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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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History of the Jews, libro 13). Durante siete años un hombre recorrió continuam<strong>en</strong>te <strong>la</strong>s calles de Jerusalén<br />

anunciando <strong>la</strong>s ca<strong>la</strong>midades que iban a caer sobre <strong>la</strong> ciudad. De día y de noche <strong>en</strong>tonaba <strong>la</strong> fr<strong>en</strong>ética<br />

<strong>en</strong>decha: “Voz del ori<strong>en</strong>te, voz del occid<strong>en</strong>te, voz de los cuatro vi<strong>en</strong>tos, voz contra Jerusalén y contra el<br />

templo, voz contra el esposo y <strong>la</strong> esposa, voz contra todo el pueblo” (ibíd., libro 13).<br />

Este extraño personaje fue <strong>en</strong>carce<strong>la</strong>do y azotado sin que exha<strong>la</strong>se una queja. A los insultos que<br />

le dirigían y a <strong>la</strong>s bur<strong>la</strong>s que le hacían, no contestaba sino con estas pa<strong>la</strong>bras: “¡Ay de Jerusalén! ¡Ay, ay<br />

de sus moradores!” y sus tristes presagios no dejaron de oírse sino cuando <strong>en</strong>contró <strong>la</strong> muerte <strong>en</strong> el sitio<br />

que él había predicho. Ni un solo cristiano pereció <strong>en</strong> <strong>la</strong> destrucción de Jerusalén. Cristo había prev<strong>en</strong>ido<br />

a sus discípulos, y todos los que creyeron sus pa<strong>la</strong>bras esperaron at<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te <strong>la</strong>s señales prometidas.<br />

“Cuando viereis a Jerusalén cercada de ejércitos—había dicho Jesús—, sabed <strong>en</strong>tonces que su destrucción<br />

ha llegado. Entonces los que estuvier<strong>en</strong> <strong>en</strong> Judea, huyan a los montes; y los que <strong>en</strong> medio de el<strong>la</strong>, váyanse”.<br />

Lucas 21:20, 21. Después que los soldados romanos, al mando del g<strong>en</strong>eral Cestio Galo, hubieron rodeado<br />

<strong>la</strong> ciudad, abandonaron de pronto el sitio de una manera inesperada y eso cuando todo parecía favorecer<br />

un asalto inmediato. Perdida ya <strong>la</strong> esperanza de poder resistir el ataque, los sitiados estaban a punto de<br />

r<strong>en</strong>dirse, cuando el g<strong>en</strong>eral romano retiró sus fuerzas sin motivo apar<strong>en</strong>te para ello.<br />

Empero <strong>la</strong> previsora misericordia de Dios había dispuesto los acontecimi<strong>en</strong>tos para bi<strong>en</strong> de los<br />

suyos. Ya estaba dada <strong>la</strong> señal a los cristianos que aguardaban el cumplimi<strong>en</strong>to de <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Jesús,<br />

y <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to se les ofrecía una o<strong>por</strong>tunidad que debían aprovechar para huir, conforme a <strong>la</strong>s<br />

indicaciones dadas <strong>por</strong> el Maestro. Los sucesos se desarrol<strong>la</strong>ron de modo tal que ni los judíos ni los<br />

romanos hubieran podido evitar <strong>la</strong> huida de los crey<strong>en</strong>tes. Habiéndose retirado Cestio, los judíos hicieron<br />

una salida para perseguirle y <strong>en</strong>tre tanto que ambas fuerzas estaban así empeñadas, los cristianos pudieron<br />

salir de <strong>la</strong> ciudad, aprovechando <strong>la</strong> circunstancia de estar los alrededores totalm<strong>en</strong>te despejados de<br />

<strong>en</strong>emigos que hubieran podido cerrarles el paso. En <strong>la</strong> época del sitio, los judíos habían acudido numerosos<br />

a Jerusalén para celebrar <strong>la</strong> fiesta de los tabernáculos y así fue como los cristianos esparcidos <strong>por</strong> todo el<br />

país pudieron escapar sin dificultad. Inmediatam<strong>en</strong>te se <strong>en</strong>caminaron hacia un lugar seguro, <strong>la</strong> ciudad de<br />

Pel<strong>la</strong>, <strong>en</strong> tierra de Perea, all<strong>en</strong>de el Jordán.<br />

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