La sirena varada: Año 1, Número 4

la casa como le gustaba, no lavar o planchar
la ropa a tiempo. A veces eran sólo
ideas paranoicas que se hacía sobre mí.
Hasta me acusó de tener una aventura,
¡una aventura! ¡¿Yo?! ¿Con quién voy a
tener una aventura si mi casa se ha vuelto
una prisión? Al final sólo me golpeaba
por deporte, sin razones, sin excusas, y
paraba cuando estaba reptando en el
suelo, suplicando, esa era su diversión.
Inicialmente se disculpaba y juraba
que no volvería a suceder. Pero ya no. Supongo
que se dio cuenta de que ya no podía
creerle, o se cansó de soltar palabras
que sabía que eran una mentira, pero
nunca más se disculpó. Hasta ahora.
¿Y por qué me golpeó hoy? Por la razón
más estúpida que podía tener, porque
le dije que le amaba. Así es, me golpeó
por amarle, por quererle a pesar
de haberse transformado en un monstruo
que consume lentamente mi alma.
Me golpeó por no tener orgullo, el orgullo
de dejarle, de hacer que se detenga,
de exigirle que me quiera y me respete.
Me golpeó porque no pude detenerle…
Pero ese fue el último golpe que voy a
permitirle, le amo tanto que voy a hacer
lo que me pide.
Puedo mirarle ahora como si durmiera.
Las golpizas siempre le dejaron
un enorme cansancio, debe ser duro
lastimar a la persona que amas a sabiendas
de que no ha hecho nada malo,
¿no? Pero esta noche me voy, no puedo
soportarlo más. Adiós amor, sé que
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