VE-22 MARZO 2016
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Número <strong>22</strong> – Marzo <strong>2016</strong>
© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o<br />
ilustraciones publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus<br />
respectivos autores (aunque en algunos casos no se citen los nombres)<br />
Portada:<br />
Imagen encontrada en la red - Autor desconocido<br />
Diseño y edición: Rafa Sastre<br />
Colaboraciones: revistave@hotmail.com<br />
«Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro»<br />
Emily Dickinson (1830-1886)<br />
Descarga de este número de la revista (formato PDF, 5.04 MB):<br />
http://www.mediafire.com/download/4cf2dkit1015hhd/<strong>VE</strong>-<strong>22</strong>+<strong>MARZO</strong>.pdf
Índice<br />
Bienvenida, primavera (Rafa Sastre) Pág. 1<br />
I Maratón de Microrrelatos Valencia Escribe Pág. 3<br />
Flores para Alice (Christine Carcosa) Pág. 7<br />
Trashumantes (Aurora Losa) Pág. 11<br />
Alma mater (Conxa Gausí) Pág. 13<br />
Penitencia (José Luis Sandín) Pág. 15<br />
El fin (Enrique Mochón) Pág. 17<br />
8 de marzo (Esther Moreno) Pág. 19<br />
Obra perfecta (Rafa Olivares) Pág. 21<br />
La llamada (Alicia García) Pág. 23<br />
Collage (Lluïsa Lladó) Pág. 27<br />
Reserva 2009 (Marisa Martínez) Pág. 29<br />
De rodillas (Aldana Giménez) Pág. 31<br />
Ella (Luis A. Molina) Pág. 33<br />
Exhumación (David Rubio) Pág. 35<br />
Mis palabras (Alicia Muñoz) Pág. 37<br />
La delgada fila roja (Belén Mateos) Pág. 39<br />
Miradas de mujeres - 4ª mirada (M.Luisa Pérez) Pág. 41<br />
Miga de pan (Jorge Richter) Pág. 43<br />
Perdidos (Nicolás Jarque) Pág. 45<br />
Lo invisible (Ferran Garrigues) Pág. 47<br />
Despedida de una lágrima (Eva C. Franco) Pág. 49<br />
A poqueta nit (Rafa Sastre) Pág. 51<br />
El sueño del mundo (Manoli Vicente) Pág. 53<br />
El lenguaje del agua (María Ramos) Pág. 55<br />
Un amor (Maÿlis Bohère Rousselbin) Pág. 57<br />
La caja de cartón (Pernando Gaztelu) Pág. 59
Volando sobre el mar o El tío del paraguas<br />
Juan Luis López (Castell de Ferro, Granada)<br />
http://dididibujos.blogspot.com.es/
Bienvenida, primavera<br />
Después de la resaca del Maratón de Microrrelatos celebrado<br />
con gran éxito en Massalfasar el pasado día 20 de febrero, toca seguir<br />
leyendo y seguir escribiendo. Por eso hemos convocado un nuevo<br />
recital en Kaf Café para el 12 de marzo. Esta vez, con una novedad<br />
que esperamos sea del agrado de todos: el cantautor valenciano<br />
Juanjo Frontera amenizará la velada con algunas de sus creaciones.<br />
Y en breve, «en un tres i no res», como esa primavera que se nos<br />
viene encima (ya están aquí las Fallas para recordárnoslo), nuestro<br />
nuevo libro, «El tiempo y la vida». Otro volumen colectivo en el<br />
aparecerán los mejores textos remitidos al concurso interno que<br />
comenzó en septiembre de 2015. Serán 67 textos de 40 autores<br />
diferentes. Drama, humor, amor y mucha literatura. Prometemos que<br />
sorprenderá y gustará. Con esta obra, Valencia Escribe se sumará al<br />
festejo cultural que cada mes de abril, en nuestra ciudad, constituye<br />
la Feria del Libro.<br />
Nos vemos pronto. Sed exageradamente felices.<br />
Rafa Sastre<br />
1
2
I MARATÓN DE MICRORRELATOS<br />
VALENCIA ESCRIBE – MASSALFASSAR<br />
El pasado sábado 20 de febrero vivimos una jornada histórica<br />
en Massalfassar. 51 participantes se disputaron el honor de ser el<br />
ganador o la ganadora del primer maratón de microrrelatos<br />
(presencial) que se ha llevado a término en la Comunidad Valenciana.<br />
Y esa distinción recayó, merecidamente, en la joven malagueña Isabel<br />
Garrido Muñoz (en la foto de la anterior página, leyendo su relato).<br />
A continuación reproducimos la obra ganadora y las<br />
presentadas por los otros tres finalistas. El reto en la última prueba<br />
consistía en escribir un texto con un máximo de 50 palabras, en tan<br />
solo 15 minutos, que comenzara con el enunciado "Quedan quince<br />
minutos, cuarenta y cinco segundos y tres milésimas" (ni el título ni<br />
esa frase contaban en el cómputo de palabras). Nada fácil, por cierto.<br />
PRIMER PREMIO – Isabel Garrido Muñoz<br />
QX<br />
Quedan quince minutos, cuarenta y cinco segundos y tres milésimas<br />
para ver si sigo vivo o muerto. Llevo tres horas y media caminando<br />
por este túnel, no sé ya dónde estoy. Pasan los minutos, estoy perdido<br />
y oigo una voz: «¡Despierta!». Abro los ojos. La luz. Toso. Sacan<br />
entonces un tubo de mi boca y me animan a seguir respirando.<br />
3
SEGUNDO PREMIO – Ernesto V. Salcedo Aparicio<br />
RESISTENTE<br />
Quedan quince minutos, cuarenta y cinco segundos y tres milésimas.<br />
Giro como una peonza y no me puedo detener. La gravedad me atrae.<br />
Vuelvo a mirar mi smartwatch mientras la tierra se va aproximando<br />
inexorable. ¿Será verdad que es indestructible? Yo ya sé que no.<br />
TERCER PREMIO – Manuel Salvador Redón<br />
CRONÓMETRO, FINAL DEL CONCURSO<br />
Quedan quince minutos, cuarenta y cinco segundos y tres milésimas.<br />
Despreciamos las milésimas y los segundos. Quedan quince. Lástima,<br />
mi padre ya se fue y no podrá presumir de mí. Mi madre le sobrevive.<br />
Quedan tan solo diez minutos y he de resolverlo. Sólo cinco. Algo<br />
ingenioso y concluyo. Hasta aquí llegó este pobre escribidor.<br />
CUARTO PREMIO – Iván Canet Moreno<br />
ES TIEMPO DE FLORES<br />
Quedan quince minutos, cuarenta y cinco segundos y tres milésimas.<br />
Qué cantidad de tiempo, ¿verdad? ¿Quién se preocupa por contar el<br />
tiempo tan minuciosamente? Pero Times Square bulle de emoción y<br />
en las faraónicas pantallas iluminadas aparece la detallada cuenta<br />
4
atrás. Nixon, ahora mismo, está en su despacho mirando su Cartier y<br />
contando los minutos, los segundos, las milésimas; mientras, una<br />
maquilladora retoca sus agrietadas mejillas: la televisión es muy<br />
indiscreta. La gente, aquí en el epicentro mundial, baila y canta y<br />
celebra que el pelo ha vencido, que el amor ha vencido, que la<br />
protesta ha vencido. Nixon frunce el ceño: «Queridos ciudadanos…»<br />
La guerra, por fin, ha acabado.<br />
(Este texto –admirable como los demás, por otra parte- tuvo que ser<br />
desechado al sobrepasar, por un despiste del concursante, el límite<br />
establecido de 50 palabras. Ya se sabe que los nervios juegan malas<br />
pasadas.)<br />
La familia, casi al completo (Reportaje fotográfico: Rafa Sastre)<br />
5
PRÓXIMA PARADA: KAF CAFÉ<br />
Ya lo sabéis. El día 12 a recitar. Prosa o poesía. Máximo 800 palabras.<br />
Id chupando caramelos de menta para aclarar la voz.<br />
Contaremos con la colaboración musical de (Juanjo) FRONTERA.<br />
¡Todo el mundo está invitado!<br />
6
Flores para Alice<br />
Fotografía aportada por la autora<br />
El té se enfriaba a un ritmo preocupante en la mesita de noche<br />
de Alice. Las petunias que le había traído Arthur poco antes del<br />
atardecer, como llevaba haciendo los últimos diez años, descansaban<br />
ahora sobre el suelo de madera, mezcladas con trozos de cristal de<br />
todos los tamaños y colores posibles. Eran los restos del jarrón<br />
favorito de Alice. Había sido un regalo de Arthur.<br />
***<br />
Arthur miraba fijamente la pantalla de su ordenador sin poder<br />
hacer absolutamente nada que no fuese pensar en su mujer. Cerró los<br />
ojos y se clavó los dedos en la frente. Apretó hacia dentro hasta<br />
hacerse daño. No dejaba de preguntarse cómo había llegado hasta<br />
esa situación. Se había convertido en alguien despreciable. Recordó<br />
7
cómo se había prometido a sí mismo dejar a Alice para siempre,<br />
después del primer incidente. Ella solía llamar así a sus propias<br />
aventuras amorosas. Arthur soltó una risita nerviosa. Su mujer era<br />
pragmática incluso para hacerle daño. Solía marcar el número de<br />
Arthur al acabar el polvo consecutivo, que siempre coincidía con la<br />
hora de almuerzo de su marido. «Arthur», decía, aspirando aire por la<br />
nariz con la suficiente fuerza como para que resonara bien por la otra<br />
línea, «ha ocurrido un pequeño incidente y considero que debes<br />
saberlo». No había más incidentes de ningún otro tipo en la aburrida<br />
vida de Alice. Siempre se trataba de la misma maldita cosa.<br />
Arthur aprendió a lidiar con ello durante un pequeño período de<br />
tiempo. Digamos un año. Un jodido año entero aguantando los<br />
continuos incidentes de Alice. Eran dos o tres incidentes por semana,<br />
los suficientes para volver loco a cualquiera. Pero él intentaba<br />
aguantar el tipo. Le gritaba a su secretaria, estampaba el café contra<br />
la pared de su diminuto despacho y se quedaba media hora más tarde<br />
en el trabajo. Haciendo añicos los bolígrafos. Destrozando las<br />
montañas de papel. Durante los breves momentos de calma sacaba la<br />
fotografía de una Alice veinte años más joven, sonriente, con el pelo<br />
largo envuelto en una gruesa trenza rubia y rompía a llorar. Después<br />
se pasaba por la floristería favorita de su mujer y compraba un ramo<br />
de petunias. A Alice le encantaban las petunias. Arthur se las<br />
arreglaba para llegar antes del atardecer a casa, con los labios<br />
agrietados de tanto apretarlos durante los veinte largos minutos que<br />
solía quedarse en el coche antes de entrar, y las malditas petunias en<br />
el regazo. Ella las cogía con un seco «gracias» y llamaba a la sirvienta<br />
para que le preparase una cena a su marido. Ya ni siquiera se<br />
molestaba en sonreír.<br />
Pero aquel día fue distinto. Aquel día Arthur volvió a casa y<br />
después de un buen rato tocando el timbre, nadie le abrió la puerta.<br />
Cuando entró, la cocina y la sala de estar estaban hechas un desastre.<br />
Había comida mezclada con cubiertos, cristales de vasos rotos con<br />
pequeñas gotas de sangre hechos un mejunje en la carísima alfombra.<br />
8
La imagen del jarrón favorito de Alice hecho añicos en el pasillo<br />
desató todas las alarmas de Arthur. Era la única parte de Arthur que<br />
todavía hacía feliz a Alice. De pronto sintió un enorme agujero en el<br />
estómago y se obligó a continuar caminando, directo hasta la<br />
habitación de su mujer. Llevaban tres años durmiendo en<br />
habitaciones separadas.<br />
La puerta estaba abierta. Un pie desnudo embutido en una<br />
media rota asomaba por la rendija. Arthur tragó saliva. Debía entrar.<br />
Alice estaba tirada en la cama, completamente desnuda, salvo por los<br />
trozos de medias rotas que colgaban a lo largo de sus piernas. Las<br />
mismas medias rotas alrededor de su cuello. Sus ojos estaban salidos<br />
de sus cuencas. A Arthur le pareció que estuviesen mirándolo<br />
fijamente. Dejó las flores caer en el suelo sin despegar la mirada del<br />
cuerpo de su mujer. Sus labios estaban morados. Eran del mismo<br />
color que las petunias.<br />
La policía llegó casi dos horas después. Un aturdido Arthur se<br />
había convertido en una máquina de hacer café mientras una docena<br />
de investigadores llenaban su casa. No dejaban de mirarlo con esos<br />
repugnantes rostros llenos de lástima. No dejaban de hacerle<br />
preguntas a las que respondía como un autómata. Igual que cuando<br />
compraba flores para Alice.<br />
Arthur seguía igual de aturdido horas después, en el tren<br />
dirección a Massachussets. Su hermana tenía una casa allí. Llevaba<br />
siglos queriendo ir con Alice. Arthur se clavó las uñas detrás del<br />
cuello. Todo había sido culpa de Alice. Le había robado toda su<br />
juventud como si fuese un maldito vampiro. Había absorbido sus<br />
ganas de vivir, las había masticado y había escupido a un atolondrado<br />
Arthur sin piedad, vacío por dentro, como si fuese un triste muñeco<br />
de trapo. Ni siquiera podía estar enfadado con ella. Ni siquiera podía<br />
sentirse culpable. Incluso después de haber encontrado un trozo de<br />
sus medias metido en un bolsillo de su cazadora.<br />
Christine Carcosa (San Pedro del Pinatar, Murcia)<br />
http://christinecarcosa.wordpress.com<br />
9
Foggy tunnel – Ricccardo Alù (Italia) https://500px.com/riccardoalu<br />
10
Trashumantes<br />
Amaneció con niebla, lo normal por estas fechas, y nadie se<br />
atreve a cruzar la cortina blanca y helada que se pega a las pestañas;<br />
así que aquí sigo, solo con mi nostalgia.<br />
Pero, esperad, me parece que...<br />
No, no puede ser; hace años que no escuchaba este sonido.<br />
Empieza como un rumor lejano y lo único que notas es un ligero<br />
cosquilleo, muy ligero; nada que ver con la firmeza de las primeras<br />
mañanas de septiembre, cuando conducen los novillos hacia el<br />
pueblo; tampoco se parece al temblor de la arena bajo las ruedas del<br />
tractor, ni al rasgar alegre de las bicicletas infantiles que invaden esta<br />
zona en verano.<br />
No, definitivamente no es igual.<br />
Éste es una caricia leve, pausada, que se hace de rogar, algo que<br />
me parece imposible hoy.<br />
Sin embargo, aquí está, como antaño, trayendo un olor rancio e<br />
inconfundible, tan viejo como la costumbre de la que procede.<br />
Me niego a creer lo que oigo, lo que huelo, lo que siento, pero<br />
pronto, entre la humedad visible, aparecen sombras blancas y, por si<br />
no estuviera claro ya, un balido.<br />
Por fin he dejado de estar solo, por fin, por la cañada, llegan los<br />
rebaños.<br />
Aurora Losa (La Palma del Condado, Huelva)<br />
https://ladesdichadesersalmon.wordpress.com/<br />
11
Madre e hijo saltimbanquis (1905) – Pablo Picasso (1881-1973)<br />
(Imagen sugerida por la autora)<br />
12
Alma mater<br />
A mi madre, “mi universidad”<br />
Te volviste de espaldas a mi pluma<br />
sin que pudiera atraparte en las palabras<br />
pero tu esencia se derrama en mi memoria<br />
sin que pueda cerrarle las esclusas.<br />
Yo amé tu fuerza, tus vísceras rabiosas<br />
tu etiqueta de madre vigorosa<br />
tu eterno gesto negativo a mi andadura<br />
batallas que libramos las dos juntas<br />
en soledades e imaginarias penumbras.<br />
Pero cuanto te ame ¡oh madre mía!<br />
En tiempos de única querencia<br />
después te suplantaron por derecho<br />
los neones de mi vientre que hoy me alumbran<br />
Y aun transcurridos tantos años de tu marcha<br />
se desliza mi mano hacia las teclas<br />
queriendo escuchar tu voz al otro lado<br />
que siempre me quisiste y que me quieres.<br />
Ya no te tengo cada día a mi lado<br />
el tiempo es una sanación de los dolores,<br />
mas ya ves que de nuevo esta conmigo<br />
tu etérea presencia, tus doctas palabras<br />
que me llegan ahora sin reproches.<br />
Conxa Gausí Caballero (Valencia)<br />
13
Lost in eternity – Magda (Polonia) http://kayleeya778.deviantart.com/<br />
14
Penitencia<br />
Aún no me aclaro. Mi cuerpo aún no logra acostumbrarse a esta<br />
nueva situación. Quizá tu cabello corto o el esplendor de tu sonrisa<br />
aceleraban algo dentro de mí. También tu silueta, aerodinámica,<br />
enfundada en su polimérico traje azul, ondulaba en mis neuronas, y<br />
me impulsaba al movimiento irracional de tomarte entre mis brazos<br />
y apretujarte con todas mis fuerzas. Tu cuello me parecía de tal<br />
coquetería que deseaba sentir el latido de su carótida en mis labios.<br />
Tu cabello sobre la frente flotaba con el compás de tu caminar.<br />
Incluso la pistola sobre tu cadera bamboleaba sensualidad.<br />
No sabía cómo hablarte sin que mis pupilas me delataran y me<br />
denunciaras al Mayor. El calor que bañaba mi cara casi me derretía la<br />
expresión, la sangre circulaba glacial por mis piernas. Reías, sí,<br />
porque siempre usaba las gafas ultravioleta, las que ni siquiera me<br />
quitaba en la cámara del sueño, dijiste una vez.<br />
—¿Cómo lo sabes?<br />
—Porque te he visto en ella..., y varias veces.<br />
Lo sabía, por supuesto que sentía tu mirada cuando pasabas en<br />
tu ronda, cuando..., quiero decir: no, no lo supe hasta entonces,<br />
cuando me lo dijiste. Entonces me di cuenta de que no te soñaba, y<br />
que estabas a mi lado, y que casi sentía tu respiración junto a mi<br />
cuerpo, casi veía el cristal empañado con tu aliento de luz.<br />
¿Por qué tropezaste, y chocamos, y nuestras gafas salieron<br />
volando y nuestros ojos se encontraron, y tuve que cogerte en mis<br />
brazos, y apretarte fuerte, tan fuerte por lo resbaladizo de nuestros<br />
trajes, tan fuerte por lo resbaladizo de mi deseo, tan fuerte que tu<br />
cuerpo me supo a desnudez? Me sonreías por primera vez, tus<br />
pupilas eran enormes, aunque fuera solo unos segundos, y las<br />
15
estrellas brillaron con luces más grandes que los puntos. Tu aliento<br />
golpeó entonces en mi cara. En el siguiente instante, tuvimos que<br />
retomar el control de nuestras mentes sobre nuestros cuerpos.<br />
—Perdona. Gracias.<br />
—No ha sido nada. Más bien... —Te solté.<br />
El silencio debía ser nuestro aliado, teníamos que aliarlo aunque<br />
las imágenes dijeran otra cosa, aun contra su voluntad y la nuestra.<br />
No pude dormir por la certeza feliz de que no me denunciarías al<br />
Mayor. No obstante, otros ojos miraron con mayor rapidez que con la<br />
que logramos recomponer la postura.<br />
—... y quedan condenados a la Soledad de la Eternidad Exterior.<br />
Nunca olvidaré la rapidísima mirada de complicidad del Mayor<br />
cuando dictaron nuestra sentencia. Lo que vi en él me ayudó a<br />
mantenerme de pie, me permitió soportar el momento. Pensaba que<br />
aquel hombre no tenía alma ni corazón.<br />
Se cierra el año dos mil quinientos de la historia. Inicia nuestro<br />
castigo, se abre el infinito de soledad hacia el espacio exterior donde<br />
navegaremos aislados tú y yo, y nadie más. Acércate, ven, envuélvete<br />
en mis brazos, ¿o no quieres que te bese hasta el fin de la eternidad?<br />
José Luis Sandín (Valencia)<br />
16
El fin<br />
Fotografía aportada por el autor<br />
Casi toda la nostalgia de Juan gravitaba alrededor de aquella<br />
imagen. Acababan de comprar el coche y su tía Lourdes había<br />
querido fijar el momento. Mamá se había sentado al volante,<br />
temerosa de tocar algo indebido, aunque con una ilusión infantil no<br />
disimulada, y él no había querido bajarse. Después fueron a dar una<br />
vuelta. Papá decía que el anterior dueño había cuidado bien el<br />
vehículo. Que el motor sonaba como nuevo. Que las marchas<br />
entraban suaves… Él se había quedado dormido de regreso a casa.<br />
Habían pasado casi cincuenta años desde entonces y aquella<br />
instantánea guardaba ya poca relación con la realidad: sus padres<br />
habían muerto, sus tres hermanas pesaban más de ochenta kilos cada<br />
una… y el coche estaba desguazado. Sin embargo, Juan recordaba<br />
perfectamente el momento. Podía oír la insistencia de la pequeña por<br />
subir ella también; a papá, pidiéndole calma entre dientes; sentir la<br />
mano de mamá sobre la suya; y ver a su tía Lourdes volver hacia ellos<br />
diciendo que en cuanto revelara el carrete les daría la foto.<br />
17
Juan, por supuesto, tampoco era el mismo. Aquel niño de la<br />
imagen, al que los rayos vespertinos del sol parecían insuflar vida,<br />
estaba ahora mismo al borde de la muerte. Se moría de pie en una<br />
acera, esperando un taxi y con aquella vieja foto en las manos, como<br />
quien aguarda sujeto en el cepo de una guillotina a que descienda la<br />
afilada cuchilla. Hacía más de tres semanas que el médico le había<br />
dado un mes de vida, y parecía que el muy listo iba a acertar.<br />
Uno nunca sabe cómo va a reaccionar en estos casos. Cuando<br />
Juan recibió la “sentencia” estuvo mirándose las manos durante<br />
varios minutos, como si acabaran de brotarle, y luego abandonó la<br />
consulta despidiéndose amablemente. Pasó la tarde caminando sin<br />
rumbo. Y aquella noche no pegó ojo. Al amanecer tenía el cuerpo<br />
hambriento y agotado, y su mente a un paso del delirio. Pero había<br />
tomado una clara determinación: la de continuar a toda costa con su<br />
vida de siempre.<br />
Ahora, que la muerte estaba a punto de asaltarlo en plena calle,<br />
a altas horas de la noche y de vuelta del teatro, comprendía que lo<br />
había logrado.<br />
Por fin llegó el taxi. Juan accedió como pudo al interior y se<br />
recostó plácidamente en el asiento. Pidió al conductor que fuera<br />
despacio.<br />
Era un coche viejo, y el olor del habitáculo y la tapicería le resultaron<br />
extrañamente familiares. La ventanilla mostraba un cielo limpio y<br />
estrellado más allá del lento desfile de árboles pelados por el frío. Se<br />
dice que la vida entera pasa ante tus ojos en el último instante. En su<br />
caso solo circularon aquellos troncos en letargo y sus ramas sin hojas<br />
recortadas sobre un gélido cielo raso. Lo otro quizá lo imaginó. Fue<br />
una voz cálida y cercana. Su antigua voz de niño que exclamaba con<br />
ingenuo asombro: “¡La luna nos está siguiendo, papá!”<br />
Enrique Mochón Romera (El Puerto de Sagunto, Valencia)<br />
18
8 de marzo<br />
Imagen aportada por la autora<br />
Día de calle.<br />
Guerreando<br />
luchando y<br />
protestando<br />
por los derechos<br />
que nos fueron arrebatados.<br />
Día para alzar la voz<br />
sobre el tráfico asfixiante,<br />
los hombres de traje y<br />
aquellos que siempre nos miran por encima del hombro.<br />
Día para abrazar la vida<br />
y bebernos la sabiduría<br />
de nuestras hermanas<br />
quemadas en la hoguera.<br />
Día de crecimiento<br />
unión,<br />
y sororidad.<br />
Esther Moreno Morillas (Valencia)<br />
http://elcascabelalgato.blogspot.com.es/<br />
http://invisiblevoyeur.blogspot.com.es/<br />
19
Grabado de 1520<br />
20
Obra perfecta<br />
Ocurrió hace poco más de cuatrocientos años. Nuestro hombre<br />
observaba aquella máquina artesanal diseñada para crear la obra<br />
perfecta.<br />
En casi una decena de cubículos de madera se agrupaban miles<br />
y miles de palabras clasificadas por su naturaleza; en uno estaban<br />
todos los verbos, en otro -el más grande- los nombres, en aquél los<br />
artículos, en el de allá los adjetivos... Muy curioso y variopinto era<br />
otro que contenía los signos de puntuación. Estaban todos: comas,<br />
tildes, interrogaciones, diéresis, circunflejos...<br />
Cuando nuestro personaje accionó la palanca, todo un<br />
entramado de poleas, engranajes y rodillos se puso en movimiento.<br />
Los recipientes liberaron pausadamente su carga produciendo un<br />
gran revoltijo de caracteres que iban siendo, aleatoria y<br />
ordenadamente, depositados en un canal por el que eran conducidos<br />
a un soporte de entintado y, a continuación, impresos en un gran<br />
pliego.<br />
Nuestro hombre se dirigió al inicio del pergamino y leyó «En un<br />
lugar de La Mancha, de cuyo nombre...»<br />
Don Miguel sonrió satisfecho.<br />
Rafa Olivares (San Juan, Alicante)<br />
http://potajedepalabras.blogspot.com.es<br />
21
In good hands – Diego Lema (Argentina) http://quemas.deviantart.com/<br />
<strong>22</strong>
La llamada<br />
Las farolas de la calle Escalante aún están encendidas. A lo lejos,<br />
el reloj de la Iglesia del Rosario da los cuartos. La señora Carmen se<br />
levanta como ha dicho el médico, muy poco a poco. Apoya los pies<br />
desnudos, tatuados de hematomas y venas púrpura, sobre las<br />
baldosas ajedrezadas del dormitorio. A tientas desliza sus dedos<br />
flacos y nudosos, sobre la mesita, buscando las gafas. La nuca la<br />
siente rígida, como de corcho. Ha descansado mal. Cogió el sueño casi<br />
de madrugada por el tinnitus del oído izquierdo, molesto como el<br />
canto de una chicharra. En el aseo la anciana se quita la redecilla,<br />
liberando los cabellos, blancos y escasos. El espejo le devuelve la<br />
imagen de un rostro extraño. De su juventud sólo le queda un poso de<br />
ingenuidad infantil en los ojos grises y acuosos, rodeados por el<br />
círculo azul de los miopes. A la señora Carmen los setenta y dos años<br />
se le han ido en un suspiro. De salud está bien. Sólo la circulación y<br />
los huesos, que los tiene de cristal.<br />
En la cocina pobre, carente de armarios, Carmen vierte agua<br />
filtrada en un cacillo de barro. La humilde estancia se despierta con el<br />
aroma del café recién molido, con el olor sensual, dulce y picante de<br />
las especias, canela, clavo y anís, de la ralladura de naranja que<br />
impregna el líquido oscuro de sabores de primavera. Un rayo de sol<br />
recién nacido se filtra por el ventanuco de la cocina, que da a un patio<br />
donde los gitanos acumulan chatarra. Luego del café, Carmen sale al<br />
mercado. Baja las escaleras grises de medio lado, con pasitos cortos y<br />
temerosos. Dijo la hija de ponerle un pasamanos a la escalera, que un<br />
día se matará, pero la señora Carmen no puede hacer el gasto.<br />
La masa abigarrada de los tenderetes sin toldo inunda la<br />
avenida del Mediterráneo. El aire transporta promesas de calor y de<br />
sal entre la mezcla densa de las cremas solares y los perfumes falsos.<br />
23
La señora Carmen no se detiene. Se apresura calle abajo caminando<br />
con paso firme, apoyada en el carro de cuatro ruedas, contenta por el<br />
fresco de la mañana. Al doblar la esquina se tienta los bolsillos por<br />
pura costumbre y echa de menos el teléfono. Recuerda que lo dejó en<br />
la mesita del zaguán, junto a la labor de costura, pero ya se le hace<br />
tarde y no vuelve por él.<br />
A la entrada del mercado municipal un olor familiar abraza a<br />
Carmen. Es el olor de la niñez, el olor del padre y el abuelo cuando<br />
llegaban a casa cada noche tras faenar en el mar. Carmen pide a la<br />
pescadera unas sardinas. Un chiquillo de unos cinco años que<br />
aguarda a su lado se confunde y entierra la naricita, delicada, entre<br />
sus ropas, huyendo del olor a pez muerto y del susto del bogavante,<br />
que aún agita sus pinzas atadas. Los ojos de Carmen se tornan<br />
líquidos. Recuerda aquellas otras mañanas de sol en las que era su<br />
hijo Gabriel quien enterraba la nariz entre sus faldas. Ahora todo ha<br />
cambiado. Hace dos años largos que la señora Carmen no ve a su hijo.<br />
A veces Gabriel la llama pero ella no contesta al teléfono. Carmen es<br />
terca y hay palabras que no perdona.<br />
Al pasar por el puesto de la carne una cabeza de cerdo<br />
inexpresiva la mira tras los cristales. La señora Carmen no es<br />
escrupulosa pero, no sabe por qué, aquella cabeza rosada le da como<br />
repelús y el calor le sube a la cara. María, la de las verduras, que tiene<br />
el puesto enfrente, le hace señas. Carmen compra col rizada y<br />
tomates frescos. Luego de la verdura compra el pan y cruza la plaza.<br />
Al otro lado, junto a estación del tren, para el autobús que lleva al<br />
cementerio y, aunque nota las piernas cansadas, piensa que aún no es<br />
tarde para visitar a los suyos. A veces Carmen se piensa más cerca de<br />
los muertos que de los vivos, de tanto como los siente.<br />
Ya de vuelta a casa, con la satisfacción del deber cumplido,<br />
Carmen prepara su exigua comida. Al freír el pescado piensa en el<br />
niño del mercado y después en Gabriel. Las manos le tiemblan de<br />
24
emoción y la col, que quiere dejar sobre la encimera, resbala y cruza<br />
la sala, hasta detenerse cerca de la escalera. Algo sale rodando<br />
escaleras abajo de entre las hojas de la col pero Carmen no lo ve.<br />
Un rato después, mientras friega la loza, oye sonar el teléfono,<br />
aún olvidado sobre la mesita baja del zaguán. Suena y suena una y<br />
otra vez. Al cabo de unos instantes el timbre enmudece; luego vuelve<br />
a insistir. Esa llamada…De repente Carmen piensa en Gabriel y en el<br />
niño del mercado. El niño del mercado.... Se limpia las manos en el<br />
delantal sucio y corre escaleras abajo con toda la prisa que le permite<br />
la edad. Ha olvidado cerrar el grifo, del que mana agua a borbotones.<br />
Está a punto de volver arriba para cortar el despilfarro pero el timbre<br />
suena y suena, insiste, y Carmen avanza un paso más sin saber que en<br />
el tercer escalón, algo diminuto y duro, un caracol que ha escapado<br />
de su estrecho paraíso de hojas verdes, detendrá su paso. Segundos<br />
después Carmen se precipita al vacío. Su nuca golpea el suelo<br />
decorado con motivos geométricos, rojos, blancos y negros. Un hilo<br />
de sangre fresca mana de su nariz, como el grifo goteante. El teléfono<br />
sigue sonando una y otra vez en su oído izquierdo. Madre, soy yo,<br />
Gabriel. Una sonrisa se dibuja en los labios pálidos y exangües de la<br />
señora Carmen, entre los que retoza su último aliento. Su corazón<br />
roto se inunda de paz. La última contracción, un te quiero. Pero en los<br />
ojos sin vida, sin saber por qué, queda petrificada una sola imagen, la<br />
del cerdo decapitado del mercado.<br />
Alicia García Herrera (Valencia)<br />
25
Better tan chocolate – Vivi-Mari Carpelan (Reino Unido)<br />
http://vivimaricarpelan.com/<br />
26
Collage<br />
De cerca nace<br />
para a y no saber la<br />
un árbol abierto en chincheta<br />
sin forma de con son ante.<br />
Granado en pequeño embalse te me roso.<br />
¿No lo escuchas?<br />
Abierto en fonema,<br />
boca lánguida<br />
de fruto.<br />
Madu-ro mero<br />
de esta raíz en, en, dentellada<br />
rítmica.<br />
Que ata teja a la<br />
y sabe que moriré entre, al infierno, tus brazos de.<br />
Lluïsa Lladó (Castellón)<br />
http://elcohetevolador.blogspot.com.es/<br />
27
Thirsty – Marián (México) http://mintlights.deviantart.com/<br />
28
Reserva 2009<br />
Suena el despertador, las siete. Un nuevo día amanece. Me<br />
levanto, desayuno –café solo-, me ducho y al trabajo. Así es mi vida,<br />
pura rutina. Hoy en la mesa de enfrente veo a un chico que terminan<br />
de contratar, algo había oído, menos mal, un rostro nuevo. Me acerco<br />
y me presento. Soy Carmen, ¿y tú? Alberto. Encantada, igualmente. Si<br />
necesitas algo, ya sabes. ¡Ah!, a las diez es el descanso para tomar<br />
algo. ¿Vamos juntos? Claro.<br />
Me gusta mucho Alberto, llevamos días almorzando juntos, qué<br />
atento y educado, estoy empezando a sentir algo muy especial. Hoy<br />
me ha invitado a cenar en su casa. Creo que es una señal. Estoy<br />
deseando que sean las diez, para presentarme ante él, con este<br />
precioso vestido rojo que me he comprado para la ocasión. Ya era<br />
hora de que alguien se fijara en mí.<br />
Estoy llegando, espero que le guste el vino que he elegido para<br />
la cena. Pesquera Reserva.<br />
Hola Carmen, qué puntual, permíteme tu abrigo y el bolso.<br />
Excelente elección. Un Ribera del Duero ¡fantástico! Pasa, te presento<br />
a Juan, mi pareja. Un escalofrío ha recorrido todo mi cuerpo. Qué<br />
torpe, no sé cómo ha podido suceder, lo siento, mira como lo he<br />
puesto todo con el vino, estoy avergonzada. Unas lágrimas salen de<br />
mis ojos.<br />
Marisa Martínez Arce (Valencia)<br />
29
Fotografía aportada por la autora<br />
30
De rodillas<br />
Podemos darnos la mano<br />
y correr hasta caer de rodillas,<br />
sentir que Cupido está de nuestro lado<br />
y reír sin hacernos cosquillas.<br />
Te invito a que veas mi mundo<br />
aunque a veces se caiga a pedazos,<br />
que dos corazones laten mejor juntos<br />
y aquí tengo un cuerpo, para que llenes de abrazos.<br />
Podemos querernos como nunca antes<br />
burlando cualquier pronóstico<br />
sólo tus ojos, los míos y un instante,<br />
que nuestras almas descifren cada código.<br />
Te invito a estar contento<br />
veinticinco horas al día,<br />
bailando tanto que el suelo<br />
se nos pondrá de rodillas.<br />
Aldana Michelle Giménez (Mendoza, Argentina)<br />
31
Untitled – Stavros Xiros (Grecia) https://500px.com/stavrosxiros<br />
32
Ella<br />
Trató de dormir pero…<br />
Como siempre, el insomnio, el recuerdo torturando aún después<br />
de tanto tiempo.<br />
Entonces, la vio, blanca, etérea, irradiando paz, en silencio con<br />
una sonrisa.<br />
Se enderezó en la cama sorprendido; los ojos desmesuradamente<br />
abiertos, sus labios musitaron:<br />
—¿Volviste? Pero si vos…<br />
Recordó aquel momento, el intenso dolor, cuando quiso<br />
retenerla y no pudo. Debió dejarla partir, ya nada podía hacer. Como<br />
en trance con un hilo de voz susurró:<br />
—Sabías que te amaba, que aún lo hago, quise irme contigo, no<br />
me dejaron, quedé llorando tu partida. Cerraba mis ojos y los tuyos<br />
tristes me susurraban un adiós. Aunque ha pasado tanto tiempo, no<br />
ha menguado mi dolor, ahora estás aquí, vuelvo a sentir tu presencia,<br />
dándome paz.<br />
Lo envuelve una rara letanía.<br />
Siente que algo suavemente lo recuesta mientras va perdiendo<br />
conciencia hasta quedar dormido.<br />
Cuando despertó, ella no estaba allí, el sol asomaba por los<br />
intersticios de las cortinas, pronunció su nombre y se sintió feliz.<br />
Desde la pared la imagen fotográfica deteriorada por el paso de<br />
los años aún le sonreía.<br />
Luis Alberto Molina (Rosario, Argentina)<br />
http://www.luismolin.blogspot.com.es/<br />
33
Inverted cross – Yassmin Ka (Eslovaquia)<br />
https://500px.com/yassminphoto<br />
34
Exhumación<br />
James agradeció el aguacero que estaba cayendo sobre el<br />
cementerio: reblandecía la tierra y hacía más fácil excavarla.<br />
—¡Te juro que la vi! ¡Madeleine está viva! —gritó en el momento<br />
en que un rayo iluminó la lápida de su mujer.<br />
Tom alumbraba a su amigo con una linterna, impasible, bajo su<br />
paraguas. Lo había intentado todo para evitar esta escena. Pero no<br />
logró convencerle de que solo fue una alucinación, de que su esposa<br />
había muerto. Pero ya era tarde. Solo le quedaba esperar.<br />
—Deja ya esta locura. Tienes que olvidarla, rehacer tu vida.<br />
—¡No estoy loco! —replicó James dando furibundos palazos en<br />
la tumba de su esposa—. Te lo voy a demostrar.<br />
El ruido de la lluvia no evitó que se escuchara un «Toc» cuando<br />
al fin llegó a su objetivo. James dejó la pala en el suelo y limpió de<br />
tierra la tapa del féretro mientras Tom se acercaba por detrás.<br />
Se oyó el chirrido de las bisagras.<br />
—¡Te lo dije! —gritó al abrir el ataúd—. ¡Está vacío! ¡Ella está<br />
viva! ¿Me crees ahora?<br />
Tom cerró los ojos un instante mientras sacaba un revólver de<br />
su bolsillo.<br />
—Sí, te creo —respondió antes de apretar el gatillo.<br />
El cuerpo de su amigo cayó dentro del ataúd.<br />
David Rubio (Sant Adrià de Besòs, Barcelona)<br />
http://elreinorobado.blogspot.com.es/<br />
35
Writing the end – Ronald Beckerig (Brasil)<br />
http://ronaldbkg.deviantart.com/<br />
36
Mis palabras<br />
Escribo<br />
para contarte,<br />
para contarme,<br />
para entender<br />
por qué no quepo<br />
en un amanecer.<br />
Escribo<br />
para aclararme,<br />
para descubrirme<br />
y comprender<br />
por qué me emociono<br />
por qué me acecha siempre el pasado<br />
y por qué retengo esa lágrima<br />
que intenta escapar siempre.<br />
Escribo<br />
como quien pinta atardeceres<br />
con la esperanza en la pintura<br />
de atraparlos<br />
de hacer un poco suyos<br />
esos colores imposibles,<br />
de imitarlos,<br />
de poseerlos,<br />
de dominarlos.<br />
37
Escribo<br />
para detener el tiempo,<br />
para asimilarlo,<br />
para romper la monotonía<br />
de ser cada vez más vieja<br />
y rebelarme ante ese destino.<br />
Para transcribir<br />
lo que mi corazón habla<br />
y mi cabeza no siente,<br />
lo que se queda atrapado<br />
en mis pestañas,<br />
lo que saborean mis besos,<br />
lo que aprendo<br />
y lo que, a pesar de eso,<br />
es siempre lo mismo.<br />
Y lo escribo,<br />
para ver si puedo cambiarlo,<br />
si al leerlo lo veo más claro…<br />
por eso lo escribo.<br />
Alicia Muñoz Alabau (Valencia)<br />
https://www.facebook.com/PonerseAlas<br />
38
La delgada fila roja<br />
La liga de los pelirrojos – Iban barrenetxea<br />
http://www.ibanbarrenetxea.com/<br />
Nadie sabía porque en la calle Bermejo nº 32, había siempre una<br />
retahíla de personajes de lo más dispar. Podías encontrar un capitán<br />
con pipa humeante, desprovisto de cualquier navío y lejos de la mar.<br />
Un caminante sin camino que cada día encontraba el mismo portal.<br />
Un joven botones que sin maletas, se escapaba del hotel siempre a<br />
las tres o individuos gordos, delgados, con barba e imberbes. Todos<br />
esperaban de manera paciente a que la fila se moviera y pudieran<br />
acceder a las escaleras cuyo destino era un misterio para toda la<br />
vecindad.<br />
39
Joseba era un joven de alma inquieta y espíritu fisgón.<br />
Contemplaba cada mañana la misma escena desde la discreta ventana<br />
de su habitación. Envidiaba aquella fila de individuos correctos y<br />
moderados, conversando de los temas más variados y disparatados.<br />
Les oía hablar del tiempo, que últimamente estaba bastante revuelto<br />
a pesar de ser esas fechas. De las noticias, que se acuñaban en la<br />
imprenta cada noche para que salieran antes de que el sol bostezara<br />
siquiera, o de viajes a extrañas tierras, en artilugios inimaginables.<br />
Entonces se dio cuenta que sus cabellos, sus barbas (quien las<br />
tuviera) eran pelirrojas, su tez sembrada de rojizas pecas y que todos<br />
eran caballeros, caballeros pelirrojos.<br />
Decidido, cruzó la calle y se infiltró entre aquellas personas,<br />
tratando de seguir sus chácharas. Pasaron unas dos horas cuando<br />
accedió al patio, una más cuando subió el primer peldaño y unas tres<br />
hasta que se vio delante de una puerta color nogal, con un letrero que<br />
decía: “ Madame Giulitte, creadora de deseos”. Su corazón comenzó a<br />
bombear tan fuerte, que se tapó con ambas manos el pecho para<br />
amortiguar el sonido de sus latidos.<br />
El chirrido de puerta le invitó a entrar. En una mesa, una señora<br />
de amplias dimensiones lo observaba. Antes de poder pronunciar<br />
palabra alguna ella se levantó, se acercó y le susurró: Tus cabellos<br />
son dorados, tu piel blanquecina y tu timidez no es propia de quien<br />
me visita, quizás tu deseo sea no ser tú. Notó cómo sus mejillas se<br />
prendían de pequeñas manchas rojizas y la pelusilla de sus brazos<br />
adquiría el mismo color, un fuerte olor a incienso lo mareó. Al<br />
despertar se encontró otra vez en la fila, acarició su nuevo pelo<br />
pelirrojo y sonrió agradecido al saber que esta vez sí tenía un deseo<br />
por lo que esperar.<br />
Mª Belén Mateos Galán (Zaragoza)<br />
40
Miradas de mujeres (4ª mirada y epílogo)<br />
Imagen de Tatiana Parcero, aportada por la autora<br />
¡Qué tristeza aquel rostro! Y sería una mujer guapa seguro, su<br />
mirada limpia aún transmite paz, hermosura, y su cuerpo ya no muy<br />
joven, conserva una cierta elegancia. Aunque sus profundas ojeras...<br />
Me recordó a un personaje de Hopper, así solitaria, con esa luz de la<br />
tarde que alargaba su sombra sobre el pavimento aún mojado en un<br />
intento de fijarla, de dejar su huella como una forma impresa, una<br />
estampación. La luz, la tristeza, la calle. Hoy todo me sugiere, me<br />
motiva, me inspira. Los ojos siempre abiertos mirando y los sentidos<br />
alerta.<br />
Las miradas de tanta gente que avanza presurosa sobre el<br />
asfalto se cruzan unos segundos con la mía ¡Salió el sol! Estos días<br />
primaverales son cambiantes. Sol, agua, nubes, otra vez sol. Tengo<br />
41
que parar un momento, respirar, tranquilizarme. Se agolpan tantas y<br />
tantas sensaciones en mi cabeza; recuerdos, sonidos, imágenes,<br />
colores, siluetas, emociones. Es un día importante, todos lo son, pero<br />
este más. Mi primera exposición. Años de trabajo, de sueños, y él mi<br />
chico que viene desde tan lejos desde el frío, desde el país que nos<br />
unió. Que nos unió en deseos, en futuro.<br />
Me río, me estoy riendo, me miran y naturalmente no entienden<br />
el porqué de mi risa. Me miran con sus ojos marrones, verdes, negros,<br />
brillantes, azules, y no lo comprenden. Yo sí, estoy feliz, me siento<br />
feliz, plenamente feliz. La sensibilidad a flor de piel, mis proyectos<br />
realizados. Miro la calle, miro a la gente. Todo es significativo,<br />
Detente. Siente.<br />
A modo de epílogo. Miradas que en cualquier plaza de cualquier<br />
ciudad se cruzan, sin saber ni conocer a la gente qué apresurada<br />
camina sobre ellas. Ciudades de cualquier país del llamado primer<br />
mundo, un día cualquiera del mes de abril al atardecer. Las mujeres<br />
cruzan sus miradas ignorándose, pero reconociendo en cada una, una<br />
parte de ellas mismas. Hay otros lugares en el mundo donde estas<br />
miradas están marcadas por un futuro común, con pocas<br />
expectativas, pero con los mismos anhelos.<br />
María Luisa Pérez Rodríguez (Valencia)<br />
http://marialuisaperezr.blogspot.com.es/<br />
42
Miga de pan<br />
Otra vez, estos grises tallarines que me dejan la hoja hecha un<br />
asco.<br />
¡Y dale con esos puntos negros de carbón, que son más difíciles<br />
de quitar que yo qué sé! Soplar no basta. Ya me salen por la boca<br />
gotas de saliva que salpican el papel. Limpio con la mano y todavía<br />
peor. Esta goma de borrar es una merda, aunque en la etiqueta<br />
junto a la marca MALIN diga: “miga de pan”. Miga de pan, ¡ja!, ¡un ou!<br />
Recuerdo que con la miga de pan se limpiaban los falsos puños,<br />
las pecheras y los cuellos a principios del siglo XX. Y no quedaban<br />
grises, tal vez, un poco amarillos por el sudor. Lo importante era dar<br />
el pego, aunque bajo la chaqueta, ¡a saber!<br />
43
Esta goma es demasiado, la he frotado bajo la mesa, y limpita, sí,<br />
pero más fideos por el suelo.<br />
Sobre la hoja, otra vez lo mismo, menos grosor de papel<br />
tiznado.<br />
¡Se acabó! Tanto tiempo para hacer un dibujo a lápiz de un<br />
globo terráqueo rodeado de gente de todas las razas dándose la mano<br />
y sonrientes…<br />
¡Basta! Total…en la realidad no existe. Utilizaré el PC, unas fotos,<br />
copiar, pegar y listo.<br />
Le llamaré.<br />
—Hijo, ven.<br />
—Sí, papá.<br />
—La manualidad que te pidieron en el cole, compartida con los<br />
papis, te la imprimiré con el ordenador a colorines y quedará muy<br />
bonita.<br />
—¡Pero, papá!…la seño dijo dibu…<br />
—No te preocupes hijo, en cuanto la seño vea lo bonito que<br />
queda el ciber happy mundo, sabrá que has estado con papá este fin<br />
de semana.<br />
*******<br />
Y, ¿cómo le explico yo que el mundo no va así?<br />
¡Ah!...y lo de los fideos.<br />
Texto y fotografía: Jorge Richter Vázquez (Valencia)<br />
44
Perdidos<br />
Final Cry – Elko (EUA) http://msatisfaction.deviantart.com/<br />
En la inmensidad del cielo, el náufrago divisa una avioneta que<br />
se aproxima a la isla y corre hacia la playa. Por fin sus plegarias han<br />
sido escuchadas. Con la ayuda de una caracola, traza en la arena un<br />
SOS gigante para llamar la atención del piloto. Sacude los brazos.<br />
Grita con todas sus fuerzas hasta desgañitarse. Sigue la trayectoria de<br />
las continuas pasadas que realiza la avioneta por encima de su cabeza<br />
hasta que, ya sin fuerzas, cae de rodillas y pierde la esperanza del<br />
rescate. Mientras, el piloto, despavorido, no se atreve a efectuar un<br />
aterrizaje de emergencia.<br />
Nicolás Jarque Alegre (Albuixech, Valencia)<br />
http://escribenicolasjarque.blogspot.com<br />
45
Anonymous – Fabi (Alemania) http://sp333d1.deviantart.com/<br />
46
Lo invisible<br />
Hay un espacio que ya me sangra la comisura<br />
un día de promesas que no podréis cumplir<br />
borbotones de palabras y frases dichas<br />
en unas fechas que parecen ofrecer otra oportunidad<br />
rememoro con esto cada uno de los prólogos<br />
a los que fuimos adscritos y recuerdo<br />
que existen veredas donde no se navega nunca<br />
lugares a los que uno no se acerca<br />
por mucho que le cuenten mil historias<br />
y aunque participe del atroz acopio de sensaciones<br />
y busque incansable un cambio que no llega<br />
siga en su trasfondo, una verdad y un abismo<br />
hechos de un trazado visible a los ojos de nadie.<br />
Ferran Garrigues Insa (Castellón)<br />
http://habitacionsincielo.blogspot.com.es/<br />
47
With or without you – Chabru Fernández (Argentina)<br />
http://chabruphotography.deviantart.com/<br />
48
Despedida de una lágrima<br />
Tímida se asoma a la luz, asustada frente a la mirada implacable<br />
del juez que espera por ella. Parece grande su culpa, porque<br />
consciente está que al recorrer el rostro, será víctima de la crítica de<br />
los incomprensibles, de la lástima de los piadosos o de la indiferencia<br />
de los sin alma. No obstante, le parece ver a lo lejos, la mano amiga<br />
que la tomará con ternura, acariciando sublime su esencia, porque<br />
llena está del sentir del que la alumbra con su dolor o con su alegría.<br />
Aun así, duda y se abraza a sus hermanas temblorosas, el qué<br />
dirán la llena de incertidumbre, y asustada se oculta como una capa<br />
de luz que cubre la pupila, la misma que se resiste a sus emociones<br />
para no dejarla partir. No obstante, es inevitable, porque el suspiro le<br />
quita su aliento y permite con un empujón la caída a su perdición. Sin<br />
embargo, un ángel la toma con sus dedos y la muestra a la pupila<br />
triste que la vio partir. Sabe que no regresará, ese era su destino,<br />
como ha sido el mío reconocer que cada lágrima se convierte en<br />
sonrisa, en el momento justo que pienso en ti.<br />
Mañana, si ellas siguen temerosas de caer y perderse en el vacío,<br />
dejaré que el mar las ahogue en su inmensidad, y al salir me<br />
refrescaré con la brisa junto al calor del sol. Y será en ese instante de<br />
paz que estaré tranquila, porque cada una descansará feliz, llenas de<br />
la fuerza de un nuevo día que traerá consigo la esperanza, y las<br />
herramientas necesarias para luchar por los sueños que vivirán por<br />
siempre en mí. Porque así como una lágrima parte, si unos sueños<br />
mueren otros nuevos han de venir.<br />
Eva C. Franco (Isla Margarita, Venezuela)<br />
49
Thinking of you 2 – Lumendipity (Canadá)<br />
https://www.flickr.com/photos/lumendipity/<br />
50
A poqueta nit<br />
A poqueta nit<br />
com aquella vegada<br />
que ens donarem<br />
el primer bes<br />
el teu cos nu<br />
es reflectirà<br />
en la fosca claredat<br />
d'una habitació buida<br />
però plena<br />
de vells sentiments<br />
No et rendisques<br />
llavors a la tristesa<br />
Gaudix dels records<br />
més dolços i pensa<br />
que el meu amor per tu<br />
romandrà viu després<br />
del meu darrer alé<br />
Rafa Sastre (Valencia)<br />
http://rafasastre.blogspot.com<br />
51
Night on Earth – Gabby Z. (Francia) http://azenor.deviantart.com/<br />
52
El sueño del mundo<br />
“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra,<br />
una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los<br />
sueños, sueños son.”<br />
Pedro Calderón de la Barca<br />
Había una vez un mundo imaginario que se soñó. Al principio el<br />
mundo era pequeño, como una naranja, pero fue creciendo a medida<br />
que iba soñando con cielos, estrellas, mares y los más diversos<br />
elementos. Tanto soñó y soñó el mundo que se fue expandiendo,<br />
creando a su vez universos infinitos de planetas y galaxias, que<br />
hubieran seguido multiplicándose de no ser porque llegó un<br />
momento en que el mundo se sintió atraído por una de las formas con<br />
las que soñaba. Esta atracción hizo que los ojos soñadores del mundo<br />
se detuviesen, complaciéndose en su propia creación hasta el punto<br />
de llegar a sentir miedo. Miedo de que su adorada obra cambiase o<br />
desapareciese. Y a medida que sentía miedo, el mundo se fue<br />
replegando sobre sí mismo, contrayéndose, en un intento de<br />
concentrar toda su atención en esa única forma que prevalecía sobre<br />
todas las otras que, poco a poco, habían ido desapareciendo, y a su<br />
vez era ya como la pupila del ojo por la que se coló el mundo cuando,<br />
finalmente, dejó de soñar.<br />
Manoli Vicente Fernández (Viana del Bollo, Orense)<br />
http://lascosasqueescribo.wordpress.com<br />
53
Let me in – Elise (EUA) https://www.flickr.com/photos/midwestsky/<br />
54
El lenguaje del agua<br />
Conozco bien el color previo a la lluvia,<br />
su lenguaje de signos,<br />
y no está solo en el tono de gris de las nubes,<br />
ni en cómo al ojo resalta el verde de las hojas<br />
o las expresiones apagadas y neutras de las caras.<br />
El espacio que media entre estos,<br />
el aire perezoso,<br />
casi inerte que acaricia la piel vista,<br />
la humedad que repta en los intersticios de la ropa,<br />
la tristeza, la conciencia de soledad,<br />
la búsqueda de calor trenzadas,<br />
clavadas al pecho y al silencio<br />
que transita las estancias,<br />
de la calle, del hogar<br />
y de los órganos que habitan<br />
entre los díscolos y rebeldes huesos.<br />
No hay susurro ni murmullo,<br />
ni piar, ni ladrido,<br />
ni gato suelto que conquiste tierra alguna.<br />
La vida se aquieta<br />
y los seres se estremecen.<br />
Eso queda:<br />
La espera de ser mojados<br />
de sofocar el stress,<br />
el temblor, la convulsión<br />
55
y el escalofrío<br />
anticipados al fenómeno<br />
ordinario y casual<br />
con el que el universo nos premia.<br />
María Ramos Gallardo (Málaga)<br />
http://mariaramosgallardo.blogspot.com.es/<br />
56
Un amor<br />
Si esto eran sólo las notas colgadas al viento,<br />
Si esto era sólo una cierta música<br />
Si esto era sólo una ola que le sobrepasa<br />
Si esto era sólo una bossa con sabor de naranja<br />
Si esto era sólo un soplo de viento<br />
Si esto era sólo un arco iris de los mil colores<br />
Es mucho más que esto...<br />
57
Un día<br />
Una canción<br />
Una noche<br />
Cuerpos silenciosos entrelazados<br />
Un piano<br />
Una caricia<br />
Es esto...<br />
Un beso<br />
Una danza<br />
Un violín<br />
Una sonrisa<br />
Ojos cerrados<br />
Dos corazones<br />
Un amor<br />
(Valencia)<br />
58
La caja de cartón<br />
Ilustración de Mariana Ayelén Alós (Santa Marta, Colombia)<br />
Aportada por el autor<br />
Clavó con fuerza la llave en una caja. La sensación de destruir<br />
aquel pequeño pedazo de cartón le produjo cierto alivio. La hundió<br />
hasta que salió por el otro lado. Exhaló hasta vaciar los pulmones y<br />
empezó a retorcerla. El metal mecanizado desgarraba las capas de<br />
cartón con un sonido pacificador, un bisbiseo sutil que nada tenía que<br />
59
ver con los trozos de papel marrón que salían hacia dentro y a fuera.<br />
Empezó a hundir y sacar la llave de la taquilla como si fuera un<br />
serrucho. Concentrado en la labor fue rajando la caja, dibujando una<br />
línea curva, zigzagueante, aleatoria. Al recorrer en ángulo la fuerza de<br />
la mano se hizo notar y de un golpe seco el puño entero desapareció<br />
dentro de la caja. La llave era diminuta. El antebrazo rodeado de<br />
virutas de color marrón empezó entrar y salir por el gran agujero. El<br />
serrucho humano estaba irritándose por un lado mientras dejaba una<br />
estela negra por el otro.<br />
—¡Hijo de puta! —gritó.<br />
Un puñetazo certero cayó justo al centro de la otra cara de la<br />
voluminosa caja e hizo desaparecer también el antebrazo derecho del<br />
agresor. Los puños se encontraron y la fuerza de sus pectorales fue<br />
uniéndolos. Gruesos trazos herían la caja acompañados de gritos<br />
salvajes. Un pie delante de la arista de la caja y estalló. La explosión<br />
trajo a la luz dos puños unidos con una miserable llave en el medio<br />
apuntando a la cara desencajada de su dueño.<br />
—Ya está.<br />
Se dio la vuelta sin mirar los restos de cartón esparcidos por<br />
doquier y volvió a su oficina. Ese día prometió a su mujer que saldría<br />
pronto. Tenía cosas importantes que hacer fuera del trabajo.<br />
Pernando Gaztelu (Iruña, Navarra)<br />
http://lokos-a-disfrutar.blogspot.com.es/<br />
60
El mejor regalo, un buen libro.<br />
«Buffet Libre» 25 autores, 75 relatos<br />
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61
Lettura romantica, 1870 - Silvestro Lega (1826-1895)<br />
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Número 14 (Junio 2015)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/39<strong>22</strong>9595/numero-14-junio-<br />
2015<br />
Número 15 (Julio-Agosto 2015)<br />
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Número 16 (Septiembre 2015)<br />
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Número 17 (Octubre 2015)<br />
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Número 18 (Noviembre 2015)<br />
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Número 19 (Diciembre 2015)<br />
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Número 20 (Enero <strong>2016</strong>)<br />
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Número 21 (Febrero <strong>2016</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/55061773/ve-21-febrero<br />
NOTA: Enlaces de descarga en el interior de cada revista<br />
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We read to know that we are not alone – Margaret (República Sudafricana)<br />
http://hogret.deviantart.com/<br />
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