12.02.2018 Views

WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

propia ortodoxia con respecto a la cristología y a la doctrina de la Trinidad, que eran, desde el<br />

punto de vista teológico, los temas principales de controversia entre el cristianismo y las dos<br />

religiones semíticas que, hasta 1492, habían sido tan prominentes en la península ibérica. Sus<br />

investigaciones lo llevaron al inesperado descubrimiento de que en ningún pasaje de la Biblia se<br />

encuentra claramente enunciada la doctrina de la Trinidad. Es asimismo muy probable que ya en<br />

esa temprana época estuviera enfrascado en otro problema de gran preocupación para muchos de<br />

los más serios católicos españoles, a saber: por qué el agua sacramental del bautismo resulta con<br />

mucha frecuencia ineficaz en el caso de los cristianos nuevos, problema que algún tiempo<br />

después resolvería él mismo abogando por la inmersión completa a los treinta años, la edad<br />

bautismal de Cristo (cap. xi.l.d).<br />

Quintana, nombrado capellán del emperador en 1529, llevó consigo a Servet a Bolonia,<br />

para asistir a la reconciliación con Clemente VII y a la doble coronación. El 22 de febrero de<br />

1530, el papa colocaba la corona de hierro de Lombardía sobre la cabeza de Carlos; y dos días<br />

después, cuando Carlos cumplía exactamente treinta años, en una especie de epifanía, esta última<br />

cabeza del corpus christianum que ya se estaba desintegrando recibió la diadema imperial,<br />

mientras el conde palatino, el único príncipe alemán presente en la investidura litúrgica, llevaba<br />

en sus manos la Reichsapfel. Este antiguo símbolo del dominio cristiano universal nunca había<br />

representado de manera más adecuada el poderío global de un Sacro Romano Emperador que en<br />

la coronación del monarca de dos hemisferios. Cuatro meses después, por desgracia, Carlos V<br />

debería enfrentarse en la Dieta de Augsburgo, en el centro de la cristiandad, a aquella resuelta<br />

oposición de príncipes y de teólogos que, tras declararse partidarios de Lutero, acababan<br />

justamente dé adoptar el nombre de protestantes. En los diez años transcurridos entre su elección<br />

como emperador y la coronación de Bolonia, Carlos había visto, aunque sin darse cuenta de ello,<br />

cómo el propio orbe cristiano se había partido irrevocablemente en dos hemisferios.<br />

Servet, cuyos estudios, jurídicos lo habían inclinado en un principio, al igual que a<br />

Alfonso de Valdés, a ponerse de parte del emperador, símbolo y ejecutor de una cristiandad<br />

unida, quedó consternado al ver humillarse a Carlos ante el papa Clemente, que era "llevado en<br />

medio de gran pompa sobre cervices de príncipes . . . y adorado en mitad de las calles por todo el<br />

pueblo de rodillas, de tal manera que quienes conseguían besar su pie o su sandalia se tenían por<br />

más afortunados que los demás, y declaraban haber ganado tantas más cuantas indulgencias, y<br />

que por él se les remitían las penas infernales durante muchos años. ¡Oh vil entre todas las<br />

bestias! ¡Oh ramera, la más descarada de todas!32<br />

Decepcionado por el emperador, Alfonso de Valdés murió de la peste en 1532, mientras<br />

su hermano Juan y Miguel Servet abrazaron la causa de la reforma espiritual. Servet, siguiendo<br />

en esto a los espirituales franciscanos, afirmó que el papado tenía que ser destruido como<br />

condición previa a la restauración del cristianismo; se despidió de Quintana y de la corte imperial<br />

y finalmente llegó a Basilea, donde vivió, durante diez meses, en casa de Juan Ecolampadio,<br />

reformador de la ciudad. Allí nos encontraremos más tarde con él (cap. viii.4.b), y con Juan de<br />

Valdés en Nápoles (cap. xxi. 3).<br />

Antes de dejar la península ibérica será justo mencionar, aunque sea brevemente, los<br />

movimientos evangélicos de Sevilla y Valladolid, cuyas peores persecuciones ocurrirían en<br />

tiempos de Felipe 11 de España (15561598) -Felipe 1 de Portugal (1580-1598)-, hijo y sucesor<br />

de Carlos en España. Estos movimientos tuvieron un número considerable de seguidores. Sus<br />

cabecillas fueron, en Sevilla, Juan Gil (= el Doctor Egidio) y Constantino Ponce de la Fuente (ca.<br />

1502-1560), capellán de la corte de Carlos V, y más tarde canónigo de la catedral hispalense, y,<br />

32 (Servet, Christianismi restitutio, Viena, 1553, p. 462, citado por Bainton, Hunted Heretic, PP. 19-20).

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!