Dibujantes 1.0
Reportaje sobre las últimas leyendas que trabajaron en las agencias de ilustradores españolas de los años 50 y 60.
Reportaje sobre las últimas leyendas que trabajaron en las agencias de ilustradores españolas de los años 50 y 60.
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JORDI LONGARÓN<br />
Barcelona, 1933<br />
Como era habitual en la época, este artista autodidacta empezó<br />
dibujando a una edad muy temprana y consiguió entrar<br />
como aprendiz en una agencia de ilustradores de Barcelona. Su<br />
entusiasmo y su destreza con los lápices se vieron recompensados<br />
con varios encargos para historietas juveniles, además<br />
de una colaboración regular en los extras del famoso cómic<br />
Hazañas bélicas. “Entonces se hacían muchas películas de<br />
guerra porque la Segunda Guerra Mundial y la de Corea justo<br />
habían terminado”, nos comenta Longarón. “Todo estaba relacionado,<br />
pero a mí siempre me ha gustado más hacer portadas<br />
de novelas del oeste”. Fue en este género tan popular donde<br />
se consagró gracias a unas ilustraciones a todo color que fascinaron<br />
a miles de lectores en varios países de Europa, aunque<br />
el éxito repentino también le obligó a aumentar su producción<br />
sin apenas tener vacaciones o fines de semana libres. “Había<br />
trabajado muchos años a partir de la imaginación, hasta que<br />
descubrí la fotografía y empecé a montar escenas del Oeste<br />
y de guerra para inspirarme”, explica con una sonrisa. “Reunía<br />
a familiares y amigos, nos disfrazábamos e incluso alquilamos<br />
ese poblado de Esplugues donde rodaban westerns”. Esta creatividad<br />
desbordante lo convirtió en el primer dibujante español<br />
en debutar en el mercado norteamericano con el cómic Friday<br />
Foster, en 1970. Sin embargo, la rutina de las viñetas se volvió<br />
insoportable y en los años 90 se refugió en sus portadas y en<br />
los cuadros, que exponía en una galería de California. Hasta<br />
que llegó la hora de retirarse. “El que ha trabajado toda la vida<br />
con pinceles, difícilmente los abandonará”, afirma el artista.<br />
“No obstante, la pintura con caballete ha terminado”.<br />
Antes de empezar a leer este reportaje, os propongo que cerréis los ojos y dejéis<br />
volar la imaginación mientras viajamos en el tiempo. En la España de los años 50,<br />
mucho antes de que llegara el rock n’ roll y de que las suecas invadieran las<br />
playas, los dibujantes de cómic que trabajaban para las agencias de ilustradores<br />
ya demostraron que un cambio de mentalidad era necesario para sobreponerse a la<br />
Dictadura y lograron hacer soñar a los jóvenes de aquella época con sus viñetas<br />
en blanco y negro. Lamentablemente, la mayoría de sus obras se publicaban en el<br />
extranjero, donde los consideraban estrellas, mientras dentro de nuestras fronteras<br />
eran unos artistas anónimos que vivían como bohemios. Sin embargo, su destino estaba<br />
a punto de cambiar gracias al éxito de las novelas baratas que se vendían en<br />
quioscos y cuyas portadas pusieron color a la revolución pop de nuestro país.<br />
Por david moreu fotoS Xavier Torres-Bacchetta<br />
130 esquire • febrero 2015 febrero 2015 • esquire 131
Salvador Fabà<br />
Sabadell, 1936<br />
De niño pasaba las horas de clase garabateando<br />
en los libros y sus primeros<br />
encargos profesionales fueron en el<br />
mundo del cómic. Con el paso de los<br />
años se enamoró del color y se dejó<br />
arrastrar por la magia de las portadas<br />
de novelas, aunque la incertidumbre de<br />
este trabajo bohemio lo llevó a aceptar<br />
un puesto de comercial y el dibujo pasó<br />
a ser un hobby. “Hasta que en 1970 hubo<br />
problemas en la empresa y le dije a mi<br />
mujer que era el momento de intentar<br />
dedicarme a lo que me gustaba”, explica<br />
con voz seria. “Decidí profesionalizarme,<br />
hacer portadas y ya no quise saber nada<br />
más de los cómics”. Desde su estudio en<br />
Sabadell, el artista vivía ajeno al frenesí<br />
de la gran ciudad y se concentraba<br />
en sus obras pobladas por detectives,<br />
paisajes terroríficos y escenas del Oeste<br />
con una gran fuerza visual. Después iba<br />
a la agencia para la entrega semanal y<br />
allí se encontraba con sus compañeros<br />
de andanzas. “Los ilustradores tenemos<br />
nuestras propias manías”, afirma Salvador<br />
Fabà. “Recuerdo que iba al cine y me<br />
fijaba más en el caballo o en la pistola<br />
del cowboy que en el argumento de la<br />
película, y lo memorizaba para dibujarlo”.<br />
Cuando el trabajo para las editoriales<br />
empezó a decaer en los años 80, este<br />
artista todoterreno logró resituarse en la<br />
industria del video doméstico, haciendo<br />
carátulas para cintas de VHS destinadas<br />
a los videoclubs. “Cada semana llegaba<br />
un filme de guerra, una de chinos, una<br />
comedia o un musical”, rememora el<br />
dibujante. “Cambiabas continuamente<br />
de tema y era un ejercicio fantástico,<br />
además de bien pagado”. Recientemente<br />
retirado, sigue pintando por placer y<br />
dando clases particulares a amigos.<br />
omo se acostumbra a decir<br />
en estos casos, lo mejor es<br />
empezar por el principio. En<br />
aquellas dos décadas mágicas<br />
que van desde el primer single<br />
de Elvis Presley en 1954 hasta la<br />
muerte de Franco en 1975, tanto Madrid<br />
como Barcelona se debatían entre<br />
el conservadurismo oficial del régimen<br />
y las novedades que llegaban<br />
esporádicamente del exterior en forma<br />
de películas y discos de vinilo,<br />
mientras una imagen inconfundible<br />
se repetía cada día en las agencias de<br />
ilustradores: un grupo de jóvenes dibujantes<br />
enamorados de los cómics<br />
norteamericanos hacía cola para<br />
mostrar sus bocetos y conseguir un<br />
encargo que impulsara su carrera.<br />
La mayoría eran artistas autodidactas<br />
que justo habían dejado atrás<br />
la adolescencia y hacían gala de un<br />
talento innato con los pinceles, pero<br />
entonces era necesario entrar en<br />
la rueda empresarial para conseguir<br />
trabajo, puesto que las agencias eran<br />
las únicas que tenían contacto con<br />
las editoriales, recibían semanalmente<br />
los encargos, traducían los<br />
guiones cuando estos venían del extranjero<br />
y los repartían entre sus colaboradores<br />
con una fecha de entrega<br />
muy ajustada para llegar sin<br />
problemas al cierre de las revistas.<br />
Durante aquellos años se vivió la<br />
época de esplendor del cómic nacional<br />
y los dibujantes trabajaron incansablemente<br />
para dar vida a los<br />
personajes que poblaban las revistas<br />
de moda. Sin embargo, esta situación<br />
dio un giro inesperado cuando<br />
ilustres pioneros como Josep Toutain<br />
(fundador de Selecciones Ilustradas)<br />
y Jordi Macabich (impulsor<br />
de Bardon Art) empezaron a llamar<br />
a las puertas del mercado internacional<br />
y consiguieron encargos para<br />
las mayores publicaciones de Reino<br />
Unido, Suecia, Francia, Alemania<br />
e incluso Noruega. Lo que inicialcuando<br />
empezaron a<br />
llamar al mercado<br />
internacional<br />
consiguieron<br />
encargos de<br />
las mejores<br />
publicaciones<br />
132 esquire • febrero 2015 febrero 2015 • esquire 133
SEBASTIÀ BOADA<br />
Barcelona, 1935<br />
A diferencia de sus compañeros, Sebastià Boada se crió en un ambiente artístico de<br />
aire burgués y estudió pintura en La Llotja, mientras trabajaba de botones en la Cámara<br />
de la Industria de Barcelona. Sus padres lo animaron a cursar la carrera de Bellas Artes<br />
y, en lugar de dedicarse a la enseñanza, optó por ser dibujante. Los primeros encargos<br />
coincidieron con sus ansias de viajar y entonces pasó una temporada en Ginebra experimentando<br />
con su talento. “Me llevé papel, pinceles y lápiz para dibujar historietas cada<br />
mañana”, nos cuenta Boada. “Después las mandaba al cliente escocés, pero la agencia<br />
me pagaba estando yo en Suiza y así podía seguir viviendo allí”. Cuando regresó a<br />
España, empezó a colaborar con diversas editoriales y se consolidó como uno de los<br />
profesionales más versátiles dentro de la escena del cómic nacional, haciendo viñetas<br />
románticas para revistas extranjeras. “Todos teníamos un archivo enorme y yo todavía lo<br />
conservo”, explica orgulloso. “Guardaba carpetas con imágenes de Inglaterra para hacer<br />
con detalle los edificios, los coches e incluso los trajes de los policías”. Cansado de las<br />
limitaciones creativas de los cómics, tomó el camino de las portadas de novelas y se especializó<br />
en la ilustración al oleo, destacando en géneros como el terror, las aventuras y<br />
el fantástico, aunque el público adoraba sus escenas de western sexy y acabó realizando<br />
más de <strong>1.0</strong>00 cubiertas. Sin embargo, esta época dorada se vio eclipsada por el auge<br />
de la informática y él optó por centrarse en la pintura. “Siempre he vivido de esto, pero<br />
las portadas ilustradas pasaron de moda”, lamenta el dibujante. “Trabajé hasta el último<br />
momento y nunca pasé más de una semana sin un encargo”.<br />
mente parecía una idea descabellada<br />
por culpa de la situación política<br />
que se vivía en nuestro país, pronto<br />
se convirtió en una mina de oro y las<br />
obras para el extranjero eclipsaron<br />
a los trabajos de la escena española.<br />
Una paradoja fascinante que potenció<br />
esta industria más allá de nuestras<br />
fronteras.<br />
Mientras revistas inglesas como<br />
Roxy, Marilyn y Valentine publicaban<br />
historietas románticas basadas<br />
en canciones de éxito, la prestigiosa<br />
editorial Fleetway se centraba en cómics<br />
bélicos sobre la Segunda Guerra<br />
Mundial, pero en ambos casos<br />
quedó demostrado que los ilustradores<br />
de aquí podían codearse con los<br />
mejores profesionales del mundo.<br />
Además, estos trabajos estaban mejor<br />
pagados en comparación con los<br />
salarios habituales de la época, y<br />
aquellos chicos con ganas de comerse<br />
el mundo se convirtieron en unos<br />
privilegiados. Y con todo, lo mejor de<br />
sus carreras aún estaba por llegar.<br />
las editoriales<br />
sabían que esas<br />
novelas eran un<br />
negocio redondo,<br />
y decidieron<br />
institucionalizar<br />
una imagen<br />
Con el paso de los años, los cómics<br />
en blanco y negro se convirtieron en<br />
una rutina para todos aquellos dibujantes<br />
con ansias de hacer cosas nuevas,<br />
puesto que las opciones de experimentar<br />
eran mínimas y las<br />
revistas querían permanecer fieles<br />
a sus lectores. Por este motivo, la mayoría<br />
de ellos vieron una salida profesional<br />
más estimulante en las portadas<br />
de las novelas que se vendían<br />
por dos pesetas en los quioscos (el<br />
equivalente europeo a la pulp norteamericana).<br />
El éxito repentino de<br />
este formato literario hizo que las<br />
editoriales extranjeras encargaran<br />
sus cubiertas a las mismas agencias<br />
de ilustradores españolas con las que<br />
hacía tiempo que colaboraban. Fue<br />
entonces cuando se vivió un auténtico<br />
estallido de colores, de trazos<br />
sugerentes y de recursos pictóricos,<br />
que cogieron por sorpresa al mercado<br />
internacional. Por primera vez,<br />
el dibujo académico se mezclaba con<br />
la incipiente contracultura.<br />
¿Pero en qué se basaba el éxito de<br />
esas hermosas portadas? Visto en<br />
perspectiva, resultaban tan atractivas<br />
por el hecho de ser piezas únicas<br />
y los artistas dejaban volar libremente<br />
su imaginación porque sólo estaban<br />
sujetos a unas breves indicaciones<br />
basadas en el argumento de la<br />
novela. De este modo podían imprimir<br />
su huella personal en cada pincelada<br />
y transportar a los lectores a<br />
mundos lejanos, incluso antes de que<br />
leyeran la primera página.<br />
Por su parte, las editoriales sabían<br />
que esas novelas semanales eran un<br />
negocio redondo, y decidieron institucionalizar<br />
una imagen reconocible<br />
para cada género. El rey absoluto<br />
de estos best sellers de segunda<br />
fila era el western, con sus paisajes<br />
del viejo Oeste, las manadas de búfalos<br />
salvajes, el cowboy montado a<br />
caballo y el inevitable duelo frente a<br />
una taberna. Igualmente populares<br />
entre el público femenino eran las<br />
historias románticas, con sus dosis<br />
de amor prohibido, celos e infidelidades<br />
que ponían a prueba la lealtad<br />
de los protagonistas. Otro clásico<br />
eran los relatos policíacos con reminiscencias<br />
al cine negro. El tema bélico<br />
tampoco había pasado de moda<br />
y eran habituales las hazañas de soldados<br />
en diversas batallas. Por último,<br />
también había otras variantes<br />
más exóticas que se convirtieron en<br />
obras culto en los países nórdicos,<br />
como el denominado western sexy,<br />
las peleas de kung-fu en barrios marginales,<br />
el terror escalofriante con<br />
escenas de cementerio e incluso las<br />
pesadillas góticas pobladas por<br />
monstruos que invadían la Tierra.<br />
El fenómeno de estas portadas dio<br />
trabajo a las agencias hasta bien entrada<br />
la transición democrática. Sin<br />
embargo, este mercado no permaneció<br />
ajeno a la crisis económica de<br />
aquellos años inciertos, y el volumen<br />
de encargos disminuyó de manera<br />
considerable porque entonces salía<br />
más rentable decorar las cubiertas<br />
con fotografías antes que utilizar<br />
ilustraciones originales. Además, la<br />
época dorada del cómic español ya<br />
era un recuerdo del pasado y muchas<br />
empresas del sector no pudie-<br />
JOSEP MARIA MIRALLES<br />
Barcelona, 1937<br />
A pesar de que el dibujo era su vocación, Josep María Miralles estudió contabilidad y<br />
encontró trabajo en una oficina a mediados de los años 50. Pero el destino le brindó<br />
una segunda oportunidad cuando conoció al jefe de una agencia de ilustradores que<br />
admiraba sus bocetos y le propuso unirse a ellos para dar rienda suelta a su imaginación.<br />
“Entonces mi padre me preguntó por qué tomaba esa decisión si ya tenía<br />
un trabajo seguro”, nos cuenta el artista. “Resulta que en la oficina me pagaban una<br />
miseria y haciendo historietas para Francia ganaba mucho más dinero”. Aquel acto<br />
de rebeldía marcó el inicio de una carrera meteórica que lo consagró en la escena del<br />
cómic nacional durante su época de máximo esplendor, cuando sorprendentemente<br />
recibía más encargos para Europa que para el mercado español. “Sin embargo, he<br />
tenido otras inquietudes artísticas y llegó un momento en el que me di cuenta de que<br />
sólo dibujaba viñetas en blanco y negro”, nos explica Miralles. “Así que decidí pasar<br />
a las portadas en color y eso me llevó un par de años de aprendizaje”. Ese esfuerzo<br />
como artista autodidacta se vio recompensado con el aplauso del público, que quedó<br />
prendado por sus cubiertas para novelas románticas y de detectives, donde siempre<br />
destacaba una bella protagonista o una intrigante femme fatale de la que era imposible<br />
apartar la mirada. En la década de los 90 disminuyeron los encargos de las editoriales<br />
y él optó por retirarse, aunque hoy continúa interesado por el arte. “Reconozco que<br />
miro los videoclips de Katy Perry y de otros cantantes”, afirma en tono divertido. “Realmente<br />
están muy bien hechos y me gusta estar al día”.<br />
134 esquire • febrero 2015 febrero 2015 • esquire 135
MANUEL PRIETO MURIANA<br />
Almería, 1931<br />
Como sucedió con la mayoría de niños nacidos en aquella época tan incierta, Manuel<br />
Prieto logró alejarse de las adversidades con un lápiz y un papel que se convirtieron en<br />
su particular ventana a los sueños. “Yo soy un niño de la guerra y, sobre todo, de la posguerra”,<br />
nos cuenta con voz seria. “Quizá, para alguien de mi generación, evadirse de<br />
la realidad fuera una necesidad”. Sus primeros pasos profesionales se enmarcaron en<br />
el ámbito de las historietas, hasta que descubrió su pasión por los colores estridentes y<br />
empezó a ilustrar portadas de libros con gran éxito. Entonces se vivía el fenómeno del<br />
western en Europa, pero este artista polifacético también realizó durante diez años las<br />
cubiertas semanales del Giallo Mondadori, la colección de novela policiaca más famosa<br />
de Italia. “He hecho todo tipo de géneros y siempre he conocido la censura”, nos explica<br />
desde su estudio. “Un dibujante profesional tiene que estar preparado para cualquier<br />
encargo y la inspiración le viene de un archivo gráfico lo más extenso posible”. El hecho<br />
de vivir en Madrid no impidió que colaborara con las grandes agencias de Barcelona y,<br />
además, mantuvo una estrecha relación con sus compañeros de profesión catalanes.<br />
Para todos ellos el mercado nacional era algo anecdótico y compartían las mismas ansias<br />
de triunfar en el extranjero. A pesar de que los tiempos han cambiado, su obra sigue<br />
despertando pasiones y él atribuye este éxito a que el trabajo ha sido su estilo de vida.<br />
“Siempre habrá muchachos a los que les interese este oficio, que es ingrato y solitario”,<br />
afirma el dibujante. “Aunque la era digital les abre las puertas a un mundo nuevo”.<br />
ron hacer frente a los nuevos tiempos.<br />
Una vez más, se trataba de<br />
renovarse o morir.<br />
En 1977 surgió un rayo de esperanza<br />
cuando un joven apasionado por<br />
el dibujo, que respondía al nombre<br />
de Rafael Martínez, decidió fundar<br />
la Agencia Norma y representar a los<br />
mejores ilustradores de la vieja guardia<br />
en un negocio que aún deparaba<br />
muchas sorpresas. Esta empresa<br />
aprendió de los aciertos de sus predecesores<br />
y tuvo muy claro que debía<br />
centrarse en el mercado internacional,<br />
donde las novelas pulp aún se<br />
vendían con éxito. De este modo, se<br />
retomaron los encargos para Alemania,<br />
Inglaterra y Escandinavia, países<br />
en los que el western mantenía la<br />
popularidad de antaño. Otra gesta<br />
de Norma fue consolidar la presencia<br />
de dibujantes españoles en EE<br />
UU, a pesar de que allí contaban con<br />
las mayores estrellas del cómic gracias<br />
al universo de los superhéroes.<br />
La década de los 80 trajo consigo<br />
un mercado desconocido hasta la fecha.<br />
Con la proliferación del video<br />
doméstico surgió la necesidad de hacer<br />
carátulas de películas en español<br />
que llamaran la atención del público<br />
en los videoclubs. Los artistas<br />
no hacían distinciones entre la calidad<br />
de las cintas, por este motivo era<br />
habitual que en sus mesas de trabajo<br />
se cruzaran las estrellas más famosas<br />
de Hollywood y los actores<br />
de serie-b, además de los monstruos<br />
de la factoría Hammer y las explosiones<br />
de Cannon Films. Aunque esta<br />
etapa acabaría representando el<br />
momento de calma que precede a la<br />
gran tormenta.<br />
Con la llegada del nuevo milenio<br />
y la expansión del diseño digital, terminó<br />
una época irrepetible para los<br />
pioneros de la ilustración que habían<br />
convertido su profesión en un estilo<br />
de vida único durante cinco décadas.<br />
A pesar de que los tiempos han cambiado<br />
y de que actualmente no hay<br />
un relevo generacional, aquellas portadas<br />
siguen despertando pasiones.<br />
Seguramente todos ellos continuarán<br />
siendo artistas anónimos para el<br />
público español, pero sus obras ya<br />
son inmortales. Un privilegio sólo al<br />
alcance de las leyendas.<br />
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