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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

templo <strong>por</strong> asalto. Resolvió, sin embargo, que si era posible evitaría su <strong>de</strong>strucción. Pero sus ór<strong>de</strong>nes no<br />

fueron obe<strong>de</strong>cidas. A la noche, cuando se había retirado a su tienda para <strong>de</strong>scansar, <strong>los</strong> judíos hicieron<br />

una salida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el templo y atacaron a <strong>los</strong> soldados que estaban afuera. Durante la lucha, un soldado<br />

romano arrojó al pórtico <strong>por</strong> una abertura un leño encendido, e inmediatamente ardieron <strong>los</strong> aposentos<br />

enma<strong>de</strong>rados <strong>de</strong> cedro que ro<strong>de</strong>aban el edificio santo. Tito acudió apresuradamente, seguido <strong>por</strong> sus<br />

generales y legionarios, y or<strong>de</strong>nó a <strong>los</strong> soldados que apagasen las llamas. Sus palabras no fueron<br />

escuchadas. Furiosos, <strong>los</strong> soldados arrojaban teas encendidas en las cámaras contiguas al templo y con<br />

sus espadas <strong>de</strong>gollaron a gran número <strong>de</strong> <strong>los</strong> que habían buscado refugio allí. La sangre corría como<br />

agua <strong>por</strong> las gradas <strong>de</strong>l templo. Miles y miles <strong>de</strong> judíos perecieron. Por sobre el ruido <strong>de</strong> la batalla, se<br />

oían voces que gritaban: "¡Ichabod!" —la gloria se alejó.<br />

Tito vio que era imposible contener el furor <strong>de</strong> <strong>los</strong> soldados enar<strong>de</strong>cidos <strong>por</strong> la lucha; y con sus<br />

oficiales se puso a contemplar el interior <strong>de</strong>l sagrado edificio. Su esplendor <strong>los</strong> <strong>de</strong>jó maravillados, y<br />

como él notase que el fuego no había llegado aún al lugar santo, hizo un postrer esfuerzo para salvarlo<br />

saliendo precipitadamente y exhortando con energía a <strong>los</strong> soldados para que se empeñasen en contener<br />

la propagación <strong>de</strong>l incendio. <strong>El</strong> centurión Liberalis hizo cuanto pudo con su insignia <strong>de</strong> mando para<br />

conseguir la obediencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> soldados, pero ni siquiera el respeto al emperador bastaba ya para<br />

apaciguar la furia <strong>de</strong> la solda<strong>de</strong>sca contra <strong>los</strong> judíos y su ansia insaciable <strong>de</strong> saqueo. Todo lo que <strong>los</strong><br />

soldados veían en torno suyo estaba revestido <strong>de</strong> oro y resplan<strong>de</strong>cía a la luz siniestra <strong>de</strong> las llamas, lo<br />

cual les inducía a suponer que habría en el santuario tesoros <strong>de</strong> incalculable valor. Un soldado romano,<br />

sin ser visto, arrojó una tea encendida entre <strong>los</strong> goznes <strong>de</strong> la puerta y en breves instantes todo el edificio<br />

era presa <strong>de</strong> las llamas. Los oficiales se vieron obligados a retroce<strong>de</strong>r ante el fuego y el humo que <strong>los</strong><br />

cegaba, y el noble edificio quedó entregado a su fatal <strong>de</strong>stino.<br />

Aquel espectáculo llenaba <strong>de</strong> espanto a <strong>los</strong> romanos; ¿qué sería para <strong>los</strong> judíos? Toda la cumbre<br />

<strong>de</strong>l monte que dominaba la ciudad <strong>de</strong>spedía fulgores como el cráter <strong>de</strong> un volcán en plena actividad. Los<br />

edificios iban cayendo a tierra uno tras otro, en medio <strong>de</strong> un estrépito tremendo y <strong>de</strong>saparecían en el<br />

abismo ardiente. Las techumbres <strong>de</strong> cedro eran como sábanas <strong>de</strong> fuego, <strong>los</strong> dorados capiteles <strong>de</strong> las<br />

columnas relucían como espigas <strong>de</strong> luz rojiza y <strong>los</strong> torreones inflamados <strong>de</strong>spedían espesas columnas <strong>de</strong><br />

humo y lenguas <strong>de</strong> fuego. Las colinas vecinas estaban iluminadas y <strong>de</strong>jaban ver grupos <strong>de</strong> gentes que se<br />

agolpaban <strong>por</strong> todas partes siguiendo con la vista, en medio <strong>de</strong> horrible inquietud, el avance <strong>de</strong> la obra<br />

<strong>de</strong>structora; <strong>los</strong> muros y las alturas <strong>de</strong> la ciudad estaban llenos <strong>de</strong> curiosos que ansiosos contemplaban<br />

la escena, algunos con rostros pálidos <strong>por</strong> hallarse presa <strong>de</strong> la más atroz <strong>de</strong>sesperación, otros encendidos<br />

<strong>por</strong> la ira al ver su impotencia para vengarse. <strong>El</strong> tumulto <strong>de</strong> las legiones romanas que <strong>de</strong>sbandadas corrían<br />

<strong>de</strong> acá para allá, y <strong>los</strong> agudos lamentos <strong>de</strong> <strong>los</strong> infelices judíos que morían entre las llamas, se mezclaban<br />

con el chis<strong>por</strong>roteo <strong>de</strong>l incendio y con el estrépito <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>rrumbes. En <strong>los</strong> montes repercutían <strong>los</strong> gritos<br />

<strong>de</strong> espanto y <strong>los</strong> ayes <strong>de</strong> la gente que se hallaba en las alturas; a lo largo <strong>de</strong> <strong>los</strong> muros se oían gritos y<br />

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