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nuestra existencia. Aun así, lo escuché,<br />
muy atenta, con la sensación de que<br />
debía haber una razón para su visita.<br />
Sabía los efectos que este incidente<br />
podría tener en nuestro matrimonio y<br />
nuestras relaciones sociales, así como<br />
el daño que podría ocasionar la publicidad<br />
que habíamos buscado con<br />
tanta desesperación y que permanecería<br />
enfocada en nosotros de ahora<br />
en adelante.<br />
prensa había concluido. Durante ella<br />
hablamos, exclusivamente, de nuestra<br />
hija: nos sentíamos aliviados de<br />
haberla encontrado, conmocionados<br />
por su asesinato y muy agradecidos<br />
con todos los que la habían buscado.<br />
Justo cuando estábamos por irnos, alguien<br />
hizo la pregunta.<br />
—¿Y qué hay del asesino de su hija?<br />
La pregunta del reportero no encontró<br />
respuesta; estábamos paralizados.<br />
La discusión nos preocupó porque<br />
podíamos estarnos dirigiendo al desastre<br />
emocional. A lo que yo llamaba el abismo.<br />
FOTO: CORTESÍA DE LA FAMILIA DERKSEN<br />
Estaba obsesionada con vigilar a los<br />
vecinos. Sospechaba que estaban involucrados<br />
en la desaparición de Candace.<br />
No podía leer, comer ni respirar<br />
sin sufrir. El sueño me era esquivo.<br />
Sabía exactamente de qué hablaba<br />
este hombre tan extraño.<br />
A medianoche, el sujeto se fue. Mi<br />
esposo y yo nos acostamos. Estábamos<br />
asustados. Acabábamos de perder una<br />
hija. ¿Lo perderíamos todo? ¿Era el<br />
principio de una espiral que nos dejaría<br />
en la oscuridad, desesperados e<br />
insensibles a lo que nos rodeaba?<br />
Tenía que haber otro camino.<br />
CUANDO ATENUARON las luces de las<br />
cámaras, pensé que la conferencia de<br />
Y desorientados. Habíamos estado<br />
preparando el funeral. Nunca olvidaré<br />
el momento en el entré en la sala de<br />
exhibición repleta de ataúdes. En<br />
cualquier momento, Candace llegará<br />
y nos dirá que paremos este absurdo,<br />
pensaba. Pero no sucedió.<br />
Camino a casa, Cliff y yo repasamos<br />
el funeral y empezamos a pelear.<br />
La discusión nos preocupó mucho<br />
porque sentíamos que nos esperaba<br />
un desastre emocional, el mismo tormento<br />
que al extraño de la otra noche.<br />
Era algo que yo llamaba el abismo.<br />
Lo había vivido a los 30, siete años<br />
antes de que desapareciera Candace.<br />
Vivíamos en North Battleford, un<br />
pueblo en Saskatchewan, Canadá. Cliff