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Coatzacoalcos | Agosto | 1997

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RETOS, Vol. 1, Núm. 2, <strong>Agosto</strong> de <strong>1997</strong><br />

apellidaba, era Inglés y había<br />

descubierto y cazaba en el valle<br />

formado en el interior del Volcán Ngoro<br />

Ngoro del África Negra ; o como Jim<br />

Corbet, el cazador (Inglés también) de<br />

tigres en la India ¡De tigres comehombres!<br />

autor del libro “Las Fieras<br />

Cebadas de Kumaon” que después<br />

hicieron película.<br />

Sí, si, dije con vehemencia, feliz<br />

y sin saber lo que me esperaba ,<br />

mientras el rostro de mi madre querida<br />

se ensombrecía y a duras penas<br />

reprimía el llanto, pues ella temía a la<br />

obscuridad y la soledad; temía a todas<br />

las fieras y animales de la obscuridad,<br />

quizá un miedo psicológico, acarreado<br />

de su infancia. La antítesis era mi padre<br />

¡No le temía a nada! valiente y audaz,<br />

vivió aquel tiempo de armas y de<br />

machos de aquellos que por “quítame<br />

esta paja” se estaban dando de<br />

balazos; siempre le vi una valentía<br />

hermanada de la audacia.<br />

Feliz, la primera tarde y muchas más,<br />

subí en ancas de su caballo; cuando<br />

estaba entrada la noche, como todo<br />

niño cabeceaba dormitado en el<br />

caballo; entonces él me amarraba a su<br />

cinto y así continuaba hasta encontrar<br />

un pequeño ranchito de una chocita o<br />

un pequeño refugio junto al Mar Muerto<br />

(La Laguna Superior), donde me dejaba<br />

solo, dormido; me despertaba asustado<br />

al escuchar los aullidos de coyotes o<br />

ladridos de perros de rancho al pelearse<br />

con ellos. Agarrado de los barrotes de<br />

una carreta o solo en mitad de unos<br />

arbustos llamaba tímidamente, con<br />

miedo, como un animalito más, a mi<br />

padre. Solo en aquellas bellísimas<br />

noches, mi miedo era vencido por las<br />

palabras de consuelo del ranchero o su<br />

esposa que me ofrecían entrar al jacal.<br />

Nunca acepté, no sé si<br />

hipnotizado por el miedo o por aquellas<br />

noches llenas de estrellas cintilantes, el<br />

precioso fulgor de los meteoritos y la<br />

lluvia de estrellas fugaces. Absorto,<br />

transcurría la noche en vela, mitad<br />

miedo, mitad admiración por la<br />

naturaleza. Sin embargo empecé a<br />

tener muchas interrogantes. ¿Por qué<br />

aquella arena gruesa y rosada? ¿Por<br />

qué tantos cuadritos? ¿Por qué el Mar<br />

Muerto? ¿Porqué los cerros boludos?<br />

¿Qué eran los esteros? ? ¿Qué era el<br />

mar?. Creo que ahí empezó mi<br />

admiración y amor por la naturaleza y<br />

creo que se inicia para mí, mi diálogo<br />

con las rocas.<br />

A los 13 años, ya sabía que<br />

quería ser alguien que estuviera en<br />

contacto con la naturaleza: un cazador<br />

profesional o algún explorador de<br />

lugares ignotos, alguien que tuviera<br />

contacto íntimo con la naturaleza.<br />

Como todos en ese tiempo, tenía<br />

que emigrar de mi pueblo, donde existía<br />

la única secundaria de todo el Istmo,<br />

para continuar los estudios, ya sea en la<br />

ciudad de Oaxaca o en la distante Cd.<br />

de México.<br />

Nos volvimos ratas de biblioteca,<br />

buscábamos -digo buscábamos, pues<br />

todos mis compañeros hacían lo mismo<br />

en el pueblo- además de conocimiento<br />

en los libros, alguna llave que nos diera<br />

la guía que nuestros padres no podían,<br />

para elegir la carrera y el camino<br />

correcto. No existía ni idea de lo que<br />

hoy se conoce como orientación<br />

profesional, tan en boga ahora, pero un<br />

sexto sentido dentro, nos hacía<br />

buscarlo.<br />

Un día, después de salir de la<br />

biblioteca, fui a leer como de costumbre<br />

los periódicos: el Excélsior, con un tío<br />

mío, cuya ferretería estaba en el<br />

mercado público del pueblo, y a diez<br />

metros tenía la ferretería “rival”, cuyo<br />

propietario era un amigo de mi padre,<br />

que compraba el Universal. Obviamente<br />

las comunicaciones eran malas y, como<br />

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