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542<br />

DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA ENERO-FEBRERO DE 2016


Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

541/542<br />

EDITORIAL<br />

3<br />

6<br />

8<br />

10<br />

12<br />

14<br />

16<br />

20<br />

22<br />

Yo persigo una forma…<br />

RUBÉN DARÍO<br />

—————————<br />

La vida en prosa<br />

FRANCISCO FUSTER<br />

Darío por Darío<br />

RUBÉN DARÍO<br />

Los hispanoamericanos<br />

Notas y anécdotas<br />

RUBÉN DARÍO<br />

El futuro<br />

ENRIQUE VILA-MATAS<br />

Enrique Vila-Matas:<br />

Laudatio<br />

CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ-MICHAEL<br />

Una mirada<br />

al libro electrónico:<br />

Las nuevas formas<br />

de producción de los libros<br />

ERNESTO PRIANI SAISÓ<br />

E ISABEL GALINA RUSSELL<br />

NOVEDADES<br />

TRASFONDO<br />

BERNARDO ESQUINCA<br />

Rubén Darío:<br />

renovación y preservación<br />

del fuego<br />

Conmemoramos el centenario de la muerte del<br />

escritor nicaragüense Rubén Darío (1867–1916),<br />

fundador indisputado del modernismo<br />

hispanoamericano, corriente que abrió puertas y<br />

ventanas a nuestra literatura para infundirle el aire<br />

de la libertad, ponerla de pie y echarla a andar por<br />

derecho propio.<br />

Es probable que el nombre de Rubén Darío sea<br />

sólo un eco lejano para las nuevas generaciones,<br />

pero sin su labor no habrían sido posibles las obras<br />

de Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Octavio Paz ni Gabriel García<br />

Márquez, entre tantos otros que han engrandecido nuestras letras.<br />

El primer signo de su originalidad es su capacidad de apropiarse y<br />

recrear la literatura de todos los tiempos, moderna, clásica y antigua,<br />

sometiéndola a su propio don del ritmo y a su experiencia de vida.<br />

“He impuesto al instrumento lírico mi voluntad del momento, siendo a<br />

mi vez órgano de los instantes, vario y variable, según la dirección que<br />

imprime el inexplicable Destino”, escribió.<br />

Al proceder así, abrió espacio a la autonomía creativa, sacudiendo<br />

violentamente los moldes heredados del romanticismo nacionalista, el<br />

casticismo español y el academicismo conservador. A partir de entonces,<br />

las literaturas de América Latina y España no volvieron a ser las mismas.<br />

“Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia<br />

peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su<br />

labor no ha cesado y no cesará: quienes alguna vez lo combatimos<br />

comprendemos que hoy lo continuamos. Lo podemos llamar El<br />

Libertador”, declaró Jorge Luis Borges.<br />

“Rubén Darío fue un gran elefante sonoro que rompió todos los cristales<br />

de una época del idioma español para que entrara en su ámbito el aire del<br />

mundo. Y entró”, apuntó Pablo Neruda.<br />

“El lugar de Darío es central […] un punto de partida o llegada, un límite<br />

que hay que alcanzar o traspasar. Ser o no ser como él: de ambas maneras<br />

Darío está presente en el espíritu de los poetas contemporáneos. Es el<br />

fundador”, escribió Octavio Paz.<br />

El Fondo de Cultura Económica ha publicado a la fecha una decena de<br />

libros de Rubén Darío o sobre su vida y obra, así como un disco compacto<br />

con una selección de sus poemas leídos por Juan Gelman. W<br />

José Carreño Carlón<br />

DIRECTOR GENERAL DEL FCE<br />

Roberto Garza<br />

EDITOR DE LA GACETA<br />

León Muñoz Santini<br />

ARTE Y DISEÑO<br />

Ramón Cota Meza<br />

Andhony Arias Pelayo<br />

REDACCIÓN<br />

Suscríbase en<br />

www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/<br />

lagaceta@fondodeculturaeconomica.com<br />

www.facebook.com/LaGacetadelFCE<br />

Martha Cantú, Adriana Konzevik,<br />

Susana López, Socorro Venegas,<br />

Karla López y Octavio Díaz<br />

CONSEJO EDITORIAL<br />

Adriana Konzevik<br />

Teresa Ramírez<br />

Víctor H. Romero<br />

CORRECCIÓN DE ESTILO<br />

Andrea García Flores<br />

FORMACIÓN<br />

Ernesto Ramírez Morales<br />

VERSIÓN PARA INTERNET<br />

Impresora y Encuadernadora<br />

Progreso, sa de cv<br />

IMPRESIÓN<br />

—————————<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016<br />

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica<br />

es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,<br />

Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de<br />

licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas<br />

Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto<br />

Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal,<br />

Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716<br />

ILUSTRACIÓN DE PORTADA: LEÓN MUÑOZ SANTINI Y ANDREA GARCÍA FLORES<br />

2 ENERO-FEBRERO DE 2016


UN SIGLO POESÍA SIN DARÍO<br />

“Todo el romanticismo, aspiración al infinito, está en este verso;<br />

y todo el simbolismo, la belleza ideal, indefinible, que sólo puede ser sugerida.<br />

Más ritmo que cuerpo, esa forma es femenina. Es la naturaleza y es la mujer”.<br />

—Octavio Paz<br />

Yo persigo una forma…<br />

RUBÉN DARÍO<br />

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,<br />

botón de pensamiento que busca ser la rosa;<br />

se anuncia con un beso que en mis labios se posa<br />

al abrazo imposible de la Venus de Milo.<br />

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;<br />

los astros me han predicho la visión de la Diosa;<br />

y en mi alma reposa la luz, como reposa<br />

el ave de la luna sobre un lago tranquilo.<br />

Y no hallo sino la palabra que huye,<br />

la iniciación melódica que de la flauta fluye<br />

y la barca del sueño que en el espacio boga;<br />

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,<br />

el sollozo continuo del chorro de la fuente<br />

y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 3


Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

4 ENERO-FEBRERO DE 2016


Ha pasado un siglo desde la muerte<br />

de Rubén Darío, pero su presencia sigue viva<br />

en los mejores poetas y escritores que le sucedieron,<br />

aun cuando algunos renieguen de su obra o la ignoren.<br />

Tan profunda es su huella en el orbe<br />

de habla hispana. Su legado se resume en una<br />

sola expresión: libertad de creación para el artista.<br />

Este bien espiritual, que hoy damos por sentado,<br />

era desconocido en la literatura en español antes<br />

de la irrupción de nuestro homenajeado.<br />

Irrupción es la palabra porque cayó como rayo<br />

en cielo sereno. Presentamos a continuación una<br />

pesquisa del historiador Francisco Fuster sobre las<br />

circunstancias que llevaron a Darío a escribir su<br />

autobiografía, fragmentos de la misma y una divertida<br />

y aguda crónica suya titulada Los hispanoamericanos.<br />

Tres pasajes de libros editados por el grupo<br />

Fondo de Cultura Económica.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 5


Portada de La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Leo G. Navarro<br />

UN SIGLO SIN DARÍO<br />

El historiador Francisco Fuster reconstruye las circunstancias económicas,<br />

sentimentales y físicas en las que Rubén Darío dictó el texto La vida de Rubén Darío escrita<br />

por él mismo ( FCE, Madrid, 2015). Pese a las premuras de su publicación —observa Fuster—,<br />

el texto es una muestra más de la honda sensibilidad poética de Darío, quien deja que la<br />

narración sea dictada por los latidos de su corazón, según los momentos decisivos<br />

de su existencia. Somos lo que recordamos.<br />

PRÓLOGO<br />

La vida en prosa<br />

FRANCISCO FUSTER<br />

Como hombre, he vivido en lo cotidiano;<br />

como poeta, no he claudicado nunca,<br />

pues siempre he tendido a la eternidad.<br />

rubén darío, El canto errante (1907)<br />

El 14 de octubre de 1912 el semanario<br />

argentino Caras y Caretas<br />

anunciaba de forma discreta<br />

—apenas dos líneas en la<br />

parte inferior de la página 122—<br />

la aparición en su próximo<br />

número de las memorias de<br />

Rubén Darío (1867-1916), redactadas<br />

expresamente por el<br />

escritor nicaragüense para esta<br />

publicación porteña. Lo que no se decía en ese<br />

reclamo editorial es que era la delicada situación<br />

económica por la que atravesaba el autor de Azul… lo<br />

que le había forzado a aceptar el encargo y a improvisar,<br />

pro pane lucrando, un texto que, en otras circunstancias,<br />

quizá nunca se hubiese planteado escribir.<br />

Y es que, aunque jamás destacó por una es pecial habilidad<br />

para el manejo racional de su eco nomía, sometida<br />

a los altibajos cíclicos e inevitables de quien<br />

vivía más de sus colaboraciones periodísticas y de<br />

los eventuales cargos diplomáticos que pudo ocupar<br />

que de sus poemas, lo que se dio por esos años fue la<br />

fatal coincidencia en el tiempo de dos coyunturas independientes<br />

que, sin embargo, coadyuvaron en similar<br />

proporción a desencadenar aquel estado de<br />

necesidad perentoria.<br />

Por un lado, el fracaso del proyecto Mundial Magazine,<br />

una revista de literatura publicada en París<br />

entre 1911 y 1914, y patrocinada por los banqueros<br />

uruguayos Alfredo y Armando Guido, cuya dirección<br />

había asumido Darío con el legítimo —pero inviable—<br />

propósito de captar al público hispanoamericano<br />

con un formato lujoso, de muy bella factura<br />

material, y una nómina de colaboradores realmente<br />

imponente. Pese a que, al principio, la idea pareció<br />

funcionar, la realidad es que la aventura terminó en<br />

desastre, tras una gira de promoción por el continente<br />

americano en la que los hermanos Guido trataron<br />

de explotar el nombre de un Rubén Darío que, víctima<br />

de una cirrosis galopante que le iba consumiendo,<br />

decidió acabar con aquel supuesto negocio que no<br />

llegó a ser tal. El otro factor desencadenante fue<br />

la pérdida de los ingresos procedentes de su cargo<br />

como embajador de Nicaragua en España, suprimido<br />

por el gobierno de su país cuando, a raíz de la llamada<br />

“Revolución de la Costa Atlántica” y la posterior<br />

intervención de los Estados Unidos, asumió la presidencia<br />

del gobierno el coronel José Dolores Estrada.<br />

Si a todo esto añadimos los gastos derivados de la<br />

manutención del hijo que tenía con Francisca Sánchez<br />

y la pensión que debía pasar a su todavía esposa<br />

legal, Rosario Murillo, el resultado de la ecuación no<br />

podía ser otro que la obligación de aceptar cualquier<br />

ofrecimiento que contribuyera a aliviar esa precariedad<br />

de medios.<br />

Y la mejor ocasión para ello se le presentó cuando<br />

el director de Caras y Caretas, Fernando Álvarez,<br />

le propuso que escribiera su autobiografía para<br />

ir publicándola por partes, dividida en breves capítulos<br />

de fácil y amena lectura. Con el objetivo de<br />

6 ENERO-FEBRERO DE 2016


UN SIGLO SIN DARÍO<br />

LA VIDA EN PROSA<br />

llevar a buen puerto la empresa, y “para no dejar la<br />

ejecución de la obra a merced de su inconstante voluntad,<br />

le envía un amanuense, para que se la dicte.<br />

Sin hacer ningún bosquejo, sin ninguna retrospección<br />

detenida y puntualizada de los infinitos incidentes<br />

de su dramática existencia, dicta”. 1 La vida<br />

de Rubén Darío escrita por él mismo se publicó en<br />

diez entregas sucesivas que cubren desde el número<br />

729, aparecido el sábado 21 de septiembre de 1912,<br />

hasta el 739, correspondiente al 30 de noviembre de<br />

ese mismo año. Tres años después la barcelonesa<br />

Casa Editorial Maucci imprimió la primera edición<br />

de la obra en formato de libro, reproduciendo el<br />

texto aparecido en la revista (Darío no se molestó<br />

siquiera en subsanar los errores en las fechas por<br />

él mismo advertidos), con el único añadido de un<br />

capítulo final, “Posdata, en España”, incorporado<br />

desde ese momento a la versión definitiva, que, pocos<br />

años después y con el título más sintético de<br />

Autobiografía, ingresó en el canon dariano como<br />

parte del volumen XV (1920) de sus Obras com pletas,<br />

publicadas en Madrid por la Editorial Mun do<br />

Latino.<br />

Desde el punto de vista formal, lo primero que<br />

llama la atención de esta autobiografía es su presentación<br />

en sesenta y seis capítulos de contenido y<br />

extensión desigual, que, si bien es cierto que intentan<br />

seguir un hilo temporal más o menos lógico, carecen<br />

en absoluto del orden y la precisión deseables en un<br />

texto memorialístico, por mínimas que sean sus<br />

pretensiones. Las razones de este desdén del autor<br />

por el rigor narrativo pueden ser múltiples, pero todas<br />

apuntan a una misma. A mi juicio, Darío se tomó<br />

el compromiso de escribir sobre su vida como lo que<br />

era: un trámite con fines puramente crematísticos<br />

que había que cumplir con decoro, pero sin invertir<br />

más tiempo del justo y necesario para cubrir el<br />

expediente. Y, experto como era en este tipo de lides<br />

(no hay que olvidar que a estas alturas ya había publicado<br />

centenares y centenares de crónicas es critas<br />

ex profeso y previo encargo para multitud de periódicos<br />

y revistas), acometió la empresa con el propósito<br />

de salir del paso con un relato resumido de los<br />

hechos. Una narración tentativa y atropellada que,<br />

por lo que él mismo expresa en varios capítulos, tiene<br />

toda la pinta de ser un esbozo: una primera versión<br />

pendiente de ser corregida y aumentada en unas<br />

memorias más extensas, que, como es sabido, jamás<br />

llegó a escribir.<br />

Aunque el pasaje de las memorias de Benvenuto<br />

Cellini que emplea como exergo nos podría inducir a<br />

pensar que estamos ante los recuerdos de un hombre<br />

que ha pasado la barrera de los cuarenta años y se dispone<br />

a recapitular los hechos más destacados de su<br />

vida, ya en las primeras líneas del texto Darío recurre<br />

a la captatio benevolentiae y nos advierte sobre sus intenciones,<br />

al reconocer que las suyas no son unas memorias<br />

al uso, sino unos “apuntamientos que más<br />

tarde han de desenvolverse mayor y más detalladamente”.<br />

Este carácter circunstancial del relato, resumido<br />

en esa palabra —“apuntamientos”— que define<br />

perfectamente la naturaleza de su autobiografía, queda<br />

confirmado cuando, al inicio del capítulo XVII, el<br />

autor insiste en que es plenamente consciente de la<br />

inexactitud de muchos de los datos que ofrece; algo<br />

que él justifica apelando a la dificultad de rememorar<br />

los hechos sin ningún tipo de soporte documental y<br />

con la sola ayuda de una memoria frágil: “Al llegar a<br />

es te punto de mis recuerdos, advierto que bien puedo<br />

equivocarme, de cuando en cuando, en asuntos de fecha,<br />

y anteponer, o posponer, la prosecución de sucesos.<br />

No importa. Quizás ponga algo que aconteció<br />

después en momentos que no le corresponden y viceversa.<br />

Es fácil, puesto que no cuento con más guía que<br />

el esfuerzo de mi memoria”.<br />

En este desfile ininterrumpido de nombres y lugares<br />

en el que se convierte por momentos el texto,<br />

no resulta nada difícil perder la noción del tiempo,<br />

pues, como ha señalado con acierto Antonio Piedra,<br />

no deja de ser curioso que en una autobiografía “salpicada<br />

de hechos, personajes y datos históricos —no<br />

olvidemos la condición pública de Rubén como embajador<br />

y periodista— apenas existen fechas: unas<br />

siete en concreto”. 2 No obstante, lo que podría ser un<br />

aparente defecto del texto, imperdonable para el lector<br />

más exigente con el respeto a las coordenadas espacio-temporales,<br />

acaba dotándolo —a mi modo de<br />

1 Edelberto Torres, La dramática vida de Rubén Darío, Barcelona/México<br />

Grijalbo, 1966, p. 461 [cuarta edición ampliada y corregida].<br />

2 Antonio Piedra, “Introducción”, en: Rubén Darío, Autobiografía/<br />

Oro de Mallorca, Madrid, Mondadori, 1990, p. XV.<br />

Los textos autobiográficos<br />

de Darío invitan a percibir<br />

como tales a los textos<br />

estrictamente literarios.<br />

Al anclar los referentes de<br />

su poesía en su propia vida,<br />

el resto de su producción<br />

parece volverse<br />

autobiográfica.<br />

ver, al menos— de ese plus de originalidad que le<br />

confiere un estilo propio. Porque dicho “fracaso de la<br />

fecha”, como lo llama Piedra, obedecería según este<br />

autor a la elección deliberada de un Darío que antepone<br />

“el valor del tiempo poético” a la disciplina del<br />

orden cronológico estricto. En la misma línea, y al<br />

decir de Eduardo Muslip, es esta forma heterodoxa<br />

de redactar la autobiografía lo que, paradójicamente,<br />

confiere uno de sus mayores atractivos a un texto<br />

que parece dictado desde el corazón y sin apenas mediación<br />

de ningún tipo: “como relata sólo en función<br />

de la emotividad asociada con los recuerdos mismos,<br />

en cada anécdota recordada podemos percibir el<br />

compromiso de Darío con lo que nos cuenta”. 3 El<br />

único filtro que pone el escritor es el de su prudencia<br />

y discreción a la hora de tratar asuntos —en los que<br />

no entra— que podrían afectar a terceras personas y,<br />

en segundo lugar, el propio pudor de un Darío que<br />

opta por pasar de puntillas sobre ciertos episodios<br />

de su biografía personal (la escasa relación que tuvo<br />

con sus padres biológicos) o sentimental que son<br />

omitidos, quizá para no alimentar con nuevos detalles<br />

la morbosidad del lector más interesado en los<br />

vicios privados del poeta que en sus virtudes públicas.<br />

Con respecto al tema de las relaciones amorosas,<br />

resulta muy llamativo el hecho de que en el relato no<br />

aparezca el nombre propio de ninguna de las mujeres<br />

de Rubén Darío: ni el de sus dos esposas “legales”,<br />

la costarricense Rafaela Contreras y la nicaragüense<br />

Rosario Murillo; ni el de la española Francisca Sánchez<br />

del Pozo, con quien no contrajo matrimonio,<br />

pero con la que sí convivió en distintas temporadas e<br />

incluso llegó a tener descendencia. Las tres se convierten<br />

aquí en figuras borrosas, soslayadas por un<br />

narrador que, por unos motivos o por otros, prefiere<br />

no entrar en pormenores. Así sucede, por ejemplo,<br />

en el capítulo XXX, cuando, llegado el momento de<br />

abordar su matrimonio civil con Rosario Murillo,<br />

con traído el 8 de marzo de 1893 en circunstancias<br />

cuanto menos peculiares (por lo visto, Darío fue víctima<br />

de una encerrona maquinada por su futuro<br />

cuñado Andrés, quien preparó una cita y le emborrachó<br />

para “facilitar” el enlace), nuestro autor se impone<br />

un silencio caballeroso y se limita a reseñar lo que<br />

recuerda como un error fatal cuyas consecuencias<br />

tuvo que sufrir durante toda su vida:<br />

Llegué a Managua y me instalé en un hotel de la<br />

ciudad. Me rodearon viejos amigos; se me ofreció<br />

que se me pagaría pronto mis sueldos, mas es el<br />

caso que tuve que esperar bastantes días, tantos,<br />

que en ellos ocurrió el caso más novelesco y fatal<br />

de mi vida, pero al cual no puedo referirme en estas<br />

memorias por muy poderosos motivos. Es una<br />

página dolorosa de violencia y engaño, que ha impedido<br />

la formación de un hogar por más de veinte<br />

años; pero vive aún quien como yo ha sufrido<br />

las consecuencias de un familiar paso irreflexivo,<br />

y no quiero aumentar con la menor referencia una<br />

larga pena. El diplomático y escritor mejicano Federico<br />

Gamboa, tan conocido en Buenos Aires,<br />

3 Eduardo Muslip, “La autobiografía dariana: un análisis de La vida de<br />

Rubén Darío escrita por él mismo”, en: Crítica Hispánica, vol. XXVII,<br />

núm. 2, 2005, p. 37.<br />

tiene escrita desde hace muchos años esa página<br />

romántica y amarga, y la conserva inédita, porque<br />

yo no quise que la publicase en uno de sus libros<br />

de recuerdos. Es precisa, pues, aquí esta laguna en<br />

la narración de mi vida.<br />

Esta incapacidad de la obra de iluminar determinadas<br />

zonas oscuras de la vida interior del poeta<br />

es lo que ha llevado a parte de la crítica a rebajar la<br />

importancia del texto, no tanto desde la perspectiva<br />

de su calidad literaria o de su valor documental,<br />

sino en lo que atañe a la relativa novedad de su<br />

carga autobiográfica. En este sentido, Anna Caballé<br />

opina de esta autobiografía que redunda en lo que<br />

ya conocíamos de la vida del poeta porque, cuando<br />

se publicó en 1912, vino a “llover sobre mojado” y a<br />

confirmar que, en el caso de Darío, a cuya obra poética<br />

atribuye esta autora un mayor y más rico contenido<br />

autobiográfico, “la implicación autobiográfica<br />

no depende de la prosa, y mucho menos impide el<br />

verso”. 4 Por su parte, y refiriéndose no ya a la validez<br />

del texto dariano, sino a la dificultad que entraña<br />

la tarea de sintetizar y aprehender la biografía<br />

de su autor, Julio Ortega ha escrito que la vida de<br />

Rubén Darío es tan difícil de explicar que toda ella<br />

“está puntualmente desmentida por cada una de<br />

sus biografías”. 5<br />

Sea como fuere, lo que sí parece claro es que, en el<br />

confuso universo de una obra tan compleja e impregnada<br />

de autobiografismo como la del nicaragüen<br />

se, 6 La vida de Rubén Darío escrita por él mismo<br />

posee el innegable mérito de contribuir a la creación<br />

de eso que Philippe Lejeune ha llamado “espacio autobiográfico”,<br />

pues, como ha argumentado Muslip, “los<br />

textos autobiográficos de Darío invitan a percibir<br />

como tales a los literarios; esto es, vuelven autobiográfico<br />

el resto de su producción, al anclar los referentes<br />

de sus poesías a su propia vida”. 7 En efecto, y<br />

como podrá comprobar el lector en varios capítulos<br />

del texto, el autor de Prosas profanas nos cuenta<br />

su vida y nos glosa —como hará después en Historia<br />

de mis libros 8 — su obra, tal vez porque, en su caso particu<br />

lar, la una no se entiende sin la otra.<br />

Por lo que se deduce de la biografía que le dedicó<br />

Blas Matamoro, la existencia de la persona nacida<br />

el 28 de enero de 1867 en Metapa como Félix Rubén<br />

García Sarmiento parece ser la de un individuo huérfano<br />

del cariño paterno que pasó la totalidad de su<br />

existencia buscando su propia identidad, en un intento<br />

“vano y productivo, de poner orden en tan to<br />

barullo”. 9 La vida del personaje bautizado a sí mismo<br />

como Rubén Darío, en cambio, se identifica más<br />

con la de ese artista hipersensible gobernado por<br />

una “sed de ilusiones infinita” que marcó para bien<br />

y para mal su destino. La vida de Rubén Darío escrita<br />

por él mismo es esa llave maestra que nos permite<br />

comprender, si tal cosa es posible, cómo se las arreglaron<br />

—y les garantizo que no fue nada fácil— durante<br />

cuarenta y nueve años los dos Daríos: la persona<br />

y el personaje; el hombre que vivió siempre<br />

en lo cotidiano y el poeta que nunca renunció a la<br />

eternidad. W<br />

4 Anna Caballé, “Formas de la autobiografía en Rubén Darío”, en:<br />

Scriptura, núms. 6-7, 1991, p. 121.<br />

5 Julio Ortega, Rubén Darío, Barcelona, Omega, 2003, p. 9.<br />

6 E n su Historia de mis libros (1916), nuestro autor dice lo siguiente sobre<br />

el carácter autobiográfico de su obra: “Y el mérito principal de mi<br />

obra, si alguno tiene, es el de una gran sinceridad, el de haber puesto<br />

‘mi corazón al desnudo’, el de haber abierto de par en par las puertas<br />

y ventanas de mi castillo interior para enseñar a mis hermanos el habitáculo<br />

de mis más íntimas ideas y de mis caros sueños”, vid. Rubén Darío,<br />

Historia de mis libros, Managua, Nueva Nicaragua, 1988, p. 102.<br />

7 Eduardo Muslip, op. cit., p. 34.<br />

8 Historia de mis libros es el título de una obra póstuma de Rubén Darío<br />

que reúne una serie de artículos publicados originalmente en el periódico<br />

La Nación de Buenos Aires los días 1, 6 y 18 de julio de 1913, en los<br />

que el autor analizaba el significado de tres de sus obras más conocidas:<br />

Azul… (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y<br />

esperanza (1905). Apareció publicada por primera vez, con este título,<br />

como introducción a una antología poética de Darío editada en Madrid,<br />

en 1916, por M. García y G. Sáez Editores.<br />

9 Blas Matamoro, Rubén Darío, Madrid, Espasa Calpe, 2003, p. 25.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 7


Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

UN SIGLO SIN DARÍO<br />

Primeras lecturas, primeros amores, primeros versos, lealtades familiares, la fusión del<br />

sentimiento y el paisaje tropical, la vida novelesca, la desmesura adolescente, el recogimiento<br />

melancólico, la ambición literaria… en estos pasajes de La vida de Rubén Darío<br />

escrita por él mismo ( FCE, Madrid, 2015).<br />

MEMORIAS<br />

Darío por Darío<br />

RUBÉN DARÍO<br />

IV<br />

En un viejo armario encontré los primeros libros<br />

que leyera. Eran un Quijote, las obras de Moratín,<br />

Las mil y una noches, la Biblia, los Oficios de Cicerón,<br />

la Corina de Madame Stäel, un tomo de comedias<br />

clásicas españolas, y una novela terrorífica, de ya no<br />

recuerdo qué autor, La caverna de Strozzi. 1 Extraña y<br />

ardua mezcla de cosas para la cabeza de un niño.<br />

V<br />

¿A qué edad escribí los primeros versos? No lo recuerdo<br />

precisamente, pero ello fue harto temprano.<br />

Por la puerta de mi casa —en las Cuatro Esquinas—<br />

pasaban las procesiones de la Semana Santa, una<br />

Semana Santa famosa: “Semana Santa en León y<br />

Corpus en Guatemala”; —y las calles se adornaban<br />

con arcos de ramas verdes, palmas de cocotero, flo-<br />

1 El autor de esta novela gótica, publicada en 1798, es el escritor francés<br />

Jean-Joseph Regnault-Warin (1773-1844).<br />

res de corozo, matas de plátanos o bananos, disecadas<br />

aves de colores, papel de China picado con mucha<br />

labor; y sobre el suelo se dibujaban alfombras<br />

que se coloreaban expresamente, con aserrín de<br />

rojo brasil o cedro, o amarillo “mora”; con trigo reventado,<br />

con hojas, con flores, con desgranada flor<br />

de “coyol”. Del centro de uno de los arcos, en la esquina<br />

de mi casa, pendía una granada dorada. Cuando<br />

pasaba la procesión del Señor del Triunfo, el Domingo<br />

de Ramos, la granada se abría y caía una<br />

lluvia de versos. Yo era el autor de ellos. No he podido<br />

recordar ninguno... pero sí sé que eran versos,<br />

versos brotados instintivamente. Yo nunca aprendí<br />

a hacer versos. Ello fue en mi orgánico, natural, nacido.<br />

Acontecía que se usaba entonces —y creo que<br />

persiste— la costumbre de imprimir y repartir, en<br />

los entierros, “epitafios”, en que los deudos lamentaban<br />

los fallecimientos, en verso por lo general.<br />

Los que sabían mi rítmico don, llegaban a encargarme<br />

pusiese su duelo en estrofas.<br />

A todo esto, el recuerdo de mi madre había desaparecido.<br />

Mi madre era aquella señora que me había acogido.<br />

Mi “padre” había muerto, el coronel Ramírez. A<br />

tal sazón llegó a vivir con nosotros y a criarse junto<br />

conmigo, una lejana prima, rubia, bastante bella, de<br />

quien he hablado en mi cuento “Palomas blancas y<br />

garzas morenas”. 2 Ella fue quien despertara en mí los<br />

primeros deseos sensuales. Por cierto que, muchos<br />

años después, madre y posiblemente abuela, me hizo<br />

cargos: “¿Por qué has dado a entender que llegamos a<br />

cosas de amor, si eso no es verdad?”. —“¡Ay!, le contesté,<br />

¡es cierto! Eso no es verdad, ¡y lo siento! ¿No hubiera<br />

sido mejor que fuera verdad y que ambos nos hubiéramos<br />

encontrado en el mejor de los despertamientos,<br />

en la más ardiente de las adolescencias y en las primaveras<br />

del más encendido de los trópicos?...”<br />

2 Este relato forma parte de Azul… desde la primera edición de la obra,<br />

publicada el 30 de julio de 1888 por Imprenta y Litografía Excélsior de<br />

Valparaíso, con prólogo de Eduardo de la Barra.<br />

8 ENERO-FEBRERO DE 2016


UN SIGLO SIN DARÍO<br />

DARÍO POR DARÍO<br />

Mi familia se componía entonces de mi tía doña<br />

Rita Darío de Alvarado, a quien su hermano Manuel<br />

García, esto es Manuel Darío, único que tenía en tal<br />

ocasión dinero, había hecho donación de sus bienes<br />

¡ah, malhaya! para que se casase con el cónsul de<br />

Costa Rica; mi tía Josefa, vivaz, parlera, muy amante<br />

de la crinolina, medio tocada, quien una vez —el día<br />

de la muerte de su madre— apareció calzada con zapatos<br />

rojos, y a las observaciones y reproches que se<br />

le hicieron, contestó que “Las perdices y las palomitas<br />

de Castilla...” ¡Cuando digo que era medio tocada!<br />

Mi tía Sara, casada con un norteamericano, muy<br />

hermosa, y cuya hija mayor ¡Oh Eros! un día, por sorpresa,<br />

en un aposento a donde yo entrara descuidado,<br />

me dio la ilusión de una Anadiómena... Y “mi tío<br />

Manuel”. Porque don Manuel Darío figuraba como<br />

mi tío. Y mi verdadero padre, para mí, y tal como se<br />

me había enseñado, era el otro, el que me había criado<br />

desde los primeros años, el que había muerto, el<br />

coronel Ramírez. No sé por qué, siempre tuve un<br />

desapego, una vaga inquietud separadora, con mi<br />

“tío Manuel”. La voz de la sangre... ¡qué plácida patraña<br />

romántica! La paternidad única es la costumbre<br />

del cariño y del cuidado. El que sufre, lucha y se<br />

desvela por un niño, aunque no lo haya engendrado,<br />

ése es su padre.<br />

Mi tía Rita era la adinerada de la familia. Mi<br />

padre, que, como he dicho, pasaba como mi tío, vivía<br />

en casa de su hermana, la cual era propietaria de<br />

haciendas de ganado y de ingenios de caña de azúcar.<br />

La vida de mi tía Rita me ha dejado un recuerdo<br />

verdaderamente singular e imborrable. Esta señora,<br />

que era muy religiosa, casada con don Pedro Alvarado,<br />

cónsul de Costa Rica, tenía, como los antiguos<br />

reyes, dos bufones, enanos, arrugados, feos, velazquescos,<br />

hombre y mujer. Él se llamaba el capitán<br />

Vilches, y la mujer era su madre; pero eran iguales<br />

completamente, en tamaño, en fealdad, y me inspiraban<br />

miedo e inquietud. Hacían retratos de cera,<br />

monicacos deformes, y el “capitán”, que decía ser<br />

tam bién sacerdote, pronunciaba sermones que hacían<br />

reír, pero que yo oía con gran malestar, como si<br />

fuesen cosas de brujos.<br />

Los domingos se daban bailes de niños, y aunque<br />

mi primo Pedro, señor de la casa, era el más rico y un<br />

excelente pianista en tan corta edad, ya, con mi pobreza<br />

y todo, solía ganarme las mejores sonrisas de<br />

las muchachas, por el asunto de los versos. ¡Fidelina,<br />

Rafaela, Julia, Mercedes, Narcisa, María, Victoria,<br />

Gertrudis! recuerdos, recuerdos suaves.<br />

A veces los tíos disponían viajes al campo, a la hacienda.<br />

Íbamos en pesadas carretas, tiradas por bueyes,<br />

cubiertas con toldo de cuero crudo. En el viaje se<br />

cantaban canciones. Y en amontonamiento inocente,<br />

íbamos a bañarnos al río de la hacienda, que estaba<br />

a poca distancia, todos, muchachos y muchachas,<br />

cubiertos con toscos camisones. Otras veces eran los<br />

viajes a la orilla del mar, en la costa de Poneloya, en<br />

donde estaba la fabulosa peña del Tigre. Íbamos<br />

en las mismas carretas de ruedas rechinantes, los<br />

hombres mayores a caballo; y al pasar un río, en pleno<br />

bosque, se hacía alto, se encendía fuego, se sacaban<br />

los pollos asados, los huevos duros, el aguardiente<br />

de caña y la bebida nacional, llamada “tiste”, hecha<br />

de cacao y maíz; y se batía en jícaras con molinillo de<br />

madera. Los hombres se alegraban, cantaban al son<br />

de la guitarra y disparaban los tiros al aire y daban<br />

los gritos usuales, estentóreos y alternativos, muy<br />

diferentes del chivateo araucano. Se llegaba al punto<br />

terminal y se vivía por algunos días bajo enramadas<br />

hechas con hojas, juncos y cañas verdes, para resguardarse<br />

del tórrido sol. Iban las mujeres por un<br />

lado, los hombres por el otro, a bañarse en el mar,<br />

y era corriente el encontrar de súbito, por un recodo,<br />

el espectáculo de cien Venus Anadiómenas en las<br />

ondas. Las familias se juntaban por las noches y se<br />

pasaba el tiempo bajo aquellos cielos profundos, llenos<br />

de estrellas prodigiosas, jugando juegos de prendas,<br />

corriendo tras los cangrejos, o persiguiendo a<br />

las gran des tortugas llamadas “paslamas”, cuyos<br />

huevos se sacan cavando en los nidos que dejan en la<br />

arena.<br />

Yo me apartaba frecuentemente de los regocijos, y<br />

me iba, solitario, con mi carácter ya triste y meditabundo<br />

desde entonces, a mirar cosas, en el cielo, en<br />

el mar. Una vez vi una escena horrible, que me quedó<br />

grabada en la memoria. Cerca de una yunta de bueyes,<br />

a orillas de un pantano, dos carreteros que se<br />

peleaban, echaron mano al machete, pesado y filoso,<br />

arma que sirve para partir la caña de azúcar y comenzaron<br />

a esgrimirlo; y de pronto vi algo que saltó<br />

por el aire. Eran, juntos, el machete y la mano de uno<br />

de ellos.<br />

Por las tardes y las noches paseaban, a caballo o a<br />

pie vociferando, hombres borrachos. Los soldados,<br />

descalzos y vestidos de azul, se los llevaban presos.<br />

Cuando la luna iba menguando, retornaban las familias<br />

a la ciudad.<br />

XI<br />

Vivía yo en casa del licenciado Modesto Barrios, y<br />

este licenciado gentil me llevaba a visitas y tertulias.<br />

Una noche oí cantar a una niña.<br />

Era una adolescente de ojos verdes, de cabello castaño,<br />

de tez levemente acanelada, con esa suave palidez<br />

que tienen las mujeres de Oriente y de los trópicos.<br />

Un cuerpo flexible y delicadamente voluptuoso,<br />

que traía al andar ilusiones de canéfora. Era alegre,<br />

risueña, llena de frescura y deliciosamente parlera, y<br />

cantaba con una voz encantadora. Me enamoré desde<br />

luego; fue “el rayo” como dicen los franceses. Nos<br />

amamos. Jamás escribiera tantos versos de amor<br />

como entonces. Versos unos que no recuerdo y otros<br />

que aparecieron en periódicos y que se encuentran<br />

en algunos de mis libros. Todo aquel que haya amado<br />

en su aurora sabe de esas íntimas delicias que no<br />

pueden decirse completamente con palabras, aunque<br />

sea Hugo el que las diga. Esas exquisitas cosas de<br />

los amores primeros que nos perfuman la vida, dulce,<br />

inefable y misteriosamente. Iba a comer algunas<br />

veces en la casa de esta niña, en compañía de escritores<br />

y hombres públicos. En la comida se hablaba de<br />

letras, de arte, de impresiones varias; pero, naturalmente,<br />

yo me pasaba las horas mirando los ojos de la<br />

exquisita muchacha, que era mi verdadera musa en<br />

esos días dichosos. Una fatal timidez, que todavía me<br />

dura, hizo que yo no fuese al comienzo completamente<br />

explícito con ella, en mis deseos, en mi modo<br />

de ser, en mis expresiones. Pasaban deliciosas escenas<br />

de una castidad casi legendaria, en que un roce<br />

de mano era la mayor de las conquistas. Pero para el<br />

que haya experimentado tales cosas, todo ello es hechicero,<br />

justo, precioso. Nos poníamos, por ejemplo,<br />

a mirar una estrella, por la tarde, una grande estrella<br />

de oro en unos crepúsculos azules o sonrosados, cerca<br />

del lago y nuestro silencio estaba lleno de maravillas<br />

y de inocencia. El beso llegó a su tiempo y luego<br />

llegaron a su tiempo los besos. ¡Cuán divino y criollo<br />

Cantar de los cantares! Allí comprendí por primera<br />

vez en su profundidad: Mel et lac sub lingua tua. 3 Hay<br />

que saber lo que son aquellas tardes de las amorosas<br />

tierras cálidas. Están llenas como de una dulce angustia.<br />

Se diría a veces que no hay aire. Las flores y<br />

los árboles se estilizan en la inmovilidad. La pereza<br />

y la sensualidad se unen en la vaguedad de los deseos.<br />

Suena el lejano arrullo de una paloma. Una mariposa<br />

azul va por el jardín. Los viejos duermen en la<br />

hamaca. Entonces, en la hora tibia, dos manos se juntan,<br />

dos cabezas se van acercando, se hablan con voz<br />

queda, se compenetran mutuas voliciones; no se quiere<br />

pensar, no se quiere saber si se existe, y una voluptuosidad<br />

miliunanochesca perfuma de esencias tropicales<br />

el triunfo de la atracción y del instinto.<br />

Aconteció que un amigo mío estaba moribundo, y<br />

como es por allí costumbre, las familias amigas iban<br />

a velar al enfermo. Iba así la joven que yo amaba, y<br />

alguien me insinuó que ella había tenido amores con<br />

el doliente. No recuerdo haber sentido nunca celos<br />

tan purpúreos y trágicos, delante del hombre pálido<br />

que estaba yéndose de la vida y a quien mi amada<br />

daba a veces las medicinas. Juro que nunca, durante<br />

toda mi existencia, a no ser en instantes de violencia<br />

o provocada ira, he deseado mal o daño a nadie; pero<br />

en aquellos momentos se diría que casi ponía oídos<br />

deseosos, para escuchar si sonaba cerca de la cabecera<br />

el ruido de la hoz de la muerte. Esto lo he dicho<br />

concentradamente en unos cortos versos de mi hoy<br />

raro libro publicado en Chile, Abrojos. 4 Amor sensual,<br />

amor de tierra caliente, amor de primera juventud,<br />

amor de poeta y de hiperestésico, de imaginativo.<br />

Pero es el caso que había en él una estupenda<br />

castidad de actos. Todo se iba en ver las garzas del<br />

lago, los pájaros de las islas, las nocturnas constelaciones,<br />

y en medias palabras y en profundas miradas<br />

y en deseos contenidos y en esa profusión de cosas<br />

iniciales que constituyen el silabario que todos sabéis<br />

deletrear.<br />

3 Favus distillans labia tua sponsa mel et lac sub lingua tua: “Tus labios<br />

destilan néctar, miel y leche bajo tu lengua” [Biblia Vulgata, Cantar de<br />

los cantares del rey Salomón, 4:11].<br />

4 Abrojos es un poemario cuya primera edición fue publicada por la<br />

Imprenta Cervantes de Santiago de Chile en 1887.<br />

Un día dije a mis amigos: —“Me caso”. La carcajada<br />

fue homérica. Tenía apenas catorce años cumplidos.<br />

Como mis buenos queredores viesen una resolución<br />

definitiva en mi voluntad, me juntaron unos<br />

cuantos pesos, me arreglaron un baúl y me condujeron<br />

al puerto de Corinto, donde estaba anclado un<br />

vapor que me llevó en seguida a la república de El<br />

Salvador.<br />

XXIV<br />

En Madrid me hospedé en el hotel de Las Cuatro Naciones,<br />

situado en la calle del Arenal y hoy transformado.<br />

Como supiese mi calidad de hombre de letras,<br />

el mozo Manuel me propuso: —“Señorito, ¿quiere<br />

usted conocer el cuarto de don Marcelino? Él está<br />

ahora en Santander y yo se lo puedo mostrar”. Se trataba<br />

de don Marcelino Menéndez y Pelayo, y yo acepté<br />

gustosísimo. Era un cuarto como todos los cuartos<br />

de hotel, pero lleno de tal manera de libros y de<br />

papeles, que no se comprende cómo allí se podía caminar.<br />

Las sábanas estaban manchadas de tinta. Los<br />

libros eran de diferentes formatos. Los papeles de<br />

grandes pliegos estaban llenos de cosas sabias, de cosas<br />

sabias de don Marcelino. —“Cuando está don<br />

Mar celino no recibe a nadie”, me dijo Manuel. El caso<br />

es que la buena suerte quiso que cuando retornó de<br />

Santander el ilustre humanista yo entrara a su cuarto,<br />

por lo menos algunos minutos todas las mañanas.<br />

Y allí se inició nuestra larga y cordial amistad.<br />

XXXII<br />

Yo soñaba con París desde niño, al punto de que cuando<br />

hacía mis oraciones rogaba a Dios que no me dejase<br />

morir sin conocer París. París era para mí como<br />

un paraíso en donde se respirase la esencia de la felicidad<br />

sobre la tierra. Era la Ciudad del Arte, de la Belleza<br />

y de la Gloria; y, sobre todo, era la capital del<br />

Amor, el reino del Ensueño. E iba yo a conocer París,<br />

a realizar la mayor ansia de mi vida. Y cuando en la<br />

estación de Saint Lazare pisé tierra parisiense creí<br />

hallar suelo sagrado. Me hospedé en un hotel español,<br />

que por cierto ya no existe. Se hallaba situado<br />

cerca de la Bolsa, y se llamaba pomposamente Grand<br />

Hotel de la Bourse et des Ambassadeurs... Yo deposité<br />

en la caja, desde mi llegada, unos cuantos largos y<br />

prometedores rollos de brillantes y áureas águilas<br />

americanas de a veinte dólares. Desde el día siguiente<br />

tenía carruaje a todas horas en la puerta, y comencé<br />

mi conquista de París...<br />

Apenas hablaba una que otra palabra de francés.<br />

Fui a buscar a Enrique Gómez Carrillo, que trabajaba<br />

entonces empleado en la casa del librero Garnier.<br />

Carrillo, muy contento de mi llegada, apenas pudo<br />

acompañarme; por sus ocupaciones; pero me presentó<br />

a un español que tenía el tipo de un gallardo<br />

mozo, al mismo tiempo que muy marcada semejanza<br />

de rostro con Alfonso Daudet. Llevaba en París la<br />

vida del país de Bohemia, y tenía por querida a una<br />

verdadera marquesa de España. Era escritor de gran<br />

talento y vivía siempre en su sueño. Como yo, usaba y<br />

abusaba de los alcoholes; y fue mi iniciador en las correrías<br />

nocturnas del Barrio Latino. Era mi pobre<br />

amigo, muerto no hace mucho tiempo, Alejandro<br />

Sawa. Algunas veces me acompañaba también Carrillo,<br />

y con uno y otro conocí a poetas y escritores de<br />

París, a quienes había amado desde lejos.<br />

Uno de mis grandes deseos era poder hablar con<br />

Verlaine. Cierta noche, en el café D’Harcourt, encontramos<br />

al Fauno, rodeado de equívocos acólitos.<br />

Estaba igual al simulacro en que ha perpetuado<br />

su figura el arte maravilloso de Carriére. Se conocía<br />

que había bebido harto. Respondía de cuando en<br />

cuan do a las preguntas que le hacían sus acompañantes,<br />

golpeando intermitentemente el mármol de<br />

la mesa. Nos acercamos con Sawa, me presentó: “Poeta<br />

americano, admirador, etc.”. Yo murmuré en mal<br />

francés toda la devoción que me fue posible, concluí<br />

con la palabra gloria... Quién sabe qué habría pasado<br />

esta tarde al desventurado maestro; el caso es que,<br />

volviéndose a mí, y sin cesar de golpear la mesa, me<br />

dijo en voz baja y pectoral: “¡La gloire!... ¡La gloire!...<br />

¡M... M... encore!...” Creí prudente retirarme, y esperar<br />

verle de nuevo una ocasión más propicia. Esto no<br />

lo pude lograr nunca, porque las noches que volví a<br />

encontrarle, se hallaba más o menos en el mismo estado;<br />

y aquello, en verdad, era triste, doloroso, grotesco<br />

y trágico. Pobre “¡Pauvre Lelian! ¡Priez potir le<br />

pauvre Gaspard!...” W<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 9


Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

UN SIGLO SIN DARÍO<br />

La observación aguda, la gracia en el decir y el sentido de justicia de Rubén Darío están<br />

presentes en esta crónica sobre la vida de los hispanoamericanos en París, publicada en<br />

Viajes de un cosmopolita extremo ( FCE, Argentina, 2013). Con finura pero sin concesiones<br />

expone la frivolidad y el vacío de los visitantes de nuestras repúblicas y los estereotipos<br />

denigrantes de los parisinos sobre ellos, sin ignorar las excepciones nobles<br />

y virtuosas en el estudio, el trabajo y la fe.<br />

CRÓNICA<br />

Los hispanoamericanos<br />

Notas y anécdotas<br />

RUBÉN DARÍO<br />

París, 27 de junio de 1900.<br />

or los bulevares, en los teatros,<br />

en la Exposición sobre todo, se<br />

oye a cada paso hablar en castellano.<br />

Suenan todos los acentos,<br />

desde los marcados en el ceceo<br />

andaluz hasta las tonadas<br />

pin torescas de las Américas Latinas.<br />

Las repúblicas calientes<br />

hacen notar su presencia: “¡Adiós, general!”, “¡Adiós,<br />

doctor!” Los especiales bigotes en croc [retorcidos] y<br />

las forzadas elegancias indumentarias demuestran<br />

la invasión de un tipo que tiene su nombre especial y<br />

es harto sonoro en la jerga parisiense.<br />

Naturalmente hay de todo.<br />

La América Latina, para el ciudadano de París,<br />

tiene muy pocos señalados contornos en su precaria<br />

geografía bulevardera. Chile aún es visto por algunos<br />

“eruditos” a través de la admiración de Voltaire<br />

por Ercilla; el peruano más reciente es el Daudet en<br />

Tartaria; el “general boliviano” no dejará de aparecer<br />

en las tablas con los más inverosímiles uniformes;<br />

brésilien ya se sabe lo que significa; el ministro<br />

de Honduras fue explotado por Dumas, por Sardou,<br />

por los vaudevillistas: sabía tanto Victor Hugo que<br />

pudo hacer estos versos sobre uno de los personajes:<br />

… Il alla<br />

Depuis Ménilmontant jusqu’au Guatemala.<br />

[… Él fue<br />

Desde Ménilmontant hasta Guatemala.]<br />

Caran D’Ache acaba de presentar una serie de tipos<br />

nacionales a propósito de sus monedas respectivas;<br />

y es de ver cómo se asemejan el sol peruano, el peso<br />

argentino, el oriental, el mejicano, etc., a los tipos<br />

levantinos, egipcios, griegos. Son los rasgos comunes<br />

al señalado rasta 1 internacional. No se ve, pues,<br />

a nuestros países sino por ese lado poco agradable.<br />

Etnográficamente, todo se confunde en la lejanía de<br />

vagas Venezuelas y poco probables Nicaraguas, a pesar<br />

de que la erudición de Hugo hiciese quedar para<br />

1 A fines del siglo xix se popularizó el término rastaquouère. Se lo usaba<br />

despectivamente en Francia y el resto de Europa para referirse a los<br />

hispanoamericanos que se habían enriquecido súbitamente con la explotación<br />

de algún producto (guano, trigo, cobre, ganado) y que salían a<br />

exhibir ostentosamente sus fortunas en las capitales europeas, especialmente<br />

en París. Las élites europeas lo usaban para marcar diferencias<br />

con los ricos empresarios y comerciantes latinoamericanos, a<br />

quienes consideraban advenedizos, arribistas, sin cultura, groseros,<br />

cultivadores del mal gusto y la falta de refinamiento. La amplia difusión<br />

del término indica de qué modo molestaba la aparición de nuevas clases<br />

y nuevas costumbres. En francés o español, Darío lo usa en varias de sus<br />

formas: rastacuero, rasta, rastacuerismo. [N. de la E.]<br />

la inmortalidad “Las razones del Momotombo”. nocidos son los dislates del gran poeta en sus conversaciones<br />

con latinoamericanos y sobre todo con doña<br />

Juana Manso, lo cual no obstó para que enviase una<br />

Co-<br />

estupenda carta a los radicales de Colombia cuando<br />

la fabulosa constitución de Río Negro. Creo que solamente<br />

la eufonía hizo escribir a Verlaine este verso<br />

de uno de sus sonetos:<br />

Notre Dame de Santa Fe de Bogotá.<br />

Tanto sabe Tolstói de Porfirio Díaz, a quien ha colocado<br />

creo que entre César y Alejandro, como Rodin<br />

de Sarmiento, a quien ha esculpido con su excepcional<br />

audacia. Ciertos políticos y personajes oficiales<br />

nuestros, retratados y biografiados por un Meulman<br />

cualquiera en su periodiquito de negocio, no saben<br />

que su fama rápida irá tan sólo de San Marino a Montenegro<br />

o al Paraguay. He dicho alguna vez que, hablando<br />

con un señor muy culto, averigüé que para él<br />

Bolívar era un sombrero y San Martín, un santo.<br />

Por otra parte, es una injusticia hasta cierto punto<br />

el achacar a los americanos de lengua española la<br />

mayor parte en lo que se ha llamado “rastacuerismo”.<br />

Innumerables valacos y griegos, muchísimos s<br />

italianos, españoles y gentes de Oriente han dado y<br />

dan notas sonoras en tal campo. Quienes nos han he-<br />

10 ENERO-FEBRERO DE 2016


UN SIGLO SIN DARÍO<br />

LOS HISPANOAMERICANOS. NOTAS Y ANÉCDOTAS<br />

cho más daño han sido los presidentes en exil; los varios<br />

sujetos de distintas repúblicas que después de<br />

ordeñar las respectivas vacas lecheras de sus Estados,<br />

han venido a París a tirar zurdamente sus milloncejos;<br />

y los varios aztecas, chorotegas, quinches<br />

y coyas que hacen el marqués y el príncipe, a la sombra<br />

misma del armorial de Dozier.<br />

Hay altas familias hispanoamericanas que figuran<br />

entre la más elevada aristocracia francesa, sobre<br />

todo cubanas y mexicanas. Estas últimas, de las<br />

ennoblecidas por el emperador de la barba de oro,<br />

cuyos jefes tuvieron acción en la obra del fracasado<br />

imperio. Hay fiestas de cubanos como los señores<br />

Terry, a las cuales concurre la más fina flor de la aristocracia<br />

francesa, de Rohan abajo. En este terreno<br />

puramente social hay nombres chilenos grandemente<br />

considerados, como los de Blest Gana y Subercaseaux<br />

y bastantes argentinos, que están señalados<br />

por el buen criterio de Buenos Aires. Aparte de todo<br />

esto, la vida esencialmente diplomática, que no tiene<br />

nada que ver con lo puramente mundano y de prestigio<br />

personal. El Perú ha tenido aquí graciosa representación,<br />

desde hace mucho tiempo, con sus encantadoras<br />

mujeres. En el segundo imperio tuvieron<br />

algunos nombres resonancia. Una de las esposas de<br />

Arsenio Houssaye era limeña. Por cierto que el general<br />

Echenique me ha referido un incidente respecto a<br />

tal matrimonio, en que el caballero francés no aparece<br />

como un perfecto modelo de galantería.<br />

La vida de los hispanoamericanos en París ha tenido<br />

sus cronistas y hasta sus novelistas. Si no recuerdo<br />

mal, hay un libro de un escritor de Centroamérica, el<br />

señor Guzmán, que trata de tal tópico, y otro del colombiano<br />

Ángel Cuervo, hermano del filólogo. Pero lo<br />

mejor que se ha escrito a este respecto es, sin duda alguna,<br />

la novela de Alberto del Solar, Rastaquouère. Es<br />

un libro de observación y de conciencia. El autor me<br />

ha manifestado más de una vez que sus tipos han sido<br />

copiados de la realidad, y que más de un episodio de su<br />

obra ha pasado ante su propia vista. Es la historia continua<br />

e inacabable de la familia americana que deja su<br />

terruño, sus costumbres, su rústica riqueza para venir<br />

a este mundo de deslumbramientos y de locuras<br />

brillantes, a perder el dinero del modo más lamentable,<br />

el honor algunas veces, la vida de cuando en cuando.<br />

Es la señorita explotada por nobles arruinados, sin<br />

rentas ni vergüenza; la vanidad bufa de quienes llegan<br />

con el propósito de formar parte del tout Paris; la tiranía<br />

de la moda, las redes del vicio risueño, y, como inevitable<br />

desenlace, la quiebra, el desplumamiento, el<br />

crac, la miseria.<br />

Ciertamente, de algunos años a esta parte ha<br />

cambiado mucho el tipo del rasta. Los periódicos, los<br />

folletines, los dibujos, los libros dedicados a caricaturar<br />

la especie se multiplicaron, y esto hizo apagar<br />

un tanto las detonaciones llamativas, las exhibiciones<br />

carandachescas. Llegan familias serias, ricas de<br />

veras, acostumbradas a una existencia noble y fastuosamente<br />

mundana, y ya en sus hoteles particulares,<br />

o en sus departamentos del Rily, del Elysée Palace<br />

Hotel y otros semejantes, saben llevar una vida<br />

de opulencia y de distinción, que no se confunde con<br />

la parada presuntuosa de los varios Talagantes,<br />

como el que retratara Del Solar.<br />

El concepto universal que se tiene de París está<br />

reconocido que es el de un formidable casino, el de<br />

un colosal establecimiento de diversiones y de placeres,<br />

la rôtisserie de las naciones y el harén del rey Todo-el-Mundo.<br />

El París que cree, que espera, que trabaja<br />

y estudia, que ora, ese de que acaba de hablar<br />

con tanta cordura y dignidad el señor d’Haussonville,<br />

no se toma en cuenta por la generalidad que viene<br />

aquí con el único objeto de divertirse. No hay duda<br />

de que corre por el ambiente bulevardero un soplo de<br />

lujuria perenne y que todo convida al amor y a la<br />

alegría; pero hay mundos aparte que son Eldorados<br />

para el artista, para el estudioso y para el piadoso.<br />

Sin embargo, la influencia del medio, del aire de oro<br />

perfumado, del aliento de las invisibles rosas de este<br />

peligroso paraíso, se nota a la continua. Jóvenes que<br />

en Buenos Aires son modelo de seriedad y de religiosidad,<br />

en cuanto llegan aquí se coronan de flores y se<br />

levantan a las dos de la tarde.<br />

Viejos graves, padres conscriptos, severos funcionarios<br />

se embarcan en la barca de Watteau en viaje a<br />

Citeres. ¿Quién se asombra de eso? ¿No son sabidas<br />

las incursiones periódicas del simpático rey Leopoldo<br />

por causa de las gracias tangibles de mademoiselle<br />

de Mérode, que Falguière consagrara en mármol?<br />

Así, las blancas manos están hechas a dejar sin<br />

una sola pluma todos los palomares internacionales,<br />

y más de un gallo criollo ha tenido que volver a América<br />

a rehacer su fortuna. La galantería costosa, las<br />

señoritas de chez Maxim’s, exigen presupuestos imperiales<br />

y reales. El joven chic, el joven bien, necesita<br />

diariamente, si quiere estar en buen pie, una buena<br />

compañía de billetes azules, que tomarán el vuelo a<br />

los compases de la Valse bleue… Para esto hay que<br />

competir y luchar con los lores ingleses, los príncipes<br />

rusos, los millonarios yanquis, y por muy fuertes<br />

que sean nuestras fortunas, a pesos papel, apenas se<br />

podrán percibir aquí en esas justas con accionistas<br />

de la Chartered y reyes de algodón auténticos maradjkaes<br />

y legítimos mandarines. Cuando el sport se<br />

mezcla en el asunto, la gravedad se multiplica. Para<br />

figurar entre los primeros sportsmen de París, echad<br />

números…<br />

Suele acontecer también, y es más frecuente de lo<br />

que se pudiera creer, que los incautos extranjeros, y<br />

particularmente los hispanoamericanos, son despellejados<br />

de otra suerte. Por tener de amigo íntimo<br />

un conde —“¡oh, mi querido conde!”— o un marqués<br />

—“¡oh, mi querido marqués!”— suelen caer en las<br />

tram pas más absurdas. ¡Hay un noble de éstos, que<br />

circula entre la colonia de Hispanoamérica, y que no<br />

hace mucho tiempo estuvo preso por ofensas a la<br />

moral!… Su nombre con todas las letras apareció en<br />

La vida intelectual es difícil<br />

y áspera. Nuestros jóvenes<br />

de letras que sueñan con<br />

París deben saber que la<br />

vorágine es inmensa.<br />

Se nos conoce apenas.<br />

La literatura nueva de<br />

América ha llamado algo<br />

la atención en algunos<br />

círculos, como el del<br />

Mercure de France,<br />

pero como nadie sabe<br />

castellano, salvo rarísimas<br />

excepciones, nos ignoran<br />

de la manera más absoluta.<br />

los diarios. Se le hicieron algunas reconvenciones y<br />

preguntas en los círculos que frecuenta, se dieron tales<br />

o cuales explicaciones, y continúa tan campante y<br />

fresco. Otro noble, de apellido algo italiano, acostumbra<br />

atraer a su elegantísimo departamento a caballeros<br />

criollos que juzga exprimibles, y acontece<br />

que les deja casi siempre sin jugo. Leed lo que dice un<br />

reciente periódico muy informado en esta clase de<br />

asuntos.<br />

“¿Conocéis el Silvio y Besco? Es un juego muy en<br />

boga en el Peloponeso, y que consiste en una minúscula<br />

ruleta, que el banquero tiene en la mano, y cuya<br />

aguja haciendo oficio de bola es movida por un<br />

resorte.<br />

”En una avenida próxima a la Estrella el conde de<br />

X… reunía estos últimos días, en su lindo entresuelo,<br />

la crema de la colonia argentina, incluso el hijo de un<br />

ex presidente de esa república.<br />

”Se jugó al Silvio y Besco. La partida fue interesante,<br />

las apuestas, soberbias, tanto que el hijo del ex<br />

presidente de la República Argentina perdía 300.000<br />

francos.<br />

”El joven hidalgo pagó su deuda de honor, pero<br />

como hombre de esprit, exigió del conde X… que le<br />

regalara la famosa ruleta, como recuerdo de tan memorable<br />

déveine [mala racha]: el bonito instrumento<br />

estaba cargado…”<br />

Como aquí todas las cosas suelen exagerarse y tomar<br />

caracteres novelescos, suprimamos que sea el<br />

héroe un hijo de ex presidente argentino, y reduzcamos<br />

la cantidad de una suma no tan fuerte. El hecho<br />

debe ser conocido y meditado por los jóvenes bien<br />

que deseen venir a gastar su oro y gozar de los cuatro<br />

vientos de París.<br />

Nuestros jóvenes “alegres” que se divierten cotidianamente<br />

tienen sus puntos señalados. Allá en el<br />

bosque, los clásicos Armenonville, la Cascada, etc.<br />

Aquí, en el centro de París, y por la noche, el impagable<br />

Maxim’s, el Americano, el Café de París. Allí concurren<br />

todas esas damas del batallón de Citeres,<br />

bellas, adorables, la mayor parte estúpidas, con las<br />

manos hechas un escaparate de joyería, provocantes,<br />

soberbias, o macabras. Allí se charla, se cena<br />

atrozmente caro, se goza, se renueva la antigua vida<br />

pagana y la eterna figura goyesca de la hembra y el<br />

muñeco. Allí van insultantes de gracia mala y de<br />

riqueza enferma las varias cortesanas de apellido español,<br />

las varias yanquis, las muchas de nombres heráldicos<br />

en el armorial del placer parisiense, y que<br />

figuran en las crónicas del Gil Blas, y reinan en todas<br />

las fiestas de la capital en celo.<br />

Mas no solamente los hispanoamericanos tienen representación<br />

en los lugares de placer, en las casas de<br />

los modistos y los elegantes cotillones. Hay familias<br />

religiosas que oran, y ejemplos de piedad que turban.<br />

De ese modo ha hecho de su existencia un extraño<br />

poema la dulce e ilustre damita de Buenos Aires que<br />

no hace mucho tiempo, entre la gloria babilónica de<br />

la Feria que clama los triunfos y goces del siglo, entre<br />

los palacios de todas las naciones, los colores de todas<br />

las banderas y los cantos y danzas de todas las<br />

razas, fue una mañana fría, en un barco del Sena, a<br />

tocar a la puerta de un convento, u ofrecer a Dios sus<br />

cabellos y su belleza joven, y su vida. ¿No creéis ver<br />

en esto evocado uno de esos casos de la vieja vida<br />

cristiana, entre las victorias de Roma, que pueden<br />

hallarse en Evagrio del Ponto o en Fra Domenico Cavalca?<br />

Buen número de familias hispanoamericanas<br />

iba también el otro día, en una peregrinación internacional<br />

en que el estandarte de García Moreno<br />

fue saludado con harto entusiasmo por un bravo<br />

sacerdote.<br />

Y entre tanto, en su estudio ginecológico trabaja<br />

la doctora argentina; en el salón figura el pintor argentino;<br />

el médico argentino está allá, con el sabio de<br />

París, aprendiendo, orando con las manos, con el cerebro,<br />

con la cuchilla. Se va a la misa de la ciencia y al<br />

sermón del arte. Hallan su refugio los estudiosos<br />

y los estudiantes. Se cumple con el deber de la labor y<br />

del entusiasmo. Hay quienes buscan el diamante de<br />

verdad y de bien que hay en el fondo de la copa de rosas<br />

de París. Y después de la tarea, después de haber<br />

quedado bien consigo mismo, sabe mejor el beso de<br />

Suzette o de Suzzon.<br />

La vida intelectual es difícil y áspera. Nuestros jóvenes<br />

de letras que sueñan con París deben saber<br />

que la vorágine es inmensa. Se nos conoce apenas. La<br />

literatura nueva de América ha llamado algo la atención<br />

en algunos círculos, como el del Mercure de<br />

France, pero como nadie sabe castellano, salvo rarísimas<br />

excepciones, nos ignoran de la manera más<br />

absoluta. Los nombres hechos, las famas adquiridas<br />

se respetan, y las personalidades son acogidas con<br />

deferencia. Pero no se hace diferencia entre el poeta<br />

de Finlandia y el de la Argentina, el de Japón o el de<br />

Méjico. Fuera de estudiosos admirables, como Rémy<br />

de Gourmont, que observa la evolución de nuestra<br />

lengua y la producción mental nuestra, no se ocupa<br />

nadie en tales tópicos, como no sea Finot, en la Revue<br />

de Revues, ¡que encarga estudios como el de La novela<br />

en la América Central…! Verlaine hacía creer que<br />

conocía el español, y no sabía sino decir: “No hay mal<br />

que por bien no venga” y “A batallas de amor, campos<br />

de pluma”. Moréas, de quien se anunció una traducción<br />

de Calderón, no entiende nada: y lo único que<br />

sabe es lo que me dice cada vez que me saluda: “¡Don<br />

Diego Hurtado de Mendoza!” Y se queda tan fresco.<br />

Así, pues, sonreíd cada vez que leáis en El iris decadente<br />

o en La estrella tropical: “El eminente poeta<br />

hispanoamericano don Fulano de Tal, tan conocido<br />

no solamente en América y España, sino también en<br />

París…, etc.”<br />

Y ¿España? España no tiene mejor suerte que<br />

nosotros. Aquí, de España, ¡olé! Y se acabó. W<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 11


Fotografía: ©JAVIER NARVÁEZ<br />

PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />

Vila-Matas nació con el rock and roll, cuyos primeros sonidos fueron un anticipo<br />

del porvenir, aunque entonces era demasiado pronto para saberlo. En este texto, leído<br />

al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en noviembre de 2015, el autor<br />

de Historia abreviada de la literatura portátil se pregunta desenfadado por el futuro<br />

de la novela y esboza cómo ha ido renovándose el género,<br />

en parte gracias a su propia contribución.<br />

DISCURSO<br />

El futuro<br />

ENRIQUE VILA-MATAS<br />

12 ENERO-FEBRERO DE 2016


PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />

EL FUTURO<br />

He venido a hablarles del<br />

futuro. Supongo que del<br />

futuro de la novela, aunque<br />

quizá sólo del futuro<br />

de este discurso. Voy a<br />

contarles cómo durante<br />

años imaginé que se presentaba<br />

el futuro. Sitúense<br />

en 1948, el año en que<br />

nací, en la tarde de agosto<br />

en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó<br />

a sonar en las emisoras de música de Maryland, y<br />

pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando<br />

una estela de perplejidad en sus casuales oyentes.<br />

¿Qué era aquello? No se había oído nunca nada igual<br />

y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era —ahora lo<br />

sabemos— la primera canción de rock and roll de la<br />

historia. Quienes la oían entraban de golpe en el futuro.<br />

La música de aquel disco parecía provenir del<br />

éter y flotar literalmente sobre las ondas del aire de<br />

Maryland. Aquello, señoras y señores, era el rock and<br />

roll llegando con la reposada lentitud de lo verdaderamente<br />

imprevisto. La canción se titulaba Demasiado<br />

pronto para saberlo, y era la primera grabación de<br />

The Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba<br />

rara, nada extraño si tenemos en cuenta que era el<br />

primer signo de que algo estaba cambiando.<br />

¿Qué pudo pensar la primera persona que, oyendo<br />

radio Maryland aquella mañana, comprendió<br />

que empezaba una nueva era? “Es demasiado pronto”,<br />

decía la canción, “muy pronto para saberlo”, susurraba<br />

titubeante Sonny Til, el cantante.<br />

He venido a hablarles del futuro, que para mí durante<br />

años ha sido algo que llegaba como llegó el<br />

rock el año en que nací, con aquella reposada lentitud<br />

de lo verdaderamente imprevisto.<br />

He venido a hablarles del futuro. Y está claro que,<br />

como me autoimpongo el tema yo mismo, busco<br />

complicarme la vida. Nada que me sorprenda demasiado.<br />

Así he venido trabajando estos años, trabajando<br />

en libros difíciles que llevaba lo más lejos<br />

posible, hasta sus límites; libros que, al publicarlos,<br />

se convertían en callejones sin salida porque no se<br />

veía qué podía hacer ya después de ellos. Pero yo<br />

esto lo hacía de un modo consciente, porque era a<br />

ese punto al que yo quería llegar.<br />

Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar<br />

de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado<br />

de callejón sin salida, y los amigos volvían a hacerme<br />

la pregunta habitual: “Y después de esto,<br />

¿qué vas a hacer?” Y yo pensaba que todo había terminado.<br />

Me costaba salir de ese callejón. Pero por<br />

suerte, siempre a última hora, me acordaba de que<br />

la inteligencia es el arte de saber encontrar un pequeño<br />

hueco por donde escapar de la situación que<br />

nos tiene atrapados. Y yo siempre tenía la suerte de<br />

acabar encontrando el hueco mínimo y me escapaba,<br />

y entraba en un nuevo libro.<br />

Los callejones sin salida han sido el motor central<br />

de mi obra. Por eso no me extraña que ahora<br />

quiera complicarme la vida y hablarles del futuro.<br />

Pero no pasa nada. De hecho, estoy acostumbrado a<br />

relacionarme con él, con el futuro. ¿O no estoy especializado<br />

en narrar previamente los viajes que<br />

realizo? Acostumbro a adelantarme a lo que pueda<br />

pasar y lo cuento en artículos de prensa. Después<br />

viajo al lugar y vivo allí lo escrito.<br />

Como tengo esa costumbre de narrar los viajes<br />

antes de hacerlos, he escrito previamente este discurso<br />

antes de salir de Barcelona rumbo a Guadalajara.<br />

Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes,<br />

pues de lo contrario no estaría leyéndolo ahora. La<br />

ventaja de esto es que conozco cómo acaba, lo que<br />

demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro<br />

no es a veces tan indescifrable.<br />

Si me impuse hablarles del futuro fue sobre todo<br />

porque este premio, antiguo premio Rulfo, distingue<br />

la obra de autores “con un aporte significativo a<br />

la literatura de nuestros días” y yo quería que se supiera<br />

que quizá me ajusto a esta premisa porque<br />

desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar<br />

escrituras que nos interroguen desde la estricta<br />

contemporaneidad, en la necesidad de encontrar<br />

estructuras que no se limiten a reproducir modelos<br />

que ya estaban obsoletos hace cien años.<br />

Es tal mi costumbre de buscar nuevas escrituras<br />

que voy a decirles ahora no cómo escribo, sino cómo<br />

me gustaría escribir. Y recurro para ello a Robert<br />

Walser, aquel escritor suizo al que Christopher Domínguez<br />

Michael llamó en cierta ocasión “mi héroe<br />

moral”. Parece que Walser se vio realmente liberado<br />

de sí mismo el día en que hizo un viaje nocturno<br />

en globo, desde Bitterfeld hasta una playa del Báltico.<br />

Un viaje sobre una Alemania dormida en la oscuridad.<br />

“Subieron a la barquilla, a la extraña casa,<br />

tres personas y soltaron las cuerdas de sujeción, y el<br />

globo voló lentamente hacia lo alto”, escribió Walser,<br />

el paseante por excelencia, un caminante que<br />

en realidad había nacido para ese recorrido silencioso<br />

por el aire, pues siempre, en todos sus trabajos<br />

en prosa, quiso alzarse sobre la pesada vida terrestre,<br />

desaparecer suavemente y sin ruido hacia un<br />

reino más libre.<br />

Me gustaría escribir alzándome sobre la pesada<br />

vida terrestre. Pero en caso de lograrlo, ¿coincidirían<br />

mis itinerarios con los trayectos nocturnos<br />

que sospecho que seguirá la novela en el futuro? A<br />

principios de este siglo, aún habría dicho que sí, que<br />

algunos recorridos coincidirían. Quizás entonces<br />

aún era optimista, porque me sentía aliado con estas<br />

líneas de Borges: “¿Qué soñará el indescifrable<br />

futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don<br />

Quijote sin dejar su aldea y sus libros”.<br />

Pensaba que en las novelas por venir no sería necesario<br />

dejar la aldea y salir al campo abierto porque<br />

la acción se difuminaría en favor del pensamiento.<br />

Con una confianza ingenua en la evolución<br />

de la exigencia de los lectores del nuevo siglo, creía<br />

que en el indescifrable futuro la novela de formato<br />

decimonónico —que se había cobrado ya sus mejores<br />

piezas— iría cediendo su lugar a los ensayos narrativos,<br />

o a las narraciones ensayísticas, y quizás<br />

incluso cedería el paso a una prosa brumosa y compacta<br />

estilo Sebald (es decir, muy en el modo en que<br />

Nietzsche hacía de la vida, literatura), o estilo Sergio<br />

Pitol, el de El mago de Viena, con ese tipo de prosa<br />

compacta en la que el autor disolvía las fronteras<br />

entre los géneros, haciendo que desaparecieran los<br />

índices, y los textos consistieran en fragmentos<br />

unidos por una estructura de unidad perfecta; una<br />

prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo.<br />

Pensaba que en ese siglo se cedería el paso a un<br />

tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera;<br />

una novela en la que sin problemas se mezclarían<br />

lo autobiográfico con el ensayo, con el libro de<br />

viajes, con el diario, con la ficción pura, con la realidad<br />

traída al texto como tal. Pensaba que iríamos<br />

hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo,<br />

una literatura mixta, donde los límites se confundirían<br />

y la realidad podría bailar en la frontera<br />

con la ficción, y el ritmo borraría esa frontera.<br />

Le preguntaron a Roberto Bolaño en 2001 en una<br />

entrevista en Chile qué novelas serían las que veríamos<br />

en el futuro. Y Bolaño respondió literalmente<br />

que una novela que sólo se sostiene por el<br />

argumento —con un formato más o menos archiconocido,<br />

pero no archiconocido en este siglo, sino ya<br />

en el xix— es un tipo de novela que se acabó. “Se va<br />

a seguir haciendo y, además, va a seguir haciéndose<br />

durante muchísimo tiempo —dijo Bolaño—, pero<br />

esa novela ya está acabada, y no está acabada porque<br />

yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos<br />

años. Después de La invención de Morel, no se puede<br />

escribir una novela así, en donde lo único que<br />

aguanta el libro es el argumento. En donde no hay<br />

estructura, no hay juego, no hay cruce de voces.”<br />

De cara a la narrativa que yo creía que estaba por<br />

venir, uno de mis puntos de orientación era el anartista<br />

Marcel Duchamp. Artista no, decía de sí mismo:<br />

anartista. En diferentes ocasiones, pensando<br />

en su legado, insinué que tal vez no sólo íbamos a<br />

dejar atrás por fin la anquilosada narrativa del pasado,<br />

sino que iríamos hacia una novela conceptual:<br />

un tipo de novela que recogería el intento de Marcel<br />

Duchamp de reconciliar arte y vida, obra y espectador.<br />

Tenía presente lo que decía Octavio Paz de esa<br />

reconciliación propuesta por Duchamp: “El arte<br />

fundido a la vida es arte socializado, no arte social<br />

ni socialista, y aún menos actividad dedicada a la<br />

producción de objetos hermosos o simplemente decorativos.<br />

Arte fundido a la vida quiere decir poema<br />

de Mallarmé o novela de Joyce: el arte más difícil.<br />

Un arte que obliga al espectador y al lector a convertirse<br />

en un artista y en un poeta”.<br />

Creía que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores<br />

y lectores devendrían artistas y poetas.<br />

Y creía que surgirían libros donde la forma fuera<br />

el contenido y el contenido fuera la forma. Libros<br />

de los que alguien pudiera, por ejemplo, quejarse de<br />

que el material a veces no pareciera escrito en su<br />

lengua. Y a quien pudiéramos decirle: pero es que<br />

no está escrito después de todo, no está escrito para<br />

ser leído, o no sólo para ser leído; se ha creado para<br />

ser mirado y escuchado; mira, su escritura no es<br />

acerca de algo, es algo en sí mismo. Cuando el sentido<br />

es dormir, las palabras se van a dormir. Cuando<br />

el sentido es bailar, las palabras bailan. Los novelistas<br />

engendran obras discursivas porque se centran<br />

en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras<br />

que el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es<br />

la cosa y no algo sobre las cosas: no es arte sobre algo,<br />

es el arte en sí.<br />

Por eso me gustaban más Bouvard y Pecuchet y<br />

Finnegans Wake, las obras imperfectas que se abren<br />

paso en Flaubert y Joyce después de sus grandes<br />

obras, Madame Bovary y Ulises, respectivamente.<br />

Veía en esas obras desatadas e imperfectas caminos<br />

geniales hacia el futuro. Creía que todos devendríamos<br />

artistas y poetas, pero luego las cosas se torcieron<br />

y, entre sombras de Grey, ahora triunfa la corriente<br />

de aire, siempre tan limitada, de los novelistas<br />

con tendencia obtusa al “desfile cinematográfico<br />

de las cosas”, por no hablar de la corriente de los libros<br />

que nos jactamos groseramente de haber leído<br />

de un tirón, etcétera.<br />

A la caída de la capacidad de atención ha contribuido<br />

una industria editorial que está erradicando<br />

de la literatura todo aquello que nos quiere hacer<br />

creer que es demasiado pesado, o que va demasiado<br />

cargado de sentido, o que puede parecer intelectual.<br />

Y el panorama, desde el punto de vista literario —si<br />

es que ese punto de vista aún existe— es desolador.<br />

“¿Y por qué los escritores son, más que otra gente,<br />

presa fácil de las depresiones?”, pregunta alguien en<br />

un relato de Mario Levrero. Y alguien dice: “Se deprimen<br />

porque no pueden tolerar la idea de tener que vivir<br />

en un mundo estropeado por los imbéciles”. En un<br />

mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría,<br />

un escritor ya bastante hace con sobrevivir.<br />

Cada día son más inencontrables, pero quedan todavía<br />

algunos —podríamos llamarles “los escritores de<br />

antes”— que se salvan gracias a que aún saben arreglárselas<br />

para tratar de escribir lo que escribirían si<br />

escribiesen. Pero de estos cada vez hay menos. Son supervivientes<br />

de una especie en extinción; tipos complicados,<br />

gente de un coraje tan antiguo como el coraje<br />

mismo, gente zumbada; trastornada si ustedes quieren;<br />

gente esencialmente obsesiva, fascinantemente<br />

obsesiva.<br />

A un amigo escritor le preguntó una dama en un<br />

coloquio cuándo iba a dejar de escribir sobre tipos<br />

que parecen moverse por el Far West y aniquilan a<br />

escritores falsos.<br />

—Cuando me salga bien, dejaré de hacerlo —contestó.<br />

En arte cuenta mucho la insistencia desaforada, la<br />

presencia del maniático detrás de la obra. Los escritores<br />

supervivientes saben que el futuro ya no va a<br />

llegar a través de las ondas; no va a llegar, como en el<br />

año en que nací, con las alegres formas de una música<br />

distinta.<br />

Mi biografía va del nacimiento del rock and roll a<br />

los atentados de este noviembre en París.<br />

En un intenso texto de Xavier Person, que leí ayer en<br />

el avión que me trajo hasta aquí, he podido seguir los<br />

pasos de George Didi-Huberman en el momento de<br />

abrir la puerta de una habitación de hospital en París, y<br />

he entrado con él en el cuarto de Simon, un joven de 33<br />

años gravemente herido en la columna vertebral por<br />

una bala de Kaláshnikov en el atentado de Charlie Hebdo.<br />

En ese cuarto, este superviviente, nos dice Didi-Huberman,<br />

“trabaja para vivir”. Su cuerpo lentamente se<br />

pone en movimiento y él está intentando levantarse, literalmente<br />

elevarse, para volver a ser.<br />

Desde ese cuarto de hospital francés he pensado<br />

en los emigrantes de la guerra de Siria que, después<br />

de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en<br />

una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van<br />

alzando, se van elevando, también para sentir que<br />

vuelven a ser. Y al pensar en ellos he oído el eco de las<br />

voces de los supervivientes que nos hablan en el documento<br />

de Svetlana Alexievich sobre Chernóbil. El<br />

libro no trata tanto de la catástrofe general como del<br />

mundo después de esa catástrofe. El libro habla de<br />

cómo la gente se adapta a la nueva realidad. Esa realidad<br />

que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del<br />

todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra<br />

el coro trágico. Y ustedes ahora me van a perdonar,<br />

pero lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran<br />

coro, es el futuro. W<br />

Enrique Vila-Matas es el ganador del Premio FIL<br />

de Literatura en Lenguas Romances 2015.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 13


Fotografía: ©GRUPO PLANETA<br />

PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />

ENSAYO<br />

Enrique Vila-Matas:<br />

Laudatio<br />

CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ-MICHAEL<br />

Entre los orgullos que un crítico<br />

literario puede darse el<br />

lujo de disfrutar está el ver<br />

confirmada, en la Feria Internacional<br />

del Libro de Guadalajara,<br />

una ya lejana apuesta<br />

entusiasta por un escritor del<br />

otro lado del Atlántico que<br />

cuando publicó Historia abreviada<br />

de la literatura portátil,<br />

en 1985, tenía 37 años contra mis 23 de aquel entonces,<br />

que cumplí, casualmente, en Barcelona, donde<br />

Enrique Vila-Matas nació en 1948. Me hospedaba<br />

no lejos de la mítica Travessera de Dalt donde él vivió<br />

tantos años.<br />

No podría ser Enrique mi padre, él, recalcitrante<br />

hijo sin hijos, a quien, sin embargo, he sorprendido,<br />

reciente e inesperadamente, llamando “mis hijas” a<br />

sus novelas. Hijas suyas a las que sólo faltan, tras<br />

este Premio fil de Literatura en Lenguas Romances,<br />

dos premios internacionales más para completar<br />

la página laudatoria de su biografía. Enrique<br />

tampoco podía ser, siendo sinceros, hermano mío:<br />

nos falta la familiaridad, esa atmósfera común, en<br />

su caso rancia y sepia, como la Barcelona de los<br />

tempranos años cincuenta bajo el dominio del Generalísimo<br />

y de la cual viene su pasión por los sombreros<br />

de ala ancha, visible en Impostura (1984), la<br />

novela en la que abandona su prehistoria, inaugurada<br />

con un magnífico arrebato de artista adolescente,<br />

“En un lugar solitario”, texto que hasta no ser<br />

convocado a esta sesión no había leído yo. Es una<br />

antikafkiana carta al padre en la que se anuncia la<br />

materia central de la más reciente de sus novelas,<br />

Kassel no invita a la lógica (2014): para sobrevivir, el<br />

espíritu de la vanguardia debe negarse a sí mismo,<br />

confundiéndose con la vida y llevando si acaso una<br />

existencia secreta, que no otra cosa fue lo que André<br />

Breton pidió a Octavio Paz en una caminata por<br />

Les Halles, poco antes de morir. Ese mismo Paz<br />

(ambos, él y Enrique, nacieron un 31 de marzo) festejó<br />

en Vila-Matas la reivindicación de Valery Larbaud,<br />

nota insólita, según el poeta, en la España democrática,<br />

colmada, como es propio de las sociedades<br />

tras las dictaduras, de realismo vengador en la<br />

literatura y de alegría comercial en la edición. Mucho<br />

tiempo después, un Maurice Nadeau, decano<br />

de los críticos literarios del mundo, a sus ciento y<br />

pico de años, mandaba correos electrónicos donde<br />

se felicitaba de haber empezado su carrera descubriendo<br />

a Albert Camus y de terminarla leyendo a<br />

Vila-Matas.<br />

El escritor hoy premiado en Guadalajara se ha<br />

distinguido por no haber confundido nunca a la li-<br />

14 ENERO-FEBRERO DE 2016


PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />

Éste es el texto con el que Christopher Domínguez-Michael presentó a Enrique Vila-Matas,<br />

ganador del Premio FIL en Lenguas Romances, en la ceremonia de inauguración de la feria de<br />

Guadalajara en noviembre de 2015. Con una fina mezcla de cariño y rigor, el crítico mexicano<br />

esboza la estirpe artística del galardonado, comenta sus obras mayores e indica algunas<br />

claves de su amistad a la manera inglesa.<br />

teratura con la edición, como tantos de nuestros colegas.<br />

Su popularidad, en la perspectiva de los treinta<br />

años que llevo leyéndolo, es tan rara como la alcanzada<br />

por Borges después de haber compartido<br />

con Beckett el Premio Internacional Formentor<br />

en 1961: la de un “escritor para escritores” que deja<br />

de serlo al convertir a sus propios lectores en parte<br />

de su literatura. El genio, ya se sabe, se apodera de<br />

todo, con legitimidad y sin ella. Cuando pienso en<br />

Hijos sin hijos, en Bartleby y Compañía, en El mal de<br />

Montano, en París no se acaba nunca o en Doctor Pasavento,<br />

para citar sus libros mayores en mi opinión,<br />

se me ocurre que para muchos (yo mismo entre<br />

ellos) leer a Vila-Matas fue confirmar una filiación<br />

que si hoy es canónica no lo era del todo antes<br />

de él. Su Kafka equilibrista nada tiene que ver con<br />

el apesadumbrado ser que dibujaron en blanco y negro<br />

los marxistas y los psicoanalistas (aunque el<br />

suyo acaso sea un poco deleuziano), mientras que<br />

Vila-Matas mismo pareciera haber sido profetizado<br />

por Robert Walser en alguno de sus microgramas.<br />

Y otro Maurice, Blanchot, gracias a él, dejó de ser<br />

aquel “pirómano en pantuflas” aborrecido no sin<br />

cierta razón por los adversarios del logocidio, para<br />

convertirse en un monstruo tierno.<br />

Vila-Matas, que quede claro, es un escritor para<br />

quienes, sean pocos o sean muchos, tienen tiempo<br />

para leer. Es decir, un escritor para leerlo no sólo a<br />

él, sino a la vasta literatura de la que su obra es una<br />

apología en el sentido primigenio del término. No<br />

sólo los ya citados (subrayo a Borges y a Beckett),<br />

sino a muchos otros: Josep Pla, Rimbaud, Carlos<br />

Díaz Dufoo hijo, Fernando Pessoa, Mario Bellatin,<br />

Herman Melville, Roberto Bolaño (su contemporáneo<br />

capital a quien reconoció sin atisbo alguno de<br />

envidia), Witold Gombrowicz, Julien Gracq, Sergio<br />

Pitol, Lichtenberg y Juan Villoro: quizá fue gracias<br />

a mí que conoció a los dos últimos aunque ignoro el<br />

orden de precedencia.<br />

Vila-Matas es de los pocos autores a los cuales es<br />

casi imposible reducir a las dicotomías habituales,<br />

hijas de la pereza aunque a veces irreductibles. No<br />

es apolíneo ni dionisiaco, ni clásico ni romántico.<br />

Lo suyo, sin duda, son las obras portátiles. Supongo<br />

que prefiere al Gogol de los cuentos de San Petersburgo<br />

frente a las multitudes dostoievskianas repudiadas<br />

por Borges; quizá nunca ha citado La guerra<br />

y la paz, aunque podría hacerlo en cualquier momento,<br />

y no es un publicista de la obra de Thomas<br />

Mann pero siempre habrá en él un detalle a descubrir<br />

que lo conmueva: la madre brasileña que consideraba<br />

esencial en su obra o su nuca rasurada sin<br />

mácula. La literatura de Vila-Matas es juego pero<br />

nunca ha sido propiamente experimental, salvo en<br />

sus primeros balbuceos. Vila-Matas no inventa reglas<br />

sino estudia casi teatralmente todas las posibilidades<br />

narrativas del escritor moderno como personaje,<br />

desde el escritor que no escribe hasta quien<br />

ostenta la paradoja de que el éxito es un fracaso,<br />

como dijo Scott Fitzgerald. La de Vila-Matas es la<br />

autobiografía de todo mundo, como la que Gertrude<br />

Stein dejó inconclusa por fuerza.<br />

Vila-Matas es melancólico sin ser pesimista; sus<br />

historias de amor a menudo son fantásticas, como<br />

lo es Paula de Parma, la dedicataria de todos sus libros.<br />

Le falta solemnidad para ser romántico y no<br />

lo imagino como clásico pontificando en las sedes<br />

de Ferney o de Weimar; lo suyo son las estaciones de<br />

trenes, las maletas olvidadas, los aeropuertos, las<br />

conspiraciones, las habitaciones de hotel, los dobles<br />

y los espías, el macguffin. A don Luis Buñuel, por<br />

cierto, le hacía gracia que en el viejo cine mexicano<br />

se creyese que los así llamados patos eran nuestros<br />

macguffin. El suicidio lo tienta como un problema<br />

más propio de la novela policiaca que del drama<br />

existencial o de la comedia psicológica, si bien su<br />

emoción ante el abrazo de Nietzsche a un caballo en<br />

Turín deja ver un temperamento romántico defendiéndose<br />

de las lágrimas con ironía. Pienso también<br />

en su intención de abrazar a Rimbaud en el instante<br />

de un sollozo, como se lo propone en Marienbad<br />

eléctrico de 2015, su breve y contundente<br />

poética a modo de relato. Hay un momento de su<br />

obra, a mediados de los años noventa, en que parecía<br />

que su dominio original, el cuento, le impedía<br />

transformarse en novelista y publicó entonces un<br />

par de libros dubitativos, propios de la confusión<br />

ante ese cruce de caminos.<br />

Sería impreciso también reclutarlo entre los híbridos,<br />

con perdón de los profesores. Sin duda, el pasado<br />

fin de siglo y los primeros años del xxi han difuminado<br />

un tanto las fronteras entre el ensayo y la<br />

ficción. Pero aun siendo la literatura la materia de su<br />

literatura, Vila-Matas no necesita darnos gato por<br />

liebre. Ensayista, confía en que sus buenos lectores<br />

saben bien cuándo está hablando de Rimbaud el hijo,<br />

como diría Pierre Michon, y cuándo está inventado<br />

un Rimbaud propio para hacerlo ingresar en su compañía,<br />

como lo hace en Marienbad eléctrico. Autorreferencial<br />

lo es y mucho: su obra es una autoficción,<br />

novedosa y vivaz como la segunda parte del Quijote.<br />

Conocí en persona a Vila-Matas en 1991. Un año<br />

después regresó a Coyoacán y fuimos juntos a la<br />

Plaza de Santa Catarina a escuchar un recital de<br />

Octavio Paz. Somos amigos a la manera supuestamente<br />

inglesa: amigos de aquí y de allá, aunque yo<br />

lo asocio, por comodidad topográfica, a una banca<br />

de parque cercana a mi domicilio en la Plaza de la<br />

Conchita, a espaldas de la casa donde vivía Sergio<br />

Pitol, el mexicano que lo tonsuró escritor en Varsovia<br />

en 1973. Otras veces nos hemos encontrado en<br />

Barcelona o en Guadalajara y a veces hasta no nos<br />

hemos encontrado, como ocurrió en Dublín, una<br />

más de las ciudades que él colecciona (Lisboa, Chicago,<br />

Bérgamo, Xalapa). Hemos pasado juntos algunas<br />

horas, primero bebiendo tragos espirituosos y<br />

luego refrescos o café; nuestra amistad es inglesa<br />

porque hablamos poco y nos queremos mucho. Mi<br />

opinión le fue interesante en un momento de quebranto;<br />

y su presencia fue capital para mí en una fecha<br />

precisa de mi vida, aunque él no lo sabe o, si lo<br />

sabe, se lo guarda.<br />

Atesoramos el silencio como otros la conversación.<br />

Nunca hemos hablado de política, acaso porque<br />

somos criptotrotskistas de obediencias distintas<br />

y hasta enemigas, como lo sospeché cuando visitamos<br />

juntos la casa de Lev Davidóvich Bronstein<br />

en la calle de Viena en Coyoacán. No hemos intercambiado<br />

favores; me ha bastado ejercer el gesto de<br />

admiración hacia él, que es la devoción principal del<br />

crítico aunque no sea la más reconocida. Y él es uno<br />

de los pocos escritores que, habiendo yo escrito sobre<br />

su obra, ha creído pertinente escribir sobre alguno<br />

de mis libros.<br />

Como los chinos, hemos visto crecer la hierba,<br />

pasar a un perro, caer alguna tarde, como aquella<br />

no muy distante, cuando le demostré que en ninguna<br />

otra parte del mundo atardece tan lentamente<br />

como en la Ciudad de México, tal como lo percibió<br />

Bolaño para sorpresa de los distraídos chilangos.<br />

Guadalupe Nettel, que estaba allí, no me dejará<br />

mentir. Yo soy hijo de un psiquiatra, que de niño lo<br />

acompañaba en sus rondines hospitalarios entre<br />

los entonces llamados neurasténicos y maniaco-depresivos.<br />

El manicomio es uno de los lugares, a la<br />

vez comunes y espectrales, donde habitan los personajes<br />

predilectos de Vila-Matas. Él mismo pasó<br />

por uno de esos hospitales, como lo cuenta en la instructiva<br />

introducción a En un lugar solitario. Narrativa<br />

breve, 1973-1984; yo pasé por otro, por dipsómano,<br />

aunque tampoco hemos hablado de ello. Vila-Matas,<br />

especulo, desconfía del doctor Johnson<br />

porque hablaba demasiado, sabiendo que su biógrafo<br />

Boswell ignoraba el arte de la taquigrafía.<br />

Hoy se premia en Guadalajara a Enrique Vila-<br />

Matas, el prosista más creativo, lúdico y veloz que<br />

ha tenido la lengua española desde Ramón Gómez<br />

de la Serna, quien está, desde luego, entre sus dioses<br />

del hogar. ramón, con mayúsculas, volaba y se perdía<br />

en el cielo como el globo del cortometraje Le ballon<br />

rouge (1956), mirado tantas veces como se podía<br />

en aquellos tiempos rústicos de mi infancia. Salvo<br />

el globo rojo, todo estaba en blanco y negro en<br />

aquel París que no se acaba nunca, según Enrique,<br />

quien en cambio, como Robert Walser, camina sobre<br />

la nieve. Nunca va al cine, pero va. Nunca va al<br />

teatro, pero va, como lo prueba Aires de Dylan<br />

(2014). Busca bosques y descubre Atlántidas futuristas<br />

o instalaciones arqueológicas. Es un mago<br />

que va rindiendo visita a sus lectores, quienes a veces<br />

acabamos por ser sus personajes. No es extraño,<br />

dijo Pitol a Vila-Matas, que tu obra guste en América<br />

Latina pues es, como ésta, excéntrica y heterodoxa,<br />

con un pie fuera del canon y el otro hundido,<br />

por nacimiento, en la tradición moderna.<br />

Dada la actual situación política catalana, tomé<br />

la precaución de preguntar a Enrique cómo quería<br />

que lo nombrase aquí ante ustedes: peninsular, español<br />

o catalán. Me respondió, tal cual lo esperaba,<br />

que barcelonés. Tengo por costumbre imaginarme<br />

a Vila-Matas antes de conocerlo, espiándolo yo a él,<br />

durante mi primera visita a su ciudad, en 1981,<br />

cuando las Ramblas eran para caminar hasta un<br />

mar simulado, de utilería, y la catedral de Gaudí,<br />

“un lugar solitario”, como diría Enrique, todo ello<br />

antes de la catástrofe olímpica que borró al Barrio<br />

Chino y otras maravillas. Hoy quisiera ver en Vila-<br />

Matas a un símbolo de la universalidad de Barcelona,<br />

a una garantía del cosmopolitismo hoy vacilante<br />

de aquella ciudad que es, como Enrique mismo, tan<br />

paradójicamente latina y americana.<br />

En aquellas ramblas, paraje entonces repleto<br />

de locos (y un loco es por definición lo contrario de<br />

un turista), poco después del Tejerazo, imagino a un<br />

Vila-Matas ya en calidad de observador de pájaros<br />

raros, escribiendo fragmentos mentales, reteniendo<br />

detalles insignificantes que le permiten transformar<br />

cosas en seres y viceversa, afilando el punto<br />

de precisión de su cayado de mago. Todo lo que Vila-<br />

Matas toca es literatura. Yo ignoro aun, y por ello he<br />

de seguir leyéndolo, qué clase de rey será para la<br />

posteridad pero asumo que me hice escritor durante<br />

su soberanía, libre y trascendente, sobre la imaginación<br />

novelesca de toda una generación.<br />

En los días pasados una periodista atolondrada<br />

me preguntó si yo había “descubierto” a Vila-Matas<br />

en México. No, no hubo una escena en que, tras larga<br />

y peligrosa búsqueda, lo encontrara yo en el lago<br />

de Chapala e, injertado en Henry Morton Stanley, le<br />

preguntase: “Dr. Vila-Matas, I presume?”<br />

La verdad es acaso tan novelesca como el mundo<br />

de los exploradores del África Negra, fascinantes<br />

para Raymond Roussel y para Enrique mismo, pues<br />

él y yo entramos en contacto mediante el remotísimo<br />

medio del papel, la tinta, el sobre y el timbre.<br />

Eso fue antes de la caída del muro de Berlín. Mi carta<br />

de admiración iba adjunta, creo recordar, a mi<br />

primer artículo sobre él y la contestó de inmediato.<br />

Fue, junto con el ecuatoriano Leonardo Valencia,<br />

vecino suyo en Barcelona, mi último amigo por correspondencia<br />

a la antigua usanza y el primero con<br />

el que crucé correos electrónicos, aunque ambos<br />

posamos un rato de neófobos o misoneístas y fracasamos.<br />

Entrado el nuevo siglo la red parece que fue<br />

inventada para los shandys, la familia cuya protección<br />

Laurence Sterne encargó a Vila-Matas. Modernist<br />

en el sentido anglosajón pero a la francesa,<br />

como Paul Morand, Enrique Vila-Matas es paciente<br />

y espera horas, días, años, a que su presa caiga en la<br />

trampa, se ponga en el blanco o sea “encantada” por<br />

su magia. No hay cosa en nuestro tiempo que le deje<br />

de interesar y por ello, en Kassel no invita a la lógica,<br />

su novela más reciente, al observar el Arte Contemporáneo<br />

también se divierte con él pues su obra es<br />

de las pocas que mira al presente con animación y<br />

apetito y sin miedo, seguro de que el verdadero misterio<br />

sigue allí, en la fijeza de la letra impresa y de su<br />

lectura a través del libro. W<br />

Christopher Domínguez Michael es crítico literario,<br />

miembro del comité de literatura del Fondo de<br />

Cultura Económica. Su obra más reciente es Octavio<br />

Paz en su siglo.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 15


Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

UN SIGLO SIN DARÍO<br />

ARTÍCULO<br />

UNA<br />

MIRADA<br />

AL LIBRO<br />

ELECTRÓNICO:<br />

LAS NUEVAS<br />

FORMAS DE<br />

PRODUCCIÓN<br />

DE LOS LIBROS<br />

Presentamos la cuarta entrega de un<br />

profuso trabajo de análisis sobre el libro electrónico;<br />

en esta ocasión, los autores reflexionan sobre<br />

los nuevos modelos de producción editorial.<br />

ERNESTO PRIANI SAISÓ<br />

E ISABEL GALINA RUSSELL<br />

16 ENERO-FEBRERO DE 2016


UN SIGLO SIN DARÍO<br />

UNA MIRADA AL LIBRO ELECTRÓNICO: LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN DE LOS LIBROS<br />

Los o<br />

libros electrónicos no sólo presentan un reto a los esquemas<br />

tradicionales de protección de derechos, venta y distribución<br />

de libros, sino que también ofrecen la oportunidad<br />

de crear nuevos modelos de publicación y diseminación<br />

de los materiales que simplemente no son posibles en el<br />

mundo impreso. Hemos visto cómo se ha intentado adaptar<br />

el modelo tradicional a las nuevas tecnologías con cierto<br />

grado de éxito. Sin embargo, a la par han surgido nuevos<br />

esquemas que ofrecen interesantes opciones y que están<br />

revolucionando nuestros conceptos tradicionales de qué<br />

significa publicar y los papeles que juegan las editoriales, las bibliotecas y<br />

las librerías.<br />

Uno de los cambios fundamentales del libro impreso al libro electrónico es<br />

que no es necesario invertir en materiales físicos, tales como papel o tinta para<br />

su elaboración. Debido a que el libro se distribuye a través de la red, los costos<br />

de distribución son mínimos comparados con el transporte del objeto físico. De<br />

la misma forma no es necesario calcular el tiraje, ya que la elaboración de un libro<br />

o de miles cuesta exactamente lo mismo. Esto no significa que no existan<br />

costos asociados para la elaboración de libros electrónicos, pero son menos y<br />

distintos y ello ha permitido que nuevos actores se interesen en la producción<br />

y distribución de libros electrónicos.<br />

Uno de estos actores han sido las bibliotecas, que tradicionalmente se han<br />

dedicado al préstamo y resguardo de libros pero no a su producción. Como se<br />

comentó en la segunda entrega, uno de los primeros proyectos de libros electrónicos<br />

fue el Proyecto Gutenberg, que hasta la fecha continúa ofreciendo literatura<br />

universal de forma gratuita. Actualmente el sitio ofrece más de 40 000 títulos<br />

en una variedad de formatos abiertos y el acervo sigue incrementándose<br />

con la participación de voluntarios. Éstos son libros que fueron publicados<br />

como impresos previamente por editoriales pero las obras ya se encuentran en<br />

el dominio público y por lo tanto pueden ofrecerse sin infringir derechos de autor.<br />

Bibliotecas alrededor del mundo han tomado la iniciativa de digitalizar sus<br />

acervos y ofrecer como libros electrónicos aquellas obras que legalmente puede<br />

poner a disposición de sus usuarios. En particular, las bibliotecas han buscado<br />

materiales únicos generalmente resguardados en sus fondos reservados para, a<br />

través de la digitalización, ponerlos a disposición para que sean “descubiertos”<br />

y conocidos por un público más amplio.<br />

La filosofía detrás de la mayoría de estos proyectos es el derecho que tiene la<br />

sociedad al acceso a la información. La función de las bibliotecas, en particular<br />

la de las bibliotecas públicas, ha sido que cualquier individuo tenga acceso al<br />

conocimiento, independientemente de su situación económica. Así, este acceso<br />

no es una prerrogativa únicamente de los individuos que pueden comprar libros<br />

sino que a través de las bibliotecas cualquiera podría acceder al acervo del<br />

conocimiento humano resguardado en los libros.<br />

Una de las grandes dificultades ha sido encontrar el equilibrio entre el legítimo<br />

interés de las editoriales de crear un modelo de negocios y el interés social<br />

de que la población tenga acceso al conocimiento publicado independientemente<br />

de su poder adquisitivo. En el mundo impreso existe un mejor balance<br />

entre el sistema de bibliotecas públicas en conjunto y otras iniciativas, por<br />

ejemplo, la exención de impuestos para libros que buscan proteger ambos intereses.<br />

En el mundo de los libros electrónicos, todavía no sabemos cómo se<br />

logrará este balance. Por un lado pareciera ser que lo digital con su superior capacidad<br />

de reproducción ampliará el acceso. Sin embargo, por el otro las restricciones<br />

legales inherentes a la elaboración de copias y su aplicación en el mundo<br />

digital amenazan peligrosamente la capacidad de préstamo de las bibliotecas.<br />

Los gobiernos tienen un importante papel que jugar actuando como árbitro y<br />

como promotor de legislación que impulse este balance. Por ejemplo, en Noruega<br />

la Biblioteca Nacional está llevando a cabo la digitalización de toda la producción<br />

editorial de su país, tanto los materiales de dominio público como los<br />

recientes gracias a interés gubernamental. En países como Dinamarca, Francia,<br />

Australia y el Reino Unido se está trabajando para incluir los libros electrónicos<br />

dentro del marco del depósito legal obligatorio. Los materiales estarán<br />

disponibles bajo ciertas restricciones pero coloca a la biblioteca nuevamente en<br />

su papel de ofrecer el resguardo y el acceso a los materiales, tal como hace con<br />

los impresos.<br />

En otros países este trabajo se encuentra en diferentes grados de avance y<br />

esto seguirá siendo un tema de discusión durante los siguientes años conforme<br />

se vaya actualizando la legislación para tomar en cuenta estas nuevas posibilidades.<br />

Por ejemplo, la Hemeroteca Nacional de México ya ofrece gran parte de<br />

su acervo digitalizado dentro de sus instalaciones y los materiales que se encuentran<br />

en dominio público desde cualquier sitio. Actualmente las asociaciones<br />

de bibliotecas alrededor del mundo se encuentran analizando y discutiendo<br />

estos temas.<br />

Las universidades también han sido pioneras en esta búsqueda por nuevos<br />

modelos de publicación, distribución y comercialización que mejor aprovechan<br />

las nuevas tecnologías. Uno de los movimientos más importantes ha sido el de<br />

acceso abierto (Open Access en inglés) que surgió originalmente alrededor de la<br />

edición de revistas académicas científicas. Este modelo busca que los costos<br />

de la elaboración de las publicaciones no sean pagados por el lector final sino<br />

que propone nuevos esquemas de financiamiento en donde los costos se distribuyen<br />

entre otros actores. De esta forma, el conocimiento científico está disponible<br />

de forma gratuita, promoviendo así la construcción de una sociedad del<br />

conocimiento. Uno de los argumentos principales del acceso abierto es que<br />

gran parte del trabajo de investigación que se reporta después en un artículo o<br />

libro científico es financiado con recursos públicos y, por lo tanto, no es de interés<br />

para la sociedad que este material sólo esté disponible para personas que<br />

puedan pagarlo. Actualmente éste continúa siendo un importante debate conforme<br />

se van buscando nuevos esquemas para cubrir costos.<br />

La ideología del acceso abierto comparte lineamientos generales con otros<br />

movimientos que han surgido a partir de las posibilidades que ofrecen las nuevas<br />

tecnologías para generar y compartir información. Un paralelo interesante<br />

es el movimiento de código abierto que ha permitido que se desarrollen sistemas<br />

operativos como Linux a través del trabajo de voluntarios. Estas iniciativas han<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 17


Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

UN SIGLO SIN DARÍO<br />

UNA MIRADA AL LIBRO ELECTRÓNICO: LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN DE LOS LIBROS<br />

logrado encontrar otros esquemas de financiamiento que permiten que el software<br />

esté disponible de forma gratuita y abierta.<br />

El fenómeno actual de la web 2.0 también es muestra de cómo estas plataformas<br />

pueden captar la enorme capacidad creativa de la población que busca crear<br />

y compartir una amplia gama de materiales sin tener por fuerza un fin primordialmente<br />

comercial. Estos materiales están disponibles de forma gratuita. Sin<br />

embargo, esto no significa que las plataformas que se encargan de publicar y distribuir<br />

estos materiales no sean rentables. Las entidades comerciales que funcionan<br />

para hospedar estos contenidos, tales como Blogger, Twitter, Facebook,<br />

Instagram y Flickr, por nombrar sólo algunas, han encontrado otras formas de<br />

comercialización que no se basan en la venta de contenidos. Google en particular<br />

ha sido muy claro en expresar que su principal misión es que toda la información<br />

del mundo esté disponible en línea de forma gratuita y, con esto en mente,<br />

ofrecen una serie de productos con los que buscan alcanzar este fin. Uno de los<br />

ejemplos más polémicos relacionados directamente con el tema de los textos que<br />

venimos publicando en La Gaceta ha sido su proyecto de Google Books.<br />

Este proyecto ha sido polémico por numerosas razones. Originalmente conocido<br />

como el Google Print Project, se anunció en 2004 en conjunto con varias<br />

bibliotecas de importancia, como las de la Universidad de Harvard, la de<br />

Michigan, la Bodleian de la Universidad de Oxford y la Biblioteca Pública<br />

de Nueva York. El proyecto consistía en digitalizar y poner en línea aproximadamente<br />

15 millones de títulos de estas bibliotecas, tanto las obras de dominio<br />

público como otras con derechos vigentes. Inmediatamente esto generó una serie<br />

de demandas a Google por parte de editoriales y autores; la más significativa<br />

fue la de la Association of American Publishers (aap). En 2005 el proyecto<br />

cambió su nombre a Google Book Search para recalcar su naturaleza como servicio<br />

de búsqueda y no como uno de publicación. Se continuó agresivamente<br />

con la digitalización y la anexión de otras bibliotecas al proyecto aun cuando<br />

existían numerosas demandas. Éstas tardaron mucho tiempo en resolverse debido<br />

a que no existían realmente antecedentes legales para esta situación. La<br />

mayoría de las bibliotecas que participan en el proyecto son de Estados Unidos,<br />

aunque existen participantes de otras partes del mundo. Google ha elaborado<br />

diversos acuerdos con estas organizaciones y las negociaciones han tendido a<br />

ser secretas. Cada uno de los acuerdos varía, de acuerdo con las negociaciones<br />

particulares. En algunos casos, la versión digitalizada sólo se encuentra en el<br />

sitio de Google Books, mientras que en otros las bibliotecas han solicitado que<br />

se incorpore a sus sistemas una copia de esta digitalización.<br />

Originalmente, Google pretendía ofrecer acceso a todas las obras pero debido<br />

a cuestiones legales ha tenido que realizar importantes ajustes. Actualmente<br />

existen cuatro formas de consultar los libros en línea. La primera es el acceso<br />

al libro completo cuando éste se encuentra en el dominio público o si la editorial<br />

ha dado el permiso correspondiente. La segunda es una versión limitada,<br />

también con permiso de la editorial, en donde sólo pueden verse algunas páginas.<br />

Cuando no existen los permisos, se presenta un snippet, o sea que sólo se<br />

pueden ver algunas palabras alrededor del tema buscado. Por último, en algunos<br />

casos no se ofrece ninguno tipo de visualización. Sin embargo, el buscador<br />

de Google que utiliza el sistema de reconocimiento de caracteres sí busca en todos<br />

los libros, independientemente de si el usuario puede después ver la obra o<br />

no. Es decir, aunque un humano no necesariamente tiene acceso al contenido,<br />

el buscador de Google sí utiliza todo el contenido digitalizado para su indexación<br />

y búsquedas. Así, sistemas como el Google Ngram Viewer realizan búsquedas<br />

en el corpus o base de datos de libros digitalizados más grande del mundo<br />

que contiene actualmente más de cinco millones de libros, aunque el usuario<br />

no tenga directamente acceso a ellos.<br />

Con el tiempo, Google ha ido integrando Google Book Search con su proyecto<br />

de venta de libros electrónicos, Google Play, y con el perfil del usuario. Hoy<br />

en día es posible guardar los libros en una biblioteca personalizada. Cuando un<br />

libro no está disponible en su totalidad también existe la posibilidad de ir directamente<br />

a comprarlo, con la editorial directamente o con alguna librería en línea,<br />

si es que está disponible de ese modo.<br />

Google ha argumentado que su digitalización se realiza dentro del fair use,<br />

concepto legal que permite la utilización bajo ciertas circunstancias de obras<br />

sin la autorización de los titulares de los derechos patrimoniales. Sin embargo,<br />

existe una larga y complicada serie de demandas en diversos países, las cuales<br />

no han terminado de resolverse en su totalidad; además, la legislación se aplica<br />

de forma diferente en los diversos países. Por ejemplo, en Estados Unidos lo<br />

más reciente es que se considera que Google Books ha estado actuando de<br />

acuerdo con la ley y el concepto de fair use mientras que en Francia Google tuvo<br />

que pagar una multa por la digitalización de libros protegidos y removerlos de<br />

su base de datos. El futuro de este tipo de iniciativas todavía está sujeto a debate<br />

y los siguientes años serán interesantes para reconocer los límites a los derechos<br />

patrimoniales y qué se considera una copia en el mundo digital.<br />

Adicionalmente el proyecto ha recibido numerosas críticas por la falta de calidad<br />

y exactitud de la digitalización y de los metadatos asociados a las obras. El<br />

sistema utilizado por Google permite una digitalización masiva y de muy alta<br />

velocidad pero también incurre en muchos errores, y los usuarios han reportado<br />

páginas ilegibles, de cabeza o faltantes, así como información incorrecta de<br />

tipo metatextual, por ejemplo en el título, el autor o el isbn. Los libros se encuentran<br />

en pdf y no pueden ser guardados con facilidad ni exportados a otros<br />

sistemas de manejo de bibliotecas personales; solamente se puede utilizar el<br />

sistema proporcionado por Google. Por el otro lado, es indudablemente el acervo<br />

digital de libros más grande del mundo, con más de 30 millones de títulos en<br />

2014. Google ha anunciado que su intención es digitalizar todos los títulos del<br />

mundo dentro de una década. 1 Para los estudiosos de la palabra impresa esto<br />

ofrece un acervo de información sin precedentes, sobre todo para realizar estudios<br />

cuantitativos sobre un corpus masivo. Sin embargo, continúan abiertos<br />

importantes interrogantes referentes al manejo de derechos. El hecho de que<br />

se encuentre en manos de una compañía privada este enorme acervo de conoci-<br />

1 Joab Jackson. “Google: 129 Million Different Books Have Been Published”, PC World, 6 de agosto de 2010.<br />

Consultado en: www.pcworld.com/article/202803/google_129_million_different_books_have_been_<br />

published.html.<br />

18 ENERO-FEBRERO DE 2016


UN SIGLO SIN DARÍO<br />

UNA MIRADA AL LIBRO ELECTRÓNICO: LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN DE LOS LIBROS<br />

Además del tema de la digitalización de los<br />

libros que forman parte del patrimonio<br />

cultural de cada nación, un asunto naciente<br />

es el tema del acceso a y la preservación de la<br />

importante producción de libros electrónicos<br />

que nacen de forma digital y que no<br />

necesariamente han sido o serán publicados<br />

de forma impresa. Muchísimas editoriales<br />

actualmente ofrecen la versión electrónica de<br />

los libros que producen de forma impresa; sin<br />

embargo, cada vez será más común que éstas<br />

editen el libro sólo de forma electrónica.<br />

miento también plantea dudas, pues, aunque lo ofrezca de forma gratuita por el<br />

momento, en cualquier momento puede cambiar las normas de uso y las restricciones<br />

al manejo del material.<br />

Esta preocupación sobre lo aconsejable de permitir que esto se quede en manos<br />

privadas ha llevado a gobiernos a impulsar programas de digitalización.<br />

Por ejemplo, el gobierno francés ha apoyado el proyecto de Gallica, a cargo de la<br />

Biblioteca Nacional de Francia, que incluye material principalmente en francés.<br />

Europeana es un proyecto de la Unión Europea que da acceso a los proyectos<br />

de digitalización llevados a cabo por instituciones culturales (bibliotecas,<br />

universidades, etcétera) de los países miembros. Ambos proyectos incluyen no<br />

sólo libros sino también grabaciones, mapas, fotografías y periódicos. Organizaciones<br />

sin fines de lucro como Internet Archive Project, Hathi Trust, Biblioteca<br />

Virtual Cervantes y otros ofrecen acceso a libros electrónicos sin derechos<br />

de autor o con permiso otorgado. Al igual que con los libros electrónicos comerciales,<br />

existen numerosos asuntos relacionados con formatos y compatibilidad<br />

entre sistemas que no han sido abordados ni resueltos del todo.<br />

Además del tema de la digitalización de los libros que forman parte del patrimonio<br />

cultural de cada nación, un asunto naciente es el tema del acceso a y la<br />

preservación de la importante producción de libros electrónicos que nacen de<br />

forma digital y que no necesariamente han sido o serán publicados de forma<br />

impresa. Muchísimas editoriales actualmente ofrecen la versión electrónica de<br />

los libros que producen de forma impresa; sin embargo, cada vez será más común<br />

que éstas editen el libro sólo de forma electrónica. Además, este tipo de<br />

publicación de libros es llevado a cabo no sólo por las editoriales tradicionales<br />

sino que existen nuevos actores en la cadena de producción editorial.<br />

LA AUTOPUBLICACIÓN<br />

Como se comentó al principio de la entrega anterior, siempre ha existido la posibilidad<br />

de que los individuos publiquen libros sin la necesidad de inversión<br />

por parte de una editorial. En algunos casos, el autor se encarga de la edición y<br />

el resto de los procesos los hace una imprenta; en otros, el autor le paga a una<br />

editorial para que lleve a cabo las tareas editoriales y de impresión. Debido a<br />

que los libros electrónicos no requieren de una inversión fuerte para su elaboración,<br />

en años recientes se ha dado una explosión en el fenómeno de self-publishing<br />

o autopublicación.<br />

Éste tiene sus orígenes en el hecho de que las tecnologías e internet permiten<br />

que cualquier persona pueda ofrecer cualquier información en la red y por lo<br />

tanto distribuir la propia producción editorial prácticamente sin restricciones.<br />

De hecho, antes de que comenzaran a distribuirse libros electrónicos, y desde<br />

los inicios de la propia red, cualquiera podía publicar sus ideas en una página<br />

electrónica, sin necesidad de recurrir a una editorial, una revista o un periódico.<br />

Claro, al principio, para poder publicar en internet era necesario contar con<br />

algún conocimiento de html y de ftp, así como del manejo de software para la<br />

elaboración de páginas, lo que era bastante complicado para un novato. Pero<br />

con el tiempo se fueron creando diversos sistemas que facilitaban la labor de<br />

publicación y con esto se generó la posibilidad de que neófitos con poco conocimiento<br />

de las tecnologías web pudieran publicar fácilmente. Es entonces<br />

cuando nace el concepto de página personal como el espacio virtual donde un<br />

usuario podía colocar la información que considerara de importancia según sus<br />

propios intereses y objetivos.<br />

Con la aparición de los sistemas de publicación de páginas personales de forma<br />

comercial, como Geocities, muy popular al final del milenio —llegó a ser el<br />

tercer sitio más popular de internet—, se generalizó la publicación personal lo<br />

mismo de textos académicos que personales. Muchas personas utilizaron estas<br />

páginas para compartir información acerca de sí mismos o sus compañías, de<br />

forma simple y sin intermediarios, y hoy en día existen plataformas más profesionales<br />

y complejas, que además han diversificado sus objetivos y formatos,<br />

para ser utilizadas tanto de manera individual y personal, como de forma<br />

corporativa.<br />

La llamada web 2.0, que se caracteriza por la interacción y colaboración de<br />

los usuarios que participan activamente en la creación de contenidos en lugar<br />

de ser simplemente consumidores pasivos de información, ha sido posible gracias<br />

a la creación de estas plataformas y a la aparición de servicios especializados<br />

para compartir fotos, videos, música, textos, ligas, bibliotecas entre muchos<br />

otros tipos. Estos espacios han sido vitales para cambiar la forma en la que<br />

se produce y se distribuyen contenidos personales en la red. Hemos visto aparecer<br />

cualquier cantidad de blogs, muchos de ellos iniciados sólo como una forma<br />

de expresión del interés o el conocimiento personal, dedicados lo mismo a<br />

compartir recetas de cocina o consejos de jardinería que a ofrecer reseñas de<br />

libros, dar a conocer nueva música, o videos con instrucciones acerca de cómo<br />

reparar coches o hacer trabajos en casa, al igual que sitios dedicados a la publicación<br />

de poesía. La gama de opciones es muy amplia así como la calidad de los<br />

mismos; algunos de estos blogs han llegado a ser tan famosos que incluso posteriormente<br />

se publican como un libro impreso. Pero también el intercambio de<br />

recetas de cocina ha dado lugar a la creación de sitios enormes con miles de recetas<br />

que además incluyen herramientas adicionales como búsqueda por ingredientes<br />

o modos de cocción así como videos que muestran la realización de algunas<br />

de ellas, muchos iniciados al margen de cualquier empresa editorial.<br />

Uno de los ejemplos emblemáticos que aprovecha este fenómeno de la autopublicación<br />

a escala planetaria es la Wikipedia, creada por miles de usuarios y<br />

que es hoy quizás el referente de información más importante a nivel global. El<br />

modelo de la Wikipedia, que representa muy bien la idea de la web 2.0, se basa<br />

en la generación de contenidos por parte de los propios usuarios directamente,<br />

sin la necesidad de mediaciones, aprovechando tanto el conocimiento de los<br />

usuarios como la fuerza de la producción por parte de las masas. Términos<br />

como folksonomia, que se refiere a la creación colectiva de sistemas de clasificación<br />

de contenidos, en sistemas como Delicious o Flicker, y crowdsourcing, que<br />

define el trabajo colaborativo de una multitud en línea, con un objetivo determinado,<br />

como en Wikipedia, se han convertido en nuevas formas de concebir<br />

proyectos, en oposición a sistemas donde un grupo determina y dirige la cosas,<br />

y en donde predomina la figura del experto que se encarga de la producción y la<br />

supervisión de los contenidos. La web 2.0 habla de la democratización de la información<br />

y la caída de los que se encargan de la censura o la discriminación de<br />

los contenidos, lo que ha sido ampliamente discutido, porque irrumpe en el modelo<br />

tradicional de publicación, prescindiendo de figuras y agentes antes fundamentales<br />

en la producción del conocimiento.<br />

No es de sorprendernos entonces que surgieran rápidamente plataformas<br />

para la publicación de libros electrónicos directamente por parte de los autores.<br />

Uno de los primeros fue nuevamente Amazon, que ofrece su servicio Kindle<br />

Direct Publishing (kdp) desde 2007. Actualmente existen diversas opciones<br />

para la autopublicación de libros con una variedad de opciones para su distribución<br />

y comercialización. En su mayoría, estos servicios permiten al autor<br />

convertir su manuscrito, que puede estar en algún formato de procesador de<br />

textos como Word, al formato ePub; en algunos casos, como el de kdp, el libro se<br />

convierte al formato propietario de Amazon. El autor añade información metatextual,<br />

como el título o información sobre los derechos, y posteriormente le<br />

asigna un precio al libro. Algunos sistemas permiten que el precio sea cero;<br />

otros asignan un rango o imponen un límite. El sistema de publicación incorpora<br />

el libro a su catálogo de venta. Generalmente se espera que el autor se encargue<br />

de la promoción a través de diversos medios, sobre todo por redes sociales,<br />

aunque hay lectores que descubren el libro a través de la misma librería. De las<br />

ventas del libro la plataforma de publicación cobra un porcentaje y lo demás es<br />

entregado al usuario. Amazon promueve que en su plataforma el autor obtiene<br />

el 70% de las ventas del libro. Existen reportes un tanto ambiguos acerca de los<br />

beneficios para el autor de esta clase de contratos, pero en general parece ser<br />

que son más beneficiosos que los que suelen establecerse con editoriales tradicionales<br />

cuando no se trata de un autor conocido. 2<br />

Este fenómeno es particularmente interesante porque modifica los roles<br />

tradicionales dentro de la cadena de producción y distribución editorial. Si bien<br />

es cierto que las editoriales han jugado un papel importante en la selección de<br />

autores, el cuidado editorial y la promoción, también es una realidad que existen<br />

muchos autores rechazados que no logran dar a conocer su obra debido<br />

a que las editoriales tiene que ser muy selectivas en sus publicaciones. Incluso<br />

los que logran una primera publicación generalmente son bajo contratos leoninos<br />

—a veces las editoriales invierten poco en la promoción y su labor se limita<br />

casi a la formación—. La situación es similar a las disqueras, que al verse amenazadas<br />

por la industria digital argumentaron que esto perjudicaba a los artistas.<br />

Muchos adujeron que la competencia por lograr un contrato con una disquera<br />

era tan feroz que los artistas tenían que aceptar condiciones poco fa vorables,<br />

por lo que ven el medio digital como una oportunidad para que los creadores<br />

retomen el control. Para muchos, el fenómeno de la autopublicación significa<br />

un incremento en las oportunidades para generar nuevos contenidos, sobre<br />

todo para autores desconocidos que representan demasiado riesgo para las editoriales.<br />

También permite la publicación de libros sobre temáticas menos populares<br />

o vendibles pero que son de mucho interés para un público reducido.<br />

También ha dado lugar a un fenómeno de gran impacto que se conoce como fan<br />

fiction, que son las obras redactadas por lectores que continúan una saga determinada,<br />

por ejemplo la del Señor de los Anillos. Sin embargo, todavía hay resistencias<br />

y más de uno piensa que la autopublicación no es una publicación verdadera,<br />

probablemente porque no ha sido revisada por entes ajenos al autor, como<br />

ocurre con las editoriales. Todavía para muchos la única verdadera publicación<br />

es el libro impreso colocado en una librería. Sin embargo, con la tendencia de<br />

cambios que hemos estado descrito aquí, es claro que las cosas están cambiando<br />

y que la nueva generación de autores podrá tener una actitud muy diferente<br />

hacia la publicación electrónica de su obra. W<br />

2 Bernard Starr, “The New Vanity Publishing: Traditional Publishing”, Huff Post Books, 3 de septiembre de<br />

2014. Consultado en: www.huffingtonpost.com/bernard-starr/the-new-vanity-publishing_b_1821945.html.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 19


TIEMPO TRANSCURRIDO<br />

Crónicas imaginarias<br />

JUAN VILLORO<br />

Tiempo transcurrido nos transporta a<br />

los años en que los teléfonos públicos<br />

funcionaban con monedas de veinte<br />

centavos, cuando ir al cine Las Américas<br />

era un suceso que se quedaba grabado<br />

en la memoria, y tener acceso a los<br />

canales de televisión extranjera era un<br />

lujo reservado para unos cuantos. Nos<br />

traslada a la época de Avándaro, del<br />

Volkswagen y de la música psicodélica<br />

de Grateful Dead y Jefferson Airplane.<br />

Un libro donde música y literatura se<br />

confunden y se retroalimentan. La música<br />

alimenta la imaginación, y las palabras<br />

rescatan una parte del pasado.<br />

Ante todo, es un homenaje al rock. Razón<br />

por la cual, desde su aparición en<br />

1980, los relatos de Tiempo transcurrido<br />

han sido leídos por diferentes generaciones<br />

de melómanos.<br />

En cada relato, el lector siente habitar<br />

el ambiente de la época: el rock, los<br />

movimientos políticos y sociales, el lsd,<br />

la moda y la contracultura, la rebelión<br />

juvenil… todo acoplado con naturalidad<br />

para crear un fresco vivo en que historia<br />

y ficción se confunden en la nostálgica<br />

recreación del pasado perdido. Por su<br />

capacidad de alusión, cada relato nos<br />

transporta a un año específico: el libro<br />

abre con el movimiento estudiantil del<br />

68 y cierra justo antes del terremoto<br />

del 85. Los protagonistas pertenecen a<br />

clases sociales distintas y provienen de<br />

diferentes realidades, pero tienen en<br />

común el culto a la música. Ésta, más<br />

que un motivo o un recurso literario, es<br />

un personaje más, puesto que, igual que<br />

los protagonistas, también cambia con<br />

el transcurrir del tiempo y es capaz de<br />

dialogar con cada generación.<br />

Las crónicas parten de sucesos reales<br />

pero el autor no pretende hacer historia,<br />

sino tomar la memoria del pasado<br />

desvanecido y plasmarla más<br />

nítidamente en la palabra, como un<br />

curador del tiempo, con el fin de<br />

preservarla mejor. En este libro se hace<br />

literatura a partir de música, por lo que<br />

las historias narradas tienen como telón<br />

de fondo un puñado de canciones y<br />

letras emblemáticas, las que hicieron<br />

época junto con sus intérpretes.<br />

Esta edición incluye el disco<br />

compacto Mientras nos dure el veinte,<br />

con lecturas en vivo de Villoro y<br />

acompañamiento de música a cargo<br />

Diego Herrera, integrante del grupo de<br />

rock Caifanes.<br />

tezontle<br />

4ª ed., fce, 2015; 178 pp.<br />

$220<br />

FRANCISCO ENTRE LOS LOBOS<br />

El secreto de una revolución<br />

MARCO POLITI<br />

Desde la noche de su elección, el nuevo<br />

papa despertó una oleada de simpatía y<br />

admiración popular no sólo entre los<br />

miles de fieles que se congregaron afuera<br />

de la basílica de San Pedro. Pero junto<br />

con el coro de entusiastas que clamaban<br />

¡Francesco… Francesco… Francesco!,<br />

surgen también los primeros gestos de<br />

descontento dentro de la jerarquía católica:<br />

Francisco rehúsa vestir la estola y<br />

la muceta roja tradicionales y prefiere la<br />

modesta túnica blanca; rechaza la cruz<br />

de oro y conserva la suya de hierro.<br />

Tampoco quiere el apelativo de Francisco<br />

I porque no desea ser confundido con<br />

un monarca.<br />

Para los sectores más conservadores<br />

de la Iglesia católica, estas transgresiones<br />

auguran la inquietante revolución<br />

institucional y moral que Francisco<br />

intenta llevar a cabo al interior de la<br />

Iglesia.<br />

Las reformas del papado involucran a<br />

toda la estructura clerical: al pontífice, a<br />

la curia, a los sínodos, a las conferencias<br />

episcopales, a los órganos consultivos de<br />

las diócesis, a los fieles y a las responsabilidades<br />

de las mujeres. Francisco busca<br />

una Iglesia que deje atrás el cómodo<br />

criterio de “siempre se ha hecho así”;<br />

que se aventure a hacer cosas nuevas,<br />

abandonando prácticas anquilosadas<br />

que han dejado de tener significación en<br />

el mundo contemporáneo. Igual que su<br />

predecesor, Benedicto XVI, Francisco<br />

sabe que la Iglesia ya no puede ser gobernada<br />

como una monarquía absoluta,<br />

con un poder ultracentralizado, más<br />

dedicado a censurar y dominar a los<br />

files que a guiarlos y acompañarlos.<br />

El problema del modelo de Iglesia a<br />

adoptar en el siglo xxi ha suscitado divisiones<br />

en la jerarquía eclesiástica. El ala<br />

conservadora es partidaria de la Iglesia<br />

imperial, tal como fue concebida desde<br />

hace siglos (a partir del Concilio de<br />

Trento en el siglo xvi), mientras que los<br />

adeptos del papa se inclinan hacia una<br />

Iglesia más comunitaria, tolerante y<br />

abierta, con un poder menos centralizado<br />

y con la vista en las periferias de la<br />

cristiandad. El dilema es claro: o la<br />

Iglesia se adapta a la humanidad, o continúa<br />

esperando –como hasta ahora ha<br />

hecho– a que ésta se adapte a ella.<br />

Reformar el estilo de vida de sus<br />

instituciones no será tarea fácil. De cara<br />

a la crisis que la Iglesia vivió entre el<br />

2005 y 2007, que coincidió con el<br />

mandato de Benedicto XVI y que el<br />

actual pontífice ha heredado, se suma la<br />

tenaz oposición que las reformas de<br />

Francisco ha despertado entre quienes<br />

esperan que su pontificado termine<br />

pronto: ellos son sus enemigos y en ellos<br />

tendrá la más ardua prueba de su<br />

pontificado en los siguientes años.<br />

Entre anécdotas e historias, frases y<br />

declaraciones polémicas del papa,<br />

Marco Politi traza con estilo ameno y<br />

sencillo el retrato de un papa<br />

controversial que ha dividido opiniones<br />

y posturas, tanto dentro como fuera de<br />

las jerarquías eclesiásticas, pero que, no<br />

obstante lo gigantesco de su proyecto,<br />

prosigue con serenidad y paciencia un<br />

camino que determinará el rumbo del<br />

catolicismo.<br />

tezontle<br />

1ª reim., fce-Argentina, 2016; 340 pp.<br />

$300<br />

20 ENERO-FEBRERO DE 2016


NOVEDADES<br />

EL GRAN ESCAPE<br />

Salud, riqueza y los orígenes<br />

de la desigualdad<br />

ANGUS DEATON<br />

Que hoy vivamos mejor que hace tres<br />

siglos y que las condiciones de vida<br />

hayan mejorado notablemente, es evidente.<br />

Lo que no es tan evidente es que<br />

esta prosperidad esté ligada a la<br />

desigualdad. En torno a esta idea, El<br />

Gran Escape de Angus Deaton propone<br />

una explicación de cómo y por qué<br />

ocurrió este progreso y de qué modo las<br />

desigualdades son resultado de él.<br />

Angus Deaton llama “escapes” a los<br />

procesos históricos y económicos que<br />

causaron que unos cuantos países –en<br />

algunos casos desde hace 250 años–<br />

hayan superado las privaciones<br />

materiales y fisiológicas, entre ellas la<br />

cura de enfermedades. Frente a los<br />

países europeos que iniciaron su<br />

revolución industrial hace más de dos<br />

siglos se encuentran aquellos que hasta<br />

hace poco eran pobres, pero cuya<br />

economía ha sido impulsada por la<br />

globalización, hasta alcanzar un<br />

crecimiento mayor que el de los países<br />

desarrollados. Esos países son Taiwán,<br />

Corea del Sur, China y la India,<br />

principalmente.<br />

Para el Reino Unido y los Estados<br />

Unidos el resorte que los impulsó a la<br />

prosperidad fue la Revolución<br />

industrial; para los países de Asia el<br />

empuje ha sido la globalización. Sin<br />

embargo, también se da el caso de<br />

naciones conquistadas y despojadas<br />

por otras más fuertes en otras partes<br />

del mundo. Allí se impusieron<br />

instituciones políticas y sociales<br />

viciadas que originaron y han<br />

mantenido la desigualdad durante<br />

siglos.<br />

De Deaton aprendemos la siguiente<br />

lección: el progreso es resultado de<br />

muchas variables (expansión del<br />

conocimiento, solución de necesidades<br />

sociales, crisis políticas, guerras,<br />

nuevas tecnologías, etc.). La ausencia<br />

de condiciones propicias abre las<br />

brechas de desigualdad entre países.<br />

De ahí que sólo unos pocos hayan<br />

escapado de las privaciones vitales y<br />

otros se hayan quedado atrás.<br />

No obstante, Deaton desconfía de los<br />

triunfalismos. Afirma que incluso en<br />

los Estados Unidos las tasas de<br />

crecimiento de las últimas décadas han<br />

disminuido hasta ser menores que las<br />

de países pobres con rápido<br />

crecimiento. La consecuencia de ello es<br />

que los hijos no viven mejor que sus<br />

padres y que muchas personas vean<br />

reducidas sus posibilidades de<br />

prosperidad material.<br />

Para Angus Deaton, el bienestar no<br />

depende sólo del nivel de ingreso sino<br />

también de la salud. Pero el progreso en<br />

¿Cuál es la mejor forma de mostrar la<br />

amplia gama de emociones del ser humano?<br />

La respuesta no es fácil y el reto<br />

es mucho mayor al enseñar a un pequeño<br />

que empieza a distinguir y reconocer<br />

lo que siente. En las etapas de aprendizaje,<br />

los niños suelen mostrar dificultad<br />

para expresarse, ya que no conocen las<br />

palabras adecuadas. La autora holandesa<br />

Mies Van Hout se propone superar<br />

esta dificultad apoyada con ilustraciones<br />

de peces que habitan en las profundidades<br />

del océano. Aquí podremos<br />

reconocer los estados de ánimo básicos<br />

que constituyen la conducta humana,<br />

algunos de ellos desarrollados en las<br />

primeras etapas de crecimiento y otros<br />

que serán descubiertos con el paso del<br />

tiempo.<br />

Con ayuda de colores, algo de papel<br />

negro y mucha creatividad para producir<br />

una atractiva tipografía a mano, esta<br />

autora pone al alcance de los más pequeños<br />

un mundo de emociones que, sin<br />

duda, ellos estarán dispuestos a explorar,<br />

tanto por la universalidad de su<br />

contenido como por el atractivo de las<br />

ilustraciones. Encontramos, por ejemplo,<br />

una letra que surge del pulso tembloroso<br />

de un pececito nervioso; una<br />

letra dura y desigual en dominante color<br />

rojo para el pez furioso; colores suaves y<br />

relajados para el pez enamorado; y colola<br />

salud también crea disparidades. Los<br />

ricos tienen acceso a mejores y más<br />

modernos servicios, mientras los<br />

pobres son privados de ellos. En<br />

algunos lugares del globo aun mueren<br />

niños por enfermedades curables, falta<br />

de vacunas o desnutrición.<br />

El fin del libro es mostrar la relación<br />

entre la riqueza y la salud en el mundo<br />

contemporáneo, pero también ofrece<br />

una mirada retrospectiva para<br />

comprender por qué hemos llegado a la<br />

situación en que nos encontramos hoy.<br />

La tarea es urgente: ¿cómo hacer que<br />

los países que no logran el Gran<br />

Escape, y que son la mayoría, lo hagan?<br />

Angus Deaton propone respuestas a<br />

esta y otras interrogantes.<br />

economía<br />

1ª reim., fce, 2015; 403 pp.<br />

$245<br />

LA ESPERA<br />

DANIELA IRIDE MURGIA<br />

¿Qué niño no pidió alguna vez una<br />

mascota a sus papás? En esta historia<br />

de perseverancia y paciencia, el<br />

pequeño protagonista nos da un<br />

ejemplo de constancia y demuestra<br />

que, aunque cuando no se obtenga lo<br />

que se desea, siempre habrá un<br />

aprendizaje en toda batalla librada<br />

—incluso en aquellas libradas contra<br />

los padres—.<br />

La autora italiana Daniela Iride<br />

Murgia —ganadora del XVI Concurso<br />

de Álbum Ilustrado A la Orilla del<br />

Viento con su libro Max Ernst, el<br />

hombre pájaro— vuelve a<br />

sorprendernos con este álbum poético<br />

y artísticamente ilustrado. En él nos<br />

narra la historia de un pequeño hijo<br />

único que desea con todas sus fuerzas a<br />

un peludo compañero, una mascota<br />

junto a la que pueda reír, llorar, correr,<br />

jugar y llenar esas interminables horas<br />

de soledad: un perrito.<br />

Iride relata esta odisea que dura un<br />

año de súplicas y esperanza. A través de<br />

metáforas sencillas que el niño<br />

imagina a medida que los meses pasan,<br />

el lector accede al gran e insatisfecho<br />

deseo que además lo lleva a<br />

cuestionarse por qué no obtiene una<br />

respuesta: “como si hubiera pedido un<br />

hermano para pelear con él sobre el<br />

pasto crecido”. Ante la incertidumbre<br />

resulta difícil esperar, y para un niño el<br />

tiempo parece transcurrir más lento.<br />

En La espera, la imaginación del<br />

pequeño juega un rol protagonista y<br />

nunca lo abandona, pues sus<br />

acompañantes —ardillas, aves,<br />

jaguares, peces, luciérnagas y hasta<br />

una serpiente— son estampas poéticas<br />

que lo acompañan en su espera y lo<br />

ayudan a mitigar la zozobra de no saber<br />

si sus padres cumplirán su deseo. Estos<br />

acompañantes aparecen solamente<br />

durante las largas noches de soledad y<br />

se desvanecen durante los días en los<br />

que la esperanza parece esfumarse.<br />

Las mariposas fungen como el símbolo<br />

del crecimiento y de la espera del<br />

pequeño. Para que una oruga pueda<br />

convertirse en mariposa, debe<br />

resguardarse y protegerse en su<br />

crisálida antes de salir convertida en lo<br />

que será por el resto de su vida.<br />

La técnica de Daniela Iride<br />

complementa esta entrañable historia<br />

con el uso del collage y algunas<br />

imágenes en acuarela pastel con las que<br />

comparte el mundo de posibilidades<br />

que pueblan la imaginación de los<br />

pequeños. El lector también<br />

reconocerá interesantes<br />

comparaciones en las respuestas de los<br />

padres; por ejemplo, si en marzo<br />

aparece una cabra montés, los padres<br />

responderán balando; si aparecen<br />

polluelos, los padres piarán; por<br />

supuesto, siempre con la misma<br />

respuesta... Estas comparaciones<br />

intentan ser el reflejo de cómo el<br />

pequeño observa cada detalle de su<br />

entorno y cómo también las evasivas de<br />

los adultos le parecen increíbles y<br />

repetitivas. Cuando la esperanza casi<br />

se ha perdido, cuando casi toda la<br />

hierba verde ha desaparecido, el<br />

pequeño tendrá una revelación y<br />

descubrirá que nunca estuvo solo y<br />

nunca lo estará.<br />

los especiales de<br />

a la orilla del viento<br />

1ª ed., fce, 2016; 36 pp.<br />

$135<br />

FELIZ<br />

MIES VAN HOUT<br />

res alegres y vivaces para la emoción<br />

que da título a este libro: Feliz.<br />

Las emociones positivas aparecen<br />

desde la portada con el pez que salta de<br />

felicidad, hasta el cierre del libro con el<br />

pez que se jacta gozoso. Aparece la curiosidad,<br />

representada por un pez con<br />

los ojos bien abiertos; la audacia, con un<br />

pececito ávido de descubrir nuevos lugares,<br />

y hasta un pez que huye asustado.<br />

¡Qué niño no ha sentido alguna de estas<br />

emociones!<br />

Desde la tristeza hasta la alegría, los<br />

protagonistas de este libro experimentan<br />

una variedad de emociones que<br />

pueden servir como ayuda a los padres y<br />

a los maestros a entrar en el imaginario<br />

de los niños para descubrir y explorar<br />

juntos los sentimientos que a veces no<br />

se pueden identificar. La autora adopta<br />

la perspectiva del pequeño lector para<br />

que éste sea capaz de encontrar e identificar<br />

lo que él aún no se sabe explicar. El<br />

resultado es fantástico.<br />

Feliz ha sido un éxito en los países en<br />

los que ha sido publicado, como Holanda<br />

y Alemania, por mencionar algunos. En<br />

este último fue nominado al Premio de<br />

Literatura Infantil de Alemania en<br />

2013, con más de 120 000 ejemplares<br />

vendidos. Ahora es traducido al español<br />

y puesto al alcance de América Latina y<br />

España por el Fondo de Cultura<br />

Económica.<br />

los especiales de<br />

a la orilla del viento<br />

1ª ed. en español,<br />

fce, 2015; 48 pp.<br />

$130<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 21


Con esta colaboración da inicio una nueva sección de<br />

La Gaceta: Trasfondo, un espacio libre para la ficción, la<br />

crónica, las memorias, las cartas, el relato desenfadado<br />

y la reflexión.<br />

Los Durmientes<br />

BERNARDO ESQUINCA<br />

El inspector Morgan se abrochó<br />

los botones del abrigo y se<br />

encasquetó el sombrero<br />

mientras caminaba por la playa<br />

hasta la orilla del mar. Soplaba un<br />

viento frío, tenaz, que arrastraba<br />

basura sobre la arena. Lo primero que<br />

llamó su atención fue lo diminutas que<br />

se veían las personas al lado de aquella<br />

mole gris. Comenzaba a amanecer,<br />

pero había ya varios curiosos rondando<br />

el espacio demarcado con cinta<br />

amarilla. Las gaviotas también se<br />

hacían presentes, volando en círculos a<br />

la espera de llevarse algún pedazo del<br />

botín.<br />

Cuando Morgan llegó al lugar lo<br />

recibió una bocanada de hedor a carne<br />

putrefacta. Su trabajo lo enfrentaba<br />

cotidianamente al olor de cuerpos<br />

descompuestos pero nunca había tenido<br />

que soportar algo semejante. De hecho,<br />

no comprendía por qué se le había<br />

asignado el caso, y fue lo primero que le<br />

reclamó a Logan, el jefe de la Guardia<br />

Costera.<br />

–¿Para qué me quieres? —preguntó<br />

Morgan, mientras pasaba por debajo<br />

de la cinta—. Usa explosivos y verás<br />

que te deshaces del problema en<br />

segundos.<br />

Logan le tendió una mano; el<br />

inspector ignoró el gesto, en parte por<br />

el frío, en parte por mostrar su<br />

molestia.<br />

–En esta ocasión no aplicaremos el<br />

protocolo de sanidad —respondió el<br />

jefe de la Guardia Costera—. No hasta<br />

que aclaremos el caso de vandalismo.<br />

–¿Vandalismo? —preguntó Morgan,<br />

incrédulo—. ¿Me estás diciendo que<br />

alguien mató y arrastró a…?<br />

Logan se hizo a un lado y señaló el<br />

costado de la ballena con la mano. El<br />

inspector enmudeció.<br />

Sobre la piel agrietada del animal,<br />

alguien había hendido una serie de<br />

símbolos extraños.<br />

Era un cachalote de gran tamaño. Su<br />

costado izquierdo presentaba incisiones<br />

realizadas con un objeto punzocortante.<br />

Morgan desvió la mirada de<br />

la piel, la dirigió a la boca abierta del<br />

animal y contempló su hilera de<br />

dientes afilados. El cuadro era<br />

anormal; el inspector se sentía ajeno,<br />

vulnerable. Como pez fuera del agua,<br />

reflexionó para sí con ironía.<br />

El asistente de Logan se acercó<br />

con un termo de café. Morgan<br />

agradeció el gesto. Tal vez la bebida le<br />

ayudaría a organizar sus<br />

pensamientos.<br />

–Sé que todo esto te ha de parecer<br />

absurdo —Logan rompió el silencio—.<br />

¿Qué importancia puede tener una<br />

ballena muerta como para llamar a la<br />

policía? Te lo voy a explicar: si unos<br />

vándalos fueron capaces de marcar a<br />

este pobre animal como ganado, no los<br />

quiero merodeando por aquí.<br />

–Y yo tengo que encontrarlos…<br />

–Mi territorio es el mar. En tierra tú<br />

mandas.<br />

Morgan dio un sorbo al café, se dio<br />

tiempo de paladearlo y sentir su efecto<br />

estimulante.<br />

–Es una travesura —dijo—. Una<br />

broma de alguna pandilla de adolescentes.<br />

¿Qué haré cuando los atrape?<br />

¿Darles nalgadas?<br />

Logan se acercó al costado de la<br />

ballena y señaló las incisiones, como<br />

maestro frente al pizarrón.<br />

–Esto no tiene ninguna gracia<br />

—dijo indignado—. Es siniestro. Hay<br />

que atrapar a los responsables y<br />

darles una lección.<br />

Morgan no quería saber de<br />

ballenas. Y odiaba la playa. Miró sus<br />

zapatos mojados, cubiertos de arena.<br />

Quería largarse de ahí cuanto antes.<br />

–¿Y a quién interrogamos? ¿A las<br />

gaviotas?<br />

Logan iba a reñir al inspector pero<br />

se contuvo. La respuesta había<br />

llegado antes de lo previsto: su<br />

asistente traía consigo a Magallanes,<br />

el pescador más viejo de la zona.<br />

–Cuéntenos —dijo Logan, dirigiéndose<br />

a Magallanes—. ¿Vio algo?<br />

El anciano asintió. Su barba<br />

blanca contrastaba con su piel<br />

tostada.<br />

–Estaba poniendo las redes<br />

cuando el animal encalló —dijo con<br />

voz cansada—. Quedó a unos metros<br />

de mí.<br />

–¿Y quién le hizo esas marcas?<br />

—intervino Morgan con tono inquisitivo—.<br />

¿Usted?<br />

El viejo le lanzó una mirada<br />

compasiva. A lo largo de su vida había<br />

visto —y oído— suficiente. Parecía<br />

estar de regreso de todo, como los<br />

restos de un naufragio.<br />

–No —respondió—. Nadie lo hizo.<br />

–¿Es una broma? —exclamó<br />

Morgan, impaciente.<br />

Logan puso una mano sobre el<br />

hombro de Magallanes.<br />

–Explíquese, por favor.<br />

El viejo pescador miró por encima<br />

de ellos, como si buscara algo mar<br />

adentro.<br />

–Yo la vi encallar —dijo con voz<br />

quebrada—. Cuando el mar la arrojó,<br />

ya estaba marcada.<br />

Morgan no creyó el testimonio del<br />

viejo. Y aunque eso le implicara pasar<br />

más tiempo en la playa, mandó llamar a<br />

Gama, el perito forense. Una hora<br />

22 ENERO-FEBRERO DE 2016


LOS DURMIENTES<br />

después, Gama llegó. A esas alturas, el<br />

número de curiosos ya era considerable;<br />

también había reporteros y fotógrafos.<br />

A Morgan le gustaba darse importancia,<br />

así que los mantenía a raya sin responder<br />

sus preguntas.<br />

Mientras Gama revisaba las incisiones<br />

del animal, el asistente de Logan<br />

llegó con una segunda ronda de café. El<br />

sol ya había salido por completo y<br />

comenzaba a calentar la arena.<br />

–El hedor será insoportable pronto<br />

–dijo el inspector.<br />

El jefe de la Guardia Costera ignoró el<br />

comentario. Lo que le preocupaba era<br />

otra cosa.<br />

–Si no fueron pandilleros, como tú<br />

sospechas —comentó—, ¿entonces<br />

quién? Y, sobre todo, ¿cómo es posible<br />

que ese animal haya sido marcado<br />

dentro del mar?<br />

–Eso está por verse —dijo Morgan—.<br />

A mí me parece que el pescador quiere<br />

inventarse un cuento para salir en las<br />

noticias…<br />

El inspector hizo un gesto hacia el<br />

otro lado de la cinta amarilla, donde<br />

Magallanes era entrevistado por la<br />

prensa.<br />

–Lo conozco desde hace muchos<br />

años —dijo Logan—. Es un buen<br />

hombre. No creo que pretenda<br />

engañarnos.<br />

–A lo mejor tanto sol ya le frió el<br />

cerebro. No podemos fiarnos de él.<br />

Logan desvió la mirada del pescador<br />

y de los reporteros y la depositó<br />

sobre la ballena.<br />

–Esos símbolos no son casualidad.<br />

Conozco una persona a la que podemos<br />

acudir.<br />

Morgan terminó su café. Iba a tirar<br />

el vaso desechable en la arena; se<br />

acordó de que estaba rodeado de ojos<br />

vigilantes y se contuvo.<br />

–¿En quién estás pensado, marinero?<br />

¿En un vidente?<br />

El jefe de la Guardia Costera sonrió.<br />

El inspector nunca había sido de su<br />

agrado, pero en ese momento sintió<br />

empatía. Debía estar perturbado por<br />

la escena, como un niño el primer día<br />

de clases.<br />

–Podríamos llamarle así —respondió—.<br />

Una vidente del pasado. Me<br />

gusta esa definición. Aunque sus<br />

colegas prefieren llamarla<br />

arqueóloga…<br />

Gama los interrumpió. Mientras se<br />

quitaba los guantes embarrados de<br />

materia viscosa, les comunicó sus<br />

conclusiones.<br />

–El tejido subcutáneo de la ballena<br />

contiene infiltración hemorrágica.<br />

Morgan sabía lo que eso significaba.<br />

–¿Estás seguro? –preguntó.<br />

–Completamente.<br />

–¿Qué quieres decir? –intervino<br />

Logan, impaciente.<br />

–Que la ballena estaba viva cuando<br />

la marcaron –respondió Gama.<br />

–O moribunda –acotó Morgan.<br />

–Entonces Magallanes tiene razón<br />

—dijo Logan, con un gesto de incredulidad—.<br />

La ballena fue marcada dentro<br />

del mar.<br />

Cuando la arqueóloga llegó, Morgan se<br />

había resignado a pasar el día entero en<br />

la playa. Aunque no desayunó, el<br />

apetito se le había esfumado por la<br />

peste emanada de la ballena. Probablemente<br />

no volvería a comer pescado en<br />

su vida. Al regresar a casa, le pediría<br />

a su mujer que le preparara un bistec.<br />

Barbosa parecía intrigada por los<br />

símbolos marcados en la ballena. Les<br />

tomaba fotografías y luego hacía<br />

anotaciones en su libreta.<br />

El calor era insoportable; Morgan<br />

se quitó el abrigo y lo dobló sobre su<br />

brazo.<br />

–Estás boqueando –ironizó Logan.<br />

–Dile a tu asistente que traiga<br />

cerveza –pidió el inspector.<br />

–¿Esto es lo más raro con lo que te<br />

has topado en tu carrera?<br />

–He visto de todo, sólo me<br />

faltaba ver una ballena tasajeada.<br />

El jefe de la Guardia Costera bajó<br />

la voz, como si estuviera a punto de<br />

hacer una confidencia.<br />

–¿En verdad no crees que este<br />

animal pudo ser marcado mar<br />

adentro? Ya lo dijo el perito: quienquiera<br />

que haya sido el responsable,<br />

lo hizo cuando aún estaba viva…<br />

Morgan se pasó una mano por los<br />

labios resecos. Nunca había deseado<br />

tanto un trago.<br />

–Eso no significa que ocurrió en el<br />

agua. Pudo ser marcada mientras<br />

agonizaba en la playa.<br />

–También está el testimonio de<br />

Magallanes. ¿Por qué estás tan<br />

escéptico?<br />

El inspector se desabrochó el<br />

cuello de la camisa y sintió el<br />

alivio de la brisa marina en su<br />

pecho.<br />

–Debe haber una explicación<br />

racional —dijo—. ¿No se supone<br />

que los cachalotes pelean en las<br />

profundidades con calamares<br />

gigantes?<br />

–Esas marcas no son las huellas<br />

de una batalla –dijo la arqueóloga,<br />

que acababa de unírseles.<br />

En el rostro de Barbosa había una<br />

mezcla de emoción y desconcierto.<br />

Antes de continuar, se quitó los<br />

lentes.<br />

–Lo que la ballena tiene grabado<br />

en la piel son letras de un antiguo<br />

alfabeto.<br />

Morgan contempló el bistec sobre su<br />

plato. Cortó un trozo, pero fue<br />

incapaz de llevárselo a la boca. En su<br />

lugar, dio un largo trago a la copa de<br />

vino que le sirvió su mujer. No podía<br />

dejar de darle vueltas al enigma de la<br />

ballena. Hacia la tarde, Barbosa se<br />

había marchado de la playa con su<br />

cámara y su libreta a investigar los<br />

símbolos, dejando más dudas que<br />

respuestas.<br />

El inspector se levantó de la mesa,<br />

descolgó el teléfono y marcó el<br />

número de la arqueóloga.<br />

–¿Algún avance? –preguntó en<br />

cuanto Barbosa descolgó.<br />

–Trabajo en ello.<br />

–Tiene que decirme algo o voy a<br />

enloquecer.<br />

–Venga a mi casa. Aquí platicaremos.<br />

El inspector hizo una pausa.<br />

–¿Tiene vino?<br />

–Cerveza.<br />

–Mejor. Llevo todo el día queriendo<br />

una y nadie me la ofrece.<br />

Morgan colgó. Salió de su casa sin<br />

despedirse de su esposa.<br />

El estudio de Barbosa parecía una<br />

pequeña biblioteca, con las paredes<br />

cubiertas por volúmenes. Sobre su<br />

escritorio reposaban abiertos los<br />

libros que estaba consultando.<br />

También había varios papeles con<br />

anotaciones y fotocopias con imágenes<br />

de esculturas y vasijas antiguas.<br />

La arqueóloga conversaba con el<br />

inspector sin quitar la vista de los<br />

papeles.<br />

–Se trata de una escritura cuneiforme.<br />

Fue el primer método de<br />

escritura, hecho a base de<br />

pictogramas.<br />

Morgan tenía una lata de cerveza<br />

en la mano. Aún no le había dado un<br />

trago, pero el simple hecho de<br />

sostenerla lo reconfortaba.<br />

–Hábleme en español,<br />

por favor.<br />

Barbosa despegó la<br />

vista de los libros.<br />

Sonrió, apenada.<br />

–Son dibujos<br />

que representan<br />

cosas. Al unirse<br />

conforman un<br />

lenguaje.<br />

–¿Me está<br />

diciendo que<br />

lo que la<br />

ballena<br />

tiene<br />

grabado en la<br />

piel es una<br />

especie de<br />

mensaje?<br />

La arqueóloga<br />

se quitó los lentes y<br />

los dejó sobre el<br />

escritorio.<br />

–Eso parece.<br />

Morgan se decidió a<br />

darle un trago a su<br />

cerveza. El primero era el<br />

mejor. Los que venían después<br />

no podían compararse con aquella<br />

sensación.<br />

–¿Y qué dice el mensaje? –preguntó<br />

con voz trémula.<br />

Barbosa se acercó al inspector. Sus<br />

ojos brillaban con intensidad, como si<br />

fuera una niña que estuviera a punto<br />

de descubrir algo indebido.<br />

–No estoy segura. Este lenguaje es<br />

muy antiguo y son pocos los expertos<br />

que lo comprenden. Pero no se<br />

preocupe: envié un fax con las<br />

imágenes a un colega que puede<br />

ayudarnos.<br />

–¿Un fax? –dijo Morgan, incrédulo.<br />

La arqueóloga encogió los<br />

hombros.<br />

–Trabajo con cosas antiguas, ¿qué<br />

tiene de raro?<br />

El inspector dejó la lata sobre una<br />

mesa cercana.<br />

–Entonces, ¿seguimos en las<br />

mismas?<br />

–Falta descifrar el mensaje<br />

—respondió Barbosa—, pero lo que he<br />

averiguado resulta interesante. Esta<br />

escritura cuneiforme fue desarrollada<br />

en esta zona hace unos seis mil años<br />

por una cultura aborigen rica en<br />

leyendas…<br />

–Leyendas –repitió Morgan,<br />

escéptico.<br />

Barbosa cogió la cerveza del<br />

inspector y le dio un trago.<br />

–Una de ellas es la del Diluvio.<br />

Cuando las aguas lo cubrieron todo,<br />

las criaturas marinas gobernaron el<br />

mundo… Criaturas que los aborígenes<br />

adoraban como dioses.<br />

–¿Cachalotes?<br />

–No. Seres híbridos, como el<br />

Leviatán o el Kraken para otras<br />

culturas. Ellos los llamaban “Los<br />

Durmientes”.<br />

Morgan recuperó su cerveza.<br />

–¿Durmientes?<br />

–Sí. Dormían en las profundidades<br />

a la espera del Fin del Mundo. Los<br />

cataclismos eran vitales y cíclicos<br />

para las culturas antiguas: de la<br />

destrucción renacía la vida.<br />

–Entonces —dijo Morgan, pensativo—,<br />

cada vez que había un Diluvio,<br />

“Los Durmientes” recuperaban su…<br />

trono, por así decirlo.<br />

–Exacto.<br />

–Aborígenes… siempre tan<br />

imaginativos.<br />

El inspector se terminó la cerveza<br />

y se despidió. Había sido un día largo;<br />

su cama lo reclamaba.<br />

–No deje de avisarme cuando<br />

llegue ese fax –dijo al abrir la puerta.<br />

Afuera, las primeras gotas de lluvia<br />

lo recibieron.<br />

Tres<br />

días después,<br />

Morgan se encontraba frente al<br />

cachalote. No había parado de llover<br />

en todo ese tiempo; las calles inundadas<br />

hicieron de su traslado a la playa<br />

una odisea. Su mujer le advirtió del<br />

peligro de salir con aquel clima, pero<br />

no le importó. Quería resolver el<br />

problema cuanto antes. Había dado su<br />

consentimiento y ahora los trabajadores<br />

de la Guardia Costera colocaban<br />

explosivos. La ballena ya no era<br />

novedad: los curiosos y los reporteros<br />

se habían marchado.<br />

Sólo Barbosa seguía interesada<br />

pero el inspector no le comunicó su<br />

decisión.<br />

Horas antes, la arqueóloga le había<br />

mandado una copia del fax con el<br />

mensaje descifrado. Morgan lo traía<br />

entre sus manos, que mantenía<br />

unidas detrás de su cintura. El papel,<br />

arrugado por la lluvia, apenas podía<br />

leerse ya.<br />

Logan estaba a su lado. Ni a él ni a<br />

nadie había mostrado el mensaje.<br />

–¿Estás seguro de que quieres<br />

hacer esto? —preguntó el jefe de la<br />

Guardia Costera—. Cuando se haga<br />

la detonación, toda posibilidad de<br />

investigación quedará clausurada.<br />

–Por supuesto. No podemos<br />

mantener este foco de infección.<br />

–Cuando tú digas, entonces.<br />

El inspector miró hacia el mar<br />

revuelto por la lluvia. Una lluvia<br />

intensa y constante. Olas grandes y<br />

oscuras azotaban la playa. Intentó<br />

distinguir el horizonte, pero sólo veía<br />

un impenetrable muro de agua.<br />

Hizo una señal con la cabeza y la<br />

ballena voló en pedazos. W<br />

Bernardo Esquinca. Escritor. Su más<br />

reciente libro es la novela Carne de<br />

ataúd, publicada por Almadía.<br />

ENERO-FEBRERO DE 2016 23

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