You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
en el aire cada vez más <strong>de</strong>nso; cabeceaban a modo <strong>de</strong> saludo, le observaban, y<br />
susurraban; a veces, casi cantaban. Y cada uno <strong>de</strong> ellos hacía crecer su alegría<br />
interior; cada uno aportaba una dulce y preciosa contribución, la incorporaba al<br />
cuadro reconstruido <strong>de</strong> su antiguo, olvidado arrobamiento. Era un tray ecto<br />
fascinante y encantado el que recorría; encontraba en él algo in<strong>de</strong>ciblemente<br />
venturoso, algo, a<strong>de</strong>más, que parecía <strong>de</strong> todo punto irresistible.<br />
Porque el paisaje no había cambiado en todos estos años: allí seguían como<br />
siempre los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l campo; todo lo que veía estaba henchido <strong>de</strong> asociaciones<br />
preciosas y entrañables, y aumentaba la fuerza <strong>de</strong> atracción que le arrastraba.<br />
Allí estaba el paso <strong>de</strong> una cerca por cuyos rotos peldaños la ay udó ayer a cruzar,<br />
y aquí la pasarela resbaladiza en la que ella, mirándole por encima <strong>de</strong>l hombro,<br />
le pidió que la sostuviese; vio el mismo arbusto —una zarza— don<strong>de</strong> ella se arañó<br />
la mano el día anterior… y, finalmente, el letrero <strong>de</strong>teriorado por la intemperie:<br />
« A la rectoría» . Señalaba el sen<strong>de</strong>ro que atravesaba el peligroso prado don<strong>de</strong> el<br />
toro <strong>de</strong> Sparrow, el granjero, le proporcionó una dulce excusa para cogerla <strong>de</strong> la<br />
mano, guiarla… protegerla. Del paisaje entero se elevaba un vaho <strong>de</strong> recuerdos<br />
recientes en el que todos los pormenores estaban vivos, y todos los pequeños<br />
inci<strong>de</strong>ntes cargados <strong>de</strong> asociaciones entrañables.<br />
Leyó el tosco y ennegrecido letrero, en lo alto <strong>de</strong>l palo torcido —estaba<br />
bastante borroso, pero se lo sabía <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> memoria para confundir siquiera<br />
una letra—, y apretó el paso por el sen<strong>de</strong>ro embarrado; miró en torno suy o,<br />
esperando ver el toro <strong>de</strong> Sparrow, el granjero; incluso buscó a tientas en el aire<br />
brumoso su mano pequeña para cogérsela, y llevarla a lugar seguro. La imagen<br />
<strong>de</strong> ella le hacía caminar con tan irresistible expectación que pareció como si el<br />
<strong>de</strong>seo acumulado en todos estos años <strong>de</strong>saparecidos e insatisfechos evocase el<br />
fantasma casi tangible <strong>de</strong> esa mano. La sintió realmente, suave y cálida, y que se<br />
cogía a la suya… que no notaba y a incompleta y mutilada.<br />
Sin embargo, no era él quien conducía y guiaba a<strong>hora</strong>, sino, cada vez más,<br />
quien estaba siendo conducido. Tal impresión se había hecho presente por<br />
primera vez en la posada; a<strong>hora</strong> se manifestó con toda claridad: había cruzado la<br />
frontera para convertirse en una sensación real. Su <strong>de</strong>sarrollo, que había ido<br />
rápidamente en aumento todo este tiempo, había alcanzado la plenitud.<br />
Comoquiera que fuese, había ignorado su origen y rápida evolución; a<strong>hora</strong>, sin<br />
embargo, reconocía claramente el resultado. Ella se estaba esperando, en efecto.<br />
Pero era más que una espera: le llamaba, le or<strong>de</strong>naba que fuese. Los<br />
pensamientos y anhelos <strong>de</strong> ella le llegaban a lo largo <strong>de</strong> ese sen<strong>de</strong>ro viejo e<br />
invisible que el amor traza fácilmente entre los corazones sinceros y fieles. Y le<br />
llegaban, también, todas las fuerzas <strong>de</strong> su ser, su misma voz, a través <strong>de</strong>l<br />
crepúsculo profundo y otoñal. No había notado la singular restauración física <strong>de</strong><br />
su mano, pero era vívidamente consciente <strong>de</strong> este cambio más que mágico: que<br />
era ella la que le conducía y le guiaba, arrastrándole cada vez más <strong>de</strong>prisa hacia