VE-24 MAYO 2016
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Número <strong>24</strong> – Mayo <strong>2016</strong>
© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o<br />
ilustraciones publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus<br />
respectivos autores (aunque en algunos casos no se citen los nombres)<br />
Portada: Cartel-anuncio de Olivetti (1921). Diseño e ilustración:<br />
Marcello Dudovich (1878-1962)<br />
Diseño y edición: Rafa Sastre<br />
Colaboraciones: revistave@hotmail.com<br />
«La brevedad es el alma del ingenio»<br />
William Shakespeare (1564-1616)<br />
Descarga de este número de la revista (formato PDF, 3.96 MB):<br />
http://www.mediafire.com/download/<strong>24</strong>olt7dqer9k7lf/<strong>VE</strong>-<strong>24</strong>+<strong>MAYO</strong>.pdf
¿Pero qué dices? ¿Que aún no tienes El tiempo y la vida?<br />
¿Y a qué esperas, alma de cántaro?<br />
Ya sabes: en Amazon, papel y ebook
Índice<br />
Mayo florido y hermoso (Rafa Sastre) Pág. 1<br />
Atrapado (Noemí Hernández) Pág. 3<br />
La exposición (Nicolás Jarque) Pág. 5<br />
El templo del frío (María José Martí) Pág. 7<br />
Tienda de antigüedades (Jorge Richter) Pág. 9<br />
Cenicienta (Xenia Rambla) Pág. 11<br />
Abstracto (Manoli Vicente) Pág. 17<br />
Refugiados (María Luisa Pérez) Pág. 19<br />
El concierto maldito (Juan Manuel Arcos) Pág. 21<br />
Las ratas (Lu Hoyos) Pág. 23<br />
Pequeños detalles (Lisa Viguer) Pág. 25<br />
Hilvanes de soledad y sombra (Belén Mateos) Pág. 27<br />
La torre (Alicia García) Pág. 29<br />
Yo masco amor. No fumo (Isabel Sifre) Pág. 31<br />
Sirena atrapada (Isabel Garrido) Pág. 35<br />
El maquis invisible (Rafa Olivares) Pág. 37<br />
Autoservicio (Aldana Giménez) Pág. 39<br />
El valor del dinero (Esther Moreno) Pág. 41<br />
¿Mereció la pena? (Marco Antonio Torres) Pág. 43<br />
La llamada (Alicia Muñoz) Pág. 45<br />
Missing (Rafa Sastre) Pág. 47<br />
Abismo (Concha García) Pág. 49<br />
Diminutivos (Susana Gisbert) Pág. 51<br />
Lázaro (Alejandro Ramos) Pág. 53<br />
Despertar (Benjamín Blanch) Pág. 55
Aterrizaje forzoso (Vicente Montemayor) Pág. 57<br />
La nana charlatana (Gabriela Pavinski) Pág. 59<br />
Viaje en el tiempo de mi tiempo (Alfredo Cot) Pág. 61<br />
Pensamientos… (Luis A. Molina) Pág. 63<br />
Buscadores de piedras (Marisol Santiso) Pág. 65
¿Te gusta leer? ¿Te apetecería comentar con nosotros tus<br />
lecturas? ¿Dar/pedir opiniones o recomendaciones sobre libros,<br />
decirnos lo que estás leyendo, vas a leer o desearías leer? ¿Compartir<br />
noticias o artículos sobre Literatura? Únete al grupo de Facebook<br />
Club de Lectura Valencia Escribe:<br />
https://www.facebook.com/groups/432549686885<strong>24</strong>0/<br />
Si eres aficionado al cine, también tenemos nuestro propio club.<br />
Inserta reseñas, aconseja películas, comparte artículos, fotos,<br />
opiniones y debátelas en el grupo de Facebook CineClub <strong>VE</strong>:<br />
https://www.facebook.com/cineclubve
Mayo florido y hermoso…<br />
«El tiempo y la vida» ya ocupa su merecido lugar en la historia.<br />
Publicado y presentado por partida doble, el tercer libro de Valencia<br />
Escribe se dedica ahora a recorrer esos mundos de Dios y del Diablo.<br />
Hemos de superar la resaca y empezar a pensar en el próximo<br />
proyecto literario, por lo que se admiten y serán bien recibidas ideas<br />
de cualquier tipo.<br />
Mientras, sigamos leyendo y escribiendo en este mayo florido y<br />
hermoso. Preferiblemente con la ayuda de una inspiración cuya<br />
ausencia (en mi caso) me fuerza a recurrir a unas cuantas frases<br />
célebres:<br />
«Escribir es como hacer el amor. No te preocupes por el<br />
orgasmo, preocúpate por el proceso» - Isabel Allende<br />
«En un cuento bien logrado, las tres primeras frases tienen casi<br />
la importancia de las tres últimas» - Horacio Quiroga<br />
«La verdad es que el arte de escribir es la cosa más milagrosa de<br />
cuantas el hombre ha imaginado» - Thomas Carlyle<br />
«Escribir es reparar la herida fundamental, la desgarradura.<br />
Porque todos estamos heridos» - Alejandra Pizarnik<br />
«Escribir un libro de poesía es como dejar caer un pétalo de rosa<br />
por el Gran Cañón esperando el eco» - Don Marquis<br />
«La poesía no es una manera de escribir, es más bien un modo<br />
de vivir, de percibir el mundo» - Abelardo Castillo<br />
«Mientras haya en el mundo primavera, habrá poesía» - Gustavo<br />
Adolfo Bécquer<br />
Familia, sed felices hasta que os duela. Abrazos.<br />
Rafa Sastre<br />
1
Say hello to my little friend – Thiago Ramon Grizilli (Brasil)<br />
http://trgrizilli.deviantart.com/<br />
2
Atrapado<br />
—Antes muerto que en la cárcel —dijo el chico.<br />
Con una lentitud deliberada, se llevó el cañón de la pistola a la<br />
boca. El gatillo era suave y sólo tuvo que presionarlo ligeramente<br />
para accionar el arma ante los dos policías, que lo observaron<br />
atónitos.<br />
Era el último miembro de la mafia que quedaba en libertad. La<br />
mayoría se había rendido y estaba entre rejas; otros habían muerto<br />
en el tiroteo. Pero él había escapado. O casi.<br />
Los policías, impotentes, contemplaron la tragedia: el gatillo<br />
cedió enseguida y el muchacho cayó al suelo en una posición forzada,<br />
salpicándolos.<br />
Los agentes se miraron entre sí con desconcierto. ¿Y ahora qué<br />
hacían? Uno de ellos disparó a la cara del cadáver y chilló:<br />
—¡Eso no vale! ¡Teníamos que llevarte a la cárcel! ¡El juego no<br />
termina así!<br />
El chico muerto se levantó riendo con la cara empapada y<br />
disparó a los otros con su pistola de agua.<br />
Noemí Hernández Muñoz (Alfara del Patriarca, Valencia)<br />
http://relatosladoncellaerrante.blogspot.com.es/<br />
3
Penso – Antonio Trogu (Italia) https://500px.com/atrogu<br />
4
La exposición<br />
La exposición fue única, irrepetible, jamás vista antes en ningún<br />
museo. Frente a un Picasso o un Renoir, qué más da, un anciano<br />
llenaba con su figura la sala vacía. Escrutaba desde la distancia<br />
reglamentaria el cuadro con tanto entusiasmo y ternura que pronto<br />
el umbral de la habitación se atiborró de turistas. Con admiración, los<br />
visitantes guardaban silencio para respetar el momento mágico, sin<br />
percatarse de que, al mismo tiempo, estaban siendo observados y<br />
hasta fotografiados por otros asistentes. Y estos a su vez por otros y<br />
ellos por otros y otros… Y así hasta recorrer todo el museo.<br />
Nicolás Jarque Alegre (Albuixech, Valencia)<br />
http://escribenicolasjarque.blogspot.com<br />
5
Girl with math symbol – Aluluba (Taiwan) https://500px.com/aluluba<br />
6
El templo del frío<br />
He olvidado contar desde que tengo frío,<br />
como si al otro lado del valle alguien pudiera<br />
echar mis desafinadas sumas a su caldo<br />
e importarle,<br />
cuánto resto al cociente del viento<br />
o divido al coto privado de la parca.<br />
Antes sabía contar hasta mil,<br />
pero eso fue antes de lanzarme, de saltar, de caer…<br />
Nadie me enseñó a dividirme en dos:<br />
el hielo mece el número pi sobre mi resto y corre,<br />
no encuentro mi otro cien por ningún lado:<br />
no me río de mi uno ni me asombro de mi dos, ni me aterro<br />
ante mis comas de diez ceros despoblados<br />
porque sé,<br />
que mis pesares son raíces al cuadrado.<br />
Ahora bien… ¿donde hibernar o resguardarme?<br />
tal vez la chimenea hoy proponga algún milagro<br />
si frente a ella con un cortado en la mano,<br />
miro al gúgol que crepita y me sonríe<br />
multiplicándose sin fin, hacia el colapso.<br />
María José Martí López (Valencia)<br />
http://conelcuentoenlostalones.blogspot.com<br />
7
Imagen de una muñeca «Nancy» encontrada en la red<br />
8
Tienda de antigüedades<br />
Una niña contempla con curiosidad la vidriera de una tienda de<br />
antigüedades. En una parte de la misma, adquiriendo distintas<br />
formas, destaca un holograma con las palabras:<br />
«Juguetes antiguos finales del siglo XX»<br />
Entre los objetos expuestos, un muñeco, con una descripción al<br />
pie del mismo: «GEYPERMAN». Es el que atrapa toda su atención.<br />
Decidida, entra al negocio y se lo solicita al dependiente. Lo<br />
contempla en su caja con satisfacción, se identifica como HHH y con<br />
su crédito ocular conforma la compra.<br />
Ansiosa, sale apresurada con su regalo bajo el brazo para llegar<br />
a su habitación y abrir el envoltorio.<br />
Mientras, por la acera de enfrente, un niño cruza la calle atraído<br />
por las luces que emite el escaparate de la tienda.<br />
Esparcidos por el piso de HHH, restos de cartones y embalajes<br />
de plástico. La expectación por saber cómo se divertían los niños en<br />
la antigüedad le produce una gran agitación. Roto el envoltorio,<br />
sujeta a «GEYPERMAN», lo observa sin perder de vista detalle alguno,<br />
lo balancea de izquierda a derecha, de arriba abajo durante un buen<br />
rato. Lo pinta y sumerge bajo el agua del lavabo, lo lanza contra la<br />
pared en una prueba de vuelo. Después, lo desmiembra desmontando<br />
todas sus partes. Separa todas sus piezas y las arrincona en un lugar<br />
próximo al desintegrador. No encuentra la función diversión. Se<br />
enfada con los niños del pasado.<br />
El niño MMM, sintió curiosidad, frente a la vidriera de las<br />
antigüedades, al contemplar un objeto cuyo cartel indicaba:<br />
«NANCY». Para conocer cómo se divertían en el pasado, entra al<br />
local y lo adquiere. Al llegar a su casa se dirige a la zona de ocio.<br />
9
Aparta el envoltorio, observa a «NANCY» sin perder de vista detalle<br />
alguno, la balancea de izquierda a derecha, de arriba abajo durante<br />
un buen rato, y al poco tiempo la desarma, desmiembra, separa todas<br />
sus piezas, y las lanza junto con el envoltorio al cubo de residuos. No<br />
encuentra la función diversión.<br />
Con todas las piezas desarmadas, ambos tienen la misma idea,<br />
no perder los créditos de una compra inútil. Al día siguiente, y por<br />
caminos diferentes, se encaminan a la tienda para solicitar la<br />
devolución de lo adquirido, con penalización por traer las piezas<br />
desmontadas y usadas.<br />
HHH y MMM coinciden en la tienda.<br />
Se miran, se sonríen y salen juntos del local.<br />
En un escueto diálogo, tras las pantallas oculares, deciden<br />
invitarse a sus casas en busca de diversión. En la zona de ocio<br />
entrechocan las palmas, se salpican con gotas de agua, y sienten que<br />
algo les une.<br />
Al cabo de unos años, como pareja, se desarman el uno al otro.<br />
Las piezas de cada uno quedan desparramadas y repartidas por<br />
el cajón de los recuerdos, del cual pende una etiqueta:<br />
«No devolution. No Credit».<br />
Jorge Richter Vázquez (Valencia)<br />
10
Cenicienta<br />
Fotografía aportada por la autora (Xenia Rambla)<br />
¿Volvería a sentir el olor de Andrea?<br />
A la atardecida, hace apenas unas horas, anduvimos paseando<br />
por el malecón, musgo pegado a las rocas, el agua estrellándose bajo<br />
nuestros pies, cuando una ráfaga de virazón suave me trajo el<br />
perfume sensual de su cuerpo: entre lavanda y sábanas recién<br />
mojadas por la noche. Mi sexo había despertado; mi mente también.<br />
Recordé las tardes de noviembre en el parque Longchamp, con<br />
las ardillas trepando en aquel viejo arce, y nuestros nombres<br />
grabados en el corcho de su tronco, a punto de desprenderse. Pero no<br />
era su nombre. Aún no. Sino el de mi esposa. Ella había pulverizado<br />
en su pelo un perfume semejante, como de lavanda. Es extraño. Cómo<br />
las sensaciones se repiten a lo largo de la vida, y las identificamos al<br />
11
vuelo. Cómo van encendiendo nuestras alarmas y revivimos idéntico<br />
placer.<br />
«Fue entonces, al atreverme a rozarte la mano, Andrea querida,<br />
cuando percibí lo mucho que voy a echarte de menos.<br />
Vi tu rostro la primera vez hace tres semanas. Estabas sentada<br />
en un velador del Café de la Banque, con una tisana humeante entre<br />
tus manos y un cigarrillo apoyado en el borde de la mesa. Recuerdo<br />
que pensé que nunca unos ojos negros me habían parecido tan<br />
brillantes, disparando luz. Llevabas un pañuelo naranja a modo de<br />
diadema. ¡Eras, eres, tan joven!<br />
Te miré fijamente, y descubrí la razón de ese espejismo. Un gel<br />
acuoso restregaba tu mejilla. Habías apartado tus lágrimas, y<br />
distraído la tristeza, liando tabaco, que estaba justo a punto de caer.<br />
No soy un sabueso, pero un kleenex arrugado y un paquete de papel<br />
de fumar junto a tu bolso me ayudaron a deducir la escena.<br />
Armándome de valor, alcancé el cigarrillo y lo acerqué a tu boca.<br />
Espléndida boca.»<br />
— Merci — dijiste. Sorprendida.<br />
Sin pedir permiso tomé asiento a tu lado.<br />
— Lloras — afirmé.<br />
— Depende.<br />
— ¿Depende de qué?<br />
— De si un desconocido me mira e intuyo que va a salvarme el<br />
cigarrillo.<br />
— ¿Eso es triste?<br />
— Es distinto. Lloro ante lo distinto. Me emociona que todo gire<br />
al revés.<br />
— Interesante. ¿Y lloras mucho por eso?<br />
— Es la primera vez.<br />
12
— También para mi es la primera vez. La primera que te veo.<br />
— Me llaman Andrea.<br />
Retiré el cigarrillo de sus labios. Exhaló unos aros de humo que<br />
ascendieron desperdigándose. Le di una calada intensa. Tenía restos<br />
de carmín rosado. Un escalofrío erótico me enredó como una espiral<br />
intermitente, y pisoteé la colilla, antes de profanar ese vínculo que<br />
habíamos dibujado entre los dos. Entre los tres.<br />
Desde entonces, cada una de las tardes, había buscado a Andrea<br />
en el mismo Café. Cada tarde, habíamos repetido ese estúpido ritual<br />
del cigarrillo, que se había convertido en un fetiche, una excusa, una<br />
pausa y un porqué.<br />
A pesar de los encuentros, el cuerpo de Andrea era sacrílego. No<br />
me atrevía a tocarla, so pena de que el hechizo se esfumase, la<br />
atmósfera recobrara la absurda y monótona normalidad. No hasta<br />
esa última tarde. Horas atrás. En el rompeolas del Viejo Puerto. Quizá<br />
porque intuía que sería nuestra última vez.<br />
«El cielo amenazaba tormenta. Cuando estábamos a punto de<br />
despedirnos, comenzó a llover. Corrimos a cobijarnos bajo unos<br />
soportales. Y tu mirada ¡me interrogaba sobre tantas cosas! Mi vida,<br />
oculta y oscura, de la que nada conocías, a pesar de que me habías<br />
abierto el libro de tus deseos, tus devenires, tus errores y alegrías. Tu<br />
padre había muerto justo el día que nos conocimos. Por eso llorabas.<br />
Era un suicida.»<br />
Y yo era un experto en Ella.<br />
Cuando la noche asomaba por la esquina de las barcazas de<br />
pescadores, y el frío quemaba en su cuello, y en el mío, rocé esa mano,<br />
agaché el rostro y la dejé allí. Mi compadre esperaba como siempre<br />
unas manzanas más allá, en una motocicleta antigua, con un par de<br />
cascos y un periódico del día.<br />
— ¿Recuerdas el cabrón que te puso la denuncia?<br />
13
— Sí, claro.<br />
— Abusaste de su hija, cuando acudió a tu consulta.<br />
— Sólo la toqué.<br />
— El padre dijo que la violaste.<br />
— ¡Te digo que sólo la toqué! Su mano.<br />
— ¿Por qué le pusiste el antifaz entonces?<br />
— Lo expliqué en el juicio. La terapia de hipnosis es así.<br />
— Por eso no te identificó, no llegó a verte. Pero el adn…<br />
— No era mi adn. Coincide con otro. Las pruebas fallan a veces.<br />
— Bueno, no importa. No volvamos a empezar.<br />
— Sabes que esto es kafkiano, pero es lo que tengo. Y he de<br />
sobrellevarlo.<br />
— Pues ese hombre, el padre, ha fallecido.<br />
— Que se joda.<br />
— Eso.<br />
Me llevó en la moto hasta la puerta. Aún faltaban diez minutos<br />
hasta la medianoche, así que tuve tiempo de preguntarle cómo fue.<br />
«Un puto suicida». «Cuándo». «Hace tres semanas.» Me estremecí. A<br />
veces el azar juega malas pasadas. Salté de la moto y caminé hacia la<br />
verja.<br />
«La niña, ¿sabes? Ya tiene dieciséis años. Está aquí fotografiada.»<br />
Paré. Una intuición sin sentido, pero retrocedí y le pedí el diario. Allí<br />
estaba ella. Con su pañuelo naranja anudado en la nuca. Ahora se<br />
hacía llamar Andrea.<br />
La verja se abrió. Una sirena estrepitosa avisaba del minuto<br />
fijado para la entrada. Cerré los ojos, inspiré, y recreé en mi cerebro<br />
el olor a lavanda.<br />
14
Crucé despacio. Como cada medianoche, desde hacía tres<br />
semanas, con la condicional. Como una Cenicienta hacia el pabellón<br />
de pederastas.<br />
En la prisión.<br />
En Marsella.<br />
Xenia Rambla (Valencia)<br />
http://xeniarambla.blogspot.com.es/<br />
15
Thought without words – Jovan (Serbia) http://yohatch.deviantart.com/<br />
16
Abstracto<br />
Enmárcame el desnombre de las cosas.<br />
Quiero un cuadro<br />
que me muestre el paisaje en el que habita<br />
la urdimbre indefinida de las horas.<br />
Esa trama tejida en lo invisible<br />
que no alumbra la luz pero pervive<br />
dentro de la mirada.<br />
Me cansan las presencias definidas,<br />
la cáscara vacía del lenguaje.<br />
Hay otra voz que expresa, ilimitada,<br />
lo que en esta no cabe.<br />
Y es lo innombrable, lo que a mí me habita,<br />
ese invisible soplo de la carne<br />
que transfigura todo cuanto miro,<br />
lo que quiero que enmarques.<br />
Manoli Vicente Fernández (Viana del Bollo, Orense)<br />
http://lascosasqueescribo.wordpress.com<br />
17
A syrian in Istanbul – Canan (Turquía) http://canankk.deviantart.com/<br />
18
Refugiados<br />
No llevan billete<br />
ni destino<br />
solo los pies descalzos<br />
la mirada perdida.<br />
El mar, su aliado<br />
los engulle despacio<br />
sin respetar edades<br />
ni colores, ni sueños.<br />
Horizonte maldito<br />
futuro de quimera<br />
una estela de plata<br />
sobre el agua<br />
teñida de rojo.<br />
María Luisa Pérez Rodríguez (Valencia)<br />
http://marialuisaperezr.blogspot.com.es/<br />
19
Mirror bokeh – Indigo Skies Photography (Australia)<br />
https://www.flickr.com/photos/indigoskies/<br />
20
El concierto maldito<br />
17 de agosto. 22:30 horas. Un calor sofocante por el tumulto de<br />
personas. Los focos se apagan y ahí está él. Encima del escenario con<br />
su botella de agua. Se dirige hacia el micrófono, colocado en el centro<br />
del espectacular escenario. Todo está preparado para pasar las dos<br />
horas más emocionantes. Empezó con ‘Kiss me’, luego con ‘I love you’.<br />
Me sabía todas las letras. Era increíble. No podía expresar con<br />
palabras todo lo que estaba experimentando esa noche. Pero todo no<br />
sería perfecto.<br />
El concierto duró un par de horas. Justo en la última canción, las<br />
nubes descargaron una lluvia incesante. Los rayos iluminaban la<br />
oscura noche de tormenta.<br />
Me dirigía a casa con mi novio Paul. Íbamos por una carretera<br />
con muchas curvas. Todo estaba oscuro y los limpiaparabrisas<br />
apenas podían quitar la cantidad de agua que empapaba la luna<br />
delantera de nuestro coche. Le dije a Paul que parara hasta que<br />
cesara la tormenta. No me hizo caso. Seguimos nuestro camino hasta<br />
que sucedió.<br />
Paul perdió el control del coche en una curva muy cerrada por<br />
causa del agua. Dimos tres vueltas de campana. Empecé a gritar.<br />
Estábamos atrapados en el coche, bocabajo. Paul sangraba por la<br />
cabeza. Estaba inconsciente. Intenté buscar mi teléfono móvil para<br />
llamar a los servicios sanitarios, pero no encontraba el bolso. Miraba<br />
a Paul y cada vez sangraba más por la cabeza y por los oídos. Estaba<br />
muy asustada. Intenté quitarme el cinturón de seguridad, pero estaba<br />
atascado contra los dos sillones y el salpicadero. Mi sensación de<br />
angustia era cada vez más elevada. No podía respirar. Era agobiante.<br />
Finalmente, haciendo mucha fuerza contra el cinturón, pude<br />
quitármelo. Menos mal. Cogí mi bolso, que estaba en el asiento<br />
21
trasero, y pude hacer la llamada, o por lo menos intentarlo. Justo<br />
cuando estaba llamando mi móvil se quedó sin batería.<br />
— ¿Qué más me puede pasar? —dije desconsoladamente.<br />
Paul no respiraba. Estaba inconsciente y sangraba mucho. La<br />
lluvia era incesante. Entraba con fuerza por el asiento trasero. Mi<br />
sensación de desesperación era cada vez más pronunciada.<br />
Intenté quitarle el cinturón de seguridad a Paul, pero fue inútil.<br />
No podía. Estaba mucho más ajustado que el mío. Puffff…<br />
Busqué desesperada en el pantalón de Paul su teléfono. Pude<br />
cogerlo. Menos mal. Hice la llamada al 911. Al otro lado de la línea,<br />
una mujer muy amable trató de calmarme. Le expliqué la situación y,<br />
más o menos, le situé donde estábamos. La chica me dijo que esa<br />
carretera no le salía en el mapa del GPS. Me preguntó si estaba segura<br />
de esa carretera. Le dije que sí, que estaba segura. Es la ruta que<br />
hacíamos para ir de Aspen a Leadville. La chica volvió a decirme que<br />
esa carretera hace muchos años que está cortada por obra y que era<br />
imposible que estuviésemos allí. Mi desesperación iba en aumento.<br />
No dejaba de gritar y de decirle a esa estúpida que buscara bien. La<br />
comunicación se cortó.<br />
—¡Maldita tormenta! —dije, enfurecida.<br />
Paul no respiraba. Estaba muerto. No me puede estar pasando<br />
esto.<br />
—¡Cariño, cariño. Despierta, es hora de arreglarnos para ir al<br />
concierto. ¡Vaya siesta de tres horas que te has echado, mi amor!<br />
—me dijo Paul.<br />
Juan Manuel Arcos Urrutia (Alfara del Patriarca, Valencia)<br />
22
Las ratas<br />
Barman rat – Momotte (Francia) http://momotte2.deviantart.com/<br />
Anoche soñé que estaba escribiendo un extraño relato. Me<br />
desperté muy agitada a las tres de la madrugada y ya no pude volver<br />
a conciliar el sueño. Me levanté, tomé nota de los detalles más<br />
importante para no olvidarlos y me tumbé en la cama hasta que sonó<br />
el despertador. La historia se desarrollaba en la ciudad de Valencia.<br />
En ella yo regentaba un restaurante que se llamaba La Cenia y estaba<br />
situado en la calle Peso de la Harina, muy cerca del Almudín.<br />
Transcurrían los años ochenta. Al restaurante, pequeño y acogedor,<br />
acudía diariamente lo más granado de la ciudad: políticos,<br />
intelectuales, músicos, actores y gente de a pie.<br />
23
Pero, para mi desgracia, no fueron solo personas la que dieron<br />
en frecuentar el local. Hubo una familia (numerosa) de ratas que lo<br />
encontró encantador y se instaló allí al calor y el olor de los<br />
exquisitos guisos que salían de la cocina.<br />
La cocina solo estaba separada del comedor por una pequeña<br />
barra. Aparecía yo en el sueño atenta a los fogones con el comedor<br />
lleno de gente, cuando vi una rata enorme paseándose por la cornisa<br />
de la chimenea. Tuve que contener un grito desgarrado que seguro<br />
habría proferido en cualquier otra circunstancia, pero era impensable<br />
en la situación en la que me hallaba y los nervios, afortunadamente,<br />
me respondieron bien; de acero diría yo que fueron en aquel<br />
momento.<br />
Enseguida llamamos a una empresa encargada del exterminio<br />
de los roedores y acudieron prestos a poner veneno en lugares<br />
estratégicos. Su papel llegaba solo hasta ahí. Las ratas cayeron como<br />
moscas pero morían en los lugares más insospechados. Por la<br />
mañana cuando abríamos las puertas había un hedor a muerte<br />
insoportable y teníamos que dejar todas las ventanas abiertas y<br />
empezar a buscar a las desgraciadas. Todas las trabajadoras éramos<br />
mujeres con la excepción de un joven gay que demostró tener<br />
suficientes redaños para encargarse de sacar los cadáveres y<br />
depositarlos en el contenedor de basura más cercano. Así<br />
conseguimos acabar con aquella terrible invasión. Bueno, no sé si del<br />
todo. Creo que alguna de las ratas consiguió engañarnos a todos, se<br />
disfrazó de cliente y ocupó varias veces una Consellería, cambiándose<br />
de chaqueta según los resultados de las elecciones. Lo último que<br />
supe de ella, no hace de esto mucho tiempo, es que se había quedado<br />
con la partida de dinero público destinada a paliar la catástrofe de<br />
Haití. Así se acababa la historia en mi sueño. Solo espero que si en el<br />
mundo real existe una alimaña de esta ralea, encuentre pronto su<br />
veneno.<br />
Lu Hoyos (Valencia)<br />
http://inventariodelucrecia.blogspot.com.es/<br />
<strong>24</strong>
Pequeños detalles<br />
Untitled – Stuart Mayo (Reino Unido) https://500px.com/smayo56<br />
Cada tarde, a las ocho en punto, se sirve la cena en casa del<br />
marqués. Los cubiertos se disponen en perfecta geometría sobre un<br />
mantel de hilo bordado. El único comensal emerge de su bata de seda,<br />
acomoda su aristocrática fisonomía en una chaqueta cruzada, y se<br />
sienta a la mesa. Algunas cosas han cambiado a su alrededor en los<br />
últimos tiempos: ya no tiene personal que le sirva; ha perdido las<br />
fincas, las inversiones en bolsa, las rentas y el favor de su selecto<br />
círculo de amistades. En unas horas le quitarán la casa, y perderá la<br />
poca cordura que le queda. Pero se trata de detalles sin importancia.<br />
Lo que realmente cuenta es que cada tarde, a las ocho en punto, se<br />
sirve la cena en casa del marqués.<br />
Lisa Viguer (Massalfassar, Valencia)<br />
25
Imagen aportada por la autora (Belén Mateos)<br />
26
Hilvanes de soledad y sombra<br />
¿Es la soledad más fuerte que el silencio?<br />
¿Son las sombras la luz negra de lo infinito?<br />
Quizás por ello prefiera su mutismo<br />
a las palabras,<br />
su oscuridad al fuego inexistente de su alma,<br />
y su penumbra al tiempo desatado<br />
de interminable viento azorado.<br />
Se deshilvanan dichas en un telar trémulo<br />
de hilos plomizos y brumos zurcidos,<br />
desnudado su cuerpo de un lienzo frío y opaco,<br />
de un sentir turbado y un pesaroso equilibrio,<br />
hasta hacerlo ligero, sutil y transparente.<br />
Como quien quiere padecer la noche<br />
y solo alcanza a palpar el alba.<br />
El polvo confunde el óxido de las palabras<br />
Y estas con la zozobra templada de misterio.<br />
Mª Belén Mateos Galán (Zaragoza)<br />
27
Fotografía aportada por la autora (Alicia García)<br />
28
La torre<br />
Ana se ha escondido tras la cortina. Aplasta la nariz contra el cristal<br />
de la ventana. El vaho tibio de su aliento infantil empaña la luna y ella<br />
pinta una estrella con sus deditos gordezuelos. En esa estrella vive el<br />
abuelo. Algún día Ana también tendrá una estrella. Entonces se calzará<br />
sus zapatillas rosa palo y danzará una y otra vez alrededor del sol y alzará<br />
chispitas que caerán sobre la tierra para llenarla de gotas de oro.<br />
La voz opaca de su madre llega desde la habitación contigua.<br />
—No lo comprendes, Álex. ¡No puedes imaginar hasta dónde llega<br />
mi sufrimiento!<br />
Álex se enerva.<br />
—Sólo piensas en ti. ¿Qué hay de mi sufrimiento? ¿No sufro yo al<br />
ver cómo te empeñas en destrozar esta familia? No te atrevas a hablarme<br />
de sufrimiento.<br />
Álex da un puñetazo contra la pared. Luego patea la puerta hasta<br />
que la madera se astilla.<br />
—Basta, Álex por favor. Ana…Puede oírnos.<br />
Álex se apoya contra la puerta rota, la cabeza entre las manos.<br />
Cristina se seca los ojos. Cuando ambos se calman acuden a la habitación<br />
donde juega Ana. La niña ha construido con sus piezas de plástico duro<br />
tres torres. La tercera es tan alta que se inclina un poco hacia la derecha.<br />
—¡Qué linda! —exclama Cristina con una alegría que no siente—.<br />
¿Es un rascacielos?<br />
Ana niega.<br />
—¿Qué es entonces?<br />
29
—La torre del sufrimiento —contesta con su dulce voz. Luego coge<br />
su muñeca preferida y una pequeña maleta marrón con hebillas donde<br />
guarda sus tesoros.<br />
—¿Dónde vas, Ana? —pregunta su padre.<br />
Ana sonríe por primera vez. De los ojos cándidos de la niña emana<br />
un destello de luz.<br />
—Con el abuelo.<br />
Alicia García Herrera (Valencia)<br />
30
Yo masco amor. No fumo<br />
Foto aportada por la autora (Isabel Sifre)<br />
Yo no sé si usted se ha dado cuenta, caballero. Sí, usted que me<br />
mira siempre de soslayo como si a mí se me fuera la pinza de cuando<br />
en cuando.<br />
¿Que no?<br />
Sí, señor. Usted deja colgando el cigarrillo de sus labios carnosos<br />
que lo aprisionan por un lado —al cigarro, si, no a mí. Qué más<br />
quisiera...— y mientras aspira el humo lentamente, me está usted<br />
desnudando por dentro y por fuera. Me está juzgando y eso se le nota<br />
demasiado en la mirada que sale de sus ojos lascivos.<br />
Iba a decirle caballero pero no sé si su percha es merecedora de<br />
tal apelativo.<br />
¿Señor?<br />
31
A lo mejor le gustaría la palabra, pero tampoco la merece quien<br />
mira por encima del hombro a una mujer.<br />
Mejor no le llamo nada. Ya me entiende.<br />
¿Aún no ha adivinado por qué le hablo de este modo?<br />
Someramente se lo explico.<br />
Las personas que no se conocen a sí mismas ni se asumen con<br />
todo su bagaje, tienen por costumbre endosar defectos a su<br />
compañera para cubrir con ellos las faltas o los propios errores que<br />
son incapaces de reconocer.<br />
¿Lo va pillando?<br />
Sí, hombre, sí. Le refresco la memoria.<br />
Pongamos por ejemplo que usted vuelve borracho a las cuatro<br />
de la mañana, ¿sí? ¿Se sitúa?<br />
Vale. Y a la mañana siguiente, en lugar de disculparse o buscar<br />
un acercamiento hacia su costilla, le espeta que se fue de copas<br />
porque ella se había teñido el pelo de rubio y a usted eso no le gusta<br />
nada porque teñírselo de rubio panoja es cosa de furcias.<br />
¿Qué tal? ¿Va entrando usted en materia?<br />
O le dice que es una histriónica cada vez que le descubre a usted<br />
una de sus peripecias.<br />
No, hombre, no, que aquí todos comemos y bebemos por el<br />
mismo sitio y quien dice eso ya sabe a que nos estamos refiriendo.<br />
Usted también lo sabe a pesar de ese postureo rígido y ausente.<br />
Desabróchese el pecho, pedazo de hombre indefinido. Lávese bien las<br />
manos y la boca y ocúpese de sacar de la jaula a ese su corazón<br />
endurecido.<br />
Luego, si le parece, podemos hablar de igual a igual. Yo con mis<br />
tetas sanas y usted con los consabidos colgajos, pero de igual a igual.<br />
32
PD.<br />
Esto me ha salido de tirón. Cualquier parecido, nada tiene que ver con<br />
la realidad. Quiero decir que si alguna persona susceptible piensa que<br />
la estoy ticando se equivoca. Y no me excuso más porque he quedado<br />
así con mi conciencia.<br />
Isabel Sifre Puig (Valencia)<br />
33
Jellyfish mermaid – Renee Nault (Canadá)<br />
http://reneenault.deviantart.com/<br />
34
Sirena atrapada<br />
Aunque no se vea desde mi casa<br />
ni el mar, ni la playa, solo edificios,<br />
a veces llega a mi oído el rumor<br />
como un canto de sirena que llama.<br />
Cierro los ojos y veo la costa,<br />
mi antigua costa escarpada, su faro,<br />
montañas, rocas, la bruma en verano.<br />
Cuando el olor salado viene, invade,<br />
me veo echando de menos, me acerco<br />
a la playa más cercana posible<br />
y que el tiempo vuele en silencio, a solas.<br />
Solo sal y olas, susurro y silencio.<br />
Solo un ser a solas, una sirena<br />
soñando otras rocas, con otras costas.<br />
Y la sed de su piel. La soledad.<br />
Isabel Garrido (Valencia)<br />
http://isasumi.blogspot.com.es/<br />
35
Maquis en el bosque – Javi Aguilar (Barcelona)<br />
http://www.javiaguilar.com/<br />
36
El maquis invisible<br />
El Ovejero no era sólo su apodo. También lo había sido de su<br />
padre y de su abuelo. Anselmo, como ellos, se dedicó desde niño al<br />
pastoreo. Y por eso conocía la montaña como su propia mano. No<br />
había quebrada, peñasco, collado, senda o ribazo que no hubiera<br />
pateado buscando algún cordero extraviado.<br />
Se echó al monte al terminar la guerra, cuando temió en su<br />
persona las represalias que los del bando ganador estaban llevando a<br />
cabo en otras comarcas. No dudó en la elección del escondrijo.<br />
Aquella oquedad oculta y de difícil acceso resultaba idónea. Con su<br />
gastada Mauser, una lata de munición, una colchoneta de paja y pocos<br />
más utensilios, estableció en la cueva su nuevo hogar.<br />
Anselmo se procuraba alimentación con trampas para liebres o<br />
pájaros y, de vez en cuando, también bajaba a los huertos de Benixell<br />
en busca de verduras, hortalizas o frutas. Los agricultores que<br />
percibían su presencia aparentaban ignorarla y continuaban con sus<br />
tareas; mientras tanto, el Ovejero llenaba su zurrón con lo que podía.<br />
También se llevó alguna vez una botella de vino, una hogaza de pan o<br />
una ristra de chorizos, olvidadas bien junto al aljibe, bien a la sombra<br />
de una higuera.<br />
Los labriegos nunca comentaron entre ellos nada sobre el del<br />
maquis. Ni siquiera cuando el Jefe Local, acompañado de un Guardia<br />
Civil, les visitó preguntando por Anselmo.<br />
Una fría mañana de otoño el cuerpo inerte del Ovejero llegó a<br />
Benixell sobre la grupa de un mulo. Huellas de disparos se repartían<br />
por cara y pecho.<br />
Desde ese día ningún agricultor volvió a dejar olvidada una<br />
botella de vino, una hogaza de pan o una ristra de chorizos.<br />
Rafa Olivares (San Juan, Alicante)<br />
http://potajedepalabras.blogspot.com.es<br />
37
Fotografía de Laura Makabresku (Polonia)<br />
http://laura-makabresku.deviantart.com/<br />
aportada por la autora (Aldana Giménez)<br />
38
Autoservicio<br />
Un sorbo tras otro,<br />
ya ni siquiera me muerdo las uñas…<br />
No creo en lo de uno con otro,<br />
me basta y sobra con una doble lectura.<br />
Vamos a hacer lo que nos mantiene vivos<br />
sin molestar a los pares,<br />
en cada exhalación elegimos nuestro camino,<br />
sin necesidad de sentirnos iguales.<br />
Somos libres de sonreír de cualquier cosa<br />
y de agotarnos con lo que preferimos.<br />
A ojos cerrados abrimos la boca<br />
y a ojos cerrados disfrutamos lo que sentimos.<br />
No necesitamos muletas<br />
para soportar nuestro propio peso…<br />
Podemos hacer todo por nuestra cuenta,<br />
somos nuestro único heredero.<br />
Aldana Michelle Giménez (Mendoza, Argentina)<br />
39
Imagen aportada por la autora (Esther Moreno)<br />
40
El valor del dinero<br />
No consigo hacer amigos. Amigos de verdad. De esos para toda<br />
la vida. No, la gente me usa, hace lo que quiere conmigo, pero nunca<br />
me piden que me quede con ellos. Me pasan de mano en mano, cada<br />
cual más sucia. Me introducen en carteras, bolsillos agujereados,<br />
cajas roñosas, calcetines sudados, incluso he estado descansando en<br />
algún que otro sujetador. Mi valor cambia según donde me encuentro<br />
y la gente lucha por conseguirme. Trabajan duro por tenerme en sus<br />
manos, pero una vez me atrapan, no duro nada. Me esfumo, sin dejar<br />
rastro alguno. Como el rocío por la mañana. Siento aburrirte con mi<br />
historia. Siempre que me rulan de esta forma y llenan mi cuerpo de<br />
speed me da por hablar sin parar. Por donde iba, sí, eso, amigos… he<br />
visto a compañeros muriendo y a principiantes médicos intentando<br />
operar con escasos medios. Otros fueron olvidados en sucios<br />
pantalones y ahogados por una máquina que llena sus entrañas de<br />
agua y jabón. Después la gente lloraba su pérdida y según cuanto más<br />
mayor era peor. Recuerdo cuando 100 murió, solo quedaba de él un<br />
cuerpo frío y húmedo, hecho una bola. Me han doblado, tatuado sin<br />
preguntar, regalado, intercambiado… conforme avanza mi vida soy<br />
consciente de que no me quieren. No pueden vivir sin mí, pero<br />
tampoco conmigo.<br />
—¡Eh tíos! Mirad lo que me he encontrado en el baño —dice<br />
sosteniéndome orgulloso el borracho al que intentaba abrir mi<br />
corazón— 20 pavazos. ¡Invito a la siguiente ronda yo!<br />
De vuelta a la caja, con otros ilusos cuyo destino está marcado.<br />
Esther Moreno Morillas (Valencia)<br />
http://elcascabelalgato.blogspot.com.es/<br />
http://invisiblevoyeur.blogspot.com.es/<br />
41
Imagen libre de derechos obtenida en http://www.corbisimages.com/<br />
42
¿Mereció la pena?<br />
Ya has llegado, piensas. La vejez. Conseguiste superar todas las<br />
anteriores etapas, muchas de ellas muy complicadas. Ya nacer, hoy, te<br />
parece un milagro. La cantidad de cosas que pueden suceder durante<br />
un parto es asombrosa. Hay más de cien o ciento veinte obstáculos<br />
que un bebé debe superar antes de que pueda ver el mundo al que ha<br />
llegado. Recuerdas el nacimiento de E. Recuerdas las casi veinticuatro<br />
horas en las que A. luchó para que E. viniera al mundo, para que<br />
tuviera la oportunidad de respirar y de mirar y de amar y de sufrir y<br />
de rezar. Y antes, mucho antes del nacimiento y la infancia. Incluso el<br />
momento de la propia unión de un espermatozoide y un óvulo es algo<br />
que, en términos de probabilidad, no tiene un porcentaje demasiado<br />
elevado de éxito. Eso es algo que sabes perfectamente. Remueves el<br />
café. Sigues elucubrando. ¿Y antes de la propia concepción? También.<br />
Las posibilidades de que, en medio de este loco mundo, encuentres a<br />
una mujer con la que compartir el resto de tu vida, con la que formar<br />
una familia, no deben ser muchas, la verdad. Introduces, con cuidado,<br />
el tabaco en la vieja Masterly rusticada que heredaste de tu padre,<br />
hace ya tantos años. Sentado en la mecedora, ves atardecer desde el<br />
porche. Encender la pipa te supone un esfuerzo al que todavía no<br />
terminas de acostumbrarte. Sólo espero que A. no salga en este<br />
momento y me pille fumando. Sonríes. La vejez... Sabes que escribir el<br />
último capítulo de cualquier libro siempre es lo más difícil. De alguna<br />
manera, piensas, el primer capítulo es el que despierta más ilusiones,<br />
en el que más esperanzas se depositan. El último, sin embargo, es<br />
complicado. Llegar a la última frase, al punto final, a la incertidumbre<br />
perpetua de “qué vendrá después”, da miedo. Sí, miedo. Por mucha fe<br />
que uno tenga. Y es que, en el fondo, sabes que lo importante no es<br />
saber “qué vendrá después”, aunque tu fe sea un asidero que<br />
43
agradeces; lo que realmente es clave en todo este asunto es si lo<br />
escrito antes mereció la pena. Por todo ello, la pregunta a la que todo<br />
hombre debe responder ahora es: ¿mereció la pena? Escuchas los<br />
pasos de A. bajar la escalera. Se acerca a la puerta y sale al porche. Te<br />
mira. Sonríe.<br />
Sí.<br />
Mereció la pena.<br />
Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)<br />
http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/<br />
44
La llamada<br />
The phone call – Dona Katiana (Eslovaquia)<br />
https://www.flickr.com/photos/donakatiana/<br />
Es de esas cosas que me pasan a veces. De esas que hace tiempo<br />
que no me pasaban. Que quizás tiene razón José Antonio, que siempre<br />
me falta algo, que siempre estoy echando algo en falta. Pero, ya me<br />
sentía en plena metamorfosis, con las alas bien puestas, dispuesta a<br />
todo, dispuesta a desplegarlas y echar a volar. Y de repente, una<br />
llamada, un pequeño inconveniente y todo al traste. Mi intacto<br />
equilibrio emocional de mujer adulta, se viene abajo. Pequeños<br />
duendecillos haciéndome la puñeta por aquí y por allá para crear<br />
problemas cotidianos (pérdidas, tediosas gestiones administrativas,<br />
conversaciones que no te apetece mantener, llamadas que jamás<br />
45
harías...) y hurgar con sus diminutas uñas afiladas en el lagrimal de<br />
cada uno de mis ojos hasta hacerlos rebosar.<br />
Totalmente a merced de mis emociones, otra vez. Lo especial de<br />
un día romántico ha quedado disuelto como el azúcar en el café,<br />
como ese azúcar insuficiente apenas perceptible en el café demasiado<br />
amargo que sirven en el bar de enfrente del trabajo. Que siempre le<br />
digo a Juan que me lo ponga cortito el café con leche, pero ni por esas.<br />
Y me dejo la mitad, claro.<br />
Intento recordar cómo me acariciaba el pelo y cómo me sentí de<br />
afortunada cuando me agarró con fuerza de la mano mientras<br />
hablaba por teléfono. Había hecho amago de levantarme y<br />
aprovechar para visitar los servicios dándole así un poco de<br />
intimidad (aunque lo cierto es que no entendía ni papa porque no sé<br />
ni una palabra de alemán), sin embargo él sujetó mis dedos trenzados<br />
con los suyos y besó mi frente mientras cerraba negocios<br />
seguramente muy importantes y me sonreía.<br />
Pero, ni siquiera esos recuerdos maravillosos que ofrecían<br />
expectativas inusitadas, consiguen arrastrarme lejos de una llamada<br />
de teléfono totalmente inesperada que me ha llenado de inquietud.<br />
Por favor, que no vuelva, suplico a cualquier conjunción cósmica que<br />
quiera escucharme que no insista, y me suplico a mí misma que no le<br />
conteste de nuevo. No sé si seré capaz de resistirme.<br />
Alicia Muñoz Alabau (Valencia)<br />
https://www.facebook.com/PonerseAlas<br />
46
Missing<br />
City silhouettes – Jasper James (Reino Unido)<br />
http://www.jasperjames.co.uk/<br />
Cerré la agencia para dedicarme a buscarla. Lo hice, durante<br />
años, por toda la ciudad. Indagué en cada club, en cada tugurio, en<br />
cada maldito rincón. Día y noche. Noche y día. Nadie en los bajos<br />
fondos me ofreció una sola pista. Su fotografía se ajó hasta el punto<br />
desaparecer de ella el maravilloso rostro que ahora vegeta en mi<br />
memoria. Que tortura el viejo y triste corazón que ningún whisky<br />
apaciguará jamás.<br />
Rafa Sastre (Valencia)<br />
http://rafasastre.blogspot.com<br />
47
Substratum – Lexa One Photographie (Canadá)<br />
http://one-photographie.deviantart.com/<br />
48
Abismo<br />
Sé bien que te despisto, que logro escabullirme de tus garras.<br />
La técnica y los años. La madurez y las caídas. Siempre me levanto.<br />
Pero tú aguardas escondido, persistente como reloj sin cuerda,<br />
como música sin sonido. Y en el instante veloz del espejo, en las<br />
pupilas dilatadas de la noche, te manifiestas y, con un guiño<br />
vencedor, logras robarme la sonrisa, sólo un momento.<br />
Sólo un momento.<br />
Concha García Ros (Cartagena, Murcia)<br />
http://nosvemosenkairos.blogspot.com.es/<br />
49
Fotografía de Sacha Goldberger (Francia) http://sachagoldberger.com/<br />
De su serie titulada «Mamika»<br />
50
Diminutivos<br />
La vida siempre tiene momentos que marcan un antes y un<br />
después. Aunque una no quiera. En la mía, parece que el día en que<br />
me rompí la cadera fue uno de esos momentos, por más que no fuera<br />
yo quien lo eligiera. Bromas de mal gusto del destino y del paso del<br />
tiempo.<br />
No es que tenga queja de cómo me trataron en el hospital. El<br />
personal era muy solícito y cariñoso, y la enfermera que tenía<br />
asignada casi en exclusiva me trataba con ternura infinita, como si yo<br />
fuera una niña pequeña y frágil. La intención era buena, no lo dudo.<br />
Pero yo no era una niña pequeña y no quería ser frágil. Era lo último<br />
que quería ser, por más que las ocho décadas que llevaba a cuestas se<br />
empeñaran en recordármelo más de lo que quisiera.<br />
Así que buscando una cercanía que no sabía si me gustaba, la<br />
enfermera me instaba a que tomara un poco de sopita, me traía la<br />
pastillita y hasta me deseaba buenas nochecitas. Y no era la única. La<br />
médico que me atendía me decía que aquello dolería un poquito,<br />
como si emplear el diminutivo paliara aquel dolor que era peor que<br />
una muerte a pellizcos. Y apostillaba que enseguidita estaría en la<br />
calle tan ricamente, como si suavizar el adverbio fuera reducir los<br />
larguísimos dos o tres meses que tenía por delante. O quizás más.<br />
Lo bien cierto es que parecía que en el hospital hubieran<br />
inaugurado una nueva época en el modo de dirigirse a mí y de<br />
tratarme. Como si lo hubieran incluido con las recetas de<br />
medicamentos. O mejor dicho, con las recetitas. Y mis hijos y hasta<br />
mis nietos se lo tomaron al pie de la letra.<br />
Así que ahí estaba yo, tomándome la meriendita que me había<br />
preparado mi hijita mientras ella y sus dos hermanitos tenían una<br />
51
eunioncita. La habían convocado, según parece, porque una vez que<br />
me recuperé de la operación, habían decidido tomar las riendas de mi<br />
vida. Y en la habitación de al lado, después de aparcarme como un<br />
mueble –o mejor, un mueblecito- mis hijos hablaban de mi destino<br />
como si yo no tuviera nada que decir. Como si estuvieran celebrando<br />
un bautizo sin niño o, por qué no decirlo, un funeral sin muerto. Y,<br />
como yo no era sorda, ni siquiera sordita –el tiempo no había<br />
respetado mis huesos pero sí mis oídos-, les escuchaba hablar de<br />
residencias, cuidadores, hospitales de día y cosas similares sin<br />
preguntar ni siquiera cuál era mi opinión.<br />
Así que no lo pensé dos veces. Aproveché el momento álgido de<br />
su discusión, que se adivinaba por el tono alterado de todos ellos,<br />
para coger mi andador y salir por la puerta. Y como quiera que vi que<br />
a quienes tan preocupados estaban de mi futuro, tan poco les<br />
interesaba mi presente, no sentí ni un triste remordimiento.<br />
Ahora vivo donde me da la gana. Con mi pensión, y con los<br />
medios que yo he escogido para vivir el tiempo que el destino quiera<br />
seguir regalándome.<br />
Eso sí, les he enviado a mis hijitos una cartita.<br />
«Supongo que me echaréis de menos un poquito. Me he ido un<br />
poco lejitos. Pero de vez en cuando os haré una llamadita. Besitos».<br />
Y lo haré, desde luego. Pero me esperaré un poquito. Aún me<br />
queda cuerda para rato. Aunque sea solo un ratito.<br />
Susana Gisbert Grifo (Valencia)<br />
http://conmitogaymistacones.com/<br />
52
Lázaro<br />
Resurrection – Raffa (Alemania) http://roflraffa.deviantart.com/<br />
Levántate y anda —dijo el hijo de Dios.<br />
Un Lázaro ya putrefacto hincó la pierna en el suelo, intentando<br />
fuertemente ponerse en pie. Sobre forzado iba perdiendo trozos de<br />
carne, dejando las migas a las carroñeras damas de compañía.<br />
Soltando trozos a medio acabar, de vidas pasadas a lado de falsos<br />
amores, de inconclusos finales. Pobre Lázaro, no lo dejan descansar<br />
en paz, no le dejan morir con algo de dignidad. Hijo del cielo, déjale<br />
caer desde lo alto de tu cama y no le vuelvas a despertar.<br />
Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)<br />
http://chatomusik.blogspot.mx<br />
53
Cafetera – Little Lune (Madrid) https://500px.com/littlelune<br />
54
Despertar<br />
Pan de anteayer<br />
y tostadora vieja.<br />
Calor en las manos,<br />
olor que demanda<br />
untar mantequilla<br />
o ungir con la alcuza<br />
el jugo de olivas.<br />
Crujiente bocado<br />
entre labios mudos,<br />
despertar al día<br />
de ingenuos sentidos.<br />
Que tras la ventana<br />
grises azoteas<br />
aparenten crestas<br />
de una sierra verde.<br />
Hasta que otro aroma<br />
de grano molido<br />
y un sonoro hervor<br />
te pongan en pie<br />
frente a tu soledad.<br />
Benjamín Blanch Carpena (Valencia)<br />
55
UFO – Erol Berkay Gündüz (Turquía)<br />
https://www.flickr.com/photos/erolberkaygunduz/<br />
56
Aterrizaje forzoso<br />
La avalancha de meteoritos nos hizo cambiar el rumbo de la<br />
nave. Algunos fragmentos impactaron el fuselaje y eso produjo una<br />
oscuridad interna casi total. Milagrosamente el piloto recuperó el<br />
control y con gran pericia logró un perfecto aterrizaje en lo que<br />
parecía la selva negra de un planeta desconocido.<br />
Era un oscuro bosque poblado de árboles delgados y negros que<br />
con frecuencia se retorcían como serpientes. Bajamos de la nave muy<br />
descontrolados y sin saber dónde estábamos y cómo encontrar una<br />
salida. Hacia un costado se avizoraba una pendiente y por el otro se<br />
levantaba una larga colina que parecía interminable. Optamos por<br />
subir, ya que ese camino, aunque más largo, ofrecía más luminosidad.<br />
Iniciamos el ascenso por una suave pendiente, sobre un terreno<br />
curiosamente elástico. La húmeda superficie tenía un ligero color<br />
terroso. Toda aquella planicie despedía un raro olor, muy<br />
inquietante. Al rato encontramos una extraña hendidura, de forma<br />
circular, con un interior lleno de pliegues y decidimos circundarla<br />
para evitar un peligroso desliz.<br />
Seguimos subiendo cuando de pronto tuvimos la sensación de<br />
que el terreno se movía. Era un suave vaivén que parecía ascender y<br />
bajar lentamente la tierra que pisábamos. Nos miramos inquisitivos,<br />
pero decidimos seguir adelante porque no había alternativa.<br />
Poco más adelante vislumbramos un par de altas colinas<br />
coronadas por dos promontorios circulares, dos curiosos cuerpos<br />
esféricos. Al intentar subir por una de ellas una enorme mole, con<br />
forma de mano humana, apareció sobre nosotros.<br />
Lo que siguió fue la oscuridad absoluta.<br />
Vicente Montemayor (Omaha, Nebraska – EUA)<br />
57
Lullaby – Minon (Alemania) http://minon-minon.deviantart.com/<br />
58
La nana charlatana<br />
¡Hola, buenas noches!, soy tu nana, vengo a cantarte. "Neix el<br />
món dintre l’ull" ¿Me recuerdas? Me conociste cuando lo de tu<br />
estandarte de mujer y todas esas cosas de levantarte.<br />
Túmbate a tu ritmo. Ciérrame bien los ojitos, voy a acariciarte.<br />
No voy a callarme, tranquila, no voy a callarme. Sh... Empieza a<br />
dormirte, espera a que el tono de mi voz te abrace y disfruta tu dulce<br />
dormir esta noche tan grande.<br />
"Estic tranquil, estic tranquil..." No sabes cómo, pero estás<br />
tranquila, estás tranquila... duerme.<br />
Hola, soy tu nana y ahora, estoy susurrándote.<br />
Tu respiración se tranquiliza, duerme ya su estado de vigía, ya no<br />
existe. Tomas profundo el aire y tu pierna ya ha perdido el movimiento<br />
consciente en un microsegundo. Duerme, duerme.<br />
Soy tu nana, que te pasa la mano por la frente. Son tus párpados,<br />
inconscientes, los que vienen a recibirme de un lado a otro mientras tú<br />
sueñas y ya no ves el frente, que ya no produce monstruos. sh... sh... ,<br />
duerme.<br />
Gabriela Pavinski (Valencia)<br />
http://gabrielapavinski.blogspot.com.es/<br />
http://gabrielapavinski.blogspot.es/<br />
http://www.viasona.cat/grup/mishima/set-tota-la-vida/neix-el-mon-dintre-lull<br />
59
Life cycles – Marija Protasova (Letonia)<br />
https://500px.com/fjmore3apn<br />
60
Viaje en el tiempo de mi tiempo<br />
Mi vida está dividida en cuatro cuartos. Los tres primeros ya<br />
están consumidos; el cuarto, como lo fueron todos antes de suceder,<br />
es una incógnita. Estos cuatro cuartos son exactos, cada uno de ellos<br />
comprende 22 años. Mi ocupación en estos meses fue viajar a los tres<br />
primeros -pasado-, y al cuarto -futuro- con mi peculiar transportador<br />
de materia.<br />
Hace unos meses regresé del final del primero. Me vi con<br />
uniforme, sin galones, el pelo al cero, -casi como ahora- fumador<br />
empedernido de glorias benditas al alucinante ritmo de los Pink<br />
Floyd. Irresponsable, sabelotodo y torpe.<br />
Semanas después la máquina me llevó a mediados de la segunda<br />
etapa. Mi pelo había crecido. Comprometido con las causas perdidas y<br />
rey de la oscuridad en una noche que dominaban los grises. Errando<br />
en lo esencial y engañándome en los detalles.<br />
Ayer me desintegré en el tiempo y arañé unos minutos de la<br />
tercera etapa, esa que ya dibujaba en color, pero a la que necesito<br />
retrotraerme para olerla, tocarla, sentirla y dejarme llevar para<br />
emocionarme de nuevo. Comprobé que me habían perdido las<br />
emociones y mi sensiblería me hizo navegar en mares revueltos.<br />
En cada una de ellas he corregido lo equivocado. Enderezado lo<br />
torcido. Purgado lo pecado. Pero ha sido un sueño, al volver todo<br />
seguía igual, las cicatrices, las pérdidas, los errores y sus<br />
consecuencias. Todo seguía en su sitio y todo pesando como una losa.<br />
Estoy procesando el transportador de materia, para viajar a la<br />
cuarta etapa. En esta, al menos, cuando regrese tendré la oportunidad<br />
de obrar en consecuencia.<br />
Alfredo Cot (Valencia)<br />
http://alfredo-laplazadeldiamante.blogspot.com.es/<br />
61
Pair of old boots – George Pakpong (Tailandia)<br />
https://500px.com/9george<br />
62
Pensamientos…<br />
La cadencia ilusoria de tus caderas me atrapa<br />
Mientras caminas delante de mí<br />
El eco repite el sonido de tus pasos acompasados<br />
Miro la perfección de tus curvas,<br />
Perfectas, armoniosas<br />
Que en sincronismo se balancean delante<br />
Esa cola que se mueve<br />
De izquierda a derecha y viceversa…<br />
Ya no resisto más<br />
Quiero tomarla entre mis manos<br />
Y que me lleves hasta lo alto<br />
Donde veo el sol coronando el cerro<br />
Las nubes, que asemejan un colchón<br />
Donde quisiera hundirme y retozar…<br />
Me siento desfallecer<br />
Me falta el aire, mi vista se nubla<br />
Solo te veo a ti<br />
Ya pierdo la razón…<br />
Quiero arrojarme sobre ti, montarte,<br />
Aferrado a tu cuello con desesperación.<br />
Tu dueño gira la cabeza y me sonríe<br />
Creo que adivina mis pensamientos<br />
Bajo la mirada, debo continuar detrás en silencio<br />
Más allá del sufrimiento.<br />
El sudor cubre mi rostro<br />
Estoy muy caliente…<br />
63
A mi izquierda la pared<br />
A la derecha el abismo<br />
Detrás va que quedando el sendero<br />
Adelante tú.<br />
Yo, que desfallezco<br />
Entiendo que la altura<br />
Afecta mis sentidos<br />
Soy el último en la fila que asciende<br />
Delante mío,<br />
La burrita camina cadenciosa…<br />
Luis Alberto Molina (Rosario, Argentina)<br />
http://www.luismolin.blogspot.com.es/<br />
64
Buscadores de piedras<br />
God offering… - Tomás Escobar (Argentina)<br />
http://jack-drexler.deviantart.com/<br />
“… y entonces, los dioses se enfurecieron con los hombres Piel-<br />
Luna porque habían desperdiciado el agua que brotaba del cielo. Como<br />
castigo, decidieron esconder la magia de la lluvia en dos piedras. Para<br />
que el agua del cielo les fuese devuelta, condenaron a los Piel-Luna a<br />
escarbar la tierra hasta dar con ellas y entregárselas a los dioses.<br />
Ordenaron también, que cada dos veces cinco lustros, deberían elegir a<br />
un nuevo buscador, y si no respetaban el tiempo de espera, secarían la<br />
tierra para siempre”<br />
65
Los hombres sabios hablaron.<br />
Ozac se sintió orgulloso de ser el elegido. Guardó yesca en su<br />
piel de dormir, se colgó un odre a la espalda, se apoyó la azada en el<br />
hombro y se alejó de su aldea en busca de las piedras de agua. Una<br />
pareja de cabras serían su única compañía.<br />
Pasaron muchas lunas mientras recorría el camino de sus<br />
antecesores. La primavera fortaleció su cuerpo de adolescente; el<br />
verano curtió su piel inmadura; el otoño le despojó de su silencio y el<br />
invierno congeló su sombra.<br />
Una tarde en la que el sol parecía incendiar el horizonte, la<br />
monótona ondulación del terreno por el que transitaba se quebró y<br />
ante sus ojos, apareció una tierra llana, cubierta por matorrales que<br />
tenían el color del trigo marchito y, unos surcos de barro seco, que<br />
dejaban el testimonio de que en algún momento del tiempo, allí,<br />
había estado el agua.<br />
No tardó en encontrar los vestigios del otro elegido. Comprobó<br />
que el pozo aún tenía líquido. Aprovechó lo aprovechable y enterró el<br />
resto. Al día siguiente, después de sembrar sus semillas y acomodar<br />
sus cabras, empezó a peinar la tierra desde el punto exacto donde se<br />
había quedado inmóvil la ondulación.<br />
Un mediodía plomizo, en el que ni siquiera el viento le<br />
susurraba su eterna letanía, se fijó en sus manos y vio en ellas el<br />
reflejo de las ondulaciones que iba dejando tras sus pasos; intentó<br />
enderezarse, pero su cuerpo, agotado por el infructuoso trabajo de<br />
tantos años, se había quedado retorcido como las sabinas; pensó que<br />
si hallaba las piedras, no podría volver, y, por primera vez en su vida<br />
tuvo conciencia de sí mismo y de su condena por ser el elegido. Lloró<br />
con amargura. Y allí, donde la tierra se humedeció con su tristeza,<br />
apareció el tesoro que buscaba; con el corazón roto por la soledad,<br />
las tapó y siguió peinando el terreno hasta el final de sus días.<br />
Marisol Santiso Soba (Madrid)<br />
66
El mejor regalo, un buen libro.<br />
«Buffet Libre» 25 autores, 75 relatos<br />
¡NO TE QUEDES SIN ÉL!<br />
Disponible en Amazon (papel y ebook)<br />
67
Os recordamos que en nuestro muro de Facebook Valencia<br />
Escribe, además de otras cosas, seguimos proponiendo imágenes<br />
para ser relatadas y colgando convocatorias de concursos literarios:<br />
https://www.facebook.com/pages/Valencia-Escribe/134450789952020<br />
Si tienes un blog y quieres hacernos partícipes de su existencia o<br />
mantenernos al tanto de las entradas que publiques, no olvides que<br />
también tenemos el grupo Valencia Escribe Blogs<br />
https://www.facebook.com/groups/1571068066474683/<br />
Para los aficionados al Haiku, también tenemos un espacio, que<br />
para ser originales nos dio por bautizar como Valencia Escribe Haiku.<br />
Podéis dejar allí vuestros poemas pero intentad cumplir las reglas…<br />
https://www.facebook.com/Valencia-Escribe-Haiku-7465<strong>24</strong>675464504/<br />
Más poesía en un blog de poco alcance que queremos potenciar<br />
con vuestras aportaciones<br />
http://valenciaescribepoesia.blogspot.com.es/<br />
Y para seguir leyendo relatos de nuestros autores, nada mejor<br />
que pasar cada día por nuestro blog:<br />
http://valenciaescribe.blogspot.com.es/<br />
68
¿Quieres leer números anteriores de VALENCIA ESCRIBE?<br />
Número 16 (Septiembre 2015)<br />
http://www.yumpu.com/en/document/view/53328640/ve-16-septiembrepdf<br />
Número 17 (Octubre 2015)<br />
http://www.yumpu.com/en/document/view/54316333/ve-17-octubre<br />
Número 18 (Noviembre 2015)<br />
http://www.yumpu.com/en/document/view/54535272/ve-18-noviembre<br />
Número 19 (Diciembre 2015)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/54807799/ve-19-diciembre<br />
Número 20 (Enero <strong>2016</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/54933702/ve-20-enero<br />
Número 21 (Febrero <strong>2016</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/55061773/ve-21-febrero<br />
Número 22 (Marzo <strong>2016</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/55255629/ve-22-marzo<br />
Número 23 (Abril <strong>2016</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/55357609/ve-23-abril<br />
NOTA: Enlaces de descarga en el interior de cada revista<br />
69
Castillo de Santa Bárbara (Alicante) – Miguel García Rodríguez (Valencia)<br />
70