Excodra XIV: La ciencia
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El milagro de la relatividad del tiempo<br />
Aquella noche, él le pidió que se acordara de cuando murió Alberto. De cuán<br />
injusto les pareció que sólo hubiera vivido un par de años, de cómo buscaron<br />
por todas partes la razón de aquella aparente sinrazón, porque ellos creían<br />
firmemente en la lógica y en los quarks, y en la belleza de la proporción áurea<br />
y del número π por encima de todo. Fue entonces cuando descubrieron que el<br />
tiempo de los mamíferos no se mide por algo tan planetario como el<br />
movimiento de traslación de la tierra dividido en 365 ciclos de rotación<br />
divididos por la culpa sexagesimal babilónica en veinticuatro fracciones de<br />
sesenta otras fracciones de sesenta otras fracciones (llegándose sólo más tarde<br />
a las fracciones decimales que de las clepsidras no se podrían haber<br />
aprehendido). No, el tiempo de los mamíferos se mide por ese tic, tac rítmico<br />
que nos acompaña desde que los cardiomiocitos comienzan a desempeñar su<br />
función: porque la frecuencia cardiaca y el tamaño del cuerpo (del cuál el<br />
corazón supone invariablemente un 0.6%) se relacionan inversamente según<br />
la ecuación que reza que la duración del ciclo cardiaco es igual a 0.249xM0.25<br />
(siendo M el peso del mamífero en cuestión, en Kg), y además, la esperanza<br />
de vida (para animales en cautividad que no están expuestos a los predadores,<br />
se entiende) corresponde a 11.8xM0.20; es más, si dividimos la segunda<br />
expresión por la primera, obtenemos un valor aproximado de mil quinientos<br />
millones de latidos a lo largo de cada vida. Le recordó que aplicaron la<br />
segunda fórmula a sí mismos, y descubrieron que los humanos son la<br />
excepción que confirma la regla, dado que un mamífero de tamaño similar<br />
viviría con suerte tres décadas, y ellos estaban rodeados de gente que<br />
sobrepasaba con mucho esa edad. Pero Alberto era un ratón: su corazón latía,<br />
de media, 500 veces por minuto cuando descansaba; hasta 8oo cuando corría<br />
en su rueda. Comprendieron maravillados que en realidad Alberto, al compás