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La-Insoportable-Levedad-del-ser

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ver el sombrero hongo e hicieron el amor casi llorando, porque aquella cosa negra no era sólo un<br />

recuerdo de sus juegos amorosos, sino también un recuerdo <strong>del</strong> padre de Sabina y <strong>del</strong> abuelo que había<br />

vivido en un siglo sin coches ni aviones.<br />

Ahora podemos entender mejor el abismo que separaba a Sabina de Franz: él escuchaba con<br />

avidez la historia de su vida y ella lo escuchaba a él con la misma avidez. Comprendían con precisión el<br />

significado lógico de las palabras que se decían, pero no oían en cambio el murmullo <strong>del</strong> río semántico<br />

que fluía por aquellas palabras.<br />

Por eso, cuando se puso el sombrero hongo <strong>del</strong>ante de él, Franz se quedó descolocado, como si<br />

alguien le hubiera hablado en un idioma extranjero. No lo encontraba ni obsceno ni sentimental, era<br />

sólo un gesto incomprensible que lo descolocaba por su carencia de significado.<br />

Mientras las personas son jóvenes y la composición musical de su vida está aún en sus<br />

primeros compases, pueden escribirla juntas e intercambiarse motivos (tal como Tomás y Sabina se<br />

intercambiaron el motivo <strong>del</strong> sombrero hongo), pero cuando se encuentran y son ya mayores, sus<br />

composiciones musicales están ya más o menos cerradas y cada palabra, cada objeto, significa una cosa<br />

distinta en la composición de la una y en la de la otra.<br />

Si yo hubiera seguido todas las conversaciones entre Sabina y Franz, podría elaborar con sus<br />

incomprensiones un gran diccionario. Contentémonos con un diccionario pequeño.<br />

3<br />

Pequeño diccionario de palabras incomprendidas (primera parte).<br />

MUJER: <strong>ser</strong> mujer era para Sabina un sino que no había elegido. Aquello que no ha sido<br />

elegido por nosotros no podemos considerarlo ni como un mérito ni como un fracaso. Sabina opina que<br />

hay que tener una relación correcta con el sino que nos ha caído en suerte. Rebelarse contra el hecho de<br />

haber nacido mujer le parece igual de necio que enorgullecerse de ello.<br />

Una vez, durante uno de sus primeros encuentros, Franz le dijo con especial énfasis: «Sabina,<br />

es usted una mujer». No comprendía por qué se lo anunciaba con el gesto jubiloso de Cristóbal Colón<br />

viendo por primera vez las costas de América. Más tarde comprendió que la palabra mujer, en la que<br />

había puesto un énfasis particular, no significaba para él la denominación de uno de los dos sexos<br />

humanos, sino un valor. No todas las mujeres son dignas de <strong>ser</strong> llamadas mujeres.<br />

Pero si Sabina es para Franz una mujer, ¿qué es entonces para él Marie-Claude, su verdadera<br />

esposa? Hace más de veinte años, algunos meses después de conocerse, le amenazó con quitarse la vida<br />

si la abandonaba. Franz se quedó prendado de aquella amenaza. Marie-Claude no le gustaba demasiado,<br />

pero su amor le parecía maravilloso. Le parecía que no era digno de tan gran amor y que debía<br />

inclinarse profundamente ante él.<br />

De modo que se inclinó hasta el suelo y se casó con ella. Pese a que Marie-Claude nunca<br />

volvió ya a manifestar tal intensidad de sentimientos como en el momento en que le amenazó con el<br />

suicidio, en lo más profundo de él siguió vivo un imperativo: no debe hacerle nunca daño y tiene que<br />

valorar a la mujer que hay en ella.<br />

Esta frase es interesante. No decía: valorar a Marie-Claude, sino: valorar a la mujer que hay en<br />

Marie-Claude.<br />

Pero si la propia Marie-Claude es mujer, ¿quién es esa otra mujer que se esconde dentro de ella<br />

y a la que debe valorar? ¿Es quizá la idea platónica de la mujer?<br />

No. Es su mamá. Nunca se le hubiera ocurrido decir que en su madre valoraba a la mujer.<br />

Adoraba a su mamá y no a una mujer que estuviera dentro de ella. <strong>La</strong> idea platónica de la mujer y la<br />

mamá eran la misma cosa.<br />

El tenía doce años cuando el padre de Franz la abandonó repentinamente. El niño supuso que<br />

estaba ocurriendo algo grave, pero la mamá veló el drama con palabras neutrales y suaves para no<br />

excitarlo. Ese día fueron a la ciudad y al salir de casa Franz se dio cuenta de que la madre llevaba en<br />

cada pie un zapato distinto. Se sentía confuso, tenía ganas de advertírselo, pero al mismo tiempo le<br />

daba miedo que una advertencia de ese tipo pudiera herirla. Así que pasó dos horas en la ciudad sin

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