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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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—Señorito Ridley —dijo Montag al fin.<br />

—¿Qué? —preguntó Beatty.<br />

—La mujer dijo: « Señorito Ridley» . Dijo algo disparatado cuando llegamos<br />

a la puerta. « Anímese» dijo. « Señorito Ridley» . Algo, algo, algo.<br />

—« Encenderemos hoy en Inglaterra un cirio tal, por la gracia de Dios, que<br />

no se apagará nunca» —dijo Beatty.<br />

Stoneman lanzó una ojeada por encima del hombro al capitán. Montag hizo lo<br />

mismo, sorprendido.<br />

Beatty se rascó la barbilla.<br />

—Un hombre llamado Latimer le dijo eso a otro llamado Nicholas Ridley,<br />

cuando iban a quemarlos vivos en Oxford, por herejía, el 16 de octubre de 1555.<br />

Montag y Stoneman volvieron a mirar la calle que se deslizaba bajo las<br />

ruedas.<br />

—Sé muchas anécdotas y frases —dijo Beatty—. Es casi inevitable en un<br />

capitán de bomberos. A veces me sorprendo a mí mismo. ¡Cuidado, Stoneman!<br />

Stoneman frenó el camión.<br />

—Maldita sea —dijo Beatty —. Ya has pasado la calle que lleva al cuartel.<br />

—¿Quién es?<br />

—¿Quién va a ser? —dijo Montag, apoy ándose de espaldas contra la puerta<br />

cerrada, en la oscuridad.<br />

Su mujer dijo al fin:<br />

—Bueno, enciende la luz.<br />

—No quiero luz.<br />

—Pues acuéstate.<br />

Montag oyó que su mujer se daba vuelta, impaciente. Los muelles del<br />

colchón chillaron.<br />

—¿Estás borracho? —preguntó la mujer.<br />

La mano entonces inició otra vez su tarea. Montag sintió que una mano y<br />

luego la otra lo libraban de la chaqueta y la dejaban caer. Sostuvieron luego el<br />

pantalón, sobre un abismo, y lo soltaron en la oscuridad. Montag tenía infectadas<br />

las manos, y pronto se le infectarían los brazos. Podía sentir el veneno que le<br />

subía por la muñeca, hasta el codo y el hombro, y luego el salto de omóplato a<br />

omóplato, como una chispa que salta sobre la nada. Tenía unas manos famélicas,<br />

y los ojos estaban ya sintiendo hambre, como si debiesen mirar algo, cualquier<br />

cosa, todo.<br />

—¿Qué estás haciendo? —dijo la voz de su mujer.<br />

Montag trastabilló, con el libro entre los dedos sudorosos y fríos.<br />

—Bueno —dijo la mujer un minuto más tarde—. No te quedes ahí en medio<br />

de la habitación.

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