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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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—Creo que se ha ido.<br />

—¿Se ha ido?<br />

—Toda la familia se ha mudado a alguna parte. Pero la chica se ha ido de<br />

veras. Creo que se murió.<br />

—No podemos estar hablando de la misma chica.<br />

—Sí. La misma. McClellan. La atropello un coche. Hace cuatro días. No<br />

estoy segura. Pero creo que se murió. La familia se fue a otra parte. No sé a<br />

dónde. Pero creo que la chica se murió.<br />

—¡No estás segura!<br />

—No, no estoy segura. No del todo.<br />

—¿Por qué no me lo dijiste antes?<br />

—Me olvidé.<br />

—¡Hace cuatro días!<br />

—Me olvidé completamente.<br />

—Hace cuatro días —murmuró Montag, sin moverse.<br />

Ambos callaron unos instantes, inmóviles, acostados en la oscuridad.<br />

—Buenas noches —dijo Mildred.<br />

Montag oyó un débil susurro. El dedal eléctrico se encendió y se movió como<br />

una mantis religiosa sobre la almohada. Ahora estaba otra vez en la oreja de<br />

Mildred, zumbando.<br />

Montag escuchó. Mildred cantaba entre dientes.<br />

Fuera de la casa se estremeció una sombra, un viento otoñal se alzó y murió.<br />

Pero había algo más en aquel silencio. Como un aliento que empañaba los<br />

vidrios. Como un débil jirón de humo verdoso y luminiscente; el movimiento de<br />

una única y enorme hoja de octubre que volaba sobre el jardín, alejándose.<br />

El Sabueso, pensó Montag. Está ahí afuera esta noche. Está ahí ahora. Si yo<br />

abriese la ventana…<br />

No abrió la ventana.<br />

Montag, a la mañana, temblaba y tenía fiebre.<br />

—No puedes estar enfermo —dijo Mildred.<br />

Montag cerró los párpados afiebrados.<br />

—Sí —dijo.<br />

—Pero anoche estabas bien.<br />

—No, no estaba bien.<br />

Montag oía a los « parientes» que conversaban en la sala.<br />

Mildred estaba de pie junto a la cama de su marido, mirándolo con<br />

curiosidad. Montag la veía sin abrir los ojos: el pelo quemado por materias<br />

químicas y reducido a una paja quebradiza, los ojos con algo parecido a una<br />

catarata invisible, pero que podía adivinarse allá en el fondo; los labios

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