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HOJA DE ARCE<br />
Ganas <strong>de</strong> cortar<br />
Por Yobaín Vázquez<br />
nabos<br />
De todas las aficiones en el mundo, cortar nabos es la más rigurosa.<br />
Ya son pocos los que la practican, y no por falta <strong>de</strong> tubérculos, sino<br />
por la pericia que se necesita: un talento raro que sólo pue<strong>de</strong> compararse<br />
con el pulso <strong>de</strong> los cirujanos. Yo fui, probablemente, el<br />
último <strong>de</strong> esta región. Me avergüenza admitir que la técnica me<br />
la llevaré a la tumba. Es por egoísmo, no mentiré, pues no he<br />
visto manos dignas ni personalida<strong>de</strong>s interesantes para transmitirles<br />
mi saber. Cuando mucho hay aficionados que rallan rábanos<br />
o pican cebollas, pero nabos, eso no, señor, los nabos fueron<br />
mi monopolio.<br />
Aparte <strong>de</strong> mi, nadie tenía la facultad <strong>de</strong> seccionar un nabo en perfectos<br />
cuadros milimétricos y conservar la piel púrpura en menos <strong>de</strong> lo que<br />
dura un estornudo. Es por eso que las televisoras me mandaban invitaciones,<br />
en los días más fértiles <strong>de</strong> mi carrera, para que los acompañara en sus<br />
programas <strong>de</strong> cocina y talentos. Asistí a ellos con gusto, portaba un <strong>de</strong>lantal<br />
blanco en señal <strong>de</strong> profesionalismo. Blandir cuchillos se me daba bien, pero ponerlos<br />
al servicio <strong>de</strong> la fama era otra cosa. Creaba una magia en los sets <strong>de</strong> grabación que,<br />
pobres <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s, no podrán ver en ningún otro lugar.<br />
Así como yo fui la sensación <strong>de</strong> un martes a las nueve <strong>de</strong> la noche, otro fulano lo fue un miércoles a las cuatro <strong>de</strong><br />
la tar<strong>de</strong>. El <strong>de</strong>splazamiento siempre es inevitable. En un lugar remoto <strong>de</strong>l mundo alguien cultiva el arte <strong>de</strong> pelar<br />
bananas con los dientes o alguien pue<strong>de</strong> esculpir retablos en pepinos. En otro tiempo, a ellos los esperaría con<br />
cuchillos en mano, para medirnos en combate olímpico. Pero ya no puedo, la arrogancia fue mi perdición.<br />
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