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Fahrenheit 451 - Ray Bradbury

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uno, nada monstruosamente grande.<br />

El viejo tocó el aparato.<br />

—Montag —dijo la pantalla de TV, encendiéndose— m-o-n-t-a-g. —Una voz<br />

deletreó el nombre—. Guy Montag. Todavía prófugo. Los helicópteros de la<br />

policía vuelan ya buscándolo. Se ha traído un nuevo Sabueso Mecánico de otro<br />

distrito…<br />

Montag y Faber se miraron.<br />

—El Sabueso Mecánico nunca falla. Este notable invento nunca ha cometido<br />

un error. Hoy, esta cadena de estaciones se complace en anunciar que tan pronto<br />

como el Sabueso comience a dirigirse hacia su blanco, una cámara de televisión<br />

lo seguirá desde un helicóptero…<br />

Faber sirvió dos vasos de whiskey.<br />

—Necesitamos esto.<br />

Los dos hombres bebieron.<br />

—… un olfato tan sensible que el Sabueso Mecánico puede recordar e<br />

identificar diez mil olores de diez mil hombres sin necesidad de cambiar los<br />

circuitos.<br />

Faber se estremeció levemente y miró a su alrededor, la casa, las paredes, la<br />

puerta, el pestillo, y la silla donde estaba sentado Montag. Montag vio la mirada.<br />

Los ojos de ambos recorrieron rápidamente la casa y Montag sintió que se le<br />

dilataban las narices. Supo que estaba tratando de rastrearse a sí mismo, y su<br />

olfato fue de pronto lo bastante fino como para seguir la senda que había abierto<br />

en el aire de esa habitación y percibir el sudor de su mano en el pestillo; gotas de<br />

un sudor invisible, pero tan numerosas como los cristales de un pequeño<br />

candelero. Él, Montag, estaba en todas partes; en el interior, el exterior y los<br />

alrededores de todas las cosas. Era una nube brillante, un fantasma que cortaba la<br />

respiración. Vio que Faber mismo dejaba de respirar, temiendo quizá que aquel<br />

fantasma se le metiese en el cuerpo, temiendo contaminarse con aquellas<br />

exhalaciones espectrales y los olores del prófugo.<br />

—¡El Sabueso Mecánico desciende ahora en un helicóptero en el sitio del<br />

incendio!<br />

Y allí, en la pantalla, aparecieron los restos de la casa de Montag y algo<br />

cubierto por una sábana. Y del cielo, revoloteando, bajó el helicóptero como una<br />

flor grotesca…<br />

Montag miró la escena, fascinado, sin desear irse. Parecía algo tan remoto,<br />

tan ajeno a él. Era como una obra teatral donde no participaba, un espectáculo<br />

asombroso y hasta curiosamente agradable. Todo eso es para mí, pensaba<br />

Montag, todo eso ocurre sólo para mí, Señor.<br />

Montag hubiera deseado poder quedarse allí, cómodamente, y seguir las<br />

diversas y rápidas fases de la cacería, por los pasadizos, por las calles, por las<br />

avenidas desiertas, por los terrenos baldíos y parques de juegos, con pausas aquí

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