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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA ENERO-FEBRERO DE 2016
Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />
541/542<br />
EDITORIAL<br />
3<br />
6<br />
8<br />
10<br />
12<br />
14<br />
16<br />
20<br />
22<br />
Yo persigo una forma…<br />
RUBÉN DARÍO<br />
—————————<br />
La vida en prosa<br />
FRANCISCO FUSTER<br />
Darío por Darío<br />
RUBÉN DARÍO<br />
Los hispanoamericanos<br />
Notas y anécdotas<br />
RUBÉN DARÍO<br />
El futuro<br />
ENRIQUE VILA-MATAS<br />
Enrique Vila-Matas:<br />
Laudatio<br />
CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ-MICHAEL<br />
Una mirada<br />
al libro electrónico:<br />
Las nuevas formas<br />
de producción de los libros<br />
ERNESTO PRIANI SAISÓ<br />
E ISABEL GALINA RUSSELL<br />
NOVEDADES<br />
TRASFONDO<br />
BERNARDO ESQUINCA<br />
Rubén Darío:<br />
renovación y preservación<br />
del fuego<br />
Conmemoramos el centenario de la muerte del<br />
escritor nicaragüense Rubén Darío (1867–1916),<br />
fundador indisputado del modernismo<br />
hispanoamericano, corriente que abrió puertas y<br />
ventanas a nuestra literatura para infundirle el aire<br />
de la libertad, ponerla de pie y echarla a andar por<br />
derecho propio.<br />
Es probable que el nombre de Rubén Darío sea<br />
sólo un eco lejano para las nuevas generaciones,<br />
pero sin su labor no habrían sido posibles las obras<br />
de Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Octavio Paz ni Gabriel García<br />
Márquez, entre tantos otros que han engrandecido nuestras letras.<br />
El primer signo de su originalidad es su capacidad de apropiarse y<br />
recrear la literatura de todos los tiempos, moderna, clásica y antigua,<br />
sometiéndola a su propio don del ritmo y a su experiencia de vida.<br />
“He impuesto al instrumento lírico mi voluntad del momento, siendo a<br />
mi vez órgano de los instantes, vario y variable, según la dirección que<br />
imprime el inexplicable Destino”, escribió.<br />
Al proceder así, abrió espacio a la autonomía creativa, sacudiendo<br />
violentamente los moldes heredados del romanticismo nacionalista, el<br />
casticismo español y el academicismo conservador. A partir de entonces,<br />
las literaturas de América Latina y España no volvieron a ser las mismas.<br />
“Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia<br />
peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su<br />
labor no ha cesado y no cesará: quienes alguna vez lo combatimos<br />
comprendemos que hoy lo continuamos. Lo podemos llamar El<br />
Libertador”, declaró Jorge Luis Borges.<br />
“Rubén Darío fue un gran elefante sonoro que rompió todos los cristales<br />
de una época del idioma español para que entrara en su ámbito el aire del<br />
mundo. Y entró”, apuntó Pablo Neruda.<br />
“El lugar de Darío es central […] un punto de partida o llegada, un límite<br />
que hay que alcanzar o traspasar. Ser o no ser como él: de ambas maneras<br />
Darío está presente en el espíritu de los poetas contemporáneos. Es el<br />
fundador”, escribió Octavio Paz.<br />
El Fondo de Cultura Económica ha publicado a la fecha una decena de<br />
libros de Rubén Darío o sobre su vida y obra, así como un disco compacto<br />
con una selección de sus poemas leídos por Juan Gelman. W<br />
José Carreño Carlón<br />
DIRECTOR GENERAL DEL FCE<br />
Roberto Garza<br />
EDITOR DE LA GACETA<br />
León Muñoz Santini<br />
ARTE Y DISEÑO<br />
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Andhony Arias Pelayo<br />
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Víctor H. Romero<br />
CORRECCIÓN DE ESTILO<br />
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Impresora y Encuadernadora<br />
Progreso, sa de cv<br />
IMPRESIÓN<br />
—————————<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016<br />
La Gaceta del Fondo de Cultura Económica<br />
es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,<br />
Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de<br />
licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas<br />
Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto<br />
Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal,<br />
Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716<br />
ILUSTRACIÓN DE PORTADA: LEÓN MUÑOZ SANTINI Y ANDREA GARCÍA FLORES<br />
2 ENERO-FEBRERO DE 2016
UN SIGLO POESÍA SIN DARÍO<br />
“Todo el romanticismo, aspiración al infinito, está en este verso;<br />
y todo el simbolismo, la belleza ideal, indefinible, que sólo puede ser sugerida.<br />
Más ritmo que cuerpo, esa forma es femenina. Es la naturaleza y es la mujer”.<br />
—Octavio Paz<br />
Yo persigo una forma…<br />
RUBÉN DARÍO<br />
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,<br />
botón de pensamiento que busca ser la rosa;<br />
se anuncia con un beso que en mis labios se posa<br />
al abrazo imposible de la Venus de Milo.<br />
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;<br />
los astros me han predicho la visión de la Diosa;<br />
y en mi alma reposa la luz, como reposa<br />
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.<br />
Y no hallo sino la palabra que huye,<br />
la iniciación melódica que de la flauta fluye<br />
y la barca del sueño que en el espacio boga;<br />
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,<br />
el sollozo continuo del chorro de la fuente<br />
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 3
Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />
4 ENERO-FEBRERO DE 2016
Ha pasado un siglo desde la muerte<br />
de Rubén Darío, pero su presencia sigue viva<br />
en los mejores poetas y escritores que le sucedieron,<br />
aun cuando algunos renieguen de su obra o la ignoren.<br />
Tan profunda es su huella en el orbe<br />
de habla hispana. Su legado se resume en una<br />
sola expresión: libertad de creación para el artista.<br />
Este bien espiritual, que hoy damos por sentado,<br />
era desconocido en la literatura en español antes<br />
de la irrupción de nuestro homenajeado.<br />
Irrupción es la palabra porque cayó como rayo<br />
en cielo sereno. Presentamos a continuación una<br />
pesquisa del historiador Francisco Fuster sobre las<br />
circunstancias que llevaron a Darío a escribir su<br />
autobiografía, fragmentos de la misma y una divertida<br />
y aguda crónica suya titulada Los hispanoamericanos.<br />
Tres pasajes de libros editados por el grupo<br />
Fondo de Cultura Económica.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 5
Portada de La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Leo G. Navarro<br />
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
El historiador Francisco Fuster reconstruye las circunstancias económicas,<br />
sentimentales y físicas en las que Rubén Darío dictó el texto La vida de Rubén Darío escrita<br />
por él mismo ( FCE, Madrid, 2015). Pese a las premuras de su publicación —observa Fuster—,<br />
el texto es una muestra más de la honda sensibilidad poética de Darío, quien deja que la<br />
narración sea dictada por los latidos de su corazón, según los momentos decisivos<br />
de su existencia. Somos lo que recordamos.<br />
PRÓLOGO<br />
La vida en prosa<br />
FRANCISCO FUSTER<br />
Como hombre, he vivido en lo cotidiano;<br />
como poeta, no he claudicado nunca,<br />
pues siempre he tendido a la eternidad.<br />
rubén darío, El canto errante (1907)<br />
El 14 de octubre de 1912 el semanario<br />
argentino Caras y Caretas<br />
anunciaba de forma discreta<br />
—apenas dos líneas en la<br />
parte inferior de la página 122—<br />
la aparición en su próximo<br />
número de las memorias de<br />
Rubén Darío (1867-1916), redactadas<br />
expresamente por el<br />
escritor nicaragüense para esta<br />
publicación porteña. Lo que no se decía en ese<br />
reclamo editorial es que era la delicada situación<br />
económica por la que atravesaba el autor de Azul… lo<br />
que le había forzado a aceptar el encargo y a improvisar,<br />
pro pane lucrando, un texto que, en otras circunstancias,<br />
quizá nunca se hubiese planteado escribir.<br />
Y es que, aunque jamás destacó por una es pecial habilidad<br />
para el manejo racional de su eco nomía, sometida<br />
a los altibajos cíclicos e inevitables de quien<br />
vivía más de sus colaboraciones periodísticas y de<br />
los eventuales cargos diplomáticos que pudo ocupar<br />
que de sus poemas, lo que se dio por esos años fue la<br />
fatal coincidencia en el tiempo de dos coyunturas independientes<br />
que, sin embargo, coadyuvaron en similar<br />
proporción a desencadenar aquel estado de<br />
necesidad perentoria.<br />
Por un lado, el fracaso del proyecto Mundial Magazine,<br />
una revista de literatura publicada en París<br />
entre 1911 y 1914, y patrocinada por los banqueros<br />
uruguayos Alfredo y Armando Guido, cuya dirección<br />
había asumido Darío con el legítimo —pero inviable—<br />
propósito de captar al público hispanoamericano<br />
con un formato lujoso, de muy bella factura<br />
material, y una nómina de colaboradores realmente<br />
imponente. Pese a que, al principio, la idea pareció<br />
funcionar, la realidad es que la aventura terminó en<br />
desastre, tras una gira de promoción por el continente<br />
americano en la que los hermanos Guido trataron<br />
de explotar el nombre de un Rubén Darío que, víctima<br />
de una cirrosis galopante que le iba consumiendo,<br />
decidió acabar con aquel supuesto negocio que no<br />
llegó a ser tal. El otro factor desencadenante fue<br />
la pérdida de los ingresos procedentes de su cargo<br />
como embajador de Nicaragua en España, suprimido<br />
por el gobierno de su país cuando, a raíz de la llamada<br />
“Revolución de la Costa Atlántica” y la posterior<br />
intervención de los Estados Unidos, asumió la presidencia<br />
del gobierno el coronel José Dolores Estrada.<br />
Si a todo esto añadimos los gastos derivados de la<br />
manutención del hijo que tenía con Francisca Sánchez<br />
y la pensión que debía pasar a su todavía esposa<br />
legal, Rosario Murillo, el resultado de la ecuación no<br />
podía ser otro que la obligación de aceptar cualquier<br />
ofrecimiento que contribuyera a aliviar esa precariedad<br />
de medios.<br />
Y la mejor ocasión para ello se le presentó cuando<br />
el director de Caras y Caretas, Fernando Álvarez,<br />
le propuso que escribiera su autobiografía para<br />
ir publicándola por partes, dividida en breves capítulos<br />
de fácil y amena lectura. Con el objetivo de<br />
6 ENERO-FEBRERO DE 2016
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
LA VIDA EN PROSA<br />
llevar a buen puerto la empresa, y “para no dejar la<br />
ejecución de la obra a merced de su inconstante voluntad,<br />
le envía un amanuense, para que se la dicte.<br />
Sin hacer ningún bosquejo, sin ninguna retrospección<br />
detenida y puntualizada de los infinitos incidentes<br />
de su dramática existencia, dicta”. 1 La vida<br />
de Rubén Darío escrita por él mismo se publicó en<br />
diez entregas sucesivas que cubren desde el número<br />
729, aparecido el sábado 21 de septiembre de 1912,<br />
hasta el 739, correspondiente al 30 de noviembre de<br />
ese mismo año. Tres años después la barcelonesa<br />
Casa Editorial Maucci imprimió la primera edición<br />
de la obra en formato de libro, reproduciendo el<br />
texto aparecido en la revista (Darío no se molestó<br />
siquiera en subsanar los errores en las fechas por<br />
él mismo advertidos), con el único añadido de un<br />
capítulo final, “Posdata, en España”, incorporado<br />
desde ese momento a la versión definitiva, que, pocos<br />
años después y con el título más sintético de<br />
Autobiografía, ingresó en el canon dariano como<br />
parte del volumen XV (1920) de sus Obras com pletas,<br />
publicadas en Madrid por la Editorial Mun do<br />
Latino.<br />
Desde el punto de vista formal, lo primero que<br />
llama la atención de esta autobiografía es su presentación<br />
en sesenta y seis capítulos de contenido y<br />
extensión desigual, que, si bien es cierto que intentan<br />
seguir un hilo temporal más o menos lógico, carecen<br />
en absoluto del orden y la precisión deseables en un<br />
texto memorialístico, por mínimas que sean sus<br />
pretensiones. Las razones de este desdén del autor<br />
por el rigor narrativo pueden ser múltiples, pero todas<br />
apuntan a una misma. A mi juicio, Darío se tomó<br />
el compromiso de escribir sobre su vida como lo que<br />
era: un trámite con fines puramente crematísticos<br />
que había que cumplir con decoro, pero sin invertir<br />
más tiempo del justo y necesario para cubrir el<br />
expediente. Y, experto como era en este tipo de lides<br />
(no hay que olvidar que a estas alturas ya había publicado<br />
centenares y centenares de crónicas es critas<br />
ex profeso y previo encargo para multitud de periódicos<br />
y revistas), acometió la empresa con el propósito<br />
de salir del paso con un relato resumido de los<br />
hechos. Una narración tentativa y atropellada que,<br />
por lo que él mismo expresa en varios capítulos, tiene<br />
toda la pinta de ser un esbozo: una primera versión<br />
pendiente de ser corregida y aumentada en unas<br />
memorias más extensas, que, como es sabido, jamás<br />
llegó a escribir.<br />
Aunque el pasaje de las memorias de Benvenuto<br />
Cellini que emplea como exergo nos podría inducir a<br />
pensar que estamos ante los recuerdos de un hombre<br />
que ha pasado la barrera de los cuarenta años y se dispone<br />
a recapitular los hechos más destacados de su<br />
vida, ya en las primeras líneas del texto Darío recurre<br />
a la captatio benevolentiae y nos advierte sobre sus intenciones,<br />
al reconocer que las suyas no son unas memorias<br />
al uso, sino unos “apuntamientos que más<br />
tarde han de desenvolverse mayor y más detalladamente”.<br />
Este carácter circunstancial del relato, resumido<br />
en esa palabra —“apuntamientos”— que define<br />
perfectamente la naturaleza de su autobiografía, queda<br />
confirmado cuando, al inicio del capítulo XVII, el<br />
autor insiste en que es plenamente consciente de la<br />
inexactitud de muchos de los datos que ofrece; algo<br />
que él justifica apelando a la dificultad de rememorar<br />
los hechos sin ningún tipo de soporte documental y<br />
con la sola ayuda de una memoria frágil: “Al llegar a<br />
es te punto de mis recuerdos, advierto que bien puedo<br />
equivocarme, de cuando en cuando, en asuntos de fecha,<br />
y anteponer, o posponer, la prosecución de sucesos.<br />
No importa. Quizás ponga algo que aconteció<br />
después en momentos que no le corresponden y viceversa.<br />
Es fácil, puesto que no cuento con más guía que<br />
el esfuerzo de mi memoria”.<br />
En este desfile ininterrumpido de nombres y lugares<br />
en el que se convierte por momentos el texto,<br />
no resulta nada difícil perder la noción del tiempo,<br />
pues, como ha señalado con acierto Antonio Piedra,<br />
no deja de ser curioso que en una autobiografía “salpicada<br />
de hechos, personajes y datos históricos —no<br />
olvidemos la condición pública de Rubén como embajador<br />
y periodista— apenas existen fechas: unas<br />
siete en concreto”. 2 No obstante, lo que podría ser un<br />
aparente defecto del texto, imperdonable para el lector<br />
más exigente con el respeto a las coordenadas espacio-temporales,<br />
acaba dotándolo —a mi modo de<br />
1 Edelberto Torres, La dramática vida de Rubén Darío, Barcelona/México<br />
Grijalbo, 1966, p. 461 [cuarta edición ampliada y corregida].<br />
2 Antonio Piedra, “Introducción”, en: Rubén Darío, Autobiografía/<br />
Oro de Mallorca, Madrid, Mondadori, 1990, p. XV.<br />
Los textos autobiográficos<br />
de Darío invitan a percibir<br />
como tales a los textos<br />
estrictamente literarios.<br />
Al anclar los referentes de<br />
su poesía en su propia vida,<br />
el resto de su producción<br />
parece volverse<br />
autobiográfica.<br />
ver, al menos— de ese plus de originalidad que le<br />
confiere un estilo propio. Porque dicho “fracaso de la<br />
fecha”, como lo llama Piedra, obedecería según este<br />
autor a la elección deliberada de un Darío que antepone<br />
“el valor del tiempo poético” a la disciplina del<br />
orden cronológico estricto. En la misma línea, y al<br />
decir de Eduardo Muslip, es esta forma heterodoxa<br />
de redactar la autobiografía lo que, paradójicamente,<br />
confiere uno de sus mayores atractivos a un texto<br />
que parece dictado desde el corazón y sin apenas mediación<br />
de ningún tipo: “como relata sólo en función<br />
de la emotividad asociada con los recuerdos mismos,<br />
en cada anécdota recordada podemos percibir el<br />
compromiso de Darío con lo que nos cuenta”. 3 El<br />
único filtro que pone el escritor es el de su prudencia<br />
y discreción a la hora de tratar asuntos —en los que<br />
no entra— que podrían afectar a terceras personas y,<br />
en segundo lugar, el propio pudor de un Darío que<br />
opta por pasar de puntillas sobre ciertos episodios<br />
de su biografía personal (la escasa relación que tuvo<br />
con sus padres biológicos) o sentimental que son<br />
omitidos, quizá para no alimentar con nuevos detalles<br />
la morbosidad del lector más interesado en los<br />
vicios privados del poeta que en sus virtudes públicas.<br />
Con respecto al tema de las relaciones amorosas,<br />
resulta muy llamativo el hecho de que en el relato no<br />
aparezca el nombre propio de ninguna de las mujeres<br />
de Rubén Darío: ni el de sus dos esposas “legales”,<br />
la costarricense Rafaela Contreras y la nicaragüense<br />
Rosario Murillo; ni el de la española Francisca Sánchez<br />
del Pozo, con quien no contrajo matrimonio,<br />
pero con la que sí convivió en distintas temporadas e<br />
incluso llegó a tener descendencia. Las tres se convierten<br />
aquí en figuras borrosas, soslayadas por un<br />
narrador que, por unos motivos o por otros, prefiere<br />
no entrar en pormenores. Así sucede, por ejemplo,<br />
en el capítulo XXX, cuando, llegado el momento de<br />
abordar su matrimonio civil con Rosario Murillo,<br />
con traído el 8 de marzo de 1893 en circunstancias<br />
cuanto menos peculiares (por lo visto, Darío fue víctima<br />
de una encerrona maquinada por su futuro<br />
cuñado Andrés, quien preparó una cita y le emborrachó<br />
para “facilitar” el enlace), nuestro autor se impone<br />
un silencio caballeroso y se limita a reseñar lo que<br />
recuerda como un error fatal cuyas consecuencias<br />
tuvo que sufrir durante toda su vida:<br />
Llegué a Managua y me instalé en un hotel de la<br />
ciudad. Me rodearon viejos amigos; se me ofreció<br />
que se me pagaría pronto mis sueldos, mas es el<br />
caso que tuve que esperar bastantes días, tantos,<br />
que en ellos ocurrió el caso más novelesco y fatal<br />
de mi vida, pero al cual no puedo referirme en estas<br />
memorias por muy poderosos motivos. Es una<br />
página dolorosa de violencia y engaño, que ha impedido<br />
la formación de un hogar por más de veinte<br />
años; pero vive aún quien como yo ha sufrido<br />
las consecuencias de un familiar paso irreflexivo,<br />
y no quiero aumentar con la menor referencia una<br />
larga pena. El diplomático y escritor mejicano Federico<br />
Gamboa, tan conocido en Buenos Aires,<br />
3 Eduardo Muslip, “La autobiografía dariana: un análisis de La vida de<br />
Rubén Darío escrita por él mismo”, en: Crítica Hispánica, vol. XXVII,<br />
núm. 2, 2005, p. 37.<br />
tiene escrita desde hace muchos años esa página<br />
romántica y amarga, y la conserva inédita, porque<br />
yo no quise que la publicase en uno de sus libros<br />
de recuerdos. Es precisa, pues, aquí esta laguna en<br />
la narración de mi vida.<br />
Esta incapacidad de la obra de iluminar determinadas<br />
zonas oscuras de la vida interior del poeta<br />
es lo que ha llevado a parte de la crítica a rebajar la<br />
importancia del texto, no tanto desde la perspectiva<br />
de su calidad literaria o de su valor documental,<br />
sino en lo que atañe a la relativa novedad de su<br />
carga autobiográfica. En este sentido, Anna Caballé<br />
opina de esta autobiografía que redunda en lo que<br />
ya conocíamos de la vida del poeta porque, cuando<br />
se publicó en 1912, vino a “llover sobre mojado” y a<br />
confirmar que, en el caso de Darío, a cuya obra poética<br />
atribuye esta autora un mayor y más rico contenido<br />
autobiográfico, “la implicación autobiográfica<br />
no depende de la prosa, y mucho menos impide el<br />
verso”. 4 Por su parte, y refiriéndose no ya a la validez<br />
del texto dariano, sino a la dificultad que entraña<br />
la tarea de sintetizar y aprehender la biografía<br />
de su autor, Julio Ortega ha escrito que la vida de<br />
Rubén Darío es tan difícil de explicar que toda ella<br />
“está puntualmente desmentida por cada una de<br />
sus biografías”. 5<br />
Sea como fuere, lo que sí parece claro es que, en el<br />
confuso universo de una obra tan compleja e impregnada<br />
de autobiografismo como la del nicaragüen<br />
se, 6 La vida de Rubén Darío escrita por él mismo<br />
posee el innegable mérito de contribuir a la creación<br />
de eso que Philippe Lejeune ha llamado “espacio autobiográfico”,<br />
pues, como ha argumentado Muslip, “los<br />
textos autobiográficos de Darío invitan a percibir<br />
como tales a los literarios; esto es, vuelven autobiográfico<br />
el resto de su producción, al anclar los referentes<br />
de sus poesías a su propia vida”. 7 En efecto, y<br />
como podrá comprobar el lector en varios capítulos<br />
del texto, el autor de Prosas profanas nos cuenta<br />
su vida y nos glosa —como hará después en Historia<br />
de mis libros 8 — su obra, tal vez porque, en su caso particu<br />
lar, la una no se entiende sin la otra.<br />
Por lo que se deduce de la biografía que le dedicó<br />
Blas Matamoro, la existencia de la persona nacida<br />
el 28 de enero de 1867 en Metapa como Félix Rubén<br />
García Sarmiento parece ser la de un individuo huérfano<br />
del cariño paterno que pasó la totalidad de su<br />
existencia buscando su propia identidad, en un intento<br />
“vano y productivo, de poner orden en tan to<br />
barullo”. 9 La vida del personaje bautizado a sí mismo<br />
como Rubén Darío, en cambio, se identifica más<br />
con la de ese artista hipersensible gobernado por<br />
una “sed de ilusiones infinita” que marcó para bien<br />
y para mal su destino. La vida de Rubén Darío escrita<br />
por él mismo es esa llave maestra que nos permite<br />
comprender, si tal cosa es posible, cómo se las arreglaron<br />
—y les garantizo que no fue nada fácil— durante<br />
cuarenta y nueve años los dos Daríos: la persona<br />
y el personaje; el hombre que vivió siempre<br />
en lo cotidiano y el poeta que nunca renunció a la<br />
eternidad. W<br />
4 Anna Caballé, “Formas de la autobiografía en Rubén Darío”, en:<br />
Scriptura, núms. 6-7, 1991, p. 121.<br />
5 Julio Ortega, Rubén Darío, Barcelona, Omega, 2003, p. 9.<br />
6 E n su Historia de mis libros (1916), nuestro autor dice lo siguiente sobre<br />
el carácter autobiográfico de su obra: “Y el mérito principal de mi<br />
obra, si alguno tiene, es el de una gran sinceridad, el de haber puesto<br />
‘mi corazón al desnudo’, el de haber abierto de par en par las puertas<br />
y ventanas de mi castillo interior para enseñar a mis hermanos el habitáculo<br />
de mis más íntimas ideas y de mis caros sueños”, vid. Rubén Darío,<br />
Historia de mis libros, Managua, Nueva Nicaragua, 1988, p. 102.<br />
7 Eduardo Muslip, op. cit., p. 34.<br />
8 Historia de mis libros es el título de una obra póstuma de Rubén Darío<br />
que reúne una serie de artículos publicados originalmente en el periódico<br />
La Nación de Buenos Aires los días 1, 6 y 18 de julio de 1913, en los<br />
que el autor analizaba el significado de tres de sus obras más conocidas:<br />
Azul… (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y<br />
esperanza (1905). Apareció publicada por primera vez, con este título,<br />
como introducción a una antología poética de Darío editada en Madrid,<br />
en 1916, por M. García y G. Sáez Editores.<br />
9 Blas Matamoro, Rubén Darío, Madrid, Espasa Calpe, 2003, p. 25.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 7
Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
Primeras lecturas, primeros amores, primeros versos, lealtades familiares, la fusión del<br />
sentimiento y el paisaje tropical, la vida novelesca, la desmesura adolescente, el recogimiento<br />
melancólico, la ambición literaria… en estos pasajes de La vida de Rubén Darío<br />
escrita por él mismo ( FCE, Madrid, 2015).<br />
MEMORIAS<br />
Darío por Darío<br />
RUBÉN DARÍO<br />
IV<br />
En un viejo armario encontré los primeros libros<br />
que leyera. Eran un Quijote, las obras de Moratín,<br />
Las mil y una noches, la Biblia, los Oficios de Cicerón,<br />
la Corina de Madame Stäel, un tomo de comedias<br />
clásicas españolas, y una novela terrorífica, de ya no<br />
recuerdo qué autor, La caverna de Strozzi. 1 Extraña y<br />
ardua mezcla de cosas para la cabeza de un niño.<br />
V<br />
¿A qué edad escribí los primeros versos? No lo recuerdo<br />
precisamente, pero ello fue harto temprano.<br />
Por la puerta de mi casa —en las Cuatro Esquinas—<br />
pasaban las procesiones de la Semana Santa, una<br />
Semana Santa famosa: “Semana Santa en León y<br />
Corpus en Guatemala”; —y las calles se adornaban<br />
con arcos de ramas verdes, palmas de cocotero, flo-<br />
1 El autor de esta novela gótica, publicada en 1798, es el escritor francés<br />
Jean-Joseph Regnault-Warin (1773-1844).<br />
res de corozo, matas de plátanos o bananos, disecadas<br />
aves de colores, papel de China picado con mucha<br />
labor; y sobre el suelo se dibujaban alfombras<br />
que se coloreaban expresamente, con aserrín de<br />
rojo brasil o cedro, o amarillo “mora”; con trigo reventado,<br />
con hojas, con flores, con desgranada flor<br />
de “coyol”. Del centro de uno de los arcos, en la esquina<br />
de mi casa, pendía una granada dorada. Cuando<br />
pasaba la procesión del Señor del Triunfo, el Domingo<br />
de Ramos, la granada se abría y caía una<br />
lluvia de versos. Yo era el autor de ellos. No he podido<br />
recordar ninguno... pero sí sé que eran versos,<br />
versos brotados instintivamente. Yo nunca aprendí<br />
a hacer versos. Ello fue en mi orgánico, natural, nacido.<br />
Acontecía que se usaba entonces —y creo que<br />
persiste— la costumbre de imprimir y repartir, en<br />
los entierros, “epitafios”, en que los deudos lamentaban<br />
los fallecimientos, en verso por lo general.<br />
Los que sabían mi rítmico don, llegaban a encargarme<br />
pusiese su duelo en estrofas.<br />
A todo esto, el recuerdo de mi madre había desaparecido.<br />
Mi madre era aquella señora que me había acogido.<br />
Mi “padre” había muerto, el coronel Ramírez. A<br />
tal sazón llegó a vivir con nosotros y a criarse junto<br />
conmigo, una lejana prima, rubia, bastante bella, de<br />
quien he hablado en mi cuento “Palomas blancas y<br />
garzas morenas”. 2 Ella fue quien despertara en mí los<br />
primeros deseos sensuales. Por cierto que, muchos<br />
años después, madre y posiblemente abuela, me hizo<br />
cargos: “¿Por qué has dado a entender que llegamos a<br />
cosas de amor, si eso no es verdad?”. —“¡Ay!, le contesté,<br />
¡es cierto! Eso no es verdad, ¡y lo siento! ¿No hubiera<br />
sido mejor que fuera verdad y que ambos nos hubiéramos<br />
encontrado en el mejor de los despertamientos,<br />
en la más ardiente de las adolescencias y en las primaveras<br />
del más encendido de los trópicos?...”<br />
2 Este relato forma parte de Azul… desde la primera edición de la obra,<br />
publicada el 30 de julio de 1888 por Imprenta y Litografía Excélsior de<br />
Valparaíso, con prólogo de Eduardo de la Barra.<br />
8 ENERO-FEBRERO DE 2016
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
DARÍO POR DARÍO<br />
Mi familia se componía entonces de mi tía doña<br />
Rita Darío de Alvarado, a quien su hermano Manuel<br />
García, esto es Manuel Darío, único que tenía en tal<br />
ocasión dinero, había hecho donación de sus bienes<br />
¡ah, malhaya! para que se casase con el cónsul de<br />
Costa Rica; mi tía Josefa, vivaz, parlera, muy amante<br />
de la crinolina, medio tocada, quien una vez —el día<br />
de la muerte de su madre— apareció calzada con zapatos<br />
rojos, y a las observaciones y reproches que se<br />
le hicieron, contestó que “Las perdices y las palomitas<br />
de Castilla...” ¡Cuando digo que era medio tocada!<br />
Mi tía Sara, casada con un norteamericano, muy<br />
hermosa, y cuya hija mayor ¡Oh Eros! un día, por sorpresa,<br />
en un aposento a donde yo entrara descuidado,<br />
me dio la ilusión de una Anadiómena... Y “mi tío<br />
Manuel”. Porque don Manuel Darío figuraba como<br />
mi tío. Y mi verdadero padre, para mí, y tal como se<br />
me había enseñado, era el otro, el que me había criado<br />
desde los primeros años, el que había muerto, el<br />
coronel Ramírez. No sé por qué, siempre tuve un<br />
desapego, una vaga inquietud separadora, con mi<br />
“tío Manuel”. La voz de la sangre... ¡qué plácida patraña<br />
romántica! La paternidad única es la costumbre<br />
del cariño y del cuidado. El que sufre, lucha y se<br />
desvela por un niño, aunque no lo haya engendrado,<br />
ése es su padre.<br />
Mi tía Rita era la adinerada de la familia. Mi<br />
padre, que, como he dicho, pasaba como mi tío, vivía<br />
en casa de su hermana, la cual era propietaria de<br />
haciendas de ganado y de ingenios de caña de azúcar.<br />
La vida de mi tía Rita me ha dejado un recuerdo<br />
verdaderamente singular e imborrable. Esta señora,<br />
que era muy religiosa, casada con don Pedro Alvarado,<br />
cónsul de Costa Rica, tenía, como los antiguos<br />
reyes, dos bufones, enanos, arrugados, feos, velazquescos,<br />
hombre y mujer. Él se llamaba el capitán<br />
Vilches, y la mujer era su madre; pero eran iguales<br />
completamente, en tamaño, en fealdad, y me inspiraban<br />
miedo e inquietud. Hacían retratos de cera,<br />
monicacos deformes, y el “capitán”, que decía ser<br />
tam bién sacerdote, pronunciaba sermones que hacían<br />
reír, pero que yo oía con gran malestar, como si<br />
fuesen cosas de brujos.<br />
Los domingos se daban bailes de niños, y aunque<br />
mi primo Pedro, señor de la casa, era el más rico y un<br />
excelente pianista en tan corta edad, ya, con mi pobreza<br />
y todo, solía ganarme las mejores sonrisas de<br />
las muchachas, por el asunto de los versos. ¡Fidelina,<br />
Rafaela, Julia, Mercedes, Narcisa, María, Victoria,<br />
Gertrudis! recuerdos, recuerdos suaves.<br />
A veces los tíos disponían viajes al campo, a la hacienda.<br />
Íbamos en pesadas carretas, tiradas por bueyes,<br />
cubiertas con toldo de cuero crudo. En el viaje se<br />
cantaban canciones. Y en amontonamiento inocente,<br />
íbamos a bañarnos al río de la hacienda, que estaba<br />
a poca distancia, todos, muchachos y muchachas,<br />
cubiertos con toscos camisones. Otras veces eran los<br />
viajes a la orilla del mar, en la costa de Poneloya, en<br />
donde estaba la fabulosa peña del Tigre. Íbamos<br />
en las mismas carretas de ruedas rechinantes, los<br />
hombres mayores a caballo; y al pasar un río, en pleno<br />
bosque, se hacía alto, se encendía fuego, se sacaban<br />
los pollos asados, los huevos duros, el aguardiente<br />
de caña y la bebida nacional, llamada “tiste”, hecha<br />
de cacao y maíz; y se batía en jícaras con molinillo de<br />
madera. Los hombres se alegraban, cantaban al son<br />
de la guitarra y disparaban los tiros al aire y daban<br />
los gritos usuales, estentóreos y alternativos, muy<br />
diferentes del chivateo araucano. Se llegaba al punto<br />
terminal y se vivía por algunos días bajo enramadas<br />
hechas con hojas, juncos y cañas verdes, para resguardarse<br />
del tórrido sol. Iban las mujeres por un<br />
lado, los hombres por el otro, a bañarse en el mar,<br />
y era corriente el encontrar de súbito, por un recodo,<br />
el espectáculo de cien Venus Anadiómenas en las<br />
ondas. Las familias se juntaban por las noches y se<br />
pasaba el tiempo bajo aquellos cielos profundos, llenos<br />
de estrellas prodigiosas, jugando juegos de prendas,<br />
corriendo tras los cangrejos, o persiguiendo a<br />
las gran des tortugas llamadas “paslamas”, cuyos<br />
huevos se sacan cavando en los nidos que dejan en la<br />
arena.<br />
Yo me apartaba frecuentemente de los regocijos, y<br />
me iba, solitario, con mi carácter ya triste y meditabundo<br />
desde entonces, a mirar cosas, en el cielo, en<br />
el mar. Una vez vi una escena horrible, que me quedó<br />
grabada en la memoria. Cerca de una yunta de bueyes,<br />
a orillas de un pantano, dos carreteros que se<br />
peleaban, echaron mano al machete, pesado y filoso,<br />
arma que sirve para partir la caña de azúcar y comenzaron<br />
a esgrimirlo; y de pronto vi algo que saltó<br />
por el aire. Eran, juntos, el machete y la mano de uno<br />
de ellos.<br />
Por las tardes y las noches paseaban, a caballo o a<br />
pie vociferando, hombres borrachos. Los soldados,<br />
descalzos y vestidos de azul, se los llevaban presos.<br />
Cuando la luna iba menguando, retornaban las familias<br />
a la ciudad.<br />
XI<br />
Vivía yo en casa del licenciado Modesto Barrios, y<br />
este licenciado gentil me llevaba a visitas y tertulias.<br />
Una noche oí cantar a una niña.<br />
Era una adolescente de ojos verdes, de cabello castaño,<br />
de tez levemente acanelada, con esa suave palidez<br />
que tienen las mujeres de Oriente y de los trópicos.<br />
Un cuerpo flexible y delicadamente voluptuoso,<br />
que traía al andar ilusiones de canéfora. Era alegre,<br />
risueña, llena de frescura y deliciosamente parlera, y<br />
cantaba con una voz encantadora. Me enamoré desde<br />
luego; fue “el rayo” como dicen los franceses. Nos<br />
amamos. Jamás escribiera tantos versos de amor<br />
como entonces. Versos unos que no recuerdo y otros<br />
que aparecieron en periódicos y que se encuentran<br />
en algunos de mis libros. Todo aquel que haya amado<br />
en su aurora sabe de esas íntimas delicias que no<br />
pueden decirse completamente con palabras, aunque<br />
sea Hugo el que las diga. Esas exquisitas cosas de<br />
los amores primeros que nos perfuman la vida, dulce,<br />
inefable y misteriosamente. Iba a comer algunas<br />
veces en la casa de esta niña, en compañía de escritores<br />
y hombres públicos. En la comida se hablaba de<br />
letras, de arte, de impresiones varias; pero, naturalmente,<br />
yo me pasaba las horas mirando los ojos de la<br />
exquisita muchacha, que era mi verdadera musa en<br />
esos días dichosos. Una fatal timidez, que todavía me<br />
dura, hizo que yo no fuese al comienzo completamente<br />
explícito con ella, en mis deseos, en mi modo<br />
de ser, en mis expresiones. Pasaban deliciosas escenas<br />
de una castidad casi legendaria, en que un roce<br />
de mano era la mayor de las conquistas. Pero para el<br />
que haya experimentado tales cosas, todo ello es hechicero,<br />
justo, precioso. Nos poníamos, por ejemplo,<br />
a mirar una estrella, por la tarde, una grande estrella<br />
de oro en unos crepúsculos azules o sonrosados, cerca<br />
del lago y nuestro silencio estaba lleno de maravillas<br />
y de inocencia. El beso llegó a su tiempo y luego<br />
llegaron a su tiempo los besos. ¡Cuán divino y criollo<br />
Cantar de los cantares! Allí comprendí por primera<br />
vez en su profundidad: Mel et lac sub lingua tua. 3 Hay<br />
que saber lo que son aquellas tardes de las amorosas<br />
tierras cálidas. Están llenas como de una dulce angustia.<br />
Se diría a veces que no hay aire. Las flores y<br />
los árboles se estilizan en la inmovilidad. La pereza<br />
y la sensualidad se unen en la vaguedad de los deseos.<br />
Suena el lejano arrullo de una paloma. Una mariposa<br />
azul va por el jardín. Los viejos duermen en la<br />
hamaca. Entonces, en la hora tibia, dos manos se juntan,<br />
dos cabezas se van acercando, se hablan con voz<br />
queda, se compenetran mutuas voliciones; no se quiere<br />
pensar, no se quiere saber si se existe, y una voluptuosidad<br />
miliunanochesca perfuma de esencias tropicales<br />
el triunfo de la atracción y del instinto.<br />
Aconteció que un amigo mío estaba moribundo, y<br />
como es por allí costumbre, las familias amigas iban<br />
a velar al enfermo. Iba así la joven que yo amaba, y<br />
alguien me insinuó que ella había tenido amores con<br />
el doliente. No recuerdo haber sentido nunca celos<br />
tan purpúreos y trágicos, delante del hombre pálido<br />
que estaba yéndose de la vida y a quien mi amada<br />
daba a veces las medicinas. Juro que nunca, durante<br />
toda mi existencia, a no ser en instantes de violencia<br />
o provocada ira, he deseado mal o daño a nadie; pero<br />
en aquellos momentos se diría que casi ponía oídos<br />
deseosos, para escuchar si sonaba cerca de la cabecera<br />
el ruido de la hoz de la muerte. Esto lo he dicho<br />
concentradamente en unos cortos versos de mi hoy<br />
raro libro publicado en Chile, Abrojos. 4 Amor sensual,<br />
amor de tierra caliente, amor de primera juventud,<br />
amor de poeta y de hiperestésico, de imaginativo.<br />
Pero es el caso que había en él una estupenda<br />
castidad de actos. Todo se iba en ver las garzas del<br />
lago, los pájaros de las islas, las nocturnas constelaciones,<br />
y en medias palabras y en profundas miradas<br />
y en deseos contenidos y en esa profusión de cosas<br />
iniciales que constituyen el silabario que todos sabéis<br />
deletrear.<br />
3 Favus distillans labia tua sponsa mel et lac sub lingua tua: “Tus labios<br />
destilan néctar, miel y leche bajo tu lengua” [Biblia Vulgata, Cantar de<br />
los cantares del rey Salomón, 4:11].<br />
4 Abrojos es un poemario cuya primera edición fue publicada por la<br />
Imprenta Cervantes de Santiago de Chile en 1887.<br />
Un día dije a mis amigos: —“Me caso”. La carcajada<br />
fue homérica. Tenía apenas catorce años cumplidos.<br />
Como mis buenos queredores viesen una resolución<br />
definitiva en mi voluntad, me juntaron unos<br />
cuantos pesos, me arreglaron un baúl y me condujeron<br />
al puerto de Corinto, donde estaba anclado un<br />
vapor que me llevó en seguida a la república de El<br />
Salvador.<br />
XXIV<br />
En Madrid me hospedé en el hotel de Las Cuatro Naciones,<br />
situado en la calle del Arenal y hoy transformado.<br />
Como supiese mi calidad de hombre de letras,<br />
el mozo Manuel me propuso: —“Señorito, ¿quiere<br />
usted conocer el cuarto de don Marcelino? Él está<br />
ahora en Santander y yo se lo puedo mostrar”. Se trataba<br />
de don Marcelino Menéndez y Pelayo, y yo acepté<br />
gustosísimo. Era un cuarto como todos los cuartos<br />
de hotel, pero lleno de tal manera de libros y de<br />
papeles, que no se comprende cómo allí se podía caminar.<br />
Las sábanas estaban manchadas de tinta. Los<br />
libros eran de diferentes formatos. Los papeles de<br />
grandes pliegos estaban llenos de cosas sabias, de cosas<br />
sabias de don Marcelino. —“Cuando está don<br />
Mar celino no recibe a nadie”, me dijo Manuel. El caso<br />
es que la buena suerte quiso que cuando retornó de<br />
Santander el ilustre humanista yo entrara a su cuarto,<br />
por lo menos algunos minutos todas las mañanas.<br />
Y allí se inició nuestra larga y cordial amistad.<br />
XXXII<br />
Yo soñaba con París desde niño, al punto de que cuando<br />
hacía mis oraciones rogaba a Dios que no me dejase<br />
morir sin conocer París. París era para mí como<br />
un paraíso en donde se respirase la esencia de la felicidad<br />
sobre la tierra. Era la Ciudad del Arte, de la Belleza<br />
y de la Gloria; y, sobre todo, era la capital del<br />
Amor, el reino del Ensueño. E iba yo a conocer París,<br />
a realizar la mayor ansia de mi vida. Y cuando en la<br />
estación de Saint Lazare pisé tierra parisiense creí<br />
hallar suelo sagrado. Me hospedé en un hotel español,<br />
que por cierto ya no existe. Se hallaba situado<br />
cerca de la Bolsa, y se llamaba pomposamente Grand<br />
Hotel de la Bourse et des Ambassadeurs... Yo deposité<br />
en la caja, desde mi llegada, unos cuantos largos y<br />
prometedores rollos de brillantes y áureas águilas<br />
americanas de a veinte dólares. Desde el día siguiente<br />
tenía carruaje a todas horas en la puerta, y comencé<br />
mi conquista de París...<br />
Apenas hablaba una que otra palabra de francés.<br />
Fui a buscar a Enrique Gómez Carrillo, que trabajaba<br />
entonces empleado en la casa del librero Garnier.<br />
Carrillo, muy contento de mi llegada, apenas pudo<br />
acompañarme; por sus ocupaciones; pero me presentó<br />
a un español que tenía el tipo de un gallardo<br />
mozo, al mismo tiempo que muy marcada semejanza<br />
de rostro con Alfonso Daudet. Llevaba en París la<br />
vida del país de Bohemia, y tenía por querida a una<br />
verdadera marquesa de España. Era escritor de gran<br />
talento y vivía siempre en su sueño. Como yo, usaba y<br />
abusaba de los alcoholes; y fue mi iniciador en las correrías<br />
nocturnas del Barrio Latino. Era mi pobre<br />
amigo, muerto no hace mucho tiempo, Alejandro<br />
Sawa. Algunas veces me acompañaba también Carrillo,<br />
y con uno y otro conocí a poetas y escritores de<br />
París, a quienes había amado desde lejos.<br />
Uno de mis grandes deseos era poder hablar con<br />
Verlaine. Cierta noche, en el café D’Harcourt, encontramos<br />
al Fauno, rodeado de equívocos acólitos.<br />
Estaba igual al simulacro en que ha perpetuado<br />
su figura el arte maravilloso de Carriére. Se conocía<br />
que había bebido harto. Respondía de cuando en<br />
cuan do a las preguntas que le hacían sus acompañantes,<br />
golpeando intermitentemente el mármol de<br />
la mesa. Nos acercamos con Sawa, me presentó: “Poeta<br />
americano, admirador, etc.”. Yo murmuré en mal<br />
francés toda la devoción que me fue posible, concluí<br />
con la palabra gloria... Quién sabe qué habría pasado<br />
esta tarde al desventurado maestro; el caso es que,<br />
volviéndose a mí, y sin cesar de golpear la mesa, me<br />
dijo en voz baja y pectoral: “¡La gloire!... ¡La gloire!...<br />
¡M... M... encore!...” Creí prudente retirarme, y esperar<br />
verle de nuevo una ocasión más propicia. Esto no<br />
lo pude lograr nunca, porque las noches que volví a<br />
encontrarle, se hallaba más o menos en el mismo estado;<br />
y aquello, en verdad, era triste, doloroso, grotesco<br />
y trágico. Pobre “¡Pauvre Lelian! ¡Priez potir le<br />
pauvre Gaspard!...” W<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 9
Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
La observación aguda, la gracia en el decir y el sentido de justicia de Rubén Darío están<br />
presentes en esta crónica sobre la vida de los hispanoamericanos en París, publicada en<br />
Viajes de un cosmopolita extremo ( FCE, Argentina, 2013). Con finura pero sin concesiones<br />
expone la frivolidad y el vacío de los visitantes de nuestras repúblicas y los estereotipos<br />
denigrantes de los parisinos sobre ellos, sin ignorar las excepciones nobles<br />
y virtuosas en el estudio, el trabajo y la fe.<br />
CRÓNICA<br />
Los hispanoamericanos<br />
Notas y anécdotas<br />
RUBÉN DARÍO<br />
París, 27 de junio de 1900.<br />
or los bulevares, en los teatros,<br />
en la Exposición sobre todo, se<br />
oye a cada paso hablar en castellano.<br />
Suenan todos los acentos,<br />
desde los marcados en el ceceo<br />
andaluz hasta las tonadas<br />
pin torescas de las Américas Latinas.<br />
Las repúblicas calientes<br />
hacen notar su presencia: “¡Adiós, general!”, “¡Adiós,<br />
doctor!” Los especiales bigotes en croc [retorcidos] y<br />
las forzadas elegancias indumentarias demuestran<br />
la invasión de un tipo que tiene su nombre especial y<br />
es harto sonoro en la jerga parisiense.<br />
Naturalmente hay de todo.<br />
La América Latina, para el ciudadano de París,<br />
tiene muy pocos señalados contornos en su precaria<br />
geografía bulevardera. Chile aún es visto por algunos<br />
“eruditos” a través de la admiración de Voltaire<br />
por Ercilla; el peruano más reciente es el Daudet en<br />
Tartaria; el “general boliviano” no dejará de aparecer<br />
en las tablas con los más inverosímiles uniformes;<br />
brésilien ya se sabe lo que significa; el ministro<br />
de Honduras fue explotado por Dumas, por Sardou,<br />
por los vaudevillistas: sabía tanto Victor Hugo que<br />
pudo hacer estos versos sobre uno de los personajes:<br />
… Il alla<br />
Depuis Ménilmontant jusqu’au Guatemala.<br />
[… Él fue<br />
Desde Ménilmontant hasta Guatemala.]<br />
Caran D’Ache acaba de presentar una serie de tipos<br />
nacionales a propósito de sus monedas respectivas;<br />
y es de ver cómo se asemejan el sol peruano, el peso<br />
argentino, el oriental, el mejicano, etc., a los tipos<br />
levantinos, egipcios, griegos. Son los rasgos comunes<br />
al señalado rasta 1 internacional. No se ve, pues,<br />
a nuestros países sino por ese lado poco agradable.<br />
Etnográficamente, todo se confunde en la lejanía de<br />
vagas Venezuelas y poco probables Nicaraguas, a pesar<br />
de que la erudición de Hugo hiciese quedar para<br />
1 A fines del siglo xix se popularizó el término rastaquouère. Se lo usaba<br />
despectivamente en Francia y el resto de Europa para referirse a los<br />
hispanoamericanos que se habían enriquecido súbitamente con la explotación<br />
de algún producto (guano, trigo, cobre, ganado) y que salían a<br />
exhibir ostentosamente sus fortunas en las capitales europeas, especialmente<br />
en París. Las élites europeas lo usaban para marcar diferencias<br />
con los ricos empresarios y comerciantes latinoamericanos, a<br />
quienes consideraban advenedizos, arribistas, sin cultura, groseros,<br />
cultivadores del mal gusto y la falta de refinamiento. La amplia difusión<br />
del término indica de qué modo molestaba la aparición de nuevas clases<br />
y nuevas costumbres. En francés o español, Darío lo usa en varias de sus<br />
formas: rastacuero, rasta, rastacuerismo. [N. de la E.]<br />
la inmortalidad “Las razones del Momotombo”. nocidos son los dislates del gran poeta en sus conversaciones<br />
con latinoamericanos y sobre todo con doña<br />
Juana Manso, lo cual no obstó para que enviase una<br />
Co-<br />
estupenda carta a los radicales de Colombia cuando<br />
la fabulosa constitución de Río Negro. Creo que solamente<br />
la eufonía hizo escribir a Verlaine este verso<br />
de uno de sus sonetos:<br />
Notre Dame de Santa Fe de Bogotá.<br />
Tanto sabe Tolstói de Porfirio Díaz, a quien ha colocado<br />
creo que entre César y Alejandro, como Rodin<br />
de Sarmiento, a quien ha esculpido con su excepcional<br />
audacia. Ciertos políticos y personajes oficiales<br />
nuestros, retratados y biografiados por un Meulman<br />
cualquiera en su periodiquito de negocio, no saben<br />
que su fama rápida irá tan sólo de San Marino a Montenegro<br />
o al Paraguay. He dicho alguna vez que, hablando<br />
con un señor muy culto, averigüé que para él<br />
Bolívar era un sombrero y San Martín, un santo.<br />
Por otra parte, es una injusticia hasta cierto punto<br />
el achacar a los americanos de lengua española la<br />
mayor parte en lo que se ha llamado “rastacuerismo”.<br />
Innumerables valacos y griegos, muchísimos s<br />
italianos, españoles y gentes de Oriente han dado y<br />
dan notas sonoras en tal campo. Quienes nos han he-<br />
10 ENERO-FEBRERO DE 2016
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
LOS HISPANOAMERICANOS. NOTAS Y ANÉCDOTAS<br />
cho más daño han sido los presidentes en exil; los varios<br />
sujetos de distintas repúblicas que después de<br />
ordeñar las respectivas vacas lecheras de sus Estados,<br />
han venido a París a tirar zurdamente sus milloncejos;<br />
y los varios aztecas, chorotegas, quinches<br />
y coyas que hacen el marqués y el príncipe, a la sombra<br />
misma del armorial de Dozier.<br />
Hay altas familias hispanoamericanas que figuran<br />
entre la más elevada aristocracia francesa, sobre<br />
todo cubanas y mexicanas. Estas últimas, de las<br />
ennoblecidas por el emperador de la barba de oro,<br />
cuyos jefes tuvieron acción en la obra del fracasado<br />
imperio. Hay fiestas de cubanos como los señores<br />
Terry, a las cuales concurre la más fina flor de la aristocracia<br />
francesa, de Rohan abajo. En este terreno<br />
puramente social hay nombres chilenos grandemente<br />
considerados, como los de Blest Gana y Subercaseaux<br />
y bastantes argentinos, que están señalados<br />
por el buen criterio de Buenos Aires. Aparte de todo<br />
esto, la vida esencialmente diplomática, que no tiene<br />
nada que ver con lo puramente mundano y de prestigio<br />
personal. El Perú ha tenido aquí graciosa representación,<br />
desde hace mucho tiempo, con sus encantadoras<br />
mujeres. En el segundo imperio tuvieron<br />
algunos nombres resonancia. Una de las esposas de<br />
Arsenio Houssaye era limeña. Por cierto que el general<br />
Echenique me ha referido un incidente respecto a<br />
tal matrimonio, en que el caballero francés no aparece<br />
como un perfecto modelo de galantería.<br />
La vida de los hispanoamericanos en París ha tenido<br />
sus cronistas y hasta sus novelistas. Si no recuerdo<br />
mal, hay un libro de un escritor de Centroamérica, el<br />
señor Guzmán, que trata de tal tópico, y otro del colombiano<br />
Ángel Cuervo, hermano del filólogo. Pero lo<br />
mejor que se ha escrito a este respecto es, sin duda alguna,<br />
la novela de Alberto del Solar, Rastaquouère. Es<br />
un libro de observación y de conciencia. El autor me<br />
ha manifestado más de una vez que sus tipos han sido<br />
copiados de la realidad, y que más de un episodio de su<br />
obra ha pasado ante su propia vista. Es la historia continua<br />
e inacabable de la familia americana que deja su<br />
terruño, sus costumbres, su rústica riqueza para venir<br />
a este mundo de deslumbramientos y de locuras<br />
brillantes, a perder el dinero del modo más lamentable,<br />
el honor algunas veces, la vida de cuando en cuando.<br />
Es la señorita explotada por nobles arruinados, sin<br />
rentas ni vergüenza; la vanidad bufa de quienes llegan<br />
con el propósito de formar parte del tout Paris; la tiranía<br />
de la moda, las redes del vicio risueño, y, como inevitable<br />
desenlace, la quiebra, el desplumamiento, el<br />
crac, la miseria.<br />
Ciertamente, de algunos años a esta parte ha<br />
cambiado mucho el tipo del rasta. Los periódicos, los<br />
folletines, los dibujos, los libros dedicados a caricaturar<br />
la especie se multiplicaron, y esto hizo apagar<br />
un tanto las detonaciones llamativas, las exhibiciones<br />
carandachescas. Llegan familias serias, ricas de<br />
veras, acostumbradas a una existencia noble y fastuosamente<br />
mundana, y ya en sus hoteles particulares,<br />
o en sus departamentos del Rily, del Elysée Palace<br />
Hotel y otros semejantes, saben llevar una vida<br />
de opulencia y de distinción, que no se confunde con<br />
la parada presuntuosa de los varios Talagantes,<br />
como el que retratara Del Solar.<br />
El concepto universal que se tiene de París está<br />
reconocido que es el de un formidable casino, el de<br />
un colosal establecimiento de diversiones y de placeres,<br />
la rôtisserie de las naciones y el harén del rey Todo-el-Mundo.<br />
El París que cree, que espera, que trabaja<br />
y estudia, que ora, ese de que acaba de hablar<br />
con tanta cordura y dignidad el señor d’Haussonville,<br />
no se toma en cuenta por la generalidad que viene<br />
aquí con el único objeto de divertirse. No hay duda<br />
de que corre por el ambiente bulevardero un soplo de<br />
lujuria perenne y que todo convida al amor y a la<br />
alegría; pero hay mundos aparte que son Eldorados<br />
para el artista, para el estudioso y para el piadoso.<br />
Sin embargo, la influencia del medio, del aire de oro<br />
perfumado, del aliento de las invisibles rosas de este<br />
peligroso paraíso, se nota a la continua. Jóvenes que<br />
en Buenos Aires son modelo de seriedad y de religiosidad,<br />
en cuanto llegan aquí se coronan de flores y se<br />
levantan a las dos de la tarde.<br />
Viejos graves, padres conscriptos, severos funcionarios<br />
se embarcan en la barca de Watteau en viaje a<br />
Citeres. ¿Quién se asombra de eso? ¿No son sabidas<br />
las incursiones periódicas del simpático rey Leopoldo<br />
por causa de las gracias tangibles de mademoiselle<br />
de Mérode, que Falguière consagrara en mármol?<br />
Así, las blancas manos están hechas a dejar sin<br />
una sola pluma todos los palomares internacionales,<br />
y más de un gallo criollo ha tenido que volver a América<br />
a rehacer su fortuna. La galantería costosa, las<br />
señoritas de chez Maxim’s, exigen presupuestos imperiales<br />
y reales. El joven chic, el joven bien, necesita<br />
diariamente, si quiere estar en buen pie, una buena<br />
compañía de billetes azules, que tomarán el vuelo a<br />
los compases de la Valse bleue… Para esto hay que<br />
competir y luchar con los lores ingleses, los príncipes<br />
rusos, los millonarios yanquis, y por muy fuertes<br />
que sean nuestras fortunas, a pesos papel, apenas se<br />
podrán percibir aquí en esas justas con accionistas<br />
de la Chartered y reyes de algodón auténticos maradjkaes<br />
y legítimos mandarines. Cuando el sport se<br />
mezcla en el asunto, la gravedad se multiplica. Para<br />
figurar entre los primeros sportsmen de París, echad<br />
números…<br />
Suele acontecer también, y es más frecuente de lo<br />
que se pudiera creer, que los incautos extranjeros, y<br />
particularmente los hispanoamericanos, son despellejados<br />
de otra suerte. Por tener de amigo íntimo<br />
un conde —“¡oh, mi querido conde!”— o un marqués<br />
—“¡oh, mi querido marqués!”— suelen caer en las<br />
tram pas más absurdas. ¡Hay un noble de éstos, que<br />
circula entre la colonia de Hispanoamérica, y que no<br />
hace mucho tiempo estuvo preso por ofensas a la<br />
moral!… Su nombre con todas las letras apareció en<br />
La vida intelectual es difícil<br />
y áspera. Nuestros jóvenes<br />
de letras que sueñan con<br />
París deben saber que la<br />
vorágine es inmensa.<br />
Se nos conoce apenas.<br />
La literatura nueva de<br />
América ha llamado algo<br />
la atención en algunos<br />
círculos, como el del<br />
Mercure de France,<br />
pero como nadie sabe<br />
castellano, salvo rarísimas<br />
excepciones, nos ignoran<br />
de la manera más absoluta.<br />
los diarios. Se le hicieron algunas reconvenciones y<br />
preguntas en los círculos que frecuenta, se dieron tales<br />
o cuales explicaciones, y continúa tan campante y<br />
fresco. Otro noble, de apellido algo italiano, acostumbra<br />
atraer a su elegantísimo departamento a caballeros<br />
criollos que juzga exprimibles, y acontece<br />
que les deja casi siempre sin jugo. Leed lo que dice un<br />
reciente periódico muy informado en esta clase de<br />
asuntos.<br />
“¿Conocéis el Silvio y Besco? Es un juego muy en<br />
boga en el Peloponeso, y que consiste en una minúscula<br />
ruleta, que el banquero tiene en la mano, y cuya<br />
aguja haciendo oficio de bola es movida por un<br />
resorte.<br />
”En una avenida próxima a la Estrella el conde de<br />
X… reunía estos últimos días, en su lindo entresuelo,<br />
la crema de la colonia argentina, incluso el hijo de un<br />
ex presidente de esa república.<br />
”Se jugó al Silvio y Besco. La partida fue interesante,<br />
las apuestas, soberbias, tanto que el hijo del ex<br />
presidente de la República Argentina perdía 300.000<br />
francos.<br />
”El joven hidalgo pagó su deuda de honor, pero<br />
como hombre de esprit, exigió del conde X… que le<br />
regalara la famosa ruleta, como recuerdo de tan memorable<br />
déveine [mala racha]: el bonito instrumento<br />
estaba cargado…”<br />
Como aquí todas las cosas suelen exagerarse y tomar<br />
caracteres novelescos, suprimamos que sea el<br />
héroe un hijo de ex presidente argentino, y reduzcamos<br />
la cantidad de una suma no tan fuerte. El hecho<br />
debe ser conocido y meditado por los jóvenes bien<br />
que deseen venir a gastar su oro y gozar de los cuatro<br />
vientos de París.<br />
Nuestros jóvenes “alegres” que se divierten cotidianamente<br />
tienen sus puntos señalados. Allá en el<br />
bosque, los clásicos Armenonville, la Cascada, etc.<br />
Aquí, en el centro de París, y por la noche, el impagable<br />
Maxim’s, el Americano, el Café de París. Allí concurren<br />
todas esas damas del batallón de Citeres,<br />
bellas, adorables, la mayor parte estúpidas, con las<br />
manos hechas un escaparate de joyería, provocantes,<br />
soberbias, o macabras. Allí se charla, se cena<br />
atrozmente caro, se goza, se renueva la antigua vida<br />
pagana y la eterna figura goyesca de la hembra y el<br />
muñeco. Allí van insultantes de gracia mala y de<br />
riqueza enferma las varias cortesanas de apellido español,<br />
las varias yanquis, las muchas de nombres heráldicos<br />
en el armorial del placer parisiense, y que<br />
figuran en las crónicas del Gil Blas, y reinan en todas<br />
las fiestas de la capital en celo.<br />
Mas no solamente los hispanoamericanos tienen representación<br />
en los lugares de placer, en las casas de<br />
los modistos y los elegantes cotillones. Hay familias<br />
religiosas que oran, y ejemplos de piedad que turban.<br />
De ese modo ha hecho de su existencia un extraño<br />
poema la dulce e ilustre damita de Buenos Aires que<br />
no hace mucho tiempo, entre la gloria babilónica de<br />
la Feria que clama los triunfos y goces del siglo, entre<br />
los palacios de todas las naciones, los colores de todas<br />
las banderas y los cantos y danzas de todas las<br />
razas, fue una mañana fría, en un barco del Sena, a<br />
tocar a la puerta de un convento, u ofrecer a Dios sus<br />
cabellos y su belleza joven, y su vida. ¿No creéis ver<br />
en esto evocado uno de esos casos de la vieja vida<br />
cristiana, entre las victorias de Roma, que pueden<br />
hallarse en Evagrio del Ponto o en Fra Domenico Cavalca?<br />
Buen número de familias hispanoamericanas<br />
iba también el otro día, en una peregrinación internacional<br />
en que el estandarte de García Moreno<br />
fue saludado con harto entusiasmo por un bravo<br />
sacerdote.<br />
Y entre tanto, en su estudio ginecológico trabaja<br />
la doctora argentina; en el salón figura el pintor argentino;<br />
el médico argentino está allá, con el sabio de<br />
París, aprendiendo, orando con las manos, con el cerebro,<br />
con la cuchilla. Se va a la misa de la ciencia y al<br />
sermón del arte. Hallan su refugio los estudiosos<br />
y los estudiantes. Se cumple con el deber de la labor y<br />
del entusiasmo. Hay quienes buscan el diamante de<br />
verdad y de bien que hay en el fondo de la copa de rosas<br />
de París. Y después de la tarea, después de haber<br />
quedado bien consigo mismo, sabe mejor el beso de<br />
Suzette o de Suzzon.<br />
La vida intelectual es difícil y áspera. Nuestros jóvenes<br />
de letras que sueñan con París deben saber<br />
que la vorágine es inmensa. Se nos conoce apenas. La<br />
literatura nueva de América ha llamado algo la atención<br />
en algunos círculos, como el del Mercure de<br />
France, pero como nadie sabe castellano, salvo rarísimas<br />
excepciones, nos ignoran de la manera más<br />
absoluta. Los nombres hechos, las famas adquiridas<br />
se respetan, y las personalidades son acogidas con<br />
deferencia. Pero no se hace diferencia entre el poeta<br />
de Finlandia y el de la Argentina, el de Japón o el de<br />
Méjico. Fuera de estudiosos admirables, como Rémy<br />
de Gourmont, que observa la evolución de nuestra<br />
lengua y la producción mental nuestra, no se ocupa<br />
nadie en tales tópicos, como no sea Finot, en la Revue<br />
de Revues, ¡que encarga estudios como el de La novela<br />
en la América Central…! Verlaine hacía creer que<br />
conocía el español, y no sabía sino decir: “No hay mal<br />
que por bien no venga” y “A batallas de amor, campos<br />
de pluma”. Moréas, de quien se anunció una traducción<br />
de Calderón, no entiende nada: y lo único que<br />
sabe es lo que me dice cada vez que me saluda: “¡Don<br />
Diego Hurtado de Mendoza!” Y se queda tan fresco.<br />
Así, pues, sonreíd cada vez que leáis en El iris decadente<br />
o en La estrella tropical: “El eminente poeta<br />
hispanoamericano don Fulano de Tal, tan conocido<br />
no solamente en América y España, sino también en<br />
París…, etc.”<br />
Y ¿España? España no tiene mejor suerte que<br />
nosotros. Aquí, de España, ¡olé! Y se acabó. W<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 11
Fotografía: ©JAVIER NARVÁEZ<br />
PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />
Vila-Matas nació con el rock and roll, cuyos primeros sonidos fueron un anticipo<br />
del porvenir, aunque entonces era demasiado pronto para saberlo. En este texto, leído<br />
al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en noviembre de 2015, el autor<br />
de Historia abreviada de la literatura portátil se pregunta desenfadado por el futuro<br />
de la novela y esboza cómo ha ido renovándose el género,<br />
en parte gracias a su propia contribución.<br />
DISCURSO<br />
El futuro<br />
ENRIQUE VILA-MATAS<br />
12 ENERO-FEBRERO DE 2016
PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />
EL FUTURO<br />
He venido a hablarles del<br />
futuro. Supongo que del<br />
futuro de la novela, aunque<br />
quizá sólo del futuro<br />
de este discurso. Voy a<br />
contarles cómo durante<br />
años imaginé que se presentaba<br />
el futuro. Sitúense<br />
en 1948, el año en que<br />
nací, en la tarde de agosto<br />
en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó<br />
a sonar en las emisoras de música de Maryland, y<br />
pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando<br />
una estela de perplejidad en sus casuales oyentes.<br />
¿Qué era aquello? No se había oído nunca nada igual<br />
y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era —ahora lo<br />
sabemos— la primera canción de rock and roll de la<br />
historia. Quienes la oían entraban de golpe en el futuro.<br />
La música de aquel disco parecía provenir del<br />
éter y flotar literalmente sobre las ondas del aire de<br />
Maryland. Aquello, señoras y señores, era el rock and<br />
roll llegando con la reposada lentitud de lo verdaderamente<br />
imprevisto. La canción se titulaba Demasiado<br />
pronto para saberlo, y era la primera grabación de<br />
The Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba<br />
rara, nada extraño si tenemos en cuenta que era el<br />
primer signo de que algo estaba cambiando.<br />
¿Qué pudo pensar la primera persona que, oyendo<br />
radio Maryland aquella mañana, comprendió<br />
que empezaba una nueva era? “Es demasiado pronto”,<br />
decía la canción, “muy pronto para saberlo”, susurraba<br />
titubeante Sonny Til, el cantante.<br />
He venido a hablarles del futuro, que para mí durante<br />
años ha sido algo que llegaba como llegó el<br />
rock el año en que nací, con aquella reposada lentitud<br />
de lo verdaderamente imprevisto.<br />
He venido a hablarles del futuro. Y está claro que,<br />
como me autoimpongo el tema yo mismo, busco<br />
complicarme la vida. Nada que me sorprenda demasiado.<br />
Así he venido trabajando estos años, trabajando<br />
en libros difíciles que llevaba lo más lejos<br />
posible, hasta sus límites; libros que, al publicarlos,<br />
se convertían en callejones sin salida porque no se<br />
veía qué podía hacer ya después de ellos. Pero yo<br />
esto lo hacía de un modo consciente, porque era a<br />
ese punto al que yo quería llegar.<br />
Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar<br />
de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado<br />
de callejón sin salida, y los amigos volvían a hacerme<br />
la pregunta habitual: “Y después de esto,<br />
¿qué vas a hacer?” Y yo pensaba que todo había terminado.<br />
Me costaba salir de ese callejón. Pero por<br />
suerte, siempre a última hora, me acordaba de que<br />
la inteligencia es el arte de saber encontrar un pequeño<br />
hueco por donde escapar de la situación que<br />
nos tiene atrapados. Y yo siempre tenía la suerte de<br />
acabar encontrando el hueco mínimo y me escapaba,<br />
y entraba en un nuevo libro.<br />
Los callejones sin salida han sido el motor central<br />
de mi obra. Por eso no me extraña que ahora<br />
quiera complicarme la vida y hablarles del futuro.<br />
Pero no pasa nada. De hecho, estoy acostumbrado a<br />
relacionarme con él, con el futuro. ¿O no estoy especializado<br />
en narrar previamente los viajes que<br />
realizo? Acostumbro a adelantarme a lo que pueda<br />
pasar y lo cuento en artículos de prensa. Después<br />
viajo al lugar y vivo allí lo escrito.<br />
Como tengo esa costumbre de narrar los viajes<br />
antes de hacerlos, he escrito previamente este discurso<br />
antes de salir de Barcelona rumbo a Guadalajara.<br />
Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes,<br />
pues de lo contrario no estaría leyéndolo ahora. La<br />
ventaja de esto es que conozco cómo acaba, lo que<br />
demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro<br />
no es a veces tan indescifrable.<br />
Si me impuse hablarles del futuro fue sobre todo<br />
porque este premio, antiguo premio Rulfo, distingue<br />
la obra de autores “con un aporte significativo a<br />
la literatura de nuestros días” y yo quería que se supiera<br />
que quizá me ajusto a esta premisa porque<br />
desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar<br />
escrituras que nos interroguen desde la estricta<br />
contemporaneidad, en la necesidad de encontrar<br />
estructuras que no se limiten a reproducir modelos<br />
que ya estaban obsoletos hace cien años.<br />
Es tal mi costumbre de buscar nuevas escrituras<br />
que voy a decirles ahora no cómo escribo, sino cómo<br />
me gustaría escribir. Y recurro para ello a Robert<br />
Walser, aquel escritor suizo al que Christopher Domínguez<br />
Michael llamó en cierta ocasión “mi héroe<br />
moral”. Parece que Walser se vio realmente liberado<br />
de sí mismo el día en que hizo un viaje nocturno<br />
en globo, desde Bitterfeld hasta una playa del Báltico.<br />
Un viaje sobre una Alemania dormida en la oscuridad.<br />
“Subieron a la barquilla, a la extraña casa,<br />
tres personas y soltaron las cuerdas de sujeción, y el<br />
globo voló lentamente hacia lo alto”, escribió Walser,<br />
el paseante por excelencia, un caminante que<br />
en realidad había nacido para ese recorrido silencioso<br />
por el aire, pues siempre, en todos sus trabajos<br />
en prosa, quiso alzarse sobre la pesada vida terrestre,<br />
desaparecer suavemente y sin ruido hacia un<br />
reino más libre.<br />
Me gustaría escribir alzándome sobre la pesada<br />
vida terrestre. Pero en caso de lograrlo, ¿coincidirían<br />
mis itinerarios con los trayectos nocturnos<br />
que sospecho que seguirá la novela en el futuro? A<br />
principios de este siglo, aún habría dicho que sí, que<br />
algunos recorridos coincidirían. Quizás entonces<br />
aún era optimista, porque me sentía aliado con estas<br />
líneas de Borges: “¿Qué soñará el indescifrable<br />
futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don<br />
Quijote sin dejar su aldea y sus libros”.<br />
Pensaba que en las novelas por venir no sería necesario<br />
dejar la aldea y salir al campo abierto porque<br />
la acción se difuminaría en favor del pensamiento.<br />
Con una confianza ingenua en la evolución<br />
de la exigencia de los lectores del nuevo siglo, creía<br />
que en el indescifrable futuro la novela de formato<br />
decimonónico —que se había cobrado ya sus mejores<br />
piezas— iría cediendo su lugar a los ensayos narrativos,<br />
o a las narraciones ensayísticas, y quizás<br />
incluso cedería el paso a una prosa brumosa y compacta<br />
estilo Sebald (es decir, muy en el modo en que<br />
Nietzsche hacía de la vida, literatura), o estilo Sergio<br />
Pitol, el de El mago de Viena, con ese tipo de prosa<br />
compacta en la que el autor disolvía las fronteras<br />
entre los géneros, haciendo que desaparecieran los<br />
índices, y los textos consistieran en fragmentos<br />
unidos por una estructura de unidad perfecta; una<br />
prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo.<br />
Pensaba que en ese siglo se cedería el paso a un<br />
tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera;<br />
una novela en la que sin problemas se mezclarían<br />
lo autobiográfico con el ensayo, con el libro de<br />
viajes, con el diario, con la ficción pura, con la realidad<br />
traída al texto como tal. Pensaba que iríamos<br />
hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo,<br />
una literatura mixta, donde los límites se confundirían<br />
y la realidad podría bailar en la frontera<br />
con la ficción, y el ritmo borraría esa frontera.<br />
Le preguntaron a Roberto Bolaño en 2001 en una<br />
entrevista en Chile qué novelas serían las que veríamos<br />
en el futuro. Y Bolaño respondió literalmente<br />
que una novela que sólo se sostiene por el<br />
argumento —con un formato más o menos archiconocido,<br />
pero no archiconocido en este siglo, sino ya<br />
en el xix— es un tipo de novela que se acabó. “Se va<br />
a seguir haciendo y, además, va a seguir haciéndose<br />
durante muchísimo tiempo —dijo Bolaño—, pero<br />
esa novela ya está acabada, y no está acabada porque<br />
yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos<br />
años. Después de La invención de Morel, no se puede<br />
escribir una novela así, en donde lo único que<br />
aguanta el libro es el argumento. En donde no hay<br />
estructura, no hay juego, no hay cruce de voces.”<br />
De cara a la narrativa que yo creía que estaba por<br />
venir, uno de mis puntos de orientación era el anartista<br />
Marcel Duchamp. Artista no, decía de sí mismo:<br />
anartista. En diferentes ocasiones, pensando<br />
en su legado, insinué que tal vez no sólo íbamos a<br />
dejar atrás por fin la anquilosada narrativa del pasado,<br />
sino que iríamos hacia una novela conceptual:<br />
un tipo de novela que recogería el intento de Marcel<br />
Duchamp de reconciliar arte y vida, obra y espectador.<br />
Tenía presente lo que decía Octavio Paz de esa<br />
reconciliación propuesta por Duchamp: “El arte<br />
fundido a la vida es arte socializado, no arte social<br />
ni socialista, y aún menos actividad dedicada a la<br />
producción de objetos hermosos o simplemente decorativos.<br />
Arte fundido a la vida quiere decir poema<br />
de Mallarmé o novela de Joyce: el arte más difícil.<br />
Un arte que obliga al espectador y al lector a convertirse<br />
en un artista y en un poeta”.<br />
Creía que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores<br />
y lectores devendrían artistas y poetas.<br />
Y creía que surgirían libros donde la forma fuera<br />
el contenido y el contenido fuera la forma. Libros<br />
de los que alguien pudiera, por ejemplo, quejarse de<br />
que el material a veces no pareciera escrito en su<br />
lengua. Y a quien pudiéramos decirle: pero es que<br />
no está escrito después de todo, no está escrito para<br />
ser leído, o no sólo para ser leído; se ha creado para<br />
ser mirado y escuchado; mira, su escritura no es<br />
acerca de algo, es algo en sí mismo. Cuando el sentido<br />
es dormir, las palabras se van a dormir. Cuando<br />
el sentido es bailar, las palabras bailan. Los novelistas<br />
engendran obras discursivas porque se centran<br />
en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras<br />
que el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es<br />
la cosa y no algo sobre las cosas: no es arte sobre algo,<br />
es el arte en sí.<br />
Por eso me gustaban más Bouvard y Pecuchet y<br />
Finnegans Wake, las obras imperfectas que se abren<br />
paso en Flaubert y Joyce después de sus grandes<br />
obras, Madame Bovary y Ulises, respectivamente.<br />
Veía en esas obras desatadas e imperfectas caminos<br />
geniales hacia el futuro. Creía que todos devendríamos<br />
artistas y poetas, pero luego las cosas se torcieron<br />
y, entre sombras de Grey, ahora triunfa la corriente<br />
de aire, siempre tan limitada, de los novelistas<br />
con tendencia obtusa al “desfile cinematográfico<br />
de las cosas”, por no hablar de la corriente de los libros<br />
que nos jactamos groseramente de haber leído<br />
de un tirón, etcétera.<br />
A la caída de la capacidad de atención ha contribuido<br />
una industria editorial que está erradicando<br />
de la literatura todo aquello que nos quiere hacer<br />
creer que es demasiado pesado, o que va demasiado<br />
cargado de sentido, o que puede parecer intelectual.<br />
Y el panorama, desde el punto de vista literario —si<br />
es que ese punto de vista aún existe— es desolador.<br />
“¿Y por qué los escritores son, más que otra gente,<br />
presa fácil de las depresiones?”, pregunta alguien en<br />
un relato de Mario Levrero. Y alguien dice: “Se deprimen<br />
porque no pueden tolerar la idea de tener que vivir<br />
en un mundo estropeado por los imbéciles”. En un<br />
mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría,<br />
un escritor ya bastante hace con sobrevivir.<br />
Cada día son más inencontrables, pero quedan todavía<br />
algunos —podríamos llamarles “los escritores de<br />
antes”— que se salvan gracias a que aún saben arreglárselas<br />
para tratar de escribir lo que escribirían si<br />
escribiesen. Pero de estos cada vez hay menos. Son supervivientes<br />
de una especie en extinción; tipos complicados,<br />
gente de un coraje tan antiguo como el coraje<br />
mismo, gente zumbada; trastornada si ustedes quieren;<br />
gente esencialmente obsesiva, fascinantemente<br />
obsesiva.<br />
A un amigo escritor le preguntó una dama en un<br />
coloquio cuándo iba a dejar de escribir sobre tipos<br />
que parecen moverse por el Far West y aniquilan a<br />
escritores falsos.<br />
—Cuando me salga bien, dejaré de hacerlo —contestó.<br />
En arte cuenta mucho la insistencia desaforada, la<br />
presencia del maniático detrás de la obra. Los escritores<br />
supervivientes saben que el futuro ya no va a<br />
llegar a través de las ondas; no va a llegar, como en el<br />
año en que nací, con las alegres formas de una música<br />
distinta.<br />
Mi biografía va del nacimiento del rock and roll a<br />
los atentados de este noviembre en París.<br />
En un intenso texto de Xavier Person, que leí ayer en<br />
el avión que me trajo hasta aquí, he podido seguir los<br />
pasos de George Didi-Huberman en el momento de<br />
abrir la puerta de una habitación de hospital en París, y<br />
he entrado con él en el cuarto de Simon, un joven de 33<br />
años gravemente herido en la columna vertebral por<br />
una bala de Kaláshnikov en el atentado de Charlie Hebdo.<br />
En ese cuarto, este superviviente, nos dice Didi-Huberman,<br />
“trabaja para vivir”. Su cuerpo lentamente se<br />
pone en movimiento y él está intentando levantarse, literalmente<br />
elevarse, para volver a ser.<br />
Desde ese cuarto de hospital francés he pensado<br />
en los emigrantes de la guerra de Siria que, después<br />
de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en<br />
una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van<br />
alzando, se van elevando, también para sentir que<br />
vuelven a ser. Y al pensar en ellos he oído el eco de las<br />
voces de los supervivientes que nos hablan en el documento<br />
de Svetlana Alexievich sobre Chernóbil. El<br />
libro no trata tanto de la catástrofe general como del<br />
mundo después de esa catástrofe. El libro habla de<br />
cómo la gente se adapta a la nueva realidad. Esa realidad<br />
que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del<br />
todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra<br />
el coro trágico. Y ustedes ahora me van a perdonar,<br />
pero lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran<br />
coro, es el futuro. W<br />
Enrique Vila-Matas es el ganador del Premio FIL<br />
de Literatura en Lenguas Romances 2015.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 13
Fotografía: ©GRUPO PLANETA<br />
PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />
ENSAYO<br />
Enrique Vila-Matas:<br />
Laudatio<br />
CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ-MICHAEL<br />
Entre los orgullos que un crítico<br />
literario puede darse el<br />
lujo de disfrutar está el ver<br />
confirmada, en la Feria Internacional<br />
del Libro de Guadalajara,<br />
una ya lejana apuesta<br />
entusiasta por un escritor del<br />
otro lado del Atlántico que<br />
cuando publicó Historia abreviada<br />
de la literatura portátil,<br />
en 1985, tenía 37 años contra mis 23 de aquel entonces,<br />
que cumplí, casualmente, en Barcelona, donde<br />
Enrique Vila-Matas nació en 1948. Me hospedaba<br />
no lejos de la mítica Travessera de Dalt donde él vivió<br />
tantos años.<br />
No podría ser Enrique mi padre, él, recalcitrante<br />
hijo sin hijos, a quien, sin embargo, he sorprendido,<br />
reciente e inesperadamente, llamando “mis hijas” a<br />
sus novelas. Hijas suyas a las que sólo faltan, tras<br />
este Premio fil de Literatura en Lenguas Romances,<br />
dos premios internacionales más para completar<br />
la página laudatoria de su biografía. Enrique<br />
tampoco podía ser, siendo sinceros, hermano mío:<br />
nos falta la familiaridad, esa atmósfera común, en<br />
su caso rancia y sepia, como la Barcelona de los<br />
tempranos años cincuenta bajo el dominio del Generalísimo<br />
y de la cual viene su pasión por los sombreros<br />
de ala ancha, visible en Impostura (1984), la<br />
novela en la que abandona su prehistoria, inaugurada<br />
con un magnífico arrebato de artista adolescente,<br />
“En un lugar solitario”, texto que hasta no ser<br />
convocado a esta sesión no había leído yo. Es una<br />
antikafkiana carta al padre en la que se anuncia la<br />
materia central de la más reciente de sus novelas,<br />
Kassel no invita a la lógica (2014): para sobrevivir, el<br />
espíritu de la vanguardia debe negarse a sí mismo,<br />
confundiéndose con la vida y llevando si acaso una<br />
existencia secreta, que no otra cosa fue lo que André<br />
Breton pidió a Octavio Paz en una caminata por<br />
Les Halles, poco antes de morir. Ese mismo Paz<br />
(ambos, él y Enrique, nacieron un 31 de marzo) festejó<br />
en Vila-Matas la reivindicación de Valery Larbaud,<br />
nota insólita, según el poeta, en la España democrática,<br />
colmada, como es propio de las sociedades<br />
tras las dictaduras, de realismo vengador en la<br />
literatura y de alegría comercial en la edición. Mucho<br />
tiempo después, un Maurice Nadeau, decano<br />
de los críticos literarios del mundo, a sus ciento y<br />
pico de años, mandaba correos electrónicos donde<br />
se felicitaba de haber empezado su carrera descubriendo<br />
a Albert Camus y de terminarla leyendo a<br />
Vila-Matas.<br />
El escritor hoy premiado en Guadalajara se ha<br />
distinguido por no haber confundido nunca a la li-<br />
14 ENERO-FEBRERO DE 2016
PREMIO FIL DE LITERATURA EN LENGUAS ROMANCES<br />
Éste es el texto con el que Christopher Domínguez-Michael presentó a Enrique Vila-Matas,<br />
ganador del Premio FIL en Lenguas Romances, en la ceremonia de inauguración de la feria de<br />
Guadalajara en noviembre de 2015. Con una fina mezcla de cariño y rigor, el crítico mexicano<br />
esboza la estirpe artística del galardonado, comenta sus obras mayores e indica algunas<br />
claves de su amistad a la manera inglesa.<br />
teratura con la edición, como tantos de nuestros colegas.<br />
Su popularidad, en la perspectiva de los treinta<br />
años que llevo leyéndolo, es tan rara como la alcanzada<br />
por Borges después de haber compartido<br />
con Beckett el Premio Internacional Formentor<br />
en 1961: la de un “escritor para escritores” que deja<br />
de serlo al convertir a sus propios lectores en parte<br />
de su literatura. El genio, ya se sabe, se apodera de<br />
todo, con legitimidad y sin ella. Cuando pienso en<br />
Hijos sin hijos, en Bartleby y Compañía, en El mal de<br />
Montano, en París no se acaba nunca o en Doctor Pasavento,<br />
para citar sus libros mayores en mi opinión,<br />
se me ocurre que para muchos (yo mismo entre<br />
ellos) leer a Vila-Matas fue confirmar una filiación<br />
que si hoy es canónica no lo era del todo antes<br />
de él. Su Kafka equilibrista nada tiene que ver con<br />
el apesadumbrado ser que dibujaron en blanco y negro<br />
los marxistas y los psicoanalistas (aunque el<br />
suyo acaso sea un poco deleuziano), mientras que<br />
Vila-Matas mismo pareciera haber sido profetizado<br />
por Robert Walser en alguno de sus microgramas.<br />
Y otro Maurice, Blanchot, gracias a él, dejó de ser<br />
aquel “pirómano en pantuflas” aborrecido no sin<br />
cierta razón por los adversarios del logocidio, para<br />
convertirse en un monstruo tierno.<br />
Vila-Matas, que quede claro, es un escritor para<br />
quienes, sean pocos o sean muchos, tienen tiempo<br />
para leer. Es decir, un escritor para leerlo no sólo a<br />
él, sino a la vasta literatura de la que su obra es una<br />
apología en el sentido primigenio del término. No<br />
sólo los ya citados (subrayo a Borges y a Beckett),<br />
sino a muchos otros: Josep Pla, Rimbaud, Carlos<br />
Díaz Dufoo hijo, Fernando Pessoa, Mario Bellatin,<br />
Herman Melville, Roberto Bolaño (su contemporáneo<br />
capital a quien reconoció sin atisbo alguno de<br />
envidia), Witold Gombrowicz, Julien Gracq, Sergio<br />
Pitol, Lichtenberg y Juan Villoro: quizá fue gracias<br />
a mí que conoció a los dos últimos aunque ignoro el<br />
orden de precedencia.<br />
Vila-Matas es de los pocos autores a los cuales es<br />
casi imposible reducir a las dicotomías habituales,<br />
hijas de la pereza aunque a veces irreductibles. No<br />
es apolíneo ni dionisiaco, ni clásico ni romántico.<br />
Lo suyo, sin duda, son las obras portátiles. Supongo<br />
que prefiere al Gogol de los cuentos de San Petersburgo<br />
frente a las multitudes dostoievskianas repudiadas<br />
por Borges; quizá nunca ha citado La guerra<br />
y la paz, aunque podría hacerlo en cualquier momento,<br />
y no es un publicista de la obra de Thomas<br />
Mann pero siempre habrá en él un detalle a descubrir<br />
que lo conmueva: la madre brasileña que consideraba<br />
esencial en su obra o su nuca rasurada sin<br />
mácula. La literatura de Vila-Matas es juego pero<br />
nunca ha sido propiamente experimental, salvo en<br />
sus primeros balbuceos. Vila-Matas no inventa reglas<br />
sino estudia casi teatralmente todas las posibilidades<br />
narrativas del escritor moderno como personaje,<br />
desde el escritor que no escribe hasta quien<br />
ostenta la paradoja de que el éxito es un fracaso,<br />
como dijo Scott Fitzgerald. La de Vila-Matas es la<br />
autobiografía de todo mundo, como la que Gertrude<br />
Stein dejó inconclusa por fuerza.<br />
Vila-Matas es melancólico sin ser pesimista; sus<br />
historias de amor a menudo son fantásticas, como<br />
lo es Paula de Parma, la dedicataria de todos sus libros.<br />
Le falta solemnidad para ser romántico y no<br />
lo imagino como clásico pontificando en las sedes<br />
de Ferney o de Weimar; lo suyo son las estaciones de<br />
trenes, las maletas olvidadas, los aeropuertos, las<br />
conspiraciones, las habitaciones de hotel, los dobles<br />
y los espías, el macguffin. A don Luis Buñuel, por<br />
cierto, le hacía gracia que en el viejo cine mexicano<br />
se creyese que los así llamados patos eran nuestros<br />
macguffin. El suicidio lo tienta como un problema<br />
más propio de la novela policiaca que del drama<br />
existencial o de la comedia psicológica, si bien su<br />
emoción ante el abrazo de Nietzsche a un caballo en<br />
Turín deja ver un temperamento romántico defendiéndose<br />
de las lágrimas con ironía. Pienso también<br />
en su intención de abrazar a Rimbaud en el instante<br />
de un sollozo, como se lo propone en Marienbad<br />
eléctrico de 2015, su breve y contundente<br />
poética a modo de relato. Hay un momento de su<br />
obra, a mediados de los años noventa, en que parecía<br />
que su dominio original, el cuento, le impedía<br />
transformarse en novelista y publicó entonces un<br />
par de libros dubitativos, propios de la confusión<br />
ante ese cruce de caminos.<br />
Sería impreciso también reclutarlo entre los híbridos,<br />
con perdón de los profesores. Sin duda, el pasado<br />
fin de siglo y los primeros años del xxi han difuminado<br />
un tanto las fronteras entre el ensayo y la<br />
ficción. Pero aun siendo la literatura la materia de su<br />
literatura, Vila-Matas no necesita darnos gato por<br />
liebre. Ensayista, confía en que sus buenos lectores<br />
saben bien cuándo está hablando de Rimbaud el hijo,<br />
como diría Pierre Michon, y cuándo está inventado<br />
un Rimbaud propio para hacerlo ingresar en su compañía,<br />
como lo hace en Marienbad eléctrico. Autorreferencial<br />
lo es y mucho: su obra es una autoficción,<br />
novedosa y vivaz como la segunda parte del Quijote.<br />
Conocí en persona a Vila-Matas en 1991. Un año<br />
después regresó a Coyoacán y fuimos juntos a la<br />
Plaza de Santa Catarina a escuchar un recital de<br />
Octavio Paz. Somos amigos a la manera supuestamente<br />
inglesa: amigos de aquí y de allá, aunque yo<br />
lo asocio, por comodidad topográfica, a una banca<br />
de parque cercana a mi domicilio en la Plaza de la<br />
Conchita, a espaldas de la casa donde vivía Sergio<br />
Pitol, el mexicano que lo tonsuró escritor en Varsovia<br />
en 1973. Otras veces nos hemos encontrado en<br />
Barcelona o en Guadalajara y a veces hasta no nos<br />
hemos encontrado, como ocurrió en Dublín, una<br />
más de las ciudades que él colecciona (Lisboa, Chicago,<br />
Bérgamo, Xalapa). Hemos pasado juntos algunas<br />
horas, primero bebiendo tragos espirituosos y<br />
luego refrescos o café; nuestra amistad es inglesa<br />
porque hablamos poco y nos queremos mucho. Mi<br />
opinión le fue interesante en un momento de quebranto;<br />
y su presencia fue capital para mí en una fecha<br />
precisa de mi vida, aunque él no lo sabe o, si lo<br />
sabe, se lo guarda.<br />
Atesoramos el silencio como otros la conversación.<br />
Nunca hemos hablado de política, acaso porque<br />
somos criptotrotskistas de obediencias distintas<br />
y hasta enemigas, como lo sospeché cuando visitamos<br />
juntos la casa de Lev Davidóvich Bronstein<br />
en la calle de Viena en Coyoacán. No hemos intercambiado<br />
favores; me ha bastado ejercer el gesto de<br />
admiración hacia él, que es la devoción principal del<br />
crítico aunque no sea la más reconocida. Y él es uno<br />
de los pocos escritores que, habiendo yo escrito sobre<br />
su obra, ha creído pertinente escribir sobre alguno<br />
de mis libros.<br />
Como los chinos, hemos visto crecer la hierba,<br />
pasar a un perro, caer alguna tarde, como aquella<br />
no muy distante, cuando le demostré que en ninguna<br />
otra parte del mundo atardece tan lentamente<br />
como en la Ciudad de México, tal como lo percibió<br />
Bolaño para sorpresa de los distraídos chilangos.<br />
Guadalupe Nettel, que estaba allí, no me dejará<br />
mentir. Yo soy hijo de un psiquiatra, que de niño lo<br />
acompañaba en sus rondines hospitalarios entre<br />
los entonces llamados neurasténicos y maniaco-depresivos.<br />
El manicomio es uno de los lugares, a la<br />
vez comunes y espectrales, donde habitan los personajes<br />
predilectos de Vila-Matas. Él mismo pasó<br />
por uno de esos hospitales, como lo cuenta en la instructiva<br />
introducción a En un lugar solitario. Narrativa<br />
breve, 1973-1984; yo pasé por otro, por dipsómano,<br />
aunque tampoco hemos hablado de ello. Vila-Matas,<br />
especulo, desconfía del doctor Johnson<br />
porque hablaba demasiado, sabiendo que su biógrafo<br />
Boswell ignoraba el arte de la taquigrafía.<br />
Hoy se premia en Guadalajara a Enrique Vila-<br />
Matas, el prosista más creativo, lúdico y veloz que<br />
ha tenido la lengua española desde Ramón Gómez<br />
de la Serna, quien está, desde luego, entre sus dioses<br />
del hogar. ramón, con mayúsculas, volaba y se perdía<br />
en el cielo como el globo del cortometraje Le ballon<br />
rouge (1956), mirado tantas veces como se podía<br />
en aquellos tiempos rústicos de mi infancia. Salvo<br />
el globo rojo, todo estaba en blanco y negro en<br />
aquel París que no se acaba nunca, según Enrique,<br />
quien en cambio, como Robert Walser, camina sobre<br />
la nieve. Nunca va al cine, pero va. Nunca va al<br />
teatro, pero va, como lo prueba Aires de Dylan<br />
(2014). Busca bosques y descubre Atlántidas futuristas<br />
o instalaciones arqueológicas. Es un mago<br />
que va rindiendo visita a sus lectores, quienes a veces<br />
acabamos por ser sus personajes. No es extraño,<br />
dijo Pitol a Vila-Matas, que tu obra guste en América<br />
Latina pues es, como ésta, excéntrica y heterodoxa,<br />
con un pie fuera del canon y el otro hundido,<br />
por nacimiento, en la tradición moderna.<br />
Dada la actual situación política catalana, tomé<br />
la precaución de preguntar a Enrique cómo quería<br />
que lo nombrase aquí ante ustedes: peninsular, español<br />
o catalán. Me respondió, tal cual lo esperaba,<br />
que barcelonés. Tengo por costumbre imaginarme<br />
a Vila-Matas antes de conocerlo, espiándolo yo a él,<br />
durante mi primera visita a su ciudad, en 1981,<br />
cuando las Ramblas eran para caminar hasta un<br />
mar simulado, de utilería, y la catedral de Gaudí,<br />
“un lugar solitario”, como diría Enrique, todo ello<br />
antes de la catástrofe olímpica que borró al Barrio<br />
Chino y otras maravillas. Hoy quisiera ver en Vila-<br />
Matas a un símbolo de la universalidad de Barcelona,<br />
a una garantía del cosmopolitismo hoy vacilante<br />
de aquella ciudad que es, como Enrique mismo, tan<br />
paradójicamente latina y americana.<br />
En aquellas ramblas, paraje entonces repleto<br />
de locos (y un loco es por definición lo contrario de<br />
un turista), poco después del Tejerazo, imagino a un<br />
Vila-Matas ya en calidad de observador de pájaros<br />
raros, escribiendo fragmentos mentales, reteniendo<br />
detalles insignificantes que le permiten transformar<br />
cosas en seres y viceversa, afilando el punto<br />
de precisión de su cayado de mago. Todo lo que Vila-<br />
Matas toca es literatura. Yo ignoro aun, y por ello he<br />
de seguir leyéndolo, qué clase de rey será para la<br />
posteridad pero asumo que me hice escritor durante<br />
su soberanía, libre y trascendente, sobre la imaginación<br />
novelesca de toda una generación.<br />
En los días pasados una periodista atolondrada<br />
me preguntó si yo había “descubierto” a Vila-Matas<br />
en México. No, no hubo una escena en que, tras larga<br />
y peligrosa búsqueda, lo encontrara yo en el lago<br />
de Chapala e, injertado en Henry Morton Stanley, le<br />
preguntase: “Dr. Vila-Matas, I presume?”<br />
La verdad es acaso tan novelesca como el mundo<br />
de los exploradores del África Negra, fascinantes<br />
para Raymond Roussel y para Enrique mismo, pues<br />
él y yo entramos en contacto mediante el remotísimo<br />
medio del papel, la tinta, el sobre y el timbre.<br />
Eso fue antes de la caída del muro de Berlín. Mi carta<br />
de admiración iba adjunta, creo recordar, a mi<br />
primer artículo sobre él y la contestó de inmediato.<br />
Fue, junto con el ecuatoriano Leonardo Valencia,<br />
vecino suyo en Barcelona, mi último amigo por correspondencia<br />
a la antigua usanza y el primero con<br />
el que crucé correos electrónicos, aunque ambos<br />
posamos un rato de neófobos o misoneístas y fracasamos.<br />
Entrado el nuevo siglo la red parece que fue<br />
inventada para los shandys, la familia cuya protección<br />
Laurence Sterne encargó a Vila-Matas. Modernist<br />
en el sentido anglosajón pero a la francesa,<br />
como Paul Morand, Enrique Vila-Matas es paciente<br />
y espera horas, días, años, a que su presa caiga en la<br />
trampa, se ponga en el blanco o sea “encantada” por<br />
su magia. No hay cosa en nuestro tiempo que le deje<br />
de interesar y por ello, en Kassel no invita a la lógica,<br />
su novela más reciente, al observar el Arte Contemporáneo<br />
también se divierte con él pues su obra es<br />
de las pocas que mira al presente con animación y<br />
apetito y sin miedo, seguro de que el verdadero misterio<br />
sigue allí, en la fijeza de la letra impresa y de su<br />
lectura a través del libro. W<br />
Christopher Domínguez Michael es crítico literario,<br />
miembro del comité de literatura del Fondo de<br />
Cultura Económica. Su obra más reciente es Octavio<br />
Paz en su siglo.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 15
Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
ARTÍCULO<br />
UNA<br />
MIRADA<br />
AL LIBRO<br />
ELECTRÓNICO:<br />
LAS NUEVAS<br />
FORMAS DE<br />
PRODUCCIÓN<br />
DE LOS LIBROS<br />
Presentamos la cuarta entrega de un<br />
profuso trabajo de análisis sobre el libro electrónico;<br />
en esta ocasión, los autores reflexionan sobre<br />
los nuevos modelos de producción editorial.<br />
ERNESTO PRIANI SAISÓ<br />
E ISABEL GALINA RUSSELL<br />
16 ENERO-FEBRERO DE 2016
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
UNA MIRADA AL LIBRO ELECTRÓNICO: LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN DE LOS LIBROS<br />
Los o<br />
libros electrónicos no sólo presentan un reto a los esquemas<br />
tradicionales de protección de derechos, venta y distribución<br />
de libros, sino que también ofrecen la oportunidad<br />
de crear nuevos modelos de publicación y diseminación<br />
de los materiales que simplemente no son posibles en el<br />
mundo impreso. Hemos visto cómo se ha intentado adaptar<br />
el modelo tradicional a las nuevas tecnologías con cierto<br />
grado de éxito. Sin embargo, a la par han surgido nuevos<br />
esquemas que ofrecen interesantes opciones y que están<br />
revolucionando nuestros conceptos tradicionales de qué<br />
significa publicar y los papeles que juegan las editoriales, las bibliotecas y<br />
las librerías.<br />
Uno de los cambios fundamentales del libro impreso al libro electrónico es<br />
que no es necesario invertir en materiales físicos, tales como papel o tinta para<br />
su elaboración. Debido a que el libro se distribuye a través de la red, los costos<br />
de distribución son mínimos comparados con el transporte del objeto físico. De<br />
la misma forma no es necesario calcular el tiraje, ya que la elaboración de un libro<br />
o de miles cuesta exactamente lo mismo. Esto no significa que no existan<br />
costos asociados para la elaboración de libros electrónicos, pero son menos y<br />
distintos y ello ha permitido que nuevos actores se interesen en la producción<br />
y distribución de libros electrónicos.<br />
Uno de estos actores han sido las bibliotecas, que tradicionalmente se han<br />
dedicado al préstamo y resguardo de libros pero no a su producción. Como se<br />
comentó en la segunda entrega, uno de los primeros proyectos de libros electrónicos<br />
fue el Proyecto Gutenberg, que hasta la fecha continúa ofreciendo literatura<br />
universal de forma gratuita. Actualmente el sitio ofrece más de 40 000 títulos<br />
en una variedad de formatos abiertos y el acervo sigue incrementándose<br />
con la participación de voluntarios. Éstos son libros que fueron publicados<br />
como impresos previamente por editoriales pero las obras ya se encuentran en<br />
el dominio público y por lo tanto pueden ofrecerse sin infringir derechos de autor.<br />
Bibliotecas alrededor del mundo han tomado la iniciativa de digitalizar sus<br />
acervos y ofrecer como libros electrónicos aquellas obras que legalmente puede<br />
poner a disposición de sus usuarios. En particular, las bibliotecas han buscado<br />
materiales únicos generalmente resguardados en sus fondos reservados para, a<br />
través de la digitalización, ponerlos a disposición para que sean “descubiertos”<br />
y conocidos por un público más amplio.<br />
La filosofía detrás de la mayoría de estos proyectos es el derecho que tiene la<br />
sociedad al acceso a la información. La función de las bibliotecas, en particular<br />
la de las bibliotecas públicas, ha sido que cualquier individuo tenga acceso al<br />
conocimiento, independientemente de su situación económica. Así, este acceso<br />
no es una prerrogativa únicamente de los individuos que pueden comprar libros<br />
sino que a través de las bibliotecas cualquiera podría acceder al acervo del<br />
conocimiento humano resguardado en los libros.<br />
Una de las grandes dificultades ha sido encontrar el equilibrio entre el legítimo<br />
interés de las editoriales de crear un modelo de negocios y el interés social<br />
de que la población tenga acceso al conocimiento publicado independientemente<br />
de su poder adquisitivo. En el mundo impreso existe un mejor balance<br />
entre el sistema de bibliotecas públicas en conjunto y otras iniciativas, por<br />
ejemplo, la exención de impuestos para libros que buscan proteger ambos intereses.<br />
En el mundo de los libros electrónicos, todavía no sabemos cómo se<br />
logrará este balance. Por un lado pareciera ser que lo digital con su superior capacidad<br />
de reproducción ampliará el acceso. Sin embargo, por el otro las restricciones<br />
legales inherentes a la elaboración de copias y su aplicación en el mundo<br />
digital amenazan peligrosamente la capacidad de préstamo de las bibliotecas.<br />
Los gobiernos tienen un importante papel que jugar actuando como árbitro y<br />
como promotor de legislación que impulse este balance. Por ejemplo, en Noruega<br />
la Biblioteca Nacional está llevando a cabo la digitalización de toda la producción<br />
editorial de su país, tanto los materiales de dominio público como los<br />
recientes gracias a interés gubernamental. En países como Dinamarca, Francia,<br />
Australia y el Reino Unido se está trabajando para incluir los libros electrónicos<br />
dentro del marco del depósito legal obligatorio. Los materiales estarán<br />
disponibles bajo ciertas restricciones pero coloca a la biblioteca nuevamente en<br />
su papel de ofrecer el resguardo y el acceso a los materiales, tal como hace con<br />
los impresos.<br />
En otros países este trabajo se encuentra en diferentes grados de avance y<br />
esto seguirá siendo un tema de discusión durante los siguientes años conforme<br />
se vaya actualizando la legislación para tomar en cuenta estas nuevas posibilidades.<br />
Por ejemplo, la Hemeroteca Nacional de México ya ofrece gran parte de<br />
su acervo digitalizado dentro de sus instalaciones y los materiales que se encuentran<br />
en dominio público desde cualquier sitio. Actualmente las asociaciones<br />
de bibliotecas alrededor del mundo se encuentran analizando y discutiendo<br />
estos temas.<br />
Las universidades también han sido pioneras en esta búsqueda por nuevos<br />
modelos de publicación, distribución y comercialización que mejor aprovechan<br />
las nuevas tecnologías. Uno de los movimientos más importantes ha sido el de<br />
acceso abierto (Open Access en inglés) que surgió originalmente alrededor de la<br />
edición de revistas académicas científicas. Este modelo busca que los costos<br />
de la elaboración de las publicaciones no sean pagados por el lector final sino<br />
que propone nuevos esquemas de financiamiento en donde los costos se distribuyen<br />
entre otros actores. De esta forma, el conocimiento científico está disponible<br />
de forma gratuita, promoviendo así la construcción de una sociedad del<br />
conocimiento. Uno de los argumentos principales del acceso abierto es que<br />
gran parte del trabajo de investigación que se reporta después en un artículo o<br />
libro científico es financiado con recursos públicos y, por lo tanto, no es de interés<br />
para la sociedad que este material sólo esté disponible para personas que<br />
puedan pagarlo. Actualmente éste continúa siendo un importante debate conforme<br />
se van buscando nuevos esquemas para cubrir costos.<br />
La ideología del acceso abierto comparte lineamientos generales con otros<br />
movimientos que han surgido a partir de las posibilidades que ofrecen las nuevas<br />
tecnologías para generar y compartir información. Un paralelo interesante<br />
es el movimiento de código abierto que ha permitido que se desarrollen sistemas<br />
operativos como Linux a través del trabajo de voluntarios. Estas iniciativas han<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 17
Ilustración: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
UNA MIRADA AL LIBRO ELECTRÓNICO: LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN DE LOS LIBROS<br />
logrado encontrar otros esquemas de financiamiento que permiten que el software<br />
esté disponible de forma gratuita y abierta.<br />
El fenómeno actual de la web 2.0 también es muestra de cómo estas plataformas<br />
pueden captar la enorme capacidad creativa de la población que busca crear<br />
y compartir una amplia gama de materiales sin tener por fuerza un fin primordialmente<br />
comercial. Estos materiales están disponibles de forma gratuita. Sin<br />
embargo, esto no significa que las plataformas que se encargan de publicar y distribuir<br />
estos materiales no sean rentables. Las entidades comerciales que funcionan<br />
para hospedar estos contenidos, tales como Blogger, Twitter, Facebook,<br />
Instagram y Flickr, por nombrar sólo algunas, han encontrado otras formas de<br />
comercialización que no se basan en la venta de contenidos. Google en particular<br />
ha sido muy claro en expresar que su principal misión es que toda la información<br />
del mundo esté disponible en línea de forma gratuita y, con esto en mente,<br />
ofrecen una serie de productos con los que buscan alcanzar este fin. Uno de los<br />
ejemplos más polémicos relacionados directamente con el tema de los textos que<br />
venimos publicando en La Gaceta ha sido su proyecto de Google Books.<br />
Este proyecto ha sido polémico por numerosas razones. Originalmente conocido<br />
como el Google Print Project, se anunció en 2004 en conjunto con varias<br />
bibliotecas de importancia, como las de la Universidad de Harvard, la de<br />
Michigan, la Bodleian de la Universidad de Oxford y la Biblioteca Pública<br />
de Nueva York. El proyecto consistía en digitalizar y poner en línea aproximadamente<br />
15 millones de títulos de estas bibliotecas, tanto las obras de dominio<br />
público como otras con derechos vigentes. Inmediatamente esto generó una serie<br />
de demandas a Google por parte de editoriales y autores; la más significativa<br />
fue la de la Association of American Publishers (aap). En 2005 el proyecto<br />
cambió su nombre a Google Book Search para recalcar su naturaleza como servicio<br />
de búsqueda y no como uno de publicación. Se continuó agresivamente<br />
con la digitalización y la anexión de otras bibliotecas al proyecto aun cuando<br />
existían numerosas demandas. Éstas tardaron mucho tiempo en resolverse debido<br />
a que no existían realmente antecedentes legales para esta situación. La<br />
mayoría de las bibliotecas que participan en el proyecto son de Estados Unidos,<br />
aunque existen participantes de otras partes del mundo. Google ha elaborado<br />
diversos acuerdos con estas organizaciones y las negociaciones han tendido a<br />
ser secretas. Cada uno de los acuerdos varía, de acuerdo con las negociaciones<br />
particulares. En algunos casos, la versión digitalizada sólo se encuentra en el<br />
sitio de Google Books, mientras que en otros las bibliotecas han solicitado que<br />
se incorpore a sus sistemas una copia de esta digitalización.<br />
Originalmente, Google pretendía ofrecer acceso a todas las obras pero debido<br />
a cuestiones legales ha tenido que realizar importantes ajustes. Actualmente<br />
existen cuatro formas de consultar los libros en línea. La primera es el acceso<br />
al libro completo cuando éste se encuentra en el dominio público o si la editorial<br />
ha dado el permiso correspondiente. La segunda es una versión limitada,<br />
también con permiso de la editorial, en donde sólo pueden verse algunas páginas.<br />
Cuando no existen los permisos, se presenta un snippet, o sea que sólo se<br />
pueden ver algunas palabras alrededor del tema buscado. Por último, en algunos<br />
casos no se ofrece ninguno tipo de visualización. Sin embargo, el buscador<br />
de Google que utiliza el sistema de reconocimiento de caracteres sí busca en todos<br />
los libros, independientemente de si el usuario puede después ver la obra o<br />
no. Es decir, aunque un humano no necesariamente tiene acceso al contenido,<br />
el buscador de Google sí utiliza todo el contenido digitalizado para su indexación<br />
y búsquedas. Así, sistemas como el Google Ngram Viewer realizan búsquedas<br />
en el corpus o base de datos de libros digitalizados más grande del mundo<br />
que contiene actualmente más de cinco millones de libros, aunque el usuario<br />
no tenga directamente acceso a ellos.<br />
Con el tiempo, Google ha ido integrando Google Book Search con su proyecto<br />
de venta de libros electrónicos, Google Play, y con el perfil del usuario. Hoy<br />
en día es posible guardar los libros en una biblioteca personalizada. Cuando un<br />
libro no está disponible en su totalidad también existe la posibilidad de ir directamente<br />
a comprarlo, con la editorial directamente o con alguna librería en línea,<br />
si es que está disponible de ese modo.<br />
Google ha argumentado que su digitalización se realiza dentro del fair use,<br />
concepto legal que permite la utilización bajo ciertas circunstancias de obras<br />
sin la autorización de los titulares de los derechos patrimoniales. Sin embargo,<br />
existe una larga y complicada serie de demandas en diversos países, las cuales<br />
no han terminado de resolverse en su totalidad; además, la legislación se aplica<br />
de forma diferente en los diversos países. Por ejemplo, en Estados Unidos lo<br />
más reciente es que se considera que Google Books ha estado actuando de<br />
acuerdo con la ley y el concepto de fair use mientras que en Francia Google tuvo<br />
que pagar una multa por la digitalización de libros protegidos y removerlos de<br />
su base de datos. El futuro de este tipo de iniciativas todavía está sujeto a debate<br />
y los siguientes años serán interesantes para reconocer los límites a los derechos<br />
patrimoniales y qué se considera una copia en el mundo digital.<br />
Adicionalmente el proyecto ha recibido numerosas críticas por la falta de calidad<br />
y exactitud de la digitalización y de los metadatos asociados a las obras. El<br />
sistema utilizado por Google permite una digitalización masiva y de muy alta<br />
velocidad pero también incurre en muchos errores, y los usuarios han reportado<br />
páginas ilegibles, de cabeza o faltantes, así como información incorrecta de<br />
tipo metatextual, por ejemplo en el título, el autor o el isbn. Los libros se encuentran<br />
en pdf y no pueden ser guardados con facilidad ni exportados a otros<br />
sistemas de manejo de bibliotecas personales; solamente se puede utilizar el<br />
sistema proporcionado por Google. Por el otro lado, es indudablemente el acervo<br />
digital de libros más grande del mundo, con más de 30 millones de títulos en<br />
2014. Google ha anunciado que su intención es digitalizar todos los títulos del<br />
mundo dentro de una década. 1 Para los estudiosos de la palabra impresa esto<br />
ofrece un acervo de información sin precedentes, sobre todo para realizar estudios<br />
cuantitativos sobre un corpus masivo. Sin embargo, continúan abiertos<br />
importantes interrogantes referentes al manejo de derechos. El hecho de que<br />
se encuentre en manos de una compañía privada este enorme acervo de conoci-<br />
1 Joab Jackson. “Google: 129 Million Different Books Have Been Published”, PC World, 6 de agosto de 2010.<br />
Consultado en: www.pcworld.com/article/202803/google_129_million_different_books_have_been_<br />
published.html.<br />
18 ENERO-FEBRERO DE 2016
UN SIGLO SIN DARÍO<br />
UNA MIRADA AL LIBRO ELECTRÓNICO: LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN DE LOS LIBROS<br />
Además del tema de la digitalización de los<br />
libros que forman parte del patrimonio<br />
cultural de cada nación, un asunto naciente<br />
es el tema del acceso a y la preservación de la<br />
importante producción de libros electrónicos<br />
que nacen de forma digital y que no<br />
necesariamente han sido o serán publicados<br />
de forma impresa. Muchísimas editoriales<br />
actualmente ofrecen la versión electrónica de<br />
los libros que producen de forma impresa; sin<br />
embargo, cada vez será más común que éstas<br />
editen el libro sólo de forma electrónica.<br />
miento también plantea dudas, pues, aunque lo ofrezca de forma gratuita por el<br />
momento, en cualquier momento puede cambiar las normas de uso y las restricciones<br />
al manejo del material.<br />
Esta preocupación sobre lo aconsejable de permitir que esto se quede en manos<br />
privadas ha llevado a gobiernos a impulsar programas de digitalización.<br />
Por ejemplo, el gobierno francés ha apoyado el proyecto de Gallica, a cargo de la<br />
Biblioteca Nacional de Francia, que incluye material principalmente en francés.<br />
Europeana es un proyecto de la Unión Europea que da acceso a los proyectos<br />
de digitalización llevados a cabo por instituciones culturales (bibliotecas,<br />
universidades, etcétera) de los países miembros. Ambos proyectos incluyen no<br />
sólo libros sino también grabaciones, mapas, fotografías y periódicos. Organizaciones<br />
sin fines de lucro como Internet Archive Project, Hathi Trust, Biblioteca<br />
Virtual Cervantes y otros ofrecen acceso a libros electrónicos sin derechos<br />
de autor o con permiso otorgado. Al igual que con los libros electrónicos comerciales,<br />
existen numerosos asuntos relacionados con formatos y compatibilidad<br />
entre sistemas que no han sido abordados ni resueltos del todo.<br />
Además del tema de la digitalización de los libros que forman parte del patrimonio<br />
cultural de cada nación, un asunto naciente es el tema del acceso a y la<br />
preservación de la importante producción de libros electrónicos que nacen de<br />
forma digital y que no necesariamente han sido o serán publicados de forma<br />
impresa. Muchísimas editoriales actualmente ofrecen la versión electrónica de<br />
los libros que producen de forma impresa; sin embargo, cada vez será más común<br />
que éstas editen el libro sólo de forma electrónica. Además, este tipo de<br />
publicación de libros es llevado a cabo no sólo por las editoriales tradicionales<br />
sino que existen nuevos actores en la cadena de producción editorial.<br />
LA AUTOPUBLICACIÓN<br />
Como se comentó al principio de la entrega anterior, siempre ha existido la posibilidad<br />
de que los individuos publiquen libros sin la necesidad de inversión<br />
por parte de una editorial. En algunos casos, el autor se encarga de la edición y<br />
el resto de los procesos los hace una imprenta; en otros, el autor le paga a una<br />
editorial para que lleve a cabo las tareas editoriales y de impresión. Debido a<br />
que los libros electrónicos no requieren de una inversión fuerte para su elaboración,<br />
en años recientes se ha dado una explosión en el fenómeno de self-publishing<br />
o autopublicación.<br />
Éste tiene sus orígenes en el hecho de que las tecnologías e internet permiten<br />
que cualquier persona pueda ofrecer cualquier información en la red y por lo<br />
tanto distribuir la propia producción editorial prácticamente sin restricciones.<br />
De hecho, antes de que comenzaran a distribuirse libros electrónicos, y desde<br />
los inicios de la propia red, cualquiera podía publicar sus ideas en una página<br />
electrónica, sin necesidad de recurrir a una editorial, una revista o un periódico.<br />
Claro, al principio, para poder publicar en internet era necesario contar con<br />
algún conocimiento de html y de ftp, así como del manejo de software para la<br />
elaboración de páginas, lo que era bastante complicado para un novato. Pero<br />
con el tiempo se fueron creando diversos sistemas que facilitaban la labor de<br />
publicación y con esto se generó la posibilidad de que neófitos con poco conocimiento<br />
de las tecnologías web pudieran publicar fácilmente. Es entonces<br />
cuando nace el concepto de página personal como el espacio virtual donde un<br />
usuario podía colocar la información que considerara de importancia según sus<br />
propios intereses y objetivos.<br />
Con la aparición de los sistemas de publicación de páginas personales de forma<br />
comercial, como Geocities, muy popular al final del milenio —llegó a ser el<br />
tercer sitio más popular de internet—, se generalizó la publicación personal lo<br />
mismo de textos académicos que personales. Muchas personas utilizaron estas<br />
páginas para compartir información acerca de sí mismos o sus compañías, de<br />
forma simple y sin intermediarios, y hoy en día existen plataformas más profesionales<br />
y complejas, que además han diversificado sus objetivos y formatos,<br />
para ser utilizadas tanto de manera individual y personal, como de forma<br />
corporativa.<br />
La llamada web 2.0, que se caracteriza por la interacción y colaboración de<br />
los usuarios que participan activamente en la creación de contenidos en lugar<br />
de ser simplemente consumidores pasivos de información, ha sido posible gracias<br />
a la creación de estas plataformas y a la aparición de servicios especializados<br />
para compartir fotos, videos, música, textos, ligas, bibliotecas entre muchos<br />
otros tipos. Estos espacios han sido vitales para cambiar la forma en la que<br />
se produce y se distribuyen contenidos personales en la red. Hemos visto aparecer<br />
cualquier cantidad de blogs, muchos de ellos iniciados sólo como una forma<br />
de expresión del interés o el conocimiento personal, dedicados lo mismo a<br />
compartir recetas de cocina o consejos de jardinería que a ofrecer reseñas de<br />
libros, dar a conocer nueva música, o videos con instrucciones acerca de cómo<br />
reparar coches o hacer trabajos en casa, al igual que sitios dedicados a la publicación<br />
de poesía. La gama de opciones es muy amplia así como la calidad de los<br />
mismos; algunos de estos blogs han llegado a ser tan famosos que incluso posteriormente<br />
se publican como un libro impreso. Pero también el intercambio de<br />
recetas de cocina ha dado lugar a la creación de sitios enormes con miles de recetas<br />
que además incluyen herramientas adicionales como búsqueda por ingredientes<br />
o modos de cocción así como videos que muestran la realización de algunas<br />
de ellas, muchos iniciados al margen de cualquier empresa editorial.<br />
Uno de los ejemplos emblemáticos que aprovecha este fenómeno de la autopublicación<br />
a escala planetaria es la Wikipedia, creada por miles de usuarios y<br />
que es hoy quizás el referente de información más importante a nivel global. El<br />
modelo de la Wikipedia, que representa muy bien la idea de la web 2.0, se basa<br />
en la generación de contenidos por parte de los propios usuarios directamente,<br />
sin la necesidad de mediaciones, aprovechando tanto el conocimiento de los<br />
usuarios como la fuerza de la producción por parte de las masas. Términos<br />
como folksonomia, que se refiere a la creación colectiva de sistemas de clasificación<br />
de contenidos, en sistemas como Delicious o Flicker, y crowdsourcing, que<br />
define el trabajo colaborativo de una multitud en línea, con un objetivo determinado,<br />
como en Wikipedia, se han convertido en nuevas formas de concebir<br />
proyectos, en oposición a sistemas donde un grupo determina y dirige la cosas,<br />
y en donde predomina la figura del experto que se encarga de la producción y la<br />
supervisión de los contenidos. La web 2.0 habla de la democratización de la información<br />
y la caída de los que se encargan de la censura o la discriminación de<br />
los contenidos, lo que ha sido ampliamente discutido, porque irrumpe en el modelo<br />
tradicional de publicación, prescindiendo de figuras y agentes antes fundamentales<br />
en la producción del conocimiento.<br />
No es de sorprendernos entonces que surgieran rápidamente plataformas<br />
para la publicación de libros electrónicos directamente por parte de los autores.<br />
Uno de los primeros fue nuevamente Amazon, que ofrece su servicio Kindle<br />
Direct Publishing (kdp) desde 2007. Actualmente existen diversas opciones<br />
para la autopublicación de libros con una variedad de opciones para su distribución<br />
y comercialización. En su mayoría, estos servicios permiten al autor<br />
convertir su manuscrito, que puede estar en algún formato de procesador de<br />
textos como Word, al formato ePub; en algunos casos, como el de kdp, el libro se<br />
convierte al formato propietario de Amazon. El autor añade información metatextual,<br />
como el título o información sobre los derechos, y posteriormente le<br />
asigna un precio al libro. Algunos sistemas permiten que el precio sea cero;<br />
otros asignan un rango o imponen un límite. El sistema de publicación incorpora<br />
el libro a su catálogo de venta. Generalmente se espera que el autor se encargue<br />
de la promoción a través de diversos medios, sobre todo por redes sociales,<br />
aunque hay lectores que descubren el libro a través de la misma librería. De las<br />
ventas del libro la plataforma de publicación cobra un porcentaje y lo demás es<br />
entregado al usuario. Amazon promueve que en su plataforma el autor obtiene<br />
el 70% de las ventas del libro. Existen reportes un tanto ambiguos acerca de los<br />
beneficios para el autor de esta clase de contratos, pero en general parece ser<br />
que son más beneficiosos que los que suelen establecerse con editoriales tradicionales<br />
cuando no se trata de un autor conocido. 2<br />
Este fenómeno es particularmente interesante porque modifica los roles<br />
tradicionales dentro de la cadena de producción y distribución editorial. Si bien<br />
es cierto que las editoriales han jugado un papel importante en la selección de<br />
autores, el cuidado editorial y la promoción, también es una realidad que existen<br />
muchos autores rechazados que no logran dar a conocer su obra debido<br />
a que las editoriales tiene que ser muy selectivas en sus publicaciones. Incluso<br />
los que logran una primera publicación generalmente son bajo contratos leoninos<br />
—a veces las editoriales invierten poco en la promoción y su labor se limita<br />
casi a la formación—. La situación es similar a las disqueras, que al verse amenazadas<br />
por la industria digital argumentaron que esto perjudicaba a los artistas.<br />
Muchos adujeron que la competencia por lograr un contrato con una disquera<br />
era tan feroz que los artistas tenían que aceptar condiciones poco fa vorables,<br />
por lo que ven el medio digital como una oportunidad para que los creadores<br />
retomen el control. Para muchos, el fenómeno de la autopublicación significa<br />
un incremento en las oportunidades para generar nuevos contenidos, sobre<br />
todo para autores desconocidos que representan demasiado riesgo para las editoriales.<br />
También permite la publicación de libros sobre temáticas menos populares<br />
o vendibles pero que son de mucho interés para un público reducido.<br />
También ha dado lugar a un fenómeno de gran impacto que se conoce como fan<br />
fiction, que son las obras redactadas por lectores que continúan una saga determinada,<br />
por ejemplo la del Señor de los Anillos. Sin embargo, todavía hay resistencias<br />
y más de uno piensa que la autopublicación no es una publicación verdadera,<br />
probablemente porque no ha sido revisada por entes ajenos al autor, como<br />
ocurre con las editoriales. Todavía para muchos la única verdadera publicación<br />
es el libro impreso colocado en una librería. Sin embargo, con la tendencia de<br />
cambios que hemos estado descrito aquí, es claro que las cosas están cambiando<br />
y que la nueva generación de autores podrá tener una actitud muy diferente<br />
hacia la publicación electrónica de su obra. W<br />
2 Bernard Starr, “The New Vanity Publishing: Traditional Publishing”, Huff Post Books, 3 de septiembre de<br />
2014. Consultado en: www.huffingtonpost.com/bernard-starr/the-new-vanity-publishing_b_1821945.html.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 19
TIEMPO TRANSCURRIDO<br />
Crónicas imaginarias<br />
JUAN VILLORO<br />
Tiempo transcurrido nos transporta a<br />
los años en que los teléfonos públicos<br />
funcionaban con monedas de veinte<br />
centavos, cuando ir al cine Las Américas<br />
era un suceso que se quedaba grabado<br />
en la memoria, y tener acceso a los<br />
canales de televisión extranjera era un<br />
lujo reservado para unos cuantos. Nos<br />
traslada a la época de Avándaro, del<br />
Volkswagen y de la música psicodélica<br />
de Grateful Dead y Jefferson Airplane.<br />
Un libro donde música y literatura se<br />
confunden y se retroalimentan. La música<br />
alimenta la imaginación, y las palabras<br />
rescatan una parte del pasado.<br />
Ante todo, es un homenaje al rock. Razón<br />
por la cual, desde su aparición en<br />
1980, los relatos de Tiempo transcurrido<br />
han sido leídos por diferentes generaciones<br />
de melómanos.<br />
En cada relato, el lector siente habitar<br />
el ambiente de la época: el rock, los<br />
movimientos políticos y sociales, el lsd,<br />
la moda y la contracultura, la rebelión<br />
juvenil… todo acoplado con naturalidad<br />
para crear un fresco vivo en que historia<br />
y ficción se confunden en la nostálgica<br />
recreación del pasado perdido. Por su<br />
capacidad de alusión, cada relato nos<br />
transporta a un año específico: el libro<br />
abre con el movimiento estudiantil del<br />
68 y cierra justo antes del terremoto<br />
del 85. Los protagonistas pertenecen a<br />
clases sociales distintas y provienen de<br />
diferentes realidades, pero tienen en<br />
común el culto a la música. Ésta, más<br />
que un motivo o un recurso literario, es<br />
un personaje más, puesto que, igual que<br />
los protagonistas, también cambia con<br />
el transcurrir del tiempo y es capaz de<br />
dialogar con cada generación.<br />
Las crónicas parten de sucesos reales<br />
pero el autor no pretende hacer historia,<br />
sino tomar la memoria del pasado<br />
desvanecido y plasmarla más<br />
nítidamente en la palabra, como un<br />
curador del tiempo, con el fin de<br />
preservarla mejor. En este libro se hace<br />
literatura a partir de música, por lo que<br />
las historias narradas tienen como telón<br />
de fondo un puñado de canciones y<br />
letras emblemáticas, las que hicieron<br />
época junto con sus intérpretes.<br />
Esta edición incluye el disco<br />
compacto Mientras nos dure el veinte,<br />
con lecturas en vivo de Villoro y<br />
acompañamiento de música a cargo<br />
Diego Herrera, integrante del grupo de<br />
rock Caifanes.<br />
tezontle<br />
4ª ed., fce, 2015; 178 pp.<br />
$220<br />
FRANCISCO ENTRE LOS LOBOS<br />
El secreto de una revolución<br />
MARCO POLITI<br />
Desde la noche de su elección, el nuevo<br />
papa despertó una oleada de simpatía y<br />
admiración popular no sólo entre los<br />
miles de fieles que se congregaron afuera<br />
de la basílica de San Pedro. Pero junto<br />
con el coro de entusiastas que clamaban<br />
¡Francesco… Francesco… Francesco!,<br />
surgen también los primeros gestos de<br />
descontento dentro de la jerarquía católica:<br />
Francisco rehúsa vestir la estola y<br />
la muceta roja tradicionales y prefiere la<br />
modesta túnica blanca; rechaza la cruz<br />
de oro y conserva la suya de hierro.<br />
Tampoco quiere el apelativo de Francisco<br />
I porque no desea ser confundido con<br />
un monarca.<br />
Para los sectores más conservadores<br />
de la Iglesia católica, estas transgresiones<br />
auguran la inquietante revolución<br />
institucional y moral que Francisco<br />
intenta llevar a cabo al interior de la<br />
Iglesia.<br />
Las reformas del papado involucran a<br />
toda la estructura clerical: al pontífice, a<br />
la curia, a los sínodos, a las conferencias<br />
episcopales, a los órganos consultivos de<br />
las diócesis, a los fieles y a las responsabilidades<br />
de las mujeres. Francisco busca<br />
una Iglesia que deje atrás el cómodo<br />
criterio de “siempre se ha hecho así”;<br />
que se aventure a hacer cosas nuevas,<br />
abandonando prácticas anquilosadas<br />
que han dejado de tener significación en<br />
el mundo contemporáneo. Igual que su<br />
predecesor, Benedicto XVI, Francisco<br />
sabe que la Iglesia ya no puede ser gobernada<br />
como una monarquía absoluta,<br />
con un poder ultracentralizado, más<br />
dedicado a censurar y dominar a los<br />
files que a guiarlos y acompañarlos.<br />
El problema del modelo de Iglesia a<br />
adoptar en el siglo xxi ha suscitado divisiones<br />
en la jerarquía eclesiástica. El ala<br />
conservadora es partidaria de la Iglesia<br />
imperial, tal como fue concebida desde<br />
hace siglos (a partir del Concilio de<br />
Trento en el siglo xvi), mientras que los<br />
adeptos del papa se inclinan hacia una<br />
Iglesia más comunitaria, tolerante y<br />
abierta, con un poder menos centralizado<br />
y con la vista en las periferias de la<br />
cristiandad. El dilema es claro: o la<br />
Iglesia se adapta a la humanidad, o continúa<br />
esperando –como hasta ahora ha<br />
hecho– a que ésta se adapte a ella.<br />
Reformar el estilo de vida de sus<br />
instituciones no será tarea fácil. De cara<br />
a la crisis que la Iglesia vivió entre el<br />
2005 y 2007, que coincidió con el<br />
mandato de Benedicto XVI y que el<br />
actual pontífice ha heredado, se suma la<br />
tenaz oposición que las reformas de<br />
Francisco ha despertado entre quienes<br />
esperan que su pontificado termine<br />
pronto: ellos son sus enemigos y en ellos<br />
tendrá la más ardua prueba de su<br />
pontificado en los siguientes años.<br />
Entre anécdotas e historias, frases y<br />
declaraciones polémicas del papa,<br />
Marco Politi traza con estilo ameno y<br />
sencillo el retrato de un papa<br />
controversial que ha dividido opiniones<br />
y posturas, tanto dentro como fuera de<br />
las jerarquías eclesiásticas, pero que, no<br />
obstante lo gigantesco de su proyecto,<br />
prosigue con serenidad y paciencia un<br />
camino que determinará el rumbo del<br />
catolicismo.<br />
tezontle<br />
1ª reim., fce-Argentina, 2016; 340 pp.<br />
$300<br />
20 ENERO-FEBRERO DE 2016
NOVEDADES<br />
EL GRAN ESCAPE<br />
Salud, riqueza y los orígenes<br />
de la desigualdad<br />
ANGUS DEATON<br />
Que hoy vivamos mejor que hace tres<br />
siglos y que las condiciones de vida<br />
hayan mejorado notablemente, es evidente.<br />
Lo que no es tan evidente es que<br />
esta prosperidad esté ligada a la<br />
desigualdad. En torno a esta idea, El<br />
Gran Escape de Angus Deaton propone<br />
una explicación de cómo y por qué<br />
ocurrió este progreso y de qué modo las<br />
desigualdades son resultado de él.<br />
Angus Deaton llama “escapes” a los<br />
procesos históricos y económicos que<br />
causaron que unos cuantos países –en<br />
algunos casos desde hace 250 años–<br />
hayan superado las privaciones<br />
materiales y fisiológicas, entre ellas la<br />
cura de enfermedades. Frente a los<br />
países europeos que iniciaron su<br />
revolución industrial hace más de dos<br />
siglos se encuentran aquellos que hasta<br />
hace poco eran pobres, pero cuya<br />
economía ha sido impulsada por la<br />
globalización, hasta alcanzar un<br />
crecimiento mayor que el de los países<br />
desarrollados. Esos países son Taiwán,<br />
Corea del Sur, China y la India,<br />
principalmente.<br />
Para el Reino Unido y los Estados<br />
Unidos el resorte que los impulsó a la<br />
prosperidad fue la Revolución<br />
industrial; para los países de Asia el<br />
empuje ha sido la globalización. Sin<br />
embargo, también se da el caso de<br />
naciones conquistadas y despojadas<br />
por otras más fuertes en otras partes<br />
del mundo. Allí se impusieron<br />
instituciones políticas y sociales<br />
viciadas que originaron y han<br />
mantenido la desigualdad durante<br />
siglos.<br />
De Deaton aprendemos la siguiente<br />
lección: el progreso es resultado de<br />
muchas variables (expansión del<br />
conocimiento, solución de necesidades<br />
sociales, crisis políticas, guerras,<br />
nuevas tecnologías, etc.). La ausencia<br />
de condiciones propicias abre las<br />
brechas de desigualdad entre países.<br />
De ahí que sólo unos pocos hayan<br />
escapado de las privaciones vitales y<br />
otros se hayan quedado atrás.<br />
No obstante, Deaton desconfía de los<br />
triunfalismos. Afirma que incluso en<br />
los Estados Unidos las tasas de<br />
crecimiento de las últimas décadas han<br />
disminuido hasta ser menores que las<br />
de países pobres con rápido<br />
crecimiento. La consecuencia de ello es<br />
que los hijos no viven mejor que sus<br />
padres y que muchas personas vean<br />
reducidas sus posibilidades de<br />
prosperidad material.<br />
Para Angus Deaton, el bienestar no<br />
depende sólo del nivel de ingreso sino<br />
también de la salud. Pero el progreso en<br />
¿Cuál es la mejor forma de mostrar la<br />
amplia gama de emociones del ser humano?<br />
La respuesta no es fácil y el reto<br />
es mucho mayor al enseñar a un pequeño<br />
que empieza a distinguir y reconocer<br />
lo que siente. En las etapas de aprendizaje,<br />
los niños suelen mostrar dificultad<br />
para expresarse, ya que no conocen las<br />
palabras adecuadas. La autora holandesa<br />
Mies Van Hout se propone superar<br />
esta dificultad apoyada con ilustraciones<br />
de peces que habitan en las profundidades<br />
del océano. Aquí podremos<br />
reconocer los estados de ánimo básicos<br />
que constituyen la conducta humana,<br />
algunos de ellos desarrollados en las<br />
primeras etapas de crecimiento y otros<br />
que serán descubiertos con el paso del<br />
tiempo.<br />
Con ayuda de colores, algo de papel<br />
negro y mucha creatividad para producir<br />
una atractiva tipografía a mano, esta<br />
autora pone al alcance de los más pequeños<br />
un mundo de emociones que, sin<br />
duda, ellos estarán dispuestos a explorar,<br />
tanto por la universalidad de su<br />
contenido como por el atractivo de las<br />
ilustraciones. Encontramos, por ejemplo,<br />
una letra que surge del pulso tembloroso<br />
de un pececito nervioso; una<br />
letra dura y desigual en dominante color<br />
rojo para el pez furioso; colores suaves y<br />
relajados para el pez enamorado; y colola<br />
salud también crea disparidades. Los<br />
ricos tienen acceso a mejores y más<br />
modernos servicios, mientras los<br />
pobres son privados de ellos. En<br />
algunos lugares del globo aun mueren<br />
niños por enfermedades curables, falta<br />
de vacunas o desnutrición.<br />
El fin del libro es mostrar la relación<br />
entre la riqueza y la salud en el mundo<br />
contemporáneo, pero también ofrece<br />
una mirada retrospectiva para<br />
comprender por qué hemos llegado a la<br />
situación en que nos encontramos hoy.<br />
La tarea es urgente: ¿cómo hacer que<br />
los países que no logran el Gran<br />
Escape, y que son la mayoría, lo hagan?<br />
Angus Deaton propone respuestas a<br />
esta y otras interrogantes.<br />
economía<br />
1ª reim., fce, 2015; 403 pp.<br />
$245<br />
LA ESPERA<br />
DANIELA IRIDE MURGIA<br />
¿Qué niño no pidió alguna vez una<br />
mascota a sus papás? En esta historia<br />
de perseverancia y paciencia, el<br />
pequeño protagonista nos da un<br />
ejemplo de constancia y demuestra<br />
que, aunque cuando no se obtenga lo<br />
que se desea, siempre habrá un<br />
aprendizaje en toda batalla librada<br />
—incluso en aquellas libradas contra<br />
los padres—.<br />
La autora italiana Daniela Iride<br />
Murgia —ganadora del XVI Concurso<br />
de Álbum Ilustrado A la Orilla del<br />
Viento con su libro Max Ernst, el<br />
hombre pájaro— vuelve a<br />
sorprendernos con este álbum poético<br />
y artísticamente ilustrado. En él nos<br />
narra la historia de un pequeño hijo<br />
único que desea con todas sus fuerzas a<br />
un peludo compañero, una mascota<br />
junto a la que pueda reír, llorar, correr,<br />
jugar y llenar esas interminables horas<br />
de soledad: un perrito.<br />
Iride relata esta odisea que dura un<br />
año de súplicas y esperanza. A través de<br />
metáforas sencillas que el niño<br />
imagina a medida que los meses pasan,<br />
el lector accede al gran e insatisfecho<br />
deseo que además lo lleva a<br />
cuestionarse por qué no obtiene una<br />
respuesta: “como si hubiera pedido un<br />
hermano para pelear con él sobre el<br />
pasto crecido”. Ante la incertidumbre<br />
resulta difícil esperar, y para un niño el<br />
tiempo parece transcurrir más lento.<br />
En La espera, la imaginación del<br />
pequeño juega un rol protagonista y<br />
nunca lo abandona, pues sus<br />
acompañantes —ardillas, aves,<br />
jaguares, peces, luciérnagas y hasta<br />
una serpiente— son estampas poéticas<br />
que lo acompañan en su espera y lo<br />
ayudan a mitigar la zozobra de no saber<br />
si sus padres cumplirán su deseo. Estos<br />
acompañantes aparecen solamente<br />
durante las largas noches de soledad y<br />
se desvanecen durante los días en los<br />
que la esperanza parece esfumarse.<br />
Las mariposas fungen como el símbolo<br />
del crecimiento y de la espera del<br />
pequeño. Para que una oruga pueda<br />
convertirse en mariposa, debe<br />
resguardarse y protegerse en su<br />
crisálida antes de salir convertida en lo<br />
que será por el resto de su vida.<br />
La técnica de Daniela Iride<br />
complementa esta entrañable historia<br />
con el uso del collage y algunas<br />
imágenes en acuarela pastel con las que<br />
comparte el mundo de posibilidades<br />
que pueblan la imaginación de los<br />
pequeños. El lector también<br />
reconocerá interesantes<br />
comparaciones en las respuestas de los<br />
padres; por ejemplo, si en marzo<br />
aparece una cabra montés, los padres<br />
responderán balando; si aparecen<br />
polluelos, los padres piarán; por<br />
supuesto, siempre con la misma<br />
respuesta... Estas comparaciones<br />
intentan ser el reflejo de cómo el<br />
pequeño observa cada detalle de su<br />
entorno y cómo también las evasivas de<br />
los adultos le parecen increíbles y<br />
repetitivas. Cuando la esperanza casi<br />
se ha perdido, cuando casi toda la<br />
hierba verde ha desaparecido, el<br />
pequeño tendrá una revelación y<br />
descubrirá que nunca estuvo solo y<br />
nunca lo estará.<br />
los especiales de<br />
a la orilla del viento<br />
1ª ed., fce, 2016; 36 pp.<br />
$135<br />
FELIZ<br />
MIES VAN HOUT<br />
res alegres y vivaces para la emoción<br />
que da título a este libro: Feliz.<br />
Las emociones positivas aparecen<br />
desde la portada con el pez que salta de<br />
felicidad, hasta el cierre del libro con el<br />
pez que se jacta gozoso. Aparece la curiosidad,<br />
representada por un pez con<br />
los ojos bien abiertos; la audacia, con un<br />
pececito ávido de descubrir nuevos lugares,<br />
y hasta un pez que huye asustado.<br />
¡Qué niño no ha sentido alguna de estas<br />
emociones!<br />
Desde la tristeza hasta la alegría, los<br />
protagonistas de este libro experimentan<br />
una variedad de emociones que<br />
pueden servir como ayuda a los padres y<br />
a los maestros a entrar en el imaginario<br />
de los niños para descubrir y explorar<br />
juntos los sentimientos que a veces no<br />
se pueden identificar. La autora adopta<br />
la perspectiva del pequeño lector para<br />
que éste sea capaz de encontrar e identificar<br />
lo que él aún no se sabe explicar. El<br />
resultado es fantástico.<br />
Feliz ha sido un éxito en los países en<br />
los que ha sido publicado, como Holanda<br />
y Alemania, por mencionar algunos. En<br />
este último fue nominado al Premio de<br />
Literatura Infantil de Alemania en<br />
2013, con más de 120 000 ejemplares<br />
vendidos. Ahora es traducido al español<br />
y puesto al alcance de América Latina y<br />
España por el Fondo de Cultura<br />
Económica.<br />
los especiales de<br />
a la orilla del viento<br />
1ª ed. en español,<br />
fce, 2015; 48 pp.<br />
$130<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 21
Con esta colaboración da inicio una nueva sección de<br />
La Gaceta: Trasfondo, un espacio libre para la ficción, la<br />
crónica, las memorias, las cartas, el relato desenfadado<br />
y la reflexión.<br />
Los Durmientes<br />
BERNARDO ESQUINCA<br />
El inspector Morgan se abrochó<br />
los botones del abrigo y se<br />
encasquetó el sombrero<br />
mientras caminaba por la playa<br />
hasta la orilla del mar. Soplaba un<br />
viento frío, tenaz, que arrastraba<br />
basura sobre la arena. Lo primero que<br />
llamó su atención fue lo diminutas que<br />
se veían las personas al lado de aquella<br />
mole gris. Comenzaba a amanecer,<br />
pero había ya varios curiosos rondando<br />
el espacio demarcado con cinta<br />
amarilla. Las gaviotas también se<br />
hacían presentes, volando en círculos a<br />
la espera de llevarse algún pedazo del<br />
botín.<br />
Cuando Morgan llegó al lugar lo<br />
recibió una bocanada de hedor a carne<br />
putrefacta. Su trabajo lo enfrentaba<br />
cotidianamente al olor de cuerpos<br />
descompuestos pero nunca había tenido<br />
que soportar algo semejante. De hecho,<br />
no comprendía por qué se le había<br />
asignado el caso, y fue lo primero que le<br />
reclamó a Logan, el jefe de la Guardia<br />
Costera.<br />
–¿Para qué me quieres? —preguntó<br />
Morgan, mientras pasaba por debajo<br />
de la cinta—. Usa explosivos y verás<br />
que te deshaces del problema en<br />
segundos.<br />
Logan le tendió una mano; el<br />
inspector ignoró el gesto, en parte por<br />
el frío, en parte por mostrar su<br />
molestia.<br />
–En esta ocasión no aplicaremos el<br />
protocolo de sanidad —respondió el<br />
jefe de la Guardia Costera—. No hasta<br />
que aclaremos el caso de vandalismo.<br />
–¿Vandalismo? —preguntó Morgan,<br />
incrédulo—. ¿Me estás diciendo que<br />
alguien mató y arrastró a…?<br />
Logan se hizo a un lado y señaló el<br />
costado de la ballena con la mano. El<br />
inspector enmudeció.<br />
Sobre la piel agrietada del animal,<br />
alguien había hendido una serie de<br />
símbolos extraños.<br />
Era un cachalote de gran tamaño. Su<br />
costado izquierdo presentaba incisiones<br />
realizadas con un objeto punzocortante.<br />
Morgan desvió la mirada de<br />
la piel, la dirigió a la boca abierta del<br />
animal y contempló su hilera de<br />
dientes afilados. El cuadro era<br />
anormal; el inspector se sentía ajeno,<br />
vulnerable. Como pez fuera del agua,<br />
reflexionó para sí con ironía.<br />
El asistente de Logan se acercó<br />
con un termo de café. Morgan<br />
agradeció el gesto. Tal vez la bebida le<br />
ayudaría a organizar sus<br />
pensamientos.<br />
–Sé que todo esto te ha de parecer<br />
absurdo —Logan rompió el silencio—.<br />
¿Qué importancia puede tener una<br />
ballena muerta como para llamar a la<br />
policía? Te lo voy a explicar: si unos<br />
vándalos fueron capaces de marcar a<br />
este pobre animal como ganado, no los<br />
quiero merodeando por aquí.<br />
–Y yo tengo que encontrarlos…<br />
–Mi territorio es el mar. En tierra tú<br />
mandas.<br />
Morgan dio un sorbo al café, se dio<br />
tiempo de paladearlo y sentir su efecto<br />
estimulante.<br />
–Es una travesura —dijo—. Una<br />
broma de alguna pandilla de adolescentes.<br />
¿Qué haré cuando los atrape?<br />
¿Darles nalgadas?<br />
Logan se acercó al costado de la<br />
ballena y señaló las incisiones, como<br />
maestro frente al pizarrón.<br />
–Esto no tiene ninguna gracia<br />
—dijo indignado—. Es siniestro. Hay<br />
que atrapar a los responsables y<br />
darles una lección.<br />
Morgan no quería saber de<br />
ballenas. Y odiaba la playa. Miró sus<br />
zapatos mojados, cubiertos de arena.<br />
Quería largarse de ahí cuanto antes.<br />
–¿Y a quién interrogamos? ¿A las<br />
gaviotas?<br />
Logan iba a reñir al inspector pero<br />
se contuvo. La respuesta había<br />
llegado antes de lo previsto: su<br />
asistente traía consigo a Magallanes,<br />
el pescador más viejo de la zona.<br />
–Cuéntenos —dijo Logan, dirigiéndose<br />
a Magallanes—. ¿Vio algo?<br />
El anciano asintió. Su barba<br />
blanca contrastaba con su piel<br />
tostada.<br />
–Estaba poniendo las redes<br />
cuando el animal encalló —dijo con<br />
voz cansada—. Quedó a unos metros<br />
de mí.<br />
–¿Y quién le hizo esas marcas?<br />
—intervino Morgan con tono inquisitivo—.<br />
¿Usted?<br />
El viejo le lanzó una mirada<br />
compasiva. A lo largo de su vida había<br />
visto —y oído— suficiente. Parecía<br />
estar de regreso de todo, como los<br />
restos de un naufragio.<br />
–No —respondió—. Nadie lo hizo.<br />
–¿Es una broma? —exclamó<br />
Morgan, impaciente.<br />
Logan puso una mano sobre el<br />
hombro de Magallanes.<br />
–Explíquese, por favor.<br />
El viejo pescador miró por encima<br />
de ellos, como si buscara algo mar<br />
adentro.<br />
–Yo la vi encallar —dijo con voz<br />
quebrada—. Cuando el mar la arrojó,<br />
ya estaba marcada.<br />
Morgan no creyó el testimonio del<br />
viejo. Y aunque eso le implicara pasar<br />
más tiempo en la playa, mandó llamar a<br />
Gama, el perito forense. Una hora<br />
22 ENERO-FEBRERO DE 2016
LOS DURMIENTES<br />
después, Gama llegó. A esas alturas, el<br />
número de curiosos ya era considerable;<br />
también había reporteros y fotógrafos.<br />
A Morgan le gustaba darse importancia,<br />
así que los mantenía a raya sin responder<br />
sus preguntas.<br />
Mientras Gama revisaba las incisiones<br />
del animal, el asistente de Logan<br />
llegó con una segunda ronda de café. El<br />
sol ya había salido por completo y<br />
comenzaba a calentar la arena.<br />
–El hedor será insoportable pronto<br />
–dijo el inspector.<br />
El jefe de la Guardia Costera ignoró el<br />
comentario. Lo que le preocupaba era<br />
otra cosa.<br />
–Si no fueron pandilleros, como tú<br />
sospechas —comentó—, ¿entonces<br />
quién? Y, sobre todo, ¿cómo es posible<br />
que ese animal haya sido marcado<br />
dentro del mar?<br />
–Eso está por verse —dijo Morgan—.<br />
A mí me parece que el pescador quiere<br />
inventarse un cuento para salir en las<br />
noticias…<br />
El inspector hizo un gesto hacia el<br />
otro lado de la cinta amarilla, donde<br />
Magallanes era entrevistado por la<br />
prensa.<br />
–Lo conozco desde hace muchos<br />
años —dijo Logan—. Es un buen<br />
hombre. No creo que pretenda<br />
engañarnos.<br />
–A lo mejor tanto sol ya le frió el<br />
cerebro. No podemos fiarnos de él.<br />
Logan desvió la mirada del pescador<br />
y de los reporteros y la depositó<br />
sobre la ballena.<br />
–Esos símbolos no son casualidad.<br />
Conozco una persona a la que podemos<br />
acudir.<br />
Morgan terminó su café. Iba a tirar<br />
el vaso desechable en la arena; se<br />
acordó de que estaba rodeado de ojos<br />
vigilantes y se contuvo.<br />
–¿En quién estás pensado, marinero?<br />
¿En un vidente?<br />
El jefe de la Guardia Costera sonrió.<br />
El inspector nunca había sido de su<br />
agrado, pero en ese momento sintió<br />
empatía. Debía estar perturbado por<br />
la escena, como un niño el primer día<br />
de clases.<br />
–Podríamos llamarle así —respondió—.<br />
Una vidente del pasado. Me<br />
gusta esa definición. Aunque sus<br />
colegas prefieren llamarla<br />
arqueóloga…<br />
Gama los interrumpió. Mientras se<br />
quitaba los guantes embarrados de<br />
materia viscosa, les comunicó sus<br />
conclusiones.<br />
–El tejido subcutáneo de la ballena<br />
contiene infiltración hemorrágica.<br />
Morgan sabía lo que eso significaba.<br />
–¿Estás seguro? –preguntó.<br />
–Completamente.<br />
–¿Qué quieres decir? –intervino<br />
Logan, impaciente.<br />
–Que la ballena estaba viva cuando<br />
la marcaron –respondió Gama.<br />
–O moribunda –acotó Morgan.<br />
–Entonces Magallanes tiene razón<br />
—dijo Logan, con un gesto de incredulidad—.<br />
La ballena fue marcada dentro<br />
del mar.<br />
Cuando la arqueóloga llegó, Morgan se<br />
había resignado a pasar el día entero en<br />
la playa. Aunque no desayunó, el<br />
apetito se le había esfumado por la<br />
peste emanada de la ballena. Probablemente<br />
no volvería a comer pescado en<br />
su vida. Al regresar a casa, le pediría<br />
a su mujer que le preparara un bistec.<br />
Barbosa parecía intrigada por los<br />
símbolos marcados en la ballena. Les<br />
tomaba fotografías y luego hacía<br />
anotaciones en su libreta.<br />
El calor era insoportable; Morgan<br />
se quitó el abrigo y lo dobló sobre su<br />
brazo.<br />
–Estás boqueando –ironizó Logan.<br />
–Dile a tu asistente que traiga<br />
cerveza –pidió el inspector.<br />
–¿Esto es lo más raro con lo que te<br />
has topado en tu carrera?<br />
–He visto de todo, sólo me<br />
faltaba ver una ballena tasajeada.<br />
El jefe de la Guardia Costera bajó<br />
la voz, como si estuviera a punto de<br />
hacer una confidencia.<br />
–¿En verdad no crees que este<br />
animal pudo ser marcado mar<br />
adentro? Ya lo dijo el perito: quienquiera<br />
que haya sido el responsable,<br />
lo hizo cuando aún estaba viva…<br />
Morgan se pasó una mano por los<br />
labios resecos. Nunca había deseado<br />
tanto un trago.<br />
–Eso no significa que ocurrió en el<br />
agua. Pudo ser marcada mientras<br />
agonizaba en la playa.<br />
–También está el testimonio de<br />
Magallanes. ¿Por qué estás tan<br />
escéptico?<br />
El inspector se desabrochó el<br />
cuello de la camisa y sintió el<br />
alivio de la brisa marina en su<br />
pecho.<br />
–Debe haber una explicación<br />
racional —dijo—. ¿No se supone<br />
que los cachalotes pelean en las<br />
profundidades con calamares<br />
gigantes?<br />
–Esas marcas no son las huellas<br />
de una batalla –dijo la arqueóloga,<br />
que acababa de unírseles.<br />
En el rostro de Barbosa había una<br />
mezcla de emoción y desconcierto.<br />
Antes de continuar, se quitó los<br />
lentes.<br />
–Lo que la ballena tiene grabado<br />
en la piel son letras de un antiguo<br />
alfabeto.<br />
Morgan contempló el bistec sobre su<br />
plato. Cortó un trozo, pero fue<br />
incapaz de llevárselo a la boca. En su<br />
lugar, dio un largo trago a la copa de<br />
vino que le sirvió su mujer. No podía<br />
dejar de darle vueltas al enigma de la<br />
ballena. Hacia la tarde, Barbosa se<br />
había marchado de la playa con su<br />
cámara y su libreta a investigar los<br />
símbolos, dejando más dudas que<br />
respuestas.<br />
El inspector se levantó de la mesa,<br />
descolgó el teléfono y marcó el<br />
número de la arqueóloga.<br />
–¿Algún avance? –preguntó en<br />
cuanto Barbosa descolgó.<br />
–Trabajo en ello.<br />
–Tiene que decirme algo o voy a<br />
enloquecer.<br />
–Venga a mi casa. Aquí platicaremos.<br />
El inspector hizo una pausa.<br />
–¿Tiene vino?<br />
–Cerveza.<br />
–Mejor. Llevo todo el día queriendo<br />
una y nadie me la ofrece.<br />
Morgan colgó. Salió de su casa sin<br />
despedirse de su esposa.<br />
El estudio de Barbosa parecía una<br />
pequeña biblioteca, con las paredes<br />
cubiertas por volúmenes. Sobre su<br />
escritorio reposaban abiertos los<br />
libros que estaba consultando.<br />
También había varios papeles con<br />
anotaciones y fotocopias con imágenes<br />
de esculturas y vasijas antiguas.<br />
La arqueóloga conversaba con el<br />
inspector sin quitar la vista de los<br />
papeles.<br />
–Se trata de una escritura cuneiforme.<br />
Fue el primer método de<br />
escritura, hecho a base de<br />
pictogramas.<br />
Morgan tenía una lata de cerveza<br />
en la mano. Aún no le había dado un<br />
trago, pero el simple hecho de<br />
sostenerla lo reconfortaba.<br />
–Hábleme en español,<br />
por favor.<br />
Barbosa despegó la<br />
vista de los libros.<br />
Sonrió, apenada.<br />
–Son dibujos<br />
que representan<br />
cosas. Al unirse<br />
conforman un<br />
lenguaje.<br />
–¿Me está<br />
diciendo que<br />
lo que la<br />
ballena<br />
tiene<br />
grabado en la<br />
piel es una<br />
especie de<br />
mensaje?<br />
La arqueóloga<br />
se quitó los lentes y<br />
los dejó sobre el<br />
escritorio.<br />
–Eso parece.<br />
Morgan se decidió a<br />
darle un trago a su<br />
cerveza. El primero era el<br />
mejor. Los que venían después<br />
no podían compararse con aquella<br />
sensación.<br />
–¿Y qué dice el mensaje? –preguntó<br />
con voz trémula.<br />
Barbosa se acercó al inspector. Sus<br />
ojos brillaban con intensidad, como si<br />
fuera una niña que estuviera a punto<br />
de descubrir algo indebido.<br />
–No estoy segura. Este lenguaje es<br />
muy antiguo y son pocos los expertos<br />
que lo comprenden. Pero no se<br />
preocupe: envié un fax con las<br />
imágenes a un colega que puede<br />
ayudarnos.<br />
–¿Un fax? –dijo Morgan, incrédulo.<br />
La arqueóloga encogió los<br />
hombros.<br />
–Trabajo con cosas antiguas, ¿qué<br />
tiene de raro?<br />
El inspector dejó la lata sobre una<br />
mesa cercana.<br />
–Entonces, ¿seguimos en las<br />
mismas?<br />
–Falta descifrar el mensaje<br />
—respondió Barbosa—, pero lo que he<br />
averiguado resulta interesante. Esta<br />
escritura cuneiforme fue desarrollada<br />
en esta zona hace unos seis mil años<br />
por una cultura aborigen rica en<br />
leyendas…<br />
–Leyendas –repitió Morgan,<br />
escéptico.<br />
Barbosa cogió la cerveza del<br />
inspector y le dio un trago.<br />
–Una de ellas es la del Diluvio.<br />
Cuando las aguas lo cubrieron todo,<br />
las criaturas marinas gobernaron el<br />
mundo… Criaturas que los aborígenes<br />
adoraban como dioses.<br />
–¿Cachalotes?<br />
–No. Seres híbridos, como el<br />
Leviatán o el Kraken para otras<br />
culturas. Ellos los llamaban “Los<br />
Durmientes”.<br />
Morgan recuperó su cerveza.<br />
–¿Durmientes?<br />
–Sí. Dormían en las profundidades<br />
a la espera del Fin del Mundo. Los<br />
cataclismos eran vitales y cíclicos<br />
para las culturas antiguas: de la<br />
destrucción renacía la vida.<br />
–Entonces —dijo Morgan, pensativo—,<br />
cada vez que había un Diluvio,<br />
“Los Durmientes” recuperaban su…<br />
trono, por así decirlo.<br />
–Exacto.<br />
–Aborígenes… siempre tan<br />
imaginativos.<br />
El inspector se terminó la cerveza<br />
y se despidió. Había sido un día largo;<br />
su cama lo reclamaba.<br />
–No deje de avisarme cuando<br />
llegue ese fax –dijo al abrir la puerta.<br />
Afuera, las primeras gotas de lluvia<br />
lo recibieron.<br />
Tres<br />
días después,<br />
Morgan se encontraba frente al<br />
cachalote. No había parado de llover<br />
en todo ese tiempo; las calles inundadas<br />
hicieron de su traslado a la playa<br />
una odisea. Su mujer le advirtió del<br />
peligro de salir con aquel clima, pero<br />
no le importó. Quería resolver el<br />
problema cuanto antes. Había dado su<br />
consentimiento y ahora los trabajadores<br />
de la Guardia Costera colocaban<br />
explosivos. La ballena ya no era<br />
novedad: los curiosos y los reporteros<br />
se habían marchado.<br />
Sólo Barbosa seguía interesada<br />
pero el inspector no le comunicó su<br />
decisión.<br />
Horas antes, la arqueóloga le había<br />
mandado una copia del fax con el<br />
mensaje descifrado. Morgan lo traía<br />
entre sus manos, que mantenía<br />
unidas detrás de su cintura. El papel,<br />
arrugado por la lluvia, apenas podía<br />
leerse ya.<br />
Logan estaba a su lado. Ni a él ni a<br />
nadie había mostrado el mensaje.<br />
–¿Estás seguro de que quieres<br />
hacer esto? —preguntó el jefe de la<br />
Guardia Costera—. Cuando se haga<br />
la detonación, toda posibilidad de<br />
investigación quedará clausurada.<br />
–Por supuesto. No podemos<br />
mantener este foco de infección.<br />
–Cuando tú digas, entonces.<br />
El inspector miró hacia el mar<br />
revuelto por la lluvia. Una lluvia<br />
intensa y constante. Olas grandes y<br />
oscuras azotaban la playa. Intentó<br />
distinguir el horizonte, pero sólo veía<br />
un impenetrable muro de agua.<br />
Hizo una señal con la cabeza y la<br />
ballena voló en pedazos. W<br />
Bernardo Esquinca. Escritor. Su más<br />
reciente libro es la novela Carne de<br />
ataúd, publicada por Almadía.<br />
ENERO-FEBRERO DE 2016 23