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Excodra VI: Lo erotico

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EXCODRA<br />

RE<strong>VI</strong>STA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 6<br />

(LO ERÓTICO)<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>VI</strong>: <strong>Lo</strong> erótico. Marzo, 2012. ISSN 2014-1998.<br />

Rubén Darío Fernández


ÍNDICE<br />

Ficción<br />

<strong>Lo</strong>s pequeños papeles, Pía Barros<br />

La piel herida, Alejandra Guzzini<br />

Renuncias, Andrea Zecca<br />

Por el amor de una mujer, Arnoldo Rosas<br />

No subas a aquel tren, Guido Micheli<br />

No ficción<br />

La lengua de Eros, Antonio Tello<br />

La tecnología es el nuevo fetiche, María Llopis<br />

Adrenalina, Jordi Corominas i Julián<br />

Poesía<br />

Otra manera, Santiago Tena<br />

Tu bendición, Carmen Camacho<br />

Agustín Calvo Galán<br />

Anna Labad<br />

Deseo y Ayer, el deseo, Laia López Manrique<br />

Canción de cama, Belén Martínez<br />

Fotografía<br />

Aurora Martín<br />

Ludovica Bastianini<br />

Pintura<br />

Susana Pozo<br />

Pablo Gallo<br />

Entrevista + Aportación artística<br />

Patricia de Souza<br />

Colaboradores


EDITORIAL<br />

En este número, como en los anteriores, os encontraréis varios enfoques sobre un<br />

mismo concepto, en este caso, sobre <strong>Lo</strong> erótico. Al ir recibiendo textos e imágenes, y<br />

al ir revisándolos y maquetándolos en la revista, me iba llamando la atención, sobre<br />

todo en cuanto a los textos, la manera tan diversa en que estaban escritos, el estilo al<br />

montar el texto, las cursivas, las comillas, los signos para los diálogos, los párrafos,<br />

las palabras empleadas, las expresiones usadas, las situaciones, las emociones que<br />

emanaban, la forma de encarar el erotismo en cuanto a los significantes y después en<br />

cuanto a los significados. Creo que es, de momento, el número más variopinto en<br />

forma y fondo. Entonces me puse a discurrir sobre por qué en lo referente a este<br />

concepto, a <strong>Lo</strong> erótico, había esta variedad. <strong>Lo</strong> primero que pensé es que el erotismo<br />

es algo tan importante en nuestro día a día, que forma parte tan esencial de nuestra<br />

individualidad, de nuestra identidad, y como estamos tan a diario en contacto<br />

consciente con nuestros deseos y emociones eróticas, que, claro, hay casi tantas<br />

visiones sobre <strong>Lo</strong> erótico como personas. No sentí esto al explorar conceptos como<br />

<strong>Lo</strong> real o <strong>Lo</strong> justo, por ejemplo, donde me encontré con más homogeneidad, como si<br />

fueran conceptos en los que no indagamos mucho día a día y la visión es casi la<br />

genérica del momento actual que uno vive, la que vamos recibiendo de nuestro<br />

entorno sin apenas pasarle el filtro de nuestra personalidad y carácter. Con <strong>Lo</strong> erótico,<br />

también ocurre esto, por supuesto, somos seres de repetición y la cosa es así, porque<br />

aprendemos desde nuestro entorno, pero hay mucha más individualidad, más<br />

variedad, al menos así lo siento, en cuanto a <strong>Lo</strong> erótico, que en cuanto a otros<br />

conceptos que también están presentes en nuestra vida de manera esencial. Bueno,<br />

esto fue lo primero que pensé y de momento no ha habido un segundo pensamiento,<br />

pero seguro que lo habrá.<br />

Que ustedes lo disfruten (este número y, lo erótico).


FICCIÓN<br />

<strong>Lo</strong>s pequeños papeles<br />

1<br />

Hay actos, pequeños actos, pequeños papeles, los arrojos de valentía que aún nos<br />

quedan, que son tomados como banalidades, usurpaciones, a veces, hasta actitudes<br />

tontas. "Faltan razones y se ha sido culpable", es cierto. El deseo no es un<br />

monograma de la virtud. La virtud se aleja y uno olvida hasta el nombre y el<br />

concepto, persiguiendo tan solo el deseo. El deseo nos hace prefigurar, dar al objeto<br />

de ese deseo características, formas y obsesiones, palabras, gestos y también virtudes.<br />

El deseo es el placer de sentir deseo, los calvarios cotidianos porque el referente se<br />

acerca o se aleja, el dolor de imaginar al referente cerca de otros signos y otros<br />

referentes. Y el deseo tiene nombres y manos y miradas, pero se aleja, ridiculiza,<br />

inutiliza las invocaciones y a veces el sueño de ese deseo nos lanza a horizontes<br />

demasiado lejanos.<br />

2<br />

El deseo es el ser al que le dimos el nombre del deseo, el que soñamos a escondidas<br />

para establecer la fortaleza inexpugnable de la intimidad, ese farallón donde los otros<br />

no entrarán, donde nada violará nuestro derecho al secreto. Alguna vez soñamos con<br />

que era el amor, en ese tiempo de la precariedad y lo difuso, y caminamos bajo la<br />

lluvia evocándolo, los puentes fueron un refugio donde amparar al deseo y nos<br />

acurrucamos en un rincón a medianoche para darle gestos, canciones, memorias. <strong>Lo</strong><br />

fuimos haciendo lo que queríamos que fuera, era la pulsión desesperada de la libertad<br />

y la culpa, los pájaros perdidos frente a los espejos en los cuales nos fuimos<br />

imponiendo sucesivas máscaras. Ante el deseo, en un futuro, hablaríamos de lo<br />

innombrable, se destrozarían las mentiras, soñaríamos en conjunto, porque el deseo


no estaría contaminado con el amor y así no habría miedo a la herida. El deseo sería<br />

la confianza, la lealtad, el misterio, el anhelo de una amistad utópica y posible, más<br />

allá del deseo y de una misma. Ante el deseo, en ese espacio futuro, contaríamos<br />

historias de caballos y niñez, y a ratos no se hablaría de nada, porque las pieles<br />

sabrían llamarse por sus nombres y cuando las pieles se reconocen las palabras deben<br />

alejarse, porque no hay nada que decir.<br />

3<br />

Siempre se espera que el deseo genere deseo, jamás se nos ocurrió siquiera la<br />

posibilidad de que esto no ocurra. Cuando el deseo no detona el deseo, algo se nos<br />

escurre del alma, algo nos deja inermes, desamparados y pareciera que el deseo es<br />

vergüenza y opresión. Deshabilitadas, vagamos de perfil por las tardes,<br />

humillándonos ante nosotras mismas, porque el deseo avergüenza y es la marca de<br />

Caín sobre la piel toda, el tatuaje feroz de la ignominia. Nuestro deseo ya no es<br />

tesoro, sino lo ocultable. Y se llora y se sufre y el ridículo nos embarga. Entonces el<br />

deseo se encoge, se encoge y agoniza, ya muriendo.<br />

4<br />

Pero luego, se agradece el hecho de haber tenido la posibilidad de sentir deseo,<br />

aunque éste no tenga referente y el espejo de ese deseo se quiebre. Se deja al<br />

desengaño lejos. Entonces el cuerpo lava las heridas de la humillación y la vergüenza<br />

y emerge, magullado, pero pleno y se enraíza en sí mismo para aventurarse a esperar<br />

a que el deseo sea parte de él nuevamente, lo reivindique, porque si el deseo vuelve a<br />

meterse entre la piel, sólo así, lamido y curado por el deseo, el cuerpo saldrá<br />

victorioso.<br />

Cuando se espera el deseo es que aparece la melancolía. El placer de la tristeza es que<br />

aparece la melancolía. El placer de la tristeza se establecerá casi como el puente entre<br />

el cuerpo y deseo. Así,


empezará la lenta convalecencia del cuerpo y el deseo irá surgiendo poco a poco,<br />

nuevamente. En este restablecimiento sin píldoras ni medicaciones, la memoria<br />

entablillará los huesos, las palabras vendarán las heridas y la saliva restaurará las<br />

voces, los mil nombres del deseo, hasta que el deseo se ponga de pie y ya no espere<br />

ser refrendado por otro deseo, sino desear, desear tan intensamente, que toda vida<br />

tendrá sentido tan sólo por el deseo. La lluvia lo vestirá sobre cada ventana y toda<br />

piel será grito para llamarlo.<br />

5<br />

Algunas veces, la tarde se impregna del deseo. Es cuando la lluvia lo llama en la<br />

ventana con golpes diminutos, como si la ventana fuera toda piel y hubiese que<br />

despertarla.<br />

En esas tardes, el deseo se inventa a sí mismo a cada paso. Entonces nada importa,<br />

porque bastará recordar el haberlo sentido para que la vejez se llene toda de agujeros<br />

por donde se escurra la vejez y quede sólo el cuerpo de antes -el de ahora- el que se<br />

extendió desnudo en la oscuridad para cerrar los ojos e irse lejos, lejos de la culpa y<br />

el rencor y arribar al límite, donde el cuerpo deja de ser y queda sólo la pulsión, la<br />

obsesión de la lluvia y las miradas, el punto de convergencia del deseo. La boca se<br />

entreabre y se atiborra de pasado para no nombrarlo, para no abrirle un tajo al<br />

silencio con su nombre.<br />

Entonces, la tarde es una ancha mirada taciturna, una piel ardida, una mano tibia<br />

sobre la ventana y a su alrededor el halo del cuerpo opacando el vidrio e impidiendo a<br />

la mirada el escape. Sí, bastaría con recordar cómo las manos se nos llenaban de sólo<br />

imaginario, cómo la boca reptaba por el cuerpo que tenía el nombre del deseo y la<br />

lengua lamía, inventaba caminos, mordía para saciarse y regresar a la lengua, a los<br />

dientes, al vientre, a las caderas estremecidas, lamer, lamer y cómo al abrir los ojos se<br />

estaba sola y temblorosa en la oscuridad.<br />

Toda una vida se justificaría si se pudiera recordar un minuto del deseo, el instante en<br />

que el cuerpo, con su idioma de cuerpo, gritó su nombre, el segundo solemne en que


se es dueño de la propia piel,<br />

porque el deseo la ha devuelto sin pecados ni castigos, lo ha retornado de una vez y<br />

para siempre a nuestra propiedad, el segundo en que la piel nos pertenece para vivir y<br />

vivirla.<br />

Un segundo llena de agujeros la vejez y la valida.<br />

FIN<br />

PB


La piel herida<br />

Él me ponía delante de lo mejor y lo peor de mí.<br />

Por eso me daba tanto miedo.<br />

Su mirada me traspasaba como si yo fuera transparente.<br />

Un caballo salvaje. Así era.<br />

Y así lo sentía cada vez que me penetraba. Me sentía tan segura de su pene, sin<br />

embargo, su boca no se entregaba. Y lo que no decía me llenaba de dudas y deseo.<br />

Una carrera mortal. Un juego morboso que me agotaba y a la vez aumentaba mi<br />

placer.<br />

Él jugaba, yo lo sabia, y eso le daba un poder sobre mí.<br />

Su lengua resbalaba dentro de mi boca enredándose con la mía y suspiraba contra ella<br />

sabiendo que en cuanto rozara mi sexo empezaría el duelo.<br />

Pero dilataba eternamente el momento. Como si nunca fuéramos a pagar nuestra<br />

deuda de piel. La química impostergable que nos sumía en dos cuerpos abrazados y<br />

abrasados.<br />

Y aunque no quería moverme en ese mundo de sombras, nunca le dije que detrás de<br />

cada paréntesis, me agotaba intentar sacarlo de mi corazón.<br />

Me inquietaba su mirada negra, pero me encendía.<br />

Y quizás no hacía falta que se lo dijera. <strong>Lo</strong> sabía.<br />

Me daba lo que él quería.<br />

Caminaba desnuda sin hacer ruido hasta detenerme delante suyo mirando como<br />

reclinado en el sillón acariciaba su sexo.<br />

Yo no podía despegar los ojos de ese gesto tan íntimo y sensual que hacía hervir mi<br />

coño sintiendo como se humedecía de inmediato.<br />

Cómo me gustaba mirarlo, respirando apenas para poder oír como sus sonidos<br />

cortaban el silencio.<br />

Y la mano subía por mi muslo trepando hasta el pubis para enredarse en mi vello,<br />

abarcándolo, abriéndose paso por mis labios jugosos que resbalaban y mojaban sus<br />

dedos.


Sin ninguna palabra, yo separaba mis piernas dejando que siguiera su camino hacia el<br />

clítoris que latía caliente esperando.<br />

<strong>Lo</strong> acariciaba masajeándolo suavemente y su pene, sobresalía erecto entre los dedos<br />

de la otra mano.<br />

-Mmmm... -Susurraba profundo- Y yo me disolvía de placer al borde del orgasmo<br />

levantando mi pierna para colocarla sobre su muslo, con mi sexo abierto ante sus<br />

ojos. Abierto al placer.<br />

Si supiera mi agonía cuando con insoportable lentitud, agarrándose de mis nalgas, me<br />

acercaba a su boca, y lamía insaciable mi coño con esa lengua inquieta que se<br />

recreaba largamente haciéndome sentir su esclava oscura.<br />

Y mis piernas temblaban cuando me corría en su boca, los espasmos sacudían mis<br />

caderas y él, en silencio se retiraba de mi pubis líquido y me dejaba vacía mientras<br />

seguía frotando su pene húmedo al borde del orgasmo.<br />

Entonces, oliéndolo como una perra me inclinaba sobre su cuerpo, rozándolo con mis<br />

pechos, bajando por el abdomen hasta acabar de rodillas ante su sexo para reemplazar<br />

su mano por mi boca caliente. Húmeda cueva que lo acogía y que mi lengua<br />

convertía en una enorme golosina de placer, succionándolo despacio, chupando toda<br />

su longitud, sabiendo que era el único instante en que lo tenía a mi merced.<br />

En ese momento irrepetible, una y otra vez, era mío.<br />

Sus gemidos penetraban como miles de sexos por todo mi cuerpo y la dureza de su<br />

pene detenía el tiempo ante mis ojos perdidos en su placer.<br />

Mi coño revivía mojado y turgente y él conociendo mis gozos colocaba su pierna<br />

entre mis muslos, torturándome con el roce áspero de su vello que rozaba mi vulva.<br />

Nuestros suspiros crecían como llamaradas, entonces, me pedía que acabara antes que<br />

él, sólo un momento antes, me apuraba ordenando.<br />

Mi mano obediente bajaba entre su pierna y mi sexo justo para que mi índice rozara<br />

el clítoris. Sabía que me correría enseguida con solo masajearlo brevemente, pero,<br />

dilataba el momento porque sentirme dueña de su pene me daba la única victoria en<br />

la que él no tenía control.<br />

Su miembro en mi boca. Su voz entrecortada pidiendo que me corra y mis dedos


perdidos entre las ingles me catapultaban nuevamente a galopar sobre el orgasmo,<br />

cabalgando olas inmensas que terminaban rompiendo en mi lengua que sentía la<br />

súbita rigidez anticipada del suyo.<br />

Y cuando las primeras gotas de semen golpeaban mi paladar, hundía aún más su<br />

verga en mi garganta, sacándola despacio para que cada chorro se derramara por las<br />

comisuras de mis labios y a lo largo de su pene.<br />

Chorreando el caliente resultado del único momento en que se entregaba.<br />

Luego el tiempo se agotaba en los relojes y los besos hambrientos en la ducha<br />

dejaban los últimos rastros.<br />

Salíamos en silencio, sin hablar apenas, volviendo a ser los mismos de siempre,<br />

públicamente desconocidos, amantes ignotos, esclava victoriosa y amo vulnerable.<br />

Sus ojos volvían a ser fríos y mi boca lo despedía en silencio, hasta que otra vez su<br />

mirada volviera a cruzarse con la mía, y sintiera la punzada de su deseo sin querer<br />

sustraerme al desafío.<br />

Sola en mi coche, mi respiración se aquietaba mientras lo veía conducir su moto<br />

sorteando otros vehículos.<br />

Entrábamos al mismo garaje para separar nuestros caminos sin mirarnos.<br />

Yo bajaba de mi coche y presurosa apuraba mi paso hacia el ascensor que<br />

subía a mi despacho y él, dejaba su moto con tranquilidad, caminando sin prisas para<br />

ocupar su puesto en el pequeño habitáculo del garaje. A comenzar su turno.<br />

AG


Renuncias<br />

En el bar de la estación había un ambiente fumoso. Hollín y niebla se mezclaban<br />

hábilmente por anunciar la madrugada. Un sol gris se filtraba entre las nubes<br />

recubriendo Torino.<br />

Marcos se fue hacia la mesita cerca de la barra, se sentó. Abrió el diario y empezó a<br />

sorber el café. Nada de interesante pasaba ni ahí ni en el mundo, por lo menos en<br />

estos días.<br />

Aburrido cerró el diario, miró alrededor.<br />

La cara grasosa del hombre sentado atrás de la barra no le fue de ayuda en<br />

convencerse que habría sido un buen día.<br />

En este instante la puerta del bar que daba a la calle, abriéndose, dejó entrar un olor<br />

dulce y fuerte, suave y al mismo tiempo ácido. La diosa de exótico perfume se fue a<br />

sentar a una mesa a unos cuatros metros enfrente de la suya, enfrente de su mirada.<br />

Hicieron el amor, con la mirada entraron en las vísceras el uno en el otro.<br />

Marco recorrió su frente, sus pestañas largas, sus iris obscuras, sus pómulos agudos,<br />

sus labios rojos, y aquí es donde entró para llegar a su estomago, a su vientre.<br />

Bajó hacia la punta de su pié temblante de agobio y ansiedad que se paró de golpe.<br />

Subió hasta las rodillas cubiertas de una sutil falda de seda negra. Llegando a sus<br />

pechos, firmes, velados de una camiseta azul, el latido de su corazón se hizo intenso,<br />

más intenso, llegando a su garganta, a sus sienes, mientras que la mujer se iba<br />

quitando de los hombros, que tenían el mismo color de su café, un chal de seda<br />

perfumado a sándalo.<br />

El cabello negro y brillante resplandecía bajo la luz débil de la mañana y sus ojos<br />

eran de llamas, fuego y ganas de entrarle en el alma antes que en su sexo.<br />

<strong>Lo</strong>s ojos de ella entraron en los de Marcos, sin palabras, sin más acercamientos<br />

necesarios.<br />

Recorrieron su garganta, el bocio obligándolo a engullir saliva, le abrió el pecho y por<br />

algunos momentos cogió su mano y le paró el corazón, adentro de su cáscara vaciada<br />

del mundo, de todo lo que no fuera ella, y su ojos, y el olor fuerte y femenino de su


piel, y de los movimientos de sus piernas sinuosas y de sus senos redondos y del<br />

hincharse rítmico de su abdomen al momento de respirar.<br />

Marcos se sintió llevado a levantarse y acercarse, a cogerle una mano y a besarla con<br />

lengua, y saliva, y dientes, y labios. En el mismo tiempo el miembro se le empezó a<br />

realzar.<br />

Ella mirándolo a los ojos abrió lento sus pantalones haciendo aún más grande su<br />

gana, bajó los calzoncillos, cogió el glande con las puntas de los dedos, y luego con la<br />

mano entera agarró la polla ya víctima agradecida del espasmo. El semen caliente<br />

recubrió las palmas de la mujer que no tenía intención alguna de retraer la lengua<br />

entera de la boca de su amante.<br />

Él le mordió la lengua y sopló otro gemido adentro de su boca.<br />

Hicieron el amor, con las lenguas, recorriendo el mismo recorrido hecho por sus ojos,<br />

de nuevo adentro y fuera de sus cuerpos, saboreándose en cada fisura, protuberancia<br />

e hinchazón.<br />

El bar se rellenó de sus olores, humores, de sus gemidos manando de las encías al<br />

momento de desnudarse.<br />

Sin prisa, con leves movimientos, Marcos hizo caer los tirantes de la camiseta azul,<br />

dejando salir los senos y los pezones turgentes que empezó a chupar y a besar,<br />

bajando en este tiempo una mano hacia la falda, entrando sin abrirla, llegando al pelo<br />

rizo de su coño.<br />

Un grito sumiso salió de la boca de ella al alcanzar de los dedos del hombre a los<br />

labios húmedos, al abrirse de su almeja, al acercarse al clítoris. Ella hizo bajar la<br />

falda con un movimiento fugaz y sensual.<br />

Bajando la cabeza, Marcos pasó sus labios y su lengua en su abdomen, en su vientre<br />

plano, desviando por las caderas, bajando hasta las rodillas y reafirmándose en el<br />

interior de las piernas, por luego subir y aceptar con gusto, el sabor ácido del liquido<br />

que le bañaba el sexo, descostando y poniéndose una pierna arriba del hombro.<br />

La mujer inflamada le estrechaba la cabeza y le arrastraba el pelo.<br />

Después de haberse perdido en su goce cabeza atrás, lo agarró y le hizo subir.<br />

Durante el beso de unos treinta segundos de largo que siguió, Marcos acercó su


vientre al de la mujer, penetrándola lentamente, agarrando sus nalgas. Las piernas de<br />

ella se encadenaron a la espalda del hombre empezando a subir y bajar como<br />

queriendo hacerle una paja con el coño, mientras él, inmóvil, sostenía el movimiento<br />

siempre más rápido de su musa.<br />

Ya no existía manera de escaparse. La espalda de la mujer hizo un arco perfecto hacia<br />

el suelo, y sus flancos de viola hicieron resonar notas agudas y graves, escalas<br />

orientales dibujaban arabescos en las sienes de Marcos que hizo un esfuerzo para<br />

detener su corazón al explotarse.<br />

<strong>Lo</strong>s sexos chocaban, se alargaban y volvían a chocar con más fuerza manteniéndose<br />

apretados por unos instantes. Más y más rápidos, más y más fuertes y descontrolados.<br />

<strong>Lo</strong>s amantes alcanzaban ya el éxtasis efímero y fugaz.<br />

La profundidad de los movimientos no llegaban a acercar la profundidad que los dos<br />

buscaban desesperadamente conseguir en el momento del placer. Entrar y deshacerse<br />

en el interior del otro, deshacerse así mismo por entrar en el cuerpo del otro y<br />

deshacerlo a su vez.<br />

El abrazo cúspide tan buscado y gozado llegó a ser doloroso, infierno y paraíso,<br />

júbilo y desaliento. Notas de vida que no puede llegar a ser otra cosa más que muerte,<br />

natural y mucho más dolorosa de lo que estaban acostumbrados.<br />

De repente un megáfono afuera llamó un tren, Marcos despertó de su sueño, la mujer<br />

despegó sus ojos de los de él, todavía a cuatros metros de distancia, se levantó de la<br />

silla, pagó el café y se fue abriendo la puerta de ingreso a la estación, dio la espalda a<br />

Marcos, que miró su culo traquetear, se levantó y volvió a casa con ganas de hacerse<br />

una paja.<br />

AZ


̶<br />

̶<br />

Por el amor de una mujer<br />

“En posición horizontal<br />

no hay nada nuevo que inventar”<br />

Pablo Milanés<br />

No hay como un buen polvo después de almuerzo, con la amenaza de una embolia<br />

rondándonos la erección y los humores.<br />

La acaricio buscando excitarla y ella ríe: la risa fácil que da una botella de vino.<br />

Del comedor, vamos juntos hacia el sofá, besos y besos, soltándonos los botones con<br />

cuidado de no romper las copas ni derramar su contenido.<br />

Le desajusto el sostén y aprieto sus senos, amasándole los pezones enhiestos y<br />

arrugados. Ella, con el mismo ímpetu, imita mis caricias.<br />

Ya las copas han rodado por la alfombra, dejándole una mancha húmeda. Su blusa, el<br />

sostén, mi camisa, también van allí, al pie de los muebles.<br />

Trato de comerme los lunares que por cientos manchan sus hombros.<br />

Eres una dálmata divina.<br />

La sala huele a sexo, burdel.<br />

Tengo los pantalones caídos hasta las rodillas, la falda se le ha transformado en<br />

cinturón.<br />

Caemos, dos fieras, en el piso.<br />

Hace noche adentro y, en la pantalla, Dumbo llora la prisión de su madre. Tanteando,<br />

ubico una silla y el ratón consuela a Dumbo. Una mano me agarra la bragueta.<br />

Por un bolívar te la hago.<br />

Dumbo hace caer la pirámide de elefantes y la tibieza de unos dedos baja y sube mi<br />

prepucio a ritmo acompasado.<br />

Dumbo está en un edificio en llamas. <strong>Lo</strong>s payasos-bomberos tratan de apagar la<br />

candela. Dumbo salta a un cubo de agua. Tengo la pinga tiesa-tiesa, casi a reventar.<br />

̶ Vamos, papito, llega, ¿sí?


̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

Dumbo bebe agua mezclada con champán y se emborracha. Jadeo, agarro los brazos<br />

del asiento desesperado. Hace noche en todas partes. Por fin me voy.<br />

<strong>Lo</strong>s cuervos cantan: «Nunca vi, ni nunca veré, a un elefante volar».<br />

La silla a mi lado está vacía.<br />

Despertamos, la boca seca y punzadas en las coyunturas del maxilar: El vino no era<br />

de los mejores.<br />

Aún desnudos, bebemos agua en la cocina.<br />

Me baño, y adiós. Mi esposo me está esperando.<br />

Rumbo a la ducha, vemos que las cortinas de la sala están abiertas. Desde el balcón<br />

de enfrente, una anciana nos mira.<br />

¡Qué vergüenza!<br />

No, chica. – Me agarro el pene flácido y lo meneo apuntando a la vieja –. ¡Mira de<br />

lo que te perdiste! – le grito.<br />

Riendo, entramos a la regadera. Bajo el agua, busco recomenzar.<br />

Otro día. Joaquín me está esperando.<br />

Se seca, se viste, se maquilla y «¡Mua! Chao».<br />

¿Me llamas?<br />

Seguro. Salúdame a Joaquín.<br />

La vieja, desde el balcón, pícaramente, mueve el índice derecho como sermoneando.<br />

Cierro las cortinas.<br />

Hace calor. Estoy semidesnudo acostado en la hamaca. Mamá y papá trabajan todo el<br />

día. Después de almuerzo se marcharon.<br />

Hace calor y no quiero abrir las ventanas: la luz de la tarde me molesta.<br />

Julia limpia en el cuarto contiguo. Tiene buenas piernas. Tras la falda se le adivinan<br />

unas grupas firmes, macizas.<br />

Me levanto en interiores y cruzo hacia la habitación donde está. Paso a su lado y le<br />

pellizco una nalga. Sigo hasta la cocina, carcajeándome de su protesta.<br />

Tomo agua y regreso. Me aproximo y la abrazo desde atrás. Se molesta, trata de


̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

zafarse, pero me aferro a sus senos y le chupo la nuca. Meto mano entre la falda hasta<br />

que deja de forcejear y busca mi boca con su boca.<br />

Siento que voy a explotar cuando me baja los calzoncillos de un zarpazo y me hala<br />

hacia ella en el suelo. Con la mano me dirige inequívocamente y no aguanto dos<br />

sacudidas.<br />

Ay, niño, se fue muy rápido. Hágame con el dedo.<br />

Julia se agita, se contorsiona, expira.<br />

Mientras yace, estudio su cuerpo. La erección regresa y quiero entrar.<br />

No, usted no sabe. Déjeme enseñarle me dice cariñosa.<br />

Las clases empiezan esa misma tarde. Se prolongan día a día. Conozco su boca, tus<br />

manos, tu vagina y, cuando menstruas, tu culo envaselinado, Julia.<br />

A media tarde lavo los peroles del almuerzo. Recojo la mesa. Preparo un sánduche y<br />

descubro que faltan varias cosas: sal, cerveza, fruta. Decido ir al abasto.<br />

Allí me encuentro con la vieja del balcón. Me hago el distraído, pero ella me<br />

intercepta con su carrito de compras.<br />

̶ Eres tremendo ̶ me dice en voz baja ̶ . Te ves mejor desnudo ̶ y continúa su<br />

recorrido.<br />

Huyo. No se sabe qué se le puede ocurrir a estas locas. Mejor evitar escándalos.<br />

Tibisay es compañera de liceo. Una rubiecita dulce y bella con unos ojos verdes de<br />

este tamaño.<br />

Estudiamos juntos en su casa. Estamos solos.<br />

La veo leyendo el cuaderno de apuntes y me tiro el lance.<br />

Tibi, me gustas, te quiero le susurro temeroso mientras la tomo de la mano.<br />

Ay, chamito. Tú también me gustas.<br />

Nos besamos. Mi lengua explora su boca, le cosquillea el paladar, se enreda con su<br />

lengua.<br />

Palpo sus senos por encima de la blusa, sin dejar de besarnos, se la desabotono y le<br />

suelto el sostén. Ella me acaricia la espalda.


̶<br />

Quiero ir lo más lejos posible.<br />

Ella dice que no.<br />

Trato de convencerla.<br />

Sentimos que abren la puerta de la calle. Nos arreglamos y volvemos a los libros.<br />

Se perdió el chance.<br />

Fumo y oigo música instrumental: Fausto Papetti. Iliana ya se debe haber encontrado<br />

con Joaquín. «¡Hola, vida! ¿Cómo estás? ¡Mua! ¡Mua! ¿Esperaste mucho?», y habrán<br />

comenzado la noche.<br />

No estaría mal que yo iniciara la mía. Es noche de sábado y la ciudad ofrece mil<br />

oportunidades.<br />

Busco una chaqueta y una corbata. Me afeito y aplico colonia en la cara: un<br />

refrescante ardor. «Eres tremendo», me dijo la vieja. Frente al cristal sonrío:<br />

Es verdad.<br />

Julia salió preñada de un novio con el que se encontraba los fines de semana. Se casó,<br />

y me dijo adiós con un beso.<br />

Llego de madrugada, medio entonado por el alcohol, tratando de no despertar a mis<br />

padres. Tengo sed. La fiesta estuvo del carajo. Voy a la cocina por un vaso de agua.<br />

Tibi y yo bailamos hasta el cansancio. Está divina mi novia bella, pero no quiere<br />

aflojarme nada, sólo besos terribles que me exasperan y me dejan doliendo los<br />

testículos. Bebo dos, tres vasos, una botella de agua completa. ¡Ah! Tibi me dejó<br />

ansioso.<br />

Amelia sustituyó a Julia. Duerme en el cuarto adjunto a la cocina. Es chiquita y<br />

rellena, casi gorda. Hace su trabajo bien y es de pocas palabras. <strong>Lo</strong>s viejos están<br />

contentos y... ¿Por qué no?<br />

Dejo encendida la luz. Amelia duerme sin acobijarse, tiene la dormilona desarreglada,<br />

puedo verle la comisura de las nalgas. Me bajo los pantalones y me quito la camisa<br />

para metérmele en la cama. La acaricio y ella apenas se incomoda y cambia de<br />

posición. Le sobo el clítoris por encima de la ropa interior. Gime y ahora sí se


̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

sobresalta y abre los ojos:<br />

¡¿Qué vaina es?!<br />

Le tapo la boca con un beso y apresuro la estimulación de la vulva con mi mano.<br />

No se lo diga a nadie dice al claudicar.<br />

La pasé de verdad, verdad, de lo mejor. Buen whisky, agradable plática insustancial<br />

con los habituales del club; música y bocadillos de los que sólo Gilbert prepara.<br />

¡Tronco de barman, ese negro! Por hoy, cero mujeres, hay que descansar.<br />

Conduzco por la autopista pendiente de los otros carros: es sábado social y mucho<br />

loco anda pasadísimo de tragos.<br />

Son las tres de la madrugada y, ¡gracias a Dios!, llego ileso. Estaciono, cierro el auto<br />

y, con la chaqueta en el hombro, entro al edificio.<br />

Metiendo la llave en la reja, oigo timbrar mi teléfono.<br />

¡Coño, qué habrá pasado!<br />

Apuro la entrada para contestar.<br />

Aló. ¿Joven? Es su vecina. Estaba preocupada por su tardanza. Sólo quería darle las<br />

buenas noches. Hasta mañana.<br />

Cuelga antes de que pueda mentarle su madre, que en paz descanse.<br />

Regreso a cerrar la puerta. Comienzo a desvestirme y veo que en el edificio de<br />

enfrente se apaga la luz.<br />

¡Vieja de mierda!<br />

El bachillerato termina y uno forzosamente se va de casa. Adiós, mamá. Adiós, papá.<br />

Adiós, Tibi. Adiós, Amelia.<br />

Dálmata, el fin de semana fue infernal. No es ningún halago, nada que ver contigo.<br />

La vieja. No imaginas la persecución. El acorralamiento.<br />

El domingo, cuando fui a comprar el pan del desayuno, me atajó en la esquina.<br />

¡Bello! me piropeó, guiñándome el ojo.<br />

Mientras veía el básquet por televisión, me llamó por el teléfono:


̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶ ¿Te aburres, papi?<br />

Al mediodía tocó a mi puerta.<br />

̶ Te invito el almuerzo. Estar tan solo no es lo mejor para un hombre como tú. ̶ Le<br />

tranque la puerta de un empujón.<br />

Por la tarde, me esperó en el parque donde troto:<br />

Esos no son los ejercicios que te convienen.<br />

En la noche, de nuevo el teléfono:<br />

Descansa, necesitas ahorrar fuerzas.<br />

¡Estoy que me pego un tiro, Dálmata!<br />

Carlos ronca con tanta fuerza que sobrepasa a la cumbia. En la pista, una gorda baila<br />

haciendo un pobre striptease. Comprendo a Carlos, pero me es imposible contener la<br />

risa.<br />

Dos anfitrionas se sientan con Javier y conmigo.<br />

̶ Hola, chicos. ¿Por qué tan solos? ̶ nos dice una morena casi imperceptible en la<br />

penumbra del local.<br />

La otra señala a Carlos y le comenta a Javier algo sobre él que no puedo descifrar<br />

entre los ronquidos y la cumbia.<br />

¿No me invitas un trago?<br />

Claro, nena. ¿Qué quieres?<br />

Champaña.<br />

Oye, corazoncito, no te afinques, mira que apenas soy estudiante.<br />

Ella toma uno de mis cigarros de la mesa, aguarda a que se lo prenda, aspira, bota el<br />

humo y se levanta.<br />

Chao, amor, no puedo perder tiempo.<br />

La compañera de Javier me dice, casi me grita, que «tranquilo, chamo, yo te busco<br />

otra».<br />

La gorda ha terminado de desnudarse y la luz se apagó por completo. La cumbia da<br />

paso a un merengue. En la pista, otra gorda baila y simula coitos con el piso y las<br />

paredes, al medio iluminarse de nuevo el local. Carlos no se inmuta y sus ronquidos<br />

permanecen.


̶<br />

̶<br />

̶<br />

̶<br />

Raiza, la anfitriona de Javier, ha regresado con Ximena.<br />

Ésta sí es chévere, chamín.<br />

Hemos pedido una botella de whisky para los cuatro. Ximena me cuenta que vino de<br />

un lugar con zancudos gigantes y palmeras de colores, donde se canta todo el día para<br />

ahuyentar al hambre y al miedo.<br />

Carlos ronca y lo dejamos allí tirado en el diván, mientras otra gorda zigzaguea una<br />

guaracha, mientras titilan las luces, mientras dos parejas subimos a las habitaciones.<br />

Bien barato, amor, que me caes bien.<br />

Regreso del trabajo con las palabras de Iliana impresas en las neuronas.<br />

Tomo café recién hecho: «Sí, tengo que sacarme a esta loca de encima».<br />

Ubico una poltrona en el balcón.<br />

La anciana, desde el frente, saluda con la mano, y me envía besos.<br />

Me quito la camisa, los zapatos, las medias, los pantalones, el boxer. Me siento<br />

desnudo en la butaca y respiro profundo.<br />

La vieja se empina apoyándose con interés en la baranda.<br />

Con los ojos cerrados, convoco a los dedos del cine, a las nalgas de Julia, a las tetas<br />

de Amelia, a los besos de Tibi, a las risas del burdel, a los lunares de Iliana.<br />

Templo el pene con el furor de la mano.<br />

Sudo.<br />

Me tetanizo totalmente.<br />

Irrigo el aire con la esperma.<br />

¡Prefiero botarla, antes que complacerte, vieja! le grito.<br />

Pero ella sonríe.<br />

AR


No subas a aquel tren<br />

Llegué al tercer andén, y me acerqué a la máquina de sellar billetes: fuera de servicio.<br />

Seguí a lo largo del andén, a la mitad había otra máquina de sellar billetes, tampoco<br />

funcionaba. Era un día sofocante. Seguí andando y llegué a la última máquina al<br />

final del largo andén; la lucecilla estaba en verde pero cuando introduje el billete no<br />

pasó nada: no servía. Afuera de la locomotora había una revisora de billetes: expliqué<br />

mi situación pidiéndole que me validase el billete, pero ella me dirigió unas pocas<br />

palabras apáticas y se puso a hablar por el móvil. Mientras paciente esperaba que<br />

concluyese su conversación un tubo me soplaba aire caliente desde bajo la<br />

locomotora. –Vete al paso subterráneo- me dijo al final –y utiliza la máquina de otro<br />

andén- Irritado, tuve que obedecerle. No entendía por qué se ponían tantos problemas<br />

para escribir la fecha y la hora de validación en mi billete. Cuando por fin logré<br />

sentarme en un vagón tomé mi libro de la mochila y empecé a leer. El calor, en el<br />

interior, era insoportable, aun cuando todas las ventanillas estuviesen abiertas. A<br />

través de los vidrios podía ver otras personas empeñadas con la máquina de sellar<br />

billetes; nadie parecía muy feliz. Después de pocas páginas de lectura mi móvil<br />

empezó a sonar; puse mi billete entre las páginas como señalador y contesté.<br />

-¿Hola?-<br />

-¡Hola Fury!<br />

-¿Quién habla?-<br />

-¡Soy yo, Pablo!<br />

-¿Qué tal Pablo?-<br />

-Bien. ¿Qué haces hoy por la noche?-<br />

-Tenía pensado verme una peli, La tienda de los horrores.-<br />

-¡Vale!-<br />

-Aún estoy en el tren, nos vemos a las nueve y media en mi casa, ¿vale?-<br />

-Vale, vale-<br />

-Si por esa hora aún no estoy allí me esperas fuera y cuando llego me pegas-<br />

-Me parece bien-


-Pero sin matarme, y sin dejarme inválido-<br />

-<strong>Lo</strong> intentaremos-<br />

-Hasta luego, entonces-<br />

-¡Hasta luego!-<br />

Colgué, y volví a mi libro.<br />

-¡Quita esos pies del asiento!- chilló una voz súbita y severa. Era la revisora. Quité<br />

los pies que había cómodamente puesto encima del asiento vacío enfrente del mío.<br />

Mientras tanto ella sacó una libreta.<br />

-No pensará hacerme una multa...- le dije –La gente acostumbra poner el culo en los<br />

asientos, lo que es más asqueroso que un par de pies-<br />

Miré la cara que puso la revisora y entendí enseguida que hubiera sido mejor<br />

quedarme callado. Recibí la multa mientras que una vieja sentada en mi lado me<br />

miraba con desdén.<br />

Una vez acabado el desdichado acontecimiento capté en el otro lado del vagón un<br />

chico con la piel color crema de nata que llevaba una camiseta sin mangas de un<br />

equipo de básquetbol. De repente sentí el deseo de lamerle un brazo: “chocolate”<br />

pensaba “chocolate...” mientras mi boca se llenaba de saliva y mi estómago se<br />

retorcía. La vieja sentada en mi lado se levantó y salió del vagón. Poco después el<br />

tren se paró y la vi bajar. Eché un vistazo al asiento que estaba a mi izquierda. El<br />

bolso, la vieja demente había olvidado el bolso. Me asomé en la ventanilla e intenté<br />

llamarla: -¡Señora! ¡Perdone, señora!- grité – ¡Su bolso, señora!- Pero fue inútil; la<br />

vieja había desaparecido en el paso subterráneo. El tren arrancó y yo volví a<br />

sentarme.<br />

El negro me miraba y su carne marrón seguía dándome gula. Sentí cierto deseo de<br />

hacer sexo con él y me di un poco de asco.<br />

-¿Te gustaría darme por el culo?- me preguntó él de repente. Me quedé tan<br />

sorprendido que no conseguí contestar.<br />

-¿Te importaría follarme por el culo?- repitió él.<br />

-Ejem... ¿estás hablando conmigo?- conseguí preguntarle.


-Claro. ¿Quieres que vayamos al retrete?- Miré alrededor. Aquella conversación<br />

estaba empezando a ponerse complicada. En el cuadrado de asientos detrás del negro<br />

una joven mujer me miraba escandalizada.<br />

-Escucha- siguió el negro – ¿Por qué no saboreas mi carne marrón?-<br />

-La... la...- tartamudeaba yo.<br />

-¡Adelante! ¡Lámela! Como si fuera chocolate-<br />

Percibí que mis entrañas se removían y que mi estomago rogaba por un poco de<br />

aquella carne. Pero no quería hacerlo, hubiera sido asqueroso, pensaba, asqueroso...<br />

¡Yo no era maricón! Sin embargo parte de mí (mi lado irracional, supongo) deliraba<br />

por lamer aquel brazo... marrón. Intenté pensar como si fuera mierda, mierda marrón.<br />

Pero me volvió a la mente el chocolate. Él estaba ahí, sin moverse, y yo estaba<br />

sentado y tampoco me movía y yo también le miraba mientras que mi corazón latía<br />

fuerte en mi pecho y mi estomago refunfuñaba. De repente él se quitó los pantalones<br />

enseñándome una polla enorme. Mi polla se endureció. “No es posible” pensé “¡Se<br />

me ha puesto dura! Entonces yo.... ¡YO SOY MARICÓN!- Desgraciadamente, sin<br />

hacerlo a propósito, pronuncié estas últimas palabras en voz alta. La mujer que estaba<br />

sentada detrás del negro huyó llorando. El negro, en pelotas, me miraba. Yo tragué un<br />

poco de saliva. El tren se había quedado vacío, yo me levanté con piernas temblantes,<br />

algo raptado. Sólo se oía el ruido de las ruedas del tren en las vías. Con incertidumbre<br />

me puse a su lado y le lamí el brazo; me gustó, le di un mordisco y él respiró hondo,<br />

con la mano izquierda cogí su polla y empecé a masturbarlo. Empezó a jadear. Era<br />

guapo, tenía un rostro guapo, sin pelos, me gustaba; estaba gustándome. Ni siquiera<br />

hubiera podido imaginar que pudiera pasarme algo así: pero ahí estaba, tenía la polla<br />

dura, la froté en su pierna, él sintió, entendió, metió los dedos de su mano derecha<br />

bajo el borde de mis pantalones, yo dejé por un segundo su grande órgano latiente<br />

para desabrocharme los vaqueros, entró en mi ropa interior con toda su mano negra,<br />

empezó a tirar y empujar la piel de mi pene y mientras yo también jadeaba, cachondo,<br />

sentía las venas de mi polla hincharse bajo sus dedos. Palpaba sus abdomilales y su<br />

pecho mientras saboreaba su sólida carne marrón que ahora era más sabrosa e<br />

irresistible por el peculiar aroma del sudor, síntoma inconfundible del estado de


excitación, llevaba a mi lengua, hecha grumo de papilas gustativas jubilosas al sabor<br />

ligeramente salado que mis labios, apretando, exprimían de él, ávidos. Fue en este<br />

nirvana de pulsiones incontrolables que sentí algo empujar, desde dentro, contra el<br />

capullo de mi pene. Sabía de qué se trataba: -¡Apriétalo más!- le dije –Sí- contestó.<br />

Duró unos treinta segundos más, luego me saltó la tapa. Jadeaba desalentado entre<br />

sus piernas sin parar de tirar y empujar la piel de aquel pene colorido. Hasta que a él<br />

también le saltó la tapa. Estaba confundido. Su piel, pensaba, es tan... suave...<br />

sabrosa... Mi cabeza daba vueltas a ciento veinte kilómetros por hora. Nos<br />

arreglamos, y nos miramos a los ojos.<br />

-Mi nombre es Jimmy- dijo él estirando su mano derecha hacia mí.<br />

-Yo soy Fury- contesté apretándola y sacudiéndola un poco mientras me sentaba en<br />

frente de él. Estaba a punto de decir algo, pero Jimmy habló antes.<br />

-¿Y tú quién eres?- preguntó mirando a su izquierda mientras rebuscaba algo en su<br />

bolsillo. Yo miré a mi derecha, que al fin era la izquierda de Jimmy: un chico de<br />

como un metro y cincuenta de altura estaba ahí, parado de pies, en el estrecho pasillo<br />

que había entre las dos filas de asientos. Tenía pinta de estar ahí hace bastante rato:<br />

¿Cómo no lo había notado antes?<br />

-Te corriste en sus pantalones- dijo el chico mirándome.<br />

-¿Cómo te llamas?- le preguntó Jimmy sin dar atención al chorro de esperma que de<br />

hecho adornaba sus tejanos.<br />

-Me llamo Stefano- dijo el chico.<br />

Jimmy había sacado del bolsillo un pedacito de una substancia que reconocí ser<br />

hachís, y la estaba calentando con el mechero. Estaba muy desorientado. Entonces:<br />

acababa de hacerle una paja a un negro y él acababa de hacerla a mí, esto ya podía ser<br />

bastante. Pero ahora me daba cuenta de que un chico de unos doce o trece años lo<br />

había mirado todo mientras que el negro ese, Jimmy, estaba haciéndose un porro en el<br />

medio del vagón.<br />

-¿Cuántos años tienes, Stefano?- preguntó Jimmy mientras humedecía con su saliva<br />

el borde del papelito para liar.<br />

-Trece- contestó el mocoso.


¡Joder! trece años. Yo a su edad no había visto un porro aun, ni mucho menos dos tíos<br />

masturbándose.<br />

Pero él no parecía turbado.<br />

-¿Sabes qué es esto?- le preguntó Jimmy agitándole el porro enfrente. Stefano,<br />

titubeante, dijo que no.<br />

-Es un porro- declaró Jimmy, con la actitud de quien tiene que apacentarse para<br />

enseñar a los inexpertos –Y se fuma-<br />

El chico se quedó callado.<br />

-¿Has fumado nunca un porro, Stefano?-<br />

El chico señaló que no con la cabeza.<br />

-¿Y un cigarro?-<br />

Tampoco.<br />

Jimmy quemó un extremo del canuto y aspiró por el otro escupiendo una nube de<br />

humo denso y gris.<br />

-Escucha- intervine yo –Está prohibido fumar en el tren y sería mucho más razonable<br />

evitar...-<br />

Jimmy me interrumpió posando su dedo índice en mis labios y silbando un<br />

suavemente “shhh” entre los suyos. Me pasó el porro y yo di una calada muy honda.<br />

Por cierto, era lo que necesitaba: en ocasiones similares no hay nada que hacer sino<br />

ofuscarse las ideas para sustentar el peso de lo absurdo. Pasé el porro a Stefano quien<br />

lo trajo a su boca y aspiró dudoso: hizo una gran nube de humo tosiendo.<br />

-¡No se hace así!- lo reprochó Jimmy -¡No lo has inhalado!- Siguió una extraña<br />

explicación sobre cómo usar el hachís de forma óptima. Stefano demostró ser buen<br />

alumno y después de varias pitadas acabó abandonándose blandamente en el asiento,<br />

con una sonrisa imbécil imprimida en la cara. El porro había vuelto a mis manos<br />

cuando reapareció la boletera. Estaba más cabreada que nunca.<br />

-¿Qué estáis haciendo aquí?- chilló con los ojos desorbitados. Jimmy estaba a punto<br />

de contestarle pero yo, como que el porro me había puesto descarado, hablé primero.<br />

-Estamos fumándonos un porro- dije levantándome y escupiéndole el humo en la<br />

cara. Ella empezó a chillar agitando amenazadoramente la libreta de las multas en el


aire y declarando que iba a llamar la policía. Pero dos segundos después estaba<br />

horizontal en el suelo mientras yo, agachado sobre ella, le aporreaba la cara a<br />

puñetazos. Y cuando el ruido de mis golpes empezó a cambiar de sonido pasando<br />

desde un seco “THUD-THUD” hacía un siniestro “CHAK-CHAK” oí en mi oído<br />

derecho la voz leve de Jimmy: -Hey, hey- me dijo sacudiéndome ligeramente por los<br />

hombros.<br />

–Basta ya-<br />

Me paré. –Fuma un poco- me dijo enseñándome la china. Le di otra pitada. Él se<br />

acercó a la revisora que estaba en el suelo y no se movía, le levantó ligeramente la<br />

cabeza sujetándole la nuca.<br />

-¡Dale una calada al canuto, guapa!- le dijo metiéndole el porro entre los labios. Pero<br />

ella no reaccionó. En cambio el filtro se había manchado de sangre. Jimmy inhaló<br />

hondamente, se le tapó la nariz, y con un beso lleno de pasión le escupió el humo en<br />

la boca. Pero cuando la dejó ella volvió a caer desfallecida, golpeando con la cabeza<br />

el peldaño que corría a lo largo de todo el vagón, entre la pared y el suelo del pasillo.<br />

-Sería mejor bajar en la próxima estación- dijo Jimmy mirándome desde abajo, aún<br />

agachado al lado de la boletera. Yo convine. Luego se dirigió al chico:<br />

-¿Viajas solo?- le preguntó.<br />

-¿Qué?-<br />

-¿Estás solo o estás con tus padres? ¿O con unos amigos?-<br />

-Estoy solo-<br />

-¿Y adónde vas?-<br />

-A Lecco- contestó el chico.<br />

-Bueno, iremos juntos- declaró Jimmy –Pero iremos andando, y tú vendrás con<br />

nosotros. Ya estás metido en este asunto y no te convine quedarte en este tren-<br />

El chico, Stefano, dijo que estaba de acuerdo y pareció asombrosamente frío.<br />

El tren frenó entrando en una estación de pueblo y, mientras íbamos a salir, dejé caer<br />

la mirada sobre el bolso que la vieja había olvidado en el asiento. Me lo pensé por un<br />

segundo, luego lo agarré. Bajamos en la pequeña estación y yo me dirigí a los aseos<br />

públicos, me cerré adentro y rebusqué en el bolso, encontré la cartera, saqué unos


illetes, los guardé en mi bolsillo. No parecía haber otras cosas interesantes. Tiré todo<br />

lo que sobraba en el wáter. El carné de identidad de la vieja flotaba encima de las<br />

demás cosas. Hice una meada encima de su cara arrugada.<br />

GM


NO FICCIÓN<br />

La lengua de Eros<br />

La realidad amorosa es la fuente de un poderoso lenguaje que comunica los cuerpos,<br />

pero que desaparece en cuanto trasciende la intimidad y se socializa.<br />

<strong>Lo</strong> que llamamos lenguaje erótico es en realidad un artificio lingüístico que en cierto<br />

modo traiciona el lenguaje amoroso original. Este lenguaje, que excita el cuerpo de<br />

los amantes, es expresión de una realidad acotada en el abrazo. Se trata de un<br />

lenguaje hecho de sonidos ininteligibles, fonemas inarticulados y palabras -quizás<br />

reconocibles, domésticas, ordinarias y procaces en el mundo exterior-, que en ese<br />

momento y lugar tienen la virtud de transformar la mecánica del acto sexual en una<br />

metáfora de los sentidos y disolver la carne en algo genuino y luminoso.<br />

Por esta razón, cuando los amantes entran en el territorio de la intimidad dejan en la<br />

frontera social el lenguaje instrumental con el que se comunican con los demás y<br />

emplean uno propio, original e intransferible, que, apartándolos de todo aquello que<br />

los enajena de su propio mundo, los adentra en un universo donde el placer es<br />

representación sentida de la eternidad. Un universo donde las palabras sociales se<br />

revelan inútiles para definir y expresar esa realidad hecha de pálpito e intensidad. Si,<br />

por ejemplo, decimos «caricia» es tan amplio el campo semántico social de esta<br />

palabra que es imposible que transmita todo lo que el gesto que representa lleva<br />

consigo. La palabra no puede transmitir lo que produce el roce en la piel, el temblor<br />

interior del sexo, la temperatura de los labios, el recorrido por las curvas, volúmenes<br />

y anfractuosidades del cuerpo. La lengua social no puede penetrar al fondo de la<br />

caverna de Eros y, detenida en su boca por la convención, busca la complicidad de los<br />

labios para someter el símbolo e igualmente fracasa. Mas, en la insistencia y en la<br />

repetición de ese fracaso, la lengua de los amantes encuentra el ritual que expresa el<br />

sentido de la carne viva y, en esta liturgia, ellos se descubren hablando un lenguaje<br />

que no responde al orden lingüístico sino al exclusivo orden del placer sexual, que es<br />

indefinible e innombrable. Sagrado.<br />

De esta cualidad del placer se infiere que en su jurisdicción, el significante precede al


lenguaje y el significado es extra verbal. No puede, por tanto, hacerse inteligible sino<br />

en ese instante y en ese lugar, y en correspondencia a la sinceridad de los cuerpos de<br />

los amantes. Hecho este que pone de manifiesto que la carne necesita de la expresión<br />

del espíritu que la aviva para elevarse por encima de su materialidad.<br />

Pascal Quignard en Vida secreta afirma que «los hombres y las mujeres sólo pueden<br />

entretejer relaciones profundas cuando empiezan por hacerse cargo de los hilos<br />

verbales y emotivos más espontáneos que preceden a la lengua adquirida, por<br />

remontar uno a uno los telares de los rituales más antiguos que constituyeron las<br />

sociedades animales…» Hablamos entonces del instinto como sustrato de este<br />

lenguaje cuyas partículas significantes son desprendimientos espontáneos de los<br />

sentidos –olfato, tacto, visión, sabor, audición-, manifestaciones de la mecánica<br />

aeróbica – respirar, jadear, acezar- y fonemas primarios –aullidos, gemidos-, que a<br />

veces se articulan en voces propias del cuerpo sosteniendo el significado único del<br />

placer. Esto explica que, mientras la caricia guía incansable el acto sexual, el lenguaje<br />

erótico se fragmenta según el ritmo respiratorio de cada lengua.<br />

Si el instinto es el fundamento de la lengua de Eros, entonces cabría preguntarse<br />

dónde está el amor. Dada su potencialidad creativa, este sentimiento es uno de los que<br />

más ha sufrido la manipulación cultural, religiosa, política y económica, cuyo<br />

desarrollo y explicación excede este apunte. Pero convengamos con Octavio Paz<br />

cuando afirma en La llama doble, que «el erotismo y el amor son formas derivadas<br />

del instinto sexual: cristalizaciones, sublimaciones, perversiones y condensaciones<br />

que transforman a la sexualidad y la vuelven, muchas veces incognoscible.» El amor<br />

es el sentimiento que espiritualiza el instinto confiriendo al acto sexual un significado<br />

trascendente. El amor, en relación a este particular lenguaje, es esa pulsión natural<br />

que identifica a los amantes, humaniza la cópula y convierte los gestos y los sonidos<br />

guturales en secreto código de comunicación. El amor, entendido como expresión de<br />

entrega espiritual, legitima y da sentido a la entrega de los cuerpos y contribuye a la<br />

veracidad del lenguaje en el que se expresan. Esta es la razón por la que pueden<br />

considerarse sinónimos los adjetivos «erótico» y «amoroso». Por esto también cabría<br />

consignar que la lengua de Eros queda limitada o desaparece cuando los amantes


arrastran a la intimidad la falsedad, los prejuicios y los tabúes del exterior.<br />

El amor, aunque con su poderosa fuerza identificadora no logra borrar la cicatriz que<br />

deja la individuación en el abrazo de los amantes –pensemos en la escultura El beso,<br />

de Brancusi-, sí consigue hacer más íntima la cópula, más intenso y genuino el<br />

lenguaje que amalgama -como la argamasa los ladrillos de las paredes de la<br />

habitación donde se hallan-, las partículas elementales del placer. De aquí que con el<br />

orgasmo, momento culminante del placer en el que la carne comprimida se abre, los<br />

cuerpos se disuelven y la felicidad poluciona el cosmos acotado del abrazo, el<br />

lenguaje de los amantes estalla en risa gozosa, a veces reconocible como tal y otras<br />

como un hondo suspiro o un bramido interior, vestigio sonoro de un tiempo y un<br />

encuentro que se pierde como un rumor del alma tragado por el silencio.<br />

Entonces, si la lengua de Eros es asocial y secreta, cabe deducir que aquello que<br />

llamamos lenguaje erótico es un artificio lingüístico de la sociedad. Una sombra<br />

fónica de la intimidad traducida a la lengua social para uso y disfrute común. El<br />

lenguaje erótico social está inficionado por el eufemismo obligado por la represión<br />

cultural que instrumentan los poderes político y religioso, o por un léxico procaz que,<br />

con la pretensión de auténtico, animaliza y degrada todo vínculo erótico. La literatura<br />

no sólo cae en la trampa del artificio del lenguaje erótico social, sino que pone en<br />

patética evidencia los límites de la lengua para nombrar lo innombrable. Quizás el<br />

lenguaje poético es el que más se aproxima al lenguaje erótico porque ambos son<br />

movidos por la imaginación. Ambos son potencialmente capaces de construir la<br />

metáfora que, como tal, designa aquello que está más allá de la evidencia. El lenguaje<br />

erótico metaforiza el acto sexual convirtiéndolo en rito de los amantes y el lenguaje<br />

poético metaforiza la exploración y, al hacerlo, erotiza la cópula de los sonidos que<br />

seduce a los lectores. Sin embargo, la vulnerabilidad del lenguaje poético a la<br />

socialización y a la excesiva exposición al tópico, limita sus posibilidades de una<br />

aproximación mayor al lenguaje erótico. En cualquier caso, el lenguaje poético<br />

siempre habrá de recurrir a la perífrasis para expresar lo que el lenguaje erótico puede<br />

decir con un gesto que es la vez una caricia, un adiós o el vuelo de un ave.<br />

AT


La tecnología es el nuevo fetiche<br />

Son las 3 de la mañana. Acabo de llegar a casa. Estoy borracha y cansada, pero no<br />

tengo ganas de dormir. Esta noche no he ligado y me apetece sexo. Me meto con mi<br />

ordenador en la cama y me lo pongo entre las piernas. Tecleo en la barra del<br />

navegador chatroulette.com (una web para chatear en la que se tiene sexo on line con<br />

desconocidos) y me aparece una ventana advirtiéndome de que mi imagen puede ser<br />

grabada. Acepto.<br />

A mí me da igual que me graben y que utilicen mi imagen para lo que sea. Porque<br />

considero que mi dignidad va más allá de la imagen de mi cuerpo desnudo y abierto<br />

de piernas en la red. Es más, considero que esa es mi dignidad. Trabajo en torno a la<br />

sexualidad, la postpornografía y los nuevos feminismos, así que mi cuerpo es mi<br />

campo de batalla. Aunque en la sociedad en la que vivimos el hecho de mostrarme es<br />

considerado una humillación. Un hombre no tendrá muchos problemas, a no ser de<br />

que muestre prácticas tales como homosexualidad, transexualidad, fetiches y otras<br />

prácticas fuera de la heteronormatividad.<br />

Pero los viejos tabues en torno a la sexualidad de la mujer persisten y somos<br />

consideradas unas guarras si nos negamos a mantener nuestras piernas cerradas en el<br />

espacio público.<br />

Nosotras reivindicamos esa guarrería. Putas, guarras y orgullosas. Y cuando digo<br />

nosotras me refiero al movimiento postporno. Me refiero a Diana Pornoterrorista, a<br />

las Post Op, a la Quimera Rosa, a Helen la Zorra Suprema, a Itziar Ziga, a Klau<br />

Kinky y a tantas otras. Y también a todos esos hombres fuera y dentro del<br />

movimiento que se muestran penetrados por dildos imposibles, que reniegan de una<br />

masculinidad hecha de roles de género normativos. Hombres que deciden plantear<br />

una nueva masculinidad donde se alían feminidades y feminismos.<br />

En otras sociedades, lejanas y remotas, la exhibición de la vulva era una muestra de<br />

fuerza y de honor. Ana Suromai se llama. Mujeres que exponen sus genitales y con<br />

ello aplacan la ira de monstruos y dragones, mujeres que enseñan sus coños abiertos<br />

al mar para que este no se enfurezca y les traiga a sus maridos marineros de vuelta.


“La mar es posa bona cuan veu el con d´una dona”, reza un antiguo dicho catalán.<br />

Qué lejos nos quedan ahora esos dichos, esas esculturas, esos dibujos y esas estatuas<br />

de mujeres mostrándose.<br />

En la sociedad en la que vivo, las mujeres exponen sus vulvas en primerísimos<br />

primeros planos en la pornografía o en la silla de la clínica ginecológica.<br />

Llena de orgullo contemplo mi coño abierto en la pantalla de mi mac. Tengo la<br />

máquina entre las piernas, sujeta firmemente, de modo que la web cam graba mis<br />

genitales. En chat roulette puedes chatear con cámara con desconocidos. Vas<br />

apretando la tecla de next hasta que te encuentras con alguien que te seduce y con<br />

quien te apetece pasar un rato. Es azaroso con quien te vas a encontrar, sólo puedes<br />

darle al siguiente y rara vez repites partenaire. Sobre todo te encuentras con pollas en<br />

erección, y sí, hay pocas chicas. Con lo divertido que es. Y muy práctico. Llegas a<br />

casa tarde y cansada y sin haber ligado y tienes ahí a tu disposición a un montón de<br />

carne sólo para ti.<br />

Voy a por faena. Empiezo a pasar ventanas y me encuentro con un grupo de chicos.<br />

Me quedo. Hi. Hi. Me encantan los grupos, son muy divertidos. Jugamos. Haz esto,<br />

haz lo otro. De repente me preguntan si soy un hombre y la pregunta me desconcierta<br />

porque la obviedad de mi desnudo integral se muestra clara y concisa. Insisten. Me<br />

preguntan si me he operado. Si me he puesto tetas, si me he quitado la polla y me he<br />

construído un coño. La sangre fluye ahora en dirección opuesta. De mis genitales a<br />

mi cabeza. Me pongo a pensar y dejo de pajearme. ¿Por qué estos chavales me están<br />

preguntando esto? Creo que lo sé. Hoy estoy obvia, sin preliminares, directa, quiero<br />

sexo y punto. No estoy tímida ni discreta ni pasiva. Es el comportamiento que la<br />

sociedad asocia a la masculinidad, así que estos machitos heteros no pueden asumir<br />

que una persona con un coño entre las piernas pueda salirse del rol de género<br />

femenino clásico y navegar con un rol activo. Tiene que ser un hombre.<br />

A veces me dicen que soy muy masculina, pero quien me dice algo así sólo está<br />

mostrando sus prejuicios con respecto a lo que debe ser un hombre en contrapartida a<br />

una mujer. La feminidad versus masculinidad. Como si el género no fuera algo que<br />

fluye y que navega y que cambia y que nunca se mantiene estático. Qué cansancio ser


siempre agresiva dominante. Estoy segura de que todos esos machos heteros no lo<br />

aguantan tampoco y que se mueren de ganas de jugar con su feminidad. Si todos<br />

hiciéramos un poquito más lo que nos viene en gana y un poquito menos lo que<br />

creemos que tenemos que hacer.<br />

Hago click en el botón de next y busco un nuevo partenaire en el chat roulette.<br />

Chicos, ahí os quedaís. Ni me despido de los chavales que están convencidos de mi<br />

transexualidad. Next. Next. Next. Me encuentro a un chaval que parece interesado en<br />

lo mismo que yo, una paja a dos para aliviar la tensión de la noche. Nos ponemos,<br />

chateamos un poco y comenzamos a masturbarnos. El teclado está pegajoso. Esto es<br />

lo que tiene el cyber sexo, que es imposible no dejar el ordenador hecho un asco,<br />

porque estás con las manos en la masa, pero la interacciones a través de tu hardware y<br />

no vas a estar limpiándote las manos ante la urgencia del deseo. A veces tengo la<br />

sensación de que me follo a mi mac, sosteniéndolo entre mis piernas que tiemblan por<br />

el orgasmo inminente, con el teclado impregnado de mi flujo. Y la verdad es que me<br />

erotiza. Mi mac, siempre ahí para mí, todo mío, una puerta abierta a un mundo<br />

infinito de deseos a través de internet. Mi herramienta de trabajo, mi herramienta de<br />

ocio, mi herramienta de placer. La tecnología convertida en fetiche.<br />

Me masturbo contemplando como se la menea el individuo que tengo en pantalla. Me<br />

excita el real time, el hecho de que esto esté sucediendo en algún lugar del mundo<br />

ahora, ni idea donde, lo importante es que hay dos personas que quieren sexo ahora, y<br />

a las que les pone que otra persona también lo quiera en este preciso momento. Y nos<br />

da igual quien sea el otro, ni qué es el otro, lo único que importa es que nos pone<br />

vernos, ver la carne del otro, ver el deseo del otro. A penas hemos empezado, pero<br />

veo como el semen se derrama. Qué rápido, pienso. Me vuelco sobre el teclado para<br />

preguntarle por su rápido orgasmo pero sin más contemplaciones el chaval me pasa,<br />

es decir, ha apretado la tecla de next se ha desconectado, es decir, me ha dejado<br />

plantada y a medias.<br />

Me enfado.<br />

Igualito que en la realidad no virtual, el típico o la típica que se corre y se levanta y ni<br />

se preocupa de por donde andas tú. Falta de modales y falta de educación que tiene la


gente. A veces las cosas son lo mismo en todas partes, da igual que estés echando un<br />

polvo en el baño, en tu cama o en chat roulette. Yo, cuando me corro y veo que la otra<br />

persona todavía no ha llegado, me quedo abierta de piernas un rato, para que el otro<br />

pueda acabar. Tengo modales. Chat roulette es una cama más en la que meternos a<br />

follar, y el sexo es sexo en todos lados.<br />

Acabo mi accidentada paja con el primero que me encuentro y coloco la web cam<br />

apuntando a la pared. Dudo de si debería seguir. Son las 4 de la mañana pero sigo sin<br />

tener sueño. Me cuesta salir del chat roulette. Estoy enganchada, lo reconozco. Me<br />

conecto cada día, por la mañana, por la noche y durante el día en cada hueco que<br />

tengo. Tengo ganas de conectarme ahora mismo mientras escribo este texto. Ayer<br />

llegué tarde a la cita con mi editora porque faltaban 20 minutos para tener que salir de<br />

casa y aproveché para conectarme, y claro, me encontré con un tío encantador de<br />

Lisboa, y tuve que desnudarme con él y pajearme y correrme y volverme a vestir y<br />

lavarme la cara y quitarme la expresión de idiota que se me queda después de tener<br />

un orgasmo y salir a la calle y entrar en el mundo real. Porque estos mundos son otros<br />

mundos, aunque esas persona existen y se pajean y se corren como yo, de alguna<br />

forma pertenecen a mi fantasía, no existen más que en mi deseo y cuando mi deseo es<br />

saciado y mis normas de cortesía aplicadas, apago la pantalla de mi ordenador y estoy<br />

yo sola. Sola.<br />

Me da miedo este sexo higiénico y seguro que supone tener sexo on line. No hay<br />

riesgos, no me puedo quedar embarazada, no puedo coger una enfermedad de<br />

transmisión sexual, no me pueden comer la cabeza. Porque cuando yo quiero,<br />

desconecto la pantalla y se acabó, estoy en el silencio de mi cuarto, en la soledad de<br />

mi mundo, en la otra realidad, la de este lado del teclado.<br />

Sigo. Sigo y me encuentro con un señor mayor que me cae simpático, así que me<br />

quedo. El señor quiere un primer plano de mi coño y yo se lo doy, soy muy<br />

complaciente en el chat roulette, tengo alma de sumisa. Pero de repente la imagen se<br />

mueve, la web cam del señor está desplazándose y me pregunto donde va. “<strong>Lo</strong>ok, I<br />

am touching your pussy”. Y veo como su dedo acaricia la imagen de mi coño abierto<br />

en la pantalla de su ordenador, porque le ha dado la vuelta a la web cam y enfoca su


propia pantalla. Menuda superposición de capas de realidad, pienso. Y me rio.<br />

Next.<br />

El siguiente lleva puesta una máscara de una calavera. Me pone follarme de forma<br />

simbólica a la muerte. “Nice mask”, le digo. “Show me your pussy”, me contesta. Me<br />

corro alegremente y me voy a dormir, porque son las 5 de la mañana y estoy<br />

satisfecha.<br />

Barcelona, 6 de julio de 2010.<br />

MLl


Adrenalina<br />

Me pide <strong>Excodra</strong>, que no es ningún extraño programa informático, que escriba sobre<br />

lo erótico, y ello ya de por sí implica un posicionamiento. Podría salir del paso con un<br />

relato medio subido de tono y repleto de situaciones morbosas. La última palabra<br />

saca un detalle de mi apreciación del fenómeno, pero no define lo que<br />

verdaderamente concibo como tal, sólo apunta un matiz del conjunto.<br />

Al meditar sobre el tema me descubro impregnado de literatura. Dicen que los poetas<br />

escriben de amor, y la modernidad les ha dado la opción de prescindir de metáforas<br />

para describir las sensaciones que les transmite el cuerpo deseado. Bien, esto es así,<br />

no lo negaremos. Mi problema personal parte de una profunda negatividad de forma<br />

y concepto. No suelen gustarme, tampoco en narrativa, las cursilerías que empapan<br />

un texto hasta el pastel. <strong>Lo</strong> lógico sería hablar del gran motivo universal, olvídense de<br />

flechazos y Cupidos, con palabras descarnadas, y eso emplean muchos supuestos<br />

valientes que al no medir el ritmo y la atmósfera anulan nuestro objeto de reflexión,<br />

que deviene sexo puro y duro, siempre salvaje, raramente suave o tierno, como si<br />

tales adjetivos estuvieran reservados a las reinas de la novela rosa.<br />

Reflejar el deseo y preguntarse los motivos que lo activan. Eso es erotismo. Vayamos<br />

por partes. Baudelaire tenía razón con A une passante. La modernidad y el nuevo<br />

espacio urbano invirtieron nuestra concepción del tiempo. La velocidad tomó los<br />

mandos de la nave y dobló su apuesta. Si hiciéramos una encuesta algunos de los<br />

participantes confesarían su fijación por fantasías bucólicas en la soledad de lo rural,<br />

con una muchacha recostada en un árbol mientras los pájaros silban dulces melodías.<br />

He imaginado un cuadro decimonónico y luego mis neuronas han concretado el paso<br />

con Scarlett Johanson mojada en la campiña británica en Match Point. <strong>Lo</strong> arcaico de<br />

la soledad et in Arcadia ego y la acústica del silencio, que en lo carnal adquiere otra<br />

dimensión en Venecia, tienen su encanto. Es una lástima que anuncios de mantequilla<br />

y musas de la repostería hayan ridiculizado esa imagen.<br />

Me decanto por la progresión de Las flores del mal. Su continuidad radica en que la<br />

aceleración ha adquirido tonos milimétricos. La abundancia es la mejor aliada del


detalle. Mi poética es esencialmente urbana, y buena parte de culpa tiene mi obsesión<br />

por pasear y sorprenderme con pequeñeces que no había captado con anterioridad.<br />

Las casas regalan joyas inéditas que llegan porque debemos masticar mucho para<br />

engullir la comida y saborearla en su justa medida. Miramos demasiado poco hacia<br />

arriba y nos han inculcado el piñón fijo, lo que perjudica la maravilla de tener ojos<br />

fotográficos. Camino sin música, ya la crea el ambiente, y con los seres humanos que<br />

circulan por las avenidas. Son relámpagos de si te he visto no me he acuerdo, peones<br />

en el tablero, infinitos lienzos en un segundo, y en cada uno de ellos hay un eco que<br />

en función de su procedencia potenciará lo erótico.<br />

Las piernas de una chica en un bar del Paseo del Born, años atrás, en un reloj borroso.<br />

Una tarde de deambular rescatada del olvido por una formidable minucia. Llevaba un<br />

vestido blanco y puede que fuera morena con flequillo. <strong>Lo</strong> ignoro. <strong>Lo</strong> trascendente<br />

fueron las piernas, y hasta puede que una ventana tapara el resto del cuerpo. Las<br />

piernas o una sonrisa. Añadan un contoneo. Hay magnetismo y fascinación por un<br />

instante concreto que alargo con otra efeméride que me suscita casi más erotismo que<br />

cualquier otra. Con toda seguridad la clave es intuir la seducción y corroborar que<br />

estamos muy vivos.<br />

El parque. El metro. Un claustro medieval. Una esquina de la casualidad. Una<br />

patinadora en una tarde romana. Una morena que clavaba sus pupilas en las tuyas y<br />

luego disimulaba. La rubia del diciembre napolitano y la absurda y pedante evocación<br />

a Petrarca. El piropo de la estudiante universitaria en el Hospital de Sant Pau. La<br />

esperanza de las cuatro historias parte del imprevisto, fuente de emoción. <strong>Lo</strong>s dados<br />

te brindan una oportunidad que rompe tus esquemas. Cavilas y maldices tu agenda<br />

diaria. Te levantas del banco. Bajas en la estación que te corresponde. Te despides<br />

sabiendo que la atracción ha sido mutua. Son las 18:00, si me paro llegaré tarde.<br />

Simpatía universal por quien transgrede lo tejido por las parcas y agita una potencia<br />

que nunca se va del todo. Caen las hojas del calendario y un recodo de nuestro<br />

cerebro retiene la magia de las musas fantasmagóricas de la ilusión.<br />

Pregunten a novios, amigos, compañeros de trabajo, taxistas y afiladores cómo<br />

prefieren calentar su imaginación, si con féminas vestidas o desnudas. Bingo. La


primera se llevaría el premio de calle. <strong>Lo</strong> oculto, velos que desde lo visual activan el<br />

resto de sentidos. El olor de la piel. La locura del tacto. El sonido de la inminencia. El<br />

gusto de saborear la excitación. Sí, lector, nadie niega que la ausencia de ropas nos<br />

conduce a otra esfera. Sin embargo, los trapitos son una trampa que casa con la<br />

armonía. Quizá lo más simple sea aceptar que lo erótico se compone de porciones de<br />

una belleza que no basta con admirar. La robarías si estuviera en un museo y no la<br />

venderías ni por todo el oro del mundo.<br />

<strong>Lo</strong>grar lo que uno se propone es la consecución del morbo. Hay gente que en las<br />

horas previas a un acontecimiento de importancia es un manojo de nervios. Con el<br />

fútbol ya ni les cuento. Suena el pitido del árbitro y su mecánica de lo histérico es<br />

otra. Un gol se equipara a un orgasmo, y hasta hay aficionados que no soportan la<br />

tensión y se relajan cuando el partido está controlado por su equipo. Si el contrario<br />

remonta recuperan el brío porque el lance es de incierto resultado reavivan su fuego<br />

hasta el minuto noventa. Entonces despliegan velas y celebran la victoria poseídos<br />

por abstractos furores.<br />

El romance del forofo con su club es una metáfora de cómo no es quimérico<br />

perpetuar el morbo tras éxitos apoteósicos, aunque chirría al sonar un poco a<br />

sustitutivo del sexo o la ingesta de drogas. La religión fue una cima erótica no hace<br />

tantas décadas. Ir a misa, acudir al estadio o al bar. Expectativa de cópula. Fusiones.<br />

Casi me atrevo a declarar con un megáfono que lo erótico desde mi perspectiva<br />

monopolizada por el morbo es la piedra filosofal. El Barça de Guardiola y su<br />

persistencia con pálpito de metamorfosis positiva. The Beatles hasta el divorcio.<br />

Picasso y sus pinceles. Giacomo Casanova y su elegancia de pionero con la escritura<br />

más letal sobre nuestra diatriba. Obras que han aprendido a estabilizar el morbo, una<br />

atracción indescriptible que deviene creativa, hasta claudicar por tanta descarga<br />

eléctrica y finiquitar sus entelequias, primaveras para la superficie.<br />

Desde hace cuatro párrafos el poema Encara el tram de Joan Salvat-Papasseit me<br />

persigue. Es el perfecto reverso de los versos baudelerianos, donde el jeroglífico se<br />

descifra desde la levedad del cruce de miradas de los transeúntes, efímera corona de<br />

laurel. El poeta catalán gira la tortilla. <strong>Lo</strong> vanguardista reside en el lugar. Un tranvía.


La joven lee, no se distinguen sus ojos. Medias finas, manos claras, un pañuelo<br />

limpio adornando el cuello rosado. Però els ulls no els sabem! El poeta desciende del<br />

vehículo a sabiendas que no verá el iris de la chica. Té, ara ja he baixat! Se regocija<br />

de su derrota. Es un impostor que se engaña por lirismo. La dicha por elevar el<br />

recuerdo de lo invisible, lo breve enfrentado a lo imborrable del episodio fallido,<br />

rutinas del novecientos, costumbres para aliviar el dolor.<br />

Adrenalina.<br />

JCiJ


POESÍA<br />

Otra manera<br />

Otra manera de decirlo es que franca a franca desnudez el alma se hace mía, que hay<br />

un tú, que hay un yo, que hay una puerta, que estamos, que queremos, que subimos,<br />

que seguimos, que vamos a más.<br />

Otra manera de decirlo es forzarte carne y niña, carne y voz, carne y alma en la boca<br />

y boca a boca el sol, otra manera de decirlo es abrirte por dentro cual espada de voz,<br />

cual reina, cual rima, cual un sol grande en cada sed, cual un cantar de dentro tu<br />

desesperación, tu templanza, tu tino, tu riqueza, mi país, tu temblor, tu equilibrio.<br />

Otra manera de decirlo es forzar desde dentro el agua mía, forzarte desde dentro la<br />

fogata, el velero, la impaciencia, la vida. Otra manera de decirlo es clavarte por<br />

dentro y adentro de mí y a mí y a mi manera y tuya los gritos, la canción, la gracia, la<br />

imprudencia, el amor, la razón, mi orgullo, mis heridas.<br />

Otra manera de decirlo es cantar en silencio, abrir la voluntad, descartar el estruendo,<br />

sacar del cielo el trueno y de dentro del trueno abrirte en fotograma y en sonido y en<br />

tacto y en malicia. Y de dentro del trueno hacerte vida.<br />

O decir que ya sí, que sí quiero, que más, que esta noche, que ahora, que no esperes,<br />

que no te hagas más esperar, o decir que ahora mismo, que en la puerta de al lado,<br />

que despiertes, que vengas, que me busques, que pidas, que te enciendas, que<br />

aguantes, que me arregles, que digas, que me quites, que sigas, que te aumentes, que<br />

caigas, que te abras Dios mujer y Dios herida. Que te quiero sin fuerzas y con sol y<br />

con cierres y con gasas y herida, que te quiero hecha trueno e incendio y rayo y mía.<br />

Que te quiero de amor en mi boca vacía, libre y gozosa y mía.<br />

ST


Tu bendición<br />

¿Adónde te escondiste,<br />

amado, y me dejaste con gemido?<br />

San Juan de la Cruz<br />

I bless you —me dijo.<br />

Y yo,<br />

que sé inglés a secas para ser vista<br />

en los bares de fuera,<br />

que desconocía<br />

la mano blanca que se impone en la palabra,<br />

pensé en<br />

bless,<br />

I bless you,<br />

y supe que era la cosa más líquida y fluida,<br />

la lasciva, la que te susurra un alguien<br />

que roza tu espalda tras un rato fijado en ti,<br />

roza, digo, tu lado oeste y susurra<br />

I bless you,<br />

y todo está en punta<br />

porque sabes que bless suena<br />

a escalofrío cálido,<br />

a locura en noche,<br />

a entréme donde no supe,


less, y quedéme no sabiendo,<br />

en trance, bocarriba<br />

el cuerpo y nosotros allí, bless us,<br />

bless me, my little darling,<br />

bless me so slowly,<br />

bless me, please…<br />

Y bless, I bless, my own meaning of the word bless,<br />

fue inmensamente más místico<br />

a lo que en el Collins —español-inglés—<br />

y de tu mano en reverencia<br />

amigo,<br />

encontré…<br />

CC


---<br />

Si todo fuera dicho<br />

Y entre tú yo la cuenta<br />

Se saldara, aún tendría<br />

Con tu cuerpo una deuda.<br />

Luis Cernuda<br />

Tu espera es mi sed.<br />

Como el ancho retorno<br />

busco el camino<br />

más largo<br />

para acercarme a tu inmovilidad<br />

las mismas tardes<br />

en que jugábamos a lavarnos<br />

desde el antebrazo hacia el torso<br />

en las duchas.<br />

Y mientras me sonríes<br />

el bálsamo de tu piel me sabe a rubor,<br />

sucio rubor hendido.<br />

Mi sed firma sentencias<br />

y también partes de buena conducta


lo sabes mientras me dices otra vez.<br />

Exiges que fluya sin narración<br />

en esta libertad de ser<br />

en ti<br />

yo mismo<br />

dentro de ti<br />

mi exterior.<br />

Y cierro la puerta por dentro.<br />

Recorro el espacio exacto de tu celda<br />

ocupada ahora por un cauce<br />

que no sacia<br />

ni te consigo<br />

aún más<br />

hambre que vientre.<br />

En la desembocadura<br />

astillas mis manos<br />

abres mi curva<br />

atas mi continuación.<br />

Dejo de escribir mientras<br />

el sudor<br />

cubre toda las paredes y los ojos<br />

y el barro amasa un delta inmenso.<br />

ACG


---<br />

Me rindo a cada instante<br />

que impactas contra mí,<br />

contraigo mi esencia, una y otra vez<br />

entre una lucha descarnada de alientos entrecruzados,<br />

mientras asaltas mi cuerpo a tu antojo,<br />

y me invades<br />

con ese veneno que<br />

causa como efectos secundarios,<br />

un pensamiento incandescente<br />

que perdura inquebrantable.<br />

AL


Deseo<br />

El cuerpo contrahecho.<br />

El corazón sudando a mares.<br />

La cremallera abre los sexos.<br />

Conspiran los límites<br />

y la carne muerde.<br />

El aire atrapa el placer,<br />

la calza un susurro,<br />

recipientes colmados<br />

para un alma en deshielo.<br />

<strong>Lo</strong>s otros labios rezan.<br />

Yo los espío.<br />

Yo macero la lluvia que me quema la boca.<br />

Soy una hogaza dentada.<br />

Soy una mosca aterida en medio del naufragio.<br />

Soy una mano que tiembla.<br />

Soy un espectro de hiel, un mal augurio,<br />

un roedor, la palabra<br />

que no se pronuncia,<br />

que apenas se sopla.


Ayer, el deseo<br />

(I)<br />

la noche esconde puentes<br />

cuevas<br />

tramos<br />

formas de mostrar<br />

formas de decir<br />

respiración alimento<br />

ojo parpadeante<br />

manchas de piel que horada<br />

que reseña<br />

antes había hambre<br />

elocución<br />

y ahora<br />

germina la piedra


en los dedos<br />

parcos<br />

en la boca<br />

arista<br />

decreciente


(II)<br />

y sin embargo<br />

tentada de declinar<br />

una vez más<br />

la embriaguez<br />

en la más abierta<br />

de las horas<br />

entrar de nuevo<br />

y rasgar<br />

caricia alimento<br />

invocación<br />

fuego inútil<br />

melopea que insiste<br />

en la misma afónica<br />

tesitura<br />

LLM


Canción de cama<br />

Uno, dos<br />

tres, cuatro.<br />

Las doce en la luna,<br />

las dos en tus manos,<br />

las tres en mi boca,<br />

las cuatro en el espejo<br />

detrás de la barra.<br />

Te doy, si quieres,<br />

cinco pasos de ventaja;<br />

que a mí ya me sobran<br />

cartas bajo la almohada:<br />

el as de corazones<br />

y el diez de espadas.<br />

Las trece en Marte,<br />

las doce en Canarias.<br />

Canción de cuna,<br />

canción de cama.<br />

Meridianos traviesos<br />

que el tiempo atrapan<br />

por donde les viene en gana:<br />

muslo a través<br />

de un tablero de damas.<br />

Las doce, la una<br />

las dos en mis ojos


las tres en tu fuego<br />

y el reloj parado<br />

en el cielo de la ventana.<br />

Canción de cuna,<br />

canción de cama.<br />

BM


FOTOGRAFIA


FOTOGR<br />

Aurora


AFIA I<br />

Martín<br />

HERIDA COMO LA NIEBLA POR EL SOL


FUEGO


FOTOGRAFIA II<br />

Ludovica Bastianini


PINTURA


PINTURA I<br />

La lectora<br />

Susana Pozo


Narcosis<br />

Aurora Martín


El arte de la co


nversación I


El arte de la c


onversación II


L'horizon<br />

d'attente I


L'horizon<br />

d'attente II


Shibari


PINTURA II<br />

Pablo Gallo


ENTRE<strong>VI</strong>STA + APORTACIÓN ARTÍSTICA<br />

Patricia de Souza, por RDF.<br />

Hola Patricia, me alegra muchísimo hacerte esta entrevista para la temática de <strong>Lo</strong><br />

erótico, porque hay una amistad importante por el medio y porque el erotismo, por<br />

activa o por pasiva, siempre está presente en tus escritos. Haremos un recorrido por<br />

varias de tus obras y trataremos de profundizar lo más posible en qué es y cómo<br />

vivimos el erotismo. Vamos allá:<br />

ENTRE<strong>VI</strong>STA a Patricia de Souza<br />

¿Qué es para ti lo erótico?<br />

<strong>Lo</strong> erótico es lo que distingue de lo “sexual” o puramente genital, es lo que tiene que<br />

ver con el lenguaje, con las representaciones, con toda una mitología y también con<br />

una serie de tabús. Las limitaciones, cuando se habla de erotismo, tienen que ver con<br />

la pornografía, es decir, cuando una representación se convierte es un objeto obsceno,<br />

grotesco y ofensivo (en el caso de que se convierte el cuerpo del otroa en un objeto,<br />

en un medio). Hay que recordar que no se hablaba de “sexualidad” como la<br />

entendemos ahora, hasta comienzos del siglo XIX, según Michel Foucault, en su<br />

Historia de la sexualidad. Antes, era un tema que no se nombraba como lo hacemos<br />

en el presente. ¿Qué sucede entonces?, que se decide ejercer un control sobre la<br />

procreación, comprendiendo también el erotismo. La religión judeo-cristiana en<br />

Occidente culpabiliza el cuerpo, lo ve como algo sucio, algo que no es solar. Luego<br />

aparece el sicoanálisis, y con él, todas las interpretaciones de un cuerpo con una<br />

libido que domina, una serie de categorías psicológicas y una serie de ideas que se<br />

han transformado con los años, por ejemplo, el mito de la mujer como un ser<br />

castrado. Sobre este mismo tema, la religión siempre se ha mantenido vigilante, y la<br />

moral burguesa, que divide a los cuerpos en categorías sexuadas casi fijas, ha hecho


del cuerpo una especie de prisión. El malestar de esta época es que no sabemos qué<br />

hacer con nuestro cuerpo, convertido también en mercancía. Y ahí, las mujeres<br />

llevamos la peor parte. Pienso en los vientres de alquiler, en la prostitución y otras<br />

nuevas formas de instrumentalizar el cuerpo.<br />

La moral imperante en cada sociedad y la manera en que en ellas se vive el<br />

erotismo están íntimamente relacionados. Siempre se ha tratado de ponerle<br />

cercos morales a nuestros impulsos eróticos, de sesgarlos, limitarlos, pues. ¿En<br />

qué crees que consiste este hecho y cuál sería el por qué de esta imposición de<br />

limitaciones en el plano de lo erótico?<br />

Un erotismo desencadenado implicaría una serie de retos sociales, la cosa consiste en<br />

no reducir el erotismo a las partes genitales ni a la simple función reproductiva de<br />

preservación de la familia tradicional y heterosexual. Eros es lo que está toda persona<br />

que se quiere viva, conectada con el mundo, está también en el lenguaje. Hay mucha<br />

carga de erotismo en cada texto que está conectado con la parte más sensorial de<br />

quien lo escribe. En general son los textos que me gustan. Un erotismo digamos<br />

“solar”, es un método para poder impregnarse de la existencia de los demás, un<br />

disfrute. Es en ese sentido que veo un erotismo libre, sin demasiada neurosis, lo que<br />

no es una batalla ganada.<br />

En tu novela El último cuerpo de Úrsula, indagas hasta la extenuación, digamos,<br />

sobre lo que supone tener un cuerpo... y en nuestro cuerpo se puede entender<br />

que conviven varios cuerpos, nuestro cuerpo en su momento histórico y<br />

geográfico, nuestro cuerpo como un cuerpo donde nace y vive lo erótico, nuestro<br />

cuerpo como almacén de recuerdos, cuerpo como cárcel y cuerpo también como<br />

campo de pruebas. Todo ello interrelacionado y aún mucho más. Coméntanos<br />

sobre esta novela, sobre su relación con el erotismo, sobre la necesidad de<br />

escribirla.


En realidad yo quería que el epígrafe de Espinoza fuese una entrada a la novela:<br />

Nadie sabe lo que puede un cuerpo. En realidad hablé en ese libro de un cuerpo<br />

político y un cuerpo social, o sea, un cuerpo que se rebela contra lo que asignan como<br />

rol en público, uno además socializado, alienado con el peso de su cultura y su época,<br />

contra un cuerpo subjetivo que se desea libre e independiente. Es un texto muy<br />

anarquista porque una libido libre de ataduras no existe, sería la ejecución del otro<br />

cuerpo deseado, o la propia muerte, que aquí, el personaje, transforma en mutilación.<br />

Puesto que la han mutilado mentalmente, decide hacerlo ella misma. Hay una idea de<br />

sacrificio, de “chivo expiatorio”, pero también de los límites de la soberanía de un<br />

cuerpo, ¿a quién le pertenece, a la persona, a la sociedad?… hasta cierto punto es un<br />

poco un grito de descolonización del cuerpo femenino. Úrsula Res es la mujer que<br />

decide tener “el último cuerpo”, el único que le pertenece, el que está marcado. Hay<br />

algo de rito prehispánico combinado con la herencia de la filosofía clásica, Platón y<br />

su idea del cuerpo como prisión….<br />

¿Qué textos crees que han marcado nuestro rumbo sobre lo erótico? Imagino<br />

varios casos, diferentes para la Europa Occidental y para la Oriental, para<br />

Norte , Centro y Sur América, para Asia, para África, para Oceanía. Y esto por<br />

acotar a hachazo limpio. Pero deriva por donde consideres más interesante.<br />

Mnnn…. Qué textos… los clásicos, márques de Sade, algunos pasajes de la Biblia, el<br />

Cantar de los cantares (que me erotizaban de pequeña), Luciano de Samosato,<br />

Casanova, y luego, Pauline Réage de Historia de O, Georges Bataille, también…<br />

muchas imágenes de pintura clásica, recuerdo que me excitaba mucho ver, El rapto<br />

de venus, de Boticelli, era un libro en la biblioteca de casa… o imágenes de El monje,<br />

de Lewis, en una traducción de Artaud. Son imágenes que marcan…<br />

¿Cuánto le deben las diferentes culturas a lo erótico? ¿Y viceversa?<br />

El erotismo está en todas las culturas, desde las más antiguas. Un ejemplo, en el Perú


la cantidad de huacos (cerámicas) eróticas que existen de la época precolombina es<br />

alucinante. La relación con el cuerpo de los antiguos peruanos era muy libre, incluso<br />

el incesto estaba permitido entre personas de la misma categoría social (el mito de los<br />

hermanos Ayar), y es curioso, en Polinesia, parece que también había una sexualidad<br />

muy abierta, las mujeres eran las que enseñaban la copulación a los menores,<br />

sobrinos, o los tíos los que asumen la paternidad…<br />

¿Crees que hay diferencias entre cómo vivimos hombres y mujeres el erotismo o<br />

el erotismo no entiende de sexos?<br />

Creo que no tiene que ver con el género, pero sí con la maternidad. Es decir, que la<br />

mujer se prohíbe más cosas porque tiene una relación directa con los más frágiles, los<br />

niños. Por ejemplo el erotismo con los niños está casi proscrito en las mujeres, y creo<br />

que tiene que ver con la maternidad. Ahora, los hombres están presos del rol activo<br />

que les han asignado, codificado como parte de su “masculinidad”. Esto ha hecho que<br />

muchos hombres sean depredadores afectivos, concentrados en su pene más que en su<br />

cabeza (casi fragmentándose y haciendo de su sexo un fetiche). Cierto que no todos,<br />

hay hombres que también detestan este rol, debe ser horrible… en ese sentido los<br />

hombres no nacen hombres sino que la sociedad los obliga a devenir, devenir machos<br />

cabríos, autocentrados, misóginos, etc…<br />

En Erótika. Escenas de la vida sexual, te pones la piel de diferentes mujeres para<br />

hablar del deseo erótico desde varias perspectivas. Además, prácticamente<br />

indicas que seguir nuestros deseos es algo revolucionario (lo cual comparto).<br />

Pero aquí te focalizas en las mujeres, ¿por qué? Y, coméntanos cómo fue su<br />

proceso, cómo ibas explorando las distintas pieles que te ponías.<br />

Porque la mayoría de mujeres desarrollan una gran neurosis con su cuerpo. Creo que<br />

Freud no ayudó mucho al convertirla en un garcon manqué, es decir, “un sexo que no<br />

es uno”, como dice Luce Irigaray. Al asumir esto como una especie de inconsciente


colectivo, las mujeres asumen que no tienen derecho a ser simplemente personas y se<br />

esfuerzan en distinguirse de los hombres, ya sea por la maternidad, o<br />

profesionalmente, siendo más agresivas, sin dejar espacio para la exploración del<br />

placer. Al final, terminan muchas veces neuróticas, despersonalizadas o histéricas, sin<br />

saber qué hacer con sus cuerpos. En Erótika, se trataba de desmontar lo que se ha<br />

venido difundiendo como la “propaganda” de la feminidad, un mito que nace con el<br />

control de la natalidad y todas esas ideologías…<br />

¿Cómo relacionarías el amor y el erotismo? ¿Y el lenguaje y el erotismo?<br />

El lenguaje es un gesto fundamentalmente erótico, es por eso que sin lenguaje, dije<br />

que se podía hablar de pornografía, gemidos, gritos, etc… El amor y el erotismo no<br />

siempre van juntos, aunque en general, yo creo que si hay deseo, hay una forma de<br />

conexión con la persona que se desea, y es una forma de amor. Podría también hablar<br />

de amor en una forma basta, como Fourier, como motor de un orden, de una armonía<br />

en el mundo. El libro de Octavio paz, La doble llama, también habla de este tema que<br />

es apasionante… sin eros, sin esa fuerza de vida, no somos nada, o casi nada. El<br />

problema ahora es cómo hacer que nuestro lenguaje no sea clínico, rígido, que siga<br />

siendo erótico, que sea una ruta de vida y no de muerte… .<br />

El eje estructural de tu novela Tristán sería un amante más joven que la<br />

protagonista, recuerdo que ambos sentían el erotismo de manera bastante<br />

diferente. La forma en la cuál se vive lo erótico va variando con los años y las<br />

experiencias tenidas. ¿Cómo nos describirías el cambiar del sentir erótico con el<br />

paso del tiempo?<br />

<strong>Lo</strong>s códigos sociales han cambiado, en realidad su interpretación o su valoración. Ya<br />

no se espera que el placer se inscriba solo en el sexo, sino que hemos ensanchado<br />

nuestro radio de percepción. Tal vez eso sea la madurez, gozar con experiencias<br />

ínfimas, pequeñas… Cuando eres joven sientes que el cuerpo es lo más importante, y


en cierta parte lo es, siempre es una fuerza importante, un sensor, pero tu manera de<br />

interpretar estas cosas es menos ansiosas, quizás estás menos en la demostración…<br />

Antes pensaba que lo erótico estaba detrás de cada acción humana, ahora no sé<br />

bien cómo lo pienso, en verdad, pero más o menos lo sigo pensando así. Qué<br />

opinas, ¿es el erotismo la fuente esencial de la que bebe la vida? Ya nos lo<br />

anticipas al comentar sobre el lenguaje, pero me gustaría que desarrollaras más<br />

este punto.<br />

Mnn… Sí, esta pregunta tiene que ver con varias respuestas. Pues sí, esa fuerza<br />

motor, dionisiaca, diría Nietzsche, está detrás de cada acción, es la inventiva, la<br />

curiosidad, el riesgo al pensar, y es en ese sentido un motor. Luego, tendemos a<br />

regularla con la religión y pasar a la idea de que hay un motor mayor, una fuerza<br />

armoniosa que gobierna el mundo, o aceptamos que esa fuerza viene de nosotros y<br />

que podemos dejarla salir o sepultarla. No por nada, la depresión anula todos los<br />

sentidos, incluso el más básico, el gusto. Tánatos se impone. Ahora, creer que el<br />

lenguaje puede vehicular toda nuestra fuerza de vida, incluso en el ser más<br />

apasionado, el más intenso, es un poco una utopía. Hay picos, puntos elevados, y<br />

otros en los que el lenguaje puede ser menos rico, más ascético, incluso cerrado, que<br />

podría ser el inicio de la escritura blanca…<br />

Patricia, para finalizar, muchas maneras de vivir nuestros sentimientos, desde el<br />

plano erótico, han sido y son condenadas dependiendo tanto de la época como el<br />

lugar. Ciertas maneras de vivir lo erótico se consideran y se han considerado<br />

malditas, digamos por ejemplo diferencias de edad, mismo sexo,<br />

consanguinidad, diferencias de nacionalidad, vamos, hasta incluso por<br />

diferencias de clase. Primero te preguntaré ¿qué es para ti lo maldito? Y después<br />

¿tanto poder tiene lo erótico para tener que ser acotado? Expláyate a gusto...


Bueno, se han considerado malditas en Occidente, desde una interpretación<br />

androcéntrica. Es por eso que sería necesario poner en contexto este “malditismo” y<br />

no considerarlo una categoría per sé. No vale para todo el planeta, la relación con<br />

nuestro cuerpo es un mapa geográfico que lleva las marcas impresas, las marcas de la<br />

Historia, y las de la dominación. Creo que en esto las mujeres llevamos una buena<br />

parte del peso, sino, no seguiríamos discutiendo si debemos legalizar la prostitución y<br />

argumentando por defender un cuerpo como algo único, no fragmentado (además de<br />

derechos fundamentales), por ejemplo, hay muchas mujeres que dicen que tienen<br />

derecho a considerar su cuerpo como una mercancía, y desde el punto de vista<br />

político, lo tienen, pero está el otro, el moral, el que nos compromete al decir que sí<br />

estamos de acuerdo. No sé, suena moralizador, es muy difícil decidir por alguien que<br />

no seas tú, sucede lo mismo con la eutanasia, pero si aceptamos que un hombre tiene<br />

derecho a comprar el cuerpo de una mujer, aceptamos que este cuerpo es una<br />

mercancía y se puede vender. Entramos en esta sociedad mercantilista que lo<br />

convierte todo en objeto de consumo y de desecho, ¿podemos ver el cuerpo como un<br />

desecho, podemos aceptarlo? Esas son las preguntas que podemos hacernos. Sobre<br />

los desfases culturales del deseo, encontramos que en sociedades no muy alejadas de<br />

las nuestras, el deseo no se vive de la misma manera, no está fragmentado y<br />

codificado, es más libre, creo. En nuestra sociedad occidental, incluyendo a nuestros<br />

países, porque América Latina también es parte de Occidente, si pensamos que la<br />

religión cristiana logró imponerse, el deseo se ha perdido en un mar de significados,<br />

cuesta incluso que el lenguaje exprese realmente lo que se desea como si fuese un<br />

diálogo de locos o una sociedad esquizofrénica. No conozco más ejemplos, no he<br />

estado en el África ni en Asia, pero sé, por lo que leo que las mujeres no son seres<br />

completos y libres, sino prótesis, personas a medias… y eso, sí, me parece que hay<br />

tenerlo siempre presente…<br />

Sobre todo que el problema está en el lenguaje, que hay que cambiar la forma en<br />

cómo nos representamos a través de él, buscar una nueva escritura del cuerpo, que no<br />

suene abstracta sino muy concreta.


APORTACIÓN ARTÍSTICA<br />

Francisco y yo.<br />

Relato extraído de<br />

Erótika, Escenas de la vida sexual.<br />

Ediciones Barataria, Barcelona, 2009.<br />

Debía recogerlo en la estación de tren. Era el hijo de una amiga y llegaba para pasar<br />

una semana hospedado en mi casa hasta que empezaran sus clases en la universidad.<br />

En la estación vi llegar a un hombre muy joven, alto, de cabello ondulado, la barbilla<br />

en punta. Llevaba jeans, el torso envuelto en una playera de algodón que le quedaba<br />

sobre las caderas. El pantalón dejaba ver una parte de su ropa interior, lo que no<br />

parecía molestarle. Tenía una apariencia frágil, estaba resfriado y traía cara de<br />

descompuesto, sentí ganas de protegerlo. En poco tiempo, Francisco me acompañaba<br />

a todas partes, me escuchaba, me leía y me observaba. Empecé a verme reflejada en<br />

él con un brillo de novedad y de interés por saber lo que pensaba y sentía. Leía en su<br />

mirada una inquietud, una insatisfacción constante y me hacía pensar en mí a su edad,<br />

por lo que empecé a sentir también simpatía. Íbamos al café y pasábamos horas<br />

conversando sobre cualquier cosa, mirando a las personas pasar por la calle, también<br />

hablábamos de mi hijo, que se había ido a Italia, reíamos. Una vez fuimos al cine. Era<br />

una película con Sophie Marceau, La desconocida de Deauville, en la que la actriz<br />

tiene la misma edad que yo, confrontándome con una proyección de mí misma en la<br />

cual me podía ver reflejada en una imagen más viva, menos desvalorizada y menos<br />

abstracta. Recuerdo que mientras estábamos en el café mantuve una mano sobre su<br />

rodilla, reconociendo la diferencia de edades, sin llegar a sentirme mal por eso.<br />

Cuando iba a retirar la mano, me la retuvo sin que yo hiciera nada por detener ese<br />

gesto. Salimos del cine y empezamos a caminar por las calles, que estaban muy<br />

iluminadas, la noche parecía serena y me sentía bien con Francisco, sin pensar en su<br />

edad...


Una noche, recuerdo, habíamos cenado y habíamos leído poemas en el comedor, y<br />

habíamos bebido vino. Él estaba de un humor fino y brillante, marcado por risas y<br />

una soltura especial en su cuerpo, medio felina. Avanzada la noche, yo me eché en el<br />

sofá sin tener en cuenta mis movimientos, con mucha libertad. Él me seguía con la<br />

mirada, con su mirada de lince, intuitiva y un poco impenetrable. No sabría<br />

describirla muy bien, pero tenía, sin duda, la indolencia de la juventud.<br />

Presentí entonces que de alguna forma me iba a involucrar. Se acercó y se echó en<br />

mis faldas, frotando su rostro contra mi vientre sin que yo pudiera hacer otra cosa que<br />

caricias en sus cabellos ensortijados y brillantes. Todo era tan nuevo en él, tan frágil,<br />

y sin embargo, no fue eso lo que me conmovió, sino su forma de entregarse, de<br />

querer dar un beso que pudiera remover algo en el interior, o su intento por llevarme<br />

a una cama y que me olvidase del tiempo y de las diferencias.<br />

Además, estaba el lenguaje, sus frases me comprometían afectivamente, no como las<br />

de un amante, sino como las de un hijo. Yo actuaba con benevolencia, tenía incluso<br />

miedo de asustarlo si me negaba a hacer lo que me pedía cuando me decía entre<br />

susurros: –Quiero sentirte –dándose vuelta para mirarme de frente. No era muy alto,<br />

por lo que nuestras miradas se juntaban en un solo eje. Me alzó la blusa con<br />

delicadeza, luego retiró la falda y empezó a descender por las piernas con besos<br />

líquidos, casi imperceptibles, hasta que sentí que me clavaba en los riñones con una<br />

fuerza fuera de lo común: las piernas se levantaban en alto en forma de mariposa,<br />

como en una especie de crucifixión, produciendo un goce extremo, lento, como si me<br />

encontrase en un nuevo planeta dominado por una estrella más grande que el sol.<br />

Un día tuve que acompañar a una amiga al médico porque se había notado un bulto<br />

en el seno. Durante el trayecto, le confié mi relación con Francisco y ella no pareció<br />

sorprenderse.<br />

–Con un chico tan atractivo en tu casa, no me extraña.<br />

–<strong>Lo</strong> malo –le dije– es que no puedes crear ninguna mitología con ellos, y yo necesito<br />

inventar algo, poder proyectarme en mi imaginación.<br />

Era otoño y los cerezos dejaban caer sus hojas, empezaban a secarse, pronto estarían<br />

cubiertos de nieve. Le dije que era muy activo, que nunca había vivido una pasión


sexual con nadie de mi edad, pero que no deseaba sentirme la mamá de nadie si no se<br />

trataba de mi hijo, le dije además que no sabía si estaba enamorada de él.<br />

–No sé, me inspira algo muy extraño, ternura y a la vez pasión, pero no desearía que<br />

mi hijo se enterase.<br />

Francisco siguió en casa, atento a las necesidades que se fueron presentando, jugando<br />

a ser un poco mayor. Empezábamos a salir juntos y cada vez que lo presentaba a una<br />

de mis amigas, en una exposición o en el cine, ellas me miraban con cierta envidia,<br />

me resaltaban que fuera cubano, muy buenos amantes, se suponía; a veces, me sentía<br />

reducida a una caricatura. Por las noches se dormía pegado a mí, la mano entre mis<br />

piernas, como si tuviese miedo de que le fueran a quitar un territorio conquistado.<br />

–Es extraño este chico –le dije a mi amiga–, tiene algo de guerrero, de temerario, en<br />

cierto modo.<br />

Una mañana yo había salido a secar el agua que se había filtrado de la lluvia. No<br />

debía de hacer más de diez grados cuando Francisco se levantó con aire decidido a<br />

desalojar el agua empozada en las junturas y en los desniveles, cubierto con una<br />

playera de algodón, sin percatarse del frío. Salí pensando decirle que se cubriera, pero<br />

los vecinos habían salido a husmear.<br />

–Deben de pensar que te quiero por tu verga –le dije a Francisco, y él se echó a reír,<br />

concentrado en sus movimientos ágiles para escurrir el agua de un trapo en un balde.<br />

–¿No te parece que hace frío?<br />

–Para nada siento frío.<br />

Estaba medio agachado sobre el balde, y sus músculos se tendían cruzándose,<br />

tejiendo una textura dúctil. Me gustaba que escondiera el rostro entre los hombros, la<br />

barbilla en punta que le daba un aire de pintura primitiva. No era feo, sino que su<br />

rostro se transformaba con los gestos, nacía y moría con cada uno de ellos. Él se<br />

acercó y me mordió el cuello.<br />

Nuestros vecinos hicieron el gesto de volver a sus rutinas diarias como si de pronto el<br />

espectáculo se hubiera terminado y les hubiesen ordenado entrar.<br />

Un día me invitaron a Lyon, le pedí que me acompañara hasta que empezaran sus<br />

clases. Nos alojamos en el hotel Des Artistes. Salíamos a beber a un bar muy cercano


y nadie nos miraba, al menos, no sentía las miradas interrogantes de mis vecinos de<br />

París. La primera noche comimos en una brasería, gastamos el dinero de la invitación<br />

que me habían hecho en champagne y caminamos bajo la lluvia. Nos refugiamos en<br />

uno de los trabules, pasadizos medievales que sirvieron de refugio a los resistentes en<br />

la Segunda Guerra Mundial, que atravesaban la ciudad. En uno de los patios,<br />

Francisco empezó a besarme y a querer que hiciéramos el amor. La lluvia le bañaba<br />

el rostro y parecía una estatua vulnerable, a punto de quebrarse de tan pálido. <strong>Lo</strong><br />

abracé y le dije que podían vernos, pero insistió y, en una proeza de equilibrio, las<br />

piernas puestas sobre las escaleras, su cuerpo debajo del mío, buscando acomodarme<br />

a su sexo, hicimos el amor hiriéndonos las rodillas y soltando quejidos de dolor. Yo<br />

nunca había sido muy activa sexualmente.<br />

Debo recalcar que mi ex esposo tenía una neurosis aguda, cualquier contacto<br />

continuo con una mujer lo despersonalizaba y agredía. Me reprochaba el acoso al que<br />

según él lo sometía y siempre encontraba un pretexto para no enfrentarse al coito. Al<br />

final casi no hablábamos, y creo que si nos hubiésemos quedado juntos lo habría<br />

matado. Encontró una chica joven y dispuesta a sacrificarse por él y por su ego.<br />

Cuando recordaba que había estado casada con él no lo lamentaba, había sido<br />

providencial para que naciera mi hijo y apareciera luego Francisco.<br />

Y no es que sólo hubiese dejado un hijo a su paso por mi vida, porque sin él no habría<br />

reconocido en mí a la persona que deseaba su libertad. He pensado en eso, pero no<br />

por mucho tiempo, lo justo para no llegar al lamento; lo digo sin nostalgia, luego,<br />

levanto la cabeza y me miro, luego sigo escribiendo sin prisa. Por las noches<br />

Francisco se levantaba para seguirme en mis movimientos, la mayor parte del tiempo<br />

me preguntaba qué escribía y sobre quién. ¿Había hombres en mi vida, grandes<br />

amores y sufrimientos? No le conté la catástrofe sexual con mi marido, pero sí le dije<br />

que no había sido muy activa.<br />

–¿Activa? –me dijo él–. ¿Qué quiere decir, que no has participado en partouzes?<br />

Me contó que él se había iniciado sexualmente en partouzes, con amigos de su edad.<br />

Nunca había estado con un hombre, pero si alguna vez sentía atracción por alguien de<br />

su mismo sexo, no tendría ningún temor en admitirlo. Su mejor amigo por entonces


era homosexual, y añadió que el sexo también podría ser una invención de este siglo,<br />

un gran mito, la mayoría dicen hacer el amor, pero sólo copulan, no hay afecto, ni<br />

entrega. Empezaba a sonar moralista.<br />

Una noche, un amigo mío llegó a visitarme a casa. Traía un encargo de mi hijo, unos<br />

dulces de la región donde se encontraba, al norte de París. Llegó y se sentó a esperar<br />

que Francisco saliera del baño donde tomaba una ducha. Cuando apareció, a mi<br />

amigo se le iluminó el rostro, empezó a hacerle muchas preguntas sobre qué pensaba<br />

hacer después y empecé a sentirme incómoda. Decidí llevarlo a dar una vuelta<br />

cuando Francisco nos alcanzó en la Plaza République.<br />

–¿Por qué te fuiste? –me increpó–, ¿no confías en mí?<br />

No le dije nada y caminamos silenciosos por el bulevar. La gente llevaba botellas de<br />

vino a sus casas y empecé a sentir nostalgia de mi soledad. Francisco me seguía con<br />

paso rápido, llevaba las manos en los bolsillos y se le veía más joven, casi pensé que<br />

se trataba de mi hijo y sentí miedo. Estaba empezando a simbolizar con la relación<br />

convirtiéndola en el significado de algo, lo que me llevaría a elaborar todo tipo de<br />

supersticiones.<br />

Llegando a la casa, Francisco intentó tocarme, introducía sus dedos largos entre mis<br />

piernas y realizaba un movimiento acompasado, musical, pero yo no estaba dispuesta<br />

y se lo dije.<br />

Sin hacerme caso, se agachaba sobre mí y ponía su rostro justo enfrente, cubriendo<br />

todo el espacio de mi visión. No podía decirle que no, era como dejarse llevar por<br />

corrientes marinas que nos van empujando al fondo del mar sin que sepamos cómo<br />

salir, aunque nademos para alcanzar la orilla. Era una sensación de ebriedad que me<br />

convertía en una alta proa a la deriva en un mar luminoso.<br />

Creo que reía con una risa desatada, con cierta nostalgia porque todo aquello pasaría<br />

veloz y serían unas cuantas páginas escritas en alguna parte, quién sabe, más tarde.<br />

<strong>Lo</strong> sabía como que tenía que vivir ese viaje, no como una lucha por imponerme, sino<br />

como un viaje.<br />

Yo sé que siempre he tomado decisiones sola. Cuando me decían: «mira, es así como<br />

debería actuar una mujer con un hijo, una mujer con un hombre», yo los mandaba a


paseo sin remordimientos. Si me decían que debía hablar despacio, yo hacía<br />

exactamente lo contrario, si me decían que no debía opinar sobre un tema, opinaba<br />

involucrándome hasta las últimas consecuencias. Toda mi vida había sido una guerra<br />

por decir no, no deseo, no quiero someterme. Era la primera vez que no quería pelear<br />

con nadie, estaba en alta mar y quería seguir navegando.<br />

Nunca había tenido mucha noción de mi cuerpo. Hasta ese momento lo ignoraba<br />

porque nunca tuve tiempo de ocuparme de él. Francisco recorría cada pedazo y<br />

plantaba un beso, empezaba a gustarme, me obligaba a aceptarme sin violencia. Podía<br />

olvidar el tiempo y la edad. Siempre me han hecho saber que soy muy atractiva, la<br />

mayoría de los hombres me estimaba por mi belleza más que por mis ideas, y era, la<br />

verdad, agotador. Gustar puede crear una esclavitud irreversible, puede ser una carga<br />

más que una liberación. Yo he estado atrapada en mi cuerpo, en la imagen de mujer<br />

atractiva que siempre me han impuesto, sin que pueda hacer nada. Un rostro es un<br />

rostro, pero un cuerpo..., nadie sabe lo que es un cuerpo si no es a través de un rostro<br />

que lo contempla.<br />

Una noche le hablé a Francisco de todo esto mientras él jugaba con mi pelo, me lo<br />

enroscaba y me lo metía detrás de las orejas. Sentí que le era casi imposible<br />

proyectarse más allá del instante en que vivía, calcular. Menos todavía, imaginar la<br />

relación que una mujer puede tener con su cuerpo. No se lo recriminaba, pero durante<br />

el preámbulo sexual, yo quería saber qué podía pasar por su cabeza, incluso diría que<br />

me excitaba la idea de averiguarlo. Oírlo hablar me excitaba, entonces empecé a<br />

pedirle que leyera fragmentos de novelas eróticas y empezó por leerme Historia de O.<br />

Notaba que en los fragmentos en los que uno de los personajes dice «te amo», la<br />

excitación alcanzaba su punto máximo. Y empezó un juego, primero inocuo, luego el<br />

lenguaje empezó a comprometer los gestos, los llenó de un ímpetu nuevo,<br />

indoblegable, y el acto sexual se hizo más intenso, casi diría que gozaba en los<br />

instantes en que oía esa frase: «te quiero, te quiero».<br />

En unos meses, mi hijo anunció su llegada, Francisco debía partir porque empezaban<br />

sus clases. <strong>Lo</strong> acompañé a la estación de tren, le llevé varios libros y le regalé un reloj<br />

para que pensara en mí. De regreso a casa, miraba a las parejas pasear por las calles.


Me sentía feliz por lo que había vivido, no esperaba nada. El tiempo seguía<br />

avanzando. Y yo esperaba a mi hijo.<br />

PdS


COLABORADORES<br />

Pía Barros, que se declara "feminista a mucha<br />

honra", ha destacado en el cuento, aunque también ha<br />

escrito algunas novelas. Además, ha publicado una<br />

treintena de libros-objeto con material literario<br />

ilustrado por destacados artistas gráficos chilenos, lo<br />

que le ha valido la obtención del Fondart (Fondo<br />

Nacional de las Artes) en dos oportunidades. Obtuvo<br />

también la Beca de la Fundación Andes, con la que<br />

escribió la primera novela de difusión digital en Chile,<br />

<strong>Lo</strong> que ya nos encontró, y la Beca del Escritor, del<br />

Consejo Nacional del libro y la lectura.<br />

Sus cuentos han sido publicados en más de treinta<br />

antologías, tanto de Chile, como de Alemania, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos (algunos traducidos<br />

por Martha Manier y Diane Russell), Francia, Italia, Rusia, Venezuela, entre otros. En Chile, ellos<br />

comparten publicación con cuentos de escritores como Roberto Bolaño, Alberto Fuguet, Antonio<br />

Skármeta, Diamela Eltit e Isabel Allende.<br />

Dirige los talleres literarios Ergo Sum desde 1976; también es directora de Ediciones Asterión.<br />

Obra: Miedos transitorios (de a uno, de a dos, de a todos), cuentos (Ediciones Ergo Sum, 1985 /Edición<br />

bilingüe inglés-español 1993)<br />

A horcajadas, Mosquito Editores, 1990 (Edición bilingüe inglés–español, 1992)<br />

El tono menor del deseo, novela (Editorial Cuarto Propio, 1991)<br />

Astride, novela (Edición bilingüe de Analissa Taylor, 1992)<br />

Signos bajo la piel, cuentos (Editorial Grijalbo, 1995)<br />

Ropa usada, cuentos (Ediciones Asterión, 2000)<br />

<strong>Lo</strong> que ya nos encontró, novela digital (Chilelibro.com, 2001)<br />

<strong>Lo</strong>s que sobran, cuentos (Ediciones Asterión, 2003)<br />

Llamadas perdidas, minificciones (Barcelona, 2006)<br />

La Grandmother y otros, cuentos (Ediciones Asterión, Colección La Luna de Venegas, 2008)<br />

El lugar del otro (Ediciones Asterión, 2010)<br />

Distinciones: Finalista del Premio Altazor 2003 con <strong>Lo</strong>s que sobran.<br />

Finalista del Premio Altazor 2008 con La Grandmother y otros.<br />

Premio Altazor 2011 por El lugar del otro.


Alejandra Guzzini, hasta los 13 años fui<br />

sencillamente Sandra, un diminutivo italiano<br />

de mi nombre original, pero, que nunca me<br />

gustó. Así que a los 13 años cuando comencé<br />

mi educación secundaria, pasé a recuperar mi<br />

nombre original. Nací en Buenos Aires, bajo la<br />

dictadura, y me fui de mi país bajo dictadura<br />

también 26 años después. Vivo en España<br />

desde el año 1983, y aquí en esta tierra yerma<br />

y pequeña (Las Palmas de Gran Canaria) me<br />

sentí acogida y cuidada. Mi país,<br />

sencillamente, me dio la espalda. Escribo<br />

desde siempre, no sé si bien o mal, pero, es mi<br />

salvoconducto para poder ser. Hace<br />

aproximadamente un año, y con el apoyo<br />

incondicional de una amiga mía, me atreví a<br />

publicar una pequeña reseña poética de mi historia dentro de la literatura. En Junio del 2010 salieron mis<br />

primeros "Fragmentos del espejo" http://espiral-literaria.org/. Fue una experiencia enriquecedora y que de<br />

alguna forma cambió mi vida. Sin pretensiones, sin anhelos que fueran más allá de "ser leída". Participo<br />

desde hace muchos años en una web literaria: www.grupobuho.es. Esta página fue mi primera incursión<br />

pública, donde expuse lo que escribo. Ahora en la actualidad, intento incursionar en diferentes estilos, sin<br />

apuros, sin agobios, simplemente por el mero placer de sentir que quedan huellas.<br />

Andrea Zecca. Nacido en Ancona (Italia)<br />

en 1985. Después de formarse como Técnico<br />

Químico, y teniendo ganas de visitar otros<br />

lugares, se matricula en la Universidad de<br />

Bologna en el 2004 para estudiar<br />

Biotecnología. En el 2008, para seguir<br />

trabajando como Biólogo, se desplaza hasta<br />

Alemania por un año y en septiembre del<br />

2010, se encamina hacia Barcelona donde<br />

actualmente se prepara para doctorarse.<br />

Escribe poesías y relatos desde pequeño<br />

participando en varios concursos literarios. Y<br />

así, entre experimentos y cervezas, intentar<br />

seguir escribiendo.


Guido Micheli nació en Milán, Italia,<br />

en 1985, aunque ha vivido sobre todo en<br />

un pueblo en las orillas del Lago Como,<br />

en el norte de Italia. En 2009 editó su<br />

primer libro "Io ci fumo sopra", una<br />

colección de cuentos, con la editorial<br />

Cicorivolta. Ese mismo año fundó el<br />

fanzine literario "Le tre piume"<br />

(www.trepiume.it) que sigue existiendo.<br />

También en 2009 se licenció en filología.<br />

Actualmente vive en Barcelona.<br />

Arnoldo Rosas (Porlamar, Venezuela 1960). Perteneció<br />

al Taller de Narrativa del Centro de Estudios<br />

Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” (1981-1982). Tiene<br />

la Diplomatura en Literatura Creativa del programa<br />

UNIMET-ICREA (2010). Sus trabajos han merecido los<br />

siguientes reconocimientos: Premio de Narrativa “Régulo<br />

Guerra Salcedo” 1987. Premio de Narrativa “Rosauro Rosa<br />

Acosta” 1988. Mención especial concurso literario “Andrés<br />

Silva” 1991. Primer finalista Bienal Literaria Nueva Esparta<br />

“Chevige Guayke” 1991. Mención de Honor Bienal<br />

Latinoamericana de Literatura “José Rafael Pocaterra”<br />

2000. Mención de Honor del Jurado <strong>VI</strong>I Concurso Nacional<br />

de Cuentos Sacven 2009. Ha publicado los libros de relatos<br />

Para Enterrar al Puerto (1985), Igual (1990), Olvídate del<br />

Tango( 1992), La Muerte No Mata a Nadie (2003) y las<br />

novelas Nombre de Mujer (2005) y Uno se Acostumbra<br />

(2011). Textos suyos están presentes en las siguientes<br />

antologías: Antología de Narradores Neoespartanos (1993).<br />

Antología de Narratistas Orientales (1994). Recuento,<br />

Antología del Cuento Breve Venezolano (1994). Quince que<br />

Cuentan (2008). Cuentos Sacven 2009 (2010).


Antonio Tello (Villa Dolores, Córdoba, 3<br />

de agosto de 1945). Poeta y narrador<br />

argentino.<br />

Cuentos: El día en que el pueblo reventó de<br />

angustia, Macció Hnos, 1973. El interior de<br />

la noche, Tusquets, 1989. El mal de Q.,<br />

cuentos reunidos 1968-2009, Candaya, 2009.<br />

Novelas: De cómo llegó la nieve, Tusquets,<br />

1987. El hijo del arquitecto, Anaya & Mario<br />

Muchnik, 1992. <strong>Lo</strong>s días de la eternidad,<br />

Muchnik Editores, 1997.<br />

Poesía: Sílabas de arena, Candaya, 2004.<br />

Naturaleza viva, Alla pasticceria del pesce,<br />

Milán, 2006. Conjeturas sobre el tiempo, el<br />

amor y otras apariencias, Cartografías, 2009.<br />

Nadadores de altura, Cartografías, 2011.<br />

Antologías: Erato bajo la piel del deseo,<br />

poesía erótica, Sial/Contrapunto, 2010.<br />

Transatlánticos. Cincuenta argentinos poetas<br />

de/en Barcelona, Consulado Gral. de la<br />

Rep.Argentina,2011<br />

Ensayos: 10 Narradores cubanos,<br />

Bruguera,1977. El Quijote a través del<br />

espejo, Mondadori, 1989, Ronsel, 2005. Gran<br />

diccionario de voces eróticas de España e<br />

Hispanoamérica, Temas de Hoy, 1992.<br />

Extraños en el paraíso, Flor del Viento, 1997.<br />

Breve historia de Argentina, claves de una<br />

impotencia, Sílex, 2007. Atlas de política,<br />

Parramón, 2007.<br />

Biografías: Elvis, la rebelión domesticada,<br />

Bruguera, 1977. Escrita con Gonzalo Otero<br />

Pizarro. Valentino, la seducción manipulada, Bruguera, 1978. Escrita con Gonzalo Otero Pizarro. Todo<br />

Picasso, El Mundo, 2001. Escrita con Jean-Pierre Palacio. Leonardo, Sol 90, 2006. Miguel Ángel, Sol 90,<br />

2006. Caravaggio, Sol 90, 2006. Degas, Sol 90, 2007.<br />

Literatura infantil: Skaters a toda pastilla, Plaza & Janés, 1990. Ángeles y dragones, Plaza & Janés 1991.<br />

Payasos y tiburones, Plaza & Janés, 1991. A ritmo de rock'n «ronc», Plaza & Janés, 1991. Me llamo<br />

Leonardo, Parramón,2004. Me llamo Miguel de Cervantes, Parramón, 2005. El gran libro de los magos,<br />

Parramón, 2007. El gran libro del misterio, Parramón, 2008. El gran libro de las brujas, Parramón, 2009.<br />

Yo, Einstein, Parramón, 2009.


María Llopis, Valencia 1975.<br />

Licenciada en Bellas Artes por la Universidad<br />

de Valencia (1998) y Máster en Animación<br />

Audiovisual en la Universidad Autónoma de<br />

Barcelona (2000).<br />

Su trabajo ha sido expuesto en numerosas<br />

exposiciones y programas de vídeo tales como<br />

Artivistic, Montreal (2009), The Art and<br />

Politics of Netporn, Amsterdam (2006), en el<br />

Centro Cultural Montehermoso, Vitoria-<br />

Gasteiz (2010), la Galería Volte en Bombay<br />

(2010) o el Festival Panorama en Rio de<br />

Janeiro y el Museo Nacional Reina Sofia en el<br />

2011.<br />

Entre su labor profesional destacan numerosos<br />

talleres sobre arte y feminismo en centros<br />

como Hangar o Arteleku en España, el taller<br />

de postpornografía en City of Women Festival en Ljubljana (2007) o el Royal Institute of Art en<br />

Stockholm (2008).<br />

Del 2003 hasta 2007 formó parte activa del colectivo multidisciplinar «Girlswholikeporno», con gran<br />

trayectoria internacional. Destacar la performance audiovisual presentada en Sónar, Festival<br />

Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona (2004).<br />

Por otro lado ha impartido conferencias sobre nuevas representaciones de la sexualidad en el arte en<br />

diversas universidades españolas, en la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne (2010), o en el Post Porn<br />

Politics Symposium de Berlin (2006). En 2010 ha publicado el libro El posporno era eso con la editorial<br />

Melusina (Barcelona).<br />

Jordi Corominas i Julián nació en Barcelona el 28<br />

de abril de 1979. Licenciado en Humanidades por la<br />

Universidad Pompeu Fabra, desarrolla varias actividades<br />

en el mundo literario. Como narrador ha publicado dos<br />

novelas en catalán (Una dona que sap jugar amb els peus y<br />

Colors, ambas publicadas en Abadia Editors), una biografia<br />

en italiano (Macrina la madre) y a finales de 2011<br />

publicará en Barataria su primer libro de relatos, El<br />

mayordomo de la muerte. Asimismo tuvo la idea y coeditó<br />

la antologia Matar en Barcelona, publicada en 2009 por<br />

Alpha Decay. A nivel poético ha publicado la suite Paseos<br />

Simultáneos (Vitruvio, 2010) y a lo largo de los próximos<br />

meses espera sacar al mercado Oceanografías y en e-book<br />

<strong>Lo</strong>opoesía(s), poemas que sirven para articular su show<br />

multidisciplinar <strong>Lo</strong>opoesia, que dirige junto a Laura<br />

Fillola. Por otra parte Corominas desarrolla una intensa<br />

labor crítica en revistas, entre las que destaca su labor de<br />

coeditor en panfletocalidoscopio.com y sus constantes<br />

escritos en Revista de Letras, Culturamas, Literaturas,<br />

Benzina, <strong>Excodra</strong>, Serra d'Or y otros medios nacionales e<br />

internacionales. Asimismo trabaja en la radio, hasta el año<br />

pasado en Cadena SER y desde 2011 en Radio Nacional en<br />

Catalunya en el programa Wonderland. Puedes visitarlo<br />

aquí: http://www.corominasijulian.blogspot.com


Santiago Tena nació el 29 de julio de 1965 en<br />

Montevideo (Uruguay). Es español y reside en<br />

Madrid.<br />

En 1994 obtuvo el IX Premio de Poesía Antonio<br />

Oliver Belmás, de Cartagena (Murcia) con su<br />

libro Última voz, que publicó en 1995 la Editora<br />

Regional de Murcia. La mansedumbre calculada<br />

fue publicada en 1998 por SIAL (Madrid). Esta<br />

misma editorial publicó en 2004 Aunque Dios<br />

tenga sed. <strong>Lo</strong>s tres son libros de poemas.<br />

Colabora como articulista en el diario ABC de<br />

Madrid desde 1997.<br />

Carmen Camacho (Alcaudete, Jaén, 1976). Vive<br />

en Sevilla). Ha publicado hasta el momento los libros de<br />

poesía La Mujer del Tiempo (2011), Minimás (1ª ed. en<br />

2008, 2ª ed. 2010), 777 (2007) y Arrojada (2007), así<br />

como las plaquettes Suite Bereber, Arte Sacro Lumbar y<br />

Fuegos de palabras. Su obra está recogida en más de una<br />

veintena de antologías de poesía y narrativa de España y<br />

Latinoamérica. Ha obtenido diversos premios de poesía<br />

y Poetry Slam, como La Voz + Joven, de la Obra Social<br />

y Cultural Caja Madrid, el II Poetry Slam de la LILEC<br />

(Almería) o el 2º premio del internacional de Poesía Pilar Paz Pasamar 2010, entre los más<br />

recientes.<br />

Interesada en el mestizaje de la palabra con las artes y en la nueva oralidad, actualmente<br />

desarrolla en escena dos obras de Poesía Escénica o Spoken Word: Venus_Track [Palabra en<br />

Danza], junto a la bailarina de danza contemporánea Raquel L. <strong>Lo</strong>bato y los músicos Javier<br />

Prieto y Mariano Clavijo, y Verso a Golpe [Palabra y otras percusiones], con Javier Prieto al<br />

hang y a las percusiones electrónicas.<br />

Colabora con el periodista Jesús Vigorra en el programa El Público de Canal Sur Radio, con<br />

“Poesía lo serás tú”, sección dedicada a divulgar la poesía en sus diversas formas expresivas.<br />

Forma parte del consejo editor de Nayagua, del Centro de Poesía José Hierro, así como de<br />

varios proyectos colaborativos de literatura y arte contemporáneo.


Agustín Calvo Galán. Nacido en<br />

Barcelona, 1968. Ha publicado los libros de<br />

poemas: Letras transformistas, una selección de<br />

sus poemas conceptuales y visuales (2005), Otra<br />

ciudad (libro objeto, 2006) Poemas para el<br />

entreacto (2007) y A la vendimia en Portugal,<br />

(2009). Y, desde el colectivo Labcrom di Sol, ha<br />

promovido la publicación de homenajes a poetas<br />

experimentales contemporáneos. Su obra como<br />

poeta visual ha sido recogida en diferentes<br />

antologías especializadas como Poesía<br />

experimental española (1963-2004) Ed.<br />

Marenostrum (2004), Breviario de poesía<br />

experimental y mail-art. Ed. Corona del Sur<br />

(2006). Poesía visual española (antología<br />

incompleta) Ed. Calambur (2007), Fragmentos de<br />

entusiasmo, poesía visual española (1964-2006)<br />

Ayuntamiento de Guadalajara (2007). Esencial<br />

visual Instituto Cervantes de Fez (Marruecos,<br />

2008). Ojos que sí ven, antología de poetas<br />

experimentales de México y España Ed. Corona<br />

del Sur (2010), etc. En marzo de 2008 participó<br />

como ponente en el I encuentro con la poesía<br />

española contemporánea en la Universidad de<br />

Bari (Italia). Colabora habitualmente en revista y<br />

publicaciones de poesía. Desde noviembre de 2006 hace crecer un blog de interconexión entre poetas<br />

españoles llamado [las afinidades electivas].<br />

Exposiciones: Por otro lado, ha participado en numerosas exposiciones colectivas con sus poemas<br />

visuales, además, ha realizado exposiciones en solitario: “Letras transformistas”, poemas visuales y<br />

collages, junio de 2003, Centre Cívic Drassanes (Barcelona), “Fotopoemas”, diciembre de 2006, La<br />

Vaquería (Tarragona), “Proyecto Desvelos”, abril de 2008, Sala Valentina (Barcelona), "Poemas y<br />

objetos" octubre de 2008, Ateneu Igualadí (Igualada, Barcelona), "Fotopoemas" julio de 2010, Centre<br />

Cívic Ca l'Herrero, Portbou (Girona) y "Paisatges i poemes visual" abril de 2011, Biblioteca de Ripollet.<br />

Anna Labad Escritora residente en<br />

Barcelona (según se dice). Su vida y obra son<br />

un misterio que algún día serán desvelados.<br />

A día de hoy, al menos, pudimos rescatar uno<br />

de sus textos con la temática de <strong>Lo</strong> justo y<br />

una foto que mandó un anómino, pero no<br />

sabemos si es una foto realizada antes o<br />

después de su muerte, pues no sabemos si<br />

está entre los presentes o los ausentes. En<br />

cualquier caso, bienvenidos sean foto y texto,<br />

pues ambos irradian serenidad absoluta y eso<br />

siempre es de agradecer.


Laia López Manrique Nació en<br />

Barcelona en 1982. Es licenciada en<br />

Filosofía y en Teoría de la Literatura y<br />

Literatura Comparada por la<br />

Universidad de Barcelona. Escribe<br />

poesía y relato breve. Ha publicado<br />

textos críticos, poemas, relatos y<br />

microrrelatos en diversos medios,<br />

revistas literarias y antologías<br />

colectivas. En la actualidad prepara un<br />

libro de cuentos, así como diversos<br />

proyectos poéticos. + info en el blog:<br />

www.palidofuego.wordpress.com<br />

Belén Martínez. Nací en 1985 en Elche,<br />

Alicante, bajo el signo de Tauro y con<br />

ascendiente Escorpio (esto explica muchas<br />

cosas). A los 15 quedé finalista de la Región de<br />

Murcia en 4º lugar en el concurso de<br />

redacciones de Coca-Cola. A los 18 me mudé a<br />

Valencia a estudiar una carrera que no ejerzo<br />

actualmente, pero que me permitió participar<br />

durante 3 años en el grupo de teatro Caja Negra<br />

y además conocí a gente maravillosa durante esa<br />

época. Luego me fui un par de años a Alemania<br />

pero no me gusta hablar de ello. En octubre de<br />

2008 vine a parar a Barcelona y desde entonces<br />

vivo trepidantes aventuras. También me gusta<br />

dar largos paseos por la playa.<br />

Aurora Martín. Si bien es cierto que mi<br />

introducción a la fotografía, a mis18 años, fue<br />

puramente casual, desde el primer momento tuve<br />

claro que era eso a lo que quería dedicarme de forma<br />

profesional, que era la fotografía lo que me llenaba de<br />

verdad. Fue entonces cuando mi vida hizo un giro de<br />

180 grados, y es que con la fotografía empezó a<br />

desarrollarse una cosa todavía por descubrir... mi<br />

faceta más expresiva, sentimental y melancólica. Poco a poco empecé a entender que, no tan sólo las<br />

cosas materiales y tangibles, sino los hechos, los pensamientos y la vida en general también podían ser<br />

presos de diferentes puntos de vista, de diferentes ángulos, diferentes enfoques...


Ludovica Bastianini es Licenciada en la Facultad de<br />

Conservación del Patrimonio Artístico, realizó los Cursos de<br />

Dibujo y de Ilustración en la Escuela Comix de Nápoles y<br />

publicó con las Editoriales "L'isola dei ragazzi" y "Larcher<br />

editore", además fue premiada en el Concurso Fotográfico<br />

"Cucu tete", sobre la relación entre la ciudad y los niños. Ahora<br />

estudia la especialización universitaria de Historia del Arte<br />

Contemporáneo en la Universidad Suor Orsola Benincasa de<br />

Nápoles, participando también en el Curso Profesional de<br />

Fotografía de Autor en el Instituto Idep de Barcelona. Parte de<br />

sus obras pueden ser vistas aquí:<br />

http://www.ludovicabastianini.com/Home.html<br />

Susana Pozo Romero.<br />

Licenciada en Historia del Arte por<br />

la Universidad de Barcelona y<br />

Máster en Estudios Avanzados en<br />

Historia del Arte en la especialidad<br />

de Coleccionismo, mercado y<br />

difusión de arte.<br />

Ha comisariado la exposición<br />

Enmig, la vida (Casa de Cultura de<br />

Burjassot) y ha participado como<br />

documentalista en la muestra Tot<br />

recordant... Miquel Porter i Moix,<br />

un home polifacètic . Ha publicado<br />

artículos en catálogos y revistas<br />

especializadas. Como ilustradora<br />

ha colaborado con diversas revistas<br />

culturales.<br />

Pablo Gallo (La Coruña, 1975) se formó en la Escuela de<br />

Arte Pablo Picasso de La Coruña y en la Escuela de Arte<br />

Massana de Barcelona. Ha recibido diversos premios por sus<br />

pinturas y videos y viene desarrollando una permanente labor<br />

expositiva desde 1995. En los últimos años su obra se ha<br />

centrado en establecer conexiones entre las artes plásticas y la<br />

literatura. Es autor de los libros “Hiperhíbridos” (El Gaviero<br />

Ediciones, 2011) y “El libro del voyeur” (Ediciones del Viento,<br />

2010) que reúne 69 de sus dibujos eróticos circulares<br />

acompañados de textos de 69 escritores españoles e<br />

hispanoamericanos. Ha ilustrado el libro de Nacho Vegas<br />

titulado “Política de hechos consumados” (Limbo Starr, 2009).<br />

Ha colaborado con sus dibujos en revistas literarias como<br />

Quimera, La Bolsa de Pipas, Vinalia Trippers o Hermano<br />

Cerdo, en el periódico La Voz de Galicia y en la antología<br />

“Perversiones, breve catálogo de parafilias ilustradas”<br />

(Editorial Traspiés, 2010). En la actualidad vive en Bilbao.


Patricia de Souza (Cora-Cora, Perú, 1964) Ha<br />

publicado varias novelas, libros de relatos y ensayos<br />

en España, Perú y México: Cuando llegue la noche<br />

(Lima, Jaime Campodónico, 1995); La mentira de un<br />

fauno (Madrid, Lengua de Trapo, 1999); El último<br />

cuerpo de Úrsula (Barcelona, Seix Barral, 2000);<br />

(Lima, [sic], 2009); Stabat Mater (Madrid, Debate,<br />

2001); Electra en la ciudad (Madrid, Alfaguara,<br />

2006); Aquella imagen que transpira (Lima, Sarita<br />

Cartonera, 2006); Ellos dos (Lima, Editorial San<br />

Marcos, 2007); ( México, Editorial Jus, 2009);<br />

Erótika, escenas de la vida sexual (México, Editorial<br />

Jus, 2008); (Barcelona, Barataria, 2009); Eva no tiene<br />

paraíso (Lima, Ediciones Altazor, 2011) y la revista<br />

literaria de l'NRF (Gallimard) publicó su texto corto<br />

Désert. Escribe para diferentes periódicos en Madrid<br />

y actualmente reside entre Francia y América.<br />

http://palincestos.blogspot.com/<br />

Imagen Portada: Susana Pozo


LO ERÓTICO<br />

NÚMERO <strong>VI</strong><br />

MARZO 2012<br />

RE<strong>VI</strong>STA EXCODRA<br />

http://www.excodra.com

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