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Poco rato después que las mujeres se fueron salió por la<br />
ventana y caminó por los predios de la escuela. En alguna parte<br />
estaban friendo chinchurrias y celebrando una fiesta. Pasó por la<br />
quinta deshabitada, cruzó la avenida Bolívar, que era una calle de<br />
una sola vía y se internó por la quebrada. Todavía tuvo tiempo de<br />
acostarse debajo de un viejo alero cuando oyó los gritos.<br />
—¡La mataron!<br />
—¡La violaron!<br />
—¡Era la mayor!<br />
—¡Y la mamá acababa de parir! ¡Pobre Alida!<br />
Entonces se levantó, corrió por la noche toda y por todo el<br />
día cuando llegó al solar y contempló a la señora gorda, joven si<br />
se ponía a compararla con otras mujeres que había visto, tocado o<br />
golpeado, y le dijo las primeras palabras:<br />
—Estoy perdido y no soy de aquí.<br />
—Pues, señor, está en Cagua –respondió la mujer de caderas<br />
anchas y senos prominentes.<br />
El negro la contempló como si la desnudara o ya la hubiera<br />
hecho suya. Era como si ya hubiera sido de él en otro tiempo, en el<br />
pasado.<br />
FEBRERO<br />
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