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VE-24 MAYO 2016

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Número <strong>24</strong> – Mayo <strong>2016</strong>


© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o<br />

ilustraciones publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus<br />

respectivos autores (aunque en algunos casos no se citen los nombres)<br />

Portada: Cartel-anuncio de Olivetti (1921). Diseño e ilustración:<br />

Marcello Dudovich (1878-1962)<br />

Diseño y edición: Rafa Sastre<br />

Colaboraciones: revistave@hotmail.com<br />

«La brevedad es el alma del ingenio»<br />

William Shakespeare (1564-1616)<br />

Descarga de este número de la revista (formato PDF, 3.96 MB):<br />

http://www.mediafire.com/download/<strong>24</strong>olt7dqer9k7lf/<strong>VE</strong>-<strong>24</strong>+<strong>MAYO</strong>.pdf


¿Pero qué dices? ¿Que aún no tienes El tiempo y la vida?<br />

¿Y a qué esperas, alma de cántaro?<br />

Ya sabes: en Amazon, papel y ebook


Índice<br />

Mayo florido y hermoso (Rafa Sastre) Pág. 1<br />

Atrapado (Noemí Hernández) Pág. 3<br />

La exposición (Nicolás Jarque) Pág. 5<br />

El templo del frío (María José Martí) Pág. 7<br />

Tienda de antigüedades (Jorge Richter) Pág. 9<br />

Cenicienta (Xenia Rambla) Pág. 11<br />

Abstracto (Manoli Vicente) Pág. 17<br />

Refugiados (María Luisa Pérez) Pág. 19<br />

El concierto maldito (Juan Manuel Arcos) Pág. 21<br />

Las ratas (Lu Hoyos) Pág. 23<br />

Pequeños detalles (Lisa Viguer) Pág. 25<br />

Hilvanes de soledad y sombra (Belén Mateos) Pág. 27<br />

La torre (Alicia García) Pág. 29<br />

Yo masco amor. No fumo (Isabel Sifre) Pág. 31<br />

Sirena atrapada (Isabel Garrido) Pág. 35<br />

El maquis invisible (Rafa Olivares) Pág. 37<br />

Autoservicio (Aldana Giménez) Pág. 39<br />

El valor del dinero (Esther Moreno) Pág. 41<br />

¿Mereció la pena? (Marco Antonio Torres) Pág. 43<br />

La llamada (Alicia Muñoz) Pág. 45<br />

Missing (Rafa Sastre) Pág. 47<br />

Abismo (Concha García) Pág. 49<br />

Diminutivos (Susana Gisbert) Pág. 51<br />

Lázaro (Alejandro Ramos) Pág. 53<br />

Despertar (Benjamín Blanch) Pág. 55


Aterrizaje forzoso (Vicente Montemayor) Pág. 57<br />

La nana charlatana (Gabriela Pavinski) Pág. 59<br />

Viaje en el tiempo de mi tiempo (Alfredo Cot) Pág. 61<br />

Pensamientos… (Luis A. Molina) Pág. 63<br />

Buscadores de piedras (Marisol Santiso) Pág. 65


¿Te gusta leer? ¿Te apetecería comentar con nosotros tus<br />

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Mayo florido y hermoso…<br />

«El tiempo y la vida» ya ocupa su merecido lugar en la historia.<br />

Publicado y presentado por partida doble, el tercer libro de Valencia<br />

Escribe se dedica ahora a recorrer esos mundos de Dios y del Diablo.<br />

Hemos de superar la resaca y empezar a pensar en el próximo<br />

proyecto literario, por lo que se admiten y serán bien recibidas ideas<br />

de cualquier tipo.<br />

Mientras, sigamos leyendo y escribiendo en este mayo florido y<br />

hermoso. Preferiblemente con la ayuda de una inspiración cuya<br />

ausencia (en mi caso) me fuerza a recurrir a unas cuantas frases<br />

célebres:<br />

«Escribir es como hacer el amor. No te preocupes por el<br />

orgasmo, preocúpate por el proceso» - Isabel Allende<br />

«En un cuento bien logrado, las tres primeras frases tienen casi<br />

la importancia de las tres últimas» - Horacio Quiroga<br />

«La verdad es que el arte de escribir es la cosa más milagrosa de<br />

cuantas el hombre ha imaginado» - Thomas Carlyle<br />

«Escribir es reparar la herida fundamental, la desgarradura.<br />

Porque todos estamos heridos» - Alejandra Pizarnik<br />

«Escribir un libro de poesía es como dejar caer un pétalo de rosa<br />

por el Gran Cañón esperando el eco» - Don Marquis<br />

«La poesía no es una manera de escribir, es más bien un modo<br />

de vivir, de percibir el mundo» - Abelardo Castillo<br />

«Mientras haya en el mundo primavera, habrá poesía» - Gustavo<br />

Adolfo Bécquer<br />

Familia, sed felices hasta que os duela. Abrazos.<br />

Rafa Sastre<br />

1


Say hello to my little friend – Thiago Ramon Grizilli (Brasil)<br />

http://trgrizilli.deviantart.com/<br />

2


Atrapado<br />

—Antes muerto que en la cárcel —dijo el chico.<br />

Con una lentitud deliberada, se llevó el cañón de la pistola a la<br />

boca. El gatillo era suave y sólo tuvo que presionarlo ligeramente<br />

para accionar el arma ante los dos policías, que lo observaron<br />

atónitos.<br />

Era el último miembro de la mafia que quedaba en libertad. La<br />

mayoría se había rendido y estaba entre rejas; otros habían muerto<br />

en el tiroteo. Pero él había escapado. O casi.<br />

Los policías, impotentes, contemplaron la tragedia: el gatillo<br />

cedió enseguida y el muchacho cayó al suelo en una posición forzada,<br />

salpicándolos.<br />

Los agentes se miraron entre sí con desconcierto. ¿Y ahora qué<br />

hacían? Uno de ellos disparó a la cara del cadáver y chilló:<br />

—¡Eso no vale! ¡Teníamos que llevarte a la cárcel! ¡El juego no<br />

termina así!<br />

El chico muerto se levantó riendo con la cara empapada y<br />

disparó a los otros con su pistola de agua.<br />

Noemí Hernández Muñoz (Alfara del Patriarca, Valencia)<br />

http://relatosladoncellaerrante.blogspot.com.es/<br />

3


Penso – Antonio Trogu (Italia) https://500px.com/atrogu<br />

4


La exposición<br />

La exposición fue única, irrepetible, jamás vista antes en ningún<br />

museo. Frente a un Picasso o un Renoir, qué más da, un anciano<br />

llenaba con su figura la sala vacía. Escrutaba desde la distancia<br />

reglamentaria el cuadro con tanto entusiasmo y ternura que pronto<br />

el umbral de la habitación se atiborró de turistas. Con admiración, los<br />

visitantes guardaban silencio para respetar el momento mágico, sin<br />

percatarse de que, al mismo tiempo, estaban siendo observados y<br />

hasta fotografiados por otros asistentes. Y estos a su vez por otros y<br />

ellos por otros y otros… Y así hasta recorrer todo el museo.<br />

Nicolás Jarque Alegre (Albuixech, Valencia)<br />

http://escribenicolasjarque.blogspot.com<br />

5


Girl with math symbol – Aluluba (Taiwan) https://500px.com/aluluba<br />

6


El templo del frío<br />

He olvidado contar desde que tengo frío,<br />

como si al otro lado del valle alguien pudiera<br />

echar mis desafinadas sumas a su caldo<br />

e importarle,<br />

cuánto resto al cociente del viento<br />

o divido al coto privado de la parca.<br />

Antes sabía contar hasta mil,<br />

pero eso fue antes de lanzarme, de saltar, de caer…<br />

Nadie me enseñó a dividirme en dos:<br />

el hielo mece el número pi sobre mi resto y corre,<br />

no encuentro mi otro cien por ningún lado:<br />

no me río de mi uno ni me asombro de mi dos, ni me aterro<br />

ante mis comas de diez ceros despoblados<br />

porque sé,<br />

que mis pesares son raíces al cuadrado.<br />

Ahora bien… ¿donde hibernar o resguardarme?<br />

tal vez la chimenea hoy proponga algún milagro<br />

si frente a ella con un cortado en la mano,<br />

miro al gúgol que crepita y me sonríe<br />

multiplicándose sin fin, hacia el colapso.<br />

María José Martí López (Valencia)<br />

http://conelcuentoenlostalones.blogspot.com<br />

7


Imagen de una muñeca «Nancy» encontrada en la red<br />

8


Tienda de antigüedades<br />

Una niña contempla con curiosidad la vidriera de una tienda de<br />

antigüedades. En una parte de la misma, adquiriendo distintas<br />

formas, destaca un holograma con las palabras:<br />

«Juguetes antiguos finales del siglo XX»<br />

Entre los objetos expuestos, un muñeco, con una descripción al<br />

pie del mismo: «GEYPERMAN». Es el que atrapa toda su atención.<br />

Decidida, entra al negocio y se lo solicita al dependiente. Lo<br />

contempla en su caja con satisfacción, se identifica como HHH y con<br />

su crédito ocular conforma la compra.<br />

Ansiosa, sale apresurada con su regalo bajo el brazo para llegar<br />

a su habitación y abrir el envoltorio.<br />

Mientras, por la acera de enfrente, un niño cruza la calle atraído<br />

por las luces que emite el escaparate de la tienda.<br />

Esparcidos por el piso de HHH, restos de cartones y embalajes<br />

de plástico. La expectación por saber cómo se divertían los niños en<br />

la antigüedad le produce una gran agitación. Roto el envoltorio,<br />

sujeta a «GEYPERMAN», lo observa sin perder de vista detalle alguno,<br />

lo balancea de izquierda a derecha, de arriba abajo durante un buen<br />

rato. Lo pinta y sumerge bajo el agua del lavabo, lo lanza contra la<br />

pared en una prueba de vuelo. Después, lo desmiembra desmontando<br />

todas sus partes. Separa todas sus piezas y las arrincona en un lugar<br />

próximo al desintegrador. No encuentra la función diversión. Se<br />

enfada con los niños del pasado.<br />

El niño MMM, sintió curiosidad, frente a la vidriera de las<br />

antigüedades, al contemplar un objeto cuyo cartel indicaba:<br />

«NANCY». Para conocer cómo se divertían en el pasado, entra al<br />

local y lo adquiere. Al llegar a su casa se dirige a la zona de ocio.<br />

9


Aparta el envoltorio, observa a «NANCY» sin perder de vista detalle<br />

alguno, la balancea de izquierda a derecha, de arriba abajo durante<br />

un buen rato, y al poco tiempo la desarma, desmiembra, separa todas<br />

sus piezas, y las lanza junto con el envoltorio al cubo de residuos. No<br />

encuentra la función diversión.<br />

Con todas las piezas desarmadas, ambos tienen la misma idea,<br />

no perder los créditos de una compra inútil. Al día siguiente, y por<br />

caminos diferentes, se encaminan a la tienda para solicitar la<br />

devolución de lo adquirido, con penalización por traer las piezas<br />

desmontadas y usadas.<br />

HHH y MMM coinciden en la tienda.<br />

Se miran, se sonríen y salen juntos del local.<br />

En un escueto diálogo, tras las pantallas oculares, deciden<br />

invitarse a sus casas en busca de diversión. En la zona de ocio<br />

entrechocan las palmas, se salpican con gotas de agua, y sienten que<br />

algo les une.<br />

Al cabo de unos años, como pareja, se desarman el uno al otro.<br />

Las piezas de cada uno quedan desparramadas y repartidas por<br />

el cajón de los recuerdos, del cual pende una etiqueta:<br />

«No devolution. No Credit».<br />

Jorge Richter Vázquez (Valencia)<br />

10


Cenicienta<br />

Fotografía aportada por la autora (Xenia Rambla)<br />

¿Volvería a sentir el olor de Andrea?<br />

A la atardecida, hace apenas unas horas, anduvimos paseando<br />

por el malecón, musgo pegado a las rocas, el agua estrellándose bajo<br />

nuestros pies, cuando una ráfaga de virazón suave me trajo el<br />

perfume sensual de su cuerpo: entre lavanda y sábanas recién<br />

mojadas por la noche. Mi sexo había despertado; mi mente también.<br />

Recordé las tardes de noviembre en el parque Longchamp, con<br />

las ardillas trepando en aquel viejo arce, y nuestros nombres<br />

grabados en el corcho de su tronco, a punto de desprenderse. Pero no<br />

era su nombre. Aún no. Sino el de mi esposa. Ella había pulverizado<br />

en su pelo un perfume semejante, como de lavanda. Es extraño. Cómo<br />

las sensaciones se repiten a lo largo de la vida, y las identificamos al<br />

11


vuelo. Cómo van encendiendo nuestras alarmas y revivimos idéntico<br />

placer.<br />

«Fue entonces, al atreverme a rozarte la mano, Andrea querida,<br />

cuando percibí lo mucho que voy a echarte de menos.<br />

Vi tu rostro la primera vez hace tres semanas. Estabas sentada<br />

en un velador del Café de la Banque, con una tisana humeante entre<br />

tus manos y un cigarrillo apoyado en el borde de la mesa. Recuerdo<br />

que pensé que nunca unos ojos negros me habían parecido tan<br />

brillantes, disparando luz. Llevabas un pañuelo naranja a modo de<br />

diadema. ¡Eras, eres, tan joven!<br />

Te miré fijamente, y descubrí la razón de ese espejismo. Un gel<br />

acuoso restregaba tu mejilla. Habías apartado tus lágrimas, y<br />

distraído la tristeza, liando tabaco, que estaba justo a punto de caer.<br />

No soy un sabueso, pero un kleenex arrugado y un paquete de papel<br />

de fumar junto a tu bolso me ayudaron a deducir la escena.<br />

Armándome de valor, alcancé el cigarrillo y lo acerqué a tu boca.<br />

Espléndida boca.»<br />

— Merci — dijiste. Sorprendida.<br />

Sin pedir permiso tomé asiento a tu lado.<br />

— Lloras — afirmé.<br />

— Depende.<br />

— ¿Depende de qué?<br />

— De si un desconocido me mira e intuyo que va a salvarme el<br />

cigarrillo.<br />

— ¿Eso es triste?<br />

— Es distinto. Lloro ante lo distinto. Me emociona que todo gire<br />

al revés.<br />

— Interesante. ¿Y lloras mucho por eso?<br />

— Es la primera vez.<br />

12


— También para mi es la primera vez. La primera que te veo.<br />

— Me llaman Andrea.<br />

Retiré el cigarrillo de sus labios. Exhaló unos aros de humo que<br />

ascendieron desperdigándose. Le di una calada intensa. Tenía restos<br />

de carmín rosado. Un escalofrío erótico me enredó como una espiral<br />

intermitente, y pisoteé la colilla, antes de profanar ese vínculo que<br />

habíamos dibujado entre los dos. Entre los tres.<br />

Desde entonces, cada una de las tardes, había buscado a Andrea<br />

en el mismo Café. Cada tarde, habíamos repetido ese estúpido ritual<br />

del cigarrillo, que se había convertido en un fetiche, una excusa, una<br />

pausa y un porqué.<br />

A pesar de los encuentros, el cuerpo de Andrea era sacrílego. No<br />

me atrevía a tocarla, so pena de que el hechizo se esfumase, la<br />

atmósfera recobrara la absurda y monótona normalidad. No hasta<br />

esa última tarde. Horas atrás. En el rompeolas del Viejo Puerto. Quizá<br />

porque intuía que sería nuestra última vez.<br />

«El cielo amenazaba tormenta. Cuando estábamos a punto de<br />

despedirnos, comenzó a llover. Corrimos a cobijarnos bajo unos<br />

soportales. Y tu mirada ¡me interrogaba sobre tantas cosas! Mi vida,<br />

oculta y oscura, de la que nada conocías, a pesar de que me habías<br />

abierto el libro de tus deseos, tus devenires, tus errores y alegrías. Tu<br />

padre había muerto justo el día que nos conocimos. Por eso llorabas.<br />

Era un suicida.»<br />

Y yo era un experto en Ella.<br />

Cuando la noche asomaba por la esquina de las barcazas de<br />

pescadores, y el frío quemaba en su cuello, y en el mío, rocé esa mano,<br />

agaché el rostro y la dejé allí. Mi compadre esperaba como siempre<br />

unas manzanas más allá, en una motocicleta antigua, con un par de<br />

cascos y un periódico del día.<br />

— ¿Recuerdas el cabrón que te puso la denuncia?<br />

13


— Sí, claro.<br />

— Abusaste de su hija, cuando acudió a tu consulta.<br />

— Sólo la toqué.<br />

— El padre dijo que la violaste.<br />

— ¡Te digo que sólo la toqué! Su mano.<br />

— ¿Por qué le pusiste el antifaz entonces?<br />

— Lo expliqué en el juicio. La terapia de hipnosis es así.<br />

— Por eso no te identificó, no llegó a verte. Pero el adn…<br />

— No era mi adn. Coincide con otro. Las pruebas fallan a veces.<br />

— Bueno, no importa. No volvamos a empezar.<br />

— Sabes que esto es kafkiano, pero es lo que tengo. Y he de<br />

sobrellevarlo.<br />

— Pues ese hombre, el padre, ha fallecido.<br />

— Que se joda.<br />

— Eso.<br />

Me llevó en la moto hasta la puerta. Aún faltaban diez minutos<br />

hasta la medianoche, así que tuve tiempo de preguntarle cómo fue.<br />

«Un puto suicida». «Cuándo». «Hace tres semanas.» Me estremecí. A<br />

veces el azar juega malas pasadas. Salté de la moto y caminé hacia la<br />

verja.<br />

«La niña, ¿sabes? Ya tiene dieciséis años. Está aquí fotografiada.»<br />

Paré. Una intuición sin sentido, pero retrocedí y le pedí el diario. Allí<br />

estaba ella. Con su pañuelo naranja anudado en la nuca. Ahora se<br />

hacía llamar Andrea.<br />

La verja se abrió. Una sirena estrepitosa avisaba del minuto<br />

fijado para la entrada. Cerré los ojos, inspiré, y recreé en mi cerebro<br />

el olor a lavanda.<br />

14


Crucé despacio. Como cada medianoche, desde hacía tres<br />

semanas, con la condicional. Como una Cenicienta hacia el pabellón<br />

de pederastas.<br />

En la prisión.<br />

En Marsella.<br />

Xenia Rambla (Valencia)<br />

http://xeniarambla.blogspot.com.es/<br />

15


Thought without words – Jovan (Serbia) http://yohatch.deviantart.com/<br />

16


Abstracto<br />

Enmárcame el desnombre de las cosas.<br />

Quiero un cuadro<br />

que me muestre el paisaje en el que habita<br />

la urdimbre indefinida de las horas.<br />

Esa trama tejida en lo invisible<br />

que no alumbra la luz pero pervive<br />

dentro de la mirada.<br />

Me cansan las presencias definidas,<br />

la cáscara vacía del lenguaje.<br />

Hay otra voz que expresa, ilimitada,<br />

lo que en esta no cabe.<br />

Y es lo innombrable, lo que a mí me habita,<br />

ese invisible soplo de la carne<br />

que transfigura todo cuanto miro,<br />

lo que quiero que enmarques.<br />

Manoli Vicente Fernández (Viana del Bollo, Orense)<br />

http://lascosasqueescribo.wordpress.com<br />

17


A syrian in Istanbul – Canan (Turquía) http://canankk.deviantart.com/<br />

18


Refugiados<br />

No llevan billete<br />

ni destino<br />

solo los pies descalzos<br />

la mirada perdida.<br />

El mar, su aliado<br />

los engulle despacio<br />

sin respetar edades<br />

ni colores, ni sueños.<br />

Horizonte maldito<br />

futuro de quimera<br />

una estela de plata<br />

sobre el agua<br />

teñida de rojo.<br />

María Luisa Pérez Rodríguez (Valencia)<br />

http://marialuisaperezr.blogspot.com.es/<br />

19


Mirror bokeh – Indigo Skies Photography (Australia)<br />

https://www.flickr.com/photos/indigoskies/<br />

20


El concierto maldito<br />

17 de agosto. 22:30 horas. Un calor sofocante por el tumulto de<br />

personas. Los focos se apagan y ahí está él. Encima del escenario con<br />

su botella de agua. Se dirige hacia el micrófono, colocado en el centro<br />

del espectacular escenario. Todo está preparado para pasar las dos<br />

horas más emocionantes. Empezó con ‘Kiss me’, luego con ‘I love you’.<br />

Me sabía todas las letras. Era increíble. No podía expresar con<br />

palabras todo lo que estaba experimentando esa noche. Pero todo no<br />

sería perfecto.<br />

El concierto duró un par de horas. Justo en la última canción, las<br />

nubes descargaron una lluvia incesante. Los rayos iluminaban la<br />

oscura noche de tormenta.<br />

Me dirigía a casa con mi novio Paul. Íbamos por una carretera<br />

con muchas curvas. Todo estaba oscuro y los limpiaparabrisas<br />

apenas podían quitar la cantidad de agua que empapaba la luna<br />

delantera de nuestro coche. Le dije a Paul que parara hasta que<br />

cesara la tormenta. No me hizo caso. Seguimos nuestro camino hasta<br />

que sucedió.<br />

Paul perdió el control del coche en una curva muy cerrada por<br />

causa del agua. Dimos tres vueltas de campana. Empecé a gritar.<br />

Estábamos atrapados en el coche, bocabajo. Paul sangraba por la<br />

cabeza. Estaba inconsciente. Intenté buscar mi teléfono móvil para<br />

llamar a los servicios sanitarios, pero no encontraba el bolso. Miraba<br />

a Paul y cada vez sangraba más por la cabeza y por los oídos. Estaba<br />

muy asustada. Intenté quitarme el cinturón de seguridad, pero estaba<br />

atascado contra los dos sillones y el salpicadero. Mi sensación de<br />

angustia era cada vez más elevada. No podía respirar. Era agobiante.<br />

Finalmente, haciendo mucha fuerza contra el cinturón, pude<br />

quitármelo. Menos mal. Cogí mi bolso, que estaba en el asiento<br />

21


trasero, y pude hacer la llamada, o por lo menos intentarlo. Justo<br />

cuando estaba llamando mi móvil se quedó sin batería.<br />

— ¿Qué más me puede pasar? —dije desconsoladamente.<br />

Paul no respiraba. Estaba inconsciente y sangraba mucho. La<br />

lluvia era incesante. Entraba con fuerza por el asiento trasero. Mi<br />

sensación de desesperación era cada vez más pronunciada.<br />

Intenté quitarle el cinturón de seguridad a Paul, pero fue inútil.<br />

No podía. Estaba mucho más ajustado que el mío. Puffff…<br />

Busqué desesperada en el pantalón de Paul su teléfono. Pude<br />

cogerlo. Menos mal. Hice la llamada al 911. Al otro lado de la línea,<br />

una mujer muy amable trató de calmarme. Le expliqué la situación y,<br />

más o menos, le situé donde estábamos. La chica me dijo que esa<br />

carretera no le salía en el mapa del GPS. Me preguntó si estaba segura<br />

de esa carretera. Le dije que sí, que estaba segura. Es la ruta que<br />

hacíamos para ir de Aspen a Leadville. La chica volvió a decirme que<br />

esa carretera hace muchos años que está cortada por obra y que era<br />

imposible que estuviésemos allí. Mi desesperación iba en aumento.<br />

No dejaba de gritar y de decirle a esa estúpida que buscara bien. La<br />

comunicación se cortó.<br />

—¡Maldita tormenta! —dije, enfurecida.<br />

Paul no respiraba. Estaba muerto. No me puede estar pasando<br />

esto.<br />

—¡Cariño, cariño. Despierta, es hora de arreglarnos para ir al<br />

concierto. ¡Vaya siesta de tres horas que te has echado, mi amor!<br />

—me dijo Paul.<br />

Juan Manuel Arcos Urrutia (Alfara del Patriarca, Valencia)<br />

22


Las ratas<br />

Barman rat – Momotte (Francia) http://momotte2.deviantart.com/<br />

Anoche soñé que estaba escribiendo un extraño relato. Me<br />

desperté muy agitada a las tres de la madrugada y ya no pude volver<br />

a conciliar el sueño. Me levanté, tomé nota de los detalles más<br />

importante para no olvidarlos y me tumbé en la cama hasta que sonó<br />

el despertador. La historia se desarrollaba en la ciudad de Valencia.<br />

En ella yo regentaba un restaurante que se llamaba La Cenia y estaba<br />

situado en la calle Peso de la Harina, muy cerca del Almudín.<br />

Transcurrían los años ochenta. Al restaurante, pequeño y acogedor,<br />

acudía diariamente lo más granado de la ciudad: políticos,<br />

intelectuales, músicos, actores y gente de a pie.<br />

23


Pero, para mi desgracia, no fueron solo personas la que dieron<br />

en frecuentar el local. Hubo una familia (numerosa) de ratas que lo<br />

encontró encantador y se instaló allí al calor y el olor de los<br />

exquisitos guisos que salían de la cocina.<br />

La cocina solo estaba separada del comedor por una pequeña<br />

barra. Aparecía yo en el sueño atenta a los fogones con el comedor<br />

lleno de gente, cuando vi una rata enorme paseándose por la cornisa<br />

de la chimenea. Tuve que contener un grito desgarrado que seguro<br />

habría proferido en cualquier otra circunstancia, pero era impensable<br />

en la situación en la que me hallaba y los nervios, afortunadamente,<br />

me respondieron bien; de acero diría yo que fueron en aquel<br />

momento.<br />

Enseguida llamamos a una empresa encargada del exterminio<br />

de los roedores y acudieron prestos a poner veneno en lugares<br />

estratégicos. Su papel llegaba solo hasta ahí. Las ratas cayeron como<br />

moscas pero morían en los lugares más insospechados. Por la<br />

mañana cuando abríamos las puertas había un hedor a muerte<br />

insoportable y teníamos que dejar todas las ventanas abiertas y<br />

empezar a buscar a las desgraciadas. Todas las trabajadoras éramos<br />

mujeres con la excepción de un joven gay que demostró tener<br />

suficientes redaños para encargarse de sacar los cadáveres y<br />

depositarlos en el contenedor de basura más cercano. Así<br />

conseguimos acabar con aquella terrible invasión. Bueno, no sé si del<br />

todo. Creo que alguna de las ratas consiguió engañarnos a todos, se<br />

disfrazó de cliente y ocupó varias veces una Consellería, cambiándose<br />

de chaqueta según los resultados de las elecciones. Lo último que<br />

supe de ella, no hace de esto mucho tiempo, es que se había quedado<br />

con la partida de dinero público destinada a paliar la catástrofe de<br />

Haití. Así se acababa la historia en mi sueño. Solo espero que si en el<br />

mundo real existe una alimaña de esta ralea, encuentre pronto su<br />

veneno.<br />

Lu Hoyos (Valencia)<br />

http://inventariodelucrecia.blogspot.com.es/<br />

<strong>24</strong>


Pequeños detalles<br />

Untitled – Stuart Mayo (Reino Unido) https://500px.com/smayo56<br />

Cada tarde, a las ocho en punto, se sirve la cena en casa del<br />

marqués. Los cubiertos se disponen en perfecta geometría sobre un<br />

mantel de hilo bordado. El único comensal emerge de su bata de seda,<br />

acomoda su aristocrática fisonomía en una chaqueta cruzada, y se<br />

sienta a la mesa. Algunas cosas han cambiado a su alrededor en los<br />

últimos tiempos: ya no tiene personal que le sirva; ha perdido las<br />

fincas, las inversiones en bolsa, las rentas y el favor de su selecto<br />

círculo de amistades. En unas horas le quitarán la casa, y perderá la<br />

poca cordura que le queda. Pero se trata de detalles sin importancia.<br />

Lo que realmente cuenta es que cada tarde, a las ocho en punto, se<br />

sirve la cena en casa del marqués.<br />

Lisa Viguer (Massalfassar, Valencia)<br />

25


Imagen aportada por la autora (Belén Mateos)<br />

26


Hilvanes de soledad y sombra<br />

¿Es la soledad más fuerte que el silencio?<br />

¿Son las sombras la luz negra de lo infinito?<br />

Quizás por ello prefiera su mutismo<br />

a las palabras,<br />

su oscuridad al fuego inexistente de su alma,<br />

y su penumbra al tiempo desatado<br />

de interminable viento azorado.<br />

Se deshilvanan dichas en un telar trémulo<br />

de hilos plomizos y brumos zurcidos,<br />

desnudado su cuerpo de un lienzo frío y opaco,<br />

de un sentir turbado y un pesaroso equilibrio,<br />

hasta hacerlo ligero, sutil y transparente.<br />

Como quien quiere padecer la noche<br />

y solo alcanza a palpar el alba.<br />

El polvo confunde el óxido de las palabras<br />

Y estas con la zozobra templada de misterio.<br />

Mª Belén Mateos Galán (Zaragoza)<br />

27


Fotografía aportada por la autora (Alicia García)<br />

28


La torre<br />

Ana se ha escondido tras la cortina. Aplasta la nariz contra el cristal<br />

de la ventana. El vaho tibio de su aliento infantil empaña la luna y ella<br />

pinta una estrella con sus deditos gordezuelos. En esa estrella vive el<br />

abuelo. Algún día Ana también tendrá una estrella. Entonces se calzará<br />

sus zapatillas rosa palo y danzará una y otra vez alrededor del sol y alzará<br />

chispitas que caerán sobre la tierra para llenarla de gotas de oro.<br />

La voz opaca de su madre llega desde la habitación contigua.<br />

—No lo comprendes, Álex. ¡No puedes imaginar hasta dónde llega<br />

mi sufrimiento!<br />

Álex se enerva.<br />

—Sólo piensas en ti. ¿Qué hay de mi sufrimiento? ¿No sufro yo al<br />

ver cómo te empeñas en destrozar esta familia? No te atrevas a hablarme<br />

de sufrimiento.<br />

Álex da un puñetazo contra la pared. Luego patea la puerta hasta<br />

que la madera se astilla.<br />

—Basta, Álex por favor. Ana…Puede oírnos.<br />

Álex se apoya contra la puerta rota, la cabeza entre las manos.<br />

Cristina se seca los ojos. Cuando ambos se calman acuden a la habitación<br />

donde juega Ana. La niña ha construido con sus piezas de plástico duro<br />

tres torres. La tercera es tan alta que se inclina un poco hacia la derecha.<br />

—¡Qué linda! —exclama Cristina con una alegría que no siente—.<br />

¿Es un rascacielos?<br />

Ana niega.<br />

—¿Qué es entonces?<br />

29


—La torre del sufrimiento —contesta con su dulce voz. Luego coge<br />

su muñeca preferida y una pequeña maleta marrón con hebillas donde<br />

guarda sus tesoros.<br />

—¿Dónde vas, Ana? —pregunta su padre.<br />

Ana sonríe por primera vez. De los ojos cándidos de la niña emana<br />

un destello de luz.<br />

—Con el abuelo.<br />

Alicia García Herrera (Valencia)<br />

30


Yo masco amor. No fumo<br />

Foto aportada por la autora (Isabel Sifre)<br />

Yo no sé si usted se ha dado cuenta, caballero. Sí, usted que me<br />

mira siempre de soslayo como si a mí se me fuera la pinza de cuando<br />

en cuando.<br />

¿Que no?<br />

Sí, señor. Usted deja colgando el cigarrillo de sus labios carnosos<br />

que lo aprisionan por un lado —al cigarro, si, no a mí. Qué más<br />

quisiera...— y mientras aspira el humo lentamente, me está usted<br />

desnudando por dentro y por fuera. Me está juzgando y eso se le nota<br />

demasiado en la mirada que sale de sus ojos lascivos.<br />

Iba a decirle caballero pero no sé si su percha es merecedora de<br />

tal apelativo.<br />

¿Señor?<br />

31


A lo mejor le gustaría la palabra, pero tampoco la merece quien<br />

mira por encima del hombro a una mujer.<br />

Mejor no le llamo nada. Ya me entiende.<br />

¿Aún no ha adivinado por qué le hablo de este modo?<br />

Someramente se lo explico.<br />

Las personas que no se conocen a sí mismas ni se asumen con<br />

todo su bagaje, tienen por costumbre endosar defectos a su<br />

compañera para cubrir con ellos las faltas o los propios errores que<br />

son incapaces de reconocer.<br />

¿Lo va pillando?<br />

Sí, hombre, sí. Le refresco la memoria.<br />

Pongamos por ejemplo que usted vuelve borracho a las cuatro<br />

de la mañana, ¿sí? ¿Se sitúa?<br />

Vale. Y a la mañana siguiente, en lugar de disculparse o buscar<br />

un acercamiento hacia su costilla, le espeta que se fue de copas<br />

porque ella se había teñido el pelo de rubio y a usted eso no le gusta<br />

nada porque teñírselo de rubio panoja es cosa de furcias.<br />

¿Qué tal? ¿Va entrando usted en materia?<br />

O le dice que es una histriónica cada vez que le descubre a usted<br />

una de sus peripecias.<br />

No, hombre, no, que aquí todos comemos y bebemos por el<br />

mismo sitio y quien dice eso ya sabe a que nos estamos refiriendo.<br />

Usted también lo sabe a pesar de ese postureo rígido y ausente.<br />

Desabróchese el pecho, pedazo de hombre indefinido. Lávese bien las<br />

manos y la boca y ocúpese de sacar de la jaula a ese su corazón<br />

endurecido.<br />

Luego, si le parece, podemos hablar de igual a igual. Yo con mis<br />

tetas sanas y usted con los consabidos colgajos, pero de igual a igual.<br />

32


PD.<br />

Esto me ha salido de tirón. Cualquier parecido, nada tiene que ver con<br />

la realidad. Quiero decir que si alguna persona susceptible piensa que<br />

la estoy ticando se equivoca. Y no me excuso más porque he quedado<br />

así con mi conciencia.<br />

Isabel Sifre Puig (Valencia)<br />

33


Jellyfish mermaid – Renee Nault (Canadá)<br />

http://reneenault.deviantart.com/<br />

34


Sirena atrapada<br />

Aunque no se vea desde mi casa<br />

ni el mar, ni la playa, solo edificios,<br />

a veces llega a mi oído el rumor<br />

como un canto de sirena que llama.<br />

Cierro los ojos y veo la costa,<br />

mi antigua costa escarpada, su faro,<br />

montañas, rocas, la bruma en verano.<br />

Cuando el olor salado viene, invade,<br />

me veo echando de menos, me acerco<br />

a la playa más cercana posible<br />

y que el tiempo vuele en silencio, a solas.<br />

Solo sal y olas, susurro y silencio.<br />

Solo un ser a solas, una sirena<br />

soñando otras rocas, con otras costas.<br />

Y la sed de su piel. La soledad.<br />

Isabel Garrido (Valencia)<br />

http://isasumi.blogspot.com.es/<br />

35


Maquis en el bosque – Javi Aguilar (Barcelona)<br />

http://www.javiaguilar.com/<br />

36


El maquis invisible<br />

El Ovejero no era sólo su apodo. También lo había sido de su<br />

padre y de su abuelo. Anselmo, como ellos, se dedicó desde niño al<br />

pastoreo. Y por eso conocía la montaña como su propia mano. No<br />

había quebrada, peñasco, collado, senda o ribazo que no hubiera<br />

pateado buscando algún cordero extraviado.<br />

Se echó al monte al terminar la guerra, cuando temió en su<br />

persona las represalias que los del bando ganador estaban llevando a<br />

cabo en otras comarcas. No dudó en la elección del escondrijo.<br />

Aquella oquedad oculta y de difícil acceso resultaba idónea. Con su<br />

gastada Mauser, una lata de munición, una colchoneta de paja y pocos<br />

más utensilios, estableció en la cueva su nuevo hogar.<br />

Anselmo se procuraba alimentación con trampas para liebres o<br />

pájaros y, de vez en cuando, también bajaba a los huertos de Benixell<br />

en busca de verduras, hortalizas o frutas. Los agricultores que<br />

percibían su presencia aparentaban ignorarla y continuaban con sus<br />

tareas; mientras tanto, el Ovejero llenaba su zurrón con lo que podía.<br />

También se llevó alguna vez una botella de vino, una hogaza de pan o<br />

una ristra de chorizos, olvidadas bien junto al aljibe, bien a la sombra<br />

de una higuera.<br />

Los labriegos nunca comentaron entre ellos nada sobre el del<br />

maquis. Ni siquiera cuando el Jefe Local, acompañado de un Guardia<br />

Civil, les visitó preguntando por Anselmo.<br />

Una fría mañana de otoño el cuerpo inerte del Ovejero llegó a<br />

Benixell sobre la grupa de un mulo. Huellas de disparos se repartían<br />

por cara y pecho.<br />

Desde ese día ningún agricultor volvió a dejar olvidada una<br />

botella de vino, una hogaza de pan o una ristra de chorizos.<br />

Rafa Olivares (San Juan, Alicante)<br />

http://potajedepalabras.blogspot.com.es<br />

37


Fotografía de Laura Makabresku (Polonia)<br />

http://laura-makabresku.deviantart.com/<br />

aportada por la autora (Aldana Giménez)<br />

38


Autoservicio<br />

Un sorbo tras otro,<br />

ya ni siquiera me muerdo las uñas…<br />

No creo en lo de uno con otro,<br />

me basta y sobra con una doble lectura.<br />

Vamos a hacer lo que nos mantiene vivos<br />

sin molestar a los pares,<br />

en cada exhalación elegimos nuestro camino,<br />

sin necesidad de sentirnos iguales.<br />

Somos libres de sonreír de cualquier cosa<br />

y de agotarnos con lo que preferimos.<br />

A ojos cerrados abrimos la boca<br />

y a ojos cerrados disfrutamos lo que sentimos.<br />

No necesitamos muletas<br />

para soportar nuestro propio peso…<br />

Podemos hacer todo por nuestra cuenta,<br />

somos nuestro único heredero.<br />

Aldana Michelle Giménez (Mendoza, Argentina)<br />

39


Imagen aportada por la autora (Esther Moreno)<br />

40


El valor del dinero<br />

No consigo hacer amigos. Amigos de verdad. De esos para toda<br />

la vida. No, la gente me usa, hace lo que quiere conmigo, pero nunca<br />

me piden que me quede con ellos. Me pasan de mano en mano, cada<br />

cual más sucia. Me introducen en carteras, bolsillos agujereados,<br />

cajas roñosas, calcetines sudados, incluso he estado descansando en<br />

algún que otro sujetador. Mi valor cambia según donde me encuentro<br />

y la gente lucha por conseguirme. Trabajan duro por tenerme en sus<br />

manos, pero una vez me atrapan, no duro nada. Me esfumo, sin dejar<br />

rastro alguno. Como el rocío por la mañana. Siento aburrirte con mi<br />

historia. Siempre que me rulan de esta forma y llenan mi cuerpo de<br />

speed me da por hablar sin parar. Por donde iba, sí, eso, amigos… he<br />

visto a compañeros muriendo y a principiantes médicos intentando<br />

operar con escasos medios. Otros fueron olvidados en sucios<br />

pantalones y ahogados por una máquina que llena sus entrañas de<br />

agua y jabón. Después la gente lloraba su pérdida y según cuanto más<br />

mayor era peor. Recuerdo cuando 100 murió, solo quedaba de él un<br />

cuerpo frío y húmedo, hecho una bola. Me han doblado, tatuado sin<br />

preguntar, regalado, intercambiado… conforme avanza mi vida soy<br />

consciente de que no me quieren. No pueden vivir sin mí, pero<br />

tampoco conmigo.<br />

—¡Eh tíos! Mirad lo que me he encontrado en el baño —dice<br />

sosteniéndome orgulloso el borracho al que intentaba abrir mi<br />

corazón— 20 pavazos. ¡Invito a la siguiente ronda yo!<br />

De vuelta a la caja, con otros ilusos cuyo destino está marcado.<br />

Esther Moreno Morillas (Valencia)<br />

http://elcascabelalgato.blogspot.com.es/<br />

http://invisiblevoyeur.blogspot.com.es/<br />

41


Imagen libre de derechos obtenida en http://www.corbisimages.com/<br />

42


¿Mereció la pena?<br />

Ya has llegado, piensas. La vejez. Conseguiste superar todas las<br />

anteriores etapas, muchas de ellas muy complicadas. Ya nacer, hoy, te<br />

parece un milagro. La cantidad de cosas que pueden suceder durante<br />

un parto es asombrosa. Hay más de cien o ciento veinte obstáculos<br />

que un bebé debe superar antes de que pueda ver el mundo al que ha<br />

llegado. Recuerdas el nacimiento de E. Recuerdas las casi veinticuatro<br />

horas en las que A. luchó para que E. viniera al mundo, para que<br />

tuviera la oportunidad de respirar y de mirar y de amar y de sufrir y<br />

de rezar. Y antes, mucho antes del nacimiento y la infancia. Incluso el<br />

momento de la propia unión de un espermatozoide y un óvulo es algo<br />

que, en términos de probabilidad, no tiene un porcentaje demasiado<br />

elevado de éxito. Eso es algo que sabes perfectamente. Remueves el<br />

café. Sigues elucubrando. ¿Y antes de la propia concepción? También.<br />

Las posibilidades de que, en medio de este loco mundo, encuentres a<br />

una mujer con la que compartir el resto de tu vida, con la que formar<br />

una familia, no deben ser muchas, la verdad. Introduces, con cuidado,<br />

el tabaco en la vieja Masterly rusticada que heredaste de tu padre,<br />

hace ya tantos años. Sentado en la mecedora, ves atardecer desde el<br />

porche. Encender la pipa te supone un esfuerzo al que todavía no<br />

terminas de acostumbrarte. Sólo espero que A. no salga en este<br />

momento y me pille fumando. Sonríes. La vejez... Sabes que escribir el<br />

último capítulo de cualquier libro siempre es lo más difícil. De alguna<br />

manera, piensas, el primer capítulo es el que despierta más ilusiones,<br />

en el que más esperanzas se depositan. El último, sin embargo, es<br />

complicado. Llegar a la última frase, al punto final, a la incertidumbre<br />

perpetua de “qué vendrá después”, da miedo. Sí, miedo. Por mucha fe<br />

que uno tenga. Y es que, en el fondo, sabes que lo importante no es<br />

saber “qué vendrá después”, aunque tu fe sea un asidero que<br />

43


agradeces; lo que realmente es clave en todo este asunto es si lo<br />

escrito antes mereció la pena. Por todo ello, la pregunta a la que todo<br />

hombre debe responder ahora es: ¿mereció la pena? Escuchas los<br />

pasos de A. bajar la escalera. Se acerca a la puerta y sale al porche. Te<br />

mira. Sonríe.<br />

Sí.<br />

Mereció la pena.<br />

Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)<br />

http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/<br />

44


La llamada<br />

The phone call – Dona Katiana (Eslovaquia)<br />

https://www.flickr.com/photos/donakatiana/<br />

Es de esas cosas que me pasan a veces. De esas que hace tiempo<br />

que no me pasaban. Que quizás tiene razón José Antonio, que siempre<br />

me falta algo, que siempre estoy echando algo en falta. Pero, ya me<br />

sentía en plena metamorfosis, con las alas bien puestas, dispuesta a<br />

todo, dispuesta a desplegarlas y echar a volar. Y de repente, una<br />

llamada, un pequeño inconveniente y todo al traste. Mi intacto<br />

equilibrio emocional de mujer adulta, se viene abajo. Pequeños<br />

duendecillos haciéndome la puñeta por aquí y por allá para crear<br />

problemas cotidianos (pérdidas, tediosas gestiones administrativas,<br />

conversaciones que no te apetece mantener, llamadas que jamás<br />

45


harías...) y hurgar con sus diminutas uñas afiladas en el lagrimal de<br />

cada uno de mis ojos hasta hacerlos rebosar.<br />

Totalmente a merced de mis emociones, otra vez. Lo especial de<br />

un día romántico ha quedado disuelto como el azúcar en el café,<br />

como ese azúcar insuficiente apenas perceptible en el café demasiado<br />

amargo que sirven en el bar de enfrente del trabajo. Que siempre le<br />

digo a Juan que me lo ponga cortito el café con leche, pero ni por esas.<br />

Y me dejo la mitad, claro.<br />

Intento recordar cómo me acariciaba el pelo y cómo me sentí de<br />

afortunada cuando me agarró con fuerza de la mano mientras<br />

hablaba por teléfono. Había hecho amago de levantarme y<br />

aprovechar para visitar los servicios dándole así un poco de<br />

intimidad (aunque lo cierto es que no entendía ni papa porque no sé<br />

ni una palabra de alemán), sin embargo él sujetó mis dedos trenzados<br />

con los suyos y besó mi frente mientras cerraba negocios<br />

seguramente muy importantes y me sonreía.<br />

Pero, ni siquiera esos recuerdos maravillosos que ofrecían<br />

expectativas inusitadas, consiguen arrastrarme lejos de una llamada<br />

de teléfono totalmente inesperada que me ha llenado de inquietud.<br />

Por favor, que no vuelva, suplico a cualquier conjunción cósmica que<br />

quiera escucharme que no insista, y me suplico a mí misma que no le<br />

conteste de nuevo. No sé si seré capaz de resistirme.<br />

Alicia Muñoz Alabau (Valencia)<br />

https://www.facebook.com/PonerseAlas<br />

46


Missing<br />

City silhouettes – Jasper James (Reino Unido)<br />

http://www.jasperjames.co.uk/<br />

Cerré la agencia para dedicarme a buscarla. Lo hice, durante<br />

años, por toda la ciudad. Indagué en cada club, en cada tugurio, en<br />

cada maldito rincón. Día y noche. Noche y día. Nadie en los bajos<br />

fondos me ofreció una sola pista. Su fotografía se ajó hasta el punto<br />

desaparecer de ella el maravilloso rostro que ahora vegeta en mi<br />

memoria. Que tortura el viejo y triste corazón que ningún whisky<br />

apaciguará jamás.<br />

Rafa Sastre (Valencia)<br />

http://rafasastre.blogspot.com<br />

47


Substratum – Lexa One Photographie (Canadá)<br />

http://one-photographie.deviantart.com/<br />

48


Abismo<br />

Sé bien que te despisto, que logro escabullirme de tus garras.<br />

La técnica y los años. La madurez y las caídas. Siempre me levanto.<br />

Pero tú aguardas escondido, persistente como reloj sin cuerda,<br />

como música sin sonido. Y en el instante veloz del espejo, en las<br />

pupilas dilatadas de la noche, te manifiestas y, con un guiño<br />

vencedor, logras robarme la sonrisa, sólo un momento.<br />

Sólo un momento.<br />

Concha García Ros (Cartagena, Murcia)<br />

http://nosvemosenkairos.blogspot.com.es/<br />

49


Fotografía de Sacha Goldberger (Francia) http://sachagoldberger.com/<br />

De su serie titulada «Mamika»<br />

50


Diminutivos<br />

La vida siempre tiene momentos que marcan un antes y un<br />

después. Aunque una no quiera. En la mía, parece que el día en que<br />

me rompí la cadera fue uno de esos momentos, por más que no fuera<br />

yo quien lo eligiera. Bromas de mal gusto del destino y del paso del<br />

tiempo.<br />

No es que tenga queja de cómo me trataron en el hospital. El<br />

personal era muy solícito y cariñoso, y la enfermera que tenía<br />

asignada casi en exclusiva me trataba con ternura infinita, como si yo<br />

fuera una niña pequeña y frágil. La intención era buena, no lo dudo.<br />

Pero yo no era una niña pequeña y no quería ser frágil. Era lo último<br />

que quería ser, por más que las ocho décadas que llevaba a cuestas se<br />

empeñaran en recordármelo más de lo que quisiera.<br />

Así que buscando una cercanía que no sabía si me gustaba, la<br />

enfermera me instaba a que tomara un poco de sopita, me traía la<br />

pastillita y hasta me deseaba buenas nochecitas. Y no era la única. La<br />

médico que me atendía me decía que aquello dolería un poquito,<br />

como si emplear el diminutivo paliara aquel dolor que era peor que<br />

una muerte a pellizcos. Y apostillaba que enseguidita estaría en la<br />

calle tan ricamente, como si suavizar el adverbio fuera reducir los<br />

larguísimos dos o tres meses que tenía por delante. O quizás más.<br />

Lo bien cierto es que parecía que en el hospital hubieran<br />

inaugurado una nueva época en el modo de dirigirse a mí y de<br />

tratarme. Como si lo hubieran incluido con las recetas de<br />

medicamentos. O mejor dicho, con las recetitas. Y mis hijos y hasta<br />

mis nietos se lo tomaron al pie de la letra.<br />

Así que ahí estaba yo, tomándome la meriendita que me había<br />

preparado mi hijita mientras ella y sus dos hermanitos tenían una<br />

51


eunioncita. La habían convocado, según parece, porque una vez que<br />

me recuperé de la operación, habían decidido tomar las riendas de mi<br />

vida. Y en la habitación de al lado, después de aparcarme como un<br />

mueble –o mejor, un mueblecito- mis hijos hablaban de mi destino<br />

como si yo no tuviera nada que decir. Como si estuvieran celebrando<br />

un bautizo sin niño o, por qué no decirlo, un funeral sin muerto. Y,<br />

como yo no era sorda, ni siquiera sordita –el tiempo no había<br />

respetado mis huesos pero sí mis oídos-, les escuchaba hablar de<br />

residencias, cuidadores, hospitales de día y cosas similares sin<br />

preguntar ni siquiera cuál era mi opinión.<br />

Así que no lo pensé dos veces. Aproveché el momento álgido de<br />

su discusión, que se adivinaba por el tono alterado de todos ellos,<br />

para coger mi andador y salir por la puerta. Y como quiera que vi que<br />

a quienes tan preocupados estaban de mi futuro, tan poco les<br />

interesaba mi presente, no sentí ni un triste remordimiento.<br />

Ahora vivo donde me da la gana. Con mi pensión, y con los<br />

medios que yo he escogido para vivir el tiempo que el destino quiera<br />

seguir regalándome.<br />

Eso sí, les he enviado a mis hijitos una cartita.<br />

«Supongo que me echaréis de menos un poquito. Me he ido un<br />

poco lejitos. Pero de vez en cuando os haré una llamadita. Besitos».<br />

Y lo haré, desde luego. Pero me esperaré un poquito. Aún me<br />

queda cuerda para rato. Aunque sea solo un ratito.<br />

Susana Gisbert Grifo (Valencia)<br />

http://conmitogaymistacones.com/<br />

52


Lázaro<br />

Resurrection – Raffa (Alemania) http://roflraffa.deviantart.com/<br />

Levántate y anda —dijo el hijo de Dios.<br />

Un Lázaro ya putrefacto hincó la pierna en el suelo, intentando<br />

fuertemente ponerse en pie. Sobre forzado iba perdiendo trozos de<br />

carne, dejando las migas a las carroñeras damas de compañía.<br />

Soltando trozos a medio acabar, de vidas pasadas a lado de falsos<br />

amores, de inconclusos finales. Pobre Lázaro, no lo dejan descansar<br />

en paz, no le dejan morir con algo de dignidad. Hijo del cielo, déjale<br />

caer desde lo alto de tu cama y no le vuelvas a despertar.<br />

Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)<br />

http://chatomusik.blogspot.mx<br />

53


Cafetera – Little Lune (Madrid) https://500px.com/littlelune<br />

54


Despertar<br />

Pan de anteayer<br />

y tostadora vieja.<br />

Calor en las manos,<br />

olor que demanda<br />

untar mantequilla<br />

o ungir con la alcuza<br />

el jugo de olivas.<br />

Crujiente bocado<br />

entre labios mudos,<br />

despertar al día<br />

de ingenuos sentidos.<br />

Que tras la ventana<br />

grises azoteas<br />

aparenten crestas<br />

de una sierra verde.<br />

Hasta que otro aroma<br />

de grano molido<br />

y un sonoro hervor<br />

te pongan en pie<br />

frente a tu soledad.<br />

Benjamín Blanch Carpena (Valencia)<br />

55


UFO – Erol Berkay Gündüz (Turquía)<br />

https://www.flickr.com/photos/erolberkaygunduz/<br />

56


Aterrizaje forzoso<br />

La avalancha de meteoritos nos hizo cambiar el rumbo de la<br />

nave. Algunos fragmentos impactaron el fuselaje y eso produjo una<br />

oscuridad interna casi total. Milagrosamente el piloto recuperó el<br />

control y con gran pericia logró un perfecto aterrizaje en lo que<br />

parecía la selva negra de un planeta desconocido.<br />

Era un oscuro bosque poblado de árboles delgados y negros que<br />

con frecuencia se retorcían como serpientes. Bajamos de la nave muy<br />

descontrolados y sin saber dónde estábamos y cómo encontrar una<br />

salida. Hacia un costado se avizoraba una pendiente y por el otro se<br />

levantaba una larga colina que parecía interminable. Optamos por<br />

subir, ya que ese camino, aunque más largo, ofrecía más luminosidad.<br />

Iniciamos el ascenso por una suave pendiente, sobre un terreno<br />

curiosamente elástico. La húmeda superficie tenía un ligero color<br />

terroso. Toda aquella planicie despedía un raro olor, muy<br />

inquietante. Al rato encontramos una extraña hendidura, de forma<br />

circular, con un interior lleno de pliegues y decidimos circundarla<br />

para evitar un peligroso desliz.<br />

Seguimos subiendo cuando de pronto tuvimos la sensación de<br />

que el terreno se movía. Era un suave vaivén que parecía ascender y<br />

bajar lentamente la tierra que pisábamos. Nos miramos inquisitivos,<br />

pero decidimos seguir adelante porque no había alternativa.<br />

Poco más adelante vislumbramos un par de altas colinas<br />

coronadas por dos promontorios circulares, dos curiosos cuerpos<br />

esféricos. Al intentar subir por una de ellas una enorme mole, con<br />

forma de mano humana, apareció sobre nosotros.<br />

Lo que siguió fue la oscuridad absoluta.<br />

Vicente Montemayor (Omaha, Nebraska – EUA)<br />

57


Lullaby – Minon (Alemania) http://minon-minon.deviantart.com/<br />

58


La nana charlatana<br />

¡Hola, buenas noches!, soy tu nana, vengo a cantarte. "Neix el<br />

món dintre l’ull" ¿Me recuerdas? Me conociste cuando lo de tu<br />

estandarte de mujer y todas esas cosas de levantarte.<br />

Túmbate a tu ritmo. Ciérrame bien los ojitos, voy a acariciarte.<br />

No voy a callarme, tranquila, no voy a callarme. Sh... Empieza a<br />

dormirte, espera a que el tono de mi voz te abrace y disfruta tu dulce<br />

dormir esta noche tan grande.<br />

"Estic tranquil, estic tranquil..." No sabes cómo, pero estás<br />

tranquila, estás tranquila... duerme.<br />

Hola, soy tu nana y ahora, estoy susurrándote.<br />

Tu respiración se tranquiliza, duerme ya su estado de vigía, ya no<br />

existe. Tomas profundo el aire y tu pierna ya ha perdido el movimiento<br />

consciente en un microsegundo. Duerme, duerme.<br />

Soy tu nana, que te pasa la mano por la frente. Son tus párpados,<br />

inconscientes, los que vienen a recibirme de un lado a otro mientras tú<br />

sueñas y ya no ves el frente, que ya no produce monstruos. sh... sh... ,<br />

duerme.<br />

Gabriela Pavinski (Valencia)<br />

http://gabrielapavinski.blogspot.com.es/<br />

http://gabrielapavinski.blogspot.es/<br />

http://www.viasona.cat/grup/mishima/set-tota-la-vida/neix-el-mon-dintre-lull<br />

59


Life cycles – Marija Protasova (Letonia)<br />

https://500px.com/fjmore3apn<br />

60


Viaje en el tiempo de mi tiempo<br />

Mi vida está dividida en cuatro cuartos. Los tres primeros ya<br />

están consumidos; el cuarto, como lo fueron todos antes de suceder,<br />

es una incógnita. Estos cuatro cuartos son exactos, cada uno de ellos<br />

comprende 22 años. Mi ocupación en estos meses fue viajar a los tres<br />

primeros -pasado-, y al cuarto -futuro- con mi peculiar transportador<br />

de materia.<br />

Hace unos meses regresé del final del primero. Me vi con<br />

uniforme, sin galones, el pelo al cero, -casi como ahora- fumador<br />

empedernido de glorias benditas al alucinante ritmo de los Pink<br />

Floyd. Irresponsable, sabelotodo y torpe.<br />

Semanas después la máquina me llevó a mediados de la segunda<br />

etapa. Mi pelo había crecido. Comprometido con las causas perdidas y<br />

rey de la oscuridad en una noche que dominaban los grises. Errando<br />

en lo esencial y engañándome en los detalles.<br />

Ayer me desintegré en el tiempo y arañé unos minutos de la<br />

tercera etapa, esa que ya dibujaba en color, pero a la que necesito<br />

retrotraerme para olerla, tocarla, sentirla y dejarme llevar para<br />

emocionarme de nuevo. Comprobé que me habían perdido las<br />

emociones y mi sensiblería me hizo navegar en mares revueltos.<br />

En cada una de ellas he corregido lo equivocado. Enderezado lo<br />

torcido. Purgado lo pecado. Pero ha sido un sueño, al volver todo<br />

seguía igual, las cicatrices, las pérdidas, los errores y sus<br />

consecuencias. Todo seguía en su sitio y todo pesando como una losa.<br />

Estoy procesando el transportador de materia, para viajar a la<br />

cuarta etapa. En esta, al menos, cuando regrese tendré la oportunidad<br />

de obrar en consecuencia.<br />

Alfredo Cot (Valencia)<br />

http://alfredo-laplazadeldiamante.blogspot.com.es/<br />

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Pair of old boots – George Pakpong (Tailandia)<br />

https://500px.com/9george<br />

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Pensamientos…<br />

La cadencia ilusoria de tus caderas me atrapa<br />

Mientras caminas delante de mí<br />

El eco repite el sonido de tus pasos acompasados<br />

Miro la perfección de tus curvas,<br />

Perfectas, armoniosas<br />

Que en sincronismo se balancean delante<br />

Esa cola que se mueve<br />

De izquierda a derecha y viceversa…<br />

Ya no resisto más<br />

Quiero tomarla entre mis manos<br />

Y que me lleves hasta lo alto<br />

Donde veo el sol coronando el cerro<br />

Las nubes, que asemejan un colchón<br />

Donde quisiera hundirme y retozar…<br />

Me siento desfallecer<br />

Me falta el aire, mi vista se nubla<br />

Solo te veo a ti<br />

Ya pierdo la razón…<br />

Quiero arrojarme sobre ti, montarte,<br />

Aferrado a tu cuello con desesperación.<br />

Tu dueño gira la cabeza y me sonríe<br />

Creo que adivina mis pensamientos<br />

Bajo la mirada, debo continuar detrás en silencio<br />

Más allá del sufrimiento.<br />

El sudor cubre mi rostro<br />

Estoy muy caliente…<br />

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A mi izquierda la pared<br />

A la derecha el abismo<br />

Detrás va que quedando el sendero<br />

Adelante tú.<br />

Yo, que desfallezco<br />

Entiendo que la altura<br />

Afecta mis sentidos<br />

Soy el último en la fila que asciende<br />

Delante mío,<br />

La burrita camina cadenciosa…<br />

Luis Alberto Molina (Rosario, Argentina)<br />

http://www.luismolin.blogspot.com.es/<br />

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Buscadores de piedras<br />

God offering… - Tomás Escobar (Argentina)<br />

http://jack-drexler.deviantart.com/<br />

“… y entonces, los dioses se enfurecieron con los hombres Piel-<br />

Luna porque habían desperdiciado el agua que brotaba del cielo. Como<br />

castigo, decidieron esconder la magia de la lluvia en dos piedras. Para<br />

que el agua del cielo les fuese devuelta, condenaron a los Piel-Luna a<br />

escarbar la tierra hasta dar con ellas y entregárselas a los dioses.<br />

Ordenaron también, que cada dos veces cinco lustros, deberían elegir a<br />

un nuevo buscador, y si no respetaban el tiempo de espera, secarían la<br />

tierra para siempre”<br />

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Los hombres sabios hablaron.<br />

Ozac se sintió orgulloso de ser el elegido. Guardó yesca en su<br />

piel de dormir, se colgó un odre a la espalda, se apoyó la azada en el<br />

hombro y se alejó de su aldea en busca de las piedras de agua. Una<br />

pareja de cabras serían su única compañía.<br />

Pasaron muchas lunas mientras recorría el camino de sus<br />

antecesores. La primavera fortaleció su cuerpo de adolescente; el<br />

verano curtió su piel inmadura; el otoño le despojó de su silencio y el<br />

invierno congeló su sombra.<br />

Una tarde en la que el sol parecía incendiar el horizonte, la<br />

monótona ondulación del terreno por el que transitaba se quebró y<br />

ante sus ojos, apareció una tierra llana, cubierta por matorrales que<br />

tenían el color del trigo marchito y, unos surcos de barro seco, que<br />

dejaban el testimonio de que en algún momento del tiempo, allí,<br />

había estado el agua.<br />

No tardó en encontrar los vestigios del otro elegido. Comprobó<br />

que el pozo aún tenía líquido. Aprovechó lo aprovechable y enterró el<br />

resto. Al día siguiente, después de sembrar sus semillas y acomodar<br />

sus cabras, empezó a peinar la tierra desde el punto exacto donde se<br />

había quedado inmóvil la ondulación.<br />

Un mediodía plomizo, en el que ni siquiera el viento le<br />

susurraba su eterna letanía, se fijó en sus manos y vio en ellas el<br />

reflejo de las ondulaciones que iba dejando tras sus pasos; intentó<br />

enderezarse, pero su cuerpo, agotado por el infructuoso trabajo de<br />

tantos años, se había quedado retorcido como las sabinas; pensó que<br />

si hallaba las piedras, no podría volver, y, por primera vez en su vida<br />

tuvo conciencia de sí mismo y de su condena por ser el elegido. Lloró<br />

con amargura. Y allí, donde la tierra se humedeció con su tristeza,<br />

apareció el tesoro que buscaba; con el corazón roto por la soledad,<br />

las tapó y siguió peinando el terreno hasta el final de sus días.<br />

Marisol Santiso Soba (Madrid)<br />

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El mejor regalo, un buen libro.<br />

«Buffet Libre» 25 autores, 75 relatos<br />

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67


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Número 16 (Septiembre 2015)<br />

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Número 18 (Noviembre 2015)<br />

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Número 20 (Enero <strong>2016</strong>)<br />

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Número 21 (Febrero <strong>2016</strong>)<br />

http://www.yumpu.com/es/document/view/55061773/ve-21-febrero<br />

Número 22 (Marzo <strong>2016</strong>)<br />

http://www.yumpu.com/es/document/view/55255629/ve-22-marzo<br />

Número 23 (Abril <strong>2016</strong>)<br />

https://www.yumpu.com/es/document/view/55357609/ve-23-abril<br />

NOTA: Enlaces de descarga en el interior de cada revista<br />

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Castillo de Santa Bárbara (Alicante) – Miguel García Rodríguez (Valencia)<br />

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