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Culdbura nº 3

Revista cultural online de Burgos (ES)

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Tras un muy cruento combate, fuimos apresados, entre otros, mi hermano Rodrigo y yo<br />

mismo. Nos trasladaron a Argel, y yo pasé a ser esclavo del renegado griego Dali Mamí.<br />

-¡...!<br />

-¿Voto a...! ¿Te has dormido, majadero?<br />

-No, señor, que hice votos de escuchar y callar.<br />

-Siempre supe que las cartas que me salvaron la vida, fueron causa de mi perdición<br />

y cautiverio. ¡Cinco años estuve entre aquellos infieles! Yo proclamaba mi pobreza, pero el<br />

malvado Dali Mamí estaba convencido de mi alta cuna, y, aherrojado fui introducido en la<br />

cárcel a la espera del rescate. Ese día, no lo niego cachidiablo, las lágrimas se deslizaban<br />

por mis mejillas... Mi fortuna me abandonó, pues mientras otros esclavos disfrutaban de<br />

algunas ventajas, yo fui encadenado y obligado a buscarme el sustento mientras<br />

permanecía cinco meses en la prisión de los terribles baños turcos. Allí estábamos, en<br />

esos años, más de veinte mil cristianos, firmemente atados los unos a los otros con<br />

sólidas cadenas, amontonados en estancias fétidas y sombrías, vigilados de cerca por<br />

carceleros armados e impacientes por usarlos. Y nosotros, doy fe de ello, “haciendo<br />

pruebas de saltar con las cadenas”.<br />

-Bien se que las cadenas no se hicieron para vos, don Miguel. ¿pues no es cierto<br />

que hasta cuatro veces pusisteis vuestra vida en peligro para alcanzar la libertad?<br />

-Mi libertad, y la de mis compañeros de desdicha. La primera vez fue en 1576. Un<br />

moro debía guiarnos hasta Orán, bajo dominio español, pero nos abandonó durante la<br />

primera jornada, y nos vimos obligados a regresar a Argel. Padre, madre y mis hermanas<br />

Andrea y Magdalena, supe después, se afanaban en España por reunir el dinero para<br />

rescatarnos a Rodrigo y a mí, con gran esfuerzo, vendiendo todos sus bienes y forzando a<br />

mi madre al límite de declararse viuda para recibir con mayor premura los sesenta<br />

ducados que el Consejo de las Cruzadas concedía en esa circunstancia y necesidad.<br />

Cuando los frailes mercedarios llegaron en nuestro socorro, resultó que la suma<br />

recaudada no era suficiente para liberarnos a los dos, y yo preferí que fuera puesto en<br />

libertad Rodrigo, mi hermano amado. Digo ahora, con orgullo, que el 24 de agosto de<br />

1577 Rodrigo, con más de cien prisioneros, alcanzaban la costa española.<br />

Página10<br />

-La emoción me embarga, señor, al escuchar de vuestra boca tan graves gestas.<br />

-Pues escucha ésta, botarate, de otra fuga que hice junto a catorce o quince<br />

cautivos más. Durante varias semanas permanecimos escondidos en una cueva a la<br />

espera de una galera española, y tras dos intentos de acercarse el bajel a la playa fue<br />

apresado y nosotros descubiertos, debido a la traición de un cómplice renegado, llamado<br />

“el Dorador”, que denunció todo el plan. Yo afirmé que era el único organizador de la fuga<br />

y que mis compañeros habían sido inducidos por mí. El bey de Argel, Azán Bajá, me<br />

encerró en su presidio, cargado de cadenas. Tras cinco meses de humillaciones, intenté<br />

otra fuga pues bien creía poder llegar a Orán, pero el mensajero moro que yo envié a<br />

Martín de Córdoba, general de aquella plaza, con cartas fue preso y empalado y las cartas<br />

leídas. En ellas se demostraba que yo era el único causante de la fuga, y fui condenado a<br />

recibir dos mil palos, sentencia que no se cumplió porque muchos fueron los que<br />

intercedieron por mí.

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