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—Creo que se ha ido.<br />
—¿Se ha ido?<br />
—Toda la familia se ha mudado a alguna parte. Pero la chica se ha ido de<br />
veras. Creo que se murió.<br />
—No podemos estar hablando de la misma chica.<br />
—Sí. La misma. McClellan. La atropello un coche. Hace cuatro días. No<br />
estoy segura. Pero creo que se murió. La familia se fue a otra parte. No sé a<br />
dónde. Pero creo que la chica se murió.<br />
—¡No estás segura!<br />
—No, no estoy segura. No del todo.<br />
—¿Por qué no me lo dijiste antes?<br />
—Me olvidé.<br />
—¡Hace cuatro días!<br />
—Me olvidé completamente.<br />
—Hace cuatro días —murmuró Montag, sin moverse.<br />
Ambos callaron unos instantes, inmóviles, acostados en la oscuridad.<br />
—Buenas noches —dijo Mildred.<br />
Montag oyó un débil susurro. El dedal eléctrico se encendió y se movió como<br />
una mantis religiosa sobre la almohada. Ahora estaba otra vez en la oreja de<br />
Mildred, zumbando.<br />
Montag escuchó. Mildred cantaba entre dientes.<br />
Fuera de la casa se estremeció una sombra, un viento otoñal se alzó y murió.<br />
Pero había algo más en aquel silencio. Como un aliento que empañaba los<br />
vidrios. Como un débil jirón de humo verdoso y luminiscente; el movimiento de<br />
una única y enorme hoja de octubre que volaba sobre el jardín, alejándose.<br />
El Sabueso, pensó Montag. Está ahí afuera esta noche. Está ahí ahora. Si yo<br />
abriese la ventana…<br />
No abrió la ventana.<br />
Montag, a la mañana, temblaba y tenía fiebre.<br />
—No puedes estar enfermo —dijo Mildred.<br />
Montag cerró los párpados afiebrados.<br />
—Sí —dijo.<br />
—Pero anoche estabas bien.<br />
—No, no estaba bien.<br />
Montag oía a los « parientes» que conversaban en la sala.<br />
Mildred estaba de pie junto a la cama de su marido, mirándolo con<br />
curiosidad. Montag la veía sin abrir los ojos: el pelo quemado por materias<br />
químicas y reducido a una paja quebradiza, los ojos con algo parecido a una<br />
catarata invisible, pero que podía adivinarse allá en el fondo; los labios