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Revista Momento 1 Taller 2 Aprendizaje colegial e innovación.

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Compró una huerta cuya hermosura se mantiene en la memoria de quienes la visitaron y<br />

cuya fama permanece en quienes cultivan el escándalo. Y allí organizó francachelas.<br />

Hombre ávido de tener y despreocupado por ser quiso ganarse el sustento como anticuario.<br />

Sin tomar partido religioso, la guerra Cristera le presentó oportunidad para la rapiña. Se<br />

presentaba dondequiera que había velorios y buscando piezas meritorias su mirada avizora<br />

recorría el hogar de la familia en desamparo. No le importaron el peligro de las balas en<br />

época de disturbios ni los peores contratiempos con tal de atesorar santos de marfil<br />

transportados por la Nao, resplandores de plata pertenecientes a imágenes veneradas o<br />

tepalcates extraídos de excavaciones clandestinas. Ya en confianza, se paseaba entre<br />

aquellos objetos como un rey nada dispuesto a abdicar y, pícaro, con una estrella<br />

acomodada en su sonrisa,<br />

resumía las historias de tales<br />

hallazgos, aunque muchas<br />

resultaran infamantes. Asiduo<br />

concurrente al Centro<br />

Bohemio, con juicios certeros<br />

orientó a pintores que luego<br />

se volvieron célebres. Viajó<br />

por los pueblos más oscuros<br />

y cuentan las malas lenguas<br />

que un gobernador<br />

quisquilloso lo expulsó de<br />

Veracruz rumbo a la ciudad<br />

de México porque junto con<br />

otros jóvenes imponía el<br />

desconcierto en las ortodoxas<br />

costumbres lugareñas. Inició<br />

su carrera modestamente.<br />

Habilísimo descubridor de la<br />

belleza —como buen<br />

profesional—, se consideró<br />

a sí mismo un artesano. Su<br />

audacia de comprador<br />

alevoso se transformaba en<br />

una timidez enternecedora si de valorar sus apuntes o dibujos se trataba. Como sin darse<br />

cuenta y para dejarlos en manos ajenas envolvía con ellos libros y regalos. (Dicen que las<br />

señoras desaprensivas los tiraron al cesto de la basura.) Fiel a su vocación por lo fugaz el<br />

tío Jesús trabajaba en materiales frágiles como el papel de china donde, con la gracia de un<br />

ángel, aprehendía el vuelo del pájaro y la fragilidad de la rosa. Más agasajado por sus dotes<br />

sociales que por su pintura aparentemente ingenua, encantadora y no siempre bien<br />

comprendida, nunca encontró motivos para rehusar invitación alguna. Se presentó en todos<br />

lados y en todos lados estuvo presente. Casi a los setenta años expuso por primera vez. A<br />

los ochenta recibió su primer homenaje público. A fuerza de darle tiempo al tiempo alargó<br />

su propia existencia hasta lo inverosímil y a fuerza de recordar olvidó los mejores<br />

momentos de su vida. Cuando por curiosidad y cariño sus sobrinos le preguntábamos sobre<br />

sus amores, sobre 36 los chismes que propaló, las fiestas que amenizó, las viudas que<br />

esquilmó: cuando le hablábamos sobre el arte instantáneo de domadores y trapesistas en los<br />

circos cuas funciones aplaudia, ladeaba un poco su cabesa abrigada por una boina vasca y<br />

su rostro anciano demostraba sorpresa antes de eplicar : –¡Muchachos! ya les dije que esas<br />

cosas nunca las hice yo. Las hixo el otro jesus, que ,e aguarda y me perdona la ingratitud de<br />

haberlo abandonado –y con la punta de un bastón tembloroso señalaba su retrato de niño,<br />

vestido con pantalon corto y blusa de holandes, tomando dulcemente la mano de su madre.<br />

Atrás don Buenaventura guiñaba un ojo.

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