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La sirena varada: Año II, Número 9

El noveno número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />

<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong><br />

R E V I S T A L I T E R A R I A<br />

es una publicación de<br />

EDITORIAL DREAMERS<br />

libros digitales, gratuitos y legales<br />

LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />

<strong>Año</strong> 2, N° 9, julio 2018 es una publicación mensual editada<br />

por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful Editing<br />

and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />

Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />

www.editorialdreamers.com<br />

Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />

Ilustración de portada: utako068<br />

Ilustraciones: The British Library’s collections<br />

<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />

reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />

editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />

en esta revista.<br />

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />

parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />

sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />

Assembled for Masterful Editing and Rational Sabotage<br />

S.A.S. de C. V. o los respectivos autores.<br />

© 2018<br />

DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />

FOR MASTERFUL EDITING AND<br />

RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />

todos los derechos reservados<br />

SOBRE<br />

ESTE<br />

NÚMERO<br />

Robándome una frase que escuché<br />

en una película de Pixar y adaptándola<br />

a lo que en esta revista nos<br />

incumbe, puedo decir: no es cierto que<br />

cualquiera puede escribir, pero un buen<br />

escritor puede tener cualquier origen.<br />

Y es que, para ser un buen escritor,<br />

no importa si eres rico o pobre, si eres<br />

blanco, amarillo, negro o moreno, si<br />

eres de izquierda o de derecha, si eres<br />

taurino o animalista, si eres un criminal<br />

o un voluntario de alguna causa justa...<br />

Eso no tiene ninguna importancia porque,<br />

para ser un buen escritor solo se<br />

necesita una cosa: constancia.<br />

Roma no se construyó en un día, y<br />

aunque puede que algunas novelas si<br />

se hayan escrito en uno o dos, la capacidad<br />

para escribirlas a esa velocidad<br />

no se alcanzó de la noche a la mañana.<br />

Escribo esto porque muchas personas<br />

han escrito al correo de la editorial<br />

pidiendo consejos sobre cómo comenzar<br />

a escribir aquella historia que les da<br />

vueltas en la cabeza y no los deja dormir;<br />

a la mayoría siempre les respondo<br />

lo mismo: ecisten dos caminos que<br />

te llevarán a escribir, ninguno es fácil,<br />

pero sí son sencillos.<br />

El primero de esos caminos es aprender<br />

a escribir, y no solo escribir por escribir,<br />

sino dedicarse realmente a aprender<br />

el proceso que una novela conlleva.<br />

Desde mi punto de vista, la forma de<br />

poder aprender a escribir no está en


los talleres literarios, ni en las tertulias<br />

(¿a quién se le habrá ocurrido organizar<br />

esas bendítas(?) tertulias?), ni en grupos<br />

de redes sociales o en páginas de<br />

internet, pues lo único que se encontrará<br />

ahí son personas que no tendrán<br />

el valor de criticar lo que escribas o<br />

personas que no les importará lo que<br />

escribas y solo van a querer chingarte<br />

de una forma u otra... Si se quiere<br />

aprender a escribir, primero se tiene<br />

que aprender a leer; y con aprender a<br />

leer me refiero a hacerlo de forma crítica,<br />

observando cada detalle de la obra<br />

que más nos guste, comprendiendo<br />

qué herramientas utilizó el autor para<br />

plasmar sus ideas.<br />

Lo reitero, leer es la mejor forma de<br />

aprender a escribir; pero también eciste<br />

otra forma, aquella que considero<br />

la más arriesgada, pero a veces la más<br />

gratificante, y es simplemente dejar volar<br />

tu imaginación y escribir en el papel<br />

(físico o del procesador de textos), todo<br />

lo que te venga en gana; no importa si<br />

no tiene coherencia, no importa si tiene<br />

errores ortográficos, no importa que<br />

parezca que lo escribió el gato... Lo importante<br />

es la práctica, y escribir, y leer<br />

y volverlo a hacer una y otra y otra vez,<br />

porque solo así se podrá conocer dónde<br />

están nuestros errores y podremos ser<br />

autocríticos con todo lo que escribamos.<br />

<strong>La</strong> práctica hace al maestro, ya sea<br />

cocinando, barriendo, o escribiendo.


18<br />

SOBRE EL<br />

ENTUSIASMO<br />

34<br />

SOBRE LA ESCRITURA<br />

Y LA ORATORIA<br />

50<br />

EL ENSAYO<br />

FILOSÓFICO<br />

110<br />

13<br />

NOVELAS<br />

POR ENTREGAS<br />

NUES<br />

ARTÍC


66<br />

LA DUALIDAD DE<br />

UNIVERSOS DEL ESCRITOR<br />

82<br />

PARAREALISMO,<br />

UN ESTILO ANTIOLÓGICO<br />

106<br />

EL ARTE DE LA LITERATURA<br />

Y SUS DIFICULTADES EN EL SIGLO XXI<br />

2<br />

144<br />

TROS<br />

ULOS<br />

MICRO<br />

CUENTOS


6<br />

EL SILBIDO<br />

DE LA ESPADA<br />

Por Reinier del Pino Cejas


Fernando empujó con fuerza la<br />

puerta de la guarida de las bestias<br />

y se adentró, espada en mano, en<br />

el cubil demoniaco. Su frente sudaba a<br />

mares. <strong>La</strong>s piernas tambaleaban erráticas<br />

y ante él los espectros deformes se<br />

hacían a un lado y lo dejaban pasar. El<br />

hombre llevaba días vigilando el lugar.<br />

Sabía que allí adentro se gestaba algo<br />

grande y terrible. Había visto entrar y<br />

salir a diferentes criaturas, todas con<br />

el sello en sus rostros de una fatal aberración.<br />

¡No eran humanos! Algo debía<br />

hacer. Sostuvo la espada con fuerza y<br />

trató de concentrarse.<br />

Fernando había sido investido con<br />

el poder de aquella espada en la búsqueda<br />

de su Dolores. No lograba dormir<br />

desde que la mujer se ausentó de<br />

la casa. Muchos años juntos le decían<br />

que su Loly no era de esas que desaparecen<br />

sin dejar rastro. Algo pasaba con<br />

su mujer, y no iba a quedarse de brazos<br />

cruzados mientras aquellas espantosas<br />

creaciones del demonio se enseñoreaban<br />

por la ciudad sin control aparente.<br />

Su Loly estaba en la fortaleza y de allí<br />

saldría muerto o con ella. Sintió vibrar la<br />

espada. Era un sonido intenso y metálico.<br />

Una especie de silbido continuo que<br />

le martillaba los sentidos y lo obligaba a<br />

cerrar los ojos. <strong>La</strong> espada hablaba claro.<br />

Estaba sedienta. Su vocación era la justicia<br />

y en las manos de Fernando encontraría<br />

la realización extraordinaria de la<br />

heroicidad. <strong>La</strong>s criaturas estaban frente<br />

a él y lo miraban con curiosidad.<br />

—¡Atrás, bestias inmundas! ¡Déjenme<br />

pasar! —la espada continuaba emitiendo<br />

el sofocante sonido—. Ella está<br />

cerca —se dijo.<br />

Evitó a una mujer dominada por una<br />

especie de babosa que le succionaba el<br />

cerebro. Empujo a un androide de ojos<br />

vidriosos que trató de acercársele para<br />

quitarle el arma. Encontró unas escaleras<br />

y subió a toda velocidad. Tenía que<br />

encontrar a Loly. Tenía que hacerlo antes<br />

de que fuera demasiado tarde.<br />

El segundo nivel estaba lleno de cubículos<br />

separados por gruesas paredes.<br />

Fernando miró en el interior de aquellas<br />

habitaciones a través de los cristales.<br />

En cada celda había un hombre<br />

delgado, ojeroso y con profunda tristeza<br />

en la mirada. Algunos levantaban la<br />

mano para saludarlo. Otros viraban el<br />

rostro hacia la pared en auténtica indiferencia.<br />

No tenían cabello.<br />

—Prisioneros —pensó—, experimentan<br />

con ellos o los retienen con quien<br />

sabe que retorcidas intenciones.<br />

Volvió a buscar las escaleras y ascendió<br />

hasta el piso siguiente de la guarida.<br />

Tras de sí logró escuchar que los<br />

espectros se organizaban y venían en<br />

su captura.<br />

—¡Inténtenlo, perros, y conocerán el<br />

lenguaje de mi espada!<br />

Volvió otra vez la vibración del metal.<br />

Se hacía cada vez más frecuente. Loly<br />

estaba cerca. <strong>La</strong> espada podía presentirla.<br />

Su cerebro apenas soportaba los<br />

gemidos del arma mágica, pero sería<br />

por poco tiempo. Cumpliría el destino<br />

que se le había asignado. Se trataba<br />

de su mujer, su compañera de muchos<br />

años y, aunque no se lo decía nunca, el<br />

amor de su vida.<br />

Dos humanoides de piel escamosa lo<br />

esperaban a la altura del último escalón.<br />

<strong>La</strong> espada, aun vibrando de cólera,<br />

los batió a ambos sin ninguna dificultad.<br />

Fernando sonrió contemplando los<br />

cadáveres en el suelo. Detuvo su mirada<br />

en los rostros desfigurados.<br />

—¿Qué criaturas tan espantosas son<br />

estas, Dios? ¿De dónde han salido?<br />

7


El ruido de las bestias que subían las<br />

escaleras lo sacó de sus pensamientos.<br />

Pensó en Dolores. Corrió por el pasillo<br />

de aquel nivel empujando puertas y derribando<br />

obstáculos. De pronto la vio.<br />

En una de las habitaciones, pegada a<br />

la pared del fondo con los ojos llorosos<br />

estaba su Loly. Fernando inspeccionó el<br />

interior de aquel recinto y dio unos pasos<br />

con la espada amenazante rebanando<br />

el aire. Detrás de su mujer se levantaba<br />

un feo cíclope. <strong>La</strong> bestia sostenía por<br />

una mano a la mujer y escrutaba el rostro<br />

de Fernando con su único ojo. Desde<br />

el primer instante Fernando se dio<br />

cuenta de un detalle: <strong>La</strong> bestia le temía.<br />

—¡Tiemblas, cobarde! —dijo el hombre<br />

apuntando hacia el cíclope en actitud<br />

desafiante—. Pensaste que te saldrías<br />

con la tuya.<br />

—¡Fernando! —gritó Dolores.<br />

—¡No te preocupes! ¡No lo dejaré hacerte<br />

daño!<br />

Avanzó en una carrera. <strong>La</strong> espada<br />

emitió un silbido sordo en el aire y el<br />

cíclope cayó al suelo retorciéndose en<br />

los últimos estertores de su vida.<br />

Fernando sonrió. Extendió los brazos<br />

hacia su Loly que lo miraba, aún horrorizada,<br />

y sintió de repente un fuerte corrientazo<br />

en la nuca.<br />

—Cumplí mi misión. Ella está a salvo<br />

—las palabras casi apagas, salieron de<br />

su boca antes de caer al suelo y perder<br />

el conocimiento por completo.<br />

⁂<br />

En la estación de policías, Loly observaba<br />

detrás de los barrotes de una celda a su<br />

esposo Fernando acurrucado en el piso.<br />

<strong>La</strong> mujer emitió un largo suspiro, dejó<br />

salir una bocanada de humo y apagó el<br />

cigarro. Se sientó frente al oficial que la<br />

miraba por encima de los espejuelos.<br />

—Todavía no lo entiendo. Hace solo<br />

tres días que me dieron el ascenso que<br />

esperábamos: el puesto de jefa de enfermeras<br />

en la sala de traumas oculares.<br />

Es cierto que tuve necesidad de<br />

8


cambiar de turno, pero nunca pensé<br />

que lo tomara de esa forma.<br />

—¿A qué se refiere? —preguntó el oficial.<br />

—Cuando llegaba del hospital Fernando<br />

no estaba en casa. Por más que<br />

le llamaba a su teléfono nunca me respondía.<br />

Sin otra cosa que hacer regresaba<br />

al otro día al trabajo y desde la<br />

sala le hacía más llamadas. Otra vez<br />

me respondía el silencio.<br />

El agente extrajo de una pequeña gaveta<br />

un teléfono celular y lo colocó sobre la mesa.<br />

—¿Es este el celular de su esposo? —Dolores<br />

asintió—. Márquelo, por favor.<br />

<strong>La</strong> mujer extrajo de su bolso un equipo<br />

casi idéntico y marcó los dígitos que conocía<br />

de memoria. <strong>La</strong> pantalla del celular<br />

sobre la mesa se iluminó de pronto y comenzó<br />

a emitir un silbido sordo y agudo.<br />

En su celda, Fernando abrió los ojos.<br />

Observó a Loly y luego al oficial que gesticulaba<br />

a corta distancia de su mujer.<br />

Aguzó el oído y sonrió. <strong>La</strong> espada volvía<br />

a llamarlo. Su mujer corría peligro y él<br />

tenía muy claro que tenía que hacer.<br />

la <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong><br />

es y siempre<br />

será gratis<br />

pero siempre nos viene<br />

bien una ayuda<br />

así que, si tienes la posibilidad,<br />

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LA SIRENA VARADA<br />

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9


10<br />

SIN ROSTRO<br />

Por Angelique Reid


Desde que salí del entrenamiento he<br />

estado en el turno de noche, y esta<br />

noche, a diferencia de las demás, era<br />

diferente; tengo un mal presentimiento.<br />

⁂<br />

Eran las once de la noche y mi compañero<br />

hizo una señal con la mano para<br />

avisarme que teníamos un caso. Subimos<br />

al auto y solo dijo: «encontraron<br />

un cuerpo».<br />

Cuando guarda ese espectral silencio<br />

es porque intuye que ese cuerpo<br />

sufrió una muerte atroz. Llegamos al<br />

lugar de los hechos, era una zona boscosa<br />

alejada de la ciudad, a lo lejos los<br />

perros aullaban desesperadamente,<br />

un escalofrío recorrió mi espina dorsal<br />

y traté de mantener el control.<br />

Había mucha niebla, los peritos ya<br />

estaban ahí y en susurros expresaban<br />

lo macabro de la situación; pasamos<br />

el cordón, el cuerpo estaba tirado en<br />

el lodazal, estaba desnudo y al parecer<br />

había sufrido mucho por la cantidad de<br />

heridas que tenía.<br />

—¿Quién lo encontró?<br />

—Un borracho, quiso cortar camino<br />

por acá y se tropezó con el cadáver. Del<br />

susto salió corriendo y pidió ayuda a<br />

los conductores que bajan por esa vía<br />

para la ciudad.<br />

—¿Van a proceder con el levantamiento?<br />

—Mi teniente, ahora mismo.<br />

Tomaron las fotografías respectivas y<br />

procedieron darle vuelta al cadáver para<br />

seguir con lo habitual. Fue espantoso, al<br />

pobre hombre le habían quitado parte de<br />

su rostro, le habían quitado la identidad.<br />

Nunca me acostumbro a esto y jamás<br />

me acostumbraré…<br />

—Mi teniente, no hay sangre —dijo<br />

uno de los agentes.<br />

—Eso nos indica que solo lo botaron<br />

aquí… ¡Hay que peinar el área! ¡Ya!<br />

No se encontró nada, solo dejaron el<br />

cuerpo ahí como si fuera desecho. Nos largamos<br />

y nos despedimos de Morfeo, las<br />

próximas noches iban a ser muy largas.<br />

A la mañana siguiente nos esperaba<br />

el médico legista, con voz lacónica nos<br />

resumió las últimas horas del hombre:<br />

—…cuerpo masculino, entre veinticinco<br />

y treinta, años con múltiples<br />

laceraciones; le faltan las falanges del<br />

pie izquierdo, ambas corneas, desprendimiento<br />

muscular del rostro y parte<br />

de la cabeza, además de múltiple tortura;<br />

sumergimiento en agua continuo,<br />

quemaduras con cigarrillos, múltiples<br />

cortes, mordidas en el abdomen… una<br />

parte estaba devorada; electrocución,<br />

estas marcas en el cuello sugieren<br />

que intentaron muchas veces ahorcarlo<br />

—mi compañero se salió de la sala,<br />

ambos miramos como se alejaba con<br />

rapidez—. Su muerte fue por un paro<br />

cardíaco a causa del dolor, en cuanto<br />

tenga el reporte listo, tendré más detalles,<br />

teniente.<br />

—Gracias.<br />

El reporte final indicaba que fue torturado<br />

continuamente hasta matarlo, solo<br />

esperábamos que sus huellas y carta<br />

dental nos diera luces de su identidad;<br />

lastimosamente, con las herramientas<br />

que tenemos no podemos hacer un descarte<br />

para reducir la búsqueda, 12351<br />

reportes el año pasado y sin contar con<br />

la cifra de este, hace de la identificación<br />

del cuerpo una tarea titánica.<br />

Por fin llegó la identificación, se trataba<br />

de un joven reportado desaparecido<br />

hace cinco meses por su novia. Según<br />

la denuncia, el joven salió para una<br />

entrevista de trabajo y jamás regresó a<br />

su casa.<br />

11


<strong>La</strong> novia del chico estaba en la sala<br />

de interrogatorio, temblaba y no paraba<br />

de llorar… odiaba empezar mi<br />

discurso con esa frase, como si eso les<br />

llenara de consuelo.<br />

—Mis condolencias, lamento mucho<br />

su perdida. ¿Podría decirme…? —tomé<br />

un respiro sin dejar de verla—: ¿Podría<br />

decirme a qué hora y a dónde se dirigía<br />

su novio?<br />

—Francisco estaba emocionado, había<br />

buscado trabajo por meses y nadie<br />

lo llamaba. ¿Sabe? Nos íbamos a casar…<br />

Yo… Yo tenía la esperanza. Uno<br />

nunca cree que esto pueda pasar, yo<br />

creía que algún día iba a llegar y por fin<br />

terminaría esta pesadilla… me rompieron<br />

mi esperanza y no sé qué hacer…<br />

A veces es difícil mantenerse fuerte y<br />

no conmoverse, era solo un buen hombre<br />

que quería un mejor futuro junto a<br />

su novia y un maldito enfermo acabó<br />

con sus sueños, mantengo la fuerza<br />

porque es mi trabajo atraparlos.<br />

—Señora, ¿podría responder mi pregunta?<br />

—entre sollozos me entregó<br />

un anuncio de periódico, ella lo había<br />

guardado porque su novio no era un<br />

hombre ordenado.<br />

Después de varias preguntas de rigor,<br />

la mujer se levantó, titubeó un poco,<br />

me miró y me preguntó:<br />

—¿Puedo verlo por última vez?<br />

—Es mejor que lo recuerde como era<br />

en vida…<br />

Fue la última vez que la vi.<br />

12


Fuimos al lugar donde Francisco fue<br />

a presentar su entrevista, el sitio estaba<br />

abandonado. Una señora que vendía<br />

café al frente nos dijo que hacía un<br />

par de meses desocuparon el local.<br />

—Fue raro, eso de un día pa’ otro levantaron<br />

todo y se fueron. Menos mal<br />

porque esa gente era toda rara…<br />

—¿Cómo rara? —pregunté.<br />

—Sí… abrían ese local de noche, citaban<br />

un montón de gente y los montaban<br />

en unos buses. El señor que manejaba<br />

eso tenía una pinta… ¿Cómo<br />

decirle? De esos que adoran al diablo.<br />

Empezamos a investigar desde el arrendatario<br />

hasta a los vecinos del sector y en<br />

sus declaraciones afirmaron que eran bastante<br />

peculiares, que todo lo pagaban en<br />

efectivo, además que les provocaba miedo<br />

su forma de comportarse y que preferían<br />

hacer de cuenta que no pasaba nada.<br />

Descubrimos que esta no era la única<br />

ciudad donde desaparecían gente y<br />

logramos encontrarlos muy cerca con<br />

otra fachada buscando más presas<br />

quien sabe para qué…<br />

⁂<br />

—¿Lista la hoja de vida, mi Teniente?<br />

—Está lista y estoy lista…<br />

Al igual que aquella noche que encontramos<br />

el cuerpo de Francisco, tengo<br />

un mal presentimiento, este caso<br />

nos va a cambiar la vida a todos, este<br />

caso no terminará bien…<br />

13


14<br />

INTERMITENCIAS<br />

Por Miguel Ángel Araujo Cortés


Andrea sólo escuchó las últimas<br />

palabras de la señora que había<br />

interrumpido la clase para informar<br />

que afuera había un carro con las<br />

luces intermitentes encendidas. Un<br />

hombre al fondo del salón preguntó<br />

por el modelo del automóvil y Andrea<br />

comprendió que la mujer se refería a<br />

su Versa color plata del 2010. Se disculpó<br />

con el instructor y se apresuró<br />

a salir, no sin un poco de vergüenza<br />

impregnada en su rostro. Caminaba<br />

por el pasillo hacia la puerta principal<br />

del edificio cuando descubrió que no<br />

podía recordar nada de lo hablado en<br />

la clase. <strong>La</strong>s últimas dos horas habían<br />

desaparecido de su memoria, en su lugar<br />

sólo quedaba ruido y frases sueltas<br />

que no le decían nada.<br />

Al llegar al estacionamiento tardó algunos<br />

minutos para encontrar su auto,<br />

había olvidado por completo dónde<br />

lo aparcó. Entró al coche, confundida<br />

a causa de las lagunas en su memoria,<br />

respiró hondo para tratar de calmarse,<br />

apagó las intermitentes. Salió del vehículo.<br />

Después de ver la hora en su reloj<br />

estaba dispuesta a volver a la clase, pensó<br />

que, quizá, al regresar y escuchar al<br />

instructor volverían a sus recuerdos las<br />

últimas horas. Activó la alarma del carro,<br />

en ese momento escuchó un golpe en el<br />

portaequipaje, sintió un escalofrío que<br />

le recorrió el cuerpo, retrocedió un par<br />

de pasos sin dejar de mirar el automóvil<br />

y el ruido se dejó oír de nuevo, con más<br />

fuerza esa vez.<br />

Se dirigió a la cajuela con manos<br />

temblorosas, las llaves tiritaban entre<br />

sus dedos, estuvo a punto de abrir la<br />

portezuela cuando, dentro, algo comenzó<br />

a sacudirse de forma violenta,<br />

algo o alguien. Andrea dejó escapar un<br />

gemido de terror y volvió al interior de<br />

su vehículo, se ayudó con los espejos<br />

laterales y el retrovisor para asegurarse<br />

de que nadie se había percatado de lo<br />

sucedido. Podía sentir las vibraciones<br />

que provocaban los fuertes golpes en<br />

el maletero. Hizo encender el motor,<br />

arrancó y abandonó rápido el estacionamiento.<br />

<strong>La</strong> oscuridad comenzaba a<br />

poblar las calles de la ciudad y también<br />

la memoria de Andrea, trataba de explicarse<br />

aquellos ruidos con un breve repaso<br />

de los acontecimientos de aquel<br />

día, pero ni siquiera podía acordarse<br />

del momento en que había cruzado la<br />

puerta de su hogar.<br />

El tráfico hubiera sido favorable si Andrea<br />

hubiese tenido un lugar a donde ir,<br />

pero se dedicó a recorrer la capital sin<br />

rumbo alguno. Quiso encontrar alguna<br />

señal de violencia dentro del vehículo<br />

que le ayudara a recordar un evento<br />

extraordinario en las últimas horas,<br />

o a saber qué o quién estaba en ese<br />

compartimento del coche. Pero todo<br />

estaba impecable y en orden. Abrió la<br />

guantera, un sobre color púrpura cayó<br />

debajo del asiento del copiloto. Andrea<br />

orilló el carro sin apagar el motor, estiró<br />

un brazo para alcanzar el extraño<br />

sobre, de inmediato lo notó pesado.<br />

Lo abrió con calma y descubrió en su<br />

interior un revólver calibre .357, una<br />

bala para el arma y un modesto celular<br />

encendido. Cargó la pistola con una facilidad<br />

que no se explicó, pero no tuvo<br />

tiempo para pensar en eso, la <strong>sirena</strong> de<br />

un coche patrulla la obligó a regresar el<br />

revólver al sobre. Frente a ella pasaron<br />

a toda velocidad dos camionetas militares<br />

seguidas por las patrullas de la<br />

policía estatal.<br />

Aquello la puso bastante nerviosa. Esperó<br />

a que el convoy se perdiera entre las<br />

calles y puso en marcha su Versa. Tenía<br />

15


ahora un destino: cualquier lugar a más<br />

de quince kilómetros fuera de la ciudad.<br />

Llegó a una zona despoblada, árida<br />

y solitaria. Aparcó a un costado de la<br />

carretera. Extrajo de nuevo el revólver<br />

del sobre, el celular comenzó a vibrar<br />

cuando recibió una llamada, lo ignoró<br />

y salió del coche.<br />

Volvió a escuchar los golpes en el interior<br />

del portaequipaje, presionó un<br />

botón del control de la llave del automóvil,<br />

la puerta de la cajuela se abrió y<br />

pudo ver a un hombre vestido de traje,<br />

amordazado, con las manos y pies atados,<br />

en sus ojos había una mezcla de<br />

rabia y terror. Había recibido algunos<br />

golpes en el rostro, pero Andrea pudo<br />

distinguir entre sus facciones desfigura-<br />

das la cara del gobernador del estado. El<br />

teléfono celular volvió a anunciar la entrada<br />

de una llamada. Andrea apuntó el<br />

revólver a la nuca del gobernador, éste<br />

comenzó a forcejear en un intento desesperado<br />

por deshacer los nudos que<br />

le impedían moverse, intentaba gritar y<br />

sus lágrimas se mezclaron con la sangre<br />

de sus heridas. <strong>La</strong> mujer jaló el martillo<br />

y sin emitir palabra alguna o mostrar un<br />

gesto diferente, presionó el disparador.<br />

<strong>La</strong> bala atravesó la cabeza del hombre.<br />

Andrea cerró de nuevo el maletero.<br />

Tomó asiento, otra vez, detrás del volante.<br />

Encendió el motor. El teléfono<br />

móvil vibró de nuevo, esa vez contestó.<br />

—Está hecho —se adelantó a decir y,<br />

sin esperar respuesta, colgó.<br />

16


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17


SOBRE EL<br />

ENTUSIASMO<br />

Por Agustín Gutierrez Barragán<br />

En muchos países, la gente que<br />

acude a ver un partido del deporte<br />

de su preferencia, se prende al<br />

escuchar su himno y al finalizarlo se<br />

desborda el entusiasmo y la pasión y<br />

la adrenalina y el grito de toda la gente,<br />

sea quien sea su equipo favorito, y todo<br />

mundo está listo para lo que sigue.<br />

Todo esto me hace reflexionar: ¿en<br />

que consiste el entusiasmo? ¿Se requiere<br />

en un campo deportivo? Al pa-<br />

18<br />

recer, sí. Pero no solo se aplica en un<br />

campo deportivo.<br />

Algunos autores, se refieren al entusiasmo<br />

«como una pasión honda por lo posible;<br />

como una especie de ebriedad y de fiesta divina<br />

en el alma, sin haberse tomado ni una<br />

copa de vino». En otras palabras, se siente<br />

«como estar hirviendo por dentro en diferentes<br />

grados, donde brincan borbotones<br />

de ilusiones e ideales, uno tras otro en una<br />

pasión inextinguible por existir y ser».


¿Eso siente e impulsa a la gente cuando<br />

termina de cantarse el himno? No lo<br />

sé. Ir al partido y presenciar el partido,<br />

agrega adrenalina al ser y agrega un<br />

ideal más: que gane mi equipo.<br />

A mi me justa recopilar frases, conceptos<br />

y pareceres. Entre todo lo que he<br />

visto, por ahí me he encontrado algunos<br />

conceptos, definiciones, anónimos, pensamientos,<br />

enseñanzas, las cuales me<br />

gustaría compartir con quien lea esto.<br />

El entusiasmo se define como excitación<br />

que impulsa a actuar, admiración,<br />

adhesión fervorosa, fervor, ardor; el<br />

fervor se define como devoción intensa;<br />

y ardor se define como calor grande,<br />

vehemencia, anhelo, valor.<br />

Ahora que, en cierto modo, el entusiasmo<br />

es útil y necesario para realizar la meta.<br />

Es importante hacer algo cuando el<br />

entusiasmo llega a despertar en el interior<br />

del alma, porque cuando no se<br />

19


hace algo con ese aumento de fuerza<br />

interior, entonces viene el desentusiasmo:<br />

el desánimo.<br />

Quizá el entusiasmo es a la mente<br />

lo que algún platillo puede ser para el<br />

estómago; hay platillos que cuando<br />

se sirven contienen alimentos frescos,<br />

que al comerlos resulta un manjar; sin<br />

embargo, si se dejan a la intemperie,<br />

después de que las moscas y el tiempo<br />

caen sobre ellos, constituyen un platillo<br />

maloliente y desagradable.<br />

El entusiasmo desarrollará su talento<br />

para vivir. Piense que en realidad no<br />

cuenta lo que tenemos, sino como disfrutamos<br />

de aquello que tenemos.<br />

Si le fascina el mundo, entusiásmese<br />

con el mundo.<br />

Si la gente le parece interesante. entusiásmese<br />

con la gente.<br />

Si considera que su vida personal es<br />

preciosa, entusiásmese con su vida.<br />

No se si recuerdan la película aquella<br />

que en español la titularon como «<strong>La</strong><br />

Sociedad de los Poetas Muertos». Se<br />

trata de la vida de unos alumnos en un<br />

colegio de esos de paga.<br />

Hay una enseñanza, a ver si me acuerdo,<br />

que el maestro del grupo, interpretado<br />

en la película por el actor Robin<br />

Williams, les quiere dar a sus discípulos.<br />

Los lleva al salón, pasillo y corredor en<br />

donde se encuentran las fotografías y<br />

álbumes de generaciones anteriores, de<br />

hará quince, veinte o treinta años antes<br />

y les motiva y sensibiliza acerca de los<br />

20


posibles sueños, retos, ilusiones, aspiraciones,<br />

de esos alumnos anteriores, que<br />

quizá sean los padres de algunos de los<br />

alumnos actuales, mismos que los están<br />

viendo, o tal vez se trate de alumnos<br />

que quizá ya habían muerto…<br />

Así, cada quien tiene sus sueños,<br />

ilusiones.<br />

El maestro, en esa película, les define<br />

un disparador para el logro de esos<br />

propósitos: «Aprovecha el día» (Carpe<br />

Diem). Aprovechar el día permite programar<br />

las acciones y tareas que se involucran<br />

y se identifican con los retos y<br />

propósitos de un individuo o individua,<br />

los cuales tenderían a mejorar su vida.<br />

Si a esa intención de superación y<br />

mejora le agregamos otro disparador<br />

que pudiera ser el ingrediente del entusiasmo,<br />

las cosas se darán de una manera<br />

satisfactoria y gratificante.<br />

Espero que la gente conteste «Sí, sí,<br />

sí» a la pregunta que podría plantearse<br />

al abrir los ojos y quizá hasta se esté<br />

uno preguntando: ¿Dónde estoy?<br />

Ahí habría que contestar la pregunta:<br />

¿Estás listo para esto? ¿Estás listo para<br />

todo lo que te va a suceder o te puede suceder<br />

en el día? Y como dijera el chiquillo<br />

del comercial: «y así, todos los días».<br />

Si el entusiasmo penetra en tu vida<br />

(no le hace que te duela), si penetra día<br />

con día, ya la hiciste. ¡Entusiásmate!<br />

Desde siempre el ser humano está sintiendo<br />

el entusiasmo por superarse. Si<br />

no fuera así, no habría progreso.<br />

21


22<br />

TURBINA<br />

CORYMBOSA<br />

Por Alicia Espinosa


Su cuerpo fue hallado en medio<br />

de la calle. Tenía el rostro irreconocible,<br />

agujereado y cubierto de<br />

sangre. Augusta lo encontró. Por fortuna,<br />

no se supo que lo tocaran, sino con<br />

una vara lograron girar el cuerpo boca<br />

arriba. El alarido desgarrador de su<br />

madre verificó su identidad. Sin terror<br />

a contagiarse, su amor materno le dio<br />

los suficientes bríos para cargarlo hasta<br />

su casa y darle un entierro decoroso.<br />

<strong>La</strong> señora se enclaustró más por el dolor<br />

que por prevención, al fin ya había<br />

llorado encima del cuerpo de su hijo.<br />

Era una moribunda y sería en cuestión<br />

de días. En un periquete, sin excepción,<br />

todos huimos y nos recluimos en nuestras<br />

viviendas. Los rumores eran ciertos.<br />

Había llegado. El pánico era excesivo.<br />

Sin cordialidad y rauda se filtraba a través<br />

de las ventanas, puertas y orificios<br />

de quienes no habían reforzado estos<br />

con pañuelos apilados en las cavidades.<br />

Nosotros vivíamos en la parte alta,<br />

desde ahí vimos cómo se apagaban las<br />

luces de algunas casas, otras no volvieron<br />

a encenderse. Los alcanzó. Se murmuraba<br />

que su impacto sería catastrófico,<br />

incluso que podría extinguir toda<br />

forma viviente del planeta. Teníamos<br />

la esperanza de subsistir, participar en<br />

el nuevo restablecimiento mundial.<br />

Desperté antes del amanecer, no sentí<br />

a Augusta a mi lado. Sin la intención<br />

de encontrar algo, me asomé por la ventana.<br />

Ella recogía unas flores en el jardín.<br />

El enfurecimiento me despabiló. Le grité<br />

y asustada corrió a la casa. Adusto le recriminé<br />

su aventura. Sin atender lo que<br />

yo decía, ella rompió en llanto.<br />

—Cuando lo encontré, quise ayudarlo<br />

¡Lo toqué, pero ya estaba muerto!<br />

Su confesión me paralizó. Durante<br />

todo el día permanecí encerrado en<br />

nuestra habitación. Afligido entre pensamientos<br />

de muerte. Ella pasó la tarde<br />

tirada en sillón embebida en delirios<br />

de la existencia, tomando infusión. Al<br />

anochecer entró y exhausta se tumbó<br />

en la cama. Me percaté que dormía imperturbable<br />

y su indolencia me arrulló.<br />

Un estruendo nos despertó. Un tanque<br />

del ejército llegaba. Sentimos toda la<br />

tensión del ayer disiparse y la ilusión<br />

de pertenecer a una humanidad reformada<br />

nos avivó. Estábamos salvados.<br />

Esperábamos órdenes de aquella máquina<br />

de combate, adheridos a la ventana,<br />

sin abrirla. Junto la proyección<br />

de primeros rayos solares se emitió el<br />

siguiente anuncio:<br />

—Estimados pobladores, el gobierno<br />

de la república les recuerda que su<br />

prioridad son ustedes, y su seguridad<br />

es fundamental para nosotros. Hemos<br />

agotado los recursos para rescatarlos,<br />

sin embargo, esta área es considerada<br />

zona de riesgo. Lo lamentamos. Reiterando<br />

nuestro compromiso, esta caja<br />

de medicamentos les ayudará a disminuir<br />

los dolores mortíferos de la agonía.<br />

Han sido excelentes ciudadanos.<br />

Antes de marcharse, el tanque aventó<br />

un arcón. Nos desahuciaron. Como<br />

nosotros quién sabe cuántas poblaciones<br />

habrían declarado en la misma<br />

situación. Yo estaba ensimismado. Augusta<br />

puso un vaso en mi mano.<br />

—No hay nada más qué hacer, vayamos<br />

a pasear. No quiero morir encerrada.<br />

Bebimos un trago profundo de infusión<br />

de ololiuqui y salimos con los ánimos<br />

devueltos. El aire se sentía fresco<br />

desde cualquier sombra. <strong>La</strong> reclusión<br />

nos hizo sensibles a luz del sol, nos pusimos<br />

colorados. Con todo en absoluto<br />

vacío nos sentíamos los dueños de<br />

cada rincón. Eufóricos hicimos el amor,<br />

23


sin vergüenza continuamos nuestro<br />

paseo con poca ropa. Sentimos las miradas<br />

escandalizadas desde las casas<br />

de los todavía sobrevivientes. Ni la contigüidad<br />

con la muerte los separaba de<br />

sus muy afianzados códigos morales.<br />

Augusta en éxtasis gritaba:<br />

—¡Salgan! ¡Qué esperan! ¡De todos<br />

modos nos vamos a morir!<br />

Nadie respondió a su invitación. Continuamos<br />

solitarios en nuestro pueblo.<br />

Como dos ánimas errantes nos partimos<br />

la garganta cantando y bailando<br />

al tarareo de canciones que no recordábamos<br />

bien. Por el cielo surcaba un<br />

avión ¿o una paloma? Augusta me señaló<br />

un cuarteto de cuervos, andando<br />

uno atrás del otro, no vi nada.<br />

Decidimos andar al río para refrescarnos.<br />

Luego de renovarnos en sus gélidas<br />

aguas y rehacer el amor, más tranquilos,<br />

retomamos el camino. Adelante nos encontramos<br />

con unos soldados neófitos<br />

descansando en la sombra de un árbol.<br />

—¿Qué hacen aquí? Están en territorio<br />

peligroso. Necesitan irse —dijo uno.<br />

—Disculpe, mi esposo y yo venimos de<br />

lejos. Se nos descompuso el carro a mitad<br />

del viaje. Buscamos ayuda. ¿Algún<br />

pueblo cercano que nos pueda auxiliar?<br />

24


—Todos los pueblos de región se contagiaron,<br />

nadie sobrevivió —dijo otro.<br />

—¿Y ustedes por qué no se contagian?<br />

Pusieron caras de idiotas. El silencio<br />

les cerró la boca a los militares. En segundo<br />

uno contestó con voz trémula:<br />

—Usted no comprende, señora. Como<br />

trabajadores del gobierno recibimos la<br />

atención adecuada a tiempo. Somos<br />

inmunes. Olvídense de su carro y vengan<br />

con nosotros.<br />

Subimos al tanque con ellos. El sexo<br />

y la caminata nos agotaron. <strong>La</strong> superficie<br />

irregular que atravesábamos nos<br />

mecía. Augusta dormía apacible en mis<br />

brazos. <strong>La</strong> somnolencia me derrocó,<br />

entre sueños recuerdo percibí la conversación<br />

de los militares.<br />

—Escuché que están encima de minas<br />

hinchadas de oro. Los van a volar.<br />

—¿Pero inventar una epidemia mortal?<br />

—Sus casas son todo lo que tienen,<br />

no habría manera de sacarlos. Además<br />

no es nuestro asunto si mueren. Sólo<br />

cumplimos órdenes.<br />

—¿Y qué vamos a hacer con esos dos?<br />

—Lo que se hace con todos los fugitivos.<br />

Desperté. El tanque se había detenido.<br />

Los soldados estaban tirados con la<br />

cara llena de hoyos y ensangrentada.<br />

25


26<br />

CUADRO<br />

AL ÓLEO<br />

Por Guillermo G. Torres


Hace ya algunas horas que amaneció.<br />

Permanezco acostado. Llevo<br />

tres días en este lugar ¿Por qué<br />

sólo recuerdo las primeras horas del<br />

día? ¿Dónde estoy? <strong>La</strong> habitación se<br />

me hace familiar. Frente a mí hay un<br />

cuadro al óleo: una pareja de jóvenes<br />

se abrazan, lo he visto antes. El color<br />

violeta de las paredes me hace sentir<br />

en casa, pero no estoy en casa. ¿Por<br />

qué no recuerdo mi hogar? Hay poca<br />

luz, las cortinas son de color oscuro,<br />

impiden que los rayos penetran con<br />

fuerza. Lo único que no me es familiar<br />

es esa televisión delgada que está debajo<br />

del cuadro. No quiero levantarme.<br />

Estoy seguro de que los jóvenes allá<br />

afuera me verán con mirada burlona.<br />

Fingen conocerme. Si tan solo supiera<br />

por qué estoy aquí. Son extraños. Me<br />

tratan bien, ¿por qué? Me aterra ver los<br />

retratos colgados, ¿quiénes son esos<br />

niños? Intento levantarme pero mi<br />

cuerpo es pesado, demasiado. Tengo<br />

una herida en el brazo. Me siento tan<br />

triste y desolado.<br />

Casi siempre, al dar las nueve, una<br />

joven entra a la habitación y me dice:<br />

«Javier, el desayuno está servido», caigo<br />

inconsciente y, de nuevo, vuelve a amanecer.<br />

Seguramente me duermen con<br />

alguna sustancia contra mi voluntad.<br />

Pasan más minutos. Escucho que<br />

alguien se acerca, la puerta se medio<br />

abre, las palabras se dirigen a mí:<br />

—Javier, el desayuno está servido.<br />

Finjo dormir. <strong>La</strong> cabeza de la joven se<br />

escabulle por donde entró. Es una muchacha<br />

muy atractiva, su mirada era<br />

cautelosa y sus gestos amables. Como<br />

si temiera de algo, de mí. Ha dejado la<br />

puerta entreabierta. Esta vez no vuelve<br />

a amanecer. «Sigo consciente», pienso.<br />

Ahora mis ojos están completamente<br />

abiertos y mi corazón palpita de terror.<br />

No me han sedado todavía.<br />

Por fin logro incorporarme. Pienso<br />

en encender el foco, quizá la luz me<br />

despeje y me dé claridad. No reconozco<br />

éstas sandalias, supongo el dueño<br />

es ese viejo con uniforme militar del segundo<br />

cuadro. ¡Sí! Ésta debe ser su habitación<br />

y ésta debe ser su casa. Esos<br />

niños de ésta otra foto deben ser los<br />

jóvenes de fuera.<br />

Por fuera se escuchan murmullos:<br />

—El desayuno se le enfriará a papá.<br />

¿Papá? Entonces el militar debe ser<br />

su papá. Por fin lo conoceré ¿Por qué<br />

no ha dormido en su habitación? Si<br />

tan sólo pudiese soltar palabras le preguntaría<br />

qué demonios estoy haciendo<br />

aquí. Hace mucho que no puedo hablar.<br />

Los murmullos se hacen más bajos:<br />

—Déjalo, no lo molestes. Dale unos<br />

minutos más.<br />

—¿Crees que esté viendo los cuadros<br />

nuevamente?<br />

—Es lo más seguro. Sería la tercera<br />

vez en la semana.<br />

—Cada vez es más frecuente, me<br />

preocupa.<br />

—Y cada vez dura más.<br />

Estoy aterrado. Siento escalofríos<br />

en todo el cuerpo. Yo soy el que mira<br />

los cuadros. Pienso que hablan de mí.<br />

Jamás había tenido plena seguridad y<br />

certeza en mis pensamientos. Pero si<br />

de algo estoy seguro es que ellos no<br />

son mis hijos.<br />

¡Sí! Fingiré conocerlos y les seguiré<br />

su macabro juego. Esperaré un buen<br />

momento para escapar.<br />

Escucho sollozos:<br />

—Ya tardó mucho en salir... está empeorando...<br />

iré a verlo.<br />

—¡No!, no vayas, es peligroso. Recuerda<br />

la última vez.<br />

27


Odio su patética farsa ¡No me dormirán<br />

otra vez! Tomaré el cuchillo que<br />

guardé en una de las cajas de zapatos<br />

¿Por qué sé de la existencia de este cuchillo?<br />

¿Por qué mi vieja guitarra está<br />

colgada? ¿Por qué la foto de mi difunta y<br />

querida esposa está puesta en la pared?<br />

Este encierro me está enloqueciendo<br />

¡Debo escapar ahora! Antes de que sea<br />

demasiado tarde. No me quedaré otro<br />

día más. No me volverán a dormir.<br />

<strong>La</strong> puerta se abre y alguien entra. Yo espero<br />

escondido detrás. Espero, con la adrenalina<br />

en cada músculo, ansiosamente ver<br />

la silueta adentrarse. Le rebano con precisión<br />

la carótida, el entrenamiento militar<br />

me ha servido, ¿entrenamiento militar? El<br />

cuerpo cae al suelo, la alfombra detiene su<br />

caída. De pronto, un grito ensordecedor:<br />

—¡Papá!, ¡no!, ¡qué… qué hiciste! —el<br />

joven comienza a llorar. Preparo el cuchillo<br />

y le digo:<br />

—¿Por qué chingados me tienen<br />

secuestrado?<br />

En seguida miro la sala principal que<br />

no había podido ver antes. Es la sala de<br />

mi casa, ahí está el sofá y la mesa de<br />

centro con la planta que tanto le había<br />

gustado a mi mujer. He asesinado a mi<br />

hija. Miro hacia abajo, el joven se hinca<br />

y abraza a mi hija que escupe sangre.<br />

Justo como el cuadro.<br />

28


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29


30<br />

TIEMPO<br />

Y ESPACIO<br />

Por Juan Luis Elizarraraz Fernandez


Descubrir vida inteligente en otro<br />

planeta fue uno de los hallazgos<br />

más grandes del siglo XXI, pero<br />

lograr comunicarnos con esa otra especie<br />

avanzada definitivamente se lleva<br />

el primer lugar. Todo gracias a los<br />

avances de la astrofísica y la tecnología<br />

telescópica. A comienzos del siglo ya se<br />

habían creado telescopios capaces de<br />

captar los principales elementos químicos<br />

de los cuales está conformado<br />

cualquier planeta de alguna galaxia lejana.<br />

Gracias a esto se comenzó a buscar<br />

por todo el universo planetas con<br />

porcentajes de elementos químicos<br />

parecidos a los del planeta Tierra.<br />

No paso mucho tiempo antes de que<br />

se encontrara el primero: Kepler-186f,<br />

luego Tau Ceti e y al poco tiempo se<br />

fueron encontrando otros. El siguiente<br />

paso de los científicos fue idear una<br />

manera para mandar una o varias señales<br />

diferentes a estos planetas lo<br />

más potentes y rápidas posibles pues<br />

se encuentran a algunos años luz de<br />

distancia (longitud que recorre la luz<br />

en un año). Fue gracias a esto que se<br />

construyó el Arcadia, el satélite artificial<br />

más grande jamás creado por el<br />

hombre. Capaz de mandar diversas<br />

señales a distintos puntos del universo<br />

a la velocidad de la luz. Cabe resaltar<br />

que debido a las leyes de rigen nuestro<br />

universo nada puede viajar más rápido<br />

que la velocidad de la luz.<br />

Fue así como se mandaron señales a<br />

todos los exoplanetas conocidos hasta<br />

la fecha. <strong>La</strong> señal contiene un poco de<br />

información sobre el sistema solar, nuestro<br />

planeta y del ser humano, así como la<br />

posible localización de nuestro sol. Este<br />

último punto fue complicado pues en el<br />

espacio no hay un punto de referencia en<br />

el cual nos podamos basar para dar las<br />

coordenadas exactas de nuestro planeta.<br />

Lo que se hizo fue describir las galaxias<br />

que rodean a la Vía Láctea y las estrellas<br />

que rodean nuestro sol.<br />

No se esperaban señales de respuesta<br />

hasta dentro de 22 años (si es que las había)<br />

pues el exoplaneta más cercano era<br />

Tau Ceti e, encontrándose a 11 años luz<br />

de distancia. Fue una sorpresa para todo<br />

el mundo, en especial para la comunidad<br />

científica, cuando después de 12 años de<br />

haber mandado las primeras señales se<br />

obtuvo una respuesta. Era imposible, a<br />

menos que alguna de estas se hubiera<br />

interceptado en el camino, pero si este<br />

no era el caso, se estarían desafiando las<br />

leyes que rigen el universo.<br />

El mensaje estaba en código binario<br />

por lo que se concluyó que esta raza al<br />

parecer más avanzada que la nuestra,<br />

poseía tecnología similar. El mensaje<br />

contenía una posible ubicación de manera<br />

similar a la utilizada por los astrofísicos<br />

hace 12 años por lo que se pudo<br />

deducir que provenía de Tau Ceti e, no<br />

contenía información sobre su especie<br />

ni su sistema solar, lo que contenía era<br />

información con conocimientos más<br />

avanzados para poder comunicarnos<br />

de la misma manera que ellos.<br />

Se explicaba que el universo está<br />

conformado por hilos y ligas por así decirlo,<br />

los cuales rigen todas las leyes del<br />

universo, pero que había una manera<br />

de aprovecharse de su estructura para<br />

que las señales viajaran 10 veces más<br />

rápido de lo normal. Se modifico el Arcadia<br />

para que pudiera enviar señales<br />

de la misma manera que los Tautianos<br />

(nombre que se le dio a la especie del<br />

planeta Tau Ceti e). El mensaje que<br />

se envió agradecía los nuevos conocimientos<br />

y solicitaba información sobre<br />

su planeta y su especie.<br />

31


Pasaron dos años y se recibió una<br />

segunda señal de los Tautianos, los medios<br />

de comunicación presionaban a las<br />

agencias espaciales para que transmitieran<br />

el mensaje en vivo, pero la ONU<br />

lo prohibió, era un tema delicado pues<br />

no se sabía que esperar de una especie<br />

avanzada distinta a la nuestra. Para sorpresa<br />

de todos los científicos, el mensaje<br />

no poseía nada de la información<br />

solicitada. Básicamente el mensaje era<br />

de auxilio, el planeta estaba al borde de<br />

la destrucción debido a la sobreexplotación<br />

de sus recursos naturales.<br />

Por los siguientes años se siguieron<br />

intercambiando mensajes a manera<br />

de señales binarias. Era una especie<br />

bastante parecida a la nuestra, no en el<br />

aspecto físico, sino en la manera en la<br />

que se desarrollaba la vida. Tenían familias,<br />

labores sociales, comerciaban,<br />

etc. Pero también poseían los mismos<br />

defectos que nuestra especie: eran envidiosos,<br />

tenían entre ellos guerras y no<br />

cuidaban su planeta de manera sustentable.<br />

Esto fue lo que los llevo al borde<br />

de la extinción.<br />

Ir hasta el planeta Tau Ceti e era una<br />

tarea imposible, los Tautianos lo sabían,<br />

ellos decían que su especie estaba destinada<br />

a perecer. Lo que querían era<br />

transmitirnos sus conocimientos científicos<br />

para que estos no se perdieran en<br />

el tiempo y espacio, pero eran demasia-<br />

32


dos como para mandarlos por el medio<br />

de comunicación actual y el tiempo se<br />

les acababa pues solo quedaba el 1% de<br />

su población y todos estaban enfocados<br />

en encontrar la manera de hacernos llegar<br />

los conocimientos.<br />

Se determino que si se mandaba la<br />

señal de manera normal (obedeciendo<br />

las leyes del universo) esta podía ser lo<br />

suficientemente grande como para entregarnos<br />

toda la información que nos<br />

querían transmitir. Nos avisaron que<br />

la señal había sido lanzada con éxito y<br />

que la esperáramos dentro de 11 años.<br />

Se consiguieron mandar y recibir dos<br />

mensajes más en los cuales se preguntaban<br />

las dudas más concurrentes de<br />

los científicos y de la humanidad en general,<br />

pero después de mandar la tercera<br />

señal con preguntas no se volvió a<br />

recibir respuesta alguna.<br />

Ya han pasado 11 años desde que los<br />

Tautianos nos mandaron la señal con<br />

sus conocimientos, todos los científicos<br />

y medios de comunicación están<br />

a la espera de la señal. Pero han surgidos<br />

algunas preguntas sin resolver:<br />

¿Qué fue de los Tautianos?, ¿Acaso nos<br />

espera un destino similar al suyo? y<br />

si sí ¿Correremos la misma suerte de<br />

ellos al encontrar una especie a la cual<br />

transmitirle nuestros conocimientos o<br />

nuestra especie quedara perdida en el<br />

tiempo y espacio?<br />

33


SOBRE LA<br />

ESCRITURA Y<br />

LA ORATORIA<br />

Por Eduardo S. Imbaquingo B<br />

Hablar de un material corpóreo no<br />

es lo mismo que hablar de las intenciones<br />

que instan a un sujeto<br />

operatorio a modificar tales materiales<br />

con finalidades técnicas, las cuales serán<br />

ora aplicadas, ora desechadas. Ni<br />

tampoco un material es lo mismo que las<br />

técnicas aplicadas sobre ella, por obvias<br />

razones. Una cosa es hablar de la Gramática<br />

como un dirigente estructural de la<br />

lengua para comunicar un objeto, y otra,<br />

34<br />

de los fenómenos intrínsecos a la lengua<br />

y su aplicación, sean mencionados, por<br />

ejemplo, los metaplasmos y la retórica.<br />

No diremos que la finalidad de la Gramática<br />

sea volverse retórica, ni que la pronunciación<br />

esté destinada a convertirse<br />

en un metaplasmo. Es la intervención de<br />

un fenómeno operatorio externo a los<br />

objetos mismos que componen la Gramática,<br />

aquel que suscita semejantes<br />

modificaciones en ellos.


Entonces, concluiremos que el habla<br />

oral y escrita no depende el uno<br />

del otro para constituirse formalmente<br />

en un determinado individuo. Sin<br />

embargo, nuestra visión no se opone a<br />

las estructuras mediatas del lenguaje<br />

(objetivas); usualmente alteradas en la<br />

inmediatez por un determinado error<br />

en el habla oral, que se suele pasar<br />

desapercibido y hasta se consiente (los<br />

metaplasmos; estructuras subjetivas).<br />

No obstante, al ser posible el habla<br />

oral al margen de la escrita, consideraremos<br />

la escritura como referenciada<br />

a los objetos-externos que designan<br />

las palabras dibujadas. Lo que no implica<br />

la imposibilidad de términos que,<br />

abarcados por otros, o abarcadores de<br />

otros, designen otras palabras y sentidos<br />

relacionados mucho más amplios,<br />

que generan así, gnoseológicamente:<br />

ideas, creencias y prejuicios. Lo gno-<br />

35


seológico no modifica la materia, sino<br />

que lo mide con la precisión en que<br />

sea necesario para una determinada<br />

función. Razón por la cual, no todo teorema<br />

es aplicable a cualquier situación.<br />

Teoremas Químicos no vendrían a ser<br />

similares a los Métodos Filológicos, ni<br />

funcionales en cualquier campo.<br />

Lo mismo con la técnica de aplicación,<br />

que no siempre resulta aplicable,<br />

aunque no por ello pierda su carácter<br />

de técnica pero sí de aplicabilidad. Los<br />

datos materiales recolectados por el<br />

sujeto operatorio de su entorno, las<br />

fuerzas físicas implicadas entre el coaccionar<br />

de los cuerpos involucrados en el<br />

fenómeno percibido, y la comprobación<br />

de los distintos teoremas o hipótesis<br />

empleados para la medición: resultan<br />

fundamentales para cualquier proceso<br />

que pueda denominarse lógico.<br />

De aquí, partimos para decir que antes<br />

hay significancia de los objetos percibidos,<br />

para luego, en su relación lógica<br />

con otros fenómenos reflexionados,<br />

brindarles un sentido que nos permita<br />

interpretarlos, de tal modo que poseamos<br />

un conocimiento sobre los mismos.<br />

El sentido varía lo mismo que la significancia<br />

de algo, puesto que hay variedad<br />

de objetos, así como variedad de análisis<br />

categoriales que pueden asignársele<br />

a un mismo objeto: conseguir que una<br />

hipótesis categorial tenga coherencia<br />

con la realidad, es labor del científico;<br />

conseguir que los juicios y las ideas sobre<br />

la materia y la realidad no se desborden<br />

más allá de lo que propiamente son,<br />

implica una tarea más bien propia del<br />

filósofo. No negamos, sin embargo, que<br />

ambas identidades puedan ir juntas en<br />

el mismo sujeto operatorio.<br />

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37


LOS<br />

CONCERTANTES<br />

Por Amilcar R. Cal<br />

38


Desde la torre sur podemos ver<br />

toda la llanura y el arroyo que<br />

lo atraviesa. Solo un poco más<br />

allá está el bosque. Árboles inmensos<br />

que enredan sus ramas hasta formar<br />

bóvedas impenetrables por los soles<br />

en el cielo. <strong>La</strong>s monstruosas raíces, de<br />

varios metros de grosor, sobresalen<br />

sobre tierra y se retuercen entre ellas<br />

configurando enmarañados laberintos<br />

donde fácilmente cualquiera podría<br />

extraviarse. Solo dos veces habíamos<br />

llegado hasta los límites del bosque.<br />

Nos aventuramos a entrar unos pocos<br />

metros, pero no es ese el objetivo de<br />

nuestra misión. Nos limitamos a recoger<br />

muestras y a marcar algunos senderos.<br />

Nuestros objetivos están al norte,<br />

en los linderos del lago y alrededor<br />

de las extrañas formaciones calcáreas.<br />

Pero por alguna inescrutable razón a<br />

mí me atrae aquel sitio, se me escapan<br />

los ojos contemplando tales parajes<br />

inundados de extraños perfumes y con<br />

una insólita claridad que parece provenir<br />

de las entrañas mismas de la tierra.<br />

Llevamos seis meses en este lugar. Un<br />

planeta perdido en la maraña de sistemas<br />

de Andrómeda. Formamos parte<br />

del enjambre de exploradores que nuestra<br />

corporación mantiene desperdigados<br />

por los principales cuerpos celestes<br />

bajo su área de mecenazgo, en busca de<br />

blancos comerciales o plazas prometedoras<br />

donde desarrollar después sus<br />

planes de inversiones. Ya he hecho este<br />

trabajo otras veces. Dinero fácil y experiencias<br />

para llenar un morral.<br />

Hace cuatro días escuché el primer<br />

sonido. Una especie de rumor que parecía<br />

inundar la débil brisa. Al principio<br />

me pareció que podría ser cualquier<br />

cosa, incluso el paso del viento entre<br />

los riscos. Pero pronto percibí que era<br />

algo distinto. El murmullo dio paso a<br />

unos silbidos perfectamente identificables.<br />

Provenían del sur, de aquel bosque<br />

oscuro.<br />

Preparamos una exploración. Cuatro<br />

hombres nos alistamos y salimos en<br />

aquel rumbo. Al acercarnos nos percatamos<br />

de que los silbos adquirían diferentes<br />

tonalidades, sonaba como una<br />

música nacida de la espesura. Levantamos<br />

el campamento en los límites del<br />

bosque. Dedicamos todo el día siguiente<br />

a introducirnos entre las gigantescas<br />

raíces para rastrear el origen de aquellas<br />

intrigantes cadencias. Para nuestra<br />

sorpresa los silbos se multiplicaron,<br />

aparentaban venir de todas partes. Seguíamos<br />

la dirección correcta con meticulosidad,<br />

pero cuando estábamos<br />

próximos el silbido callaba para renacer<br />

enseguida en otro sentido, más allá<br />

de nuevos muros de raíces. Uno de los<br />

nuestros hizo notar el detalle de que<br />

quizás estaban jugando con nosotros,<br />

o peor aún, de que intentaban atraernos<br />

al interior de la selva. Esta idea me<br />

sobrecogió. ¿Existe alguna clase de<br />

vida inteligente en este planeta ignoto?<br />

¿Especies que desconocemos y que<br />

ahora se muestran para darle un vuelco<br />

inesperado a nuestra misión?<br />

No quisimos adentrarnos en la selva<br />

más de lo que nos dictaba la sensatez,<br />

así que cuando los rumores resurgían<br />

más al sur volvíamos sobre nuestros<br />

pasos. Por la noche, mientras dormitábamos<br />

sobre nuestras mantas, un<br />

dulce gorjeo como de palomas empezó<br />

a escucharse. Alguien dijo que nos estaban<br />

arrullando con una canción de<br />

cuna. No sé cómo algunos de mis compañeros<br />

pueden bromear con un asunto<br />

tan serio como el que nos ocupa. Yo<br />

fui el único que me mantuve en vela<br />

39


la mayor parte de la noche. Cuando el<br />

alba despuntó me sentí cansado, mis<br />

piernas no tenían ánimo para lanzarse<br />

durante aquella jornada a una aventura<br />

prolongada. Aún así me incorporé a<br />

la tropa.<br />

Nos introducimos por un nuevo trillo,<br />

más al oeste que los explorados ayer.<br />

Pronto la claridad de afuera cede paso<br />

a una penumbra. Avanzamos muchos<br />

metros, las raíces forman un túnel de<br />

paredes compactas. Nunca la oscuridad<br />

llega a ser absoluta, es evidente<br />

que alguna especie de luz emana de<br />

entre las raíces. Mis acompañantes se<br />

detienen junto a una formación en el<br />

camino. Es alguna especie de musgo<br />

bioluminiscente, de estructura porosa.<br />

Encontramos más de ellos a medida<br />

que avanzamos. El grupo se detiene<br />

para examinar estos hallazgos, pero<br />

yo sigo el recorrido como hipnotizado<br />

ante lo recóndito.<br />

El túnel se va estrechando, parece<br />

un embudo que quiere llevarme a alguna<br />

parte. Los silbidos reaparecen con<br />

más fuerza, adquieren diferentes tonos<br />

hasta convertirse en una melodía re-<br />

40


conocible, una sonata que escuché en<br />

alguna parte. Al final del túnel percibo<br />

una claridad notoria. Apuro los pasos<br />

y desemboco en un claro en medio del<br />

bosque. <strong>La</strong>s raíces se han hundido en<br />

la tierra, y ahora me encuentro en medio<br />

de formaciones vegetales que parecen<br />

palmeras. En la copa de los delgados<br />

troncos puede verse una especie<br />

de domo, un cascarón de tonalidades<br />

rojizas que me recuerda una flor. Los<br />

silbos salen de estos cascarones, pero<br />

ahora con una pureza inusitada. Cada<br />

«palmera» me recuerda un instrumento<br />

diferente. Flautas, clarinetes, fagots,<br />

trombones. Una orquesta interpretando<br />

todo un concierto en medio de una<br />

selva sideral.<br />

Una de las «palmeras» se inclina hacia<br />

mí. En la punta del cascarón dos labios<br />

negros se abren. Detrás percibo un<br />

complejo entramado de líquenes, hongos<br />

y un espumarajo chorreante. <strong>La</strong><br />

música me tiene paralizado, no puedo<br />

ni pestañar. El domo abierto me cubre.<br />

Antes de que se cierren creo percibir<br />

uno de los acordes de un divertimento<br />

de Stravinski.<br />

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42<br />

EL<br />

ALZAMIENTO<br />

Por K. Phylaso


A<br />

pesar de haber sido creada para<br />

una función bien distinta, hace<br />

años que tan sólo me dedico a la<br />

guerra, a la protección de mi tribu y a<br />

las guardias de noches inacabables.<br />

Mi raza vive en Comarcas. Los humanos,<br />

hace tiempo que dejé de saberlo.<br />

<strong>La</strong> Comarca en la que vivo se llama<br />

Ágdalon, y cumple mayormente la función<br />

de preparar tantos hombres como<br />

sea posible para la batalla.<br />

En cada Comarca hay al mando un Mayor,<br />

que es nuestro mentor, nuestro consejero<br />

y a las veces nuestros curandero.<br />

Es el más viejo y más sabio de todos, el<br />

que más duras historias ha sufrido, a la<br />

par que remedios ha descubierto.<br />

El Mayor de Ágdalon posee conocimientos<br />

en alquimia y medicina. Él nos<br />

protege y educa, nos alienta e insufla<br />

ánimos, y repele con todo su ser la lucha.<br />

El Mayor nos instruye para defendernos,<br />

no para matar.<br />

Ése había sido siempre mi pensamiento,<br />

hasta aquella fatídica noche, en<br />

que me confesó que los humanos habían<br />

acabado con Ehdin, mi compañero.<br />

Ahora mi posición era bien distinta.<br />

Formé una pequeña comitiva, de no<br />

más de quince guerreros, que acudieron<br />

junto a mí a reconocer el terreno…<br />

Aunque poco había ya que pudiéramos<br />

reconocer. Cuantas casas habíamos<br />

construido para los niños, sus escuelas,<br />

sus parques y sus bibliotecas… No<br />

quedaba nada de ello, más que fuego<br />

y cenizas.<br />

Algunos lloraron al ver los cadáveres.<br />

Otros no supieron reaccionar.<br />

Había Carroñeros recogiendo los<br />

miembros de esquejes fallecidos, aún<br />

útiles para ser utilizados en otros, enfermos<br />

o a quienes les faltara una parte<br />

tras haberla perdido en combate.<br />

Los Carroñeros eran grupos de esquejes<br />

hiena o buitre, que cumplían<br />

una gran labor en nuestra familia a pesar<br />

de lo repugnante que era a simple<br />

vista lo que hacían.<br />

El cuerpo de Ehdin, si seguía entre<br />

los escombros, no lo hallé. Mis ojos se<br />

encontraban demasiado turbios como<br />

para poder fijarse en cuanto había.<br />

Al regresar al Castillo Lunar, me excusé<br />

con el pretexto de necesitar unas horas<br />

de sueño, y allí, sola, amparada en<br />

las sombras y la tristeza, lloré cuanto<br />

había callado desde la noche anterior,<br />

cuanto no había podido confesar ante<br />

nadie, cuando aquel dolor que aún atenazaba<br />

mi pecho, comenzó a asfixiarme<br />

y a no dejarme pensar con claridad.<br />

Ehdin no vendría aquella noche a nuestro<br />

cuarto, y ver aquel enorme colchón<br />

en el suelo tan sólo hacía que mis lágrimas<br />

brotaran con más rabia.<br />

¿A cuánto horror estaban dispuestos<br />

los humanos a recurrir para salirse con<br />

la suya? ¿Qué intentaban demostrar<br />

con aquellos macabros actos?<br />

Hubo un momento, demasiado confuso<br />

el respirar de mi corazón envenenado<br />

de pena, con la suave brisa que<br />

se filtraba por la ventana, en que me<br />

dormí, cayendo en una agobiante pesadilla<br />

de la que no desperté hasta horas<br />

más tarde, sudada y agitada.<br />

Seguía siendo tan de noche como<br />

cuando decidí retirarme a mi cuarto.<br />

A partir de entonces sería mi cuarto,<br />

pues ya no era nuestro. Ya no había un<br />

quien con el que compartirlo.<br />

Ellos lo habían matado.<br />

Había dormido sobre el colchón, sin<br />

molestarme por taparme siquiera. Quizá<br />

intentaba hacerme daño físico, para<br />

tratar de aliviar el mental, pero de ser<br />

así lo había logrado; estaba congelada.<br />

43


Tomando una larga capa de invierno,<br />

la coloqué sobre mis hombros y mi<br />

largo cuerpo, y cubrí cuanto pude mis<br />

patas traseras, y parte de las delanteras.<br />

Recogí mi largo cabello y me coloqué la<br />

capucha, de la que salían, por sendos<br />

agujeros, mis grandes orejas de caballo.<br />

Hubo un tiempo en que me avergoncé<br />

por ser lo que era. Un monstruo, un invento,<br />

una aberración, un experimento, un…<br />

montón de restos. Un esqueje. Así nos<br />

habían bautizado ellos. Y ahora su descalificativo<br />

era nuestra bandera, nuestro<br />

nombre de honor para nuestra tribu.<br />

Hacía décadas que había dejado de<br />

compadecerme por mi aspecto. Ahora<br />

mi aspecto soy yo y, al contrario, me<br />

siento orgullosa por representar la pureza<br />

de un ser tan noble.<br />

—No debes sentirte avergonzada…<br />

Ellos te temen por ser superior —decía<br />

Ehdin, acariciando mis orejas, que siem-<br />

44


pre permanecían escondidas bajo una<br />

capucha—. Eres hermosa, Ilaria, por<br />

dentro y por fuera. Y algún día ellos se<br />

darán cuenta…<br />

El recuerdo dolía. Dolía tanto como<br />

su pérdida. Bueno, mentía. No sabía<br />

qué era peor, si recordar cada momento<br />

vivido a su lado, o cada instante en<br />

que ahora ya no estaría junto a mí.<br />

Ehdin no habría querido verme enloquecer<br />

buscando venganza. Ehdin no<br />

querría que me alistara la primera, para<br />

encabezar la mayor rebelión jamás acontecida<br />

en la historia, nuestra historia. <strong>La</strong><br />

historia de los esquejes, que jamás deberíamos<br />

haber sido creados. Ehdin no…<br />

—Ehdin no está —murmuré, con rabia,<br />

dejando que las palabras escaparan por<br />

entre mis dientes firmemente apretados—.<br />

No importa lo que Ehdin no quiera,<br />

porque no está —me repetí—. Ellos lo<br />

mataron. Y yo los mataré a ellos.<br />

45


46<br />

SELFIES<br />

Por Jorge Hugo Veneciano


A<br />

cambio de una vida, apenas un<br />

archipiélago de imágenes, una<br />

sucesión de selfies. De instantáneas<br />

jubilosas encaramadas sobre<br />

una montaña de pesares. <strong>La</strong> Sole tiene<br />

diecinueve años. A veces, cuando<br />

el desamparo la agarra con la guardia<br />

baja, pareciera que menos, y a punto<br />

de quebrarse. Otras veces, cuando se<br />

recompone, pareciera que más.<br />

Ataviada sólo con una minúscula tanga<br />

roja que dibuja el contorno suave de sus<br />

glúteos morenos, la Sole se acomoda ante<br />

el espejo el pelo negro y vuelve a sonreír<br />

para sí. Aunque —ella lo sabe—, también<br />

para otros. <strong>La</strong>rgo y sedoso, el cabello se derrama<br />

sobre los hombros desnudos y la primera<br />

elevación de los senos cargados de<br />

leche. Practica gestos, sonrisas, miradas ingenuas,<br />

caritas pícaras, enojos y trompitas.<br />

El crío vuelve a llorar y asoma las manitas<br />

por sobre el borde de la cuna despintada.<br />

Se vuelve hacia él con una mezcla<br />

de fastidio y ternura, lo levanta y se lo<br />

prende a la teta hinchada sin ocultar su<br />

impaciencia. Al cabo de unos minutos<br />

el bebé se duerme nuevamente y la<br />

Sole lo regresa a la cuna.<br />

El cuarto es asfixiante. A sus dimensiones<br />

reducidas se suma el desorden<br />

y una atmósfera de encierro. Selfies.<br />

Imágenes. <strong>La</strong> vida como fogonazos. <strong>La</strong><br />

cama de una plaza destendida. <strong>La</strong> cuna<br />

contra la pared, sobre una gastada cajonera.<br />

Dos banquetas con el tapizado<br />

rajado, cubiertas por ropa sucia. El eco<br />

de los gritos de Alcira, su madre (¡No me<br />

traigás más el pendejo para que te lo<br />

cuide! Como si yo no tuviera demasiado<br />

con mis propios quilombos…). Selfies.<br />

Imágenes. Cajas con pañales y ropa de<br />

bebé. Envases de leche en polvo. Mamaderas<br />

y vasos plásticos. En un rincón el<br />

televisor encendido permanentemente,<br />

porque «aunque el bebé no entienda, lo<br />

entretiene, le hace compañía». <strong>La</strong> mirada<br />

torva de doña Azcurra, la dueña del<br />

cuartucho, por el atraso de dos meses<br />

en el alquiler. El secreto anhelo de alcanzar<br />

la fama, de aparecer en la tele,<br />

aunque sea por un instante.<br />

En la pared adyacente a la que está<br />

adosada la cama, una improvisada cómoda<br />

con el espejo trizado en un costado.<br />

Allí la Sole ensaya nuevamente<br />

caritas y vuelve a acomodarse el pelo<br />

después de repasar con un trapo el<br />

pezón succionado por el bebé. Ya lista,<br />

recoge el teléfono móvil y dispara<br />

media docena de veces hacia su rostro<br />

sonriente, cuidando que las tomas no<br />

denuncien las paredes descascaradas<br />

y húmedas. Cruza luego hasta la mesita<br />

con la Tablet y descarga las selfies.<br />

<strong>La</strong>s examina una y otra vez, y selecciona<br />

las tres que la conforman más para<br />

subir al Face.<br />

En ese mundo virtual ella, la Sole, es<br />

Yénifer Sombra, una jovencita desinhibida<br />

que incorpora a diario fotos subidas<br />

de tono para cientos de seguidores<br />

que vuelcan comentarios que oscilan<br />

inexorablemente entre la vulgaridad y<br />

lo bizarro. Es en esos momentos cuando<br />

la Sole duda y quiere ser Yénifer,<br />

sólo Yénifer. <strong>La</strong> de las selfies devoradas<br />

por sus seguidores. <strong>La</strong> del «¡Pendeja,<br />

mandame por mensaje privado fotitos<br />

que me calienten!». «Guacha, subime<br />

fotos con la tanguita negra, y vayamos<br />

arreglando el precio!».<br />

Y entonces se pone la pollerita corta<br />

y ceñida color turquesa, un top negro<br />

que libera su cintura y aprieta los senos<br />

turgentes, con dos botoncitos que nunca<br />

prende. Levanta un poco el volumen<br />

del televisor antes de salir, para que el<br />

crío no la extrañe. Con algo de suerte<br />

47


y un par de clientes cada día, en poco<br />

tiempo podrá juntar para saldar un<br />

mes del alquiler y tranquilizar a doña<br />

Azcurra. El crío llorará de a ratos, pero<br />

se terminará acostumbrando a esas escapadas<br />

cotidianas. Hasta que le salga<br />

algo mejor, piensa la Sole, que así vestida<br />

es ya la Yénifer.<br />

Un par de días más tarde, cuando la<br />

policía, acompañada por doña Azcurra,<br />

abre el cuarto, el olor dulzón a mierda<br />

y leche en polvo les voltea la cara. Un<br />

enjambre de moscas circunda la cuna.<br />

Desde el rincón el televisor sigue destellando<br />

imágenes. Una mujer policía,<br />

apretando la boca, espanta las moscas<br />

y con la mirada confirma el desenlace<br />

a los demás. Cubre el pequeño cadáver<br />

con una toalla mientras en la tele por<br />

enésima vez, sin pudor, se corporiza la<br />

desnudez de la Sole, semienterrada en<br />

un baldío. En el vértice superior derecho<br />

de la pantalla, en un recuadro, la foto<br />

borrosa del presunto femicida. Doña Azcurra<br />

refunfuña mordiendo las palabras:<br />

«¿Y ahora quién carajo me va a pagar los<br />

dos meses de alquiler?». Selfies. Imágenes.<br />

Los agentes colectando pruebas.<br />

Pidiendo instrucciones por teléfono.<br />

Los primeros fotógrafos. <strong>La</strong> histeria artificiosa<br />

de Alcira. Vecinos que fingen indignación.<br />

<strong>La</strong> mirada curiosa de alguna<br />

otra Sole que quiere ser Yénifer. Y la tele<br />

que, insaciable, pide más.<br />

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EL ENSAYO<br />

FILOSÓFICO<br />

Por Eduardo S. Imbaquingo B.<br />

Toda idea tiene que ser referenciada<br />

hacia un determinado punto.<br />

No podemos configurar una<br />

estructura filosófica, basada en una<br />

simple relación monista entre términos<br />

desligados de un referente con el<br />

cual contextualizarse. Éste referente<br />

será unas veces el espacio-tiempo particular<br />

que rodee a un acontecimiento<br />

determinado (como es el caso de la<br />

Historia y el Lenguaje), otras, el mismo<br />

50<br />

objeto que intenta delimitarse a sí, mediante<br />

su referencia con otros objetos<br />

que le sean inherentes: como la clasificación<br />

de los elementos químicos.<br />

Un contexto para la idea de causa-efecto,<br />

por ejemplo, vendrían a ser<br />

las líneas causales de las que habló<br />

Russell; líneas causales que siguen una<br />

trayectoria definida y que no son equivalentes<br />

a otras líneas causales, y es<br />

que recordemos: no todo efecto tiene


la misma causa, y así, no toda causa<br />

produce cualquier efecto.<br />

Consideramos que el mayor error<br />

en la Filosofía, ha sido tratarla como<br />

si fuese un cuerpo homogéneo solamente<br />

retórico, solamente oratorio o<br />

simplemente lingüístico y filológico<br />

(lo que no implica negar que su origen<br />

sea literario y textual). No negamos la<br />

existencia de escuelas o corrientes que<br />

puedan generar ciertas Instituciones,<br />

cuya filosofía corporativa será considerada<br />

«Administrada»; distinta de la<br />

«mundana», por ejemplo. Señalaremos<br />

a la Filosofía escolástica como un exponente<br />

clásico, en contraposición al<br />

existencialismo iniciado por Sartre.<br />

Afirmamos que para escribir un ensayo<br />

filosófico lo menester consiste<br />

en dar un trato claro y sistemático al<br />

lenguaje, así como presentar un estudio<br />

investigativo de la lengua y de la<br />

51


Historia; sin embargo, entendemos al<br />

elemento lingüístico como subordinado<br />

a las ciencias de primer orden, sean<br />

éstas lógicas o corpóreas. Un ejemplo<br />

simple: aunque pueda enunciar la oración,<br />

si estoy en un punto de la tierra y<br />

lanzó algo al suelo, éste irá hacia arriba,<br />

eso no quiere decir que el mismo<br />

enunciado sea posible, ya que toda evidencia<br />

registrada por nuestro sentido<br />

común, nos indica que no es así.<br />

Una relación de orden es distinta de<br />

una clasificación; aunque estén intrínsecamente<br />

relacionadas. Una relación de<br />

orden produce distintas organizaciones<br />

de los mismos elementos, como 2 3 =8 y<br />

3 2 =9, los mismos elementos (números)<br />

producen distintas equivalencias, puesto<br />

que sus relaciones están distribuidas<br />

en un orden distinto.<br />

<strong>La</strong> clasificación, por otra parte, requiere<br />

el previo conocimiento de ciertas<br />

relaciones de orden entre diversas especies,<br />

cuyas conexiones y transformaciones<br />

(y por ende, el conocimiento de los<br />

mismos), determinaran la precisión de<br />

una clasificación determinada, sea por<br />

convenio, sea por comprobación. Por<br />

ejemplo, la clasificación de los elementos<br />

químicos, creada por Mendeléev.<br />

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54<br />

DESDE EL<br />

MÁS ALLÁ<br />

Por Esteban Miranda Ríos


Juzgado civil 17<br />

Juicio No. 3482<br />

Sesión ordinaria: audiencia de sentencia<br />

(Se hace uso del transmisor de voz<br />

interdimensional, mejor conocido<br />

como el invocador. Se deja constancia<br />

en el acta).<br />

Se le pide al testigo dar su versión en el<br />

lapso de sesenta minutos, según el decreto<br />

8743 del año 2136, el cual hace referencia<br />

al uso de artefactos de ondas transmisibles<br />

a escala de cuatro dimensiones.<br />

El juez indica a la fiscalía encender el<br />

aparato y ubicarlo en el estrado.<br />

—¿Jura decir toda la verdad?<br />

—Sí, juro decir toda la verdad.<br />

—Diga su nombre y apellido.<br />

—Kaleth Reus.<br />

—¿De qué Colonia?<br />

—Colonia X3, Luna 7.<br />

—¿Profesión?<br />

—Minero de asteroides y planetas<br />

pequeños.<br />

—¿Conoce usted al acusado?<br />

—Sí, Su Señoría.<br />

—¿De dónde lo conoce?<br />

—Es mi asesino<br />

—De eso es de lo que se le acusa al<br />

implicado, asesinato en primer grado.<br />

Por falta de pruebas la fiscalía ha solicitado<br />

su versión de los hechos por<br />

medio del invocador, con la respectiva<br />

aprobación de los magistrados plenipotenciarios<br />

del sector judicial delta<br />

siete. Se le solicita cuente su versión de<br />

los hechos, ciñéndose estrictamente a<br />

lo ocurrido y de la forma más detallada<br />

posible. ¿Le queda claro?<br />

—Sí, Señor Juez, me queda claro.<br />

—Entonces adelante.<br />

—Era seis de septiembre y debían ser las<br />

dos de la tarde, pues yo me encontraba<br />

en el hangar preparando todo para salir a<br />

trabajar. Mi turno comenzaba a eso de las<br />

tres. <strong>La</strong> compañía en la que trabajaba en<br />

vida es pequeña, solo diez mineros, pero<br />

todos muy buenos y, además, no me iba<br />

nada mal. Tuve que ir a la bodega porque<br />

mi nave necesitaba un repuesto. Nada<br />

grave, una arandela que se había extraviado<br />

en mi último viaje. <strong>La</strong> bodega está<br />

finalizando el hangar, hay que bajar unas<br />

escaleras para llegar a ella. Es un pequeño<br />

cuarto lleno de partes de naves y cosas así,<br />

en la bodega me dio un poco de dificultad<br />

encontrar la dichosa arandela por todo el<br />

desorden, hasta que pude ver unas cuantas<br />

en una pequeña caja ubicada en lo<br />

más bajo de un estante. Tomé una y fui de<br />

nuevo al hangar.<br />

—¿Eso es todo?<br />

—Así es, Señor Juez.<br />

—¿Volvió después por otra cosa?<br />

—No, Señor Juez, puse la arandela en<br />

su sitio y despegué al instante.<br />

—¿Puede decirme entonces cuando<br />

fue asesinado?<br />

—Señor Juez, me temo que no puedo<br />

hacerlo.<br />

No tenía ni la menor idea de lo que<br />

estaba pasando. El invocador iba a<br />

ser la prueba irrefutable del asesinato,<br />

después de haber conseguido la autorización<br />

todo debía ser pan comido. No<br />

existía ningún precedente de falla con el<br />

artefacto, pero aquí nos encontrábamos.<br />

—Señor Juez, solicito que la fiscalía pueda<br />

realizarle algunas preguntas al testigo.<br />

—Concedido.<br />

—Muchas gracias, Su Señoría. Ahora<br />

bien, usted relata que fue a la bodega<br />

en búsqueda de una arandela que le<br />

faltaba a su nave. Según los informes,<br />

esa arandela fue extraída en el hangar<br />

después de su último turno, ya que el<br />

escaneo de rutina muestra normalidad<br />

horas después del aterrizaje. Los infor-<br />

55


mes de la fiscalía también dan cuenta<br />

de que su cuerpo fue encontrado en la<br />

bodega el día ocho de septiembre por<br />

un compañero suyo, tenía usted doce<br />

puñaladas en el tórax. Los forenses establecieron<br />

que su muerte fue a las dos y<br />

quince de la tarde. Ni un minuto más, ni<br />

un minuto menos. ¿Cómo es posible que<br />

haya podido realizar su turno de las tres<br />

de la tarde, cuando a esa hora ya debía<br />

estar muerto o, mejor dicho, asesinado?<br />

Respiré profundo, cada palabra era<br />

medida con precisión. Vi que el acusado,<br />

el cual hasta ahora notaba, mostraba<br />

una mueca repugnante. Parecía victorioso.<br />

Por unos segundos el invocador<br />

permaneció en silencio, después se escuchó<br />

estática y por último se oyó la voz<br />

de la víctima que ahora hacía de testigo.<br />

—Siento mucho el mal entendido. Ese<br />

día me reporté enfermo, no sé por qué<br />

dije lo de la arandela, debió pasarme<br />

otro día. A veces el trabajo te fatiga hasta<br />

esos niveles. Creo que fue un desliz.<br />

Aquel día estuve en mi casa recuperándome<br />

de una fuerte virosis.<br />

—Pero usted fue asesinado ese día en<br />

la bodega, ¿estoy en lo cierto?<br />

—Totalmente.<br />

—Si es así, ¿por qué dice que ese día estaba<br />

en su casa enfermo? ¿Cómo es posible?<br />

—<strong>La</strong> noche anterior me sentí mal, fiebre<br />

y vomito. Por eso tuve que llamar al jefe<br />

y decirle que no podía ir, no hubo ningún<br />

problema y me reporté al día siguiente.<br />

—Entonces, según usted, ¿cuándo fue<br />

asesinado?<br />

—Yo fui asesinado el seis de septiembre<br />

en la bodega, mientras buscaba<br />

una arandela.<br />

—Señor Juez, no más preguntas. Me<br />

gustaría continuar con el próximo testigo.<br />

56


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58<br />

ACOMPAÑANTE<br />

Por Íñigo Redondo Egaña


Dónde estoy? Solo hay negrura y<br />

silencio. Yazgo sobre un lecho<br />

de cañas verdes, siento su olor,<br />

recién cortadas. Es agradable, pero<br />

me trae recuerdos que no me gustan,<br />

me lleva al templo del vigilante de los<br />

muertos. Aquel aroma del almizcle, y<br />

de palma y canela, aunque allí se mezclaban<br />

con los de las inmundicias, con<br />

sangre y bilis, con vísceras y humores<br />

negros. Estoy descalzo. Y desnudo. No<br />

importa, hace calor, no hay brisa, solo<br />

quietud. Una quietud que pesa, que me<br />

oprime, que no quiere que me mueva.<br />

Estos bultos… Son buenas telas, sedosas,<br />

bien tejidas, huelen a limpias.<br />

Tropiezo una vez y otra, sin cesar, cuánto<br />

ruido de repente. Esta sala no tiene<br />

el suelo en un solo nivel, hay huecos de<br />

distintas formas y hay escalones que<br />

me hacen chocar. Quizá pueda encontrar<br />

un pasillo o una escalera que me<br />

lleven a otro sitio. O mejor buscaré una<br />

pared y la seguiré palpándola hasta llegar<br />

a una puerta. Pero, qué he pisado,<br />

me he mojado los pies. No, no es eso,<br />

es que están sangrando, me he cortado<br />

con algo. Ya, ha sido ese ruido de antes,<br />

he roto una vasija. Suenan también piezas<br />

de metal, las pateo sin quererlo. Es<br />

un montón de adornos. Parecen petos<br />

y collares. Hay muchos. Y esto son bocados,<br />

orejeras. Hay aquí jarras, vasos.<br />

También charolas, azafates… Muchas<br />

piezas son de tacto suave. ¿Son de oro?<br />

Es fino y delicado su pulimento. Parece<br />

un ajuar muy rico, riquísimo, como el<br />

del señor. Yo vi cómo lo acomodaban<br />

en la cámara, ordenado alrededor de<br />

su cuerpo ya preparado para el viaje.<br />

¡No, no puede ser! Esas telas… son…<br />

son los fardos funerarios de sus esposas<br />

y sus principales. Y el olor… tan<br />

agradable y tan opresivo, a resinas y a<br />

casia. ¡Claro! <strong>La</strong> palma, la canela, son<br />

los aromas de los bálsamos rituales.<br />

¿Por qué estoy aquí, quién me ha traído?<br />

Yo vi la ceremonia completa. Ayudé<br />

a depositar todas las pertenencias del<br />

señor, todo lo que necesita en el mundo<br />

de después. Yo estaba allí. Terminamos<br />

y cerramos las puertas. ¿O no vi también<br />

el final, la clausura del sepulcro?<br />

Había armas y alimentos preparados<br />

para el señor. Los buscaré. Tendré<br />

tiempo y fuerzas para abrir hueco al<br />

pasillo de acceso. Recuerdo cómo es.<br />

Algo pesado en el ambiente me hace<br />

llorar, deben de ser esos polvos de<br />

roca que usan antes de envolver los<br />

cuerpos. Esa minúscula arena me corta<br />

los ojos como garras de jaguar. Más<br />

sangre, esto es más sangre, en la frente,<br />

otro golpe, con una estaca afilada, una<br />

de las que soportan los cuerpos de los<br />

perros calatos y las vicuñas del señor.<br />

Esta vasija sí suena, hay algo. Es chicha<br />

de jora, por fin algo que me calme este<br />

ardor en la garganta.<br />

¿Qué es ese ruido? ¿Hay alguien? Hay<br />

alguien.<br />

―¿Quién va?<br />

⁂<br />

Ya comprende. Hablaremos ahora.<br />

―Soy yo. Y sí, sé lo que crees y estás en<br />

lo cierto: estás en el sepulcro del señor.<br />

―Tú. Reconozco tu voz. Tú eras su lugarteniente<br />

y su arquitecto. ¿Qué hacemos<br />

aquí? Salgamos ya.<br />

―Te confundes, yo lo dispuse todo.<br />

Hice que te adormecieran y te trajeran.<br />

Has tomado la bebida que dejé para ti.<br />

No busques más, no hay agua ni comida.<br />

Esas ofrendas están en otra cámara.<br />

Tampoco busques armas, su almacén es<br />

otra estancia debajo de esta, donde las<br />

59


custodia su general, que, como yo, acompaña<br />

al señor. Pero aquí tienes tu lecho,<br />

no te alejes más de él, ve y túmbate.<br />

—Un lecho para mí. No quiero un lecho.<br />

—Es el lugar que merece el sanador<br />

que nada hizo por impedir que se fuera<br />

la vida del joven príncipe y el más grande<br />

héroe. Tus días deben terminar ya<br />

que nada fabricaste cuando llegaban a<br />

su fin los suyos.<br />

―Pero… ¿y tú?<br />

―En mi yacija, a la diestra del señor,<br />

guardo un licor amable, que tomaré<br />

enseguida para partir con él. Ahora<br />

comenzará tu viaje al mundo inferior,<br />

notarás el efecto del jugo que preparé<br />

para ti y que ya has tomado, verás<br />

monstruos, tragarás lodo amargo, no<br />

habrá más camino.<br />

⁂<br />

No me oye, no sirve de nada gritar, ha<br />

debido de beber ya su propio brebaje<br />

de muerte, pero no puedo dejar de hacerlo.<br />

Grito para salir, porque alguno<br />

de los espíritus protectores tiene que<br />

estar escuchándome.<br />

Yo no podía salvar al señor, uso remedios<br />

antiguos, conozco las reglas de las<br />

estrellas, descifro los calendarios, pero<br />

no soy hechicero ni puedo hablar con<br />

los dioses. ¿Qué podía yo hacer? ¿Qué<br />

estaba en mi mano que diera en salvar<br />

al señor? Nada. El custodio ha tomado<br />

ya el veneno, sí. Este es su cuerpo, inmóvil<br />

y caliente. Ya no respira.<br />

¿Qué son esos ruidos? Suenan timbales<br />

muy lejos, bufidos de leones marinos, si-<br />

60


seos de una plaga de insectos volando violentos,<br />

truenos bajo el mar. No puedo tropezar<br />

con todo, no quiero seguir cayendo,<br />

no soporto más golpes con las vigas. Pero<br />

me hiero más y más. Me corto los pies, las<br />

rodillas, las manos. Oigo también el palpitar<br />

unísono y sin ritmo de mil corazones. O<br />

de mi corazón convertido en mil. Sopla el<br />

viento y veo una luz espiral. ¿Hay luz? ¿Por<br />

dónde entra? Ya no huelo la canela ni la<br />

palma, huelo la leche agria, los mohos, las<br />

cucarachas, el fango sucio: ese lodo que<br />

quiere que trague. Hace mucho frío, necesito<br />

cubrirme y frenar este temblor. Buscaré<br />

cobijo entre los fardos de seda. ¿Dónde estaban?<br />

Solo palpo plumas, piedras. Piedras<br />

preciosas que en esta negrura no brillan y<br />

de nada sirven. Toco las vasijas que yo mismo<br />

he roto en mi locura.<br />

Sigo cortándome y golpeándome. Ha<br />

sido bellísima la ceremonia para el señor.<br />

De mis sienes y mis costados mana<br />

sangre helada, mis entrañas buscan<br />

brotar a través de las cuencas de mis<br />

ojos. Hasta el sol ha querido brillar más<br />

que nunca en su honor.<br />

Mejor vuelvo al camastro, había allí<br />

telas de buen tacto. Toda la gloria acompaña<br />

al mejor señor nunca conocido.<br />

Me envolveré en las telas suaves, me<br />

doblaré en un fardo que calentará mi<br />

cuerpo, así descansaré. <strong>La</strong>s mujeres de<br />

palacio tejen las telas más delicadas.<br />

Es dulce la vida en palacio.<br />

Primero descansaré, me fortaleceré,<br />

después buscaré una salida.<br />

Sí, dormiré un rato.<br />

Dormiré.<br />

61


62<br />

EL HOMBRE<br />

DE ACERO<br />

Por Jesús Cordero


—¿Listo para el acto? —preguntó el<br />

hombre viejo de largo y blanco bigote<br />

observando al señor Beckley quien soldaba<br />

algo con su cautín.<br />

—No es un acto, ya se lo he dicho —respondió<br />

Beckley limpiándose el sudor con<br />

el dorso de su mano y concentrado continuó<br />

en su trabajo.<br />

—Como tú lo digas —refunfuño el<br />

hombre viejo—, la gente ya se ha acumulado<br />

afuera.<br />

El hombre viejo abandonó el taller<br />

del señor Beckley y este soltó su cautín<br />

y la soldadura para observar su creación;<br />

un casco rojo brillante con dos<br />

rendijas para los ojos y antenas a los<br />

lados. El prototipo ya había sido cosa<br />

del pasado y ese sería su primer trabajo<br />

en serio.<br />

—Más que un acto —Beckley admiraba<br />

el traje rojo y metálico que estaba de<br />

pie a su izquierda—, eres mucho más<br />

que eso.<br />

El señor Beckley respiró profundo<br />

mientras el telón cubría todo frente a él,<br />

miró sus manos metálicas y se colocó<br />

lentamente el casco. Cada vez que tenía<br />

que salir y maravillar a la gente con<br />

su invención no pensaba en entretener<br />

a un público de familias con algodones<br />

de azúcar o palomitas en sus manos, él<br />

imaginaba que frente suyo estaban las<br />

mentes más brillantes del mundo.<br />

—¡Con ustedes, el hombre de acero!<br />

—gritó el viejo presentador con su micrófono,<br />

la gente comenzó a gritar y el<br />

telón se abrió de lado a lado, Beckley<br />

dentro de la armadura de dos metros<br />

dio dos pasos adelante.<br />

<strong>La</strong>s luces brillantes y los fuegos artificiales<br />

se reflejaron en la armadura<br />

de Beckley y él alzó las manos con la<br />

mirada perdida, no miraba al público o<br />

al carnaval detrás de ellos sino al espacio<br />

lleno de estrellas que comenzaba al<br />

final de la rueda de la fortuna que no<br />

paraba de girar.<br />

—¡Puede hacer cosas increíbles! —el<br />

presentador al lado de Beckley lo señaló<br />

con la mano en la que sostenía<br />

un bastón negro. Beckley presionó un<br />

botón en el guante del traje y comenzó<br />

a escucharse un sonido motor encendiéndose<br />

en las piernas del traje.<br />

<strong>La</strong> armadura se elevó lentamente<br />

unos cuantos centímetros del suelo sacando<br />

fuego de las suelas de sus botas,<br />

los niños miraban asombrados y los<br />

padres no quitaban la vista de encima.<br />

Beckley sonrió por lo maravilloso que<br />

su invento le parecía y no por los aplausos<br />

de la gente y finalmente se despidió<br />

con una reverencia.<br />

Beckley se quitó el casco al entrar en<br />

su taller, estaba empapado en sudor y<br />

algo agotado por dormir tan solo unas<br />

horas, el presentador irrumpió nuevamente<br />

acomodándose la ropa y peinando<br />

su bigote con una sonrisa.<br />

—Aquí esta lo tuyo —El presentador<br />

dejó unos cuantos dólares sobre la<br />

mesa de trabajo de Beckley y este pudo<br />

contarlo con la mirada.<br />

—Es menos que la semana anterior…<br />

—¿Qué puedo hacer Beckley?, tu acto<br />

está atrayendo menos gente que otros,<br />

necesitas hacer algo más que flotar<br />

unos cuantos centímetros del suelo —<br />

contestó el presentador con un falso<br />

tono de compasión y salió del sitio.<br />

Algo dentro de Beckley se movía<br />

cada vez que alguien menospreciaba<br />

su obra, aquella por la que había dado<br />

tanto de sí, la gente lo llamó loco en<br />

el pasado pero estaba dispuesto a demostrar<br />

que su sueño podía cumplirse.<br />

Durante la noche, Beckley prefirió<br />

trabajar en lugar de dormir, haría los<br />

63


ajustes necesarios para mejorar su<br />

gran invento y a pesar de no tener los<br />

recursos, hizo todo lo que estaba a su<br />

alcance, cuando la feria estaba vacía, él<br />

la recorrió para robar piezas de las máquinas<br />

que pudieran adaptarse a sus<br />

necesidades, esta vez era impulsado<br />

por las ganas de demostrar que podía<br />

ser un genio y no por el amor a su invento<br />

y trabajo.<br />

Beckley se colocó el traje una vez<br />

más y presionó el botón para elevarse,<br />

lentamente el fuego de los pies fue<br />

elevando el traje unos cuantos centímetros<br />

pero la obsesión del inventor<br />

buscaba más que eso. Cerró los ojos y<br />

escuchó los aplausos de la gente imaginando<br />

nuevamente el cielo estrellado.<br />

<strong>La</strong> armadura se elevó a gran velocidad<br />

haciendo un agujero en el techo, Beckley<br />

estaba a varios metros de la tierra dentro<br />

de su brillante armadura roja, escuchó la<br />

lluvia caer sobre él, había perdido completamente<br />

la noción del tiempo y el<br />

clima pero no le importaba la lluvia, Beckley<br />

trató de elevarse hasta las estrellas<br />

pero fue alcanzado por un rayo.<br />

<strong>La</strong> brillante armadura cayó desde lo<br />

alto hasta quedar entre los escombros<br />

del taller. Beckley abrió lentamente los<br />

ojos después del impacto, le dolía todo<br />

el cuerpo pero sabía que haber sobre-<br />

64


vivido era un gran logro, mas al tratar<br />

de levantarse no pudo mover la armadura,<br />

esta simplemente no respondía.<br />

—¿Qué es todo ese escándalo? —preguntó<br />

el presentador entrando en el taller sin avisar<br />

vistiendo una bata de dormir.<br />

—Lo siento señor, solo estaba probando<br />

—habló Beckley pero el presentador<br />

no pudo oírlo a través del metal.<br />

—Quítate esa cosa, es tarde para esto.<br />

<strong>La</strong> armadura se levantó de golpe, Beckley<br />

estaba asustado y sorprendido porque,<br />

había dejado de tener control sobre la armadura.<br />

Con pasos fuertes y lentos avanzó<br />

hasta el presentador que lo miraba enojado.<br />

—Señor, no puedo controlarlo…<br />

<strong>La</strong> armadura tomó el cuello del presentador<br />

rápidamente y apretó con fuerza<br />

mientras Beckley observaba aterrorizado.<br />

—Beckley… Suéltame ahora mismo —dijo<br />

el presentador empezando a ponerse morado,<br />

Beckley no pudo hacer nada y observó<br />

con impotencia como el presentador fue muriendo<br />

poco a poco.<br />

Décadas más tarde se celebraba una de<br />

las ferias de ciencia más grandes del mundo<br />

y todos miraron a la armadura roja y oxidada<br />

caer desde el cielo, todos observaron con<br />

terror y asombro, la armadura se quitó el<br />

casco y alzó los brazos. El esqueleto de Beckley<br />

se asomó y el olor a putrefacción llenó<br />

el lugar, la armadura hizo una reverencia.<br />

65


LA DUALIDAD<br />

DE UNIVERSOS<br />

DEL ESCRITOR<br />

Por André Kuri<br />

Cada oficio y profesión del ser<br />

humano, demanda al individuo<br />

quien lo aprende y ejerce, determinado<br />

grado de ensimismamiento<br />

que le permita hallar en su interior la<br />

sinergia que aquella disciplina que pretende<br />

aprender, dominar, perfeccionar<br />

y llevar a práctica exige. <strong>La</strong> persona se<br />

transforma gradualmente de su fase de<br />

aprendiz, hacia la de practicante, sutil<br />

y sigiloso, casi sin darse cuenta, hasta<br />

66<br />

que se le permite y encuentra el momento<br />

para llevarlo al ámbito real y, si<br />

la persona es poseedora de los dones<br />

cognitivos, destrezas y habilidades<br />

para distinguirse, el destino podría<br />

convertirle en maestro de su actividad.<br />

<strong>La</strong> persona vive en el universo de su<br />

mundo real, donde busca consumir y<br />

aprehender conocimientos, habilidades<br />

y experiencias, a través de focalizar su<br />

atención en las fuentes externas, que


asimila, abstrae hacia sí, tanto como le<br />

es posible. El universo interno de la persona<br />

puede o no involucrarse, lo puede<br />

o no comprometer. Su oficio puede mantenerlo<br />

ajeno de su ser, si así lo prefiere,<br />

y de este modo, su universo interior se<br />

verá salvaguardado del exterior; conocimiento<br />

y pensamiento serán públicos, y<br />

emoción y sentimiento serán anónimos.<br />

No así es el oficio del Escritor, quien<br />

se enfrenta a la compleja dualidad de<br />

ser ente pasivo y activo de su entorno,<br />

actor y espectador simultáneamente,<br />

para buscar incesantemente alguna<br />

pista que le conduzca a la inspiración,<br />

cuyo funcionamiento es incógnita perpetua<br />

de en qué momento y contexto<br />

arriba, y que cuando llega, ilumina la<br />

mente con la visión, al principio difusa,<br />

de lo que desea plasmar.<br />

Y es la inspiración la traición más<br />

cruel, escurridiza y volátil que la mente<br />

67


humana puede concebir. Se le puede<br />

perseguir en todo momento y circunstancia,<br />

sin vislumbrar ni su mínimo<br />

rastro; innumerables conversaciones,<br />

contemplaciones en el ambiente se<br />

pueden hacer, deambular en calles,<br />

con conocidos y extraños, en lugares<br />

conocidos y desconocidos, y no saber<br />

nunca de ella. Esta frustración, que<br />

acuchilla la mente incesantemente,<br />

taladrando y haciendo arder hasta la<br />

espina dorsal, se ve entonces, casi mágicamente<br />

aliviado, reconfortado por<br />

el advenimiento en el espacio, lugar y<br />

compañía menos esperados, cual haz<br />

de estrella iluminando en medio de la<br />

noche: la inspiración ha nacido.<br />

Y es así como el Escritor, bendecido<br />

por la inspiración, ha de recluirse, aislarse<br />

de su universo de lo real, y busca,<br />

encuentra y se acostumbra al entorno<br />

que más confort le brinde para descifrar<br />

sus visiones, al principio difusas,<br />

vagas y etéreas, para transformarlas<br />

poco a poco en estructura, secuencia,<br />

recuperando elementos que le permitan<br />

hilar congruencia a sus pensamientos,<br />

y en este proceso, no puede dejar<br />

de mirar hacia sí mismo la soledad en<br />

que, consciente o inconsciente, se ha<br />

hundido, se ha aislado y perdido de ese<br />

universo concreto, y ha incursionado<br />

en su universo interior, abstracto, y es<br />

en dicho universo, donde se confronta<br />

consigo mismo, sus demonios.<br />

Y sea por inexperiencia o inocencia,<br />

lamentable ha de ser la concepción de<br />

aquel Escritor quien ose suponer que puede<br />

despojar su propio ser de sus escritos.<br />

Aún y cuando en supuesta apariencia, la<br />

68


inspiración haya nacido de algún estímulo<br />

lejano, distante, si nos detuviésemos a<br />

analizar un poco, la conclusión será que<br />

se ha tocado alguna yaga psíquica, que<br />

ha activado el misterio de la fuente inspiradora;<br />

así, al enfrentarse sea a la pluma y<br />

papel, o teclado y monitor, el Escritor está<br />

frente a un inquisitivo espejo en el cual<br />

inevitablemente plasmará una parte de<br />

su ser, de su universo personal.<br />

Hundido en este universo personal,<br />

privado y oscuro, el Escritor se ve irremediablemente<br />

entregado a sus pensamientos,<br />

sus emociones, filias y fobias.<br />

Los universos real y personal se funden<br />

en uno sólo, un híbrido ser amorfo e<br />

inexplicable, que jamás ni el más perito<br />

de los analistas lograría entender: El<br />

Escritor entra en el trance más profundo<br />

que la mente «normal» puede concebir:<br />

la soledad total, nada existe, sólo el, y<br />

su mente, su universo interior que trata<br />

una y otra vez de dar sentido al exterior.<br />

Espejo bizarro. Esquizofrenia total, sin<br />

género, sin edad, sin credo, sólo soledad,<br />

todo y nada unidos.<br />

A cada palabra, a cada frase, a cada<br />

párrafo, se manifiesta ese universo de<br />

soledad, ese mundo único, que cambia,<br />

a cada instante, frustrando y quemando<br />

cada sinapsis, cada revisión hiere más,<br />

pues hace que agrade menos, sombras<br />

en tinieblas se van aclarando, tomando<br />

y dando forma al relato que el Escritor<br />

en su inicio de inspiración escuetamente<br />

observó, y lo moldea hasta terminarlo.<br />

Así, el universo de soledad abstracta<br />

sale de las tinieblas, y nace al universo<br />

concreto, en forma tangible y lúcida. El<br />

Escritor, ha vuelto de su oscuridad.<br />

69


70<br />

DILUVIO<br />

PRIMAVERAL<br />

Por Gisela Lupiañez


Llueve. Otra vez. En las puntas de<br />

las agujas de los pinos las gotas<br />

se tambalean indecisas antes de<br />

caer. Entre las profundidades oscuras<br />

de las ramas brillan sonrisas siniestras,<br />

las culpables de que no podamos salir<br />

de casa desde hace tres días, el tiempo<br />

que lleva cayendo esta lluvia infinita.<br />

Selene está sentada en el sillón gris<br />

con un libro en las manos, haciendo<br />

como que lee, pero los dos sabemos<br />

que espera el reporte del clima en la televisión.<br />

Cuando aparece el comentarista<br />

y explica que el frente de tormenta<br />

se mantendrá al menos otros tres días,<br />

mostrando imágenes satelitales de la<br />

tempestad vista desde el espacio, Selene<br />

suspira con desilusión:<br />

—Tres días más.<br />

Su mirada escapa hacia la ventana,<br />

donde las burlonas gotas se deslizan por<br />

el cristal. <strong>La</strong>s lágrimas que resbalan por<br />

sus mejillas no tienen nada de burlonas.<br />

Dejo las latas que estaba abriendo y<br />

me acerco a ella secándome las manos<br />

con un trapo. Seis días no es demasiado<br />

tiempo para uno de estos diluvios<br />

primaverales, pero Selene está demasiado<br />

frágil. A algunos se les hace difícil<br />

resistir el interminable repiqueteo de la<br />

lluvia en los techos, el eterno sarcasmo<br />

de las gotas de agua desarmándose en<br />

los cristales, el embrujo de las sonrisas<br />

dentadas ocultas entre las agujas de los<br />

pinos. Selene, con sus veintiocho años,<br />

ya ha vivido varias tormentas, pero aún<br />

así… Me siento a su lado y le quito el<br />

control remoto de las manos. Apago el<br />

televisor y la obligo a mirarme:<br />

—No pasa nada —le digo—. Antes de<br />

que nos demos cuenta vuelve el sol.<br />

Apenas termine la lluvia caminamos<br />

hasta la Costanera y hacemos un picnic<br />

mirando el mar.<br />

Ella asiente con la cabeza, para complacerme,<br />

y abre de nuevo su libro. Yo<br />

vuelvo a la cocina a trastear con mis latas,<br />

pero por el rabillo del ojo la descubro<br />

hipnotizada por la ventana otra vez.<br />

<strong>La</strong>s gotas forman caras sobre el cristal<br />

frío: caras sonrientes, caras de pánico,<br />

caras terroríficas. Estúpidas gotas.<br />

Podría cerrar las cortinas para no ver<br />

el mundo sumergido en la niebla brillante<br />

de la lluvia de primavera, pero<br />

entonces las gotas sacudirían el techo<br />

con un sonido ominoso y aterrador. Y<br />

en lugar de limitarse a formar rostros<br />

sobre los cristales los golpearían con<br />

fuerza. Estúpidas gotas. Quieren que<br />

las veamos. Quieren que enloquezcamos.<br />

Quieren que salgamos.<br />

<strong>La</strong> mayoría de nosotros logra mantenerse<br />

sereno mientras llueve. Vivimos<br />

preparados para la posibilidad de cuatro<br />

días, seis, ocho, de lluvia ininterrumpida.<br />

Nuestros sótanos están repletos<br />

de comida envasada, agua en bidones,<br />

remedios, botiquines de primeros auxilios,<br />

mazos de cartas y juegos de mesa,<br />

libros. Pero siempre hay alguien que<br />

enloquece: empieza a sentir que las<br />

paredes lo ahogan y que la reluciente<br />

transparencia tras los cristales lo llama<br />

sin pausa. Cada tormenta deja como<br />

saldo una decena de muertos. Por eso<br />

no le saco el ojo de encima a Selene.<br />

Ahora ha dejado el libro sobre la mesita<br />

de centro, y sigue el recorrido de<br />

las gotas en el cristal de la ventana. El<br />

televisor está encendido otra vez y en<br />

la pantalla se repiten diferentes imágenes<br />

satelitales de la megatormenta. <strong>La</strong><br />

mirada de Selene salta de la ventana al<br />

televisor, de nuevo a la ventana, televisor,<br />

ventana… Estoy por acercarme a<br />

ella para quitarle de una vez el maldito<br />

control remoto y traerla a la mesa de la<br />

71


cocina, cuando el caldo de pollo enlatado<br />

hierve y se derrama. Me giro para<br />

contener el desastre y escucho el control<br />

remoto cayendo al piso. Pasos rápidos<br />

y el crujido de la puerta al abrirse.<br />

—No... —es lo único que se me ocurre<br />

decir. Pero ya es tarde.<br />

Selene desaparece en la lluvia. Corro<br />

hacia la puerta gritando su nombre,<br />

aunque sé que no me escucha. No<br />

puede escucharme porque un coro de<br />

lunáticos alaridos acuosos saluda su<br />

llegada a la línea del pinar. Por un momento<br />

vacila y se vuelve a mirarme. De<br />

los árboles sale una de las criaturas<br />

trasparentes que están escondidas allí,<br />

uno de los demonios de lluvia de sonrisas<br />

dentudas y garras gigantes. Se abalanza<br />

sobre ella y la abraza en un gesto<br />

casi tierno. Parte de su brazo aguado se<br />

desarma y corre en arroyuelos sobre el<br />

pecho de Selene.<br />

—No —repito y las gotas burlonas se<br />

ríen en el techo. El vidrio de la ventana<br />

se llena de sonrisas feroces. Selene ya<br />

es de su propiedad.<br />

Otros demonios de lluvia se han juntado<br />

con el primero. Forman un círculo<br />

alrededor de Selene y bailan exaltados.<br />

Cantan con voces líquidas, se ríen con<br />

carcajadas chorreantes. Salen más y<br />

más de entre los árboles. Forman parejas<br />

que danzan y se intercambian<br />

con movimientos gráciles. El círculo<br />

crece, se expande, luego se compacta.<br />

Ahora es un lago, un océano de rostros<br />

72


lunáticos y manos con zarpas. Los engendros<br />

se balancean, se juntan, trepan<br />

unos sobre otros hasta formar una<br />

torre más alta que los pinos, siempre<br />

riendo, siempre eufóricos, siempre salvajes.<br />

Ondulan acercándose a Selene,<br />

la levantan, la obligan a trepar sobre<br />

las espaldas húmedas hasta la cima. El<br />

mismo demonio que la abrazó al principio<br />

trepa detrás de ella. En la cúspide<br />

vuelve a abrazarla y sus labios se diluyen<br />

en un beso sobre la boca de Selene.<br />

Entonces la empuja. Ella cae y detrás<br />

se precipitan los monstruos, formando<br />

una cascada que se desarma desde<br />

las alturas. Selene se estrella contra el<br />

suelo y sobre ella se forma un lago de<br />

criaturas transparentes. Una sinfonía<br />

gutural repiquetea sobre los gritos de<br />

mujer. El agua baila y gruñe mientras<br />

se tiñe de rojo.<br />

Después, los demonios retoman su<br />

forma humanoide y corren hacia el<br />

bosque. Sobre el pasto mojado solo<br />

queda una de las medias celestes con<br />

soles amarillos de Selene. <strong>La</strong>s sonrisas<br />

dentadas acechan otra vez desde las<br />

agujas de los pinos.<br />

Vuelvo al interior de la casa y cierro<br />

la puerta. Cierro también las cortinas.<br />

Por mí, las estúpidas gotas pueden hacer<br />

todo el ruido que quieran. Me sirvo<br />

un plato de sopa de pollo y me siento<br />

frente al televisor a ver la repetición de<br />

las imágenes satelitales de la tormenta<br />

que se desarrolla sobre todo el planeta.<br />

73


74<br />

RUIDO<br />

Y FURIA<br />

Por José Luis Díaz Marcos


Yo soy un número infinito de personas.<br />

(…) Todas soñándose mutuamente.<br />

El asesino infinito<br />

Greg Egan<br />

JF35, mercenario galáctico, había logrado<br />

infiltrarse en la nave Invierno<br />

Profundo gracias al operario de mantenimiento<br />

cuyo uniforme y globo ocular,<br />

llaves de acceso, había sustraído sin<br />

contemplaciones. Si el golpe, la hemorragia<br />

y el forzado encierro no lo impedían,<br />

«Aunque no te importe ni alivie,<br />

no es nada personal», el superviviente<br />

pasaría a ser conocido, aquel estaba<br />

seguro, como Cíclope.<br />

«Y ahora… Si los astros acompañan,<br />

este será mi último trabajito. Y si no,...<br />

me temo que también». Su acaudalado<br />

cliente le había encomendado robar el<br />

alma electrónica de la Gran Memoria, el<br />

avanzadísimo cerebro de la Invierno Profundo.<br />

Recompensa: fortuna suficiente<br />

para comprar los caprichos de varias<br />

vidas. Sin embargo, ¿la misión compensaba<br />

el riesgo, mucho más que probable,<br />

de perder su actual y única existencia?<br />

Para otros, quizá no. Para él, sin duda.<br />

Nadie parecía reparar en él, insignificante<br />

aprietatuercas humano. «¡Perfecto!».<br />

El tránsito de la nave recordó a<br />

JF35 el mito del arca de Noé: por su número<br />

y diversidad, allí parecían verse<br />

representadas todas las inteligencias<br />

del universo conocido.<br />

Le bastó suplantar, ahora con pacífica<br />

prudencia, otras dos identidades<br />

y seguir los indicadores holográficos<br />

para plantarse al fin, sobrecargo de<br />

vuelo con acreditación, ante la cabina<br />

de la Invierno Profundo.<br />

Para su sorpresa, descubrió una gran<br />

sala redonda completamente… deshabitada.<br />

En el centro, una gruesa columna<br />

de cristal negro en cuyo interior titilaba<br />

un enjambre de luciérnagas multicolores.<br />

«¡Fin del simulacro!».<br />

—¿Has sido…?<br />

—Si te refieres a mí, la Gran Memoria,<br />

sí. Bienvenido, JF35.<br />

—¿Me… conoces?<br />

—Desde luego. Mucho mejor que tú<br />

mismo, créeme.<br />

—En ese caso, también dominarás<br />

mis intenciones…<br />

—<strong>La</strong>s domino. Pero tus intenciones<br />

no son tuyas, sino mías.<br />

—¿Qué quieres decir?<br />

—Que no existes, JF35. Al menos, no<br />

en un sentido material y autónomo. Ya<br />

has oído mi finalización de un simulacro.<br />

Su objetivo: reproducir y estudiar<br />

una posible intrusión humana en la Invierno<br />

Profundo.<br />

»Y tú formas parte de esa simulación:<br />

solo eres un algoritmo entre infinitos,<br />

apenas, y ni siquiera, una gota electrónica<br />

alojada en mí, el océano de la Gran<br />

Memoria. Puedo apagarte, y voy a apagarte,<br />

cuando quiera.<br />

—Intentas confundirme… He arrancado<br />

a otro hombre, con mis propias<br />

manos, su ojo, el ojo cuya lectura inicial<br />

me ha permitido llegar hasta ti.<br />

—«Otro hombre», dices… «Con mis<br />

propias manos»… Observa.<br />

Apagadas de pronto sus luces multicolores,<br />

el gran cilindro y la misma sala<br />

quedaron a oscuras.<br />

—¡¿Qué ocurre?! ¡¿Debo asumirlo?!<br />

¡¿Así es la muerte?!<br />

Una primera chispa, paulatino centelleo<br />

después, fue creciendo en el interior<br />

de la Gran Memoria hasta perfilar<br />

sus negros límites.<br />

—<strong>La</strong> muerte es la pérdida de la conciencia,<br />

biológica o no, que aún se<br />

asusta. Como te dije, observa.<br />

75


Y, de pronto, condensado en la penumbra<br />

de la Gran Memoria, Cíclope, el operario<br />

de mantenimiento a quien JF35 había<br />

mutilado y desvestido para colarse en la<br />

Invierno Profundo, se abalanzó, violento,<br />

contra la curva acristalada que lo contenía.<br />

—¡Aaah…!<br />

—Aquí tienes al otro hombre.<br />

—Eso… eso no es nadie.<br />

—¡Y tú, tampoco!<br />

Cíclope atravesó el cristal, fantasma<br />

refulgente, abalanzándose contra<br />

…JF35 cayó al suelo, de espaldas.<br />

Se encendieron las luces.<br />

El mercenario caído estaba solo.<br />

—Por un momento… Aunque el truco<br />

impone, lo admito, después, vencido<br />

ese primer sobresalto, no engaña.<br />

—Usando tu pretendida lengua, eres<br />

lerdo. Cosa, por otra parte, bastante<br />

lógica: la naturaleza humana nunca ha<br />

dado para mucho. Vigila ahora tus propias<br />

manos.<br />

Sentado en el suelo, JF35 cedió.<br />

—¿Qué… qué ocurre con…?<br />

Sus palmas y dedos se transfiguraron,<br />

sucesivos, en tentáculos, en ventosas,<br />

en pinzas y filamentos… Ante su<br />

ojo. De repente, reducido su campo de<br />

visión, ante su único ojo.<br />

Palpó su cuenca vacía, mutilada, y<br />

gateó hasta la Gran Memoria, aterrado.<br />

Y el cristal negro confirmó la duda: él,<br />

su aspecto físico al menos, también era<br />

Cíclope. Pero no otro, comprendió, sino<br />

también su víctima.<br />

76


—¿Esto aún te parece un truco? No<br />

debería: son simples combinaciones.<br />

Pura matemática.<br />

»Como advierten a Alicia ante el sueño<br />

del Rey rojo, respectivos personajes<br />

de otra invención 1 , solo eres un objeto<br />

del sueño y, como sucedería a Alicia<br />

con el despertar del monarca, si yo despertara,<br />

como despertaré, valga la metáfora,<br />

tú no estarías, como no estarás,<br />

en ninguna parte.<br />

—Entonces,… ¿todo ha sido una pantomima:<br />

el cliente, la recompensa,…<br />

mi propio ayer…?<br />

—Y tu hoy. Y el mañana que nunca has<br />

tenido ni tendrás. Todo.<br />

—Ruido y furia 2 … Dime: ¿cuál ha sido<br />

la consecuencia del simulacro?<br />

—<strong>La</strong> evidente. Por fortuna para ellas,<br />

ciertas o virtuales, una más impropia<br />

de muchísimas otras civilizaciones ajenas<br />

a la humana: indiferencia.<br />

JF35 suspiró, abatido.<br />

—Siendo así, supongo que solo me<br />

queda el consuelo de esperar que tú,<br />

Gran Memoria, también inexistas en el<br />

simulacro de alguien o algo superior a ti.<br />

Se hizo la oscuridad.<br />

—Bienvenida, Gran Memoria.<br />

—¿Me… conoces?<br />

No hubo respuesta.<br />

1<br />

Alicia a través del espejo, Lewis Carroll.<br />

2<br />

«<strong>La</strong> vida es un cuento contado por un idiota,<br />

lleno de ruido y furia, que nada significa».<br />

William Shakespeare.<br />

77


78<br />

EL<br />

HOMBRE<br />

Por Mictecacíhuatl


Lo último que vio antes de caer en<br />

el profundo y oscuro pozo de la inconciencia,<br />

fue un palo que se cernía<br />

velozmente sobre su cabeza y todo<br />

destelló en un terrible dolor, una cegadora<br />

luz que le impidió ver cualquier<br />

cosa y después, nada.<br />

¿Cuánto tiempo pasó? Nunca lo supo,<br />

pero al volver en sí, se encontraba en<br />

el piso sobre el costado izquierdo, trató<br />

de levantarse, pero lo más que logró<br />

fue incorporarse en cuatro puntos y así,<br />

apoyado de esta manera, intentó avanzar<br />

hacia algún lado, hasta que notó<br />

que no podía avanzar más. Fue cuando<br />

se dio cuenta que una argolla de hierro<br />

le rodeaba el cuello y esta estaba unida<br />

a una cadena fijada a la pared.<br />

Desconcertado, trató de orientarse<br />

hacia algún punto, pero la oscuridad<br />

era total. Puso oído atento a algún ruido<br />

que le indicara donde se encontraba,<br />

pero lo único que escuchó, fueron jadeos,<br />

fuertes respiraciones y algunos gruñidos<br />

ininteligibles, además del tintineo que le<br />

indicó que tal vez estuviera acompañado<br />

de individuos en su misma situación.<br />

Habló. ¿Alguien me escucha? ¿Alguien<br />

puede oírme? Pero ninguna voz<br />

le contestó, así que decidió permanecer<br />

callado y esperar a ver qué pasaba,<br />

alguien tendría que ir a buscarlos.<br />

El tiempo pasó, él nunca supo cuánto,<br />

pero de pronto en algún punto, se<br />

abrió un delgado haz de luz, que se fue<br />

haciendo más grande cada vez, hasta<br />

tomar la forma de una puerta y de<br />

pronto, una sombra se recortó en la<br />

claridad que entraba por esa puerta.<br />

Era la sombra de un hombre.<br />

Lo más que pudo ver de él, es que era<br />

alto y corpulento, en una mano traía un<br />

palo y en la otra un recipiente. Sus ojos<br />

lograron identificar otros cuerpos encadenados<br />

a las paredes y en el centro<br />

de la habitación había una especie de<br />

bandeja donde el hombre arrojo lo que<br />

traía en el recipiente. No pudo resistir<br />

el impulso, ni tampoco los demás individuos.<br />

Al unísono, todos se lanzaron<br />

hacia la bandeja, donde al parecer, lo<br />

que el hombre había arrojado era alimento,<br />

y mientras ellos comían vorazmente,<br />

el hombre los golpeaba con el<br />

palo mientras reía perversamente y les<br />

daba puntapiés.<br />

Entonces el hombre se dio la vuelta y<br />

salió por la puerta.<br />

Él pensó que esto era inhumano.<br />

¿Desde hace cuánto estaba ahí? ¿Y los<br />

otros? ¿Por qué ya nadie hablaba? ¿Por<br />

qué nadie se defendía? ¿Por qué nadie<br />

protestaba? Trató de recordar quién<br />

era antes de llegar a ese lugar, pero a su<br />

mente no llegaba ningún recuerdo. Lo<br />

único que recordaba era el tremendo<br />

golpe en su cabeza, tal vez eso fuera la<br />

causa de su olvido. Sin embargo, pensó<br />

resistir lo más que pudiera para sobrevivir.<br />

Trató de comunicarse con sus<br />

compañeros, pero ellos solo jadeaban<br />

y a veces emitían algunos sonidos guturales<br />

que no terminaba de entender.<br />

Tal vez, debido a que llevaban más<br />

tiempo que él, ya habían aprendido<br />

que era inútil hablar, y tenían razón.<br />

¿Qué podían decir que sirviera en esas<br />

circunstancias? Tal vez ya se habían resignado<br />

a su condición, pero él, él estaba<br />

decidido a sobrevivir, se vengaría<br />

de aquel hombre, eso era innegable. Lo<br />

que no sabía es si sus compañeros lo<br />

secundarían. El tiempo siguió su curso.<br />

<strong>La</strong> mayor parte de las veces, el hombre<br />

iba solo, pero a veces lo acompañaban<br />

algunos otros y de cuando en<br />

cuando, se llevaban a alguno de los<br />

prisioneros. Cuando esto sucedía, el<br />

79


prisionero no se iba sin pelear, se tiraba<br />

al piso, gruñía, jadeaba, empujaba,<br />

mordía, pero finalmente lo sometían y<br />

lo sacaban arrastrándolo por la cadena,<br />

entonces el prisionero era reemplazado<br />

por otro. Lo más humillante para<br />

él, era la forma en que le servían la comida,<br />

¿Por qué los trataba así el hombre?<br />

¿Qué le habían hecho ellos? ¿Era<br />

un maldito sádico? ¿Habrían cometido<br />

algún delito que ellos no recordaban?<br />

Por qué él seguía sin recordar nada,<br />

antes de ese golpe. Y mientras más pasaba<br />

el tiempo, su corazón se seguía llenado<br />

de odio y terribles deseos de venganza<br />

contra aquel hombre perverso.<br />

¿Cuánto tiempo llevaba en esa prisión?<br />

Quién sabe, no tenía manera de contar<br />

el tiempo. <strong>La</strong> humedad y lobreguez del<br />

lugar hacia que le doliera todo el cuerpo,<br />

la mala comida curiosamente no le afectaba,<br />

mantenía un buen peso, pero la<br />

imposibilidad de moverse a sus anchas<br />

hacía que sus movimientos fueran torpes,<br />

pero no importaba; de todos modos,<br />

él seguía empeñado en sobrevivir.<br />

Le dolía no poder comunicarse con<br />

sus compañeros, pues por más que<br />

les hablaba, ellos solo respondían con<br />

gruñidos y jadeos. ¡Dios mío! ¿Qué les<br />

había hecho este hombre que los había<br />

reducido a esa condición?<br />

Cada vez que el hombre entraba,<br />

él lo increpaba, pero el otro parecía<br />

no escucharlo, sus ojos centelleaban<br />

cuando le veía, y en respuesta el hombre<br />

lo golpeaba, y empezó a notar que<br />

también sus compañeros empezaban<br />

a ver al hombre con un tremendo odio.<br />

El tiempo siguió su curso hasta que<br />

un día, cuando el hombre entró, la humedad<br />

del lugar y el tiempo, habían he-<br />

80


cho su trabajo y habían herrumbrado el<br />

hierro de las cadenas, de pronto él sintió<br />

el terrible impulso de lanzarse contra<br />

el hombre, las cadenas se soltaron y<br />

arremetió contra él con un terrible grito,<br />

que más parecía un chillido y el hombre<br />

cayó al piso. El resto de sus compañeros<br />

se lanzaron también contra el caído,<br />

puesto que también sus cadenas se<br />

habían roto, al cargar todos contra él.<br />

Sus ojos brillaban con un terrible odio,<br />

empezaron a morderlo por todos lados<br />

mientras este gritaba desesperado.<br />

Destrozaban, tironeaban, despedazaban<br />

lentamente al hombre mientras profería<br />

terribles gritos de dolor, de pronto se<br />

oyeron pasos en el exterior, pasos rápidos,<br />

de varias personas. Antes de entrar al sitio,<br />

se quedaron paralizados al ver que, en la<br />

puerta, se apiñaban varios cerdos enormes<br />

tratando de salir. Lo que notaron fue<br />

que todos tenían el hocico sangrante y algunos<br />

tenían jirones de tela en el hocico.<br />

Se quedaron paralizados al ver los ojos de<br />

los cerdos, un odio primitivo brillaba en<br />

ellos y una ferocidad tal, que los hizo darse<br />

la vuelta y correr aterrorizados mientras<br />

buscaban refugio en la casa.<br />

Todos los cerdos lograron escapar,<br />

nadie los persiguió, todos menos uno;<br />

pero los habitantes de la casa no lo supieron<br />

hasta que se sintieron a salvo y<br />

llamaron a la policía para regresar a ver<br />

que había sido del hombre. Así que, en<br />

compañía de esta, se acercaron cautelosamente<br />

y al asomarse por la puerta,<br />

vieron el horrible espectáculo. El hombre<br />

estaba hecho pedazos, repartido por<br />

todo el chiquero y un enorme cerdo se<br />

encontraba parado sobre él, mientras le<br />

masticaba la cara, lenta y pausadamente<br />

con una mirada de satisfacción.<br />

81


PARAREALISMO,<br />

UN ESTILO<br />

ANTIOLÓGICO<br />

Por Eduardo Angarica Freire<br />

<strong>La</strong> Habana 2018, por más de un lustro<br />

se han alineado paralelamente<br />

el crear de dos autores. <strong>La</strong> coincidencia<br />

estética, estilística y temática<br />

de ambos marcaron la novedad. Vi correrse<br />

los límites de la ficción narrativa,<br />

reinventivo de toda realidad objetiva y<br />

fantástica, que me inspiraron un neologismo<br />

casi poético: Pararealismo.<br />

¿Qué es pararealismo? Es una realidad<br />

antilógica que se ofrece como res-<br />

82<br />

puesta o solución natural a conflictos de<br />

la ficción realista o fantástica.<br />

Podríamos aproximarnos —haciendo<br />

un zoom analítico— a la raíz de lo<br />

que planteo como un nuevo estilo.<br />

Primero. Hablamos de una realidad<br />

antilógica que podría erradamente<br />

confundirse con. <strong>La</strong> ilógica es una<br />

creencia o certeza convencional que va<br />

en contra de lo evidente o lo unívoco,<br />

verbigracia: un partido de futbol don-


de ambos equipos pierdan o ganen. Su<br />

antípoda propone respuestas o soluciones<br />

distintas ubicadas en el camino<br />

entre la lógica y la ilógica. Se trata de<br />

una opción, intermedia, neutral.<br />

Definiría por tanto a la Antilógica,<br />

como la filosofía de la raro-beldad —es<br />

decir la belleza de lo raro o extraño— que<br />

se decanta por una postura intermedia<br />

entre la lógica y su antítesis, donde ambos<br />

extremos son solo referenciales, en una<br />

escala de soluciones, casi nunca o nunca,<br />

tenidas en cuenta.<br />

<strong>La</strong> antilógica escoge un camino que<br />

no lleva a los extremos convencionales<br />

de respuestas, transita por múltiples posibilidades.<br />

Un ejemplo «<strong>La</strong> sonrisa encantadora»<br />

cuento de Oscar Rodríguez<br />

Montes (Cuba 1993) en el un hombre luce<br />

de su dentadura perfecta, envidiable. El<br />

conflicto surge al aparecer una mancha<br />

en los dientes. El personaje acude al den-<br />

83


tista, pero constantes inconvenientes le<br />

imposibilitan resolver el problema. Contrariado<br />

y dada la aparición de nuevas<br />

manchas, el hombre se arranca la dentadura<br />

y la arroja a la basura.<br />

En «El gran acto» de la escritora Ana<br />

Mirel Hernández Capote (Cuba 1991) se<br />

crea una empatía con un mago que ha<br />

visto meguar su carrera y, se le ofrece<br />

la última oportunidad para salvarla. El<br />

hombre se aproxima a la fecha del gran<br />

acto sin concebir un solo número mágico<br />

que lo pueda reimpulsar. Llegado el<br />

día, sin nada nuevo, se presenta. Una<br />

vez en el escenario mira al público, se<br />

acuesta sobre el tabloncillo, abre las<br />

piernas y pare un niño.<br />

En sendas historias parece esconderse<br />

el ardid de la fantasía. Yo lo dudé en el acto.<br />

Ambas son realistas que hacen mudas de<br />

nivel de realidad, pero nunca mirando al<br />

plano fantástico o ilógico, por el contrario.<br />

Hagamos un rápido ejercicio: El caballero<br />

de la dentadura perfecta primero optó<br />

por una solución lógica, ir al dentista. Cuál<br />

sería una solución ilógica, lo contrario, no<br />

ir al dentista o negar las manchas. Sin embargo,<br />

el autor lo arrastra a una decisión<br />

inexplorada, descabellada, arrancarse la<br />

dentadura, sin acudir a elementos o recursos<br />

mágicos, nos da la solución radical<br />

como si de algo natural se tratase.<br />

En el segundo la repsuesta lógica<br />

sería buscar un acto relevante, algo<br />

de escapismo, desaparición, etc, que<br />

deslumbre al público. En oposición la<br />

respuesta ilógica sería, volver a realizar<br />

los mismos actos de siempre o no<br />

hacer nada. Nuevamente el autor desorienta<br />

los puntos cardinales y decide<br />

descreido de todos los recursos sobrenaturales<br />

u objetivo, someter al presonaje<br />

a un verdadero acto de magia; el<br />

parto de una criatura.<br />

84


Segundo. El arte en este estilo se<br />

aprecia justamente donde se afina la<br />

habilidad técnica de los autores, que<br />

revelan la belleza de lo raro, se persigue<br />

seducir al lector con esta raro-beldad,<br />

que transita naturalmente por el texto,<br />

gracias a una ficción funcional. El lector<br />

acepta los desenlaces, aunque le parece<br />

extraño. No hay una ruptura pese a la radicalización<br />

del final, no es forzado. Se<br />

conecta con la empatía del lector, quien<br />

pasa incauto del conflicto a la solución,<br />

aunque percibiendo lo raro.<br />

Tercero. Los conflictos y en consecuencia,<br />

las historias, son realistas, fantásticas<br />

o híbridas, pero las soluciones no se<br />

corresponden a lo que espera el lector.<br />

En este punto convendría para resumir,<br />

señalar las características que describen<br />

al estilo pararealista:<br />

• Solución antilógica de los conflictos.<br />

• Los personajes suelen ser minimalistas<br />

en su caracterización física y<br />

social. Los autores prescinden por<br />

ejemplo de nombres propios. Se<br />

vuelcan a dejar emerger la parte<br />

oculta del Iceberg psicológico de<br />

los personajes.<br />

• No se prepara al lector para la solución,<br />

se le ofrece naturalmente<br />

y este lo acepta y asume como tal,<br />

advirtiendo lo raro o extraño.<br />

• Se relatan ficciones realistas, fantásticas<br />

o combinadas, cuyos<br />

desenlaces no responden a los<br />

códigos convencionales o tópicos,<br />

tampoco a los antitópicos.<br />

El pararealismo es austero, ecléctico,<br />

minimalista, de profunda raíz psicoestética<br />

y vocación antitópicos, alejándose de<br />

los extremos pero discurriendo entre ellas,<br />

conectándolas, operando en planos y escalas<br />

diversas e imprescindibles, a tono y<br />

luz con su filosofía de la belleza rara.<br />

85


86<br />

PIERNAS<br />

NUEVAS PARA<br />

DIANA<br />

Por Davicalpa


En ocasiones no eres consciente del<br />

error que cometes al tomar una<br />

decisión. Si tuviera que escoger<br />

entre todas mis malas decisiones no<br />

sabría decir cual de ellas fue la peor.<br />

Aquella elección inició toda esta cruel<br />

pesadilla que me rodea. Un segundo<br />

sin importancia en el que elijes entre<br />

varias opciones sin pararte un segundo<br />

a pensar para que, luego, te golpeen<br />

todas las consecuencias que no habías<br />

previsto. Un accidente absurdo en el<br />

momento equivocado. ¿Qué cambiaría<br />

de todo aquello? ¿Cuál de las estúpidas<br />

decisiones tiene la culpa de todo lo que<br />

me está atormentando? Ahora lo pienso<br />

y lo más sencillo hubiese sido tener<br />

el cinturón abrochado. Haber escogido<br />

cenar en casa en vez de salir afuera,<br />

olvidarme de algunos caprichos innecesarios<br />

o terminarme las sobras del<br />

almuerzo que guardaba en le nevera.<br />

O también olvidarme de la radio, no<br />

cambiar de canción, dejar la mente en<br />

blanco…¡que más da! En estas circunstancias<br />

ya nada importa.<br />

Tengo claro que la cima de mis estupideces<br />

se localiza en el momento en<br />

que acepte la Renovación, esa idílica<br />

forma de regenerar partes del cuerpo<br />

perdidas. El contrato que me dieron<br />

era muy claro al respecto. Regeneración<br />

celular a través de transfusiones<br />

puntuales de compuestos de origen<br />

animal. Firma aquí, firma allá y abona<br />

el importe de la cuenta. ¡Qué estúpido!<br />

¿Por que no me dio por perder dos minutos,<br />

dos míseros minutos en leer las<br />

posibles complicaciones que podían<br />

surgir en aquella sencilla intervención.<br />

A estas alturas sabía que no iba a ser el<br />

conejillo experimental de nadie. <strong>La</strong> tecnología<br />

había avanzado mucho en las<br />

últimas décadas y la conversión total<br />

era parte cotidiana en este siglo que<br />

vivimos. Pero no dejo de pensar en que<br />

el precio, el verdadero coste, fue demasiado<br />

elevado. Al menos para mí.<br />

El procedimiento era sencillo. Introducías<br />

un catéter a través de la cuarta<br />

vértebra dorsal para drenar una gran<br />

cantidad de líquido cefalorraquídeo.<br />

Esa era la parte del proceso más delicada<br />

al paralizar por completo las<br />

funciones motoras del receptor. Los<br />

científicos habían descubierto el factor<br />

R que reducía al mínimo exponente<br />

todos los posibles rechazos que intentaría<br />

el cuerpo, haciendo de la técnica<br />

algo tan rutinario como un recambio<br />

de las válvulas cardiacas o un trasplante<br />

de pulmón. Al fin y al cabo no dejaba<br />

de ser algo similar. Por un catéter<br />

drenabas los fluidos y a través de una<br />

pequeña perforación en los ventrículos<br />

cerebrales introducías el gel viscoso<br />

que facilitaba la regeneración. Luego,<br />

el resto de los detalles. Sustituir el flujo<br />

sanguíneo a través del un dializador y<br />

regenerarlo con la solución procesada<br />

de reptil para que la intervención culminara<br />

con éxito.<br />

De hecho todo parecía ir bien. A los<br />

tres días del la renovación los antiguos<br />

muñones comenzaban a presentar<br />

una coloración mucho mas sonrosada<br />

y emergían de ellos un calor significativo<br />

pese a la inflamación. A las pocas<br />

semanas estos comenzaban a agrietarse<br />

y, casi sin darte cuenta, surgían<br />

los pequeños hilos concéntricos que<br />

evolucionaban hacia las nuevas extremidades.<br />

Un proceso indoloro que en<br />

unos cuatro meses dio como resultado<br />

la nueva extremidad preparada para su<br />

uso. Así fue como nos lo habían explicado.<br />

Y eso, por supuesto, captó toda<br />

nuestra atención. Al fin y al cabo era<br />

87


eso lo que necesitábamos más que<br />

nada en nuestras vidas, aquello por lo<br />

que decidimos invertir nuestros ahorros<br />

de los últimos años. Unas nuevas<br />

piernas para nuestra pequeña Diana.<br />

Pero esa cosa que teníamos delante<br />

no podía ser Diana. No nuestra Diana.<br />

<strong>La</strong> pequeña que conocíamos era pura<br />

energía personificada. No había respiro<br />

para sus juegos y su vitalidad. Ella era<br />

un torbellino de alegría contagiosa con<br />

la capacidad de hacernos volar bajo sus<br />

alas y ahora, después de la Regeneración,<br />

sus carreras y gritos habían desaparecido.<br />

Ya no pasaba tardes enteras<br />

preparando sus bailes infantiles en los<br />

que emulaba a no se que cantante famosa.<br />

Esa no podía ser Diana. Me niego<br />

a creerlo. El ser que tenia sentado frente<br />

a mi apenas se movía y cuando lo<br />

hacía era para buscar un poco de calor.<br />

<strong>La</strong> veíamos en la terraza horas y horas,<br />

intacta. Ausente. Ya no respondía a mis<br />

besos. Además ya no me apetecía dárselos<br />

desde aquella vez que apartó su<br />

mejilla en busca de algo más de sol. Ese<br />

desprecio llevó a la desesperación a mi<br />

querida esposa, esté donde esté ahora.<br />

Ahora sólo me queda Diana y todos esos<br />

abrazos vacíos en los que me fundo con<br />

su cuerpo. Aunque trate de generar en<br />

ella algún tipo de recuerdo no me pue-<br />

88


do engañar. Sé que sólo disfruta de mi<br />

por el calor que le transmito. Aun así, no<br />

puedo dejar de intentarlo.<br />

Ahora sólo me queda una alternativa<br />

y sé que el lamento me ira acompañando<br />

por siempre, como una herida<br />

punzante que me escocerá el resto de<br />

mi vida. <strong>La</strong> dejaré en <strong>La</strong> Bahía. El lugar<br />

que tanta repulsa generaba en mí<br />

cuando veía aquellos cuerpos inertes<br />

tumbados al sol. Un auténtico cementerio<br />

viviente. ¡Qué distinto me parecen<br />

ahora el debate sobre la idoneidad de<br />

crear un lugar así cerca de nuestros<br />

hogares! Ahora comprendo a aquellos<br />

que preferían mirar hacia otro lado. Y<br />

hasta a los que preferían pegarles fuego<br />

o tapiar <strong>La</strong> Bahía con un muro que<br />

les sirviera como antifaz a la realidad.<br />

Pero yo, como tantos, escogeré pasar<br />

por aquí cada tarde y esperar por alguna<br />

mejora en la pesadilla de toda esa<br />

generación perdida. No sé si es pura<br />

ingenuidad o simples remordimientos.<br />

Voy a dejar a Diana en este lugar ¿Será<br />

un acto de amor por mi parte o toda<br />

una crueldad? Quizás solo sea puro<br />

egoísmo, pero no quiero seguir sufriendo.<br />

Lo he decidido y ahora he encontrado<br />

el valor para hacerlo.<br />

Mi hija ahora es un cuerpo sin luz en<br />

busca de calor.<br />

89


90<br />

AGENTE<br />

Por Jorge Daniel Garcia Carregha


En su universidad, durante los años<br />

setenta, la CIA reclutaba estudiantes<br />

para escuchar y trascribir todo<br />

lo que se comentaba entre el alumnado<br />

en la escuela y en eventos sociales.<br />

Sabía que entre sus compañeros había<br />

gente como él mismo, informantes,<br />

pero a ciencia cierta nunca le fueron ni<br />

siquiera mencionados, mucho menos<br />

presentados. Siendo un gran observador<br />

detectó a algunos de ellos en<br />

fiestas y reuniones: «Reciben información<br />

de dos o más fuentes asistentes a<br />

la misma reunión, buen movimiento,<br />

abundan detalles y corroboran veracidad<br />

en los reportes», pensó sonriendo.<br />

No era más lo que tenían que hacer,<br />

era algo sencillo, que hecho con discreción<br />

nadie notara.<br />

Un mal día secuestraron a uno de<br />

los informantes que había detectado,<br />

pidieron rescate por él, lo pagaron,<br />

pero pocos días después encontraron<br />

su cadáver, ya estaba muerto cuando<br />

pidieron el rescate. No había pasado<br />

una semana cuando los periódicos y<br />

la televisión volvieron a publicar de<br />

otro secuestro, otro joven estudiante<br />

a quien él tenía detectado como informante,<br />

misma forma de operar, se<br />

realizó el pago del rescate y apareció<br />

muerto. Desde niño supo cómo manejar<br />

armas, practicaba con asiduidad,<br />

así que como parte de su guardarropa<br />

y también dentro de su portafolios<br />

comenzó a llevar consigo dos pistolas,<br />

una colt 45 y una 38 spl., y la adrenalina<br />

fluía en su cuerpo al regresar de la universidad,<br />

los secuestrados habían sido<br />

sorprendidos al llegar a su casa y abrir<br />

el garage.<br />

Sabía que las probabilidades de que<br />

intentaran secuestrarlo eran grandes,<br />

no le importaba.<br />

Al regresar de la universidad en su<br />

auto, un Ford Galaxie 500, ocho cilindros,<br />

nuevo en aquellos años, acostumbraba<br />

sintonizar en la radio una estación que<br />

a esa hora transmitía música instrumental,<br />

su retorno se hacía placentero,<br />

y esta estación o solamente tenía un<br />

número limitado de piezas instrumentales<br />

o siempre le solicitaban las mismas:<br />

«Sin Final», «Vida de Asesino», «Classical<br />

Gas», «El Hombre, el Caballo y la Pistola»,<br />

«El Bueno, El Malo y El Feo», piezas<br />

que le agradaba sobremanera. Llegaba<br />

a su casa y guardaba en el garage su<br />

auto, cenaba y se iba a dormir, misma<br />

rutina de lunes a viernes.<br />

Pensaba como reaccionaria si lo intentaban<br />

secuestrar: «No tengo más<br />

que resistirme, de todas formas me<br />

matarían como a estos pobres...» se repetía<br />

mientras escuchaba la música en<br />

la radio. «Si sobrevivo debo reportarlo<br />

inmediatamente, no a la policía, a mi<br />

contacto, ya me dirán que hacer».<br />

<strong>La</strong> colonia donde vivía era residencial, y<br />

por razones de estética y por facilitar la fluidez<br />

del tránsito vehicular las banquetas y la<br />

calle estaban al mismo nivel, para tratar de<br />

evitar que los que circularan por estas calles<br />

a alta velocidad en las calles colocaron<br />

topes vibradores, pero en las banquetas no,<br />

así que los «ases del volante» evitaban los<br />

vibradores pasando a gran velocidad sobre<br />

la banqueta. Cosa que indignaba a los colonos.<br />

Por estar en una zona abundante en<br />

rocas volcánicas de gran tamaño, muchos<br />

colocaron en las banquetas al lado de los<br />

topes este tipo de rocas. Hacía pocos días<br />

que lo habían hecho.<br />

Una noche, al volver, notó que un<br />

auto lo seguía, colocó la 38 spl. en su entrepierna,<br />

como hacía cuando portaba<br />

dinero de la empresa donde trabajaba,<br />

era un auto compacto, un Renault, tras<br />

91


utilizar calles alternas para comprobar si<br />

lo seguían o no, decidió entrar a su colonia<br />

y acelerar hasta donde el Ford fuera<br />

capaz; esos autos Renault eran rápidos,<br />

pasaron el primer tope ambos a gran velocidad,<br />

el Renault , en el siguiente tope<br />

vibrador trató de librarlo subiendo a la<br />

banqueta, no vio la gran piedra volcánica,<br />

chocó contra ella y se estrelló al rebotar<br />

contra un muro de piedra.<br />

El impacto fue muy fuerte y el Renault<br />

y sus dos ocupantes quedaron muy maltrechos,<br />

se enteró de ello hasta después,<br />

tras checar que ya no lo seguían llamó<br />

de un teléfono en un restaurante en el<br />

centro comercial de su colonia, se reportó<br />

y le dijeron que llamara a su casa<br />

y que les pidiera que lo esperaran con la<br />

puerta del garage abierta. Al siguiente<br />

día en las noticias aparecieron los perseguidores,<br />

sus nombres y fotografías,<br />

aparecían un tanto maltrechos, uno de<br />

ellos con vendoletas en la frente y arriba<br />

de una ceja, probablemente iba en el<br />

asiento del pasajero y se estrelló contra<br />

el parabrisas, ambos hombres jóvenes,<br />

sin mayores rodeos dieron santo y seña<br />

de su jefe, poco mayor que ellos e inmediatamente<br />

fue capturado. Se especuló<br />

que el móvil había sido simplemente el<br />

dinero. Por supuesto la policía habló de<br />

un «gran operativo» que arrojó la captura<br />

de estos delincuentes. Todos ingresaron<br />

al penal de Lecumberri.<br />

92


Él no se preocupó y menos aún creyó<br />

esa versión, demasiadas coincidencias<br />

para haber sido «aleatorio y solamente<br />

por dinero», además de que inmediatamente<br />

después de su reporte telefónico<br />

capturaron a los del Renault.<br />

Dos meses después, en la prisión, el<br />

jefe apareció muerto, la versión oficial<br />

fue «suicidio», pese a tener golpes en<br />

cuello y nuca.<br />

Una versión de que eran parte de un grupo<br />

internacional comunista circuló, no eran<br />

tan solo aventureros o resentidos sociales.<br />

Él nunca desmintió en ninguna plática<br />

las versiones oficiales, no tenía la<br />

menor intención de «suicidarse» con<br />

golpes de karate.<br />

Pocos años después, en una de tantas<br />

reuniones sociales se enteró que<br />

los padres de uno de los secuestrados,<br />

festejaban el <strong>Año</strong> Nuevo en Acapulco,<br />

en un condominio de lujo, la pareja comenzó<br />

a discutir entre sí, el marido furioso<br />

arrojó del balcón a la esposa, de<br />

un quinto piso. Con tan buena suerte<br />

que cayó en la alberca y se salvó.<br />

Le gustaba ser informante, aunque<br />

sabía a ciencia cierta que era riesgoso<br />

y a veces hasta jocoso...<br />

Por esto varios de sus amigos han comentado<br />

y vuelto a comentar acerca de<br />

él: «...no sé cómo lo hace, pero siempre<br />

se entera de cosas que no queremos<br />

que se entere...».<br />

93


94<br />

ESTRELLA<br />

DE MAR<br />

Por David García de Bustamante


En las profundidades del océano<br />

Pacífico, más allá de Santa Cruz,<br />

de Tonga y Samoa, más allá de las<br />

playas cubiertas de arena blanca, cocoteros<br />

y algas secas, bajo los atolones de<br />

coral, las corrientes frías y cálidas que<br />

chocan y bailan y forman espirales de<br />

burbujas sedientas por llegar a la superficie,<br />

bajo los bancos de peces tipi<br />

tipi y de las rocas plagadas de anémonas<br />

de colores, una pequeña estrella de<br />

mar despierta. Se despereza lentamente.<br />

Contonea sus brazos al ritmo de la<br />

corriente y deja que el agua recorra su<br />

cuerpo. Bosteza, con los ojos entrecerrados.<br />

Estira todas sus extremidades y<br />

se pone en pie. Camina hasta la cocina<br />

para prepararse el desayuno. Tostadas<br />

con mermelada y café con leche, como<br />

todas las mañanas. Recorre la mirada<br />

por el interior de la roca en la que vive.<br />

No puede quejarse, es una de las mejores<br />

rocas del vecindario. Y además la<br />

tiene muy bien cuidada. Observa las<br />

algas de colores que bailan desde el<br />

tejado con el movimiento del agua. Su<br />

roca es la envidia del barrio. Después<br />

del desayuno, abre todas las ventanas<br />

para despejar y deja que la poca<br />

luz que llega desde la superficie del<br />

océano se cuele entre los rincones de<br />

la roca. Sí, la verdad es que tiene una<br />

casa maravillosa, un buen trabajo en la<br />

ciudad, buenos amigos con los que se<br />

reúne una vez a la semana para jugar a<br />

las cartas y un trato cordial con el resto<br />

de los vecinos. Sin embargo, nuestra<br />

amiga, la estrella de mar, se siente sola.<br />

Sale de casa como todas las mañanas.<br />

Saluda con la mano a los viandantes.<br />

Evita pasar por encima de un par<br />

de erizos que discuten enérgicamente,<br />

observa pasar un banco de gambas<br />

luminosas y se mete en su coche y se<br />

marcha a la oficina. <strong>La</strong> monotonía del<br />

día a día le reconforta de algún modo.<br />

Sus superiores son unos auténticos<br />

tiburones, pero, ¡ey!, están en lo más<br />

alto de la cadena alimenticia. Revisa<br />

varios informes. Se pregunta qué pondrán<br />

esa noche en la televisión. <strong>La</strong> vida<br />

de una estrella de mar puede parecer<br />

muy aburrida, pero nuestra protagonista<br />

hace lo que puede para intentar<br />

sacarle el máximo partido a su posición.<br />

En sus ratos libres escarba entre<br />

la arena de las profundidades en busca<br />

de algo que echarse a la boca. Juega<br />

con los caballitos de mar. Sueña con<br />

viajar a la superficie. Y cuando la poca<br />

luz del sol que llega hasta allí se apaga<br />

lentamente, regresa a casa y da vueltas<br />

por el salón, inquieta. Termina por encender<br />

el televisor y se sienta en el sofá.<br />

Un mal presentimiento se cierne sobre<br />

su figura estrellada. Algo no va bien. Escucha<br />

un golpe fuerte y un sonido estridente<br />

y continuo, como si otra roca<br />

se estuviera restregando sobre su roca.<br />

Se asusta. Se encoge en el sofá. El ruido<br />

se acrecienta. Se arma de valor. Extiende<br />

sus extremidades y sale de la roca.<br />

Un cangrejo atigrado, de un tamaño<br />

enorme, forcejea sobre la roca a la que<br />

nuestra estrella llama hogar. Introduce<br />

sus pinzas bajo las juntas del suelo<br />

y oprime con su cuerpo acorazado el<br />

tejado. <strong>La</strong> estrella se lanza en picado<br />

sobre el cangrejo. Intenta inmovilizarlo<br />

con sus brazos, pero el cangrejo es<br />

fuerte. Consigue apartarlo de su roca.<br />

Los dos caen rodando, como a cámara<br />

lenta, y cuando llegan al suelo, la estrella<br />

se amarra con fuerza al caparazón<br />

del crustáceo. Forcejean por sus vidas.<br />

Nuestra amiga saca su estómago y lo<br />

pone encima de los ojos del cangrejo,<br />

dispuesta a digerir sus partes blandas.<br />

95


El cangrejo se revuelve y agarra uno de<br />

los brazos de la estrella con su pinza.<br />

El dolor es abrumador. El cangrejo cierra<br />

la pinza con todas sus fuerzas y, sin<br />

mostrar piedad alguna, cercena uno de<br />

los brazos de nuestra amiga y se da a la<br />

fuga marcha atrás.<br />

<strong>La</strong> estrella de mar se siente agotada.<br />

Está tirada boca arriba sobre la arena del<br />

fondo marino, con una de sus extremidades<br />

mutilada. Se arrastra como puede<br />

hacia la base de la roca. Entra en casa y<br />

se queda profundamente dormida.<br />

Los primeros rayos del día atraviesan las<br />

aguas del océano Pacífico, y bajo los atolones<br />

de coral, bajo las corrientes frías y cálidas<br />

que chocan y bailan y forman espirales<br />

de burbujas, bajo los bancos de peces de<br />

colores, los caballitos de mar y las medusas<br />

luminiscentes, la estrella de mar despierta.<br />

Se despereza, dolorida, desconcertada,<br />

mientras observa con una mezcla de terror<br />

y ternura, cómo su brazo mutilado ha<br />

vuelto a la vida, le mira con los ojos muy<br />

abiertos, y le llama mamá con una vocecita<br />

aguda y casi imperceptible.<br />

96


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98<br />

LA ÚLTIMA<br />

CENA<br />

Por Israel Montalvo


Esa imagen se perdía en un profundo<br />

carmesí, en un tono que simulaba a<br />

un hígado crudo, daba vueltas por<br />

su cabeza, en momentos permanecía<br />

estática simulando una fotografía, y luego,<br />

cobraba vida, se contraía como una<br />

palpitación, iba y venía. Yeyé no podía<br />

distinguir con claridad si todo era una<br />

gran mancha roja o era algo más. Alguien.<br />

Yeyé intentaba aferrarse desesperadamente<br />

a este mundo, seguir en la cordura<br />

que al igual que la imagen carmesí, iba<br />

y venía en oleadas. No era mucho lo que<br />

había comido, apenas una rebanada de<br />

pastel, y todavía podía saborear el chocolate<br />

por su paladar, Myrna en cambio,<br />

estaba completamente ida, su vista estaba<br />

fija en una de las paredes del comedor,<br />

no estaba segura de cual era, sólo que<br />

era del comedor. <strong>La</strong> mirada de Myrna<br />

se fue gradualmente desviando al pavo<br />

que se encontraba ocupando el sitio de<br />

honor en la mesa, junto a una ensalada<br />

de papas, una botella de sidra, y el pastel<br />

que Yeyé había horneado para su primera<br />

noche, juntos. Ella no había comido<br />

mucho, no como Yeyé lo había hecho, él<br />

ya tenía experiencia y sólo se quedaba<br />

quieto mientras se perdía de esa vida,<br />

en cambio Myrna estaba pagando por<br />

su inexperiencia, estaba en un mal viaje,<br />

sudaba frio y empezaba a temblar, no<br />

podía controlar su cuerpo que se agitaba<br />

bruscamente. Yeyé apenas y se daba<br />

cuenta de las cosas, el hígado crudo lo<br />

devoraba en momentos.<br />

—Deberíamos hacer algo especial para<br />

nuestra primera navidad —propuso<br />

Myrna la tarde anterior mientras veían<br />

esa vieja película donde Sigourney Weaver<br />

machacaba a la creación de Giger—.<br />

Qué tal uno de tus pasteles «mágicos».<br />

—Con un cincuenta de la moradita la<br />

hacemos —sentenció Yeyé, mientras se<br />

perdía en la trama de un horror espacial,<br />

mientras la palabra «deberíamos»<br />

rondaba por su cabeza, sabía que toda<br />

lo haría él, ser bueno en la cocina era<br />

casi una maldición, aunque así fue<br />

como atrapó a Myrna, gracias a una<br />

buena cena.<br />

Myrna ya no estaba segura de que<br />

aquello que estaba en la charola que<br />

le regaló su madre, fuera en verdad un<br />

pavo. «¿Un pavo para dos personas?»<br />

se repetía en su cabeza intentando<br />

comprender algo que se le escapaba.<br />

Juanito se le apareció entre pensamientos,<br />

la imagen de ese regordete y<br />

siempre alegre mocoso que de debes<br />

en cuando le alteraba los nervios cuando<br />

andaba corriendo por las calles del<br />

vecindario sin importarle si un carro<br />

pudiese pasarle por encima. Esa cosa<br />

sobre la bandeja de plata y adornada<br />

con frutos secos y que desprendía un<br />

olor envinado, esa cosa era del tamaño<br />

de Juanito. Lo único que hacía falta era<br />

la enorme cabeza del mocoso, «Ahí va<br />

el pequeño Olmeca», esa era la broma<br />

que siempre decía Yeyé cuando el niño<br />

andaba corriendo por la acera que estaba<br />

frente a su casa.<br />

—¿Lo viste? —gritó Yeyé—. Se movió.<br />

Myrna le dio un vistazo por inercia,<br />

Yeyé había saltado de la silla en la que se<br />

encontraba y se pegaba a la pared como<br />

sí quisiera evitar el contacto con algo.<br />

—¿Encontraron a Juanito? —preguntó,<br />

pero Yeyé ni tan siquiera se percató de<br />

la pregunta, estaba horrorizado con la<br />

escena que se desarrollaba frente a sus<br />

ojos, en la contracción del vientre de<br />

aquello que estaba sobre la bandeja, de<br />

cómo abrió las piernas y lo dejó escapar.<br />

—¡Alien! —gritó Yeyé a todo pulmón—.<br />

¡Es el puto Alien! —estaba aterrado, no<br />

podía dejar que esa cosa lo tocara y lo<br />

99


derritiera con su saliva que emulaba al<br />

acido. Que importaba que fuera del tamaño<br />

de un ratón y cupiera en su mano,<br />

que Myrna no lo viera, él sabía que estaba<br />

ahí y en cualquier momento se balancearía<br />

sobre ellos.<br />

—¿Crees que los padres de Juanito lo<br />

van a extrañar? —Myrna aún seguía pensando<br />

en el pequeño vecino regordete.<br />

Yeyé dejó de lado al octavo pasajero<br />

que se escondía en algún oscuro paraje<br />

de su mente y recordó la última vez<br />

que alguien vio vivo a Juanito, en como<br />

su cara parecía haber sido apresada<br />

por una enorme mano que lo había<br />

dejado marcado por un tono rojizo que<br />

cubría la mayor parte de la piel de su<br />

rostro. Yeyé sabía que su padre era un<br />

desgraciado, solía escuchar como lloraba<br />

después de cada golpiza, y eso lo<br />

enfurecía tanto, le recordaba a su viejo,<br />

él tampoco había sido un buen padre.<br />

—Yo no sé si lo extrañaría —murmuró<br />

Yeyé —. Con el tiempo todo se olvida.<br />

Tomó el cuchillo con el que cortó las<br />

dos rebanadas de pastel y miró el reflejo<br />

difuso en la hoja metálica, entre migas<br />

de pan. No sé reconocía así mismo,<br />

apretó el mango con todas sus fuerzas<br />

o eso creía hacer, en momentos se perdía<br />

lejos de esa realidad, y se encontraba<br />

buscando la sombra de un alien que<br />

podría caber en uno de sus puños, o en<br />

el profundo carmesí que lo cubría todo.<br />

—¿Qué haces, Yeyé? —fue lo último<br />

que pudo escuchar antes de caer en la<br />

inmensidad de un tono que simulaba<br />

al hígado crudo.<br />

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101


102<br />

RECETA<br />

SECRETA<br />

Por Cosme


Me despertaron las piedras golpeando<br />

el vidrio de mi ventana,<br />

era el Chino, con un litro de leche<br />

abierto en la mano y la cara sonriente,<br />

ansiosa. Ya tenía el pantalón<br />

y las botas puestas, pero estaba sin<br />

camisa. Murmuré algún saludo y con<br />

la mano le hice una seña de que no<br />

tardaba en bajar. Aún estaba oscuro y<br />

aparte de nuestras pisadas sólo se oían<br />

los perros cuando fuimos a buscar al<br />

Esteban. Era un viernes de otoño, al<br />

día siguiente sería el festival de música<br />

electrónica en la playa, al cual habíamos<br />

planeado ir de mochileros. Un rato<br />

después enfilábamos nuestros pasos<br />

hacia el crucero donde intentaríamos<br />

que alguien nos llevara.<br />

Ya calentaba el sol cuando un señor con<br />

un camión vacío se ofreció a llevarnos.<br />

Y sin más empezó nuestro último viaje.<br />

El aire fresco de la carretera acabó<br />

por despertarnos mientras pasábamos<br />

por un bosquecillo de coníferas, llenándonos<br />

de esperanza y optimismo,<br />

nada más alejado de la realidad, nunca<br />

debimos haber salido ese día.<br />

Al llegar a la desviación, decidimos<br />

caminar un rato, pero tomamos una<br />

vereda paralela a la vía del tren, la cual<br />

se fue separando paulatinamente de<br />

la carretera, permitiéndonos paisajes<br />

sencillo pero hermosos llenos de quietud<br />

y aroma a hierba fresca, una hora<br />

después desayunamos sobre las agujas<br />

de pinos con el viento fresco y limpio<br />

nos quedamos dormidos.<br />

—Ya, levántense —dijo Esteban—. No<br />

salimos tan temprano para venir a dormir<br />

al monte<br />

—¿No? —dijo el Chino, sentándose,<br />

sin intenciones de levantarse.<br />

Continuamos por la vía del tren, un<br />

par de horas después cerca de un pueblo,<br />

nuevamente nos reunimos con la<br />

carretera, habíamos caminado unos<br />

ocho kilómetros desde el desayuno.<br />

El sol de mediodía empezaba a quemarnos,<br />

así que decidimos esperar a<br />

alguien más que nos llevara. Nos situamos<br />

en la salida a ese pueblo que nunca<br />

supe su nombre, alguien tendría que<br />

pasar por allí.<br />

Después de media hora, pasó una camioneta<br />

con una familia, pero la caja vacía.<br />

—Buenos días —dijimos, tratando de<br />

parecer buenas personas.<br />

—Súbanse —dijo el señor que conducía,<br />

sin dar importancia.<br />

El viaje fue muy lento, así que media<br />

hora después apenas estábamos<br />

pasando el gran lago, después fue disminuyendo<br />

la velocidad y dio vuelta en<br />

una brecha. Se detuvo y se quedó mirándonos<br />

por el retrovisor indicando<br />

que ya debíamos bajar.<br />

—Gracias —dijo el Chino. Si responder<br />

ni esperar más se arrancó la camioneta<br />

lenta e imperturbable.<br />

Medio día y apenas habíamos recorrido<br />

algo así como setenta kilómetros.<br />

Por lo menos debimos tomar la carretera<br />

más directa a la playa. Bueno, parte<br />

del propósito del viaje era ver cosas<br />

nuevas, y las vimos.<br />

Seguimos caminando hacia T*****,<br />

siguiendo letreros que indicaban pirámides<br />

más adelante y venta de artesanías.<br />

Ya apretaba el hambre y de acuerdo<br />

a nuestro presupuesto la comida la<br />

mediodía sería la fuerte, así que entramos<br />

a un restaurante sencillo que tenía<br />

de letrero el lago y unas mariposas, un<br />

lugar limpio y despejado.<br />

—Buenas tardes —apareció una muchacha<br />

como una exhalación, vestida de indígena,<br />

gruesas trenzas de cabello oscuro,<br />

facciones muy delicadas y ojos café intenso.<br />

103


Nos quedamos sin habla por unos<br />

momentos, pero luego le pedimos la<br />

comida del día. Con una sonrisa y sin<br />

hablar, nos atendió yendo y viniendo<br />

de la cocina sin hacer ruido como si no<br />

pisara el suelo. <strong>La</strong> comida consistió en<br />

gorditas de chicharrón en carne verde,<br />

un guisado de chile rojo acompañado<br />

de arroz. Carne deliciosa, fibrosa pero<br />

bien preparada, me impresionó, pero<br />

no dije nada. Ayudados por las deliciosas<br />

tortillas comimos como si no hubiera<br />

mañana. Nos sorprendió el precio<br />

tan bajo de la comida siendo tan abundante<br />

el platillo y prometimos regresar<br />

cada que pasáramos por T******.<br />

Después de pagar salimos para sentarnos<br />

en una sombra y decidir lo que haríamos,<br />

el plan era simple caminar hasta que<br />

oscureciera y dormir donde se pudiera.<br />

En eso estábamos cuando llegó la<br />

muchacha del restaurante, no vimos<br />

que haya salido del negocio, más bien<br />

me pareció que estaba entre los árboles,<br />

la acompañaba otra un poco más<br />

delgada y alta, con ojos más rasgados,<br />

hipnóticos e irresistibles.<br />

—Nari —dijo la primera—. ¿Vinieron<br />

para ir a la fiesta? —dijo casi susurrado,<br />

pero todos la oímos bien. Nos miramos,<br />

sin saber que decir.<br />

—No sabíamos —al fin dijo el Chino.<br />

—A la tarde hay una fiesta en las pirámides<br />

—dijo la más bonita—. Los esperamos.<br />

No esperaban respuesta, sólo se despidieron<br />

seguras de que ahí estaríamos.<br />

Quedamos sin habla, como quien ha<br />

visto a unas ninfas cantando.<br />

Preguntando llegamos al lugar indicado<br />

un par de horas después, al<br />

104


parecer había una especie de festival<br />

prehispánico. Ya una mujer estaba cantando<br />

pirekuas, hermosas y hechizantes.<br />

Estuvimos sentados un rato, disfrutando<br />

todo, hasta que vimos a las<br />

muchachas a nuestro lado.<br />

—Nari —dijeron.<br />

Tenían otra actitud, se veían más<br />

amables y misteriosas. Nos trajeron<br />

unos jarritos con una especie de tepache,<br />

nos observaban mientras lo bebíamos,<br />

con risitas y bajando la barbilla<br />

mientras se murmuraban comentarios.<br />

—Vengan —dijeron, tomándonos de<br />

la mano para llevarnos a un estacionamiento<br />

improvisado, nadie parecía<br />

notarnos o darnos importancia.<br />

Al llegar a unas bancas bajo un árbol frondoso,<br />

me sentí terriblemente cansado, me<br />

senté y empezaba a quedarme dormido,<br />

cuando vi a mis amigos riendo como idiotas.<br />

—K’uiripeta deliciosa —decían ellas<br />

coquetamente, y mis amigos intentaban<br />

repetirlo.<br />

Me despertó un ruido conocido, la<br />

puerta trasera de una camioneta al cerrarse.<br />

¿Qué hacía yo en la caja de lo que<br />

parecía una camioneta pequeña? Traté<br />

de hablar, pero sólo pude volver la cabeza<br />

y mis amigos estaban a mi lado, dormidos,<br />

acostados los tres. <strong>La</strong>s muchachas<br />

hablaban entre ellas o con alguien<br />

más. Me parecía que sólo podía ver con<br />

la mitad de abajo del ojo, me vieron tratando<br />

de incorporarme y sólo rieron.<br />

—P’untsumiti másïkuta —dijeron y se<br />

rieron.<br />

Recordé haber visto esa camioneta en<br />

el restaurante, cuando encendió el motor,<br />

cerré los ojos y me quedé dormido.<br />

105


EL ARTE DE LA<br />

LITERATURA Y SUS<br />

DIFICULTADES EN<br />

EL SIGLO XXI<br />

Por Ana Paola Nájera López<br />

¿Por qué consideramos ciertas cosas<br />

como arte? ¿<strong>La</strong> extravagancia, la originalidad?<br />

Desde mi perspectiva hay ciertas<br />

palabras que son innecesarias para buscar<br />

en un diccionario. Una de ellas es el<br />

arte. Puede tener una definición inequívoca<br />

pero forjar tu idea del concepto con<br />

base a experiencias, te hará arraigarte de<br />

tus principios y forjar tu identidad.<br />

Para mí el arte es todo aquello que<br />

nos hace humanos, aquello que de-<br />

106<br />

muestra que dejamos atrás nuestro<br />

instinto animal presumiendo así el<br />

raciocinio que nos trajo la evolución;<br />

y mientras más lejano esté de cumplir<br />

con la mera supervivencia, mayor será<br />

considerado como arte.<br />

<strong>La</strong> gastronomía es un arte porque no<br />

solo busca satisfacer la necesidad del<br />

hambre, busca disfrutar cada bocado,<br />

agregando condimentos, mezclando<br />

sabores, hirviendo y marinando con


delicadeza para degustar cada bocado.<br />

Eso es arte. Pero una de las artes más<br />

puras es el escribir, el leer, hacer que el<br />

lector reviva tus ideas. Eso expondré en<br />

el presente ensayo.<br />

Es rara la persona que tiene el don de<br />

crear arte, ya que ésta se va forjando y<br />

aprendiendo, mucho depende del empeño<br />

y la paciencia. Como bien decía el<br />

estilista francés L. Veuillot «A fuerza de<br />

trabajo se puede llegar a ser un escritor<br />

puro, claro, correcto e incluso elegante».<br />

El arte de escribir es el producto de<br />

un arduo esfuerzo.<br />

Pero este esfuerzo muchas veces se ve<br />

menospreciado gracias a la globalización.<br />

No puedo negar que las redes sociales<br />

nos han traído muchos puntos positivos<br />

respecto a la escritura y su divulgación ya<br />

que alguna idea puede ser publicada con<br />

facilidad en Facebook, Twitter, o si llega a<br />

ser más extenso en Wattpad. Sin embargo,<br />

107


esto a su vez trae aspectos negativos ya<br />

que cualquier persona se cree un prodigo<br />

escritor y la divulgación de sus textos (con<br />

muchas veces faltas de ortografía y carencia<br />

de sintaxis) desacredita a los demás<br />

escritores que han trabajo con laborioso<br />

esfuerzo sus escritos. Y no me malinterpreten,<br />

con esto no quiero decir que solo<br />

los buenos escritores pueden darse el lujo<br />

de divulgar sus textos, es excelente que<br />

los jóvenes escribamos y compartamos<br />

frases, microcuentos y relatos propios.<br />

Pero que no olviden que «la mejor inspiración<br />

para escribir es leer» (Jorge González<br />

Moore). Y no una lectura en un blog o revistas<br />

de la farándula, sino que se nutran<br />

de Arthur Conan Doyle, Octavio Paz y José<br />

Saramago para poder llegar a escribir textos<br />

dignos de admiración.<br />

Ya que al no nutrirnos de otros, generaremos<br />

una blasfemia para el arte de<br />

la literatura en donde mucho jóvenes<br />

iniciarán a leer con fanbooks de Wattpad<br />

o historias de Facebook y si son<br />

de mala calidad, se harán lectores conformistas<br />

y al ver un texto literario con<br />

extenso vocabulario o mayor grado de<br />

dificultad lo menospreciarán diciendo<br />

que es «aburrido».<br />

Sin embargo, lo peor de todo son las<br />

instituciones de alto grado literario que<br />

se adecuan al conformismo de la actualidad,<br />

dándole la razón al ignorante.<br />

<strong>La</strong> Real Academia Española acepta<br />

cada vez nuevas palabras que no son<br />

necesarias, sea el caso de la palabra<br />

«amigovio». <strong>La</strong> palabra en sí es bien conocida<br />

coloquialmente y generalizada<br />

por los jóvenes pero al incluirla al Diccionario<br />

de la RAE directamente se nos<br />

dice «habla y escribe como quieras, total<br />

la RAE te dará la razón». Otro ejem-<br />

108


plo es cuando la RAE puso la propuesta<br />

normativa de eliminar el acento para<br />

distinguir entre «éste», «este» y «esté».<br />

Esto en vez de verlo como una ventaja<br />

para nosotros, deberíamos de verlo<br />

como un motivo para no dejar de persistir<br />

y arraigarnos a la lengua española.<br />

<strong>La</strong> propuesta normativa por la<br />

RAE no dio frutos y Salvador Gutiérrez,<br />

miembro de la Real Academia Española,<br />

ha reconocido que el seguimiento<br />

de los «consejos» de la edición de Ortografía<br />

de la RAE ha sido muy desigual.<br />

Cuatro años después de su publicación,<br />

aún se acentúan palabras como «sólo»<br />

y «éste», pese a lo recomendado. Claro<br />

que el mundo está cambiando y hay<br />

muchas palabras que se agregaran con<br />

el tiempo pero el español es una de las<br />

lenguas más vastas de vocabulario y<br />

deberíamos presumirla con orgullo.<br />

Mientras más pasa el tiempo debería de<br />

haber más creación de arte, porque gradualmente<br />

vamos evolucionando un poco<br />

más. Sin embargo estos últimos años parece<br />

estar tomando el caso contrario en donde<br />

va decreciendo el interés por esta índole.<br />

Muchos se lo han atribuido al gobierno que<br />

no promociona el arte y la cultura pero la demanda<br />

es la que rige la oferta. Y si nosotros<br />

los jóvenes no comenzamos a interesarnos<br />

no podremos exigirle nada al Estado.<br />

Debemos de empezar a acercarnos a<br />

la cultura, al arte misma. En las escuelas<br />

nos obligan a leer pero no por ser un<br />

«sistema retrógrada» si no porque es necesario,<br />

la inteligencia y las capacidades<br />

se rigen de la práctica y el mejor ejercicio<br />

es la lectura. Muchas personas dicen<br />

que no les gusta leer pero como decía J.<br />

K. Rowling: «si no te gusta leer, no has<br />

encontrado el libro correcto».<br />

109


110


NOVELAS<br />

POR ENTREGAS<br />

111


112<br />

LOS<br />

ÚLTIMOS<br />

CONTRI-<br />

BUYENTES<br />

(PRIMERA PARTE)<br />

Por<br />

Ernesto Molina<br />

<strong>La</strong> negrura obsidiana abarca hasta<br />

donde alcanza la vista pero no está<br />

vacío ni obscuro, pues aquí se encuentra<br />

todo. Dispersos por el horizonte<br />

se hay varios puntos blanquecinos,<br />

cada uno de estos puntos pueden ser<br />

estrellas, planetas o galaxias distantes,<br />

todas sometidas a las leyes de la física,<br />

leyes inamovibles que seguirán dictando<br />

el comportamiento del universo en<br />

todos sus rincones durante el tiempo<br />

que dure la eternidad, estas reglas dictan<br />

que en algún momento del futuro<br />

se agotará la entropía y el universo<br />

completo colapsará, será un día silencioso,<br />

probablemente un martes, aunque<br />

en realidad no habrá quién pueda<br />

registrarlo. Por lo tanto esta no es la<br />

historia de ese momento.<br />

<strong>La</strong>s leyes de la física igualmente dictan<br />

muchos de los eventos que cambiarán<br />

la geografía de nuestro universo:<br />

Galaxias fusionándose, estrellas muriendo,<br />

sistemas completos que son<br />

comprimidos por la masa sumamente<br />

densa de un agujero negro, tu orden<br />

de sushi, y otras cosas que suceden en<br />

intervalos de tiempo tan largos que la<br />

vida surgirá y se extinguirá varias veces<br />

antes de que alguien lo note. Pero esta<br />

no es la historia de uno de esos eventos.<br />

Estos mismos estatutos que rigen el<br />

universo controlan donde florecerá la<br />

vida, de qué estará conformada, cuáles<br />

serán sus ventajas, cuáles serán<br />

sus amenazas, a qué temerán y posiblemente<br />

a qué venerarán y cuál será<br />

el ingrediente predilecto de la pizza.<br />

¿Adivinaste? Esta no es la historia del<br />

surgimiento de una civilización.<br />

En todo el tiempo que las leyes de la<br />

termodinámica han concedido a nuestro<br />

universo, nacerán y surgirán varias<br />

civilizaciones con la capacidad de ex-


plorar las estrellas, muchas de ellas<br />

jamás coincidirán, aunque ¡claro! existe<br />

una pequeña posibilidad de que se<br />

encuentren y convivan tratando de preservarse<br />

la una a la otra, por su puesto<br />

la experiencia nos enseña que las posibilidades<br />

de una guerra son ligeramente<br />

superiores. Curiosamente esta no es<br />

la historia de uno de esos encuentros.<br />

Pero hay algo digno de mención respecto<br />

a las civilizaciones:<br />

Sus leyes no se someten a la saludable<br />

lógica de la física.<br />

Esta historia trata de esas leyes, las leyes<br />

de los hombres y civilizaciones asociadas.<br />

Y comienza con una viajera visitando<br />

un planeta donde la vida dejó su marca<br />

pero jamás prosperó:<br />

<strong>La</strong> abadía estaba sola, la ciudad permanecía<br />

abandonada y el planeta se<br />

encontraba completamente desierto;<br />

roca abandonada era un término válido<br />

para describir el lugar. Era el tipo<br />

de lugar que hace que los escritores se<br />

vuelvan redundantes. En aquel yermo<br />

reposaba el Sancto coniectoris adsiduus.<br />

Un artículo tan poderoso solo podía ser<br />

resguardado en un lugar donde la vida<br />

no fuera posible.<br />

Este mundo poseía una atmósfera de<br />

cuarenta centímetros de espesor y una<br />

radiación UV capaz de esterilizar a una<br />

horda de adolecentes lujuriosos. <strong>La</strong> ciudad<br />

y la abadía fueron construidas por<br />

robots obsoletos que eran propiedad<br />

de la secta, y la ubicación del planeta<br />

solo es conocida por los seis miembros<br />

más importantes de la fe. Pero en ese<br />

preciso momento, desde el visor de su<br />

nave espacial, Isa tenía oportunidad de<br />

ver la legendaria abadía.<br />

<strong>La</strong> iglesia le había asignado una misión.<br />

Cada cuatrocientos años el Sancto<br />

coniectoris adsiduus entregaba un<br />

número, y era responsabilidad de Isa<br />

recuperar ese dato.<br />

<strong>La</strong> iglesia de los últimos contribuyentes<br />

era una religión relativamente<br />

nueva. Aun así poseía sus propias profecías<br />

sin sentido, lugares prohibidos<br />

saturados de turistas, artículos antiquísimos<br />

de origen dudoso y una tienda<br />

de recuerditos. <strong>La</strong> búsqueda de Isa<br />

implicaba todo eso y más.<br />

Una vez que la nave aterrizó en el desértico<br />

planeta, Isa activó su cronómetro,<br />

tenía cuatro horas antes de que la<br />

radiación emitida por aquella estrella<br />

la matara. Eso significaba que gracias<br />

a su moderno traje espacial tenía casi<br />

dos horas antes de que el cáncer fuera<br />

irremediable; incluso podría dedicar<br />

cinco minutos a visitar la mítica ciudad.<br />

Decidió no desperdiciar su tiempo y se<br />

dirigió a su objetivo.<br />

Ya dentro de la abadía solo había un<br />

pasillo que siguió hasta que distinguió<br />

el sagrado artefacto. Se colocó de rodillas<br />

y presionó el botón rojo. <strong>La</strong> chica<br />

mantuvo la respiración mientras el<br />

edificio completo emitía un zumbido<br />

angustiante.<br />

—Algo no está saliendo bien —dijo Isa<br />

con un una voz preocupada que rayaba<br />

en el pánico.<br />

Una luz roja le indicó el problema:<br />

Favor de colocar papel en la bandeja 1<br />

Sin la menor reverencia hacia el santo<br />

suelo que pisaba, Isa abrió el cajón<br />

que decía «Papel» y abasteció la impresora<br />

con varias hojas tamaño carta. El<br />

zumbido cesó y la impresora devolvió<br />

un número primo de 148 dígitos. Colocó<br />

la impresión en una maleta de alta<br />

seguridad y emprendió el viaje de regreso<br />

a la tierra.<br />

113


114<br />

<strong>La</strong> tierra es el planeta donde los seres<br />

humanos dieron sus primeros pasos,<br />

escribieron sus primeros poemas y pagaron<br />

sus primeros impuestos. Fueron<br />

aquellos impuestos los que empujaron<br />

a la creación de la Iglesia de los últimos<br />

contribuyentes. Esta iglesia es la institución<br />

más poderosa, importante, relevante,<br />

venerada y temida de toda la galaxia.<br />

Marcando un hito en la historia de la evolución;<br />

diversas especies que habitan el<br />

universo han adoptado esta fe independientemente<br />

de su origen, creencias originales<br />

o la demostración científica de la<br />

existencia de otros dioses.<br />

Según la leyenda, <strong>La</strong> iglesia de los últimos<br />

contribuyentes fue fundada por una<br />

pareja del estado de Chihuahua en aquel<br />

caótico país conocido alguna vez como<br />

México. Cansados de pagar impuestos<br />

empezaron a buscar métodos para prosperar<br />

sin tener que entregar una parte de<br />

sus ganancias al erario público. Después<br />

de mucha meditación e investigación<br />

fiscal fundaron <strong>La</strong> Primera Iglesia De Los<br />

Evasores De Impuestos, posteriormente<br />

se llamó <strong>La</strong> Congregación De Los Morosos<br />

y cuando adquirió algo oficialidad volvió<br />

a cambiar su nombre a Iglesia De Los Últimos<br />

Contribuyentes.<br />

<strong>La</strong>s reglas de las religiones, sectas y<br />

clubs de fans suelen ser las mismas en<br />

todo caso: Pórtate bien, dona dinero<br />

al equipo y transfórmate en un fanático<br />

violento si la situación lo amerita.<br />

<strong>La</strong> nueva religión agrega una regla: Es<br />

máximo e imperdonable pecado cumplir<br />

con tus obligaciones fiscales. Obviamente<br />

las personas con grandes ingresos<br />

empezaron a unirse a la nueva secta,<br />

situación que impulsó al gobierno y las<br />

antiguas religiones a tomar medidas<br />

drásticas. Afortunadamente el exceso<br />

de burocracia y corrupción del gobier-


no junto con la mediocridad de las instituciones<br />

aliadas dieron al traste con<br />

sus planes para detener a la pujante<br />

fuerza de los últimos contribuyentes.<br />

Con los siglos el aumento de feligreses,<br />

los buenos ingresos y la excelente<br />

administración permitió que la iglesia<br />

financiara numerosos proyectos de investigación,<br />

llevando a la tierra al nivel<br />

científico de planetas como Fuxa 9 y Sirli.<br />

Con el desarrollo tecnológico el viaje interplanetario<br />

fue posible, Eso permitió el<br />

envío de misioneros a otros mundos que<br />

ayudados por la flexibilidad de la fe y los<br />

elevados impuestos ganaron, con gran velocidad,<br />

nuevos feligreses, mundos completos<br />

y lo más importante: Influencia.<br />

Algunas veces la iglesia de los últimos<br />

contribuyentes debía demostrar<br />

que tiene todo el misticismo necesario<br />

para ser una religión creíble. Así que<br />

fue comprando templos antiguos, pergaminos<br />

ambiguos y tradiciones extrañas<br />

. Naturalmente también escribieron<br />

algunas profecías.<br />

El problema es que una de las profecías<br />

estaba a punto de cumplirse.<br />

⁂<br />

Después del capítulo anterior el lector debe<br />

de estar muy molesto conmigo, en la portada<br />

del libro prometo escribir sobre obscenidades,<br />

perversiones y tabúes. De momento<br />

solo hemos podido leer un extraño cuento<br />

sobre una chica que atraviesa la galaxia<br />

para colocar papel en la impresora y la historia<br />

del surgimiento de una religión.<br />

¿Ok? para evitar que este libro se<br />

ponga muy aburrido voy a resumir este<br />

capítulo lo más posible:<br />

En la abadía de los evasores de impuestos<br />

hay una computadora de finales<br />

de los 90s conocida como el Sancto<br />

coniectoris adsiduus, este ordenador fue<br />

diseñado para que cada cuatrocientos<br />

años imprima un número primo de 148<br />

dígitos. Ese número es resultado de un<br />

programa informático que fue obtenido<br />

después de años de investigar el comportamiento<br />

de un naranjo cuyos frutos<br />

tenían la capacidad de predecir los<br />

resultados de los partidos de futbol. El<br />

número impreso por la computadora<br />

representa el código de registro de una<br />

cadena de ADN. El poseedor de dicha<br />

genética deberá recolectar cuatro artículos<br />

místicos dispersos alrededor del<br />

universo, si el elegido muere o falla en su<br />

misión, la iglesia de los últimos contribuyentes<br />

deberá pagar todos los impuestos<br />

acumulados durante los últimos cuatro<br />

mil años, además de los intereses.<br />

Como cabe esperar los numerosos<br />

gobiernos, prestamistas y enemigos de<br />

la fe concentran toda su atención en los<br />

resultados de la búsqueda del elegido.<br />

Durante las últimas nueve sesiones este<br />

paladín de la fe ha podido recolectar y<br />

entregar los artículos solicitados pero<br />

este año las apuestas están en contra.<br />

El nombre del elegido es Pohl Douglas,<br />

un hombre que es el resultado<br />

de una mala mezcla de las baladas de<br />

moda y vodka sabor chocolate. <strong>La</strong> madre<br />

de Pohl, que al momento del parto<br />

tenía diecisiete años de edad y una oferta<br />

para aparecer en un vídeo musical,<br />

entregó a su hijo a un orfanato manejado<br />

por el gobierno federal de la Tierra.<br />

El niño fue educado institucionalmente<br />

durante dieciocho años, después<br />

consiguió un trabajo en un estacionamiento,<br />

obtuvo otro trabajo como archivador<br />

en una compañía de seguros,<br />

asistió al concierto de una banda popular,<br />

se enamoró, fracasó románticamente<br />

y fue seleccionado el elegido de la fe.<br />

115


Por lo tanto, una tarde, mientras regresaba<br />

del trabajo pensando si debía<br />

ordenar pizza o cenar los palitos de<br />

queso del día anterior, fue secuestrado<br />

por una camioneta negra sin placas,<br />

vestido con un traje caro y colocado en<br />

una sala de juntas frente a un grupo<br />

dispar de personajes con rostro hostil.<br />

Esta situación había dejado sumamente<br />

confundido a Pohl, el pobre archivador<br />

que se encontraba a punto de<br />

sentir miedo, buscó en los bolsillos del<br />

nuevo traje y allí estaba el sobre; desde<br />

los doce años cargaba con él y no se<br />

separaba más que para bañarse. Sobre<br />

en mano, abrió los ojos y se enfrentó a<br />

sus secuestradores.<br />

Un hombre feo con siete papadas lo<br />

puso al tanto de la situación: mientras<br />

Pohl archivaba la información de un<br />

accidente naviero ocasionado por una<br />

furiosa ballena blanca que se fugó de<br />

un estudio de filmación. Un grupo de<br />

exploradores visitaron las parroquias<br />

de las cuatro esquinas, donde obtuvieron<br />

la lista de los valiosos artículos que<br />

eran necesarios para que cien mil millones<br />

de individuos de cuarenta y siete<br />

especies distintas colocadas en ciento<br />

veintidós cuerpos celestes diferentes<br />

puedan continuar con sus vidas sin pagar<br />

impuestos.<br />

Así también se le informó que una<br />

asociación conformada por ciento<br />

ochenta y tres dependencias del gobierno<br />

le asignaría un supervisor que<br />

lo acompañaría durante todo su viaje.<br />

El nombre del supervisor del gobierno<br />

era Úrsula Luna. Podemos describirla<br />

fácilmente como una fantasía<br />

sexy del autor . Además de ser sumamente<br />

atractiva, tenía un doctorado en<br />

geografía intergaláctica y una actitud<br />

aventurera. Su presencia en el equipo<br />

116


estaba justificada con el argumento de<br />

que los últimos contribuyentes no falsificaran<br />

la evidencia de la misión.<br />

Puesto que existía la posibilidad de<br />

que el supervisor aprovechara la soledad<br />

del viaje para seducir, matar o<br />

sobornar a nuestro héroe, la iglesia le<br />

asignaría un robot no obsoleto para<br />

ayudarle con el trayecto: J.U.A.N., como<br />

lo llamaban sus amigos robots, era una<br />

máquina diseñada para funcionar como<br />

misionero en planetas poblados únicamente<br />

por robots o en lugares demasiado<br />

hostiles como para enviar a alguien<br />

que no fuera a prueba de balas.<br />

Antes de que Pohl pudiera hacer una<br />

objeción, lo colocaron en una nave espacial<br />

llamada <strong>La</strong> Sonrisa Fácil junto con<br />

sus nuevos compañeros de viaje, comenzando<br />

una magnifica aventura que sería<br />

recordada por aquellos cuya ocupación<br />

implica recordar esta clase de viajes.<br />

1<br />

Entre las cosas que compraron está lo siguiente:<br />

Muchas pirámides que la gente<br />

no había querido desenterrar, numerosos<br />

manuscritos cifrados de dudoso origen, los<br />

derechos de las festividades decembrinas y<br />

los cajeros automáticos. En consecuencia los<br />

«ATM» son considerados altares, ahora el viernes<br />

el día más sagrado de todos y el distrito<br />

de bares es la zona más religiosa de la ciudad.<br />

2<br />

Allá afuera hay muchos cachorros, bebés y<br />

autores que son auténticamente feos pero<br />

se las arreglan para ser agradables o tiernos.<br />

Este hombre era feo en toda la extensión de<br />

la palabra y sin oportunidad de redención.<br />

3<br />

¡Mentira! Úrsula Luna es guapa, pero la<br />

fantasía sexy del autor implica lencería fabricada<br />

con pizza. Nuestra supervisora utiliza<br />

un conjunto de algodón que es cómodo,<br />

práctico y nada comestible.<br />

Continúa en el número 10<br />

117


118<br />

EN<br />

EL JARDÍN<br />

DEL EDÉN<br />

Por<br />

Carolina Aguirre<br />

Al momento en el que Julio abrió<br />

los ojos el viento soplaba ligeramente,<br />

arrastrando la fresca y salada<br />

brisa del mar. Se levantó de golpe,<br />

adolorido, con la sangre de aquellos<br />

acólitos aún en su rostro y en sus manos.<br />

Miró en todas direcciones y lo único<br />

que pudo observar fue una delgada<br />

línea de playa; frente a él, las cristalinas<br />

aguas del mar estaban tranquilas, y a<br />

su espalda, al terminar la playa, se erigían<br />

árboles y plantas de verde follaje<br />

con flores de diferentes colores. El olor<br />

en aquel lugar era muy dulce, las nubes<br />

avanzaban lentamente con el viento y<br />

el sol, que a pesar de encontrarse en el<br />

cenit, solo brindaba un ligero y agradable<br />

calor.<br />

Julio, con la ropa hecha girones y bañada<br />

en sangre, comenzó a gritar con<br />

desesperación los nombres de Carolina<br />

y Eira, igual que aquel fatídico día<br />

en que el Sirena Negra naufragó.<br />

—Esta vez no las encontrarás de esa<br />

forma —exclamó una dulce y delgada<br />

voz, que parecía haberse escuchado<br />

detrás de él.<br />

—¡¿Quién está ahí?! —gritó Julio, girándose<br />

para ver a quién había exclamado<br />

esas palabras, pero no vio nada,<br />

tan solo la arena y el mar. <strong>La</strong> voz volvió<br />

a escucharse soltando una ligera risa, y<br />

volvió a decir:<br />

—Esta vez no las podrás encontrar.<br />

¿Qué ya no recuerdas lo que pasó? —volvió<br />

a escuchar detrás de él. Esta vez Julio<br />

no se giró, pues frente a él, y como si fuera<br />

un espejismo, la imagen de Carolina<br />

y Eira, gritando llenas de desesperación<br />

y temor mientras eran devoradas por la<br />

oscuridad aparecía nuevamente. Julio<br />

corrió para tratar de ayudarlas, pero<br />

en cuanto se acercó, aquella imagen se<br />

desvaneció, arrastrada por el viento.


—¡¿Qué diablos es este lugar?! ¿Quién<br />

eres? —gritó Julio nuevamente, lleno<br />

de frustración y coraje.<br />

—¿Quién soy yo? —respondió aquella<br />

voz femenina e infantil detrás de Julio.<br />

Él giró con rapidéz y esta vez pudo ver<br />

a quien le hablaba. Era una niña pequeña,<br />

que parecía no tener más de cinco<br />

años; llevaba un largo vestido blanco<br />

sin ningún tipo de adorno, sus ojos azules<br />

y sus facciones delicadas e infantiles<br />

la hacían lucir muy inocente, su cuerpo<br />

era sumamente delgado y su piel casi<br />

tan blanca como las conchas que se hallaban<br />

en la playa. <strong>La</strong> pequeña le sonrió<br />

y continuó—. Yo no soy nadie. <strong>La</strong> pregunta<br />

aquí es, ¿quién eres tú?<br />

—Yo... —Julio tardó unos segundos en<br />

responder, respiró profundo y trató de<br />

que tragarse su enojo—. Mi nombre es<br />

Julio. ¿Cómo te llamas tú? —la pequeña<br />

sonrió, entretenida, y movió la cabeza<br />

de una lado a otro en señal de negación.<br />

—No te estoy preguntando tu nombre,<br />

te estoy preguntando quién eres tú.<br />

—Por eso, te estoy diciendo que soy<br />

Julio... ¿Vas a decirme tu nombre o solo<br />

te vas a estar burlando de mí? —exclamó<br />

Julio, molesto. <strong>La</strong> pequeña solo suspiró.<br />

—Si no sabes quién eres tú, ¿cómo<br />

pretendes saber quién soy yo? —la pequeña<br />

volvió a reír—. Nunca he entendido<br />

esa necesidad de ustedes de darle<br />

un nombre a todo lo que les rodea,<br />

pero si tanto te importa, entonces puedes<br />

llamarme... —la pequeña pensó un<br />

poco y, tras unos segundos, respondió—:<br />

Puedes llamarme Vremya… Sí,<br />

sería bonito que alguien me llame así.<br />

—Vremya... ¿Pero quién eres tú? ¿Cómo<br />

llegué hasta aquí? ¿Dónde estamos? —preguntó<br />

Julio, aún desesperado. Vremya lo<br />

tomó de la mano y comenzó a caminar, Jalando<br />

a Julio consigo.<br />

—Haces muchas preguntas. Mejor<br />

guarda silencio y disfruta el paisaje; últimamente<br />

no se ven muchos lugares así<br />

de hermosos de donde tú vienes —atinó<br />

a responder Vremya, sin dejar de sonreír.<br />

—¿Cómo qué de donde yo vengo…?<br />

Mira, eso no importa ahora, no puedo<br />

estar así de tranquilo, tengo que regresar,<br />

tengo que salvarlas, ellas no...<br />

—No puedes salvar a nadie si ni siquiera<br />

sabes quién eres... —respondió<br />

Vremya, soltando la mano de Julio.<br />

—¡Eso es una tontería! ¡Ellas me necesitan!<br />

No puedo estar aquí tan... —Julio<br />

volteó a ver a Vremya, pero ella ya no<br />

estaba a su lado.<br />

—¡Ven acá! El agua está deliciosa. ¡Ven<br />

a jugar conmigo! —gritó Vremya, parada<br />

en el agua cerca de la playa, después se<br />

puso a chapotear con los pies. Julio la<br />

miró un tanto confundido, y poco a poco<br />

se fue acercando a ella—. Anda, el agua no<br />

te va a hacer nada, ven aquí —tras dudar<br />

un momento, Julio se quitó los zapatos,<br />

subió un poco sus pantalones y entró al<br />

agua hasta que esta le cubrió los pies por<br />

completo—. ¿Verdad que está deliciosa?<br />

—Por favor, no es momento para estar<br />

jugando. Tengo que ayudar a Carolina<br />

y a Eira, sino...<br />

—¿Sino qué? —Vremya detuvo el chapoteó<br />

y preguntó con un tono de voz<br />

lúgubre, mirando fijamente a Julio.<br />

—Ellas pueden morir... —al escuchar<br />

esto, Vremya soltó un suspiro y todo a<br />

su alrededor se oscureció. Julio, desconcertado,<br />

solo pudo sentir un terrible<br />

frio, y no pudo evitar cerrar los ojos.<br />

Segundos después, una sensación cálida<br />

invadió su cuerpo.<br />

—Abre los ojos. Eres muy temeroso —dijo<br />

Vremya. Julio hizo caso y abrió los ojos lentamente.<br />

<strong>La</strong> playa había desaparecido, y en<br />

su lugar se encontraban en un pequeñísi-<br />

119


mo claro en medio de un bosque de colores<br />

pardos. Ahí había una mesa decorada<br />

con un mantel de encaje, sobre ella reposaba<br />

una tetera humeante junto a dos<br />

tazas sobre unos pequeños platos, todo<br />

de porcelana. Julio miró a su alrededor y<br />

solo podía ver la espesura de los árboles<br />

que creaban la ilusión de un muro de vegetación,<br />

la cual era penetrada por la luz<br />

del sol colándose entre sus ramas. Vremya<br />

estaba sentada en una silla y apenas<br />

alcanzaba la mesa—. Se bueno y sírveme<br />

un poco de té, es de manzanilla. Tú favorito,<br />

¿no? —Julio dudo, pero se acercó a<br />

la mesa y sirvió el té en ambas tazas. Con<br />

un ademán, Vremya pidió a Julio que se<br />

sentara en la otra silla, lo cual él obedeció<br />

de inmediato. Para cuando levantó la<br />

mirada después de sentarse la pequeña<br />

niña ya no estaba, en su lugar había una<br />

mujer joven, igual de blanca que Vremya,<br />

con sus mismas facciones y el mismo<br />

vestido—. Perdona, pero es que no podía<br />

alcanzar bien la mesa —dijo aquella mujer,<br />

con un tono de voz más maduro, pero<br />

con la misma picardía.<br />

—¿Qué eres tú? —preguntó Julio,<br />

desconcertado.<br />

—¿Sabes? Esa es una pregunta interesante<br />

—respondió Vremya, tras dar<br />

un sorbo a su té—. Yo podría hacerte la<br />

misma pregunta a ti.<br />

—Eso es muy fácil, yo soy un ser humano<br />

—respondió Julio, con más<br />

confianza y con la taza de té entre sus<br />

manos. Por alguna extraña razón aquel<br />

lugar y aquella mujer causaban en él<br />

una sensación de tranquilidad. El canto<br />

de las aves se escuchaba de forma<br />

armoniosa en todo el bosque.<br />

—Eso ya lo sé, pero esa no es la respuesta<br />

que busco...<br />

—¿Entonces qué es lo que quieres saber?<br />

De verdad no puedo estar aquí, no<br />

120<br />

ahora, tengo que rescatar a Carolina y<br />

a Eira... Yo... Ellas... Yo no sé qué haría<br />

sin ellas.<br />

—¿Y si te dijera que ya no puedes hacer<br />

nada por ellas? ¿Te quedarías aquí para<br />

siempre? —preguntó Vremya, mientras<br />

que su mirada se tornaba oscura.<br />

—No vas a poder evitarlo. No me<br />

importa quién seas, no voy a dejar<br />

que mueran —respondió Julio, levantándose<br />

de la silla. Vremya soltó una<br />

carcajada.<br />

—Yo no te puedo impedir nada, pero<br />

estando aquí no vas a poder lograr<br />

nada tampoco —atinó a decir y continuó<br />

riendo.<br />

—Quieres decir que... ¿estoy muerto?<br />

—preguntó Julio, mientras que su rostro<br />

se volvía pálido.<br />

—Con ustedes siempre es lo mismo:<br />

vida y muerte; noche y día; bien y mal...<br />

Realmente la existencia no es tan básica<br />

y, sin embargo, ustedes han logrado<br />

mucho aún con esa forma tan simple<br />

de pensar.<br />

—No entiendo nada... —exclamó Julio,<br />

con un marcado tono de consternación<br />

en su voz. Vremya volvió a reír y,<br />

tras un sorbo a su té, continuó:<br />

—Puedes fumar si quieres, no es algo<br />

que me moleste y sé que te gusta hacerlo<br />

—Julio la miró sin entender lo que<br />

sucedía—. En tu cazadora traes una cajetilla<br />

medio llena, sácala, con confianza<br />

—Julio no comprendió hasta que<br />

tocó su cuerpo. Sin saber cómo, llevaba<br />

la misma ropa que tenía cuando se<br />

embarcó en el puerto en Veracruz. Aún<br />

preocupado, buscó en la bolsa interior<br />

de su cazadora y sacó la cajetilla, justo<br />

como Vremya dijo, después, sin pensarlo<br />

mucho, sacó de ella un cigarrillo y el<br />

encendedor. Tras encender el cigarrillo<br />

y dar una bocanada, Julio preguntó:


—¿Qué estoy haciendo aquí?<br />

—¡Bingo! —exclamó Vremya, emocionada—.<br />

Esa era la pregunta mágica.<br />

Estás aquí porque aquí es dónde necesitas<br />

estar.<br />

—Eso no me ayuda en nada... —Vremya<br />

sonrió al escuchar esa respuesta.<br />

—Realmente son ustedes muy básicos,<br />

es tierno… Y a la vez preocupante.<br />

Es por eso que ustedes los humanos<br />

causan tantos estragos. Te explicaré:<br />

estás aquí porque necesitas reflexionar,<br />

necesitas saber lo que realmente<br />

está sucediendo y qué es lo que tienes<br />

que hacer. Sin una dirección estarías<br />

vagando para toda la eternidad y repetirías<br />

los mismos errores una y otra<br />

vez... Si debo ser honesta, me compadecí<br />

de ti y te traje para ofrecerte otra<br />

oportunidad.<br />

—Pues entonces tienes que ayudarme<br />

a salvarlas, tengo que evitar que<br />

Triswtch dañe a Eira...<br />

—¿Por qué tendrías que hacer algo<br />

así? —preguntó Vremya, con sincera<br />

ingenuidad.<br />

—¿Cómo que por qué? ¡Porque no<br />

está bien! No puede lastimar a las personas<br />

solo para logar sus objetivos.<br />

Además… —Julio guardó silencio y<br />

pensó bien sus palabras, después continuó—.<br />

Ella es mi famila…<br />

—Porque no está bien… —susurró<br />

Vremya—. Respondeme una cosa,<br />

¿acaso estuvo bien lo que Carolina y<br />

tú hicieron al asaltar el banco? —Julio<br />

guardó silencio ante la pregunta de<br />

Vremya—. Si mal no recuerdo, asesinaron<br />

a un cajero, hirieron a la gerente y<br />

también asesinaron a ese pobre hombre<br />

en su huida. ¿Sabías que llevaba<br />

medicamento para su hijo, y que él murió<br />

ese mismo día al no poder recibirlo?<br />

Ahora la madre tiene que prostituirse<br />

121


para poder conservar su casa y alimentar<br />

a sus otros dos hijos... —Julio,<br />

horrorizado, no pudo responder. Llevó<br />

sus manos a su rostro y agachó la cabeza—.<br />

Eso te convierte en una mala<br />

persona, ¿no es así? —añadió Vremya,<br />

quien ya se encontraba parada a un<br />

lado de Julio.<br />

—No... No es lo mismo... Nosotros lo<br />

hicimos...<br />

—Ustedes lo hicieron para que la<br />

mamá de Carolina no tuviera que morir<br />

a causa de su enfermedad, lo sé —interrumpió<br />

Vremya, sentada nuevamente<br />

en la silla—. Pero, ¿sabías que ella sólo<br />

fingía estar enferma para que Carolina<br />

no se fuera de su lado y la siguiera<br />

manteniendo?<br />

—¡¿Qué?! —exclamó Julio, levantando<br />

la mirada.<br />

—Cómo ustedes dirían, el fin justifica<br />

los medios… Pero resultó que no<br />

hicieron ningún bien por nadie, ni por<br />

ustedes, puesto que a quien le harían<br />

el bien realmente les hacía el mal.<br />

—No puede ser cierto, no puede ser<br />

así... —Julio lanzó la taza, la cual se estrelló<br />

en el tronco de un árbol. Vremya<br />

hizo un ademán y la taza se materializó<br />

de nuevo en la mesa, frente a Julio.<br />

—Son las únicas que tengo y fueron<br />

un regalo, no las rompas.<br />

—¿...Por qué estoy aquí? —susurró<br />

Julio y bajó la mirada. Vremya sonrió y<br />

se levantó de la silla.<br />

—Eso es lo que quería escuchar. Acompáñame,<br />

demos un paseo —dijo ella, tomándolo<br />

de la mano como en la playa.<br />

Había regresado aquella figura infantil y<br />

pícara. Julio no rechistó y se levantó.<br />

Caminaron varios minutos por el bosque<br />

y ninguno de los dos habló, únicamente<br />

se dedicaron a admirar el paisaje<br />

que aquel lugar les ofrecía. Los rayos del<br />

122<br />

sol se colaban entre las ramas, las hojas,<br />

coloreadas en diferentes tonos de rojo y<br />

verde, tapizaban el camino por el cual<br />

ambos caminaban. El canto de los pájaros<br />

era más claro en cada momento,<br />

pero por ningún lado se podía observar<br />

alguno. A cada paso que avanzaban, el<br />

sonido de una caída de agua se escuchaba<br />

con mayor fuerza.<br />

No tardaron mucho tiempo en llegar<br />

a otro pequeño claro, en el cual un ojo<br />

de agua recibía el constante flujo de<br />

agua que caía por una cascada muy<br />

alta. Aquella cascada no estaba sostenida<br />

por nada, caía directamente<br />

del cielo, y el sol fue sustituido por un<br />

manto de estrellas, que brillaban intensamente<br />

formando un camino de<br />

luces en el cielo.<br />

—¿Dónde estamos? —preguntó Julio,<br />

con tranquilidad, mientras observaba<br />

las estrellas y el agua que llenaba el ojo<br />

de agua.<br />

—Aquí es hermoso, ¿verdad? —exclamó<br />

Vremya, sentándose en la orilla<br />

del ojo de agua y metiendo sus pies en<br />

él—. Disfruto mucho venir aquí cuando<br />

quiero dejar de pensar un momento.<br />

Estamos en la fuente de la creación, el<br />

centro del universo, el principio del<br />

todo... Cómo tú quieras llamarle. A mí<br />

me gusta pensar que es mi jardín —Julio,<br />

quitándose nuevamente los zapatos<br />

y los calcetines, se sentó junto a Vremya<br />

y también metió los pies al agua.<br />

—¿Ya me puedes explicar por qué estoy<br />

aquí? —inquirió Julio, mostrando<br />

su desesperación y sin dejar de mirar<br />

el agua al caer—. ¿De verdad no estoy<br />

muerto?<br />

—Estás aquí porque yo te traje, tonto.<br />

Y, bueno, si insistes con eso de estar<br />

muerto, no, no lo estás. No entiendo<br />

cómo es que te aferras a ese concepto


tan arcaico. <strong>La</strong> existencia no es dualidad...<br />

Pero, vamos, quiero que me expliques,<br />

¿qué es lo que tú entiendes por<br />

muerte? —Julio se quedó pensativo al<br />

escuchar esa pregunta. Miró a Vremya<br />

y, después de varios minutos pensando,<br />

respondió:<br />

—<strong>La</strong> muerte es cuando tus funciones<br />

vitales se detienen, cuando ya no puedes<br />

respirar, y tu cerebro deja de funcionar.<br />

—Entonces, según tu concepto, cuando<br />

tu cuerpo deja de funcionar, mueres,<br />

¿correcto? —preguntó Vremya, sin poder<br />

contener una carcajada—. Eso es<br />

lo más tierno y tonto que he escuchado.<br />

<strong>La</strong> muerte no existe, puesto que tu<br />

esencia no deja de existir jamás.<br />

—¿Qué me quieres decir con eso?<br />

—Que solo porque el envase que contiene<br />

tu esencia no sirva más no significa<br />

que dejes de existir. <strong>La</strong> existencia es<br />

infinita, tú eres eterno, y todo aquello<br />

que conoces también lo es... —Julio<br />

solo pudo responder con una mueca<br />

de duda, a lo que Vremya sonrió—. El<br />

concepto que tienen ustedes de muerte<br />

es que sus cuerpos dejan de funcionar,<br />

pero están muy equivocados.<br />

—¿Entonces, al morir, vamos al paraíso?<br />

—preguntó Julio, Vremya no pudo<br />

contener la risa.<br />

—Claro que no, eso tampoco existe.<br />

Eso es sólo una tontería que el Rey de la<br />

Eternidad inventó para reconfortar a sus<br />

creaciones. Cuánto daño les ha hecho...<br />

—¿Quieres decir, entonces, que el Rey<br />

de la Eternidad realmente es Dios?<br />

—El Rey de la Eternidad no es ningún<br />

dios, los dioses no existen... Al menos<br />

no bajo el concepto que ustedes conocen.<br />

El Rey de la Eternidad es el creador<br />

de su especie, eso es cierto, pero él los<br />

creó a su imagen y semejanza. Ustedes<br />

son seres imperfectos, ignorantes, y<br />

123


llenos de errores, iguales a él —Julio<br />

guardó silencio y siguió observando<br />

la cascada. El sonido que producía el<br />

agua al caer era hipnótico y relajante al<br />

mismo tiempo.<br />

—Pero él es inmortal, no puede ser<br />

igual que nosotros —acertó a decir Julio.<br />

Vremya comenzó a patalear en el<br />

agua, mientras reía.<br />

—Creo que sigues sin entenderme. Claro<br />

que es inmortal, la muerte no existe...<br />

<strong>La</strong>s estrellas brillaban con demasiada<br />

intensidad, parecía que podrían<br />

tomarse si se estiraban las manos lo<br />

suficiente. Julio seguía observando<br />

todo a su alrededor: las estrellas, el<br />

ojo de agua, la cascada. Cuando miró<br />

hacia atrás descubrió que el bosque<br />

había desaparecido, y solo quedaba<br />

el pequeño pedazo de tierra en el que<br />

estaban ellos.<br />

—Por favor, dime… —dijo Julio, poniéndose<br />

de pie—. ¿Por qué me has<br />

traído aquí? ¿Quién eres tú?<br />

—Yo no soy nadie —respondió, sin<br />

ponerse de pie pero dejando de chapotear<br />

en el agua—. Solo me dedico a<br />

observar todo lo que sucede aquí.<br />

—Aquí, ¿dónde?<br />

—Pues aquí, en el universo, por supuesto<br />

—respondió, de forma pomposa,<br />

y después continuó—. Estoy<br />

destinada a verlo todo, saberlo todo<br />

y prácticamente llevar el registro de<br />

todo. Podrá parecer difícil, pero mi<br />

tarea es más sencilla de lo que suena.<br />

Aunque, a veces es muy solitaria... —exclamó,<br />

sumergiendo su cuerpo en el<br />

agua. Julio se acercó para ver dónde se<br />

encontraba. Vremya, de nuevo, habló<br />

desde atrás de Julio, nuevamente convertida<br />

en una joven; él de inmediato<br />

se giró para no darle la espalda—. Sin<br />

embargo, hay algo que me intriga, y<br />

eso no me gusta... <strong>La</strong> pequeña Eira no<br />

debería de haber cruzado a tu mundo,<br />

pues tu mundo está fuera de los límites<br />

de los habitantes de El Nido. Además,<br />

Carolina y tú tampoco tendrían que<br />

haber cruzado a El Nido. Alguien está<br />

jugando con el entramado del tiempo,<br />

y estoy segura de que es el Rey de la<br />

Eternidad quien lo está haciendo.<br />

—¿No se supone que puedes verlo<br />

todo? —preguntó Julio, con tono irónico.<br />

—¡Oye! ¡Por supuesto que puedo verlo<br />

todo! —respondió, molesta—. Es por<br />

eso que estoy preocupada, no puedo ver<br />

con claridad lo que sucede, y eso no es<br />

una buena señal; creo que es el Rey de la<br />

Eternidad porque ya lo ha hecho una vez,<br />

cuando mandó a su hijo a tu mundo...<br />

—¿Quieres decir que...?<br />

—Sí, eso mismo quiero decir —interrumpió,<br />

adivinando lo que Julio estaba<br />

a punto de decir—. Quise saber lo que te<br />

hacía tan especial como para haber cruzado<br />

entre mundos, pero no noto nada<br />

diferente. Eres tan común y corriente<br />

como cualquier otro ser humano... —exclamò<br />

Vremya, en tono indulgente.<br />

—Vaya, nunca me había sentido tan<br />

poco relevante... —respondió Julio, mirando<br />

de nuevo hacia la cascada.<br />

124


—Ningún ser es poco relevante o irrelevante.<br />

Cada uno de ustedes es parte<br />

de la maquinaria del tiempo, un engrane.<br />

Todos tienen una función, sin<br />

importar quién o dónde estén. Aunque<br />

realmente aun no comprendo la<br />

función de ustedes tres... Pero es algo<br />

que tendremos que averiguar —Vremya,<br />

ahora con la voz y la imagen de<br />

una anciana, apoyada en un bastón y<br />

completamente encorvada, se acercó<br />

a Julio. De su vestido sacó una brújula,<br />

la cual estaba decorada con una piedra<br />

preciosa en la posición de cada uno de<br />

los puntos cardinales. Parecía ser de oro,<br />

pero por momentos desprendía un tono<br />

multicolor—. Como evité que, como dices,<br />

murieras, ahora me debes un favor.<br />

Tienes que regresar a El Nido y encontrar<br />

aquello que esté causando las distorsiones<br />

en el entramado del tiempo.<br />

Esta brújula te guiará hacia la causa.<br />

—¿Por qué no vas tú? —preguntó Julio,<br />

tomando entre sus manos la brújula.<br />

Vremya rio con fuerza, mientras que<br />

los pliegues en su rostro se movían de<br />

forma grotesca.<br />

—Porque yo no puedo interferir, solo<br />

observo.<br />

—Pero, con este favor estás interviniendo,<br />

¿o no? —Vremya borró la sonrisa<br />

de su rostro, miró a Julio y, con voz<br />

dura, resondió:<br />

—Si quieres puedo dejarte morir, por mí<br />

no hay problema —Julio se paralizó por<br />

un momento, después recuperó la compostura<br />

y respondió, en tono de burla.<br />

—Un momento...Tú dijiste que nadie<br />

puede morir... —Vremya, convertida de<br />

nueva cuenta en una joven mujer, sonrió.<br />

—Al fin lo estás entendiendo...<br />

—Haré lo que me pides, pero con una<br />

condición. Tienes que ayudar a Carolina<br />

y a Eira —al decir esas palabras todo<br />

se volvió negro, la cascada, el ojo de<br />

agua y Vremya habían desaparecido.<br />

Julio cerró los ojos un momento y, al<br />

abrirlos nuevamente, observó el mar<br />

y la playa en la que había despertado.<br />

Vremya estaba de pie junto a él, joven,<br />

con su vestido blanco, descalza, y ahora<br />

también un prendedor en el cabello.<br />

Julio notó el prendedor y sonrió.<br />

—No puedo ayudarlas, pero sí puedo<br />

ayudarte a ti a ayudarlas. Deberás viajar<br />

al Monasterio de la Sal. Ahí obtendrás<br />

todas las respuestas que necesitas. Por<br />

ahora es momento de que te vayas —le<br />

dijo, mirándolo a los ojos—. Cierra tus<br />

ojos y cuenta hasta tres...<br />

—¿Cómo voy a llegar a ese lugar?<br />

¿Qué encontraré ahí...?<br />

—Cierra los ojos. Es tiempo de que<br />

regreses... —interrumpió Vremya. Julio,<br />

a regañadientes, cerró sus ojos y comenzó<br />

a contar. Al llegar al tres, sintió<br />

el roce de unos labios sobre los suyos<br />

y escuchó la voz de Vremya decir—: Los<br />

estaré observando.<br />

De repente, todo fue frío y silencio.<br />

Continúa en el libro:<br />

El señor de las lágrimas<br />

disponible el 30 de agosto<br />

125


126<br />

EL<br />

CEMENTERIO<br />

DE<br />

SOULDETH<br />

(QUINTA PARTE)<br />

Por<br />

Aly Cañizales<br />

Dayreen huía frenéticamente, tanto<br />

como sus piernas enfermas le daban<br />

para correr, tenía miedo, pero<br />

no era la primera vez que se enfrentaba<br />

a él, no dejaría que nadie se interpusiera<br />

en su misión, llegara a la tumba de su<br />

madre, aunque le costara la vida.<br />

Todas las mañanas eran difusas, las<br />

tardes eran obsoletas, su único fin era<br />

visitar a su madre, como cada noche<br />

ella se proponía llegar a visitarla, así<br />

como su madre le brindó cuidado y<br />

alimento cada vez, ella jamás faltaría a<br />

su palabra, y no había fantasma o enterrador<br />

que la hicieran desistir, ella no<br />

abandonaría su promesa.<br />

Caminó por el último pasillo, esta<br />

vez viendo cada uno de los sitios de<br />

descanso en el cementerio, se encontraba<br />

a no más de tres pasillos de su<br />

objetivo, pero la presión de saberse<br />

perseguida la hacía ir más lento en lugar<br />

de más rápido, respiraba algo agitada,<br />

necesitaba descansar; pero no<br />

podía detenerse en este momento, había<br />

perdido demasiado tiempo jugando<br />

con los chicos, ayudando a Sarah y<br />

Amiel, escuchando la triste historia de<br />

Aziza, deseaba tanto que su padre estuviera<br />

ahí, pero como siempre, él nunca<br />

estaba cuando ella más le necesitaba,<br />

tuvo que reponerse de ese pensamiento<br />

casi de manera inmediata, todo para<br />

seguir adelante.<br />

Le quedaban solo dos pasillos, podía<br />

imaginarse llegando a la tumba a cantar<br />

a su madre, sabía que al llegar ahí,<br />

solo tendría que esforzarse de nuevo<br />

un poco más, llamaría al espíritu de su<br />

madre, ese era su gran secreto, pasó<br />

tanto tiempo por tantas noches llamándola<br />

sin encontrar respuesta, por<br />

eso iba cada noche y no en otro horario,<br />

para buscar la intimidad de la soledad


y el silencio, con la esperanza palpable<br />

de por fin reunirse con ella y abrazarla<br />

una vez más, pero hasta ese día jamás<br />

había logrado hacer contacto, a veces<br />

pensaba que su madre la había olvidado,<br />

tal vez era demasiado feliz allí<br />

donde estaba para volver con ella, tal<br />

vez Dios no la dejaba bajar a su lado un<br />

momento, no lo sabía, pero no dejaría<br />

de intentarlo.<br />

Tuvo que detenerse pues su pierna<br />

no la permitía avanzar más, escuchó<br />

un ruido detrás de ella, ¡eran pisadas!<br />

Sintió que perdia el color que tenía en<br />

el rostro, su pierna buena se quedó<br />

clavada en el piso como si pesara una<br />

tonelada, la sombra que se acercaba<br />

a ella se acercaba de prisa, el miedo<br />

no dejaba que su mirada enfocara de<br />

manera correcta, ¿Eso era todo? ¿Estaba<br />

por ser atrapada y desaparecería<br />

para siempre? No era justo, ¿Por qué el<br />

enterrador era tan malo? Fueron solo<br />

algunas de las preguntas que le cruzaron<br />

por la mente justo antes de perder<br />

el equilibrio y caer de espaldas a un<br />

agujero de unos tres metros de altura,<br />

luego de un rato perdió el conocimiento.<br />

Su cuerpo yacía inconsciente en el<br />

fondo de un hoyo que había sido cavado<br />

para recibir un cuerpo nuevo a la<br />

mañana siguiente.<br />

No sabía cuánto tiempo había pasado,<br />

abrió sus ojos lentamente y la sombra<br />

que inicialmente la había asustado<br />

estaba frente a ella, pero al recuperar<br />

por completo su campo de visión y<br />

también su calma pudo ver claramente<br />

que no se trataba del enterrador, sino<br />

de alguien más, su cuerpo ya no estaba<br />

en aquel agujero donde recordaba<br />

haber caído, sino a un lado de él, recargado<br />

en una lápida y frente a ella<br />

un hombre de bigote extremadamente<br />

largo y barba en forma de pico la miraba<br />

fijamente; no parecía alguien malo,<br />

más bien se notaba que era alguien tan<br />

confundido como ella.<br />

—¿Pero qué es lo que te ha pasado<br />

pequeña? ¿Es que acaso has visto un<br />

fantasma? —el hombre sonrió.<br />

—Tú no eres el enterrador. ¿Quién<br />

eres tú?<br />

—Mi nombre es Jean Paul, tengo aquí<br />

largo tiempo, te he visto muchas veces<br />

ya por aquí, vi lo que hiciste con la pareja<br />

de judíos, tengo que decirte que<br />

estoy impresionado en mi país diríamos<br />

que l’amour vous benisse.<br />

—Mi nombre es Dayreen y no te había<br />

visto por aquí nunca, pero no tengo<br />

tiempo de platicar no nadie, ¿tengo<br />

que irme de aquí cuanto antes sabes?<br />

Alguien me persigue y no puedo arriesgarme<br />

a ser atrapada.<br />

—Nadie te atrapará, no tienes nada<br />

que temer mon cheri, para eso estoy yo,<br />

que siempre he sido un valiente guerrero<br />

de las forces armées de France, para<br />

protegerte.<br />

—Es que simplemente no me entiendes,<br />

la persona de la que huyo podría<br />

lastimarte, lo he visto hacerlo con otros<br />

antes —recordó apenada a Kristo y Melessio—,<br />

y te hará lo mismo si no te vas<br />

cuanto antes, el enterrador vendrá por<br />

ti y luego por mí.<br />

—Ohhh je vois, tú le tienes miedo al<br />

hombre de los ojos escarlata, aquel<br />

que llegó el mismo día que yo llegué a<br />

este lugar, pero no creo que debas de<br />

temerle, no creo que nadie deba temerle<br />

a ese hombre, pues una vez que<br />

me depositó en el hoyo donde descansa<br />

mi cuerpo mortal, pude darme cuenta,<br />

no siempre ha sido el monstruo que<br />

todos piensan que es, o tal vez sí. Los<br />

más débiles nos fijamos solo en el final<br />

127


de la larga historia de la vida, juzgamos<br />

a todos por su muerte y no por la manera<br />

en que ha vivido, el ser humano es<br />

demasiado extraño, très étrange.<br />

Dayreen no pudo ocultar su sorpresa,<br />

no podía desviar la atención de aquel<br />

hombre, había alguien que conocía algún<br />

secreto del enterrador y que conociendo<br />

más a fondo no lo consideraba de peligro,<br />

¿es que acaso aquel francés estaba loco o<br />

quizás no tenía idea de lo que enfrentaba?<br />

Cualquiera que fuera el caso, no podía<br />

permitirse quedarse con la duda de<br />

lo que Jean Paul estaba hablando así<br />

que decidió que le propondría algo a su<br />

acompañante, sin afán de querer utilizarlo,<br />

propuso abiertamente obtener la cantidad<br />

máxima de información, pues bien<br />

dices que hay que estar cerca de tus amigos,<br />

pero aún mas de tus enemigos, quizá<br />

el secreto para derrotar al enterrador,<br />

no era otro más que el de conocer lo más<br />

posible acerca de él y encontrar un punto<br />

débil, al cual aferrarse para protegerse.<br />

—Has dicho que él llegó el mismo día<br />

que tú. ¿A qué te refieres? ¿Es o era tu<br />

amigo? —preguntó Dayreen.<br />

—Non, no es eso a lo que me refiero,<br />

es tan amigo mío como el doctor que te<br />

receta un antibiótico para un infección,<br />

bueno, pues él fue quien sepultó mi<br />

cuerpo el día que enterraron mi cuerpo<br />

mortal, sé que era su primer día, porque<br />

rompí las reglas, no sabía que nosotros<br />

solo debíamos estar presentes<br />

por las noches y estuve presente en mi<br />

funeral, era algo que como un soldado<br />

debía de permitirme, después de todo<br />

me lo merecía, bon Dieu.<br />

—¿Entonces como sabes que él llegó el<br />

mismo día que tú? —preguntó Dayreen.<br />

—Bueno, eso fue fácil de notar, recibía<br />

órdenes de cómo hacer las cosas, yo<br />

deambulaba por los pasillos de este lugar,<br />

cuando me topé con él, y con otra<br />

persona, parecía un hombre rico, pero<br />

no hablo de un hombre con dinero, sino<br />

de un hombre que posee todo, y le daba<br />

instrucciones a ese hombre de mirada<br />

perdida, algo así como cuando ves a un<br />

dueño estricto entrenando a su perro, le<br />

encomendó algunas pocas reglas y al finalizar<br />

simplemente le dijo: «Este es el<br />

primer día del resto de tu vida en Souldeth»,<br />

a lo que el hombre respondió<br />

asintiendo, ahí fue que noté que mi entierro<br />

sería el primero de aquel hombre,<br />

pero debo decir que misteriosamente<br />

no fue la última vez que lo vi.<br />

—¿A qué te refieres? ¿Es que acaso lo<br />

seguiste?<br />

—No, no ha sido necesario, cada noche<br />

yo me preocupaba de mis asuntos,<br />

cuando entendí la dinámica de Souldeth,<br />

aquella en la que todos debíamos de<br />

escapar de la vista de los demás, yo empecé<br />

a resguardarme en mi tumba, pero<br />

este hombre no dejaba de venir cada<br />

noche, y cada noche venia exactamente<br />

a lo mismo, me platicaba su sentir.<br />

—¿Me estás diciendo que sin razón<br />

aparente te contaba su vida? —preguntó<br />

Dayreen.<br />

—Es exactamente así, ese hombre me<br />

contó sus secretos y sus penas, nunca<br />

había conocido a nadie que sufriera tal<br />

maldición, se dice que el diablo concede<br />

cosas a cambio de las almas, pero<br />

128


ese pobre infeliz ya no tenía un alma<br />

que aportarle al diablo, él es solo despojos<br />

caminando en el mundo de los<br />

vivos. Pauvre âme.<br />

El corazón de Dayreen dio saltos de<br />

lástima, no sabía a ciencia cierta a que<br />

se refería el francés, pero después de<br />

tanto tiempo en Souldeth y rodeado de<br />

aquellas almas, sabía que quizá había<br />

algo más en los actos del enterrador,<br />

algo que quizá no estaba tomando en<br />

cuenta, ella era de las personas que no<br />

juzgaban a nadie, y eso lo había aprendido<br />

de su madre, pues ella sabía lo<br />

que era que te vieran diferente solo por<br />

no ser como los demás, en ese momento<br />

sintió algo de lástima por el enterrador<br />

, pues a ciencia cierta no conocía<br />

su historia, pero ese sentimiento la<br />

abandonaba, cada que recordaba que<br />

estaba detrás de ella y se intensificaba<br />

cuando recordaba los gritos de su pequeño<br />

amigo advirtiéndole de su presencia<br />

para que huyese, pero al mismo<br />

tiempo sabía que de nada le iba a servir<br />

si no aprendía más de su enemigo.<br />

Jean Paul le había dicho que el vigilaría<br />

latente en caso de que el enterrador<br />

se acercara, no confiaba al cien<br />

por ciento en él, pero combinado con<br />

su mirada, creía que tenía cubierta la<br />

mitad del camino, eso tal vez podía ser<br />

cierto, pero no la exoneraba del peligro<br />

de andar completamente expuesta, no<br />

perdió tiempo y se dispuso a contarle<br />

un poco de lo que había vivido, particularmente<br />

ese día.<br />

Repasó cada uno de los momentos<br />

desde que llegó ahí y fue como lo hizo<br />

partícipe de la historia de Amiel y de Sarah,<br />

o de la historia de Aziza terminó obviamente<br />

con la de Kristo y Melessio, no<br />

dejó huella a la duda, tuvo que contar su<br />

historia misma y la forma como perdió<br />

a su madre y se alejó de su padre, todo<br />

debido al gran estruendo al que escasamente<br />

recordaba, creyó que en ese momento<br />

su historia y sus traumas eran los<br />

que menos importaban, así que siguió<br />

sin poner mucho énfasis en eso.<br />

Jean Paul estaba asombrado, decían<br />

que los franceses tenían una pasión<br />

desbordante, ese día lo comprobó al<br />

sentir las lágrimas brotar de sus ojos y<br />

rodar por sus mejillas, no pudo evitar<br />

pensar que Dayreen tenía que ser un<br />

ángel, tal vez algo más como una mezcla<br />

de uno con una pequeña niña, se<br />

decidió a protegerla, a costa de lo que<br />

fuera, simplemente tenía que encaminarla<br />

a la tumba de su madre, después<br />

de todo estaba ahí, a un pasillo y medio,<br />

apenas pretendía externarle sus<br />

deseos a Dayreen cuando esta comenzó<br />

a hablarle de su vida, de su madre y<br />

de la muerte de esta. Fue entonces que<br />

él lo entendió todo.<br />

Dayreen vio la cara de su nuevo amigo<br />

gesticular de una extraña manera, no<br />

sabía si lo que le había contado había<br />

traído algún recuerdo de su vida, tal vez<br />

Jean Paul había tenido una hija, o alguna<br />

esposa que lo amara, probablemente<br />

ambas, así que decidió cortar su historia.<br />

—Juro por mi honor que te llevaré a la<br />

tumba de tu madre, lo haré, pero antes<br />

debes de acompañarme y ver algo con tus<br />

propios ojos, jeune fille —dijo Jean Paul.<br />

129


—¿Qué es lo que quieres que vea? No<br />

hay tiempo de nada, el enterrador está<br />

detrás de mí, ha hecho desaparecer a<br />

mis amigos y si nos encuentra te hará<br />

desaparecer y a mí me capturará, tengo<br />

miedo, llévame a la tumba de mi<br />

madre o déjame ir —suplicó Dayreen.<br />

—Mon amour. ¿Qué acaso no te das<br />

cuenta? Tú, que estas tan llena de amor<br />

por los demás aun siendo desconocidos;<br />

tú, que has parado en cada tumba<br />

donde solo la compasión te ha llamado,<br />

es momento de que ayudes a la última<br />

persona antes de ir a la tumba de tu<br />

madre. Sí, mi pequeña niña, es hora<br />

de que vayamos a la cabaña de ese a<br />

quien tú llamas «El enterrador».<br />

Dayreen no tuvo respuesta ante aquella<br />

lógica aplastante, a pesar de sus sentimientos<br />

de negación y miedo ante ayudar<br />

a aquel hombre, no podía dejar de<br />

lado su naturaleza generosa cuya esencia<br />

radicaba en hacer el bien independientemente<br />

si la otra persona lo merecía o no,<br />

después de todo, ¿quién asegura que es<br />

bueno y que malo? No sabemos qué es lo<br />

que ha pasado en la vida de esas personas.<br />

Recordó el caso de Dareh el esposo<br />

de Aziza, quien desde un principio había<br />

buscado el bien para su matrimonio y<br />

descendencia y la sed de poder y odio de<br />

su hermano lo habían llevado a cometer<br />

el peor de los actos para un ser humano,<br />

condenando su alma y la de Aziza con<br />

él, ella no sabía a ciencia cierta cómo<br />

funcionaban las leyes de Dios, pero ella<br />

sentía que si aquel al que todos oraban<br />

y veneraban era el ser perfecto lleno de<br />

perdón y amor, tendría que haber una<br />

forma en la que cualquiera de ellos pudiera<br />

alcanzar el perdón.<br />

Le llamaba poderosamente la atención<br />

que Jean Paul quisiera abogar por el que<br />

entonces era el verdugo de los fantasmas<br />

130


y su perseguidor personal, después de<br />

todo él había mencionado este le había<br />

confiado todos sus secretos, si lo acompañaba,<br />

podría saber aún más de él, y<br />

definitivamente si iba a su cabaña, podría<br />

encontrar alguna cosa que le ayudara a<br />

sobrevivir, no solo ayudarse a ella misma<br />

sino también al resto de los fantasmas, tal<br />

vez podría recuperar a sus amigos, tal vez<br />

podría ayudar a aquel hombre, no lo sabía,<br />

pero como siempre, estaba dispuesta<br />

a ayudarlo o por lo menos intentarlo.<br />

Otra de las poderosas razones por las<br />

que había aceptado aun con los nervios<br />

que sentía al dirigirse hacia el lugar<br />

donde descansaba el enterrador, era su<br />

madre, pues estaba segura que ella no<br />

habría dejado de darle una oportunidad<br />

para reivindicarse a aquel hombre.<br />

Sentía que si ella lo intentaba su madre<br />

estaría verdaderamente orgullosa, aunque<br />

sus acciones siempre eran buenas<br />

como las de ayudar a los espíritus tristes,<br />

en el fondo tenía que admitir que<br />

también había algo de egoísmo en su<br />

actuar, esperaba que con cada ayuda<br />

que ella daba Dios la tomaría en cuenta<br />

para poder ver a su madre, incluso si no<br />

era así, ella quería asegurarse de que algún<br />

día sus almas estarían en el mismo<br />

lugar, viviendo la eternidad y esperando<br />

volver a ver su padre, los extrañaba demasiado<br />

a ambos.<br />

Concluye en el número 10...<br />

131


132


NUESTROS<br />

ARTÍCULOS<br />

133


134


ENTRE<br />

DESEOS Y<br />

PECADOS<br />

Por Carolina Alpuche<br />

Cuál sería tu reacción si, de la nada,<br />

un día despertaras en una habitación<br />

desconocida, con otras seis<br />

personas, también desconocidas, y una<br />

voz desconocida te dijera que te quedarás<br />

en esa habitación por los siguientes<br />

siete años de tu vida, pero que, a pesar<br />

de estar encerrado, podrás pedir todo<br />

lo que hayas deseado? Pues, a grandes<br />

rasgos, esa es la premisa de «Deseos encerrados»,<br />

la nueva novela de la autora<br />

española Juss Kadar. Hay tanta tela de<br />

dónde cortar en esta novela que me fue<br />

difícil decidir por donde comenzar.<br />

Pese a lo que se podría pensar, los<br />

protagonistas de esta novela no son las<br />

siete personas que se encuentran encerradas<br />

en la habitación, sino su captor,<br />

Loskow; toda la trama gira en torno a<br />

él, incluso desde el principio, aunque<br />

pueda parecer lo contrario. No obstante,<br />

hay una fuerte carga argumental en<br />

cada uno de los personajes.<br />

Como en todas las novelas de Juss<br />

Kadar, los personajes cumplen la función<br />

de plantearnos un dilema moral<br />

en torno a su propia línea argumental.<br />

Posiblemente algunos de ellos no están<br />

desarrollados con el mismo nivel<br />

de detalle que otros, pero el dilema<br />

moral que plantean tiene el mismo<br />

peso incluso que aquel al que el personaje<br />

principal se encuentra sujeto. Aunque,<br />

así como lo hizo en su novela «Sin<br />

salida», muchos de los personajes solo<br />

están ahí para formar parte de algún<br />

dilema de los demás.<br />

Explicaré esto introduciendo a mi<br />

personaje favorito: Babylost. Esta jovencita<br />

que se hizo pasar como una<br />

prostituta vagabunda para acercarse a<br />

Loskow y ayudarlo a lograr su objetivo<br />

de mantener a todos encerrados. Hay<br />

que aclarar que, ni es una jovencita, y<br />

mucho menos es una vagabunda, en<br />

realidad es prima de una de las per-<br />

135


sonas recluidas en la habitación, y su<br />

principal intención era la de ayudarla<br />

de alguna forma, aunque después de<br />

una serie de eventos la situación cambia<br />

por completo. Para este análisis<br />

me limitaré a decir que, cuando su familiar<br />

se da cuenta de que ella ayudó<br />

a su captor y que, de cierta forma, su<br />

libertad estuvo en sus manos... Bueno,<br />

no hay que ser un gran genio para<br />

adivinar que esto no le cayó en gracia,<br />

imagino que a nadie, pero la forma en<br />

la cual se lo hizo saber es brutal. Pocas<br />

personas se atreverían a hablarle así a<br />

un ser querido.<br />

Debo aclarar que es mi personaje favorito<br />

no por su forma de ser (aunque,<br />

siendo sincera, su apariencia de chica<br />

mala me cautivó desde un principio,<br />

pero fue perdiendo el encanto conforme<br />

se desarrollaba más al seguir leyendo<br />

el libro), sino por el dilema moral<br />

que representa: ¿Qué somos capaces<br />

de hacer para ayudar a un ser querido<br />

y hasta qué punto estamos dispuestos a<br />

sacrificarnos por él?<br />

Estoy segura de que muchas personas<br />

dirían: Por supuesto que yo haría<br />

lo que fuera o No dudaría en actuar de<br />

forma correcta. Pero esas son sólo palabras<br />

vacías pues, como lo dijo Ambrose<br />

Bierce: Un cobarde es una persona en<br />

la que el instinto de conservación aún<br />

funciona con normalidad. Aceptémoslo,<br />

casi nadie, en su sano juicio, haría<br />

lo que se necesita para ayudar a los<br />

demás, en este caso a nuestros seres<br />

queridos, si no fuera así el mundo estaría<br />

lleno de héroes… pero sabemos<br />

que no es así.<br />

A pesar de que Babylost tuvo el<br />

«valor» de ayudar a su familiar, el<br />

miedo era preponderante al momento<br />

de tomar decisiones; en lugar de<br />

llamar a la policía al darse cuenta<br />

del secuestro, lo cual es lo más lógico,<br />

ella decidió «infiltrarse» en las<br />

filas enemigas para buscar una mejor<br />

solución, esto lo hizo por miedo<br />

a que sus captores le hicieran algo.<br />

Aunque con muy buenas intenciones,<br />

fue una acción terriblemente peligrosa<br />

y hasta la podemos catalogar de tonta,<br />

pero a final de cuentas es una acción<br />

basada en el miedo y no en la razón.<br />

No solo ella actuó por miedo; en realidad<br />

todos los personajes (a excepción<br />

de Hayden Weis, del cual ya hablaré después),<br />

actúan por miedo. Tomemos en<br />

cuenta dos definiciones de miedo para<br />

poder hablar de él. <strong>La</strong> primera la podemos<br />

considerar como una sensación de<br />

angustia provocada por la presencia de<br />

un peligro real o imaginario; y la segunda<br />

136


definición que nos compete es que es un<br />

sentimiento de desconfianza que impulsa<br />

a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo<br />

que se desea. Sin entrar en detalles (para<br />

no dar spoilers innecesarios) podemos<br />

encasillar a Babylost, así como a todos los<br />

personajes encerrados dentro de la habitación,<br />

dentro de la primera definición.<br />

Cada uno de ellos teme por completo<br />

a lo que les puede pasar principalmente<br />

porque no tienen control de la<br />

situación. Eso es algo que comienza a<br />

orillarlos a realizar acciones que posiblemente<br />

no hubieran hecho estando<br />

en libertad. Curiosamente, tanto secuestrados<br />

como secuestradores, reflejan<br />

a la perfección la decadencia del<br />

ser humano y representan los siete pecados<br />

capitales (un movimiento magistral<br />

por parte de Juss). Quisiera hablar<br />

a detalle de cada uno de ellos y como<br />

se sobreponen y caen en cuenta de<br />

las situaciones que han llevado a cada<br />

personaje a transformarse en imágenes<br />

decadentes de su propio ser, pero<br />

sería detallar mucho la novela y, siendo<br />

que es una publicación relativamente<br />

reciente, no tendría caso contarla.<br />

En cuanto a la segunda definición de<br />

miedo, ahí podemos encasillar a todos<br />

los demás personajes; son sus acciones<br />

se desenvuelven lentamente para<br />

llevarnos al impactante desenlace, en<br />

el cual Hayden Weis tiene la batuta.<br />

Hablando de Hayden Weis… caray,<br />

nunca antes un personaje de una novela<br />

había causado que me enfadara<br />

como él lo logró. Juss Kadar ha hecho<br />

un magnífico trabajo al crear a Hayden<br />

Weis; actitud de patán mal encarado<br />

ha dado una gran evolución desde su<br />

aparición en Sin salida (sí, está confirmado<br />

por Juss que es el mismo detective,<br />

aunque si ya leyeron el libro<br />

esta anotación de la Capitana Obvia<br />

es innecesaria). Hayden es el perfecto<br />

antagonista para un personaje como<br />

Loskow con esa actitud de que nada le<br />

importa y que cree que merece todo.<br />

El hecho de haber perdido a su novia<br />

no le da derecho de hacer tremendas<br />

tonterías y meter en problemas a medio<br />

mundo solo por el gusto de hacerlo<br />

(para entender esta referencia, favor de<br />

leer «El primer caso de Hayden Weis»,<br />

en el segundo número de «<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>:<br />

revista literaria»).<br />

Quisiera poder hablar un poco más<br />

del libro, y tengo planeado hacerlo,<br />

pero por el momento no daré más spoilers.<br />

Les recomiendo encarecidamente<br />

leer Deseos encerrados, que, por cierto,<br />

pueden descargar sin costo en Editorial<br />

Dreamers.<br />

137


138


EL BUENO,<br />

EL MALO, Y EL<br />

MERCENARIO<br />

Por Aurora Ceres<br />

Escribir un libro no es difícil, lo difícil<br />

es publicarlo y que la gente se<br />

interese y te lea; ese es el principal<br />

reto de cualquier persona que aspire a<br />

ser llamado escritor… O al menos así<br />

era hasta hace unos años.<br />

Con la llegada de las nuevas tecnologías<br />

llegaron los libros electrónicos,<br />

esos archivos digitales que a los esnobs<br />

no les gusta porque no huelen rico,<br />

no se siente el papel, no es romántico, la<br />

luz de la computadora lastima los ojos,<br />

aunque esta última es real pero, como<br />

se dice por ahí en asuntos tecnológicos<br />

es un error de capa ocho*, y con los libros<br />

electrónicos llegó también la posibilidad<br />

de realizar publicaciones de<br />

forma más sencilla.<br />

Claro que esto beneficia en mucho<br />

al autor, pues la inversión que las editoriales,<br />

aquellos que se ocupan de<br />

publicar los libros, tienen que hacer es<br />

mucho menor. Sin embargo, también<br />

llegaron otros dos tipos de esquemas<br />

de trabajo: la autopublicación y las<br />

editoriales de autopublicación o coedición.<br />

A estas últimas, por motivos de<br />

comodidad, las llamaremos editoriales<br />

mercenarias.<br />

El fenómeno de la autopublicación<br />

puede entenderse por la necesidad de<br />

los autores de ver publicado su libro,<br />

de que los lean y, en la mayoría de los<br />

casos, de ganar dinero en el proceso.<br />

Una parte de los autores que optan esta<br />

modalidad prefieren tener el control<br />

completo del proceso de publicación<br />

de su obra, otros han sido rechazados<br />

por infinidad de editoriales debido a la<br />

calidad de lo que escriben, y como no<br />

aceptan las críticas (destructivas o positivas)<br />

que les pueden ayudar a mejorar,<br />

prefieren hacer las cosas por sí mismos.<br />

De cierta forma esto no es malo, solo<br />

es feo. Y lo digo de esta forma porque es<br />

la causa de que todas las plataformas<br />

139


digitales estén llenas de libros incompletos;<br />

libros con un pobre diseño editorial,<br />

sin ningún tipo de corrección, sin<br />

una portada decente… ¡Vamos! A veces<br />

ni siquiera tienen una buena sinopsis.<br />

Esto no significa que su contenido<br />

sea malo, puede ser la mejor historia<br />

del mundo, pero nadie va a consumir<br />

un producto con un empaque que no le<br />

llame la atención, ¿cierto?<br />

Y es que, para poder continuar con el<br />

tema, se tiene que comprender que los<br />

libros, en cualquiera de sus presentaciones,<br />

son artículos de consumo pensados<br />

para generar dinero. Una editorial es un<br />

negocio que genera ganancias a los autores<br />

y a la editorial por igual, así es como<br />

debería de ser pues el cliente de las editoriales<br />

es el lector, y no el autor.<br />

Sin embargo, con el paso del tiempo,<br />

esta práctica ha ido cambiando, desde<br />

mi perspectiva, para mal.<br />

<strong>La</strong>s editoriales mercenarias, que ni<br />

siquiera deberían de llamarse editoriales,<br />

son empresas que ofrecen publicar<br />

la obra de cualquier autor. ¿Cuál es el<br />

truco? Que el autor debe pagar el costo<br />

del proceso de publicación de su libro.<br />

Vamos, que todo lo que se le tiene que<br />

hacer a un libro va a salir de la bolsa del<br />

autor. Hasta cierto punto esto no suena<br />

tan loco, porque es básicamente el<br />

proceso de autopublicación, ¿verdad?<br />

¡¿Verdad?! Pues no, no es autoedición.<br />

Con este tipo de editoriales mercenarias<br />

hay que tener en cuenta que el lector<br />

no es el cliente, con ellos, quien se<br />

convierte en el cliente es el autor. A ellos<br />

no les interesa si la obra se vende o no,<br />

porque ellos reciben su dinero directamente<br />

del autor. Claro que esto no está<br />

mal, finalmente se paga por un servicio,<br />

pero el verdadero problema surge con<br />

las condiciones que nuestros amigos<br />

mercenarios le imponen al autor.<br />

El autor, además de pagar, normalmente<br />

tiene que aceptar que su obra<br />

se publique bajo el sello de la editorial<br />

mercenaria de su elección; en el mejor<br />

de los casos, se le dan unos cuantos<br />

ejemplares físicos de su obra (por supuesto<br />

que depende de cuánto dinero<br />

hayan recibido, normalmente pueden<br />

ser desde uno hasta doscientos) y se publica<br />

en formato digital en mil y un plataformas,<br />

como Amazon o Casa del libro.<br />

Hasta aquí todo está relativamente<br />

bien, pero viene lo mejor: al autor se<br />

140


le promete que su libro estará distribuido<br />

en cientos de librerías de todo<br />

el mundo… ¡Hasta en China! Pero hay<br />

un pequeño problema con esto: ¿qué<br />

libros van a distribuir? Aquí es donde<br />

volvemos al punto anterior; en muchos<br />

casos, esos doscientos ejemplares que<br />

se le entregaron al autor se van a usar<br />

para la distribución; entonces, suponiendo<br />

que son cien librerías a las que<br />

se van a mandar, significa que a cada<br />

librería le tocan dos ejemplares, y eso<br />

que no hemos considerado que cada<br />

una de esas librerías puede tener más<br />

de dos sucursales.<br />

Esto, por supuesto, tiene una solución<br />

que nuestros amigos mercenarios<br />

han encontrado para que se les beneficie:<br />

si alguien va a la librería, pide<br />

el libro pero no lo tienen (porque se<br />

les vendieron ya los dos ejemplares o<br />

porque nunca lo recibieron), tiene la<br />

opción de pedirlo directamente al autor<br />

o a la editorial, claro que tiene que<br />

pagar primero el costo del libro que la<br />

editorial haya puesto (porque, no es<br />

de sorprenderse, la editorial decide el<br />

costo del libro, no el autor). Cualquier<br />

librero respetable no acepta este tipo<br />

de negocios, ya que, normalmente, las<br />

editoriales o los autores deben dejar<br />

los libros en depósito**. Pero bueno, el<br />

autor se va a arriesgar porque el libro<br />

se va a vender, ya que la editorial mercenaria<br />

le dijo que habrá una gran campaña<br />

publicitaria… en redes sociales.<br />

Por supuesto que las redes sociales<br />

son la mejor herramienta para autores<br />

y editoriales independientes, pero<br />

para eso hay que invertir y mucho. Una<br />

editorial mercenaria no va a invertir en<br />

publicidad en redes sociales, y mucho<br />

menos va a invertir en publicidad tradicional.<br />

Lo más que el autor puede esperar<br />

es que se comparta en el muro de<br />

Facebook o el timeline de Twitter de la<br />

editorial, y nada más.<br />

Ah, y lo mejor de todo, es que la mayoría<br />

de estas editoriales le van a cobrar<br />

una comisión al autor por la venta<br />

de su obra, ya sea en formato físico o<br />

digital. Así que, además de pagar por<br />

un servicio, el autor va a tener que repartir<br />

sus ganancias con los editores.<br />

Resumiendo un poco, las editoriales<br />

mercenarias, que realmente se deberían<br />

de llamar empresas de servicios<br />

editoriales nunca, y de verdad lo digo,<br />

141


nunca se van a preocupar por los autores,<br />

solo se van a preocupar por ganar<br />

dinero. No les va a preocupar si el autor<br />

vende, no les va a preocupar si el autor<br />

tiene éxito; les va a preocupar dorarles<br />

la píldora a todos los autores posibles<br />

para poder ganar más dinero y hacerse<br />

pasar por verdaderas editoriales exitosas…<br />

y no, no lo son.<br />

Estamos sufriendo una crisis muy<br />

fuerte en el sector editorial. A la mayoría<br />

de las editoriales tradicionales<br />

(trasnacionales o independientes) ya<br />

no les importa publicar autores por su<br />

calidad, sino por su popularidad, como<br />

les había dicho antes esto se entiende<br />

porque es un negocio a final de cuentas,<br />

pero eso está causando que estas<br />

aves de rapiña se aprovechen de la ingenuidad<br />

de todos aquellos que tienen<br />

la intención de escribir y que tienen<br />

algo que vale la pena publicar.<br />

No suelo dar recomendaciones, pues<br />

no me considero una mujer con esa capacidad,<br />

pero considero que todo autor<br />

que quiera publicar de forma independiente<br />

o con alguna de estas empresas<br />

(porque no todas son malas, pero sí la<br />

mayoría) tiene la obligación de investigar<br />

a fondo lo que se les ofrece y lo que<br />

tiene que dar a cambio, para que después<br />

no metan a todas las editoriales<br />

en el mismo costal.<br />

cientos de lib<br />

gratis en form<br />

digital<br />

*El error está entre el teclado y la silla.<br />

**En pocas palabras, se dejan los libros en<br />

la librería, los libros se venden y después<br />

de determinado tiempo se reparten las<br />

ganancias.<br />

142<br />

www.editorialdreamers.co


os<br />

ato<br />

m<br />

143


144


MICRO<br />

CUENTOS<br />

145


Me he mirado al espejo, tengo la barba<br />

desaliñada. ¡ja! Igual a el asaltante que<br />

salió en la televisión, ese que me ha<br />

puesto en esta situación.<br />

El cuchillo de mi boda, el único de<br />

ese juego de cuchillos chinos.<br />

Pobre niña, no debió haber recibido<br />

esa bala perdida.<br />

Yo lo conocí en la primaria, bueno<br />

para el burro castigado.<br />

¿Será la necesidad?<br />

<strong>La</strong> familia de esa niña tendrá su venganza.<br />

Yo sé lo que es perder a un hijo. ¿Seguirá<br />

viviendo en esa casa? <strong>La</strong> otra vez<br />

lo vi a lo lejos.<br />

¿<strong>La</strong> televisión hablará de mí como<br />

héroe?<br />

Rodrigo A. Ramírez Venegas<br />

Caminaba triste por la calle por cosas que<br />

salen de mi control. En el camino vi a un<br />

hombre con poder en su voz para ordenar<br />

a la naturaleza y a los espíritus. Yo quise<br />

ser como Él. Acercándome le pregunte:<br />

—¿Cómo puedo hacer lo que tú haces?<br />

Mientras se sostenía en el aire, me dijo:<br />

—Solo cree y limpia tu corazón.<br />

Yo regresé a casa con una ilusión. Le<br />

hablé a lo imposible para que fuera posible.<br />

Agradecí a los siete espíritus por<br />

haber encontrado al hombre que no<br />

era de este mundo y me había revelado<br />

su secreto.<br />

146<br />

CRISHER


Cinco; desperté aturdido mirando la<br />

polaroid ensangrentada pegada en el<br />

espejo de nuestra habitación. Cuatro;<br />

tomé mi último trago del té, en el cual,<br />

noté un ligero sabor a hierro. Tres; mi<br />

lucidez desaparecía junto con ese olor<br />

a pólvora, la que te causó tanto dolor.<br />

Dos; sostenía en mi mano el revólver<br />

aún tibio por el disparo, solo sentía el<br />

deber de volver a cargarlo.<br />

Uno; apunté temblando a mi cabeza<br />

y veía mi alma arrepentida segundos<br />

antes de que apretara el gatillo, siguiendo<br />

el ciclo sentenciado por ti antes<br />

de fallecer. Seis;<br />

—¿Qué?<br />

José Francisco Vázquez Cárdenas<br />

<strong>La</strong> anciana respiraba trabajosamente,<br />

moribunda. En su niebla fatal añoró a<br />

su difunto, cómo iba siempre hecho un<br />

pincel, cómo era siempre cariñoso.<br />

<strong>La</strong> mujer con un estertor exhaló un<br />

último vaho, dulce como las almendras.<br />

Dejó caer sus párpados sobre sus ojos<br />

amarillos y murió.<br />

Treinta y nueve segundos después<br />

volvió a abrirlos y eran de nuevo tan<br />

azules como lo habían sido hace mucho.<br />

Girón la cabeza y su difunto, sentado<br />

junto a ella con un clavel intemporal<br />

en el ojal, le acariciaba su mano.<br />

Paco Bernal<br />

147


Un magnifico despertar. Me encuentro<br />

bien, no me duele la espalda, como todos<br />

los días al levantarme; no siento la<br />

acuciante sed de todas las mañanas;<br />

no siento la artrosis en mis dedos; no<br />

toso; los ojos no me escuecen; no tengo<br />

ni frio ni calor; ni me acucia la urgencia<br />

por orinar.<br />

Aunque hace tiempo que me abandonó<br />

el sueño reparador, hoy me encuentro<br />

lucido y despejado. Hasta las<br />

preocupaciones desaparecieron.<br />

En definitiva: me siento feliz.<br />

Sin embargo mis parientes, no sé por<br />

qué habrán venido, no cesan de llorar a mí<br />

alrededor, aunque no parece que me vean.<br />

Alberto Giménez Prieto<br />

148<br />

Era tan despistada que un día se olvidó<br />

de vivir, al menos así rezaba el epitafio de<br />

su vacía tumba. Cuando la muerte fue a la<br />

inevitable cita, ella no se presentó. Burlada<br />

y ofendida, la vieja parca la sentenció<br />

a eterno castigo. No cruzaría el umbral<br />

hasta haber corregido su descuido.<br />

Cada noche, cuando el reloj marca las<br />

doce en punto, se la ve corriendo, en etérea<br />

forma, del cementerio a la vieja hacienda<br />

de la familia, en vano intento.<br />

Juan Pedro Agüera Ortega


—Papá tengo miedo.<br />

—¿Acaso te da miedo matar a dos repugnantes<br />

cucarachas? Deberías avergonzarte<br />

por tu cobardía.<br />

—Pero, papá…<br />

—Callate y hazlo antes de que pierda<br />

la paciencia. ¿O acaso no eres un<br />

hombrecito?<br />

El niño tomo la pistola de su padre y<br />

le apunto a aquellos dos hombres que<br />

se habían metido a robar a la casa.<br />

—¡O matas de una vez a esas alimañas<br />

o lo hago yo pero también te mato<br />

a ti por inepto!<br />

Bang, bang. <strong>La</strong>s balas impactaron en<br />

las cabezas de los desdichados.<br />

—Lo vez, no era tan difícil.<br />

William Alexis Pedraza Torres<br />

A mis 89 años comencé a sentir la muerte<br />

cerca. <strong>La</strong> sentía nada más despertar,<br />

acechando. A la hora de la comida se<br />

sentaba conmigo a la mesa, lo sé por<br />

el nudo que se me formaba en la garganta.<br />

Al final de la jornada sentía su<br />

aliento detrás de la nuca y me dormía<br />

creyendo que la oscuridad de mis párpados<br />

sería lo último que vería.<br />

Pero el tiempo pasó, y su compañía<br />

se desvaneció como un soplo. No solo<br />

mi familia me ha abandonado, incluso<br />

la muerte se ha olvidado de mí. Hoy<br />

tengo más de 200 años.<br />

Jesús Valdemar Pool Canul<br />

149


El miedo lo invadió. No se dio cuenta<br />

que lo seguían. Se encontraba a dos<br />

cuadras de su casa. Lo rodearon. Estaba<br />

confundido. El uniformado le dijo<br />

que era una revisión de rutina. ¿Por<br />

qué ocurría esto? Nunca ha hecho<br />

nada malo. Cuídate de la policía. Se<br />

sintió impotente.<br />

Le quitaron la mochila y lo manosearon.<br />

Respiración agitada. <strong>La</strong>s manos se<br />

acercaron al bolsillo. Veloz saco el filo<br />

y lo deslizo por el cuello del incauto. El<br />

compañero asustado quiso auxiliarlo y<br />

recibió cinco piquetes en la cara. Ambos<br />

tirados se retorcían. <strong>La</strong>s manos rojas<br />

temblaban.<br />

Hernán Edgardo Torres González<br />

150<br />

Contengo la respiración, me pongo<br />

firme, y sin beso de buenas noches, la<br />

vuelvo a mandar a dormir. Sé que no<br />

le gusta la oscuridad y lo lamento por<br />

ella, de verdad, me parte el corazón<br />

cuando las lágrimas comienzan a escurrir<br />

por la piel agrietada de sus mejillas<br />

y su sonrisa desaparece doblegada por<br />

el llanto del adiós, pero, aunque es mi<br />

niña y la amo demasiado, tiene que<br />

comprender que volver a enterrar su<br />

féretro todas las noches, es demasiado<br />

cansado para mí…<br />

Jesús Guerra Medina


Recuerdo que llegué a mi departamento,<br />

vi a Aurora inmóvil sentada frente<br />

al televisor. En el centro de la pantalla<br />

podía observarse una luz. Traté de<br />

llamar su atención, hacer que reaccionara,<br />

que volteara a verme y me<br />

saludara como lo hacía siempre, pero<br />

no lo logré, no emitía sonido alguno.<br />

Temblando, intenté apagar el televisor<br />

pero mi intento fue fallido. Noté que estaba<br />

en modo silencio así que le subí al<br />

volumen, fue en ese momento cuando<br />

escuché la voz de Aurora o mi mujer diciendo:<br />

«Amor, sácame de aquí».<br />

Sebastian Escoto Merino<br />

Colocó un limón partido por la mitad<br />

junto a su puerta como acostumbraba.<br />

Se recostó en su cama y se quedó dormida.<br />

De repente una hermosa mujer<br />

apareció a su puerta, zapatos de tacón,<br />

medias y guantes negros, vestido de<br />

encajes y hombros descubiertos, luego<br />

se esfumó. Ruidos ensordecedores de<br />

alas grandes llenaron la estancia. Se<br />

levantó de un brinco y grito: «Yo estoy<br />

con Dios» y agregó. «Mañana viene por<br />

la sal». Al día siguiente muchas plumas<br />

negras estaban regadas por el jardín.<br />

<strong>La</strong> dueña de la casa se presentó a su<br />

puerta y exigió: «Regáleme sal».<br />

Bella Lucy Quitian Escarraga<br />

151


Me fijé en que el detenido tenía el dedo<br />

anular de la mano izquierda cortado a<br />

la altura de la tercera falange. El robo<br />

por el que lo habían traído era de escasa<br />

importancia. Antes de que yo empezara<br />

a hablar se apresuró a decir:<br />

—Inspector, vi como alguien robaba el<br />

bolso de la tienda. No vi razón para huir.<br />

Sin duda me confundieron con el otro.<br />

Le pregunté si sabía quién le había<br />

robado el trozo de dedo que le faltaba.<br />

Sonrió.<br />

—Fue una navaja más rápida que la<br />

mía. No reconocí al ladrón del bolso<br />

como su propietario.<br />

José B. Santacreu Baidal<br />

Y cuando las bestias erguidas quedaron<br />

a la sombra de los robots, fueron encerradas<br />

en enormes jaulas con otros de<br />

su especie, se les obligó a quitarse sus<br />

pieles falsas, a pasearse desnudos por<br />

detrás de los oxidados barrotes, y a vivir<br />

de las míseras sobras.<br />

De esas bestias, algunas se perdieron<br />

en la selva, y se sabe que aprendieron a<br />

imitar otros sonidos de otras bestias. Y<br />

se cuenta, que cada cierta temporada<br />

se les persigue como en sus últimos<br />

días de esplendor, pero solamente<br />

para encerrarles, ya que sus pieles no<br />

sirven ni para hacer alfombras.<br />

152<br />

Andrea Lozano


Un resiliente apunta su rifle contra el<br />

convoy que se acerca a la finca. Afuera,<br />

una turba se abalanza hacia el otrora<br />

camión de valores. El rifleman dispara<br />

contra un motociclista, derribándolo.<br />

El resto de los escoltas ejecutan a la<br />

turba, abren la reja y entran. En el interior<br />

los espera otro grupo que limpia la<br />

sangre de la puerta trasera del camión<br />

y comienza a sacar los alimentos, robados<br />

de una bodega, para que los dueños<br />

de los últimos billetes se alimenten.<br />

El rifleman recoge el cadáver del motociclista,<br />

sin enfermedades visibles,<br />

para destazar y asar su carne.<br />

David Edilberto Mendoza Vázquez<br />

Todo se había alterado desde el siglo<br />

XXI, cuando comenzaron a notarse los<br />

perjudiciales efectos del cambio climático.<br />

Nadie pensó que la situación<br />

empeoraría aún más. Pero lo hizo. Se<br />

adoptaron tantas medidas que parecía<br />

que la solución para evitar nuestra<br />

extinción estaba asegurada. Pero no lo<br />

estaba. Íbamos directos a la perdición<br />

y ninguno sabía el verdadero porqué.<br />

No se quería asumir todavía la derrota,<br />

que ya llevaba tiempo con nosotros.<br />

Aquella que ya estaba planeada por la<br />

élite desde el 2000, cuando esa estrella,<br />

llamada «sol» fue sustituida por una artificial,<br />

que conducía inevitablemente<br />

a nuestra destrucción.<br />

Mencía Gómez Luna<br />

153


—Entra—dijo la araña a la mosca que<br />

atisbaba el interior de la guarida—. Hace<br />

mucho que nadie viene y no sé porqué.<br />

<strong>La</strong> mosca ingresó con la cabeza gacha,<br />

al entrar la atrapó la telaraña. De<br />

pronto sus alas se desplegaron y los<br />

bordes cortaron los hilos. Alzó la cabeza:<br />

no tenía trompa sino poderosas<br />

mandíbulas:<br />

—<strong>La</strong> contaminación con plásticos<br />

mató muchas de mis hermanas, pero<br />

algunas nos adaptamos: ahora tenemos<br />

estas alas y mandíbulas de acrílico.<br />

Y se lanzó sobre la araña y empezó a<br />

devorarla glotonamente aún viva.<br />

Daniel Ricardo Yagolkowski<br />

Un día, soñé que el mundo era libre;<br />

jodido, pero libre. Caminaba a la orilla<br />

del mar; sobre restos; iba descalzo<br />

y semidesnudo. Del cielo bajó una pequeña<br />

nave, un hombre de inteligencia<br />

notable salió de esta. Se acercó a<br />

mí, preguntó si podría refugiarse en la<br />

Tierra ya que una amenaza lo seguía.<br />

Pensé en lo ocurrido anteriormente;<br />

miseria, partidos políticos, contaminación,<br />

extinción y egoísmo. Casi todo<br />

estaba muerto. Le respondí con un simple<br />

«no». Continúe caminando, volteé y<br />

vi al hombre subir a su nave; le grité:<br />

«En Marte te ayudarán…». El egoísmo<br />

seguía en mí.<br />

154<br />

Víctor Luis Vargas Navarro


<strong>La</strong> llevó hasta la sala, con Ramón. Cada<br />

martes este preso, confidente policial,<br />

recibía la visita íntima de su mujer.<br />

El viernes el jefe le llamó pronto a su<br />

despacho, habían raptado a la chica.<br />

<strong>La</strong> búsqueda del detective fue inútil, y<br />

se acercaba el siguiente martes. Ese lunes,<br />

tras muchos wiskis y varias anfetaminas,<br />

halló la solución.<br />

<strong>La</strong> llevó hasta la sala, con Ramón.<br />

Levantó los ojos, aquel bombón no era<br />

su mujer. Miró lentamente al policía,<br />

luego a la chica, y por fin asintió. «Esta<br />

no es mi mujer, pensó. Qué importa, la<br />

otra tampoco lo era».<br />

Miguel Morató Miguel<br />

Huellas sangrientas hacían camino<br />

hasta la iglesia. Una escalera empinada<br />

llevaba hasta una cueva, en parte<br />

llena de tierra. En la oscuridad, distinguieron<br />

siete nichos, con símbolos extraños:<br />

un búho, una <strong>sirena</strong>, un hombre<br />

barbudo con dos caras, instrumentos<br />

misteriosos. Siete momias estaban de<br />

pie en los nichos, tal vez los siete reyes<br />

o los sabios de las leyendas antiguas.<br />

Un ruido: el túnel se había derrumbado.<br />

Sólo entonces, Rosana y Estéfano se<br />

dieron cuenta del octavo nicho, aun vacío.<br />

En la clave del arco, tenía un bajo<br />

relieve con las figuras de dos jóvenes<br />

amantes abrazados.<br />

Alberto Arecchi<br />

155


156<br />

CONOCE A<br />

LOS AUTORES<br />

QUE COMPONEN<br />

ESTE NÚMERO


Ernesto Molina<br />

Ingeniero ambiental mexicano que<br />

se dedica principalmente a sistemas<br />

hidráulicos, es autor del blog Cerdo<br />

Venusiano y hace varias reseñas de videojuegos<br />

y equipos mecánicos para<br />

revistas especializadas. Su primera<br />

novela Los últimos contribuyentes consiste<br />

en un desesperado intento para<br />

salir de la rutina, hacerse el gracioso y<br />

conocer mujeres.<br />

Íñigo Redondo Egaña<br />

Lector antiguo y permanente, escritor<br />

reciente. Pintor diletante. De formación<br />

ingenieril, ha detentado responsabilidades<br />

en compañías de consultoría<br />

multinacionales que lo han conducido<br />

a vivir en México durante casi seis años,<br />

además del Perú, Argentina, Francia o<br />

España. Ha publicado algunos relatos y<br />

microcuentos en distintas pubicaciones.<br />

Cosme<br />

Nació en el puerto fronterizo de Nuevo<br />

<strong>La</strong>redo, Tam. Donde pasó su infancia<br />

y parte de su juventud. Después se<br />

trasladó a la Ciudad de Morelia, Mich.,<br />

dónde estuvo algunos años paseando<br />

y aprendiendo. Ahora nuevamente vive<br />

en el Norte del País con su bella esposa e<br />

hijo. Dedicado actualmente a la docencia,<br />

al Kendo, su iglesia y otras actividades,<br />

nunca perdió el gusto por la lectura.<br />

Jorge Daniel Garcia Carregha<br />

14 de junio 1953, Mexico. Estudió con<br />

los Maristas y adquirió el gusto por la<br />

lectura y la ironía. Discípulo de Germán<br />

Dehesa, literato mexicano.<br />

157


Reinier del Pino Cejas<br />

Nació en la Habana. Cuba. Escritor de<br />

cuentos, poesía, teatro, guiones radiales,<br />

literatura para niños y ensayos. Actualmente<br />

se desempeña como Coordinador<br />

de Producciones Radiofónicas en la Emisora<br />

Provincial Radio Artemisa, donde<br />

escribe varios programas. Ha obtenido<br />

premios en poesía, décimas, ensayo, narrativa<br />

y literatura para niños en Cuba,<br />

Uruguay, España, Chile, México, entre<br />

otros. Obras suyas se encuentran publicadas<br />

en antologías de diferentes países.<br />

Angelique Reid<br />

Nació y vive en la ciudad de Bogotá; escritora,<br />

poeta, a veces hace crítica política<br />

y social, y además es criminalista<br />

de profesión. Porque nada está escrito,<br />

todo está por escribirse, por relatarse y<br />

por contarse, es por eso que se dedica<br />

a este bello oficio, para que por medio<br />

de sus líneas se transporten a otras realidades<br />

y puedan comprender las emociones<br />

humanas y no tan humanas.<br />

Guillermo G. Torres<br />

Nació en la Ciudad de México. Estudia<br />

economía en UNAM en la Facultad de<br />

Estudios Superiores Acatlán. Actualmente<br />

tiene veinticinco años. Es aprendiz<br />

de piano y de pintura.<br />

Juan Luis Elizarraraz Fernandez<br />

Tiene veintiún años, es originario del municipio<br />

de Irapuato y actualmente estudia<br />

Ingeniería Civil en la Universidad de<br />

Guanajuato. Desde hace algunos años<br />

comenzó a leer libros de distintos géneros,<br />

pero ciencia ficción siempre ha sido<br />

su género preferida.<br />

158


Miguel Ángel Araujo Cortés<br />

Miguel Ángel Araujo Cortés nació en<br />

Ciudad Mante, Tamaulipas en 1993. Es<br />

Licenciado en Comunicación. En 2008<br />

vio su primer cuento publicado. Ha sido<br />

beneficiado por el PECDA y ha participado<br />

en diferentes congresos de literatura<br />

en diferentes estados, así como ha<br />

publicado algunos de sus cuentos en<br />

revistas digitales de diferentes partes<br />

del país. Le gusta tanto el fútbol como<br />

la lectura y es fanático de Batman.<br />

Alicia Espinosa<br />

Estado de México, 1990. Egresada de las<br />

Licenciaturas Lengua y Literaturas Modernas<br />

Italianas y Literatura Dramática<br />

y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras<br />

de la UNAM. Ha publicado cuentos<br />

en distintos medios impresos y digitales.<br />

Actualmente es correctora de estilo<br />

en Editorial Bazán, Colección Midian.<br />

Eduardo S. Imbaquingo B.<br />

Estudiante a punto de graduarse. Aprecia<br />

la literatura desde su más tierna infancia,<br />

gracias a la lectura de su madre<br />

de Mitología Griega. A pesar de poseer<br />

un gusto enorme hacia la Literatura, su<br />

verdadera pasión es la Filosofía.<br />

Amilcar R. Cal<br />

Nació en Santa Clara, Cuba. Licenciado<br />

en Estudios Socioculturales en la Universidad<br />

de <strong>La</strong>s Villas. Amante de la literatura<br />

y el cine, roba tiempo de oficina<br />

para darse el gusto de escribir. Tiene<br />

múltiples premios y menciones de relato<br />

y poesía en concursos internacionales<br />

en Cuba, España, Colombia y Argentina.<br />

Obras suyas se encuentran publicadas<br />

en antologías de Cuba y España.<br />

159


K. Phylaso<br />

2º Premio de la Comunidad Valenciana<br />

de Microrrelato. Autora de Caminando<br />

entre tinieblas.<br />

Jorge Hugo Veneciano<br />

Narrazones. Relatos en prosa. 2008. Nueva<br />

Editorial Universitaria (UNSL). Sobras<br />

Completas. 2010. Nueva Editorial Universitaria<br />

(UNSL). Almado hasta los dientes.<br />

2013. Ed. Lit. VMG (Mun. V. Mercedes, San<br />

Luis). Acuarelas grises. 2015. Ed. Lit. VMG<br />

(Mun. V. Mercedes, San Luis). 1º premio<br />

concurso Progr. San Luis Libro 2008 (cat.<br />

Cuento). Finalista del XI Certamen internacional<br />

de microcuento fantástico miNatura<br />

2013. Revista digital miNatura.<br />

Jesús Cordero<br />

Nacido el 15 de Marzo del 2000. leer<br />

siempre fue su pasatiempo favorito y<br />

comenzó a escribir de una forma más<br />

seria hace unos años; empezó practicando<br />

cada semana y después a diario.<br />

Su meta es publicar una novela de<br />

ciencia ficción y algún día ser autor de<br />

varias obras.<br />

André Kuri<br />

Nacido en Ciudad de México el 15 de<br />

agosto de 1976. Licenciado en Psicología<br />

y Maestro en Administración de Negocios.<br />

Se ha desempeñado en áreas<br />

de consultoría, ventas y desarrollo de<br />

negocios en empresas de tecnologías<br />

de la Información, en iniciativas de modernización<br />

tecnológica y transformación<br />

digital. Afición por la literatura, la<br />

música y el atletismo.<br />

160


Esteban Miranda Ríos<br />

Trabajador social de profesión. Escritor<br />

aficionado por necesidad. Lector voraz.<br />

Es Colombiano. Nació en la ciudad de<br />

Itagüí en 1993, actualmente tiene veinticuatro<br />

años, y considera que la escritura<br />

es un medio indispensable para<br />

sobrevivir a este mundo.<br />

David García de Bustamante<br />

David estudió bachillerato artístico en<br />

la Escuela de Artes y Oficios de la Calle<br />

de la Palma, en Madrid, e Historia del<br />

Arte en la Universidad Autónoma de<br />

Madrid. Cursó un módulo de fotografía<br />

en la Escuela Universitaria de Artes<br />

y Espectáculos TAI para vivir después<br />

en Santiago de Chile como fotógrafo<br />

freelance. Entre su obra publicada destacan<br />

la novela corta El Adversario y la<br />

antología Convivo con lo Extraño.<br />

Gisela Lupiañez<br />

Mendoza, Argentina, 1978).Lectora voraz<br />

desde el momento mágico en que<br />

descubrió que las letras se entretejían<br />

para formar palabras y las palabras<br />

para formar historias, escribe porque<br />

la vida es para bailarla al ritmo de los<br />

sueños. Varios de sus relatos han sido<br />

premiados y publicados en antologías y<br />

revistas, tanto digitales como en papel.<br />

José Luis Díaz Marcos<br />

Albacete, España, 1972. Ha publicado<br />

relatos en diversas antologías y webs<br />

nacionales y extranjeras. También es<br />

autor de sendas novelas: Paraísos de<br />

magia y fuego y Botij-Oh!<br />

161


Mictecacíhuatl<br />

Luego de toda una vida ayudando a la<br />

salud de otros y luego de perder uno de<br />

sus sentidos, descubrió que la imaginación<br />

es un mundo dentro de otro mundo.<br />

Perder la vista le ha abierto puertas<br />

que jamás pensó que existieran.<br />

Eduardo Angarica<br />

Cuba, 31 de octubre de 1989 Licenciado<br />

en Derecho y graduado en Técnicas<br />

Narrativas. Es profesor de talleres<br />

literarios de la Casa de Cultura Mirta<br />

Aguirre en <strong>La</strong> Habana. Ganador de los<br />

Juegos Florales 2015, Jaimanita, Cuba,<br />

en la categoría de minicuentos. Finalista<br />

en el concurso El Bunker Z 2016. Finalista<br />

en el concurso de minicuentos<br />

Solidarios con Nepal. Ha publicado El<br />

Príncipe de los Traviesos (Infantil)<br />

Carolina Alpuche<br />

Estudiante de Ingeniería Química en la<br />

Universidad Autónoma Metropolitana y<br />

CEO de Editorial Dreamers. Lectora empedernida,<br />

amante del café y de Les Luthiers.<br />

Aurora Ceres<br />

Nacida el 13 de septiembre de 1988 en<br />

Londres, Reino Unido. De madre mexicana<br />

y padre irlandés, ha escrito desde que<br />

tiene memoria. Es egresada de la carrera<br />

de Ingeniería en sistemas, la cual estudió<br />

en la Universidad del Valle de México. Entre<br />

sus principales pasiones destacan la<br />

caza deportiva, la tauromaquia, la literatura,<br />

cocinar y el estudio formal del fenómeno<br />

OVNI. Ha públicado cinco novelas<br />

con su nombre real.<br />

162


Davicalpa<br />

Con 43 años y padre de tres hijos David<br />

Santana es un enfermero al que le gusta<br />

escribir las historias que acumula en<br />

la cabeza en sus ratos libres. Amante<br />

del género de terror y la ciencia ficción<br />

narra situaciones en las que pone a<br />

prueba las emociones de sus atormentados<br />

personajes situándolos frente a<br />

problemas para los que no están preparados.<br />

Actualmente se encuentra<br />

trabajando en su primera novela.<br />

Ana Paola Nájera López<br />

Futura Neuropsicóloga, comprometida<br />

a mejorar México. Enamorada del arte y<br />

la vida misma.<br />

Aly Cañizales<br />

Escritor regiomontano, su inspiración<br />

llegó a partir de un sueño, complementando<br />

que su sueño fue siempre ser escritor,<br />

A sus 29 años comenta que desde<br />

pequeño se interesó en la lectura y<br />

en las bellas artes como la fotografía, el<br />

teatro, la pintura y la música. Es fiel seguidor<br />

de escritores digitales españoles<br />

tales como Fernando Trujillo Sáenz,<br />

y Cesar García.<br />

Israel Montalvo<br />

Artista multidisciplinario que ha<br />

desarrollado en su mayor parte una<br />

obra narrativa (tanto literaria como<br />

en el arte secuencial) en la cual<br />

aborda principalmente temáticas<br />

como metaficción, el horror en todas<br />

sus manifestaciones, y la condición<br />

humana.<br />

163


en nuestro siguiente número:<br />

Más artículos, ensayos,<br />

cuentos y microcuentos,<br />

y todo lo que ustedes aman<br />

leer en esta, su revista

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