ACTIVIDAD MOMENTO 1 TALLER 1 WILLIAM HUMBERTO ZORRILLA SANTAMARIA (2)
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la Nao, resplandores de plata pertenecientes a imágenes veneradas o tepalcates extraídos de<br />
excavaciones clandestinas. Ya en confianza, se paseaba entre aquellos objetos como un rey<br />
nada dispuesto a abdicar y, pícaro, con una estrella acomodada en su sonrisa, resumía las<br />
historias de tales hallazgos, aunque muchas resultaran infamantes. Asiduo concurrente al<br />
Centro Bohemio, con juicios certeros orientó a pintores que luego se volvieron célebres.<br />
Viajó por los pueblos más oscuros y cuentan las malas lenguas que un gobernador<br />
quisquilloso lo expulsó de Veracruz rumbo a la ciudad de México porque junto con otros<br />
jóvenes imponía el desconcierto en las ortodoxas costumbres lugareñas. Inició su carrera<br />
modestamente. Habilísimo descubridor de la belleza —como buen profesional—, se<br />
consideró a sí mismo un artesano. Su audacia de comprador alevoso se transformaba en una<br />
timidez enternecedora si de valorar sus apuntes o dibujos se trataba. Como sin darse cuenta<br />
y para dejarlos en manos ajenas envolvía con ellos libros y regalos. (Dicen que las señoras<br />
desaprensivas los tiraron al cesto de la basura.) Fiel a su vocación por lo fugaz el tío Jesús<br />
trabajaba en materiales frágiles como el papel de china donde, con la gracia de un ángel,<br />
aprehendía el vuelo del pájaro y la fragilidad de la rosa. Más agasajado por sus dotes<br />
sociales que por su pintura aparentemente ingenua, encantadora y no siempre bien<br />
comprendida, nunca encontró motivos para rehusar invitación alguna. Se presentó en todos<br />
lados y en todos lados estuvo presente. Casi a los setenta años expuso por primera vez. A<br />
los ochenta recibió su primer homenaje público. A fuerza de darle tiempo al tiempo alargó<br />
su propia existencia hasta lo inverosímil y a fuerza de recordar olvidó los mejores<br />
momentos de su vida. Cuando por curiosidad y cariño sus sobrinos le preguntábamos sobre<br />
sus amores, sobre 36 los chismes que propaló, las fiestas que amenizó, las viudas que<br />
esquilmó: cuando le hablábamos sobre el arte instantáneo de domadores y trapesistas en los<br />
circos cuas funciones aplaudia, ladeaba un poco su cabesa abrigada por una boina vasca y<br />
su rostro anciano demostraba sorpresa antes de eplicar : –¡Muchachos! ya les dije que esas<br />
cosas nunca las hice yo. Las hixo el otro jesus, que ,e aguarda y me perdona la ingratitud de<br />
haberlo abandonado –y con la punta de un bastón tembloroso señalaba su retrato de niño,<br />
vestido con pantalon corto y blusa de holandes, tomando dulcemente la mano de su madre.<br />
Atrás don Buenaventura guiñaba un ojo.<br />
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