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Alegraos 9, Abril 2016

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<strong>Alegraos</strong><br />

nº9 (Mt 5, 12)<br />

“Una persona no exigida<br />

es una persona no querida”<br />

(J.M. Contreras)<br />

ENTREVISTA A...<br />

José María Contreras<br />

POVEDA, la película<br />

Humanista y educador


<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 2<br />

Editorial, por Irene Martínez<br />

Abrimos un periódico y en él podemos observar dolor en casi<br />

todas sus páginas. Encendemos la televisión y ¡cuánto sufrimiento! nos<br />

encontramos ante muchos padecimientos. Y en cambio intentamos vivir<br />

dando la espalda a esta realidad, intentamos vivir como si el sufrimiento<br />

no existiera y desde nuestro nacimiento somos víctimas de sufrimientos<br />

físicos y, cuando crecemos también morales: no ser comprendido, maltratado,<br />

rechazado, vidas vacías, suicidios… por falta de sentido a la vida.<br />

Estos sufrimientos nos conducen a la desesperanza, el miedo, la<br />

inseguridad, la angustia… Experimentamos el dolor y caemos en el sinsentido,<br />

convirtiéndose en un parásito habitual en nuestras vidas.<br />

“La vida es así”, sin más. Esta es la respuesta que muchas veces nos<br />

encontramos ante el sufrimiento. Caemos en el consuelo de la desesperanza, sin un ideal por respuesta…<br />

¿Cuál es la respuesta de los cristianos? Muchas veces asentimos y callamos ante una humanidad que divaga<br />

buscando un sentido. ¡Despertemos! la humanidad necesita ver en nuestras vidas que el sufrimiento es útil, que tenemos un ideal por el que luchar y que es el que da<br />

sentido a cada una de nuestras vidas y a lo que ella conlleva. Porque lo que realmente nos preocupa no es el dolor en sí mismo, sino la ausencia de respuesta a la pregunta<br />

¿por qué sufrimos?<br />

Esto no es algo nuevo, los discípulos de Emaús ya lo vivieron cuando volvían cabizbajos a consecuencia de una esperanza perdida. Inundados por la tristeza se<br />

quedan ciegos y no ven más allá. Se quedan anclados en el pasado, esperaban un triunfo de Cristo humano y por eso se sienten decepcionados, como si todo estuviera<br />

perdido. El ideal por el que luchaban y en el que habían creído desparece y no tienen paciencia ni saben esperar. Como no encontraban<br />

sentido vuelven a su aldea con la idea de afrontar la vida sin esperanza, sin sentido, sin ideales…<br />

«¡Qué torpes sois y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera todo eso<br />

para entrar en su gloria?» (Lc. 24, 25-27)<br />

¡Despertemos! ¡Levantémonos! Caminemos para dar esperanza a nuestros hermanos. Proclamemos y vivamos nuestro ideal:<br />

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Esto es el verdadero sentido de todo sufrimiento. Salgamos a proclamarlo,<br />

demostremos con nuestras vidas que el sufrimiento es útil y necesario para conquistar aquello que queremos: la Gloria del Cielo.<br />

Acompañemos y seamos guías para la humanidad en la peregrinación hacia la Patria Celestial ya que si “tenemos algo por lo<br />

que vivir podemos soportar cualquier cómo”. ¡<strong>Alegraos</strong>, porque verdaderamente ha resucitado el Señor!<br />

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Redacción: REV. D. J. MORENO BALLESTEROS, REV.<br />

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<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 3<br />

Consultorio de la fe<br />

Por Juan Manuel Cabezas, profesor de Derecho Canónico en la UESD.<br />

¿Competencias del gobierno en la educación?<br />

Veo que este tema es realmente<br />

apasionante y centra la atención,<br />

gracias a Dios, de muchos cristianos<br />

en el momento actual, saliendo<br />

del “borregismo” generalizado que<br />

nos ha caracterizado a los españoles<br />

desde hace ya bastantes años. No<br />

hay mal que por bien no venga, dice<br />

uno de nuestros refranes populares.<br />

Ciertamente, los ataques continuos<br />

desde instancias gubernamentales y<br />

de medios de comunicación a todo<br />

lo cristiano (ya hay varios autores<br />

que hablan de “Cristofobia”) e incluso<br />

a todo lo humano rectamente entendido,<br />

han hecho despertar a muchos<br />

de su fe aletargada, haciéndolos<br />

salir de su pereza y comodidad, para<br />

pensar un poco en la necesidad de<br />

trabajar por el bien común de la sociedad,<br />

haciendo que ésta esté regida<br />

por las leyes y principios del Evangelio,<br />

única forma de encontrar la paz<br />

y el auténtico bienestar.<br />

Es necesario recordar en síntesis<br />

un par de ideas que todo ciudadano<br />

y, por ende, todo cristiano, debe<br />

tener muy, muy claro: el derecho a<br />

la educación y al tipo de educación<br />

que se ha recibir pertenece a los padres;<br />

en ningún momento el Estado<br />

tiene derecho a determinar la educación<br />

de los ciudadanos. Eso último<br />

es algo típico de los estados totalitarios,<br />

en los cuales se desprecia a la<br />

persona humana y sus derechos más<br />

fundamentales para sucumbir a la<br />

ideología de los que han logrado llegar<br />

al poder.<br />

Qué lástima da ver a un gobierno<br />

que hace todo lo posible y lo imposible<br />

para hacer prácticamente inviable<br />

la clase de religión católica, yendo<br />

en contra del sentir manifiesto de<br />

la inmensa mayoría de los padres, y<br />

luego imponiendo por la fuerza un<br />

adoctrinamiento moral y pseudoreligioso.<br />

La doctrina tradicional de la Iglesia<br />

católica, recordada y sancionada<br />

solemnemente por el Concilio Vaticano<br />

II es más que manifiesta y clara:<br />

«El deber de la educación, que compete<br />

en primer lugar a la familia, requiere<br />

la colaboración de toda la sociedad.»<br />

(Declaración Gravissimum<br />

educationis núm. 3). «Es preciso que<br />

los padres, cuya primera e intransferible<br />

obligación y derecho es el de<br />

educar a los hijos, tengan absoluta<br />

libertad en la elección de las escuelas.»<br />

(Íbid. núm. 6).<br />

Más claro no se puede ser. Entonces,<br />

nos preguntamos: ¿Cuál es<br />

el papel del Estado en la educación?<br />

También nos responde el Concilio<br />

con claridad meridiana. El Estado<br />

tiene la responsabilidad de proteger<br />

y crear los medios necesarios para<br />

que el derecho de los padres a la educación<br />

de sus hijos pueda ser llevado<br />

a cabo. Y ello implica una actuación<br />

doble: crear los medios materiales<br />

para ayudar a los padres a llevar a<br />

cabo la educación de sus hijos y garantizar<br />

un ambiente moral que respete<br />

y haga posible la educación de<br />

los menores en los valores religiosos<br />

y morales: «El poder público, a quien<br />

pertenece proteger y defender la libertad<br />

de los ciudadanos, atendiendo<br />

a la justicia distributiva, debe procurar<br />

distribuir las ayudas públicas<br />

de forma que los padres puedan escoger<br />

con libertad absoluta, según su<br />

propia conciencia, las escuelas para<br />

sus hijos.» (Declaración<br />

Gravissimum educationis,<br />

6). Y también: «Declara<br />

igualmente el Sagrado<br />

Concilio que los<br />

niños y los adolescentes<br />

tienen derecho a que se<br />

les estimule a apreciar<br />

con recta conciencia<br />

los valores morales y<br />

a aceptarlos con adhesión<br />

personal y también<br />

a que se les estimule<br />

a conocer y amar<br />

más a Dios. Ruega,<br />

pues, encarecidamente<br />

a todos los que gobiernan<br />

los pueblos o están<br />

al frente de la educación,<br />

que procuren que<br />

la juventud nunca se vea<br />

privada de este sagrado<br />

derecho». (Íbid., 1)”.<br />

Por último, es cierto que el Estado<br />

también tiene una serie de derechos<br />

y deberes acerca de la educación<br />

pero sin olvidar nunca el<br />

carácter subsidiario de su actuación.<br />

Esto quiere decir que el Estado está<br />

siempre para ayudar a los padres y<br />

para suplirles en aquellas actuaciones<br />

que los padres no pueden llevar<br />

a cabo por sí mismos, nunca para<br />

sustituirlos y actuar en su contra, en<br />

cuyo supuesto la actuación del estado<br />

se deslegitima.<br />

Escuchemos una vez más al Concilio:<br />

«Además, pues, de los derechos<br />

de los padres y de aquellos a quienes<br />

ellos les confían parte en la educación,<br />

ciertas obligaciones y derechos<br />

corresponden también a la sociedad<br />

civil, en cuanto a ella pertenece disponer<br />

todo lo que se requiere para<br />

el bien común temporal. Obligación<br />

suya es proveer de varias formas a<br />

la educación de la juventud: tutelar<br />

los derechos y obligaciones de los<br />

padres y de todos los demás que intervienen<br />

en la educación y colaborar<br />

con ellos; conforme al principio<br />

del deber subsidiario cuando falta<br />

la iniciativa de los padres y de otras<br />

sociedades, atendiendo los deseos<br />

de éstos y, además, creando escuelas<br />

e institutos propios, según lo exija el<br />

bien común.» (Íbid, 3).<br />

Continúa: «el Estado debe procurar<br />

que a todos los ciudadanos sea<br />

accesible la conveniente participación<br />

en la cultura y que se preparen<br />

debidamente para el cumplimiento<br />

de sus obligaciones y derechos civiles.<br />

Por consiguiente, el mismo Estado<br />

debe proteger el derecho de los<br />

niños a una educación escolar conveniente,<br />

vigilar la capacidad de los<br />

maestros y la eficacia de los estudios,<br />

mirar por la salud de los alumnos y<br />

promover, en general, toda la obra<br />

escolar, teniendo en cuenta el principio<br />

de que su función es subsidiario<br />

y excluyendo, por tanto, cualquier<br />

monopolio de las escuelas, que se<br />

opone a los derechos nativos de la<br />

persona humana, al progreso y a la<br />

divulgación de la misma cultura, a la<br />

convivencia pacífica de los ciudadanos<br />

y al pluralismo que hoy predomina<br />

en muchas sociedades.» (Íbid,<br />

6).


<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 4<br />

«La madurez será exigir<br />

que cada uno cumpla<br />

con su obligación»<br />

Por: Irene Martínez Carretero<br />

José María Contreras ha dedicado su vida a las relaciones humanas. Cree que la comprensión del otro fomenta<br />

la comunicación y ésta el amor y el respeto entre las personas. Ser respetado y exigido, sintiéndose<br />

querido, es un camino seguro de felicidad. Ha impartido cientos de conferencias y cursos sobre relaciones<br />

humanas, desde el punto de vista directivo y familiar.<br />

¿Qué es lo primero y más imprescindible<br />

que usted recomendaría a la hora de educar?<br />

¿Aquello sin lo cual toda labor educativa<br />

sería un fracaso?<br />

Lo primero, como usted me pide, es que los<br />

hijos se sientan queridos. No que nosotros los<br />

queramos, que eso se da por hecho, sino que ellos<br />

se sientan queridos. Que se den cuentan que son<br />

importantes para sus padres. Eso con mucha<br />

frecuencia no se da. Muchos jóvenes de nuestro<br />

tiempo no se sienten queridos por sus padres. Por<br />

lo que les dicen, por cómo les tratan, por lo poco<br />

que les exigen. Es muy frecuente. Esto sería un<br />

requisito previo a la hora de educar. Una condición<br />

necesaria, pero no suficiente. La puerta de<br />

entrada a toda educación, una vez que el cariño<br />

se da por supuesto, es la sobriedad. Una persona<br />

que no es sobria tiene muchas dificultades para<br />

aprender a querer, que es el fin de toda educación.<br />

Enseñar a nuestros hijos a querer.<br />

El consumismo, el desear tener todos los<br />

sentidos satisfechos continuamente, impide al ser<br />

humano querer. Una persona que no sabe querer,<br />

como se ha dicho en este trabajo, es porque no<br />

está educada. Por eso, en las sociedades consumistas<br />

como la nuestra, hay menos estabilidad<br />

en los matrimonios y se vive menos la religión.<br />

Como sabemos tanto la religión como las relaciones<br />

de pareja exigen saber querer y ¡no se sabe!<br />

Enseñemos a querer a nuestros hijos, es la<br />

única forma de que sean felices. Para eso atémosles<br />

cortos, que tengan un poco menos de lo que<br />

desean. ¡Merece la pena!<br />

¿Cómo puedo educar a mis hijos en la fe?<br />

¿Cómo hacerlo para que sea eficaz lo que les<br />

digo?<br />

El catolicismo es vida, por tanto, la mejor<br />

forma de transmitirlo es viviéndolo. Que vean<br />

sus hijos que vive lo que la Iglesia nos dice. Una<br />

de las primeras formas de aprendizaje es la imitación.<br />

Que noten que Dios influye en su vida,<br />

en su día a día. Con alegría. Sin quejarse. Una de<br />

las cosas que más daño hace a la hora de educar<br />

en la Fe es la queja. Como nos descuidemos, nos<br />

podemos pasar el día quejándonos. Con lo cual,<br />

con nuestros hechos, lo que les estamos diciendo<br />

es que no aceptamos lo que Dios quiere o permite<br />

para nosotros.<br />

Que le vean leer el evangelio, dos minutos,<br />

tres minutos al día pero todos los días. Muchos<br />

cristianos son tremendamente tibios porque no<br />

han leído nunca el Evangelio. No me diga que no<br />

tiene tiempo. Hay que dar a conocer al verdadero<br />

Jesucristo, no una idea falsa de Él.<br />

El Evangelio nos terminará dando una imagen<br />

real. No haga las cosas para que le vean sus<br />

hijos. Pero tampoco se esconda. Hágalo como<br />

las haría si usted viviese solo. Ellos terminaran<br />

notando su forma de vivir. Si lo hace para que le<br />

vean, se darán cuenta y, además de no ser educativo,<br />

pueden pensar que es una táctica. Después<br />

paciencia. La educación en la Fe exige constancia<br />

y paciencia por partes iguales. Lo importante<br />

es que usted viva de verdad como un cristiano y<br />

que le vean alegre. La trasmisión de la Fe se hace<br />

con alegría. Demostrando a los demás que merece<br />

la pena vivir así. Por último, celebrar las fiestas<br />

religiosas, explicando por qué lo hacen. Así que el<br />

domingo próximo postre especial en la comida.<br />

¿Cómo se educan hijos maduros? Se percibe<br />

mucha inmadurez en la sociedad actual,<br />

pero, ¿eso depende de los padres o es que el<br />

niño ha nacido así?<br />

En casi todo lo que se refiere a la persona hay<br />

una influencia del ambiente, por tanto, en la madurez<br />

humana también. Esta influencia, positiva<br />

o negativa, puede ser reforzada o minimizada, si<br />

una persona recibe una buena educación.<br />

Como ya hemos dicho anteriormente, la educación<br />

comienza cuando el niño se siente querido,<br />

no servido. Querido, e inmediatamente después,<br />

exigido. Dicen los filósofos que lo que más<br />

madura al hombre son las dificultades y el dolor.<br />

Como las dificultades van a llegar antes o<br />

después, la forma de entrenarse para la madurez<br />

será exigir que cada uno cumpla con su obligación.<br />

Cuando uno se esfuerza a mayor gloria<br />

suya, por ambición, lo cual pasa con frecuencia<br />

en el mundo de los negocios, de los deportes, de<br />

la TV, ese esfuerzo es muy probable que no madure.<br />

Sin embargo, cuando uno de forma eficaz,<br />

va haciendo lo que debe, aunque el cuerpo le pida<br />

lo contrario, esa persona está madurando. Ahí<br />

tenemos que estar los padres, en esa exigencia.<br />

Si lo hacemos así, cuando se tengan que cumplir<br />

compromisos que exijan esfuerzo, se cumplirán.


<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 5<br />

Si la persona no ha sido educada de esta forma,<br />

ante el esfuerzo que exige los compromisos que<br />

han adquirido, huirán. Una persona que no sabe<br />

ir en contra de lo que le pide el cuerpo, no es fiable<br />

en sus compromisos personales. ¿Por qué? No ha<br />

sido educada. No es madura. Es un adolescente.<br />

¿Qué opina sobre motivar a los niños a través<br />

de los regalos?<br />

La palabra motivación viene a significar aquello<br />

que mueve al hombre, proviene de la palabra<br />

latina “motivus” que se puede traducir por valor.<br />

Por tanto, al hablar de motivación, estamos hablando<br />

de los valores que mueven a las personas a<br />

hacer cosas. Estos pueden ser: externos, internos<br />

y transcendentes. Dentro de los externos es donde<br />

se encuentran los regalos. Son los que menos<br />

mueven al ser humano. Siguen la ley de los rendimientos<br />

decrecientes. Cada vez hay que dar más,<br />

para obtener la misma satisfacción. Como se ha<br />

dicho, son los menos eficaces a la hora de “tirar<br />

hacia arriba” de las personas. Las motivaciones<br />

internas son aquellas que me producen a mí una<br />

satisfacción personal porque me gusta aprender o<br />

porque sé que agrado a mis padres. Por tanto, el<br />

crear aficiones en los hijos, como se ve, es mucho<br />

más motivante para ellos que darles regalos. La<br />

motivación será más duradera y se puede retroalimentar<br />

sola. Siempre se puede saber más, agradar<br />

más. Igual que las externas podemos decir que se<br />

movían en el campo del tener, de estas podemos<br />

decir que se mueven en el del saber. Por último, las<br />

motivaciones transcendentes, son las que hacen<br />

que el ser humano se sienta satisfecho porque se<br />

da a los demás. Son aquellas hacia las que tienden<br />

las personas<br />

que son educadas.<br />

No olvidemos<br />

que, en el fondo,<br />

educar es enseñar<br />

a querer a una<br />

persona. Una persona<br />

que no sepa<br />

querer se puede<br />

afirmar, con toda<br />

seguridad, que no<br />

está educada. Estas<br />

son las que de<br />

verdad tiran del<br />

ser humano.<br />

Lo que acabo<br />

de decir se puede<br />

comprobar. No se<br />

conoce a nadie al<br />

que le hayan dicho:<br />

Te doy un millón de euros y luego te mato y<br />

que haya aceptado. Tampoco por saber: Te enseño<br />

tal cosa y luego te mato. No son motivaciones<br />

suficientemente fuertes como para que una persona<br />

dé la vida. En cambio, muchos millones de<br />

personas han dedicado su vida a ayudar a los demás,<br />

sabiendo de antemano que, probablemente,<br />

la iban a perder.<br />

Y es que los regalos sirven para poco, y además,<br />

fomentan el consumismo. Hay que procurar<br />

tirar para arriba de las personas en el terreno del<br />

saber o del querer. Es muy bueno, en el campo de<br />

los regalos, hacer las cosas con sentido común.<br />

Del que por cierto, nuestra sociedad no anda muy<br />

sobrada.<br />

En resumen, la falta de sobriedad y los caprichos<br />

con los hijos hacen que estos sean menos<br />

capaces de decir no a cosas o situaciones que<br />

les pueden gustar o ser atractivas, pero que objetivamente,<br />

no les convienen. Dicho de otra forma,<br />

entre los caprichosos están las personas que<br />

peor saben utilizar su libertad, los que menos<br />

dominio tienen de sí mismos, y los que peor manejan<br />

situaciones difíciles en el terreno de los<br />

sentimientos. Por tanto, son personas menos fieles<br />

que aquellos que poseen un dominio mayor<br />

sobre ellos mismos. Son menos capaces de amar,<br />

porque el amor exige, en muchas ocasiones, sacrificio.<br />

Al no haber sido educados en el esfuerzo,<br />

esta exigencia personal se hace muy difícil. Por lo<br />

que hemos dicho se deduce fácilmente que tienen<br />

menos posibilidades de ser felices. Pero son los<br />

padres los que tienen que decidir. ¡Animo!


<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 6<br />

ante Dios por Jaime Moreno, sacerdote<br />

A<br />

lo largo de cada día hablamos con mucha gente:<br />

padres, amigos, profesores, jefes, compañeros…<br />

¡incluso con desconocidos! Realmente podríamos<br />

decir que tenemos tiempo para hablar con todos menos con<br />

Dios. Y es así. Dios en nuestro día a día no cuenta nada. No<br />

es importante.<br />

Si nos ha ocurrido algo bueno en el trabajo o en clase se<br />

lo decimos a nuestros padres y compañeros, pero no vamos<br />

a la capilla para dar gracias a Dios. Si por el contrario ha<br />

sucedido alguna desgracia o algo nos hace sufrir nos desahogamos<br />

con algún amigo íntimo o incluso con un confesor,<br />

pero no con Dios. Es más, cuando rezamos normalmente<br />

hablamos nosotros solos sin esperar respuesta como el que<br />

deja un mensaje en un contestador telefónico o saluda al<br />

subir al autobús. Y en Misa simplemente estamos esperando<br />

a que acabe.<br />

Sin embargo sabemos que esto no está bien. Todos hemos<br />

experimentado alguna vez ese sentimiento de vacío,<br />

esa terrible soledad, incomprensión, insatisfacción<br />

e incluso desengaño. Anhelamos tratar nuestras cosas<br />

con Dios más que con cualquier otro. Tenemos grandes<br />

deseos que no se ven colmados porque solo Dios puede hacerlo.<br />

Rehuimos hablar con Dios y buscamos esconder nuestro<br />

malestar y colmar nuestros deseos rodeándonos de gente,<br />

visitando sitios, en definitiva, llenando las horas con entretenimientos<br />

vanos, música, vídeos o conversaciones huecas…<br />

Porque este sufrir interno aparece cuando hay silencio ya<br />

que es cuando nos encontramos con nosotros mismos y<br />

para evitarlo ponemos música en el coche, nos enchufamos<br />

a los cascos, saltamos de un lugar a otro en internet o en la<br />

televisión. ¡Lo que sea para no enfrentarnos a ello!<br />

Pero este no es el camino. Es más, necesitamos la comunicación<br />

con Dios: debemos hablar con Él y debemos<br />

escucharle. Pero solo percibiremos sus palabras cuando<br />

hagamos un perfecto silencio en nuestro entorno y en lo<br />

más íntimo de nuestro corazón. Nosotros solos frente a Dios,<br />

sin sentido para nada de este mundo: Dios… ¡lo que le debemos!...,<br />

¡lo que le damos! Y este hablar con Dios, que nace<br />

del interior del alma porque es el templo del Espíritu Santo<br />

donde habita Dios, es la oración.<br />

Por tanto, dado que la oración y la vida cristiana son<br />

inseparables, te propongo que te des de verdad a Dios, que<br />

te de des a la oración. No hay palanca más poderosa para<br />

levantar la pesadumbre de nuestra naturaleza y lanzarnos<br />

a la cumbre de la santidad.<br />

Desde hoy mismo busca cada día un momento de silencio<br />

en el que os encontraréis sólo Dios y tú. Sé “pobre de<br />

espíritu” para alcanzar el Reino de los Cielos. Pues sólo con<br />

humildad y de rodillas es como llenaremos ese vacío interior.<br />

¡Qué paradoja en medio del mundo actual!


<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 7<br />

El camino de la vida<br />

Por Alfonso González, médico de familia<br />

EL SILENCIO<br />

En primer lugar y antes de comenzar<br />

el tema, vamos a realizar una<br />

aclaración. La virtud del silencio no<br />

está en no hablar, sino es saber callar<br />

a su tiempo y saber hablar a su<br />

tiempo. “Hay tiempo para callar y<br />

tiempo de hablar” (Ecle. 3,7).<br />

En segundo lugar, silencio también<br />

implica, no sólo el no hablar<br />

sino el que palabras no convenientes<br />

se insinúen en los oídos, porque<br />

pronto se agita la mente, y además<br />

de perder el recogimiento, se hace<br />

con facilidad lo que se escucha con<br />

gusto. Este es uno de los grandes<br />

males del mundo actual, que nos dejamos<br />

llenar el corazón de mensajes<br />

nocivos, o al menos sin valor de eternidad.<br />

En la Sagrada Escritura se alaba<br />

el silencio considerándolo un “modo<br />

precioso” para la formación, porque<br />

acostumbra al individuo al dominio<br />

de sí, a la reflexión y crea un clima<br />

ideal para la vida de recogimiento,<br />

de estudio y de oración. El silencio<br />

es algo esencial en una persona que<br />

quiera tener una verdadera oración,<br />

y verdadera vida cristiana, por eso el<br />

mundo no comprende el silencio. Es<br />

necesario saber callar, para que podamos<br />

escuchar a Dios.<br />

“Sopló un viento huracanado<br />

que partía las montañas y resquebrajaba<br />

las rocas delante del Señor.<br />

Pero el Señor no estaba en el<br />

viento. Después del viento, hubo un<br />

terremoto. Pero el Señor no estaba<br />

en el terremoto. Después del terremoto,<br />

se encendió un fuego. Pero el<br />

Señor no estaba en el fuego. Después<br />

del fuego, se oyó el rumor de<br />

una brisa suave. Al oírla, Elías se<br />

cubrió el rostro con su manto, salió<br />

y se quedó de pie a la entrada de<br />

la gruta”. (1 Rey. 19, 11-13). Dios<br />

sólo está en el silencio, y no nos engañemos,<br />

así será siempre, como nos<br />

recuerda San Juan de la Cruz, “una<br />

palabra habló el Padre, que fue su<br />

Hijo, y ésta habla siempre en eterno<br />

silencio, y en silencio ha de ser oída<br />

del alma”.<br />

Todos conocemos la frase “guardar<br />

silencio”, es una frase cuanto<br />

menos extraña, puesto que es más<br />

bien el silencio el que nos guarda<br />

a nosotros.<br />

Seguramente nos hemos arrepentido<br />

muchas veces de haber hablado,<br />

pero de haber callado muy pocas.<br />

Decía el Venerable P. Nadal que<br />

“para reformar una casa y aún toda<br />

la religión no es necesario más que<br />

reformarla en el silencio”.<br />

Es necesario saber callar para que<br />

Dios hable, o mejor dicho para que<br />

podamos escucharlo. “El silencio no<br />

es silencio, es un concierto sublime<br />

que el mundo no comprende. No<br />

metas ruido, que estoy hablando<br />

con Dios” (Santo Hno. Rafael) Tener<br />

la lengua quieta hace descansar<br />

el corazón y por alma silenciosa<br />

navegan los pensamiento de<br />

Dios.<br />

Y con esto pasamos a dar respuesta<br />

a una dificultad con la que algunos<br />

quieren matar el silencio, o justificar<br />

la dispersión, y es que se empeñan en<br />

intentar convencerse que el silencio<br />

es aislamiento. Es todo lo contrario,<br />

el silencio no es aislamiento, porque<br />

en primer lugar sólo en el silencio<br />

nos encontramos a nosotros mismos,<br />

y lo que es más importante nos encontramos<br />

con Dios. El encuentro<br />

con uno mismo y con Dios nos procura<br />

ese conocimiento propio, y nos<br />

permite cambiar lo que en nosotros<br />

está desorientado.<br />

Pero no es sólo eso, sino que si<br />

queremos tener una conversación<br />

realmente adecuada con el resto de<br />

personas “guardemos el silencio”.<br />

Decía San Bernardo que “el silencio<br />

es el sello del hombre sabio y<br />

prudente”. ¿Queremos aprender a<br />

hablar? Guardemos el silencio.<br />

Se cuenta una anécdota aleccionadora<br />

de Demóstenes, orador griego,<br />

en la que le preguntaron ¿por qué<br />

el hombre tenía dos oídos y solo una<br />

lengua? Respondió que para escuchar<br />

dos veces antes de hablar una.<br />

“Sea el hombre pronto para escuchar<br />

y tardo para hablar” (Stgo 1,<br />

19) nos recuerda el apóstol Santiago.<br />

Será imposible una convivencia<br />

y una conversación sana y cristiana<br />

sino hay silencio en nuestra vida,<br />

porque si “de la abundancia de corazón<br />

habla la lengua”, en alma donde<br />

no hay silencio no puede reinar el<br />

Señor, y muy poco de bondad habrá<br />

si no estamos cerca del Señor.<br />

Hay un sabio adagio antiguo que<br />

nos dice, “el hombre para ser hombre<br />

necesita tres partidas: Hacer mucho,<br />

hablar poco y no alabarse en su<br />

vida”.<br />

Silencio exterior, como medio<br />

para el silencio interior, lo que podríamos<br />

llamar recogimiento.<br />

No solo se trata de una ausencia<br />

de sonido externo, sino sobre todo<br />

de sereno reposo del espíritu, de forma<br />

que podamos aplicar con eficacia<br />

las potencias del alma en aquellas<br />

actividades a las que nos estemos<br />

dedicando... Sólo el alma recogida<br />

puede llevar a cabo con facilidad el<br />

“haz lo que haces”.<br />

En la vida actual, asistimos a una<br />

idolatría del bullicio, de la dispersión<br />

del “ruido” en general. Vamos por la<br />

calle y cascos en los oídos, nos metemos<br />

en el coche y la radio o la música,<br />

Facebook en todos sitios, en todo<br />

momento pendientes del WhatsApp,<br />

muchas personas viven “enganchadas<br />

al bullicio y a la dispersión”. Todos<br />

los avances a los que asistimos<br />

en la era actual, solo las personas<br />

que tienen recogimiento, sabrán emplearlas<br />

para el crecimiento personal<br />

y el bien del mundo. Para el resto,<br />

suelen ser motivo de esclavitud... y<br />

es experiencia diaria de la vida.<br />

Sin silencio, uno no vive, podemos<br />

decir que otros viven por nosotros...<br />

Sin silencio, ni vida cristiana, ni<br />

vida realmente fecunda.


Poveda, la película<br />

Sacerdote, pedagogo, humanista, innovador… y mártir.<br />

Por Gonzalo Seco, sacerdote<br />

Lo han vuelto a hacer. Goya Producciones, el director Pablo Moreno, y<br />

parte del elenco de actores de Un Dios Prohibido, entre ellos un genial Raúl Escudero<br />

y una sensacional Elena Furiase, nos vuelven a conmover con la historia<br />

de un santo español. Falta hace en estos momentos pararnos a contemplar con<br />

admiración y, sobre todo, con deseos de imitación a aquellos hombres como<br />

nosotros cuya fe puesta a prueba del modo más cruento.<br />

Pedro Poveda no es santo por ser mártir; sino que fue mártir porque era<br />

santo. No fue un momento de su vida (el último momento de su vida) lo que<br />

le elevó a los altares; sino que fue su vida entera, su entrega, su intimidad con<br />

Dios, su ofrecimiento a la Iglesia, lo que hizo que<br />

este hombre santo llegara hasta el martirio.<br />

Poveda no es una película al uso. No tiene grandes<br />

dosis de acción, no es una película romántica,<br />

no cuenta una historia adolescente, y, sobre todo,<br />

no es ficción. Poveda es una película que muestra<br />

sencillamente la sencilla vida de un sacerdote que<br />

se adelantó a su tiempo. Pedro Poveda fue un innovador,<br />

un sacerdote apasionado por la educación<br />

que fue mal visto, e incluso perseguido, atacado e<br />

insultado, precisamente por defender y promocionar<br />

el papel de la mujer en la sociedad educativa.<br />

Pedro Poveda (Raúl Escudero) ayudado por Pepita<br />

Segovia (Elena Furiase) fundó la Institución Teresiana<br />

para poder ofrecer una formación de calidad a<br />

las maestras.<br />

La película nos va narrando la vida de este<br />

sacerdote desde que empezó a trabajar con los<br />

más desfavorecidos en el barrio de las Cuevas de<br />

Guadix, en Granada, hasta su desenlace final en la<br />

Madrid de 1936 en plena Guerra Civil. Con buen<br />

criterio, el director Pablo Moreno ha querido mostrar<br />

el carácter tranquilo y pacífico de Poveda frente<br />

al clima de revolución y guerra que le rodea.<br />

Con diálogos pausados, una gran fotografía, y muchos<br />

primeros planos, vamos internándonos en el<br />

pensamiento de este santo.<br />

POR QUÉ LA RECOMIENDO<br />

• Porque cuenta la historia de un gran santo español del que tenemos mucho<br />

que aprender.<br />

• Porque cuenta el origen de la Institución Teresiana que tan buenos frutos<br />

ha dado a la Iglesia y a la sociedad educativa española durante décadas.<br />

• Porque contando con un presupuesto bajo, consigue meternos de lleno<br />

en la historia y en la mente del padre Poveda.<br />

• Porque vuelve a contarnos lo que sucedió durante la Guerra Civil, pero<br />

poniendo el acento en la paz de Poveda más que en<br />

la guerra de los enemigos de la Iglesia.<br />

• Porque sin estar a la altura de Un Dios Prohibido,<br />

a mi parecer; sin embargo cuenta con una<br />

muy buena interpretación (sobre todo de Elena<br />

Furiase) y una muy buena dirección que hace que<br />

merezca la pena verla.<br />

FICHA TÉCNICA<br />

Título Original: Poveda<br />

Año: <strong>2016</strong><br />

Duración: 110 min.<br />

País: España<br />

Director: Pablo Moreno<br />

Guión: Pedro Delgado y Pablo Moreno<br />

Fotografía: Rubén D. Ortega<br />

Música: Óscar Martín Leanizbarrutia<br />

Reparto: Raúl Escudero, Elena Furiase, Daniel<br />

Gómez, Miguel Berlanga, Silvia García, Fran Calvo,<br />

Alejandro Arroyo, Pablo Viña, Xiqui Rodríguez,<br />

Ainhoa Aldonado y Natalia Álvarez-Bilbao.<br />

Productora: Goya Producciones y Three<br />

Columns Entertaiment<br />

Género: Drama. Guerra. Religión. Biografía

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