El caballo mágico
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Tenía la impresión de que había estado viajando durante<br />
una eternidad. De repente, cuando ya se había dado por<br />
vencido y recomenzado varias veces, vio algo justo en frente<br />
de él, que primero le pareció un espejismo. Era un jardín<br />
lleno de deliciosas frutas que brillaban y lo invitaban a<br />
acercarse.<br />
Al principio Tambal no les prestó mucha atención y<br />
siguió caminando, pero pronto se dio cuenta de que estaba<br />
pasando por una huerta.<br />
Juntó algunas frutas y las probó con cautela. Eran<br />
deliciosas. Le quitaron el miedo y también el hambre y la<br />
sed. Cuando estuvo satisfecho, se acostó a la sombra de un<br />
árbol enorme y acogedor, y se quedó dormido.<br />
Cuando se despertó se sintió más o menos bien, pero<br />
tenía la sensación de que algo andaba mal. Corrió a una<br />
laguna cercana, y miró su reflejo en el agua. Una cosa<br />
horrible le devolvió la mirada. Vio una barba larga, cuernos<br />
curvos y orejas enormes. Se miró las manos. Estaban<br />
cubiertas de pelos.<br />
¿Tuvo una pesadilla? Se pellizcó y se golpeó para<br />
despertarse, pero fue inútil. Fuera de sí y preso de miedo<br />
y horror, gritando y sollozando, se arrojó al suelo. —No<br />
importa si vivo o muero —pensó—, estas frutas me han<br />
arruinado. Aun con el ejército más grande de todos los<br />
tiempos, la conquista no me va a ayudar. Nadie se casaría<br />
conmigo ahora, y mucho menos la princesa Perla Preciosa.<br />
Hasta las bestias salvajes quedarían aterradas de solo<br />
mirarme, y el deseo de mi corazón por cierto me rechazaría.<br />
Y perdió el conocimiento.