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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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Su obra no se limitaba a los descendientes de Set. En la tierra adonde Caín había tratado de<br />

huir de la divina presencia, el profeta de Dios dio a conocer las maravillosas escenas que había<br />

presenciado en visión. "He aquí -dijo,- el Señor es venido con sus santos millares, a hacer juicio<br />

contra todos, y a convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad<br />

que han hecho impíamente." (Judas 14, 15.) Enoc condenaba intrépidamente el pecado. Mientras<br />

predicaba el amor de Dios en Cristo a la gente de aquel entonces, y les rogaba que abandonaran<br />

sus malos caminos, reprobaba la prevaleciente iniquidad, y amonestaba a los hombres de su<br />

generación manifestándoles que vendría el juicio sobre los transgresores. El Espíritu de Cristo<br />

habló <strong>por</strong> medio de Enoc, y se manifestaba no sólo en expresiones de amor, compasión y súplica;<br />

pues los santos hombres no hablan sólo palabras halagadoras, Dios pone en el corazón y en los<br />

labios de sus mensajeros las verdades que han de expresar a la gente, verdades agudas y cortantes<br />

como una espada de dos filos.<br />

El poder de Dios que obraba con su siervo se hacía sentir entre los que le oían. Algunos<br />

prestaban oídos a la amonestación, y renunciaban a su vida de pecado; pero las multitudes se<br />

mofaban del solemne mensaje, y seguían más osadamente en sus malos caminos. En los últimos<br />

días los siervos de Dios han de dar al mundo un mensaje parecido, que será recibido también con<br />

incredulidad y burla. El mundo antediluviano rechazó las palabras de amonestación del que anduvo<br />

con Dios. E igualmente la última generación no prestará atención a las advertencias de los<br />

mensajeros del Señor. En medio de una vida de activa labor, Enoc mantenía fielmente su comunión<br />

con Dios. Cuanto más intensas y urgentes eran sus labores, tanto más constantes y fervorosas eran<br />

sus oraciones. Seguía apartándose, durante ciertos lapsos, de todo trato humano.<br />

Después de permanecer algún tiempo entre la gente, trabajando para beneficiarla mediante<br />

la instrucción y el ejemplo, se retiraba con el fin de estar solo, para satisfacer su sed y hambre de<br />

aquella divina sabiduría que sólo Dios puede dar. Manteniéndose así en comunión con Dios; Enoc<br />

llegó a reflejar más y más la imagen divina. Tenía el rostro radiante de una santa luz, semejante a<br />

la que resplandece del rostro de Jesús. Cuando regresaba de estar en comunión con Dios, hasta los<br />

impíos miraban con reverencia ese sello del cielo en su semblante. La iniquidad de los hombres<br />

había llegado a tal grado que su destrucción quedó decretada. A medida que los años pasaban,<br />

crecía más la ola de la culpabilidad humana, y se volvían más obscuras las nubes del juicio divino.<br />

Con todo, Enoc, el testigo de la fe, perseveró en su camino, amonestando, suplicando, implorando,<br />

tratando de rechazar la ola de culpabilidad y detener los dardos de la venganza.<br />

Aunque sus amonestaciones eran menospreciadas <strong>por</strong> el pueblo pecaminoso y amante del<br />

placer, tenía el testimonio de la aprobación de Dios, y continuó fielmente la lucha contra la<br />

iniquidad reinante, hasta que Dios lo trasladó de un mundo de pecado al gozo puro del cielo. Los<br />

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