DIALOGOS EN LA MORGUE

etirara para hacer conocer también, a quien debía conocer, el
motivo de esa presencia… me levanté, con gran consternación
de mi amiga, pero creí que el chico se merecía otra oportunidad...
inclusive llegué a pensar que eso, lo que mi amiga llamaba
sinvergüenzura, formaba parte del atractivo particular de los
chicos… si no fueran así, me dije, muchos romances no se concretarían
y muchas reconciliaciones permanecerían frustradas
en el fondo de los ánimos femeninos (su rostro era toda una
gama de pequeños resplandores que acentuaban o velaban alguna
expresión que todos adivinaban como irremediablemente
nostálgica) mi hermano se fue a la Universidad… algunos días
antes lo había visto ya con cierto temor; él, que se jactaba de
que nunca tenía miedo de nada, ahora parecía más preocupado…
a mí me tocaba aún el penúltimo año de bachillerato, aunque ya
no sentía la ansiedad y el excesivo temor de los primeros años
(de pronto, su silueta parece cambiar, no de forma, sí de actitud;
se vuelve más sólida, más “presencia”, más vital) mi hermano
volvió de vacaciones de Navidad… no había pasado seis
meses desde su partida y sin embargo lo noté diferente… sus
movimientos, antes tan cortantes y arbitrarios, parecían ahora
más serenos y calmados… abrazó a mi padre y a mi madre…
cuando me tocó el turno, lo hizo con una dulzura tan grande y
una ternura tan profunda que me conmovió como nunca lo había
hecho hasta entonces… luego me miró, con un velo que bien podía
ocultar cariño como pena o melancolía… desde entonces me
trató de forma muy diferente; al día siguiente de su llegada me
aprestaba a arreglar su cuarto, como lo había hecho siempre,
por instrucciones de mi mamá, pero ahora él me tomó de la
mano, me miró muy profundamente y me dijo que nunca más
permitiría que yo hiciese algo que le correspondía hacer a él y
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