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EL MUNDO INDIGENA 2016

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EDITORIAL<br />

17<br />

vadas de diferentes fuentes de discriminación y marginalización. En sus “Observaciones<br />

finales sobre la Federación de Rusia”, el Comité para la Eliminación de la Discriminación<br />

contra la Mujer (CEDAW) expresa sus preocupaciones sobre el acceso de<br />

las mujeres indígenas a tierras y medios de vida, su limitada representación en organismos<br />

locales de toma de decisiones y la fala de datos desglosados sobre su situación.<br />

Estas inquietudes quedan refrendadas por varios informes de países contenidos<br />

en este anuario.<br />

Aunque las mujeres indígenas sufren una serie de abusos de derechos humanos,<br />

los sucesos de violación, violaciones en grupo e intentos de violación se mencionan<br />

a menudo como superiores a todas las demás formas de violencia (Uganda,<br />

Bangladesh). La mayoría de los agresores no son indígenas y las autoridades (policía,<br />

ejército) están con frecuencia involucradas. El acceso de las víctimas a la justicia<br />

se ve restringido generalmente por una enraizada cultura de impunidad. Un ejemplo<br />

de esta realidad se vive en Guatemala donde el caso contra antiguos miembros del<br />

ejército acusados de violación y esclavización de mujeres indígenas q’eqchi’ del departamento<br />

de Alta Verapaz durante el conflicto armado interno ha progresado de<br />

manera significativa, concluyendo eficazmente en una sentencia condenatoria a comienzos<br />

de <strong>2016</strong>. Representa un caso emblemático ya que es la primera vez que<br />

antiguos soldados son llevados ante la justicia por tales delitos, abriendo así la posibilidad<br />

a miles de mujeres víctimas de dicho conflicto de obtener justicia y reparación.<br />

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) han sido objeto de críticas frecuentes<br />

por su deficiente adaptación a las características culturales de los pueblos<br />

indígenas. Un ejemplo flagrante de esta disonancia lo constituye la nueva política<br />

“Ningún parto en casa” del Departamento de Salud de Filipinas que prohíbe y penaliza<br />

los partos en casa asistidos por parteras tradicionales. En vez de ello, exige que<br />

las mujeres embarazadas den a luz en hospitales y centros asistenciales. Esta política<br />

está claramente destinada a cumplir el Objetivo 5 “Mejorar la salud materna” y<br />

reducir la tasa de mortalidad materna incrementando la “proporción de partos atendidos<br />

por personal sanitario especializado”. Pero en el caso de las mujeres indígenas,<br />

esta política bien pudiera surtir el efecto contrario y aumentar su mortalidad materna<br />

y neonatal. De hecho, las instalaciones públicas para alumbramientos son pocas y<br />

remotas en las zonas rurales y por tanto las mujeres indígenas embarazadas tendrán<br />

forzosamente que desplazarse largas distancias para parir en el centro sanitario más<br />

próximo, donde además tendrán que enfrentarse a actitudes discriminatorias y falta<br />

de sensibilidad de los proveedores de asistencia sanitaria hacia los pueblos indígenas.

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