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encerradas en estas palabras, todas las falsas promesas, las nociones de segunda<br />
mano, y las filosofías gastadas por el tiempo.<br />
Así hablaría Beatty, transpirando ligeramente, y el suelo se cubriría con un<br />
enjambre de polillas oscuras, destruidas por una tormenta.<br />
Mildred dejó de gritar tan de repente como había empezado. Montag no<br />
escuchaba.<br />
—Hay que hacer algo —dijo—. Antes de devolverle el libro a Beatty haré<br />
sacar una copia.<br />
—¿Estarás aquí para la función de los Payasos Blancos, y recibir a las visitas?<br />
—exclamó Mildred.<br />
Montag se detuvo en la puerta, de espaldas.<br />
—¿Millie?<br />
Un silencio.<br />
—¿Qué?<br />
—Millie, ¿el Pay aso Blanco te quiere?<br />
Ninguna respuesta.<br />
—Millie… —Montag se pasó la lengua por los labios—. ¿Tu « familia» te<br />
quiere, te quiere mucho, con todo su cuerpo y toda su alma, Millie?<br />
Montag sintió en la nuca que Mildred parpadeaba lentamente.<br />
—¿Por qué haces esas preguntas tontas?<br />
Montag sintió que tenía ganas de llorar, pero no movió la boca ni los ojos.<br />
—Si encuentras a ese perro afuera —dijo Mildred— dale un puntapié de mi<br />
parte.<br />
Montag titubeó, escuchando, ante la puerta. Al fin la abrió y se asomó.<br />
La lluvia había cesado, y el sol se ponía en un cielo sin nubes. En la calle y el<br />
jardín no se veía a nadie. Soltó el aliento en un largo suspiro.<br />
Salió dando un portazo.<br />
Estaba otra vez en el tren.<br />
Me siento entumecido, pensó. ¿Cuándo comenzó realmente este<br />
entumecimiento a invadirme la cara, y el cuerpo? Aquella noche en que tropecé<br />
con el frasco de píldoras, como si hubiese tropezado con una mina subterránea.<br />
Este entumecimiento desaparecerá, pensó. Llevará tiempo, pero lo<br />
conseguiré, o Faber lo conseguirá para mí. Alguien, en alguna parte, me<br />
devolverá mi vieja cara y mis viejas manos. Hasta la sonrisa, pensó. Mi vieja y<br />
quemada sonrisa. Estoy perdido sin ella.<br />
Las paredes del túnel pasaban ante él. Losas claras y negras, claras y negras,<br />
números y oscuridad, más oscuridad. Y los totales que se sumaban a sí mismos.<br />
Una vez, cuando era niño, se había sentado en una duna amarilla, a orillas del<br />
mar, en un día azul y cálido de verano, tratando de llenar un tamiz con arena.