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Falcón<br />
Una historia alucinante<br />
Por<br />
Carlos H Macchiaroli<br />
Ediciones Aper
Falcón<br />
Por Carlos H Macchiaroli<br />
Cualquier semejanza o parecido con sucesos<br />
acontecidos allá lejos y hace tiempo, puede que<br />
tenga alguna relación con la realidad.<br />
Título: Falcón<br />
Autor: Carlos H Macchiaroli<br />
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723<br />
Reservado todos los derechos.<br />
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización del titular del copyright,<br />
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de<br />
esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el<br />
tratamiento informático.<br />
ISBN 983-927-827731-7-0<br />
Cámara Argentina Del Libro<br />
Ediciones APER<br />
Agosto 2017
I<br />
El domingo 7 de febrero del 87’, a las 7 de la mañana me<br />
dispuse a partir hacia Mar del Plata en mi amado y querido Falcón<br />
62’, era nuestro primer viaje.<br />
No pudieron sumarse mis tres mejores amigos por cuestiones<br />
laborales pero vinieron a despedirme. Puse primera, solté<br />
el embrague, miré a mis amigos que se quedaba parados en<br />
la vereda viéndome y dije emocionado y feliz.<br />
- ¡Adiós amigos!<br />
-¡Feliz viaje de bodas! –dijo Alberto con cierta ironía y todos<br />
reímos.<br />
Me dirigí hacia la ruta 205 y aunque la mañana estaba un<br />
poco fresca, igual llevaba la ventanilla baja para escuchar el<br />
motor y en verdad era una melodía suave de una dulce canción.<br />
Estaba tan emocionado que me brillaban los ojos. Era el<br />
primer Falcón que había llegado a Roque Pérez y don Carmelo<br />
nunca lo sacó del pueblo. Estaba como nuevo. Había cumplido<br />
25 años y el Falcón fue el mejor regalo que pude haberme hecho,<br />
claro, con una ayudita de mi padre.<br />
El viaje transcurría sin ningún inconveniente. Dejé atrás<br />
Saladillo, General Alvear, Tapalqué y en Azul me detuve a estirar<br />
piernas. Y ante la mirada atónita de una pareja de jóvenes,<br />
quizás más jóvenes que yo. Me dispuse a limpiar el auto. Después<br />
que cargué nafta, revisé el aceite, gomas, agua. Compré<br />
algo para comer, me dispuse a partir y ahí fue que me abordó<br />
la chica.<br />
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-¿A dónde vas? –preguntó con una vocecita suave.<br />
-Al mar.<br />
-¡Podrías llevarnos a mi hermano y a mí?<br />
Dije que sí, porque pensé que me vendría bien una compañía<br />
para matizar el viaje. Ella se sentó a mi lado y el muchacho<br />
en el asiento de atrás. Enseguida la chica y yo iniciamos una<br />
conversación sin ninguna trascendencia hasta que unos kilómetros<br />
más adelante el muchacho habló:<br />
-¡Detenga el auto? –fue lo que dijo en un tono de voz autoritario.<br />
-¿Por qué? –pregunté y eché una mirada por el espejo retrovisor<br />
y vi que me apuntaba con un revolver o pistola de la cual<br />
no tenía ni idea que era, pero tenía muy en claro que se trataba<br />
de un arma.<br />
Detuve el Falcón y me hicieron descender. El tipo tomó mi<br />
lugar al volante y arrancó con severa furia. Me quedé parado<br />
en medio de la ruta viendo cómo se llevaban a mi auto y en la<br />
forma que lo hacían. Mi corazón quería salirse de mi pecho por<br />
como golpeaba. Debí dejarme matar. Gruesas lágrimas salían<br />
de mis ojos a borbotones. Allá lejos iba mi auto, mi amado Falcón.<br />
Esperé a que pasara un camión para suicidarme debajo de<br />
él, pero ningún maldito camión venía de un lado ni del otro. A<br />
mi costado todo era campo, detrás de un alambre una vaca me<br />
miraba detenidamente, pensé que me podría morder o cornear<br />
y entonces me acerqué para ofrecerle mi yugular, pero la muy<br />
estúpida vaca se asustó y se alejó.<br />
Un minuto después grité con todas las fuerzas de mis pulmones:<br />
-¡Quiero morir!<br />
Como llora un niño, me largué a llorar y me acosté en el medio<br />
del pavimento. Cuando me cansé de esperar el paso de algún<br />
vehículo que me hiciera trizas, me levanté y empecé a caminar.<br />
Habré caminado unos 10 kilómetros, de manera autóma-<br />
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ta, cuando oí que un auto venía hacia mí a gran velocidad. Me<br />
coloqué un poco más para la banquina y calculé arrojarme<br />
cuando el tipo ya no pudiese frenar, pero el automovilista comenzó<br />
a frenar mucho antes hasta detenerse por completo a mi<br />
lado y ofreció llevarme. El auto era un súper sport. El tipo parecía<br />
un indio o no sé qué. Tenía pelo largo y usaba una vincha.<br />
También tenía bigotes y patillas largas y cara de pocos amigos,<br />
parecía un ex convicto recién salido o escapado de la cárcel. Su<br />
mirada era la de un asesino o de un loco de los malos. Me puse<br />
contento porque pensé que ese tipo podría ser mi verdugo.<br />
El tipo arranco y enseguida mandó al súper sport a 150 kilómetros<br />
por hora, volábamos por una ruta que no andaba nadie.<br />
¡Fenómeno!, me dije en cualquier curva nos vamos para el otro<br />
lado, pero no, el tipo era un maestro conduciendo.<br />
-Ahí atrás tengo cerveza, dame una y agárrate otra para vos. –<br />
habló de repente y yo encantado hice caso de inmediato, que<br />
mejor que un ebrio al volante y a 150 kilómetros por hora. Pero<br />
nunca ocurrió lo que esperaba.<br />
-¿Qué te pasa que lloras? ¡Sos una marica? –dijo el tipo cuando<br />
me vio que lloraba silenciosamente.<br />
-Es que… me acaban de robar mi auto. –conté.<br />
-¡Qué hijos de putas! –puteó el tipo que tendría unos 35 años. –<br />
A mí me hacen eso y… ¡Los mato, te juro que los mato! Por eso<br />
siempre llevo armas conmigo. -¿Qué auto era?<br />
-Un Falcón 62’.<br />
-¡Encima un Falcón 62’! –se alarmó el tipo. - ¡Pero vos no podes<br />
ser más pelotudo! Como vas a andar con un Falcón y sin<br />
arma.<br />
-No lo sé. –dije y no hablamos más hasta llegar a Tandil.<br />
Paramos en una estación de servicio y el tipo me mandó al baño<br />
mientras cargaba nafta. Fui y en el estacionamiento lo vi, casi<br />
me explotó el corazón, volví corriendo y le conté el tipo del<br />
súper sport que allí estaba mi Falcón. Disimuladamente se ha-<br />
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cercó a mí, como juntándonos y me dio un revolver y yo pregunté<br />
para qué.<br />
-¡Anda a recuperar tu Falcón! ¡No seas pelotudo! Y si tenés<br />
que cagarlos a tiros ¡Cagalos a tiros!<br />
Metí el arma entre mis ropas y me dirigí a la cafetería a paso<br />
firme. Eché un vistazo desde afuera y vi que había mucha gente.<br />
Los ladrones de mi auto estaban en una mesa del fondo como<br />
dos tortolitos. Ingresé y caminé despacio hacia ellos. La mujer<br />
me vio primero y se quedó como de piedra, cuando el chico<br />
quiso reaccionar, ya le había puesto el revolver en la cabeza.<br />
-¡Dame las llave de mi auto o te la vuelo acá mismo!<br />
No eran más que dos novatos que vieron a un estúpido y le<br />
robaron el auto, porque en esos momentos no eran más que<br />
dos asquerosos cagones. Cuando me dieron las llaves, el tipo<br />
que me había traído estaba atrás mío y me dijo:<br />
-¡Llévate a la chica!<br />
-¿Qué?<br />
- Hazla tu rehén, yo sé lo que te dijo. Así esta mierda –<br />
señalando al muchacho -no te denuncia ni te sigue.<br />
Nos la llevamos a la chica de un brazo hasta afuera. Subí a<br />
mi Falcón y a punto de irme estaba cuando mi amigo me señaló<br />
a la chica.<br />
-¿Y ésta?<br />
-No la quiero. –dije –si usted la quiere llevar, es suya.<br />
-Ella te robó el auto a vos, no a mí. Llévala y mátala por ahí.-<br />
insistió el tipo y hasta me dio su revólver y una dirección de Mar<br />
del Plata para que luego se la devuelva.<br />
No nos habíamos dado cuenta, o al menos yo, que la poca<br />
gente de la cafetería nos observó todo el tiempo y al irnos miraban<br />
desde adentro lo que hacíamos, no quedaba otra salida<br />
que irnos rápidamente. Arranqué a toda velocidad, como escapando<br />
de allí, con la chica a mi lado.<br />
-Unos kilómetros más adelante me detendré y entonces... –<br />
indiqué haciendo de malo y mostré el arma.<br />
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-Como quieras. –dijo ella sin ningún temor ni consideración a<br />
lo duro de mi advertencia.<br />
-¡Vos y tu amiguito no saben con quien se metieron! –<br />
expresé entre dientes apretados como que tenía bronca y buscaba<br />
venganza.<br />
-Sí, con un manda <strong>parte</strong>. –dijo muy suelta de lengua y puso<br />
los pies sobre el tablero.<br />
-¡Baja esos pies de ahí! –hube de gritar con vos agria y grave<br />
y así lo entendió porque los bajo enseguida.<br />
Bruscamente detuve el auto en medio de la ruta donde no<br />
pasaba ni el loro.<br />
-¡Baja de inmediato! –ordené y le apunté con el arma la cara.<br />
-¿Me vas a matar acá? –preguntó viéndome sin miedo.<br />
-¡Sí, abajo! –afirmé sin dejar de apuntarle.<br />
-Para matar se necesitan agallas. –sostuvo ella sin que se le<br />
moviese un pelo y encima mascaba chiclé.<br />
-Mira. Te lo diré una…<br />
No sé cómo sucedió pero el arma se disparó sola y la bala<br />
no la tocó, pero le pasó rosando la nariz y salió por la ventanilla<br />
abierta hacia el campo. Ella quedó pálida del susto y yo me estremecí<br />
de pie a cabeza. Nos miramos un lapso de tiempo como<br />
diciéndonos ¿Qué fue lo que ocurrió?<br />
-Yo no quise… -traté de decir.<br />
-¡Asesino! –me gritó a la cara. -¡Casi me matas! ¡Loco de<br />
mierda!<br />
-Se disparó sola. –confesé la verdad.<br />
-¡Si, claro! –dijo y se bajó del auto muy ofuscada que le dio<br />
soberano portazo al Falcón y por esa sola acción merecía que<br />
le desarrajara un tiro.<br />
Furiosamente arranqué y me fui. Hice unos cuantos kilómetros<br />
y el corazón no dejaba de latir a descontrol. No podía dejar<br />
de pensar que si la bala le daba en la cara, no solamente la<br />
mataba, sino que hubiese sido de mí y de mi Falcón. Habría<br />
sangre por todas <strong>parte</strong>s.<br />
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Me detuve a la vera de la ruta donde había una hermosa<br />
arbolada. Descendí del Falcón y me senté en la grama para serenarme<br />
y no pensar más en lo ocurrido.<br />
Tres cuarto de hora después, subí al auto y continué la<br />
marcha.<br />
Y continué la marcha<br />
En el cruce de la entrada a Balcarce, dos señoras que parecían<br />
ser docentes, hacían señas para que las llevara ¡Ni loco<br />
me detuve! Pasé a más de 100 sin mirarlas.<br />
Entré a Mar del Plata a las nueve de la noche. Un viaje que<br />
normalmente demanda unas seis horas, a mí me llevó catorce<br />
horas. En el primer hotel disponible que hallé, me hospedé y fui<br />
derecho a la cama. Cerré los ojos y enseguida los abrí al día siguiente<br />
al mediodía.<br />
La primera acción que realicé fue ir a ver al Falcón que lo tenía<br />
en un estacionamiento bajo techo. Después de cerciorar<br />
que todo estaba correctamente, la segunda acción fue… ¡El<br />
mar!<br />
No sé si era el mar que veía por primera vez o la gran cantidad<br />
de cuerpos femeninos casi sin ropa, lo que más me des-<br />
8
lumbraba y atónito me dejaba que no sabía hacia donde enfocar<br />
primero. Al salir del trance, me senté en la arena frente al<br />
mar y rodeado de cientos y cientos de mujeres hermosas,<br />
atractivas, exuberantes, preciosas… pensé: ¿Sabrán mis amigos<br />
que existe el paraíso? Y pensé otra más ¡De acá no me<br />
voy más!, y estaba pensando en algo más cuando una mujer,<br />
tal vez un par de años más que yo, me habló:<br />
-¡Por favor, cuida mis cosas!<br />
No alcancé a decir que sí o que no, que salió apresuradamente<br />
hacia al mar.<br />
Me puse de pie para mirarla mejor entre tanto gentío, y vi<br />
que se metió al agua. Esa mujer tenía un cuerpo lo que se dice<br />
¡Descomunal!, me senté de nuevo y una vocecita en mi interior<br />
me preguntó: ¿Cambiarías el Falcón por una mujer como ella?<br />
Yo respondí: Ni por una, ni por cien, ni por todas las mujeres<br />
del mundo y eso que yo a la mujer la admiro, la amo y la deseo,<br />
pero el Falcón… El Falcón es otra cosa, el Falcón es como…<br />
-aquella mujer regresó cortándome la inspiración.<br />
-¡Gracias! –dijo a secas y toda mojada de mar que cuando<br />
sacudió la cabeza, cientos de gotas cayeron sobre mí.<br />
-¡Ejem! –hice para que sepa que me mojaba, pero no se<br />
dio cuenta o no le importó.<br />
Ella, la mujer descomunal, se quedó de pie a dos centímetros<br />
de mí y luego de varios minutos giro para ponerse de cara<br />
al sol y… me sentí acalorado y hasta sentí vergüenza de estar<br />
ahí, tan pegadito a… me di vuelta para otro lado para no verla<br />
más.<br />
Al girar mi rodilla choco con una rodilla huesuda de una rubiecita<br />
paliducha y delgada hasta el descalabro que estaba<br />
sentada ahí. Sus ojos eran grandes y azules. Usaba lentes de<br />
aumento y su nariz era fina y puntiaguda como la de un pingüino.<br />
Después a simple vista no tenía nada de nada. Sus piernas<br />
largas eran dos palitos y… ¡No tenía tetas!<br />
-¡Hola! – dijo con una voz de pajarillo.<br />
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Yo busqué a quién se dirigía pero su mirada no dejaba de<br />
apuntarme. No quise ser descortés ni irrespetuoso y le respondí<br />
con otro ¡Hola! Y nada más. No me interesaba iniciar una<br />
conversación, así fuese trivial y pasajera con una muchacha<br />
que se le notaban las costillas. Pero ella insistió:<br />
-¿Cómo te llamas?<br />
-Jony –respondí desabrido y miré para otro lado buscando<br />
una isla mejor donde instalarme y aunque parezca increíble, la<br />
playa era inmensa pero no había más espacio ni para poner un<br />
alfiler de punta y me dije: -¿Por qué todo el mundo tiene que<br />
venir acá? ¿Por qué no se van más allá?<br />
-¡Yo me llamo Érica! - -habló la chica esquelética.<br />
Yo no respondí, hice como que no escuché, además le eché<br />
el ojo a una morenita que cada tanto me sonreía y esa sí que<br />
estaba…<br />
-Érica... ¡Mucho gusto! –dijo de nuevo y no me dio más opción<br />
que saludarla y estrechar su manos de dedos largos y<br />
huesudos que me dio cierto escalofrío.<br />
Miré dos metros más allá, donde la morenita estaba para la<br />
conquista, sus miradas y sonrisitas me lo daban a entender, pero…<br />
-Traje mate ¿Me acompañas?<br />
Y entonces vi mi tabla de salvación.<br />
-¡Me encanta el mate! - dije y le avisé poniéndome de pie<br />
que iría por unos pastelitos que me gustaban mucho y desde<br />
luego, ya no volvería más. Pero ella, la rubia, rompió mi tabla<br />
de salvación.<br />
-¡Yo traje unos scones y sanguchitos de miga! –dijo con una<br />
hermosa sonrisa amplia y dejando ver una dentadura perfecta.<br />
-Bueno. –esbocé resignadamente y me quedé.<br />
Cuando di el primer bocado ahí me di cuenta que tenía hambre,<br />
mucha hambre pero por educación, no acepté más que<br />
ese scone y uno de miga.<br />
Tomamos unos ricos mates y tras unos diez minutos…<br />
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-¿Te habló de mí? –dijo con su vocecita de gorrión y sonriendo.<br />
-¡Qué! – exclamé atragantándome.<br />
-Como dije soy Érica, 25 años, soltera y de Buenos Aires.<br />
-¿Y qué más?<br />
-Y eso es todo. –y rio como el pajarillo cuando hace ji, ji, ji.<br />
Pues claro, dio toda la información que creyó que yo necesitaba<br />
saber.<br />
-Como dije, soy Jony, 26 años y de la provincia de Buenos<br />
Aires.<br />
-Pero... –me miró seriamente y lo soltó: -¿Soltero o casado?<br />
-Soltero. –respondí perdiendo una magnífica oportunidad,<br />
debí decir casado, pero me di cuenta muy tarde.<br />
-¿Y eso es todo?<br />
-Sí, eso es todo. –ahí aproveché para irme y se lo dije.<br />
-¿Por qué te vas? –se puso inquieta y se puso de pie también.<br />
-Tengo algunas cosas que hacer. –di una excusa trivial.<br />
-Qué pena que te vayas, Podríamos conocernos mejor. Me<br />
caes bien.<br />
-Tal vez mañana nos encontremos. Adiós. –dije y antes de<br />
que dijese algo más, salí apresuradamente.<br />
Me fui lejos, no sé a dónde. Todo era playa y gente.<br />
Finalmente decidí mudarme al hotel.<br />
Al otro día regresé a la playa, pues me atraía poderosamente<br />
el mar y ver tantas mujeres casi sin ropa, ahí nomás, al alcance<br />
de la mano. Me quedé de pie entre el gentío para ver si<br />
pescaba a la morenita que me miraba y sonreía la tarde anterior,<br />
pero era difícil, era como buscar un alfiler en un pajal, sin<br />
embargo a mí me buscaron y me pescaron en menos de cinco<br />
minutos.<br />
-¡Jony! ¡Qué casualidad! –dijo esa muchacha delgada y rubia.<br />
-¡Hola! ¡Cómo te va? –hube de decir sin alegría y a desgano.<br />
11
-Muy bien. –respondió y echó la carnada. –Mira, traje pastelitos<br />
para el mate. Veamos si encontramos un lugarcito por ahí.<br />
-Bueno, yo… - yo no sabía cómo negarme, en mi cuna solamente<br />
me enseñaron a ser respetuoso y amable con la gente y<br />
más con una mujer por ser el género débil y opuesto, por eso<br />
admití y dije que sería por un ratito.<br />
Buscamos un lugar más espaciado por ahí, yo la seguía a<br />
ella. De atrás se veía bronceada. Era recta de espalda y tenía<br />
la cola redondita como dos tomates y no era que se diga una<br />
gran cola. Lo que me daba escalofrío y mucho, eran sus piernitas<br />
largas y finas. Encima media un metro setenta como yo. Si<br />
tuviese que definir que me gustaba de ella, diría sus cabellos<br />
lacios, sus ojos azules y su sonrisa que era espléndida, después...<br />
después no había más nada para destacar.<br />
Nos sentamos en la arena y mientras ella hablaba, yo me<br />
entretenía mirando la gente, sobre todo la femenina que abundaba<br />
para todos los gustos.<br />
Al mediodía ya se hacía imposible estar ahí sin que alguien<br />
te pisase o tocase. Decidí alzar vuelo y ella preguntó por qué:<br />
-Hay mucha gente.<br />
-Sí, tienes razón. –acordó y se puso el short, la remera, juntó<br />
sus cosas en un bolso y me siguió como un perrito faldero.<br />
-¿A dónde vas? –pregunté cuando hice unos cuantos metros.<br />
-A cualquier lado. –respondió con una carita de pena que me<br />
clavó cierta culpabilidad.<br />
Para sacarme esa espina hube de proponer:<br />
-¿Quieres comer pizza?<br />
-¡Me encanta la pizza! –y se le iluminó la cara, la sonrisa y<br />
sus ojos azules de mar. Y ahí mismo me dije que no tenía nada<br />
que perder y que en esta ciudad nadie me conocía.<br />
Yo devoré cinco porciones y ella tan sólo una. Por eso estaba<br />
tan esquelética.<br />
-¿Tienes familia? –preguntó en un momento dado.<br />
-Sí, mis padres y el Falcón. –me salió Falcón de la nada.<br />
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-¡Tienes un Falcón! –exclamó con admiración y se le nublaron<br />
los ojillos. Después aseveró: - ¡El Falcón es mi preferido!<br />
En ese momento perdí todo tipo de prejuicio y le dediqué especial<br />
atención.<br />
-¿Por qué te gusta el Falcón? –quise saber anheloso.<br />
-Papá tuvo un Falcón 62 y era precioso, él dice que es el mejor<br />
Falcón de todos. Cuando yo era chiquita me encantaba estar<br />
más en el Falcón que en la cuna, dice mamá.<br />
Allí no pude más de la emoción, me incliné sobre la mesa y la<br />
sorprendí con un beso en la boca.<br />
Cuando me normalicé, no del todo, le pedí disculpas por la<br />
euforia y la pasión que puse de manifiesto.<br />
-No tienes que pedir disculpas, Jony. –dijo tímida y cándida.<br />
-¿Tienes novio? –pregunté expectante.<br />
Érica me miró con profundidad con sus ojos azules, brillantes<br />
y anhelantes y con su vocecita apenas audible dijo que no.<br />
-Ahora ya lo tienes. –le anuncié con firmeza.<br />
-¿Tengo el qué? –sí, era muy ingenua, muy inocente.<br />
-¡Novio!<br />
No dijo nada pero sus ojos se llenaron de lágrimas y su emoción,<br />
me emocionó. Después dije:<br />
-¿Quieres conocerlo?<br />
-Sí, sí, muéstramelo. –pidió anhelosa.<br />
Fuimos andando por la calle tomados de la mano como si<br />
fuéramos novios, no de ese día ni por ese día, sino desde hacía<br />
mucho tiempo y para toda la vida.<br />
Llegamos al estacionamiento donde el Falcón dormía y se lo<br />
presenté.<br />
-¡Ahí lo tienes!<br />
14
Fin Capítulo I