habían tenido<br />

crías, pequeños puntos de alas abiertas junto a sus madres. No quería<br />

que se fueran, me había encariñado con ellas casi como mamá.<br />

Jugábamos al veo-veo para reconocerlas. Me contó que la pintona se<br />

había escondido atrás de la lámpara y no quería salir. Las demás<br />

permanecían juntas, rozándose las alas en un vuelo silencioso.<br />

Mamá había aprendido su lenguaje, era un seseo muy dulce que<br />

me daba sueño.<br />

Cuando ya había comenzado la época de sequía vino el techista.<br />

Don Marcial comenzó cambiando las chapas del techo del comedor.<br />

Algunas aún servían, dijo a mi papá, que agradeció tener un gasto<br />

menos. Su dormitorio se nota que es el más antiguo de la casa,<br />

agregó. Tiene caña y un cielo raso de tela que ya no se usa, habrá que<br />

cambiarlo.<br />

El techo del cuarto de mamá quedó impecable. Unos paneles<br />

blancos lo hicieron más luminoso.<br />

Mamá ya no estaba para extrañar conmigo las mariposas.<br />

Gladys Alonso<br />

Chacras de Coria (Mendoza, Argentina)<br />

6


Pedro y Mari Luz<br />

Imagen aportada por la autora<br />

Cuando Pedro llegó a la residencia y la vio sentada en la silla de<br />

ruedas tan limpia, tan arreglada, tan elegante; pensó que a lo mejor<br />

no era tan malo que sus hijos le dejaran allí. Además, era solo por una<br />

temporada corta –le dijeron- después del verano volverían a por él.<br />

Se enteró a través de otro residente que se llamaba Mari Luz y<br />

que había sido actriz, pero que ni hablaba ni se enteraba de nada. Una<br />

pena con lo guapa que era.<br />

La primera vez que decidió acercarse a ella, le llevó una flor.<br />

Estaba prohibido cortarlas pero merecía la pena arriesgarse por una<br />

mujer como ella. Es verdad que no la cogió entre sus manos ni aspiró<br />

su aroma, tan siquiera le dirigió una mirada de agradecimiento. Se la<br />

prendió en el pelo, justo encima de la oreja izquierda. Ese día y todos<br />

los días en adelante, Mari Luz lució una flor y nadie cuestionó la<br />

legalidad de su procedencia.<br />

7


Las flores empezaron a escasear con la llegada del otoño, pero<br />

Pedro siempre encontraba alguna. Por humilde que fuera su aspecto,<br />

ella hacía que pareciera una orquídea.<br />

Le había contado su vida. Ciertamente la mirada de su bella<br />

oyente siempre se encontraba perdida en el infinito, pero no fue un<br />

obstáculo para que él siguiera narrando historias auténticas y<br />

fantásticas, tristes y divertidas mientras empujaba la silla a través del<br />

pequeño sendero que discurría por el jardín.<br />

Un día recibió la visita de sus hijos. Decidieron que continuara<br />

su estancia ya que su aspecto era inmejorable. Recibió la noticia con<br />

tal indiferencia que él mismo se sorprendió. Corrió hacia donde<br />

estaba Mari Luz para contárselo. Estaba contento. Además, ese día<br />

había encontrado una rosa de aromático perfume que sujetó en su<br />

pelo mientras liberaba con atropello una cascada de palabras acerca<br />

de lo feliz que se sentía. Se llevó a los labios la manos de ella que<br />

siempre reposaban en su regazo y las besó tiernamente. Acarició<br />

luego su rostro, recorrió los surcos de la piel y recogió una lágrima<br />

que caía lentamente.<br />

Amparo Hoyos (Valencia)<br />

8


Recuerda<br />

Olvida la noche que enreda tu cara<br />

asombrada de luz.<br />

Olvida las flores,<br />

eterna llamada a la caricia<br />

efímera en tus manos.<br />

No sigas el curso del río,<br />

ni cantes al amanecer .<br />

Olvida tu casa, tu gente,<br />

el verso<br />

que ayer te acompañó.<br />

Y ve despacio,<br />

cierra las puertas,<br />

ve tu sola y recuerda...<br />

…Tan solo recuerda.<br />

Texto y foto: Marga Alcalá (Valencia)<br />

http://comolaspiedrasoelviento.blogspot.com.es/<br />

9


Corfe Castle sunrise – Sebastian Kraus (Polonia)<br />

http://sebastiankraus.deviantart.com/<br />

10


Amanece<br />

Amanece<br />

y me despierto,<br />

soñando,<br />

prendido de la noche inquieta.<br />

Mis manos, en el tiempo,<br />

despiertan<br />

y tu cuerpo palpitante su perfume me entrega.<br />

En la mañana tibia<br />

una estrella demorada<br />

tirita… tiembla.<br />

Y mi alma<br />

y tu alma<br />

en un beso se encuentran.<br />

Vicente Montemayor (Omaha, Nebraska – EUA)<br />

11


The touch of Winter – Gregg (Canadá)<br />

http://greggorievich.deviantart.com/<br />

12


Gigoló en la Antártida<br />

Especial agradecimiento a Pili, la culpable del título.<br />

Acabo de ver lo bueno de algunas palabras para cagarla bien<br />

cagada. Meditando donde mejor se medita, en el trono sagrado, me<br />

retrotraje al instante divino antes de decirte aquellas horribles<br />

palabras. Era un día lluvioso de febrero, del febrero más lluvioso<br />

jamás visto y estabas hecho un asco. No es que te odie cariño, pero<br />

esa barba y esas ojeras no le quedarían bien ni al maldito Christian<br />

Grey. Necesitaba un cigarrillo en mi boca y tú sólo querías tocar mi<br />

escuálido culo, maldito imbécil. Empezaste hablando de gilipolleces,<br />

como siempre que quieres decir algo importante y no te atreves, y yo<br />

puse música de fondo a tus palabras y empecé a visualizar la novela<br />

de mi vida. Cuando estaba formándose la escena central de “Amor en<br />

Oriente”, poco a poco comenzó a desvanecerse con el ruido de fondo.<br />

Tu ronca voz balbuceando, temblando como cuando un niño de<br />

cuatro años que intenta convencer a su mamá de que las cosas tienen<br />

que cambiar, de que tu forma de ser, que lo nuestro, que esto, que lo<br />

otro y el maldito protagonista de Amor en Oriente engordando,<br />

dejándose la barba y encorvándose hasta transformarse en el<br />

estúpido protagonista de “Gigoló en la Antártida”. Las escenas idílicas<br />

de un gran crucero por el Red River se transforman en perros con la<br />

lengua afuera tirando de trineos destartalados tratando de llegar al<br />

polo sur donde ese barbudo idiota, también llamado Chris pero de<br />

apellido Green, se encuentra a solas con una flacucha asquerosa de<br />

pelo corto y desgarbado, llamada Cloe, que no esperaba encontrar<br />

nada más que un garbanzo debajo de ese pantalón de esquiador. Y<br />

entonces te lo dije. Fue cuando no pude más, abrí mi bocota y te grité<br />

a la cara todo lo que pensaba.<br />

Te dije que te odiaba, que odiaba todas las malditas vueltas que<br />

dabas para decirme las cosas, que me resultaba insoportable vivir<br />

13


escuchando esa depreciable voz de borracho que sólo salía de tu boca<br />

para decir improperios, para pedir cerveza e interrumpir mis<br />

pensamientos. Te dije pedazo de escoria, homúnculo penoso y<br />

muchas cosas más. Y te lo dije por una sola razón: sólo tú eres capaz<br />

de parar mi mundo, mis historias y mis vuelos fugaces. Cuando estoy<br />

a lo mío soy capaz de aislarme casi por completo de este puto mundo<br />

que nos rodea, a excepción de ti. Nunca he entendido por qué me<br />

pasa esto, he intentado mil veces explicármelo y ya no espero<br />

respuesta; sólo querría que dejaras de hablar cuando estoy en mis<br />

mundos privados de príncipes y princesas, de desencuentros que<br />

acaban en besos y abrazos… Te dije que te odiaba y me arrepiento<br />

con todo mi ser. No me arrepiento de pensarlo, porque sigo<br />

haciéndolo, maldito inoportuno. Te hice llorar como a un niño y eso<br />

me hizo ver lo mucho que puedes cagarla con sólo unas palabras. No<br />

te odio, borracho asqueroso, no te odio ni te desprecio ni me das<br />

pena ni nada de lo que dije después de eso. Sólo estoy harta de que<br />

me interrumpas, entiéndelo. Perdóname. Eres el principio y el fin de<br />

mis historias, porque debo admitir que tu entrepierna es la culpable<br />

de muchos de mis relatos. Y como entiendo que de alguna manera<br />

debo compensarte, he decidido dedicarte “Gigoló en la Antártida”. Sí,<br />

no te rías, he escrito un guión con un título tan idiota como ese, por tu<br />

maldita culpa Frank, y en honor a ti.<br />

Un buen macho es un macho del ecuador a los polos y aunque<br />

muchos digan que sólo eres un borracho, tú y yo sabemos que eres de<br />

esos tipos que siempre están dispuestos a darlo todo y mientras<br />

escribía la historia no pude parar de imaginarte luchando contra el<br />

frío en la Antártida, apretándome bien fuerte con tus brazos peludos<br />

y haciéndome olvidar al maldito Amor en Oriente y a su insípido<br />

crucero de pacotilla. Frank, eres mi hombre, eres mi gigoló,<br />

perdóname y calla cuando te digo que calles.<br />

Pernando Gaztelu (Iruña, Navarra)<br />

http://lokos-a-disfrutar.blogspot.com.es/<br />

14


Bordados de pasión<br />

Imagen aportada por la autora<br />

Quise llenar de anhelo un tiempo inapetente de sentido. Donde<br />

mi monotonía cobraba vida en la pasión del manejo de las hebras de<br />

hilo. Hilvanaba en vestimentas carentes de luz, en tejidos de seda y<br />

lino. Palmetas con oro y plata que en su tejer ensalzaba con perlas y<br />

abalorios, repitiendo sus bordaduras una y otra vez hasta sentirme<br />

agotada y retirarme de su labor y de su lienzo.<br />

Había días que conforme punteaba, descuidaba la costura y los<br />

ornamentos se iban desfigurando igual que mi esperanza y<br />

sentimiento.<br />

15


Llegaban voces desoladoras, dejando un poso de amargura.<br />

Entre lágrimas seguía tejiendo un sudario que ora estaba carente de<br />

fieles amantes.<br />

En arrebatos clavaba hondo la aguja y en momentos de delirio la<br />

deslizaba suave por el paño que prendían mis manos. Eso era todo,<br />

eso y la espera constante de su llegada. Se lo llevaron las olas hacia<br />

una cruzada y el mar se negaba a señalarle el camino de vuelta a mis<br />

brazos. Asomaba cada mañana la vista al infinito y me cegaba la<br />

desolación de no ver nada.<br />

Tres años pasaron entre muselinas y demora cuando vi<br />

aparecer a aquel que yo ansiaba. Mis vestimentas besaron el suelo y<br />

yo... yo a sus labios.<br />

Mª Belén Mateos Galán (Zaragoza)<br />

<strong>16</strong>


Mañas<br />

Foto: Anastasia Cazabon http://anastasiacazabon.com/home.html<br />

(imagen aportada por la autora)<br />

Enséñame<br />

a no volver al principio<br />

a dibujarme un camino<br />

más lejos del precipicio.<br />

Muéstrame<br />

tu par de ojos marrones,<br />

tu mundo de ilusiones<br />

con todos tus colores.<br />

17


Yo muero por saber<br />

si entre tus pensamientos<br />

alguna vez se ha colado<br />

mi rostro sonriendo.<br />

Mira que eres misterioso<br />

y yo toda atolondrada,<br />

tú te pones tan mañoso<br />

y yo más enamorada.<br />

Ahora quiéreme,<br />

así, toda simplona…<br />

Yo adoraré verte volver<br />

por un abrazo a cualquier hora.<br />

Aldana Michelle Giménez (Mendoza, Argentina)<br />

18


El hipnotizador<br />

Those eyes – Simplyrain (Australia) http://simplyrain.deviantart.com/<br />

Al final, la empresa de taxis acabó despidiéndole. No porque,<br />

cuando los miraba a los ojos a través del retrovisor, durmiese a sus<br />

pasajeros. Sino porque nunca aprendió a despertarlos.<br />

Rafa Sastre (Valencia)<br />

http://rafasastre.blogspot.com<br />

19


Fotografía de Jorge A. Richter<br />

20


Carta a una amiga<br />

Querida Cris, cuando recibas esta yo habré finalizado mi<br />

temporada en la costa.<br />

Partiré, creo, para Inglaterra, Francia o Grecia. No sé muy bien<br />

aún, pero partiré. Eso sí.<br />

De lo vivido, solo la luna llena, el mar, las campiñas, bosques o<br />

callejuelas, podrán hablar y contar. Yo me llevo un saco lleno de<br />

recuerdos, colgado de esa lágrima triste que llevamos en el interior<br />

cuando algo que amamos se convierte en algo perdido.<br />

El amor, aunque solo sea a la vida misma, es como una<br />

mariposa, a la cual no se le pueden tocar las alas, pues de lo contrario<br />

tendría problemas para seguir su vuelo. Y juro por los dioses que he<br />

estado tentado de tomar la mariposa entre mis dedos.<br />

Hoy, nuevamente, el lobo se apresta a buscar otras estepas. Allá<br />

donde la brisa me deje como semilla al viento.<br />

Los sueños son intransferibles y la tristeza también. Siento que<br />

vivir soñando no tiene sentido, soñar sin vivir tampoco. Caminaré un<br />

poco hoy y otro mañana para ver cómo los deseos, las realidades y la<br />

vida misma, fluyen del mismo cántaro.<br />

Hasta luego, amiga. Aunque hasta luego sea la próxima carta.<br />

Esta vida u otras vidas si existen.<br />

Con cariño, un beso:<br />

JR<br />

Jorge A. Richter Vázquez (Valencia)<br />

21


Imagen aportada por el autor<br />

22


Conspiración de silencio<br />

Me han llegado rumores de que mi sombra y mi reflejo están<br />

conspirando en mi contra. Al parecer, están bastante hartos de<br />

depender de mí. Ingratos. ¿Acaso no sabe mi sombra lo preocupado<br />

que estoy por su futuro cuando yo deje de estar aquí? Y mi reflejo,<br />

¿tan pronto ha olvidado mis visitas a través del espejo cuando<br />

nuestra soledad era un peso insoportable, tan pronto ha olvidado el<br />

whisky compartido, tan pronto ha olvidado las partidas de ajedrez?<br />

Ahora que lo pienso, creo que el instigador de la conjura no puede ser<br />

otro que mi reflejo. Al cese de las visitas llegamos de mutuo acuerdo,<br />

pues vimos que en lugar de aliviar nuestra soledad no hacíamos otra<br />

cosa que agravarla. Pero es muy posible que no haya llegado a<br />

perdonarme el hecho de, siendo él abstemio como lo es, verse<br />

forzado a beber en mi presencia. Y lo que es, más que posible,<br />

probable -e incluso yo añadiría que seguro- es que el motivo principal<br />

de su resentimiento hacia mí obedezca a que nunca le dejé que me<br />

ganara al ajedrez. (Pero él, recuérdese, tampoco lo hizo. Así pues,<br />

podría decirse que en esa cuestión hemos quedado en tablas.)<br />

Más que quién pueda ser el instigador de la conspiración, lo que<br />

de verdad me preocupa es en qué diablos o demonios pueda<br />

consistir. ¿Es, por hacer un símil duelístico, a primera sangre o a<br />

muerte? ¿La planean como un indisimulado golpe de estado (ado,<br />

ado) o piensan disfrazarla de votación democrática? Si se tratara de<br />

esto último aún tendría alguna esperanza. ¿Esperanza?, dirán<br />

ustedes. Dos contra uno, pensarán, votación perdida. Pero olvidan<br />

que hay un tercero, o quizá habría que decir un cuarto, en discordia.<br />

Sí, como en Los tres mosqueteros, que resultaban ser cuatro. Y ese<br />

D’Artagnan con el que no habíamos contado no es otro que el reflejo<br />

de mi sombra (o la sombra de mi reflejo, que para el caso vendría a<br />

23


ser lo mismo). Voy a ver si lo (o la) gano para mi causa. En caso de<br />

empate, el voto de calidad decide. Y ese voto es el mío.<br />

Andrés Amat (Rocafort, Valencia)<br />

http://amatgomar.blogspot.com.es/<br />

24


Otros mundos<br />

Imagen aportada por la autora<br />

Fue culpa del calor y del aburrimiento, que es muy malo.<br />

Empecé casi sin darme cuenta, frotando con un pañuelo de papel de<br />

esos de Mercadona. Después empecé a obsesionarme y metí un<br />

cuchillo de filo por entre las teclas y... fue entonces cuando lo vi. Ríete<br />

tú de lo que vio el rubio de Blade Runner. Aquí, bajo el teclado de<br />

nuestro ordenador, hay mundos que jamás imaginamos. Encerré a<br />

mis animales en el baño y lo desatornillé ¡¡¡sí!!! Lo abrí y metí la parte<br />

móvil bajo el chorro de agua de la cocina. Todo lo que salió de ahí es<br />

algo que... que no podré olvidar fácilmente. Creía que vivía sola con<br />

mis mascotas. Tened cuidado...<br />

Concha Bonet (Valencia)<br />

25


Imagen aportada por la autora<br />

26


El libro de Vedran<br />

Rebeca me ha estado mirando. Sucedió hoy, a las siete menos<br />

cuarto de una mañana de perros. La resaca no le ha dejado dormir,<br />

intuyo. Despedía un fuerte olor a bebida destilada. Como nunca he<br />

bebido, no sabría decir cuál. Quizá por eso tampoco puedo afirmar<br />

que estuviera borracha… Pero lo pienso. Y lo digo.<br />

Como no dormía, seguramente se ha desperezado. Ha ido al<br />

baño y ha visto el espejo. No se ha reconocido. Entonces se<br />

ha sentado en la taza del wáter, ha meado un buen rato y ha vuelto a<br />

la cama. Ahí es cuando me ha empezado a mirar.<br />

Al principio observaba sin ver. Paseaba simplemente por mi<br />

espacio, deslizando sus iris por mi piel. Me acariciaba su ausencia. He<br />

imaginado que había una línea verde entre su fóvea y mi cuerpo.<br />

Verde mar. Como sus ojos.<br />

La línea tatuaba en mi lomo un tequiero inaudible, invisible, que<br />

sólo era fuego. Y ha sido ese calor tontuno el que me ha despertado, y<br />

entonces me he dado cuenta de que ella estaba ahí.<br />

Al mismo tiempo el tren se acercaba a Sarajevo. Un fugitivo se<br />

estaba apeando en la estación de Lukavica. Vaya nombre para una<br />

estación. No tiene ni idea de Rebeca, pero ella está allí, corriendo su<br />

suerte. Desciende y cruza asustado. Camina rápido, casi corre, hasta<br />

refugiarse en una taberna en el centro de los Balcanes. Rebeca cierra<br />

los ojos verdes. Recuerda. Una vez cruzó en moto la costa dálmata<br />

con André. Era cuando aún compartían momentos, y ella dormía<br />

acurrucada en sus brazos, como en una sillita fetal, embozada en unas<br />

sábanas empapadas de sexo y poesía. Hasta la amanecida.<br />

27


Ya no me mira. Estoy aquí, delante tuyo, eeehhh. No existo si no<br />

me abro a ti. Mi vida es un sindiós si no encuentro un pequeño<br />

habitáculo en tu cerebro. ¿Vas a negármelo ahora?<br />

Vuelvo a encenderme. A miles de kilómetros de distancia el<br />

prófugo está en la barra de un tugurio informe. Suena un chelo.<br />

Estamos en 1992. Smailovic ejecuta a Albinoni, en homenaje a las<br />

veintidós personas que fueron asesinadas mientras hacían fila para<br />

recibir pan. De la pupila esmeralda se escapa una lágrima, otra, y otra<br />

más. ¡Me empapa! Quiero huir pero no puedo. Atrapado en su llanto<br />

estúpido a causa de un soldado que bebe rakija lejos, muy lejos, y a<br />

quién apenas conoce… ¿o sí?<br />

Me he quedado a oscuras. Me ocurre y entonces es como si<br />

estuviera muerto. A veces dura unos segundos. A veces días,<br />

semanas. En ese tiempo de soledad percibo presencias. O golpes. Me<br />

buscan y me ignoran. Incluso.<br />

No sé qué estará pasando en ese bar donde un adagio araña la<br />

luna. Donde el agua de los ojos verdes de la chica se remansa y<br />

espera.<br />

> El miembro de la brigada está hablando. Su voz<br />

está en mí, como otra vez la mirada temblorosa de esa mujer. Se<br />

comunican. Ella lo escucha, sufre con él. Es increíble, el poder de la<br />

emoción acercándoles. Es una sensación fronteriza con el miedo, pero<br />

dulzona y cálida.<br />

Rebeca me ha tomado en sus brazos. Creo que ha decidido<br />

levantarse. Se sacude el cabello, rojizo, como de eslava. Quizá no se<br />

llame Rebeca, pero me gusta pensarla así. Siempre he soñado una<br />

amante con ese nombre. Me ha acariciado y estrechado contra sus<br />

senos. Creo que estoy teniendo una erección… O la imagino. ¿Qué<br />

importa?<br />

28


Me quedo en el suelo, desparramado, con mis brazos en su<br />

busca. Vuelve su cabeza, el pelo azotándole las sienes.<br />

Me mira.<br />

Me cierra.<br />

Se va.<br />

Xenia Rambla (Valencia)<br />

http://xeniarambla.blogspot.com.es/<br />

29


Nuestra criatura, disponible en ebook y papel en AMAZON<br />

¡¡¡ No te quedes sin ella !!!<br />

30


Noche oscura en mi memoria<br />

Choices – Selkie https://www.flickr.com/photos/selkie/<br />

Fueron varios días sin saber de él, llamadas perdidas<br />

o respuestas evasivas sobre lo que realmente sentía por mí. En muy<br />

poco tiempo, su amor disfrazado de silencio se convirtió en<br />

costumbre. Era una relación intensa, casi animal pero sin<br />

sentimiento. Al principio, quedamos atrapados por la pasión de<br />

nuestros cuerpos, construyendo la historia de nuestro amor.<br />

Luego, fueron encuentros fugaces y vacíos, dejando en mi lecho su<br />

silueta marcada en las sábanas frías del olvido. Sin embargo,<br />

necesitaba enfrentar mi realidad, por lo que no dudé en seguirlo esa<br />

noche, inoculada del odio de su desamor.<br />

31


Fue en un parque de la localidad, allí lo vi a lo lejos,<br />

escondida tras un viejo roble. Él conversaba con la mujer que poco a<br />

poco se llevaba su cariño. Era una amante sin escrúpulos, cargada de<br />

egoísmos y maldad, porque no le importaba destruir nuestro amor.<br />

Era una perra en celos provocando a su víctima, bebiendo de sus<br />

labios carnosos, los restos del amor que yo le entregué. Sin importar<br />

lo lógico, mis vísceras nublaron mi razón. Así que tomé el arma,<br />

apunté hacia el reflejo de mi odio, y disparé.<br />

Ella cayó entre sus brazos, y un grito estremecedor despertó la<br />

tranquilidad de la noche. Los perros aullaron, y las luces de los<br />

apartamentos vecinos, comenzaron a encenderse. Él se ahogaba en su<br />

llanto cargado de desesperanza, y con llamadas de auxilio trató de<br />

atraer su atención. ¡De pronto! Una niña salió de un carro estacionada<br />

en la esquina, corrió llorando hacia la madre tendida en la hierba.<br />

Fue en ese momento que recordé; ella era la hija de los dos. Mi<br />

memoria estaba nublada por una larga mentira que un día me<br />

inventé. Después de todo, aquella mujer era su esposa, y yo, la<br />

amante fiel que destruyó en un segundo, lo único real de ésta historia.<br />

Eva C. Franco (Isla de Margarita, Venezuela)<br />

32


El frío<br />

Imagen aportada por la autora<br />

Se miró las uñas una vez más<br />

apagó el cigarrillo<br />

¿Qué había hecho con su vida?<br />

Apuró el último trago de café,<br />

pagó y salió al frío.<br />

Huele bien Valencia en invierno, pensó.<br />

La intermitencia del semáforo<br />

la hizo detenerse<br />

justo en el mismo bordillo.<br />

33


Observó a su lado una pareja que<br />

totalmente ausentes<br />

y con los cuerpos fundidos en uno<br />

juntaban además, miradas y besos.<br />

Una mueca a modo de sonrisa<br />

se dibujó en su cara.<br />

El flash de la memoria, que no avisa,<br />

le hizo sentir, de repente, un escalofrío<br />

que desde la nuca avanzaba hacia dentro.<br />

¿Qué había hecho con su vida?<br />

De forma autónoma<br />

todo el grupo de gente avanzó<br />

cruzando la calle a la señal de verde.<br />

Aminoró sus pasos quedándose atrasada<br />

para poder mirar, para recordarse,<br />

para salir de su cuerpo y querer estar<br />

a tres pasos por delante.<br />

María Luisa Pérez Rodríguez (Valencia)<br />

http://marialuisaperezr.blogspot.com.es/<br />

34


Amor<br />

Love hurts - Ruchit Sakhariya https://www.flickr.com/photos/ruchit05/<br />

Si juntáramos todo lo escrito tratando de definir la palabra<br />

«amor», no tendríamos más que un incompleto bosquejo de su<br />

significado si él no te hubiera sacudido con su brisa, enturbiado tus<br />

ojos o quitado la pena de tu vida.<br />

Si no sufriste nunca la dulzura del dolor que provoca sentirlo<br />

usándolo de escudo y de jergón recostado en el reparo de sus brazos.<br />

¿Cómo acariciarlo intangible, invisible, plácido y verdugo? ; te<br />

arrastra por los cielos, te hunde si te falta y lo encuentras en los ojos<br />

de tu madre y lo sueñas en los ojos de tu amada, los rayos de la vida<br />

te encandilan, sentirás un perro fiel lamer tu mano...<br />

35


Qué vacío de sentido resuenan las palabras que lees si su aliento<br />

no entibió tu frente, las letras te sonarán vanas, parecerán un<br />

teorema estos escritos ¿cómo pesar en onzas a tu alma? ; si se eleva<br />

impulsada con amor flotando en lo sembrado, viviéndose la vida<br />

como se bebe el vino, festejando.<br />

Son sólo cuatro letras en castizo provistas de sentido si has<br />

sentido alguna vez, algún instante, que Dios existe en cada célula de<br />

un alma bendecida con el cálido pecado de sentir que el pecho se te<br />

estalla, que tu amor va más allá de todo esto, te rescata otra vez, te<br />

deja exhausto, feliz y convencido que la vida merece ser amada si<br />

viviste un momento en su reparo.<br />

Dejando la métrica de lado, la prosa se disuelve y no hay verso<br />

que describa el tornasol, el iris dilatado, el llanto de la risa y el peso<br />

del pecado; los ojos de tus hijos, la risa que te estalla desde el plexo y<br />

las lágrimas por todos los amados.<br />

Lucho Bruce (Mar del Plata, Argentina)<br />

36


Bocadillo<br />

La Ibense Sevilla – Gustavo Pastrana (México)<br />

http://gustavopastrana.deviantart.com/<br />

Sobre la mesa de la cocina, una barra de pan y una lata de atún<br />

en aceite.<br />

Charlan sobre cómo les ha ido la mañana, una en la puerta del<br />

súper, la otra en el centro comercial. De repente, sin avisar, el<br />

cuchillo corta violentamente la conversación.<br />

Debajo de la mesa, la cucaracha come con fruición lo que le cae<br />

de arriba.<br />

—Qué suerte —piensa—, un buen agujero en la cocina y casi<br />

todos los días, bocadillo.<br />

Pepe Sanchis (Massalfassar, Valencia)<br />

37


Ilustración de Adrián García Raga (Valencia) http://agarrailustracion.es/<br />

38


Una rosa rodeada de espinas<br />

¿Por qué llevas esa armadura?<br />

Forjada de hierro oxidado<br />

Tan fría y distante<br />

Que me impide tocarte<br />

¿Qué es ese ejército?<br />

Que parece rodearte<br />

Ataviado con escudos y lanzas<br />

Imposible es alcanzarte<br />

¿Es un mecanismo de defensa?<br />

Esas múltiples espinas<br />

Que has creado<br />

Esparcidas por tu tallo<br />

Quien consiga tenerte<br />

Contemplar tan bella flor<br />

Llegará empapado en sangre<br />

Y tendrá mucho valor<br />

No es posible coger una rosa<br />

Sin enfrentarse a sus espinas<br />

Adrián García Raga (Valencia)<br />

http://agarrailustracion.es/<br />

39


Danger Lady – Elena Samko (Rusia)<br />

http://elena-neriumoleander.deviantart.com/<br />

40


Una rubia peligrosa<br />

—¿Crees que Mario se esconde en esa mansión?<br />

—Seguro. Ahí le espera la amante del banquero, están<br />

compinchados. Ese tío es muy listo, se ha llevado el dinero y a la<br />

chica. Y nosotros en Babia.<br />

—Vamos a comprobarlo.<br />

—Tranquilo, Pedro. No tenemos prisa.<br />

Juan, ojos negros, pelo largo, mandíbula cuadrada, espalda<br />

ancha y brazos poderosos, y Pedro ‘el Tigre’ López, ex boxeador<br />

cuarentón, nariz aplastada y orejas de coliflor, estaban sentados en el<br />

coche en la puerta de la mansión en Aranjuez del banquero Jerónimo<br />

Castro, el personaje que les había ayudado a dar el golpe más<br />

productivo y fácil de sus vidas. Fue llegar y desvalijar la caja fuerte.<br />

Siguieron sus instrucciones y le dejaron en la inmensa oficina del<br />

banco que presidía atado y malherido como habían acordado. Y ahora<br />

el maldito Mario se la había jugado a ellos. Huyó con el dinero y le<br />

habían seguido hasta la mansión donde le esperaba la espléndida<br />

rubia a la que mantenía Jerónimo Castro. Una buena jugarreta que<br />

ellos estaban dispuestos a frustrar.<br />

En los asientos de atrás del vehículo, Miguel el Perla, calvo y feo,<br />

siniestro, un esperpento de hombre, callado como un muerto,<br />

esperaba órdenes. Tenía preparada su pistola. Era frío y eficiente.<br />

Matar se le daba bien.<br />

—Mario lo pagará, me cago en su sombra —perjuró Juan.<br />

—¿Cómo pudo marcharse con el dinero? —gritó Pedro,<br />

dirigiéndose con gesto de cabreo a sus dos colegas.<br />

41


—Nos sorprendió. Cuando quisimos reaccionar ya había saltado<br />

por la ventana, pero le hemos herido.<br />

En el moderno y lujoso salón de la casa, Mario estaba sentado en<br />

un sillón, se acababa de servir un wiski y tenía el vaso en la mano. Se<br />

sentía mal, con un dolor agudo que le atravesaba el muslo. ‘El Perla’<br />

le había alcanzado de refilón con uno de sus disparos. «Una putada»,<br />

pensó y se fijó en que la mancha roja de su pantalón se iba haciendo<br />

más grande. Necesitaba un médico. «Tengo que salir de aquí cuanto<br />

antes». A sus pies reposaba un maletín del que sobresalían fajos de<br />

billetes de 500 euros. En la mesita, una pistola. Soraya, con sus<br />

pantalones vaqueros ajustados y una blusita amarilla de tirantes que<br />

dejaba al descubierto unos hombros dorados, permanecía de pie. Era<br />

una mujer 10, un lujo, sus favores costaban cheques con muchos<br />

ceros. Lo sabía bien Jerónimo Castro<br />

—Vamos a por él —gritó Pedro al mismo tiempo que saltaba del<br />

coche—. No quiero que se nos escape otra vez.<br />

Juan y Pedro se dirigieron a la puerta principal. Mario los vio<br />

saltar del coche y caminar con paso decidido. Imbéciles. Se creían que<br />

le iban a coger.<br />

—Soraya, mete el dinero en ese maletín y sígueme.<br />

—Esos no te van a dejar escapar.<br />

—No te preocupes, la casa tiene un pasadizo en el sótano que<br />

conduce a la mansión de al lado. Lo hizo Jerónimo Castro para<br />

escapar si tenía visitas inoportunas. Sígueme.<br />

Mario, cojeando, apoyándose en un bastón, marchaba delante, la<br />

condujo hasta el sótano. Llevaba una linterna, con ella alumbró una<br />

pared y le señaló a Soraya una palanca que sobresalía. “Bájala”. Fue lo<br />

último que dijo. Vio a Soraya con su pistola en la mano y lo<br />

comprendió todo. Ella los había engañado a los cinco. El disparo le<br />

42


destrozó el corazón. Después Soraya bajó la palanca, empujó una<br />

trampilla y se introdujo en el pasadizo secreto. Llevaba en su mano el<br />

maletín con el dinero del golpe.<br />

Cuando llegó al final del pasadizo no tuvo problemas para<br />

encontrar el mando que abría la trampilla de salida. Conocía cada<br />

palmo de la casa en la que se encontraba, no había dejado ni un cabo<br />

suelto. Su amante Jerónimo Castro le había explicado el golpe que<br />

planeaba para robar a su propio banco y hasta la llevó a una reunión<br />

con los cuatro delincuentes. Le fue muy sencillo enredar al pobre<br />

Mario, seducirle para que se la jugase a sus amigos y esperarle en la<br />

mansión del banquero en Aranjuez para huir juntos. Sonrió pensando<br />

en la cara que pondría Jerónimo al enterarse de lo ocurrido. Se dirigió<br />

al garaje. Había un flamante BMW, guardó sus nuevos documentos de<br />

identidad en su bolso y se cambió de ropa. Nunca la encontrarían.<br />

Vicente Carreño (Oliva, Valencia)<br />

43


Email... – Catherine MacBride<br />

https://www.flickr.com/photos/catmacbride/<br />

44


Bandeja de entrada<br />

Necesitaba preguntarle cada día,<br />

saber si había dormido aquella noche,<br />

si tuvo fantasías con sus labios,<br />

o preso en la vigilia duradera<br />

había renegado de su suerte.<br />

Esperaba impaciente una respuesta<br />

que no tenía la urgencia requerida,<br />

celaba la entrada en la bandeja<br />

para abrir la sonrisa y sus palabras.<br />

No estaban a la altura del deseo,<br />

sólo le generaban más preguntas,<br />

más esperas y nuevas decepciones,<br />

y el enojo de saberse capturada<br />

por un sentimiento inconfesable.<br />

Una mañana preguntó él primero<br />

y entonces… sorprendida, satisfecha,<br />

se deshizo de aquella ligadura,<br />

pinchó en eliminar sin dar respuesta.<br />

Benjamín Blanch (Valencia)<br />

45


Keep me from the gallows Pole – Adam Coles (Reino Unido)<br />

https://www.flickr.com/photos/adamcoles/<br />

46


Balada de Teresa Brown y John Say<br />

Oh, but you who philosophize disgrace<br />

and criticize all fears,<br />

Bury the rag deep in your face<br />

For now's the time<br />

for your tears<br />

Bob Dylan, The Lonesome Death of Hattie Carroll<br />

...diez y cuarto de la mañana del pasado lunes siete de<br />

Noviembre un cadáver fue hallado en la orilla del río (a la altura del<br />

aserradero de Nick). Según el sheriff, A.D., «el cuerpo es el de una<br />

joven de unos quince años con claros síntomas de haber sido<br />

golpeada en la cabeza y el tórax.» Aunque todo parece indicar que<br />

pueda tratarse de Teresa Brown, la joven que desapareció hace dos<br />

semanas, el sheriff no ha querido confirmar ...<br />

(Extracto de la noticia aparecida en el Missoula Journal, 12/11/1937)<br />

... práctica totalidad de los vecinos de Missoula se encontraban<br />

en la sala. El jurado, que apenas tardó tres horas en deliberar, emitió<br />

su veredicto: John Shay, de 34 años, fue declarado culpable del<br />

asesinato de Teresa Brown. El juez, Ilustrísimo Señor George<br />

Beaumont, corroboró la sentencia. John Shay será ejecutado en un<br />

plazo máximo de un año desde la fecha presente. Los padres de<br />

Teresa, en la sala, se fundieron en un abrazo del que nos hacemos<br />

partícipes todos los...<br />

(Extracto de la noticia aparecida en el Missoula Journal, 22/04/1938)<br />

47


Hoy se ha hecho justicia. Hoy he visto a ese mal nacido morir<br />

como lo que es: un perro que me quitó lo que más quería, a mi<br />

pequeña. Su cuerpo daba espasmos. Desde donde yo estaba he<br />

podido escuchar el crujir de su cuello. Por fin su madre y yo<br />

podremos descansar.<br />

(Extracto del diario de William Brown, correspondiente al día<br />

18/09/1938)<br />

Es raro... La tristeza no se ha marchado. El dolor es todavía más<br />

intenso. ¿No sirvió para nada un verdadero acto de justicia? Mi<br />

pequeña sigue bajo tierra; exactamente en el mismo lugar que su<br />

asesino. Los dos en el mismo cementerio. Ayer me crucé con su<br />

madre. Le llevaba flores. Le llevaba flores al perro que mató a mi<br />

pequeña. En el mismo cementerio...bajo la misma tierra...con las<br />

mismas flores sobre su tumba. ¿Eran acaso las lágrimas de su madre<br />

de la misma naturaleza que las mías?...<br />

(Extracto del diario de William Brown, correspondiente al día<br />

12/10/1942)<br />

Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)<br />

http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/<br />

48


Pilar y los niños<br />

Ghost children – Pauline R. (Francia)<br />

http://photographypauliner.deviantart.com/<br />

Cuando el doctor le confirmó el embarazo, su mundo estalló en<br />

miles de pedazos. Los sueños de viajes, conocer gente, lugares para<br />

luego iniciar una carrera universitaria, volaron por los aires. Pilar<br />

acababa de cumplir diez y nueve años.<br />

Salió del consultorio con la mirada clavada al piso y comenzó a<br />

deambular sin rumbo por el pueblo.<br />

49


No sabía qué hacer, pensaba en sus padres, en su novio Esteban,<br />

en los familiares, amigos y amigas. Pensó en el bebé y evaluó la<br />

posibilidad de no tenerlo.<br />

—En definitiva todavía es un embrión —dijo en voz alta.<br />

Se sentía por demás agobiada. Siguió caminando y sin<br />

proponérselo llegó al laberinto de arbustos de la vieja plaza principal.<br />

Se adentró y luego de un buen rato levantó la cabeza.<br />

Al hacerlo la sorpresa fue mayúscula: sin saber cómo, estaba en<br />

un campo inmenso, brillante que parecía no tener fin.<br />

El silencio era abrumador, el cielo tenía un color entre negro y<br />

azul, el sol presentaba tintes anaranjados y una multitud de aves<br />

estaba posada en las ramas de un gigantesco árbol. En silencio.<br />

Caminó unos metros hasta que divisó unas pequeñas cruces,<br />

blancas, de unos treinta centímetros de altura, no más. Cierta zozobra<br />

se apoderó de ella.<br />

Decidió acercarse a ellas.<br />

Al darse cuenta del significado, se derrumbó de rodillas y<br />

comenzó a llorar en forma desconsolada, su tristeza era infinita.<br />

Las cruces tenían una pequeña placa. Comenzó a leerlas:<br />

NO NACÍ EL DÍA 7 DE <strong>SEPTIEMBRE</strong> DE 1.896<br />

NO NACI EL DÍA 1 DE MARZO DE 1.925<br />

NO NACÍ EL 31 DE DICIEMBRE DE 1.803.<br />

NO NACÍ EL DÍA 25 DE ABRIL DE 1.944.<br />

NO NACÍ EL DIA 2 DE JUNIO DE 1.908. ME HUBIERAN<br />

LLAMADO LUCRECIA.<br />

NO NACIMOS EL DÍA 24 DE DICIEMBRE DE 1.943.<br />

Y así en todas.<br />

50


Aunque destrozada por el dolor, intentó componerse para<br />

alejarse de aquel lugar pero al levantar la cabeza vio como se le<br />

acercaba a paso lento un anciano con ropas inmaculadas y de larga<br />

barba blanca.<br />

Su sonrisa era hipnótica, tanto que Pilar se quedó aguardándolo<br />

confiada. Cuando estuvieron frente a frente éste dijo con una voz<br />

sumamente melodiosa.<br />

—Hola Pilar, te estaba esperando, camina a mi lado por favor.<br />

Ella hizo lo que le pidió aquel extraño hombre.<br />

—Mi nombre es Absalón y soy el Cuidador del Jardín de los No<br />

Nacidos.<br />

Aquí llegan las almas de aquellos seres a los que sus padres no<br />

les permitieron vivir la vida que tenían planeada. Su aprendizaje por<br />

lo tanto quedó interrumpido.- Pilar irrumpió otra vez en un llanto<br />

desgarrador pues recordó su pensamiento.<br />

—¡No mi niña! No llores por favor. Tú no has hecho nada de lo<br />

que debas arrepentirte, sabemos que ese nefasta idea que tuviste<br />

quedará en la nada misma —le dijo el Cuidador con suma ternura.<br />

Pilar se calmó y siguió escuchando.<br />

—Debes saber que esto ocurre desde los orígenes de tu<br />

civilización, no es algo propio de la época que te toca vivir.<br />

Cuando el ser humano encuentre el verdadero camino, estos<br />

hechos cesarán. Aún están en los albores del conocimiento. Es mucho<br />

el camino que deben recorrer aún —terminó diciendo.<br />

—¿Puedo preguntar algo? —Dijo Pilar con voz temblorosa<br />

aunque más tranquila.<br />

—Adelante. Estás aquí para aprender, pregunta lo que quieras.<br />

—Estoy sumamente agradecida por esta enseñanza y no tenga<br />

dudas que tendré a mi hijo aunque sea ese día el fin del mundo. Solo<br />

51


quiero saber algo: no es culpa de los niños no haber nacido, en todo<br />

caso es de los padres. Entonces, ¿Por qué pagan ellos, por qué están<br />

sufriendo?<br />

El anciano sonrió.<br />

—No están sufriendo Pilar. ¿De dónde sacas esa idea? ¿Acaso<br />

has visto alguno? —preguntó.<br />

Pilar negó con la cabeza y se encogió de hombros.<br />

—Lo enmendarán los padres en una próxima vida; de alguna<br />

forma deben compensar su error.<br />

Los niños aquí solo están detenidos, este es un lugar de<br />

contención, de amor, de paz pero con un espacio finito. Cuando el<br />

alma está lista retorna al camino para continuar con el aprendizaje.<br />

Solo están aquí para que podamos aliviar su dolor inicial y<br />

devolverles la alegría. El aborto, como lo llaman ustedes, es un acto<br />

sumamente brutal, salvaje y despiadado. La fragilidad de un ser en un<br />

vientre humano es comparable al pétalo de una flor, a las alas de una<br />

mariposa.<br />

El tiempo aquí calma el dolor de estas almas. Tiempos distintos<br />

por supuesto, no son los que tú conoces. Y además de cuidarlas<br />

también se las protege.-<br />

—¿Perdón, de quién se las protege? —Preguntó Pilar.<br />

—¿Has oído hablar de los devoradores de almas?<br />

—Leí sobre ello en algún libro.<br />

—Pues de ellos —dijo la joven, un fuerte escalofrío le corrió por<br />

la espalda.<br />

—Y el día que dejen de llegar almas ¿Qué ocurrirá?<br />

Un ángel vendrá a buscarlas y las llevará al Paraíso, Nirvana,<br />

como quieras llamarlo. Y yo me iré con ellos.<br />

52


Hay un ciclo escrito que se viene cumpliendo desde los<br />

Orígenes.<br />

Pilar respiró profundo y sonrió por primera vez. Caminó sin<br />

hablar con el anciano hasta que no resistió la tentación de tomarle la<br />

mano. Una emoción muy fuerte se apoderó de ella.<br />

Miró hacia las cruces y de pronto un milagro se produjo. Todo<br />

su ser temblaba de la emoción al verlos; cientos, miles de niños<br />

comenzaron a correr hacia ella, vestidos con inmaculadas túnicas<br />

blancas, con sus cabellos, negros, rubios, rojos, marrones al viento,<br />

mostrando sus sonrisas amplias, blancas, francas y con sus pequeñas<br />

manitos extendidas hacia ella.<br />

La rodearon, la abrazaron y pronunciaron su nombre una y otra<br />

vez hasta que quedó escrito en el cielo.<br />

Quería abrazarlos y besarlos a todos, uno por uno. Y eso hizo…<br />

—¡Pilar, por favor despierta!-<br />

------<br />

Era la voz de Esteban, intentando reanimarla, pues la había<br />

encontrado tirada en la entrada del laberinto. La mujer comenzó a<br />

reaccionar. Al ver a su novio angustiado saltó a sus brazos y lo abrazó<br />

tan fuerte como pudo para luego gritar:<br />

—¡ESTEBAN, VAMOS A SER PADRES!...<br />

Ricardo Mazzoccone (Buenos Aires, Argentina)<br />

http://ricardomazzoccone.blogspot.com<br />

53


The step – Keri Lemaster (EUA) http://missaconyte.deviantart.com/<br />

54


Un paso decisivo<br />

Nora no podía más. Estaba decidida. Un paso más y todo habría<br />

terminado.<br />

Los últimos diez años habían sido un calvario para ella, su<br />

ruptura matrimonial había agotado todas sus fuerzas, la lucha por la<br />

custodia de sus hijos fue "a muerte”. Tanta presión le provocó un alto<br />

grado de estrés y ansiedad, cuyo resultado final fue una depresión. La<br />

separación de sus hijos debido a su estado de salud fue lo más duro,<br />

el juez concedió la custodia a su ex-marido. Como colofón, el cabrón<br />

de su jefe le hacía la vida imposible.<br />

Pero Nora había tomado una determinación, no podía seguir así,<br />

su vida era un infierno, estaba harta de que unos y otros la<br />

manejaran. Se armó de valor, se puso su mejor vestido, unos tacones<br />

de vértigo y salió de casa resuelta a terminar con todo. Al llegar al<br />

trabajo, lo primero que hizo fue ir al despacho de su jefe, abrir la<br />

puerta y colocarle la carta de dimisión en toda la cara.<br />

Salió con paso firme, dispuesta a comenzar una nueva vida y<br />

esta vez sería junto a sus hijos.<br />

Marisa Martínez Arce (Valencia)<br />

55


Queen Pawn – Marina Manky (Rusia)<br />

http://marinamanky.deviantart.com/<br />

56


Ajedrez<br />

¿Por qué estaba ahí? Él no era amigo de la familia. Nunca lo<br />

había visto. El abuelito Tomás lo presentó como señor Daimon, su<br />

rival de ajedrez. No lograba saber qué le producía más rechazo: la<br />

corbata roja, su traje lleno de arrugas y manchas, el peluquín mal<br />

colocado o las uñas largas y sucias. De lo que estaba segura era de<br />

que sobraba en su fiesta.<br />

Se acercó a él, mirándolo fijamente. Los demás bailaban o<br />

comían sin darle importancia a lo que estaba ocurriendo.<br />

«¡Felicidades! ¡Felicidades!». Las palabras de ese hombre resonaban<br />

en su mente desde que levantara la copa de sidra cuando ella sopló<br />

sus quince velitas. Se asustó de sí misma. Un presentimiento le decía<br />

que su abuelo iba a perder un juego mortal en pocos días. Sus<br />

visiones nunca fallaban. Ella no permitiría que este tal Daimon<br />

jaqueara a nadie más.<br />

Ángela clavó el cuchillo de torta en el estómago del intruso.<br />

Al ver las manos ensangrentadas de su nieta, el corazón del<br />

abuelo no resistió.<br />

Tablas.<br />

Lidia Castro (Mar del Plata, Argentina)<br />

http://escritosdemiuniverso.blogspot.com<br />

57


Embotellamiento durante las fiestas de Pascua en Elten (1964)<br />

Archivo Nacional de Holanda<br />

https://www.flickr.com/photos/nationaalarchief/<br />

58


Punto muerto<br />

Tras un chirriante frenazo, dejó el cambio en punto muerto y<br />

salió a toda prisa. El tiempo se había detenido, pero su corazón<br />

golpeaba el pecho con fuerza marcando los angustiosos intervalos<br />

desde que lo viera alejarse de su lado. A través de la luna delantera<br />

intuía a los curiosos viandantes que se acercaban a observarlo.<br />

Alternativamente, sus tímpanos se obstruían por los continuos<br />

bocinazos de los despistados que se quedaban atascados detrás de su<br />

vehículo. El semáforo cambió varias veces, del rojo al verde, pasando<br />

por el amarillo, y él, mantenía su postura impasible en el asiento<br />

delantero. Un agresivo conductor comenzó a golpear la ventanilla,<br />

insultándolo, incluso propinó varias patadas a la chapa de la puerta,<br />

estirando, al tiempo, del manillar para forzarlo.<br />

La policía local acudió momentos después, atisbando el interior;<br />

ante la actitud pasiva del apabullado ocupante se limitó a tomar nota<br />

de la matrícula para concluir la denuncia. El agente, sin dejar de<br />

mirarlo, acercaba su boca a la solapa del uniforme para dar aviso a la<br />

grúa, que llegó al cabo de unos minutos.<br />

Desde la curiosa atalaya podía contemplar el paisaje hasta el<br />

depósito de coches a gran velocidad. La ciudad quedó atrás, llegando<br />

a un desolado polígono industrial. Entre las fábricas convivían<br />

pequeños núcleos de destartaladas viviendas y solares repletos de<br />

amasijos herrumbrosos o enormes pilas de neumáticos; en el borde<br />

de uno de ellos, junto a un árbol, atisbó un envase de plástico lleno de<br />

agua y un periódico con restos de comida que le hicieron,<br />

irremediablemente, comenzar a salivar.<br />

La grúa tomó un estrecho sendero y se introdujo por un gran<br />

portón coronado por un viejo Mini granate destripado. El empleado<br />

59


accionó los mandos posando el vehículo en un pequeño hueco entre<br />

los demás coches polvorientos; le lanzó una mirada escéptica,<br />

escupiendo al suelo al tiempo que le daba la espalda. Se acomodó en<br />

el asiento trasero en postura fetal. Permaneció allí durante toda la<br />

tarde, aunque le parecieron semanas, ¡meses! Otra vez lo había<br />

abandonado, ¡el muy inconsciente!<br />

Desde la oficina donde había desaparecido el empleado, se<br />

oyeron unas voces familiares, el inconfundible olor hizo que se<br />

pusiera en pie sobre el tapizado comenzando a ladrar frenéticamente.<br />

Cuando su dueño abrió la puerta del coche se abalanzó sobre él, y<br />

tentado estuvo de propinarle un buen mordisco, ¡se lo había ganado!<br />

Asun Ferri (Valencia)<br />

https://patadeelefanta.wordpress.com/<br />

60


Quietud de lluvia de ciudad<br />

Rain drop falling – Xuan (Malasia) http://xuanxz.deviantart.com/<br />

La noche se vistió con la palidez del muerto de la esquina. Nadie<br />

supo cómo había llegado hasta ahí esta tarde de nubes.<br />

Los primeros transeúntes que se toparon con él sólo levantaban<br />

la mirada al cielo, le pedían no tropezar con el fardo.<br />

Un muchacho no pudo impedir la contemplación desde el<br />

segundo piso del edificio al otro lado de la calle. Sus ojos azules se<br />

movían con el nerviosismo de la muerte.<br />

Un señor, de aspecto bondadoso, acomodó con su lentitud al<br />

cadáver en la orilla de la acera. Las personas caminaron en adelante<br />

con la fluidez de la indiferencia, con miradas de soslayo y rostros<br />

impasibles.<br />

61


Unos niños se dieron gusto con los dulces confitados que<br />

extraían de una pequeña bolsa y que arrojaron al rostro del<br />

inanimado hasta que un trueno les hizo correr a sus viviendas.<br />

Las farolas se encendieron, iluminaron con sus sombras<br />

naranjas las ropas del hombre inerte, también a los ojillos tras las<br />

ventanas oscuras, rostros revelados con los instantes de los<br />

relámpagos, vibración a cristales con sus estruendos.<br />

La tormenta formó arroyos, sinfonía líquida in crecendo entre<br />

oscuridades por fallos eléctricos, intermitencias en la deleitación de<br />

los vecinos, agradecimientos mentales porque las autoridades<br />

tardarían más en retirar el objeto de su embeleso, aquel cuerpo que<br />

quedó cubierto por la lluvia en menos de dos horas.<br />

El clima de avidez por ver de nuevo al occiso se unió a las gotas<br />

en su caída. Con la retirada de las aguas, las viviendas de los<br />

alrededores se fueron reactivando, aunque muy pronto volvían a los<br />

mohines rutinarios conforme descubrían la presencia solitaria de un<br />

zapato junto al poste donde alternaban el verde, el amarillo, el rojo. El<br />

silencio había retornado gradualmente entre el ruido de los autos. La<br />

vida cobraba forma de nuevo.<br />

José Luis Sandín (Valencia)<br />

62


Amaneciendo<br />

Falúa por el Nilo – RediPM (Málaga)<br />

http://objetivomalaga.diariosur.es/fotos-RediPM/index.html<br />

Regresan las falúas a la arena<br />

cuando está amaneciendo<br />

y el silencio ensordece todavía.<br />

Se repite<br />

la escena de los pescadores grises<br />

mientras se abren las puertas de la Lonja.<br />

Hay un tren, una campana enferma.<br />

Hay un perro en la esquina<br />

un viejo parabrisas que se queja<br />

y el mar que les persuade siempre<br />

con el ilustre verbo de los peces.<br />

Al fondo<br />

el mágico rumor de caracolas<br />

aligera el torso y los brazos morenos<br />

de los hombres grises<br />

que tiran de las mallas.<br />

De «Boceto para una noche» (Premio Elvira Castañón, 2000)<br />

Isabel Sifre Puig (Valencia)<br />

63


Muchacha en la ventana (1925) – Salvador Dalí (1904-1989)<br />

64


Un verano inolvidable<br />

¡Para humor estoy yo, que llevo todo el verano en un<br />

apartamento precioso frente al mar y no me atrevo a salir de él! Lo he<br />

intentado muchas veces, pero nada, que no puedo. Por las mañanas<br />

me asomo a la terraza y contemplo un hermoso mar en calma y un<br />

cielo azul de ensueño. Ambos me llaman. ¡Leocadia, ven!, ven a<br />

bañarte en estas límpidas aguas que fortalecerán tus huesos. Ven a<br />

recibir una dosis justa de rayos solares que te aportaran vitamina D<br />

que tan beneficiosa es para tu salud. Y yo deseando, pero que no, que<br />

no me visto, que no me pongo el bañador y que no salgo.<br />

Eso sí, me desayuno un tazón de los grandes lleno de cereales<br />

integrales con leche y media torta de pasas y nueces que me sube la<br />

vecina cuando va a comprar el pan. La recibo en la puerta, le doy las<br />

gracias y no la dejo entrar para que no vea mi absoluto desorden. A<br />

mediodía y por la noche como unos menús exquisitos y abundantes<br />

que pido por teléfono en el restaurante.<br />

Las tardes son igualmente insoportables. Contemplo desde el<br />

balcón el paseo lleno de gente alegre andando de aquí para allá. En<br />

una casa cercana entonan el "cumpleaños feliz", en otra mueven sin<br />

cesar los cubiletes de dados del parchís y mi vecinita de abajo toca el<br />

saxofón, ya con cierta maestría, no con la pesadez con la que empezó<br />

hace 14 años. Yo quiero bajar, quiero pasear, tomar el aire y despejar<br />

esta cabecita mía que está cada día más sonada, pero nada que no<br />

puedo.<br />

En el armario guardo todo el vestuario de la temporada que me<br />

compré por catálogo, muerto de risa está el pobre, ni me atrevo a<br />

abrir la puerta para que no se ría en mis narices o me diga alguna<br />

barbaridad. Qué ganas tengo de que llegue el invierno, para estar tan<br />

a gusto metida en casa al amor de la chimenea.<br />

Lu Hoyos (Valencia)<br />

http://inventariodelucrecia.blogspot.com.es/<br />

65


Ilustración de Celeste Hulme (Australia) -Aportada por la autorahttps://www.behance.net/bluefinchcreative<br />

66


Malas influencias (bajo la luna llena)<br />

—¿A dónde te crees que vas? ¡Donna! ¡Donna, ni se te ocurra!<br />

¡Vuelve aquí inmediatamente! —gritó su madre, incapaz de moverse<br />

de la cama. Su hija se había encargado de mantenerla bien atada.<br />

Pensó en lo que pasaría si su (probablemente muy ebrio) marido y su<br />

hija se cruzaran por el pasillo en ese preciso instante, cerró los ojos y<br />

se dejó llevar. “Que pase lo que tenga que pasar”. Daba igual la<br />

importancia del asunto. Siempre había sido así.<br />

La música sonaba tan fuerte en el salón que los vecinos se<br />

fueron despertando, uno a uno. Primero las luces, luego la<br />

incertidumbre, algún curioso asomándose al porche, y, por último,<br />

gritos amenazadores. “¡Como no bajéis el volumen voy a llamar a la<br />

policía! “. Donna se acercó al viejo tocadiscos, y subió más el volumen<br />

para acallar los incipientes gritos de su padre, provenientes del<br />

sótano. Donna se sirvió un trago de whisky sin hielo, la botella<br />

favorita del viejo demacrado que, pisos más abajo, gritaba sin parar,<br />

golpeando repetidamente la puerta con la cabeza. Se sentía relajada y<br />

libre por primera vez en muchos años. En un evidente estado de<br />

excitación se mordió la lengua sin querer y le dieron ganas de salir a<br />

la calle y aullar. Le entró la risa tonta al imaginarse las reacciones de<br />

sus vecinos.<br />

El mordisco de Bobby estaba haciendo su efecto. Recuerdos<br />

fugaces del (entonces) aterrador momento atravesaron su cabeza.<br />

Ella le había suplicado que no lo hiciera, había llorado hasta el último<br />

instante. Todo el mundo conocía la condición especial de Bobby, pero<br />

su familia tenía mucha influencia en el pueblo. Nadie le hacía la<br />

sombra, jamás. Siempre rodeado de matones como él, eran la banda<br />

que todo ser humano común temía. Donna era un ser humano de lo<br />

67


más común, y también le miraba con cierto temor, pero la curiosidad<br />

terminaba poniéndose por encima del resto de sentimientos. Porque<br />

Bobby le caía bien. Porque nadie más la miraba de aquella manera.<br />

A veces le pedía pequeños favores, como los deberes del día<br />

anterior, o algún cambiazo tonto en los exámenes. Donna siempre<br />

estaba dispuesta a echarle un cable, y Bobby no era de los que<br />

olvidaban un favor. Incluso si la otra persona no lo pedía<br />

expresamente. Y los ojos de Donna le suplicaban que hiciera algo, lo<br />

que sea, cada vez que la miraba. Los moretones de sus brazos. Las<br />

medias rotas de los sábados noche. Sus ojos pedían libertad a gritos.<br />

Una noche cualquiera la invitó al cine después de las clases. Una<br />

película cualquiera. “Aullidos”. Una cosa llevó a la otra, y acabaron en<br />

los asientos de atrás, revolcados entre restos de palomitas, Coca-Cola<br />

y una enorme luna llena alumbrando sus cuerpos, repletos de sudor.<br />

La transformación llegó como algo natural. Donna soltó un chillido<br />

casi inaudible y trató de salir del coche, pero las puertas estaban<br />

bloqueadas (como era de esperar). Con la respiración aún acelerada,<br />

intentó entrar en calma, le miró a los ojos y le suplicó que no lo<br />

hiciera. Que quería ser enfermera, que era lo que su viejo quería, y<br />

una buena esposa, su madre había puesto todos sus esfuerzos para<br />

que así fuera. Que la vida que le ofrecía Bobby no era para ella, en<br />

absoluto, una pobre chica de pueblo, una cualquiera.<br />

Bobby no la dejó terminar y se abalanzó sobre ella. El mordisco<br />

lo cambió todo. Fue doloroso y placentero a la vez, y llegó a su<br />

cerebro como una explosión de imágenes extrañas que no cuadraban<br />

con nada de lo que había vivido hasta entonces. Se apartó de ella, tras<br />

lo que pareció haber durado un suspiro y una eternidad. Las puertas<br />

del coche se abrieron solas, y bastó tan solo una mirada de Bobby<br />

invitándola a salir, a vivir su vida, para que todo lo relevante perdiera<br />

relevancia.<br />

68


****<br />

Donna salió a trompicones de su vieja casa, eufórica, y corrió sin<br />

mirar atrás. Los gritos de los vecinos iban disminuyendo con cada<br />

zancada, y la opresión que sentía en el pecho también. Una diminuta<br />

mochila al hombro, un poco de dinero en efectivo y un coche de<br />

alquiler eran todo lo que necesitaba. Nada más importaba. Ni siquiera<br />

a dónde iría, sola contra el mundo. No importaba. Quizás más<br />

adelante podría volver. Tal vez Bobby aún la esperara. Tal vez no.<br />

Miró al cielo antes de arrancar el motor. Aún era de noche. La<br />

luna llena le sonreía, mostrándole los dientes, pero ya no le parecía<br />

amenazadora en absoluto. Había llegado la hora de mostrar sus<br />

propios colmillos al mundo.<br />

Christine Carcosa (San Pedro del Pinatar, Murcia)<br />

http://christinecarcosa.wordpress.com<br />

69


Paths of the Dead – Jian Guo (China)<br />

http://breathing2004.deviantart.com/<br />

70


El ejército de los muertos<br />

—¡Retirada!<br />

La voz se escuchó con una claridad asombrosa por encima de los<br />

sonidos de la batalla. Kevan miró alrededor. Superaban al ejército del<br />

Rey Dormido en cien a uno y estaban doblegando al enemigo sin<br />

apenas cansarse. En menos de una hora tomarían el castillo casi sin<br />

bajas. No entendía nada.<br />

—¡Retirada, retirada!<br />

Kevan sujetó por el brazo a un hombre que corría desde el<br />

frente.<br />

—¿Quién ordena la retirada? ¿Qué demonios está pasando?<br />

—Son ellos… sálvate… corre… —respondió con desesperación<br />

mientras se soltaba y huía.<br />

—¡Seguimos luchando! —gritó Kevan con furia—. No habrá<br />

nada que nos arrebate la victoria. Esta noche cenaremos la comida<br />

del Rey Dormido, beberemos su vino y nos follaremos a sus mujeres.<br />

Sus hombres gritaron en señal de apoyo y la lucha continuó.<br />

Eran más fuertes, estaban mejor entrenados y les superaban en<br />

número. Enfurecido y con fuerzas renovadas luchó contra todos<br />

aquellos que se cruzaban en su camino, avanzando hasta la primera<br />

línea.<br />

Cuando les vio, ya era tarde. Ellos no luchaban, únicamente<br />

sesgaban las vidas a su paso sin ni siquiera perder la formación. Sus<br />

hombres morían bajo sus espadas sin oponer resistencia. No era una<br />

batalla, era una ejecución.<br />

71


Kevan también se doblegó sin luchar. Dejó caer la espada y se<br />

arrodilló bajando la cabeza, esperando la muerte. Ni siquiera fue<br />

consciente de cuándo acabó la batalla. Ocurrió todo demasiado<br />

rápido, como en un mal sueño. Si más, dejó de escuchar gritos a su<br />

alrededor.<br />

Levantó la mirada hacia los seres que tenía delante. Hasta<br />

entonces, lo único que sabía de ellos eran las historias que se<br />

contaban a media voz en las tabernas: El Ejército de los Muertos,<br />

aquel que no puede ser vencido, aquel al que ya no se puede matar.<br />

Se decía que eran los fantasmas de aquellos que lucharon en las<br />

Guerras sin Nombre, a las órdenes de Ba-Haur el Salvaje. Un ejército<br />

de mil almas en pena condenados a luchar hasta el fin de los días por<br />

las atrocidades cometidas en vida.<br />

Las máscaras de acero de aquellos seres reflejaban el sol del<br />

mediodía. Una leve brisa movió la hierba a su alrededor y dientes de<br />

león flotaron hacia el cielo. De rodillas y sentenciado por el Ejército<br />

de los Muertos, no pudo evitar sonreír por lo hermoso del momento.<br />

—Dos almas —reverberó una voz desde detrás de una de las<br />

máscaras– las demás pueden viajar al otro lado.<br />

Algo le tocó la cabeza y aguantó la respiración. A su espalda,<br />

escuchó el sonido inconfundible del acero atravesando vísceras. Unos<br />

brazos le levantaron y le arrastraron como si fuera de papel,<br />

obligándole a arrodillarse de nuevo frente a uno de aquellos seres. A<br />

Owen, su segundo al mando, le llevaron un instante después<br />

arrodillándole a su lado.<br />

—Habéis demostrado fuerza y valor en la batalla. No habéis<br />

dejado de luchar, a pesar de la orden de retirada. Os habéis ganado el<br />

derecho a decidir. Elegid la vida eterna y seréis parte del Ejército de<br />

los Muertos. Lucharéis con nosotros y no conoceréis la derrota. Os<br />

72


ofrezco una vida eterna de riquezas y gloria. Todos temerán vuestro<br />

nombres y todos se doblegarán ante vuestras espadas –dos de<br />

aquellos seres apoyaron las puntas de sus espadas sobre sus pechos–.<br />

Elegid la muerte y todo habrá acabado.<br />

A su lado, Owen se lanzó contra la espada sin dudarlo un<br />

instante. Su cuerpo cayó como un fardo, sin un solo ruido, sin un<br />

último suspiro de vida.<br />

—La vida eterna. La gloria —murmuró Kevan—. Es demasiado<br />

bueno para no aceptarlo.<br />

—Entonces morirás para luego renacer.<br />

La espada se apartó y Kevan se puso en pie con orgullo,<br />

levantando la barbilla. Era lo que siempre había querido. No había<br />

tomado esposa ni quería hijos. Lo único que deseaba, desde que era<br />

niño, eran grandiosas batallas por las que su nombre resonase a<br />

través de los tiempos. La vida eterna. La gloria. El Ejército de los<br />

Muertos le ofrecía todo aquello sin pedir a cambio nada más que su<br />

vida. Era un buen trato.<br />

Aquellos seres le rodearon con sus espadas, apretando las<br />

puntas contra su cuerpo. Aquel que había hablado, apoyó la suya<br />

sobre la zona blanda de su garganta.<br />

—¿Preparado para morir?<br />

—¿Por la vida eterna? —preguntó Kevan con ironía sonriendo<br />

de medio lado. Abrió los brazos y llenó los pulmones de aire echando<br />

la cabeza para atrás.<br />

—Por todos los demonios, Akor, este bastardo es igual que tú<br />

—respondió el ser riendo.<br />

Todos los demás rieron a carcajadas mientras bajaban las<br />

espadas. Uno a uno, se fueron quitando la máscara.<br />

73


No había esqueletos. No había carne putrefacta bajo aquellas<br />

máscaras brillantes. No había nada de aquellas historias. Eran<br />

hombres, sólo hombres normales y corrientes, de carne y hueso y<br />

riendo de manera escandalosa, con los rostros sudorosos.<br />

—Vamos, luego haremos las presentaciones. Ahora nos tenemos<br />

que ir de aquí antes de que alguien nos vea. Hay que mantener el<br />

misterio –dijo con voz amable aquel que le había apuntado a la<br />

garganta.<br />

—Qué demonios… —dijo Kevan.<br />

—A todos nos pasa lo mismo, no te sientas mal por ello. Hay<br />

tantas historias sobre el Ejército de los Muertos que todos esperamos<br />

que realmente sean almas en pena. Seres fantasmagóricos con la<br />

carne descolgándose del hueso y todas esas cosas. No es cierto, claro<br />

está. No somos más que buenos guerreros que alquilamos nuestros<br />

servicios por una buena suma.<br />

—Mercenarios…<br />

—Mercenarios, sí, pero los mejores. Somos el único ejército<br />

invencible gracias, en parte, a todas esas historias de taberna que<br />

corren por ahí. He de decir, que alguna de ellas me ha llegado a<br />

sorprender…<br />

El hombre siguió hablando, pero Kevan ya no escuchaba. Falso.<br />

Era todo falso. Había arrojado su espada a los pies de una mentira. La<br />

gloria. La vida eterna. Todo se evaporaba a su alrededor. Notó que la<br />

furia le ardía en sus entrañas. El Ejército de los Muertos haría honor a<br />

su nombre. Esa misma noche, les mataría mientras durmieran.<br />

M.H. Heels (León)<br />

http://mhheels.wordpress.com/<br />

74


Sacerdote<br />

Tiras esas migas de piel, alimentando al deseo.<br />

Eres la viva imagen de la lujuria,<br />

pecado admirado de quien encierra su aliento en un suspiro<br />

y lo vierte al viento cual plegaria.<br />

Aquel que quiere probar tu vino, morder tus frutos;<br />

muere dándose golpes en el pecho<br />

soplando en dirección a su propia flama.<br />

Se coloca la venda en los ojos<br />

para ya no deleitarse con tu cortina de sabores amargos<br />

de dulces placeres carnales.<br />

Para no oler la belleza de tu cuerpo desnudo,<br />

el desglose de tus caderas al son de una sutil caricia,<br />

el despeinar de tus alas con una mirada.<br />

Él huye aterrado de tu resonante palpitar<br />

pues se desmoronan los cimientos de su templo.<br />

Te mira cual súcubo, te exorciza en su pensamiento,<br />

te anhela entre sueños en los que se vuelven eternos;<br />

déjate caer en la tentación sacrílego puritano.<br />

Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)<br />

http://chatomusik.blogspot.mx<br />

75


Detective Patfield – Tom Waterhouse (Reino Unido)<br />

http://2dforever.deviantart.com/<br />

76


La perversión<br />

El comisario cerró la carpeta y se reclinó en su asiento. Le<br />

apartaban del caso. Sus métodos de investigación se habían quedado<br />

obsoletos. Por supuesto, esas no fueron las palabras utilizadas. «Te<br />

has obsesionado y eso perjudica la investigación», así se lo dijeron.<br />

Obsesionado.<br />

Frente a él, clavadas sobre un tablón de corcho, le miraban las<br />

fotos de las víctimas. Diez años habían pasado desde que aquellas<br />

marcas de tortura le estremecieran por primera vez. Esa sensación<br />

no disminuyó con los siguientes asesinatos: todos ejecutados según el<br />

mismo ritual macabro.<br />

Obsesionado.<br />

Diez años y el asesino seguía libre. Disfrutando. Y ahora le<br />

apartaban del caso. «Otros más preparados, con técnicas más<br />

modernas, conseguirán atraparlo», le habían prometido.<br />

Sacó unas tenazas del cajón y sonrió al imaginar sus caras si<br />

supieran que ya descubrió y mató al psicópata.<br />

Hace años.<br />

David Rubio (Sant Adrià de Besòs, Barcelona)<br />

http://elreinorobado.blogspot.com.es/<br />

77


1940’s Bus station – Christy Tortland (EUA)<br />

http://christytortland.deviantart.com/<br />

78


La estación<br />

La estación estaba llena de gente, sumida en un bullicio de idas y<br />

venidas. El calor sofocante me hacía sudar, así que busqué un banco a<br />

la sombra. Los altavoces no cesaban de anunciar las salidas y<br />

llegadas, con esa estridencia impertinente y abrupta que te<br />

interrumpe los pensamientos. Me senté frente al andén 23, sólo por<br />

pasar el rato. Llegó un autobús. Los pasajeros empezaron a bajar.<br />

Algunos saludaban, besaban o abrazaban a los que estaban<br />

esperándoles.<br />

Ella me llamó la atención enseguida, una chica muy delgada con<br />

el pelo corto y con mechas de colores, con unos pantalones a rayas<br />

muy anchos y una camiseta negra de tirantes pegada al cuerpo. Se<br />

dirigió al portaequipajes y sacó de él una mochila gigante, de las que<br />

se llevan cuando se va de acampada.<br />

Tenía la piel muy blanca y parecía extranjera. Se sentó en un<br />

banco próximo al mío y tras colocar el pesado fardo a su lado, lo abrió<br />

y sacó algo. Resultó ser un sobre arrugado y abierto, del que extrajo<br />

lo que supuse era una carta. Su mirada se iluminó mientras sus ojos<br />

ávidos seguían los renglones y las comisuras de sus labios se<br />

arquearon formando una media sonrisa. Cuando terminó de leer, la<br />

guardó en la mochila y cruzando las piernas consultó su reloj. A<br />

partir de ahí se dedicó, como yo, a observar el ir y venir de todo tipo<br />

de personas: estudiantes con sus carpetas, señores con maletín,<br />

mujeres con vestidos veraniegos y niños pequeños, jubilados que<br />

toman los urbanos para dar un paseo por la ciudad. Es curioso ver<br />

esta mezcolanza, éste ir y venir de vidas ajenas que sólo se cruzan sin<br />

tocarse.<br />

79


Pasó media hora, y la chica sacó un libro gastado y se puso a<br />

leer. Pasó una hora y sacó su móvil, hizo una llamada, pero al parecer<br />

no contestaron. Al rato volvió a intentarlo. Sin resultado. Su mirada<br />

había perdido ese brillo especial, sus labios estaban pegados el uno<br />

al otro en una línea recta.<br />

Estaba anocheciendo y el tránsito de viandantes era menos<br />

denso. El cielo se pintaba de tonos violeta, la brisa de aire fresco<br />

anunciaba el final del bochornoso día. La chica guardó el libro y<br />

volvió a sacar el sobre. Se colocó su mochila y con gesto desganado se<br />

dirigió a una papelera, hizo la carta pedazos y la echó en su interior.<br />

Luego se dirigió a una taquilla y compró un billete. Al cabo de diez<br />

minutos la vi subirse a un autobús que arrancó al momento. Era<br />

tarde así que decidí irme yo también, aunque lo hice con desgana.<br />

Cuando me dirigía a la salida de la estación, un muchacho<br />

acalorado, a juzgar por sus mejillas enrojecidas, se acercaba<br />

corriendo hacia el andén 23. Echó un rápido vistazo a la estación. Le<br />

oí preguntar a una señora si había visto a una chica con el pelo corto<br />

y de varios colores. La mujer negó con un gesto de cabeza. ¡Mierda! y<br />

encima he perdido el móvil–masculló al tiempo que se alejaba con las<br />

manos en los bolsillos, la cabeza gacha y los pasos cansados.<br />

Decidí irme a casa, volver a llamarte y empeñarme en un destino<br />

escurridizo que se me escapa de las manos.<br />

Concha García Ros (Cartagena, Murcia)<br />

http://nosvemosenkairos.blogspot.com.es/<br />

80


¿Quieres leer números anteriores de VALENCIA ESCRIBE?<br />

Número 8 (Diciembre 2014)<br />

https://www.yumpu.com/es/document/view/31901336/valencia-escribe-diciembre-<br />

2014<br />

Número 9 (Enero <strong>2015</strong>)<br />

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Número 10 (Febrero <strong>2015</strong>)<br />

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Número 11 (Marzo <strong>2015</strong>)<br />

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Número 12 (Abril <strong>2015</strong>)<br />

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Número 13 (Mayo <strong>2015</strong>)<br />

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Número 14 (Junio <strong>2015</strong>)<br />

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Número 15 (Julio-Agosto <strong>2015</strong>)<br />

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81


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82


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83


Sin título - Juan Luis López (Castell de Ferro, Granada)<br />

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