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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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echara el aliento sobre ellas, sentía Montag, estas manos se marchitarían, se<br />

retorcerían, y nunca volverían a vivir. Pasarían el resto de la vida metidas en las<br />

mangas de la chaqueta, olvidadas. Pues éstas eran las manos que habían obrado<br />

por cuenta propia, independientemente; en ellas se había manifestado por vez<br />

primera el deseo de robar libros, de escapar con Job, y Ruth, y Willie<br />

Shakespeare. Y ahora, en el cuartel de bomberos, estas manos parecían tener<br />

guantes de sangre.<br />

Dos veces en media hora, Montag tuvo que dejar el juego e ir al cuarto de<br />

baño a lavarse las manos. Al volver, escondió las manos bajo la mesa.<br />

Beatty se rió.<br />

—Muestra las manos, Montag. No es que desconfiemos de ti, compréndelo,<br />

pero…<br />

Todos se rieron.<br />

—Bueno —dijo Beatty—, la crisis ha pasado y todo está bien; la oveja vuelve<br />

al rebaño. Todos somos ovejas que alguna vez se descarrían. La verdad es la<br />

verdad, y no cambia, hemos dicho. Nunca está solo quien va acompañado por<br />

nobles pensamientos, nos hemos gritado. « El dulce alimento de la sabiduría,<br />

dulcemente expresada» dijo sir Philip Sidney. Pero, del otro lado: « Las palabras<br />

son como hojas, y donde ellas abundan suelen faltar los frutos del sentido<br />

común» . Alexander Pope. ¿Qué te parece eso, Montag?<br />

—No sé.<br />

—Cuidado —murmuró Faber, desde otro mundo, muy lejos.<br />

—¿Y esto? « Un poco de conocimiento es peligroso. Bebe mucho, o no<br />

pruebes la fuente primaria. Unos pocos sorbos intoxican el cerebro, pero si sigues<br />

bebiendo recobras la sobriedad» . Pope. El mismo ensay o. ¿Qué efecto le causa?<br />

Montag se mordió los labios.<br />

—Te lo diré —dijo Beatty, sonriéndole a sus naipes—. Esto te emborracha un<br />

poco. Lee unas pocas líneas y te tirarás de cabeza al abismo. Estás dispuesto a<br />

volar el mundo, arrancar cabezas, golpear a niños y mujeres, destruir la<br />

autoridad. Conozco el asunto. He pasado por eso.<br />

—Yo estoy muy bien —dijo Montag, nervioso.<br />

—No te pongas colorado. No insinúo nada, no, de veras. Sabes, hace una hora<br />

tuve un sueño. Me acosté para descansar un rato, y soñé que tú y y o discutíamos<br />

terriblemente sobre libros. Tú estabas furioso, me gritabas citas. Yo paraba<br />

serenamente todos los golpes. Poder, dije y me citaste al doctor Johnson: « El<br />

conocimiento es superior a la fuerza» . Y y o dije: Bueno, el doctor Johnson<br />

escribió también, mi querido muchacho, estas palabras: « No es hombre sabio el<br />

que deja algo cierto por algo incierto» . Quédate con nosotros, Montag. Fuera sólo<br />

hay un triste caos.<br />

—No escuche —murmuró Faber—. Está tratando de confundirlo. Es un<br />

hombre astuto. ¡Cuidado!

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