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Mi mama va enfundada en su ruana negra, sus bluejeans negros, un sombrero<br />
de campesino del que le cae su trenza negra por la espalda. No consigo verle<br />
la cara; es de noche. Va caminando sola por la calle; es un barrio de casas altas<br />
subiendo a El Salitre, se para, mira al reloj, un coche para a su lado. El conductor<br />
se baja y se va a la parte de atrás, abre el maletero y mi mamá se acuesta rápido<br />
dentro. El coche arranca calle abajo hasta la zona textil industrial. Yo lo sigo por<br />
el cielo en una de las escobas de mi abuelita Flora. Al llegar a una esquina, un<br />
coche rojo enciende dos veces las luces. Los dos coches paran, mi mamá se baja<br />
del maletero de uno y se mete en el maletero del otro. Este coche sigue hacia el<br />
sur. Una vez sale de la ciudad por la carretera de Villa de Leyva, en un desvío se<br />
para y un jeep verde sale de detrás de los árboles. Lo conduce Santino, un amigo<br />
de mis papas, mi mama sale otra vez del maletero y se acuesta en el suelo del jeep<br />
bajo una cobija. Tengo mucha suerte, pues pocas mamás saben jugar tan bien al<br />
escondite como la mía. Estoy escuchando a lo lejos unas gallinas y que Dayami<br />
me está reclamando para desayunar.