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<strong>Alegraos</strong><br />
En este artículo<br />
vamos a hacer un breve<br />
resumen de la pedagogía<br />
de un gran educador<br />
español<br />
recién<br />
canonizado: San Manuel<br />
González (1877-1940),<br />
arcipreste de Huelva y<br />
posteriormente obispo de<br />
Málaga y Palencia.<br />
Su tesis se puede<br />
resumir en la siguiente<br />
frase “Que no se meta a<br />
maestro y si se metió, que<br />
se salga, el que no cuente<br />
con la gracia de la tierra y del cielo”. Pues aunque se sepa<br />
más de números que Newton, más de astros que Keppler y<br />
más de letras que Cervantes; D. Manuel explica que no será<br />
un auténtico maestro quien no tenga en cuenta los dos tipos<br />
de gracia.<br />
Por un lado hay que contar con la gracia natural, hija<br />
del ingenio y de la bondad. El educador así será capaz de<br />
hacerse rápidamente cargo de las cosas, tendrá “chispa”, que<br />
conjugada con un corazón de los que se salen por la boca<br />
sabrá llegar al corazón de los niños.<br />
Por otro lado está la Gracia con mayúscula, esta de<br />
origen sobrenatural. Apunta D. Manuel antes de explicar en<br />
qué consiste: “Y no se me echen a reír los hombres de la alta<br />
pedagogía porque pongo de clave de arco de todo el edificio<br />
de la educación una antigualla, tan saturada de polvo de<br />
biblioteca y de cirios, como la Gracia sobrenatural”.<br />
Brevemente, podemos definir la gracia sobrenatural<br />
como la participación inmediata e íntima de la vida de Dios.<br />
La gracia estira el alma, por así decirlo, y pone en ella<br />
capacidades para conocer y amar hasta lo infinito, que es<br />
Dios. Si educar es llevar y ascender al educando de lo<br />
imperfecto a lo perfecto, ¿qué mejor herramienta podemos<br />
usar para ello que la gracia, que nos configura con el mismo<br />
Dios? Mientras más participa el hombre de Dios,<br />
más perfecto es. Y por si esto fuera poco, la gracia<br />
completa la perfección del hombre en la tierra,<br />
haciéndolo heredero del Cielo.<br />
El maestro idóneo deberá por tanto cooperar<br />
consciente, deliberada y libremente con la acción<br />
interna que hace la gracia sobrenatural, y para ello<br />
su gracia natural preparará, fomentará y<br />
conservará -a pesar de los obstáculos, tentaciones<br />
y peligros- esa apertura del alma de los niños a la<br />
Gracia de Dios. “Eso es lo que llamo Educar”. ¿A<br />
quién? “Al niño, desde que nace hasta que esté<br />
educado del todo”.<br />
Por muchos talentos humanos que poseamos, por<br />
lujosas instalaciones en las que nos encontremos, por<br />
sofisticado material que tengamos a nuestra disposición, no<br />
encontraremos nunca nada tan eficaz en la educación como<br />
la gracia.<br />
Para profundizar más en el tema recomiendo el libro<br />
de D. Manuel “La gracia en la educación” (1935).<br />
Por Dámaris Mora