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18<br />

Escena de la película Manchester junto al mar<br />

el progreso del relato en tiempo presente, que tienen que<br />

ver con la noticia de que el hermano de Lee ha muerto de<br />

un paro cardíaco prematuro, dejan entrever paulatinamente<br />

las razones de una circunspección y un abatimiento que no<br />

son ostensibles porque no se verbalizan, pero se intuyen. Los<br />

movimientos físicos contenidos y los gestos mínimos, además<br />

de la sonoridad de la voz y la forma de estar en el espacio,<br />

constituyen la gramática y la psicología con las que Affleck<br />

escribe los signos de un dolor imposible. La lógica narrativa,<br />

que va del pasado al presente y que también avanza hacia<br />

la magnífica resolución dramática por la cual se enuncia el<br />

límite de una experiencia, incompatible con cualquier idea<br />

de superación como emblema, facilita comparar y estudiar<br />

la conducta de Lee antes y después de aquel acontecimiento<br />

que alteró para siempre su vida. La interpretación del actor<br />

es descomunal. Affleck tiene que trabajar sobre la densidad<br />

histórica de su dolor y hallar las variaciones expresivas que<br />

incluyen un tiempo feliz, otro desgraciado y otro sufriente y<br />

cicatrizado que determina el estado de ánimo. Todo lo que<br />

sucede con su sobrino, una vez que su hermano ha muerto<br />

y ya se conoce más sobre por qué Lee apenas se limita a<br />

sobrevivir, es magnífico, porque la novedosa situación que el<br />

protagonista debe afrontar como posible y nuevo tutor no se<br />

inscribirá en el mito existencial de la segunda oportunidad.<br />

La esperanza está elidida en Manchester junto al mar: he<br />

aquí su mayor desobediencia filosófica. Una anomalía espiritual<br />

y una discreta clarividencia.<br />

Manchester junto al mar no se erige sobre la mentira de<br />

la mayoría de los relatos hollywoodenses, revestida de un<br />

voluntarismo ingenuo por el cual pase lo que pase siempre<br />

habrá un nuevo comienzo, como si existiera un secreto diseño<br />

en los destinos de las personas. El que quiere, puede; el que<br />

quiere será auxiliado por un devenir que garantiza otro intento,<br />

otra oportunidad. Indemostrables afirmaciones que tienen<br />

como fundamento la poderosa, falaz esperanza.<br />

El film de Lonergan se despega de los talismanes simbólicos<br />

y de todo el repertorio metafísico con el que se solicita creer<br />

en una fuerza que propone un salto hacia delante bajo la<br />

convicción de que todo será mejor después de un tiempo.<br />

Lee descree de esos supuestos atributos de la realidad, pero<br />

persiste en ocupar su espacio en ella. ¿Por qué un hombre<br />

persevera cuando ha perdido todo lo que ama? ¿Por perseverar,<br />

solamente?<br />

No sabemos exactamente qué es la voluntad, más allá de<br />

que hay libros satisfactorios y exhaustivos sobre la materia.<br />

Pero la voluntad sucede, habita dentro de cada hombre y<br />

mujer. Es un lugar común del lenguaje decir que existe una<br />

“fuerza” detrás de la voluntad; le asignamos tal cualidad por<br />

costumbre. En esta acepción, parece ser el yo el que, por una<br />

decisión afirmativa, moviliza un querer. Pero lo paradójico es<br />

que la naturaleza de la voluntad no parece responder estrictamente<br />

a la voluntad como instrumento; ella nos precede o<br />

nos constituye, y nos fuerza a querer.<br />

La gran virtud de Manchester junto al mar reside en situar y<br />

espiar esa fuerza de voluntad en un ser quebrantado. Quizás<br />

la extraña comicidad del film de Lonergan dé con esto una<br />

pista más para meditar sobre la materia. Como sea, la voluntad<br />

no parece depender de ningún agente externo que incida<br />

sobre nuestras vidas ni de ningún porvenir. La voluntad llena<br />

la experiencia del presente y la dota de su matiz particular.<br />

Es el presente reinventándose, alimentándose a sí mismo.<br />

En este sentido, su concepto está en las antípodas del de la<br />

esperanza, esa operación sospechosa por la que se pretende<br />

reavivar la voluntad de vivir mediante promesas.<br />

El film se concentra en el fenómeno central y más enigmático<br />

de la conducta de las personas: la voluntad no está investida<br />

de ningún signo que adorne esa raíz que predispone a alguien<br />

a no entregarse a lo inerme e inmóvil; está en su grado cero.<br />

Lo que mueve a un hombre a levantarse diariamente, a<br />

querer seguir con sus tareas y a mantenerse en pie es lo que<br />

despunta sin artificios en el film de Lonergan. El personaje<br />

no está sumido en la necedad de darse una extravagante<br />

razón para seguir apostando por su vida; tampoco espera un<br />

cataclismo exterior que termine con su convaleciente paso<br />

por el mundo. En el momento de mayor dolor, frente a la<br />

exacerbación inmediata de una pérdida injusta de la que se<br />

creyó culpable, pudo intentar acabar de un balazo consigo<br />

mismo, pero fue solamente una vez. Lee sigue vivo

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