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uno, nada monstruosamente grande.<br />
El viejo tocó el aparato.<br />
—Montag —dijo la pantalla de TV, encendiéndose— m-o-n-t-a-g. —Una voz<br />
deletreó el nombre—. Guy Montag. Todavía prófugo. Los helicópteros de la<br />
policía vuelan ya buscándolo. Se ha traído un nuevo Sabueso Mecánico de otro<br />
distrito…<br />
Montag y Faber se miraron.<br />
—El Sabueso Mecánico nunca falla. Este notable invento nunca ha cometido<br />
un error. Hoy, esta cadena de estaciones se complace en anunciar que tan pronto<br />
como el Sabueso comience a dirigirse hacia su blanco, una cámara de televisión<br />
lo seguirá desde un helicóptero…<br />
Faber sirvió dos vasos de whiskey.<br />
—Necesitamos esto.<br />
Los dos hombres bebieron.<br />
—… un olfato tan sensible que el Sabueso Mecánico puede recordar e<br />
identificar diez mil olores de diez mil hombres sin necesidad de cambiar los<br />
circuitos.<br />
Faber se estremeció levemente y miró a su alrededor, la casa, las paredes, la<br />
puerta, el pestillo, y la silla donde estaba sentado Montag. Montag vio la mirada.<br />
Los ojos de ambos recorrieron rápidamente la casa y Montag sintió que se le<br />
dilataban las narices. Supo que estaba tratando de rastrearse a sí mismo, y su<br />
olfato fue de pronto lo bastante fino como para seguir la senda que había abierto<br />
en el aire de esa habitación y percibir el sudor de su mano en el pestillo; gotas de<br />
un sudor invisible, pero tan numerosas como los cristales de un pequeño<br />
candelero. Él, Montag, estaba en todas partes; en el interior, el exterior y los<br />
alrededores de todas las cosas. Era una nube brillante, un fantasma que cortaba la<br />
respiración. Vio que Faber mismo dejaba de respirar, temiendo quizá que aquel<br />
fantasma se le metiese en el cuerpo, temiendo contaminarse con aquellas<br />
exhalaciones espectrales y los olores del prófugo.<br />
—¡El Sabueso Mecánico desciende ahora en un helicóptero en el sitio del<br />
incendio!<br />
Y allí, en la pantalla, aparecieron los restos de la casa de Montag y algo<br />
cubierto por una sábana. Y del cielo, revoloteando, bajó el helicóptero como una<br />
flor grotesca…<br />
Montag miró la escena, fascinado, sin desear irse. Parecía algo tan remoto,<br />
tan ajeno a él. Era como una obra teatral donde no participaba, un espectáculo<br />
asombroso y hasta curiosamente agradable. Todo eso es para mí, pensaba<br />
Montag, todo eso ocurre sólo para mí, Señor.<br />
Montag hubiera deseado poder quedarse allí, cómodamente, y seguir las<br />
diversas y rápidas fases de la cacería, por los pasadizos, por las calles, por las<br />
avenidas desiertas, por los terrenos baldíos y parques de juegos, con pausas aquí