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La dama de azul<br />
Desde la infancia, Diana siempre deseó poseer aquella casa tan llena de misterios<br />
e historias, parecía que las cosas que decían de la casona no la atemorizaban sino más<br />
bien, lograban que su atención se prendara más de ella.<br />
Apenas tuvo la oportunidad, a pesar de las negativas de toda su familia, compró<br />
la casona. Para ella era el sueño de su vida convertido en realidad y es que la casa era<br />
la más hermosa expresión de la arquitectura europea: poseía una combinación de<br />
detalles victorianos, columnas góticas y acabados renacentistas, era un collage de<br />
elegancia. La vista frontal de la casa daba al oeste, los atardeceres se posaban sobre<br />
ella y las sombras de las nubes le daban un aire de antigüedad mucho más acentuado.<br />
Los jardines rebosaban de vegetación y, en ellos, había dos bóvedas con cumbres góticas<br />
y ángeles de guardia que se convirtieron en fieles testigos del paso de los años, una en<br />
el norte y otra en el sur, están vestidas de verde con las enredaderas de hiedra y solo<br />
se logra ver en ellas finos trazos de lo que algún día fueron letras y números que<br />
indicaban el descanso eterno de sus habitantes. Los muros cercanos a la alberca se<br />
mantenían firmes y llenos de soberbia, al poseer aquellas mandrágoras que simulaban<br />
cuerpos desnudos de hermosas mujeres aprisionados por las grietas.<br />
Diana recuerda muy bien cuando escuchó por primera vez la historia de la casa,<br />
podía tener unos cuatro años cuando su madre la llevó a visitar a la bisabuela que ya<br />
rondaba los cien años y, entre cafés calientes, la anciana, que aún estaba en sus<br />
cabales, dio inicio a la historia, recordaba como si fuera ayer la voz poco entendible<br />
con la que la viejita reveló el secreto más preciado de la casona. Según la anciana, la<br />
casa había sido el mudo testigo de una trágica historia de amor…<br />
“Aún no había nacido esta vieja, cuando la familia Alcázar inició la construcción<br />
de la casona, contrataron a casi todos los hombres del pueblo para la mano de obra; mi<br />
padre, que era todavía un niño y mi abuelo, trabajaron durante días seguidos. Los<br />
Alcázar necesitaban la mansión lo más pronto posible, venían llegando de España y no