Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Señorito Ridley —dijo Montag al fin.<br />
—¿Qué? —preguntó Beatty.<br />
—La mujer dijo: « Señorito Ridley» . Dijo algo disparatado cuando llegamos<br />
a la puerta. « Anímese» dijo. « Señorito Ridley» . Algo, algo, algo.<br />
—« Encenderemos hoy en Inglaterra un cirio tal, por la gracia de Dios, que<br />
no se apagará nunca» —dijo Beatty.<br />
Stoneman lanzó una ojeada por encima del hombro al capitán. Montag hizo lo<br />
mismo, sorprendido.<br />
Beatty se rascó la barbilla.<br />
—Un hombre llamado Latimer le dijo eso a otro llamado Nicholas Ridley,<br />
cuando iban a quemarlos vivos en Oxford, por herejía, el 16 de octubre de 1555.<br />
Montag y Stoneman volvieron a mirar la calle que se deslizaba bajo las<br />
ruedas.<br />
—Sé muchas anécdotas y frases —dijo Beatty—. Es casi inevitable en un<br />
capitán de bomberos. A veces me sorprendo a mí mismo. ¡Cuidado, Stoneman!<br />
Stoneman frenó el camión.<br />
—Maldita sea —dijo Beatty —. Ya has pasado la calle que lleva al cuartel.<br />
—¿Quién es?<br />
—¿Quién va a ser? —dijo Montag, apoy ándose de espaldas contra la puerta<br />
cerrada, en la oscuridad.<br />
Su mujer dijo al fin:<br />
—Bueno, enciende la luz.<br />
—No quiero luz.<br />
—Pues acuéstate.<br />
Montag oyó que su mujer se daba vuelta, impaciente. Los muelles del<br />
colchón chillaron.<br />
—¿Estás borracho? —preguntó la mujer.<br />
La mano entonces inició otra vez su tarea. Montag sintió que una mano y<br />
luego la otra lo libraban de la chaqueta y la dejaban caer. Sostuvieron luego el<br />
pantalón, sobre un abismo, y lo soltaron en la oscuridad. Montag tenía infectadas<br />
las manos, y pronto se le infectarían los brazos. Podía sentir el veneno que le<br />
subía por la muñeca, hasta el codo y el hombro, y luego el salto de omóplato a<br />
omóplato, como una chispa que salta sobre la nada. Tenía unas manos famélicas,<br />
y los ojos estaban ya sintiendo hambre, como si debiesen mirar algo, cualquier<br />
cosa, todo.<br />
—¿Qué estás haciendo? —dijo la voz de su mujer.<br />
Montag trastabilló, con el libro entre los dedos sudorosos y fríos.<br />
—Bueno —dijo la mujer un minuto más tarde—. No te quedes ahí en medio<br />
de la habitación.