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Amanece en Aôaldalsvegur, parece que hoy el<br />
Sol está de nuestro lado, y nos quiere acompañar,<br />
lo cual es de agradecer en unos parajes tan fríos<br />
como los que estamos atravesando.<br />
El periplo de hoy es normal, del cual anhelamos<br />
por vivir dos nuevas experiencias; el resto,<br />
es simplemente ruta; pero nos hallamos en<br />
Islandia, y aquí pueden producirse sorpresas<br />
impensables.<br />
Nuestra primera parada fue en Goðafoss,<br />
así llamada la Cascada de los Dioses. Este<br />
espectacular salto se halla al norte de la<br />
isla. Las frías aguas del río Skálfandafljót se<br />
precipitan desde una altura de doce metros,<br />
con una anchura de treinta metras. Las crónicas<br />
de tiempos vikingos narran que en el año 1000<br />
se declaró la Cristiandad en Islandia, y, para<br />
confirmar la victoria de la nueva religión sobre<br />
los cultos paganos anteriores, se lanzaron al<br />
lecho de la cascada todos los iconos e ídolos<br />
de las anteriores divinidades, y las gentes<br />
abrazaron el nuevo credo católico. Este es<br />
uno de los escenarios para contemplar in situ<br />
las grabaciones de “Juego de Tronos”, que<br />
podremos disfrutar en su cuarta temporada.<br />
resultaba casi imposible seguir la marcha, sin<br />
distraernos ante la grandiosidad espacial que<br />
nos rodeaba; eran imágenes extraídas de las<br />
visiones de los viajeros románticos del siglo<br />
XIX, grabadas en tarjeta postal, pero, en este<br />
caso, en nuestro archivo más imborrable: la<br />
memoria; todo formaba parte del caleidoscopio<br />
espacial que nos envolvía (riachuelos, rocas,<br />
volcanes, lagos, acantilados, profundos valles,<br />
algunos rebaños de ovejas…, y una carretera<br />
que había olvidado su condición de vía asfáltica,<br />
que nos llevaba a través de una de las islas más<br />
fascinantes de la tierra.<br />
Un elemento casi constante en este viaje fue<br />
el viento, que hacía mover la proa de la Perla,<br />
mientras que los lados había que mantenerlos<br />
firmes, para no caer al suelo; en suma, teníamos<br />
que ir con la mayor precaución.<br />
Volvimos a dejar la N-1, adentrándonos en una de<br />
esas pistas que tanto nos encanta a los moteros,<br />
por sus baches, arenilla y roderas…; pero para<br />
eso también hemos venido a aquí, a los confines<br />
del mundo conocido, y, sin dejar de acatar las<br />
órdenes del GPS, fuimos guiados durante unos<br />
30 minutos por un camino de cabras.<br />
de tres en tres; más adelante os explicaremos<br />
por qué…); seguidamente llegamos a un parking<br />
de tierra, donde no habían más de una docena<br />
de coches (la mayoría 4X4).<br />
Allí aparcamos la Perla, bien calzada, para que<br />
el aire no hiciera de las suyas, y con el peso que<br />
llevaba la pobre, hubiese sido un problema que<br />
ésta se hubiese caído al suelo. Hvitserkur nos<br />
aguarda a unos 50 metros del parking.<br />
Aquella espectacular roca, que cuenta con<br />
dos arcos naturales en su base, acosada<br />
constantemente por las fuertes mareas, el<br />
viento, la lluvia y los excrementos de las aves,<br />
mostraba un peculiar aspecto de un elefante,<br />
o mamut prehistórico, de piedra varado en la<br />
costa. Diferentes especies de aves anidan en<br />
sus verticales y negruzcas paredes de roca<br />
volcánica; por ello, este acantilado es conocido<br />
en islandés “camisa blanca”.<br />
En aquel espectacular escenario nos hubiésemos<br />
quedado toda aquella jornada; parecía imposible<br />
que la Naturaleza hubiese esculpido aquella<br />
maravilla geológica, rodeada por el mar y a un<br />
tiro de piedra de la costa. Un viento salvaje quería<br />
arrancarnos la cabeza, por lo que decimos ir de<br />
camino al hotel.<br />
Después nos esperado un largo trecho; el<br />
paisaje nos iba sorprendiendo a cada kilómetro;<br />
Pero debíamos conducir con precaución, porque,<br />
de vez en cuando, se nos cruzaba alguna oveja<br />
despistada (aviso al navegante: las ovejas van