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19<br />
<strong>La</strong> profesora de lingüística soltó finalmente la muñeca de la actriz norteamericana. En ese<br />
momento la llamó el cantante alemán con la barba negra y la bandera blanca.<br />
<strong>La</strong> actriz norteamericana nunca había oído hablar de él, pero en un momento de humillación<br />
era mucho más sensible que nunca a las manifestaciones de simpatía y echó a correr hacia él. El<br />
cantante cogió con la mano izquierda el mástil de la bandera y apoyó el brazo derecho sobre el hombro<br />
de la actriz.<br />
Alrededor de la actriz y el cantante seguían saltando los fotógrafos y las cámaras. Un famoso<br />
fotógrafo norteamericano quería captar con su objetivo las caras de los dos con bandera y todo, lo cual<br />
era complicado porque el mástil era largo. Por eso corrió hacia el arrozal que tenía detrás. Así fue cómo<br />
pisó una mina. Se oyó una explosión y su cuerpo, deshecho en pedazos, voló por los aires, salpicando<br />
con una ducha de sangre a los intelectuales europeos.<br />
El cantante y la actriz estaban aterrorizados y no podían moverse. Después levantaron la vista<br />
hacia la bandera. Estaba salpicada de sangre. Al ver aquello volvieron a sentirse aterrados. Después<br />
miraron nuevamente unas cuantas veces, tímidamente, hacia arriba y empezaron a sonreír. Sentían un<br />
orgullo extraño y hasta entonces desconocido al ver que la bandera que llevaban estaba manchada de<br />
sangre. Se pusieron nuevamente en marcha.<br />
20<br />
<strong>La</strong> frontera estaba formada por un pequeño riachuelo que no se veía porque a lo largo de él se<br />
extendía un muro de un metro y medio de alto sobre el cual había sacos con arena para los tiradores<br />
tailandeses. <strong>La</strong> pared sólo se interrumpía en un punto. Allí un puente atravesaba el riachuelo. Nadie<br />
podía llegar hasta él. Al otro lado <strong>del</strong> río estaba el ejército de ocupación vietnamita, pero no se veía.<br />
Sus posiciones estaban perfectamente camufladas. Pero era evidente que, si alguien llegase hasta el<br />
puente, los invisibles vietnamitas empezarían a disparar.<br />
Los miembros de la marcha llegaron hasta la pared y se pusieron de puntillas. Franz se apoyó<br />
en la ranura entre dos sacos y trató de ver algo. No vio nada porque le empujó uno de los fotógrafos que<br />
se consideraba autorizado a ocupar su sitio.<br />
Franz miró hacia atrás. En la poderosa corona de un árbol solitario, como una bandada de<br />
grandes cuervos, estaban sentados ocho fotógrafos con los ojos puestos en la otra orilla.<br />
En ese momento la traductora que encabezaba la marcha se llevó a la boca un tubo ancho y<br />
llamó en Kmer hacia el otro lado <strong>del</strong> río: Aquí están unos médicos que piden que se les permita entrar<br />
en territorio camboyano para llevar ayuda sanitaria; esta acción nada tiene que ver con intervención<br />
política alguna; lo único que les preocupa es la vida de la gente.<br />
<strong>La</strong> respuesta <strong>del</strong> otro lado fue un silencio increíble. Un silencio tan completo que todos se<br />
sintieron angustiados. Lo único que se oía en aquel silencio era el sonido de las cámaras fotográficas,<br />
como el canto de una especie de insectos exóticos.<br />
Franz tuvo de pronto la impresión de que la Gran Marcha había llegado a su fin. Alrededor de<br />
Europa se cierran las fronteras <strong>del</strong> silencio y el espacio por el que transcurre la Gran Marcha no es más<br />
que un pequeño podio en medio <strong>del</strong> planeta. <strong>La</strong>s masas que antes se apretujaban alrededor <strong>del</strong> podio<br />
hace tiempo ya que se han vuelto de espaldas, y la Gran Marcha continúa a solas y sin espectadores. Sí,<br />
piensa Franz, la Gran Marcha continúa, a pesar <strong>del</strong> desinterés <strong>del</strong> mundo, pero se vuelve nerviosa y<br />
febril, ayer contra los norteamericanos que ocupaban Vietnam, hoy contra Vietnam que ocupa<br />
Camboya, ayer a favor de Israel, hoy a favor de los palestinos, ayer a favor de Cuba, mañana contra<br />
Cuba y siempre contra Norteamérica, siempre contra las masacres y siempre en apoyo de otras<br />
masacres, Europa marcha para no perder el ritmo de los acontecimientos y que ninguno se le escape, su<br />
paso se hace cada vez más rápido, de modo que la Gran Marcha es una marcha de gentes que dan<br />
saltos, que tienen prisa y el escenario es cada vez menor, hasta que un día se convierta en un mero<br />
punto sin dimensiones.