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Sin aliento

Este cuento pertenece al libro Páginas Barrocas.

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SIN ALIENTO<br />

Un relato de<br />

RAÚL ARIEL VICTORIANO


Ilustración de portada: Raúl Ariel Victoriano<br />

Buenos Aires, Argentina.<br />

Autor relato: Raúl Ariel Victoriano<br />

Buenos Aires, Argentina.<br />

Blog:<br />

http://hastaqueelesplendorsemarchite.blogspot.c<br />

om.ar/<br />

El contenido de este relato cuyo autor es Raúl<br />

Ariel Victoriano está registrado en Safe Creative<br />

https://www.safecreative.org/ bajo el código<br />

1701030290735 con una licencia Creative<br />

Commons<br />

https://creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/<br />

por lo cual no está permitida su<br />

comercialización.


Como los pájaros, siempre mi canto es el<br />

mismo. Una mezcla de timidez de gorrión y<br />

elocuencia de calandria. No lo voy a cambiar<br />

ahora que la tristeza viene a visitarme más<br />

seguido, ahora que me he quedado mudo y mis<br />

dedos se enfriaron. Alargo mi mano, la extiendo<br />

hacia lo alto, pero no llego a las estrellas.<br />

Quisiera que no sea larga esta tortura. He<br />

quedado sin consuelo, sin alivio para sostener el<br />

alma. He visto la luna roja hace algunas noches en<br />

Buenos Aires como un mal presagio para la<br />

poesía. Me acobardan esas señales.<br />

No me he quedado de brazos cruzados, me<br />

he aventurado por otros océanos que no conocía,<br />

otros climas me han recibido inhóspitos, me han


cerrado las puertas de sus cielos, me han privado<br />

oír el canto de sus lenguajes. Lo he intentado, lo<br />

juro.<br />

Y todo ha quedado en hojarasca, papeles que<br />

han nacido mustios, opacos de colores, no hubo<br />

ternura en los tonos que he ensayado, con tanta<br />

delicadeza. Me he esmerado, lo aseguro.<br />

Lo he intentado con premura y he tropezado<br />

con la piedra de la torpeza. He levantado los<br />

talones para que mi voz llegara más lejos y los<br />

sonidos de las voces de los otros escritores han<br />

sido más firmes, he quedado absorto, admirando<br />

los cantos de esas aves espléndidas volando alto.<br />

Qué lejos estoy de ellos, me he dicho.<br />

Otros corazones fervientes saben sangrar<br />

mejor, son más calientes. Del mío solo sale un<br />

fluido tibio, y por eso he ido en busca de otra<br />

sustancia indeleble, a hurgar en el refugio de los<br />

recuerdos de la mujer que me ha querido. Siento<br />

el frío de la soledad en el aire quieto de la<br />

esperanza que me empeño en sostener.<br />

Mis palabras se encuentran atascadas en la<br />

corriente de los arroyos menores, enredadas en<br />

los pequeños hilos de agua que solo saben de<br />

susurros. No siento el torrente del río abierto y


caudaloso de los brillantes textos que,<br />

equivocadamente, creí haber escrito. Es una<br />

condena que merezco, supongo, el Destino lo ha<br />

dispuesto así. He disfrutado como un elegido del<br />

baile maravilloso de la lírica, pude acceder<br />

halagado al Paraíso de las Letras, me sentí eterno<br />

por un rato.<br />

La Poesía es un reino para pocos, un útero<br />

que abriga a los dichosos, da la miel y alivia la<br />

locura. Pero ahora me ha expulsado, he quedado<br />

exhausto y sin <strong>aliento</strong>, con gotas de hiel entre los<br />

dedos y sin saber qué hacer con mis huesos,<br />

aterido, con el lápiz clavado en mi mano oxidada.<br />

Siento que esos días agradables se han<br />

retirado al pasado, los brotes que me pareció<br />

haber visto entre la hierba se han secado, han<br />

germinado tarde las semillas. Las agujas del<br />

cuadrante que arman la geometría del azimut se<br />

van cerrando hacia el invierno. Se acortan los días<br />

y el sol empalidece detrás de las colinas, su calor<br />

ya no abrasa a las musas, sus rayos se curvan<br />

iluminando menos las metáforas, languidece la<br />

tarde. Lo presentía.<br />

Me quedo a un costado del camino con esta<br />

pequeña desazón, mirando pasar a los nuevos


poetas, escuchando los cantos de los jóvenes<br />

juglares. Quizás nunca debí haber salido de mi<br />

sitio, tal vez hice lo indebido. Me han condenado<br />

los dictámenes severos de los dioses,<br />

seguramente, debido a los poemas estériles que ha<br />

dado a conocer mi vanidad. De algún modo se<br />

han enojado conmigo, imagino que no están<br />

equivocados, su juicio nunca yerra.<br />

No reniego, agradezco haber estado ahí un<br />

rato, haber escuchado los cantos de las sirenas,<br />

haber sentido los susurros de los corazones que<br />

he conmovido, haber disfrutado de tanta magia.<br />

Fue muy hermoso, espero volver, más no sé<br />

cuándo la inspiración se apiadará y me tenderá<br />

una mano, antes que me hunda sin remedio en el<br />

pantano de la amargura.<br />

No puedo cambiar el tono melancólico de mi<br />

canto, la sombra de la nostalgia me lo está<br />

impidiendo. No puedo, siquiera, poner un<br />

mínimo de belleza en estas pobres líneas que<br />

escribo. De veras lo siento.<br />

Enero 2017

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